Mostrando entradas con la etiqueta Thomas Piketty. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Thomas Piketty. Mostrar todas las entradas

domingo, 9 de agosto de 2015

25 verdades del economista Thomas Piketty sobre la deuda griega

Salim Lamrani
Al Mayadeen

El autor del libro El capital en el siglo XXI denuncia la hipocresía de la troika y del Fondo Monetario Internacional sobre la cuestión de la deuda. [1]

1. En el pasado, las deudas públicas fueron mucho más importantes que la actual deuda de Grecia. Esta se eleva a 312.000 millones de euros y representa el 170% de la producción anual del país. La deuda de Grecia en realidad es irrisoria, pues la economía del país sólo representa el 2% del PIB de la zona euro. Por lo tanto la deuda apenas representa el 3% del PIB de la zona euro y no constituye un peligro para el equilibrio económico de Europa.

2. Las grandes potencias europeas como Francia, Alemania y el Reino Unido también tuvieron en el pasado, particularmente en el siglo XIX y el siglo XX, una deuda superior al 200% de su PIB. Cada vez que ocurrió, se encontró una solución.

3. “En el siglo XX, Francia y Alemania son los dos países por excelencia que nunca rembolsaron su deuda pública”.

4. “Hay algo irónico” en exigir a Grecia un rembolso imperativo de su deuda olvidando que “Europa se construyó después de la Segunda Guerra Mundial sobre ciertos principios, particularmente la cancelación de las deudas del pasado para invertir en el porvenir”.

5. Así, en 1953, Europa decidió colectivamente cancelar toda la deuda exterior de Alemania pues había “elegido el porvenir”.

6. Existen varios métodos frente al problema de la deuda. El método lento e ineficiente, que se aplica actualmente a Grecia, consiste en pedir a la nación que acumule excedentes presupuestarios (recaudaciones tributarias superiores a los gastos públicos) y los dedique al rembolso de los créditos. Tiene el defecto de durar a veces más de un siglo, socavar el crecimiento económico y tener un costo social muy elevado.

7. “Cuando se supera cierto nivel de deuda pública hay que utilizar métodos más rápidos”. Existen tres que se usaron en el pasado: la inflación moderada, los impuestos excepcionales sobre los patrimonios privados y sobre todo la cancelación de las deudas.

8. “Hubo cancelaciones de deudas en la pasado y habrá otras en el futuro”.

9. “Los gobiernos no tienen el valor de poner [el tema de la cancelación de la deuda] en la mesa”, lo que de todas formas es inevitable si se quiere salir de la crisis y “cuanto antes mejor”.

10. Se presenta al pueblo griego como que vive por encima de sus recursos. No obstante en la actualidad, bajo el gobierno de Alexis Tsipras, el presupuesto de Grecia está en equilibrio sin contar el servicio de la deuda. Incluso hay “un leve excedente primario” equivalente al 1% del PIB, lo que representa 1.830 millones de euros. El rembolso de la deuda se vuelve insostenible, sobre todo si se toma en cuenta el hecho de que los bancos privados concedieron a Grecia préstamos con tasas usurarias que podían alcanzar el 18%, convirtiendo los créditos en algo matemáticamente impagable.

11. Las instituciones financieras internacionales exigen a Grecia, en virtud de los acuerdos impuestos en 2012, que dedique el 4% de su PIB al rembolso de la deuda durante los 30 próximos años. “El presupuesto total de todo el sistema de la enseñanza superior griego representa menos del 1% del PIB. Significa entonces que se le pide al contribuyente griego que dedique, durante los próximos 30 años, cuatro veces más de dinero a rembolsar la deuda del pasado que todo lo que se invierte en la formación superior del país. ¿Acaso es la mejor forma de preparar el porvenir? Desde luego ¡no! Entonces es absurdo”.

12. “Jamás se pidió, afortunadamente, a Alemania, Francia y a los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial que hicieran eso. Se procedió a cancelaciones de las deudas y ello permitió la reconstrucción de Europa en los años siguientes. Pudimos librarnos del peso de la deuda e invertir los recursos públicos en las infraestructuras, la educación y el crecimiento”.

13. “Europa, mediante el Tratado Presupuestario de 2012, eligió el método británico del siglo XIX, de la penitencia durante décadas y décadas, en vez del método europeo de la posguerra, que consistió en proyectarse en el porvenir”.

14. “Hay una amnesia histórica extremadamente grave. La ignorancia histórica por parte de nuestros dirigentes es algo que consterna en absoluto”.

15. “El Gobierno francés tiene una responsabilidad muy grande” en esta situación al no oponerse a la intransigencia de Alemania. El presidente “Hollande debe tomar sus responsabilidades y decir que la restructuración de la deuda es ahora”.

16. Sin un gesto firme hay un riesgo de “prolongar el periodo de incertidumbre”, que tiene un gran impacto en el crecimiento, y “volver a hundir a Grecia en la recesión, lo que es extremadamente grave”.

17. “El problema de la deuda en Europa no es más importante que en Japón o en Estados Unidos”.

18. “Hay mucha hipocresía en todo esto, pues los bancos franceses y alemanes están muy contentos de ver los activos financieros de los griegos ricos que se transfieren a esos mismos bancos y por supuesto no se transmite la información a la Hacienda griega”, privando así al Estado helénico de fuentes de ingresos fundamentales y haciéndose cómplices del fraude fiscal a gran escala.

19. Desde 2010, las instituciones financieras internacionales han cometido “enormes errores en Grecia”. “Incluso el FMI reconoció haber subestimado las consecuencias de las medidas de austeridad en términos de recesión”.

20. Esas medidas de austeridad “llevaron a un aumento desmesurado de la deuda” griega pues el PIB cayó un 25 % entre 2010 y 2015. “Esta fue la razón de la explosión de la deuda hasta un 170% del PIB mientras que sólo representaba un 110%”.

21. “Me ubico en el punto de vista de las jóvenes generaciones griegas. ¿Acaso son responsables de los actos del [primer ministro] Papandreu en 2000 y 2002? No son más responsables de esos errores que los jóvenes alemanes de los años 1950 o 1960 de los errores precedentes. Dios sabe sin embargo que los gobiernos alemanes hicieron cosas mucho más graves que los gobiernos griegos”.

22. “Todas las deudas de la zona euro deben reestructurarse. Hace falta cancelar una parte como siempre ocurrió en la historia”.

23. “Hace seis meses que el Gobierno griego pide una reestructuración de la deuda” y cada vez recibe el rechazo obstinado del Eurogrupo.

24. No obstante en 2012 Europa “prometió a los griegos que cuando el país estuviera en situación de excedente se renegociaría el importe de la totalidad de la deuda”. Hoy Europa se niega a cumplir su promesa.

25. “Los charlatanes que pretenden que se va a expulsar a un miembro de la Unión Europea para disciplinar a los demás son sumamente peligrosos. El ideal europeo está a punto de ser destruido por las decisiones de esos charlatanes”.

Nota:
[1] Thomas Piketty, «C’est à vous», France 5, 23 de junio de 2015. https://www.youtube.com/watch?v=VIzv3peNLFk (sitio consultado el 9 de julio de 2015); Thomas Piketty, «Il faudra parler de la restructuration de la dette grecque», Europe 1, 29 de junio de 2015. https://www.youtube.com/watch?v=e6SUVZmCxgM (sitio consultado el 9 de julio de 2015).

*Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de La Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se titula Cuba, the Media, and the Challenge of Impartiality, New York, Monthly Review Press, 2014, con un prólogo de Eduardo Galeano. http://monthlyreview.org/books/pb4710/ Contacto: [email protected] ; [email protected] Página Facebook: https://www.facebook.com/SalimLamraniOfficiel

Fuente: http://espanol.almayadeen.net/Study/Suaxbsfy_0q97qTpAG2_Rg/25-verdades-del--economista-del-a%C3%B1o--thomas-piketty-sobre-la

jueves, 14 de mayo de 2015

El economista De Soto refuta las tesis de Piketty. El autor de este artículo afirma que el origen de la miseria no es el capital, sino su carencia

La obra de Thomas Piketty El Capital en el Siglo XXI concitó interés a nivel mundial, no porque emprenda con ella una cruzada contra la injusticia social —somos muchos los que lo hacemos— sino porque, basándose en sus lecturas de los siglos XIX y XX, enarbola como tesis central: “El capital produce mecánicamente desigualdades arbitrarias e insostenibles” que inevitablemente conducen al mundo a la miseria, la violencia y las guerras y que continuará haciéndolo en este siglo.

Hasta ahora los críticos de Piketty sólo han planteado objeciones técnicas a sus malabarismos con las cifras, pero no han impugnado su tesis política y apocalíptica, que es absolutamente incorrecta. Yo lo sé porque en los últimos años mis equipos de investigadores han realizado estudios de campo, explorando países donde campeaban la miseria, la violencia y la guerra, en pleno siglo XXI. Lo que descubrimos fue que lo que la gente realmente desea es más capital, no menos, y quieren que su capital sea real y no ficticio.

La plaza de Tahrir, El Cairo: la ciudad del capital muerto
Thomas Piketty, al igual que muchos otros estudiosos occidentales que investigan dotados de un presupuesto limitado, cuando tropieza en países no occidentales con datos estadísticos precarios y disparatados, en lugar de efectuar su propio muestreo en el terreno, adopta las categorías de clase y los mismos indicadores estadísticos europeos y los extrapola a las realidades de esos otros países. Luego se basa en ellos para sacar conclusiones de validez mundial y llegar a una ley de aplicación universal, sin tomar en cuenta que el 90% del mundo vive en países en vías de desarrollo o de la antigua Unión Soviética, cuyos habitantes producen y mantienen su capital en el sector informal, vale decir, al margen de las estadísticas oficiales.

Los alcances de este error no se limitan a simples métodos de cálculo. Aunque sucede que el tipo de violencia que estalló en lugares como la plaza de Tahrir, Egipto, en 2011, se presenta precisamente en aquellas partes del mundo, según nuestros estudios de campo, el capital tiene un papel determinante pero oculto que el análisis eurocéntrico no puede percibir.

A petición del ministro de Hacienda de Egipto, mi equipo, junto a 120 investigadores, en su mayoría egipcios, no sólo estudiaron documentos oficiales, sino que apelaron a todos los medios locales para conseguir información que permitiera al Gobierno comprobar la veracidad y la integridad de sus estadísticas convencionales.

Descubrimos que el 47% del ingreso anual del trabajo en realidad proviene del capital. Los casi 22,5 millones de trabajadores que hay en Egipto no sólo ganaban un total de 20.000 millones de dólares (18.361 millones de euros) en salarios, sino que además percibían otros 18.000 millones de dólares (16.527 millones de euros) por el rendimiento de su capital no registrado. Nuestro estudio demostró que los “trabajadores” egipcios son propietarios de bienes inmuebles cuyo valor se estima en unos 360.000 millones de dólares (330.534 millones de euros), que representa un monto ocho veces superior a toda la inversión extranjera directa llegada a Egipto desde que Napoleón invadió el país. ¡Con razón Piketty no se percató de estos hechos, pues solo estudió las estadísticas oficiales!

Las revoluciones árabes y las guerras por el capital
A Piketty le preocupa que haya guerra en el futuro y sugiere que cuando se produzca lo hará como una rebelión contra las injusticias que provoca el capital. Al parecer, no se ha dado cuenta de que las guerras por el capital ya han empezado, en Oriente Próximo y el norte de África, con Europa por testigo. Si no se le hubieran pasado por alto estos acontecimientos Piketty se habría percatado de que no son revueltas contra el capital, como supone su tesis, sino más bien revueltas por el capital.

La primavera árabe se desencadenó a causa de la inmolación de Mohamed Bouazizi en Túnez, en diciembre de 2010. Como las estadísticas oficiales y eurocéntricas califican de “desempleados” a todos aquellos que no trabajan para empresas formalmente reconocidas, no debe sorprendernos de que la mayoría de observadores rápidamente le adjudicaran a Bouazizi el calificativo de “trabajador desempleado”. Sin embargo, este sistema de clasificación no se percató de que Bouazizi no era un trabajador, sino un comerciante desde los 12 años, y que deseaba vehementemente tener más capital (ras el mel, en árabe). Se puede decir que una taxonomía eurocéntrica nos impidió ver que, en realidad, Bouazizi estaba encabezando cierto tipo de revolución industrial árabe.

Y no fue el único. Poco después descubrimos que otros 63 empresarios, en un periodo de dos meses, e inspirados por Bouazizi, intentaron suicidarse públicamente en todo Oriente Próximo y el norte de África, y animaron a millones de árabes a tomar las calles derrocando casi de inmediato a cuatro gobiernos.

A lo largo de dos años entrevistamos a casi la mitad de los 37 inmoladores que sobrevivieron a las quemaduras y también hablamos con sus familiares. Lo que precipitó sus intentos de suicidio fue que les habían expropiado el poco capital que poseían. Unos 300 millones de árabes viven en las mismas circunstancias que ellos, y de ellos podemos aprender muchas cosas.

Primero, que el origen de la miseria y de la violencia no es el capital, sino la carencia del mismo. No tener capital es la peor injusticia.

Segundo, que para la mayoría de nosotros que no pertenecemos al mundo occidental y, por lo tanto, no estamos sometidos a las categorizaciones europeas, el capital y el trabajo no son enemigos naturales, sino más bien facetas que se entretejen para formar un todo.

Tercero, que el mayor freno para el desarrollo de los pobres es su incapacidad para forjarse un capital y protegerlo.

Cuarto, que la disposición personal a enfrentarse al poder no es exclusivamente una cualidad occidental. Cada uno de los inmoladores es Charlie Hebdo.

El capital ficticio y la crisis económica europea
Concuerdo plenamente con Piketty cuando sostiene que la ausencia de transparencia es un mal medular de la crisis europea, que no amaina desde 2008. Pero no comparto la solución que propone: armar un libro de contabilidad gigante —un “catastro financiero”— que incluya todos los activos financieros. No tiene sentido porque el problema está en que los bancos europeos y los mercados de capital tienen gran cantidad de lo que Marx y Jefferson llamaban capital “ficticio”. Es decir, papeles que ya no reflejan un valor real. ¿Quién querría un catastro de billones de dólares y euros, de derivados financieros agregados en paquetes de origen turbio, basados en bienes que no dejan rastro o cuya documentación está incompleta, que se propagan y arremolinan sin control por los mercados europeos? Un catastro que se limite simplemente a sumar el “valor” de todos estos instrumentos solo podría reportar un guarismo inútil sobre un capital ficticio. Especialmente, cuando vemos que una de las razones principales del mínimo crecimiento de la economía europea es que nadie confía en las instituciones financieras que detentan esos papeles sin valor.

Entonces, ¿cómo haríamos para crear un catastro que refleje la realidad y no la ficción? ¿Cómo pueden los Gobiernos manejar datos económicos cuya veracidad se pueda comprobar en un mercado mundial lleno de papeles ilusorios? ¿Cómo podemos ubicar, fijar y controlar algo tan inmaterial y trascendente como el capital? Fueron los franceses quienes aportaron la respuesta con sus sistemas de registro de propiedad desarrollados antes, durante y después de la Revolución francesa. Los sistemas de registro de aquella época feudal no podían ir al ritmo de los mercados en fuerte expansión. Las recesiones eran incontrolables y desapareció la confianza entre los franceses, por lo que llevaron su frustración a las calles. Los reformadores franceses no respondieron con un catastro que retratara el caos del sistema financiero, sino creando sistemas de recopilación de datos, radicalmente nuevos, que reflejaran datos reales y no ficticios.

Simple y genial. Al contrario de lo que sucede con los estados financieros, los registros de propiedades se guardan en archivos muy bien reglamentados y son accesibles al público, además contienen toda la información disponible sobre la situación económica de las personas y de los bienes que controlan. Nadie puede permitirse cometer errores al declarar la cantidad de capital que posee pues perdería su capital.

Como bien señaló el reformista francés Charles Coquelin, Francia pudo modernizarse cuando el país aprendió a registrar la propiedad durante todo el siglo XIX y, por lo tanto, pudo hacer un levantamiento de los millares de enlaces que entretejen las empresas, y con ello socializar y reestructurar la producción en forma más flexible.

Piketty tiene el corazón en el lugar correcto, pero tiene los papeles en los archivos equivocados. El problema del siglo XXI son los papeles sin respaldo en bienes de Occidente, y los bienes sin papeles en el resto del mundo.

¿Cómo lidiamos con la miseria, las guerras y la violencia cuando la mayoría de los registros del mundo han dejado de representar aspectos cruciales de la realidad? La historia francesa es un buen punto de partida para encontrar respuestas, especialmente en la etapa de Revolución francesa.
Hernando de Soto, economista peruano, es autor, entre otros libros, de El misterio del capital. ¿Por qué el capitalismo triunfa en occidente y fracasa en el resto del mundo? (2000).

jueves, 16 de abril de 2015

_- Los inesperados debates de la vieja señora. El Banco de Inglaterra promueve animadas discusiones sobre la creciente desigualdad

_- El Banco de Inglaterra, también conocido como la Vieja Señora de Threadneedle Street, tiene fama de hacer cosas inesperadas.
No respecto a la política monetaria (Gran Bretaña siempre ha estado fuera del euro), sino en otras esferas. Su actual gobernador, por ejemplo, seleccionado entre varios candidatos, se llama Mark Carney, tiene 50 años y, por primera vez en la historia, no es británico, sino canadiense. Cuando le nombraron, hace ya dos años, aseguró que proporcionaría estímulos a la economía británica para favorecer el crecimiento y que no cejaría hasta que el paro se situara por debajo del 7% (en febrero pasado fue del 5,7%). Además, no para de criticar la política económica europea.

En cualquier caso, con Carney o sin él, el Banco de Inglaterra llama casi siempre la atención por su abierto interés por el debate intelectual y político (casi como el Banco de España, ¿no?). Hace pocos meses convocó un seminario con el economista francés Thomas Piketty e invitó a un buen grupo de profesores británicos a discutir sobre la desigualdad. Un amplio resumen puede leerse en el Quarterly Bulletin 2015 de la entidad.

Una de las conclusiones más compartidas por los invitados fue que el acceso a una educación de calidad y gratuita es uno de los elementos fundamentales para impedir la desigualdad.
Educación de calidad de tres a cinco años, porque, según los profesores Blundell y Attanasio, que presentaron numerosos datos de Reino Unido, existe una estrecha relación entre el grado de desarrollo cognitivo de un niño o niña de cinco años y su vida posterior como adulto. Otros participantes criticaron duramente el sistema educativo universitario norteamericano, que está estrechamente vinculado con el aumento de la desigualdad en la sociedad estadounidense. El acceso igualitario (gratuito y muy amplio) a la educación universitaria, consensuaron, es fundamental en ese deseo de alcanzar un mayor equilibrio.

Los profesores también están muy de acuerdo en que hay que imponer altos impuestos en las herencias.
No se trata de que unos padres no puedan dejar un piso, o unos ahorros limitados, a sus hijos. Se trata de que, a cuenta de ese deseo, bastante natural, se han dejado de gravar fuertemente herencias que han alcanzado volúmenes exagerados, en algunos casos abrumadores. No hay nada que justifique que las nuevas generaciones no arranquen de un nivel más parecido, coincidieron.

En general, los asistentes se mostraron bastante de acuerdo en que los sistemas tributarios se basan fundamentalmente en la noción de que los ricos aceptan los impuestos a cambio de que se garantice el derecho a la propiedad.
Parece un acuerdo razonablemente honesto, pero el trato puede quedar en peligro si se produce una desigualdad exagerada, puntualizó el profesor Besley. Es lo que está ocurriendo en Estados Unidos, cuyo nivel de desigualdad no puede ser atribuido a la globalización, porque esa misma globalización no ha tenido el mismo efecto en Alemania, por ejemplo, que hasta ahora es mucho más igualitaria.

Uno de los intervinientes, profesor Lindert, explicó que no siempre la igualdad es producto de una política tributaria determinada. Hay casos que se deben más bien a “accidentes históricos”.
Por lo que se ve, algunas sociedades asiáticas presentan situaciones más igualitarias que otras, antes incluso de tomar en cuenta los impuestos, por alguno de esos “accidentes”. Un ejemplo seria Taiwán, que se mantiene cerrada a la inmigración (lo que hace que los salarios más bajos se mantengan inesperadamente altos) y que, al mismo tiempo, tiene un sistema educativo exitoso.

Buena parte del debate celebrado en el Banco de Inglaterra sería perfecto para ser trasladado a España, antes de que se celebren las elecciones municipales y autonómicas. Sería muy instructivo saber qué piensan, por ejemplo, los candidatos a presidentes de las comunidades de la educación de tres a cinco años, o de la gratuidad y alcance de la educación universitaria, porque de ellos va a depender, al menos en parte, ese apartado.
¿Tienen algo que decir los candidatos a alcaldes sobre los impuestos locales a las herencias? Recuerden lo que dicen los sabios: no se traguen el cuento de que se trata de defender el piso de sus hijos. Ni por asomo.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/04/02/opinion/1427992261_605151.html

lunes, 6 de abril de 2015

Cambridge contra Cambridge. El fracaso del pensamiento único en la Gran Recesión ha alumbrado una generación de economistas heterodoxos. Solo les une la crítica al neoliberalismo y a la escuela neoclásica

En lo más hondo de la crisis económica, en el año 2009, Paul Krugman, con la libertad intelectual que le daba el Premio Nobel de Economía, se inventó una división de su profesión y habló de los “economistas de agua salada” (más keynesianos) y los “economistas de agua dulce” (los neoclásicos). Hasta antes de la quiebra de Lehman Brothers ambos grupos habían firmado una falsa paz basada, sobre todo, en la confluencia de opiniones que salvaban a los mercados de sus fallos. Eran los años de la Gran Moderación, en los que las cosas iban básicamente bien. La recesión que llegó terminó con esa paz postiza, durante la cual las fricciones entre ambos grupos de economistas habían permanecido dormidas sin que se hubiera producido ninguna convergencia real entre sus posiciones. Fue entonces cuando Alan Greenspan, que había sido presidente de la Reserva Federal y era denominado “el maestro” por unos y otros, admitió encontrarse en un estado de “conmoción e incredulidad” porque “todo el edificio intelectual se había hundido”.

Un lustro después, aquella distinción krugmanita ha pasado de moda y es difícil encontrar economistas que defiendan a campo abierto la teoría económica que ha llevado al fracaso del pensamiento único neoliberal y a la gestión de la crisis económica más larga y profunda desde los años treinta del siglo pasado. El historiador del pensamiento económico de la Universidad norteamericana de Notre Dame Philip Mirowski se sorprende de que, a pesar de ese fracaso evidente, los neoliberales (los economistas “de agua dulce”) parecen haber eludido toda responsabilidad por propiciar las condiciones para que se materializase la crisis: ninguno de esos profesionales “fue despedido por incompetente. Los economistas no han sido expulsados de sus puestos en el Gobierno. Ningún departamento de Economía ha sido clausurado, ni por sus errores ni como medida de ahorro de costes” (Nunca dejes que una crisis te gane la partida, ediciones Deusto).

Ahora hay una verdadera avalancha de economistas heterodoxos de muy diferentes escuelas. Lo único que les une es la crítica al neoliberalismo y a la escuela neoclásica, y un cierto neokeynesianismo. En el libro citado, Mirowski centra geográficamente esas críticas: sin duda la II Guerra Mundial habría tenido lugar sin Martin Heidegger, Carl Schmitt u otros intelectuales nazis, pero no está tan claro que hubiera ocurrido la crisis económica sin la escuela neoclásica de Chicago. Chicago ha sido el padrino intelectual de la autorregulación que ha llevado a tantos abusos.

Dentro de unos meses llegará a España la obra canónica del economista neokeynesiano australiano Steve Keen (Debuking Economics, traducida Desenmascarando la economía, Capitán Swing). Keen se autodefine dentro de la “tradición científica de Marx-Schumpeter-Keynes-Joan Robinson- Piero Sraffa-Hyman Minsky”. Lo peculiar de este economista es que ha atizado a otros autores pretendidamente keynesianos como Krugman, por ser neoclásicos camuflados: “El establishment neoclásico (sí, Paul, eres parte de ese establishment) ha ignorado toda la investigación de los economistas no neoclásicos como yo por décadas. Así que es bueno ver cierto compromiso en lugar de una ignorancia deliberada o, más probablemente ciega, a otros análisis alternativos”.

Esta polémica recuerda a otra de hace medio siglo, que fue conocida como Cambridge contra Cambridge y que enfrentó a los discípulos directos de Keynes en el Cambridge británico (Robinson, Sraffa, Kaldor,…) con los del Cambridge de Massachusetts, en EE UU (Paul Samuelson, Robert Solow…). Los norteamericanos llegarían al premio Nobel; los británicos, no. Joan Robinson calificó a los primeros como “keynesianos bastardos”.

En distintas proporciones, los famosísimos Thomas Piketty y Yanis Varoufakis también son economistas heterodoxos. El francés, por haber conseguido con su libro El capital en el siglo XXI  (Fondo de Cultura Económica) lo que ninguno de sus colegas antes (ni siquiera Joseph Stiglitz en El precio de la desigualdad, editorial Taurus): introducir la desigualdad en el centro de la política económica tras largas décadas de ser orillada por el pensamiento ortodoxo que la consideraba una característica natural del capitalismo. En colaboración con otros jóvenes colegas como Emmanuel Saez o Gabriel Zucman (La riqueza oculta de las naciones, editorial Pasado y Presente), Piketty ha llevado sus argumentos de la economía a la política: concentraciones extremas de renta y riqueza como las que se dan en nuestras sociedades amenazan la democracia. Guste o no, las tesis de un científico social francés no habían influido tanto en el mundo anglosajón desde La democracia en América, de Tocqeville. ... seguir leyendo.  Madrid 5 ABR 2015 - 
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/04/01/actualidad/1427901366_003243.html

domingo, 29 de marzo de 2015

¿Qué dice, qué demuestra y qué propone Piketty?

El fenómeno Thomas Piketty está aquí, frente a nosotros. Y por las más diversas razones se hace necesario saber qué dice el joven economista francés que tanto revuelo ha causado. Pues bien: dice que vivimos en el reino de la desigualdad. Un puñado de ricos y un océano de individuos viviendo en medio de relativas penurias y escaseces.

Esto que dice Piketty no es, ciertamente, una novedad. Así ha sido el mundo casi desde siempre. Y la única excepción que se puede encontrar a esta regla histórica sería aquel estadio de la humanidad -que Luis H. Morgan y Federico Engels llamaron la comunidad primitiva- en el que todos los miembros de la sociedad eran pobres. Ese antiquísimo periodo de la historia humana en que, como decía el Quijote, no se habían inventado esas feas palabras “tuyo” y “mío”. Ese lapso de la historia en que no habían nacido ni el concepto ni la palabra riqueza. En el que todo eran penurias para todos.

A cazar, pescar y recolectar frutos e insectos para apenas sobrevivir no se le puede llamar riqueza. Pero con la aparición del pastoreo, hace 15 mil años, y de la agricultura, hace 10 mil, empezaron a aparecer la riqueza y la acumulación de ella. Y donde hay riqueza hay ricos; y donde hay ricos hay pobres. Y, como todos sabemos desde siempre, la clave está en la propiedad. De la tierra, de los animales, de las máquinas. Ser propietario es ser rico; y ser un gran propietario es ser muy rico.

Eso que ya sabíamos lo repite Piketty. Pero el joven economista lo documenta estadísticamente para los últimos 250 años. Y ahí está el mérito de su última y ya muy comentada obra: El capital en el siglo XXI. Con un exhaustivo estudio histórico-estadístico, demuestra irrefutablemente que vivimos en el reino de la desigualdad.

Hasta aquí no caben las etiquetas: ni keynesiano ni marxista. Sólo científico social. Llamarlo marxista o keynesiano por su apabullante demostración de la desigualdad social no es certero ni pertinente. Pero Thomas Piketty dice algo más. Propone un remedio para situación tan injusta, tan dolorosa, tan potencialmente peligrosa y sangrienta. La historia de la humanidad está llena de ejemplos de rebeliones, revueltas y revoluciones populares como fruto de una desigualdad insoportable. Digamos que, como se dice popularmente, Piketty propone no estar jalándole más los bigotes al tigre.

Esa solución que propone consiste en el establecimiento de un impuesto universal a la riqueza y a las herencias. Y por esto tampoco cabe llamarlo keynesiano o marxista. A John Maynard Keynes no le preocupaba la desigualdad, sino el mantenimiento de la actividad económica para paliar el desempleo, fruto del estancamiento de la producción en la fase descendente del ciclo económico.

Y por esto tampoco procede llamarlo marxista. Porque los marxistas proponen la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, origen real de la desigualdad a lo largo de milenios. Abolir la propiedad privada de los medios de producción significa abolir las desigualdades. Al menos las desigualdades mayores y más potencialmente peligrosas. Platón decía que el hombre más rico sólo podría poseer cinco veces más que el individuo más pobre. Una desigualdad, digamos, razonable.

¿Pero cabe, entonces, adherirle una etiqueta a Piketty? ¿Le quedaría bien la de utopista? ¿O tal vez la de socialdemócrata? ¿Un moderno reformista? ¿Un nuevo edulcorador del capitalismo? ¿Un contrarrevolucionario? En todo caso, y sin duda alguna, una de esas personas inteligentes, cultas y sabias que piensan, contra toda evidencia histórica, que por las vías fiscal y reformista se pueden atemperar los rasgos más injustos, perversos y abominables del capitalismo. La desigualdad entre ellos.

Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.com.mx

sábado, 7 de marzo de 2015

En la era de la nueva racionalidad ya no hay respuestas racionales, muchas personas tienen la sensación de vivir por debajo de sus posibilidades…

La interesada confusión de la propaganda ha alcanzado límites de broma en España, hemos asistido a una verdadera ciclogénesis delirante de declaraciones: la desigualdad social no aumenta (Rajoy), la pobreza no crece (Mato), el poder adquisitivo de las pensiones no desciende (Báñez), los salarios no disminuyen (Montoro), los informes sobre la pobreza no se corresponden con la realidad o la crisis se ha acabado (VV.AA. del Ibex 35, etc). En un principio podríamos pensar que nos toman por estúpidos, pero una aproximación más detenida señalaría que las teorías económicas hegemónicas parecen justificar cualquier cosa. Antaño dichas teorías se ocupaban de las correcciones de los llamados “fallos del mercado” (participación del sector público), hoy se centran en las “bondades del mercado” (fundamentalmente de capitales), esto es, la financiarización de la economía, las desregulaciones y las privatizaciones. Pero el problema de las teorías económicas no reside tanto en el análisis que se haga de ellas (aproximado o equivocado) sino en sus posibles aplicaciones prácticas sin haberlas sometido a suficiente discusión crítica.

Las teorías económicas neoliberales presentan unas características propias, entre las que destacarían:
– Son establecidas como un dogma de fe ajenas a toda evidencia empírica a pesar de sus desastrosas consecuencias para el conjunto de la sociedad. Un ejemplo serían las propuestas de los seguidores de F. Hayek (1899-1992), auténticos geómetras euclidianos en un mundo no euclidiano, y la ultraliberal “escuela económica austriaca”, un mero relato ideológico ajeno al método científico que ha acabado por sustituir la “episteme” (el conocimiento económico) por la simple “doxa” (la opinión económica). Así, influyentes economistas se han apropiado de la administración del alma del ser humano, minimizando la experiencia vital, comunal, estética, espiritual, idealista, afectiva, pasional o sexual ante la verdadera y grandiosa “experiencia económica”.

– Son promovidas por las élites extractivas del núcleo duro y hermético de las grandes entidades financieras y corporaciones multinacionales para favorecer sus propios intereses, amplificándolas a través los think-tanks, medios académicos y de comunicación afines donde son justificadas por una legión de “expertos” que, previo pago, les dicen a los plutócratas lo que éstos quieren escuchar para acabar siendo aplicadas por unos políticos dóciles y vendepatrias. Galbraith J. (1952) dice que las figuras dominantes en la economía “predicen el desastre cuando no se avecina ninguno, rechazan la posibilidad de acontecimientos posteriores, se oponen a reformas básicas y convenientes ofreciendo en su lugar placebo, fingen sorpresa cuando sucede algo adverso, y cuando finalmente se dan cuenta de que su posición es insostenible, cambian de tema en lugar de cuestionar sus ideas“. El psiquiatra suizo Paul Bleuler (1857-1939) decía que el pensamiento autista es la propia fantasía que no se modifica ni aunque la confrontación con la realidad la desmienta continuamente.

– Están hechizadas por el poder de la inducción y la (falsa) neutralidad metodológica. Este sería un tipo de razonamiento neoliberal: tres botánicos encuentran una nueva planta y tratan de saber si es o no comestible; los dos primeros la prueban y no notan nada, por tanto concluyen: la nueva planta es comestible. Pero este razonamiento tiene un problema: si el tercero prueba la planta y se envenena habría que revisar la conclusión. El razonamiento inductivo es posible pero no se pueden atribuir alegremente probabilidades a hipótesis construidas por inducción. Muchos “expertos” consideran que lo que ha funcionado en Letonia funcionará de manera idéntica en cualquier parte del mundo.

– Están hechizadas por el poder de los números macroeconómicos con los que contaminan todas las ciencias sociales. Este sería un tipo de razonamiento neoliberal: Juan acude a una fiesta donde hay un grupo de personas. Una dice: “65”, y todos ríen. A continuación otra dice: “47”, y todos se parten la caja. Juan pregunta qué está pasando y un participante se lo explica: “lo que pasa es que conocemos muchos chistes y los hemos contado tantas veces que los hemos numerado y para ahorrar tiempo ahora sólo decimos su número”. Juan piensa que también él lo podría participar y exclama: “¡83!” Pero nadie ríe. Juan decepcionado protesta: “¿qué pasa, acaso no es un chiste?”. “Sí, sí lo es y además es uno de los buenos, lo que pasa es que usted no lo ha contado bien”. Y es que detrás de los números hay personas y no sólo vale que sólo sean contadas. Es dudoso establecer lazos directos entre los números y la propia identidad ciudadana; como dice Susan George (1934): “el fundamento económico de la austeridad es una patraña económica y matemática, todo esto está basado en la ideología”.

Aunque hay muchos fraudes económicos o pseudoeconómicos; repasemos a continuación algunos de los más bochornosos:
En 2015, varios medios publicaron parte de la “Lista Falciani“ con nombres de 130.000 evasores fiscales en la filial en el paraíso fiscal suizo del banco británico HSBC. Suiza vive básicamente de la evasión fiscal y lidera el llamado “Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial” por la “innovación y sofisticación de sus negocios”. En España se ha identificado a 659 personas físicas con cuentas más que sospechosas, aunque el gobierno está estudiando todavía si emprende acciones legales contra dicho banco como ya han hecho otros países. Estos adalides de la cultura del esfuerzo y la evasión fiscal tuvieron muchas más facilidades para regularizar su situación fiscal que el común de los contribuyentes mediante la presentación de declaraciones complementarias de IRPF o por el Impuesto de Patrimonio (2010, gobierno del PSOE) o acogiéndose directamente a la amnistía fiscal (2012, gobierno del PP). Sin embargo, el 72% del fraude fiscal en España pertenece a grandes empresas y fortunas (estimándose en unos 42.000 millones de euros), mientras que autónomos, profesionales liberales y trabajadores con nómina tan sólo representan el 8% del total del fraude fiscal pese a que se les dedica el 80 % de los recursos de Hacienda. El informe de Oxfam (nº 35, mayo de 2014) señala que “mientras las personas físicas aportaron el 92% de la recaudación total del Estado en 2011 (…) las grandes empresas aportaron un 2% de la recaudación total; es decir, las familias aportaron 46 veces más que las grandes empresas”.

-En 2013, se destaparon los errores de dos economistas de Harvard, Carmen Reinhart (1955) y Kenneth Rogoff (1953), que en su trabajo “Growth in a time of debt” (Crecimiento en una época de endeudamiento), establecieron un umbral crítico para la deuda pública (del 90% sobre el PIB en adelante) tras el cual se produce el estancamiento económico. Para Reinhart y Rogoff el endeudamiento ralentizaría la economía en cualquier coyuntura, por lo que las políticas de austeridad estimularían el crecimiento económico. Sin embargo, esta fallida teoría, desmentida por los datos, fue tomada como dogma de fe por gran parte de las élites económicas, políticas y mediáticas a pesar de que, tras revisar la hoja de cálculo original, se detectaron numerosos fallos (fue destapado por un estudiante de doctorado de la universidad de Massachusetts, Thomas Herndon y sus profesores Robert Pollin y Michael Ash). Uno de los dogmas más extendidos es que los males económicos provienen de pecados desafortunados (gasto excesivo); se trata de un moralismo economicista: “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora lo tenemos que pagar”.

En 2012, el economista y propagandista de la desigualdad social, Arthur Laffer (1940), dejó algunas perlas en el curso de Economía del neoliberal Campus FAES: “si una economía es buena funciona igual en un mundo de dos personas que en uno de trescientos mil (…) Tenemos una recesión no a pesar del gasto público, sino por el gasto público (…) No hay nada malo en ser rico, pero hay algo intrínsecamente erróneo en ser pobre (…) Cuando dejas de pagar el paro a un desempleado es porque estás dejando de quitarle lo suyo al que trabaja; cuando das, quitas. (…) La austeridad es aumentar la libertad”. En 1980, este economista propuso la llamada “curva de Laffer”, mito y lugar común del neoliberalismo, que relaciona determinista y unívocamente ingresos fiscales y tipos impositivos, con la idea según la cual disminuyendo los impuestos después de un determinado umbral o punto de inflexión el Estado puede aumentar la recaudación. Sin embargo, dicho umbral concreto no ha podido determinarse aún en ningún país, lo que no impidió que fuese aceptada como dogma económico, fundamentalmente por las políticas económicas de oferta de los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que la utilizó como coartada “científica” para bajar impuestos a los ricos junto con otra idea mágica denominada “trickle down” (“goteo hacia abajo”), que presupone que las reducciones de impuestos a los ricos acaban llegando a los más desfavorecidos. Sin embargo, está política fue desenmascarada por el economista y diplomático J. K. Galbraith (1908–2006) y ya en el año 2003, la crítica llegó del director del Congressional Budget Office, economista y consejero republicano Douglas J. Holtz-Eakin (1958), que no pudo encontrar evidencias empíricas de las supuestas bondades sociales del “trickle down”. Estas políticas han supuesto muchos desajustes sociales derivados de la desigualdad de rentas pero aún se consideran molonas.

En 2012, Reid Hoffman (1967), cofundador de LinkedIn e “inversor de riesgo”, coescribió un libro con un chanante título: “El mejor negocio eres tú”. En él afirma que “uno no es sino lo que hace, y solamente hace aquello para lo que existe un mercado, y solo hay un mercado para aquello por lo que se paga a uno” y “las personas deben pensar que ellas mismas son los únicos directores ejecutivos de su propia trayectoria profesional”. Es decir, es el mercado lo que mide lo que somos, más allá no hay vida. El libro se inspiró en el artículo titulado “La marca llamada Usted (Yo, S.A.)” y “50 claves para hacer de usted una marca“ de Tom Peters (1948), y en Marc Andreessen (1971), otro gurú de Internet, “inversor de riesgo” y cofundador de Netscape, que nos iluminó: “a los mercados que no existen no les importa lo inteligente que eres, por tanto da exactamente lo mismo con cuanta dedicación has trabajado o con que pasión atiendes a tus intereses: si nadie te paga por tus servicios en el mercado laboral lo tendrás crudo. No tienes derecho a nada”.

En 2012, pese a los evidentes fallos del mercado, la cancillera alemana y europea Angela Merkel defendió la llamada “Marktkonforme Demokratie”, esto es la “democracia acorde con el mercado”, porque se supone que los mercados son más sabios (y mandan más) y las mercancías son artilugios de producir verdades. Ese año, el porcentaje del PIB correspondiente a los banqueros, corredores de Bolsa y demás financieros duplicó el del año 1980 y el valor mundial de los mercados de derivados negociados ya era 20 veces más que el PIB mundial. Pero, ¿quién es el mercado? ¿Quizá especuladores como John Paulson (Paulson & Co.), Warren Buffett (Berkshire Hathaway),‎ George Soros (Soros Fund Management), Kenneth Grifin (Citaldel Investment Group), Philip Falcone (Harbringer Capital), James Simons (Renaissance Technologies), Bill Gross (PIMCO), etc?

En 2011, Stephanie Bon, empleada de Colchester de 37 años del Lloyd”s Banking Group, fue despedida por preguntarse en su Facebook si era justo que ella cobrase siete libras la hora, mientras que el nuevo CEO, António Mota de Sousa Horta Osório, cobraba 4.000 libras la hora en salario, bonos, pensiones y otros beneficios, es decir 571 veces más, según informó el Daily Mail.

En 2010, se puso de moda la llamada “Expansionary austerity” (“austeridad expansiva”) en la que se defendía que la bajada del gasto público no contrae el crecimiento económico en una economía que funciona por debajo del potencial de sus factores productivos (según proposición de tipo keynesiano) sino que ésta, por el contrario, puede ser expansiva ya que la austeridad crea “confianza” en los mercados financieros y en el sector privado. La idea fue difundida por los trabajos de Alberto Alesina (1957) y Silvia Ardagna (1969) en “Large Changes in Fiscal Policy: Taxes Versus Spending”, aunque finalmente tuvo que ser corregida (y posteriormente cuestionada) incluso en los estudios del propio Fondo Monetario Internacional (FMI), que primeramente lo había bendecido. Sin embargo, ni este desmentido académico ni los desastrosos efectos de las políticas de austeridad en Grecia, Portugal, Irlanda, España o Italia (recesión, paro, pobreza, emigración, etc.) no cohibieron a Olli Rehn, el máximo funcionario económico de la Comisión Europea, ni a los pseudoburócratas del BCE (Banco Central Europeo) con el ex-Goldman Sachs Mario Draghi a la cabeza, ni a gran parte de los políticos europeos que siguen creyendo en la falacia de la “austeridad expansiva”.

En 2010 (6 de mayo) se produjo el llamado “Flash Crash”, durante el cual, en cinco minutos, el índice Dow Jones de Nueva York perdió cerca de mil puntos, recuperándose rápidamente en los siguientes veinte minutos. Aunque se desconoce la semilla del mal, el desplome lo provocaron los endiablados algoritmos de los ordenadores, programados por los quants y los corredores de Bolsa de alta frecuencia, que son los que negocian por nosotros. Ya en 1996, la American Physical Society, segunda mayor organización de físicos del mundo, detrás de la Deutsche Physikalische Gesellschaft, recomendó vivamente a sus asociados acudir a trabajar al gran casino de Wall Street. En EE.UU. el periodo medio de tenencia de acciones bursátiles ha pasado de cuatro años por término medio en la década de los años cincuenta a apenas 22 segundos actualmente. Por ello, no es raro ver que los agentes financieros instalen sus ordenadores en Nueva York para ganar unos valiosos milisegundos, ya que la velocidad de trasmisión de los datos desde Londres por fibra óptica es de unos 740 nanosegundos, una pérdida de tiempo demasiado grande para la hipermoderna especulación financiera.

En 2008, probablemente basándose en las pseudoprofecías del antiguo presidente de Citibank, Walter Wriston (1919-2005), que aseguraba que el Estado capitularía finalmente ante el sabio conocimiento de los mercados y la racionalidad omnipotente del homo œconomicus, Philippe Bobbitt (1948) defendió en el libro “Terror and Consent: the Wars for the Twenty-first Century” la implantación de los llamados “Estados de mercado de la información”, una variante del Estado mínimo al que se llega (no podía ser de otro modo) de manera natural y evolutiva. Su idea cayó de pié y Bobbitt se animó: “el Estado de mercado de la información no tiene clases sociales, no le interesan la raza, el origen, el sexo, también le son indiferentes valores como el respeto el sacrificio personal, la lealtad y la familia”. De nuevo, las trampas de la distopía neoliberal se camuflan como leyes naturales.

En 2008, el dogma de la autorregulación de los mercados financieros puso en un aprieto al organismo regulador del sistema financiero de EE.UU Securities and Exchange Commission (SEC), que acabó por destapar el mayor fraude financiero cometido por una sola persona: Bernie Madoff (1938). Madoff, ex-vigilante playero reconvertido en glorificado “experto financiero” en los ochenta y admirado pilar de la comunidad del East Hampton, estafó 50.000 millones de dólares a inversores institucionales y, sobre todo, grandes fortunas (entre ellos muchos clientes del BBVA y el Santander) proponiéndoles retornos del 12% a través de un poco sofisticado pero gigantesco esquema piramidal (Ponzi), por lo que fue finalmente condenado a 150 años de prisión, convirtiéndose en el único financiero que ha pagado sus desmanes con la cárcel debido que tuvo el detalle de especializarse en estafar a los ricos y no a los pobres. (Aunque visto de otro modo, al desplumar a los millonarios contribuyese a mitigar la escandalosa desigualdad de rentas de la que nos advierten, entre otros, Thomas Piketty en “El capital en el siglo XXI”.) Madoff fue investigado por la SEC cuando ya estafaba, al menos ocho veces entre 1992 y 1996, lo que no importó para ser agraciado con la presidencia de la bolsa de valores Nasdaq (lo que supone una gran visión para dicha institución financiera).

En 2007, el profesor de Finanzas de la Universidad de Chicago Eugene Fama (1937), dijo: “los mercados inmobiliarios son menos líquidos, pero la gente es muy cuidadosa cuando compra casas; se trata normalmente de la mayor inversión que van a hacer, de manera que estudian el asunto con mucho cuidado y comparan precios; me irrita que se hable de la palabra burbuja“. Fama había propuesto en 1970 la llamada algo así como “hipótesis de eficiencia de los mercados”, asumiendo que los mercados financieros siempre se autorregulan ya que un mercado de capitales en que los activos contienen la información disponible es necesariamente un mercado eficiente y, por ello, todas las burbujas que se producen tiene un origen político y no financiero. Pese a que hoy sabemos que los mercados financieros no se autorregulan y hemos asistido al último gran estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera (sólo en el año 2009 quebraron 52 bancos estadounidenses), el dogma de “la eficiencia de los mercados financieros” sigue teniendo grandes e influyentes seguidores entre nuestros gobernantes. El propio Fama recibió el premio Nobel de Economía en el año 2013, pero la pregunta sigue en el aire: ¿cómo explicar los fallos y estragos de los mercados financieros y justificar su eficiencia y bondad infinita?

En 2007, el director ejecutivo de Lehman Brothers (multinacional financiera fundada en 1850) Richard S. Fuld (apodado Dick) y su mano derecha, Joseph M. Gregory (apodado Darth Vader), fueron advertidos de la mala praxis bancaria por dos de sus subordinados, el director global de bonos de alto rendimiento y préstamos apalancados (Alex Kirk) y el director global de ingreso fijo (Mike Gelband), que les avisaron de esta manera: “nuestro mercado de viviendas está corroído” y “tenemos que replantear nuestro modelo de negocio”. La respuesta: ese mismo año ambos fueron despedidos. En septiembre de 2008, Lehman Brothers anunció la quiebra; el resultado fue de 13.800 millones de dólares en pérdidas y 7.890 empleados despedidos. Sin embargo, Fuld obtuvo 40 millones de finiquito, cobró su último año 53 millones de salario y autorizó pagos de 20 millones de dólares a Gregory cuatro días antes de que Lehman se declarara en bancarrota. El presidente de Lehman Brothers para España y Portugal, Luis De Guindos dijo que “la crisis no es un fallo de mercado, sino de Estado” (2008); después fue nombrado ministro de Economía de España para solicitar a la feroz Troika que activara un rescate financiero de España “ante la irracionalidad de los mercados” (2012).

En 2007, las cinco mayores firmas financieras de Wall Street (Lehman Brothers, Merrill Lynch, Bear Stearns, JP Morgan y Citigroup) pagaron más de 3.000 millones de dólares a sus máximos ejecutivos (en los últimos cinco años) mientras contribuían a una de las mayores crisis financieras de la historia. Por ejemplo, Stanley O’Neall, el ideólogo de las hipotecas subprime, se llevó a casa 161 millones de dólares cuando dejó Merrill Lynch (52.200 millones en pérdidas y 5.200 despidos); James Cayne, se llevó 38 millones de dólares y vendió sus acciones por 60 millones más cuando Bear Stearns (9.159 despidos), el mayor banco de inversión de EEUU, pasó de valer 21.000 millones de dólares a solo 200 millones; James Simons de JPMorgan (14.300 millones en pérdidas y 4.100 despidos) cobró en 28 millones de dólares entre salarios e indemnizaciones y Charles Prince obtuvo 40 millones al dejar Citigroup (11.000 millones de dólares en pérdidas, 17.000 despidos) y cobró en su último año 65 millones más de salario.

En 2006, Frederic Mishkin (1951), economista ligado al BM (Banco Mundial) y al FMI (Fondo Monetario Internacional), cofirmó un caro informe (124.000 $) titulado “Financial Stability in Iceland” (Estabilidad financiera en Islandia) resaltando las bondades del sistema financiero islandés, muy desregulado y sobredimensionado desde 2001, y recomendando su implantación en otros países. En el mismo se decía: “la fragilidad financiera no es alta y las probabilidades de una crisis financiera son muy bajas”. Apenas un año después del colapso financiero de Islandia Mishkin modificó chapuceramente en su CV el título del informe por “Financial Instability in Iceland” (Inestabilidad financiera en Islandia) tal y como muestra el documental “Inside Job” de Charles Ferguson). Sin embargo, ni esto ni la falta de previsión de la crisis han supuesto una catarsis para ejercer la necesaria autocrítica por parte de muchos académicos, paniaguados y “expertos en finanzas” que, visto lo visto, vendieron su alma al diablo.

Fraude Intelectual. En 2006, Jeffrey K. Skilling (1953) fue condenado a 24 años y cuatro meses por el caso Enron. Como presidente de Enron Skilling implementó en su compañía un sistema de “gestión de recursos humanos” y promoción profesional llamado “rank and yank”, un modelo de competencia despiadada entre sus empleados con la permanente amenaza de despidos. Este esquema profundamente darwinista social corrompió a la empresa desde dentro. Lo más inquietante es que, según la revista Time, en el momento del colapso de Enron, una de cada cinco empresas estadounidenses estaban siguiendo el mismo disparate.

En 2003, el Premio Nobel de Economía de 1995, Robert Lucas (1937) dijo en la sede la de la American Economic Association (de la que era presidente) que “a efectos prácticos la desregulación de los mercados financieros es la solución a la depresión (…) El problema central de la prevención de la depresión ya está resuelto”. Ese mismo año nos dejó otra perla sobre las consecuencias del proceso de acumulación de capital: “el estudio de los temas de distribución es una de las tendencias perniciosas y dañinas en el conocimiento económico, en realidad, es venenosa para tal conocimiento”. Las aportaciones de Robert Lucas sobre las expectativas racionales y su visión economía de corte neoliberal adolece, como todas las ciencias sociales, de un exceso de inductivismo, al dar por buenas recetas económicas generales a partir de escasas observaciones particulares.

En 2003, una veterana y cualificada representante del grupúsculo del Tea Party de Texas (EE.UU.) llamada Debbie Riddle (1949) manifestó lo siguiente en “El Paso Times”: “¿de dónde vino la idea de que todo el mundo merece una educación gratuita, una atención médica gratuita y cualquier otra cosa gratuita? Viene de Moscú, de Rusia. Viene directamente de la boca del infierno. Y esta idea se disfraza hábilmente como propia de gente de buen corazón. Pero nada de buen corazón. Es la idea que rasga el corazón de este país“. Hans-Hermann Hoppe (1949) hiló más fino: “la democracia no tiene nada que ver con la libertad, es una variante suave del comunismo, y rara vez en la historia de las ideas ha sido tomada por otra cosa”. Se ve que no todos los neoliberales lo son por inspiración de la visión rebelde adolescente del mundo viejuno de “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand pero casi.

En 2002 (c.) cuentan, entre otros Frank Schirrmacher (1959-2014), que justo después de los atentados del 11S, en un informe promovido por unos plutócratas alucinados de Wall Street se valoró hacer un mercado de futuros sobre posibles atentados terroristas, opción que finalmente fue sensatamente rechazada por descabellada, al considerar que los especuladores ganarían dinero con la realización de atentados tal y como ya lo hacen con las hambrunas y crisis alimentarias (aunque esto último no importe demasiado).

En 2001, el analista de JP Morgan David Li (1960) se inventó una fórmula matemática (de tipo alquímico) que cuantificaba los riesgos de las “obligaciones de deuda colaterales” (es decir, hipotecas basura) por lo que la banca utilizó la fórmula de coartada “matemática” multiplicando esas toxicidades financieras que se vieron favorecidas por las triples A con la que las premiaron las agencias de (des)calificación. Hoy la fórmula milagrosa está más desprestigiada que los pagarés de Nueva Rumasa (sus modelos probabilísticos se mueven con probabilidades de 1 vez cada 20.000 años), lo que no ha sido un problema para seguir aceptando irresponsablemente la falsa asepsia metodológica de la cháchara económico-financiera neoliberal y las justificaciones matemáticas de las toxicidades que circulan a diario por los mercados de futuros y derivados financieros.

En 2001, el treintañero Henry Blodget (no confundir con Belfort, “el lobo de Wall Street” de Scorsese) era el analista de mercados (de la camada de la todavía impoluta Merrill Lynch) más famoso en el venenoso mundillo de la banca de inversión de Wall Street debido a sus predicciones visionarias sobre las cotizaciones de las empresas tecnológicas. Ese año ganó doce millones de dólares netos anuales; sin embargo, el advenedizo Blodget recomendaba comprar a sus clientes acciones de empresas ruinosas que costaron pérdidas cienmilmillonarias después del estallido de la “burbuja puntocom”. Blodget fue acusado en el año 2003 por el supervisor bursátil estadounidense (SEC) por malas prácticas y pagó una multa de cuatro millones de dólares retirándose del psicopático casino financiero.

En 2000, cerró por ruina la “empresa” (en realidad un fondo de inversión libre de carácter especulativo) Long-Term Capital Management dirigida por los economistas Myron Scholes (1941) y Robert Merton (1944) que aplicaban su “nuevo método” para determinar el valor de los derivados financieros con los que, además, fueron reconocidos con el premio Nobel de Economía en 1997 (supongo que por introducir el cálculo estocástico en las finanzas, lo que puede ser un fallo parecido a conceder el premio Príncipe de Asturias del Deporte a un dopado Lance Armstrong). El resultado fue que la empresa perdió 5.000 millones de dólares en sólo cien días (muchos especulando contra la moneda y la economía de Rusia), lo que no fue un problema para seguir venerando la opinión de los “expertos financieros” y para que variantes de este modelo se incluyeran en las calculadoras de los analistas financieros, que los consideraban poco riesgosos al presuponer que las crisis financieras ya eran historia.

En 1999, en las postrimerías del gobierno de Clinton, en EE.UU. se anuló la llamada Ley Glass-Steagall vigente desde 1933 para proteger la banca de depósito comercial (ahorros) de la banca de inversión (especulación). Esta descabellada idea ideológica prestó su coartada fundamentalmente en los trabajos del economista Eugene Fama que propuso la hipótesis de eficiencia de los mercados y la autorregulación de los mismos. Poco importó que esta revocación facilitase el descontrol y caos financiero, o comprender que los mercados financieros no se autorregulan, o que la crisis financiera quedese mejor explicada por las contribuciones teóricas alternativas (por ejemplo, las de Hyman Minsky) o promulgar la tímida Ley Dodd Frank de reforma de Wall Street y de protección del consumidor. (Esta Ley, de 2010, pretendía poner algo de orden en el desaguisado financiero pero apenas se pudo desarrollar completamente debido a que las asociaciones de consumidores contaban con 20 lobbistas frente a los 400 lobbistas y los mil millones de dólares del sector financiero para influenciar a los congresistas y entorpecer el desarrollo de la Ley.)

En 1997, el economista austroliberal Thomas Siems (1957) escribió un influyente panfleto titulado “10 Myths about financial derivatives” (10 mitos sobre los derivados financieros) donde se afirmaba que el creciente y enorme tamaño del mercado de derivados financieros no suponían una práctica bancaria insegura sino que, por el contrario, era muy sólida y prometedora. El origen de la crisis financiera (y las que vengan) han desmentido esto, pero no supone ningún problema para seguir aceptando el dogma de las bondades de la gran financiarización. Ya no se trata de hacer que los mercados financieros sean útiles y eficaces para el conjunto de la sociedad sino de pura auri sacra fames.

En 1992, el politólogo estadounidense Francis Fukuyama (1952), reinterpretando a su modo al filósofo ruso Alexander Kojève, publicó “El fin de la Historia y el último hombre” donde defiende que el triunfo del bondadoso capitalismo de libre mercado posreal ha puesto fin a las utopías de emancipación y al ser humano como sujeto histórico y conformador de la realidad a cambio de proporcionarnos un paraíso terrenal de libre mercado. “¡La sociedad no existe!” clamaban Margaret Thatcher y sus adláteres. Cada época se juzga por su filosofía dominante, el neoliberalismo se retrataba: posmodernidad y darwinismo social.

En 1991, George Kenneth Binmore (1940), experto en teoría de juegos no colaborativos, considerada la nueva escolástica, escribió “Designing Economic Agents that Behave Like Human Agents”, a fin de crear agentes económicos artificiales indistinguibles de los propios seres humanos. El Homo (homunculus) œconomicus, construido como un auténtico sociópata egomaníaco pasó de ser una simulación de laboratorio a la misma realidad, ya que nos convencieron de que somos seres codificados y sintéticos que si actuamos de acuerdo con las fórmulas matemáticas de las leyes aceptadas por los economistas prosistema y perseguimos únicamente nuestro propio interés, llegaremos mágicamente al mejor de los mundos posibles.

En 1990, el artículo “CEO Incentives: It’s not how much you pay, but how” de Michael Jensen (1939) y Kevin Murphy (1958) sugería que, debido a que los mercados financieros siempre reflejan adecuadamente los precios (aunque esto sea una premisa falsa), las retribuciones de los ejecutivos deberían relacionarse, no ya con los sueldos de los burócratas, sino con los cambios en las cotizaciones bursátiles de sus empresas (pero sólo al alza, evidentemente). Esta idea cayó en gracia y al poco tiempo la mayoría de los ejecutivos financieros cobraban “opciones sobre acciones”, lo que incentivó la manipulación de la contabilidad de la economía de casino en su beneficio por lo que no es de extrañar que los resultados fuesen demoledores: salarios multimillonarios, extensión de la información privilegiada, falseamiento de cuentas, culto a la personalidad, obscena desigualdad, precios de las cotizaciones inflados por encima de su valor real, escándalos como el de Enron, crack financiero de 2008, etc. A mediados de los años setenta un alto ejecutivo ganaba unas 35 veces más que el sueldo medio de un trabajador de la empresa, actualmente esta distancia casi se ha multiplicado por diez. En el año 2007, Rick Wagoner, de General Motors, cobró algo más de 12 millones de dólares netos en salario, bonus y opciones sobre acciones al mismo tiempo que anunciaba bajadas de sueldos y despidos para 74.000 empleados.

En 1983, Milton Friedman (1912-2006), premio Nobel de Economía en 1976, manipuló datos en las series históricas del Reino Unido sobre la masa de dinero y el gasto total a fin de avalar empíricamente su teoría monetarista en su publicación “Monetary Trends in the United States and United Kingdom” en colaboración con Anna Schwartz (1915-2012). Los econometristas de Oxford David Hendry (1944) y Neil Ericsson (1944) detectaron numerosos errores, pero no denunciaron la equivocación de la teoría monetarista, sino su falta de apoyo en los datos reales (ya en 1953, Milton Friedman publicó un artículo, “The Methodology of Positive Economics”, en donde defendía que no importaba que las premisas de una teoría fueran realistas o no sino lo que importaba eran si sus predicciones eran certeras). Aunque, en el fondo, la polémica ya no estaba en la incorrección o las limitaciones de la formalización matemática de determinados axiomas o teorías económicas, sino en la batalla ideológica por el control de la política económica, monetaria y fiscal, de la que Friedman fue un pionero, aunque hoy en día pueda ser considerado un moderado matemático comparado con sus posteriores y desatados herederos ideológicos.
Martín Abascania
Fuente: https://lpedeuda.wordpress.com/2015/02/26/fraudes-intelectuales-ii-hoy-el-tinglado-neoliberal/

miércoles, 11 de febrero de 2015

Cambiar ‘hombres de negro’ por historiadores. Lo importante no es calcular la deuda, sino las fuerzas que se desencadenan sin nadie pretenderlo

Filósofos e historiadores aconsejan vivamente abandonar la idea de que hay algo liberador en las experiencias extremas, la creencia de que esas situaciones permiten ver la auténtica realidad o verdad. Olvídense, advierte, preocupado, Slavoj Zizek: esa idea lo que suele llevar dentro es el terror.

Así que hagamos caso a filósofos e historiadores y pensemos cómo alejar a Europa de situaciones extremas, cómo impedir que nuestros técnicos, expertos y economistas vuelvan a calcular mal y a lanzarnos alegremente a esas auténticas verdades que tanto les satisfacen. No es posible renegociar deudas, no entra en nuestros cálculos. Quizás, pero lo realmente importante no es eso, sino si esos expertos son capaces de calcular bien lo que son las dinámicas políticas o si están en las nubes numéricas y no saben nada de cómo se complica la historia, de cómo los movimientos producen fuerzas, de la facilidad con la que se malinterpreta lo que el otro piensa y el conjunto de fuerzas que se desencadena sin que nadie lo espere. De lo fácil, y lo estúpido, que es malinterpretar la dinámica griega y pensar que basta con asustarles un poco. De lo torpe y peligroso que puede resultar hacer caso a los presuntuosos técnicos que creen que no pasaría nada si Grecia saliera del euro, porque ahora sí que es perfectamente posible evitar el contagio a otros países.

Un estudio publicado este año en Estados Unidos demuestra que hasta fines de los setenta las menciones a historiadores y a economistas en los medios de comunicación americanos estaban más o menos empatadas. Incluso se sacaban a relucir citas de psicólogos, sociólogos, antropólogos y demógrafos. Pero en los años ochenta del siglo pasado las cosas empezaron a torcerse y para 2011 las diferencias eran ya abismales. Los economistas barrían y los pobres historiadores casi desaparecían.

Afortunadamente, en los últimos tiempos parece que algunos economistas empiezan a fijarse en los historiadores. Lo hace Thomas Piketty, pero también Kenneth Rogoff, que es catedrático de Economía y de Políticas Públicas en la Universidad de Harvard. Rogoff está empeñado en pedir un plan B para Grecia, una idea que parece sacada de los libros de historia de entreguerras. Rogoff, en un artículo publicado en Project Syndicate, insiste en que no se puede ignorar el significado de la victoria de Syriza y mucho menos olvidar que Estados Unidos creyó que no pasaba nada por dejar que cayera Bear Stearns y pocos meses después tenía entre manos la segunda Gran Depresión.

Mejor que sean políticos versados en historia quienes negocien tanto en Grecia como en la Unión Europea. Tiene razón Alexis Tsipras en negarse a negociar con la troika y en pedir hablar directamente con los jefes de Gobierno (algo que, por lo que parece, iba a suceder de todas formas porque el FMI ya no tiene tantas ganas de protagonismo europeo). La troika (técnicos del FMI, BCE y Comisión Europea), con sus hombres de negro, ha actuado, escribe Der Spiegel, como una especie de barrera entre las decisiones de la Unión Europea y los efectos, demoledores, de esas políticas. Mejor que hablen directamente personas que valoren la importancia de no colocar a nadie ante experiencias extremas y que sepan a qué se refiere Yanis Varufakis, el ministro griego de Finanzas, cuando recuerda que cuando regresa a su casa, tras las rondas de fracasadas negociaciones, se encuentra con un partido nazi que es la tercera fuerza política en su país.

Rogoff comprende que también hay que saber calcular la fuerza de las razones y de la intransigencia de los alemanes, pero, tomando en cuenta todo, le parece más sensato preparar un plan B que incluya concesiones para la parte más débil. Y los más débiles, como es evidente, son los griegos. Lamentablemente, no parecen vislumbrarse, por el momento, las alternativas. Más bien centellea en el aire el látigo del Banco Central Europeo, con un Mario Draghi que, a la hora de la verdad, parece dispuesto a demostrar a Alemania, en la espalda de Atenas, que su decisión de comprar bonos soberanos no es un símbolo de ablandamiento. ¿Y qué mejor demostración que golpear duro a los atenienses?
 8 FEB 2015 
http://elpais.com/elpais/2015/02/06/opinion/1423240352_721637.html

jueves, 29 de enero de 2015

Piketty: “La mayor desigualdad la provoca el desempleo”. El economista convierte su trabajo sobre la disparidad creciente de las rentas en el símbolo de la angustia post crisis

Empieza a estar cansando del apelativo de estrella de rock que le atribuyeron los medios estadounidenses cuando viajó a aquel país para presentar su libro —El capital en el siglo XXI—. Pero es difícil imaginar otro economista europeo que lidere las listas de ventas con una obra tan profundamente académica y que provoque semejante euforia allá donde va. “En realidad, el éxito del libro revela la necesidad de una mayor democratización del debate económico, de permitir que la gente se forme su opinión y de incorporar a ese debate los problemas que realmente importan a la gente”, apunta Thomas Piketty (Clichy, 1971). Un éxito no exento de severas críticas vertidas desde los más importantes medios internacionales.“La verdad es que los mismos que han criticado mis trabajos me han dado un premio al mejor libro del año. No puedo pedir más”, dice con una sonrisa.

El autor francés ha visitado esta semana Madrid, para promocionar la edición en español de su libro, con una agenda realmente de estrella mediática. No había minutos ni huecos suficientes en el día para atender la cantidad de solicitudes de encuentros, reuniones y entrevistas de todo tipo que había suscitado su visita, en la que ha reservado un hueco destacado al mundo político. No en vano, él fue asesor de campaña de la candidata socialista Ségolène Royal en las elecciones a la Presidencia de Francia de 2007. Ha sido el propio Piketty quien tenía interés en reunirse con los responsables de Podemos durante su visita a Madrid para evitar que su debate con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, fuera interpretado como una adhesión a los postulados de los socialistas españoles. “Me gusta escuchar todas las propuestas. Me hubiera gustado también reunirme con alguien del Gobierno pero no han mostrado ningún interés”, explica.

Piketty atribuye el éxito de su obra a la necesidad de saber de los ciudadanos, pero hay algo más. Su libro se ha convertido en un símbolo de la angustia y la rabia de un mundo que aún lucha por dejar atrás la peor crisis económica desde la Gran Depresión y en el que el aumento de la desigualdad ha pasado a ocupar un lugar prioritario en las agendas políticas. Porque la desigualdad hace que los ciudadanos pierdan su fe en un sistema por el que se sienten injustamente tratados y cuyo estatus, en semejantes condiciones, no tienen ningún interés en mantener, con las consiguientes consecuencias políticas que se empiezan a observar en Europa. Él sostiene que su trabajo es tan sencillo que cualquiera puede leerlo, “cualquiera sin ninguna formación económica específica”, afirma. Pero las fórmulas que recogen muchos de los capítulos de su libro parecen indicar lo contrario.

El economista francés sostiene que a lo largo de la historia, y aún más en los últimos años, el rendimiento del capital ha sido mayor al crecimiento de la economía y que, por tanto, quienes contaban inicialmente con ese capital —en forma de inmuebles, herencias o patrimonio— se beneficiaban más del crecimiento que quienes dependían de su trabajo. Una fórmula matemática que se ha revelado en toda su crudeza con la crisis y que ha suscitado el enfado de las clases medias, que se sienten las paganas de la crisis, duramente golpeadas por las políticas de austeridad, el recorte de los servicios y las subidas de impuestos pero que en la práctica no resulta tan simple. “Es cierto que el caso de Europa no es exactamente el mismo que el de Estados Unidos. El movimiento Somos el 99% tiene más sentido allí, o en lugares como Londres, porque el peso del sector financiero y del capital en la economía es mucho mayor. En Europa, la mayor fuente de desigualdad procede del desempleo”, admite el economista.

Los datos de recientes estudios de la OCDE corroboran esa matización [ver gráfico adjunto]. Son los países más golpeados por el desempleo durante la crisis aquellos en los que más ha crecido la desigualdad, especialmente entre el 10% de los hogares con ingresos más bajos. Grecia y España, las economías con mayor tasa de paro, son los países en los que la renta disponible de los hogares más pobres se ha reducido con más virulencia. En cambio, hay otras economías, como Polonia o Chile, que han logrado que las rentas disponibles de sus ciudadanos más pobres aumenten en esos años de crisis y que lo hagan incluso más que las del 10% más rico. “No se puede responsabilizar a los demás de lo que pasa. Los ciudadanos y los gobiernos son responsables de sus decisiones y de las consecuencias de sus políticas”, repite incesante el economista en sus intervenciones.

Piketty publicó su obra [originalmente en francés en 2013] justo cuando se empezaba a entrever el final de la crisis y cuando los datos empezaban a reflejar unos niveles de disparidad de rentas entre los países más desarrollados no vistos desde finales de la Primera Guerra Mundial. El debate sobre la desigualdad ya comenzaba a coger fuerza en Estados Unidos y fue, precisamente, la enorme repercusión de su libro en aquel país, ya en 2014, la que disparó la popularidad de Piketty y la enorme difusión de su obra. “Estoy aún más sorprendido de la acogida que ha tenido el libro en China o en Corea, aquello realmente me ha impresionado”, admite.

Lo cierto es que son muchas las voces que vienen denunciando las consecuencias que esa creciente disparidad de rentas tiene para el futuro de las economías y las sociedades desarrolladas y emergentes. En 2005, el economista Branco Milanovic, antiguo economista jefe del Banco Mundial y publicó un libro —Mundos separados— sobre la disparidad global de ingresos y el aumento de la desigualdad y su recopilación de ensayos de 2011 sobre esa cuestión —Los que tienen y los que no— es considerada una de las referencias mundiales en la materia. En 2010, el entonces economista de la Universidad de Chicago y actual gobernador del Banco de la Reserva de India, Raghuram Rajan, alertó en su libro Las grietas del sistema de que el enorme endeudamiento de los hogares había sido propiciado, precisamente, por las autoridades con el objetivo de reducir aparentemente las disparidades de renta en la población. Ese endeudamiento, al final, ha debilitado las posibilidades de las familias en la recuperación. El listado de autores y de trabajos es largo y la preocupación sobre el fenómeno es tan patente que hasta los distinguidos participantes del Foro Económico Mundial en Davos (Suiza) lo designaron, en enero de 2014, el mayor reto de la economía global en los próximos años.

La gran aportación de Piketty a la historia económica es el exhaustivo trabajo llevado a cabo para recabar los datos sobre los que basa sus tesis. El economista francés ha utilizado la información tributaria facilitada por los propios individuos y no las encuestas sobre los ingresos de los hogares, uno de los métodos más utilizados para analizar la desigualdad. Ese sesgo, que no es nuevo, sí resulta especialmente útil para analizar la distribución entre las rentas más altas y permite al público en general comparar la evolución de sus ingresos con los de los más ricos. Su exhaustivo trabajo de recolección está disponible a través de la página web de la Escuela de Negocios de París —World Top Incomes Database— con datos de más de 27 países, pero no todos tienen la misma fiabilidad.

“Si algo bueno tiene la publicidad que está recibiendo el libro es que ello nos está propiciado un mayor acceso a los datos de muchos países emergentes y una mayor transparencia en los datos disponibles para los ciudadanos en general, lo que se convierte en un instrumento para luchar contra la corrupción. China es la que va más retrasada en este sentido”, apunta. Países como Brasil, México, Turquía o Corea empiezan a facilitar a Piketty y a su equipo los datos tributarios. Eso permitirá ajustar sus tesis con más precisión porque la explosión de las clases medias en las grandes economías emergentes en los últimos años tiene mucho más que ver con el fuerte crecimiento vivido por esos países que con los rendimientos del capital previos a su irrupción en la economía global. “Ese fuerte crecimiento ha sido uno de los aspectos más positivos de la globalización y es una de las grandes fuerzas que han permitido reducir la desigualdad a nivel mundial”, reconoce entusiasta.

Más datos quizás también le lleven a ajustar más las recetas para combatir los perjuicios de la disparidad de rentas. Piketty se ha declarado favorable a establecer un impuesto sobre la riqueza pero se muestra absolutamente contrario y crítico con el tipo del 75% sobre las rentas más altas que puso en marcha el presidente francés François Hollande y al que acaba de dar carpetazo el gobierno presidido por Manuel Valls. “Una cosa son los ingresos y otra el patrimonio, la riqueza. Básicamente estoy en contra de la propuesta de Hollande porque se trataba de un gesto de cara a la galería y sin ninguna voluntad de cambiar el modelo. La recaudación de ese impuesto era anecdóctica. Hollande debería empezar por simplificar el sistema tributario francés”, señala.

El también profesor de la Paris School of Economics es especialmente crítico con el manejo de la crisis en Europa, desde las políticas de austeridad aplicadas a la modificación de los Tratados europeos aprobada en 2012 y la competencia fiscal entre los países de la eurozona que ha desvelado el escándalo de los Luxleaks. “Si todo el mundo hace lo que ha hecho Luxemburgo y elimina casi por completo la tributación de las grandes empresas, toda Europa se convertirá en un paraíso fiscal”, subraya. “Creo que habría que avanzar hacia una mayor cooperación tributaria, como primer paso, empezando por la armonización de la fiscalidad empresarial”, defiende. Más aún. “Las políticas de austeridad, el empeño en reducir el déficit a toda velocidad, el aumento del desempleo y la ausencia de inflación hacen mucho más difícil la salida de la crisis”, remata.

Pese a lo que la experiencia europea demuestra, Piketty se muestra optimista ante la posibilidad de una mayor coordinación fiscal en la región y cree que con los incentivos o las sanciones apropiadas los cambios son posibles. “Tampoco parecía posible acabar con el secreto bancario suizo y hoy día eso es una realidad. Estados Unidos impuso sanciones a los bancos suizos que habían contribuido a ocultar información tributaria de sus ciudadanos y el secreto bancario se acabó”, recuerda. “Las cosas siempre se pueden cambiar”.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/01/09/actualidad/1420836043_696183.html

lunes, 26 de enero de 2015

"El verdadero peligro para Europa es la hipocresía de Juncker y Merkel". Entrevista a Thomas Piketty

Recoge las declaraciones del economista francés el periodista Eugenio Occorsio, del diario italiano La Repubblica: "Con un gobierno de izquierda puede arrancar de Grecia una revolución democrática: ayudará a revisar la austeridad que ahoga a la Unión dedicando menos recursos a pagar la deuda pública y más al desarrollo"

"No comprendo porque las llamadas cancillerías europeas están tan aterrorizadas con la probable victoria de Syriza en Grecia. O mejor, lo comprendo, pero es hora de desmontar sus hipocresías". Thomas Piketty, que enseña en la Ecole d'Économie parisina, "el economista más acreditado de 2014", tal como lo ha definido el Financial Times, baja a la arena con toda su garra con un editorial publicado ayer por el diario Libération. "En Europa hace falta una revolución democrática" ha escrito, y lo repite fuerte y claro al teléfono desde el aeropuerto de París, a punto de embarcarse para Nueva York, la ciudad que lanzó su "El capital en el siglo XXI" como libro del año gracias al respaldo del premio Nobel Paul Krugman.

Profesor, Tsipras se ha abierto camino, sin embargo, abanderando el estandarte de la salida del euro...
Sí, pero ahora ha suavizado mucho sus posiciones. Se ha revelado, por el contrario, como un líder fuertemente europeísta, una postura que se asentará posteriormente si, como es probable, tiene que formar un gobierno de coalición, a la vista de que según los sondeos no tendrá más del 28% y, por tanto, 138 escaños, 12 menos de lo necesario para obtener mayoría. Como sabe, los aliados más probables son Potami, el partido de centro-izquierda recién formado, y la otra fuerza de izquierda democrática, Dimar, que les garantizarán otro 8-10%. Desde luego, Syriza hará valer sus posiciones en Europa, pero eso no será un mal, al contrario.

Algo sucederá, en resumen. Pero ¿estamos seguros de que no será algo rompedor?
Mire, consideremos la situación con realismo. La tensión en Europa ha llegado a un punto tal que, de un modo u otro, estallará en el curso de 2015. Y son tres las alternativas: una nueva crisis financiera tremenda, la afirmación de las fuerzas de derecha que forman una coalición de la que se están poniendo las bases, centrada en el Frente Nacional en Francia y que incluye a la Lega Nord de ustedes y acaso a los 5 Stelle, o bien una sacudida política que venga de la izquierda: Syriza, los españoles de Podemos, el Partito Democratico italiano, lo que queda de los socialistas, por fin aliados y operativos.
Usted, ¿qué solución elige?
-Yo, la tercera.

La famosa "revolución democrática", en suma. ¿Cuáles deberían ser sus primeras acciones?
Dos puntos.
Primero, la revisión total de la actual política basada en la austeridad que está ahogando cualquier posibilidad de recuperación en Europa, empezando por el sur de la eurozona. Y esta revisión tiene que prever como primerísima cosa una renegociación de la deuda pública, una ampliación de los plazos y, eventualmente, condonaciones de verdad de algunas partes. Es posible, se lo aseguro.
¿Se han preguntado porque Norteamérica va viento en popa, como la Europa que está fuera del euro, como Gran Bretaña?
Pero ¿por qué Italia debe destinar el 6% de su PIB a pagar los intereses y sólo un 1% a la mejora de sus escuelas y universidades?
Una política centrada solamente en la reducción de la deuda resulta destructiva para la eurozona. Segundo punto: una centralización en las instituciones europeas de políticas de base para el desarrollo común a partir de la fiscal y, a lo mejor, reorientar esta última gravando más las mayores rentas personales e industriales. En esos asuntos fundamentales se debe votar por mayoría y ya no por unanimidad, y vigilar después que todos se ajusten. Una mayor centralidad vale también en otros frentes, a semejanza de lo que se está empezando a hacer con los bancos. Sólo así se podrá homogeneizar la economía y desbloquear la fragmentación de 18 políticas monetarias con 18 tipos de interés, 19 desde el principio de enero con Lituania, expuesta al azote de la especulación. No darse cuenta de ello resulta miope y, lo que es peor, profundamente hipócrita".

Las "hipocresías europeas" de las que hablaba al inicio: ¿a qué se refiere, más concretamente?
Vayamos por orden. El más hipócrita es Jean-Claude Juncker, el hombre al cual se ha entregado, de modo inconsciente, la Comisión Europea después de que haya llevado durante veinte años a Luxemburgo a una sistemática depredación de los beneficios industriales del resto de Europa. Ahora pretende hacerse el duro y dar un giro, todo con un plan de 300.000 millones que sin embargo sólo se financia para 21, y dentro de estos 21 la mayor parte son fondos europeos ya en vía de distribución. Habla de "efecto palanca" sin darse cuenta siquiera de qué está hablando. En el segundo puesto se sitúa Alemania, que finge haberse olvidado de la maxicondonación de sus deudas tras la II Guerra Mundial, que bajaron de golpe del 200 al 30% del PIB, lo que le permitió financiar la reconstrucción y el irresistible crecimiento de los años siguientes. ¿Adónde habría llegado si se hubiera visto obligada a reducir fatigosamente su deuda a golpe del 1 o 2 % anual, como se está obligando a hacer al sur de Europa? El tercer puesto en esta bochornosa clasificación de hipocresías le corresponde a Francia, que ahora se rebela ante la rigidez alemana, pero que estuvo en primera fila prestando apoyo a Alemania cuando se impuso la política de austeridad y pareció igualmente decidida cuando con el Fiscal Compact del 2012 se condenó a las economías más débiles a reembolsar sus deudas hasta el último euro, pese a la devastadora crisis de 2010-2011. Así que si se desenmascaran y aíslan estas hipocresías, se podrá reanudar el desarrollo europeo en el año que está a punto de comenzar. Y Syriza dará menos miedo.

Thomas Piketty (1971) es director de estudios de la EHESS (École des Hautes Études en Sciences Sociales) y profesor asociado de la Escuela de Economía de París, además de autor de reciente y fulgurante celebridad por su libro El capital en el siglo XXI (Fondo de Cultura Económica, 2014).

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7677

domingo, 11 de enero de 2015

Iglesias: “Piketty ha dado a Podemos una ‘válvula de oxígeno”. El líder de la formación política y el economista francés conversan sobre propuestas económicas y la reestructuración de la deuda

Que sí que la reestructuración de la deuda es una medida razonable, que no deje de trabajar y que Podemos tiene razón. Es lo que dice Pablo Iglesias que le ha reafirmado el economista Thomas Piketty este viernes en una reunión privada después de que el francés le concediera una entrevista para su programa Otra vuelta de tuerka.

El líder de Podemos ha asegurado, en declaraciones a los medios, que el economista francés les ha dado "una válvula de oxígeno" al decir que tienen razón en muchas de sus propuestas económicas. Iglesias ha explicado que Piketty les ha animado a "seguir trabajando así" porque "hay que forzar a Alemania a que se siente a negociar" y que el economista está de acuerdo con Podemos en que otra política económica es posible. "Parece mentira que países como Francia y Alemania, a los que les fue condonada su deuda, se estén oponiendo a una medida que es imprescindible para poder hablar de prosperidad en el sur de Europa", ha añadido el político español sobre los planteamientos de Piketty. Además, ha subrayado que la reunión "ha sido un empujón que les alegra" y les reafirma en la idea de que el cambio que predican es posible, "no solamente en España, sino también en Europa", según declaró tras el encuentro.

Piketty, autor de El Capital del Siglo XXI y defensor de crear un impuesto sobre el capital centrado en gravar las grandes fortunas, dijo que le parecía "maravilloso tener conversaciones con líderes políticos que son al mismo tiempo profesores universitarios". Su conversación se da un día después de que el francés se reuniera públicamente con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez este jueves, en la mesa redonda Capitalismo, crisis y desigualdad.

Acompañado por otros miembros de la dirección de Podemos como Rafael Mayoral, el economista Nacho Álvarez, el profesor Luis Alegre y la abogada Gloria Elizo, Iglesias aseguró que sentirse halagado de poder contar con el apoyo de Piketty: "Queremos trabajar con los mejores y que Piketty nos pueda ayudar y que sus ideas y su preparación profesional puedan ser útiles al cambio político en nuestro país, para nosotros es un honor".
http://politica.elpais.com/politica/2015/01/09/actualidad/1420811218_433467.html
http://seckoukeita.bandcamp.com/releases

martes, 6 de enero de 2015

Piketty: J’accuse

Apenas unos días antes de llegar a Madrid a presentar su libro El capital en el siglo XXI (Fondo de Cultura Económica) y a debatir públicamente sobre la desigualdad y sobre la situación económica con Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, el economista Thomas Piketty dio la campanada en su país al rechazar la Legión de Honor, la mayor condecoración que concede el Gobierno francés.

Piketty —“No creo que le corresponda a un Gobierno decidir lo que es honorable”, dijo para justificarse— ya había manifestado su distanciamiento con Hollande y sus primeros ministros. Cuando el corresponsal en París de Abc, Juan Pedro Quiñonero, le recuerda que firmó con un grupo de economistas un documento pidiendo el voto para Hollande en las elecciones de 2012, Piketty le responde: “No me hable (...) Un balance catastrófico (...) Estoy aterrado por el grado de improvisación de Hollande, su Gobierno y sus primeros ministros (...) Con Hollande mi decepción más grande es su traición a sus primeras promesas electorales. Y su incapacidad para influir en Europa”.

Vamos a ver cómo torea estas opiniones Pedro Sánchez, cuando el jueves se encuentre cara a cara con Piketty, un académico y un investigador al que no gustan demasiado los corrillos políticos, y que ha declarado: “Si mi libro inquieta es porque mi perfil no es el de un militante de extrema izquierda, sino el de un científico social”.

El argumento final de El capital en el siglo XXI es que concentraciones extremas de renta y de la riqueza como las que se dan en nuestras sociedades (España es uno de los países donde más han crecido las desigualdades desde el año 2007) amenazan los valores de la meritocracia y de la economía de mercado, como la cohesión social y la justicia, que son aquellos sobre los que se asienta la democracia. Para llegar a esa conclusión, Piketty no se apoya en el Manifiesto comunista ni en El Capital (que confiesa no haber leído), sino en el artículo primero de la Declaración de Derechos del Hombre de 1789: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden basarse en la utilidad común”.

Este joven científico social francés, nada ideologizado, hijo de dos soixante-huitards, ha logrado penetrar en el corazón de la academia (sobre todo en la dominante, la americana) y convertir su gigantesco texto sobre la desigualdad en el más influyente manual europeo en el mundo anglosajón. Antes de la publicación del libro, Piketty no era un ensayista consagrado, aunque sus textos sobre la desigualdad, junto con los de Emmanuel Sáez (otro economista francés, residente en Berkeley), Anthony Atkinson (Oxford) o Gabriel Zucman (London School of Economics: leer de este el recientemente publicado La riqueza oculta de las naciones, Pasado/Presente) circulaban mucho y eran comentados en los ambientes académicos y en los de los organismos multilaterales tipo FMI, Banco Mundial o en la OCDE.
 4 ENE 2015 -El País.  http://elpais.com/elpais/2015/01/02/opinion/1420211272_306901.html

miércoles, 10 de diciembre de 2014

El capital según Carlos Fuentes. La voluntad política puede ganar la partida al peso de la maldición histórica

En 1865, Karl Marx afirmó que fue leyendo a Balzac como más aprendió sobre el capitalismo y el poder del dinero. En 2014 uno tendería a decir lo mismo: basta con actualizar los autores y los países. En La voluntad y la fortuna, un magnífico lienzo publicado en 2008, pocos años antes de su muerte, Carlos Fuentes hace un retrato edificante del capitalismo mexicano y de las violencias sociales y económicas por las que atraviesa su país, a punto de convertirse en la narconaciónque hoy cubre las primeras planas de los periódicos.

También nos cruzamos con personajes pintorescos, con un presidente que se comunica al estilo Coca-Cola y que en último término no es más que un patético arrendatario del poder frente a aquel, eterno, del capital, representado por un multimillonario todopoderoso que se parece mucho al magnate de las telecomunicaciones Carlos Slim, poseedor de la mayor fortuna del mundo. Unos cuantos jóvenes vacilan entre la resignación, el sexo y la revolución. Terminarán siendo asesinados por una mujer bella y ambiciosa que quiere su herencia y no necesita la ayuda de un Vautrin para cometer su crimen, prueba clara de que el nivel de violencia ha subido desde 1820. La transmisión patrimonial —objeto de deseo para todos los que están al margen del círculo familiar privilegiado, y a la vez una fuerza destructora de la personalidad individual para todos los que pertenecen a él— se encuentra en el corazón de la meditación del novelista.

Vemos también la influencia nefasta de los gringos, esos estadounidenses que poseen “el 30% del territorio mexicano” y de su capital, y hacen que la desigualdad sea incluso un poco más insoportable. Las relaciones de propiedad son siempre relaciones complejas, difíciles de organizar de manera pacífica en el marco de una misma comunidad política: nunca es sencillo pagarle la renta a un propietario ni ponerse de acuerdo tranquilamente sobre las modalidades institucionales que rodean esa relación y sobre la continuidad de la situación misma. Pero cuando es un país entero el que le paga rentas y dividendos a otro, aquello se vuelve francamente complicado. A menudo siguen ciclos políticos interminables que alternan fases de ultraliberalismo triunfante, autoritarismo y breves periodos de expropiación caótica, que desde siempre han minado el desarrollo de América Latina.

Y sin embargo el progreso social y democrático sigue siendo posible en el continente. Más al sur, en Brasil, Dilma Roussef acaba de ser reelecta por poco gracias al voto de las regiones pobres y de los sectores sociales más necesitados, que, a pesar de las decepciones y de los rechazos que sufrieron por parte del Partido de los Trabajadores (en el poder desde la elección de Lula en 2002), siguen apegados a los avances sociales de los cuales se han beneficiado y que temían ver suprimidos por el regreso de la “derecha” (en realidad, el partido socialdemócrata, porque en América Latina casi todo el mundo dice ser de izquierda, a condición, al menos, de que no le cueste demasiado caro a las élites).

De hecho, la estrategia de inversión social adoptada por Lula y Roussef, con la creación de la “bolsa familia” (una suerte de ayuda familiar reservada a los más pobres), y sobre todo el incremento del salario mínimo, permitieron una reducción notable de la pobreza en el transcurso de los últimos 15 años. Estos frágiles logros sociales ahora están amenazados por factores internacionales que afectan gravemente a la economía brasileña y la empujan a la recesión (la caída de los precios de las materias primas, particularmente del petróleo; los avatares de la política monetaria estadounidense; la austeridad europea), y sobre todo por las enormes desigualdades que aún lastran al país.

Volvemos a encontrar el peso de la maldición de la historia de la que nos habla Carlos Fuentes. Brasil fue el último país en abolir la esclavitud, en 1888, en un momento en que los esclavos todavía representaban cerca de un tercio de la población, y las clases poseedoras no han hecho nada para revertir esa desigualdad heredada.

La calidad de los servicios públicos y de las escuelas primarias y secundarias abiertas a todos sigue siendo baja. El sistema fiscal brasileño es terriblemente regresivo y a menudo financia gastos públicos que también lo son. Las clases populares pagan impuestos indirectos muy elevados, con tasas que llegan hasta el 30% en el caso de la electricidad, mientras que las grandes herencias pagan un impuesto irrisorio del 4%. Las universidades públicas son gratuitas, pero no benefician más que a una pequeña minoría privilegiada. Con Lula se instauraron tímidos mecanismos de acceso preferencial a las universidades para las clases populares y las poblaciones negra y mestiza (lo cual causó debates interminables sobre los problemas acarreados por la autodeclaración racial en los censos y en los documentos administrativos), pero su presencia en las aulas sigue siendo irrisoria.

Se necesitarán muchos combates más para romper la maldición de la historia y mostrar que la voluntad política puede ganarle a la buena y mala fortuna.

Thomas Piketty, autor de El capital en el siglo XXI (FCE, 2014, presentado ayer en la FIL de Guadalajara, México), es director de estudios en la École de Hautes Études en Sciences Sociales y profesor en la École d'Economie de Paris (piketty.pse.ens.fr).
Fuente: 5 DIC 2014 - El País.