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jueves, 26 de diciembre de 2013

Lo que quiero ahora

...El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan...

Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.

También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.
Ángeles Caso.
Este artículo está repetido con leves variaciones,(16-12-2012)... sin duda me gustó y me ha vuelto a gustar cuando lo he recibido de nuevo...
Leer más: http://www.lavanguardia.com/magazine/20120119/54245109494/lo-que-quiero-ahora-angeles-caso.html#ixzz2obI3Lpdp

lunes, 29 de abril de 2013

Olvido y silencio de Julián Grimau. Gregorio Morán...

Hay un poema impresionante de César Vallejo, como todos los suyos, que se refiere a un cadáver, el del desconocido miliciano Pedro Rojas, que estaba “lleno de mundo”. A Julián Grimau le ocurrió exactamente lo contrario. Decía, digo, que César Vallejo, el Inmenso, tiene un poema en el que se refiere a un cadáver lleno de vida, que es lo mismo que estar pletórico de mundo. Pues bien, yo voy a escribir sobre un cadáver lleno de muerte, porque todo lo que rodeó los últimos meses de su vida no fue más que un cruel descenso hacia al cadalso.

Resulta difícil imaginarse a esas asociaciones dedicadas a la celebración de la memoria histórica, a los grandes acontecimientos que conforman nuestro presente y que son analizados y evaluados como si se tratara de diamantes en el mercado de Amsterdam. Ese muerto ¿es nuestro o del enemigo? ¿Nos ayuda o nos perjudica? ¿Es bajo en calorías políticas o puede provocar reacciones airadas? Los muertos más útiles en el terreno de la cultura son aquellos que produjeron mucha obra, fallecieron pobres y dejaron viudas. En el caso de los militantes asesinados, ocurre lo contrario. Las viudas sobran porque siempre tienen la tentación de levantar la alfombra y las alfombras están para que se las pise. Evite usted levantar las esquinas.

¿Quién se acuerda ya de aquel policía republicano que fusilaron una madrugada del día 20 de abril de 1963 en los descampados del cuartel de Wad Ras, nombre exótico que designa la paramera que rodea Madrid, hacia el barrio de Campamento? Se llamaba Julián Grimau y era un tipo común, sabía leer de corrido, incluso tenía una cultura, su padre ya había sido madero de oficina y él había entrado en el Cuerpo y se había hecho policía. Estábamos en plena II República. Estalló la guerra y él, que procedía de clase media, votante republicano, entre Casares Quiroga (conocía bien Galicia) y Manuel Azaña, se afilió al Partido Comunista. Entre aquella patulea de conversos radicales dispuestos a poner en la cuneta a todos los enemigos de clase, empezando por la portera, Julián Grimau era un profesional del Cuerpo de Policía republicano. Ascendió como la espuma. En Barcelona se ocupó de la Quinta Columna. No olvidemos que el gran Cambó estaba dando apoyo al enemigo y los demás habían huido, si habían tenido suerte, a San Sebastián o a Burgos. Se mató mucho.

Lo que viene luego es muy sencillo. El exilio, México, Cuba y la larga espera a que el Partido Comunista se acordase de él cuando le necesitara. Como se iban achicando los espacios de la militancia, ya no quedaba gente que enviar al interior; muerte segura o cárcel de por vida. El ínclito mitinero del exilio, felizmente olvidado, González Jerez, tenía un acento caribeño y un rostro de cemento armado, pero cuando le dijeron que fuera a España para cubrir las bajas de la represión (un trabajo para suicidas sin pretensiones), dijo que no. Julián Grimau aceptó. Era un militante. Llegó a España en 1957, en los prolegómenos del gran levantamiento contra la dictadura, la huelga general política que pronosticaban Carrillo y Claudín.

Habría que reconstruir los años de Julián Grimau en España, desde 1957, que llega a Barcelona, y luego en Madrid, a donde le ordenan que se desplace en 1959, hasta su detención el 7 de noviembre de 1962. Recuerdo perfectamente el sitio porque me lo repetía un viejo militante cada vez que pasábamos por allí. La plaza Manuel Becerra, al lado de un parque coqueto y amable que nos servía para charlas, sin llamar la atención. Grimau tenía que hacer de todo, no es como en las novelas: transcribía mensajes, los leía tras pasarlos por la plancha, iba al libro convenido de claves, se arriesgaba por las mañanas en las fábricas de Méndez Álvaro para entregar los paquetes de panfletos, y se recogía por las tardes, algunas reuniones, y como todo clandestino que se precie se metía después de comer en un cine de barrio para ver las sesiones dobles, mientras amagaba una siesta. Vida clandestina, topos urbanos.

Pero aquel día en la plaza Manuel Becerra tenía el contacto con Lara, un currante. Un veterano, nada de un confidente. Siete años de cárcel tenía en su haber. Había soportado las torturas de la época, las de verdad, nada de película, y de su boca no había salido nada. Francisco Lara, un militante de honor hasta ese día cuando le pillaron tirando panfletos y le achucharon. Una sórdida historia más común de lo que la gente estaba dispuesta a creer. ¡Se casaba su hija! Cómo no iba a estar él en la boda de su hija. Esa vergonzosa debilidad que nos concede la vida y nos la arruina. “Si me dejan asistir a la boda de mi hija, les puedo decir algo”. Me avergüenza hasta contarlo. Unos sicarios policiales dispuestos a matar a su madre, si es que sabían quién era, ante un guindo que les promete una entrega si le dejan asistir a la boda de su hija. Es obvio añadirlo, no asistió a la boda de su hija, pero un tipo delgado, de aspecto anodino, fue detenido apenas subió en la parada de Manuel Becerra, junto al jardín coqueto y con el fondo del coso de las Ventas. “Soy del Partido Comunista, soy del Partido Comunista”, gritó cuando se dio cuenta de que le habían pillado. No evitó que le forraran en el mismo autobús. Era el 7 de noviembre de 1962.

Pero lo más curioso es que la policía no tenía ni puta idea de a quién acababa de detener. Cuando lo dijo en la dirección general de Seguridad, Puerta del Sol, hoy museo, tampoco avanzaron mucho, pero cuando echaron mano de los dossiers descubrieron que se trataba de un madero, un madero del enemigo, un descubridor de quintacolumnistas en Madrid y Barcelona. Le dieron tantas hostias, le infligieron tantas humillaciones, que al final lo tiraron por una ventana a ver si se moría y se quitaban al muerto de encima. Pero resistió y se convirtió en una de las leyendas más importantes de la historia del antifranquismo. El comunista Julián Grimau se hizo como un verso de Vallejo: Un cadáver lleno de vida.

Para Santiago Carrillo y la dirección del PCE en París, fue la ocasión para ocupar el espacio que les habían retirado las demás fuerzas de oposición, dispuestas a todo tras el llamado Contubernio de Munich. Demostraba la presencia valiente hasta la temeridad del PCE, que en las huelgas mineras asturianas del 62 había estado ausente –su dirección había caído unos meses antes–. Y sobre todo consagraba que el enemigo que batir por parte del franquismo era el comunismo, que le servía de tapadera y de acicate. La de Julián Grimau fue la campaña internacional más importante de la historia del antifranquismo.

El consejo de guerra. Una parodia que alcanzó la mascarada. El juez togado, entre aquellos pistoleros uniformados desde la guerra, era un falsario. Se llamaba Manuel Fernández Martín y había hecho un par de cursos de Derecho en Sevilla y ganado la guerra; un estafador que había encontrado su oportunidad para rehabilitarse ante aquellos caballeros. Se lo cobró, vaya si se lo cobró.

Se hizo legendaria la protesta de Manolo Sacristán ante la fuente de Canaletas y el chaqué de don Ramón Menéndez Pidal para visitar al Caudillo y pedirle clemencia. Se lo tuvo que quitar cuando se enteró de que ya no valía la pena, y que a las cinco y media de la madrugada un pelotón de soldados, en las afueras de Madrid, le habían dejado como un colador. Hay quien aseguró que fueron necesarios tres tiros de gracia; sospecho que por inexperiencia.

El ministro Fraga Iribarne, que denominaba al muerto “ese caballerete”, ayudado por su cuñado, Robles Piquer, y por el tándem cerebral de Jiménez Quílez y Martín Gamero (futuro ministro), editó un libro anónimo, sin pie de imprenta, pero del que se publicaron miles de ejemplares, titulado Grimau, crimen y castigo. Sin todo esto es imposible acercarse a la mitología de la transición democrática. Medio siglo después resulta imprescindible explicar por qué Julián Grimau fue un cadáver lleno de vida. La guerra no había terminado.

Gregorio Morán es un columnista habitual en el diario catalán La Vanguardia. Veterano resistente y luchador político en el clandestino Partido Comunista de España bajo el franquismo.
La Vanguardia, 27 de abril de 2013
Fuente: Sin Permiso

viernes, 22 de febrero de 2013

Berlín, al que "Manqua Finessa" en cantidad, entra "como un elefante en una cacharrería" en la campaña italiana. Il cavalieri, con el populismo que le caracteriza, lo utiliza a su favor astutamente y se ríe de las advertencias alemanas a los italianos sobre votar a Berlusconi

Los políticos alemanes se suman, así torpemente, a la estrategia del Cavaliere

Alarmado ante el ascenso de Silvio Berlusconi en las encuestas, Berlín entra en la campaña italiana con torpes declaraciones de toda una serie de políticos que favorecen más que perjudican al Cavaliere. Berlín parece no entender que lo mejor que podría hacer en la actual situación italiana sería callarse. En lugar de eso se alecciona a los italianos sobre cómo votar.

Cuando Berlusconi se está presentando ante el público italiano como el político audaz que desafía el diktat teutón, la simplona racionalidad de los políticos alemanes no entiende el juego y entra al trapo con una ingenuidad asombrosa. En su primario juego anti-tedesco, todo le suma a Berlusconi, que fue un aventajado alumno de ese diktat cuando estaba en el gobierno. El futbolista Mario Balotelli, que marcó dos goles contra Alemania descalificándola en el mundial, ha sido fichado por su AC Milan. Mientras ese Mario hizo “llorar dos veces” a los alemanes, ha dicho, el “otro Mario” (Monti) les hace llorar.

Con el discurso a ese nivel, el ministro de exteriores alemán, Guido Westerwelle, irrumpe en el terreno de juego, siguiendo la estela del comisario europeo, Olli Rehn, que abrió la serie declarando a Berlusconi “no fiable”. Pero Rehn no es alemán. Con sus declaraciones contra el magnate italiano Westerwelle y los suyos actúan como majorettes en la fiesta de Berlusconi. “Naturalmente no tomamos parte en la campaña electoral italiana, pero sea quien sea el que forme el nuevo gobierno estamos a favor de que prosiga la línea proeuropea y las necesarias reformas”, dice Westerwelle. Italia es, dice el ministro, “el país clave para la superación de la crisis de deuda europea”.

“Italia necesita una dirección política que pueda conectar con el futuro y Berlusconi no sirve para eso”, ha dicho el presidente de la comisión de exteriores del Bundestag, Ruprecht Polenz, del partido de Merkel. La canciller, que ya se pilló los dedos durante la campaña francesa rompiendo una lanza por Sarkozy, guarda silencio. Incluso si en Francia no había entonces un resentimiento ante el rudo protagonismo alemán en la eurocrisis, aquella fue una torpeza que difícilmente repetirá Merkel ahora.

En pleno Stalingrado de la eurocrisis, cuando la recesión europea amenaza con degenerar en una espiral de reducción de la recaudación de impuestos, aumento de los costes presupuestarios del desempleo e incremento de la deuda -no “pese al ahorro”, como exclaman extrañados muchos comentaristas alemanes, sino precisamente a causa del asfixiante ahorro- Berlín teme que las elecciones italianas consagren un vuelco.

Con el magnate de nuevo en el gobierno, Italia rompería con la política de estabilidad lo que podría tener consecuencias “muy serias” para el euro, dice el portavoz de política presupuestaria del partido de Merkel (CDU), Norbert Barthle.

Las declaraciones de políticos alemanes sobre la campaña electoral italiana y su rechazo a Berlusconi, “no expresan tutela”, explica una angelical editorial del Sudddeutsche Zeitung. Simplemente, “se ofrece a los italianos una información que podría ayudarles a tomar su decisión electoral”, añade. El problema es que nadie garantiza que esta indicación alemana sobre cómo votar “correctamente” en Italia, no abone el populismo de Berlusconi.

El Cavaliere, que fue echado del gobierno por una patada de Angela Merkel y su comparsa Sarkozy en octubre de 2011, ya ironiza sobre sus rivales, Bersani y Monti, como los “candidatos alemanes”. Pero en Berlín se desconoce el más simple abecedario de la sensibilidad nacional en los estados europeos.

Dato
Enfermedad Francesa. Con un retroceso de tres décimas de punto en el último trimestre, la mitad del retroceso alemán, Francia continua siendo presentada en Berlín como el “enfermo de Europa”, pese a que la economía francesa, más diversificada y con una mayor demanda interna, tiene algunas ventajas sobre el modelo exportador alemán.

Rafael Poch. La Vanguardia

viernes, 1 de febrero de 2013

Alemania deplora a Hitler 80 años después de su llegada al poder

Merkel afirma que el nazismo es "una advertencia permanente" del pasado | "Auschwitz comenzó con la destrucción de la democracia", dice el presidente del Bundestag

Doce años transcurrieron desde la llegada de Adolf Hitler al poder y la liberación del campo de exterminio de Auschwitz por el ejército soviético. Doce años que determinaron y marcaron a Alemania como nación, con un lastre de infamia sin parangón en la historia europea, tan sobrada de barbaridades. Aquellos doce años siguen ahí, como advertencia universal, como complejo nacional y también como deber de pública contrición.

La prueba de todo ello fue la lúgubre celebración que las autoridades alemanas dedicaron ayer al 80.º aniversario de la llegada de Hitler al poder, un 30 de enero de 1933. Acto solemne en el Bundestag y discurso de la canciller Merkel inaugurando una exposición dedicada al evento. Trajes negros, semblantes cabizbajos y una gran emoción al escuchar en la cámara la plegaria, casi un llanto, cantada en hebreo rememorando las catedrales del holocausto judío: Birkenau, Treblinka, Majdanek, Babi Yar...

"El camino hacia Auschwitz comenzó con la destrucción de la democracia", dijo el presidente del Bundestag, Norbert Lammert. Aquella democracia de la república de Weimar, identificada con la pérdida de la Primera Guerra Mundial, la paz humillante, la inestabilidad económica y el caos social, que, como explica el historiador Robert Gelletely en su obra sobre el consenso nacional del nazismo, "no gustaba a casi ningún alemán".

"Hitler reflejó el carácter esencialmente provinciano, estrecho y violento del nacionalismo alemán", explica el periodista griego Dimitris Konstantakopulos, autor del diagnóstico más sombrío del actual proceso europeo liderado por una Alemania crecida por su reunificación y por fin plenamente emancipada de las tutelas posbélicas impuestas a su soberanía.

La actual política alemana en Europa vuelve a conducir al desastre, dice Konstantakopulos y, como en 1945, se cerrará con una "derrota geopolítica, moral y estratégica" para Alemania. Una Alemania, explica este autor, que sobrestima su fuerza y que llevará a todos, fuera de Alemania, a la misma conclusión: "no han cambiado, continúan siendo los mismos, no se puede confiar en ellos", dice. Ajustada o no, su diatriba no hace sino ilustrar el lastre y la sombra que aquellos doce años proyectan: ochenta años después no hay país más fácil de demonizar.

Y sin embargo este país, en el que los exnazis continuaron mandando mucho después de la guerra, mantiene su pública actitud de culpa, pese al paso de las generaciones, como si el mismo concepto de culpa colectiva no fuera un absurdo jurídico y moral traspasado a los hijos y nietos de quienes cooperaron o consintieron el horror.

La "ruptura de la civilización" que representó el nazismo y sus exterminios -el judío, el gitano, el de homosexuales, izquierdistas y prisioneros soviéticos-, es una "advertencia permanente", dijo Angela Merkel al inaugurar la exposición Topografía del terror. La muestra es uno de los muchos recordatorios de aquel periodo que jalonan el centro de Berlín y que la ciudad ha convertido en un interesante atractivo histórico, demostrando con ello una inequívoca voluntad.

Merkel dijo advertencia porque el ascenso de Hitler fue posible "por el apoyo de la élite alemana y el consentimiento de la mayoría". Una mayoría que demostró "indiferencia en el mejor de los casos" ante la falta de libertades.

Ochenta años después de su llegada al poder, el nombre de Hitler es una especie de antídoto contra aquel tipo concreto de barbarie porque su memoria introduce de alguna manera anticuerpos en la conciencia universal.
Rafael Poch, en La Vanguardia.

sábado, 29 de septiembre de 2012

40.000 personas se manifiestan en Alemania contra la creciente desigualdad

Más de 40.000 personas se han manifestado hoy en cuarenta ciudades alemanas en favor de una sociedad más justa y del Estado social que la sustenta, reclamando también el concepto de “redistribución” de la riqueza como vía de salida de la crisis.

 La mayor manifestación ha tenido lugar en Hamburgo, donde 7000 personas han creado una cadena humana en el centro de la ciudad, antes de concluir en un acto en el que ha intervenido el líder de la izquierda griega, Alexis Tsipras.

Seis mil en Bochum, 5000 en Berlín, 3000 en Bremen, 4000 en Colonia y 5000 en Frankfurt, entre otras ciudades, los organizadores de la iniciativa “Redistribución, gravar la riqueza”, valoraban anoche la jornada como un “éxito completo”.

La protesta, fruto de una propuesta iniciada en agosto por una veintena de organizaciones civiles y algunos sindicatos y partidos políticos, exige un impuesto del patrimonio y un impuesto sobre el capital que financien de una forma justa el gasto social y reduzcan la deuda, así como una acción decidida contra la evasión de impuestos y los paraísos fiscales.

También se pidió un impuesto universal a la especulación y contra la pobreza mundial a cargo del sector financiero. La iniciativa quiere que las fuerzas políticas alemanas, cada vez más en competición electoral ante las generales de septiembre del año que viene, asuman estos puntos.

Las manifestaciones han sido apoyadas de forma desigual por algunos sindicatos como el gigante del sector servicios Verdi, con más de un millón de afiliados.

“Treinta años de neoliberalismo y desregulación de los mercados de trabajo y financiero han ampliado la brecha entre ricos y pobres”, ha dicho el secretario general de Verdi, Frank Bsirske, en la manifestación de Frankfut. “El contribuyente está pagando los rescates de la crisis financiera y con ello se trata en primer lugar de asegurar el capital de los más ricos”, añadió. “Ha llegado la hora de que quienes se beneficiaron de aquello contribuyan”, concluyó.

Un estudio del ministerio de trabajo alemán recién publicado ha desvelado hasta qué punto la sociedad alemana, hace treinta años relativamente nivelada para la escala europea, se ha americanizado desde el punto de vista del desigual reparto de rentas e ingresos.

Al 0,1% de la población mayor de 17 años le corresponde el 22,5% de los activos. El 0,9% tiene el 13,3% y al 9% le corresponde el 30,8%. Todo ello sumado arroja que el 10% de los alemanes más ricos concentran el 66,6% del capital.

A otro 40% de la población le corresponde el 32,2% de los activos. El 50% restante de la población posee el 1,4%.

“Como cristianos y cristianas no podemos aceptar el fraccionamiento social de nuestra sociedad”, dice Sabine Schiedermair, presidenta de la federación alemana de empleados católicos (KAB).

La Vanguardia, Rafael Poch Leer más: http://www.lavanguardia.com/internacional/20120929/54352061559/manifestacion-alemania-desigualdad.html#ixzz27yZJWvMM Más sobre informe de desigualdad en Alemania.

miércoles, 18 de enero de 2012

Alemania, examinada críticamente por filólogos y expertos. Se está repitiendo la ridiculización de las personas buenas, lo que ya practicaba el jefe de la propaganda nazi Joseph Goebbels en los años treinta.

La trivialización de los asesinatos nazis de emigrantes, el "buenismo" y la "democracia acorde con el mercado" de Merkel, examinadas críticamente por filólogos y expertos
La Sociedad de la Lengua Alemana (GfdS), veterana organización financiada por el ministerio de cultura y dedicada al cuidado y la investigación del idioma, divulgó ayer su "palabra del año 2011". El rito, con más de treinta años de historia, elige críticamente una palabra o concepto considerado característico del año transcurrido. Este año el concepto seleccionado ha sido el término "Döner-Morde", o "asesinatos del döner-kebab", referido a esa popular especialidad turca que en Alemania se vende en forma de bocadillo de carne asada.
Durante muchos años esos "asesinatos del kebab" designaron, o más bien trivializaron, la cadena de nueve asesinatos en serie contra emigrantes turcos, frecuentemente empleados de puestos callejeros como los que expenden kebab, entre 2000 y 2007. En 2011 se desveló que aquella serie, atribuida a ajustes de cuentas entre emigrantes, fue obra de un grupo terrorista neonazi que también mató a una policía, cometió muchos atracos y puso dos bombas, que ocasionaron 23 heridos en barrios de gran concentración de emigrantes.
El veredicto de la GfdS resalta el "tenor racista de la expresión" que se impuso por completo en el lenguaje hasta que se descubrió como, "una cadena de asesinatos terroristas que había sido etiquetada como estereotipo folclórico", con lo que las víctimas "fueron discriminadas por su origen emigrante".
Otras palabras que llamaron la atención de la mencionada sociedad como características en el lenguaje del año, fueron el término "Gutmensch", literalmente "buen hombre", es decir el sujeto de lo que en su acepción sustantivada se traduce en castellano como "buenismo", un concepto acuñado por el jefe de la propaganda nazi Joseph Goebbels en los años treinta, que fue desempolvado por el discurso "neocon" en Estados Unidos y Europa, donde es de uso corriente.
El jurado, en el que figura el ex secretario general de la CDU de Angela Merkel, Heiner Geissler, considera que ese término, "ataca el ideal ético de la buena persona de una forma mezquina" con el fin de, "difamar rutinariamente a quienes piensan diferente sin examinar sus argumentos, menospreciándolos como ingenuos".
Otras palabras que han sido examinadas este año fueron "Stresstest" ("prueba de esfuerzo"), la fraudulenta prueba que pretendió medir el estado de salud de las entidades bancarias, y también "Merkozy", aplicada a la igualmente frágil y engañosa alianza entre el presidente francés, Nikolás Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, en el manejo de la eurocrisis. Un concepto de Merkel, el de "democracia conforme con el mercado", también ha llamado la atención del jurado como ejemplo de, "relativización muy inadecuada del principio según el cual la democracia es una norma absoluta incompatible con cualquier conformidad".
El año pasado el término seleccionado fue "Wutbürger" ("ciudadano irritado") inspirado en la protesta de los vecinos de Stuttgart contra una faraónica nueva estación ferroviaria, que contribuyó a hacer caer un gobierno pero no el proyecto en sí.
En 2009 la palabra seleccionada fue "Abwrackprämie", el "subsidio de desguace", una de las medidas del gobierno para capear la caída de ventas de coches, mediante el subsidio a quien se deshiciera de su coche antiguo para hacerse con uno nuevo. También se mencionó la expresión "kriegsänhliche Zustände", algo así como "situación semejante a la de una guerra", acuñada por un ministro de defensa para describir la guerra de Afganistán, después de que la muerte de más de un centenar de civiles afganos en una sola acción militar desencadenada por el ejército alemán complicara el discurso oficial según el cual, la mencionada guerra es algo parecido a una campaña internacional de ayuda humanitaria.
Rafael Poch, La Vanguardia.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20120118/54245025335/alemania-examinada-criticamente-filologos-expertos.html

jueves, 8 de abril de 2010

Fritz Bauer. Una película recuerda que la renazificación experimentada en la restaurada Alemania de Adenauer, tuvo gloriosas excepciones.


Que a usted el nombre de Fritz Bauer (1903-1968) no le diga nada es comprensible. Más curioso es que este jurista socialdemócrata de origen judío siga siendo casi un desconocido en Alemania, donde su figura ha tenido que ser rescatada, con ciertas dificultades, por una biografía editada el año pasado y una película que se estrenó en el último festival de cine de Berlín.

Ninguna calle alemana lleva el nombre de Fritz Bauer, ninguna plaza recuerda el lugar donde nació, vivió o murió. Nunca fue condecorado. Pero, quizá, lo peor sea el desconocimiento de su figura entre los estudiantes de derecho, un aviso de que el regreso a la historia es un ejercicio que cada generación debe practicar para no perder la memoria. En la Alemania de hoy, la memoria del periodo de posguerra en la zona de ocupación aliada y la posterior RFA, vende mucho menos que la memoria de la dictadura germano oriental, constantemente recordada y evocada hasta en su más mínimo detalle policial.

Jurista y socialdemócrata
 Resistente antinazi, ex preso, exiliado en Dinamarca y luego en Suecia, donde editó la revista "Sozialistische Tribüne" con Willy Brandt, Fritz Bauer fue un jurista suabo nacido en Stuttgart, que fue detenido por la Gestapo en 1933 por ser miembro del SPD y expulsado de la judicatura por su origen judío. En 1949 regresó a la judicatura dispuesto a participar en la reconstrucción, física y moral, del país. Bauer entra en la historia alemana por tres motivos.

El primero de ellos es por haber sido iniciador del "Proceso Remer" de marzo de 1952, contra el General nazi Otto Ernst Remer, por difamación y calumnia contra los conspiradores de la "Operación Valkiria" que intentaron matar a Hitler el 20 de julio de 1944. Remer los tachaba de "traidores a la patria" y el gobierno federal parecía estar de acuerdo con ello, pues negaba la pensión de viudedad a la esposa de Claus von Stauffenberg, el principal conspirador. Remer fue condenado a tres meses, que eludió huyendo a España, donde murió en Marbella en 1997 tras un largo historial de negacionismo del Holocausto. Pero la resistencia fue rehabilitada. Desde entonces ya no se pudo tachar de "traidores" a sus protagonistas.

El segundo, es por el caso Adolf Eichmann. Fritz Bauer recibió en 1957 una carta de un antiguo compañero de campo de concentración residente en Buenos Aires revelándole que el jefe del departamento responsable de la deportación y aniquilación de los judíos, vivía en Buenos Aires. Su hija, explicaba el amigo, había conocido a un hijo de Eichmann, que vivía con otro apellido, y le habían chocado los fuertes juicios antisemitas del chico. El paradero de Eichmann, que había escapado de Alemania ayudado por el Vaticano, era conocido por los servicios secretos alemanes y norteamericanos. Bauer sabía que poner el caso en manos de la justicia alemana significaba perderlo, porque los jueces alemanes advertirían a Eichmann, y éste desaparecería. Así que se lo comunicó directamente al Mosad, que secuestró felizmente a Eichmann en Buenos Aires en 1960 (no había tratado de extradición entre ambos países), y se lo llevó a Israel, donde fue debidamente juzgado y ejecutado.

El tercer y principal motivo por el que Bauer entra en la historia es en su calidad de promotor, en 1958, de los Procesos de Auschwitz: seis juicios celebrados entre 1963 y 1968, contra 27 matarifes responsables directos del campo de exterminio, oficiales de las SS y la Gestapo. Aquello fue una proeza.

No hubo desnazificación
En Alemania Occidental, en términos generales, no hubo desnazificación. Los juicios aliados en Alemania contra los nazis fueron poca cosa y el nuevo Estado alemán los protegió y amnistió. El tribunal interaliado de Nuremberg que se proponía llevar a juicio a cinco mil personas, no juzgó más que a 210. En diversos juicios, norteamericanos, británicos y franceses condenaron a 5000 personas, de las que apenas 700 lo fueron a la pena capital. Más del 90% de los miembros de las SS ni siquiera llegaron a ser juzgados.

"No sólo no hubo desnazificación, sino que hubo una renazificación, no en el sentido de que los ex nazis estuvieran otra vez en su puesto para construir un nuevo Auschwitz, sino en el de que ayudaron a levantar esta Alemania conservadora, democrática y capitalista", me explicó el Catedrático Ossip K. Flechtheim, en los años ochenta.

Flechtheim, un compañero de Bauer, también de origen judío, que fue fiscal en varios de los procesos de Nuremberg y falleció en 1998, no conocía, "ni un solo caso" de juristas de la administración nazi que fuese juzgado y castigado ante los tribunales. Incluso la mayor parte de los veinticinco miembros de la comisión de asesores del Consejo Constituyente (Parlamentarisches Rat) que redactó la constitución alemana de 1949, habían estado en activo durante el nazismo.

Los intentos de la administración aliada de ocupación por depurar la justicia, la administración pública y la policía chocaron con enormes dificultades. Se intentaba evitar un modelo de policía, alejado de las tradiciones absolutistas que desembocaron en la Gestapo. En julio de 1945 los aliados emitieron unas directrices en materia de depuración de funcionarios y de limitación del nefasto poder legislativo que la tradición prusiana ponía en manos de la policía, prohibiendo los decretos policiales y potenciando una organización descentralizada, de tipo anglosajón, y desmilitarizada de la futura policía. El mismo año, el Cuartel General aliado consideraba que, "con los vigentes criterios de desnazificación, el 75% de los funcionario rasos y el 90% de los oficiales de la policía no serían aptos para el servicio". Hans Christoph Seebohm, que tres años después sería Ministro de Transportes con el Canciller Konrad Adenauer, expresaba en 1946 la mentalidad imperante al exigir públicamente "respeto" a la cruz gamada, símbolo por el que habían muerto, "tantos soldados alemanes".

A medida que los aliados transferían competencias a la administración alemana, los propósitos democratizadores chocaban con una acción obstruccionista y restauradora. Los aliados descubrieron, por ejemplo, que en la primera mitad de 1948 sólo ocho de los diez mil registros domiciliarios practicados por la policía en once ciudades con administración alemana de Württemberg-Baden (un Land del suroeste así llamado desde 1945 hasta 1952, que no coincide del todo con los límites del actual Baden-Württemberg), contaban con el correspondiente permiso judicial. El Ministro del Interior responsable, el socialdemócrata Fritz Ulrich, consideraba esta práctica, "una vieja y buena tradición". Ese tipo de irregularidades era generalizado en todo el país, y un documento oficial norteamericano de la época consideraba la "necesidad de fortalecer la resistencia civil de los alemanes contra las prácticas contrarias a la ley", explica el sociólogo e historiador Falco Werkentin.

 Cuando en febrero de 1951 se creó una "Guardia Federal de Protección de Fronteras", que en realidad era una tropa militarizada dirigida a la intervención interior, el Bundesgrenzschutz, se constató que el 62% de sus oficiales eran ex militares de la Wehrmacht y sólo el 7% ex funcionarios de policías. Otro 31% lo componían ex policías que habían sido transferidos a la Wehrmacht durante el nazismo. Los manuales de instrucción anti-insurgente de ese cuerpo tomaban como inspiración las experiencias en ese sentido del periodo 1918-1943, incluida la represión de la "lucha contra el bandidaje" durante la Segunda Guerra Mundial, lo que se refería al combate contra la resistencia, y operaciones como el aplastamiento de la insurrección de Varsovia y otras masacres del frente ruso.

 Purga anticomunista
 A medida en que se fue entrando en una dinámica de guerra fría, los aliados fueron abandonando escrúpulos y perspectivas reformadoras en beneficio de un frente anticomunista que valoraba más la seguridad y firmeza anticomunista de un ex nazi que el peligro potencial que éste pudiera representar para un orden democrático. Es así como en lugar de desnazificación, la administración alemana procedió a una limpieza de comunistas. En enero de 1948, una investigación realizada en Baviera contabilizó un 2,9% de miembros del Partido Comunista Alemán (KPD) y un 5,2% de simpatizantes en la policía municipal. En la policía regional las cifras eran 0,26% y 0,9%, respectivamente. El mismo año, el Ministro del Interior socialdemócrata de Renania del Norte-Westfalia informó que el 56% de los altos funcionarios de su policía procedían del partido nazi (NSDAP) y de las SS.

 La campaña contra los comunistas se mantuvo pese a que la influencia comunista iba descendiendo claramente en Alemania Occidental. A partir de 1953, el KPD ya nunca superó el 5% de los votos en las elecciones, pero los comunistas y sus simpatizantes siguieron siendo objeto preferente de la policía y la justicia, con cerca de 100.000 sumarios, fiscales y policiales, abiertos entre 1951 y 1961.

 La judicatura ofrecía un panorama similar; en Baviera el 81% de los jueces tenían un pasado nazi, mientras que en Württemberg-Baden, el 50%. "En Hesse", me explicó Flechtheim, "los norteamericanos nombraron a un conocido mío para que buscara jueces sin antecedentes nazis. Consiguió reunir a una cuarentena, a los que situó en los puestos más altos. Luego, la administración de justicia pasó a manos alemanas y después de un año, de aquellos cuarenta sólo dos permanecían en su puesto: los demás habían sido relegados a puestos de poca monta, en el registro de propiedad y similares".

 En 1949, las directrices de la Alta Comisión Aliada insisten todavía, en un tono que ya parece de desesperación, en que, "la organización de la policía no se centralice de tal forma que suponga una amenaza a la forma democrática de gobierno". Pronto se vería que ese propósito, así como en general el de reformar la burocracia de Estado de la Alemania ocupada, fracasó, en parte debido a las dificultades de una política desbordada por las urgencias y prioridades de la reconstrucción de un país que estaba literalmente en ruinas, en parte por las resistencias del objeto de esa reforma, y en parte también por la consideración, expresada en una publicación del Departamento de Estado norteamericano de 1947, de que una enérgica desnazificación habría tenido, "consecuencias revolucionarias para la vida política y económica del país".

Francotirador y humanista
 Los procesos de Francfort que Bauer inició, fueron una pequeña excepción en ese contexto restaurador. Condenar a algunos de aquellos 27 monstruos, aunque fuera a penas leves por prescripción, tuvo una gran importancia. Para hacerse una idea del ambiente, en los procesos los acusados fueron saludados militarmente por algunos de los policías cuando pasaban delante de ellos en la misma sala de la Audiencia de Francfort, y Bauer, que era el fiscal, recibió amenazas e insultos durante aquellos juicios.

 En el contexto de la Alemania de Adenauer, Bauer era un democratizador genuino, un hombre que no estaba interesado en la venganza sino en la justicia y el arrepentimiento –era un adversario de la pena de muerte- y que creía fervientemente en la redención de Alemania, asunto en el que cifraba todas sus esperanzas en la juventud. El movimiento de 1968, que en Alemania fue más profundo que en Francia y derribó culturalmente gran parte de aquella herencia, le dio la razón en lo que tuvo de ajuste de cuentas generacional con los nazis y la cultura que había hecho posible el nazismo. Bauer fue un precursor.

 En 1962 su ensayo, "Sobre las raíces de la acción nazi" debía ser distribuido en las escuelas de Renania-Westfalia, pero el Ministro de Cultura del Land, Eduard Orth, lo prohibió. Emplazado para una discusión pública con Bauer, Orth declinó acudir, pero envió en su lugar a una joven promesa de su partido. Se llamaba Helmuth Kohl y en el debate con Bauer, el joven Kohl defendió la idea de que aun era "demasiado pronto para hacer un juicio moral sobre el nazismo".

Una muerte oscura
 El jurista distinguía tres sujetos en el origen del nazismo; "primero, los nazis que propugnaban ideas y actitudes nazis, una minoría importante. Segundo, la gente autoritaria y cruel educada en el militarismo prusiano y en la tradición de Lutero. Tercero, la gran masa de obedientes, conformistas y oportunistas", decía. Unos y otros, coincidían en que el humanismo, la compasión y la solidaridad, son síntomas de flojera e ingenuidad mental, una idea que ahora la nueva derecha hace suya con el concepto "buenismo", explica Ilona Ziok, la directora que le ha dedicado a Bauer un largo documental. Con ese discurso y actitud, Bauer fundó, en 1961, la "Humanistische Unión", la organización de derechos humanos más influyente de la moderna Alemania cuyo objetivo era, "la liberación de las ataduras de la obediencia automática al Estado", que llevaron a Alemania a tan funestos resultados.

 El Fiscal de Hesse trabajaba a contracorriente. Quien marcaba la línea era Eduard Dreher, el encargado de la reforma del código penal en el Ministerio de Justicia a partir de 1954. Fue Dreher quien impuso la prescripción para los crímenes de "complicidad con asesinato" que liberó de toda responsabilidad a los nazis y tuvo el efecto de una amnistía. Las medidas de gracia de los años cincuenta tuvieron por resultado que a final de aquella década todos los nazis condenados por tribunales de guerra se encontrasen en libertad sin terminar condena. Nada más lógico si se recuerda el pasado de Dreher, que en 1943 había sido fiscal especial en Innsbruck, encargado de revisar sentencias a cadena perpetua para convertirlas en pena capital, lo que envió a centenares de "delincuentes políticos" a la muerte. Bauer, al contrario, fue el reformador del derecho penal y de la legislación penitenciaria alemana y el luchador por una valoración apropiada del Holocausto. "Por todo eso fue visto como adversario y enemigo", afirma Ziok, que dice haber encontrado "muchas dificultades" para financiar su película, dos veces rechazada por el Ministerio de Cultura.

Fritz Bauer murió a finales de junio de 1968. Encontraron su cuerpo en la bañera de su casa, en lo que se dijo pudo ser suicidio o accidente. Que un hombre tan tenaz y voluntarioso cometiera suicidio, es poco creíble. "Mucha gente cree que fue asesinado, pocos creen que fue suicidio o accidente", dice Ziok. No hubo autopsia. "Toda la documentación sobre su muerte desapareció en el incendio de un archivo jurídico de Francfort", explica la directora.

 Gracias, sobre todo, a las presiones de abajo del movimiento de 1968, Alemania emprendió un considerable examen de conciencia sobre su pasado nazi, que hoy continúa. La ventaja de Alemania respecto a Japón, país que aun hoy honra como patriotas a sus criminales de guerra, es enorme y manifiesta. Al mismo tiempo, Alemania y Japón tienen en común el haber prácticamente anulado la gran ventaja moral que extrajeron de su condición de derrotados en la Segunda Guerra Mundial, al legalizar hoy la utilización de sus fuerzas armadas fuera de sus fronteras, que sus respectivas constituciones complicaban.
Rafael Poch.
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