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martes, 14 de agosto de 2018

Héroes de la ciencia española


No están todos los que son, pero estos son algunos de los referentes de la exitosa producción científica hecha en España. Más allá de problemas enquistados como la falta de inversión en la investigación, el desarrollo y la innovación, reunimos a destacados protagonistas del ‘milagro’ que logran contra pronóstico cientos de miles de investigadores.

POCOS DISCUTEN hoy el papel decisivo que la ciencia está desempeñando y habrá de desempeñar en el próximo futuro para que las naciones logren salir de la crisis y alcanzar niveles adecuados de progreso y bienestar (…). Sobre España no pesa ninguna maldición histó­rica que nos impida participar, junto con el resto de países industria­lizados, en el vertiginoso cambio tecnológico que se desarrolla ante nuestros ojos”.

Son palabras que podría haber escrito hoy cualquiera de los 126.633 científicos que, según el INE, trabajan en España. O de los entre 15.000 y 20.000 que investigan fuera del país, según estiman diversos cálculos. Y sin embargo las escribió en 1985 José María Maravall, entonces ministro de Educación y Ciencia, en la revista Mundo Científico.

Lo que más me llama la atención cuando hablamos de la ciencia en España es que llevamos más de 30 años con el mismo diagnóstico en la mano”. La reflexión es del austriaco Peter Klatt, vicedirector del Centro Nacional de Biotecnología (CNB). Klatt lleva 21 años investigando y gestionando ciencia en España, y ha sido asesor del ministerio del ramo en la etapa de Cristina Garmendia (2008-2011). El resto del extenso artículo de Maravall se dedicaba a desgranar las dificultades que sigue sufriendo la ciencia española hoy (escasez de recursos, problemas de contratación de personal, trabas burocráticas, falta de autonomía de las instituciones) y concluye asegurando que la inversión en ciencia e innovación es “pura cuestión de supervivencia del país”. “Al hablar de esto otra vez me siento como un hámster en una rueda”, reflexiona Klatt.

Treinta años con el mismo diagnóstico, 30 años con las soluciones a la vista, 30 años con el enfermo en estado terminal y 30 años con científicos extraordinarios que tiran de vocación, imaginación y tiempo robado a la vida personal para mantener a España en el sueño de que, algún día, las cosas podrían cambiar.

Es necesario que la idea de que la ciencia es el motor de la economía en el mundo moderno prenda en la sociedad”, dice Carlos Matute, director del Centro Achucarro para la Neurociencia en Bilbao. “Invertir en ciencia es invertir en el futuro económico del país”.

La ciencia no es un capricho de países ricos. Es más bien al revés: los países se hacen ricos porque su sistema productivo prima la innovación. Los 10 del mundo más innovadores son también los que muestran mayores niveles de bienestar, según el Índice de Innovación de Bloomberg. Todos tienen en común que invierten de media entre el 2% y el 3% de su PIB en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). España apenas supera el 1%. “La ciencia y la tecnología han conseguido que Estados Unidos sea el mejor país sobre la Tierra”, dijo en 2016 su entonces presidente, Barack Obama. Ese esfuerzo inversor, del 2,8% del PIB, es responsable directo de más de la mitad del ­desarrollo económico de Estados Unidos desde la II Guerra Mundial.

Según un informe de 2012 del Círculo Cívico de Opinión, si España hubiera invertido desde 1970 en I+D el mismo porcentaje que el resto de países de la OCDE, en el año 2005 habríamos sido, por cabeza, un 20% más ricos.

Un país de espaldas a la investigación. Nadie sabe de dónde procede la idea de que España no es un país de ciencia. Pero ese tópico pesa como una losa desde que Miguel de Unamuno escribió a José Ortega y Gasset una carta en 1906 en la que se confesaba “anti­europeo”, y añadía: “¿Que ellos inventan cosas?, invéntenlas”. La división desgraciada entre ciencias y letras ha llevado a gran parte de la población a pensar que la ciencia no es cultura, y el escaso interés de muchos profesionales y autoridades para transmitir los logros de la I+D ha mantenido a los investigadores en una especie de torre de marfil del imaginario popular, aislados, inalcanzables, encerrados en sus laboratorios, con sus batas blancas y sus placas de Petri.

“Somos creadores, intelectuales, la investigación es creación”, se revuelve la bioquímica y bióloga Ángela Nieto. Ella ha sido una de las elegidas por El País Semanal para mostrar la fuerza y la grandeza de la ciencia española, a menudo escondida en los medios bajo banderas, declaraciones políticas, sucesos y goles. Son todos los que están, pero, desde luego, no están todos los que son. Cientos de miles de personas acuden cada día a un centro de investigación o una universidad para tratar de avanzar en el conocimiento de nuestro organismo, nuestros orígenes, nuestro comportamiento, los fenómenos físicos que nos rodean, el planeta que estamos destrozando, las galaxias y los fondos marinos que querríamos explorar. Si algún día descubrimos la cura contra el cáncer o que no estamos solos en el universo, será gracias a ellos.Esta profesión es, según datos de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, la segunda más valorada en España, solo por detrás de los médicos. A continuación se sitúan profesores e ingenieros. Pero solo el 16% de los españoles se muestran interesados por la ciencia y la tecnología, y de los no interesados, el 33% aseguran que es porque no la entienden. Casi la mitad de los españoles, el 44%, consideran su formación al respecto “baja o muy baja”, según la misma fuente.

“Los ciudadanos deben comprender que todo aquello que señalan como su principal preocupación en las encuestas, como la salud, la conservación del medio ambiente o incluso el paro, tiene su respuesta en la ­inversión en conocimiento. Hay que explicar a los ciudadanos que apoyar la ciencia es bueno para ellos, que no es una reivindicación corporativista. Si esto ocurre, la ciencia tendrá influencia en los resultados electorales”, explica Garmendia.

El déficit acumulado en el sistema español de innovación es de 20.000 millones de euros desde 2009, “a causa de la sucesión de recortes presupuestarios encadenados desde ese año”, que fue el momento de mayor financiación de la ciencia, explica en un documento la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE). Mientras la UE destinaba a I+D un 27,4% más en cinco años, en España recortábamos un 9,1%. Invertimos en ciencia menos que hace 10 años, un 1,19% del PIB, lejísimos de la media de la UE, que está ya en el 2,03%. Y en 2016, el Gobierno dejó sin gastar el 67% de ese ya disminuido presupuesto, según la COSCE.

“Es hasta comprensible que pisásemos el freno en un primer momento, cuando Europa nos imponía ajustes, pero el hecho de que siguieran haciéndose recortes cuando la economía empezaba a recuperarse demuestra que no se confiaba en la ciencia, que se esperaba crecer de otra manera, que yo desconozco”, reflexiona la exministra Garmendia.

Pero el problema de la ciencia no es solo de escasez de recursos. Lo que está ahogando ahora mismo a los organismos públicos de investigación es la burocracia, excesiva e interminable, sobre todo desde que, en 2014, el Ministerio de Hacienda impuso la intervención previa de organismos públicos, incluidos los de investigación. Hay ejemplos a decenas y son sangrantes. Francisco Sánchez, del Instituto Español de Oceanografía (IEO), describe la situación como “dantesca”. “Plantear cualquier pequeña compra o hacer un contrato es una pesadilla. Da igual que la financiación esté o no esté, la mayor parte del trabajo es mover papeles. La labor de la ciencia es sostener todo el aparato burocrático asociado a ella”, resume, explicando, por ejemplo, que ha tardado dos años para contratar a una persona, “y no siempre con el perfil concreto que necesitábamos”, añade por su parte Peter Klatt. “Estamos pagando a científicos altamente cualificados para que pierdan una cantidad ingente de tiempo con trámites burocráticos y problemas administrativos”, resume. Los centros tienen restringida la contratación indefinida desde 2012, y eso ha llevado a muchos gestores a concatenar contratos temporales como si fueran indefinidos. Y así, los tribunales han obligado a readmitir o a indemnizar a 242 trabajadores de los organismos públicos de investigación entre 2013 y 2017.

Los investigadores españoles creen que también hay que redefinir la carrera científica para que resulte clara y atractiva para los jóvenes, renovar las plantillas, reducir la endogamia, comprar tecnología de frontera que nos permita hacer también ciencia de frontera, crear las condiciones para atraer el talento internacional, mejorar la transferencia de la investigación básica a la práctica clínica, la relación con las empresas y el mecenazgo, y que se tomen decisiones políticas científicamente informadas.

Hasta hace unas semanas, estas reivindicaciones eran ignoradas. Ahora, por primera vez desde 2011, hay un ministerio dedicado a la ciencia y la innovación, y un ministro, conocido por la sociedad y reconocido por los investigadores, que puede revertir la situación. “¿Que qué le pido a Pedro Duque? Que escuche”, resume Félix de Moya. Y el ministro asegura que está escuchando.

https://elpais.com/elpais/2018/07/16/eps/1531763162_319492.html

sábado, 14 de julio de 2018

Carlo Rovelli: “La diferencia entre pasado y futuro es un juego”. Experto en gravedad cuántica de bucles, el físico y reputado divulgador publica 'El orden del tiempo', un ensayo en el que aborda uno de los grandes misterios de la humanidad.

Carlo Rovelli (Verona, 1956) es más que un divulgador científico. Primero, porque es un físico de primera línea, uno de los fundadores de la llamada “gravedad cuántica de bucles”. Y segundo, porque la suya es una divulgación que podríamos llamar lírica.

Sus libros son auténticos ensayos poéticos y filosóficos, donde desvela los arcanos de la ciencia al profano entre citas de Marcel Proust y Grateful Dead. En el último, El orden del tiempo (Anagrama), aborda uno de los grandes misterios de la humanidad.

Rovelli nos recibe en un apartamento sobre la legendaria librería Shakespeare and Co., cedido por la propia librería, donde se aloja durante unos días en París. Para alguien que permanentemente conecta la literatura con la física no es un mal lugar.

PREGUNTA. ¿Disponemos de las palabras adecuadas para explicar las complejidades de la física?

RESPUESTA. No, y este es el problema. Pero toda la historia de la cultura consiste en aprender a decir cosas que éramos incapaces de decir. En el libro hablo del texto de la Antigüedad que dice que “abajo está arriba y arriba está abajo”. El autor se está peleando con las palabras para decir que la Tierra era redonda, y que arriba y abajo significaban cosas distintas en función de donde esté.

P. Su libro sugiere que nuestro lenguaje se fundamenta en ilusiones: arriba y abajo, de pasado y futuro. ¿No habría que inventar otro lenguaje?
R. No podemos salirnos del lenguaje, estamos dentro de él. Hay que hacerlo con lo que tenemos. Y el lenguaje cambia: palabras nuevas, significados nuevos. “Quien dice que la ciencia quiere llegar a una descripción final del mundo no la ha entendido bien”

P. El arriba y abajo ya lo hemos entendido. Pero ¿y el ahora?
R. El ahora es local y no global. Y esto es difícil digerirlo.

P. El ahora de usted, en este momento mismo, es una pequeña fracción de tiempo diferente del mío.
R. Así es. Pero a esta distancia la diferencia es negligible. A otra más grande no. Cuando los humanos comiencen a viajar en el espacio, cuando tengamos la costumbre de que mi padre se marche de viaje y él vuelva y yo sea viejo y él tenga la misma edad, entonces cambiará la manera de ver el tiempo. Veremos que no tiene sentido decir “¿qué hace papá ahora?” si está muy muy lejos. No significa nada.

P. ¿Por qué usted sería más viejo que su padre?
R. Estamos acostumbrados a ver que el tiempo transcurre a la misma velocidad en todos los lugares del mundo. Si mi padre tiene 25 años más que yo, siempre tendrá 25 años más. Pero esta concordancia sólo se debe a que vivimos en el mismo lugar y no viajamos demasiado rápido: en general, el tiempo transcurre a velocidades distintas en lugares distintos y según lo rápido que viajemos. Si mi padre viaja muy rápido, el tiempo pasa más lento para él y envejece más lentamente que yo. Así que cuando él todavía sea joven podrá reencontrarse conmigo cuando yo ya sea viejo. Estas distorsiones del tiempo, previstas por la teoría de la relatividad, se observan hoy rutinariamente en los laboratorios.

P. ¿Qué significa la frase de Anaximandro que da título a su libro?
R. La frase completa dice: “Las cosas se transforman una en otra según necesidad y se hacen mutuamente justicia según el orden del tiempo”. Ahí está la idea de entender el mundo en su evolución, su cambio. Pero lo que quería decir exactamente no lo sé. Incluso la traducción exacta de la palabra griega “orden” puede ser diferente.

P. No existe el tiempo, sino el cambio.
R. Sí, pero la ausencia de tiempo no quiere decir que todo esté congelado y bloqueado. Esto no es la ausencia del tiempo, sino la glorificación del tiempo. Si nada cambia, el tiempo pasa y las cosas siguen iguales, y el tiempo está separado de las cosas.

P. ¿Es lo que Newton decía?
R. Mientras la teoría de Newton funcionó bien, adoptamos todos la idea del tiempo externo que pasaba. Pero ha mostrado sus límites. Mercurio no gira en torno al Sol según las ecuaciones de Newton. Y cuando intentamos mejorarla, con la teoría de Einstein, nos damos cuenta de que este tiempo absoluto y fijo no es un buen instrumento para entender el mundo. Así que volvemos a la idea prenewtoniana de un tiempo que es cambio. “Cuando los humanos comiencen a viajar al espacio, cambiará la manera de ver el tiempo”

P. ¿Aristóteles?
R. Sí. La realidad es cambio, son cosas que ocurren, y medir esto es el tiempo. Es distinto del tiempo universal y absoluto, que es matemático y es el mismo para todo el mundo. Aristóteles dice: hay cosas que ocurren —el Sol en torno a la Tierra, por ejemplo— y yo mido: una, dos, tres vueltas. Y esto es el tiempo: medir el tiempo.

P. Cuando las cosas cambian, hay un pasado, un presente y un futuro.
R. Las cosas cambian, así que hay una distinción entre el antes y el después. Pero todas las ecuaciones que hemos descubierto y que describen este cambio no diferencian entre pasado y futuro. Si algo puede ocurrir así [Rovelli dibuja con el gesto una flecha imaginaria en una dirección], también pueden ocurrir así [Rovelli dibuja con el gesto una flecha imaginaria en la dirección opuesta]. El problema que sigue abierto es de dónde viene la diferencia entre pasado y futuro: por qué las dos direcciones no son iguales. Parece evidente que el pasado es diferente del futuro: el pasado lo conocemos, el futuro no. Pero cuando miramos de cerca, esta diferencia parece desaparecer.

P. ¿Podríamos acordarnos del futuro? El sentido común dice que no.
R. El sentido común está basado en el hecho de que tenemos mucha información sobre el pasado y muy poca sobre el futuro. Si nos fijamos bien, es más complicado: hay muchas cosas del pasado que no conocemos y otras de futuro que sí. Lo que ocurre es que el pasado es más conocido que el futuro. Y la razón tiene que ver con el orden y el desorden, con esta extraña propiedad de las cosas en el pasado que parecen haber sido más ordenadas: la entropía. Y esto es lo que nos permite tener más información sobre el pasado: hay rastro, memoria. Pero nos preguntamos por qué en la dirección de lo que llamamos pasado hay orden, y no lo sabemos. La idea que abordo en el libro es que este orden en el pasado no está en el mundo, sino en nuestra mirada. La diferencia entre pasado y futuro es un juego entre el mundo y nosotros. No es que el mundo sea así: es un juego, como la rotación del cielo, en el que de lo que se trata no es del cielo, sino del juego entre nosotros y el cielo. “Nos interesa la apertura de espíritu, saber que hay cosas que no conocemos aún y descubrirlas”

P. Para entender el tiempo, ¿habría que hacer más neurociencia que física?
R. Gran parte de la confusión es que mezclamos las cosas, proyectamos en la física cosas que no le corresponden. Esto es azul, esto es rojo: el espacio de colores lo conocemos bien. Rojo, azul y amarillo. Pero no tiene nada que ver con el mundo: son nuestros ojos, que tienen tres tipos de receptores diferentes. El mundo no está coloreado en rojo, azul, amarillo. Es decir, lo hemos entendido todo sobre el color y su estructura, pero no como propiedad del mundo, sino como propiedad de nuestros ojos.

P. ¿Y esto vale para el tiempo?
R. Es similar. Hay que separar lo que es la física fundamental y lo que son nuestros ojos y nuestro cerebro.

P. ¿Hay una verdad detrás del velo de la subjetividad, de las ilusiones?
R. La pregunta sobre la verdad final detrás de todos los velos no es una buena pregunta y a fin de cuentas no nos interesa. Lo que nos interesa es la apertura de espíritu, saber que hay muchas cosas que no conocemos aún y descubrirlas. Después, en cada momento de nuestra vida, nuestra historia y nuestra cultura, intentamos organizar de la mejor manera posible nuestra comprensión del mundo. Y nunca es definitivo. Quizá es porque soy cada vez más viejo, pero la idea de “dónde está la verdad final” la encuentro cada vez menos interesante.

P. Pero ¿la ciencia no tiene por objetivo precisamente intentar llegar a esta verdad?
R. La ciencia es la respuesta a la curiosidad que se abre ante nosotros. Quien dice que la ciencia quiere llegar a una descripción final del mundo no la ha entendido bien. Casi es lo contrario. La ciencia ha sido siempre la reacción en contra de la idea de que tenemos la verdad final, plantearse siempre preguntas. Buscar la verdad final es una manera de bloquear las preguntas.

El orden del tiempo. Carlo Rovelli. Traducción de Francisco José Ramos Mena. Anagrama, 2018. 182 páginas. 16,90 euros.

EL SECRETO ES ENTENDER, EXPLICAR, NO ABURRIR

Carlo Rovelli: “La diferencia entre pasado y futuro es un juego”

JAVIER SAMPEDRO

Que un libro de ciencia se traduzca a 40 idiomas y se venda como churros es un fenómeno extraordinario. Eso es lo que ocurrió con Siete breves lecciones de física, el anterior libro de Carlo Rovelli, y la razón de las expectativas sobre su recién editado El orden del tiempo (ambos en Anagrama).
¿A qué se debe este frenesí lector sobre algunas de las cuestiones más endiabladamente difíciles del conocimiento humano?
Sobre el papel, la divulgación científica se cimienta en tres puntales muy simples: entender, explicar y no aburrir. Pero la vida real no discurre sobre un papel, y hacer bien esas tres cosas resulta extraordinariamente difícil. Rovelli alcanza la excelencia en todas ellas. Como otros grandes divulgadores contemporáneos —Brian Greene, Lawrence Krauss, Sean Carroll—, es un destacado físico teórico, una subespecie humana dedicada en cuerpo y alma a entender los estratos más profundos de la realidad, a bregar con sus paradojas, guerrear con sus contradicciones, hallar una luz al final del túnel de sus misterios. Son gente acostumbrada a pensar con una profundidad pe­netrante y fértil. Gente especializada en entender lo más difícil.

Quizá son los otros dos puntos —explicar y no aburrir— los que hacen más especial aún a Rovelli. Porque a la claridad imprescindible en este negocio, el físico veronés añade una voluntad literaria, una vis casi poética, que convierte sus libros en unos objetos raros y preciosos, unas obras poco comunes en el género de la popularización científica. Su transparencia expositiva se basa a menudo en brillantes metáforas, en imágenes reveladoras y en una intuición aguda de lo que necesitamos los lectores para enfrentarnos al vértigo metafísico que nos plantea la física actual. Y, desde luego, no aburre nunca. No hay en su libro un solo párrafo, ni una sola frase, que no contenga un ángulo interesante, una paradoja desconcertante, una explicación luminosa.

Einstein hizo una advertencia esencial sobre los libros de ciencia para el lector general: “Hay que simplificar todo lo posible, pero ni un milímetro más”. Este es quizás el equilibrio más delicado que debe practicar un escritor científico. En toda su inextricable complejidad, la ciencia es incomprensible para el lector general (por eso los científicos pasan toda su vida formándose). Es imprescindible, por tanto, simplificar la cuestión, pero sin hacerlo hasta tal extremo que el resultado sea una caricatura o, peor aún, una mentira. Rovelli es un maestro en sostenerse sobre ese filo cortante y salir indemne.

“Quizás una de las raíces profundas de la ciencia sea también la poesía: saber ver más allá de lo visible”, escribe Rovelli. Vean también cómo describe al descubridor de la entropía, Ludwig Boltzmann: “Hombre de corazón tierno que oscila entre la exaltación y la depresión. Bajo, robusto, de cabello oscuro y rizado, su novia lo llamaba ‘mi dulce y querido gordinflón”. O la paradoja central que vertebra el libro: “La diferencia entre pasado y futuro —entre causa y efecto, entre memoria y esperanza, entre remordimiento e intención— no existe en las leyes elementales que describen los mecanismos del mundo”. Este estilo no cuadra con el cliché del sabio bondadoso y despistado que solo sabe expresarse mediante ecuaciones.

https://elpais.com/cultura/2018/06/27/babelia/1530115711_759225.html

martes, 10 de julio de 2018

El español que alarga la vida. El equipo de Álvaro Fernández logra aumentar un 10% la longevidad de unos ratones en EE UU.

El biólogo Álvaro Fernández recuerda cómo controló su alegría cuando empezó a ver que sus ratones, un centenar de ejemplares de color negro, empezaban a vivir más de lo normal. Su primera reacción fue de cautela, pero su primera impresión se confirma hoy. Sus roedores, custodiados en las instalaciones de la Universidad de Texas, en la ciudad estadounidense de Dallas, vivieron un 10% más. Y con más salud. Solo el 13% sufrió un cáncer, frente al 32% habitual. Sus resultados se publican hoy en la prestigiosa revista científica Nature.

La clave, explica Fernández, es la autofagia, el sistema de reciclaje de las células. El japonés Yoshinori Ohsumi ganó el premio Nobel de Medicina en 2016 por descubrir los mecanismos de este proceso, mediante el cual una célula destruye sustancias nocivas y aprovecha sus componentes. Esta maquinaria celular sirve como sistema de control de calidad para eliminar moléculas defectuosas que surgen de manera natural con el envejecimiento. Y la célula también emplea la autofagia para suprimir virus y microbios invasores.

El equipo de Álvaro Fernández —encabezado por él y por la francesa Salwa Sebti— ha introducido en los ratones una mutación genética que provoca un ínfimo cambio en la estructura de una proteína esencial para la autofagia, la beclina 1. “Es como cambiar un poco la curva de la ficha de un puzle”, explica Fernández, nacido en Gijón en 1987. El nuevo relieve es insignificante, pero suficiente para impedir que la proteína se una a otra, la BCL2, que entorpece el proceso. Como resultado, el reciclaje —la autofagia— aumenta en todas las células del cuerpo.

Los investigadores, con cautela, sugieren que la activación de este mecanismo podría ser “una manera efectiva y segura” de “fomentar la esperanza de vida con salud de los mamíferos”. El equipo de Fernández, dirigido por la médica estadounidense Beth Levine, busca ahora un posible fármaco prodigioso que consiga el mismo efecto que la modificación genética y alargue la vida con salud de los ratones. Después habría que intentar saltar el abismo que separa a los roedores de los humanos. La propia Levine ya demostró en 2003 que un cambio genético similar extendía la vida en unos gusanos. El brinco al ratón ha durado 15 años.

“Lo que buscábamos con este ratón no era solo comprobar si aumentando la autofagia podíamos extender la vida, sino también comprobar si puede resultar en una vida más saludable. No sólo vivir más, sino vivir mejor”, resume Fernández. Su trabajo muestra, además de una reducción drástica de los tumores, menos efectos del envejecimiento en el corazón y en los riñones.

La bióloga Patricia Boya, presidenta de la Sociedad Española de Autofagia, aplaude la “fenomenal” aportación del equipo de Fernández en EE UU, pero pide cautela a la hora de interpretar los resultados. “No sabemos muy bien qué pasa cuando se aumenta mucho la autofagia ni qué efectos secundarios puede tener”, advierte.

Boya, del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC, en Madrid, subraya que el nuevo estudio ha evaluado los efectos de la mutación en el corazón, en los riñones y en otros órganos, pero los autores no han rastreado posibles impactos en el cerebro de los ratones, como pérdidas de memoria o problemas de cognición. El año pasado, en otra investigación, el laboratorio de Beth Levine sí mostró que la misma mutación en la beclina 1 disminuía el deterioro cognitivo de unos modelos de ratón utilizados habitualmente en la investigación del alzhéimer humano.

La neurocientífica Caty Casas, de la Universidad Autónoma de Barcelona, también celebra la creación de los ratones mutados de Álvaro Fernández. “Es un estudio bonito. La clave ahora es ver cómo hacemos para incrementar esa autofagia basal y obtener beneficios”, explica la investigadora, madre del consorcio europeo Transautophagy, dedicado a la investigación del reciclaje celular. Casas recuerda que hay maneras sencillas de aumentar este proceso en las células, sin tener que recurrir a fármacos ni mucho menos a modificaciones genéticas. “Hay quien apunta a que la dieta baja en calorías y el ejercicio físico pueden favorecer esto, pero queda mucho por explorar aún”.

El asturiano Fernández, tras dos años en el Centro de Investigación en Autofagia de la Universidad de Texas, todavía no se ha acostumbrado a los 40 grados de temperatura de Dallas. Pero está entusiasmado con el futuro de su ratón con la autofagia aumentada. Espera, dice, que el roedor “abra las puertas” para que se conozca el auténtico potencial de la autofagia para extender la vida.

https://elpais.com/elpais/2018/05/30/ciencia/1527698626_629049.html

lunes, 9 de julio de 2018

Ser bilingüe no solo mejora las habilidades cognitivas, sino también las sociales

Ser bilingüe tiene varias ventajas obvias.

Aprender más de una lengua nos permite tener nuevas conversaciones y nuevas experiencias.

En años recientes, varias investigaciones desarrolladas por psicólogos han demostrado que existen otras ventajas menos obvias.
Por ejemplo, que los niños bilingües tienen algunos beneficios cognitivos, como una mejor función ejecutiva, algo que ayuda a resolver problemas y otras actividades mentales complejas.

Ahora, dos nuevos estudios demuestran que crecer en un ambiente multilingüe no solo mejora las habilidades cognitivas de los niños, sino también las sociales.

En mi laboratorio de desarrollo psicológico llevamos a cabo un estudio, en colaboración con los psicólogos Boaz Keyzar, Zoe Liberman y Samantha Fan de la Universidad de Chicago, que se publicó el año pasado en la revista Psychological Science, con el que demostramos que los niños multilingües se pueden comunicar mejor que los niños monolingües.

Tomamos a un grupo de niños en Estados Unidos, de 4 a 6 años con diferentes orígenes lingüísticos, y les dimos una actividad en la que tenían que tomar en consideración la perspectiva de alguien más para poder entender qué les quería decir.

Por ejemplo, un adulto le decía al niño: “¡Ah, un auto pequeño! ¿Puedes mover el auto pequeño por mí?” Los niños podían ver tres –pequeño, mediano y grande–, pero estaban situados de tal manera que podían observar que el adulto no podía ver el auto más pequeño. Ya que el adulto solo podía ver el mediano y el grande, cuando decía “pequeño”, se refería al auto que el niño veía como “mediano”.

Encontramos que los niños bilingües se desempeñaron mejor en esta actividad que los niños monolingües. Si lo pensamos, esto tiene sentido intuitivo. Interpretar lo que alguien quiere decir, muchas veces requiere estar atento no solo al contenido, sino al contexto que lo rodea. ¿Qué es lo que mi interlocutor sabe o no sabe? ¿Qué está tratando de expresar? Los niños que viven en ambientes multiculturales cuentan con experiencias sociales para considerar la perspectiva de los otros: tienen que determinar quién habla qué lengua y a quién, quién entiende qué contenido y los lugares y momentos en que se hablan distintas lenguas.

También fue muy interesante encontrar que los niños monolingües que tenían contacto regular con otra lengua tenían el mismo talento que los niños bilingües en esta prueba; por ejemplo, los que tienen abuelos que hablan otro idioma. Al parecer, crecer en un ambiente en el que se hablan muchas lenguas, más que ser bilingüe, es el factor detonante.

Usted se preguntará si nuestros descubrimientos simplemente se pueden tratar de otro ejemplo de las habilidades cognitivas superiores que tienen los niños bilingües. Nosotros también nos preguntamos eso. Así que le dimos a todos los niños una prueba cognitiva estándar para la función ejecutiva. Encontramos que los niños bilingües tenían mejores resultados que los niños monolingües, pero no así los niños monolingües que tienen contacto regular con otra lengua. Estos niños “expuestos” tuvieron resultados similares a los monolingües en las pruebas cognitivas, pero similares a los bilingües en las pruebas de comunicación.

Algo más que las habilidades cognitivas –algo más “social”– debe explicar su facilidad para adoptar la perspectiva del otro.

En un estudio que le da seguimiento al primero, próximo a publicarse en la revista Developmental Science, mis colegas y yo examinamos los efectos de la exposición multicultural en niños más pequeños: bebés de 14 a 16 meses, que apenas hablan. En este estudio, dirigido por Zoe Libermar en colaboración con el profesor Keysar y la psicóloga Amanda Woodward, a los bebés se les enseñan dos versiones del mismo objeto, como un plátano. Una versión la pueden ver tanto el adulto como el bebé; la otra, solo la puede ver el bebé y no es visible para el adulto. Cuando el adulto le pregunta al bebé por “el plátano”, el bebé podría darle cualquiera de los dos objetos –ambos son plátanos– ; sin embargo, si el bebé entendió el contexto social, tomaría más veces el plátano que el adulto sí podía ver.

Observamos que los bebés de ambientes monolingües toman cualquier plátano; en cambio, los bebés con ambientes multilingües, incluyendo a los que están expuestos a una segunda lengua, aunque sea poco, ya han entendido la importancia que tiene poder adoptar la perspectiva del otro para la comunicación: con más frecuencia tomaban el plátano que el adulto podía ver.

Al parecer, la exposición multilingüe ayuda a obtener la habilidad básica de las relaciones interpersonales. Por supuesto, convertirse en alguien totalmente bilingüe o multilingüe no es fácil para todo el mundo. Sin embargo, las mejoras sociales que identificamos parecen surgir por el simple hecho de crecer en un ambiente donde haya contacto con muchas lenguas y no solo por ser bilingüe. Esto puede ser bueno para los padres que no son bilingües, pero desean que sus hijos tengan algunos beneficios del multilingüismo.

Katherine Kinzler es profesora asociada de psicología y desarrollo humano en la Universidad de CornellSer bilingüe tiene varias ventajas obvias. Aprender más de una lengua nos permite tener nuevas conversaciones y nuevas experiencias. En años recientes, varias investigaciones desarrolladas por psicólogos han demostrado que existen otras ventajas menos obvias. Por ejemplo, que los niños bilingües tienen algunos beneficios cognitivos, como una mejor función ejecutiva, algo que ayuda a resolver problemas y otras actividades mentales complejas.

Ahora, dos nuevos estudios demuestran que crecer en un ambiente multilingüe no solo mejora las habilidades cognitivas de los niños, sino también las sociales.

En mi laboratorio de desarrollo psicológico llevamos a cabo un estudio, en colaboración con los psicólogos Boaz Keyzar, Zoe Liberman y Samantha Fan de la Universidad de Chicago, que se publicó el año pasado en la revista Psychological Science, con el que demostramos que los niños multilingües se pueden comunicar mejor que los niños monolingües.

Tomamos a un grupo de niños en Estados Unidos, de 4 a 6 años con diferentes orígenes lingüísticos, y les dimos una actividad en la que tenían que tomar en consideración la perspectiva de alguien más para poder entender qué les quería decir.

Por ejemplo, un adulto le decía al niño: “¡Ah, un auto pequeño! ¿Puedes mover el auto pequeño por mí?” Los niños podían ver tres –pequeño, mediano y grande–, pero estaban situados de tal manera que podían observar que el adulto no podía ver el auto más pequeño. Ya que el adulto solo podía ver el mediano y el grande, cuando decía “pequeño”, se refería al auto que el niño veía como “mediano”.

Encontramos que los niños bilingües se desempeñaron mejor en esta actividad que los niños monolingües. Si lo pensamos, esto tiene sentido intuitivo. Interpretar lo que alguien quiere decir, muchas veces requiere estar atento no solo al contenido, sino al contexto que lo rodea. ¿Qué es lo que mi interlocutor sabe o no sabe? ¿Qué está tratando de expresar? Los niños que viven en ambientes multiculturales cuentan con experiencias sociales para considerar la perspectiva de los otros: tienen que determinar quién habla qué lengua y a quién, quién entiende qué contenido y los lugares y momentos en que se hablan distintas lenguas.

También fue muy interesante encontrar que los niños monolingües que tenían contacto regular con otra lengua tenían el mismo talento que los niños bilingües en esta prueba; por ejemplo, los que tienen abuelos que hablan otro idioma. Al parecer, crecer en un ambiente en el que se hablan muchas lenguas, más que ser bilingüe, es el factor detonante.

Usted se preguntará si nuestros descubrimientos simplemente se pueden tratar de otro ejemplo de las habilidades cognitivas superiores que tienen los niños bilingües. Nosotros también nos preguntamos eso. Así que le dimos a todos los niños una prueba cognitiva estándar para la función ejecutiva. Encontramos que los niños bilingües tenían mejores resultados que los niños monolingües, pero no así los niños monolingües que tienen contacto regular con otra lengua. Estos niños “expuestos” tuvieron resultados similares a los monolingües en las pruebas cognitivas, pero similares a los bilingües en las pruebas de comunicación.

Algo más que las habilidades cognitivas –algo más “social”– debe explicar su facilidad para adoptar la perspectiva del otro.

En un estudio que le da seguimiento al primero, próximo a publicarse en la revista Developmental Science, mis colegas y yo examinamos los efectos de la exposición multicultural en niños más pequeños: bebés de 14 a 16 meses, que apenas hablan. En este estudio, dirigido por Zoe Libermar en colaboración con el profesor Keysar y la psicóloga Amanda Woodward, a los bebés se les enseñan dos versiones del mismo objeto, como un plátano. Una versión la pueden ver tanto el adulto como el bebé; la otra, solo la puede ver el bebé y no es visible para el adulto. Cuando el adulto le pregunta al bebé por “el plátano”, el bebé podría darle cualquiera de los dos objetos –ambos son plátanos– ; sin embargo, si el bebé entendió el contexto social, tomaría más veces el plátano que el adulto sí podía ver.

Observamos que los bebés de ambientes monolingües toman cualquier plátano; en cambio, los bebés con ambientes multilingües, incluyendo a los que están expuestos a una segunda lengua, aunque sea poco, ya han entendido la importancia que tiene poder adoptar la perspectiva del otro para la comunicación: con más frecuencia tomaban el plátano que el adulto podía ver.

Al parecer, la exposición multilingüe ayuda a obtener la habilidad básica de las relaciones interpersonales. Por supuesto, convertirse en alguien totalmente bilingüe o multilingüe no es fácil para todo el mundo. Sin embargo, las mejoras sociales que identificamos parecen surgir por el simple hecho de crecer en un ambiente donde haya contacto con muchas lenguas y no solo por ser bilingüe. Esto puede ser bueno para los padres que no son bilingües, pero desean que sus hijos tengan algunos beneficios del multilingüismo.

Katherine Kinzler es profesora asociada de psicología y desarrollo humano en la Universidad de Cornell

https://www.nytimes.com/es/2016/03/18/ser-multilingue-no-solo-mejora-las-habilidades-cognitivas-sino-tambien-las-sociales/

domingo, 8 de julio de 2018

Caida Libre

Nicole Oresme, en el siglo XIV, descubrió la forma en que caen las cosas por el influjo de la gravedad. Todo genio crea sus precedentes, dijo Borges en alguna parte, y Galileo le dio la razón creando a Nicole Oresme, el erudito francés del siglo XIV que descubrió la forma en que caen las cosas por el influjo de la gravedad. No caen a velocidad constante, como un coche que avanza tranquilo por la carretera, sino con una velocidad que aumenta de forma constante, como un coche en el carril de aceleración para entrar en la autovía. Su velocidad crece en proporción al tiempo, y la distancia que recorre crece con el cuadrado del tiempo. Pero Oresme solo es conocido porque, dos siglos después, Galileo no solo redescubrió esa simple ley matemática, sino que demostró que así es exactamente como caen las cosas. Todas las cosas: una piedra de un kilo y otra de una tonelada. También caería así una pluma de no ser por la resistencia del aire, como demostró en la Luna el astronauta David Scott, del Apolo 15, cuatro siglos después.

La cosmología moderna proviene de una idea repentina que asaltó a Einstein en 1906, mientras aún trabajaba en la oficina de patentes de Berna: una persona en caída libre no sentirá su propio peso. 

 “La idea más feliz de mi vida”, la llamó Einstein. Tiene gracia que, tras 100.000 años de existencia de nuestra especie, hubiera que esperar a Einstein para que nos diéramos cuenta de eso. Seguramente, la gran mayoría de la gente que había experimentado la caída libre no pudo vivir para contarlo. Pero hoy cualquier visitante de un parque de atracciones puede descubrir la idea más feliz de Einstein. Los astronautas, de hecho, se entrenan para la ingravidez del espacio en un avión que sube muy alto, apaga los motores y se precipita en caída libre hacia la Tierra. Stephen Hawking no quiso morir sin vivir esa experiencia.

La teoría gravitatoria de Einstein, la relatividad general, se fundamenta por entero en la percepción repentina que le iluminó en la oficina de patentes de Berna: que una persona en caída libre no sentirá su propio peso, y que estar acelerando en un coche o en un ascensor es indistinguible de estar quieto y sometido a un campo gravitatorio, como el de la Tierra. Es una teoría de espíritu galileano, porque Galileo usó un argumento similar para mostrar que los humanos no tenemos por qué sentir que nuestro planeta está girando a toda pastilla alrededor del Sol. En la época, ésa era la principal crítica a la teoría copernicana.

Anne Archibald y sus colegas del instituto holandés de radioastronomía demuestran hoy en Nature que las percepciones de Galileo y Einstein son exactas con un montón de decimales de aval. La moraleja queda para el lector.

Fuente: El País, Javier Sampedro

Más: https://www.fisicalab.com/apartado/caida-libre#contenidos

http://www.areaciencias.com/Caida-libre.htm

martes, 3 de julio de 2018

Karl Marx (1818-1883). En el bicentenario de su nacimiento (XX) De nuevo sobre la dialéctica

Salvador López Arnal (editor)
Rebelión


La conferencia “La noción de ciencia en Marx y su trabajo científico” fue impartida en la Fundación Miró de Barcelona el 9 de noviembre de 1978. Fue corregida su transcripción por el propio Sacristán y publicada por vez primera en mientras tanto 1980; 2: 61-96 (posteriormente reimpresa en Sobre Marx y marxismo. Panfletos y materiales I, Icaria, Barcelona, 1983 pp.317-367). Se trata de uno de los ensayos filológicos y filosóficos marxianos más brillantes del autor de El orden y el tiempo. Aquí nos centramos en una parte del interesante coloquio que siguió a la conferencia (resumo las preguntas), en sus reflexiones sobre la noción de dialéctica y asuntos cercanos de metodología.

Se le pregunto ya de entrada sobre la supuesta metodología marxiana, “sobre la ausencia de una exposición sistemática de las características de ese método”, así como sobre la presencia creciente de la idea de globalidad en la obra de Marx y de ese supuesto método dialéctico en sus análisis económicos e históricos. Su respuesta

Era difícil responder. Se debería desmenuzar “un poco la cosa”. Por de pronto, él tenía la impresión de que lo mejor que había dicho Marx sobre cuestiones de método lo habçia publicado.

Quiero decir, me parece mucho mejor y más claro, por ejemplo, la página y media o las dos páginas del epílogo a la segunda edición del libro primero, a la que me he referido antes, que las casi cinco páginas largas en la Nueva MEGA del punto 3 de la “Introducción” inédita del 57. A mí me parece que cuando quiere profundizar más es cuando es más estéril en cuestiones de método.

En cambio, cuando brevemente y con espontaneidad contaba lo que había hecho le salíatextos bastante claros como fue el caso del epílogo deEl Capital. En cambio, sus desarrollos en borrador le parecían larguísimos forcejeos en los que iba obstaculizado por dos cosas: “una, por ser demasiado filósofo, por saberse muy bien a Hegel y por llevar en la cabeza el esquema este del método dialéctico, que es un equívoco en mi opinión, y luego, en el otro caso, por defecto”. Quería decir lo siguiente.

A mí me parece, argumentarlo sería muy largo y casi habría que argumentar a contrario, que la expresión “método dialéctico” es una expresión impropia, a menos que “método” se convierta en una palabra amplísima. Pero por método, ¿qué entendemos normalmente? Por método normalmente entendemos un conjunto de operaciones seriado, repetible, ordenadas y repetidas. Cuando decimos “método de los mínimos cuadrados” o, aunque no sea teórico, “método de las cámaras de plomo para la obtención de ácido sulfúrico”o estamos refiriéndonos a un sucesión de operaciones muy bien definidas que todo profesional en la materia puede repetir exactamente igual. O el método de multiplicar o de dividir o de sacar raíces cuadradas.

Cuando se hablaba del “método dialéctico” no se estaba hablando de eso. Por ejemplo

el método dialéctico se basaría en un uso de la negación. Bueno, pero absolutamente todo marxista de los que recogen este léxico hegeliano tal cual, a través de Marx, desde Gramsci hasta Althusser, todos ellos nos cuentan, empezando por Engels, que ahí negación quiere decir una cosa muy especial, no es una negación cualquiera. Es, como dice Althusser, surdeterminé, o como dice Gramsci, me parece que dice a veces cualificada o determinada, no lo sé... pero más o menos le ponen un calificativo a negación. ¿Qué negación es esa que no es simplemente el valor negativo? ¿Qué negar es ese que no es simplemente la verdad de una proposición que cuando es afirmada sea falsa o la falsedad de la proposición negada? ¿Qué negación es esa? Es una negación que no puedo yo utilizar como los demás. No es una negación truco aprendible, por así decirlo. Entonces método ahí no está usado en el sentido de conjunto ordenado de operaciones repetible por cualquiera. Está usado en otro sentido. Entonces no es método en el mismo sentido en que decimos método normal.

Este equívoco pesaba eternamente, enopinión de Sacristán, en Marx y, sobre todo, en los hegelianos. Estaban intentando poner a punto un método que no era propiamente un método sino una filosofía. Lo que querían era conseguir un conocimiento global, sistemático, en un sentido que tenía cierto parentesco con la teoría de sistemas contemporánea. Estaban llamando método a algo que era “un estilo mental que busca un determinado objetivo, con los métodos de cualquiera, con los trucos aprendibles por cualquiera”. Este equívoco era la causa -por exceso- de que no existiera un texto metodológico marxiano, sistemático y largo, que fuera “bueno, mientras que, en cambio, hay trocitos buenos cuando no pretende hacer un desarrollo largo”.

Había también una causa por defecto en su opinión: la falta de instrumentos, de métodos en sentido estricto, de técnicas, de trucos aprendibles.

Hay pocas cosas más angustiosas que ir pasando página tras página de cálculos torpes, equivocados, en los Grundrisse o en las Teorías, o en otros manuscritos de Marx, en los que se le ve intentando hacerse la mano para dominar con cálculos, con técnicas, con métodos, en sentido trivial, un problema. Hay una desproporción tal entre la amplitud, y ya que soy muy crítico en otras cosas déjame decir aquí palabras positivas, entre la genialidad de la visión y los instrumentos de que dispone, que aquí se produce me parece a mi una causa por defecto de su escasa clarificación metodológica.

No era una contestación muy global pero le parecía que había dicho algo que “creo poder decir con seguridad sobre tu cuestión”.

Sobre otra cosa creía poder opinar con cierta convicción, sobre si la razón de que no llegara a terminar nada fue el ir globalizando más cada vez. No estaba muy seguro. A élle parecía que cada vez Marx fue globalizando menos.

Quiero decir, que el camino intelectual de Marx es una reducción temática; que él, de joven, cuando intenta editar con el editor Leske, todavía piensa que puede escribir acerca del mundo entero y de algo más si cabe, mientras que poco a poco va reduciendo porque va descubriendo las dimensiones de los temas. Es decir, parece claro que hacia 1874, 1875, había renunciado definitivamente a escribir nada que no fuera intentar aclararse sobre su problema económico. A mí me parece que ha ido reduciendo la globalidad.

No en su ideal de conocimiento, que seguramente seguía siendo el mismo, pero sí en su trabajo real, en su práctica científica cotidiana. También creía que le había inhibido globalmente para todo, “igual para terminar los manuscritos económicos que para cualquier otra cosa”, una cierta percepción de que debíaa volver a empezar sobre la base de datos americanos y rusos.

Otro asistente destaca un error en los temas de las diferentes conferencias del ciclo. Sostiene que no se puede criticar a Marx como economista o como sociólogo porque lo que había hecho había sido “aplicar el método hegeliano invertido a la economía, a la sociología o a cualquier otra ciencia social”. Si acaso, se le podía criticar por la aplicación del método dialéctico a esos ámbitos. La pregunta formulada a Sacristán; qué opinaba de lo que había dicho. Citaba finalmente a Lukács como otro ejemplo de aplicación del método en Historia y consciencia de clase.

Sacristán empezó señalando que le acababa de dar su opinión.

Es un disparate lo que acabas de decir [...] La idea de alguien que tiene un método y lo aplica esto es la negación de cualquier actividad científica y Marx ha sido un gran científico. Un método no es un aparato con el que él lo aplica. A mí me parece que, en cambio, en tu primera fase, sí que hay una cosa vital para la comprensión de Marx, no para la comprensión de la filosofía de la ciencia o de la economía de Marx, para la comprensión global de Marx.

Efectivamente, Marx como científico era siempre redundante, nunca quedaba cogido en una ciencia. La motivación de su trabajo intelectual había sido manifiestamente una motivación filosófica y política, no una motivación científica. Una comprensión plena de Marx era necesariamente una comprensión global. Eso no quitaba que desde luego, una comprensión global que entendiera, que no fuera un disparate de pura palabrería, tenía por fuerza que entrar en cada detalle. No se podía aspirar es a comprender el todo sin conocer nunca ninguna de las partes.

Otro asistente preguntó si las dudas metodológicas de Marx se podían interpretar como un intento de buscar una nueva noción de ciencia por su parte, una ciencia que no fuera únicamente una ciencia descriptiva sino también una ciencia transformadora

En su opinión, no se podía interpretar así. Marx sabía perfectamente que la ciencia no era transformadora en cuanto a conocimiento, sino en cuanto a fuerza productiva.

Claro que Marx quiere transformar el mundo, pero como científico a quien pone la ciencia al servicio de algo le llama canalla, literalmente. No, esos son los marxistas de cierta clase. Los que hace esa confusión; Marx, no. Marx sabe que la ciencia como conocimiento transforma sólo al sujeto. Así, indirectamente, puede transformar al mundo. Marx sabe, además, que él no es sólo un científico. Él es la cabeza de un movimiento revolucionario. Esto es lo que no hay que confundir. Pero, como científico, sabe muy bien que 2 y 2 son 4 aunque eso sirva a la burguesía. Eso lo sabe perfectamente. Son sólo los malos ideólogos pseudomarxistas los que no lo saben.

De todos modos, añadía, lo que sí era un hecho, lo que sí estaba absolutamente justificado era aplicar constantemente la crítica a la ciencia existente. Quería decir: uno, ante la ciencia normal, no podía tener una actitud de pura pasividad, tenía que tener una actitud crítica. Ante cada producto de esa ciencia. Un producto científico no era nunca primariamente ciencia. Era primariamente un bien de uso y también un valor de cambio: “es un libro, es una publicación en una revista; es decir, lo que llamamos ciencia en sentido institucional y sociológico es un trozo de vida social que puede estar cargado de ideología, de política”. La ciencia en el otro sentido, la ciencia en el sentido en el que imperan sólo los valores lógicos era un contenido de ese producto cultural al que llamamos ciencia en sentido sociológico.

Se le preguntó de nuevo sobre el “método dialéctico” y la concepción de algunos economistas marxistas que ven la dialéctica como un procedimiento formalizable. Existían elementos para saber qué actitud tendrían hoy, Marx y Engels, ante la lógica formal.

No lo sabía. Marx fue un entusiasta de la matematización de la teoría económica. El juicio de Maurice Godelier “sobre que el pensamiento de Marx desemboca naturalmente, por lo menos el pensamiento de lo que Marx llamaba economía pura, en la matematización, no hay duda”.

La pregunta sobre la lógica era muy anacrónica verdad. Si se reformulaba históricamente, él opinaba que quizá Marx no hubiera sido capaz de darse cuenta de que las publicaciones de Boole eran una cosa importante.

Lo dudo porque ahí habría pesado, me parece, bastante, por el lado malo, Hegel. Ya he dicho antes que, en mi opinión, el peso fundamental de Hegel sobre Marx es positivo, es lo que le convierte en un científico, pero tiene sus resabios, como también he indicado. Y uno de ellos se refiere a dar como cosa obvia, trivial, sin ningún interés la lógica formal. Lo que repercute en escaso cultivo. Por ejemplo, hay cuestiones que Marx trata largamente como delicados problemas de pensamiento económico que son pura y simplemente cuestiones de lógica elemental. Toda la discusión, ahora no sé si los economistas se van a indignar y me van a atribuir la soberbia de filósofo, pero, en mi opinión, todos las largas discusiones críticas sobre que todos confunden, por lo menos Smith exotérico, el que no es esotérico, confunde capital variable con capital circulante, el constante con el fijo, etc. y eso páginas y páginas de texto en mi opinión innecesariamente profundo, yo creo que es una elementalísima cuestión de discusión de lo que los lógicos ya medievales llamaban fundamentum divisionis. Se podía liquidar en un párrafo que dijera: mis predecesores cambian el fundamento de su división cuando hablan de capital constante, porque unas veces usan como principio de la división algo referente a la circulación y otras veces usan algo referente a la organización. Por tanto, cambian de principio de división. Punto. Basta. Con sólo con que no hubiera despreciado tanto la lógica formal tradicional le bastaba un párrafo para esto y, sin embargo, son páginas.

Era verdad que siempre se era injusto cuando se criticaba a Marx el haber usado tantas páginas para una cosa simple. Había que tener en cuenta que en la mayoría de los casos lo que nosotros leemos eran borradores que Marx no había editado.

Lo más sensato y apreciable de las muchas contribuciones de Althusser es, en mi opinión, su manera de subrayar que una cosa es un texto editado por un autor y otra cosa es un borrador que se le ha quedado en el cajón, y que, en el mejor de los casos, según nos ha legado su hija, una de sus hijas -ahora no recuerdo cual, supongo que la mayor- eran papeles con los que Engels “ya haría algo”, que es una frase realmente no muy valoradora de los propios borradores verdad. Entonces es injusto criticar estos textos de Marx porque no son textos editados por un autor. Son unos papeles que él tenía y de los que al final, moribundo, dijo a su hija pues dile al General que haga algo con esto, que es todo lo que dice. Pero, en fin, salvada esta injusticia, yo creo que muchos largos desarrollos de Marx se podían reducir a pocas líneas con solo que hubiera admitido usar un truco aprendible en vez de la dialéctica de Hegel.

Un asistente le preguntó: ¡y por qué no lo hizo? Respuesta: “Por la convicción ideológica de tener con la visión de Hegel la clave de la comprensión del mundo. Lo cual es…!

El mismo asistente: Estábamos en la cuestión de antes. No se estaba queriendo hacer economía; lo que estaba queriendo hacer era aplicar su método. La respuesta: “Esto es, perdona que te diga, es una frase sin sentido. Porque aplicar método empieza por no tener sentido si no hay ni siquiera método”.

El mismo asistente: Sí, había método. Respuesta:

No hay una serie de operaciones ahí. Nadie puede saber cómo tiene que negar en la dialéctica hegeliana. Tú haz el siguiente ejercicio para darte cuenta de que el llamado “método dialéctico” no es un método. Tú coge y lee una página de Hegel y antes de pasar intenta adivinar lo que va a deducir en la página siguiente. Y antes contrata un psiquiatra, porque no vas a acertar nunca a menos que ya lo hayas leído, a menos que ya lo hayas leído no vas a acertar nunca. En cambio, si tú estás siguiendo una argumentación metódica de cualquier modesta ciencia, cuando pasas páginas sabes de qué más o menos por dónde va a ir.

El llamado método dialéctico no era un método, era algo mucho más importante que un método, era nada menos que una visión del mundo, no un método. Una visión del mundo no se aplicaba. “Una visión del mundo se realiza, se concreta. Para eso hay que trabajar, hay que trabajar de verdad. Es decir, no hay que decir el método se aplica. No, hay que trabajar”.

Mismo asistente: Era lo que hacía Marx, intentar aplicar el método. Por eso jamás Marx lo explicaba. Respuesta: “Pero hombre no te das cuenta que al decir eso incluso dices más de un absurdo, varios. Por ejemplo, anulas. Claro. Por ejemplo, dices el siguiente absurdo de anular la aportación de contenido de Marx. Es ridículo. Si economistas no marxistas y de calidad consideran que ahí no sólo hay un método sino contenido material importante de conocimiento, ¿cómo vas reducir sólo a método? No tiene sentido”.

Sigue el diálogo: La aportación venía como consecuencia de la aplicación del método. Qué diferencia a Marx de otros economistas le preguntaba a Sacristán. A ver qué les diferencia, le respondió. La respuesta: la aplicación del método (sentía volver al principio). La nueva respuesta de Sacristán: “Pero vamos a ver. Todo científico utiliza métodos, absolutamente todo científico”. El interlocutor: “¿Y cuál utiliza Marx?”

Sacristán, que entendió mal la última consideración, respondió:

Igual que utiliza Marx. En cambio, lo que le caracteriza no es los métodos, que esos son los mismo para todo el mundo. Lo que le caracteriza es la inserción de su trabajo en un punto de vista dialéctico que engloba mucho más campo y busca además una explicación añadida a la explicación de método. [Con] la utilización de métodos corrientemente en ciencia tú consigues: localizar los hechos de un campo de investigación y enlazarlos entre sí. Eso lo ha conseguido Ricardo, por ejemplo, y Marx coge esos hechos, más otros que él investiga, y los podría explicar como Ricardo. Hace la explicación que les da Ricardo, ahora estoy simplificando mucho, pero luego le añade otra explicación más, le añade una exposición más. Esa exposición más no es nada que uno pueda repetir mecánicamente como se puede repetir en principio un método. Eso es algo mucho más inspirado, mucho más artístico, mucho más filosófico, por así decirlo, es una visión del mundo social.

No era simplemente ciencia, era más que ciencia, con los riesgos de todo lo que es más que ciencia. !Como la religión es más que ciencia, todo eso es más que ciencia”. La ciencia era una cosa en realidad muy modesta, “sólo que es de una modestia muy peculiar que hace que los que estamos a favor de ella suframos mucho el disparate”.

Conviene seguir con esta categoría tan marxiana, tan hegeliana, tan filosófica.

domingo, 1 de julio de 2018

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (XIII). “Una elite revolucionaria con pocos privilegios materiales sería un gran avance pero no puede ser el objetivo”

Salvador López Arnal
Rebelión

Profesor de Historia de Europa y de Teoría de la Historia en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Comahue (Argentina), Ariel Petruccelli ha publicado numerosos ensayos y artículos de marxismo, política y teoría de la historia. Es miembro del consejo asesor de la revista Herramienta. En esta conversación nos centramos en su libro Ciencia y utopía, Buenos Aires, Ediciones Herramienta y Editorial El Colectivo, 2016. Se define como “marxista libertario con una amplia participación política en el movimiento estudiantil (en tiempos ya lejanos) y sindical docente”. Ha cultivado el humor político en un colectivo de agitadores culturales (El Fracaso) que editó a lo largo de más de una década dos publicaciones satírico-revolucionarias: La Poronguita y El Cascotazo.

***

Tras una extensa reflexión, comentaba usted que al llegar a este punto era ineludible regresar al meollo de la pregunta efectiva, que, añadía, “puedo reformular, sin perder sustancia, creo, como el interrogante sobre la posibilidad de una vida política no profesionalizada, no burocratizada”. En esto estamos.

La idea, tan arraigada en el seno de la izquierda, de un partido de revolucionarios profesionales tiene un contenido elitista anti-democrático. También tiene un contenido realista: es difícil imaginar cómo se podría desarrollar una acción política a gran escala sin personal dedicado exclusivamente a tales tareas. Hay aquí una tensión. La política, y sobre todo la política socialista, debería ser cosa de todos. Pero la existencia de profesionales de la política establece una divisoria entre una elite y las masas. Sin embargo, insisto, es difícil ver cómo se podría desarrollar una labor eficaz, en las complejas sociedades en que vivimos, sin compañeros dedicados full time a tareas de política y organización. El fantasma y la realidad de la burocracia ha sido omnipresente en los sindicatos obreros, en los partidos socialistas (revolucionarios o no) y en los estados pos-revolucionarios mitológicamente llamados “obreros”. Ahora bien, ¿podemos prescindir de militantes full time, de maquinarias de personal rentado para tareas políticas antes y sobre todo luego de acceder al poder? Yo creo que no, lo cual no implica hacer la apología de esta necesidad. Que sea necesario no quiere decir que sea un bien.Es, en todo caso, un mal necesario. Pero pienso que cierta retórica obrerista y clasista tiende a ocultar esta problemática. Yo prefería llamar al pan pan y al vino vino. Creo que lo mejor es asumir un radicalismo intelectual incompatible con fantásticas imágenes consoladoras. Pero este radicalismo intelectual debería, a mi juicio, convivir con cierto “pragmatismo” político.

Nos explica esta convivencia.
En el caso concreto que venimos analizando, yo creo que hay que decir sin medias tintas que la clase obrera no ejercerá directamente el poder en los estados revolucionarios … pero esto no para hacer la apología de la burocracia (ni tampoco para abandonar las expectativas revolucionarias luego de comprender la imposibilidad de una igualdad completa), sino para extremar los alertas ante ella en lo que será sin duda un lento, complejo, ambiguo e incierto proceso de transición.

El mal necesario de la burocracia es de una naturaleza tal, que entiendo que es ilusorio pensar que podemos solucionarlo con el acceso de algunos o muchos obreros a posiciones de liderazgo o dirigencia. Y digo esto porque un obrero que se transforma en militante rentado, en secretario general de alguna organización sindical, en ministro, en diputado, etc., deja de facto de trabajar de obrero. Ciertamente era un problema el que los líderes socialistas mayoritariamente no provinieran de la clase obrera; pero aun cuando provinieran de ella, el hecho de convertirse en líderes comenzaba a despegarlos de la vida obrera. No sucede lo mismo en el caso de los intelectuales (al menos de muchos de ellos). Como dirigentes siguen dedicándose a escribir y hablar, que es lo que caracteriza a al menos buena parte de los intelectuales. Pero, en cualquier caso, la divisoria entre dirigente y dirigidos, militantes profesionales y ciudadanos comunes es un problema para el que no se avizoran soluciones fáciles. Podremos hablar todo lo que queramos de la dictadura del proletariado, el estado obrero, el poder para el pueblo y por el pueblo, etc., etc., pero, ¿cómo evitamos la entronización, consolidación y reproducción de una elite política? Y todos vemos cómo estas elites políticas se perpetúan incluso entre minúsculos partidos que carecen casi de influencia y riqueza. ¡Imagínate cuando tomen el poder!

Pero usted conoce las reflexiones que se han hecho sobre esta temática en la tradición...
Desde luego que conozco las recetas históricas: revocatoria de mandato, rotación en los cargos, que no ganen más que un metalúrgico, etc. Pero desgraciadamente también conozco lo insuficiente que han sido estas recetas en los partidos, en los sindicatos y en los estados pos-revolucionarios. Esa ley de hierro de la burocracia de la que hablaba Michels. Esa tendencia de las organizaciones políticas y sindicales obreras a desarrollar burocracias auto-perpetuadas es una cosa seria. Su magnitud y universalidad deberían alertarnos. Tiene causas profundas, muy profundas, y sería ingenuo pensar que las mismas desaparecerán fácilmente poco después de la revolución. Por supuesto que es muy seductor pensar que construiremos un estado obrero, y que en él cualquier obrero o empleada podrá ser un funcionario dirigente. Pero desgraciadamente las cosas no son tan sencillas (como bien prueba el abismo entre lo previsto por Lenin en El estado y la revolución y la realidad del estado soviético). De hecho, la idea misma de que una clase explotada sea una clase dominante es un contrasentido, aún con la cautela y el carácter provisional en que lo planteó Marx. Hay muchos problemas aquí. Pero me concentro en uno, que me parece central.

Adelante con ese problema central.
Cualquier miembro de una clase explotadora puede ejercer el dominio político (directo) sin que ello implique grandes cambios en su condición social. Un terrateniente o un capitalista puede ser presidente, ministro, diputado, intendente o senador sin dejar de ser capitalista o terrateniente. Sigue poseyendo sus mismos medios de producción y percibiendo sus mismos ingresos privados. El acceso a cargos políticos ni siquiera tiene por qué alterar significativamente sus ingresos o su forma de vida. No sucede lo mismo con un obrero. La esencia del capitalista no se modifica si conoce cada detalle de la fábrica de la que es dueño o si jamás en su vida la ha visitado. Pero un obrero no es tal sin trabajar de obrero. Y al ocupar un cargo político deja de hacerlo. Imaginemos que no se modifica su ingreso, que cobra lo mismo que cobraba en la fábrica. Ello no significa que no se produzcan grandes cambios en su forma y condiciones de vida: ahora tiene que tomar decisiones de una magnitud y de un tipo imposibles en la línea de montaje; se relaciona con personas antes inimaginables; se encuentra en una posición en la que ya no tiene que obedecer órdenes superiores, sino que por el contrario empieza dar sus propias órdenes; aunque no se quede personalmente con un centavo, por sus manos pasan verdaderas fortunas, sobre las que él tiene un gran capacidad para definir su destino, etc., etc. Podríamos pensar que rotando estas responsabilidades entre todos los trabajadores la cosa se solucionaría. ¡Pero cuán difícil es esa rotación!!!! Incluso para las simples tareas de un sindicato (en comparación con las de un estado revolucionario), ya podemos ver lo difícil que resulta aplicar el principio de rotación y alternancia. Desde luego que el principio es válido, y habrá que defenderlo. Pero deberíamos ser cuidadosos de lo que podemos esperar de él. Para mí sirve para limitar y controlar a las elites políticas (inclusos las elites revolucionarias); mas no para eliminarlas.

Nada de lo dicho implica necesariamente, a mi juicio, una mirada benevolente de la burocracia o de las élites dirigentes.
No creo que se colija de lo que ha señalado ningún juicio o mirada benevolente .

Se trata de realismo para entender su necesidad; no de aprobación apologética. Por consiguiente, la asunción realista de la imposibilidad de eliminarlas debe ir de la mano con los máximos esfuerzos por limitar sus privilegios, poderes y cristalización temporal. Al mismo tiempo, como conducta personal de los revolucionarios (pero no como exigencia a la totalidad de los funcionarios) se debe preconizar cierto ascetismo, renuncia a los privilegios, desarrollo de trabajo manual voluntario, etc. En mi opinión, la mayoría de los partidos de izquierda toleran y hacen la vista gorda ante formas y niveles de burocratización allí donde el fenómeno es evitable (por ejemplo en su propio seno), al tiempo que se muestran a mi juicio increíblemente ingenuas sobre lo que sucederá bajo el socialismo. Yo creo que hay que hacer lo contrario: combatir con mayor firmeza a la burocratización allí donde no es indispensable, sin ser ingenuos en cuanto a la posibilidad de eliminar a las elites y a la burocracia a cierta escala.

Incluso en una economía colectivizada es difícil ver cómo el obrero manual podría estar efectivamente en pie de igualdad con los trabajadores intelectuales, los profesionales o con los cuadros dirigentes. La experiencia de los estados revolucionarios de tipo soviético es más bien triste al respecto. Y aunque yo creo que serían posibles modelos sensiblemente mejores y más democráticos de socialismo, a esta altura me resulta difícil creer que en su seno no habrá diferencias sociales importantes.

¿Diferencias de clase?
Si tales diferencias serán diferencias de clases es una cuestión que en buena medida depende de la definición de clase que se tome. Hay mucho escrito al respecto, desde los clásicos de Trotsky sobre la burocracia como estrato privilegiado y la “nueva clase de Djilas”, hasta las más recientes conceptualizaciones de explotación de status o explotación por cualificaciones, sobre las que han escrito Roemer o Wright. Pero se trate o no de diferencias de clase, se tratará sin duda de diferencias y desigualdades importantes, que mal haríamos en ignorar cuando se dieran, y mal haremos ahora en no prever. Victor Serge dijo proféticamente en relación en los primeros inicios de la deriva burocrática de la revolución rusa: “el peligro están en nosotros”. Fue así, sigue siendo así, y creo que seguirá siéndolo. Nosotros los intelectuales, nosotros los revolucionarios profesionales, llevamos el virus.

¿Y tiene cura, podemos superar ese virus?
Es un virus para el que no se conoce cura todavía, pero del que se sabe la vertiginosa capacidad expansiva que tiene. Las experiencias de Rusia, China, Yugoslavia, Cuba, Nicaragua, Venezuela si querés, dicen mucho al respecto. Para no hablar de la facilidad con que el movimiento obrero produjo burocracias sindicales, y la increíble dificultad con que las contrarresta. Seguir hablando de estados obreros, de la abolición del estado, del objetivo de la disolución de la política por medio de una auto-organización espontánea de las masas sin institucionalización, etc. puede servir para la crítica de los órdenes existentes, pero no para la elaboración de propuestas viables alternativas. Se trata, a mi juicio, de una crítica irrealista; que nos dispone (y está bien) a los cuestionamientos de las burocracias y las élites, pero nos desarma respecto de las vías concretas por medio de las cuales podemos combatirlas. Y si mi hipótesis es correcta, si estamos realmente ante una plaga que no podemos aniquilar, entonces se impone buscar la manera de limitar sus alcances y sus efectos nocivos (dejando de soñar con su desaparición lisa y llana).

Claro, una élite revolucionaria con algunos privilegios simbólicos y pocos privilegios materiales sería un gran avance respecto de una sociedad de clases como el capitalismo. Pero no puede ser el objetivo, no es un bien; todo lo más será un mal necesario. Pero me cuesta ver cómo podríamos, en cualquier socialismo hoy imaginable, evitar la emergencia de este tipo de elites. Por eso prefiero bajar el tono sobre el socialismo y la clase obrera. El obrero de la línea de montaje no ejercerá directamente el poder: lo ejercerán funcionarios (de diferentes orígenes sociales) elegidos por ese y otros obreros. Lo cual no es lo mismo.

Desde luego, las palabras son palabras, y cada quien las puede usar como quiera. Perfectamente se podría argumentar que en un estado socialista (digamos, ya sin burguesía) toda la población es trabajadora y percibe un salario, con lo cual es legítimo hablar de estado obrero o de estado de los trabajadores. El punto, en todo caso, es que esto puede ser y ha sido usado como un mecanismo ideológico para ocultar los privilegios y el dominio de las burocracias. Y yo no creo que sea tan simple evitar a las burocracias, ni mucho menos creo que un estado socialista sea (como creyó Marx) un estado que propugna extinguirse a sí mismo y se encamine a hacerlo en un lapso más o menos breve. Por eso prefiero evitar los eufemismos o las fórmulas rituales consoladoras.

Me surgen mil preguntas sobre lo que ha señalado pero no puedo abusar de usted. Mi “explotación”, la que practico sobre usted y su tiempo, también tiene sus límites.

Habla usted de la imposición de una agricultura mecanizada y colectivista, “cuando los campesinos defendían la pequeña propiedad”. Me ha hecho pensar en Chevengur y en mi padre, un campesino, un jornalero agrícola, que aspiraba a la pequeña propiedad que nunca tuvo. ¿Es tan malo aspirar a la pequeña propiedad? ¿Hizo bien el gobierno bolchevique defendiendo esa agricultura mecanizada-colectivista a la que hace referencia? ¿Qué tipo de colectivismo era ese colectivismo impuesto? ¿Qué podía surgir de esa imposición?

Como socialista, estoy comprometido con formas colectivas de propiedad. Puede que no sea malo, o tan malo, en ciertos contextos, aspirar a la propiedad (privada); pero no es mi ideal. Pero la defensa de un ideal de propiedad colectiva no significa que uno acepte cualquiera de sus formas. La colectivización forzada del agro soviético fue deleznable. Y sus consecuencias sociales y económicas bastante perjudiciales.

¿Y si fuera un ideal contradictorio, o inconsistente, o poco eficaz, o de muy difícil praxis?
Creo que todos los ideales son en parte contradictorios, o al menos están atravesados por tensiones; y todos son de difícil praxis: ¿han sido menos contradictorios o más sencillamente establecidos los ideales liberales, nacionalistas, cristianos, etc.?

Seguramente no. Francisco Fernández Buey también solía llamar la atención sobre esas otras contradicciones o tensiones, no siempre reconocidas.

Habla usted en una nota a pie de página de las influencias populistas en el pensamiento de Lenin. Discute usted con las tesis de S. Clarke. ¿Qué aspectos de la tradición populista rusa serían heredados o incorporados por Lenin en su pensamiento político? ¿Fue buena o mala esa influencia?

Puede ser una discusión de nunca acabar.
Haga lo que pueda.
Hay muchas maneras de interpretar al populismo y al marxismo. En todo caso, Clarke creo que exagera las influencias populistas en Lenin; así como cree tener muy en claro qué sería ser auténticamente marxista. Yo diría, para no escapar por la tangente, que Lenin rechazó de los populistas (o, mejor dicho, de algunos de ellos) la táctica del terrorismo y la expectativa en emplear las tradiciones comunales como base de un socialismo agrario. Tomo de ellos (de algunos de ellos) la idea de un partido clandestino centralizado formado por revolucionarios profesionales íntegramente dedicados a la causa.

La dictadura del proletariado de la que también nos habla en este apartado, ¿llegó a existir en algún momento en la URSS?

Quizá en los primeros meses; pero rápidamente fue evolucionando hacia un régimen represivo. El contexto de guerra civil, claro, no favorecía a la dictadura del proletariado, entendida como una amplia democracia de los explotados.

La última pregunta de hoy: el socialismo revolucionario del siglo XXI, ¿debe ser hablando y vindicando la dictadura del proletariado? Si fuera que sí, ¿cómo debería concebirse y formularse para no generar incomprensiones y rápidos alojamientos a la velocidad de la luz en el vacío?

Habría que pensar en dos niveles analíticos, en una doble dimensión. La dimensión de los conceptos en su contenido empírico; y la de las resonancias simbólicas de los mismos. El sentido empírico original del concepto “dictadura del proletariado” suponía una amplia democracia de trabajadores, en el entendimiento de que sería un régimen todavía de clases, y que todo régimen de clase es en el fondo una dictadura (aún cuando tenga formas “democráticas”). El sentido contemporáneo y las sensibilidades actuales son diferentes. De tal cuenta, yo sería partidario de emplear otra terminología. De todos modos cuáles serían las formas posibles de una democracia de los productores es una incógnita histórica.

***

Nota de edición. 
Entrevistas anteriores:

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (I). "La perspectiva materialista en los términos de Marx que asumo puede sintetizarse en la sentencia: ‘el ser social determina la conciencia social'" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238338

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (II). "El socialismo como la organización de los productores libremente asociados nunca vio la luz, salvo a pequeña escala o por momentos fugaces" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238571

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía en Marx y en la tradición marxista (III). "Sobre el marxismo sin ismos de Paco Fernández Buey tengo la mejor de las opiniones. En realidad la tengo del conjunto de su obra" (*) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238794

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (IV). "Antoni Domènech ha realizado un estudio histórico magistral del concepto de fraternidad" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=239177

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (V). "Intento mostrar que Marx tuvo -hasta finales de los sesenta del XIX- una concepción relativamente ingenua del proceso de expansión capitalista" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=239526

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (VI). "Para Marx las cosas verdaderamente valiosas son las que constituyen un fin en sí mismas y no un mero medio para otra cosa" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=239785

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (VII), "La concepción usual de la dialéctica en la tradición marxista se basa en generalidades como la negación de la negación" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240133

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (VIII). "La pasión política es tomar la política como una necesidad vital, como un fin en sí mismo y en el que se juegan las convicciones" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240735

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (IX). "Marx, en sus últimos años, corrige algunas concepciones suyas de años anteriores; pero no veo una ruptura total o completa". http://www.rebelion.org/noticia.php?id=241240

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (X). “Engels solía ser más perspicaz que Marx en muchas cuestiones históricas, y en asuntos científicos, por no hablar de los militares” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=241504

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (XI). “Plajanov es un exponente del determinismo tecnológico: una concepción que yo no comparto” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=242601

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (XII). “No hay ningún vínculo necesario entre clase obrera y socialismo” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=242899

lunes, 25 de junio de 2018

La batalla interior de los físicos del nazismo ¿Cómo estudiar la relatividad despreciando a Einstein? Philip Ball indaga en la compleja relación entre ciencia y política bajo el Tercer Reich.

La batalla interior de los físicos del nazismo
La física fue la gran ciencia de la primera mitad del siglo pasado, la especialidad capaz de los mayores honores y los peores horrores. También fue el campo de acción de los mayores héroes y villanos, del desarrollo de usos de las radiaciones para curar y para matar. ¿Dónde estaba cada uno? ¿Cómo sobrevivieron al nazismo los que se quedaron en Alemania? ¿Cómo hablaban de relatividad sin Einstein? ¿Era posible asomarse al nuevo mundo despreciando la ciencia judía,teniendo en cuenta que una cuarta parte de los físicos alemanes eran, en 1933, oficialmente “no arios”?

Philip Ball indaga en este libro sobre la batalla en el alma de los físicos alemanes bajo el Tercer Reich, al menos según el título original. Y lo hace con profundidad pero sin sesgos, sin apriorismo y con un análisis riguroso y equilibrado. Dejando claro, también, que no hay ciencia sin política. Es el retrato de un momento científico apasionante —es poco probable que veamos nunca nada igual, el descubrimiento, literalmente, de un universo desconocido— y de un momento político excepcional.

Y no es fácil, desde luego, mantener el equilibrio cuando se conoce, por ejemplo, el trato que recibió Lise Meitner, judía, mujer, ninguneada por su jefe —ni siquiera la mencionó cuando recogió el Nobel que ella merecía— y que pudo escapar de Alemania gracias a Peter Debye, uno de los personajes clave para el autor. Precisamente Ball, divulgador científico y editor durante veinte años de la revista  Nature, rescata del lugar de los apestados en el que han colocado algunos biógrafos a Debye y, de hecho, este es en cierta medida el hilo conductor, pese a haber sido considerado “un premio Nobel con las manos sucias”.

La batalla interior de los físicos del nazismo Peter Debye, que trabajó “en una de las áreas menos glamurosas de la ciencia: la fisicoquímica”, fue acusado (en enero de 2006) de connivencia con los nazis, pese a que nunca quiso adoptar la nacionalidad alemana, lo que hubiera supuesto perder la holandesa, y que fue, de hecho, quien hizo posible la huida de Meitner. Pero se movió en una zona gris en algunas ocasiones, entre el fervor por el conocimiento y el acatamiento de normas claramente racistas. Precisamente en esa zona gris es donde Ball trata de explicar, y de entender, los comportamientos de los protagonistas de esta historia, el gran Planck, Heisenberg y todas las lumbreras del momento.

En el proceso de nazificación de Alemania distingue Ball a los convencidos y a quienes viven lo que pasa viendo un país deshecho que comienza a levantarse y ven con buenos ojos que se restaure “el honor nacional. Eso no significa que Heisenberg recibiera con beneplácito el ascenso de Hitler, pero, como a muchos alemanes de familias de clase media alta, lo predispuso favorablemente hacia algunos aspectos de las políticas nacionalsocialistas, entre ellos su truculencia militarista”.

Se trata, en fin, de entender cómo los físicos alemanes se comportaron, en palabras de Planck, “como un árbol frente al viento”. O, dicho de otra manera, cómo unas personas tan inteligentes se acomodaron a una situación en la que “lo que antes había sido impensable se volvió de repente factible”.

Al servicio del Reich. La física en tiempos de Hitler. Philip Ball. Traducción de José Adrián Vitier. Turner. Madrid, 2014. 354 páginas. 24 euros.

https://ep00.epimg.net/descargables/2015/02/10/c0dd1114dbcb147926675e72705ee8be.pdf?rel=mas

https://elpais.com/cultura/2015/02/10/babelia/1423567411_709762.html

domingo, 10 de junio de 2018

El Gobierno más beligerante contra las pseudociencias. Tanto la ministra de Sanidad como el de Ciencia son conocidos por su lucha contra los falsos remedios.

Además de por su gran cantidad de mujeres, el nuevo Gobierno que ha confeccionado el presidente Pedro Sánchez destaca por otra característica menos visible: su notable beligerancia contra el fenómeno de las pseudociencias. Y entre todas, destaca la homeopatía, contra la que se han manifestado muy duramente, y en numerosas ocasiones, tanto la nueva titular de Sanidad, Carmen Montón, como el flamante ministro de Ciencia, Pedro Duque.

Montón es la primera consejera de Sanidad que ha enviado una instrucción a los centros sanitarios para que combatan las pseudoterapias

"Permitir que la homeopatía se venda en las farmacias como medicamento genera confusión y riesgo social, para la salud y para la economía de las personas", aseguraba tajante Montón a este periódico hace tan solo siete semanas. La por entonces consejera de Sanidad de la Generalitat Valenciana había sido la que con más rotundidad se había opuesto a los planes de Dolors Montserrat, su predecesora, para regularizar los preparados homeopáticos. Ante esta medida, que permitirá vender estos falsos remedios como medicamentos en las farmacias, Montón pedía que no se perdonara ni un euro a los laboratorios homeopáticos por los años que llevan lucrándose gracias a su situación en un limbo legal.

Montón no se conformaba con pedir a Sanidad que pusiera alto el listón a la homeopatía. La nueva ministra pedía que se sacaran de inmediato de las farmacias y que se llevara a Bruselas la batalla, puesto que es una directiva europea la que respalda su presencia en las farmacias. Para "velar por la salud de las personas", Montón pedía que se retirara esa directiva y, en general, "desterrar todo lo que no sea ciencia".

La nueva titular de Sanidad mostró que su actitud va más allá de las palabras, al convertir a su autonomía en la primera que enviaba una instrucción a todos los centros sanitarios dependientes de su departamento para desterrar las pseudociencias. "La buena práctica médica está ligada a la evidencia científica", aseguraba Montón, y las administraciones públicas tienen la obligación de "diferenciar claramente entre los productos que cuentan con un respaldo de medicina basada en la evidencia". El documento era tajante: "No está autorizada la publicidad, promoción, presencia o desarrollo de cualquier actividad que no sea reconocida como asistencial, consideradas como pseudociencias porque no hay conocimiento y experimentación científica de estas".

Duque, muy activo contra las pseudociencias, ha calificado la homeopatía de "chuches que no sirven para nada"

También tajante, aunque más mordaz, ha sido el astronauta Pedro Duque al referirse a las pseudociencias. Contra la homeopatía se ha manifestado en numerosas ocasiones, a la que ha tachado de "chuches", por presentarse en formato de bolitas edulcoradas sin principio activo ni indicación terapéutica. "Por mucho que la industria de la homeopatía consiga, con no sabemos qué artes, que la Unión Europea o los gobiernos lo amparen, eso no cambia nada. NO FUNCIONA. NO HACE NADA", escribía. También ha tuiteado frases como "la homeopatía tiene exactamente las mismas ventajas que el agua del grifo" o "la homeopatía funciona tanto como plana es la Tierra".

En otras ocasiones ha cargado contra las "conspiraciones" contrarias a la ciencia que circulan en redes sociales y los "timos" que hay que combatir, como cuando tuiteó que "el reiki es lo que mi abuela llamaba 'cura sana culito de rana”. Todo su perfil de Twitter está cargado de mensajes propios y ajenos de defensa de la medicina frente a los falsos remedios. Pero quienes más difícil lo tendrán serán los pocos que defienden que la Tierra es plana, sobre quienes ha bromeado con la seguridad que ofrece haber visto con tus propios ojos la esfera terráquea desde fuera.

Montón, licenciada en Medicina, no se encontrará sola en el Consejo de Ministros cuando tenga que defender a la medicina frente a los falsos remedios, ya que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, también es médica. Fue gerente del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla hasta que fue nombrada viceconsejera de Salud (2002-2004) y máxima responsable de esta cartera (2004-2012), por lo que estará tan familiarizada como Montón con los verdaderos retos de la medicina frente a quienes venden humo y promesas de curaciones milagrosas. Además, Duque no es el único ingeniero aeronáutico, puesto que el ministro de Exteriores, Josep Borrell, también cuenta con esa formación en su extenso currículum.

La ministra de Medio Ambiente será el azote de quienes nieguen la ciencia del cambio climático

Pero la pseudociencia no es un problema exclusivo del mundo de la salud. Y en ese sentido, Teresa Ribera puede considerarse uno de los peores azotes de los negacionistas de la ciencia que respalda el cambio climático. La nueva ministra de Medio Ambiente es una de las personalidades más respetadas del planeta en la lucha contra el calentamiento de la Tierra y se la considera una de las piezas clave de la gestión del Acuerdo de París para reducir las emisiones. Ribera aseguraba a Materia hace unos pocos días que "es enormemente preocupante la lentitud en la respuesta en la reducción de emisiones" y calificaba de "particularmente cínica" la actitud de Trump, por dudar de la autenticidad del cambio climático. Quienes se atrevan a discutir los datos científicos que demuestran la gravedad de la situación, encontrarán en Ribera un muro tan duro y alto como pueda serlo Montón en el ámbito de la ciencia médica.

https://elpais.com/elpais/2018/06/06/ciencia/1528283705_621696.html

sábado, 2 de junio de 2018

La ciencia avala un plan para intentar eliminar la ultrapobreza. Una estrategia de choque para salir de la miseria logra que los participantes generen hasta cuatro euros por cada uno invertido

Hace un lustro, la economista Dambisa Moyo, nacida en Zambia y doctorada en Oxford, provocó un terremoto en el mundo de la cooperación. En los 15 años anteriores, según relataba en su libro Cuando la ayuda es el problema, los países ricos habían transferido un billón de dólares a África en forma de ayuda al desarrollo. ¿Había mejorado eso la vida de los africanos? No, según ella: los beneficiados por las ayudas estaban peor que antes, “mucho peor”, atrapados en un círculo vicioso de corrupción, dependencia del dinero de los países ricos y distorsión de sus mercados.

El libro de Moyo se enfrentaba a otro clásico, El fin de la pobreza, del economista estadounidense Jeffrey Sachs, que proponía una hoja de ruta para acabar con la miseria mediante una ayuda al desarrollo bien planificada. El debate se podría resumir en lo que piensa cualquiera que dona parte de su sueldo a una organización de ayuda al desarrollo: ¿esto valdrá para algo?

Un nuevo estudio, publicado hoy en la revista Science, arroja luz al asunto y bendice, mediante el método científico, un plan para luchar contra la pobreza extrema. Sus autores han seguido durante tres años a 21.000 de las personas más pobres del mundo, en seis países: Etiopía, Ghana, Honduras, India, Pakistán y Perú. Los analizados son una ínfima parte de los 1.000 millones de ultrapobres, aquellos que viven con menos de un euro al día. Durante dos años, estos 21.000 escogidos participaron en un plan de ayuda al desarrollo conocido como “modelo de graduación”, concebido en 2002 por la ONG BRAC, de Bangladesh.

Diferentes organizaciones ofrecieron a estos hogares en pobreza extrema un abanico de medios de vida, a elegir, desde colmenas de abejas en Etiopía a la cría de cobayas en Perú o de cerdos en Honduras. A continuación, los participantes recibieron formación para gestionar sus nuevos recursos, como instrucciones para revender animales después de engordarlos.

Dentro de este empujón para salir de la miseria, los hogares recibieron una ayuda mensual en forma de comida o dinero en metálico, con el objetivo de que los beneficiados se pudieran centrar en sus nuevos negocios. Durante todo el proceso, un equipo de asesores visitaba las casas semanalmente para solucionar dudas y animar a los participantes a guardar dinero en una cuenta de ahorro para futuribles emergencias. Además, las familias recibían formación en sanidad, para evitar enfermedades. Al cabo de dos años, se las dejaba solas.

El equipo de investigadores ha evaluado la eficacia de esta estrategia. Para ello, han empleado el mismo método que se utiliza para determinar si funciona un medicamento: comparar dos grupos de personas similares, uno sometido a la intervención y el otro, no. Y funcionaba.

Tras un año de independencia, los participantes habían conseguido mantener sus negocios y disfrutar de un mayor nivel de vida que sus vecinos: más ingresos, más ahorros, más salud y mayor consumo de alimentos. “Por cada euro invertido, la gente generaba entre 1,33 y 4,33 euros, dependiendo del país”, explica una de las autoras, la economista francesa Esther Duflo, galardonada el miércoles con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.

En India, el programa, centrado en la cría de cabras, supuso una inversión de 290 euros por cada familia. El retorno ha sido el máximo de los países analizados, el 433%. En Etiopía, la entrega de ovejas, cabras o colmenas, más el asesoramiento, costó 775 euros por hogar. Cada euro invertido generó 2,6. En Honduras, una enfermedad en las gallinas empleadas hizo fracasar el programa. Fue el único país en el que se perdió dinero, con un retorno negativo del -200%.

Esther Duflo, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE UU), insiste en que es “rentable” para los gobiernos. En Etiopía, afirma, “se espera que el programa llegue a tres millones de personas”. Y también se está ampliando en India y Pakistán. Reducir a cero el número de ultrapobres “se debe, y se puede, en 2030”, afirman los autores en Science.

“Este estudio respalda lo que estamos intentando hacer todos, programas integrales con intervenciones completas en varios ámbitos para romper la trampa de la pobreza. Pero no todo contexto es susceptible de aplicar estos programas, no existe una receta universal”, opina la economista española Marta Valdés, directora del Área de Desarrollo Temático y Metodológico de Oxfam, una confederación de ONG que lucha contra la pobreza en 90 países.

Valdés, que no ha participado en el estudio, subraya los efectos psicológicos en los participantes: “El hecho de que sientan que la sociedad piensa en ellos y que ellos son importantes para la sociedad es crítico”. Sin embargo, pide más seguimiento. “Estos programas son rentables para los gobiernos, porque dinamizan la economía, pero hay que ver si los efectos se mantienen en el tiempo”, recalca.

https://elpais.com/elpais/2015/05/14/ciencia/1431619490_109589.html