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sábado, 6 de mayo de 2017

_--Thomas Piketty y la deuda pública

_--Para Benoît Hamon, candidato del Partido Socialista en la elección presidencial de 2017, la deuda se debe ante todo negociar a escala europea, y allí «se decidirá la mutualización de una parte de las deudas soberanas con el fin de reducir el coste del crédito». Esto se haría con el fin, y se espera que así sea, de reducir la deuda. El candidato afirma también la necesidad de «romper con la lógica de la austeridad», renegociando, por ejemplo, el famoso límite del 3 % de déficit público.

El 27 de febrero de 2017, Benoît Hamon declaró en France Inter: «Será necesario valorar sobre lo que podamos o no podamos reembolsar. Hay una deuda respecto al planeta que no podemos reembolsar. Hay una deuda respecto a los banqueros que podemos renegociar.» |1|

Thomas Piketty, asesor sobre las cuestiones europeas para el candidato Hamon, dice que no hay que encarar solamente el caso francés, sino el conjunto de deudas de la zona euro. Comenzando por la de Grecia: «Lo más urgente es imponer una moratoria para la deuda griega, al menos hasta que el país encuentre su nivel de riqueza de 2007», explicó al diario Le Monde, el autor del libro El capital en el siglo XXI (Fondo de Cultura Económica, 2014).

En un artículo de opinión publicado en el diario Liberation, Thomas Piketty criticaba severamente al gobierno francés y al alemán, que practican políticas neoliberales y que contribuyen a imponer a países como Grecia y España medidas antisociales en nombre del pago de la deuda. Thomas Piketty escribe: «La palma de la amnesia se la lleva Alemania, con Francia como fiel segundón. En 1945, estos dos países tenían una deuda pública que superaba el 200 % de sus respectivos PIB. En 1950, esa deuda había bajado hasta menos del 30 % del PIB. ¿Qué había pasado? ¿Habrían aparecido de repente excedentes presupuestarios que permitieron pagar la deuda? Evidentemente no: fue por medio de la inflación y del repudio simple y llano que Alemania y Francia se liberaron de sus deudas en el siglo pasado. Si hubieran intentado conseguir, pacientemente, excedentes del 1 % o 2 % del PIB todavía estarían en aquella situación de endeudamiento, y les habría sido mucho más difícil a los gobiernos de la posguerra invertir en crecimiento. Sin embargo, son esos dos países los que aleccionan, desde 2010–2011, a los países del sur de Europa sobre el pago de sus deudas públicas, que deberán hacerlo hasta el último euro. Se trata de un egoísmo corto de vista, puesto que el nuevo tratado presupuestario adoptado en 2012, bajo la presión alemana y francesa, que organiza la austeridad en Europa (con una reducción excesivamente rápida del déficit y un sistema de sanciones automáticas totalmente inoperante) ha conducido a una recesión generalizada en la zona euro.» |2|

Es el momento para que el CADTM trate de nuevo el análisis de la deuda pública propuesto por Thomas Piketty en su libro El capital en el siglo XXI, |3| que se ha convertido durante el año 2014 en un best seller, traducido a varios idiomas. El CADTM se toma la libertad de retomar una parte de los argumentos desarrollados por Thomas Piketty, pero adopta un enfoque diferente con respecto a las soluciones aportadas. En primer lugar se presenta la posición resumida de Piketty, luego se desarrollan las soluciones propuestas por el CADTM. |4|

En su libro de casi 1.000 páginas en su versión original, Thomas Piketty dedica una decena de ellas, muy interesantes, a la cuestión de la deuda pública en el transcurso de los últimos dos siglos, centrando su análisis principalmente en Francia y Reino Unido. Tiene razón cuando afirma que el estudio del pasado en materia de deuda pública es útil para comprender y afrontar los retos de la actual crisis: «Este complejo problema del endeudamiento de los Estados y de la naturaleza de su patrimonio interesa tanto al mundo actual como al de 1800, y el estudio del pasado puede ilustrarnos sobre la muy acuciante realidad del mundo actual. A pesar de que la deuda pública está todavía lejos de alcanzar, en este comienzo del siglo XXI, el nivel astronómico que tenía a comienzos del siglo XIX, al menos en Reino Unido, llega en Francia y en numerosos países a estar muy cerca de esos récords históricos y suscita, indudablemente, aún más confusión en el mundo actual que en la época napoleónica.» |5|

Entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, Francia y Reino Unido adoptaron políticas totalmente diferentes en cuestión de deuda pública. Mientras que en los años 1760-1770 la deuda pública alcanzaba cerca del 100 % de la renta nacional en ambos países, cuarenta o cincuenta años después, la situación había cambiado completamente: la deuda pública francesa se elevaba a sólo un 20 % de la renta nacional en 1815, mientras que la británica había explotado y representaba el 200 % de la renta nacional.

¿Cómo se había llegado a esa situación? En Francia, el peso del reembolso de la deuda pública y el rechazo del pueblo a ser el único pagador tuvieron un papel central en la explosión revolucionaria de 1789. Las medidas en curso durante la Revolución redujeron radicalmente el peso de la deuda pública. Piketty resume de la siguiente manera la concatenación de los hechos: «La incapacidad de la monarquía francesa para modernizar sus impuestos y poner fin a los privilegios fiscales de la nobleza es bien conocida, así como la solución revolucionaria final con la convocatoria en 1789 de los Estados Generales, que desembocó en la instauración de un nuevo régimen fiscal desde 1790-1791 — especialmente, mediante un impuesto a la propiedad que obligaba a contribuir a todos los propietarios de tierras y a los derechos de sucesión que afectaban al conjunto de patrimonios— y en la “quiebra de los dos tercios” en 1797 (que en realidad es un default aún más masivo si se tiene en cuenta el episodio de los asignados |6| y de la inflación que se produjo), lo que permite saldar las cuentas del Antiguo Régimen. Es así como la deuda pública francesa se encuentra reducida de golpe a niveles extremadamente bajos a comienzos del siglo XIX (menos del 20 % de la renta nacional en 1815).» |7|

La trayectoria británica es totalmente diferente. Con el fin de afrontar la guerra ante la declaración de independencia de las 13 colonias británicas en América del Norte, y «sobre todo las múltiples guerras con Francia durante el periodo revolucionario y napoleónico, la monarquía británica optó por endeudarse sin límites. La deuda pública pasó así de cerca del 100 % de la renta nacional a comienzos de los años 1770 a cerca del 200 % en 1810, o sea diez veces más que en Francia, en la misma época.» |8|

Piketty explica que el Reino Unido necesitó un siglo de rigor presupuestario con continuos superávit, para reducir progresivamente su endeudamiento a menos del 30 % de la renta nacional a comienzos de la década de 1910.

¿Qué lecciones podemos sacar de la experiencia británica? En principio, no hay ninguna duda, según Piketty, que la importante deuda pública reforzó el peso de los patrimonios privados en la sociedad británica. Los ricos locales prestaron al Estado sin hacerse rogar.

Thomas Piketty prosigue: «… este endeudamiento público tan fuerte, globalmente, sirvió bastante bien al interés de los prestamistas y de sus descendientes, al menos en comparación con una situación en que la monarquía británica habría financiado sus gastos haciéndoles pagar impuestos. Desde el punto de vista de los que tienen los medios, es evidentemente mucho más interesante prestar una determinada suma al Estado (y luego recibir los intereses durante décadas) que pagar los impuestos (sin contrapartidas).» |9| Y agrega que el recurso masivo del Estado al endeudamiento público permitió a los banqueros aumentar el tipo de interés, lo que benefició muchísimo a los ricos prestamistas: empresarios, rentistas, banqueros...Y eso era muy similar a la situación que caracteriza a la época actual.

Según Piketty, la diferencia esencial con el siglo XX (véase más adelante) es que la deuda se reembolsaba a precio de oro durante el siglo XIX: «...la inflación fue prácticamente nula desde 1815 hasta 1914, y el tipo de interés correspondiente a los títulos de renta del Estado era considerable (generalmente entre el 4 % y el 5 %) y en particular netamente superior a la tasa de crecimiento. En esas condiciones, la deuda pública podía ser un excelente negocio para los que poseían un patrimonio y para sus herederos.» |10| Piketty nos propone que imaginemos que: «...la deuda pública... acumulada sea igual al 100 % del PIB. Supongamos que el gobierno no busca pagar el principal sino que se contenta con satisfacer los intereses de cada año... Si el tipo de interés es del 5 %, necesitará cada año pagar el 5 % del PIB a los poseedores de esta deuda pública suplementaria, y así indefinidamente. Eso es lo que, aproximadamente, le pasó al Reino Unido en el siglo XIX.» |11|

Desplacémonos en el tiempo y en el espacio: en Grecia, en 2014, la deuda pública alcanza el 175 %. Si suponemos que el Estado paga la deuda a la Troika y a otros acreedores con un tipo de interés medio del 5 %, |12| y si también consideramos que el crecimiento es nulo |13| y la tasa de inflación también es nula, Grecia tendrá que pagar a sus acreedores hasta las calendas griegas el equivalente al 8 % de su PIB sin reducir el stock de la deuda ya que estaría pagando solamente los intereses. |14|

Volvamos al siglo XIX: el stock de la deuda pública francesa, muy limitado en 1815, aumenta rápidamente en las décadas posteriores y en particular durante las monarquías censatarias (1815-1848). Después de la derrota de Waterloo en 1815, el Estado francés se endeuda fuertemente para financiar las indemnizaciones que debía pagar a los ejércitos de ocupación. Lo hace nuevamente en 1825, para financiar los famosos «mil millones de los emigrados» |15| abonados a los aristócratas exiliados durante la Revolución, para recompensarles, principalmente, por la confiscación de una parte de sus tierras. En total, la deuda pública aumentó el equivalente a más del 30 % de la renta nacional. Bajo el Segundo Imperio, las deudas se pagaron hasta el último céntimo.

Piketty nos recuerda el opúsculo La lucha de clases en Francia (La Lutte des classes en France) redactado por Karl Marx en 1849-1850, en el que denuncia al nuevo ministro de finances de Luis-Napoleón Bonaparte, Achille Fould, digno representante de los banqueros y de las altas finanzas, que decidió aumentar los impuestos sobre las bebidas con el fin de poder pagar a los rentistas. Veinte años más tarde, debido a la derrota frente a Prusia en la guerra de 1870-1871, el Estado francés aumentaba aún más la deuda pública para pagar un tributo de guerra equivalente a cerca del 30 % de su renta nacional. Finalmente, la política favorable a los acreedores en materia de endeudamiento, que prosiguió durante el periodo 1880-1914 llevó la deuda pública a un nivel más elevado en Francia que en el Reino Unido: entre el 70 % y 80 % de la renta nacional contra menos del 50 % en la época anterior.

Piketty agrega: «La renta de un título del Estado era una inversión muy segura durante todo el siglo XIX y contribuyó a reforzar la importancia y la prosperidad de los patrimonios privados, de la misma manera que en el Reino Unido.» Su conclusión es que la política de endeudamiento público llevada a cabo en el siglo XIX en Francia y en Reino Unido «permite comprender por qué los socialistas del siglo XIX, comenzando por Karl Marx, tenían una gran desconfianza respecto de la deuda pública, ya que la percibían —con una cierta clarividencia— como un instrumento al servicio de la acumulación del capital privado.» |16| Y prosigue con toda razón al afirmar: «...una gran parte de la deuda pública (...) la posee, en la práctica, una minoría de la población a pesar de que la deuda conlleva también una redistribución importante en el interior del país (...). Considerando la fortísima concentración que siempre caracterizó la distribución de los patrimonios, (..., estudiar estas cuestiones ignorando las desigualdades entre los grupos sociales es lo mismo que silenciar una buena parte de lo que se estudia y de las realidades que están en juego.» |17| Piketty explica que en Francia se asistió a un cambio importante en el transcurso del siglo xx en materia de gestión de la deuda pública. Los poderes públicos aprovecharon la inflación y la utilizaron para reducir el valor real de la deuda:«La consecuencia para el Estado es que a pesar de una fuerte deuda pública inicial (cerca del 80 % de la renta nacional en 1913) y de los elevados déficits durante el periodo 1913-1950, en particular durante los años de la guerra, la deuda pública francesa se encontraba en 1950 a un nivel relativamente bajo (cerca del 30 % del ingreso nacional), al igual que en 1815. Los enormes déficits de la Liberación fueron prácticamente anulados de inmediato por una inflación superior al 50 % anual durante cuatro años consecutivos, de 1945 a 1948, con una atmósfera política de alta tensión. De alguna manera fue el equivalente a la bancarrota de los dos tercios de 1797: se saldan las cuentas del pasado con el fin de poder reconstruir el país con una baja deuda pública.» |18|

Sobre la base de esta experiencia, se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX una visión bien diferente de la de Marx y los socialistas del siglo XIX, fundada en la convicción de que el endeudamiento público podía ser un instrumento al servicio de una política de gastos públicos y de redistribución social a favor de los más modestos.

«La diferencia entre estas dos visiones es bastante sencilla: en el siglo XIX, la deuda se pagaba a precio de oro, lo que beneficiaba a los prestamistas y favorecía el refuerzo de los patrimonios privados; en el siglo xx, la deuda fue ahogada por la inflación pagándose con una moneda devaluada y, de hecho, permitió financiar los déficits por los que habían prestado su patrimonio al Estado, sin tener que aumentar los impuestos en la misma proporción. Esta visión “progresista” de la deuda pública continúa impregnado considerablemente los espíritus en este comienzo del siglo XXI, aunque la inflación desde hace tiempo se redujo a niveles cercanos a los del siglo XIX y sus efectos distributivos son relativamente oscuros.» |19| Thomas Piketty tiene toda la razón al insistir sobre los peligros de una visión unilateralmente positiva de la deuda pública.

¿Cuáles son las propuestas?

Tratemos ahora las propuestas que hace Piketty. Desde el principio precisa:

«Entiéndaseme bien: no tengo ningún aprecio particular por la deuda pública de la que ya apunté varias veces que a menudo acaba favoreciendo redistribuciones en sentido contrario, desde los más modestos hacia aquellos que tienen los medios para prestar al Estado (y a los que sería preferible hacerles pagar los impuestos).» |20| No podemos dejar de estar de acuerdo con Piketty. Además agrega que el «capital nacional está extremadamente mal repartido, con una riqueza privada que se apoya sobre la pobreza pública, y que, especialmente, tiene como consecuencia que gastamos mucho más en intereses de la deuda que lo que invertimos, por ejemplo, en nuestra enseñanza superior. Por otro lado es una realidad bastante vieja: teniendo en cuenta el crecimiento relativamente lento que se sucede desde los años 1970-1980, estamos en un periodo histórico en el que la deuda le sale globalmente muy cara a las finanzas públicas. Y esta es la razón principal por la que es necesario reducir rápidamente esta deuda (…)». |21|

Para reducir la deuda pública, Thomas Piketty pensó en dos soluciones que posteriormente rechazó y nos propone una tercera. La primera solución era la de privatizar los activos públicos con el objetivo de reembolsar la deuda. La segunda solución consistía en anular la deuda. La tercera que propugna es la recaudación de un impuesto excepcional progresivo «de forma que los patrimonios más modestos no lo tendrían que pagar, y en cambio pedir más a los patrimonios más elevados». |22|

No nos extenderemos aquí sobre la primera solución ya que es evidente que es algo a combatir. Sabemos que fue puesta en práctica por los gobiernos actuales que prolongan la ola de privatizaciones comenzada en los años 1980-1990.

Con respecto a la segunda solución, la anulación de la deuda que Piketty rechaza, es porque, evidentemente, plantea mal el problema, ya que no piensa en los diferentes escenarios de anulación de la deuda. Sólo menciona explícitamente la fórmula aplicada a la deuda griega en marzo 2012 mediante una operación llamada de haircut, mientras existen otras propuestas.

Y tiene razón en rechazar el tipo de anulación parcial de la deuda concebida por la Troika (Comisión Europea, BCE y FMI) para Grecia. Esta anulación estuvo condicionada por medidas que constituyen violaciones de los derechos económicos, sociales, políticos y civiles del pueblo griego, y que hundieron todavía un poco más a Grecia en una espiral descendente. Se trataba de una operación que tenía por objetivo permitir que los bancos extranjeros (principalmente franceses y alemanes) se liberaran del problema con pérdidas limitadas, que los bancos griegos se recapitalizaran a costa del Tesoro Público y que la Troika reforzara en forma duradera su influencia en Grecia. La deuda pública griega representaba el 130 % del PIB en 2009, y después de la anulación parcial llegó al 157 % en 2012, pero en 2013 alcanzó un nuevo máximo: ¡el 175 % del PIB! La tasa de desempleo que era del 12,6 % en 2010 se elevó hasta el 27 % en 2013 (y al 50 % entre los menores de 25 años). Por lo tanto, Piketty tiene razón cuando rechaza ese tipo de haircut que sólo tiene por objetivo mantener con vida a la víctima para poder desangrarla mejor. Por el contrario, se equivoca cuando no considera seriamente una anulación o suspensión del pago de la deuda decidida por el país deudor, con sus condiciones y bajo control de su ciudadanía. Es lo que hicieron en contextos diferentes Ecuador, en 2008-2009, e Islandia a partir de 2008. Ecuador, basándose en una auditoría organizada por las autoridades del país y realizada con una participación ciudadana activa entre 2007 y 2008, suspendió unilateralmente el pago de una parte de su deuda, la que estaba en forma de títulos que tenían fecha de vencimiento en 2012 y 2030, cuyos principales tenedores eran bancos extranjeros. |23| El resultado fue positivo: Ecuador pudo recomprar el 91 % de los títulos mencionados a un 35 % de su valor. Y como consecuencia, habiéndose ahorrado ese dinero que correspondía al pago de la deuda, pudo aumentar en forma notable los gastos sociales, especialmente en los ámbitos de la educación y de la sanidad pública. (En el anexo 1 se ofrece una presentación más completa de la experiencia ecuatoriana). Sin embargo, en el caso de Ecuador, no debemos tomar como modelo la experiencia que se está desarrollando, y es indispensable conservar una mirada crítica sobre ella. No obstante, la experiencia ecuatoriana en auditoría y suspensión unilateral del reembolso de la deuda demuestra que es perfectamente posible para un país plantear un acto unilateral fundamentado con argumentos sólidos y, en consecuencia, tener la posibilidad de mejorar los gastos públicos en ámbitos como educación y sanidad.

Por su parte, Islandia rechazó en forma unilateral, a partir de 2008, asumir las deudas de los bancos privados que habían quebrado por su exposición en el exterior. Esto se hizo en un clima de fuertes movilizaciones ciudadanas que presionaron al gobierno islandés para que no cediera ante las exigencias de los acreedores extranjeros, en particular del Reino Unido y de los Países Bajos.

Y, ¿qué pasó luego en Islandia? Debido al desplome del sistema bancario en 2008, Islandia se negó a indemnizar a los ciudadanos de Países Bajos y Reino Unido que habían colocado fondos en las filiales de bancos islandeses, que acababan de quebrar, por un total de 3.900 millones de euros. Fueron las mismas autoridades británicas y neerlandesas las que indemnizaron a sus ciudadanos y exigieron el reembolso de esas indemnizaciones a Islandia. Bajo la presión popular (manifestaciones, ocupaciones de plazas, referéndum), las autoridades de Reykiavik rechazaron esa demanda. Y eso tuvo como consecuencia la inscripción de Islandia en la lista de organizaciones terroristas, la congelación de los haberes islandeses en Reino Unido y la presentación de una denuncia de Londres y La Haya contra Reykiavik ante el Tribunal de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC o EFTA por sus siglas en inglés). |24| Por otro lado, Islandia bloqueó totalmente la salida de capitales del país. Finalmente, ha salido del conflicto mucho mejor que otros países europeos que aceptaron las exigencias de los acreedores… Por supuesto, hay que evitar hacer de Islandia un modelo pero podemos sacar enseñanzas de su experiencia.

Los casos de Ecuador y de Islandia constituyen dos experiencias recientes que deben estudiarse seriamente ya que demuestran que al lado del haircut a la griega u otras formas de reestructuración, existen otras soluciones para la anulación de una deuda. |25|

Estos dos ejemplos muestran que desobedecer a los acreedores no es una catástrofe y de ninguna manera acarrea el desmoronamiento del país.

Pero volvamos a la posición defendida por Thomas Piketty. Éste está convencido de que una anulación no afectará significativamente a los acreedores más ricos ya que lograrán «reestructurar a tiempo su cartera» y por lo tanto «nada garantiza que aquellos que efectivamente contribuirán serán los que deban hacerlo». |26| Esta afirmación todavía no ha sido demostrada. Piketty no nos ofrece ninguna prueba basada en ejemplos concretos o en datos estadísticos. Sin embargo, la historia muestra que cuando un país da a entender que podría suspender el pago de su deuda o cuando suspende efectivamente ese pago, el precio de los títulos de la deuda se desploma y es muy difícil para los grandes tenedores de títulos librarse de ellos a buen precio. |27| Eso es lo que pasó en Ecuador entre 2007 y 2009, y todos los que siguen de cerca lo que pasa en los mercados de deuda saben que es prácticamente imposible deshacerse de un gran paquete de títulos sin afrontar pérdidas importantes en caso de suspensión o anulación unilateral de las deudas. Por otra parte, se puede imaginar muy bien que un país decrete la anulación o una suspensión unilateral del pago y tome medidas para indemnizar a los pequeños inversores y proteger el ahorro de los más modestos. Es posible obligar a contribuir a los que deben hacerlo y proteger a los que lo merecen.

Tratemos ahora la propuesta que hace Piketty para reducir el peso de la deuda. Después de haber pensado sobre la posibilidad de «… un impuesto proporcional del 15 % sobre todos los patrimonios privados…», |28| rechaza esa propuesta porque «no tendría mucho sentido aplicar un impuesto proporcional |29| sobre todos los patrimonios privados europeos.» |30| Piketty sostiene que «vale más aplicar un baremo progresivo, de manera que los patrimonios más modestos no paguen y que los patrimonio más ricos paguen más». |31|
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http://www.cadtm.org/Thomas-Piketty-y-la-deuda-publica

viernes, 28 de abril de 2017

La vuelta a Europa en 60 lenguas Gaston Dorren publica en España 'Lingo', una obra amena y muy legible sobre la diversidad lingüística del continente y su íntimo vínculo con las personas.

Si las concepciones comunes sobre el mundo fueran como las que se tienen sobre la lengua, la gente pensaría tranquilamente que la Tierra es plana y que el Sol gira alrededor. El ciudadano actual, incluso el culto, tiene curiosos preconceptos sobre la primacía de la lengua escrita sobre la hablada, sobre qué es hablar mal y bien, o sobre la identidad entre lengua y comunidad política. Como de costumbre, lo mejor para salir de la ignorancia es viajar, y eso es lo que permite esta guía lingüística de Europa.

Sin salir de nuestro continente, sin necesidad de apelar a las lenguas africanas o a las indígenas americanas, el especialista holandés Gaston Dorren describe tal diversidad de lenguas y comportamientos humanos que el resultado es un soplo de aire fresco, una sana invitación a relajar nuestras ideas al respecto. Lingo ayuda a comprender la arbitrariedad de muchas soluciones lingüísticas, pero al tiempo su íntimo vínculo con las personas. La obra cubre 60 lenguas europeas: lenguas auténticas, no dialectos ni variantes; aunque la misma definición puede ser espinosa: como reza el tópico, una lengua es un dialecto con ejército. No hace falta que cada una tenga un Estado propio, ni que sea la única en su territorio (en Europa el multilingüismo es lo más frecuente), y ni siquiera que tenga un sistema de escritura racional. Y, por supuesto, no hace falta que las rija una academia de la lengua.

La mayoría vienen del tronco común indoeuropeo (que puede alejarse hasta India, de donde viene la lengua de los gitanos) y sólo una del tronco afroasiático (el maltés). Pueden tener millones de hablantes (el alemán o el español) o estar extintas (caso del dálmata); o, todavía más asombroso, pueden haber resucitado (como el córnico, el habla de Cornualles). Pueden escribirse en alfabeto latino, en el árabe, en cirílico, o ir cambiando de uno a otro, como ocurrió en Azerbaiyán. Pueden tener 20 sonidos vocálicos (inglés) o sólo 5 (como nosotros), y 30 consonánticos (como el gaélico escocés) o nuestra veintena. Las lenguas con sonidos más abundantes tendrán que meterlos con calzador en la horma de los alfabetos existentes, añadiendo a sus letras comitas, remates para diferenciar los sonidos (como en el turco) o bien usando combinaciones de dos letras (como el galés). Por supuesto, la plasmación escrita de los sonidos puede ser regular (como ocurre, aunque no lo parezca, en polaco) o altamente irregular (como en inglés). Pueden tener siete casos (como el alemán) o ninguno; un verbo invariable o una conjugación endemoniada. Pueden haber variado a lo largo de su historia o haber permanecido asombrosamente anclados en el tiempo (como el islandés).

Las lenguas configuran en cierta medida la forma de ver el mundo físico (el debatido caso de las distintas palabras para “nieve” en lenguas árticas), pero en lo que seguro que influyen es en las relaciones sociales. Y ahí se puede ver la fuerza de los hablantes, que pueden decidir recuperar una lengua muerta o moribunda (inútil, según criterios prácticos), o moldear la que tienen en uso. Este fue el caso del sueco, con su modificación de los tratamientos de respeto, o el actual debate español sobre uso del masculino gramatical para abarcar a las mujeres. También influyen las autoridades, que pueden ordenar que se cambie de alfabeto para acercarse a otras lenguas consideradas de prestigio, como pasó en turco. En resumen: una lengua son sus hablantes y lo que quieren y pueden hacer de ella. Pero más allá de sus rarezas, todas sirven a las relaciones humanas y reflejan la historia: un divertido apartado recorre los apellidos que significan “herrero”, como Ferreira, Lefèvre, Smith o Kowalski.

La obra, amena y muy legible, está dividida en capítulos, dedicados cada uno a una lengua. No faltan las artificiales (el esperanto, curiosamente compleja para ser inventada) ni las de signos (que tienen su propia complejidad). De cada una se exponen los préstamos que ha dado a otras, así como sus palabras exclusivas, que tal vez merecerían exportarse, como el holandés uitwaaien, “pasar unos días de descanso en un lugar ventoso, frío y con lluvia”, o el húngaro ­madárlátta: la comida que se lleva para comerla fuera de casa pero que vuelve a casa sin ser consumida.

Como ejemplo viviente de lo que narra, Lingo procede de la versión inglesa de un original neerlandés (nombre oficial de la lengua holandesa). Su traducción es más que eso, porque se ha llevado a cabo una cuidadosa adaptación y ampliación de datos para lectores hispanohablantes. Su responsable, José C. Vales, tiene la doble condición de filólogo y novelista (ganador de un reciente Premio Nadal), y ambas se notan en su sensible y cuidadosa labor.

Lingo. Guía de Europa para el turista lingüístico. Gaston Dorren. Traducción de José C. Vales. Turner, 2017, 38 páginas. 21,85 euros

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/04/03/babelia/1491230852_894797.html#tabla

sábado, 18 de febrero de 2017

La larga sombra de Trump se proyecta sobre Europa. Despertar para seguir soñando.

Slavoj Zizek
Página/12

En este artículo el notable ensayista esloveno analiza las causas y consecuencias del triunfo electoral del magnate inmobiliario estadounidense y cómo puede alterar el mapa político en Europa, en particular las cruciales elecciones francesas dentro de tres meses, donde un derechista conservador como Fillon enfrenta a una populista de extrema derecha, Marine Le Pen.

Un par de días antes de la asunción de Donald Trump, Marine le Pen fue vista sentada en el Café Trump Tower de la Quinta Avenida, como si esperara ser llamada por el presidente entrante. Si bien no se realizó ninguna reunión, lo que sucedió pocos días después de la asunción parece un efecto secundario de esa fallida reunión: el 21 de enero, en Koblenz, los representantes de los partidos populistas de derecha europeos se reunieron bajo el lema de Libertad para Europa. El encuentro fue dominado por Le Pen, quien llamó a los votantes de toda Europa a “despertar” y seguir el ejemplo de los votantes estadounidenses y británicos; predijo que las victorias del Brexit y de Trump desencadenaría una ola imparable de “todos los dominós de Europa”. Trump dejó claro que “no apoya un sistema de opresión de los pueblos”: “2016 fue el año en que el mundo anglosajón despertó. Estoy seguro de que 2017 será el año en el que la gente de Europa continental se despierte.”

¿Qué significa despertar aquí? En su interpretación de los sueños, Freud relata un sueño bastante aterrador: un padre cansado que pasaba la noche al lado del ataúd de su joven hijo, se duerme y sueña que su hijo se acerca a él en llamas, dirigiéndose a él con este horrible reproche: “Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?” Poco después, el padre se despierta y descubre que, debido a la vela derribada, el paño del sudario de su hijo muerto efectivamente se incendió. El humo que olió mientras dormía se incorporó al sueño del hijo en llamas para prolongar su sueño. ¿Fue así que el padre despertó cuando el estímulo externo (humo) se volvió demasiado fuerte para ser contenido dentro del escenario del sueño? ¿No era más bien el anverso?: el padre primero construyó el sueño para prolongar su sueño, es decir, para evitar el desagradable despertar; sin embargo, lo que él encontró en el sueño –literalmente la pregunta ardiente, el espectro espeluznante de su hijo reprochándole– era mucho más insoportable que la realidad externa, así que el padre despertó, escapó a la realidad externa. ¿Por qué? Para seguir soñando, para evitar el insoportable trauma de su propia culpa por la dolorosa muerte del hijo. ¿Y no es lo mismo con el despertar populista? Ya en la década de 1930, Adorno comentó que el llamado nazi “Deutschland, erwache! (“¡Alemania despierta!”) significaba exactamente lo contrario: ¡seguir nuestro sueño nazi (de los judíos como el enemigo externo arruinando la armonía de nuestras sociedades) para que uno pueda continuar a durmiendo! ¡Dormir y evitar el rudo despertar, el despertar de los antagonismos sociales que atraviesan nuestra realidad social! Hoy la derecha populista está haciendo lo mismo: nos llama a nosotros a “despertar” a la amenaza de los inmigrantes para que podamos seguir soñando, es decir, ignorar los antagonismos que atraviesan nuestro capitalismo global.

El discurso inaugural de Trump era, por supuesto, la ideología en su estado más puro, un mensaje simple y directo que se basaba en toda una serie de inconsistencias bastante obvias. Como dicen, el diablo mora en los detalles. Si tomamos el discurso de Trump en su forma más elemental, puede sonar como algo que Bernie Sanders podría haber dicho: “Hablo por todos aquellos trabajadores olvidados, descuidados y explotados que trabajan duro, soy su voz, conmigo tienes poder ...”

Sin embargo, a pesar del evidente contraste entre estas proclamaciones y los primeros nombramientos de Trump (¿cómo puede el secretario de Estado de Trump, Rex Tillerson, director ejecutivo de Exxon Mobil, ser la voz de los trabajadores explotados?), hay una serie de pistas que dan una giro específico a su mensaje. Trump habla de “élites de Washington”, no de capitalistas y grandes banqueros. Habla de la desvinculación del rol del policía mundial, pero promete la destrucción del terrorismo musulmán, la prevención de las pruebas balísticas norcoreanas y la contención de la ocupación china de las islas del mar de China meridional... así que lo que estamos obteniendo es el intervencionismo militar global ejercido directamente en nombre de los intereses estadounidenses, sin la máscara de derechos humanos y democracia. En los años sesenta, el lema del movimiento ecológico era “Piensa globalmente, actúa localmente”. Trump promete hacer exactamente lo contrario: “Piensa localmente, actúa globalmente”.

Hay algo hipócrita en los liberales que critican el eslogan “América primero”, como si esto no fuera lo que más o menos todos los países están haciendo, como si Estados Unidos no jugara un papel global precisamente porque le venía bien a sus propios intereses ... Pero el subyacente mensaje de “América primero” es triste: en el siglo americano, América se resignó a ser sólo uno entre los países. La ironía suprema es que los izquierdistas que durante mucho tiempo criticaron la pretensión de ser el policía global pueden comenzar a anhelar los viejos tiempos cuando, con toda hipocresía incluida, Estados Unidos impuso normas democráticas al mundo.

Pero lo que hace que el discurso inaugural de Trump sea interesante (y eficiente) es que sus inconsistencias reflejan las inconsistencias de la izquierda liberal. Hay que repetir una y otra vez que la derrota de Clinton fue el precio que ella tuvo que pagar por neutralizar a Bernie Sanders. Ella no perdió porque se movió demasiado a la izquierda, sino precisamente porque era demasiado centrista y de esta manera no logró capturar la rebelión anti-establishment que sostuvo tanto a Trump como a Sanders. Trump les recordó la realidad medio olvidada de la lucha de clases, aunque, por supuesto, lo hizo de una manera populista distorsionada. La rabia anti-establishment de Trump fue una especie de retorno a lo que fue reprimido cuando la política de la izquierda liberal moderada se centró en temas culturales “políticamente correctos”. Esta izquierda obtuvo de Trump su propio mensaje pero al revés. Por eso la única manera de responder a Trump habría sido apropiarse plenamente de la rabia contra el establishment y no descartarlo como primitivismo de basura blanca.

La reacción liberal predominante al discurso de asunción de Trump estaba predeciblemente llena de visiones apocalípticas bastante simples - basta mencionar que el anfitrión de MSNBC Chris Matthews detectó en él “un fondo Hitleriano”. Esta visión apocalíptica es típicamente acompañada por la comedia: la arrogancia de la izquierda liberal explota en su forma más pura el nuevo género de programas de talk shows en clave de humor político (Jon Stewart, John Oliver ...) que en su mayoría promulgan la pura arrogancia de la élite intelectual liberal. Pero el aspecto más depresivo del período post-electoral en Estados Unidos no son las medidas anunciadas por el Presidente electo, sino la forma en que la mayor parte del partido Demócrata está reaccionando a su histórica derrota: la oscilación entre los dos extremos, el horror al Gran Lobo Malo llamado Trump y el anverso de este pánico y fascinación, la renormalización de la situación, la idea de que nada extraordinario ocurrió, que es sólo otro revés en el intercambio normal entre presidentes republicanos y demócratas: Reagan, Bush, Trump... En este sentido, Nancy Pelosi hace referencia repetidamente a los acontecimientos de hace una década. Para ella, la lección es clara: “el pasado es un prólogo. Lo que funcionó antes funcionará de nuevo. Trump y los republicanos se sobreponen, y los demócratas tenemos que estar listos para aprovechar la oportunidad cuando lo hagan.” Tal postura ignora totalmente el verdadero significado de la victoria de Trump, las debilidades del partido Demócrata que la posibilitaron y la reestructuración radical de todo el espacio político que anuncia esta victoria. En Europa occidental y oriental, hay señales de una reorganización a largo plazo del espacio político. Hasta hace poco, el espacio político estaba dominado por dos partidos principales que se dirigían a todo el cuerpo electoral, un partido de centro-derecha (democratacristiano, liberal-conservador, popular ...) y un partido de centro-izquierda, (Socialdemócrata ...), con partidos más pequeños dirigiéndose a un electorado limitado (ecologistas, libertarios, etc.). Ahora cada vez hay más de un partido que representa el capitalismo global como tal, generalmente con relativa tolerancia hacia el aborto, los derechos de los homosexuales, las minorías religiosas y étnicas, etc.; en oposición a ese partido, hay otro partido populista anti-inmigrante cada vez más fuerte que va acompañado de grupos neofascistas directamente racistas en sus márgenes.

De manera que la historia de Donald y Hillary continúa: en su segunda entrega, los nombres de la pareja se cambian por los de Marine le Pen y Francois Fillon. Ahora que François Fillon fue elegido candidato de la derecha para las próximas elecciones presidenciales francesas y con la certeza (casi total) de que en la segunda vuelta de las elecciones la elección será entre Fillon y Marine le Pen, nuestra democracia alcanzó su (hasta ahora) punto más bajo. Si la diferencia entre Clinton y Trump era la diferencia entre el establishment liberal y la rabia populista de derecha, esta diferencia se redujo al mínimo en el caso de Le Pen versus Fillon. Si bien ambos son conservadores culturales, en materia de economía Fillon es puramente neoliberal mientras que Le Pen está mucho más orientada a proteger los intereses de los trabajadores. En resumen, dado que Fillon representa la peor combinación en la actualidad –el neoliberalismo económico y el conservadurismo social–, uno está seriamente tentado a preferir a Le Pen.

El único argumento para Fillon es uno puramente formal: representa formalmente la Europa unida y una distancia mínima de la derecha populista, aunque, en cuanto al contenido, parece ser peor que le Pen. Así que él representa la inmanente decadencia del establishment mismo –aquí es donde terminamos después de un proceso largo de derrotas y de retiros. En primer lugar, la izquierda radical tuvo que ser sacrificada por estar fuera de contacto con nuestros nuevos tiempos posmodernos y sus nuevos “paradigmas”. Luego la izquierda socialdemócrata moderada fue sacrificada por estar también fuera de contacto con las necesidades del nuevo capitalismo global. Ahora, en la última época de este triste relato, la derecha liberal moderada (Juppé) fue sacrificada como desprovista de valores conservadores que hay que enrolar si nosotros, el mundo civilizado, queremos derrotar a le Pen.

Cualquier semejanza con la vieja historia anti-nazi de cómo primero observamos pasivamente cuando los nazis en el poder sacaron a los comunistas, luego a los judíos, luego a la izquierda moderada, luego al centro liberal, incluso a los conservadores honestos... es puramente accidental. La reacción de Saramago –abstenerse de votar– es aquí obviamente lo UNICO apropiado para hacer. La Polonia de hoy ofrece un caso más en esta dirección, sirviendo como una fuerte refutación empírica a la predominante izquierda liberal de rechazo al populismo autoritario como política contradictoria que está condenada al fracaso. Si bien esto es cierto en principio –a largo plazo, todos estamos muertos, como lo expresó J. M. Keynes–, puede haber muchas sorpresas en el (no tan) corto plazo.

La visión convencional de lo que espera a los Estados Unidos (y posiblemente a Francia y los Países Bajos) en 2017, es un gobernante errático que promulga políticas contradictorias que benefician principalmente a los ricos. Los pobres perderán, porque los populistas no tienen esperanza de restablecer puestos de trabajo manufactureros, a pesar de sus promesas. Y la afluencia masiva de migrantes y refugiados continuará, porque los populistas no tienen planes para abordar las causas fundamentales del problema. Al final, los gobiernos populistas, incapaces de un gobierno efectivo, se desmoronarán y sus líderes se enfrentarán o bien al juicio político o no podrán ser reelectos. Pero los liberales estaban equivocados. PiS (Derecho y Justicia, el partido gobernante-populista) se ha transformado de una nulidad ideológica en un partido que ha logrado introducir cambios impactantes con velocidad y eficiencia récord. Ha promulgado las mayores transferencias sociales en la historia contemporánea de Polonia. Los padres reciben un beneficio mensual de 500 zloty ($ 120) por cada niño después de su primer hijo o por todos los niños de las familias más pobres (el ingreso promedio mensual neto es de aproximadamente 2.900 zloty, aunque más de dos tercios de los polacos ganan menos). Como resultado, la tasa de pobreza ha disminuido en un 20-40 por ciento y en un 70-90 por ciento entre los niños. La lista sigue: En 2016, el gobierno introdujo la medicación gratuita para las personas mayores de 75 años. El salario mínimo ahora supera lo que los sindicatos habían buscado. La edad de jubilación se ha reducido de 67 para hombres y mujeres a 60 para mujeres y 65 para hombres. El gobierno también planea alivio fiscal para los contribuyentes de bajos ingresos.

PiS hace lo que Marine le Pen también promete hacer en Francia: una combinación de medidas anti-austeridad –transferencias sociales que ningún partido de izquierda se atreve a considerar– más la promesa de orden y seguridad que afirma identidad nacional y promete lidiar con la amenaza de inmigrantes. ¿Quién puede superar esta combinación que aborda directamente las dos grandes preocupaciones de la gente común? Podemos discernir en el horizonte una situación extrañamente pervertida en la que la “izquierda” oficial está imponiendo la política de austeridad (al tiempo que aboga por los derechos multiculturales, etc.), mientras que la derecha populista lleva a cabo medidas antiausteridad para ayudar a los pobres (continuando con la agenda xenófoba nacionalista) –la última figura de lo que Hegel describió como el verkehrte Welt, el mundo del revés.

¿Y si Trump se mueve en la misma dirección? ¿Qué pasaría si su proyecto de proteccionismo moderado y grandes obras públicas, combinado con medidas de seguridad anti-inmigrantes y una nueva pervertida paz con Rusia, funciona de alguna manera? El idioma francés utiliza el llamado “ne” expletivo después de ciertos verbos y conjunciones; También se denomina “no negativo” porque no tiene valor negativo en sí mismo, sino que se usa en situaciones en las que la cláusula principal tiene un significado negativo (negativa o negativa negada), es decir, como expresiones de miedo, advertencia, duda y negación. Por ejemplo: Elle a peur qu’il ne soit malade (ella tiene miedo de que él esté enfermo). Lacan observó cómo esta negación superflua representa perfectamente la brecha que separa nuestro verdadero deseo inconsciente de nuestro deseo consciente: cuando una esposa tiene miedo de que su marido esté enfermo, bien puede preocuparse de que no esté enfermo (deseando que esté enfermo). ¿Y no podríamos decir exactamente lo mismo acerca de los liberales de izquierda horrorizados por Trump? Ils ont peur qu’il ne soit une catastrophe. (Ellos temen que sea una catástrofe. Lo que realmente temen es que no sea una catástrofe.)

Uno debería liberarse de este falso pánico falso, del temor a que la victoria Trump sea el último horror que nos hizo apoyar Hillary a pesar de todas sus obvias deficiencias. Las elecciones de 2016 fueron la derrota final de la democracia liberal, más precisamente, de lo que podríamos llamar el sueño de la izquierda (Fukuyama), y la única manera de derrotar realmente a Trump y redimir lo que vale la pena salvar en la democracia liberal es realizar una división sectaria del cadáver principal de la democracia liberal –en definitiva, cambiar el peso de Clinton a Sanders–. Las próximas elecciones deberían ser entre Trump y Sanders. Los elementos del programa para esta nueva Izquierda son relativamente fáciles de imaginar. Trump promete la cancelación de los grandes acuerdos de libre comercio apoyados por Clinton, y la alternativa de izquierda a ambos debería ser un proyecto de nuevos acuerdos internacionales diferentes. Los acuerdos que establecieran el control de los bancos, los acuerdos sobre normas ecológicas, sobre los derechos de los trabajadores, la asistencia sanitaria, la protección de las minorías sexuales y étnicas, etc. La gran lección del capitalismo global es que los Estados nacionales por sí solos no pueden hacer el trabajo, sólo una nueva política internacional puede quizás frenar el capital global.

Un viejo izquierdista anticomunista me dijo una vez que lo único bueno de Stalin fue que realmente asustó a las grandes potencias occidentales, y uno podría decir lo mismo de Trump: lo bueno de él es que realmente asusta a los liberales. Después de la Segunda Guerra Mundial, las potencias occidentales aprendieron la lección y se centraron también en sus propias deficiencias, lo que les llevó a desarrollar el Estado del Bienestar –¿podrán nuestros liberales de izquierda hacer algo similar?

Para concluir volvamos a Marine le Pen. En un momento, ella definitivamente dio en la tecla: 2017 será el momento de la verdad para Europa. Sola, aplastada entre Estados Unidos y Rusia, tendrá que reinventarse o morir. El gran campo de batalla de 2017 estará en Europa, y en juego estará el núcleo mismo del legado emancipatorio europeo.

* Filósofo y crítico cultural esloveno. Su última obra es Contragolpe absoluto (Editorial Akal). Traducción: Celita Doyhambéhère.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/18082-despertar-para-seguir-sonando

domingo, 8 de enero de 2017

“Han demolido la UE”. Entrevista a Marie-Hélène Caillol, presidenta del "think tank" europeo LEAP.


La Vanguardia

En el universo de los think tanks, el LEAP (Laboratoire Européen d’Anticipation Politique) es una rara avis: es independiente.
De ahí su heterodoxia e interés. En 1998 adelantó el regreso al viejo continente de los “nietos de Hitler, Franco, Mussolini y Petain”, en 2006 predijo la crisis de las subprimes y desde hace muchos años predice el fracaso de la Unión Europea si no se democratiza. Fundado en 1997 por el desaparecido politólogo europeísta Franck Biancheri (1961-2012), el LEAP está establecido en París. Marie-Hélène Caillol es su presidenta.

La actual crisis de la Unión Europea es múltiple y total; la integración de la Europa del Este ha sido un fracaso, en la Europa del Sur toda la “magia” del sueño europeo también ha desparecido: la UE ya no significa más democracia y prosperidad, sino al contrario, austeridad e imposición. El eje franco-alemán es un matrimonio en divorcio no reconocido. Además ha tenido lugar el Brexit y el referéndum italiano, mientras que en el norte se sueña con una “Kerneuropa” de matriz luterana sin los meridionales… Todo eso configura una situación inaudita.

-¿Esta UE es reparable, o hay que demolerla para reconstruirla?
-No hay que demolerla porque ya lo está. Treinta años de completo desvío del proyecto original de construcción europea en beneficio de una serie de intereses esencialmente económicos y desconectados de los ciudadanos, han conducido al Brexit que marca la muerte de la UE tal como la conocíamos. Es una ironía de la historia que hayan sido los británicos quienes hayan acabado con la Europa que deseaban, pues, efectivamente, las derivas a las que me he referido están esencialmente vinculadas a la visión de la Europa económica propugnada por el Reino Unido y su patrón americano.

En cualquier caso, el fin de la UE tal como la conocíamos no significa el fin del proyecto de construcción europea que se libera, para bien o para mal, del modelo de UE establecido en 1992 con el acuerdo de Maastricht.

-Hace muchos años que ustedes advirtieron contra la transformación de la Comunidad en Unión, y dicen que el enredo de la crisis europea comienza en 1992, ¿podría explicarlo?
-En 1992 el tratado de Maastricht aumentó considerablemente el presupuesto y los ámbitos de competencias de Europa. Tendría que haber impuesto un cambio completo del método de gobernanza fundado sobre la afirmación de los principios de transparencia, eficacia y democratización (lo que Franck Biancheri llamaba TED en los años 90). En eso fracasó. Junto con ese incremento de responsabilidades se hizo el cambio de nombre: de la “Comunidad Europea” a “Unión Europea”. Piense en Unión Soviética, Estados Unidos, Reino Unido… y comprenderá por qué Biancheri advertía desde 1992 contra los riesgos de deriva en relación con los principios de los padres fundadores, a saber: puesta en común de riquezas -carbón y acero puestos en común en el cuadro de la CECA, después abandonado-, respeto de la diversidad, especialmente lingüística -las instituciones europeas desconectadas de los ciudadanos solo hablan inglés-, y equilibrio y complementariedad entre el nivel supranacional y los estados miembros, en lugar de esta guerra a los estados miembros librada por la UE en asociación con los neoliberales, guerra perdida de antemano porque los estados siguen estando en la cumbre de la pirámide democrática y son, por tanto, dueños de los pueblos europeos, como se ve actualmente.

La única manera de hacer armonioso el vínculo entre el nivel europeo y el nacional era democratizar el primero, lo que habría fortalecido las democracias nacionales en lugar de debilitarlas. Dicho esto, desde este punto de vista las responsabilidades por el fracaso de la democratización europea son compartidas entre un nivel europeo que pensaba ahorrarse a los pueblos, y unos sistemas políticos nacionales centrados en sus privilegios y que bloqueaban la idea de cualquier emergencia de una clase política europea que no fuera esta disfuncional combinación de clases políticas nacionales Tenemos así tres ejes para el completo derrumbamiento en 2016. Hoy Europa se reinventa y los populistas tienen una gran ventaja sobre los pueblos, pese a las advertencia de Franck Biancheri a lo largo de 30 años.

-La Crisis del neoliberalismo, manifiesta desde 2008, no impide que su ideología siga dominando. ¿Por cuánto tiempo? ¿Cree que vamos a una síntesis entre su programa y el pujante populismo autoritario de los “nietos de Petain, Horthy, Mussolini, Hitler” y demás, una especie de “lepenización de Goldman Sachs”, por así decirlo?
-Las señales a ese respecto son contradictorias. Es verdad que los neoliberales defienden con uñas y dientes sus “logros” y que están bien situados para ello, pues tienen en sus manos las riendas europeas. Al mismo tiempo, no puede negarse que la tendencia de fondo apunta en realidad hacia su debilitamiento: incluso si las políticas de regulación no han sido todo lo ambiciosas que debieran, han tenido lugar. La City ya no es ni la sombra de lo que era hace diez años. Los bancos ponen mala cara, pero son obligados a obedecer los principios de capitalización y regulación que se han puesto en marcha.

Los estados han retomado considerablemente la gestión del continente, de ahí las divergencias observadas entre Alemania y Grecia a propósito de la crisis griega, entre el grupo de Visegrado y Alemania sobre la crisis de los emigrantes, etc. Y esos populismos nacionalistas en ascenso son el signo cierto de que los estados están retomando las riendas y de que la construcción europea vuelve a politizarse. Sobre esto dos observaciones: por un lado los populistas nacionalistas acabarán todos por hacer Europa, contrariamente a lo que hacen creer a sus electores. Y eso porque son, ante todo, políticos y un verdadero político busca los verdaderos niveles del poder que son europeos. Por otro lado, esa alianza aparente entre neoliberales y populistas hacia la que apuntan, por ejemplo, ciertos aspectos del discurso de Trump, es, para nosotros, un efecto de la realpolitik: estos populistas no tienen ninguna posibilidad de acceder al poder sin hacer concesiones al sistema, pero eso no les impide que estén formateados para crear cambios, una vez más, para bien o para mal…

-Renegar de la OTAN desde Washington es lo mismo que abandonar el “principal instrumento que convierte a USA en la potencia decisiva en Europa” (De Gaulle dixit). ¿En qué cree que quedará la retórica de Trump en ese aspecto y qué consecuencias puede tener para la “defensa europea”?
-En primer lugar hay una enorme incertidumbre sobre lo que Trump ha dicho o ha dado a entender y lo que hará. En cuanto fue elegido dijo que abandonaría el TPP, pero del TTIP se cuidó mucho en no decir nada. Sobre la OTAN lo que quiere, más que dejarnos ir, es que los europeos paguen por el “servicio de defensa de Estados Unidos”. Así que, en cierto modo la pelota está en el campo europeo. Está claro que estas intenciones liberan potentes impulsos de aceleración del proyecto de defensa europeo, ¿pero están los europeos verdaderamente preparados para ello? No estamos seguros. Nos arriesgamos a no tener más remedio que pagar y fortalecer nuestra implicación en la OTAN, invirtiendo la tendencia de desconexión de las últimas décadas, por lo menos hasta la crisis euro-rusa de 2014. Pero si los europeos pagan más, también podrían ganar en influencia, pues ya hay proyectos que quieren construir la Europa de la defensa a partir de la OTAN, separando cada vez más los mandos europeos y americanos… En conclusión, nosotros identificamos tres periodos: desde ahora hasta mediados de 2017, una gran movilización alrededor del proyecto de la Europa de la defensa; de 2017 a 2018-2020, un fortalecimiento del vínculo estratégico transatlántico, a falta de otra cosa mejor (esperamos grandes riesgos en ese periodo); luego, a partir de 2018-2020, finalización del proyecto de independencia estratégica de Europa. En definitiva: Trump abre la vía hacia esa independencia, pero el camino será seguramente sinuoso.

-Michel Moore que pronosticó muy bien la victoria de Trump dice que éste no terminará su mandato. ¿Puede entrar USA en un periodo serio de turbulencias internas? En tal caso, ¿qué efectos podríamos anticipar para Europa?
-Nosotros habíamos anticipado riesgos de turbulencias en el caso de una victoria de Clinton, incluyendo un riesgo de guerra civil vinculado a la toma de armas por parte del electorado de Trump desengañado. No olvidemos que Trump representa a esa franja de la población que está armada hasta los dientes. En cuanto a la victoria de Trump, ciertamente podría desencadenar movimientos de calle pero con un régimen duro esas protestas serán puestas en cintura, de la misma forma que la esfera internet será puesta bajo estrecha vigilancia, tendencia considerablemente iniciada ya, y no solo en Estados Unidos. Los negros, hispanos y liberales en la calle son mucho menos peligrosos que las milicias del Mid-West, de ahí que el establishment de EE.UU tuviera miedo de las consecuencias de una victoria de Clinton. Recordemos que solo un 25% del censo electoral votó por Trump, lo que no es una opción democrática. Las tendencias que hemos descrito en materia de endurecimiento del control de las poblaciones en Estados Unidos, tendrán su reflejo en Europa.

Pronosticamos que la población europea, mucho menos aislada que la americana, resistirá mejor a esta puesta bajo control y será mejor defendida por las democracias nacionales más centrales del edificio político europeo, que las democracias de los Estados americanos de EE.UU. De manera general, nuestro análisis estima que la presidencia de Trump permitirá a los europeos tomar conciencia de su diferencia con Estados Unidos y contribuirá así al reequilibrio ideológico y geopolítico de Europa. Por ejemplo, allí donde Trump se explaya en vulgaridad, racismo, falocracia, provocaciones y violencias verbales, los populistas europeos, con algunas excepciones en los países anglosajones que son el Reino Unido y Holanda, tienen que descafeinar su mensaje si quieren lograr victorias electorales.

-El candidato presidencial de la derecha, François Fillon, usa tonalidades gaullistas, ¿queda algo del gaullismo en Francia?
-Fillon ha tenido verdadero coraje al reclamar alto y fuerte un acercamiento a Rusia, y sus declaraciones a favor de una actitud más firme hacia Estados Unidos evocan los principios de independencia de un De Gaulle. Sobre la cuestión rusa no hemos dejado de decir que Europa debía retomar la relación, por más que somos conscientes de que tal posición es igualmente característica de la extrema derecha. ¿A qué campo pertenece verdaderamente Fillon desde ese punto de vista? Es una buena pregunta.

En cuanto a Estados Unidos, a Fillon le ha venido muy bien que las perspectivas de distensión americano-rusas estén a la vista con Trump, porque su pro putinismo no afectará, por lo menos de momento, al atlantismo de rigor. Por lo demás, el programa de Fillon es una negación de los valores del Consejo Nacional de la Resistencia, cuyo programa de inspiración comunista fue aplicado por De Gaulle en la posguerra: seguridad social, democracia, nacionalizaciones. Aquella herencia ya fue maltrecha por Sarkozy. Si Francia hubiera continuado siendo gaullista, Europa se habría evitado la crisis libia de 2011, la crisis siria del mismo año, la crisis euro-rusa de 2014, la crisis de los emigrantes de 2015, etc. La traición de las élites francesas (periodistas y potencias económicas, y luego políticas, que fueron los primeros promotores del French bashing instaurado a partir de 2003, a raíz del rechazo francés a seguir a los americanos en Irak), tiene mucho que ver con el actual fracaso del proyecto europeo, con el hundimiento de la credibilidad de Europa en la escena internacional en la crisis en las fronteras de la UE, e incluso con la elección de Trump, porque una Europa más firme ante Estados Unidos habría evitado determinadas derivas americanas.

-¿Cuánto tiempo el sistema mayoritario y la alergia de una mayoría de franceses al Frente Nacional de la Sra. Le Pen continuarán impidiendo su victoria electoral en unas presidenciales?
-Creemos que por lo menos todavía cinco años. Y eso solo porque Fillon le ha robado protagonismo. Hace tiempo que analizamos que el riesgo en Europa es menos la victoria de candidatos populistas que la integración de las agendas populistas en los gobiernos. En Inglaterra, el UKIP ha ganado el referéndum pero es la derecha de los muy respetables Tories la que toma el poder. En Francia nuestro establishment ha inventado el impecable republicano Fillon. Los anticuerpos europeos contra las dictaduras son potentes pero la capacidad de las elites de traicionar a sus pueblos sigue siendo muy eficaz. Mientras la comunidad de los pueblos europeos no encuentre el medio de hacer sentir su voz directamente, es la era de los Petain, más que de los Hitler, la que comienza en Europa.
Fuente original:

http://www.lavanguardia.com/internacional/20161230/412976984957/marie-helene-caillol.html

martes, 3 de enero de 2017

Siempre mira el lado brillante de la vida. Parece que 2016 nos sepultó con malas noticias pero la realidad es que vivimos el mejor momento de la historia.

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos.” Charles Dickens.


Compartimos la idea nosotros, la élite cosmopolita que lee diarios como EL PAÍS o que escribe en ellos, de que 2016 ha sido un annus horribilis. Mientras la guerra y el terror asolan Oriente Próximo, generando olas de refugiados, el populismo arrasa en dos de las más ancianas y venerables democracias, Estados Unidos y Reino Unido, y amenaza a buena parte del antiguo continente europeo. La idiotez vence a la inteligencia, los payasos a los sensatos, el cinismo a la decencia, las mentiras a los hechos. Nadie encarna mejor la era política en la que vivimos en Occidente que el ignorante, inestable, irresponsable Donald Trump.

Con semejante energúmeno al mando del arsenal militar más potente de la tierra puede pasar cualquier cosa en 2017. Pero no todo es oscuridad. Miremos, como nos encomendaban los Monty Python, el lado brillante de la vida. Si nos distanciamos de las circunstancias que seguimos en la noticias, aquellas que reconfirman nuestra fe en la congénita imbecilidad de la especie, si ampliamos la mirada a las tendencias que marcan el progreso material de la humanidad, detectaremos razones para pensar que lejos de vivir en el peor de los tiempos, vivimos en el mejor.

La desigualdad es uno de nuestros grandes temas de conversación y aunque es verdad que crece dentro de los países, también es verdad que la desigualdad entre los países disminuye. Los que tenemos la fortuna de haber nacido en los países ricos podemos sentirnos un poco menos culpables que antes. Las cifras de las Naciones Unidas demuestran que desde 1990 la enorme mayoría de los países en desarrollo han avanzado respecto a los desarrollados en cuanto a ingresos, longevidad y acceso a la educación.

El año 2016 no ha sido ninguna excepción: por primera vez, seguramente en la historia humana, el número de habitantes de la tierra que vive en la extrema pobreza ha caído por debajo del 10 por ciento. El hambre en el mundo ha descendido también a su nivel más bajo en un cuarto de siglo.

Las buenas noticias no se limitan a los países pobres. Hay una crisis general de expectativas en los ricos pero la demagogia catastrofista de, por ejemplo, Donald Trump ignora el hecho de que en Estados Unidos el desempleo descendió de 7,8 por ciento cuanto Obama llegó a la Casa Blanca a 4,6 por ciento hoy. En Reino Unido, donde la percepción de que los inmigrantes europeos se estaban llevando todos los nuevos empleos contribuyó al voto por el Brexit, el porcentaje de gente con trabajo no ha sido tan alto en más de una década.

España es un país en el que llama la atención la discrepancia entre la propensidad de sus habitantes a quejarse y una calidad de vida que es la envidia del mundo. El desempleo sigue siendo alto pero va a la baja y el crecimiento de la economía ha sido el doble del de la media de la Unión Europea en 2016. Un artículo en el Financial Times a finales de noviembre se titulaba: “Brilla la historia de la recuperación española”.

Volviendo al destino del resto del planeta, queda por ver qué harán los bárbaros de la futura administración Trump pero el hecho hoy es que por tercer año consecutivo se ha frenado la emisión mundial del dióxido de carbono producido por la quema de combustibles fósiles, la principal causa del cambio climático.

Los habitantes de la tierra, mientras, gozamos de mejor salud que nunca. La expectativa de vida sigue creciendo en todo el mundo y las enfermedades más letales cobran menos víctimas. Según la Organización Mundial de la Salud, el número de muertes ocasionadas por la malaria ha bajado en más de 50 por ciento desde el año 2000 y las víctimas mortales del VIH-SIDA se han reducido en similares proporciones. En enero de este año la OMS anunció que la epidemia del Ebola en África occidental había sido erradicada. La mortalidad infantil mundial es la mitad de lo que fue en 1990.

En cuanto a las guerras, no son lo que eran. La de Siria es un espanto pero si apartamos la vista un momento de las imágenes de televisión que nos acosan cada día desde Alepo y abrimos los ojos al panorama global vemos que vivimos en una era de paz sin precedentes. Desde 1946 el número de víctimas de la guerra ha disminuido en proporciones gigantescas; los índices de homicidio en el mundo también bajan. La tendencia general, ejemplificadas por el proceso de paz de Colombia, dejan claro que el mundo es menos salvaje de lo que fue.

Lo cual quizá ayude a explicar el miedo que nos genera en la por lo demás pacífica Europa—más pacífica que en cualquier momento de su historia--el relativamente inocuo fenómeno del terrorismo del ISIS. Para los familiares de las víctimas de Berlín la semana pasada, y anteriormente de Bruselas, Niza y París la tragedia es total, por supuesto, y no hay consuelo posible. Pero tampoco lo hay para aquellos cuyos seres queridos mueren en accidentes de tráfico, como nos recordó la semana pasada Robert Neild, profesor de economía de la universidad de Cambridge. Neild señaló que según las estadísticas de la Unión Europea murieron 151 personas en atentados terroristas en 2015, un mal año, pero en los mismos 12 meses murieron 26.100 en las carreteras. Lo cual demuestra la irracionalidad de que nos asuste más irnos de vacaciones a París que conducir al trabajo cada mañana. El profesor de Cambridge hizo el cálculo: para un europeo la probabilidad de morir en un coche es 172 veces mayor que la de morir en un acto de terrorismo.

Todo puede cambiar en 2017. Quizá tengan razón los que temen que estemos, como en los años 30, en el umbral de una catástrofe. Pero no está mal recordar hoy, con el 2016 llegando a su fin, que la humanidad aún tiene más motivos para darse un pequeño aplauso que para hundirse en la desesperación.

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/12/25/actualidad/1482683809_556944.html

martes, 8 de noviembre de 2016

El autoritarismo de Hungría podría augurar el futuro de Europa.

eldiario.es

Hungría está en peligro mortal y su supervivencia determinará el futuro de nuestro maltrecho continente. Este fin de semana, el principal diario de la oposición —imagínense un Guardian húngaro— fue cerrado por sus propietarios tras seis décadas de existencia. Su archivo digital desapareció de la red; se dejó a sus trabajadores fuera de la oficina y no fueron capaces de acceder a sus correos.

Públicamente se ha presentado como una decisión comercial: en la cada vez más represiva sociedad húngara, existe un cinismo generalizado sobre tal argumento. Era un periódico que osó desafiar al gobierno, ya fuese en cuestiones políticas, de corrupción o por sus ataques contra la democracia.

El autoritarismo populista de derechas está barriendo el mundo occidental: Hungría es un ejemplo destacado. Todos sabemos que la historia ha dado un giro después de la crisis financiera de 2008: estamos empezando a ver lo afilado de ese giro. Desde el movimiento independentista escocés a Podemos en España, de Donald Trump al Frente Nacional de Francia y la extrema derecha de Hungría, del ascenso de Bernie Sanders y Jeremy Corbyn a Syriza en Grecia: acaba de empezar una lucha dolorosa por el futuro de Occidente.

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán —cuyo partido derechista alcanzó el poder en 2010— lo reconoce. Su principal lección de 2008 es que “los Estados democráticos liberales no pueden seguir siendo globalmente competitivos”. Orbán ha comprometido su gobierno a la construcción de una “democracia no liberal”, y está cumpliendo su palabra.

Otros tienen descripciones más duras. El disidente húngaro Gáspar Miklós Tamás acusa al gobierno de “mearse en el status quo liberal” en favor del “posfascismo”.

El poeta húngaro-británico George Szirtes lo sabe todo sobre represión. Su madre era fotógrafa, su padre, un alto funcionario ministerial y ambos huyeron después de que la Unión Soviética machacase la revolución húngara en 1956. “La democracia húngara está en peligro”, me contó. “Nos dirigimos hacia una situación putiniana”. Como indica Lydia Gall, de Human Rights Watch: “Lo que hemos visto en los últimos seis años es, básicamente, un deterioro continuado del Estado de derecho y de la protección de derechos humanos”.

En 2010 y 2011, Hungría aprobó una serie de leyes que fueron condenadas por Amnistía Internacional como “amenaza al derecho a la libertad de expresión”. Los medios de comunicación húngaros debían registrarse ante una autoridad nacional. La emisora Klubrádió —crítica con el gobierno— se convirtió en una de sus víctimas. A finales de 2011, las autoridades decidieron no conceder la licencia de emisión a Klubrádió, forzándola a una larga batalla, aunque finalmente ganó la emisora.

Este gobierno autoritario ha modificado la Constitución en varias ocasiones: un cambio estableció discriminación contra la comunidad LGTB definiendo la familia como una unidad “basada en el matrimonio de un hombre y una mujer, o una relación por línea de sangre o tutela”. De hecho, a principios de este año, Hungría bloqueó un acuerdo europeo para prevenir la discriminación contra la comunidad LGTB.

Otros cambios han atacado la independencia judicial y las libertades religiosas. Instituciones públicas clave, tales como la oficina del fiscal general y el tribunal constitucional, se han quedado de facto a cargo del partido en el gobierno. “Estas son instituciones que deberían ejercer de vigilantes sobre el gobierno”, señala Gall. Existe una creciente atmósfera de intolerancia en este país, acusando a aquellos que disienten de traidores y cómplices del terrorismo. Peor todavía, uno de los principales partidos de la oposición es Jobbik, un partido antisemita y neofascista con una rama paramilitar.

El papel de Hungría en la crisis de refugiados europea ha sido espantoso, provocando al ministro de Exteriores de Luxemburgo proponer su expulsión de la UE por tratar a los refugiados “peor que los animales”. El año pasado, el país declaró el estado de crisis y construyó una valla con la intención de contener a los refugiados en Serbia. Las gente que ya ha huido de la violencia está siendo supuestamente perseguida por perros y golpeada.

¿Y qué ha hecho la Unión Europea? Hungría es, después de todo, dependiente de la asistencia económica de la Unión. El Artículo 7 del Tratado de la Unión Europea existe para sancionar a los Estados miembros que violen sus normas e incluye la suspensión de sus derechos de voto. La Comisión Europea ha hecho cada vez más difícil reclamarlo y el año pasado el Parlamento Europeo desechó una propuesta para invocar el Artículo 7, o al menos para activar un mecanismo de advertencia.

Cuando el gobierno de Hungría impuso la prejubilación masiva de jueces veteranos en favor de reemplazos más maleables, la Unión Europea tomó medidas —pero solo basándose en la discriminación por edad. Hungría fue multada y forzada a pagar una compensación económica a aquellos afectados— pero aun así logró su objetivo. Un reciente referéndum propuesto por el gobierno para oponerse a los planes de la UE sobre el asentamiento de refugiados fracasó por la insuficiente participación pero desató una retórica inflamable, racista y xenófoba.

La situación de Hungría tiene ecos alarmantes en la historia de Europa: pero, horriblemente, podría augurar también nuestro futuro. En lugar de sentirse repelidos, una nueva generación —incluidos graduados universitarios— se sienten cada vez más atraídos por la extrema derecha. Polonia también está en manos de una derecha autoritaria que socava la democracia difícilmente ganada en el país. Sin consecuencias significativas, estos gobiernos se sienten cada vez más animados. En Austria, la extrema derecha se acerca al poder; en Francia, se fortalece; en Suecia y otros países, también.

La cura para tales movimientos es una izquierda que ofrezca una alternativa inspiradora y pertinente para las inseguridades y ambiciones del mundo poscrisis. No tenemos eso todavía, pero no es excusa para la apatía. Y nosotros en Gran Bretaña no podemos, engreídos, condenar a Hungría, por supuesto: desde la votación del Brexit, el nacionalismo xenófobo ha desfilado desafiante. Nuestra primera ministra condena a sus rivales políticos por mostrar desprecio al patriotismo; esta semana, tanto el periódico Daily Mail como el Daily Express imprimieron portadas espeluznantes pidiendo condenar a los “Brellorones [llorones del Brexit] antipatriotas” por “conspirar para subvertir la voluntad del pueblo británico” y pidiendo silenciar a “los quejicas de la salida de la Unión Europea”.

Cada vez es más común en la Europa moderna que los oponentes políticos sean retratados como antipatriotas de la quinta columna. La historia de nuestro continente nos cuenta donde puede ir esto a parar. Hungría es quizá el caso más extremo, un concentrado de en lo que se está convirtiendo Europa. Es una advertencia a la que deberíamos atender.

[Fuente: eldiario.es. Traducido por Javier Biosca Azcoiti]

lunes, 7 de noviembre de 2016

Xenofobia y Europa. Entrevista a Montserrat Galcerán, filósofa, catedrática y concejal en el Ayuntamiento de Madrid "Parece que desde Europa sólo viéramos una parte de la historia".

La tradición cultural xenófoba del continente europeo

Filósofa y catedrática de la Complutense, en la actualidad concejal del Ayuntamiento de Madrid, Montserrat Galcerán (Barcelona 1964) ha publicado recientemente La bárbara Europa, un libro que ayuda a pensar desde el sur –a través de las teorías postcoloniales y descoloniales– en el papel del continente europeo en la explotación y la violencia ejercida sobre las antiguas colonias.

¿Cómo conectas episodios como lo que ha ocurrido en torno al CIE a tu investigación?
Si no conoces esa historia, te puedes creer el discurso habitual eurocéntrico de Europa como país de los derechos humanos, país de la paz, que ha llevado su civilización al resto del mundo y ha protegido a la gente y les ha ayudado a desarrollarse. Pero claro, cuando empiezas a estudiar estas cuestiones, te das cuenta de que hay detrás una concepción no solamente eurocéntrica, sino despreciativa del otro. Porque el otro, en ese caso los migrantes o las personas que están ahí detenidas, no es tratado como un ser humano a tu mismo nivel y, por tanto, con los mismos derechos y dignidad que te corresponden a ti, sino como personas, muchas veces entre comillas, casi entre el salvajismo y la humanidad, que no se merecen un trato igualitario y con todos los derechos porque no saben responder a las normas de civilización, porque no tienen una historia tan ilustre, porque no sé qué. Entonces ya no solamente los poderes públicos sino una parte de la población se permite esos juicios xenófobos sin ninguna mala conciencia, porque forma parte del discurso tradicional sobre Europa: que Europa tiene una historia mucho mejor, que la civilización nació en Grecia y que, por tanto tiene, todo el derecho a extenderse por el mundo como si el mundo estuviera deshabitado.

Me llamó la atención en el texto de Hobsbawm sobre el imperialismo un momento en el que cita que los ingleses consideran –incluso parte de la Segunda Internacional– el derecho de los europeos a emigrar hacia otras tierras como si estuvieran deshabitadas, como si nadie viviera allí. Todas estas tierras son habitadas por personas, por culturas, por civilizaciones que tienen su propia historia y que nosotros desconocemos en su mayoría. Hay un desprecio hacia el otro, una ignorancia culta. No tenemos por qué saber nada de estas personas. Nos da igual. Es como si no fueran seres humanos con toda su dignidad, derechos y exigencias. Como si no sintieran, como si no sufrieran, como si no tuvieran una experiencia detrás. Muchas de estas personas, por el contrario, tienen una experiencia de vida mucho más rica que las nuestras. Tienen estudios, tienen títulos que, por supuesto, no se les reconoce, que no se les deja ejercer.

¿Se han cambiado los métodos de control que se ejercían antes, son formas más asépticas que funcionan en la misma línea ideológica de cómo funcionaban anteriormente?
No creo que sea más suave. Si comparamos un CIE con Soto del Real –prisión en esta localidad madrileña–, estoy segura que en Soto del Real las condiciones de los presos son mucho mejores que las condiciones de los retenidos en el CIE.

El otro día una persona comentó, a raíz de la protesta de Aluche, que como concepto el CIE se parece más a un campo de concentración que a una cárcel.

Claro. Estoy segura de que los derechos que pueden tener presos económicos como Francisco Correa o como Bárcenas son mejores que los de las personas que están en el CIE. A nivel de trato, los propios guardias dudo que puedan tener las mismas consideraciones que puedan tener con esos otros presos. Hay un racismo interiorizado, de que son personas que no se merecen un trato con respeto porque no pertenecen a lo que podríamos llamar la humanidad con mayúsculas. Tengo problemas con la definición porque entiendo que todas las personas, que todos los seres humanos, tienen esa capacidad para verse como personas capaces de resistencia y acción, y por tanto no podemos usar ese término sin más, pero estoy segura de que muchos policías tienen esa actitud.

¿No hemos rebajado el grado de violencia hacia lo que consideramos los otros, los subalternos?
Piensa que, además, son personas que no han cometido ningún delito. Son faltas administrativas, no tendrían que estar ahí. Simplemente les faltan una serie de papeles administrativos. No tiene sentido que tengas una institución carcelaria en la cual retengas a un montón de personas por una falta administrativa. Una falta administrativa se merece una multa, como mucho. Imagínate a a cualquier ciudadano español que fuera llevado a una cárcel por una falta administrativa. Es desproporcionado. Y sin embargo una gran parte de la población no lo ve como una desproporción. Creo que detrás está esta concepción colonial de que las personas de las antiguas colonias, de los países del tercer mundo, que además son en algunos casos más pobres, con ciertas dificultades, son personas necesitadas en cierta medida de este tipo de trato, que merecen un trato que para nosotros lo consideraríamos desproporcionado e intolerable.

¿Hay una falta de conocimiento de lo que es África en este caso que se une a esa xenofobia?
Al principio del libro, cuando hablo de la ignorancia, voy en esa línea. En un curso hice una prueba que consistió en preguntar a diferentes estudiantes sobre intelectuales, artistas y personas de prestigio de tradiciones no europeas. Todo el mundo menciona los clásicos: Buda, Confucio, y poco más. Hay una ignorancia que en nuestra propia tradición no admitiríamos porque nos parecería inconcebible que alguien no sepa quién es Da Vinci, por poner un caso. Respecto a otras tradiciones parece de lo más normal que no sepamos nada de todo eso. Es muy difícil a la hora de conectar con personas que vienen de tradiciones muy distintas a la nuestra y de las que no sabemos nada, y, por definición pensamos, que son de menor enjundia, de menor importancia. Es fácil tratarlos como personas inferiores o subalternas que no tienen las mismas capacidades que las que pueda tener cualquier europeo. Ése era uno de los objetivos, poner en cuestión este tipo de concepto.

Otro era poner de manifiesto la falsedad de que esas ideas eurocéntricas pertenecen únicamente a la derecha. Otra cuestión que resaltas es la lección que los movimientos de liberación toman de los años 20, 30 y 40 en Europa.

Hay historias bonitas. La historia, por ejemplo, de Frantz Fanon cuando se suma como voluntario para ir a la guerra, para liberar el continente, defender la libertad, y por ser negro le meten en la cocina y no le dejan hablar con los otros. Esa contradicción entre el discurso oficial de los derechos humanos, de la paz, de la libertad, que forma parte del discurso europeo y, por otra parte, la realidad que siente una persona, una persona negra, japonesa o china. Ho Chi Minh cuenta la misma historia. Él venía de Vietnam, de la colonia francesa, llega a París y entonces todo ese discurso tropieza con una realidad en la cual a él no se le reconocen esos principios, sino que se da por hecho que ni tiene por qué ser libre, ni es igual, ni es fraterno ni es nada. Esa experiencia de la diferencia entre lo que es el discurso oficial europeo y lo que es la práctica de ese discurso, no sólo en las colonias sino cuando se les llama, además, a defender esa patria con esos valores y que, sin embargo, les niega como sujetos de esa práctica.

En el capítulo sobre el movimiento afroamericano cuento sobre la vuelta de un batallón de afroamericanos del ejército norteamericano y da comienzo lo que se llama el renacimiento de Harlem. Es todo un batallón que viene de luchar en la primera guerra mundial, que han tenido muchos problemas para incorporarse a la guerra porque los líderes negros de la época decían que no se debía ir. Se llegó a un acuerdo pero, claro, no hay oficiales –son blancos, no negros–. Hay una pelea fuerte durante toda la guerra y, cuando vuelven, vuelven con el orgullo de haber defendido la patria, haber participado en la guerra, pero llegan y no se les reconocen los derechos civiles. Ese contraste, esa discrepancia entre el discurso oficial y la realidad en la metrópoli forma parte de todos estos movimientos de derechos civiles, de los movimientos de liberación nacional. Es un discurso que, en cierta medida, podríamos decir que contrasta la propia tradición europea con lo que es la realidad de su práctica. No solamente en los países coloniales sino también en las propias metrópolis frente a las personas que provienen de esas zonas. Eso nos enfrenta a los europeos con esa tradición. Una primera reacción de los europeos cuando nos enfrentamos a ese tipo de cosas es pensar que eso no tiene nada que ver con nosotros, porque el colonialismo ya ha pasado, ya ha terminado. Pero luego te lo encuentras en el CIE, te lo encuentras en el Mediterráneo, con toda la gente que está muriendo. Te lo encuentras con el Frontex, te lo encuentras con la guerra en Siria y te lo vas encontrando continuamente. Es un discurso que sigue manteniendo vigencia.

Por parte de las personas que vienen de las antiguas colonias es muy fácil de detectar: siguen haciendo lo mismo que llevan haciendo desde hace 500 años. Han variado un poco las formas, pero sigue siendo lo mismo. Para nosotras sí que es un reto. No podemos pasar página tan rápidamente diciendo que es algo de hace 500 o 200 años, porque lo seguimos teniendo ahí delante. Y a veces cuesta visibilizarlo. Porque se enmascara con otras cosas.

¿Podría acabarse con el fin del capitalismo?
Para mí, una parte de la finalidad de los estudios descoloniales y postcoloniales es hacer visible esa perspectiva, porque desde Europa tendemos a pensar que el capitalismo empieza con la industrialización y con la explotación obrera, por tanto, en el siglo XIX, y la tradición obrera privilegia esa línea. Es el movimiento obrero el que resiste frente al capitalismo y el que de, alguna forma, parte de nuestra tradición de izquierda, pero creo que es importante ver cómo antes de ese capitalismo industrial hay una especie de precapitalismo mercantil en el cual se genera esa acumulación originaria que es la que permite luego el auge industrial, y que además es coetánea con él. No es que la anterior desaparezca. El mundo industrial de la metrópoli y el mundo colonial van en pack, forman las dos caras de un mismo sistema.

Desde Europa solemos ver la cara industrial obrera, pero desde la colonia se ve más todo lo que es la extracción de materias primas, el tema de las tierras, el tema de la violencia sobre las mujeres, el tema del trabajo infantil, la esclavitud. Para mí eso fue también muy importante. Entender la esclavitud como la entienden ellos, no como un fenómeno extraño en un sistema basado en el trabajo libre y en el salario. Porque sin la esclavitud, las plantaciones de las colonias no se habrían podido mantener. Pero pensemos que las plantaciones de las colonias eran justamente las que producían todo el algodón que se llevaba a las grandes fábricas textiles que dieron nacimiento al movimiento obrero del siglo XIX. Me parece como si desde Europa sólo viéramos una parte de la historia. Olvidar la otra parte también puede explicar determinados fracasos de esa misma tradición.

Es un poco análogo de lo que pasa con la crítica feminista. La crítica feminista dice que como sólo se focaliza la producción y no todos los procesos de reproducción que hacen posible que la producción funcione, te olvidas de toda esta parte que está en la base. Entonces, cualquier transformación a nivel productivo o a nivel de la producción siempre va a chocar con toda esta imposibilidad porque no la has visto. En este caso pasa lo mismo, como no ves todos los procesos que no son muchas veces ni siquiera capitalistas, aunque estén rentabilizados de manera capitalista, que lo permiten –extracción de materias primas, tráfico de personas, toma de tierras, etcétera– , parece que el objetivo de la revolución obrera puede resolver un problema que es solamente la mitad del problema. Evidentemente, la otra mitad es conflictiva, porque a nivel político las relaciones entre los movimientos de liberación y el movimiento obrero clásico son complejas. Todo eso tenemos que verlo, es como si planteásemos un objetivo que se queda a mitad de camino.

Hay una analogía entre los tiempos que nos están tocando vivir con los años 20 del siglo pasado. ¿Por qué da la sensación de que no hemos aprendido nada?
Creo que el mecanismo educativo juega un papel muy importante. Es decir, toda la tradición europea es tan consistente y tan fuerte en el sentido de privilegiar la superioridad europea que hace muy difícil desmontar ese discurso y, por otra parte, hace muy fácil a partir de ese prejuicio considerar a los otros como migrantes que vienen a quitarte el dinero, que vienen a quitarte la riqueza, que vienen a quitarte el bienestar. Porque está tan imbuido el imaginario europeo de ese derecho a conquistar la tierra que es incluso defendido por nuestros grandes teóricos y nuestros grandes filósofos. Por eso me parece importante entrar en la cuestión teórica. Un gran filósofo como Kant da por hecho el derecho de ocupar la tierra del primero que llega y que la tierra no está ocupada por alguien antes, algo que es un error garrafal. A lo mejor la tierra no es de nadie en el sentido de propiedad privada capitalista, pero sí es un territorio de uso para un montón de poblaciones que viven de ese territorio. Sin embargo, esa idea en el imaginario europeo es predominante. La de que los migrantes van a una tierra que no es de nadie, la toman y la ponen en uso, y además la civilizan, enseñan a las poblaciones que no sabían. Ese imaginario es una especie de coraza para poder entender que lo que has hecho es expropiar a unas personas de unos bienes de uso que usaban, mejor o peor, pero usaban y que, de alguna manera, es un boomerang que vuelve. Porque estas personas a las que has quitado las tierras, los sistemas de vida que tenían, vuelven a la metrópoli. Se les pide que se queden en su tierra, pero en su tierra ¿qué es lo que hay ahora? grandes compañías internacionales que les están quitando aquello de lo cual vivían. Independientemente de que haya habido un aumento demográfico, etc. Creo que eso, las poblaciones europeas, por lo general, no lo saben.

Ni siquiera en la época de bienestar se explicó cuál era el motivo de que hubiese personas dispuestas a migrar para ser mano de obra aquí. El sistema educativo tiene una gran responsabilidad en ese tipo de cosas. Traduce o imbuye una concepción que es demasiado parcial y, en el fondo, xenófoba. En los colegios e institutos, como la población está más mezclada, a lo mejor tienen que tener más cuidado, pero aún así creo que sigue habiendo muchos sesgos de este tipo. No es comprensible que en una universidad, por ejemplo como la mía, en la Facultad de Filosofía, no demos nada de filosofías que no sean europeas. Nada de nada. La filosofía nació en Grecia y adelante. Esa hegemonía cultural es traducida muchas veces como que somos hegemónicos culturalmente porque somos mejores que las otras tradiciones, en vez de entender que la propia hegemonía cultural es resultado de una hegemonía geopolítica. Porque tienes esa hegemonía geopolítica y militar en último término tienes una hegemonía cultural, pero no porque tu cultura sea mejor que cualquier otra cultura en el mundo. Esa hegemonía no es discutida a nivel de todas las universidades del mundo, a nivel del sistema educativo, y eso genera una manera de ver el mundo que se basa en esa supuesta superioridad e inferioridad.

¿Cómo podemos desmontar ese modelo?
Son pequeños pasos, pero tener una actitud crítica frente a ese modelo dominante es básico. Como mínimo, empezar a ponerlo en cuestión, no darlo por asumido. Incidir en la educación me parece básico. También incidir en la cultura, romper esa ignorancia preventiva. Es un caldo de cultivo para posiciones de política del miedo, que en cierta medida traduce una especie de mala conciencia soterrada: nos odian en el resto del mundo porque somos tan guays que nos envidian. En vez de eso hay que entender que sí hay odio hacía los europeos en muchas partes del mundo, es verdad: animadversión, resentimiento, desconfianza... Qué duda cabe. Porque la tradición europea es brutal, ha sido brutal con todo el colonialismo.

Como mínimo hay que conocerlo, y en vez de tener una actitud de rechazo frente a ello, hay que tener una actitud de crítica y de apertura hacia tradiciones de gente que son nuestros vecinos. Porque actualmente en las metrópolis europeas convive gente de todo el mundo. Hay cierto debate entre las posiciones multiculturales de los anglosajones, de que cada quien en su gueto haga lo que quiera y posiciones que a mí me parecen más interesantes que son transversales, de intentar crear lazos de comunicación entre sectores sociales, grupos colectivos que comparten determinadas cosas, que no comparten otras pero que de alguna manera pueden ser capaces de entenderse. Eso es más rico, más interesante. Coincidimos en determinados espacios que pueden ser parques, que pueden ser escuelas, que pueden ser administraciones, pero creemos prácticas transversales de entendimiento mutuo.

Una sociedad capitalista como la nuestra recrea constantemente esa colonialidad interior, esa colonialidad de las concepciones, imaginaria. Ve en el vecino que tienes que proviene de Ecuador, Bolivia o República Dominica un heredero de los indígenas de las colonias.

Fuente:
http://www.diagonalperiodico.net/global/32168-montserrat-galceran-parece-desde-europa-solo-vieramos-parte-la-historia.html

martes, 25 de octubre de 2016

Sobre la situación de la clase obrera en la Unión Europea. A sangre fría

Salvador López Arnal

"La crisis en Europa tiene su origen en el euro. Tuvo sus características y causas propias independiente de la de EE.UU, que solo fue su detonante. El euro permitió que el desequilibrio del sector exterior de los países europeos alcanzase niveles antes desconocidos, que de ningún modo se hubiesen producido, al menos en esa cuantía, de no estar en la Unión Monetaria. Unos presentaban superávit y otros déficit. Los excedentarios prestaban a los deficitarios, hasta que con ocasión de las hipotecas subprime cundió la desconfianza, la huida de capitales y con ella la crisis, crisis de la que Europa aún no ha salido, mientras parece que EE.UU. sí lo ha hecho. Ante los desequilibrios del sector exterior, los países de la Eurozona no cuentan con el instrumento de ajuste más lógico, el tipo de cambio. Además, los tratados crean un sistema asimétrico porque, en contra de las enseñanzas de Keynes, el ajuste se impone solo a los deficitarios. Alemania y otros países del Norte no han ajustado sus balanzas de pagos y continúan manteniendo un cuantioso superávit, lo que no solo crea graves problemas al resto de países de la Eurozona, sino a toda la economía mundial. El sistema es insostenible y se encuentra en un equilibrio inestable. O bien se avanza, hacia una unión política, o bien se retrocede y se desmonta la Unión Monetaria." (Juan Francisco Martín Seco, 2016)

"La clase trabajadora de raza blanca ha visto su nivel de vida reducido muy seriamente como consecuencia de que los sectores donde trabajaba, como el metalúrgico (donde los sueldos son más elevados), han sido los más afectados negativamente por los Tratados de Libre Comercio. El Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México (NAFTA), por ejemplo, tuvo un impacto devastador en los puestos de trabajo de las grandes empresas localizadas en EEUU y que se desplazaron a México. Un tanto semejante ha ocurrido con los Tratados entre EEUU y China. En consecuencia, en los últimos veinte años, EEUU ha perdido seis millones de puestos de trabajo en el sector manufacturero. Pero el impacto negativo es incluso mayor que el que presentan estos datos, pues la exportación de puestos de trabajo debilita a los sindicatos estadounidenses, con lo cual, los salarios de los puestos de trabajo de la manufactura que permanecen en EEUU han bajado significativamente. En los últimos quince años, tales salarios han bajado un 10%. Y ello como resultado del enorme debilitamiento de los sindicatos. Tal descenso de los ingresos al mundo del trabajo ha creado la ampliamente generalizada percepción que existe en EEUU de que "los hijos vivirán peor que sus padres". (Vicenç Navarro, 2016)

. Fuente de la información: Institutos de Estudios Económicos. Vinculaciones: CEOE. Fecha: 18 de octubre de 2016.

. Procedimiento: elaboración propia del IEE a partir de "Very long-term unemployment", una base datos de Eurostat.

. Definiciones: desocupados de muy larga duración [DMLD]: 24 meses o más. Desocupados de larga duración (de los que no se habla en este análisis): 12 meses o más.

. Número de países de la UE con un porcentaje de DMLD menor que el 20% en 2007: 11. Número de países en 2015: 7. Decremento: -36%

. Países con un porcentaje de DMLD mayor que el 30% en 2015: Grecia, Eslovaquia, Croacia, Irlanda, Portugal, Bulgaria, Italia, España, Bélgica y Eslovenia.

. Media en la UE-28 de DMLD en 2015: 30,1%. En 2007: 25,5%. Incremento porcentual: 18%.

. Porcentaje de DMLD en España en 2007: 9,8%. En 2015: 34,6%. Incremento porcentual: 253%

. Porcentaje de DMLD en Alemania en 2015: 28,6%, en Francia: 22%, en Países Bajos: 24,8%, en Reino Unido: 17,5%, en Bélgica: 33,7%, en Italia: 38,8%, en Irlanda: 41,2%, en Portugal: 40,7%.

. Países con menor porcentaje de DMLD en 2015: Suecia (8,6%), Luxemburgo (11,5%), Dinamarca (11,8%), Finlandia (11,9%), Austria (12,9%).

. Incremento en el caso de Suecia: del 5,2% en 2007 al 8,6% en 2015: 65%.

. Incremento en el caso de Italia: del 28,8% de 2007 al 38,8% de 2015: 35%

. Decremento en el caso de Alemania: del 39,4% en 2007 al 28,6% en 2015: -27%.

. Incremento en el caso de Grecia: del 28,1% en 2007 al 51,2% en 2015: 82%.

. Países con DMLD por debajo del 10% en 2015: un sólo país, Suecia. En 2007: Suecia, Luxemburgo, Dinamarca, Chipre, España.

. Paro registrado en España en diciembre de 2015: 4.040.000. 4º trimestre de 2015 según la EPA: 4.779.500. Número de DMLD en el primer caso: casi 1.400.000; en el segundo: 1.653.707.

. DMLD por edades: se desconoce el dato sin duda importante.

¿A qué están conduciendo las políticas económicas practicadas en la mayoría de los países de la UE? ¿Qué puede significar para un trabajador/a y para su familia estar dos o más años sin poder trabajar? ¿De dónde los ingresos familiares? ¿Cuántos casos de desesperación, cuántos de tragárselo todo, cuántos de trabajo en la economía sumergida sin ninguna protección? ¿Es exagerado hablar de capitalismo salvaje? ¿Es demagógico o acaso populista decir que existe un plan de acoso y derribo de los derechos y las condiciones laborales de la clase obrera de la UE? ¿Esta es la UE que nos dijeron, prometieron y publicitaron? ¿De qué UE hablaron? ¿Cuál es la UE realmente existente para las clases trabajadoras de los países que forman la denominada "Unión Europea"? ¿Puede entenderse mejor el aumento de la derecha extrema y la extrema derecha en algunos países europeos? ¿Qué tipo de Unión es esa? ¿Es estúpido e incompetente hablar de la libertad del capital y de la esclavitud de los trabajadores? ¿Qué puede inferirse de que en 11 de los 28 países de la UE el DMLD se sitúe por encima del 30% y que en 7 de ellos se sitúe por encima del 40%? ¿En qué situación se encuentra la clase obrera griega con un 51,2% de DMLD en 2015? ¿Estamos o no estamos ante un retroceso de dimensiones históricas que urge combatir con todas nuestras fuerzas y con la mayor unidad y sin secesionismos ni sectarismos? ¿Vale o no vale el sálvese quien pueda? ¿Podemos y debemos abonar el enfrentamiento entre la UE rica y la UE pobre y, en el seno de estos últimos países, el "Norte rico" contra el "Sur pobre"? ¿No es el liga-nordismo una de las políticas más insolidarias, intransitables y peligrosas?