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lunes, 8 de abril de 2019

El año 89

Lo que parecía abrir perspectivas esperanzadoras dio paso al apogeo de la globalización y se cerró como ocasión perdida para afrontar los retos del siglo.

Este año se cumplen treinta desde 1989. Aquel año vino marcado por el protagonismo del “Este”, el mundo que iba desde los ríos Elba hasta el Mekong y que afirmaba ser alternativa al capitalismo. Atento a las cronologías y a los titulares, el periodista tenderá a definir aquel año, y los dos que le siguieron, como el de la “caída del comunismo”. El historiador, sin embargo, irá algo más lejos, directamente a las consecuencias de aquello, y definirá lo que la historia retendrá de aquel periodo y que nos conecta directamente con nuestro presente: el apogeo de la globalización.

Sin duda el fin de la guerra fría y del mundo bipolar, fue una gran ocasión perdida para abordar los tres grandes retos del siglo XXI; el calentamiento global, la desigualdad social y regional y la proliferación de recursos de destrucción masiva. El necesario y crítico desarme de la montaña de armas nucleares que nos rodea, suficiente para destruir varias veces toda vida en el planeta, comenzó con una serie esperanzadora que a partir del siglo XXI sería abandonada y privada de todo acuerdo entre potencias.

Hoy no hemos acostumbrado al abandono unilateral de los grandes acuerdos de desarme (siempre iniciativa de Estados Unidos), al hecho de que los presupuestos militares de Washington sigan creciendo y batiendo récords (Trump prevé 750.000 millones de dólares, 34.000 millones más que en 2018, lo que supone mayor gasto que la suma de los presupuestos de defensa de los siguientes catorce países más gastadores: China, Arabia Saudita, Rusia, India, Inglaterra, Francia, Japón, Alemania, Corea del Sur, Brasil, Australia, Italia, Israel e Irak), o al choque militar directo de dos potencias nucleares, como ocurrió la semana pasada entre India y Paquistán sin mayores escalofríos.

Hay que recordar que entre diciembre de 1987 y julio de 1991 Estados Unidos y la URSS eliminaron los euromisiles que ahora regresan gracias al escudo antimisiles establecido por Estados Unidos, redujeron en un 40% sus arsenales estratégicos que ahora se perfeccionan sin complejos, y disminuyeron sus fuerzas militares convencionales en Europa. Paralelamente, Moscú retiró unilateralmente sus fuerzas de; Afganistán, Hungría, Checoslovaquia, RDA y Mongolia. En 1989, además, Moscú y Pekín normalizaron sus relaciones, eliminando lo que desde los años setenta había sido segundo gran foco mundial de tensión militar en el interior mismo de aquel “Este”.

Todo esto podría haber sido el inicio de algo grande, sino de la “nueva civilización” que pregonaba el reformador soviético, Mijail Gorbachov, sí por lo menos podía haber sentado unas bases para una integración mundial más razonable, viable y esperanzadora. Pero las dinámicas de derrumbe que se abrieron paso a un lado, y las respuestas oportunistas e ideologías hegemonistas que se impusieron al otro, dictaron escenarios bien diferentes.

En los cuatro meses que van de agosto a diciembre de 1989, cayeron o abdicaron los regímenes de; Polonia, Hungría, Checoslovaquia, RDA, Rumanía y Bulgaria. Aquel desmoronamiento en cadena, cuyo centro simbólico fue la apertura del muro de Berlín de noviembre, coincidió en la URSS con sangrientos conflictos nacionales en seis frentes diferentes (tres en Asia Central y tres en Transcaucasia), con la primera protesta obrera en Rusia y con la emergencia de dos aspectos que anunciaban el hundimiento de la Perestroika de Gorbachov -y en última instancia de la URSS- por implosión del imprescindible centrismo político que debía sustentarla.

A partir de aquel año la reforma soviética quedó estrangulada entre un descontento conservador de los partidarios del antiguo régimen, que culminó con la intentona golpista de agosto de 1991 en Moscú, y la afirmación de impulsos rupturistas de la oposición que culminaron en el propio golpe conspirativo que disolvió la URSS en diciembre de 1991, tras un referéndum en el que, en marzo de aquel mismo año, participaron 148 millones de los 185 millones con derecho a voto en la URSS y en el que el 76% había votado “si” al mantenimiento de una URSS renovada.

La quiebra de una parte del mundo denotó la enfermedad del resto, pero el mundo occidental ignoró el mensaje y siguió con más de lo mismo. Despejados los últimos miedos a una “alternativa”, los escrúpulos de la minoría más poderosa y rica del mundo saltaron por los aires definitivamente, inaugurando una orgía de enriquecimiento y corrupción sobre los dogmas de la racionalidad económica neoliberal; desregularización, privatización y sumisión general de lo público a lo privado. Sucedió en todo el mundo, desde los remotos estados insulares del Pacífico, hasta el centro del sistema mundial, pasando por el tercer mundo y los países ex comunistas.

El Este había sido algo parecido a un compartimento estanco dentro del sistema económico mundial. A partir de 1989 dejó de serlo. La integración de la URSS y de los países del bloque oriental, más la de China (que evitó el hundimiento de su régimen para afirmar una decidida reforma de mercado) y la India, en el sistema económico mundial, aportó 1470 millones de nuevos obreros al capitalismo, lo que supuso doblar la mano de obra global. El resultado fue un cambio fundamental en la correlación de fuerzas entre capital y trabajo a escala global, lo que disparó los fenómenos de precariedad y explotación laboral y deslocalización industrial hoy asentados.

Fue así como el histórico hundimiento de las tiranías del Este, unido a los cambios y nuevos dinamismos en China e India, no abrieron camino a la esperanza sino más bien a la incertidumbre planetaria. El apogeo de la globalización entonces alcanzado dio lugar a un nuevo y mortífero ciclo bélico occidental en la primera región energética del mundo (desde Afganistán a Libia, pasando por Irak y Siria), una marginación del derecho internacional, un aumento general de la desigualdad, y a un rampante incremento de la contaminación planetaria que hoy precisa de inciertos acuerdos para paliarla. Es decir, aquel año acabó consagrando una ocasión perdida para los retos del siglo.

 (Publicado en Ctxt)

domingo, 7 de abril de 2019

_- Vistas desde allá arriba

_- La unidad del planeta y sus emociones, a propósito del aniversario del vuelo de Yuri Gagarin

Dice el astronauta Oleg Makarov que la gente de su profesión suele ser parca en palabras cuando está allá arriba. “Por lo general, cinco o siete segundos nos bastan para transmitir lo que tenemos que decir”. Sin embargo, “hace algún tiempo”, explica, “tuve que escuchar, por razones de servicio, muchas transmisiones de astronautas en órbita”. Makarov quedó asombrado.

A partir del instante en que sus naves salían de la atmósfera y entraban en órbita, aquellos hombres reservados se volvían elocuentes, como pájaros enjaulados que de repente se ponen a trinar al recibir de pleno un rayo de sol.

“Ninguno de ellos podía reprimir la expresión, en voz alta, de una fascinación, que les salía desde lo más profundo del corazón, ante la vista espectacular de la Tierra desde el espacio”.

Makarov, escuchó las transmisiones tanto de los pioneros solitarios de las cápsulas “Vostok”, como de las naves “Soyuz” y de los tripulantes de la más moderna estación orbital “Mir”. Cronometró todos aquellos comentarios y calculó que los astronautas dedicaban una media de 42 segundos a expresar a sus compañeros de tierra la emoción que les embargaba. Ya fueran saudíes, americanos, vietnamitas, sirios, alemanes o rusos, a casi todos se les conoce este tipo de descripciones emocionadas sobre su experiencia estética en el espacio.

“El sol sale como un rayo y se pone con la misma velocidad. Tanto el amanecer como el ocaso solo duran unos segundos, pero en ese tiempo puedes distinguir por lo menos ocho colores que se suceden; desde un rojo brillante, hasta el más esplendoroso y oscuro azul. Ves dieciséis amaneceres y dieciséis ocasos cada día. Y ninguno de ellos se parece al anterior”, explicaba Joseph Allen, tripulante del “Discovery-5”.

Su compañero Paul Weitz describía así desde el “Challenger-1”, el mayor océano del planeta: “No entiendes lo que es el Océano Pacífico mirando el globo terráqueo hasta que, viajando a ocho kilómetros por segundo, tardas veinticinco minutos en cruzarlo. Entonces comprendes lo grande que es.”

En marzo de 1965, el ruso Aleksei Leónov protagonizó el primer paseo espacial de la historia. Leónov multiplicó en su piel las emociones al flotar en aquello. “Lo que más me asombró era el silencio. Un silencio impensable e imposible en la Tierra, tan profundo y total que empiezas a escuchar tu propio cuerpo; el batir del corazón, el fluido en las venas… Te parece escuchar hasta la sucesión de los pensamientos de tu mente. ¿Y el cielo? Había mas estrellas de las que esperaba. Un cielo completamente negro, ligeramente alumbrado por reflejos solares. La Tierra, nuestra casa que debemos proteger religiosamente, era… pequeña, azul y enternecedoramente solitaria. Su redondez era perfecta. Creo que no comprendí de verdad lo que significa la palabra “redondo” hasta que vi la Tierra desde el espacio”.

A Leónov lo conocí en 1992 en el centro de preparación de astronautas de la Ciudad de las Estrellas, en los alrededores de Moscú. Llevaba un mono azul y estaba metido dentro de una réplica de la “Soyuz” enseñándole un ejercicio a un novato. Seguía siendo el tipo tranquilo, modesto y generoso que describe ahora Dmitri Kisiliov en su estupenda película, “Vremya Pervij” (2017, titulada Spacewalker en inglés). En aquella visita -o quizá en otra posterior- me encontré allá a un joven Pedro Duque. Veinte años después, cuando ya era Director de la oficina europea de operaciones para la Estación Espacial Internacional (EEI), me resumió así su vivencia emocional en una entrevista mantenida en el Centro Espacial de Oberpfaffenhofen, cerca de Munich:

“Cada minuto pasa algo; se pone el Sol, la atmósfera cambia, la ionosfera azul brilla, las diferentes capas, los reflejos… Aunque estuvieras mirando lo mismo seis meses seguidos, no te aburrirías. Sabes que la Tierra es redonda y has visto fotos, pero desde el espacio resulta fascinante. Los recuerdos no se borran, y en algunas situaciones, cuando tienes un problema, puedes retrotraerte allí con la mente, refugiarte en aquella imagen”.

La vista del planeta en su totalidad no solo emociona por su belleza, sino que provoca toda una transformación mental en estas personas. En 1989, después de una inolvidable entrevista con los astronautas Titov y Manarov en el Cáucaso del norte, donde descansaban tras su estancia de un año en la “Mir”, comentamos con el Doctor Salgado y el fotógrafo Alguersuari, mis compañeros de reportaje, que muchos de aquellos hombres, militares, ingenieros técnicos, volvían de su experiencia espacial intelectualmente transformados. Convertidos, casi diría, en humanistas. Años después, encontré en el libro “Nash dom Zemliá” (“Nuestro hogar, la Tierra”), editado por la Asociación internacional de astronautas, una máxima de Edgar Mitchell, tripulante del “Apolo-14”, que confirmó completamente aquella percepción; “Fuimos a la Luna como técnicos, volvimos humanistas”, dijo Mitchell.

Yuri Gagarin, el primer astronauta de la historia, hijo de carpintero y nacido en un Koljoz, cuyo vuelo de 108 minutos, el 12 de abril de 1961, se conmemora el 12 de abril e inspira éstas líneas, fue, “el primero en comprender la totalidad del planeta”, explica Pavel Popovich, que, junto con Andrei Nikolayev, fue protagonista de las primeras órbitas simultáneas, en 1962.

“Desde el espacio, las fronteras no se veían, tampoco las religiones ni la nacionalidad”, explica Popovich, sólo aquella burbuja azul y blanca, entera y total. Aquella visión, dice, “suponía un gran adelanto para la humanidad”.

La idea de que conceptos como “interés nacional”, y todo lo que de ello se deriva en materia de economía, defensa y relaciones internacionales, eran fruto de ideas caducas, sino necias, en el pequeño mundo “total” que se veía desde allá arriba, es una constante en las reflexiones de los astronautas al regresar de sus estancias en las estaciones orbitales de la URSS.

“No importa en qué lago o mar detectas contaminación, en los bosques de qué país distingues incendios o qué continentes están siendo barridos por el huracán, porque sientes que toda la Tierra está a tu cargo”, dice Yuri Artiujin, que fue tripulante de la “Soyuz 14”, en 1974, bastante antes de que el concepto de calentamiento global comenzara a popularizarse en los años noventa.

“Me sentí muy inquieto cuando un astronauta ruso me dijo que sobre el lago Baikal la atmósfera está igual de contaminada que sobre Europa, y cuando un americano me dijo que hace quince años las fotografías espaciales de los centros industriales del mundo se veían mucho mas claras que ahora”, recuerda el alemán occidental Ernst Messerschmidt, tripulante del “Challenger- 9” en 1985. Su compañero Sigmund Jähn, de la entonces República Democrática Alemana, tripulante de la “Soyuz-31” en 1978, resumió así la conclusión de su viaje:

“Naturalmente antes de mi experiencia sabía lo pequeño y vulnerable que es nuestro planeta. Pero cundo lo vi en su increíble belleza desde el espacio, sentí con toda mi alma que la misión colectiva de la humanidad es preservarla para las futuras generaciones”.

El entrañable Vladimir Soloviov, uno de los astronautas más curtidos del mundo, tripulante y comandante en una larga lista de misiones, describe así la melancolía que le embargaba antes de “bajar”: “Al término de la misión, triste por regresar, me ponía junto al ojo de buey de mi compartimento, miraba a la Tierra y pensaba en su eternidad. Pasaré yo, pensaba, pasarán mis hijos y mis nietos, y nuestra Tierra continuará flotando en el espacio infinito…”

https://rafaelpoch.com/2019/04/03/vistas-desde-alla-arriba/

domingo, 3 de marzo de 2019

_- La derrota de Estados Unidos en Afganistán


Ctxt


Hace cuarenta años el ejército soviético entró en Afganistán. Aquel diciembre de 1979 hacia ya cinco meses que el Presidente Carter y su consejero de seguridad, el fanático antiruso de origen polaco Zbigniew Brzezinski, habían iniciado, con sus amigos saudíes, una multimillonaria ayuda para fomentar, financiar y armar un integrismo sunita en Afganistán. Los celebres muyaidines, “luchadores por la libertad”. En París, algunos de los que entonces eran entusiastas valedores de aquellos oscuros personajes del siglo XVIII y los elevaban al título de héroes positivos, soy hoy especialistas en su consecuencia: el terrorismo integrista que llega sus ciudades como resultado, entre otras cosas, de aquella cruzada anticomunista. Todo sin mediar la más mínima consideración autocrítica.

Hasta mediados de los años setenta, Afganistán era un país atávico que los hippies cruzaban en su ruta hacia la India. Los fusiles de los invasores británicos del siglo XIX que se cargaban por el cañón, las escopetas de caza y los trabucos, eran las armas habituales en su mundo rural. El conflicto Este/Oeste transformó aquello en un universo de armas automáticas, blindados, helicópteros, minas antipersonal, morteros y misiles antiaéreos portátiles “Stinger”, creando un desastre bíblico con más de dos millones de muertos y la destrucción de una sociedad que se contaba (y se cuenta) entre las mas pobres del mundo.

El dinero de la CIA y de los saudíes y los cuadros del servicio secreto pakistaní, el ISI, introducían el fundamentalismo islámico en las repúblicas de tradición musulmana de la URSS, y también algunos comandos en acciones de sabotaje cerca de la frontera en las entonces repúblicas soviéticas de Tadjikistán y Uzbekistán. En Paquístán la CIA y el ISI organizaron una red de campos de entrenamiento para los afganos, cuyos comandos entraban en el país acompañados por supervisores militares paquistaníes en acciones de sabotaje.

“Las misiones iban de voladuras de oleoductos hasta ataques con cohetes a un aeropuerto o emboscadas”, explica en sus memorias (The Bear Trap) Mohammad Yusaf, jefe del departamento afgano del ISI. “Entre 1981 y 1986 pasaron por aquellos campos 80.000 guerrilleros afganos”, recordaba el militar con orgullo.

Los soviéticos entraron llamados por el gobierno filocomunista afgano, dividido en facciones irreconciliables, tras una sucesión vertiginosa de golpes internos y asesinatos. Creyeron que sería una misión de algunos meses para pacificar el país y poner orden en su régimen, pero se encontraron empantanados.

“Escribí al Presidente Carter diciéndole que ahora teníamos la ocasión de darle a la URSS su Vietnam”, dijo Brezinski en una de sus últimas entrevistas. Los soviéticos permanecieron en aquella trampa una década, hasta que la voluntad de Gorbachov de distender las relaciones con China y Occidente se impuso. Para entonces (1989), la URSS perdió 15.000 soldados muertos, 50.000 heridos, pero la factura para Afganistán fue mucho peor: 1,3 millones de muertos, 2 millones de desplazados en el interior del país, y 4,5 millones de refugiados en los países vecinos.

La guerra soviética logró establecer un gobierno estable en el país -con todos sus horrores, el mejor que ha tenido aquel desgraciado país, tal como valoraban, por amplísima mayoría, los afganos en una encuesta de 2008- y organizar unas fuerzas armadas relativamente eficaces. Cuando los soviéticos concluyeron su retirada en 1989, aquel gobierno y aquel ejército aún se mantuvieron tres años, controlando todas las ciudades y las carreteras que las unían. El gobierno solo cayó cuando la Rusia de Yeltsin cesó todo suministro en 1992. Siguió una década de caos y guerra civil entre facciones en la que sobre un panorama de ruinas y oscurantismo, se acabaron imponiendo los talibán a partir de 1996, sin que la guerra cesara en el norte.

Diez años después de la retirada soviética, llegaron los americanos. Oficialmente para combatir a Bin Laden y su organización, que era uno de los desastres incubados por su propia política contra los soviéticos durante las dos décadas anteriores. Tampoco hubo autocrítica alguna. Brzezinski hasta se enfadó cuando le preguntaron hace un par de años si no reconocía su error: “¿Cómo voy a lamentarlo? ¡Fue una excelente idea, con ella metimos a los soviéticos en la trampa…!”

Los especialistas americanos -y tras ellos los papagayos del complejo mediático occidental- explicaban aquel otoño de 2001, por qué ahora nada iba a ser igual que en 1979 cuando entraron los soviéticos. El ejército de la URSS estaba integrado por reclutas sin experiencia, estaba mal equipado, su intendencia era desastrosa, con pésimas raciones de alimentos y bajos niveles de higiene que causaban enormes bajas por enfermedad, decían. “Nada permite establecer un paralelismo entre la operación antiterrorista de ahora y la invasión soviética de 1979”, escribía en La Vanguardia hasta el malogrado Xavier Batalla, sin duda el comentarista internacional más competente, glosando aquel pronóstico general.

En un cochambroso hotel de la frontera afgana asistí aquel otoño a la llegada de los primeros contingentes de la CIA, tipos que hablaban uzbeco con acento de Oklahoma y que llevaban en sus mochilas papel higiénico, soluciones para potabilizar el agua y todo tipo de tecnologías y que decían trabajar para oscuras organizaciones “humanitarias” o “no gubernamentales”. Su conocimiento del país era pésimo. La Rusia de Putin les ofreció toda su cooperación en materia de inteligencia afgana, lo que no sirvió de gran cosa para la mejora de relaciones que el Kremlin buscaba entonces a cambio de un mínimo reconocimiento de sus intereses en Washington. El 8 de octubre de 2001 comenzaron los bombardeos. A las pocas semanas habían matado más gente que el número de víctimas de las torres gemelas de Nueva York. Dos meses después, con la caída de Kandahar, último bastión talibán, se daba la guerra por concluida.

Dieciocho años después, la guerra continúa. Ahí están empantanados, con toda su tecnología militar, ayudados por los vasallos europeos (España se gastó 3.600 millones en esa campaña), sin una superpotencia que financie a sus adversarios pero con todo lo demás tan parecido. La simple realidad es que en condiciones mucho más favorables, los americanos han multiplicado el desastre de los soviéticos en Afganistán y han perdido la guerra.

El pasado enero un gran convoy militar fue atacado por los talibán en la provincia de Faryab. Más de treinta vehículos militares y de transporte fueron destruidos en aquella provincia fronteriza con Turkmenistán que pasa por tranquila. Con pocos días de diferencia, el ataque al cortejo del gobernador de otra provincia, Lowgar, mató a diez de sus escoltas y una acción contra una base de las brutales tropas especiales entrenadas por la CIA, causó la muerte de unos 200 soldados de aquel cuerpo.

En el conjunto Afganistán/Paquistán esta segunda guerra ha ocasionado 1,2 millones de muertos, según la contabilidad de Nicolas J.S. Davies. El gobierno afgano y sus mentores solo controlan alrededor de la mitad de los 407 distritos del país. El narcotráfico, ese negocio tradicional para sufragar las cajas negras de la CIA, campa a sus anchas. El opio afgano está creando serios problemas de drogadicción en Rusia. La dimensión del fiasco es tal, que se han abierto negociaciones y conversaciones con los talibán. Con 18 años de retraso se habla de “talibán moderados”.

El problema de los anuncios de retirada militar formulados por Donald Trump (y vale igual para Siria) es que al Pentágono no le gusta retirarse de una base que es importante para vigilar a sus reales adversarios, China y Rusia. Los chinos quieren usar un Afganistán pacificado para ampliar las conexiones de sus “rutas de la seda” a lo largo de Asia central y meridional. Los militares americanos buscarán la manera de quedarse de una u otra forma.

Estados Unidos ha perdido la guerra de Afganistán de una manera no muy diferente a sus predecesores. Evidentemente, esa derrota no ha sido una victoria para los afganos. La guerra de los cuarenta años que trajeron, fomentaron y amplificaron los extranjeros, ha sido para ellos una calamidad bíblica.
(Publicado en Ctxt)

Fuente:
https://rafaelpoch.com/2019/02/20/la-derrota-de-estados-unidos-en-afganistan/

miércoles, 27 de febrero de 2019

_- Los tres delitos del chavismo

_- Pedro Sánchez emula al Aznar de las Azores

A lo largo de su historia, el chavismo cometió tres delitos que han llevado a la actual situación.

El primero
ha sido una gestión catastrófica del país, su economía y su política, con la entronización de un nuevo clientelismo, una enorme corrupción y últimamente también represión. Si en Brasil hay que preguntarse qué se hizo mal para que la administración progresista diera paso a Bolsonaro, en Venezuela las preguntas son aún más candentes.

Durante muchas décadas los gobiernos de Venezuela fueron incapaces de diversificar el monocultivo petrolero como fuente de ingresos. Era más fácil importarlo todo. El país vivía en una cruda realidad iberoamericana (realidad que Filipinas representa de forma idéntica en Asia): el 80% de la población no contaba para nada. El resto, una oligarquía y una clase acomodada, se beneficiaba de aquella economía con centro en Miami. Cuando había problemas y la gente de los ranchos de aquel 80%, bajaba al centro a pedir lo suyo, los aplastaban, como cuando el caracazo de 1989 (una masacre que coincidió con Tiananmen y que a diferencia de esta no merece el menor recuerdo mediatico). El chavismo ha seguido con esto. No supo diversificar el monocultivo petrolero e introducir una nueva cultura productiva en Venezuela.

El segundo
El segundo delito es que con el chavismo la renta petrolera se repartió socialmente entre aquel 80%, novedad sin precedentes. Aquel pecado alarmó a la oligarquía americana (del Norte y del Sur), incluidos los sectores venezolanos que funcionaban bien con la economía miamicentrista, y convirtió en maldito al gobierno de Chávez. Era un mal ejemplo continental, por más que fuera mezclado con nuevos y colosales privilegios y escandalosas corruptelas burocráticas. Lo que ocurre ahora, el intento de apartar del gobierno a Maduro, existía ya como proyecto cuando el chavismo gozaba de la mayor popularidad. Es una línea que ya comenzó en 2002, cuando el gobierno de la república bolivariana gozaba de sus mayores apoyos y consensos internos, lo que no impidió que fuera objeto de una intentona golpista apoyada por Estados Unidos y la España del Aznarato. Las sanciones contra el chavismo comenzaron en 2004.

Esa intervención exterior, junto con el sabotaje interno y la baja (a la mitad) de los precios del petróleo, es decir la acción de Estados Unidos, y de la oposición, la “clase perjudicada/asustada” venezolana, contribuyeron al deterioro económico y acentuaron aún más, los desastres del gobierno. La situación fue empujando al chavismo hacia un estrechamiento de relaciones económicas con China y Cuba (hay otros, pero estos son los que cuentan) que compensara las pérdidas de su ineficacia.

El tercero
Llegamos así al tercer y capital pecado que explica la actual situación: no solo se cometió el delito de repartir renta petrolera entre los pobres, aunque fuera para dar lugar a un nuevo embrollo corrupto-clientelar, sino que las primeras reservas mundiales de crudo se pusieron en sintonía con la única potencia emergente a la que Estados Unidos toma en serio. Y encima ahí estaba Cuba, recibiendo un balón de oxígeno que ayuda a mantener su gallarda -y tan cara pagada- historia de dignidad continental. Cuba podría ser el segundo gran motivo imperial de la actual situación.

Para comprender la situación y el terrible escenario que se prepara, hay que distinguir lo que importa de lo que no. La “democracia” o el “debate constitucional” sobre quien es más legítimo Maduro o el títere gringo, no importan en absoluto. Tampoco importan los crímenes y abusos imputados a Maduro. Importa el petróleo. Venezuela tiene las mayores reservas de crudo. Así que, en términos internacionales, el objetivo de la actual intentona es cortar estos procesos: malos ejemplos sociales, por más que fallidos, e indisciplina geopolítica que dañan claramente al dictado imperial.

No a la guerra
El cambio de régimen en Venezuela debe ser, “el primer paso para establecer un nuevo orden en América Latina”, titulaba el 30 de enero un artículo del Wall Street Journal. Los siguientes pasos serán derrocar a los gobiernos de Cuba y Nicaragua, explicaba. Se trata de expulsar las influencias chinas, rusas e iraníes de la región, romper el vínculo establecido entre Venezuela y Cuba, y hacer caer sus dos gobiernos, explicaba ya en noviembre el consejero de seguridad, John Bolton.

Por esos dos motivos, el delito social y el geopolítico, están preparando una gran violencia, cuyos mayores perjudicados serán las clases populares. Fundamentalmente se trata de lo mismo que vimos en Libia e Irak. El primer delito, el sufrimiento del pueblo, les importa una higa. Sería bueno que la oposición venezolana comprendiera esto antes de que sea demasiado tarde. Los precedentes avisan de que no se detendrán ante una guerra y que pondrán en marcha las mayores mentiras, por ejemplo citando “democracias y derechos humanos”. Tras el flagrante fracaso de Estados Unidos en el intento de cambio de régimen en Siria y los fiascos de Libia, los halcones de Washington parecen querer concentrarse de nuevo en América Latina. El Brasil de Bolsonaro ha sido su primer éxito.

Por todo eso, hay que ir desempolvando aquel “no a la guerra”, porque ya es más actual que nunca en Venezuela. No se trata de “defender a Maduro” como dirán los necios que miran el dedo que apunta a la Luna, sino de buscar una salida negociada que evite el baño de sangre que el Imperio del Caos quiere propiciar de nuevo.

P.S: La indignidad del PSOE
El gobierno español está siendo comparsa de esta fechoría: cómplice y vasallo del belicismo americano de siempre. Pedro Sánchez está emulando, con Donald Trump, al Aznar de las Azores que posó junto a Bush. Es así de claro. Lástima por el ministro Josep Borrell, raro personaje de talla que quedaba en el PSOE, ahora implicado en la peor indignidad. Hay dos cuestiones mayores, de principio, sin las cuales no puede construirse nada que valga la pena en el Siglo XXI. Dos cuestiones que definen y diferencian a la izquierda de la derecha: la oposición al belicismo imperial y al neoliberalismo. ¿Está Sánchez en alguna de las dos? Pésima noticia para el futuro de España y los mapas y alianzas que podrían impedir el regreso al gobierno de una derecha revitalizada por la quimera del estat catalá.

(Publicado en Ctxt, Rafael Poch)

Triste, sola (y en recesión)

La desaceleración en Alemania confirma el fiasco de su nacionalismo exportador

La Conferencia de Seguridad de Munich es un cónclave atlantista que reúne anualmente en la capital bávara a los responsables políticos del militarismo europeo y norteamericano, ministros de defensa y exteriores, con los actores empresariales del complejo militar industrial de ambas orillas del Atlántico y sus propagandistas, periodistas y expertos de think tanks a sueldo de los anteriores. A esta especie de aquelarre imperial se suele invitar a algunos personajes del resto del mundo, en una proporción de uno sobre treinta, para dar color al evento. En su última edición esta obscena asamblea guerrera ha retratado el creciente aislamiento de Alemania en el actual desorden mundial.

Ha quedado en evidencia la simple realidad de que el país “jefe” de la Unión Europea está tan rodeado de problemas como sus vecinos; la Francia de Emmanuel Macron, un político acabado que sigue gesticulando, y la Inglaterra del embrollo del Brexit, donde ya se propone la humillante repetición del referéndum para lograr el resultado correcto, como ocurriera antes en Dinamarca e Irlanda.

El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, llegó a Munich procedente de Varsovia. Allí había organizado pocos días antes una “conferencia de guerra contra Irán” -en palabras de Netanyahu- a la que asistieron Israel, los aliados árabes y Polonia, pero no los principales países europeos. Pence amenazó en Varsovia con romper la OTAN y “crear aún más distancia entre Europa y EE.UU”, si los europeos, que han puesto en marcha un precario mecanismo para amortiguar sanciones extraterritoriales americanas contra las empresas que se atrevan a mantener relaciones con Irán, no colaboran en la demolición del acuerdo nuclear con Teherán. También arremetió contra el gaseoducto en construcción, Nord Stream 2, con el que Rusia incrementará su suministro de gas a Alemania, y de allí a Europa, bajo las aguas del Mar Báltico.

“No podemos garantizar la defensa de Occidente si nuestros aliados dependen del Este”, dijo Pence, al tiempo que el embajador americano en Berlín, Richard Grenell, enviaba cartas a las empresas alemanas subrayando que, “las compañías relacionadas con exportaciones energéticas rusas están participando en algo que conlleva un riesgo considerable de sanciones de EE.UU.”.

La simpática nota del embajador, un tipo que apoya abiertamente al partido racista y ultraderechista alemán Alternative für Deutschland, llegó a Munich junto con un informe del diario Handelsblatt que citaba fuentes de la administración Trump, advirtiendo que Washington se dispone a declarar las importaciones de coches alemanes a Estados Unidos como “riesgo a la seguridad nacional de Estados Unidos”.

En medio de este espectáculo, los políticos alemanes hacen como si no pasara nada. Sí, en su discurso en Munich, Merkel, la canciller que no protestó ante la evidencia de que la NSA espiaba sus comunicaciones, criticó lo de los coches alemanes como riesgo de seguridad y fue muy aplaudida por ello, pero el tono lo dieron sus ministros de defensa y exteriores al “reafirmar un claro compromiso con la OTAN y el partenariado con los Estados Unidos”, como si no pasara nada. Pero claro que pasa.

La presión de Trump empuja a los europeos a autonomizarse, a abordar planes crear un ejército europeo, una política energética que precisa necesariamente unas relaciones normales con Rusia, lo que supone tener un poco en cuenta los intereses de seguridad de Moscú, etc., etc., pero las cosas son complicadas. Quizá hay esperanzas de que Trump sea un fenómeno pasajero y que su sucesor regrese a las relaciones anteriores, cosa poco probable, pero hay también claras señales de esquizofrenia en el establishment alemán, que tiene el corazón partido entre los atlantistas irredentos y los que quieren hacer negocios con Rusia, China e Irán. En los dilemas que se presentan, la propia desintegración que el liderazgo alemán en la UE ha propiciado se vuelve contra Berlín.

¿Una política energética común? Si, pero Francia ya no puede conformarse con lo que se vislumbra con el Nord Stream 2. No tiene que ver con la cacareada independencia del suministro. La UE recibe gas de; Noruega, Argelia, Qatar, Nigeria, Azerbaidján, Perú y Trinidad y Tobago, además de Rusia. El suministro de todos esos países supera con creces el ruso. Lo que ocurre es que a Francia no le hace gracia que Alemania se posiciones como “hub” gasístico continental, a menos que se consienta en darle a ella el papel de distribuidor continental de energía nuclear. El 22 de enero, el ministro de energía alemán, Peter Altmaier, glosaba “el abandono en paralelo” del carbón y la energía nuclear. Días después, París respondió retirando su apoyo al Nord Stream 2 y forzando una negociación in extremis para impedir que la Comisión Europea bloqueara el gaseoducto.

¿Un ejército europeo? Sí, los alemanes piensan en ello, hasta proponen “europeizar” (un verbo sinónimo de “germanizar”) la disuasión nuclear francesa. Pero en París el jefe del Estado Mayor, François Lecointre, ha dejado claro que ese recurso francés no es socializable. “La autonomía de las fuerzas nucleares francesas está garantizada por los menos hasta el 2050”, ha dicho. Los alemanes tienen en su suelo decenas de bombas nucleares de Estados Unidos, en las bases de Büchel y Ramstein. La cifra exacta no la conocen ni siquiera los políticos alemanes que tampoco se atreven a decirles a los americanos que se las lleven de vuelta a su país como desea la mayoría de los alemanes. Y en temas de defensa, los franceses están mucho más cerca de los británicos en cuestión de cooperación militar-industrial, que de los alemanes, por razones históricas obvias.

Sin acuerdo en las dos cuestiones esenciales, energía y defensa, la autonomización europea sería complicada, incluso si la Unión Europea no estuviera en proceso de desintegración como resultado, fundamentalmente, del nacionalismo exportador alemán que llamamos “liderazgo alemán”. Y, eh aquí que hasta eso está pinchando.

La mezcla de la ruina y desapego de los socios europeos, en el Sur (Italia), en el Este (Polonia y compañía), de la incertidumbre del Brexit, del agotamiento del vendedor de alfombras del Elíseo, de las sanciones y amenazas comerciales de Estados Unidos, del enfriamiento chino, la estúpida guerra fría con Rusia y sus sanciones, y demás, ha acabado afectando a la propia estrategia alemana. Solo las barreras de Trump pueden reducir a la mitad la exportación de coches alemanes a Estados Unidos. El automóvil es el sector clave de la exportación alemana, que responde de la mitad del PIB. Alemania es una especie de “China europea” en su dependencia de la demanda del consumidor extranjero, con la diferencia de que China tiene un potencial enorme en su mercado interior que lleva años potenciando. La miseria de los sueldos en Alemania, el avance de la precariedad y de todo lo que se ha elogiado del modelo alemán en Europa, se está volviendo contra ella. Llegamos así a la actual recesión. La agencia federal de estadísticas dice que aún no, que se ha rozado la recesión, pero, pese a sus trucos de contabilidad, el hecho es que llevamos dos trimestres de desaceleración en Alemania y probablemente habrá un tercero… La supuesta granja modelo que daba lecciones a diestro y siniestro esta siendo víctima de su propia estrategia avasalladora, prepotente y egoísta.

Rafael Poch

(Publicado en Ctxt)

jueves, 17 de enero de 2019

La actualidad de China

Un mundo en crisis, una sociedad en gestación
 
Este es un libro distinto sobre China: un libro fascinante que surge de la experiencia de años de vivir en el país, de recorrerlo de punta a cabo, de hablar con las gentes más diversas, en un esfuerzo por ir “más allá del tópico y del prejuicio” que dominan en cuanto se escribe sobre él. Un libro que nos habla tanto de los rascacielos de Shanghai como de los jubilados que se reúnen para jugar con sus pájaros amaestrados, de las nuevas armas espaciales o de los problemas del Tíbet. Y también de las “fronteras”: las páginas que Poch-de-Feliu dedica a Vietnam, a Mongolia o a esa Corea del Norte que se niega a desmoronarse, como predicen los “entendidos” desde hace décadas, sorprenderán al lector desinformado por los medios de comunicación. Pero lo que al autor le interesa sobre todo que entendamos es “la actualidad de China”, la importancia que para nosotros tiene el alumbramiento de esta nueva sociedad, porque “todos los problemas de la crisis mundial están contenidos en ella” y nuestro propio porvenir está en juego en su futuro”.
Josep Fontana

miércoles, 5 de diciembre de 2018

_- Entrevista al periodista Rafael Poch de Feliu. “La izquierda debe salir de esa cárcel conceptual en la que está metida”.

_- ¿En qué situación se encuentra la Unión Europea en esta coyuntura mundial de ‘cambio’ y ‘desorden’? ¿Qué papel juega en este tránsito tras la Guerra Fría de un mundo unipolar -con una potencia hegemónica- a otro multipolar?
La crisis que parece desintegradora de la UE, la sensación de que cada vez está más dividida entre los intereses y tendencias del Norte y del Sur, del Este y del Oeste, de Francia y Alemania, así como de algunas regiones, con el resultado de una parálisis fenomenal, ejemplariza, precisamente, ese desorden más general y forma parte de él. En esas condiciones se está mostrando completamente incapaz de configurarse como actor autónomo, como uno de esos actores de ese “mundo multipolar”, con varios centros de decisión que teóricamente sería la alternativa al hegemonismo de una sola potencia que se resiste a morir. La UE cada vez sale menos en la foto del mundo de mañana. Hasta ahora solo la hemos visto en el papel del “ayudante del sheriff”. Su vasallaje de Estados unidos no tiene precedentes. Recordemos la guerra de Vietnam; ni siquiera el Reino Unido envió allí tropas, algunos gobiernos -el de Olof Palme en Suecia- se enfrentaron a Washington y toda Europa era un mar de crítica. Ahora, todos están en Afganistán, una guerra criminal y sin sentido imposible de ganar, casi todos han pasado por Irak y nadie levanta la voz…

Con la segunda guerra de Irak hubo aquel pequeño plante de Francia y Alemania en 2003, pero más allá de eso hubo, como ahora se sabe, una plena cooperación a nivel de servicios secretos y demás. En Libia la iniciativa fue francesa, seguramente para borrar los rastros de la financiación de la campaña de Sarkozy. Luego hemos tenido el caso del espionaje de la NSA a sus aliados y a todo el mundo. En Berlín el teléfono de Merkel se espía desde la embajada de Estados Unidos, a menos de un kilómetro de la cancillería. En París la embajada es el edificio contiguo al Elíseo…Todo esto es del dominio público, ha generado documentos gracias a los Snowden y Assange, los héroes de nuestro tiempo que diría Lérmontov, y no ha pasado nada. Ahora Trump, el presidente broncas, está trabajando activamente para emancipar a la UE de esas tutelas. Todo está resquebrajado y Trump aun lo tritura más; el G-7, la OMC, la OTAN, la OPEP, hay que darle las gracias a Trump por ello, pero no parece que la UE esté en posición de sacar provecho… Así que la Unión Europea, a la que se daba como seguro poder ascendente, está sumida en una seria y paralizante crisis desintegradora pero no es el único aspirante a un papel en el mundo multipolar que se encuentra en esa situación.

Los avances de América Latina sacudiéndose gran parte del tradicional tutelaje del vecino del norte conocen inquietantes reacciones en países clave como Brasil, Argentina y la caótica Venezuela chavista, que cometió, a diferencia de la Rusia de Putin, el imperdonable delito de repartir entre los pobres renta petrolera. Es cierto que un país tan importante como México ha conocido un cambio con la holgada victoria de López Obrador, pero el nuevo presidente no parece tener propósitos de encabezar un liderazgo hacia la soberanía continental semejante a los de Lula y Chávez en la década anterior. Oriente Medio está más desorganizado y tenso que nunca, con la novedad de que ninguna potencia externa –y desde luego tampoco Estados Unidos gran factor de caos allá– es capaz de intervenir con eficacia determinando el curso de los acontecimientos. Rusia se ha restablecido militarmente, pero en todo lo demás, en su estructura económica y en su régimen político, sigue siendo un país atrasado. Y en Asia, más allá de la evidencia del ascenso chino, son fundadas las dudas de que ese paquidermo llamado Organización de Cooperación de Shanghai pueda llegar a bailar un vals y ser verdaderamente operativo en la esfera internacional… Así que podemos concluir que la tendencia mundial, la evolución de la correlación de fuerzas entre potencias y regiones, erosiona ciertamente al hegemonismo, pero, que al mismo tiempo, los aspirantes al relevo multipolar, quizá con la excepción de China, están bastante averiados.

La Unión Europea se ha convertido en una construcción oligárquica y antidemocrática que poco o nada tiene que ver con los teóricos principios fundacionales. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Aclaremos primero eso de los “principios fundacionales”. La integración europea fue, sin duda, un producto de la guerra fría. Como explicaba Eric Hobsbawm, el proyecto evidenciaba la fuerza del miedo que mantenía unida a la alianza antisoviética: miedo a la URSS, pero también miedo de Francia a Alemania, de Alemania a una condena eterna a la falta de soberanía, y miedo de ambos a Estados Unidos, a la certeza de que Washington ponía siempre su propia agenda por delante de los intereses de sus aliados europeos. En cualquier caso, todo venía cosido por (y no habría sido posible sin) la convicción de Estados Unidos de que una Europa (lo mismo vale para Japón) económicamente fuerte e integrada, era la mejor estrategia para la “contención” contra la URSS. En ese marco, lo único que les quedaba a los franceses era vincularse con Alemania en un cuadro superior de integración que imposibilitara el conflicto. De ahí sale el proyecto francés de Unión Europea. Ese impulso de paz continental es positivo y hay que cuidarlo, pero sin idealizar todo eso del “continente de paz”, porque no se puede olvidar la guerra incesante que esa Europa ha venido practicando en el mundo no europeo y colonial después de la Segunda guerra mundial, por no hablar de la desintegración inducida de Yugoslavia, del actual conflicto en Ucrania, ambos con claras responsabilidades de la UE, y del papel de “ayudante del sheriff”. Ese es el “continente de paz” realmente existente. Dicho esto, particularmente desde Maastricht ésta UE ha sido, ciertamente, la autopista de la globalización oligárquica y neoliberal en esta parte del mundo.

¿Cómo hemos llegado?
Pues sin la menor democracia: se ha ido construyendo un corsé de tratados e instituciones a cargo de funcionarios y organismos al servicio del interés empresarial, con gran peso de la economía exportadora alemana, que ha encerrado a los estados y a las ciudadanías en una especie de cárcel.

Esta última década, o mejor dicho desde 1992, cuando la gente ha podido votar sobre diferentes aspectos en referéndum, los postulados del establishment han sido derrotados, desde el Brexit a Grecia, pasando por la ratificación/rechazo de los diferentes Tratados de la Unión.

¿Tiene futuro una Unión que se construye continuamente en contra de la opinión mayoritaria de la gente?
Todo menos el Brexit ha sido ignorado. Los marcos de la soberanía y de la democracia son estatales. La ciudadanía es estatal, no existe el “pueblo europeo”, sino la suma de los pueblos español (multinacional), francés, alemán, polaco, etc. Sin embargo todo se decide en instancias tecnocráticas que están por encima de la soberanía y de la democracia, inalcanzables para la ciudadanía. “No hay democracia fuera de los tratados europeos”, dijo Jean-Claude Juncker hace año y medio. ¿Tiene futuro esto? Yo creo que depende de la gente, de su acción en los estados nacionales. No creo en una “rebelión europea” a la Varufakis, sino en la suma de transformaciones en los Estados, porque es en ellos donde está el marco ciudadano.

Con alguna excepción, la izquierda europea es incapaz de ofrecer una alternativa real que haga frente al actual estatus-quo. ¿Qué responsabilidad tiene la izquierda en esta situación?

En general la izquierda en Europa no cuestionó la integración europea, cultivó el mito del “continente de paz” por miedo al nacionalismo y quedó prisionera de su marco, es decir de la versión local de la globalización capitalista neoliberal “made in USA”. Ahora asiste al espectáculo de que el grueso de la rebelión contra el orden establecido lo capitaliza la extrema derecha. Supongo que la izquierda debería dar una patada a la puerta de esa cárcel conceptual en la que está metida y debería reivindicar el soberanismo para cambiar las cosas en cada país y luego en la Unión Europea. Algo de eso está pasando en Francia con la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon y en Alemania con el recién creado movimiento Aufstehen, iniciativa de Oskar Lafontaine, el político europeo de izquierdas más sólido, desgraciadamente en vías de retiro…En España estamos retrasados en ese debate. En Catalunya en lugar de desembocar en la extrema derecha el descontento ha desembocado en la payasada del “procés” y se ha perdido gran parte del positivo impulso del 15-M.

¿Por qué se siguen aplicando recetas capitalistas neoliberales que no funcionan y que tienen graves consecuencias para la mayoría de la gente? ¿Hay condiciones objetivas para construir una alternativa real de izquierdas que haga de contrapeso a quienes imponen estas políticas, tal y como las había para el llamando ‘mundo occidental’ cuando existía la URSS?
Esas recetas funcionan perfectamente para lo que fueron diseñadas: engordar a los ricos, maximizar el beneficio e incrementar la explotación vía deslocalización, privatización, desregularización y emigración de mano de obra. Hasta que la mayoría social perjudicada no les dé un puñetazo en el morro no se inmutarán. Fue el miedo a la insurrección y a la inestabilidad lo que impuso el estado social en Europa tras el shock de la Segunda guerra mundial. Claro, el adversario soviético y su tan poco atractivo modelo, también influyó. Desde el hundimiento del bloque del Este se sienten más fuertes y además con la integración de todo aquello en la economía mundial y el ingreso de India y China en ella, se ha duplicado el número de obreros en el mundo, añadiendo unos 1.400 millones más. La correlación de fuerzas entre capital y trabajo ha cambiado en beneficio del primero. ¿Cómo modificar todo esto en un sentido de mayor justicia social? ¿Cómo crear una fuerza que asuste tanto que obligue a imponer reformas sociales? Son preguntas enormes cuya respuesta está en la historia de la humanidad.

Mientras tanto la extrema derecha está creciendo en los diferentes procesos electorales. ¿Cuáles son los motivos? ¿Hasta qué punto influye la inmigración -o, mejor dicho, la gestión que se está haciendo de este tema?
Desde finales del siglo XX, una creciente desigualdad territorial y social, crisis y conflictos, así como la circulación de la información que estimula la comparación y las ganas de irse, aceleraron y mundializaron las emigraciones. Una encuesta realizada en 2014 por la OIT en 150 países, sugiere que más de una cuarta parte de los jóvenes de la mayoría de las regiones del mundo quiere residir permanentemente en otro país. Nada más comprensible en un planeta en el que 1.200 millones de personas viven en la extrema pobreza y donde a una quinta parte de la población le corresponde sólo el 2% del ingreso global, mientras el 20% más rico concentra el 74% de los ingresos. El vector de esta política apunta hacia una división del mundo en dos categorías, dos castas geográfico-sociales, en la que el estrato superior que podría implicar al 20% de la población del planeta podría vivir en un cuadro de relativa distribución, suficiente para generar un consenso y una fuerza militar capaz de mantener al 80% restante en una posición totalmente subyugada y paupérrima. Evocando este escenario, el sociólogo Immanuel Wallerstein observa con razón que, “el orden mundial que Hitler tuvo en mente no era muy diferente”.

El actual flujo migratorio hacia esta Unión Europea de 500 millones de habitantes es insignificante, pero el futuro y el calentamiento global cambiarán las cosas. Lo que hemos visto hasta ahora ha bastado para cambiar la geografía política de algunos países en beneficio de la extrema derecha. Para la izquierda el problema es irresoluble si no se enmarca en una acción general de transformación del mundo, sin una acción antibelicista, contra el comercio injusto, contra el crecimiento y por el multilateralismo en las relaciones internacionales. Encerrarse en el feliz mundo “sin fronteras” y en el “open arms” que nos vendieron los gringos junto con su globalización, un mundo en el que los estados son sustituidos por ONG´s y la política por la manipulable ideología de los derechos humanos, equivale a practicar una caridad que hace la cama a la ultraderecha. Pero,

¿cómo meter todo esto en un programa y al mismo tiempo evitar el escándalo de las muertes en el Mediterráneo?
Llevas tiempo denunciando la deriva militarista de la Unión Europea y su estrategia de búsqueda de culpables para explicar su fracaso. Rusia es un claro ejemplo. Salvando las distancias y dejando claro que todas las comparaciones son odiosas, ¿estamos ante una nueva ‘Guerra Fría?

Durante 25 años, occidente estuvo metiéndole el dedo en el ojo al oso ruso. La cosa funcionó mientras la clase dirigente rusa se dedicó a la gran juerga de privatizar y enriquecerse, pero pasado eso, a partir de 2008, el oso lanza zarpazos cuando le atosigan y además se ha crecido militarmente. El problema es que Occidente no acepta la recuperación del oso y así hemos llegado a esta segunda guerra fría sin justificación ideológica, pues ya no hay diferencias ni enfrentamientos entre sistemas socioeconómicos. En esta dialéctica la UE en crisis desintegradora encuentra un enemigo hacia el que dirigir su fracaso, mientras que Rusia asume grandes riesgos porque si vuelve a ser humillada su régimen podría hundirse como un castillo de naipes. La situación es particularmente peligrosa porque Estados Unidos fue destruyendo y retirándose de los acuerdos que ordenaban y prevenían desastres nucleares durante la guerra fría y hoy apenas hay canales. Eso hace más imprevisibles posibles incidentes, en el Báltico, Ucrania o Siria, que impliquen a los ejércitos de las potencias nucleares que allí están en contacto. Una solución sería volver a los documentos de 1990 (La Carta de París de la OSCE) sobre seguridad en Europa, que prometían un esquema de seguridad integrado, sin perjuicio de la seguridad del otro, en el continente. La OTAN violó aquello. Todo lo demás, incluida la actual chulería militar rusa, es consecuencia.

La victoria de Trump supone la victoria de la política del ‘Me first’. Trump ha declarado una guerra comercial a los ‘competidores’ de Estados Unidos. ¿Qué consecuencias puede tener esta guerra comercial, tanto a nivel global -postura de China, potencia emergente- como de la UE?
Trump llegó a la Casa Blanca en ese momento. Su “America First” combinaba un refuerzo del proteccionismo desmarcado del discurso liberal con cierta idea de una administración tripartita de los asuntos mundiales en rivalidad con China y Rusia. Trump partió del presupuesto de que el principal adversario de Estados Unidos a medio plazo era China e intentó repetir la jugada de Henry Kissinger de 1972, pero invirtiendo sus términos: si en la época de Nixon se trataba de llegar a acuerdos con China para confrontar a la URSS y alterar así la correlación de fuerzas en perjuicio de quien se consideraba enemigo principal, Trump deseaba un acuerdo con Rusia para debilitar a China.

Eso no va a funcionar, porque nadie se fía de Trump ni sabe cuanto va a durar en el cargo. Supongo que con los competidores europeos se llegará a acuerdos. El problema es con China, y no es comercial -porque el 40% de la exportación china al resto del mundo procede de multinacionales americanas y europeas instaladas en China- sino que tiene que ver el hecho de que el ascenso de China en el mundo solo puede ser detenido por la guerra. De momento guerra comercial, pero no olvidemos que ya con Obama se realizó el llamado “pivot to Asia”, es decir desplegar el grueso de la capacidad militar aeronaval de Estados Unidos alrededor de China. Pekín ha respondido con una estrategia comercial inclusiva, la llamada “nueva ruta de la seda”, pero también está dejando claro que no permitirá atropellos militares en sus fronteras. El actual fortalecimiento militar aeronaval de China en su frontera, en el Mar de China meridional, tiene por objetivo complicar para los militares de Estados Unidos cualquier posibilidad de victoria militar regional (que no global) en esa zona.

La “guerra comercial” forma parte de un pulso general contra el ascenso de China, cuya política internacional, hay que decirlo, no es militarista ni excluyente, sino más bien integradora y prudente.

Publicada por Gorka Quevedo en Alda, revista de ELA. Septiembre/octubre 2018.

Fuente:
https://rafaelpoch.com/2018/11/30/la-izquierda-debe-salir-de-esa-carcel-conceptual-en-la-que-esta-metida/amp/?__twitter_impression=true

lunes, 3 de diciembre de 2018

_- El parte de la victoria

_- Sobre las últimos “éxitos” del zombi europeo

En la negociación del Brexit, la Unión Europea tenía un solo objetivo principal: que el escenario de una salida del club se hiciera lo menos atractiva posible para otros socios escépticos. De forma declarada o difusa, en esa categoría entran muchos; desde Hungría hasta Italia, pasando por Polonia y acabando con Francia. Palabras mayores. Se trataba, pues, de lograr un Brexit complicado y penoso, con aspecto de castigo, de humillante escarmiento que conjure cualquier tentación de abandonar el club.

Una vez más, los políticos alemanes -al fin y al cabo esta UE es la suya- han sido quienes mejor han dibujado la situación. El manso Michel Barnier era el negociador jefe oficial, pero la que corta el bacalao es Sabine Weyand, la enérgica negociadora principal adjunta. Weyand es la “alemana adjunta al francés”, una figura muy familiar en Bruselas donde casi todos los cargos importantes que no están en manos teutonas tienen a un adjunto de esa nacionalidad controlando que las cosas se hagan bien. Pues bien, Weyand, directora de muchas de las negociaciones secretas con Theresa May, se ha jactado de que prácticamente todas las líneas rojas marcadas por el gobierno de May han sido quebradas por la UE.

“En una abrumadora proporción, la Unión Europea se ha impuesto”, ha resumido Jens Geier, jefe del grupo socialdemócrata alemán en el Parlamento Europeo. Tras su salida del club y durante varios años, la posición del Reino Unido será parecida a la de Suiza, explica este elocuente diputado: “tendrán que asumir el grueso de las reglas europeas pero sin tener ya la menor voz en Bruselas”. Este ha sido el parte de la victoria: “Nos hemos impuesto”.

Y el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, el hombre que dice que, “no hay democracia fuera de los tratados europeos” (tratados que no ha votado nadie y que no se pueden cambiar porque están blindados), ha remachado ese parte de victoria diciendo que el acuerdo alcanzado, “es el único posible” y amenazando a los británicos con que si lo rechazan, “quedarán decepcionados a los primeros segundos”.

La situación está imbuida en un ambiente coercitivo y facineroso del estilo de las “propuestas que no podrán rechazar” (las amenazas de muerte del Padrino) o de ese dicho de la mafia rusa según el cual la tarifa de ingreso en la hermandad es de un rublo pero la de baja cuesta dos… ¿Qué tipo de club es este que no se puede abandonar porque si te lo propones te amenazan? Todos se preguntan cómo reaccionará el Parlamento británico.

¿La Unión Europea no se da cuenta de que sus victorias no convencen (“vencen, pero no convencen”) y que eso incluye el riesgo de desatar a Némesis, la diosa de la justicia retributiva, entre las víctimas de sus excesos?

Con Italia está pasando algo semejante: ¿Qué sentido tiene disciplinar a Italia por prever un déficit del 2,4% del PIB en su ley de finanzas. La previsión francesa equivalente es del 2,8% y los italianos tienen a su favor que tras los desembolsos de la deuda su presupuesto es excedentario. El gobierno italiano no parece dispuesto a ceder. Si le retiran las subvenciones europeas, Italia, que es un contribuyente neto al presupuesto europeo, podría dejar de pagar su contribución y su gobierno contaría probablemente con un amplio apoyo popular…

Estas “victorias” agravan la enfermedad de fondo, es decir la desintegración paulatina de la UE como resultado de la aplicación de sus rígidas políticas neoliberales de piñón fijo germano e imposibles de cambiar sin desmontar todo el tinglado. Estas victorias incrementan todo aquello que está desintegrando la UE porque el europeismo impuesto bajo coacción es una potente fuente de euroescepticismo.

Si se atiende a los perjuicios que la Unión Europea germano-neoliberal ha ocasionado en los últimos veinte años a la mayoría de los europeos -incluidos buena parte de los alemanes- en términos de recortes sociales, incremento de la desigualdad y menoscabo de derechos, el euroescepticismo -esa palabra fea en el diccionario del establishment– no es más que un estado de lucidez. Otra cosa es que esa lucidez tenga consecuencias electorales y sociales ambiguas y que sea capitalizada por la derecha. La izquierda cedió a la derecha (por absentismo) todo el terreno que había para defender derechos y conquistas sociales desde los estados nacionales, hasta el punto de haber convertido la crítica a la UE neoliberal en casi una autopista de sentido único para la ultraderecha. Muchos años después, esa crítica sigue bastante carente de argumentos de izquierda, lo que deja a la venganza de Némesis huérfana y a la deriva. Porque la diosa acudirá a su cita, no lo duden.

P.S. Cuando Georgia atacó Osetia del Sur con la bendición de George W. Bush en agosto de 2008, la UE, vía Nicolas Sarkozy, aún pudo desempeñar un papel mediador entre Rusia y Georgia. Ahora con el incidente en el Mar de Azov (un mar de aguas poco profundas no apto para los barcos de guerra de la OTAN), la UE se ha puesto inmediatamente detrás de Ucrania. El presidente, Poroshenko, podría haber escenificado esta situación pensando en las elecciones ucranianas de marzo a las que concurre en muy mala posición y, obviamente, con la bendición del Pentágono. Mientras Moscú habla de “provocación” y Kiev de “agresión”, la UE se posiciona del lado de la tesis ucraniana (y de la OTAN y de Washington), con lo que cualquier papel mediador-apaciguador resulta imposible. ¿Más sanciones contra Rusia?

Publicado en Ctxt.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Un semáforo francés en ámbar

Si en Francia no pasa nada, entonces no pasará nada fundamental de signo liberador y progresista a medio plazo en Europa.

El sábado 300.000 personas expresaron su activa protesta organizando más de 2000 bloqueos de carreteras y peajes en toda Francia. Hay que seguir de cerca este fenómeno de los chalecos amarillos, movimiento auto(des)organizado a través de las redes sociales, popular e imprevisible. La jornada del sábado continuó el domingo y más allá. Ahora el movimiento llama a bloquear París el sábado 24… Todo esto pone muy nervioso al establishment mediático y político europeo.

El ministro del interior francés, Christophe Castaner constató, el martes, la “degeneración total de una protesta que en general mantuvo el sábado buena conducta”. “Asistimos a una radicalización con reivindicaciones que ya no son coherentes, que van en todas direcciones”, ha dicho. La CGT, el sindicato francés menos manso, se ha desmarcado pero hasta tres de cada cuatro franceses han expresado según las encuestas su apoyo a esta manifestación en la que se escuchan llamadas a la dimisión del “presidente de los ricos”.

La chispa ha sido la subida de los impuestos a los carburantes. Eso ha llevado a declarar a una ex ministra socialista de medio ambiente, Delphine Batho, típica representante de la izquierda-caviar, que la protesta es una, “acción de solidaridad con el lobby petrolero”. Pero tras la fiscalidad al diesel se esconde una clara cuestión de clase, una injusticia fiscal que grava a la gente del extrarradio, la más encadenada al uso del coche para ir al trabajo, o que trabaja con él (transportistas, agricultores), dibujando toda la geografía de la Francia periférica de las zonas rurales y los extrarradios urbanos. Hay en su protesta un agravio comparativo hacia el trato fiscal que reciben los ricos, con la eliminación del impuesto a las grandes fortunas, y una indignación y hartazgo con las despreciativas declaraciones del Júpiter Macron que cada mes evidencia su mentalidad elitista. Es esta fractura de clase la que asusta: desorganizada, radical e imprevisible.

De repente, como se lee en la prensa alemana, se advierte el peligro provocado por lo que antes se consideraba éxito y victoria: el descabezamiento y la integración de las organizaciones sindicales que todavía defendían intereses de clase. La paradoja del resultado de décadas de políticas encaminadas a descafeinar a los sindicatos es que desemboca en una preocupación ante el peligro que supone la ausencia de interlocutores (sindicales) corruptos con los que negociar cabreos como este.

En unos momentos en los que por toda Europa surgen populismos de signo conservador o reaccionario con los que la derecha capitaliza y canaliza los ríos de descontento y sufrimiento social suscitados por la crisis, hay que estar atento a cualquier manifestación de un movimiento que huele a algo de clase, aunque acabe en agua de borrajas. Si en Europa llegara a formarse algo parecido a un bloque popular-ciudadano antiburgués bien podría ser a partir de este tipo de chispas. Con la actual configuración capitalista de los espacios y geografías, el precio del carburante desempeña un papel no muy diferente al del pan en los motines de antaño. Afortunadamente, tras no pocos titubeos, la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon se ha dado cuenta de eso y ha expresado su apoyo a esta protesta. Y el lugar es Francia.

Hace tiempo que modestamente sostengo que si en Francia no pasa nada, es decir que si lo que queda de la mayor tradición social y republicana del continente se demuestra incapaz de reaccionar a esta crisis que incrementa la desigualdad social y arrasa con derechos costosamente adquiridos, entonces no pasará nada fundamental de signo liberador y progresista a medio plazo en esta parte del mundo.

Lo último de Macron es aplicar la directiva europea de reducir las pensiones en un país en el que apenas hay jubilados pobres, como es el caso de Alemania donde ese cepillado se hizo hace años. Macrón expresó la semana pasada todo el delirio narcisista que acompaña al “europeísmo” establecido al decir en Berlín que Europa y el eje franco-alemán tienen, “la responsabilidad de que el mundo no se deslice hacia el caos y sea acompañado en el camino de la paz”. La simple realidad es que es la acción de ese eje, que en Francia se vive crecientemente como mera subordinación a Alemania, la que está creando el caos en la propia Unión Europea con una política neoliberal que excita todo aquello que disuelve y desintegra al “europeísmo”.

(P.S. La visita de Macron a Berlín, en la que obtuvo apoyos a su propuesta de ejército europeo, incluyó ofrenda floral en la Neue Wache, el templete de la avenida Unter den Linden. En tiempos de la RDA, la Alemania comunista, aquello era un memorial a las “víctimas del fascismo y el militarismo”. En los años noventa, tras la reunificación, el memorial fue remodelado a las “victimas de la guerra y la tiranía”, concepto éste último que abraza tanto al nazismo como al comunismo. La remodelación regresó así a la línea de la doctrina establecida por los ex nazis que gobernaron la Alemania occidental en la posguerra y que buscaban su redención en la guerra fría bajo el manto general del “totalitarismo”. La unificación conceptual presentaba al comunismo y al estalinismo como hermanos gemelos del nazismo y el fascismo, ignorando la diferencia ideológica fundamental; que no puede haber un “buen” nazismo, contrario a todo planteamiento humanista, pero sí un “buen” socialismo que desarrolle ideales humanistas radicalmente antagónicos con el antihumanismo estalinista. Hoy el templete incluye una placa que menciona entre las víctimas de la tiranía a los alemanes expulsados de sus hogares en Europa central y oriental tras la derrota de 1945 y a los represaliados por el régimen de Alemania Oriental. Una nueva historia nacional a la carta para unos nuevos tiempos).

(Publicado en Ctxt)

https://rafaelpoch.com/2018/11/21/un-semaforo-frances-en-ambar/

jueves, 25 de octubre de 2018

_- La ruptura del monopolio propagandístico occidental genera nuevas armas soft

_- Entre los últimos conceptos importados de Estados Unidos, el de “fake news” (noticias falsas) se ha instalado inocentemente en nuestro lenguaje. ¿Qué significa? Noticias falsas las ha habido siempre. Recuerden que la guerra de Cuba fue facilitada por la voladura del “Maine”, que la de Vietnam comenzó con el ficticio “incidente de Tonkín” y que la de Irak tuvo por motivo las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Hussein.

Sí, la tecnología digital permite la multiplicación de mensajes y noticias en una escala nueva, pero la simple realidad es que la mentira y la falsificación forman parte del periodismo realmente existente. Eso tiene que ver con la corrupción estructural que rodea a la información, que en nuestro mundo suele estar en manos de empresas mediáticas de grandes magnates y de poderes estructuralmente incompatibles con los intereses de la mayoría social. También tiene que ver con el pluralismo de puntos de vista y con el hecho de que los informadores practican siempre una selección que nunca es neutra al elegir sus noticias. Entonces, ¿a santo de qué nos vienen ahora con ese concepto?

El desencadenante ha sido la paranoica tesis americana de que los rusos determinaron el resultado de sus últimas elecciones presidenciales, pero el motivo de fondo es la crisis del monopolio informativo occidental.

Rusos y chinos -y también árabes y latinoamericanos- han creado en los últimos años sus propios aparatos de propaganda global. Ahora, en esta época de imperios combatientes, cualquier guerra y conflicto entre potencias, tiene más de una versión. Es así como, además de propagar guerras, Estados Unidos abre una nueva “guerra soft” contra los aparatos de propaganda de sus rivales, particularmente Rusia y China. El principal objetivo de esa acción son el canal global de televisión rusa RT y la agencia Sputnik. La meta es, llegado el momento, prohibir o censurar la acción de esos medios en Euroatlántida. Y la acusación: fabricar “fake news”. Como suele ocurrir la Unión y el Parlamento europeos se han metido en esa guerra. Una ley francesa actualmente en proyecto contempla la posibilidad de cierre de canales y medios de información que estén, “bajo influencia de un estado extranjero”. El problema es que todos los medios públicos emiten la influencia del país al que pertenecen. Algunos periodistas necios -en el diario Le Monde y en varios diarios alemanes, por ejemplo- han establecido servicios para desenmascarar “fake news”, naturalmente excluyendo las que ellos mismos lanzan, es decir se arrogan la capacidad de establecer lo que es verdadero y lo que es falso, dando por supuesto que lo suyo es siempre neutro y objetivo.

El problema, como ha dicho Jean-Luc Melenchon, es que la “verdad” es algo bastante controvertido. A mí, por ejemplo, me parece que la receta neoliberal que nos hacen pasar por panacea es un desastre al servicio de los más ricos, pero eso forma parte de la batalla de ideas, es decir de los intereses que defiendes. Lo que es el colmo es que aquellos personajes y medios cuya información consiste en la defensa continua del orden establecido, lo que implica mentir diariamente, pretendan dictaminar lo que es verdadero y falso desde su pretendida y angelical objetividad.

El dominio occidental del informe global sigue siendo aplastante, RT tiene un presupuesto de 300 millones de dólares anuales sin que exista una red de emergentes que coordine sus mensajes con, por ejemplo, la china CCTV, la televisión iraní o Telesur. Pero la red occidental sí es una suma de aparatos bastante coordinados en su informe sobre Rusia y muchos otros temas: la Deutsche Welle tiene un presupuesto de 350 millones, la francesa RFI, 380 millones, la BBC 524 y el complejo de Estados Unidos, que lleva décadas emitiendo en casi todas las lenguas de la ex URSS (y son muchas lenguas), muchos más millones. Y todo ello sin contar con los medios privados y sin tener en cuenta la enormidad que representa el complejo Hollywood, que, como dice Laurent Dauré, es, “la continuación de la política de Washington por otros medios”. Los emergentes no tienen, ni tendrán hasta donde alcanza la vista, algo comparable a Hollywood.

Pese a esta desproporción de medios, la mera ruptura del monopolio propagandístico ya crea una nueva tensión. Y ese frente de “guerra soft” se arma de nuevos conceptos. “Fake news” es uno de ellos, y, haciendo honor a su nombre, es una falsificación.

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jueves, 4 de octubre de 2018

La pregunta M. Valls


¿Qué ha pasado en este país para que un personaje como éste tenga posibilidades de ser alcalde de Barcelona?

Los medios de comunicación del procés, la “prensa del movimiento” de este país, han puesto el grito en el cielo. Sus voluntariosos comisarios y bien pagados plumíferos parecen estar literalmente cagados por la candidatura de Manuel Valls. ¿Para qué, sino, dedicarle tanta atención? Para mí la primera pregunta que Valls evoca es la de, ¿qué ha pasado en este país para que un personaje como Manuel Valls, opte a la alcaldía de Barcelona? La pregunta nos interroga a todos.

No se trata de que sea un “fracasado” en su país de acogida. A un tipo que a su edad ha sido alcalde, diputado ministro y primer ministro en Francia, esa etiqueta no le va. No es su talla como político lo que hay que debatir, a menos que queramos compararla con la de sus competidores a la alcaldía o con las figuras que hoy presiden la Generalitat, el Parlament, los partidos políticos catalanes, etc. En esa foto, Valls no es, precisamente, el más bajito. Tampoco el más facha.

La Presidentorra (el concepto es homenaje a Albert Soler del Diari de Girona, el último periodista cuerdo que queda en Catalunya) es bastante más facha que él: el discurso de Torra sobre los españoles (que en la “prensa del movimiento” apenas ha sido tema) sitúa a Valls bien a la izquierda del actual honorable. El president del Parlament, el chalado de Bruselas y todo el rebaño de profesores de instituto y amateurs que dirigen la República imaginaria, parecen una colla de payasos al lado de este tipo, formado en la escuela republicana (esta de verdad) francesa. Valls tiene los pies en el suelo, sabe sumar y restar. Sabe lo que es un estado, lo que es Europa, lo que es y no es un referéndum. En resumen, al lado de los de aquí es un profesional.

Claro que es un oportunista, claro que es de derechas, pero me remito a la pregunta del inicio: ¿qué ha pasado en este país para que un tipo como él tenga posibilidades de hacerse con la alcaldía? Pues lo que ha pasado es que se ha quebrado el consenso interno que sostenía la convivencia en Catalunya. Aquí unos eran nacionalistas y otros no. Unos lo eran al 90%, otros al 50%, otros al 10% y otros no lo eran en absoluto, pero todos se respetaban y se soportaban los unos a los otros. Hoy sospecho que la mayoría de los catalanes apoyarían a quien fuera capaz de coser ese divorcio y acercarnos al matrimonio anterior.

En Barcelona ese deseo es tan fuerte que el cinturón periférico de la ciudad que siempre votó a la izquierda catalanista, hoy vota a un partido de derechas cuya bandera es el antinacionalismo, lo que mucha gente ve como una especie de procés al revés. Es decir, en Barcelona se ha abierto una gran oportunidad y Valls, que es un oportunista profesional (no confundir con uno amateur e ignorante), la ha visto. Después de que la izquierda regalara buena parte de su base electoral a Ciudadanos, de que el nacionalismo lo dividiera todo con la ilusión de su Ínsula barataria y que revitalizara con sus banderas a la derecha corrupta, tanto en Madrid como en Barcelona, ¿de qué podemos quejarnos? Este pueblo grande en el que se ha convertido Barcelona tendrá al Valls que se merece. La escuela política francesa es superior a la española. No es un juicio de valor, es una cuestión de años de libertad y en eso nos llevan bastante ventaja.

En general, todos los políticos franceses, de izquierda, derecha y hasta de ultraderecha, tienen más tablas, más cultura y más escuela que los nuestros. Aunque sea al servicio de los ricos, de la empresa y del autoritarismo, esa escuela es superior a la local. Lean el artículo que Valls publicó hace unos días en El País. Era un producto perfecto. Quiere arramblar con todo; con los antinacionalistas, con los castellanoparlantes, con los asustados por el procés, con los desencantados con todas las demás opciones, y hasta con un buen sector del catalanismo. Pujol, Maragall, Coby, els castellers el tío Perico y la virgen de Montserrat, si hace falta. No se rían: este tipo puede ganar. Y hay que preguntarse por qué.

Blog del autor: http://rafaelpoch.com/2018/09/29/la-pregunta-m-valls/

lunes, 10 de septiembre de 2018

…Y en Italia se cayó un puente

por nuestros medios de comunicación estructuralmente corruptos, por la sencilla razón de que forman parte de ese problema y de esa política: en su inmensa mayoría pertenecen a magnates y grandes grupos económicos y naturalmente son fervientes seguidores del culto neoliberal.

Vean sino cómo se ha informado del fin de la “ayuda” financiera a Grecia, hito que se produjo el 20 de agosto. Fue casi una celebración; “Grecia ve la luz al final del túnel”, “gracias al sacrificio de su población, Europa seguirá entera…” y cosas así. Sin embargo, los datos son claros; la deuda griega ha pasado del 135% del PIB en 2009 al 180%, el paro del 10% al 20%, el país ha perdido 400.000 habitantes…. Y Alemania se ha embolsado 3000 millones en concepto de intereses! “Grecia lo ha conseguido, nosotros lo hemos conseguido”, declaró el 21 de agosto el comisario Pierre Moscovici (en el telediario alemán Tageschau). ¿Son idiotas o nos toman por idiotas? Da un poco igual. Las elites viven en su mundo hasta que el asunto les estalla en las manos.

Y como guinda, el anuncio de que Berlín quiere que el sustituto de Jean-Claude Juncker al frente de la Comisión Europea (número uno de la UE) sea un alemán: Manfred Weber. Los alemanes siguen copando puestos en la UE. Con métodos conspirativos de nocturnidad y alevosía que han sido denunciados hasta por la defensora del pueblo, Emily O´Reilly. Impusieron a su hombre, Martin Selmayr, como secretario general de la Comisión, un cargo fundamental. Sin publicación de vacante ni aviso de concurso, denunció O´Reilly.

Los alemanes, la derecha alemana, controlan el presupuesto de la UE (¡hasta 2027!) con el torpe Günther Oettinger, dirigen el Banco de inversiones europeo, el mecanismo de rescate del euro, el secretariado del Parlamento Europeo y tienen la jefatura de casi todos los grupos parlamentarios de la cámara. Allí donde no tienen a su hombre, tienen a un títere, un hombre de paja o de la confianza de la canciller Merkel, como el polaco Donald Tusk, un caso entre muchos. Y allí donde hay un tipo al mando que no les gusta, éste tiene a su lado a un comisario alemán para controlarle. Recuerda mucho a los primeros secretarios de las repúblicas de la última URSS: todos eran locales, pero casi todos tenían como segundo a rusos de toda confianza… Y ahora quieren poner a Weber, un tipo sin gran experiencia, en el puesto de Juncker. Una cosa es segura: seguirán cayendo puentes y seguiremos saliendo de la crisis como Grecia.

Rafael Poch

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martes, 10 de julio de 2018

_- La UE asume una política migratoria lepenizada

_- El nacionalismo alemán se derechiza y confirma la tendencia general

La última cumbre de la UE, en los últimos días de junio, vino precedida, el 19 de junio, por una reunión preparatoria Merkel-Macron. El Presidente francés, al que se presentó como la “esperanza blanca” de la UE, no pinta nada. “Merkel y Macron acuerdan un presupuesto para la zona euro”, celebraba el titular. La simple realidad es que ya no queda absolutamente nada de la propuesta de Macron para “refundar Europa” sin tocar su andamiaje neoliberal.

El “presupuesto de la zona euro” de Macron debía ser (se suponía) para financiar todo aquello que la austeridad germana asfixió. Tenía que ser “un presupuesto de varios puntos del PIB de la zona euro”. Merkel aclaró que nada de eso: sería un “presupuesto de dos dígitos” (es decir inferior a los 100.000 millones, o sea calderilla) y encaminado a la “competitividad y la convergencia”, es decir cero keynesianismo. Hasta el cándido François Hollande obtuvo más, la última vez que propuso algo parecido a Merkel. Respecto a los otros puntos del programa de Macron, “parlamento de la zona euro” (¿para hacer qué?), “convenciones ciudadanas” para discutir el futuro de la UE, etc., hace tiempo que nadie se lo toma en serio.

Hubo que esperar diez días, al 30 de junio, para comprender quién había marcado línea en aquella cumbre: la derecha alemana. Ninguna sorpresa, la derecha alemana gana siempre en la UE. La “línea europea” es básicamente el mínimo común denominador del conjunto, orquestado por el nacionalismo alemán. La novedad es que ese nacionalismo se derechiza. En el Bundestag ya tenemos el mayor grupo parlamentario de extrema derecha del continente: 92diputados. Merkel no quiere que su CDU sea erosionada por la derecha, así que cede ante la propia extrema derecha de su familia política, la CSU bávara, que está muy cerca de la Alternative für Deutschland.

Con italianos, austriacos y otros presionando, y con ese panorama interno, el resultado de la cumbre ha sido una política migratoria de extrema derecha que confirma la gran tendencia del neoliberalismo, la lepenización de Goldman-Sachs: 1-Refuerzo de las fronteras exteriores de la UE vía la ampliación de las competencias y el presupuesto de Frontex, la agencia europea competente, 2 – Incrementar la repatriación de emigrantes irregulares estableciendo campos de concentración en África del Norte y en el interior de la UE, instalaciones que llevarán nombres de camuflaje como “centros de control” o “plataformas de desembarco”.

Desde 2014, 16.000 emigrantes han perdido la vida en el Mediterráneo tratando de alcanzar Europa, unas 35.000 desde el año 2000, según la agencia de refugiados de la ONU. Según la International Organization for Migration, por cada ahogado en el Mediterráneo, habrían dos que sucumben en el Sahara. En los últimos catorce meses, unos 13.000 refugiados y emigrantes fueron abandonados por las autoridades argelinas en los confines de su frontera con Níger, incluidos mujeres y niños, informó a finales de junio la agencia AP, según la cual algunos de ellos murieron desaparecidos en aquel tránsito. La presión organizada europea, con fondos y directivas, sobre los países norteafricanos y subsaharianos conduce a cosas así.

Mientras toma cuerpo una política europea de extrema derecha, la izquierda no parece capaz de ir más allá de la acogida in extremis de los necesitados y a largo plazo agitar un vago sueño angelical sin fronteras que es un subproducto humanitario de la mundialización neoliberal. No hay política, solo caridad y “derechos humanos”. No hay estados nacionales soberanos, ni internacionalismo, solo ONG´s y políticas de imagen con el último contingente humano a la deriva en el Mediterráneo. A partir de ahí muchos cortocircuitos, porque en ese cuadro se puede ser, como el Partido Verde alemán, a la vez liberal-caritativo en materia del escándalo humanitario en el Mediterráneo y gran sostenedor de las intervenciones militares occidentales, que es uno de los ríos que alimentan el flujo emigrante.

https://rafaelpoch.com/2018/07/09/la-ue-asume-una-politica-migratoria-lepenizada/

lunes, 18 de junio de 2018

Amar en tiempos revueltos
El objetivo de Trump es concentrarse en China como adversario principal.

Rafael Poch de Feliu Ctxt

No es fácil amar en tiempos revueltos, orientarse cuando todas las estructuras del mundo de ayer se agrietan ante el despunte de la multipolaridad. Ahí están, hechos unos zorros, el G-7, la Organización Mundial de Comercio, la OPEP, el Grupo de Cooperación de los países árabes del Golfo, la OTAN y la propia Unión Europea. Todos resquebrajados. Todo indica que hasta que no se creen nuevas estructuras internacionales acordes con las nuevas correlaciones de fuerza, vamos a tener turbulencias. Los conflictos están a la vista de todos y son preocupantes; coalición americano-saudí-israelí contra Irán en Oriente Medio; incidentes entre fuerzas aeronavales americanas y chinas en el Mar de China meridional y cosas parecidas en el militarizado frente del Este de la OTAN, en Ucrania, el Báltico y el Mar Negro, implicando a fuerzas rusas. En ese inquietante contexto, ¿qué demonios pinta el encuentro Trump-Kim Jong Un de esta semana en Singapur? ¿Distensión en un mar de crecientes tensiones?

Kim Jong Un acudió a Singapur gracias a su póliza de seguros nuclear. Su bomba y sus misiles son la garantía de que no le harán una operación de cambio de régimen como las de Irak, Libia y Siria, esta última solo como trágico intento. Es obvio que los norcoreanos no van a entregar su póliza a cambio de un collar de cuentas y un par de espejitos. Menos aún a un tipo como Trump, que ha violado el compromiso alcanzado por su país con Irán en 2015 en materia del programa nuclear civil. Pero Kim no pierde nada firmando con el errático Trump. Al contrario, gana prestigio y reconocimiento de la que ha sido su posición desde que perdió la protección del paraguas nuclear soviético en los noventa y optó por fabricarse uno propio: desnuclearización solo a cambio de garantías de seguridad para su país y su régimen, que nunca dejaron de estar amenazados por la bomba de EE.UU. desde los años cincuenta cuando las ciudades de Corea del Norte quedaron destruidas en un 80%.

Para Trump la prioridad es China: concentrarse en China como adversario principal. Obama ya comenzó con eso (en la época de Bush jr., Condoleezza Rice ya lo anunciaba) con su pivot to Asia, el despliegue en Asia sudoriental del grueso de la capacidad aeronaval de Estados Unidos. Pero sea como fuera, el asunto creó una fenomenal pelea interna en el establishment político-industrial-militar de Estados Unidos, donde muchos creen que el enemigo principal es Rusia.

Trump quiere repetir la jugada de Kissinger/Nixon de los setenta pero invirtiendo las piezas: si entonces fue ganarse a China contra la URSS, ahora se trataría de ganarse a Rusia contra China. Habrá que ver en qué queda eso, pero de momento está dando para una considerable histeria fomentada por los adversarios de este cambio de enemigo principal.

Hasta ahora la amenaza de Corea del Norte ha sido un recurso central para justificar el despliegue militar de Estados Unidos contra China en su región. ¿Quiere Trump cambiar la apuesta integrando a Corea del Norte en un esquema hostil contra China? En cualquier caso, los coreanos, del norte y del sur, aprovechan el cambio de música para practicar su propio juego en aras de una distensión intercoreana que un día u otro acabará con la reunificación de una de las naciones más antiguas del mundo.

Pretender que Kim baile el rock de Trump contra China obliga a recordar la habilidad con la que su padre y su abuelo torearon a chinos y soviéticos cuando se disputaban el favor de su país. Los coreanos del norte bailaron aquello a su manera manteniendo su independencia. ¿Cambiará eso ahora ante Estados Unidos? En 2007 ya hubo un acuerdo entre Washington y Pyongyang, arbitrado por China, que Obama rompió al exigir medidas de verificación adicionales.

Respecto a Trump, prepara otra cumbre sensacional, con Vladimir Putin, y seguramente en Viena. ¿Adónde conducirá todo esto? Seguramente a resquebrajar, aun más, todos los marcos y estructuras internacionales que la germinación multipolar y las enmiendas a la globalización actualmente en curso han convertido en caducos. ¿Quién se atreve a amar en tiempos revueltos?

Fuente:
http://ctxt.es/es/20180613/Politica/20136/Rafael-Poch-trump-china-kim-jong-un-adversarios-singapur.htm

viernes, 8 de junio de 2018

Se cierra el cerco alrededor de Julian Assange por Rafael Poch

Tras seis años de confinamiento, incomunicado y aislado, el imperio se cobra su cuenta.
A principios de abril, Joseph Di Salvo, subcomandante del mando sur (Southcom) del ejército de Estados Unidos, visitó Quito. El asunto de su visita era la negociación para la reapertura de una base militar americana en Ecuador. El anterior presidente, Rafael […]
http://rafaelpoch.com/author/rafaelpoch/

domingo, 13 de mayo de 2018

_- La crisis de la UE, ¿irreversible o reconducible? (*)

_- I)-SOBRE EL CONTEXTO
Con 500 millones de habitantes y representando el 25% del PIB global, la Unión Europea no puede ser abordada como si se tratara de un país, sino que debe serlo como lo que es: una parte del mundo. Así que para abordar su crisis hay que situarla primero en el momento general del mundo. Ese “momento mundial” contiene dos tendencias muy relacionadas; 1-El paso a la multipolaridad que ahora vivimos -lleno de tensiones bélicas, y 2- Las enmiendas a la globalización actualmente en curso.

Sobre lo primero, venimos de una realidad bipolar, la de la guerra fría, inquietante pero relativamente estable. Hemos pasado por el desastroso intermedio del ensayo de una hegemonía en solitario de Estados Unidos (desde Afganistán a Libia, pasando por Iraq) y nos dirigimos hacia una situación de multipolaridad, a un mundo con diversos centros de poder.

Este cambio en la correlación de fuerzas, afecta a la globalización, tal como ha sido entendida en los últimos 30 años, y así entramos en lo segundo.

La globalización del libre cambio va bien cuando se es el más fuerte. Por eso durante mucho tiempo ese concepto fue una especie de seudónimo del dominio mundial de Estados Unidos. Ahora el marco ha cambiado.

Algunos emergentes (China es el caso más flagrante) han realizado la proeza de fortalecerse jugando hábilmente en esa globalización que era el terreno de juego creado por occidente contra el mundo en desarrollo (un “occidente” entendido como “la tríada” de Samir Amin; Estados Unidos+EU+Japón). Además, aunque ese occidente siga siendo el más fuerte en todos los terrenos (económico, militar, industria cultural, mediático…) ya no es lo que era antes:

Cuando se diseñaron las actuales instituciones, la economía de EEUU representaba el 40% del PIB mundial y chinos e indios no pesaban casi nada en el mundo. Ahora la economía de Estados Unidos representa el 15%. No es lo mismo.

Por eso, tanto los EE.UU de Trump como el brexit (los anglosajones) y la Europa del Este están acometiendo una enmienda a la globalización tal como se entendía, un regreso al énfasis en la soberanía nacional y el proteccionismo: a una globalización atenta a los intereses nacionales (“pro-trade nationalism”). Hay que decir que China se metió en la globalización ya desde esa enmienda, por lo que hay que considerarla como la verdadera anticipadora de esa mudanza.

Hemos dicho que esas dos tendencias de cambio están interrelacionadas y sus señales aparecen por doquier:

-Con el “América first” de Trump y sus nuevos aranceles a la producción importada.

-Cuando China presiona a Arabia Saudí para que le venda su petróleo en yuanes a fin de convertir el yuan en moneda de referencia internacional a partir de este año, aprovechando que la demanda energética de Asia Oriental es más importante para los países del Golfo que la de Estados Unidos. Todo eso debilita al dólar, aun dominante y responsable del 42% de las transacciones generales realizadas en el mundo.

-Con los nuevos desafíos al hegemonismo americano/atlantista en America Latina (Mercosur, Alba…), ahora algo eclipsados por el golpe de estado en curso en Brasil, la erosión del chavismo en Venezuela, el gobierno de Macri en Argentina y los cambios en Ecuador…, lo que no impide que siga siendo difícil imaginar un regreso al estado de cosas vigente en el subcontinente en los años setenta.

-En Eurasia, donde por primera vez en treinta años se ha visto (en Ucrania) una respuesta militar rusa (Crimea, Donbas) al expansionismo occidental, algo que explica la demonización mediática de Putin mucho más que cualquiera de sus desmanes autocráticos.

-En el Mar de China Meridional, donde se ven claras actitudes de advertencia ante el pivot to Asia de Estados Unidos (desplazamiento allí del grueso de su fuerza aeronaval): China advierte que no se va a dejar acosar por más que Estados Unidos y Japón utilicen el espantajo norcoreano como excusa para construir y mantener el mismo círculo de hierro que atosiga a Rusia en su entorno. El fortalecimiento del liderazgo de Xi Jingping, tiene que ver con eso y no con las simplezas que se dicen sobre el “nuevo Mao”, ignorando los cambios que la sociedad china ha experimentado desde entonces…

-Vemos la sorprendente, arriesgada y de momento exitosa intervención militar rusa en Siria, que ha impedido una nueva operación de cambio de régimen allí, sobre el estremecedor panorama de ruinas y matanza en aquel país. Esa victoria ha eclipsado en gran parte el papel de Estados Unidos en la región, activando importantes actores regionales (Turquía, Irán) y rompiendo alineamientos como el de Turquía con la OTAN…

Todo eso son contracciones del parto de la multipolaridad.

La pregunta que se presenta es la de si esta reconfiguración, a la vez geopolítica y económica, desembocará en un nuevo consenso multilateralista-multipolar, en el que los diversos actores mundiales, tradicionales y emergentes, alcanzarán nuevas normas y acuerdos de coexistencia consensuados, o si por el contrario nos dirigimos hacia una dinámica bélica de imperios combatientes.

Este me parece que es el contexto que define y sitúa la crisis de la Unión Europea: 1-su no participación en el tránsito a la multipolaridad como sujeto autónomo y 2-su mala posición para las enmiendas a la globalización actualmente en curso.

El primer punto no precisa mayor explicación: la UE no tiene política exterior propia. Es una orquesta desafinada (en gran parte por la OTAN) que va a remolque de Estados Unidos, no sin contradicciones (que van a más: por ejemplo el pleito con el gaseoducto Nord Stream que enfrenta a Alemania y grandes compañías europeas con Trump, o con la ruptura del acuerdo con Irán donde Alemania y Francia tienen grandes negocios).

El segundo punto necesita más detenimiento porque es el que explica mejor la actual espiral desintegradora de la UE.

II) ESPIRAL DESINTEGRADORA
En su última encarnación, entre 1990 y 2000, la Europa alemana de Maastrich (1992: euro, BCE, primacía del derecho europeo sobre el nacional), fue la locomotora de la globalización neoliberal. Representaba la organización supranacional más integrada del mundo. Su diseño fue muy rígido, a la medida del interés nacional de Alemania, de su estrategia exportadora y de su demografía menguante de ancianos rentistas con fondos de pensiones colocados en las burbujas bancarias. Eso explica muchas de las enormes dificultades actuales de la UE, tanto hacia fuera como hacia adentro:

Hacia fuera: ante las enmiendas a la globalización para la que fue rígidamente diseñada. Hacia adentro: ante toda una serie de países cuyos intereses nacionales son diferentes de los alemanes y chocan con ellos en el interior de la UE.

Se impone un cambio. Cierta deconstrucción, pero la UE se parece a un vehículo obligado a retroceder para reubicarse pero que carece de marcha atrás. Comparado con cualquiera de los otros actores (EE.UU, China, etc) ese vehículo parece muy mal dotado para las enmiendas a la globalización. Cada movimiento que se efectúa para adaptarse a la realidad, cerrando fronteras ante la emigración exterior o restringiendo movimientos y posibilidades laborales en su interior, genera disconformidades y tensiones soberanistas desintegradoras de distinto signo en los estados-nación.

Nada más lógico teniendo en cuenta el espectacular encogimiento de las soberanías nacionales de los Estados de la UE que hemos citado en tantas ocasiones:

-Los bancos centrales son “independientes”, la moneda común impide ajustes y devaluaciones, los ministerios de economía son meros ejecutores de directivas decididas en la UE, la OMC, el FMI…

-El derecho europeo tiene mayor rango que el nacional, pese a carecer de un fundamento democrático: es legal, pero no legítimo.

-Y la política exterior y de defensa viene encuadrada por una estrategia (americana) organizada a través de la OTAN que es no solo exterior a la nación, sino a la propia UE.

-¿Qué le queda a la soberanía popular, al sujeto que vota en unas elecciones nacionales? Muy poco. Y encima, esa desposesión ha sido santuarizada, blindada en normas y tratados para hacerla irreversible.

En época de vacas gordas todo esto no era demasiado problema (aunque en los países democráticamente más exigentes y despiertos hubo toda una serie de referéndums que cuestionaron aspectos de la construcción: ocho referéndums, todos, menos el británico ignorados), pero la crisis financiera y sus recetas lo cambiaron todo. Cuando de lo que se trata es de cambiar cosas fundamentales, todo se descompone.

Además la “idea europea” sufre cierta muerte espiritual. Después de haber sido atracados en nombre de Europa (rescate bancos, conversión de deuda privada en deuda pública, drásticos recortes en el estado social…) y después de constatar que no hay soberanía en decisiones fundamentales, muchos europeos, incluso los que recibimos fondos de cohesión, miran a la UE con otros ojos. Donde antes se veían ventajas y progresos, ahora se abren paso desventajas y retrocesos. Eso tiene diversas manifestaciones, en el Norte, en el Sur, en el Este y en el Oeste, pero se produce un poco por todas partes; referéndums, “populismos”, avances de la extrema derecha y -más débiles- nuevos altermundismos y eurocriticismos de izquierda.

Para impedir, para salir al paso de todo eso, habría que corregir, cuestionar y cambiar las normas de funcionamiento de esta UE neoliberal, que provocan todos esos descontentos, esas involuciones sociales y esos referéndums de contestación, pero:

– ¿Cómo hacerlo si sus tratados fundamentales, se diseñaron para eso y además están blindados (“No hay democracia fuera de los tratados europeos”, ha dicho Juncker).

-Parece que para cambiar las cosas, la UE, tal como la conocemos, debería negarse a si misma, pero, ¿puede un establishment administrativo no electo, al servicio de los intereses oligárquicos, practicar tal ejercicio desde Bruselas?

-Y si eso no es posible sin la ciudadanía, ¿cómo puede intervenir una ciudadanía, el pueblo, en el marco europeo, si la ciudadanía europea y el pueblo europeo no existen? (existen el pueblo francés, español, húngaro, pero no el “pueblo europeo”)

-¿Está entonces la respuesta a este embrollo en los Estados es decir allí donde hay soberanía y elecciones?

-¿Sería, por tanto, la suma de toda una serie de respuestas ciudadanas estatales la solución para generar una reforma en profundidad de la UE…?

Mientras esas preguntas no se responden, constatamos que la Unión Europea está estancada: No está siendo un factor de la reconfiguración en curso. No está participando como actor autónomo en ese parto de la multipolaridad que antes describíamos. Geopolíticamente va a remolque y el gran vector que apunta sugiere que más bien se dirige y contribuye a un escenario de los imperios combatientes: La “Europa de la defensa”, con mayor gasto militar (ver las últimas cifras del SIPRI) y protagonismo intervencionista para garantizar el “acceso” a recursos disputados y vías comerciales amenazadas…

Tampoco está creando enmiendas a la globalización desde sus instituciones. Esas enmiendas ocurren desordenada y unilateralmente en los estados nacionales; Polonia no acepta esto, Hungría aquello, Alemania decide en solitario abrirse a los emigrantes y luego decide cerrar sus puertas, los británicos votan irse, los franceses murmuran, los italianos, los catalanes…Y todo eso crea conflictos y tensiones de signo desintegrado que configuran un panorama de cinco brechas que sugiere una balcanización disgregadora:

III) CINCO BRECHAS
1-La brecha del eje franco-alemán (intereses nacionales divergentes han acabado con tal eje. Hay una sumisión de Francia a Alemania a costa de sus intereses nacionales. El Presidente Macron, última esperanza, propone más inversión pública, más flexibilidad, presupuesto común y ministro de finanzas común, parlamento de la zona euro…cosas que Alemania no está dispuesta a conceder, y ahora menos todavía con un Bundestag lleno de ultraderechistas. Y ese fracaso era la compensación ofrecida a los franceses a cambio de destruir su estado social y sus servicios públicos -entre los mejores del continente- en línea con las exigencias de la política germano-europea.

2-La brecha Norte/Sur entre los Pigs y países beneficiarios del euro

3-La del brexit. Aquí hay que decir que el propósito de Bruselas de que la salida británica salga ejemplarmente mal, no está garantizado, pues el Reino Unido es duro de pelar negociará con brío y tiene bazas notables como la city y el vínculo directo con Washington. Por todo ello vale la pena preguntarse qué pasaría si al Reino Unido le fueran bien las cosas fuera de la UE y que mensaje lanzará eso a otros países europeos…

4-La Este/oeste (Visegrad, desencanto, nueva dependencia a 25 años de la emancipación de la tutela soviética del antiguo bloque).

5-La brecha regional: No solo Escocia o Catalunya, sino también y sobre todo multitud de tensiones nacionales y regionales en los Balcanes y en Europa Central/Oriental: posibles roces de Rumanía con Ucrania por la Bukovina, de Hungría con Ucrania por Rutenia, de Hungría con Eslovaquia (por los derechos de la minoría magiar) y con Rumania por Transilvania, la tensión bélica de Ucrania con Rusia en Donbas y Crimea, la voluntad del norte de Kosovo de unirse a Serbia, de los serbios y croatas de Bosnia por configurar sus propias repúblicas, las tensiones en Macedonia… ¿Quién se atrevería en este contexto a abrir la caja de Pándora del “derecho a la autodeterminación” en Europa?

La suma de estas cinco brechas producto del estancamiento es una crisis fenomenal ¿Es reconducible o es irreversible? Les adelanto que no voy a responder a la cuestión que da título a esta intervención, por simple humildad, pero sí diré que, subjetivamente, a mí me parece irreversible. Quizá por haber ya presenciado algo impensable: la disolución de un superestado como era la URSS. Claro que las circunstancias y contextos eran diferentes, pero la impresión en el espectador queda ahí…No lo puedo evitar.

Por otro lado, pienso que el vacío no existe. Con la UE estancada, otras fórmulas europeas ocuparían su lugar, nuevas asociaciones, etc. Por ahí veo un vector reconducible. No creo en un escenario de disolución, un 8 de diciembre de 1991 en Bruselas (el día en que tres presidentes de repúblicas soviéticas declararon disuelta la URSS, no me imagino algo así con Alemania, Francia e Italia, por ejemplo), porque la necesidad de organizar vínculos entre los estados europeos permanecerá de una u otra forma.

Lo más probable parece una especie de regreso al consenso entre estados en detrimento de lo supranacional. Así lo sugiere el fracaso manifiesto de Macron con sus propósitos federalizantes (presupuesto europeo significativo, ministro de finanzas común, listas transnacionales en el parlamento europeo, etc.) que Alemania no piensa aceptar. Ahí está el manifiesto del 8 de marzo de ocho estados del norte -Dinamarca, Holanda, Suecia, Finlandia, Irlanda, Estonia, Lituania y Letonia- contra cualquier reforma del euro sobre bases supranacionales: “la toma de decisiones debe mantenerse firmemente en las manos de los estados miembros”, señala el manifiesto que Alemania ha bendecido…

Pero en cualquier caso, la actual inoperancia de la UE la aparta de los grandes vectores de nuestro tiempo y recuerda a la de un muerto viviente. Eso me hace pensar en el precedente de la Sociedad de Naciones (1918-1946).

La Sociedad de Naciones fue inoperante para los retos de su tiempo; para Abisinia, Libia, la China invadida por Japón, para los sudetes y el Anschluss de Hitler, para la enormidad de la II Guerra Mundial… y cuando se disolvió, en 1946, nadie la echó a faltar porque era un cadáver. Pero, claro, aquel cadáver dio lugar a otro sujeto: la ONU. Esta es la analogía que se me ocurre con la UE que hoy tenemos y que vemos apagarse mientras va perdiendo los trenes del tiempo mundial.

(*) Publicado en Contexto. Este artículo sigue el hilo de la conferencia pronunciada el 20 de abril en el Forum de Debats de Vic.

https://rafaelpoch.com/2018/05/10/la-crisis-de-la-ue-irreversible-o-reconducible/