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viernes, 24 de noviembre de 2017

_- Francia. Las fuentes del macronismo

A l´encontre

En el fondo, el proyecto del macronismo trata de recuperar el tiempo perdido y hacer las reformas que sus predecesores no lograron imponer. Así que no es sorprendente constatar que encuentra sus fuentes de inspiración en programas que tienen más de veinte años.

En 1994, justo después de la brutal recesión que llevó a un fuerte aumento de la tasa de paro, la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos) publicó su “estudio del empleo” 1/ sobre la que se basa la estrategia para el empleo. El texto en sí es bastante impactante y merece la pena volver sobre él ya que es una verdadera hoja de ruta para las políticas neoliberales contemporáneas. En él se encuentra la suma de los fundamentos filosóficos del macronismo: cada una de las propuestas de la estrategia recuerda irresistiblemente cada una de las reformas llevadas a la práctica o programadas. ¡Viva el cambio!

L’OCDE comienza a desbrozar el terreno rechazando las explicaciones sobre el paro basadas en las transformaciones tecnológicas, la globalización o la intensificación de la competencia. Para la OCDE, estos factores solo juegan un papel secundario, es decir, sin importancia. La verdadera causa del paro reside más bien en la débil capacidad de las sociedades para adaptarse al cambio: hay que reforzar esta capacidad antes que “intentar disminuir el ritmo del cambio”. Esta propuesta resume ella sola la filosofía del macronismo: hay un cambio y hay que adaptarse a él. Además, la sociedad no tiene asidero en este “cambio”, verdadero deus ex machina, que presenta una forma unívoca imponiéndose a las opciones sociales. Lo verdaderamente real es que la sociedad ya no tiene capacidad de dirigir su propia trayectoria puesto que es guiada desde un más allá indeterminado.

Sin embargo, al texto de la OCDE le falta sutileza y no hace su trabajo cuando se trata de identificar los motores del cambio. Se constata que este famoso cambio no cae del cielo puesto que es el resultado de las oleadas de liberalización y de desregularización de los años 80 del siglo XX, que han “mejorado considerablemente la eficacia potencial de las economías de la OCDE” y “acelerado el ritmo del cambio”. Este fragmento es suficiente para desvelar el procedimiento retórico que consiste en presentar el cambio como un proceso inexorable al que no hay otra opción que adaptarse. Por otra parte, la OCDE se hace un poco más lío cuando señala que los cambios tecnológicos y la globalización han reforzado la necesidad de adaptarse mientras que estos factores eran presentados un poco antes como muy secundarios. Pero incluso en esto, estos dos procesos -cambios tecnológicos y globalización – se conciben como independientes de las políticas puestas en práctica por los poderes establecidos. Toda esta presentación apunta a un único objetivo: no relacionar los procesos desarrollados (y sus efectos sociales, en este caso, el paro masivo) con la acción consciente de los poderosos.

¡Fuego a la “rigidez”! (social)
Los factores que se oponen al ajuste necesario para el cambio se identifican claramente: como cabía esperar, son las “prácticas que han hecho rígida la economía”. Estas prácticas, “progresivamente adoptadas por los gobiernos, los sindicatos y las empresas”, ciertamente eran bienintencionadas puesto que intentaban proteger a la gente al menos de las peores vicisitudes económicas”. De hecho, alcanzaron sus objetivos pero, desgraciadamente, era una política de tontos de remate. Pues sus medidas tuvieron como “efecto secundario reducir, sin que nadie lo haya querido -y en proporciones crecientes- la capacidad de adaptación de la economía y a veces también, la voluntad de adaptación de la sociedad”.

Suena una musiquilla de fondo bastante siniestra: “ para conseguir los objetivos sociales, hemos seguido políticas que han tenido como consecuencia involuntaria acentuar la rigidez de los mercados, incluyendo el mercado laboral”. Con otras palabras, para la OCDE, existe una relación entre las medidas que intentan “proteger a la gente” y la necesaria adaptación al cambio. La OCDE utiliza una fórmula extraordinaria cuando habla de un “periodo agitado en el que las fuerzas ponen a prueba la flexibilidad de las economías”. Todo se presenta como si la economía fuera una frágil barquilla expuesta a las “fuerzas” del cambio y que tiene que reducir el velamen social. Incluso si la OCDE esparce su discurso de cláusulas intentando “al mismo tiempo” atenuar su discurso, el imperativo de la flexibilidad aparece como lo que es, la invitación a ir hacia una sociedad en la que se reduzca la protección de la “gente”.

El mensaje fundamental es claro: “frente a un nivel elevado de paro, la solución no es intentar disminuir el ritmo de cambio sino de restablecer la capacidad de las economías y de las sociedades de adaptarse al cambio”. Pero la OCDE va todavía más lejos cuando menciona, más allá de la capacidad de adaptación, una “voluntad de adaptación” debilitada. Esta diatriba implícita hace pensar irresistiblemente en la famosa declaración del presidente Macron (“Los franceses y las francesas detestan las reformas, es un pueblo que detesta eso”) que acompañaba con un gesto de su mano despectivo 2/. Así que es necesario, concluía, “explicar al pueblo hacia dónde vamos, proponerle transformarse en profundidad”. Sin duda, el pueblo es el principal obstáculo para el cambio, al que tendrá que adaptarse.

En aquella época, en una breve recensión 3/ del estudio de la OCDE, nos considerábamos presos de “una especie de loca risa nerviosa” ante esta “acumulación de propuestas reaccionarias”. Con el paso del tiempo, el catálogo de la OCDE lleva a esta constatación: ha inspirado todas las políticas neoliberales llevadas a cabo desde hace cerca de un cuarto de siglo, solo se ha puesto en práctica parcialmente (al menos, en Francia) y el proyecto de Macron aparece como una tentativa de inscribirlo plenamente en la realidad. Esto justifica algunas citas más extensas que confirman el paralelismo chocante con las grandes orientaciones del macronismo. Hay para todos los gustos.

¡Fuego la incompetencia de los asalariados!
El canto a la formación ocupa un gran espacio en el discurso macroniano. Ya en1994, la OCDE hacía recaer sobre los asalariados la responsabilidad de la precariedad: como “no poseen las competencias solicitadas para ejercer empleos mejor remunerados (ocurre) que, a menudo, los trabajadores solo tenían la opción de aceptar una remuneración escasa, condiciones precarias y pocas garantías en el seguro de enfermedad. Pero a pesar de todo, era un mal menor pues “por otro lado, las dificultades sociales que encontraban muchos de estos trabajadores, sin duda, habrían sido peores, si debido a la rigidez del mercado laboral, hubieran sido privados incluso de estos empleos”. Este brillante cinismo es el mismo que el de Macron, que trata a los trabajadores de alcohólicos e ignorantes.

¡Fuego al gasto público!
Partiendo del principio absoluto según el cual el gasto público es excesivo, la OCDE hace suyo el principio “hacer más con menos”. Es necesario “optimizar la eficacia” del gasto público y de la fiscalidad. Claro que es una “tarea ardua y laboriosa” pero que puede “tener unos efectos benéficos muy importantes”. El sector público también es estigmatizado debido a su “importante crecimiento como empleador”. Le sigue un razonamiento sobre el que hay que reflexionar: “En numerosos países europeos (…), el empleo en el sector público se ha desarrollado a medida que se multiplicaban los obstáculos a la contratación en el sector privado, lo que disminuía el estímulo a aceptar un empleo -especialmente, el empleo mal pagado y precario – y que la sociedad exigía muchos más servicios públicos”.

Esta declaración de principios es vertiginosa. La OCDE no se contenta con reprochar al empleo público haber eliminado empleo privado: se trata de una vieja tesis liberal muy difícil de demostrar. Va más lejos, incriminando a la progresión de empleos públicos (dignos) el frenar la de los empleos precarios privados. Y peor aún, la organización traslada la responsabilidad a la “sociedad”, acusada de querer siempre más servicios públicos. Es en estas demostraciones donde se manifiesta el inconsciente burgués para el que, en el fondo, la satisfacción de las necesidades sociales es una carga para la economía, cuando no pasa por la mercantilización privada. En la práctica macroniana, esto se traduce de forma coherente en la reducción de los efectivos del funcionariado, el retroceso de su poder de compra y el canto a la colaboración publico-privada.

¡Fuego al derecho laboral!
Las propuestas de la OCDE sobre la legislación laboral parece ser, antes que nada, el informe de los motivos de las leyes laborales puestas en práctica por Hollande y Macron. Aquí se alcanza una nueva cima de cinismo cuando la OCDE propone “flexibilizar las limitaciones en materia de despidos previstas por la ley en los países donde las disposiciones actuales parecen comprometer gravemente la reestructuración económica y las posibilidades de acceso al empleo de los recién llegados al mercado laboral”. ¿Cómo se puede decir más claramente que la protección de las personas asalariadas se opone no solo a las necesarias “reestructuraciones” sino también a los nuevos contratos? Y encontramos ya el argumento mazazo repetido machaconamente hoy: “La legislación protectora del empleo intenta desanimar los despidos haciéndolos más costosos para los empleadores. Pero ella también puede hacer dudar a estos últimos a la hora de contratar nuevo personal”.

En consecuencia, hay que “permitir la oferta de contratos de duración limitada” y más ampliamente hacerse a la idea de que el cambio va ligado a la precariedad. La OCDE no tiene miedo de anunciar que es probable que “muchos de los nuevos empleos serán empleos de baja productividad y bajo salario”. Ya estamos prevenidos.

Así que la OCDE tiene su propia idea de las negociaciones salariales; sería necesario orientarse hacia los acuerdos marco que “den libertad a las empresas para actuar con agilidad ante la evolución del mercado” y “renuncien progresivamente a la práctica de la extensión administrativa de los acuerdos que imponen normas rígidas”. Y, cada vez con más fuerza, se lanza la idea de cláusulas que permitan “renegociar a un nivel inferior los convenios colectivos acordados a un nivel superior!” Parece que estamos leyendo un artículo del código del trabajo de Macron.

¡Fuego a los parados “de lujo”!
También se señala el exceso de “generosidad” de la indemnización del paro: las prestaciones “han acabado por constituir una garantía de sueldo casi permanente en muchos países, lo que incita a no trabajar”. Lógicamente hay que “limitar la duración del cobro de las prestaciones de desempleo en los países en los que es especialmente larga, a un periodo durante el cual la persona parada busque activamente un empleo y tenga posibilidades de encontrar rápidamente trabajo”. En el momento en que se publicó el informe de la OCDE, Michel Bon, el director de la ANPE (que se convertiría más tarde en un Polo-empleo después de su fusión con Unedic [Unión Interprofesional para el empleo en la Industria y el Comercio. NdT]) hablaba de “parados de lujo”. Así pues, cuando el ministro Christophe Castaner denuncia hoy a quienes eligen “beneficiarse de las prestaciones del paro para marcharse dos años de vacaciones” 4/, está en el buen camino.

¡Fuego a la reducción de la jornada laboral!
La OCDE desliza algunos consejos dignos de Perogrullo, el más gracioso sin duda, este docto precepto: “la respuesta a los problemas de empelo pasa fundamentalmente por la creación del mayor número de empleos”. Sin embargo, la recomendación de la regulación de la demanda global tampoco está mal: es necesario que “el crecimiento no sea ni demasiado rápido, lo que podría tener consecuencias inflacionistas, ni demasiado lento, lo que correría el riesgo de conducir a la deflación”.

Pero la institución es mucho más precisa sobre “lo que no hay que hacer”: es el título de un cuadro que advierte sobre las dos mayores errores que no hay que cometer. Son, por una parte, el proteccionismo y, por otra, un “reparto del trabajo vía legislativa”. Esto se convertiría, según la OCDE, en “querer arreglar el problema del paro no aumentando el número de empleos mediante un relanzamiento de la actividad económica, sino racionando el trabajo remunerado” Este tipo de reparto obligatorio del trabajo, “nunca ha logrado hacer retroceder al paro, especialmente, a causa del rechazo de los trabajadores a una rebaja de sus salarios”.

Acérrimo defensor de los derechos de los trabajadores, la OCDE propone “ajustes flexibles del tiempo de trabajo, susceptibles de reducir los costes y de hacer progresar el empleo”. En el espíritu de la OCDE, esto quiere decir “aumento de la flexibilidad del tiempo de trabajo” y favorecer el “desarrollo del trabajo parcial voluntario (sic)”. Para esto es suficiente “suprimir los obstáculos que en la legislación laboral impiden un arreglo más flexible del tiempo de trabajo y favorecer la negociación entre empleadores y asalariados sobre horarios flexibles y trabajo a tiempo parcial”.

La OCDE rechaza de paso otras propuestas que le parecen peligrosas porque tendrían el efecto de “atenuar la vivacidad de la competencia”. Se trata, por ejemplo, de la adopción de medidas antidumping, la regulación de las fusiones, el establecimiento de regulaciones financieras y la creación de dispositivos que garanticen la seguridad en el empleo”. Estas negativas son la marca de un programa muy claro a favor de la competencia totalmente desregulada. Adquieren todo su interés después de la crisis de 2008. Si hubieran estado implantadas las medidas que la OCDE rechazaba en 1994, sin duda, habrían contribuido a atenuar un poco la amplitud de esta crisis.

¡Fuego al salario mínimo!
La OCDE no olvida denunciar el salario mínimo legal. Claro que la intención era loable (“evitar la pobreza a causa de fijar un salario suelo”) pero también en eso, los efectos perversos han acabado por llevárselo por delante y ese salario mínimo legal “a fin de cuentas, a menudo tiene el efecto de limitar las posibilidades de empleo para la mano de obra no cualificada”. La OCDE sugiere pues, “reevaluar el papel” que el salario mínimo o, al menos (si la resistencia social es demasiado fuerte), de “minimizar los efectos negativos para el empleo”. Más exactamente, la OCDE propone indexar el salario mínimo “a los precios más que a las sueldos medios” (lo que prohíbe cualquier nueva progresión de su poder de compra) y modularlo “suficientemente” según la edad, para evitar que sea “obstáculo para la contratación de jóvenes” y según las regiones.

En la misma época, un argumento semejante fue avanzado por el informe Mattéoli de julio de 1993 para quien el Smic (Salario Mínimo Interprofesional para el Crecimiento. NdT.) funciona como un “obstáculo para la entrada en el empleo poco cualificado” o por el informe Maarek, que estimaba que el Smic “se ha vuelto contra los que intentaba proteger” 5/. Más cerca en el tiempo, estas mismas ideas serán transmitidas por un informe del Consejo de análisis económico 6/ que recupera su actualidad con el “nuevo grupo de expertos sobre el Smic” portador de una futura reforma radical del Smic 7/.

De un informe a otro 8/
Los informes se suceden con, por ejemplo, el de Camdessus 9/ que será el libro de cabecera de Nicolas Sarkozy. El antiguo director del FMI insiste en él, especialmente, en los estragos del contrato de trabajo indefinido que impide a las empresas “desprenderse del asalariado que ya no le conviene”.

Por supuesto, también están los dos informes de la “comisión para la liberalización del crecimiento francés” creada por Nicolas Sarkozy y presidida por Jacques Attali. El primero de estos informes fue remitido en enero de 2008 10/ y enumera 316 propuestas. No es baladí recordar aquí que el relator general adjunto se llamaba Emmanuel Macron 11/. Esto es suficiente para establecer la continuidad entre el primer conjunto de informes de comienzos de los años 90 del siglo pasado y las reformas impulsadas hoy por Macron. De nuevo se podría establecer un paralelismo entre las sucesivas propuestas, y como ejemplo es suficiente citar aquí que el informe Attali proponía (era su “decisión fundamental”, la nº 11) “reducir el coste del trabajo para todas las empresas transfiriendo una parte de las cotizaciones sociales hacia la CSG” (Contribución Social Generalizada. NdT). De forma significativa, el informe ya se reivindicaba “ni de izquierda ni de derecha” presentándose como un “forma de empleo para las reformas urgentes y básicas (que) no es ni partidista , ni bipartidista: es no partidista”.

Discordancia temporal
La ironía de la historia es que la OCDE jamás ha sido capaz de hacer un balance positivo de la puesta en práctica de su programa, al menos parcialmente, en numerosos países. En 2006, la organización procedió a una evaluación de su estrategia 12/ que, sin cuestionarla, contiene varios elementos de autocrítica. Sin duda, el más significativo es la afirmación de su secretario general, Angel Gurría, que admite que “no hay una única vía real para mejorar las actuaciones en el mercado de trabajo” lo que es una auténtica contradicción con la ambición de la OCDE de proponer una hoja de ruta universal.

De hecho, el documento constata que “coexisten varios modelos de éxito en los que se pueden inspirar adaptándolos a las circunstancias nacionales específicas y a la propia historia de cada país”. Un primer enfoque pone el acento sobre la “flexibilidad del mercado de productos y del trabajo” pero esto conduce a una “disparidad de sueldos relativamente importantes”. Pero existe otro enfoque en los países “que se caracterizan por un amplio recurso a la negociación colectiva y al diálogo social así como por las prestaciones sociales generosas” y en los que “los niveles de empleo son elevados y la disparidad de sueldos es pequeña pero los costes presupuestarios inducidos son importantes”.

En sus Perspectivas de empleo 13/ aparecidas ese mismo año, la OCDE hace otra importante concesión admitiendo que “el salario mínimo no tiene un impacto claro en el paro”. Es el resultado de un análisis econométrico 14/ que intenta explicar el paro a partir de una batería de indicadores inaugurando así una nueva técnica, por otra parte muy discutible, pues razona de hecho sobre un “país medio” 15/. El documento constata que “el análisis no permite concluir que el salario mínimo tenga un impacto significativo en el paro global”, pero no evita añadir que “ciertos índices (sic) sin embargo, dan para pensar (sic) que las tasas de empleo de los jóvenes son más bajas cuando el nivel del salario mínimo es más elevado”.

Es irónico constatar que la acción de Macron se inspira ampliamente en una estrategia concebida hace un cuarto de siglo y cuya puesta en práctica tuvo por resultado destacado la concentración de la riqueza . En cuanto al paro masivo, solo ha retrocedido gracias al aumento de los trabajos precarios.

La única novedad de la concepción macroniana de la economía es la referencia a la “destrucción creadora” inspirada especialmente en los trabajos de Philippe Aghion. Sobre este punto, se alinea con la OCDE que está elaborando una nueva “estrategia para el empleo” 16/. Al parecer, esta sí debería, basarse en la hipótesis según la cual la eliminación de “empresas zombis” permitiría restablecer el aumento de la productividad y rechazar la sombra de la “estancamiento secular”. Incluso si no son considerados como responsables de estas rigideces, las personas asalariadas empleadas por empresarios poco eficientes evidentemente, tendrán que pagar los gastos de las estructuraciones necesarias para restablecer un progreso fuerte; en resumen, adaptarse al cambio.

Sin embargo, las recientes decisiones presupuestarias tomadas en Francia, hacen dudar de la implicación “schumpeteriana” de Macron. Parafraseando el vocabulario consagrado en materia de políticas de empleo, de hecho, se podría decir que se trata de regalos “pasivos” sin contrapartida, que hacen una apuesta –perdida de antemano – de que las empresas, espontáneamente, van a restablecer la inversión y la innovación. Más allá del discurso, hay en Macron una profunda incomprensión del capitalismo contemporáneo y del capitalismo francés en particular. Pero esto no es grave si continua sirviéndole.

Notas
1/ L’Etude de l’OCDE sur l’emploi, OCDE, 1994.

2/ Emmanuel Macron, discurso de Bucarest, 24 de agosto de 2017.

3/ Christian Barsoc, “Rire aux larmes avec l’OCDE”, Rouge n°1596, 30 junio de 1994.

4/ “Gattaz et Castaner sur le contrôle des chômeurs”, note hussonet n°109, 18 de octubre de 2017.

5/ Jean Mattéoli, Rapport au Premier Ministre sur les obstacles structurels à l’emploi, septembre 1993; Gérard Maarek, Pierre Joly, Coût du travail et emploi, une nouvelle donne, 1994.

6/ Pierre Cahuc, Gilbert Cette et André Zylberberg, Salaire minimum et bas revenus. Comment concilier justice sociale et efficacité économique?, Informe del CAE n° 79, La Documentation française, 2008.

7/ Michel Husson, “Smic : vers une réforme libérale radicale”Alternatives économiques, 31 de agosto de 2017.

8/ Para un tipo de empleo, ver: Michel Husson, “Comment rédiger un rapport”, Regards, octubre de 2007.

9/ Le sursaut. Vers une nouvelle croissance pour la France, Informe Camdessus, 2004.

10/ Commission pour la libération de la croissance française, 300 décisions pour changer la France, enenro de 2008. Un segundo informe será publicado en octubre de 2010: Une ambition pour dix ans, octubre de 2010.

11/ La relatora general era Josseline de Clausade, una enarca, consejera de estado que continuó su carrera en Areva, después en el grupo Casino.

12/ Stimuler l’emploi et les revenus. Les leçons à tirer de la réévaluation de la stratégie de l’OCDE pour l’emploi, OCDE, 2006.

13/ OCDE, Perspectives de l’emploi de l’OCDE, 2006.

14/ Andrea Bassanini and Romain Duval, “Employment Patterns in OECD Countries: re-assessing the role of policies and institutions”, Documento de trabajo de l’OCDE, 2006.

15/ Sobre este punto, ver: Edmond Malinvaud, “La réévaluation de la Stratégie de l’OCDE pour l’emplo : deux pistes d’amélioration”, Travail et Emploi n° 118, abril-junio de 2009,

16/ Ver: Michel Husson, “Optimisme structurel à l’OCDE”, Alternatives économiques, 9 mars 2017,; et Ronald Janssen, “Stratégie pour l’emploi en temps de crise : un tournant pour l’OCDE?”, Chronique internationale de l’IRES n°155, febrero de 2017.

http://alencontre.org/

Traducción de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

domingo, 29 de octubre de 2017

“¡Ah, la Catalogne!”. (Vista desde París)

En una pequeña librería del barrio latino de París tiene su sede el IREMMO, un centro de estudios independiente “sobre el Mediterráneo y Oriente Medio”, una pequeña pero importante institución parisina. Sus coloquios suelen ser interesantes porque la gente que participa en ellos, con alguna salvedad periodística, suele ser competente. Intento asistir a ellos cuando el tema me interesa, pese al gran inconveniente de que muchas sesiones son a media tarde, justo en la franja horaria en la que los plumíferos elaboramos nuestras incomprendidas joyas de la historia literaria mundial que ya no sirven ni para envolver bocadillos.

El caso es que el IREMMO, que suele enfocar su actividad hacia Oriente Medio se acordó de que lugares como Catalunya también forman parte de ese Mediterráneo que está en sus siglas y dedicó el miércoles un coloquio al procés. El intento de los franceses por entender lo que está ocurriendo en España ha dado lugar a muchos bandazos. En pocas semanas la editorial de Le Monde pasaba de recomendar a Rajoy que siguiera el ejemplo de Cameron con Escocia, a condenar como “vendedor de ilusiones” y “estratega de la tensión” a Puigdemont, que no consiguió ser recibido por nadie en París. La segunda editorial de Le Monde causó crujir de dientes en Barcelona. En las redes sociales se intentó explicar en, “el 15% que el grupo Prisa tiene en el diario francés”, obviando que las editoriales que Le Figaro dedicó al independentismo (“Un desastre indecente”) no fueron a la zaga.

Un debate sin histerias
El diario conservador del grupo Dassault acusó a los independentistas, en una tribuna del consejero de Estado Jean-Éric Schoettl, de, “intolerantes y autoritarios” por, “querer extirpar la parte hispánica” que los catalanes llevan dentro. En el referido coloquio del barrio latino, los tonos fueron mucho más sosegados. No había ibéricos en el público, compuesto por gente predominantemente madura y más bien inclinada a la izquierda, con lo que el ambiente se benefició de la ausencia de pasión de quienes no están emocionalmente implicados. Los ponentes eran los profesores Cyril Trépier y Christian Hoarau, que ofrecieron muchos elementos de historia, de sociología electoral y demás, para intentar dilucidar el enigma que el asunto plantea a los franceses: ¿por qué en uno de los países más descentralizados de Europa, una de las regiones con mayor soberanía y competencias autónomas quiere independizarse? Tanto Trépier como Hoarau tienen libros publicados sobre Catalunya, uno de ellos con prólogo de Artur Mas. El segundo resumió la situación a la que se ha llegado en dos elementos explicativos: 1- El Estado privilegió la inercia y cuando se dio cuenta de que el asunto estallaba fue a la confrontación y 2-Los independentistas apostaron por la ruptura con mediación de la UE, algo poco realista, en defecto de un pacto.

Falta de visión a ambos lados
Las preguntas del público en este amable coloquio fueron las siguientes, por orden de aparición; ¿Cual es el papel de Podemos en esta crisis? ¿Qué diferencias hay entre la autonomía vasca y la catalana? ¿Cómo explicar la reacción fuerte del Estado al referéndum ilegal? ¿De dónde sale esa ilusión hacia la mediación de la UE? ¿Recibe o escucha alguien en Bruselas a los independentistas? ¿Hay peligro de guerra civil? ¿Qué pinta el franquismo en todo esto? y, finalmente, ¿Qué habría que hacer? Los ponentes apenas mencionaron dos aspectos fundamentales del gran contexto de la situación española: el enorme sufrimiento que la crisis económica tiene sobre la población ibérica más humilde, y la delicada situación que la crisis plantea para la legitimidad de los dos gobiernos implicados, conectados por ese fenomenal río de corrupción que une Madrid con Barcelona y que convierte a los nacionalismos en enormes recursos políticos. A partir de ahí, inocentes sorpresas ante la falta de respuestas solidarias y comprensivas en Europa y ante la reacción de fuerza del Estado y su amenaza de liquidar, simplemente, la autonomía.

“El gobierno catalán asumió el riesgo de una situación que no era impensable y de la que el 1-0 la primera víctima no fueron las instituciones sino la población”, dijeron. Esperanzas en que Rajoy no lleve demasiado lejos la “humillación” que la situación le brinda en bandeja y cuya salida menos mala sería la electoral. En resumen la conclusión: “una crisis que no ha sido gestionada con visión, ni por una parte ni por la otra”. Eso y la certeza de que un coloquio así, tranquilo y desapasionado, sería muy difícil en la España de hoy.

https://rafaelpoch.com/2017/10/28/ah-la-catalogne-vista-desde-paris/#more-63

domingo, 22 de octubre de 2017

_- "Cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted": la hermosa carta de gratitud de Albert Camus a su maestro.

_- "Estoy en deuda con mi padre por vivir, pero con mi maestro, por vivir bien", 
Alejandro Magno.

Citas como ésta, respecto a maestros y a la educación, abundan. Y no sorprende.

Los profesores tienen un papel protagónico en nuestras vidas y los que tocan nuestras mentes y almas dejan una huella indeleble, además de un legado que no deja de crecer con el tiempo.

Octubre es el mes de los maestros, aunque esta aseveración le resulte extraña a muchos hispanoamericanos.

A pesar de que la UNESCO sugiere que se celebre el 5 de octubre y de que el día es de carácter internacional, en cada país la fecha varía según las personas o eventos relevantes para sus historias que quieran honrar.

No obstante, más de 100 países recuerdan a sus profesores este mes, entre ellos Chile, que lo hizo el lunes 17. En BBC Mundo, la ocasión nos recordó otra fecha, el 19 de noviembre de 1957.

Ese día, en París, el escritor Albert Camus (1913-1960), quien dedicó su vida a discernir el significado de la felicidad y el amor, compuso uno de los más hermosos ejemplos de gratitud a un maestro.

Cuando Camus tenía menos de un año de vida su padre cayó en un campo de batalla  (batalla del Marne) de la Primera Guerra Mundial.

Él y su hermano mayor quedaron bajo el cuidado de su analfabeta y casi sorda madre junto con su despótica abuela. El futuro no prometía mucho. Sin embargo, un profesor llamado Louis Germaine vio algo especial en el joven Albert y se dedicó a él.

Camus escribió novelas como "El extranjero  1942",  "La peste 1947" y "La caída 1956"  "La muerte feliz 1937 y publicada en 1971" y textos como "El hombre rebelde 1951", "El revés y el derecho  1937" , "Reflexiones sobre la guillotina 1957" y  "El primer hombre 1995 póstuma"..
Cuentos como "El exilio y el reino" o teatro como, "Calígula  1944", "El malentendido  1944", "El estado de sitio 1948", "Los justos 1950".
Ensayos, como, Rebelión en Asturias 1936 colectivo, "Los cuatro mandamientos de un periodista libre"  1939, censurado y publicado en 2012 por Le Monde. " Cartas a un amigo alemán" 1943-44 . "¿Por qué España? 1948". "¡España Libre!. 2014"

Tres décadas más tarde, en 1957. Camus se convirtió en la segunda persona más joven en recibir el Premio Nobel de Literatura, por la "honestidad perspicaz" de su trabajo, que "ilumina los problemas de la conciencia humana".

Unos días después escribió esta carta.

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido de todos estos días antes de hablarle de todo corazón.

He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. 

Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto.

No es que le dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido.

Un abrazo con todas mis fuerzas,

Firma de Albert Camus

 http://www.bbc.com/mundo/noticias-41687902

miércoles, 2 de agosto de 2017

Loridan-Ivens: “En el infierno todos nos manchamos las manos” Fue deportada a los 15 años a Auschwitz-Birkenau y ha necesitado envejecer para escribir lo que pasó. La autora se vio forzada a trabajar en la desaparición de cadáveres


Loridan-Ivens: “En el infierno todos nos manchamos las manos”Todos los horrores de Auschwitz son, claro, inmensos, pero hay uno que, sin atacar el estómago o el estado de salud, sigue latiendo como una bestia invencible que amenaza para siempre el terreno más sensible de un ser fragilizado: el pudor. Los estómagos pueden llenarse tiempo después del hambre, los cuerpos pueden yacer en camas tras una etapa de transición, pero el pudor, la sensibilidad del cuerpo desnudo y con ella el transcurso natural del deseo, pueden sufrir ataques aciagos si quien te ha mirado por primera vez desnuda es el Doctor Mengele.

Marceline Loridan-Ivens, judía francesa deportada con su padre a Auschwitz-Birkenau en 1944, ha necesitado acariciar esa sensación de estar de más en el mundo para escribir su testimonio. Y tú no regresaste (Salamandra) es una carta a su padre, que murió allí, con todo lo que se perdió. Con verdades cargadas de crudeza y dudas sobre cómo habría vivido él el auge de la mujer o sus bodas con no judíos. Loridan-Ivens no ha curado sus heridas, pero es dueña de una energía que convierte sus arrugas en sonrisa y su vida en algo útil para los demás.

PREGUNTA. Uno de los momentos más impactantes del libro es cuando habla de su cuerpo desnudo y Mengele está ahí, mirándola.
RESPUESTA. En los campos estábamos desnudos gran parte del tiempo y nos miraban como si fuéramos ganado. ¿Sabe cómo nos llamaban en alemán? Stück, que quiere decir “pedazo” o Figurine, marioneta.

P. ¿Y qué consecuencias tuvo esa mirada para usted?
R. La gran consecuencia fue la destrucción de la intimidad. Era la primera vez que yo estaba desnuda delante de unos hombres, era muy joven. Nunca había visto a otras mujeres desnudas, a mi madre desnuda, a mi padre... Recuerdo muy bien la silueta de Mengele. Nos habían convocado a todo el bloque, estábamos todas desnudas. Tratábamos de taparnos con la ropa que más o menos habíamos logrado coger. Porque no teníamos permiso para ir vestidas de manera normal, íbamos con harapos, con ropas que habían pertenecido ya a muchas muertas antes que a nosotras, rotas, en mal estado. Además, como estabamos faltas de vitaminas, cualquier grano se infectaba y se convertía en un absceso, de modo que teníamos todos los ganglios inflamados, la piel mal, mala cara. Estábamos en un estado miserable. No sabíamos si ir a derecha o izquierda, no sabíamos dónde mirar, todas estábamos igual. Yo desde muy pronto decidí que me quedaba siempre donde me dijeran, porque intentar cambiar de sitio no podía acabar bien. Estaba segura de que si alguna vez intentaba ir hacia algún rincón y alguien me veía, la cosa terminaría mal. Esas son las cosas que la gente no comprende sobre los campos. Son conscientes de los golpes, el trabajo duro, la desnutrición, pero no la deshumanización, la violencia terrible, además de física, psíquica.

Loridan-Ivens habla en su piso de París, un apartamento luminoso en Saint Germain des Près en un ambiente de época. Su época. Muebles, relojes y adornos que parecen parados en un tiempo que pasó.

P. ¿Por qué este libro, en este momento?
R. Los momentos llegan cuando llegan. Yo ya había escrito un libro, llamado Ma vie balagan, es decir, Mi vida caótica, que recorre el siglo XX, y después, la editorial Grasset quiso que volviera a hacer un libro sobre la Shoah, sobre la destrucción de los judíos de Europa, corto, barato, muy concentrado. Personalmente, yo no quería hacerlo, porque ya había escrito uno y no quería repetirme. El tira y afloja duró dos años, y ellos insistieron mucho, y al final, acabé por asumirlo. Para empezar, yo siempre había estado obsesionada con la carta que mi padre me había enviado desde Auschwitz, una carta que había perdido y de cuyo contenido no me acordaba en absoluto. Siempre viví la pérdida de mi padre de una manera central, su muerte, las consecuencias que eso tuvo para la familia, la destrucción de la célula familiar, el suicidio de una hermana y un hermano, las dificultades que yo misma tuve durante muchos años en mi relación con el mundo en el que vivía...

Y al mismo tiempo, las decisiones políticas que tomó De Gaulle en aquella época, en nombre de una supuesta unidad nacional, en un país que había sido enormemente Pétainista. La decisión de hacer como si todos los franceses hubieran luchado con los aliados, cosa que era mentira, evidentemente, y que hizo que nunca se resolvieran de verdad los problemas de ese periodo en el que Francia había estado bajo el dominio de Pétain y de Hitler, y a que hubiera todavía gente que había participado en todo y que seguían en los puestos de poder. Todo había perjudicado a los judíos, una vez más. Por ejemplo, al terminar la guerra, desde luego, era justo hablar de que había habido heroísmo y resistencia, pero lo que no se decía nunca es que no habían sido muchos casos. Entre 45 millones de personas en aquella época, quizá fueran 60.000 como mucho, 100.000 si somos generosos. Y se dejaron pasar las matanzas de judíos, no solo de Francia, sino de toda Europa.

P. Sí, pero su libro no es una historia...
R. Entonces me di cuenta de que en toda mi obra, en todo el trabajo que he hecho desde los años cincuenta, estaba siempre presente mi padre. Por ejemplo, en el film de Jean Rouch y Edgar Morin es a él a quien estoy dirigiéndome, en mi libro también, en las películas que he hecho... Su presencia, su permanencia, es lo que me ha hecho preguntarme hoy: con quién puedo hablar, con quién puedo hacer un balance de mi vida, a quién puedo contarle mis cosas más íntimas: al ausente. Y el ausente es mi padre. Eso me dio una visión que me permitió proponer una forma de hablar de la destrucción de los judíos de Europa, a través de la carta que podía enviarle a un padre que jamás me iba a responder, evidentemente. La carta perdida debería haber sido su testamento dirigido a mi familia. Pero la perdí...

P. Y no recuerda nada.
R. No. Pero hay que comprender en qué situación física, psicológica y fisiológica estábamos.

... P. ¿Está satisfecha del libro, le ha permitido reconciliarse con la historia?
R. No. Reconciliarme es imposible. Pero lo que me conmueve mucho es cómo afecta a los demás. Una tirada de 100.000 ejemplares, traducido en 18 países, valorado... Eso quiere decir que he hecho bien en escribirlo como quería, porque ha aportado otra voz a lo que se sabe sobre los campos de exterminio, y ha abierto las puertas hacia los padres de otras personas. Varias personas me han dicho que después de leer el libro se apresuraron a llamar a su padre. Eso es maravilloso. En ese sentido, sí estoy satisfecha, el libro no me ha cambiado la vida, no es un libro que cambie la vida, pero trabajé mucho en él durante un año, con la ayuda de Judith, que es una bellísima persona, y en ese sentido estoy muy orgullosa de él. Nunca había contado esta historia, solo la había mencionado de paso, y me alegro de haberlo hecho así, del libro que hemos escrito juntas. Porque se ve de inmediato el sentido de las cosas, dice las cosas, cuenta, en un texto muy breve, la destrucción de los judíos de Europa. Y aporta elementos de vida posible, más de los que se suelen decir.

P. Me gusta mucho una frase que dice hablando de la boda con su marido: “Hemos decidido no hacernos daño uno a otro”.
R. Sí, es muy importante. Un poco de humanidad. Lo que más desearía hoy es escribir un libro sobre cómo vivir ... Basta de espíritu posesivo, basta de envidia, hay que construir una verdadera confianza. Y respetar la libertad. No hacer daño inútilmente. Es muy importante para mí. En cuanto a mi vida, lo que puedo sacar, de todo lo que he vivido, es una cosa muy judía: reparar el mundo. Si podemos arreglar un poco el mundo, todo irá bien.

https://cultura.elpais.com/cultura/2015/09/17/babelia/1442498371_024331.html

jueves, 20 de julio de 2017

Dunkerque, el último misterio (?) de la II Guerra Mundial ¿Por qué Hitler permitió que las tropas británicas regresasen a casa tras su derrota en Francia?

La batalla de Dunkerque (1), película que se estrenará mañana, viernes día 21, en España, es todavía uno de los grandes misterios de la II Guerra Mundial. ¿Por qué Hitler ordenó parar el ataque contra un Ejército en retirada, en muchos casos en barcos que no tenían ninguna protección? Los historiadores mantienen una disputa abierta sobre un episodio crucial del conflicto que arrasó Europa entre 1939 y 1945. Los nazis comenzaron la guerra el 1 de septiembre de 1939, con la invasión de Polonia. Los aliados, Francia y Reino Unido, declararon las hostilidades y entonces empezó lo que se conoce como “la drôle de guerre”, la extraña guerra, en Francia.

Con una falsa sensación de seguridad, se creían protegidos por la Línea Maginot. Durante casi un año, las potencias europeas estaban enfrentadas, pero no ocurría nada. Sin embargo, en mayo los carros de combate nazis lanzaron una ofensiva imparable hacia el sur y atravesaron las defensas aliadas como un cuchillo en la mantequilla. El 11 de junio París era una ciudad abierta.

Previendo el desastre que se avecinaba, las tropas británicas comenzaron a trabajar a finales de mayo en su evacuación del continente, una hazaña que retrata Christopher Nolan en su última película, Dunkerque. “El Gobierno de Londres empezó a preparar una flota compuesta de casi todo, bote o barco, que pudiese hallarse en sus costas”, escribe Richard J. Evans en su clásico recién reeditado El tercer Reich en guerra (Península). Pese a los ataques de la aviación alemana, 700 barcos llegaron a playas de Dunkerque para llevarse a las islas a todo lo que pudiesen salvar de un Ejército en retirada. 340.000 soldados lograron regresar a Inglaterra gracias a que Hitler personalmente ordenó parar la ofensiva con la opinión en contra de muchos de sus oficiales. “Si no seguimos, los ingleses podrán transportar lo que deseen, delante de nuestras propias narices”, exclamó el mariscal de Campo, Fedor von Bock. Cuando los nazis retomaron la ofensiva, ya era muy tarde y la evacuación había sido un éxito.

¿Quería reservar Hitler sus tropas para llegar a París cuanto antes? ¿Confiaba demasiado en su fuerza después del éxito de las guerras relámpago de 1939 y 1940? ¿Se planteaba llegar a un acuerdo con los británicos (parece la más plausible y más por el vuelo a Escocia el 10 de mayo de 1941 de Rudolf Hess) antes de empezar la siguiente fase del conflicto, con la invasión de la URSS? ¿Demostró una vez más su incompetencia como estratega?

(Esta opción parece increíble, ya que unos oficiales, jefes y generales con estudios militares de los más prestigiosos, en ese tiempo, del mundo y más elitistas, se dejasen dirigir por un indocumentado sin estudios y desde un despacho donde desconocía de cerca la realidad. Lo que ocurrió parece inconcebible, pero así fue en la práctica. Y aunque se quieran buscar justificaciones ex-postfacto, no las hay, lo que es un blasón de deshonor, y no de honor, del que tanto alardeó La Wehrmacht. Cayeron muy bajo e hicieron mucho daño para, al final, ser vencidos por el ejército "rojo" al que despreciaban y llevar al pueblo alemán y Alemania al hundimiento y la catástrofe de un inmenso sufrimiento junto a los vencedores). Es probable que nunca lo sepamos exactamente.
La realidad es que el 6 de junio de 1944 alguno de esos soldados desembarcaron en Normandía para echar a los nazis de Europa y tomarse su revancha.

Nota:
Si estudiamos cómo se desarrolló toda la guerra por parte del ejército alemán, fue una muestra de deshonor, falta de caballerosidad y maldad. Invadieron países por sorpresa y sin declarar previamente la guerra, como unos delincuentes que entran en otro país a escondidas, y no un ejército regular previa declaración de guerra, eso, que se sepa, no produjo oposición, ni quejas, ni protestas en la Wehrmacht de forma mayoritaria.

Su comportamiento en el Este, con una guerra de aniquilamiento contra un país, la URSS, con el que previamente se había firmado un tratado de no agresión y sin denunciarlo y por sorpresa fue invadido. Fue una más de las muestras de comportamiento sin respeto ni honor de las leyes de la guerra, un acto criminal.

Salvo casos históricos, la mayoría de generales, jefes y oficiales, aceptaron los hechos sin oposición. Fue una ignominia y crimen contra la humanidad. Alemania no pudo caer más bajo, y lo tremendo es que daban por supuesto que ganarían, y, por lo tanto, no tendrían que responder de sus crímenes.

Salvo los participantes en la Operación Walquiria contra Hitler y la oposición de Rote Kapelle,  La Rosa Blanca o Georg Else el carpintero que a nivel individual realizó un atentado contra Hitler en una cervecería de Munich, que mantuvieron el honor de su pueblo, contra el horror nazi, pero lamentablemente fueron descubiertos, tratados con la máxima vejación y crueldad, torturados y asesinados en su mayoría. Como le ocurrió entre otros muchos a Erwin Planck, hijo del prestigioso físico y premio Nobel Max Planck, ahorcado con un alambre en la prisión de Plötzensee, a pesar de la petición de clemencia enviada por Planck a Hitler.

ESPAÑA Y LA II G. M.
Una vez más el caso de España en esta contienda es "aleccionador" forman una división para castigar a "Rusia" porque "es culpable", según proclamó el ministro de Exteriores del momento, Serrano Suñer. Dicha división jura fidelidad hasta la muerte a Hitler, pero España a su vez se declara neutral, (Y ellos al final, con la derrota, niegan que fueran nazis, aunque han recibido pensiones como soldados de Hitler,... la infamia no tiene fin) e invaden, sin declaración de guerra previa, a la URSS, es decir que podían haber sido tratados como ilegales, bandidos o bandoleros. Y no obstante, tienen cementerios en Rusia y en el año 1954 muchos de ellos, que habían caído prisioneros o heridos, son devueltos, sanos y salvos, en el barco Semíramis fletado por la cruz roja francesa hasta Barcelona. Y cómo explica nuestro gobierno de entonces todo ello, pues sin problemas, son unos "héroes", y aquí no ha pasado nada,... La Guerra fría, vigente para entonces, ayudó a todo lo demás,...

(1) Más preciso es llamarla operación "Dinamo" de retirada, 26 de mayo al 4 de junio de 1940. Comienzo de la II Guerra Mundial, 1 de septiembre de 1939, con la invasión de Polonia. Invasión de la URSS, 22 junio de 1941, denominada Operación Barbarroja, por sorpresa y sin denunciar el Pacto de no agresión ni declaración de guerra previa. Ataque a Pearl Harbor el domingo 7 de diciembre de 1941, el 8 EE.UU declara la guerra a Japón y el 11 Alemania e Italia declaran la guerra a EE. UU. Hasta el 6 de junio de 1944 no se produce, el tan solicitado por la URSS segundo frente, con el desembarco en Normandía, para el fin de la guerra ya no quedaba ni un año. Este hecho es aún más incomprensible que lo producido en Dunquerque, sin duda la guerra se habría acortado y sobre todo hubiese supuesto muchísimas menos bajas, pérdidas y sufrimiento tanto de militares como de civiles.

https://elpais.com/cultura/2017/07/14/actualidad/1500053479_230523.html
La retirada más gloriosa

domingo, 25 de junio de 2017

Francia: ¿Cómo se puede no ser progresista?

Decididamente, el siglo XVI fue de una creatividad formidable. No sólo se agitó con furor sino que no dejó de inventar conceptos que todavía nos inspiran: Thomas More forjó la utopía en 1516, el alemán Lutero proclamó en 1517 la Reforma, que suponía de hecho una verdadera revolución de los espíritus, y Rabelais hizo nacer la palabra “progreso” en su Tiers Livre en 1546. Hermoso hallazgo del padre de Pantagruel… que nos vuelve en la era Macron como base conceptual del nuevo régimen. Paso a los jóvenes, paso al optimismo y, sobre todo, paso al progresismo, nos dice el presidente ahora elegido, que el 4 de enero, en el Journal du Dimanche, marcaba su territorio ideológico: “Hoy, la verdadera divisoria se sitúa entre progresistas y conservadores. Yo digo: ya hay una casa de progresistas y se llama En Marcha”.

Seamos justos: Emmanuel Macron no pretende haber inventado la etiqueta, que se ha registrado muchas veces. Por parte de Robert Hue, en 2008, con su Movimiento de los Progresistas. En febrero de 2016, Martine Aubry se la disputaba a Manuel Valls con ocasión de la ley El Khomri: “La izquierda moderna, la izquierda progresista, somos nosotros”.

Y además, en Francia los precursores se remontan a muy atrás: Condorcet y Diderot trabajaban para “el progreso de los conocimientos humanos” como herramienta de liberación de los espíritus; Robespierre, a su vez, veía en “el progreso de la razón humana” la causa y el motor de la Revolución Francesa. El progreso encontró inmediatamente a sus enemigos, los reaccionarios, de Joseph de Maistre a Charles Maurras, que estimaban por su parte, que el progreso desligaba al hombre de sus marcos “naturales” –Dios, la Iglesia, el Rey, la familia- y hasta le reducía al rango de animal. Era la época en que la filosofía o política parecía simple: la izquierda estaba a favor de la República, la democracia, el libre albedrío, el progreso; y la derecha, su reflejo invertido. “A lo largo de todo el siglo XIX y de una gran parte del siglo XX, es así cómo se ha definido la izquierda: el progreso técnico de la ciencia y de la industria debía ir de la mano de la mejora de la situación de las clases populares. Durante mucho tiempo, la izquierda ha vivido con esta idea de que el progreso seguía obligadamente el rumbo de la justicia, conforme a la filosofía de la Historia”, recuerda nuestro colaborador Jacques Juilliard, autor de Gauches françaises (Flammarion, 2012).

Deslizamiento del terreno
Evidentemente, el progreso ha conocido desde entonces algunos desgarrones: la Gran Guerra, el exterminio de los judíos por los nazis y las bombas atómicas norteamericanas sobre Japón han devaluado trágicamente sus buenas acciones. Y luego el progresismo cambió de sentido. “Se calificaba como progresistas por parte del PCF a todos los que participaban en la defensa de la URSS frente al campo capitalista”, recuerda el historiador Marc Lazar, autor de Communisme, une passion française. En los años 60, el término designa a “la gente de izquierdas” y lo utilizan los socialistas en su oposición a la derecha y al gaullismo triunfante. Para decirlo a lo Macron, el progresismo era “al mismo tiempo” ¡de izquierda y de extrema izquierda!

Más recientemente, el progresismo ha servido de bote de salvamento durante la gran tempestad ideológica que siguió a la caída del muro de Berlín y luego a la globalización. Manuel Valls, partidario durante mucho tiempo de cambiar el nombre del PS a “Partido Demócrata”, ha adoptado también el progresismo, para dar su adiós a la socialdemocracia de Michel Rocard y blandir la bandera de la República en marcha, con bastantes dificultades. Robert Hue reconoce que le echó el guante al concepto para cubrir su ruptura violenta con el Partido Comunista francés que él mismo había presidido: “He creado una asociación denominada Nuevo Espacio Progresista (NEP). Mi análisis era que las viejas construcciones ideológicas del siglo XX, el comunismo soviético y la socialdemocracia, iban a marchitarse. Hacía falta proceder a una vuelta a la Ilustración”. El NEP se ha convertido en Movimiento de los Progresistas. Su manifiesto define el progresismo como “lo que Péguy decía en su tiempo del socialismo: “Es un sistema de justicia, de verdad, de salud económica y social”. Así la economía y la política tendrán en el futuro que subordinarse al hombre, y no a la inversa”.

Así expresado, dan ganas de decir: “Pero, ¿quién podría estar en contra?” Es la ventaja del concepto: se puede estar contra el socialismo en nombre de la libertad del individuo, puede uno oponerse al liberalismo en nombre de la igualdad entre los hombres. Pero como proclama el refrán popular: “No se puede parar el progreso”.

Son numerosos, sin embargo, los que ven una desviación del sentido: Christian Godin define el progresismo en su Dictionnaire de Philosophie (Fayard) como una concepción humanista de la Historia que comparte con el socialismo y el comunismo valores comunes sin por ello aceptar los presupuestos materialistas del marxismo”. Saca de ello la conclusión de que “el progresismo es bastante de izquierdas, se opone sobre todo al neoliberalismo… [pero] se ha convertido hoy en día en un vocablo compuesto que permite enmascarar la adhesión al social-liberalismo”. Marc-Olivier Padis, director de estudios de Terra Nova -la “fundación progresista” – evoca por su parte “una contraseña, más que un concepto”: “De hecho, es un buen candidato para describir la transgresión de la divisoria izquierda-derecha, para adoptar otras: abierto/cerrado, liberal/antiliberal, progresista/reaccionario, y desde este punto de vista aún más, pues cuando se analiza la semántica del Frente Nacional, llama la atención la utilización del vocabulario en “re”: restaurar, reafirmar, restablecer…”

Nueva frontera
Se aprecia bien el aspecto práctico del concepto: permite trazar un foso entre “nosotros” y “ellos”, designando estos últimos a los conservadores. La gran astucia de Macron hace rugir de rabia a la joven investigadora Laetitia Strauch-Bonart, autora de Vous avez dit conservateur? (éd du Cerf, 2016). “Macron remite a los conservadores al campo de los obscurantistas imbéciles, mientras subraya la superioridad moral de los progresistas de los que se quiere digno representante. Se trata también de dar a entender que los “conservadores” (entiéndase: los retrógrados) se encuentran, contrariamente a la vulgata que no los sitúa más que a la derecha, a la derecha lo mismo que a la izquierda...” El enemigo sería, pues, “de derechas y de izquierdas”: el Frente Nacional por un lado, pero también la CGT cuando se opone a la modernidad de las nuevas relaciones de fuerza sancionadas por la Ley El Khomry. De hecho, el progresismo de hoy se construye en primer lugar contra la izquierda, en este sentido de que combate para empezar a las fuerzas que se agarran a la defensa del Estado social construido tras la II Guerra Mundial y que representa la edad de oro de la socialdemocracia”, analiza Marc Lazar. Salvo que el campo de las fisuras de las fisuras de la sociedad francesa es bastante más grande y complejo, como demostraba nuestro reportaje consagrado a las fracturas francesas (Marianne, del 28 de abril de 2017): el centro contra la periferia, los titulados contra los no titulados, las categorías cómodas con la globalización, y sus víctimas.

Jacques Juilliard, en sus columnas de Marianne, en septiembre de 2016, cuestionaba el proyecto de Emmanuel Macron: “Cuando pretende ponerse a la cabeza de l progreso, olvida decir que es sólo de progreso económico de lo que se trata. ¿Es un progreso desregular todo el mercado de trabajo […] generalizar la precariedad del empleo […] destruir el estatus de la función pública?”.

Jean-François Kahn, partidario de larga data del “centrismo revolucionario” y del rebasamiento de las divisorias, se declara “en desacuerdo total con Macron cuando opone a conservadores y progresistas”: “Yo pienso que todo hombre sensato y equilibrado es conservador y progresista a la vez. El binarismo quiere hacer elegir entre libertad y seguridad, entre apertura y cierre, entre austeridad y laxismo financiero. Es absurdo…”

Habría que ponerle carne rápidamente al progresismo, tal como contempla Pascal Picq en una tribuna publicada por Le Monde al día siguiente de la segunda vuelta de las presidenciales: “se vuelve urgente construir no sólo el centro sino un verdadero partido progresista, empresarial y social con un verdadero proyecto político. […] Esto no puede limitarse a una coalición de circunstancias, so pena de volver a ver constituirse el paisaje irreconciliable izquierda-derecha”.

Para el senador Jean-Oierre Masseret (todavía socialista, pero ¿por cuánto tiempo?), que publica su Manifeste du progressisme (ed. Atlande): “Progresismo, un término que asocia valores, democracia, movimiento, reparto, eficacia, debe permitir transcender el bloqueo en que vivimos...”

Thierry Pech, director de la Fundación Terra Nova y “cercano” a Macron, había comenzado el trabajo en su libro Insoumissions. Portrait de la France qui vient (Seuil, enero 2017). Trata de definir un nuevo contrato social abarcador en torno a la “autonomía”: “El desplazamiento de la personalidad contemporánea pide un desplazamiento igualmente grande del Estado social”, declara a Marianne. Anticipándose en el proceso al liberalismo, afirma: “La política de la autonomía no es una política liberal sino una política social para tiempos liberales”.

Su equivalente de derechas, Dominique Reynié, que dirige la Fondapol, “liberal progresista y europea”, apunta los límites del macronismo: “Desde luego, las dos orientaciones del progresismo, de izquierda y de derecha, pueden eventualmente fusionarse, pero todo esto puede hacerse pedazos sobre dos debates que no se han resuelto durante las presidenciales: la relación con la inmigración y la laicidad, que pueden provocar una ruptura radical entre el país y las élites”.

El riesgo sería pues que el progresismo se convirtiera en la nueva denominación del pensamiento único, una suerte de tapadera puesta sobre la olla hirviendo, desagradable incluso para el gusto de los poderosos, de las aspiraciones populares. Alain Obadia, comunista y presidente de la Fundación Gabriel-Péri, siente ya llegar “Una forma sofisticada de populismo, que justifique la dominación de arriba debajo de la sociedad”. Falta hará, pues, que los franceses nos esforcemos aún más para ser verdaderamente progresistas.

Hervé Nathan es redactor jefe de Economía y Sociedad del semanario francés Marianne. Trabajó anteriormente para La Tribune y Libération, y es autor, junto a Nicolas Prissette, del Journal du Dimanche, del libro Les bobards économiques [Patrañas económicas].

Fuente: Marianne, 19-25 de mayo de 2017 
http://www.sinpermiso.info/textos/francia-como-se-puede-no-ser-progresista

martes, 9 de mayo de 2017

El octavo presidente de la V República es un producto sin análogos en Francia. ¿Qué supone para el país?

Rafael Poch de Feliu
La Vanguardia

Es una ironía que fuera precisamente François Bayrou, alcalde de Pau y el político centrista de Francia por excelencia, quien definiera a Emmanuel Macron como, "el intento de grandes intereses, financieros y otros, que ya no se contentan solo con tener el poder económico". Fue hace ocho meses, y entre tanto Bayrou se ha convertido en uno de los principales aliados de Macron.

El octavo presidente de la V República que los franceses elegirán hoy en las elecciones más extrañas que ha conocido el país, es un producto nuevo, sin análogos, precisamente porque es un producto. Nunca un presidente había sido vendido a los franceses, "como quien vende un paquete de detergente", dice el filósofo Michel Onfray. ¿Qué supone y anuncia para el país esta novedad? ¿Hay margen para la duda y la sorpresa?

"No hay que insultar al futuro", dice el veterano ex ministro socialista Jean-Pierre Chevènement a propósito de Macron, 39 años, que será el más joven presidente de la historia de Francia.

"Como ningún otro, Macron encarna esa tendencia a exaltar la juventud, esa pasión de lo nuevo por lo nuevo, ese espíritu de menearse que forma la estructura de una economía en el seno de la cual la moda no tiene más que una finalidad: hacer pasar de moda (a otras cosas) para comprar (lo nuevo)", dice el publicista Luc Ferry, ex ministro de juventud y educación de gobiernos conservadores.

El nonagenario sociólogo Edgar Morin, una de las voces más venerables de Francia, recoge esa misma idea: "Macron", dice, "simboliza la renovación y la revitalización más allá de un sistema carcomido".

Morin reconoce que los fundamentos del macronismo son frágiles: "el mito de Europa es débil,  el de la mundialización feliz es igual a cero, y la euforia del transhumanismo solo está presente entre los tecnócratas". Lo ideal sería que el futuro presidente, "cuestionara los marcos clásicos en los que parece situarse naturalmente: la subordinación de la política a la economía, la reducción de la economía a la escuela neoliberal, el tumor del poder del dinero". Hay que reconocer, dice, que de momento Macron, "no ha propuesto nada parecido a una nueva vía económica, social y política". Sin embargo, nunca hay que insultar al futuro y Morin concede a Macron lo que se llama el beneficio de la duda.

"No es imposible que si es Presidente, aparezca un neo-Macron", dice. Al fin y al cabo, "Juan Carlos fue arropado por Franco para que reinara como franquista, y al revés, en cuanto tuvo el poder realizó la democracia. Gorbachov, puro producto del estalinismo, se convirtió en el destructor del sistema del que salió. ¿Qué saldrá del Presidente Macron?", se pregunta el sociólogo.

Soñar es legítimo, responde enfrentado a ese beneficio de la duda el inclasificable historiador-antropólogo Emmanuel Todd, uno de los pensadores más desconcertantes y que va más de por libre en Francia.

"Se puede soñar, pero cuando Macron habla de cosas concretas, de economía y tal, habla como un manual". Hasta ahora Francia tuvo presidentes que venían del mundo político. Los dos últimos, Sarkozy y Hollande, envolvían sus propósitos en ciertos subterfugios. Con Macron llega un hombre que procede directamente de la cocina de las elites financieras. "Con él vamos a elegir al representante de Berlín, no al Presidente de la República", dice Todd. La diferencia de Macron es, "que es el primero que lo dice": Sarkozy hizo lo mismo, pero decía que la culpa era de los árabes, Hollande llegó diciendo, "soy un hombre de izquierdas", "mi enemigo es la finanza", "cambiaré las cosas con Alemania". "Macron es el primero que dice: no haré nada, vais a aceptar vuestra sumisión oficialmente, o cerráis el pico o tendréis el horror del lepenismo".

Más que dudas, en Todd hay un puro pesimismo. "Lo más probable", dice, "es que con Macron tengamos una acentuación de lo que se ha hecho con Manuel Valls, lo que creará tensiones y violencia".

Muy centrado en la demografía y en la antropología histórica regional, Todd avanza dos claves para lo que llama el "conformismo macronista". Primera: entre 1992 (Maastricht) y 2015, la edad media en Francia ha aumentado entre 5 y 6 años. "A los viejos se les dice: si queréis mantener vuestras pensiones hay que mantener el euro". "No es que sean más conservadores, es que les han secuestrado", dice. Segunda: en la actual sociedad la gente con estudios superiores forma una "oligarquía de masas" que se cuece en su propia salsa y se cree superior. "Es la gente que apoyaba a los Clinton en Estados Unidos, los universitarios partidarios del remain en el Reino Unido y los jongleurs que oscilan entre izquierda y derecha en Francia. "Esta gente con estudios superiores representaba el 12%, ahora son el 25%. Todo eso sumado, arroja una base para el conformismo macronista que se ha desarrollado enormemente mientras la situación general de los de abajo se ha deteriorado notablemente".

"Se habla mucho de Le Pen, pero lo que realmente me preocupa es la radicalización de la Francia de los de arriba: quieren gobernar a pelo, dicen, "vais a tener que obedecer y ya está". "El problema de Francia es la radicalización de los poderosos", insiste, citando el libro del americano Christopher Lasch (The Revolt of the Elites and the Betrayal of Democracy), según el cual las clases privilegiadas nunca han estado tan aisladas de su entorno.

Guerrillero con Che Guevara, prisionero en Bolivia y consejero de François Mitterrand, el filósofo Régis Debray ve en el fenómeno Macron el triunfo de la americanización en Francia.

"La República a la francesa ha desaparecido bajo la democracia a la anglosajona", dice. "El homo economicus ha sustituido en el mando al homo politicus como en Estados Unidos con vía express del capital hacia el Capitolio. Hemos importado las primarias, la pareja presidencial, se aclama por su nombre a la First Lady, la vida pública se privatiza y viceversa, la imagen suplanta a lo escrito y el show de un telepredicador en éxtasis enardece, con los brazos en cruz, a los fans en trance". Toda esa importación, "tiene que más que ver con las revoluciones tecnológicas que con los remolinos políticos de Francia", dice el filósofo.

Para Todd lo que hace al sistema francés menos estable que el alemán, español, etc., es el hecho de que en Francia todavía haya bastantes jóvenes. "En España, Italia, y Portugal, la política que se aplica es desfavorable a los jóvenes, pero hay pocos, mientras que en Francia es igualmente desfavorable y continuamos fabricando jóvenes". Las turbulencias que augura para Francia se deducen de su demografía. Todd ve en Alemania el problema central, y, a diferencia de Debray, ve en el mundo anglo-americano más bien un aliado contra aquella.

Una vez que Francia se metió en el euro, invento mixto pero de diseño y sentido alemán, "se acabó", dice. "Ahora son los alemanes los que mandan y lo que piensen los franceses no tiene mucha importancia". Macrón es la servidumbre hacia esa realidad.

Según Todd, los alemanes "tienen una racionalidad limitada". "Hay una inteligencia de gestión de la economía a corto y medio plazo; han tomado el control de la Europa del Este, recuperan la mano de obra cualificada del sur y han logrado unos excedentes comerciales enormes, resuelven problemas técnicos: no producen suficientes hijos y hacen venir emigrantes… Todo eso es extraordinario, pero no saben pararse. Estoy convencido de que la lógica alemana de destrucción de las economías italiana, española y portuguesa, no ha sido accidental", explica.

La economía francesa, "está atrapada en la trampa del euro". La moneda única no puede funcionar en un país que tiene una tasa de fecundidad de dos hijos por mujer. Con Hollande hemos tenido un aumento del paro del 25% y esto va a continuar", augura. Lo que se perfila para Francia es, "estagnación política, descomposición, violencia difusa y una cierta salida de la historia", dice: "Los acontecimientos importantes para la ruptura del sistema ocurren fuera de Francia".

Los objetivos que Alemania se plantea hoy superan a su potencia y capacidad. "No creo que los americanos toleren la emergencia de un nuevo sistema alemán tan potente como el suyo". "A corto plazo vamos a tener un enfrentamiento entre el bloque continental alemán e Inglaterra a propósito del brexit. Los antieuropeístas franceses de izquierda están paralizados por su antiamericanismo, porque hasta que no lleguemos a tomar partido entre Berlín y Washington, no resolveremos gran cosa: para salir del euro necesitamos la ayuda del dólar".

Fuente:
http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2017/05/07/preguntas-presidente-atipico-82111/

sábado, 29 de abril de 2017

_--Estupideces* que no deberían decirse sobre la II Guerra Mundial. Las declaraciones sobre el Holocausto de Marine Le Pen y Sean Spicer ofrecen peligrosas falsedades.

_--La Segunda Guerra Mundial es un periodo inabarcable, que los historiadores no han parado de investigar casi desde que terminó —el primer libro sobre el suicido de Hitler, de Hugh Trevor Roper, se publicó en 1947—. El horror fue tan bestial, los crímenes cometidos tan inabarcables que una parte escapa al entendimiento. Nuevos historiadores se incorporan a los autores clásicos con tesis renovadas, el alumbramiento de territorios oscuros provoca polémicas, algunos países se sienten permanentemente ofendidos y no logran una lectura común del pasado. Sin embargo, por resumir dos declaraciones recientes de políticos muy relevantes —una candidata presidencial francesa y el portavoz de la Casa Blanca—, existen algunas estupideces (o son graves mentiras, manipulaciones criminales e ignominia?) sobre el conflicto que nunca deberían pronunciarse, sobre todo cuando se trata del Holocausto (y no solo de él,  los soviéticos murieron más,  asesinados,  quemados,  por hambre y frío. Fue en el este una guerra de exterminio,  se le llamó por los nazis guerra total,  nombre que intentaba ocultar el cariz criminal hacia toda la población no combatiente; mujeres,  niños y ancianos.  Más de 28 millones de seres humanos)   Y mucho menos desde puestos de enorme responsabilidad.

En un caso se trata de una sandez, del intento fallido de meterse en un jardín que requiere una sutileza muy grande: decir que Hitler no utilizó gas contra su propia población para justificar el ataque contra Bachar el Asad. El otro, quizás más grave porque en este caso fue totalmente consciente, bordea el revisionismo: negar la participación francesa en la persecución de los judíos franceses. Las dos declaraciones están relacionadas con un crimen único en la historia, la mayor atrocidad de todas las que cometieron los nazis bajo su reinado de terror: el exterminio del pueblo judío.

El historiador y periodista de la BBC Laurence Rees acaba de publicar un libro titulado The Holocaust (Londres, Viking, 2016), en el que resume en casi 600 páginas los conocimientos adquiridos durante toda una vida investigando esta atrocidad. Rees ha manejado documentos y estudios, pero, sobre todo, sus fuentes son decenas de testigos, víctimas y verdugos, del Holocausto. En un breve epílogo final, se hace una pregunta clave que le ha perseguido durante toda su vida profesional: ¿Es el Holocausto un acontecimiento único en la historia? ¿Puede ser comparable con otros genocidios? Su conclusión es que no admite ninguna comparación. “En los últimos tiempos he llegado a estar de acuerdo con el fallecido profesor David Cesarini que, en una conversación que tuvimos hace unos años, lo expresó de forma muy elocuente: ‘Nunca antes en la historia un líder decidió que, en un espacio temporal delimitado, un grupo étnico o religioso debía ser totalmente eliminado y que crearía todo el equipamiento necesario para llevar a cabo este fin’. Eso no tiene precedentes”.

Este hecho —el Holocausto como crimen único en la historia, durante el que fueron asesinados seis millones de seres humanos en apenas seis años— debería tener una consecuencia inevitable: sobre el Holocausto no se puede decir cualquier cosa, los políticos y historiadores deben ser precisos, respetuosos y hablar solamente desde el conocimiento. De eso, precisamente, trata la interesante película Negación, que se acaba de estrenar en España, de que hay cosas que son inadmisibles. No significa que tengan que existir temas tabú, pero sí deberían seguirse dos reglas: ser tremendamente respetuoso con las víctimas y tener mucho cuidado con lo que se afirma.

Sean Spicer, portavoz de la Casa Blanca, aseguró para justificar el ataque con misiles contra Bachar el Asad: “Nosotros no usamos armas químicas en la Segunda Guerra Mundial. Había una persona tan detestable como Hitler que ni siquiera cayó tan bajo como para utilizar armas químicas”. Lo que seguramente quiso decir es que, pese a ser un tirano despiadado, pese a que en la Segunda Guerra Mundial se superaron todas las fronteras del horror, pese a que los nazis consideraron la guerra en el Este un conflicto de exterminio del enemigo –unos tres millones de prisioneros rusos murieron de hambre– no se utilizaron armas químicas en el campo de batalla, algo que había sido moneda corriente en la Primera Guerra Mundial. Solo Japón, en China, utilizó este tipo de armamentos en batallas. La falta de matices llevó a Spicer a entrar en el siniestro territorio del negacionismo, aunque la estupidez era tan inconmensurable que nadie pensó que estaba diciendo lo que estaba en realidad diciendo: que Hitler no utilizó gas contra civiles, por lo tanto, que no existieron las cámaras de gas. Al final, tuvo que pedir perdón con un gráfico: “La jodí”.

Los nazis asesinaron a millones de judíos, y miembros de otras minorías como gitanos, en las cámaras de gas de los seis campos de exterminio que instalaron en Polonia –Chelmno, Belzec, Sobibor, Treblinka, Birkenau (parte del complejo de Auschwitz) y Majdanek–, en algunos casos con el siniestro Zyklon B y, en otros, con el más rudimentario monóxido de carbono. Pero el uso de gas no solo se produjo durante la Shoah: antes de la guerra, antes de las masacres masivas en las que decenas de miles de presos eran gaseados cada día, ya habían utilizado este método para asesinar a personas con problemas físicos o mentales. El uso de gas para asesinar a personas que no cuadraban con la delirante doctrina racial nazi está en el corazón mismo del nacionalsocialismo incluso antes de la Segunda Guerra Mundial. Efectivamente, se mire como se mire, Spicer metió la pata de una forma lamentable.

El caso de Marine Le Pen, la candidata ultraderechista francesa que tiene grandes posibilidades de pasar a la segunda vuelta en los comicios del próximo 23 de abril, es más grave. Lo que afirmó la representante de esta saga de líderes ultras es que “Francia no es responsable del Vél’Hiv”, la razia contra los judíos de París, el 16 y el 17 de julio de 1942, la mayoría de los cuales acabarían siendo asesinados en Auschwitz. Aquellos dos días fueron detenidas por la policía francesa unas 13.000 personas como quedó constancia en numerosos documentos e innumerables testimonios. En un editorial, Le Monde acusó a la candidata de “haber cruzado una línea roja, la del consenso nacional sobre la lectura de uno de los episodios más dolorosos de la historia de Francia”. Se trata, eso sí, de una tradición familiar, ya que su padre y fundador de su partido, el Frente Nacional, fue condenado por asegurar que “las cámaras de gas fueron una anécdota en la historia de la Segunda Guerra Mundial”.

Como otros países que vivieron la ocupación nazi, al final del conflicto Francia trazó un relato nacional: los franceses se liberaron a sí mismos gracias a la Resistencia, los colaboradores fueron una minoría y los crímenes contra los judíos fueron cometidos por los nazis. Eso, naturalmente, era totalmente falso: una parte significativa de los franceses abrazaron el régimen colaboracionista de Vichy, la policía francesa participó en la persecución de judíos –el antisemitismo era un problema muy general– y los enfrentamientos entre la Milicia de Vichy y la Resistencia fueron bastante parecidos a una guerra civil.

Poco a poco, el relato fue resquebrajándose, sobre todo gracias a tres películas muy importantes: El viejo y el niño (1967), La pena y la piedad (1969) y Lacombe Lucien (1974). Siguieron todo tipo de investigaciones de autores como Robert Paxton. El último ensayo significativo sobre el asunto fue publicado este año, Combatientes en la sombra (Taurus), del británico Robert Gildea. Sin embargo, los políticos de la generación de la posguerra tardaron mucho en asumir la realidad. Fue Jacques Chirac, un presidente conservador, quien en 1995 reconoció la culpa de Francia en las deportaciones, algo que también hicieron los dos siguientes presidentes, Nicolás Sarkozy y François Hollande.

El relato nacional había cambiado, hasta las placas que recuerdan la deportación, presentes en muchos rincones de París, en colegios o edificios en los que vivían judíos, señalan directamente a la policía francesa. Es muy importante: si los franceses fueron responsables de los crímenes, son los propios franceses los que tienen que permanecer vigilantes ante cualquier forma de racismo y el resurgir del antisemitismo. En una de las plazas más bellas de París, la des Pétits–Pères, se encontraba el Comisariado de Asuntos Judíos de Vichy, cuya misión era aplicar las leyes racistas de Vichy contra judíos y gitanos. No era una institución nazi, era una institución francesa. Diga lo que diga Marine Le Pen, existe un consenso entre los historiadores sobre la participación francesa en esos crímenes. Negarlo es una forma de negar que ocurriesen. Hablar de banalidades es otra forma de distraer y no analizar con seriedad los hechos terribles y crímenes sin precedentes de la II G M.

P. D.:
*Es evidente que la palabra "estupidez" no es la que define un largo proceso de preparación, manipulación y exaltación de las masas para cambiar su actitud ante la guerra y toda su ejecución. De ninguna manera, los hechos ocurridos durante la II G M, pueden ser tildados de estupidez, al menos para historiadores serios. No fue un "error tonto" lo que se fraguó y llevó a cabo con tantos países, mediante la utilización del nazi-fascismo, por parte de las clases dirigentes de Alemania, Italia, Austria, y otras naciones. Utilizar esa palabra es ya comenzar, una vez más, a manipular banalizando los hechos criminales y terribles que ocurrieron durante esos seis años de principio a fin. Y no fueron los judíos las principales y menos las únicas víctimas, como parece que muchos nos quieren hacer creer. Y, sobre todo, en los actuales países del Este como Hungría, Polonia, Letonia, Estonia y Lituania donde nuevos museos pretenden cambiar la Historia reescribiéndola con medias verdades y claras falsedades u olvidos. El núcleo principal de victimas fueron las clases populares y sus organizaciones y dirigentes. Me dijo un guía checo que en Praga habían cambiado el nombre de muchísimas calles, a veces el nombre de una batalla en las afueras de Praga, porque no sólo participaron checos contra alemanes, también soviéticos, ello era suficiente para borrarlo en una muestra de intentar hacer desaparecer la realidad de la guerra y de quien llevó el peso del combate, la liberación y la victoria. Y en algún país báltico se ha levantado monumento a oficiales de las SS. ¿A dónde nos lleva este camino?

http://elpais.com/elpais/2017/04/13/hechos/1492084221_516738.html

martes, 20 de diciembre de 2016

Entrevista a Philippe Martínez, secretario general de la CGT francesa. “Estamos preparados para una nueva confrontación”.

El dirigente cree que la aplicación del programa de rigor que anuncia Fillon “será una catástrofe” que agravará la situación social en el país

Philippe Martínez (Suresnes, extrarradio de París, 1961) es el primer sindicalista de Francia. Secretario general de la CGT, el mayor sindicato francés, en primavera mantuvo un arriesgado pulso callejero de cuatro meses contra la reforma laboral del gobierno socialista. Aquello demostró que en el país con una de las tasas de sindicación más bajas de Europa (10%), la movilización social aún puede tener un vigor inusitado en Europa.

“Es diferente que en España. Aquí no hablamos de huelga general y sin embargo tenemos movilizaciones de calle, me parece, más importantes que en España”, dice este hijo de españoles republicanos con raíces en la montaña santanderina. Habla un poco español y dice conservar vínculos personales en España.
En España las huelgas generales suelen ser cosa de un día.
De un día y me parece que con menos gente movilizada… pero bueno son países diferentes, con leyes diferentes, relaciones sociales distintas y una historia diferente. Difícil de comparar.

¿Sobre todo porque Francia es un país mejor gobernado?
No sé. En cualquier caso algunas reformas se parecen. Pero ustedes tienen otra historia, los cuarenta años de franquismo. Nosotros no tenemos ese peso, aparte del periodo de la segunda guerra mundial...
Existe la impresión de que los españoles son un pueblo verbalmente muy rebelde pero de corto recorrido, y que, al final, son los franceses, más perseverantes en su exigencia, los que son más rebeldes.
No sé. Creo que cuando el franquismo se acabó hubo mucha ilusión en España sobre un cambio, pero el capital siguió allá, los intereses saben adaptarse muy bien según los gobiernos y siguen estando presentes. Luego estaba la ilusión europea. España prosperó con las ayudas europeas que favorecieron su integración, así que la experiencia de la joven democracia no es la misma que la de nuestra vieja República.

¿Ve inevitable un duelo derecha/extrema derecha en la segunda vuelta de las presidenciales francesas de mayo?
Es lo que dicen los sondeos, pero los sondeos se equivocan. Nuestro empeño es mostrar que se puede hacer otra cosa diferente a lo que se nos presenta como única vía. Demostrar que hay opciones, que puedes ir hacia la austeridad o hacia las alternativas sociales, pero con el cúmulo de problemas de nuestro país es seguro que el populismo con sus ideas simplistas contra el emigrante va a pesar mucho. Eso es algo recurrente.

¿Va a aumentar mucho la presión la victoria de Fillon?
Las cosas se van a agravar. Dice que hay que “trasladar la negociación a las empresas”, es lo mismo que la ley (laboral socialista) El Khomri, y cita el ejemplo del referéndum de la empresa Smart. No dice que ese referéndum dividió a los empleados, que los obreros votaron contra el alargamiento de la jornada de trabajo y los cuadros a favor. El resultado fue que no hubo acuerdo y que la dirección obligó a los trabajadores a cambiar su contrato de trabajo. Como Fillon no va a las empresas, no lo sabe. Se olvidó decir que con el aumento de la jornada las bajas por enfermedad se doblaron en la empresa, porque cuando se trabaja en condiciones difíciles eso tiene efectos en la salud. En definitiva, que incluso en las empresas en las que hay sindicatos cuando te dicen “si no aceptáis, cerramos”, la negociación es muy difícil. Si te dicen, “estás en plena forma, o te dejas cortar los dos brazos o te matamos”, bueno, pues prefieres el corte a morir… Y no hay sindicatos en todas las empresas. Pero Fillón quiere ir aún más lejos.

¿Qué consecuencias tendrá el recorte anunciado de 500.000 funcionarios?
Será la catástrofe. Por desgracia esa es la pregunta que los periodistas no le hacen. La realidad es que los funcionarios ya no pueden más, que no hay que suprimir puestos sino crearlos. Su solución es que trabajen más pero en los hospitales ya están al límite, que las bajas por enfermedad de las enfermeras -casi siempre son mujeres- están al límite. Allí, desde sus despachos, no tienen ni idea de la vida real de la gente. Y en la enseñanza, las clases están sobrecargadas. La educación debería estar sacralizada, darle todos los medios. No es un gasto, sino una inversión y lo mismo ocurre con la sanidad… Y luego, los servicios públicos son la garantía de que, vivas en la Creuse o en Paris, tienes los mismos derechos. Pero están reagrupando los servicios en las grandes ciudades, así que si vive en la provincia profunda el ciudadano deja de ser igual en la República, porque en Burdeos va bien, pero en la Creuse ya no hay hospital, cierra la oficina de correos, no hay internet… es el propio sistema lo que están poniendo en cuestión. Y siempre apoyándose sobre esa misma idea mentirosa de que los problemas de Francia son culpa de los asalariados que no trabajan suficiente, que son unos perezosos que ganan demasiado. Así se culpabiliza al pueblo y se añaden medidas que aún empeoran más su situación. Fillon miente cuando dice que han aumentado en un millón los funcionarios en las colectividades territoriales. ¡Y nadie le contradice!: lo que ha pasado es que han transferido funciones del Estado al poder local, y con ello los funcionarios. Es la cultura de la mentira.

¿Están dispuestos a una nueva confrontación?
Sí. Hemos entrado en una nueva fase en la que la ley laboral ha sido promulgada sin mediar voto, por imposición autoritaria. Pero llega a las empresas y hay resistencia. Se ve menos que cuando somos un millón en las calles, pero hay victorias. En Renault hubo huelgas la semana pasada porque la dirección quería un acuerdo de empresa para que trabajaran una hora más. Eso es la ley laboral ahora. También hay muchas huelgas en correos contra la supresión de carteros, que son funcionarios.
Pero el paquete que la derecha anuncia ahora va a ser mucho peor…
Fillon ni siquiera quiere leyes, lo que quiere son ordenanzas; escribo un texto, lo firmo y ni siquiera hay debate. Hay que convencer a la gente de que las cosas se pueden hacer de otra manera. Saldrá aún más gente a la calle.

¿Entre los políticos hay alguno que proponga hacer las cosas de otra manera? ¿No recomendarán un voto?
Nosotros no estamos para eso. Nos limitamos a proponer y luego veremos. Esa es la diferencia con España, Alemania o Suecia. En Francia somos independientes.

¿Incluso en una situación tan crítica como la que se les viene encima?
Nosotros hacemos propuestas y son los políticos los responden como quieren. La gente no es tonta, no necesita que la CGT le diga a quién votar. No nos corresponde a nosotros decir lo que hay que hacer, excepto en la cuestión del Frente Nacional. Es verdad que la derecha de Fillon culpabiliza a los extranjeros, pero el FN dice, “si tienes problemas es culpa de los inmigrantes”. Y eso es inadmisible.
El problema es que no solo Fillon, sino también Hollande demuestran que hay una “lepenización” de la política francesa. Es un proceso serio, ¿no?
Cuando todos corren tras el lobo, acaban legitimándolo. En eso somos intransigentes: el racismo es inadmisible. Nos hemos opuesto a la retirada de nacionalidad (a binacionales acusados de terrorismo, propuesta por el FN y asumida por el Presidente Hollande, que no logró su aprobación). La extrema derecha siempre ha estado presente en Francia y la CGT siempre se ha opuesto a esta división: el que trabaja a tu lado, siempre es un compañero y no alguien que te quiere quitar el trabajo aunque venga de muy lejos.

Hasta ahora el incremento del voto al Frente Nacional siempre ha sido contenido en Francia por el sistema proporcional y por la alergia que aún provoca la ultraderecha a una mayoría de los franceses.

¿Va a volver a funcionar esta póliza de seguro en 2017?
No estoy seguro. Es verdad que los otros partidos entran en el terreno del FN en lugar de proponer soluciones contrarias. Antes había una verdadera oposición alrededor de los valores fundamentales de la República. Hoy es el FN quien lanza las ideas y determina la polémica sobre los refugiados, por ejemplo. Es grave. Dicho esto, la democracia es el voto proporcional: no se lucha contra las ideas del FN con leyes y artificios electorales, la segunda vuelta y todo eso. Contra las ideas hay que luchar con ideas.

¿Se está yendo hacia una síntesis entre el programa neoliberal europeo y el populismo autoritario de los nietos de Pétain? ¿Podría ser ese el futuro?
¡Pero si el FN es neoliberal! Tanto Marion Marechal Le Pen como Florian Philippot proponen suprimir el impuesto a las fortunas, suprimir las cotizaciones sociales que son el fundamento de la solidaridad social en nuestro país. Todo eso no es para los pobres. ¡Es el programa de la gran patronal del Medef! Proponen, igual que Fillon, liberalizar el trabajo, dejar de molestar a los patrones para que puedan despedir como quieran. Así que el FN es económicamente un partido liberal. La diferencia es que además de eso ponen cosas como el cierre de las fronteras, que los demás imitan, y también la idea de que las elites son siempre los mismos, etc.

Ustedes son un sindicato de gente que trabaja,

¿qué hacer con la realidad social de la gente que no trabaja y que son la mayoría en los territorios abandonados de la República?
Somos la única central en la que hay parados sindicados y tenemos un colectivo que se ocupa de ello, de organizar a los que no tienen trabajo. No es fácil porque, por principio, no tienen vínculos sociales, se quedan en casa, en el barrio… Se les puede encontrar en las oficinas de empleo pero en ellas cada vez hay menos funcionarios que se ocupan de ellos y más ordenadores. Hay mucho trabajo que hacer porque nuestra vertebración es sobre todo la empresa y hay que actuar más en los barrios y con los precarios.

Ustedes proponen trabajar menos para trabajar todos, reducir la jornada de trabajo, pero en nuestra sociedad parece que el trabajo disminuye, se hace más raro,

¿qué piensa de la renta básica?
El trabajo no disminuye. Hay menos gente que trabaja, pero los que trabajan, trabajan más. Que la ley contemple la semana de 35 horas no significa que todo el mundo trabaje 35 horas. La media de trabajo en Francia es de 38 o 39 horas para los empleados y de casi 45 horas para los cuadros. Y eso sin contar el “trabajo invisible” de los fines de semana en casa, siempre localizables por ordenador y móvil… Por eso la CGT lucha por el derecho a la desconexión al salir del trabajo. La idea de trabajar menos es para hacer respetar colectivamente los horarios de trabajo, lo que abre posibilidades.

En el debate sobre la renta básica hay mucha confusión. Nosotros pensamos que el trabajo es estructurador en la vida, un lugar de socialización, de relaciones, algo que evita encerrarse y disolverse a la gente, siempre que las condiciones sean decentes. Por eso tenemos ciertas reservas sobre la renta básica. Eso no quiere decir que no haya indemnizar a quienes no tienen trabajo e incrementar el seguro de paro, pero hay que ir hacia el pleno empleo y no considerar que habrá menos trabajo y encontrar una fórmula para que la gente se quede en casa sin hacer nada. Hay un debate, pero la tendencia es esta: considerar que el trabajo estructura la vida de la gente, que hay que emanciparse, relacionarse e intercambiar con los otros.

¿Quiere decir que la renta básica sería renunciar a todo eso?
Sí. El problema hoy es que se sufre porque no se tiene trabajo, o porque se tiene demasiado trabajo. Por eso nuestra idea de ir a una semana laboral de 32 horas que meta a mas gente en el trabajo, que se les pague bien, porque eso estructura. Puede que una parte marginal de la sociedad no quiera trabajar, habría que verlo, pero a aquellos que no tienen trabajo hay que indemnizarlos porque no es por su culpa.

Casi toda la involución social que reciben en Francia está contenida en directivas europeas.

¿Es posible reparar esta UE o hay que derribarla?
Hay que repararla

¿Cómo reparar una estructura oligárquica, antidemocrática y al servicio del neoliberalismo?
Hay que inyectarle democracia

¿Cómo? ¿Con más soberanía nacional?
Dando más derechos a los ciudadanos
Pero el “ciudadano europeo” no existe. Hay el citoyen francés, el staatsbürger alemán, la mezcla de súbdito y ciudadano español, todos con un marco de referencia, una historia, nacional…
Hay que asociar los pueblos a la construcción europea para que den su opinión sobre lo que se discute en los despachos de Bruselas. Por ejemplo, nosotros en 2005 votamos contra el tratado y nos ignoraron…Debemos trabajar con nuestros homólogos en los demás países para ir a criterios comunes en materia de salario mínimo. No hay que privilegiar la competencia entre países, pero esta Europa se ha construido sobre la oposición de los pueblos. Yo trabajo en Renault que está implantada en Francia, España, Portugal y Eslovenia ¿Qué nos dicen?: “ustedes ganan más que los españoles, deben ponerse a su nivel”. Y a los españoles se les dice, “ganan más que los rumanos, pónganse a su nivel”. En lugar de tomar los mejor como criterio, se opone a un pueblo contra el otro. Así que aunque no estemos al mismo nivel, por lo menos necesitamos los mismos criterios en salario mínimo y jornadas laborales.

Pero eso quiere decir cambiar los tratados europeos, cambiar la estructura fundamental de Europa tal como la conocemos hoy,
de ahí mi pregunta sobre la reformabilidad cuando al frente del asunto están personajes como Juncker, Barroso o Draghi, unidos por Goldman Sachs…

Para reorientar la política europea hay que apoyarse sobre los ciudadanos, los asalariados y no sobre los comisarios. Todo depende de la correlación de fuerzas, de la movilización de los ciudadanos en la calle. Por lo menos en Francia las cosas se hacen así. Los políticos hacen las leyes, pero porque hay detrás trabajadores movilizados. En Europa hay que construir la solidaridad y hace falta que los sindicatos amplíen su visión. Nosotros proponemos criterios comunes en materia de salario mínimo en cada país, limitar el tiempo de trabajo, que la fiscalidad sea la misma porque es inadmisible que una empresa se establezca en Irlanda para no pagar impuestos.

El problema es que no existe una CGT europea…

Es usted pesimista.

Ustedes juegan un partido nacional en un terreno de juego que es, por lo menos, europeo.
Encuentro a muchos colegas europeos que comparten nuestras ideas y que reflexionan junto con nosotros sobre las alternativas. Creo que algo comienza a moverse lentamente…

¿Cuántas jornadas europeas de protesta han organizado?
No sé, pero no basta con que los sindicatos organicen cosas desde arriba sobre las que la gente no tiene ni idea.

¿Las cúpulas sindicales son problema?
Claro, los sindicatos funcionan igual que la política y que Europa, con los mismos defectos: personas, expertos, muy alejados de la realidad. El propio sindicalismo debe reflexionar y acercarse más a las enfermeras que a Juncker, por así decirlo.

Usted recibió mucha presión durante la protesta contra la reforma laboral.
Algo más que presión. El trato que recibió la CGT fue absolutamente escandaloso. (El presidente de la gran patronal, Medef, Pierre) Gataz nos trató de “terroristas” sin que nadie dijera, “cuidado que manifestarse y matar gente no es exactamente lo mismo”. Cuando el primer ministro y los medios de comunicación nos trataban de alborotadores violentos -a los que denunciábamos y que nos atacaron en las manifestaciones- porque un tipo encapuchado rompió los cristales de un hospital infantil, fue escandaloso. Vivimos bajo el único Estado de Emergencia de la Unión Europea. Tenemos militantes detenidos, arrestados con enormes peticiones de pena: se pide prisión con libertad provisional para un trabajador que tiró confetis en una reunión con los patrones. Un año. ¡Es escandaloso! Casi cada semana tenemos un sindicalista detenido como si fuera un delincuente.

En marzo-abril parecía que había cierto miedo, cierto nerviosismo en el gobierno, por la convergencia del sindicalismo con la Nuit Debout, el pseudo 15-M francés.
Intentaban oponer a la juventud con la CGT. Macron [ministro de Economía francés] era el especialista: “los jóvenes pasan de ustedes, quieren ser millonarios…” Sí, hay un miedo de que los sindicatos y la juventud dialoguen. Yo fui ha hablar a la Nuit Debout, no estábamos de acuerdo en todo. Creo que ese movimiento idealizó mucho a los indignados españoles.

Después de todo la juventud instruida francesa tiene mucho más futuro laboral y profesional que la española…
Para mi lo fundamental es que en Francia, aunque por todas partes se dice “hay que apañárselas solo”, aún hay una noción de lo colectivo. Se pueden tener problemas individuales, pero todavía está vivo ese reflejo de decir “juntos seremos más fuertes”. ¡Hasta los empleados de Uber han acabado creando su asociación! Permanece la idea de que la asociación es la mejor manera de defenderse y eso es interesante.

La conexión de los trabajadores con la Nuit Debout también fue interesante. Sin embargo, ni ellos ni ustedes tienen una conexión con el mundo de los extrarradios urbanos emigrantes, que concentran el grueso de la miseria y del abandono social en Francia.
Efectivamente: no construiremos nada desde arriba sin estar arraigados con la realidad de la vida de la gente. Hay que trabajar a nivel local. En Marsella por ejemplo, la CGT está implantada en los barrios, pero hay mucho por hacer, eso debería multiplicarse por cien para dar una esperanza a esa juventud. Debemos trabajar mucho antes de que esa fractura se haga irremediable. Están rompiendo la sociedad, pero la República es la solidaridad y el vivir en común.

Fuente:
http://www.lavanguardia.com/internacional/20161212/412546895096/entrevista-philippe-martinez-estamos-preparados-nueva-confrontacion.html