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sábado, 19 de diciembre de 2015

La cumbre del clima de París, condenada al “éxito”. El actual borrador contiene tantas variantes que lo esencial sigue completamente abierto

Rafael Poch
La Vanguardia

“Cuando se reúnen tantos jefes de Estado y 196 países, el resultado no puede ser más que un éxito”, dice sin ironía el profesor colombiano Germán Palacios de la Universidad amazónica de Leticia. Un éxito en el sentido de la crónica oficial, que nunca admitirá un fracaso, pero también un éxito por las dificultades objetivas que supone poner de acuerdo tantos intereses contrapuestos. Es tan difícil que cualquier consenso es meritorio. Aunque sea kafkiano.

Estados Unidos, el mayor emisor per cápita y por historia, es el gran impedimento. Su Congreso está dominado por negacionistas y neonegacionistas al servicio de las grandes compañías energéticas.

El negacionismo climático es como el del holocausto, porque niega hechos probados, explica el climatólogo francés Eric Guilyardi. Tiene cuatro categorías; 1) No hay calentamiento global; 2) Hay calentamiento, pero no se debe a la acción humana, 3) Se debe a la acción humana, pero no es grave; y 4) Es grave, pero hay soluciones tecnológicas. En los últimos años, los negacionistas del Congreso de Estados Unidos, han pasado de las ya insostenibles categorías 1 y 2 a las 3 y 4.

Como el Congreso de Estados Unidos nunca va a aprobar un acuerdo con obligaciones de reducir emisiones, uno de los éxitos de esta conferencia ha sido “lograr” que el acuerdo no vaya a ser “jurídicamente vinculante”. Esto ya lo adelantó el 11 de noviembre el Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry. Entonces, el Presidente francés, François Hollande, le respondió que “si no es jurídicamente vinculante, no habrá acuerdo”. Ahora Francia ha vendido como un éxito que no lo sea. La Conferencia rebosa este tipo de pragmatismos realistas con aspecto de absurdo.

En términos geopolíticos el tema climático reposa sobre dos potencias, Estados Unidos y China, que ya es el primer emisor en términos absolutos. A diferencia de sus homólogos norteamericanos, los políticos chinos no son negacionistas, conocen perfectamente la realidad, y su población sufre la contaminación de forma mucho más cruda que la norteamericana. Además, sus grandes corporaciones –las energéticas suelen ser estatales en China– no mandan a los políticos, como ocurre en Estados Unidos, sino al revés: son las chicas de los recados del Comité Central del Partido de Estado. El problema es que China quiere seguir contaminando para “desarrollarse”, por más que ese desarrollo signifique pérdidas materiales –que no se contabilizan oficialmente– pero que superan con creces los índices de crecimiento, como la Academia de Ciencias china ha establecido en diversos estudios.

Sea como sea, el caso es que, por distintos motivos, los dos países están interesados en mantener la situación, poniendo algunos parches. Eso quiere decir un acuerdo que, esencialmente, incrementará las emisiones en el futuro inmediato y cuyo texto se concretará en los próximos días.

De momento el texto borrador del acuerdo ha sufrido una cura de adelgazamiento: solo tiene 29 páginas, pero mantiene 350 corchetes, que definen las diferentes propuestas en suspenso cuya redacción definitiva debe aclararse. En su actual estado es muy difícil pronosticar por dónde irán los tiros.

Por ejemplo, en el artículo tercero que se refiere a la atenuación de emisiones, una opción contempla objetivos cifrados y fechados de reducción de emisiones. Una de ellas habla de una reducción del 70 al 95% para 2050, en relación con el año 2020. Otra variante no contempla ni objetivo ni fecha y prefiere fórmulas vagas.

En el aspecto financiación también se encuentra de todo; desde “superar” los 100.000 millones de dólares anuales (la promesa de dinero “movilizado” que el Norte hizo al Sur en 2009), hasta una fórmula con cantidades que solo apunta que “se tendría” que hacer algo… En el artículo segundo, referido a “propósitos”, dos de las tres opciones del actual borrador mencionan un límite de calentamiento de 1,5 ºC en lugar de los 2 ºC, tal como piden los Estados más expuestos. Es una buena señal, pero habrá que ver en qué queda.

El presidente Obama marcó el “liderazgo” de la cumbre en su primera jornada, nos dijo la crónica oficial (siempre condenada al “éxito), simplemente porque Obama pronunció un discurso cuyo mérito era reconocer el título de primer contaminador. Obama reconoció la existencia de unos “daños y perjuicios” que la emisión de los desarrollados ha creado y sigue creando, pero no admite que de ello se desprenda ninguna obligación o pasivo concreto (liability), como el papa Francisco establece con toda claridad en los artículos 51 y 52 de su encíclica Laudatio si.
El 4 de diciembre el embajador de Estados Unidos para el cambio climático, Todd Stern, dejó las cosas claras cuando dijo en conferencia de prensa que la cuestión de los daños y perjuicios de los desarrollados a los demás era “importante para muchos países”. Y a continuación añadió:

“Solo hay una cosa que no aceptamos y no vamos a aceptar en este acuerdo y es la noción de que debería haber obligación y compensación por daños y perjuicios”. “Esa es la línea roja que no vamos a cruzar, y esa es la línea de casi todos, sino todos, los países desarrollados”. Respecto al tope de 1,5 ºC, Todd ya aclaró entonces que habría “algún reconocimiento, porque es importante para muchos países. Alguna referencia en algún sitio”, dijo.

“Lo único que espero es que no la pifien, necesitamos un acuerdo revisable que incluya el objetivo de 1,5 ºC y que resuelva la financiación para el Sur global. No espero que cambien el sistema, pero que hagan algo contra el cambio climático”, dice Eros Sana, portavoz de la organización 350.0org.

¿Es realista pensar que se cumplan esos tres puntos? “De alguna manera”, responde Sana.”Si no se adopta un calendario de revisión para antes de 2020 será un fracaso. Si no se toma el objetivo de 1,5 ºC, será una catástrofe para los países insulares, y si no ayudan a los países del sur poniendo 100.000 millones sobre la mesa, entonces India y África dirán, “tenemos razón en no querer participar en esto”.

Respecto a los daños y perjuicios, “el punto central no es tanto el cálculo y el pago de la deuda ecológica, sino la petición de que se reconozca el pasivo (liability) ambiental y, sobre todo, que esa deuda no debería seguir aumentando”, dice Joan Martínez Alier, uno de los patriarcas de la economía ecológica en España.

El reconocimiento de ese pasivo, “es la cuestión central de este acuerdo”, dice Sana. “Antes teníamos a Bush que decía “no”, y ahora tenemos a Obama que dice cosas, pide disculpas, reconoce que hay “algo”, pero se niega a reconocer la existencia de un pasivo. Por eso no espero nada en esto de esta cumbre”, dice. El “éxito” está servido.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/natural/clima/20151210/30717935165/cumbre-clima-paris-condenada-exito.html

viernes, 11 de diciembre de 2015

París y el planeta arden

Las velas siguen ardiendo en la ciudad de París en los sitios donde se recuerda a las 130 personas asesinadas por militantes armados identificados con el Estado Islámico (que según señalan muchos musulmanes, no es ni islámico ni un Estado) en los ataques perpetrados en el teatro Bataclan, restaurantes de la zona y el Estadio Nacional de París. En estos lugares donde ocurrieron los actos de violencia, dispuestos como un torrente de sentidas expresiones de dolor, se pueden ver flores, mensajes, banderas de Francia, fotos, recuerdos de los fallecidos y reproducciones del ahora icónico símbolo de la paz diseñado a partir de la imagen de la Torre Eiffel.

En este contexto se está desarrollando uno de los encuentros mundiales más importantes de la historia: la 21ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, o COP 21. Prácticamente todos los países del mundo están representados aquí, a través de sus delegaciones, que están intentando alcanzar un acuerdo antes del 11 de diciembre, con el objetivo de evitar un cambio climático catastrófico e irreversible.

Supuestamente, la COP 21 es la culminación de más de dos décadas de trabajo en el marco de las Naciones Unidas para transformar la sociedad, poner fin a la era de los combustibles fósiles, comenzar a utilizar energía renovable y reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Estaba previsto que el 29 de noviembre, el día antes de que comenzara la cumbre sobre el clima, se realizara en París una marcha multitudinaria, en la que se preveía que participarían más de 400.000 personas. Sin embargo, el Presidente francés, François Hollande, declaró un estado de emergencia tras los ataques y prohibió las manifestaciones. Quienes critican esta decisión sostienen que el calentamiento global también es un estado de emergencia y que expresar nuestra oposición es lo único que nos salvará.

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La Columna de Amy Goodman

jueves, 3 de diciembre de 2015

París, el encuentro del siglo. La Cumbre del Clima medirá la capacidad de encarar retos existenciales



La Cumbre del Clima que se abrió ayer (1-12) en París, con la participación de 150 jefes de Estado y de gobierno y entre grandes medidas de seguridad, añade un punto de urgencia y ansiedad sin análogos en anteriores reuniones globales.

Desde que el consenso científico estableciera hace unos años que la actividad humana se ha convertido en factor de cambio geológico, el antropoceno, las cumbres sobre el clima, estrenadas en Río de Janeiro en 1992, podrían ser reconocidas por un observador marciano como el evento global humano de mayor importancia. Una especie de clave para medir la capacidad humana de asumir los retos del siglo. Un siglo que pide una nueva civilización para ser viable. Desde entonces, las emisiones globales han aumentado más de un 40% y el consenso científico avisa que la humanidad está en el umbral de cambios globales irreversibles sin precedentes históricos.

El tope de 2 grados de aumento de la temperatura media global para fin de siglo, con respecto a la época preindustrial, que debe situar los riesgos en un nivel teóricamente manejable, tiene que lograrse después de que el planeta haya batido, en 2014, “todos los récords en materia de temperaturas registradas, concentración de CO2 y número de fenómenos climáticos extremos”, dijo el Presidente francés, François Hollande, anfitrión del evento en una capital traumatizada por un reciente atentado yihadista planeado en Siria que ha dejado 130 muertos en la ciudad de la luz.

“Somos la primera generación que siente los efectos del calentamiento global, y la última que puede hacer algo para remediarlo”, dijo el Presidente Barack Obama, líder de la nación más poderosa y más emisora (per cápita) del mundo.

Reimagining our world’s energy future will take a shared sense of urgency—from countries, companies, cities, and all of us - learn more from National Geographic at natgeo.com/climate #EarthToParis
Posted by United Nations Foundation on Thursday, November 19, 2015

Anteriores cumbres alcanzaron acuerdos que no fueron suscritos (Kioto, 1997), o idearon conceptos cuya principal virtud era eludir responsabilidades y compromisos claros y concretos. La cumbre de París es heredera de ambas cosas. Con todos sus problemas cuenta con una mayor determinación declarativa hacia ese “acuerdo ambicioso” del que hablan EE.UU y China, los dos principales. Pero esa “estrategia de equilibrios en la cuerda floja ya no sirve”, dijo el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, en su solemne discurso inaugural.

Desde principios de los años noventa, cuando concluyó el mundo bipolar y arrancaron las cumbres de la Tierra, el petróleo está en el centro de la irracional crematística del beneficio que precisa de una caótica e irresponsable geopolítica belicista para sobrevivir. Países enteros han sido, o están siendo, destruidos por el pulso imperial por esos recursos y sus rutas de transporte, y han sido convertidos en agujeros negros; Afganistán, Iraq, Libia, Yemen, Siria… Realizada bajo la sombra del Estado Islámico, la cumbre del clima París tiene que ver con la más básica seguridad y viabilidad de este mundo petrolero, que a diferencia del anterior en el que se formaron las actuales mentalidades, está repleto de armas y recursos de destrucción masiva, lo que convierte sus pulsos y conflictos en algo parecido a una ruleta rusa.

“El calentamiento anuncia conflictos, como las nubes traen tormentas”, dijo Hollande en su discurso. “No es una coincidencia que justo antes de la guerra civil en Siria, el país registrara la peor sequía jamás vivida en el país”, ha dicho el secretario de Estado John Kerry. Esa sequía produjo un enorme desplazamiento de población del norte al sur, en un país multiétnico y multiconfesional en el que la estrategia occidental indujo un nuevo y fatal proyecto de cambio de régimen, que se suma a los que han producido más de un millón de muertos en la región desde la primera guerra de Iraq.

El rápido retroceso de los glaciares del Himalaya anuncia grandes emergencias. Alimentan los grandes ríos de Asia Oriental (Ganges, Amarillo, Yangtzé, Brahmaputra, Irrawady, Mekong…) y garantizan su caudal en época seca. Sin su aporte esos ríos de civilización se convertirían en estacionales: solo con gran caudal en época de lluvias. Y eso cuando el 80% de la cosecha china y el 60% de la India dependen de la irrigación. Siendo China e India los dos primeros productores mundiales de grano, es obvio que las consecuencias serían globales.

William R. Cline, un especialista en contabilidad agraria espera bruscas disminuciones “del 20% o 30%” atribuidas al cambio global en la productividad agrícola de regiones como el Magreb, México, Etiopía o Paquistán, país éste que es una potencia nuclear en tensión con su vecino. El actual escenario de Siria, que incluye tensiones y tanteos entre grandes potencias, puede ser fácilmente superado por otros en el siglo del cambio global. Se impone, dijo ayer en su discurso el Presidente chino, Xi Jinping, “reflexionar sobre el futuro de la gobernanza mundial, sobre la construcción de una comunidad humana con un futuro compartido”. Un acuerdo sobre el clima, jurídicamente vinculante y mínimamente realista en términos de la diferente responsabilidad histórica de unos y otros, se inscribiría en eso y sería un óptimo precedente para los demás retos del siglo, entre ellos la desigualdad global y la proliferación de recursos de destrucción masiva.

“Desde la cumbre de Copenhague de 2009 el coste de la energía solar ha disminuido un 50%”, explica Keya Chatterjee, portavoz de Uscan, una de las muchas organizaciones no gubernamentales que participan en la cumbre. En su prodigiosa encíclica del 24 de mayo (Laudato si) el papa Francisco se puso muy por delante de los políticos al reconocer la “deuda ecológica” entre el Norte y el Sur y relacionar la situación del clima con, “un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso”. La conciencia social y la economía avanzan junto con las emisiones y los riesgos. ¿Botella medio llena, o medio vacía?

“Respecto a Kioto, hemos cambiado de dimensión”, dice Valérie Masson-Delmotte, coopresidenta del grupo encargado de establecer los hechos científicos sobre causas y evoluciones del cambio climático (GIEGC). Mucho depende de si en esta cumbre se alcanza un acuerdo jurídicamente vinculante que obligue a los contaminadores a realizar profundos recortes en sus emisiones y en el que los más ricos y responsables financien esa “responsabilidad común pero diferenciada” que comunica al Norte con el Sur. En París hay mucho en juego.
La Vanguardia
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2015/11/30/paris-el-encuentro-del-siglo-47300/

sábado, 1 de agosto de 2015

El enigma aritmético del nenúfar y el cambio climático.

Horacio Torvisco Pulido

Resulta vergonzoso y grotesco oír a ciertos comunicadores negar la evidencia que el mundo científico, a través del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) ha denunciado repetidas veces, en cuanto al progresivo y en algunos casos, irreversible cambio climático que se está dando en nuestro planeta por la acción humana, con el grave peligro para la supervivencia de nuestra especie. Existe otra posición, aún más peligrosa que la anterior, que no niega el cambio climático pero lo minimiza diciendo, que cuando de verdad exista el peligro se actuará, habrá tiempo para reaccionar.

Estos últimos deberían reflexionar sobre el enigma aritmético del nenúfar: Se coloca una hoja de nenúfar en un estanque. Cada día la hoja, y después todos sus descendientes, se duplican. En el día que hace treinta, el estanque está completamente cubierto por hojas de nenúfar, que ya no puede crecer más. ¿Qué día estaba el estanque medio lleno y medio vacío de hojas de nenúfar? El día veintinueve.

jueves, 30 de julio de 2015

El mundo se queda sin abejorros.




















Los insectos, vitales para cultivos como el tomate, desaparecen por el cambio climático. Expertos proponen una insólita gran migración.

“Un mundo sin abejorros sería silencioso, triste y más pobre”, lamenta el biólogo Jeremy Kerr. “Muchas especies de plantas entrarían en declive, y los jardines y la agricultura de Norteamérica y Europa sufrirían pérdidas económicas. No creo que nadie sea capaz de imaginar cuántos daños habría”, continúa. “Los tomates, por ejemplo, dependen de los abejorros”.

Kerr, de la Universidad de Ottawa (Canadá), no está preparando un libro de ciencia ficción. Su equipo acaba de constatar que el planeta se queda poco a poco sin abejorros, esos insectos polinizadores que pululan por el campo en busca de néctar y en su periplo intercambian polen entre las partes femeninas de una flor y sus partes masculinas. Sin esta polinización, y la llevada a cabo por las abejas y otros animales, no habría reproducción vegetal. No habría frutos ni semillas. El  35% de la producción mundial de alimentos procede de cultivos que dependen de los polinizadores.  

El biólogo y sus colegas han investigado 423.000 observaciones de abejorros pertenecientes a 67 especies de Europa y Norteamérica, tomadas por diferentes expertos e instituciones durante más de un siglo. Su estudio revela que el calentamiento global está expulsando a los abejorros de muchas de sus zonas históricas. Los insectos se esfuman del sur de su antiguo rango de distribución, pero no se mudan hacia el norte, como sí ocurre con otros animales afectados por el cambio climático, como las mariposas. El hábitat de los abejorros, simplemente, mengua.

El biólogo Jeremy Kerr. / U. OTTAWA “Las regiones en las que estos efectos son peores, con pérdidas en el rango de distribución de hasta 300 kilómetros, están en el sur de Europa y de Norteamérica. Lugares como España, Italia y el sur de Francia”, alerta Kerr. Su estudio se publica hoy en la revista Science.

Los abejorros han desaparecido en las tres últimas décadas de la franja sur que ocupaban entre 1901 y 1974, cuando el clima era menos cálido. “Tan solo en los últimos 35 años, las áreas que hemos estudiado se han calentado entre dos y tres grados”, incide el biólogo. “Nuestros resultados sugieren que especies como los abejorros simplemente no son capaces de adaptarse a estos cambios. Están desapareciendo”, advierte.

“Estos efectos son independientes de los cambios de uso de la tierra y los pesticidas”, subrayan los autores en Science. La desaparición se ha detectado también en zonas sin agricultura ni polémicos insecticidas como  los neonicotinoidesDonde han podido, explican los científicos, los abejorros han escalado a zonas más altas, unos 300 metros de media.

España es uno de los países más afectados, con pérdidas del rango de distribución de 300 km por el sur En España, el equipo de Kerr ha empleado datos de Leopoldo Castro, un profesor de inglés de un instituto de Teruel que, en sus "ratos libres", se ha convertido en uno de los principales estudiosos de los abejorros en la península Ibérica. Tiene unos 2.000 en su casa, pertenecientes a las 40 especies presentes en la península. Castro, además, es coautor del libro Riesgo climático y atlas de distribución de los abejorros europeos, un volumen recién publicado que también alerta de la amenaza sobre estos polinizadores.

“Un bicho que solo se encuentra a partir de los 2.000 metros de altitud en área mediterránea tiene muy poco margen de supervivencia. Si sube por el calor, se queda sin territorio”, apunta Castro.

Kerr hace una propuesta osada para salvar a los abejorros, más allá de reducir las emisiones de CO2 para detener el calentamiento global. El profesor canadiense propone “una migración asistida”, extraer las colonias amenazadas de su hábitat natural y llevarlas a regiones menos cálidas en el norte. “Esto nunca se ha intentado a escala continental ni para un grupo grande como este, pero hemos llegado al punto en el que es necesario discutirlo”.

El caso de los abejorros, no obstante, es difícilmente extrapolable a otros insectos, según  José Ramón Obesocatedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo. “Los abejorros son muy particulares, son polinizadores característicos de climas fríos. Hacia los trópicos, son más diversas las abejas, pero la mayor diversidad de abejorros aparece en el Himalaya”, explica Obeso, ajeno al nuevo estudio. Las abejas, señala, solo pueden volar con temperaturas por encima de los 13 grados. Los abejorros, en cambio, pueden emprender el vuelo a partir de los dos grados.

Los abejorros prefieren climas más fríos, hacia los trópicos abundan más las abejas.
El ecólogo, director de  la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad en Mieres (Asturias), ya mostró en 2013 que el rango de distribución de los abejorros de la cordillera Cantábrica se estaba elevando en respuesta a un calentamiento regional de 0,8 grados en las últimas dos décadas. Dos especies, Bombus cullumanus y Bombus laesus, se extinguieron localmente. El nuevo estudio de Science “es muy valioso para establecer pautas a escala global de lo que ya sabíamos para determinados lugares de Europa y Norteamérica”, según Obeso.

El trabajo de Kerr, sin embargo, deja una laguna, a juicio del investigador español: ¿por qué los abejorros huyen del sur y no colonizan nuevos lugares más al norte? “Hay una hipótesis muy clara. Para colonizar tienen que encontrar sus fuentes de alimento, las plantas a las que polinizan, pero los vegetales no se desplazan a la misma velocidad”, conjetura. Esta hipótesis obligaría a planificar muy bien la migración asistida que plantea Kerr.
El enemigo de los abejorros quizá no sea exactamente el calor, sino los parásitos, aventura el ecólogo español. “Los abejorros en lugares de mayores temperaturas presentan más parasitosis, aunque esto de momento es solo una hipótesis”, reconoce.
http://elpais.com/elpais/2015/07/07/ciencia/1436292524_856375.html¡

martes, 31 de marzo de 2015

Naomi Klein en Madrid “Hay que fusionar las fuerzas antiausteridad contra el cambio climático”

La escritora y periodista Naomi Klein explicó en el Círculo de Bellas Artes cómo la situación actual de crisis medioambiental pone un plazo final al sistema capitalista.

“Deberíamos entender el cambio climático como un mensaje que nos manda la naturaleza: el de la necesidad de un modelo económico diferente que sea justo y sostenible”. Con estas palabras invita Naomi Klein a pensar de manera diferente en un cambio climático que, sostiene, “no resulta tanto de las emisiones de carbono, como del modelo económico neoliberal en sí mismo”. Un modelo “basado en el crecimiento sin cortapisas” que ha llevado al planeta “a una situación límite” y que “está desahuciando a mucha gente la propia civilización”.

Klein presentó ayer en Madrid de su último libro, Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima en un abarrotado Círculo de Bellas Artes. Allí, lanzó un mensaje claro: no sólo no debemos tener miedo al cambio climático sino que debemos ver en él la posibilidad de cambiar este sistema.

“Si el cambio climático fuera el único problema derivado del capitalismo, les daría la razón a quienes dicen que no se puede cambiar el sistema, pero este sistema pone en riesgo nuestras vidas en muchos sentidos”, sostiene Klein. Lejos de mostrarse catastrofista, la escritora y periodista desprendió una gran dosis de optimismo: “Es la posibilidad de convergencia entre las fuerzas que luchan contra el sistema económico y la urgencia de la crisis climática, que nos pone un plazo final, lo que me da esperanza”, añade. Y defiende, por eso, que “es el momento de fusionar las fuerzas antiausteridad con el movimiento contra el cambio climático”.

Parte de la idea de que los tiempos de crisis son “una oportunidad única” para profundizar en la democracia. “Hay precedentes históricos que así lo demuestran”, asegura. Pero esto no ha sucedido después de 2008 y el motivo, en su opinión, es “que hemos dicho muy claramente lo que no queremos, pero nunca hemos tenido una contranarrativa convincente, que sea una alternativa a la de la austeridad”. El cambio climático, en este sentido, es la clave, lo que “lo cambia todo”, porque, según señala Klein, es “la contranarrativa más potente que tenemos contra la lógica brutal capitalismo”.

Su argumento se basa en las posibilidades que ofrece lo que ella define como “transición energética” como instrumento para combatir “la guerra de la austeridad”. En este sentido habla de nuevas formas de profundizar la democracia y, con ellas, democratizar la energía; de la creación de puestos de trabajo como apuesta por las energías renovables, de una “explosión de la propiedad participativa” en relación, precisamente, a las empresas energéticas y de la aparición de cooperativas energéticas en el ámbito local como una manera de luchar contra la austeridad.

Pero también se refiere a otros “elementos básicos para afrontar el cambio climático” como, por ejemplo, transformar la forma en que nos movemos. “Si quieres reducir el uso del coche, no puedes privatizar el transporte público, ni el sistema ferroviario, ni las compañías aéreas que son, además, sectores clave de la economía”. Se trata, en definitiva, de cambiar de forma radical el sistema político y económico que se ha impuesto en las últimas décadas, y de hacerlo a través de la lucha contra cambio climático.

Esta lucha, insiste, “entra en conflicto con la lógica del liberalismo” y choca de frente con los intereses de un sistema energético privatizado, e integrado por grandes compañías que “sólo buscan maximizar el beneficio” y que “te ven como el enemigo por utilizar paneles solares”. Por eso, dice, “no van a ponérnoslo fácil”. Por eso “Alemania trata de imponer a los países del sur de Europa la privatización, la liberalización y la austeridad, sacrificando la lucha europea contra el cambio climático, mientras en el interior de su país apuesta por recuperar el control de lo público”. Y por eso, añade, debemos “evitar la firma de un tratado de libre comercio que impida invertir la dirección”. Y asegura que podemos hacerlo.

Para lograrlo, “sólo” es necesario redefinir qué es una crisis; combatir que sean sólo las élites las que decidan cuándo la hay y romper, dice, con “el negacionismo de la crisis climática”. Con él romperemos también “el discurso del movimiento verde y liberal que se impuso en Europa y Estados en la última década”, por el que preocuparse por el cambio climático es “un lujo”, algo de lo que uno no se puede preocupar cuando no tiene nada que llevarse a la boca.

Éstas y otras cuestiones son las que plantea Naomi Klein en su último trabajo Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima, un libro que, dice, es “la respuesta atrasada” a las reacciones qué recibió tras su anterior trabajo La Doctrina del Shock, y con el que espera acercar la cuestión del cambio climático a la gente que, como ella misma, “no lee sobre el cambio climático”.
Fuentes: https://www.diagonalperiodico.net/global/26203-naomi-klein-es-momento-fusionar-fuerzas-antiausteridad-con-movimiento-contra-cambio
El Roto, de El País.

lunes, 16 de marzo de 2015

Los comerciantes del engaño. De toda la variedad de las capacidades humanas una de las más misteriosas es la de negar la evidencia, la de cerrar los ojos a lo irrefutable. Hay profesionales en favorecer esa ceguera

La manera más segura de no ver algo es empeñarse en no verlo. Ojos que no ven, corazón que no siente. De toda la variedad de las capacidades humanas una de las más misteriosas es la de negar la evidencia, la de cerrar los ojos a lo irrefutable, o incluso mantenerlos abiertos sin aceptarlo. “Caminamos guiados por la fe y no por nuestros ojos”, dice con orgullo san Pablo. Parece que no mirando las cosas se logra que no existan, o que si se aprietan un rato los párpados con fuerza suficiente lo que da miedo o incomoda habrá desaparecido cuando vuelvan a abrirse.

A los aficionados a la divulgación científica nos gusta enterarnos de cómo se descubrieron leyes de la naturaleza o se comprendieron enigmas que habían permanecido insolubles durante siglos; pero una historia igual de aleccionadora sería la de todos los descubrimientos que hubieran podido hacerse y no se hicieron, todas las cosas evidentes que estaban a la vista y no se llegaron a ver. Aristóteles sostenía que las mujeres tienen menos dientes que los hombres. Con solo pedirle a una que abriera la boca habría corregido su error, si bien al precio incómodo de contradecir su teoría sobre la inferioridad de las mujeres, tan evidente para él como la de los esclavos.

El médico húngaro de origen alemán Ignaz Semmelweis observó, hacia 1840, que si se lavaba las manos antes de atender un parto era menos probable que la nueva madre muriera de fiebres puerperales. En su hospital los médicos hacían autopsias y después atendían a partos, y entre una tarea y otra conservaban la misma ropa formal y desde luego no se lavaban las manos. Lavarse las manos parecía cosa de criados. Cuando Semmelweis insistió en la conveniencia de esa medida tan poco fatigosa de higiene —a la que había llegado por pura observación empírica, ya que faltaba mucho para que Pasteur identificara la naturaleza microbiana de las infecciones—, sus compañeros ofendidos lo sometieron al boicot y al escarnio, y continuaron asistiendo a mujeres que daban a luz sin lavarse antes las manos. Dudar de la limpieza de un médico, ¿no era tanto como dudar de sus conocimientos, de su mismo honor? Semmelweis murió pobre y desacreditado unos años después...

https://youtu.be/BRVJwZA7tUY Merchans of Doubt. Dirigido por Robert Kenner. EE UU, 2014

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/03/10/babelia/1426003966_632660.html

jueves, 22 de enero de 2015

BJORN STEVENS. DIRECTOR DEL INSTITUTO MAX PLANCK DE METEOROLOGÍA » “Es aterrador vivir en una sociedad en la que la verdad no importa”. El climatólogo de Naciones Unidas huyó de EEUU por sus políticas anticientíficas

En diciembre de 1947, el físico Albert Einstein, harto del ambiente de caza de brujas contra los intelectuales de izquierdas que se apoderaba de EE UU, estalló. “Vine a EE UU porque oí que en este país existía una gran, gran libertad. Cometí un error al escoger EE UU como una tierra de libertad, un error que no puedo borrar del balance de mi vida”, afirmó, según documentación confidencial del Gobierno.

Salvando las distancias, lo mismo le ocurrió al investigador estadounidense Bjorn Stevens. En 2008, cuando era profesor de la Universidad de California en Los Ángeles, salió huyendo de su país, indignado por las maniobras del presidente George W. Bush para amordazar a los científicos y alejarlos de la toma de decisiones. Hoy, este experto en nubes es director del Instituto Max Planck de Meteorología, con sede en Hamburgo (Alemania), y ha sido uno de los autores principales del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas, que ha vinculado definitivamente las emisiones de CO2 al calentamiento que sufre la Tierra.

Stevens, nacido en Augsburgo (Alemania) en 1966 y criado en EE UU, de madre alemana y padre estadounidense, observa ahora desde su exilio cómo el Partido Republicano, el de George W. Bush, asume el control del Congreso de su país. El científico, acostumbrado a subirse a aviones para cazar nubes, ha tomado uno en esta ocasión para acudir a Madrid como jurado de los premios Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA.

Pregunta. ¿Por qué dejó EE UU?
Respuesta. Al comienzo de la década de 2000, cuando la Guerra del Golfo, había un ambiente contra la Ilustración. Vivir en una sociedad así, en la que la verdad no desempeña ningún papel, es muy desalentador. Cuando Bush fue elegido la primera vez pensé: “Bueno, estas cosas pasan”. Pero luego vi lo que hizo y cómo todo el mundo sabía lo que estaba pasando, y pese a todo fue elegido una segunda vez. Era muy insatisfactorio vivir en una sociedad así, en la que la verdad no importa. Sobre todo para un científico. Para un científico la verdad es lo más importante. Es aterrador vivir en una sociedad en la que la verdad no importa, y ese era el caso de EE UU en aquella época.

P. ¿Era más difícil todavía para un científico del clima?
R. Nunca he estado realmente implicado en la ciencia del clima para convencer a nadie de nada. A las personas les gusta saber cómo funciona el mundo en el que viven y nos pagan para que se lo digamos. Yo no he interactuado con el mundo de la política ni era mi objetivo influir en las políticas. Solo espero que la gente escuche a la ciencia. Espero que los políticos escuchen a los científicos y acepten lo que dicen. Y deberían escuchar también a otras personas, a la industria, para tomar buenas decisiones. Lo que no deberían hacer es negar lo que aseguran los científicos del clima, porque no hay razones para hacerlo. Al final, las decisiones de los políticos dependen de factores de los que conozco muy poco. Todo lo que puedo pedir es que no pretendan que los científicos dicen cosas que no dicen. Afirmamos que el clima se está calentando, y que pensamos que es por las actividades humanas y porque hay más CO2. Si creen que otros temas son más importantes y deciden que sigamos viviendo como lo hacemos, me parece una decisión justa, siempre que dejen claras las bases de sus decisiones.

P. El Partido Republicano ha asumido en los últimos días el control del Congreso de EEUU. ¿Cómo cree que esto puede afectar a las políticas climáticas y a la ciencia del clima?
R. En mi opinión, los republicanos siempre han sido el partido más fundamentalista. Tienen tendencia a legislar el mundo que ellos desearían que existiera, no el que existe. Cabría esperar que aceptaran cómo funciona el mundo, algo que para mí es básico en el pensamiento de la Ilustración, pero el Partido Republicano es antiintelectual y anti-Ilustración. Y esto dificulta mucho que un país avance basándose en una mejor comprensión del mundo, al margen de cuáles sean tus ideas políticas y lo que creas que es mejor para la economía o para la gente. La política debería ser algo racional, basada en información. Pero el Partido Republicano tiene una dilatada historia de ignorar la información que considera inconveniente. Por ejemplo, vemos una negación de cómo es el mundo en su política exterior. Para mí es muy negativo que haya un partido que tiene miedo al conocimiento porque podría contradecir su idea de cómo debería ser el mundo. Esto es lo más alarmante, así es muy difícil crear políticas basadas en el conocimiento.

P. ¿Cree que los republicanos pueden poner en peligro las políticas climáticas de Obama?
R. Obama ha dado algunos pasos importantes. Y claro que los republicanos pueden ponerlos en peligro. En el Congreso pueden limitar los fondos necesarios para implementar políticas eficaces. También pueden limitar los fondos que permiten a EE UU ser parte de la comunidad de países que buscan soluciones. Tenemos un problema, el clima está cambiando y tenemos que buscar soluciones. Y si tenemos EE UU, con todos sus recursos, concentrado en el negacionismo, tenemos un problema. Nos gustaría ver a EE UU, con todo su poder intelectual y sus recursos, siendo parte de la comunidad de países que buscan soluciones.

P. ¿Cree que Obama ha hecho suficiente en cuanto al cambio climático?
R. Es difícil de decir, porque juzgas en función de lo que esperabas. Si juzgas en función de lo que hizo Bush, Obama ha dado pasos tremendos. Si juzgas en función de lo que esperabas de él hace seis años, cuando fue elegido, entonces puede ser muy decepcionante.

P. El presidente del Gobierno español aludió en 2007 a un primo suyo, catedrático de Física, para poner en duda la ciencia del clima. "Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: "Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?", afirmó. Hay personas que siguen pensando así.
R. Hay una buena respuesta para el presidente. Si es verano, se le puede preguntar si el invierno será más frío, porque se puede predecir. Esto es el clima. Es el hecho de que los cambios en los patrones de radiación solar hacen que el invierno sea más frío que el verano. Cuando hablamos de predicción climática, lo hacemos en este sentido. Por supuesto que no podemos predecir el tiempo exacto que hará un día concreto del próximo invierno. Predecir el clima del futuro se parece mucho más a predecir que el invierno es más frío que el verano que a predecir si va a llover un día concreto de la semana que viene. Mucha gente se confunde con esto, incluso algunos físicos inteligentes.

P. Su trabajo está dedicado a estudiar la dinámica de las nubes. ¿Qué preguntas trata de responder?
R. La mayor parte de la luz es reflejada por la Tierra y calienta. Pero no toda la luz provoca un calentamiento. Una parte es reflejada hacia el espacio y eso hace que la Tierra vista desde fuera sea un planeta brillante. La pregunta es cuánta luz solar es reflejada por la Tierra y eso depende en buena medida de lo nublada que esté. Lo que se refleja, que se denomina albedo, es aproximadamente un 30% de lo que llega. Y la mayor parte se debe a las nubes. Si cambias el albedo un poco, al 31% o al 32%, tendría un efecto enorme en la temperatura de la Tierra. El efecto de un 1% más en el albedo sería similar a duplicar el CO2. Así que el albedo de la Tierra es muy importante y sabemos muy poco sobre por qué es 30%, o sobre si podría ser 40% o 10%. Una de las cosas que hacemos estudiando las nubes es intentar entender qué controla el albedo. Hay muchos factores que intervienen en ese número.

P. Usted dice que la crítica constructiva es el alma de la ciencia. ¿Puede hacer un poco de crítica constructiva sobre la ciencia del clima?
R. No entendemos bien, en absoluto, cómo la circulación atmosférica cambiará a medida que se caliente la Tierra. La circulación atmosférica es la trayectoria de los ciclones, el monzón, los sistemas polares. Hay patrones en esta circulación. Todo lo que aprende un niño sobre dónde se forman los ciclones, sobre dónde están las regiones polares, depende mucho de la circulación atmosférica. Si calientas el clima, puedes imaginar que todo se queda igual pero con mayor temperatura. Pero también tenemos razones para pensar que habrá cambios en la circulación atmosférica. Quizá los ciclones sean más potentes, o los monzones. Sabemos muy poco de cómo cambiará la circulación. Hacemos modelos muy complejos, pero unos dicen una cosa y otros dicen la contraria. Hay poco acuerdo. Para mí es uno de los grandes desafíos. Es un misterio y debemos tener mucho cuidado con utilizar los modelos como si fueran bolas de cristal. Al mismo tiempo, es muy difícil comunicar a la gente que sabemos algo y desconocemos otras cosas. A menudo, en nuestro campo no admitimos que no sabemos algo por miedo a que la gente piense que no sabemos lo que pasa si metes más CO2 a la atmósfera. Pero es desacertado, porque la ciencia se mueve por las cosas que desconocemos. No pasa nada, admitamos que tenemos problemas en nuestra comprensión del clima.

P. Usted fue uno de los autores principales del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas. ¿Qué espera de la próxima cumbre del clima que tendrá lugar en diciembre en París y de la que podría salir un acuerdo internacional de reducción de emisiones de CO2?
R. No espero gran cosa, así que espero sorprenderme de manera positiva. La calidad de la información de la que disponen los políticos no va a cambiar enormemente, así que tendrán que tomar decisiones con una cierta incertidumbre. No pasa nada, lo hacen todo el tiempo. Los países van a la guerra con mucha menos información.

P. ¿Cree que sigue habiendo una brecha entre los científicos y los políticos en cuanto al cambio climático?
R. Para mí es difícil saber hasta qué punto los políticos entienden la ciencia. Es entendible si quieres entenderla e inviertes tiempo en entenderla. Y hay científicos que se explican muy bien. Los políticos tienen que tomar decisiones difíciles y a menudo es mejor para ellos no entender algunas cosas porque eso facilita que tomen las decisiones que quieren tomar. El gran desafío es exigir a nuestros políticos que intenten informarse a partir del mejor conocimiento disponible. El que quiera saber, tiene información comprensible a su disposición.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/01/12/ciencia/1421066242_376658.html