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domingo, 14 de mayo de 2017

Periodismo de ficción en Yemen

El periodismo en este país ha alcanzado tal grado de perfección que basta una palabra para resumirlo: Marhuenda. Lo imputaron el jueves y lo desimputaron el martes. La justicia de marcha atrás también requiere de un léxico con caja de cambios. Primero se investiga a un señor y luego se lo desinvestiga. Por en medio nos enteramos que, en la intimidad de la conversación telefónica, el director de La Razón llamaba “zorra” a la presidenta de la Comunidad de Madrid y “puta” a su directora de comunicación. Quién iba a decirnos que detrás de la prosa razonable y adhesiva de Marhuenda se ocultaba un poeta. Sucede que hablaba mediante metáforas, suponemos que es lo que ha querido decir el juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, cuando explica en su auto del martes que ni Marhuenda ni Casals “habrían conseguido” coaccionar a Cristina Cifuentes. Según las grabaciones que se hicieron pública, conseguirlo no: sólo lo habrían intentado.

“¿Con qué cara me presentaría ante mis alumnos de Derecho si fuera verdad lo que se me imputa?” se pregunta Marhuenda. Más que con una cara, podría presentarse con una portada de su periódico, una al azar, porque La Razón cuenta con algunas de las portadas más fastuosas del arte posmoderno. Entre ellas, todavía recuerdo una de Aznar vestido de portero y parando un penalti, otra con Tsipras abierto de brazos titulada con increíble ingenio “Desgrecia” (“los helenos se lanzan al abismo populista” rezaba debajo) y otra de un militar ruso listo para zamparse una hamburguesa y abriendo una bocaza donde se veía hasta el esófago (titular: “Putin traga”). La semana pasada tuvieron el cuajo, en medio de la tormenta de mierda que afectaba al país y a su propio periódico, de abrir con la crisis política en Venezuela.

Gracias a una prensa omnívora y a una ciudadanía rumiante, en España la gente está mucho mejor informada de lo que sucede en el país caribeño que de lo que sucede en el propio. Desde los tiempos de Chávez, Venezuela es el mantra informativo con el que muchos periódicos e informativos, no sólo La Razón, distraen al personal de las cacicadas, putiferios y latrocinios que asolan la geografía patria. Es cierto que en los últimos tiempos la situación en Caracas roza la catástrofe, con manifestaciones diarias, brotes de violencia callejera y casi una treintena de muertos en disturbios. Al lado de este desastre, es cierto que el saqueo del Canal de Isabel II y la podredumbre de las instituciones españolas pasan a segundo plano, pero da la casualidad de que los periódicos españoles no se imprimen en Caracas.

Si de verdad les importaran las vidas humanas en calidad de algo más que de maniobra de distracción, todos los días desayunaríamos con postales de la guerra civil en Yemen, un país en estado de sitio desde hace dos años, bombardeado por los amigos saudíes con apoyo logístico y militar y beneplácito de Estados Unidos y de un montón de potencias occidentales, entre ellas, España. El conflicto en Yemen ha alcanzado la categoría de hecatombe, con una alarma internacional pregonada por la ONU que advierte que puede desembocar en la mayor catástrofe humanitaria de la historia: siete millones de personas están a punto de morir de hambre. Un niño muere cada diez minutos en Yemen pero ¿a quién le importa?

Fuente:
http://blogs.publico.es/davidtorres/2017/04/28/periodismo-de-ficcion-en-yemen/

lunes, 27 de febrero de 2017

Conversación entre Luis García Montero y Juan Torres. Con motivo de la publicación del libro, Economía para no dejarse engañar por los economistas

Luis García Montero y Juan Torres se encuentran en el improbable terreno común entre poesía y economía con el nuevo libro del segundo como pretexto. Los granadinos se preguntan sobre la representación del mundo que construye el neoliberalismo, la mercantilización del ser humano y el olvido de los cuidados


Si uno se pregunta cuál es el opuesto de la poesía, sería posible que se respondiera "la economía". La asociación de esta ciencia social con lo inhumano, lo frío, e incluso lo despiadado se ha agudizado con los duros años de la crisis y el panorama que esta deja. Pero ni el poeta Luis García Montero (Granada, 1958) ni el economista Juan Torres (Granada, 1954) lo tienen tan claro. Con el libro Economía para no dejarse engañar por los economistas, firmado por el segundo, como pretexto, deciden encontrarse en un no tan improbable terreno común.

Luis García Montero. Aunque sea raro, he leído tu libro con ojos de poeta. Quizás sea que me interesa como poeta acercarme a la realidad, quizá sea que como ciudadano me gustaría que los números de los economistas no olviden la parte de poesía, de vínculo con el corazón humano, que tienen sus cuentas. Quizá es también que me ha llamado la atención el título de tu libro. Siempre digo que el trabajo de un poeta es preguntarse qué estamos diciendo cuando decimos "soy yo". En tu libro ha advertido una pregunta latente: ¿Qué digo cuando digo "soy economista"? ¿Es así?

Juan Torres. Creo que sí. Tengo la impresión de que cada vez es más necesario aclarar qué se es realmente cuando alguien dice "soy economista". Si lo dice un médico parece claro que se refiere a alguien que va a tratar de curarte, lo pueda conseguir o no. Y lo mismo pasa por lo general con la mayoría de las profesiones, desde la de un bombero a un ingeniero electrónico... Pero un economista puede hacerte un roto, un descosido o un buen zurzido y lo cierto es que la gente no suele saber de antemano lo que le va a ocurrir cuando un economista le dice lo que se debe hacer. Lo que he tratado de hacer es proporcionar los elementos de juicio que permiten que la gente sepa qué puede resolverle o qué puede estroperarle de su vida un economista cuando le habla.

L.G.M. Quizá por eso hay algunas palabras que son decisivas. La mirada de los seres humanos es siempre una cuestión de palabras. ¿Es la palabra depende una de las más importantes de tu libro?

J. T. Sin duda. Es lo primero que les digo a mis alumnos. Prácticamente cualquier pregunta que nos hagamos en materia económica tiene como respuesta, debe tener como respuesta, el depende . Porque, efectivamente, las respuestas dependen de cómo queramos que se resuelva la consecuencia distributiva que lleva consigo cada una de las posibles. Y también porque casi con toda seguridad dependan de las hipótesis de partida que asumamos (que no son indiferentes a lo anterior, lógicamente).

L. G. M. Preguntarse qué digo cuando digo "soy yo", supone una puesta en duda de las esencias, los dogmas y las leyes objetivas en todo lo que tiene que ver con la historia. La subjetividad se produce. He repetido muchas veces como poeta, al indagar en la raíz de los sentimientos, una frase de Carlos Marx : "La producción no produce un objeto como sujeto, sino un sujeto para el objeto". Tú citas esa frase en tu libro. ¿La economía produce una manera determinada de subjetividad o de cultura? ¿Los economistas neoliberales son conscientes de eso y buscan la extensión de una determinada cultura?

J. T. Estoy seguro de que es así. No puede serlo de otro modo. ¿Cómo no va a producir una subjetividad determinada o una cultura el hecho de que una parte de nuestras vidas, y por tanto nuestra vida como tal, se haya convertido en una mercancía? Los neoliberales lo sabían y por eso Margaret Thatcher decía con toda sabiduría que lo importante no es la economía, lo prioritario —decía— es cambiar el corazón, el alma. No se puede entender lo que está pasando en los últimos cuarenta años, las políticas neoliberales, sin entender el cambio cultural y de subjetividad, civilizatorio, antropológico, que se ha conseguido impulsar e imponer.

L. G. M. La cultura de una economía de mercado rotunda, sin límites éticos, tiende a la mercantilización del todo. ¿Acabamos los seres humanos convertidos en una mercancía? ¿Podemos llegar a autoconcebirnos como mercancía?

J. T. La primera pregunta tiene como respuesta un sí claro. Pero tengo dudas sobre la segunda pregunta. ¿Nos autoconcebimos como mercancía? Ya no lo sé con seguridad. Creo que se produce una especie de distorsión cognitiva sobre nuestra propia expresión humana. ¿Cómo nos vemos, o cómo han conseguido que nos veamos? No sé contestar con seguridad. Sí creo que han logrado que nos "ensimismemos" (no sé si esta palabra existe), que nos veamos como átomos, como individuos ("No hay sociedad, hay individuos", de nuevo Tatcher), que no seamos capaces de percibir que lo que nos sucede le sucede también a quien tenemos a nuestro lado, justo para que no nos unamos, para que no descubramos que sufrimos problemas comunes, para que no busquemos al otro o a la otra y para que no necesitemos su presencia y su contacto, su ayuda. Nos han convencido de que no tenemos empleo porque no tenemos empleabilidad, porque no hemos invertido lo suficiente en nosotros mismos... y no porque hay determinadas políticas que lo provocan y que, por tanto, son las que hay que cambiar, no actuando individualmente sino colectivamente. Por eso el neoliberalismo es, sobre todo, soledad, diferencia, silencio, incomunicación.

L. G. M. ¿Y el tiempo? Tengo la impresión de que vivimos en un tiempo de usar y tirar. Se pierde la memoria, se practica el olvido, se exalta el instante, triunfan los sentimientos adánicos, los líderes se presentan como los únicos inventores de un mundo nuevo, se pierde el compromiso con el futuro sostenible del mundo. ¿Es posible mercantilizar el concepto del tiempo hasta convertirlo en un objeto de usar y tirar?

J. T. Acabo de publicar un artículo sobre este asunto en el que recuerdo la tesis de la sociedad del espectáculo de Guy Debord . Nos han convertido la existencia en un espectáculo que en realidad es una relación social enajenada que nos lleva a vivir en un estado de falsedad sin réplica y sin futuro posible, en un constante presente. El tiempo, como transcurso sobre el que los seres humanos podemos actuar para transformar las condiciones de nuestra existencia ha desparecido.

L. G. M. Considero que la literatura es uno de los mayores refugios contra la mercantilización del ser humano y de la ideo del tiempo. La dimensión narrativa, la poesía como memoria, mantiene el peso de la historia en nuestra conciencia. Eso está relacionado también con el peso de la ética y de la compasión a la hora de comprender que el otro no es un objeto de usar y tirar. ¿Te ha ayudado la literatura en tu trabajo? ¿Forman parte de tu formación como economista las lecturas de novelas, libros de poemas, el gusto por el teatro o el cine?

J. T. La literatura también se ha mercantilizado y nos llevaría lejos el debate de si ha sido para bien o para mal. Pero llevas razón en que, con independencia de ello, la narración, la memoria que se escribe o se canta, el testimonio de la vida sentida que es la literatura es una fuente, también, de conocimiento, o una referencia inexcusable para que éste sea auténtico, lo que equivale a decir, creo yo, humano. Yo, desgraciadamente para mí, no he podido ser un buen lector de literatura porque he tenido que leer mucha información profesional y, además, dedicarle tiempo a escribir. Pero, al menos, siempre me ha gustado dejar testimonio precisamente de que la literatura es un refugio, por utilizar tu término que me parece tan apropiado. En mi manual de economía ( Economía Política, Pirámide, 2015) que es donde posiblemente he plasmado mejor lo que sé (que es poco) cada capítulo comienza con una cita literaria, de Mutis , Ana María Matute, Luis Sepúlveda, Joseph Conrad, Cervantes, Neruda ... Vienen tan a propósito de los farragosos asuntos económicos de los que trato que algunas personas me han asegurado que yo me inventaba las citas, de tan ajustadas como resultan. Pero no es verdad, son completamente fieles, literales. El capítulo en el que explico cómo es la actividad económica, cómo funciona la distribución y qué problemas provoca, lo empiezo con un párrafo de La torre vigía en el que Ana María Matute habla del reparto de los muslos y alones entre muchachos que "opinaban de muy distinta manera sobre la equidad requerida en estos casos y por tal motivo sus divergencias subían rápidamente de tono y llegaban a límites peligrosos". Y el último capítulo, dedicado a las políticas económicas contemporáneas, comienza con una cita de La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza : "Cada uno puede sustentar la teoría económica que más le plazca, dijo, pero lo que hay que hacer es lo que hay que hacer". No lo dice el economista, es la vida plasmada en las novelas o en la poesía.

L. G. M. De aquí paso a la importancia de los cuidados. Kenzaburo Oé me hizo meditar sobre la relación entre la literatura y los cuidados. Tuvo un hijo con una deficiencia grave y aprendió a cuidar mucho las palabras para entenderse con él. Eso marcó su literatura. Una de las mejores reivindicaciones de la economía alternativa, que está muy presente en tu libro, es la de valorar los cuidados, ese sostén social que no se cuantifica en el PIB. Me interesa este aspecto por una doble cuestión. La desconsideración de los cuidados es uno de los motivos principales de la desigualdad. Y además, pienso que deberíamos ser capaces de fundar un discurso basado no en la ley del más fuerte, sino en el reconocimiento de nuestras debilidades como seres humanos y sujetos sociales. ¿Es posible una economía del amor?

J. T. Si la economía es, como yo creo que debe ser, la del oikos, la que nos proporciona el sustento y la que nos permite ser más o menos felices, no puede ser otra que una economía del amor. Vivimos, por el contrario, en una economía de la muerte, lo dice el propio papa Francisco : la economía liberal mata. Se crea escasez o desempleo de modo artificial, premeditado. El capitalismo fabrica el sufrimiento y necesitamos vivir del amor.

L. G. M . Los poetas utilizaron la metáfora durante mucho tiempo como una operación de audacia para crear un mundo estético abstracto, separado del mundo real. Cada vez me identifico más con un posible camino de vuelta, con la búsqueda de metáforas que ayuden a mirar la realidad de carne y hueso que late bajo las realidades virtuales. ¿Eso es posible en la economía? Sin llegar al trueque primitivo o al simple valor de uso, ¿es posible acercar la economía a lo real, a la producción real de riqueza, limitando el campo infinito de las especulaciones abstractas? En cualquier caso, recuerdo contigo los versos de Machado : "sólo el necio / confunde valor y precio".

J. T. Es una interesante idea. Tus palabras me hacen preguntarme si el modelo de competencia perfecta, por ejemplo, no es sino una simple metáfora concebida justamente para separarnos del mundo real. La economía convencional es efectivamente una especie de cuento: no es real el homo oeconomicus , ni el mercado de competencia perfecta (en el que la información es perfecta y gratuita para todos los que intervienen en él), los indicadores al uso sólo reflejan una parte de la vida económica, la mayoría de los economistas no aspiran a reflejar la realidad en sus modelos... Sin embargo, se abre paso una concepción de la economía que yo creo que precisamente se caracteriza por tratar de situarse en la epidermis de los seres humanos por decirlo de alguna manera, en su piel, alrededor de los problemas que sufren. Cada vez cuesta menos entender que la economía es lo que tiene que garantizar la vida, el bienestar de la gente, la felicidad.

L. G. M. En las ideas dominantes sobre la poesía, las modas tecnocráticas han intentado imponer algunos descréditos: el descrédito de los sentimientos, el descrédito de la política, el descrédito de la voluntad de comunicación y diálogo con los lectores. No sé si eso afecta también a la economía. ¿Hay intereses en hacernos olvidar que la economía es un discurso político, en el que deben tenerse en cuenta los sentimientos humanos y la opinión de la ciudadanía?

J. T. Hace tiempo que eso ocurrió. La economía era Economia Política y pasó a ser Economics, un término que de traducirse correctamente debería ser "lo económico", es decir, un mundo neutro, abstracto, aislado, en donde hay seres que en son meros agentes maximizadores, homo oeconomucis pero no homo sapiens , individuos que se limitan a elegir... y, por supuesto, donde no está la política entendida como el espacio común, ni el poder, ni la sociedad, ni los otros. Claro que interesa que eso sea así. La batalla más importante que tenemos por delante es hacer ver a la gente que las cuestiones económicas se resuelven mediante decisiones políticas y que, por tanto, debemos tomarla entre todos. O, dicho de otro modo, lograr que la democracia alcance también a las cuestiones económicas. El camino en el que estamos, sin embargo, es el contrario: para evitarlo lo que están haciendo es justamente desmantelarla.

L. G. M. Creo que el primer ámbito de compromiso de un ciudadano es su oficio. Este libro tuyo es un ejemplo de que comprometerse socialmente es darle un valor social a nuestros oficios. ¿Es tan importante saber estar como saber levantarse de una silla o saber bajarse a tiempo de una embarcación trucada? ¿El ser cívico es una decisión sobre el estar?

J. T. Yo me salí del barco hace tiempo. He escrito, creo que literalmente hablando, cientos, igual miles de páginas sobre la crisis económica, he analizado lo que ha pasado en la economía mundial y en la española en los últimos decenios, lo que he escrito lo han leído docenas de miles de personas y creo haber influido en lo que ha pasado a mi alrededor con ese pensamiento (tengo en mi despacho la foto de jóvenes del 15M manifestándose levantando en sus manos mi libro Hay alternativas ) pero nada de eso tiene el más mínimo valor (¿o tendría que decir precio?) en el ámbito académico. Desde el punto de vista de los parámetros que se usan para valorar la productividad y la excelencia académicas lo que yo hago y escribo no sirve absolutamente para nada. Si fuese un joven empezando la carrera universitaria no tendría futuro ninguno. Yo me bajé del barco porque no me interesa escribir para que nadie me lea y porque creo que, aunque no me valoren nada lo que hago, es más, aunque me penalicen por hacerlo, tiene utilidad social. Por hacer lo que hago tengo que dar más horas de clase (como si eso fuese un castigo), no puedo estar en los tribunales que seleccionan a los catedráticos y dentro de poco seré un marginado en la carrera académica. Pero me compensa hacer estas otras cosas. Para mí, estar aquí donde estoy y hacer esto que hago es un imperativo moral. Y además disfruto haciéndolo.

L. G. M. Y unas preguntas finales. Después de leer tu libro, de recordar la situación miserable del mundo, la acumulación de riquezas en manos de una minoría, ¿por qué nos dejamos manipular políticamente? ¿Cómo se comulga con tantas ruedas de molino? ¿Es posible unir los sueños de la poesía a una actitud política que permita tomar decisiones económicas al servicio de las mayorías? ¿Es posible que lo poético deje de ser una algarabía utópica en manos de solitarios, iluminados o profetas? ¿Es posible una poética de lo real?

J. T. Desde el momento mismo en que me lo estás preguntando y hablamos de esto ya lo estamos haciendo posible. ¿Cómo se podría haber acabado con la esclavitud sin los primeros esclavos que, ateridos de miedo, no hacían nada más que pensar, tirados en su jergón y sin ni siquiera abrir sus ojos, que ellos no querían ser esclavos? Quizá no hicieron nada más que eso, llorar en silencio sin atreverse a decir en voz alta ni a nadie lo que pensaban. Pero ahí estaba el germen de todo lo que vino después. Quienes dominan el mundo dedican mucho tiempo, recursos y atención a lograr que esa dominación se mantenga. Es normal que consigan que se comulgue con ruedas de molino. Y creo que lo consiguen porque en el otro lado no hay una conciencia semejante de que hay que convertirse en motores del cambio.

* Luis García Montero es poeta y profesor de Literatura. Su último libro, Un lector llamado Federico García Lorca (Taurus, 2016).

Fuente: http://www.infolibre.es/noticias/los_diablos_azules/2017/02/17/conversacion_entre_luis_garcia_montero_juan_torres_61267_1821.html

miércoles, 1 de febrero de 2017

Venus, Cupido, la Locura y el Tiempo. Autor: Angiolo Bronzino. Fecha: 1540-50 Museo: National Gallery de Londres. Características: 146,5 x 116,8 cm. Estilo: Renacimiento Italiano. Material: Oleo sobre tabla

Venus, Cupido, la Locura y el Tiempo

Comentario
Arte, Ética, dilema moral.

Esta tabla es considerada como la mencionada por Vasari en su "Vida de Bronzino" de 1568: "Ha hecho una pintura de singular belleza que ha sido enviada al rey Francisco de Francia; en ella se ve a Venus desnuda con Cupido besándola; y en el otro lado el Placer y el Juego con varios Amores; en el otro, el Fraude, los Celos y otras pasiones del Amor".

Bronzino trabajó en la corte del duque Cosimo de Medici, haciéndose famoso como retratista oficial. Esta Alegoría posiblemente sea el mencionado regalo de la corte de Toscana a Francisco I de Francia, incluyendo elementos simbólicos y emblemáticos.

El monarca francés era un hombre enamorado de la cultura y el arte italianos, sintiendo gran afición por la heráldica y los emblemas oscurantistas.

Venus. La diosa del amor y la belleza es identificada por la manzana de oro -que le concedió Paris en el famoso juicio- que porta en la mano izquierda y la paloma de la esquina izquierda de la escena. En la mano derecha, Venus lleva la flecha que ha arrebatado a Cupido, el joven que la besa. A los pies de la diosa encontramos unas máscaras, posiblemente símbolos de la sensualidad, que representan la ninfa y el sátiro, levantando la vista hacia los amantes.

El Placer Loco, el niño sonriente que lleva una pulsera en el tobillo, tira pétalos de rosa, sin interesarse por la espina que atraviesa su pie derecho.

Engaño. Tras el Placer se halla el Engaño, hermoso de rostro pero con un horrible cuerpo, ofreciendo en su mano un panal de dulce miel mientras que con la otra oculta el aguijón de su cola.

Celos. En la zona izquierda de la composición se sitúa una oscura figura, considerada tradicionalmente como la representación de los Celos pero identificada en la actualidad como la Sífilis, terrible enfermedad que en el siglo XVI había adquirido proporciones de epidemia.

Amor-pasión, Placer, Engaño. Con todos estos símbolos, se considera que el significado de la composición se identifica con el Amor impuro que es gobernado por el Placer con la ayuda del Engaño, amor que trae dolorosas consecuencias.

Tiempo y Olvido. La figura del Olvido, arriba a la izquierda, sin capacidad de recordar, intenta cubrir la escena con un velo pero el Tiempo se lo impide.

Las frías figuras desnudas se destacan, como si de un esmalte o de mármol se tratara, sobre un intenso azul ultramar, renunciando Bronzino al fondo, de la misma manera que en los dibujos pintados para la fábrica ducal de tapices. La composición muestra la influencia de Miguel Angel, especialmente su famoso cartón que muestra a Venus y Cupido besándose, así como de algunas obras de Pontormo, el maestro de Bronzino. La tabla fue adquirida por la National Gallery en 1860, convirtiéndose en la obra más cargada de erotismo de la colección.

http://www.artehistoria.com/v2/obras/8350.htm

¿Debería decirle al esposo de mi amiga que ella tiene otra relación?
Fiel y leal o fidelidad y lealtad.

http://www.nytimes.com/es/2015/11/16/deberia-decirle-al-esposo-de-mi-amiga-que-ella-tiene-otra-relacion/?smid=fb-espanol&smtyp=cur

domingo, 1 de enero de 2017

Eliminada de mi propia historia de amor. Por SAGE CRUSER.

En la pantalla de inicio de mi computadora tengo una carpeta dentro de otra carpeta que se llama “No abrir” (como un mensaje para mí misma).
Y para mi gran sorpresa, la abrí hace poco.
Está llena de fotos maravillosas de mi ex y yo que había borrado de todos lados. Una llamó mi atención: una foto en blanco y negro de nosotros en un viaje que hicimos a la costa de Oregon para celebrar su cumpleaños hacía dos veranos, justo después de ir a la boda de mi madre en mi ciudad natal, Portland.

El cursor del ratón daba vueltas por la foto y di clic dos veces para agrandarla.
Con los codos sobre la arena, sonreíamos mientras su mano acariciaba mi antebrazo izquierdo, su cabello oscuro y sus ojos contrastaban con mis facciones claras. Mi puño derecho, casi oculto por la manga de mi sudadera negra, escondía la mitad de mi tímida sonrisa blanca.
Esa imagen había estado en todos lados: en Facebook (donde fue mi foto de perfil), en su oficina, en la pared de nuestra sala y en la mesa lateral de sus abuelos en Iowa. La habíamos tomado cuando ya llevábamos seis meses juntos, durante nuestra fase de “luna de miel”, y todo el mundo le gustó y nos dijo cosas como “es perfecta” o “ustedes hacen tan bonita pareja”.

Lo que no sabían era que nos había costado muchísimo trabajo tomarla. Habíamos activado el temporizador de la cámara, así que presionábamos el botón y corríamos a posar, tratando de que la instantánea se viera tan natural como fuera posible. Tomábamos una foto y luego analizábamos el resultado:
-“Parezco loca”.
-“Me veo viejo”.
-“La pose se ve forzada”.
-“¿Parece que mi ojo izquierdo se está derritiendo?”.

Así estuvimos hasta que nos dolieron los músculos de la cara de tanto reírnos y se fue el sol, pero con ayuda de una buena edición, la versión final lucía espontánea y natural. Y gracias al temporizador, logramos hacer que algunas personas no se dieran cuenta de que era una foto jactanciosa que habíamos tomado nosotros mismos.

Me encantaba contar la historia de cómo nos conocimos. Pero ya no, así que no lo haré. Lo que verdaderamente importa es esto: no me tomé en serio que justo el día antes de que comenzamos nuestra historia de amor, él acababa de terminar con su novia de mucho tiempo.

Yo solía reprimir pensamientos de que yo era el clavo que saca otro clavo o la novia sustituta mientras llegaba la de verdad. Seguí adelante, atraída por su guapura, inteligencia y educación. Me encantaba lo expresivo que era con las manos mientras hablaba.

A pesar de todo lo bueno, siempre sentí como si tuviera que probarle a todos que él y yo éramos felices y que nuestra relación era legítima; las redes sociales ayudaban. En Facebook, podía excluir lo negativo, un comentario despectivo por aquí, una mentira por allá, y mostrar no solo cómo quería que los demás nos vieran, sino cómo quería vernos.

Algunas veces él hacía comentarios sobre que creía que yo sería más feliz con alguien que no fuera tan “conservador” como él. Seamos justos: fui yo quien lo convenció de que se dejara crecer la barba, tratando, supongo, de acercarlo a la imagen del novio ideal que me había imaginado.

Casi exactamente un año después de la foto en blanco y negro que nos tomamos y para la que posamos horas, logramos capturar otra imagen de las que provocan envidia, y esta vez a color. La tomamos en la rueda de la fortuna en el malecón de Seattle. Viajamos en auto allá para su cumpleaños y nos quedamos con mi prima.

Habremos posado unas diez veces ante la cámara de mi prima para lograr la foto “perfecta”: el estrecho de Puget de fondo en sorprendentes tonos verde aguamarina, las colinas lejanas en el horizonte. Nuestras sonrisas generosas y blancas, y mi hombro acomodado con soltura en el hueco de su brazo.
Pensamos bien qué poner en su estado de Facebook para que sonara natural pero cálido, breve pero con sentimiento:
“¡Celebrando una magnífica semana de cumpleaños con Sage en el área de Seattle!”.
-“Te amo, McBug”, me susurró aquella noche antes de quedarnos dormidos.

Dos meses más tarde, poco después de habernos mudado a nuestro segundo departamento juntos, se levantó diciendo que le dolía el estómago.
-“¿Habrán sido las fajitas de anoche?”, pregunté entre bostezos, mientras me acurrucaba bajo la cobija blanca y mullida que él acababa de hacer a un lado.
Dejó escapar un suspiro y se sentó en la orilla de la cama, con la cabeza entre las manos. Yo sonreía como tonta con los ojos entrecerrados.
-“No”.
Levanté la cabeza. -“¿Qué pasa, cielo?”.
-“Yo… no me imagino nuestro futuro”.
Hice a un lado las cobijas. -“Espera. ¿Estamos hablando de lo que creo que estamos hablando?”.

Volteó a verme con los ojos tristes y los labios contraídos. Casi me sentí mal por él hasta que me di cuenta de que estaba terminando conmigo. Sus razones para terminar la relación eran vagas; decía que llevaba seis meses pensándolo.
-“¿Alguna vez me amaste?”, pregunté.
Hizo una pausa y después trató de balbucear una explicación, pero la pausa lo dijo todo.
Lloré a moco tendido en nuestra cama, traía puesta una camiseta que me quedaba grande, la cara se me había puesto roja y me atragantaba con mi propia saliva. Y así fue como todo acabó.

Cambiamos nuestras fotos de perfil a las dos horas de haber terminado. Él cambió nuestra tierna foto en una cafetería de Portland por una foto en la que aparecía solo, vestido de traje. Yo cambié la foto en blanco y negro de la playa por una donde aparecía en la cima de una montaña en Irlanda, con la mirada fija y una expresión que esperaba que dijera: -“Estoy en la cima del mundo, soy exitosa”.
Con cada “Me gusta” sentía como se reconstruía mi ego, pero la euforia se desvaneció cuando empaqueté mis cosas y me mudé al sótano de mi madre, que no estaba en la cima de nada.
Familiares y amigos no lo podían creer. Sentía un dolor agudo en el estómago cada vez que pensaba en él. Me quedaba contemplando el techo por horas. Me perdía entre la confusión y los sentimientos de traición y odio. Aun así, fantaseaba con la reconciliación y que todo volvería a ser como antes.

La semana siguiente, me enteré de que él había abierto una cuenta de citas en línea un día después de haber terminado conmigo. Su foto de perfil me dejó sin aliento: me había recortado de la foto de la rueda de fortuna, en la que solo habían quedado sus dientes blancos y ojos verdes brillando y el agua resplandeciente que hacía contraste con su cabello oscuro. Me había eliminado de mi propia fantasía.
Dos semanas después, tras la división de los bienes, del llanto, las arcadas sin vómito y de escuchar “Hello” de Adele hasta el cansancio, recibí una carta suya escrita a mano, junto con un paquete que tenía un brasier deportivo mío que había encontrado entre la ropa sucia. Era una “oportunidad para ventilar algunas cosas” que quería decir.

La carta daba la misma explicación vaga que me había dado antes y en ella confesaba que todavía no tenía “razones específicas”, era “solo un sentimiento”, y decía que todavía me extrañaba “mucho”.
Me pregunté qué podría contestarle, pero nunca le mandé nada. En cambio, corregí su ortografía y gramática con una pluma roja, lo cual me hizo sentir algo de satisfacción.
Quería que mi amor perfecto se viera como yo me había convencido de que se veía: las fotos, los estados de Facebook, la barba, el recuento de nuestra relación que había hilado en mi cabeza. Me había enamorado del hombre que quería que fuera y era la mujer que quería ser. Me había enamorado de lo que pensaba que podíamos ser juntos y no de lo que realmente éramos. Esta era una verdad difícil de aceptar.

Poco después de mi incursión en mi carpeta no tan escondida, me reuní con una vieja amiga a la que no había visto en año y medio. Nos fuimos un fin de semana a acampar a Cannon Beach, el mismo lugar donde había tomado la foto en blanco y negro hacía casi dos años.
Después de ponernos al día y encender una fogata, ella me confesó que había pasado por una separación muy similar a la mía con su novio, quien le había puesto fin a la relación de manera abrupta cuando ella pensaba que todo iba de maravilla. Pasaron un mes sin hablarse antes de reconciliarse cuando él le pidió que regresaran.
A ella le parecía asombroso que hubiésemos experimentado rupturas tan parecidas, pero que habían acabado de forma tan opuesta. Ella se regocijaba de su felicidad recién descubierta, y decía que se casaría con él si se lo pidiera.

Nos sentamos en silencio sobre la arena fría, al lado de la fogata que crujía, mientras yo observaba una cometa amarilla, cuya larga cola bailaba en el cielo sobre las escasas nubes de la tarde.
Ella rompió nuestro silencio con una pregunta: “Oye, ustedes podrían estar juntos de nuevo algún día. ¿Te gustaría?”.
La miré, después miré de nuevo la cometa y contesté: “No”.


http://www.nytimes.com/es/2016/10/27/eliminada-de-mi-propia-historia-de-amor/?smid=fb-espanol&smtyp=cur

jueves, 18 de agosto de 2016

10 Frases de Ken Robinson

1. La imaginación es la fuente de todo logro humano.
Esta es la primera frase que te encuentras al entrar en la página web de Ken Robinson. Buena parte de su pensamiento gira en torno a varios ejes. Uno de esos ejes es, sin duda, la importancia que concede a la imaginación y, sobre todo, a la originalidad. Ken Robinson no concibe una educación que no se base en potenciar la inteligencia. Precisamente será esta inteligencia la que nos distinguirá y la que enriquecerá la sociedad.

2. Si no estás preparado para equivocarte, nunca llegarás a nada original.
Ken Robinson es tremendamente crítico con la visión de la educación actual. Uno de sus argumentos es que penaliza el error y la equivocación. Penalizar el error mientras se educa es sencillamente una paradoja, porque es a partir del error de donde podemos sacar las mejores enseñanzas. El error debe verse como un proceso positivo dentro del propio aprendizaje del alumno.

3. Las escuelas se parecen a las fábricas.
En el siglo XXI aún mantenemos una estructura educativa industrial. Ken Robinson critica que en muchos centros educativos los alumnos se parezcan más a obreros que a estudiantes. Cuestiona la rigidez de los horarios, la separación de los alumnos por edades, la descompensación horaria de las materias y el hecho de priorizar el producto manufacturado al talento y a la creatividad.

4. La creatividad se aprende igual que se aprende a leer.
El concepto de creatividad es una constante en la obra de Ken Robinson. Y en este sentido la figura del docente resulta determinante para que el alumno fomente dicha creatividad en su centro educativo. Desgraciadamente, el modelo educativo actual mata la creatividad, no potencia el talento, sino que prioriza el resultado final más que el proceso en sí.

5. Es necesario potenciar la diversidad.
Si el docente es capaz de potenciar la originalidad y el talento en sus alumnos, entonces habrá logrado algo tremendamente importante: superar el modelo industrial basado en la homogeneización del producto. Las fábricas producen. Y el producto que se crea es siempre el mismo producto. ¿Es eso lo que queremos de nuestros alumnos? ¿Es este nuestro ideal de enseñanza? Mediante la creatividad y el talento hacemos posible la diversidad. Para Ken Robinson dicha diversidad es uno de los activos más importantes que existen en la sociedad actual. Para Ken Robinson cuanto más creativos sean los niños, más posibilidades tendrán de autorrealizarse. Según Ken Robinson, la única forma de detectar talentos es hacer pensar a los alumnos de forma diferente.

6. La educación del talento no es lineal.
Otro de los grandes errores del sistema educativo actual es pensar que el conocimiento es lineal. Para Ken Robinson el aprendizaje no es lineal, sino orgánico, porque el mundo actual ha dejado de tener una concepción lineal para pasar a tener una visión global. La escuela se ha obsesionado en hacer creer al alumno que su destino pasa por la universidad. De hecho, explica Ken Robinson que en una guardería leyó un lema que decía: la universidad empieza en la guardería. Para Ken Robinson esta cita es errónea. La guardería empieza y acaba en la guardería. En eso consiste la educación orgánica. ¿Quién les puede asegurar a los niños de tres años que el futuro pasará por la universidad?

7. Los niños de ahora harán trabajos que aún no están inventados.
En la línea del pensamiento lineal encontramos esta otra frase de Ken Robinson. Actualmente, estamos enseñando en los centros educativos contenidos que no tenemos ni idea de si servirán o no dentro de un período relativamente corto de tiempo. Esto debería hacer pensar a los docentes y hacerles ver que lo que importa no es lo que enseñan, sino cómo enseñan para que sus alumnos puedan aprender por sí mismos cuando en un futuro no muy lejano deban llevar a cabo actividades que ahora ni imaginamos que desarrollarán. El saber no está en los libros de texto, sino en la imaginación y el talento que puedan desarrollar los alumnos.

8. La creatividad es tan importante en educación como la alfabetización, y por eso debemos tratarla con la misma importancia.
Otro de los grandes problemas de la educación actual es que no se da la misma importancia a la alfabetización que a la creatividad. Basta mirar la descompensación de las asignaturas de las diferentes etapas educativas. ¿Por qué puede ser? Yo creo que la respuesta es muy sencilla. Es muy fácil enseñar a leer y a escribir, pero como docentes no tenemos ni idea de cómo enseñar a ser creativos. Es por ello que debemos aumentar el tiempo que le dedicamos a preparar una sesión lectiva y bajar nuestra productividad en beneficio de la creatividad de nuestros alumnos.
Cuanto más pensemos, más creativos seremos. Si los docentes somos creativos, entonces será muy fácil enseñar creatividad en la aulas, independientemente de las materias que se impartan.


9. La gente produce lo mejor, cuando hace cosas que ama, cuando está en “su elemento”.
El concepto elemento es un término al que Ken Robinson hace a menudo referencia. Cada individuo debe buscar “su elemento”, es decir, debe ser capaz de encontrar por sí mismo o mediante la ayuda de otros sus aptitudes, sus pasiones, sus actitudes y sus oportunidades. Estos son los cuatro pilares fundamentales para el crecimiento personal de los individuos.
Tenemos la obligación de descubrir qué se nos da bien y qué nos encanta hacer. Consiguiéndolo será como podremos autorrealizarnos y contribuir para crear una sociedad mejor. De ahí que como docentes debamos superar el pensamiento ilustrado basado en el análisis y en la lógica para sustituirlo por un sistema educativo holístico, abierto, flexible y diverso. Sólo siendo creativos dejaremos de ser conformistas.

10. No es acerca de estandarizar la educación, es acerca de subir el estándar de la educación.
El error del sistema educativo actual se debe a la estandarización. Estandarizar la educación no hace más que limitar la educación de nuestros alumnos, porque frena las aptitudes y el talento. A mayor estandarización mayor fracaso escolar, mayor abandono escolar. De ahí que sea necesario modificar el paradigma educativo actual donde la mecanización de los contenidos está por encima de la búsqueda del talento.

Estas son las 10 reflexiones que he querido compartir contigo acerca de Ken Robinson

sábado, 16 de enero de 2016

¿Qué es, qué era, qué debe ser el amor? Guillermo Rendueles Psiquiatra y figura histórica de la izquierda gijonesa. "El capitalismo trata como trastorno de personalidad lo que antes se consideraba lealtad, coherencia u honradez".

...¿Qué es, qué era, qué debe ser el amor?
¿El amor libre de los hippies y los anarquistas, el amor monógamo y eterno de los conservadores o un término medio entre ambas opciones?

Lo que es el amor sano y el insano se ve muy bien en los críos que juegan en el parque. Los que están seguros de que su madre, su padre o su cuidador los quieren juegan tranquilos sin miedo a perderse, mientras que los chavales inseguros están continuamente mirando para atrás a ver si el padre sigue allí, cuando no pegados a él sin jugar ni interaccionar con otros niños. El amor sano es el primero: el amor que te da seguridad. Lo que pasa en la posmodernidad, con ese modelo de mantenerse juntos mientras dure el sentimiento, es que el sentimiento no cambia a la vez en las dos personas, por lo que esa seguridad está siempre en entredicho. Yo he puesto en algún texto el ejemplo de Bertrand Russell, que estaba tan contento con una de sus mujeres hasta que en un paseo en bici se dio cuenta de que ya no sentía lo mismo por ella y, llorando, la abrazó y le dijo que se tenían que separar. Ese emotivismo extremo es la norma en el mundo de hoy.

Una de las teorías psicológicas más en boga es ésa que dice que el amor tiene fecha de caducidad: tres años y medio exactamente. Si te crees esas cosas, acabas autosugestionándote. Yo conozco parejas donde esa cosa ha sido hipertóxica, y que queriéndose mucho se han separado en cuanto se han dicho: «Ya no nos queremos como antes».

Estamos como los críos inseguros, mirando constantemente hacia atrás preguntándonos si le habrá cambiado el sentimiento a éste o a ésta y si nos va a dejar. Eso dificulta mucho la interacción. Igual que los niños no juegan si no tienen la seguridad de que la madre está ahí, en el amor sin una relación de afecto seguro es muy difícil que uno se aventure, a menos que la inseguridad se acabe asumiendo y pase como con otros críos que hay, que como están seguros de que la madre se ha pirado les da igual ocho que ochenta. Ésa es otra de las imágenes de la posmodernidad.

¿Cuál es el amor ideal? Pues un amor que te dé la seguridad de que no se va a romper de un momento a otro; un amor que aunque te pongas malo, aunque te arruines, aunque te despidan, va a seguir ahí, y al mismo tiempo lo suficientemente flexible para que sea sincero, para que no te obligue a simular esa estabilidad y esa serenidad. Y un amor en el que se asuma que el amor significa cosas distintas en cada etapa de la vida. En suma, un proyecto a largo plazo que, como todos los proyectos, pueda fracasar, pero que no esté sometido a una incertidumbre constante.

El mal es una opción voluntaria, no un problema psiquiátrico. Usted escribe bastante últimamente sobre lo que llama la psiquiatrización del mal.

Sí, esa teoría muy en boga de que el mal es algo psicológico, un impulso que puede afectar a cualquiera. Sus defensores suelen aludir a un experimento que hizo en 1961, justo después del juicio a Eichmann, un psicólogo de la Universidad de Yale, Stanley Milgram. En ese experimento, los participantes tenían que apretar un botón que provocaba una descarga eléctrica cada vez que otro participante fallaba una pregunta. Con cada error se incrementaba la intensidad de la descarga, y el experimentador incitaba a quienes debían aplicar las descargas a hacerlo con frases como: «Por favor, continúe», o «No tiene otra opción, debe continuar». Los estudiantes no sabían que las descargas eran falsas: quien las recibía en realidad estaba actuando y no sufría dolor ninguno. El caso es que, a pesar de que quienes recibían las descargas gritaban cada vez más, el 65% de los participantes llegó a infligir el dolor máximo y sólo el 35% paró antes de llegar a ese punto. Lo que no se suele contar es que años después alguien cogió la caja de ese experimento y se puso en contacto con los participantes y les preguntó cómo habían podido llegar a hacer aquel disparate. La inmensa mayoría se había reformado y decía: «Huy, gracias a aquello yo tomé conciencia de cómo era el hombre». Uno se había hecho asistente social, otro objetor de conciencia, etcétera. Eso demuestra que, sí, uno puede tener un momento de obediencia a la autoridad, pero luego eso puede transformarse radicalmente mediante la reflexión. Eso sería el bien: ser reflexivo frente a las propias acciones.

¿Tiene remedio esta sociedad histérica? ¿Es posible la utopía?
Yo no sé si es posible, pero me parece que vale la pena pelear por el cambio. Si no es posible en esta generación, que haya otra que coja el relevo. Yo veo la historia un poco así, como una carrera de relevos en los que cada generación continúe lo que la anterior ha dejado pendiente...

-El mandato capitalista es: "Sé gerente de ti mismo, empréndete a ti mismo" Si estoy en paro, sólo yo tengo que solucionarlo formándome más o buscando trabajo más concienzudamente.
-Y para buscarlo tengo que tener capital humano: idiomas, másteres, cursos…
-Y si eso me vuelve loco, me tomo la pastilla y listo.
-Eso es, sí (risas)...

Fuente: http://mas.asturias24.es/secciones/entrevistas-en-el-toma-3/noticias/el-capitalismo-trata-como-trastorno-de-personalidad-lo-que-antes-se-consideraba-lealtad-coherencia-u-honradez/1451271184

domingo, 20 de septiembre de 2015

Adúlteros pero leales. Qué difícil es amar a alguien a través del tiempo, construir una convivencia duradera, que no termine siendo de algún modo tóxica

Supongo que los piratas de Impact Team que desvelaron los nombres de 34 millones de  clientes de Ashley Madison, la web para adulteriosseguirán sintiéndose orgullosos de lo que han hecho, porque la imbecilidad suele ser pertinaz. Estos talibanes de la virtud conyugal dicen que cometieron el estropicio por razones éticas y para que cerrara Ashley Madison. Yo no sé si cerrará la empresa, pero lo que sí que han logrado es destrozar estúpidamente la vida de millones de personas; ya se sabe que los datos han sido recogidos por bandas criminales, que ahora están amenazando y chantajeando a la gente.

Por dinero, desde luego, pero quizá también por influencias y favores. Porque hay adúlteros en todos los sectores sociales, desde organizaciones de alta seguridad como el Pentágono a partidos políticos.   En España, por ejemplo, se sabe que hay tres mujeres y dos hombres que se hicieron clientes con el dominio del Congreso de los Diputados (hace falta ser tontos, dicho sea de paso). Mientras escribo este artículo, que se toma su tiempo en la impresión, no se conocen sus nombres, y espero que siga siendo así. En España hay 800.000 usuarios de Ashley Madison: al parecer somos uno de los países más infieles. Sólo en Madrid hay 135.000; en Barcelona, 68.000. Imagino el miedo que deben de estar pasando ahora casi todas esas personas. No me parece justo.

La vida es infinitamente complicada y una de las cosas más complicadas de la vida son las relaciones sentimentales y sobre todo ese conflicto permanente que es la pareja. Qué difícil es amar a alguien a través del tiempo, construir una convivencia duradera que no termine siendo de algún modo tóxica. Amar sin caer en la rutina, sin achacar al otro nuestras propias frustraciones, sin devorar, sin tiranizar, sin empobrecerse, sin aburrirse. Es algo tan tremendamente difícil, en fin, que con los años vas comprendiendo que cada cual intenta salir adelante como puede. No hay reglas para el éxito, lo que le sirve a uno puede no servirle a otro, así que no seré yo quien dictamine lo que se debe hacer; si alguien cree que para ser feliz necesita un compromiso absoluto de fidelidad sexual, pues perfecto.

Sin embargo, personalmente pienso que al sexo se le da una importancia desmesurada. Y a menudo me apena ver cómo una simple aventura que en realidad no ha sido nada, la típica cana al aire, arruina parejas con mucha lucha y mucho amor a las espaldas. La verdad, no creo que el ser humano haya nacido para la monogamia y la monoandria. Al menos, no para toda la vida. Hay estudios evolucionistas que sostienen que la ventana de fidelidad de nuestra especie abarca unos cuatro o cinco años, que es el tiempo necesario para parir un hijo y que sea más o menos autónomo.

Tengan razón o no, lo cierto es que la inmensa mayoría de los humanos sienten deseos adúlteros al menos una vez en su vida. Muchos los realizan; según un estudio de Nordic Mist (2006), en España hay un 37% de hombres y un 35% de mujeres que han sido infieles a sus parejas alguna vez. Otros muchos no se atreven a llevar esos deseos a la práctica, algunos por respeto a su pareja y la mayoría yo creo que por miedo a que les pillen (si les aseguraran al 100% que nadie lo sabría jamás, ¿cuantos se abstendrían?), pero, la verdad, yo no encuentro mucha diferencia entre que tu pareja tenga un amante casual y que no lo tenga pero haga el amor contigo soñando con otra persona.O, mejor dicho, prefiero lo primero. De hecho, estoy convencida de que a menudo esas relaciones extraconyugales pasajeras mejoran la relación principal. La renuevan, la ponen de relieve, le dan más vida y más valor. Tengo la sospecha de que quien se reprime una y otra vez sus deseos adúlteros termina cargando esa frustración y ese aburrimiento sobre su cónyuge.

A mí, en fin, me importa mucho más la lealtad que la fidelidad sexual. Me parece mayor traición criticar amargamente a tu pareja a sus espaldas con tus amigos; o no tener sus opiniones nunca en cuenta; o dejarle en ridículo públicamente; o no apoyarle en un momento de verdadera necesidad. Que quede claro que no estoy abogando por tener relaciones paralelas que duren años y años. O sí, ya digo que allá cada cual, pero vamos, a mí ese tipo de pareja creo que no me serviría. Y también creo que, si tienes todo el rato mil amantes, la relación principal no debe de funcionar nada bien. Pero si cuidas esa relación principal por encima de todo; si eres discreto; si no pones en evidencia a tu pareja, ¿qué más da si alguna vez te acuestas con alguien? Amigos y amigas que acabáis de descubrir una infidelidad, por favor, pensadlo un poco. No tiréis por la borda todo lo que tenéis, todo lo que habéis pasado juntos, todo el cariño.
 11 SEP 2015 -
@BrunaHusky
www.facebook.com/escritorarosamontero
 www.rosamontero.es

miércoles, 31 de diciembre de 2014

La educación exige emociones. El fenómeno es imparable. Los nuevos tiempos exigen desarrollar las capacidades innatas de los niños y cambiar las consignas académicas.

¿Estamos educando a las nuevas generaciones para vivir en un mundo que ya no existe? El sistema pedagógico parece haberse estancado en la era industrial en la que fue diseñado. La consigna respecto al colegio ha venido insistiendo en que hay que “estudiar mucho”, “sacar buenas notas” y, posteriormente, “obtener un título universitario”. Y eso es lo que muchos han procurado hacer. Se creyó que, una vez finalizada la etapa de estudiantes, habría un “empleo fijo” con un “salario estable”.

Pero dado que la realidad laboral ha cambiado, estas consignas académicas han dejado de ser válidas. De hecho, se han convertido en un obstáculo que limita las posibilidades profesionales. Y es que las escuelas públicas se crearon en el siglo XIX para convertir a campesinos analfabetos en obreros dóciles, adaptándolos a la función mecánica que iban a desempeñar en las fábricas. Tal como apunta el experto mundial en educación Ken Robinson, “los centros de enseñanza secundaria contemporáneos siguen teniendo muchos paralelismos con las cadenas de montaje, la división del trabajo y la producción en serie impulsadas por Frederick Taylor y Henry Ford”.

Si bien la fórmula pedagógica actual permite que los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, “la escuela mata nuestra creatividad”. A lo largo del proceso formativo, la gran mayoría pierde la conexión con esta facultad, marginando por completo el espíritu emprendedor. Y como consecuencia, se empiezan a seguir los dictados marcados por la mayoría, un ruido que impide escuchar la propia voz interior.

La voz de los adolescentes

“Desde muy pequeño tuve que interrumpir mi educación para empezar a ir a la escuela” Gabriel García Márquez

Cada vez más adolescentes sienten que el colegio no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida cotidiana. En vez de plantearles preguntas para que piensen por sí mismos, se limitan a darles respuestas pensadas por otros, tratando de que los alumnos amolden su pensamiento y su comportamiento al canon determinado por el orden social establecido.

Del mismo modo que la era industrial creó su propia escuela, la era del conocimiento emergente requiere de un nuevo tipo de colegio. Básicamente porque la educación industrial ha quedado desfasada. Sin embargo, actúa como un enfermo terminal que niega su propia enfermedad. Ahogada por la burocracia, la evolución del sistema educativo público llevará mucho tiempo en completarse. Según Robinson, “ahora mismo sigue estando compuesto por tres subsistemas principales:
-el plan de estudios (lo que el sistema escolar espera que el alumno aprenda),
-la pedagogía (el método mediante el cual el colegio ayuda a los estudiantes a hacerlo) y
-la evaluación, que vendría a ser el proceso de medir lo bien que lo están haciendo”.

La mayoría de los movimientos de reforma se centran en el plan de estudios y en la evaluación. Sin embargo, “la educación no necesita que la reformen, sino que la transformen”, concluye este experto. En vez de estandarizar la educación, en la era del conocimiento va a tender a personalizarse. Esencialmente porque uno de los objetivos es que los chavales descubran por sí mismos sus dones y cualidades individuales, así como lo que verdaderamente les apasiona.

En el marco de este nuevo paradigma educativo está emergiendo con fuerza la “educación emocional”. Se trata de un conjunto de enseñanzas, reflexiones, dinámicas, metodologías y herramientas de autoconocimiento diseñadas para potenciar la inteligencia emocional. Es decir, el proceso mental por medio del cual los niños y jóvenes puedan resolver sus problemas y conflictos emocionales por sí mismos, sin intermediarios de ningún tipo.

La base pedagógica de esta educación en auge está inspirada en el trabajo de grandes visionarios del siglo XX como Rudolf Steiner, María Montessori u Ovide Decroly. Todos ellos comparten la visión de que el ser humano nace con un potencial por desarrollar. Y que la función principal del educador es acompañar a los niños en su proceso de aprendizaje, evolución y madurez emocional. En esta misma línea se sitúan los programas de la educación lenta, libre y viva que están consolidándose como propuestas pedagógicas alternativas dentro del sistema. Eso sí, el gran referente del siglo XXI sigue siendo la escuela pública de Finlandia, país que lidera el ranking elaborado por el informe PISA.
¿Para qué sirve?

“Educar no consiste en llenar un vaso vacío, sino en encender un fuego latente” Lao Tsé

La educación emocional está comprometida con promover entre los jóvenes una serie de valores que permitan a los chavales descubrir su propio valor, pudiendo así aportar lo mejor de sí mismos al servicio de la sociedad. Entre estos destacan:

Autoconocimiento. Conocerse a uno mismo es el camino que conduce a saber cuáles son las limitaciones y potencialidades de cada uno, y permite convertirse en la mejor versión de uno mismo.

Responsabilidad. Cada uno de nosotros es la causa de su sufrimiento y de su felicidad. Asumir la responsabilidad de hacerse cargo de uno mismo en el plano emocional y económico es lo que permite alcanzar la madurez como seres humanos y realizar el propósito de vida que se persiga.

Autoestima. El mundo no se ve como es, sino como es cada uno de quienes lo observan. De ahí que amarse a uno mismo resulte fundamental para construir una percepción más sabia y objetiva de los demás y de la vida, nutriendo el corazón de confianza y valentía para seguir un propio camino.

Felicidad. La felicidad es la verdadera naturaleza del ser humano. No tiene nada que ver con lo que se tiene, con lo que se hace ni con lo que se consigue. Es un estado interno que florece de forma natural cuando se logra recuperar el contacto con la auténtica esencia de cada uno.

Amor. En la medida que se aprende a ser feliz por uno mismo, de forma natural se empieza a amar a los demás tal como son y a aceptar a la vida tal como es. Así, amar es sinónimo de tolerancia, respeto, compasión, amabilidad y, en definitiva, dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento y frente a cualquier situación.

Talento. Todos tenemos un potencial y un talento innato por desarrollar. El centro de la cuestión consiste en atrevernos a escuchar la voz interior, la cual, al ponerla en acción, se convierte en nuestra auténtica vocación. Es decir, aquellas cualidades, fortalezas, ­habilidades y capacidades que permiten emprender una profesión útil, creativa y con sentido.

Bien común. Las personas que han pasado por un profundo proceso de autoconocimiento se las reconoce porque orientan sus motivaciones, decisiones y acciones al bien común de la sociedad. Es decir, aquello que hace a uno mismo y que además hace bien al conjunto de la sociedad, tanto en la forma de ganar como de gastar dinero.

En vez de seguir condicionando y limitando la mente de las nuevas generaciones, algún día –a lo largo de esta era– los colegios harán algo revolucionario: educar. De forma natural, los niños se convertirán en jóvenes con autoestima y confianza en sí mismos. Y estos se volverán adultos conscientes, maduros, responsables y libres, con una noción muy clara de quiénes son y cuál es su propósito en la vida. El rediseño y la transformación del sistema educativo son, sin duda alguna, unos de los grandes desafíos contemporáneos. Que se hagan realidad depende de que padres y educadores se conviertan en el cambio que quieren ver en la educación.

Fuente: El País semanal. http://elpais.com/elpais/2014/12/12/eps/1418401341_900515.html

martes, 22 de abril de 2014

El viaje de la vida

Ante el reto de vivir, dice Ulises, hay cinco cosas que no hay que empeñarse en variar:

1. Todo cambia y todo acaba.
2. Las cosas no siempre suceden como las habíamos planeado.
3. La vida no siempre es justa.
4. El dolor forma parte de la vida.
5. La gente no es siempre amorosa y leal.

Tenemos necesidades como personas, y la felicidad se refiere a la satisfacción de esas necesidades.
El camino de la aceptación, de reconocer que lo que es, lo es, acaba siendo más beneficioso ante las falsas ilusiones.
Ulises fue astuto al jugar con el engaño, por eso ideó el caballo de Troya. Les dio a sus oponentes la ilusión que necesitaban ver, sucumbiendo al final por su propia ceguera. Una cosa es tener ilusión y la otra vivir de ilusiones.

Entre las fuentes más importantes de la felicidad están:
-una sensación de seguridad;
-un buen pronóstico;
-autonomía o control sobre nuestras vidas;
-buenas relaciones;
-y la práctica de una actividad especializada y significativa.

Si no está satisfecho, hay una buena probabilidad de que sea por falta de algo en esta lista. (NYT)

Fuente: Leer más en El País Semanal.
Los divorciados

Cuidar las relaciones

viernes, 14 de febrero de 2014

Día de San Valentín

"El amor es la emoción más compleja. Los seres humanos son imprevisibles. No hay lógica en sus emociones. Donde no hay lógica no hay pensamiento racional. Y donde no hay pensamiento racional, puede haber mucho romance, pero mucho sufrimiento”. De la película "Alice", dirigida por Woody Allen.

lunes, 20 de enero de 2014

El amor. Ese será el verdadero final de la crisis que vivimos, la derrota del monstruoso pulpo que nos ahoga

Es triste reconocerlo, pero la infidelidad de Hollande me ha inspirado, más que asombro o indignación, una profunda envidia. Si no fuera española, me lo habría tomado de otra manera. La depresión de Trierweiler, el sex-appeal de Gayet, el vodevil del apartamento reservado para los desahogos de los presidentes de la República, las intervenciones cruzadas en una célebre rueda de prensa, son suficientes para provocar una intensa discusión sobre lo público y lo privado, pero, por desgracia, yo no me la puedo permitir.

El bulevar de Gamonal, las declaraciones del secretario de Estado de Seguridad, el vocabulario de Ana Botella, la imputación de Cristina de Borbón, la carta del fiscal Horrach, la crisis del PSC, el encuentro de Mas con un dirigente de la Liga Norte, el baile de los indultos, las estrategias de los condenados por corrupción para eludir el ingreso en prisión, la trayectoria de Blesa, la actuación de los antidisturbios contra los bomberos de Madrid... Y todo esto sin tirar de hemeroteca, en los 20 días escasos que llevamos de 2014 y saltándome la ley del aborto de Gallardón para no repetirme en exceso.

¿Quién puede opinar sobre el amor cuando le ha tocado vivir en una época, en un país como este? Sería interesante, sería refrescante, novedoso, hasta agradable, pero no cabe en una España tan negra como si Goya la hubiera pintado en la cima de su desesperación. Se me ocurre que ese será el verdadero final de la crisis que vivimos, la derrota del monstruoso pulpo que nos ahoga con todos y cada uno de sus incontables tentáculos. Algún día podremos volver a hablar del amor, del adulterio, de las mujeres abandonadas, de las amantes resplandecientes. Algún día, podremos volver a ser frívolos e, incluso, a hacer chistes de gusto dudoso. La medida de nuestra pobreza es que hayamos podido llegar a echarlos de menos.
Fuente: Almudena Grandes, El País. Dibujo Fuente: http://urbansketchers-portugal-norte.blogspot.com.es/

miércoles, 1 de enero de 2014

50 años de la muerte de Catarina Eufemia

Razones Para Amar a una Mujer Revolucionaria.

"Una mujer revolucionaria es capaz de sentir en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Una mujer revolucionaria se indigna con más frecuencia, concibe preguntas todos los días, grita más fuerte, llora más alto, desea con más ansias, quiere más resuelta, siente más profundo. Una mujer revolucionaria sabe mirar mas allá de la estética preconcebida por las revistas de moda y concursos de mercancías mujeriles, porque es más femenina que las determinaciones del mercado. Una mujer revolucionaria sale a parir las jornadas con sus botas de campaña, el segundo sexo en su espalda, la libertad en los labios, las razones debajo de sus cabellos. Una mujer revolucionaria es más hermosa que las muñecas de plástico, más atractiva que los destellos de los fugaces reflectores, más sensual que los caprichos tendenciales del momento. Una mujer revolucionaria huele a pólvora, gases lacrimógenos, tierra, montaña, río, flores silvestres, soles de inviernos, ecos del jardín, frutas del caribe. Una mujer revolucionaria siente más y gasta menos, sonríe desde los huesos, besa hasta el delirio, se entrega sin equipajes de mano ni reservas de divanes de cuero. Una mujer revolucionaria siempre está dispuesta al romance sin importar la incitación de los manuales de la familia y los hogares prominentemente seguros y a salvo. Una mujer revolucionaria hace el amor con el corazón puesto al lado izquierdo de la cama y su alma colgada sobre el dosel. Una mujer revolucionaria es el eslabón doblemente más alto de la especie humana, y no hacen falta muchas más razones para amarla hasta la locura, hasta el cosmos, hasta la muerte, hasta un millón de veces más allá del infinito. "
Adal Hernández
Más sobre Catarina aquí

domingo, 11 de agosto de 2013

El amor de madre es bueno para el cerebro‏ del niño

Los niños que reciben más cariño durante su etapa escolar -y previa- desarrollan un hipocampo más grande y tienen menos síntomas de depresión. Estas son las conclusiones de un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences Early Edition y que confirma lo que intuitivamente todos sabíamos: no hay nada como el "amor de madre".

Aunque muchos trabajos han demostrado las consecuencias de crecer en un ambiente cariñoso sobre el éxito escolar y otros factores psicosociales, este es el primero que muestra el efecto directo sobre el cerebro. Concretamente, los investigadores observaron que los niños criados con afecto desarrollaban un hipocampo casi diez veces mayor que los que no habían tenido tanta suerte. Este órgano se relaciona con procesos de memoria y aprendizaje, así como con mecanismos de respuesta al estrés, por lo que es importante su correcto desarrollo a edades tempranas.

"El estudio tiene una gran implicación sobre la salud pública y sugiere que debemos de prestar más atención a la forma en la que los padres crían a sus hijos" indican los autores. Tanto en la escuela como en su ambiente familiar es importante el cariño alrededor de los pequeños. "Como sociedad, debemos hacer lo que podamos para fomentar estas habilidades ya que está claro que los cuidados paternos tienen un impacto muy grande en el desarrollo posterior de los niños", apuntan los investigadores.

Sólo con amor no basta, además de una buena alimentación, hay que aplicar unas pautas para educar adecuadamente. Ver aquí pautas para educar.
Fuente: Revista Muy Interesante

viernes, 31 de mayo de 2013

Cinco claves para mantener el deseo en la pareja

Fuente: EL PAÍS | 31 de mayo de 2013
Autora invitada: Lara Castro Grañen (Psicóloga y Sexóloga del Institut Gomà. Directora y Fundadora de Placer ConSentido y Sexshopconsentido)

¿Se puede seguir deseando a la pareja tras años de convivencia? ¿Existe compatibilidad entre deseo y estabilidad? Encontraremos la respuesta en el significado de la palabra.

Deseo (Del lat. desidĭum):
1. m. Movimiento afectivo hacia algo que se apetece.
2. m. Acción y efecto de desear.

Movimiento y acción, dos verbos que nos hablan de ser sujetos activos; de hacer que pase, en lugar de esperar a que aparezca. Cuántas veces hemos pensado que ya se había terminado la magia con esa persona y que, si continuábamos con esa relación, nos tendríamos que resignar a una vida de pareja con menos carga pasional de lo que nos gustaría. Cuántas otras veces nos hemos preguntado por qué nos pasaba esto a nosotros cuando, basándonos en todo el bombardeo de (des)información sexual que nos llega a lo largo del día, el resto de mortales viven una sexualidad explosiva, mágica, sorprendente, incesante e insaciable. Pero el mundo, más allá de las apariencias, tiene otra realidad, ya que el deseo sexual suele ser un tema recurrente de conflicto en la pareja y de consulta psicoterapéutica. Desavenencias en la frecuencia sexual, ausencia de relaciones por falta de deseo de uno de los miembros de la pareja, monotonía… ¿Qué podemos hacer para reavivar la llama de la pasión? Responsabilizarnos de nuestra sexualidad y pasar a la acción.

Aunque al inicio de la relación el deseo se encuentre influido por el enamoramiento, lo cierto es que, después, su eje central está formado por la propia decisión de querer mejorarlo. Así que, aunque parezca automático y mágico (y nos lo hayan repetido hasta la saciedad), el deseo es algo que tenemos que propiciar y que está en nuestras manos. Hay que cuestionarse el por qué de esa falta de deseo, en el caso de que esta situación nos provoque malestar. ¿Qué hay detrás del “no me apetece”?

El llamado modelo DESEA, una vez descartados los factores orgánicos (déficits hormonales, fármacos, enfermedades, consumo de estupefacientes, etc.), nos puede ayudar a encontrar el camino hacia la satisfacción sexual. Eso sí, siempre debemos ser nosotros mismos la parte más activa de nuestro propio cambio.

Descubre.
Escucha.
Sorprende.
Empatiza.
Abre.

Detengámonos unos instantes en cada una de las 5 claves.

- Descubre y conoce tu propio cuerpo para poder ser escritor y protagonista de tu sexualidad. ¿Cómo me voy a quejar de que mi pareja no me proporciona placer si ni yo sé qué es lo que me satisface realmente? ¿Cómo podríamos guiar en nuestro propio cuerpo si este nos resulta extraño y desconocido? Cuando exploramos nuestro cuerpo con curiosidad de turista, abrimos al placer cada milímetro de nuestra piel. En cambio, cada vez que dirigimos la mirada crítica hacia esa zona del cuerpo que no nos gusta, la estamos privando del goce. ¿Cómo te sientes cuando te acarician esa parte que te acompleja? ¿Disfrutas de las caricias? Si estoy más pendiente de que mi pareja no descubra ese defecto, que de sentir las sensaciones, lo más probable es que la respuesta sea negativa.

El autoconocimiento erótico, ligado a la aceptación, nos acerca a la satisfacción sexual y hace crecer nuestra autoestima. Cuando le damos a nuestra sexualidad la importancia que se merece, también nos la estamos dando a nosotros como seres sexuales. Y el hecho de conocer qué zonas de mi cuerpo me transmiten las sensaciones más eróticas y cuál es la mejor manera de estimularlas, facilita la comunicación con mi pareja. Lo cual, aumenta la satisfacción en las relaciones sexuales compartidas. ¿Alguna vez os habéis encontrado con una pareja sexual que os estimulaba de una forma que os parecía inadecuada? Pensemos en cuál fue la respuesta que dimos y en si actuamos desde la proactividad o, más bien, desde la pasividad. ¿Estamos esperando a que vengan a despertarnos el placer sexual? El crecimiento sexual y erótico empieza por uno mismo.

- Escucha tu interior. Dirige tu mirada hacia dentro de ti y descubre los pensamientos y las emociones que se vinculan a tu sexualidad. Haz un repaso de tu historia sexual para ver qué mensajes te transmitieron, qué experiencias viviste y pueden haber dejado una huella en ti y, en definitiva, qué construcción has hecho de la sexualidad y de la erótica, ya que son muchos los factores que pueden estar influyendo en la manera cómo percibimos nuestra sexualidad. El miedo al fracaso o a dejarse llevar, la vergüenza de mostrarse y de desnudarse en cuerpo y alma ante otra persona, las altas expectativas, los mitos, los tabús, la ansiedad, la rabia acumulada, la tristeza, la falta de asertividad, los problemas cuotidianos, el estrés, el agotamiento o los celos, son sólo algunos de ellos. Aprender a regular nuestras emociones y cuestionarnos nuestras creencias, nos aproxima al bienestar sexual.

Otro punto importante es el para qué, la finalidad de cada encuentro erótico con nuestra pareja. Cuántas veces, la recompensa de una relación sexual es liberarse de la culpa debida a la baja frecuencia sexual o, simplemente, contentar a la otra persona.

¿Cómo me siento en la relación sexual? ¿Esto hace que quiera repetir y que mi deseo crezca, o más bien provoca todo lo contrario? Pensad en una actividad, situación o lugar que no os guste… ¿Tenéis ganas de volver? Lo mismo ocurre con las relaciones sexuales: Si no nos son gratas, con una vez ya habremos tenido suficiente. En cambio, si algo nos agrada, las probabilidades de querer repetir se incrementan.

- Sorprende a tu deseo y date la oportunidad de sentirlo. La ajetreada vida que llevamos, nos aleja de los momentos de relax y distensión y nos hace centrarnos en las actividades lógicas y analíticas del hemisferio izquierdo, olvidándonos por completo de la pasión y la creatividad del lado derecho del cerebro. Si queremos que el deseo esté presente en nuestras vidas, debemos prestarle atención y darle espacio en ella. Cuidar el deseo significa darle la importancia que nos merece, mimarlo y atenderlo. Darle la ocasión de mostrarse. Alejándonos del tan frecuente pensamiento de que, si algo se planifica, pierde la magia, ya que este es sólo otro mito sexual a desterrar. Planificación y espontaneidad pueden ir de la mano.

Cuántas veces dejamos pasar momentos eróticos por “falta de ganas previas”. ¿Qué pasaría si le diésemos una oportunidad al y por qué no? Esto no significa que no podamos decir que no, pero debemos cuestionarnos a qué le estamos diciendo que no, y qué pasaría si nos concediésemos el beneficio de la duda y nos dejásemos llevar. Quizás hasta nos sorprenderíamos. Alguna razón debe tener el dicho: En comer y rascar, todo es empezar.

- Empatiza con tu pareja y reflexiona acerca de vuestra relación. La calidad de nuestra relación la pareja, incide en la vivencia de la sexualidad. Es una práctica frecuente entre las parejas utilizar las relaciones sexuales para premiar o castigar al otro, en un intento de conseguir lo que uno quiere o de intentar reparar el propio orgullo. De lo que no nos damos cuenta muchas veces es que, en realidad, en este tipo de acciones, nosotros somos los primeros perjudicados. Las luchas de poder, los enfados hacia nuestra pareja y los conflictos sin resolver, crean una gran distancia entre nosotros y, por lo tanto, nos alejan de cualquier encuentro erótico y sensual.

Además, la forma cómo vemos a nuestra pareja también influye en el deseo. En mi práctica clínica, he conocido parejas en las que, por ejemplo, el hecho de que uno de los dos miembros dependiese mucho del otro, creaba en este último una visión más de hijo que de pareja, cosa que provocaba, lógicamente, la diminución de su deseo sexual. Como vemos, el rol que tenemos dentro de nuestra relación, puede determinar el deseo sexual.

Otra fuente de conflictos es la diferencia en la frecuencia sexual deseada por cada miembro de la pareja o las preferencias en cuanto al tipo de prácticas a llevar a cabo. Si mi apetito sexual es mayor que el de mi pareja y siempre me siento rechazado, al final, mi deseo disminuirá. O, si por el contrario, soy el que desea menos y siempre me siento perseguido, nunca me dará tiempo a desear. Son círculos viciosos en los que nos metemos sin ni siquiera darnos cuenta. Debido a que no hay una frecuencia que se considere “normal” para todas las personas, se hace necesario expresar cómo no sentimos, negociar y tomar decisiones, igual que en cualquier otra actividad que compartamos con la pareja.

Y en esta vorágine de actividades cuotidianas de las que hablaba unas líneas más arriba, en muchas ocasiones, se pierden también los espacios de pareja. Causando grandes estragos en el ámbito sexual. En este punto, conviene pensar en qué lugar hemos dejado a la relación de pareja y si ésta es la posición que queremos que ocupe. Y no por lo que se considera “normal” en nuestro entorno, sino por lo que me hace sentir bien a mí. Ya que cada persona elige el espacio que quiere que tenga la sexualidad en su vida, independientemente de las estadísticas.

Fomentando espacios de comunicación constructiva y de resolución de conflictos, aumentaremos la calidad de la relación y de las relaciones.

- Abre tu mente y erotízala. Erotizar la mente es hacer que la sexualidad esté presente. Pero no sólo en el momento de meternos en la cama (en el caso de que ahí lo esté), sino que vayamos dispensando dosis de erotismo a lo largo del día, como una pastilla de liberación lenta. De esta manera, haremos crecer la complicidad con nuestra pareja y el deseo por un encuentro sexual.

Erotizar la mente es creatividad. Es seducción. Es fantasía y es conseguir no ser predecible para la otra persona. Es pasar por una reeducación sexual y afectiva en la que, en muchas ocasiones, nos tocará desaprender los mitos que nos contaron. Actualizarnos y ampliar conocimientos.

Cuando nos cuestionamos de qué manera estamos viviendo nuestra sexualidad, nos damos la oportunidad de hacer los cambios necesarios para vivirla cómo realmente queremos. Y así es como llegamos al bienestar. Además, en este proceso de introspección, también nos podemos dar cuenta de que el problema sólo se presenta cuando nos comparamos con otras personas. Pero la realidad es que la verdadera brújula está en nuestro interior y ella es la que nos guiará en el camino hacia la satisfacción sexual.

¿De qué manera quieres vivir tu sexualidad? ¿Cuál es la decisión que quieres tomar?

domingo, 5 de mayo de 2013

Desmontar el amor. Jeffrey Eugenides escribe novelas cada nueve años y de propuestas muy distintas. En 'La trama nupcial' no reivindica la novela decimonónica, pero sí algunos aspectos de la tradición

El escritor estadounidense Jeffrey Eugenides. /PASCAL PERICH

Nacido en 1960 en Detroit, urbe que durante décadas fue el corazón de la industria automovilística más poderosa del planeta, a lo largo de su infancia y juventud Jeffrey Eugenides vivió de cerca el dramático proceso de deterioro que sufrió su ciudad natal desde el punto de observación privilegiado de Grosse Point, zona residencial situada en las orillas del lago Michigan. Estos dos enclaves, el centro urbano de Detroit y las áreas limítrofes a la metrópolis, constituyen el escenario de sus dos primeras creaciones novelísticas. Las vírgenes suicidas (1993) refiere la historia de cinco hermanas que ponen fin de manera consecutiva a sus vidas tras asomarse al terror primordial del sexo. Contada en primera persona del plural, la narración reproduce las fluctuaciones del coro de voces masculinas configurado por los antiguos pretendientes de las hermanas. La novela sorprendió por su frescura y originalidad y fue llevada al cine por Sofia Coppola. Nueve años después, en 2002, el escritor americano de origen griego publicaba una fábula si cabe más audaz y sorprendente que la anterior. Middlesex es una obra de considerable complejidad y ambición, diestramente contada por alguien (Calíope o Cal Stephanides, según el momento de la historia en que nos encontremos) que cambia de sexo durante el transcurso de la narración. La novela efectúa un recorrido por varias fases de la historia de una familia que se muda de continente, a la vez que da cuenta de diversos episodios históricos con la crónica convulsa de Detroit como trasfondo. Middlesex fue galardonada con el Premio Pulitzer en 2007. Con misteriosa regularidad, tras otros nueve años exactos de silencio narrativo, en 2011, Eugenides publicó en Estados Unidos una obra muy distinta de sus dos apuestas narrativas anteriores. La trama nupcial, que ahora edita Anagrama, es una luminosa meditación acerca de la distancia que media entre la vida y la literatura cuando esta última trata de atrapar el misterio inasible de la pasión amorosa. Con enorme agilidad, la acción da cuenta de las peripecias de un triángulo sentimental en el que se ven envueltos tres jóvenes que cursan estudios universitarios en un campus de élite de la Costa Este de Estados Unidos. En La trama nupcial Jeffrey Eugenides se adentra en un mundo ficcional tan alejado de los que había explorado en sus dos entregas anteriores que el lector tiene la sensación de estar frente a un escritor radicalmente nuevo. La conversación tiene lugar en un café senegalés de la Avenida Madison, en Manhattan. Jeffrey Eugenides transmite una impresión de inmediatez, claridad, sencillez y autenticidad que son reflejo fiel de los sentimientos que transmite su prosa.

PREGUNTA. Resulta intrigante saber que el motor de su última novela fue una frase que acababa de escribir.
RESPUESTA. Rigurosamente cierto. La protagonista de La trama nupcial estudia semiótica en la universidad, aunque lo que le gusta de verdad son las novelas a la antigua usanza, como las de Jane Austen. La frase que usted dice es: “Los problemas amorosos de Madeleine empezaron cuando sus lecturas de teoría literaria desconstruyeron la idea que tenía del amor”. En el momento en que escribí eso comprendí que tenía que empezar una novela distinta.

P. ¿Qué papel juega en todo esto la semiótica?
R. Madeleine lee con fruición los Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, libro que le sirve para articular una postura intelectual acerca de la experiencia del amor, que la realidad se encarga de desmontar con suma facilidad, porque a la hora de la verdad se enamora perdidamente sin que ninguna teoría le sirva de ayuda.

P. Usted es autor de tres novelas que llaman la atención por lo distintas que son entre sí. ¿Cómo ve los cambios que le han llevado de un título a otro?

Cuando escribo un guion siento que estoy ante un enorme vacío. Echo de menos los matices de que es capaz la prosa
R. En Las vírgenes suicidas prima el lenguaje. No tenía aún mucha experiencia como novelista de modo que no pensaba demasiado en cuestiones como el argumento, que desvelo en el primer párrafo. Con Middlesex la cosa cambió radicalmente. Es una novela extensa, de una complejidad infinita, con numerosas ramificaciones, un verdadero rompecabezas, de manera que era imperioso prestar atención al armazón argumental. En La trama nupcial los personajes lo son todo. Dejé que fueran ellos quienes escribieran la novela, en lugar de imponerles una historia desde fuera como autor.

P. Las vírgenes suicidas está narrada en la primera persona del plural, algo que los escritores suelen rehuir. ¿Fue difícil?
R. No. Me limité a confiar en la voz. Le dejé leer el manuscrito a Donald Antrim, el escritor, que es muy amigo mío y me preguntó por qué no me olvidaba de las voces individuales y formaba un coro colectivo. La voz que empecé a escuchar entonces era como un conjuro que me llegaba de las profundidades del libro. Usted es escritor y sabe que en ficción lo más importante es dar con la voz que ha de conducir la narración. Cuando se da con ella, se trata de seguir sus indicaciones.

P. Te descubre cosas.
R. Te descubre cosas porque conecta con algo que hay dentro de ti. Te dice cosas que no sabías, es casi como si te diera permiso para adentrarte en el mundo que te has propuesto explorar. De repente se oye una voz que te dice qué debes hacer. Muchas veces el escritor está sumido en la incertidumbre, sin saber bien qué dirección tomar, hasta que una voz le señala el camino a seguir.

P. Usted fue alumno de John Hawkes.
R. Fui a la universidad para poder estudiar escritura creativa con él.

P. Hawkes era un experimentalista radical, pero usted parece haber evolucionado gradualmente hacia posturas más convencionales.
R. Si en el momento en que pusiera un pie fuera de este café me atropellara un autobús lo que dice usted sería cierto, pero tengo que decir que en estos momentos estoy escribiendo unos relatos que tienen muy poco de convencional.

P. ¿Cree que hay una cierta tendencia a volver a la tradición entre los escritores más importantes de su generación?
R. No es que me haya propuesto llevar la misión retrógrada de volver a la novela decimonónica, pero es verdad que hay cosas que vale la pena preservar de la tradición. La única manera de dar nueva vida a la novela es recombinando elementos muy dispares, mecanismos posmodernos, elementos tradicionales, aspectos de la novela psicológica, mezclándolo todo. No hay por qué sacrificar los logros del pasado en aras de ningún doctrinarismo.

P. ¿Qué libros hay en las estanterías del estudio donde escribe en su casa de Princeton?
La manera de dar nueva vida a la novela es recombinando elementos: mecanismos posmodernos, elementos tradicionales...
R. Sobre todo novelas y poesía de los grandes maestros del siglo XX, Joyce, Beckett, mucho Nabokov, bastante Philip Roth, Saul Bellow y Alice Munro, a quien cada vez leo más.

P. ¿Qué libros le han impactado más a lo largo de su vida?
R. Me vienen dos a la cabeza. Uno es Pálido fuego, de Nabokov. Lo leí durante un viaje a Turquía y me pareció que el reino de Zembla del que se habla en el libro se salía de las páginas fundiéndose con la realidad circundante. Era como si en lugar de a Turquía hubiera viajado al interior del libro. Desde el punto de vista emocional, la lectura más estremecedora de toda mi vida fue la de Anna Karenina. Ningún libro me ha impactado nunca tanto.

P. Nueve años exactos entre novela y novela. ¿Por qué tarda tanto?
R. Es como preguntarle a alguien que está haciendo el amor por qué no para.

P. ¿Es solo cuestión de placer?
R. En cierto modo sí, aunque hay otras cosas. Cuando escribo una novela no existe nada más. Vivo dentro de ella, me absorbe por completo. No sigo ningún plan, porque entonces se convierten en algo demasiado obvio, vivo dentro de la historia y normalmente no me siento satisfecho con lo que hago, al revés, me siento confundido y no sé en qué dirección seguir. Pero la historia avanza, voy viendo cómo se gesta milímetro a milímetro y cuando me quiero dar cuenta han pasado años.

P. ¿Cómo se da cuenta de que ha llegado el momento de parar?
R. Hay un punto en que todo lo que se le hace al libro lo empeora. Se empiezan a añadir partes que no hacen falta, a reescribir pasajes que al final no quedan mejor. Cuando pasa eso es momento de parar.

P. La palabra suicidio no parece circunscrita a su primera novela. También surge con cierta frecuencia en La trama matrimonial.
R. Supongo que debería preocuparme. Martin Amis volvía con cierta insistencia a la idea del suicidio hasta que un día se dio cuenta de que alguien había plantado esa semilla en él, alguien que conocía y que acabó por suicidarse había inoculado la idea en él y se filtró a los libros. Así que encontrarme el asunto en mis libros empieza a inquietarme.

P. Un elemento religioso gravita ocasionalmente sobre la novela. Alusiones a La nube del no saber, los místicos españoles, el maestro Eckhart, el viaje a India…
R. En Las variedades de la experiencia religiosa, William James explica bien cómo opera ese instinto en la gente joven. En ese sentido hay una razón personal. Hubo un tiempo en que me interesé por cosas como la meditación zen. Pero más allá de eso, creo que el elemento de que habla es algo radicalmente ausente de la novela contemporánea, lo cual es lamentable. En Anna Karenina, Levin sostiene una lucha consigo mismo por eso, porque siente que la vida carece de sentido y cuando al final de la novela nace su hijo tiene la impresión de que ha entrado en contacto con el origen de la vida, y es un momento muy intenso. Creo que momentos como ése, presentes también en la obra de otros grandes novelistas, nos obligan a enfrentarnos con nosotros mismos, planteándonos las preguntas más radicales que se derivan del hecho de existir. ¿La vida, la suya, la mía, tiene algún sentido o no lo tiene? La pregunta brilla por su ausencia en la literatura contemporánea y creo que es legítimo volver a formularla.

En La trama nupcial los personajes lo son todo. Dejé que fueran ellos quienes escribieran la novela, en lugar de imponerles una historia

P. Su novela le da un giro muy hábil al asunto al trasladar la cuestión del sentido de la vida al plano literario, preguntándose por el sentido o el significado de los textos que leemos. Los libros de teoría literaria que lee la protagonista proclaman la muerte del autor, del texto, del significado, aunque la realidad de su vida va por otro lado.
R. Muy poca gente ha visto ese aspecto de mi libro. Toda la cuestión de la semiótica no es más que una envoltura tras las que se ocultan cuestiones de más largo alcance. Hay un paralelo entre la negación del sentido en la literatura y la negación del sentido en la vida.

P. ¿Cuánto hay de autobiográfico en su novela?
R. Un 37%.

P. ¿El resto se lo deja a la imaginación?
R. Tampoco se puede dejar todo el trabajo a la imaginación. Lo vi muy claro cuando estaba escribiendo Middlesex. Había elementos históricos, como los sucesos de 1922 en Esmirna que exigen documentarse rigurosamente.

P. ¿Qué escritores le interesan entre sus contemporáneos?
R. Martin Amis, Franzen, David Wallace, Donald Antrim, George Saunders, y como le dije cuando me preguntó por mis estantes, Alice Munro. Cada vez la leo más.

P. En uno de los últimos números de The New York Review of Books, el artículo estrella es un análisis de Homeland por Lorrie Moore, una de las escritoras estadounidenses más respetadas. ¿Cree que los novelistas de mayor talento escriben para la televisión? ¿Que el equivalente al espíritu de Dostoievski sobrevive en series como The Wire?
R. David Foster Wallace fue el primero en decir cosas así, cuando confesaba que estaba enganchado a The Wire. Pronto lo comprobaré, porque me han encargado trabajar para la pantalla, aunque la verdad es que escribir novelas o escribir para televisión son actividades radicalmente distintas. Cuando escribo un guión siento que estoy ante un enorme vacío. Echo de menos los matices de que es capaz la prosa narrativa. Eso no quiere decir que no me gusten las series de televisión. Las veo, pero no sustituirán a la literatura. La idea de que la gente va a dejar libros para dedicarse exclusivamente a ver televisión es simplemente falsa. Ahora bien, hay una idea importante detrás de todo esto. Aunque como escritor no me preocupa la competencia que supuestamente se quiere hacer a la literatura desde otros medios, nunca me he avergonzado de querer atrapar la atención de la gente con un libro. Eso es algo totalmente legítimo que todos buscamos. Philip Roth no se cansó de decirlo. Nadie quiere ser tan frío e intelectual como para escribir libros que solo se enseñan en clases universitarias que son un pestiño. El escritor tiene que ser consciente de su obligación de darle algo gratificante al lector, algo que este no puede encontrar en ningún otro lugar salvo en un buen libro.

Fuente: El País: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/04/30/actualidad/1367341460_834471.html