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jueves, 28 de junio de 2018

Es posible salvar el euro? Macron articuló una visión clara del futuro de Europa, pero Merkel enfrió todas sus propuestas.

JOSEPH E. STIGLITZ

Puede que el euro esté acercándose a otra crisis. Italia, tercera economía más grande de la eurozona, eligió un gobierno que, en el mejor de los casos, puede describirse como euroescéptico. No debería sorprender a nadie. La reacción de Italia es otro episodio predecible (y predicho) en la larga saga de un sistema monetario mal diseñado, en el que la potencia dominante (Alemania) impide reformas necesarias e insiste en políticas que agravan los problemas básicos, con una retórica aparentemente dirigida a inflamar pasiones.

A Italia le fue mal desde la creación del euro. Su PIB real (deflactado) en 2016 fue el mismo que en 2001. Pero tampoco le fue bien a la eurozona en conjunto. De 2008 a 2016, su PIB real sólo aumentó un 3% en total. En 2000, un año después de la introducción del euro, la economía de Estados Unidos era sólo 13% más grande que la de la eurozona; en 2016 era 26% más grande. Tras un crecimiento real cercano al 2,4% en 2017 (insuficiente para revertir el daño de un decenio de malos resultados), la economía de la eurozona comienza nuevamente a perder ímpetu.

Si a un solo país le va mal, la culpa es del país; si les va mal a muchos, la culpa es del sistema. Y como explico en mi libro El euro: cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa, el euro era un sistema prácticamente diseñado para fracasar: eliminó los principales mecanismos de ajuste de los gobiernos (tipos de interés y de cambio) y, en vez de crear instituciones nuevas que ayudaran a los países a enfrentar la diversidad de situaciones en que se encuentran, impuso nuevas restricciones (basadas a menudo en teorías económicas y políticas desacreditadas) al déficit, a la deuda e incluso a las políticas estructurales.

Supuestamente, el euro traería prosperidad compartida, lo que afianzaría la solidaridad y promovería el objetivo de integración europea. Pero en realidad, hizo exactamente lo contrario: frenó el crecimiento y sembró la discordia.

El problema no es falta de ideas sobre cómo continuar. El presidente francés Emmanuel Macron, en un discurso pronunciado en la Sorbona en septiembre pasado y en otro pronunciado en mayo, cuando recibió el Premio Carlomagno por sus contribuciones a la unidad europea, articuló una visión clara para el futuro de Europa. Pero la canciller alemana Angela Merkel echó un balde de agua fría sobre sus propuestas, al sugerir, por ejemplo, sumas de dinero ridículamente pequeñas para áreas donde se necesitan inversiones con urgencia.

En mi libro destaco la necesidad urgente de contar con un esquema compartido de garantía de depósitos para prevenir embestidas contra los sistemas bancarios de los países débiles. Aunque Alemania parece consciente de que una unión bancaria es importante para el funcionamiento de una moneda única, su respuesta hasta ahora ha sido similar a la de San Agustín: “Oh, Señor, hazme casto, pero no todavía”. Al parecer, lo de la unión bancaria es una reforma para emprender en algún momento futuro, sin importar cuánto daño se haga en el presente.

El problema central de las uniones monetarias es cómo corregir desajustes cambiarios como el que ahora afecta a Italia. La respuesta de Alemania ha sido echar la carga sobre los países débiles, que ya sufren alto desempleo y bajas tasas de crecimiento. Y ya sabemos cómo termina: más dolor, más sufrimiento, más desempleo y menos crecimiento todavía. Incluso si en algún momento el crecimiento se recupera, el PIB nunca llega al nivel que hubiera alcanzado con una estrategia más sensata. La alternativa es trasladar una parte mayor del peso del ajuste a los países fuertes, que tienen salarios más altos y una demanda más sólida sostenida por programas de inversión pública.

Ya hemos visto muchas veces el primer y segundo acto de este drama. Un nuevo gobierno asume con promesas de negociar mejor con los alemanes para poner fin a la austeridad y diseñar un programa de reforma estructural más razonable. Si los alemanes ceden aunque sea un poco, igual no alcanza para cambiar el rumbo económico. El sentimiento antialemán aumenta, y cualquier gobierno (de centroizquierda o centroderecha) que insinúe la necesidad de hacer reformas pierde el poder. Avanzan los partidos antisistema, surge el estancamiento político.

El rumbo político de toda la eurozona está entrando en un estado de parálisis: los ciudadanos quieren permanecer en la Unión Europea, pero también quieren el fin de la austeridad y el regreso de la prosperidad. Se les dice que no pueden tener ambas cosas. Esperando todavía un cambio de ideas en el norte de Europa, los gobiernos en problemas mantienen el rumbo, y el sufrimiento de sus pueblos aumenta.

La excepción es el gobierno socialista del primer ministro portugués António Costa, que llevó a su país a un renovado crecimiento (2,7% en 2017) y alcanzó un alto nivel de popularidad (en abril de 2018, el 44% de los portugueses calificaba el desempeño del gobierno como superior a las expectativas).

Puede que Italia sea otra excepción, pero en un sentido muy diferente. Allí hay oposición al euro tanto desde la izquierda cuanto desde la derecha. Ahora que la ultraderechista Liga está en el poder, puede que su líder Matteo Salvini (un político experimentado) ponga realmente en práctica la clase de amenazas que en otros países los novatos tuvieron miedo de implementar. Italia es suficientemente grande, y tiene una gran cantera de economistas buenos y creativos, para manejar un abandono de facto del euro con la implantación en la práctica de un sistema bimonetario flexible, que tal vez ayude a restaurar la prosperidad. Iría contra las reglas del euro, pero la carga de un abandono teórico, con todas sus consecuencias, se trasladaría a Bruselas y Frankfurt; en tanto, Italia podrá contar con que la parálisis de la UE evite la ruptura final. Cualquiera sea el resultado, la eurozona quedará hecha pedazos.

Pero no tiene por qué ser así. Alemania y otros países del norte de Europa pueden salvar al euro si muestran más humanidad y más flexibilidad. Pero tras haber visto muchas veces los primeros actos de este drama, no confío en que vayan a cambiar el argumento.

Joseph E. Stiglitz es el ganador del Premio Nobel 2001 en Ciencias Económicas. Traducción: Esteban Flamini. © Project Syndicate, 2018. www.project-syndicate.

https://elpais.com/economia/2018/06/21/actualidad/1529601682_692892.html

jueves, 25 de enero de 2018

_- Informe OXFAM enero 2018. Premiar el trabajo, no la riqueza

_- OXFAM

Para poner fin a la crisis de desigualdad, debemos construir una economía para los trabajadores, no para los ricos y poderosos.

El año pasado se produjo el mayor aumento de la historia en el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones de dólares, con un nuevo milmillonario cada dos días. En 12 meses, la riqueza de esta élite ha aumentado en 762 000 millones de dólares. Este incremento podría haber terminado con la pobreza extrema en el mundo hasta siete veces. El 82% de la riqueza generada durante el último año fue a parar a manos del 1% más rico, mientras que la riqueza del 50% más pobre no aumentó lo más mínimo.

La riqueza extrema de unos pocos se erige sobre el trabajo peligroso y mal remunerado de una mayoría. Mientras las mujeres ocupan mayoritariamente los empleos más precarios, prácticamente todos los súper ricos son varones. Los Gobiernos deben favorecer la creación de una sociedad más igualitaria a base de dar prioridad a los trabajadores y a los pequeños productores agrarios en vez de a los más ricos y poderosos.

Informe:
https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/file_attachments/bp-reward-work-not-wealth-220118-es.pdf

Resumen: https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/file_attachments/bp-reward-work-not-wealth-220118-summ-es.pdf

Metodología: https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/file_attachments/tb-reward-work-not-wealth-methodology-note-220118-es_0.pdf

Fuente: https://www.oxfam.org/es/informes/premiar-el-trabajo-no-la-riqueza

lunes, 9 de octubre de 2017

Erizos y zorros en Cataluña. Con frecuencia se abre un foso entre los creadores y los transmisores del saber

Los economistas ¿son erizos o son zorros? Los erizos saben mucho de una sola cosa; los zorros saben de muchas cosas de un modo más superficial. Esta distinción fue hecha por Isaiah Berlin a principios de los años cincuenta del siglo pasado basándose en un proverbio del griego Arquíloco. Los científicos (creadores) suelen ser erizos; los diletantes y los divulgadores (transmisores) pertenecen al territorio de los zorros. El tiempo en que vivimos suele ser más favorable a los zorros que a los erizos.

Esta leyenda ha sido desarrollada recientemente por el premio Nobel de Economía, el francés Jean Tirole, en su libro La economía del bien común (editorial Taurus), para analizar el papel de los economistas en los asuntos públicos: ¿son erizos o son zorros?; ¿están encerrados en torres de marfil o son consejeros del príncipe?; ¿siguen siendo ciertas las palabras de Keynes en su Teoría general de que todos los políticos aplican sin saberlo las recomendaciones de economistas cuyos nombres desconocen, muchas veces ya difuntos?

Estas consideraciones no tienen por qué ser abstractas sino que se pueden aplicar a coyunturas concretas. Por ejemplo, hay una serie de economistas catalanes, sin duda erizos, de los mejores en el mundo en su especialidad académica, que se han manchado las manos en el procés, a favor de una de las partes. Para nuestra reflexión da igual de cuál de las dos. En uno u otro grado han abandonado su laboratorio y han participado en la refriega (alguno de ellos incluso a través de las redes sociales), causando el estupor de algunos de sus seguidores tradicionales en el terreno científico. Ironiza Tirole con gracia con que a Adam Smith no se le pedía que hiciera previsiones, redactara informes, hablara por la televisión, llevara un blog, tuitease o tuviera su muro de facebook, y escribiese buenos manuales de divulgación. Y concluye: “Todas estas demandas sociales son legítimas, pero con frecuencia cavan un foso entre creadores de saber y transmisores de saber”.

Científicos sociales –en este caso, economistas- que suelen ser los primeros de la clase en lo suyo, pueden estar profundamente errados o ser banales cuando se convierten en militantes o en analistas “de aeropuerto” (como dice Krugman). Las maravillosas Memorias de Galbraith, publicadas hace muchos años, son pródigas en la autocrítica de sus equivocaciones al saltar al mundo de la política. Ojalá esto no fuese una excepción o un momento de debilidad y, con la distancia suficiente, pudiésemos conocer las introspecciones de una profesión poco dada a ellas. ¿Han reconocido los economistas hegemónicos el fracaso de sus lecciones durante la Gran Recesión?, ¿han reflexionado en público sobre las contorsiones ideológicas hechas para salvarse y cómo se deshicieron sin complejos de sus directrices neoclásicas y de su abominación por la intervención pública y tuvieron que empezar a comportarse como economistas keynesianos con esteroides, para que el Estado interviniese por doquier, so pena de crash? Muchos de estos economistas no sólo no previeron lo que se venía encima sino que con sus recomendaciones convirtieron lo que podía haber sido una recesión “del montón” en la Gran Recesión.

https://elpais.com/economia/2017/10/01/actualidad/1506860779_685597.html

viernes, 9 de junio de 2017

¿Quiénes son los adictos a la deuda?

eldiario.es


- Cuando se nos dice que hay que salvar a los bancos, lo que se quiere decir es que hay que crear las condiciones que les permitan seguir creando deuda

- Quinto artículo de la serie Desvelando mentiras, mitos y medias verdades económicas

Uno de los mitos más extendidos sobre la vida económica es el que afirma que la enorme deuda que se acumula en el mundo es consecuencia de que la gente normal y corriente vive por encima de sus posibilidades y de que los partidos de centro-izquierda son muy pródigos cuando gobiernan, produciendo grandes déficits que la aumentan sin cesar.

Se trata, como tantas otras, de una falsedad que se desmiente fácilmente con el conocimiento elemental de los procesos económicos y con los datos. Pero que, a base de repetirse miles de veces, ha terminado por convertirse en un credo que la gente asume y que, gracias a ello, permite imponer las políticas económicas que benefician a otros.

Cuando se consigue que la gente crea que la deuda tan elevada se ha generado por su culpa, debido a su comportamiento irresponsable, se pueden ya imponer medidas correctivas "de austeridad" y recorte en los gastos sin que sus beneficiarios protesten, o al menos sin que lo hagan suficiente o convencidamente, pues están convencidos de que deben expiar su culpa.

La trampa es clara: unos (los acreedores) generan la deuda en su beneficio pero hacen creer a los deudores que estos últimos son los responsables de ella, y así pueden imponerles más fácilmente las condiciones que aseguren el pago, multiplicado por los intereses, de la deuda. Y la trampa es tan antigua que la palabra "deuda" significa también "culpa" en muchas lenguas. Para Nietzsche el propio concepto de culpa procede del "tener deuda": el deudor siempre es culpable.

Los datos, como he dicho, muestran claramente que son precisamente los gobiernos más a la derecha los que multiplican la deuda mientras que los de centro-izquierda suelen ser los que tienen que dedicarse a reducirla. Y la prueba más evidente de que son las políticas más liberales las que aumentan la deuda se tiene simplemente comprobando que su mayor incremento histórico se ha producido precisamente desde los años 80 del siglo pasado cuando comenzaron a imponerse generalizadamente.

El caso de Estados Unidos es paradigmático. El padre de la revolución conservadora que impulsó el neoliberalismo, Ronald Reagan, llegó a la presidencia diciendo que la deuda estaba fuera de control, cuando en realidad se encontraba en el nivel más bajo de los últimos 50 años. Pero lo que ocurrió fue que bajo su mandato y el siguiente de Bush padre la deuda se disparó como nunca antes, volvió a bajar con la presidencia demócrata de Clinton y nuevamente subió con Bush hijo. Y algo parecido se puede decir con la ingente deuda que los países más atrasados acumularon bajo gobiernos de derecha o extrema derecha a partir de los años 80.

La banca internacional, de la mano de la CIA, impulsó golpes de Estado para imponer a dictadores civiles o militares cuya primera y principal tarea consistía en suscribir préstamos multimillonarios (muchos de los cuales ni siquiera llegaban a sus países). Las auditorías que se han realizado años después en algunos lugares han demostrado que ese endeudamiento fue un auténtico crimen contra sus pueblos, una deuda ilegítima y tramposa que las grandes potencias y los poderes financieros no tienen la vergüenza de reconocer como tal.

En España estamos viendo en estos últimos años que sucede algo parecido. Los ayuntamientos más endeudados son precisamente los del Partido Popular y cuando han llegado partidos o coaliciones de centro-izquierda se han de dedicar a reducirla con enorme esfuerzo.

Se ha dicho hasta la saciedad que el problema de deuda que ahora tiene la economía española se debe a que antes de la crisis la gente corriente vivía "por encima de sus posibilidades" pero los datos también contradicen esa idea. Según los del Banco de España, en 2008 a las familias le correspondía el 25% de la deuda total y el 35% de la deuda no financiera (excluida la de los bancos, es decir, sólo la de las familias, la del sector público y la de las empresas no financieras). A las empresas no financieras, el 33% de la total y el 47% de la no financiera. Al sector público el 11,8 % de la total y el 16% de la no financiera y a las entidades financieras, el 30,3% de la total. Y, además, el 49,1% de las familias y el 83,5% del 20% con menos ingreso no estaban endeudadas. Y la mayoría de las familias (73,4%) con menos renta (40%) solo tenían en aquel año la deuda correspondiente a su vivienda habitual.

En contra de lo que se quiere hacer creer, las familias y las personas corrientes, o las pequeñas y medianas empresas, no son las adictas a la deuda, y endeudarse no es lo que buscan los partidos políticos más progresistas. Todo lo contrario, son ellos quienes sufren la deuda como lo que es, una esclavitud resultado de la desigualdad y de las políticas de creación artificial de escasez y de bajos ingresos.

La razón de por qué la deuda es tan elevada en todas las economías es otra, doble y bien clara. Por un lado, porque es el negocio de la banca y ésta tiene suficiente poder como para imponer un modelo generalizado de crecimiento económico impulsado por la deuda para garantizar y aumentar sus beneficios. Y, por otro, a causa de los intereses que la multiplican sin cesar.

Gracias a las normas que regulan el sistema bancario desde hace décadas, la banca tiene el privilegio de poder dar préstamos creando el dinero que presta desde la nada, es decir, sin tenerlo previamente. Y es obvio que un privilegio como este no lo desperdicia, sino que lo utiliza a la máxima potencia.

Si el negocio de la banca es dar préstamos (si solo recibiera depósitos se arruinaría) y lo que busca es aumentar su beneficio, lo que tiene que hacer es crear deuda constantemente. Para ello utiliza su poder, que es enorme precisamente por ese mismo privilegio, para imponer las políticas que restringen el ingreso y que obligan a endeudarse constantemente, o que implican modos de vida (viviendas en propiedad) que necesitan financiación externa, o para corromper a los políticos y obligarlos a realizar gastos cuantiosos, sean necesarios o no pero que deben financiarse con su crédito.

Quien es adicto a la deuda es la banca porque esa es la fuente de sus ganancias y de su impresionante poder, no solo financiero, sino también mediático, cultural y político.

La segunda razón que hace que la deuda se multiplique es el interés.

El dinero que un banco central o un banco comercial da en préstamo viene, como he dicho, de la nada. Por eso los bancos centrales pueden prestar al 0% a los bancos privados, como igual podría hacer un banco privado o comercial (otra cosa es que el interés se utilice como incentivo o desincentivo en la vida económica). Pero estos últimos lo prestan al interés más alto que pueden y, además, con fórmulas de interés compuesto que multiplican la deuda en poco tiempo: una al 7% se duplica en diez años, por ejemplo.

Los datos que muestran el peso de los intereses en la deuda total son abrumadores. De cada 100 euros de deuda pública acumulada en el conjunto de la UE-28 de 1995 hasta finales de 2015, más de la mitad (57,6 euros) corresponden a intereses, en la eurozona 60,5 euros y en España 61,4 en ese mismo periodo.

Cuando se nos dice que hay que salvar a los bancos, lo que se quiere decir es que hay que crear las condiciones que les permitan seguir creando deuda. Y es precisamente por ello que en estos últimos años en que se han ido rescatando con inmensas cantidades de dinero público (que han obligado a endeudarse aún más a los Estados) lo que ha ocurrido es que la deuda ha vuelto a crecer espectacularmente. Lógico: un banco rescatado es el que de nuevo comienza a generar deuda.

Nos decían que había que imponer las políticas de recortes para que bajara la deuda pero lo que se buscaba era justo todo lo contrario: reducir la capacidad de generar ingreso propio para que los bancos volvieran a prestar y a crear deuda. Por eso en 2015 había en Europa cinco billones más de deuda pública que en 2007, y 2,4 billones más que en 2010. Y por eso la deuda total ha aumentado en 57 billones de dólares en todo el mundo desde 2007 a mediados de 2016, y la de los Estados ha pasado de 26 billones de dólares a 56,5 billones en ese mismo periodo.

La prueba del engaño es que la deuda haya subido de esa manera justamente en el periodo de aplicación de políticas de recortes sociales y rescate a la banca justificadas como las imprescindibles para disminuirla.

Juan Torres López es economista, miembro del Consejo Científico de Attac España y catedrático de Economía aplicada en la Universidad de Sevilla.
@JUANTORRESLOPEZ

Fuente:

http://www.eldiario.es/temas/desvelando_mentiras_mitos_y_medias_verdades_economicas/

martes, 6 de junio de 2017

Entrevista a la economista Elena Idoate, miembro del Seminari d'Economia Crítica Taifa “El sistema te hace responsable de tus éxitos y tus fracasos... Y esto es devastador”.

Rebelión

El Informe “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo” de la OIT señala que 3,4 millones de personas en todo el planeta podrían entrar en situación de desempleo en 2017, con lo que la cifra global de parados superaría los 200 millones. En 2016 casi la mitad de los trabajadores de Asia Meridional y dos tercios de los del África Subsahariana viven en situaciones de pobreza extrema o moderada. Además, según el documento de la OIT, está previsto que las formas “vulnerables” de trabajo se sitúen en torno al 42% (1.400 millones de personas) del empleo global en 2017. La realidad laboral en el mundo de hoy ha centrado la intervención de la economista Elena Idoate, miembro del Seminari d'Economia Crítica Taifa, en la sesión formativa organizada el 20 de mayo en la Librería La Repartidora de Valencia. Sobre las transformaciones en el mercado laboral y las nuevas tendencias, considera que la fuerza de trabajo cada vez asume más riesgos, se convierte en su propia “marca” y reviste la condición de “emprendedor”, en una situación de competencia total frente a otros trabajadores. Asimismo, “se te transfiere la responsabilidad de todos tus éxitos y fracasos”, señala la economista.

-Como coautora del libro colectivo “Sobiranies. Una proposta contra el capitalisme” (Espai Fàbrica, 2017). ¿Por qué son importantes las “soberanías”?
Es la cuestión esencial. Creemos que es un concepto muy potente, sobre el que se puede articular una propuesta contra el capitalismo; que tenga como punto de partida experiencias concretas actuales y pueda ir desplegándose poco a poco. Entendemos por “soberanías” que los ámbitos esenciales de la reproducción de la vida han de estar en manos del control popular. Es decir, tiene que darse una soberanía de la gente sobre los elementos más básicos. En la alimentación, en la cultura y en todo lo demás...

-¿Qué supone la ciudad de Barcelona para una activista y economista de la periferia, del municipio de El Prat de Llobregat, de 63.000 habitantes?
Creo que Barcelona tiene una gran centralidad en los movimientos sociales; la ciudad y sus problemas, que son muy importantes, cobran un gran protagonismo e invisibilizan otras muchas cosas. Así, vamos siempre un poco a remolque. Y Barcelona no es el centro del mundo.

-Desde hace más de una década la capital catalana reúne en el Mobile World Congress a las principales empresas y profesionales de las telecomunicaciones móviles; la 080 Fashion Barcelona ha celebrado en el Teatre Nacional de Catalunya su 19 edición, con 33 desfiles; el Zurich Marató de Barcelona cumplió 39 ediciones el pasado mes de marzo...

Barcelona es un ejemplo de ciudad colonizada por el capital, una ciudad abierta y extravertida, pero hacia intereses ajenos a su población. La capital se ha apropiado de la ciudad y ha dejado de ser de la gente. Por eso las personas hemos de reivindicar el derecho a la ciudad.

-En tu intervención en la Librería La Repartidora has mencionado al economista liberal y profesor en la Universidad de Columbia Xavier Sala i Martín.
Creo que su función es legitimar, con un discurso amable, el poder atroz que actualmente posee el capital y las nefastas consecuencias que ello tiene. El papel del Seminari Taifa y la gente que se dedica a la economía crítica es desenmascarar a estas personas (en la página Web del economista pueden leerse reflexiones como la siguiente: “Lo que el Gobierno debe hacer es garantizar la competencia y regresar a su casa, permitiendo que las empresas más eficientes sobrevivan, sin preocuparse lo más mínimo de si son grandes o pequeñas”. Nota del entrevistador).

-La crisis de los años 70 implicó el paso del fordismo a la llamada “nueva economía” o “economía del conocimiento”. ¿Cómo la caracterizarías?
Estas nuevas formas se basan en la producción flexible y descentralizada, a menudo de bienes intangibles (por ejemplo el software o la información convertida en mercancía). Además la fragmentación de los procesos productivos coexiste con la centralización y concentración del poder de decisión en pocas manos. Tenemos ciudades industriales que han dejado de serlo y en vez de producir mercancías, las movilizan. Amazon es una de las empresas que se dedica a este negocio, sin producir nada. Controla a los suministradores, los estrangula, les obliga a una condiciones que son muy beneficiosas para la gran empresa, pero en detrimento de los intereses de los productores.

-¿Qué opinas de la fragmentación?
Creo que el sistema productivo es todo el proceso, desde que existe una necesidad de inversión hasta que la mercancía llega a la persona que ha pagado por ella. Empresas como la mencionada son sólo una parte de la cadena de producción, pero que controla al máximo la explotación y la apropiación de la plusvalía y la riqueza. Otras como Nike tampoco producen nada. Disponen de suministradores alrededor del mundo. Se descentraliza en este caso la producción de mercancías pero no la propiedad del capital.

-¿Qué efectos tienen estos procesos para la clase trabajadora?
El ciclo de producción ha de ser lo más rápido posible, sin tiempos muertos. La participación de la fuerza laboral está milimetrada. Además el trabajo es flexible y precario, y sólo producimos en la medida que puedan generarse plusvalías muy grandes. Si no es así, prescinden de la fuerza de trabajo y nos envían a casa, bien porque nos despiden, porque se acaba el contrato o porque nos han cambiado la jornada laboral y el salario. Esta producción flexible implica la precarización de las relaciones laborales. Por otro lado, el capital muestra una tendencia a la simplificación de las tareas productivas. Así, el trabajador es un elemento muy simple, una mera extensión de la tecnología y las herramientas productivas para la producción del capital.

-El sociólogo Jorge Moruno ha escrito sobre el “perfil” del empleado que buscan muchas empresas: “Especializados pero que al mismo tiempo estén disponibles para hacer cualquier cosa; que sean flexibles, polivalentes, que cuenten con habilidades sociales, sean entusiastas, motivados y libres de toxicidad (cultura de la protesta)”. ¿Qué opinas?
El capital necesita controlar a su gusto y según sus necesidades cómo es la fuerza de trabajo y en qué condiciones entra en el mercado. Uno de los ejemplos más evidentes es el concepto de “emprendeduría”. En este caso, es la propia fuerza laboral la que asume los riesgos, la que pone a disposición del capital su creatividad y su proactividad. La fuerza de trabajo como “marca”, el llamado “branding”. Por tanto, la mano de obra ha de ser disciplinada, al gusto del capital, para asegurarse que con ese empleado tendrá el máximo de productividad. Y el trabajador tiene que preocuparse por ser “empleable”. Nos obligan a ello, y en una situación de total competencia entre nosotros.

-En no pocas empresas se ha recomendado a los trabajadores la lectura del libro “¿Quién se ha llevado mi queso? Cómo adaptarnos a un mundo en constante cambio”, de Spencer Johnson. En el otro lado de la trinchera, se sitúan libros como el de Barbara Ehrenreich, “Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo”...
Sí, igual que te responsabilizas de tu éxito, también lo haces de tu fracaso. Eso es devastador. Se trata de personas que pierden su puesto de trabajo y sufren por las consecuencias de un sistema injusto, que sólo piensa en los intereses del capital. La gente se siente frustrada por cosas que no se hallan bajo su control. No tenemos capacidad de decisión, son otros los que deciden.

-En un informe de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (junio de 2015) señalaba que en el viejo continente la explotación laboral delictiva y/o criminal es “amplia” en sectores como la agricultura, hostelería, restauración, el trabajo doméstico y la industria manufacturera. ¿Son realidades invisibilizadas?
Y además, existen diferentes variables en la sociedad capitalista, como el sexo, la raza y el género. Todas ellas se suman e incrementan la explotación laboral, que es una de las máximas del capitalismo. Creo que no puede producirse un aumento de la explotación laboral sin discriminación racista, patriarcal y sin un odio a los pobres. Y tampoco sin introducir toda esta competencia en la fuerza de trabajo. Son operaciones que confluyen, y el capital se aprovecha de todas ellas.

-Otro factor relevante es la tecnología. ¿Consideras que es neutral?
El sistema capitalista genera un tipo de tecnología que le resulta conveniente para apropiarse de la riqueza colectiva; y también de los beneficios de la productividad. El objetivo es que la fuerza de trabajo tenga cada vez menos poder y se halle más alienada. Por ejemplo, la robótica y la informática permiten simplificar muchísimo las operaciones, de manera que la fuerza de trabajo ya no desempeña tareas según profesiones, sino de acuerdo con sus habilidades. Esto tiene un reflejo en las categorías laborales y los contratos. Además, todo ello es muy útil para el sistema, porque cualquier persona puede ser sustituida por otra. Y las habilidades de un trabajador también pueden ir cambiando. El capitalismo lo ha hecho siempre... Así, la fuerza de trabajo pierde el control sobre aquello que produce.

-¿Podría construirse una sociedad de tipo socialista o comunista a partir de las tecnologías actuales?
Ahora tendríamos que hacerlo así, no podemos construir una sociedad “alternativa” sobre la nada. Porque rechazar la tecnología y el sistema de producción actual, volver a un cierto primitivismo, ¿es planteable y realizable? Sin embargo hemos de reconsiderar la cuestión tecnológica, porque hay quien las puede considerar “liberadoras”, pero no están orientando la producción hacia las verdaderas necesidades sociales.

-Por último, ¿se transforma la sociedad en el día a día o esto es insuficiente si no se producen cambios estructurales?
Se trata de actuar en los dos frentes, de manera conjunta. Superar el capitalismo constituye una tarea cotidiana, que hemos de empezar a llevar a la práctica ya. Esta socialización, “cooperativización” o control obrero de la economía que se da en muchos ámbitos, hay que extenderla y llegar a un nivel estructural. Se trata de dar un “salto”. Evidentemente, esto no ocurrirá en las condiciones actuales con todo en contra. ¿Espacios puros de contaminación capitalista? Claro que habrá elementos capitalistas dentro de nuestros proyectos, y también en el mercado que está compitiendo con nosotros... Pero todo el ámbito de la economía social y cooperativa es cada vez más amplio. Y con todas las limitaciones y contradicciones, pero también con muchos éxitos, se intentan llevar a término las iniciativas. Hay numerosas experiencias interesantes y válidas.

miércoles, 12 de abril de 2017

_---El peor presidente de España

_--ALBERTO SANTOS
 12 ABR 2017 -

Cuando Aznar era presidente del Gobierno, se aprobó la ley de liberalización del suelo, punto de partida de la burbuja inmobiliaria con la que se ha arruinado muchísima gente. También fue uno de los asistentes a las reuniones para iniciar la guerra del Golfo. Como todos sabemos, esa fue la excusa perfecta para que esos canallas de islamistas mataran a tanta gente en Madrid. La trama Gürtel pagó parte de la boda de su hija, y 18 de los invitados a ese enlace están imputados o han tenido problemas con la justicia. Son famosos sus ataques a los ecologistas, a los que llamó “abanderados del calentamiento global que tratan de restringir libertades”. También tenemos los 40.000 millones a devolver a la UE para sufragar los disparates (no son disparates, son delitos graves de gestión dolosa, con consecuencias muy costosas para los clientes y ciudadanos del Estado español, fueron robos de cuello blanco que pagamos todos, principalmente los más humildes, son delitos condenables que parecen, hasta ahora, sin consecuencias de prisión) de Caja Madrid y el agujero de las radiales de Madrid, autopistas que llenaron los bolsillos de algunos terratenientes y benéficas constructoras. Y por las que ahora nosotros tenemos que devolver 5.000 millones de euros. Aznar decía: España va bien. Visto ahora el desbarajuste de todo lo que hizo, se le puede considerar el peor presidente de España de todos los tiempos.

— Alberto Santos. Lezo (Guipúzcoa). En cartas al Director de El País.

http://elpais.com/elpais/2017/04/11/opinion/1491922584_607167.html

martes, 28 de febrero de 2017

Liturgias reformistas para democratizar la pobreza

Cuando los resortes del poder nacen de la cima de las élites, hablamos de monarquía o dictadura. Si la iniciativa viene de abajo, de la conciencia colectiva de la muchedumbre, podemos estar ante una explosión revolucionaria. También existe un interregno donde el conflicto se atenúa a través de canales de compromiso o reforma, aunque siempre bajo la dirección tácita de la clase dominante. Todas las fórmulas apuntadas son susceptibles de parlamentarismo o democracia más o menos digna de tal nombre. El reformismo actual, quizá desde los albores de la sociedad como lugar de convivencia donde se dirimen las cuestiones políticas, se atiene a la máxima de Lampedusa, autor de El gatopardo, de que algo debe cambiar para que todo siga igual.

En el fondo se trata de un procedimiento en el que el orden establecido se empodera de sí mismo mediante concesiones menores hacia la inmensa mayoría (las clases populares), muchas de ellas solamente a nivel de discurso ideológico, apuntalando la categoría clase media (para crear complejidad ficticia a su favor), esa tierra de nadie que pretende emular a los de arriba (sin llegar nunca a alcanzar su estatus) al tiempo que denosta sus raíces familiares, a la gente de abajo, con la que guarda semejanzas sociales incuestionables debidamente distorsionadas por la publicidad y la propaganda con el fin último de ser usada como aliada de ocasión contra sus propios orígenes e intereses de clase.

En ese contexto social de incidencia mundial, de desigualdad creciente y afectación aguda de la crisis neoliberal del capitalismo a capas situadas estéticamente en la mitad de la pirámide social, crecen ideas extremistas de corte fascista junto a reivindicaciones populares de izquierda que manifiestan un hondo malestar a escala internacional. Las élites se defienden etiquetando como populismo a todo lo que se mueve contra la casta de arriba y los poderes hegemónicos. Se trata de una estrategia para mantener la virtud o verdad media en sus alforjas ideológicas.

No obstante lo dicho, el fascismo no es más que una opción más en tiempos de zozobra, caos y confusión económica y política de eso que hoy se llama, tal vez no de forma muy certera, la casta, los de arriba, ese uno por ciento maquiavélico de la cumbre social. Los fascismos y las izquierdas emergentes nacidas en el fragor de la crisis compiten por un mismo electorado, la defenestrada clase media. Sin embargo, no seamos ilusos: el establishment nos engaña a propósito cuando critica bajo cuerda las ideas de ultraderecha, que siempre preferirá antes que una victoria democrática de Bernie Sanders en EE.UU. o Podemos en España, solo por citar dos casos paradigmáticos de Occidente.

Trump o Le Pen son alternativas de urgencia de las multinacionales y el capitalismo para que los apestados de la sociedad (inmigrantes, mujeres, parados, desahuciados, rebeldes) no consigan tomar las riendas gubernamentales en ningún país. Igual que Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet o Videla: si la cosa se pone cruda, estas figuras y sus émulos jamás pondrán en cuestión el beneficio empresarial y la explotación laboral. De ahí, que el reformismo sea una vía que busca la estabilidad o equilibrio inestable a toda costa, pintando fachadas de colores sin acometer obras en profundidad en las estructuras que sostienen el régimen vertical capital-trabajo.

Ser reformista es un comportamiento, en apariencia moderado, que juega las bazas de la tibieza y la equidistancia con el objetivo de calmar las expectativas de cambio de las mayorías sumidas en la pobreza, la marginación o la precariedad laboral, ese grupo heterogéneo de frikis sociales que levantan oleadas de emoción puntual en las gentes de bien, pero que en resumidas cuentas representan un peligro del que la clase media quiere huir sea como fuere.

Ese instante mental de duda interna que suele aparecer por generación espontánea, odiar al marginal o solidarizarme con él, puede decantar la alternativa de la mayoría silenciosa en un sentido reaccionario o progresista. Por eso, el reformismo usa de liturgias y discursos que intentan crear confusión deliberada en las masas y en la conciencia personal para que la toma de decisión última esté casi determinada y se decante a favor de la justa virtud media de la tradición moral y el statu quo. Ni populistas radicales de derecha o izquierda, mejor lo malo conocido (el sentido común de la sensatez centrista conservadora) que lo hipotéticamente bueno por conocer.

La liturgia reformista dibuja en su proceder los siguientes pasos. Primero se trata de sentir el suceso social como una manifestación natural imprevisible. La crisis afecta a todos sin distinción alguna y fue materialmente imposible atajarla. El primer consenso ya estaba en marcha: todos somos iguales en la crisis.

El segundo escalón nos llevaría a la comprensión de la situación creada. Hay que buscar culpables: los mercados, la avaricia de algunos delincuentes aislados. Con esta interpretación de los hechos, entra lo naturalizado y la maldad de unos pocos desalmados, se crea un estado de opinión fatalista que deja en las manos del discurso hegemónico la capacidad de tomar medidas excepcionales para erradicar la enfermedad como mejor entiendan los expertos que deba llevarse a cabo.

El tercer momento, el que ahora estamos viviendo o sufriendo en propia carne, es el de la activación de resoluciones y medidas para restablecer el orden y recuperar el impulso social. Cabría sopesar dos caminos muy alejados uno del otro, la vereda moral de la costumbre apegada a principios petrificados en los usos habituales o intentar una alternativa ética novedosa, postular colectivamente lo que se debe hacer no siguiendo los dictados de lo consabido. El reformismo siempre escoge la moral consuetudinaria, esto es, no moverse un ápice de las recetas que predican los valores de permanecer unidos (Dios, patria o rey y sus derivados semánticos) en el mejor de los mundos posibles, su mundo fetichizado y mercantilizado, sus beneficios y privilegios, su perspectiva clasista de la sociedad (siempre habrá ricos y pobres, buenos y malos, blancos y negros, mujeres y hombres, etc.).

Por esa razón, las respuestas a la crisis son quirúrgicas: cortar por lo sano, o sea, sajar derechos y libertades, poner fronteras al pobre, disparar al rebelde ético. La metáfora sanitaria entra por los ojos de todos los damnificados: eliminar la manzana podrida tiene buena prensa moral. Yo no soy una manzana pocha es el grito de cada cual: todos precisamos de la autojustificación para salir adelante. El demonio siempre es el otro.

El mayor enemigo de la liturgia reformista es la ética politizada de lo que debe ser, un salto cualitativo que saca la moral de su oscuro refugio reaccionario. Lo que debe ser casi nunca coincide con lo que es: provoca reflexión, duda, empatía, diálogo. Y todo ello es lo que quieren evitar las elites instaladas en la cúspide. ¿Diálogo con la chusma? No gracias, mucho mejor democratizar la pobreza: todos podemos ser pobres por infortunios de la vida. ¡Toma igualdad! Y si esta táctica falla, para eso están Trump o Le Pen. Y tantos otros liderazgos de la desesperación que se están incubando ahora mismo. Por si acaso, que jamás se puede domeñar con total seguridad a las masas hambrientas y sedientas a base de fútbol, telenovelas y consumismo barato. El monstruo puede despertar en cualquier instante.

Armando B. Ginés

domingo, 8 de enero de 2017

“Han demolido la UE”. Entrevista a Marie-Hélène Caillol, presidenta del "think tank" europeo LEAP.


La Vanguardia

En el universo de los think tanks, el LEAP (Laboratoire Européen d’Anticipation Politique) es una rara avis: es independiente.
De ahí su heterodoxia e interés. En 1998 adelantó el regreso al viejo continente de los “nietos de Hitler, Franco, Mussolini y Petain”, en 2006 predijo la crisis de las subprimes y desde hace muchos años predice el fracaso de la Unión Europea si no se democratiza. Fundado en 1997 por el desaparecido politólogo europeísta Franck Biancheri (1961-2012), el LEAP está establecido en París. Marie-Hélène Caillol es su presidenta.

La actual crisis de la Unión Europea es múltiple y total; la integración de la Europa del Este ha sido un fracaso, en la Europa del Sur toda la “magia” del sueño europeo también ha desparecido: la UE ya no significa más democracia y prosperidad, sino al contrario, austeridad e imposición. El eje franco-alemán es un matrimonio en divorcio no reconocido. Además ha tenido lugar el Brexit y el referéndum italiano, mientras que en el norte se sueña con una “Kerneuropa” de matriz luterana sin los meridionales… Todo eso configura una situación inaudita.

-¿Esta UE es reparable, o hay que demolerla para reconstruirla?
-No hay que demolerla porque ya lo está. Treinta años de completo desvío del proyecto original de construcción europea en beneficio de una serie de intereses esencialmente económicos y desconectados de los ciudadanos, han conducido al Brexit que marca la muerte de la UE tal como la conocíamos. Es una ironía de la historia que hayan sido los británicos quienes hayan acabado con la Europa que deseaban, pues, efectivamente, las derivas a las que me he referido están esencialmente vinculadas a la visión de la Europa económica propugnada por el Reino Unido y su patrón americano.

En cualquier caso, el fin de la UE tal como la conocíamos no significa el fin del proyecto de construcción europea que se libera, para bien o para mal, del modelo de UE establecido en 1992 con el acuerdo de Maastricht.

-Hace muchos años que ustedes advirtieron contra la transformación de la Comunidad en Unión, y dicen que el enredo de la crisis europea comienza en 1992, ¿podría explicarlo?
-En 1992 el tratado de Maastricht aumentó considerablemente el presupuesto y los ámbitos de competencias de Europa. Tendría que haber impuesto un cambio completo del método de gobernanza fundado sobre la afirmación de los principios de transparencia, eficacia y democratización (lo que Franck Biancheri llamaba TED en los años 90). En eso fracasó. Junto con ese incremento de responsabilidades se hizo el cambio de nombre: de la “Comunidad Europea” a “Unión Europea”. Piense en Unión Soviética, Estados Unidos, Reino Unido… y comprenderá por qué Biancheri advertía desde 1992 contra los riesgos de deriva en relación con los principios de los padres fundadores, a saber: puesta en común de riquezas -carbón y acero puestos en común en el cuadro de la CECA, después abandonado-, respeto de la diversidad, especialmente lingüística -las instituciones europeas desconectadas de los ciudadanos solo hablan inglés-, y equilibrio y complementariedad entre el nivel supranacional y los estados miembros, en lugar de esta guerra a los estados miembros librada por la UE en asociación con los neoliberales, guerra perdida de antemano porque los estados siguen estando en la cumbre de la pirámide democrática y son, por tanto, dueños de los pueblos europeos, como se ve actualmente.

La única manera de hacer armonioso el vínculo entre el nivel europeo y el nacional era democratizar el primero, lo que habría fortalecido las democracias nacionales en lugar de debilitarlas. Dicho esto, desde este punto de vista las responsabilidades por el fracaso de la democratización europea son compartidas entre un nivel europeo que pensaba ahorrarse a los pueblos, y unos sistemas políticos nacionales centrados en sus privilegios y que bloqueaban la idea de cualquier emergencia de una clase política europea que no fuera esta disfuncional combinación de clases políticas nacionales Tenemos así tres ejes para el completo derrumbamiento en 2016. Hoy Europa se reinventa y los populistas tienen una gran ventaja sobre los pueblos, pese a las advertencia de Franck Biancheri a lo largo de 30 años.

-La Crisis del neoliberalismo, manifiesta desde 2008, no impide que su ideología siga dominando. ¿Por cuánto tiempo? ¿Cree que vamos a una síntesis entre su programa y el pujante populismo autoritario de los “nietos de Petain, Horthy, Mussolini, Hitler” y demás, una especie de “lepenización de Goldman Sachs”, por así decirlo?
-Las señales a ese respecto son contradictorias. Es verdad que los neoliberales defienden con uñas y dientes sus “logros” y que están bien situados para ello, pues tienen en sus manos las riendas europeas. Al mismo tiempo, no puede negarse que la tendencia de fondo apunta en realidad hacia su debilitamiento: incluso si las políticas de regulación no han sido todo lo ambiciosas que debieran, han tenido lugar. La City ya no es ni la sombra de lo que era hace diez años. Los bancos ponen mala cara, pero son obligados a obedecer los principios de capitalización y regulación que se han puesto en marcha.

Los estados han retomado considerablemente la gestión del continente, de ahí las divergencias observadas entre Alemania y Grecia a propósito de la crisis griega, entre el grupo de Visegrado y Alemania sobre la crisis de los emigrantes, etc. Y esos populismos nacionalistas en ascenso son el signo cierto de que los estados están retomando las riendas y de que la construcción europea vuelve a politizarse. Sobre esto dos observaciones: por un lado los populistas nacionalistas acabarán todos por hacer Europa, contrariamente a lo que hacen creer a sus electores. Y eso porque son, ante todo, políticos y un verdadero político busca los verdaderos niveles del poder que son europeos. Por otro lado, esa alianza aparente entre neoliberales y populistas hacia la que apuntan, por ejemplo, ciertos aspectos del discurso de Trump, es, para nosotros, un efecto de la realpolitik: estos populistas no tienen ninguna posibilidad de acceder al poder sin hacer concesiones al sistema, pero eso no les impide que estén formateados para crear cambios, una vez más, para bien o para mal…

-Renegar de la OTAN desde Washington es lo mismo que abandonar el “principal instrumento que convierte a USA en la potencia decisiva en Europa” (De Gaulle dixit). ¿En qué cree que quedará la retórica de Trump en ese aspecto y qué consecuencias puede tener para la “defensa europea”?
-En primer lugar hay una enorme incertidumbre sobre lo que Trump ha dicho o ha dado a entender y lo que hará. En cuanto fue elegido dijo que abandonaría el TPP, pero del TTIP se cuidó mucho en no decir nada. Sobre la OTAN lo que quiere, más que dejarnos ir, es que los europeos paguen por el “servicio de defensa de Estados Unidos”. Así que, en cierto modo la pelota está en el campo europeo. Está claro que estas intenciones liberan potentes impulsos de aceleración del proyecto de defensa europeo, ¿pero están los europeos verdaderamente preparados para ello? No estamos seguros. Nos arriesgamos a no tener más remedio que pagar y fortalecer nuestra implicación en la OTAN, invirtiendo la tendencia de desconexión de las últimas décadas, por lo menos hasta la crisis euro-rusa de 2014. Pero si los europeos pagan más, también podrían ganar en influencia, pues ya hay proyectos que quieren construir la Europa de la defensa a partir de la OTAN, separando cada vez más los mandos europeos y americanos… En conclusión, nosotros identificamos tres periodos: desde ahora hasta mediados de 2017, una gran movilización alrededor del proyecto de la Europa de la defensa; de 2017 a 2018-2020, un fortalecimiento del vínculo estratégico transatlántico, a falta de otra cosa mejor (esperamos grandes riesgos en ese periodo); luego, a partir de 2018-2020, finalización del proyecto de independencia estratégica de Europa. En definitiva: Trump abre la vía hacia esa independencia, pero el camino será seguramente sinuoso.

-Michel Moore que pronosticó muy bien la victoria de Trump dice que éste no terminará su mandato. ¿Puede entrar USA en un periodo serio de turbulencias internas? En tal caso, ¿qué efectos podríamos anticipar para Europa?
-Nosotros habíamos anticipado riesgos de turbulencias en el caso de una victoria de Clinton, incluyendo un riesgo de guerra civil vinculado a la toma de armas por parte del electorado de Trump desengañado. No olvidemos que Trump representa a esa franja de la población que está armada hasta los dientes. En cuanto a la victoria de Trump, ciertamente podría desencadenar movimientos de calle pero con un régimen duro esas protestas serán puestas en cintura, de la misma forma que la esfera internet será puesta bajo estrecha vigilancia, tendencia considerablemente iniciada ya, y no solo en Estados Unidos. Los negros, hispanos y liberales en la calle son mucho menos peligrosos que las milicias del Mid-West, de ahí que el establishment de EE.UU tuviera miedo de las consecuencias de una victoria de Clinton. Recordemos que solo un 25% del censo electoral votó por Trump, lo que no es una opción democrática. Las tendencias que hemos descrito en materia de endurecimiento del control de las poblaciones en Estados Unidos, tendrán su reflejo en Europa.

Pronosticamos que la población europea, mucho menos aislada que la americana, resistirá mejor a esta puesta bajo control y será mejor defendida por las democracias nacionales más centrales del edificio político europeo, que las democracias de los Estados americanos de EE.UU. De manera general, nuestro análisis estima que la presidencia de Trump permitirá a los europeos tomar conciencia de su diferencia con Estados Unidos y contribuirá así al reequilibrio ideológico y geopolítico de Europa. Por ejemplo, allí donde Trump se explaya en vulgaridad, racismo, falocracia, provocaciones y violencias verbales, los populistas europeos, con algunas excepciones en los países anglosajones que son el Reino Unido y Holanda, tienen que descafeinar su mensaje si quieren lograr victorias electorales.

-El candidato presidencial de la derecha, François Fillon, usa tonalidades gaullistas, ¿queda algo del gaullismo en Francia?
-Fillon ha tenido verdadero coraje al reclamar alto y fuerte un acercamiento a Rusia, y sus declaraciones a favor de una actitud más firme hacia Estados Unidos evocan los principios de independencia de un De Gaulle. Sobre la cuestión rusa no hemos dejado de decir que Europa debía retomar la relación, por más que somos conscientes de que tal posición es igualmente característica de la extrema derecha. ¿A qué campo pertenece verdaderamente Fillon desde ese punto de vista? Es una buena pregunta.

En cuanto a Estados Unidos, a Fillon le ha venido muy bien que las perspectivas de distensión americano-rusas estén a la vista con Trump, porque su pro putinismo no afectará, por lo menos de momento, al atlantismo de rigor. Por lo demás, el programa de Fillon es una negación de los valores del Consejo Nacional de la Resistencia, cuyo programa de inspiración comunista fue aplicado por De Gaulle en la posguerra: seguridad social, democracia, nacionalizaciones. Aquella herencia ya fue maltrecha por Sarkozy. Si Francia hubiera continuado siendo gaullista, Europa se habría evitado la crisis libia de 2011, la crisis siria del mismo año, la crisis euro-rusa de 2014, la crisis de los emigrantes de 2015, etc. La traición de las élites francesas (periodistas y potencias económicas, y luego políticas, que fueron los primeros promotores del French bashing instaurado a partir de 2003, a raíz del rechazo francés a seguir a los americanos en Irak), tiene mucho que ver con el actual fracaso del proyecto europeo, con el hundimiento de la credibilidad de Europa en la escena internacional en la crisis en las fronteras de la UE, e incluso con la elección de Trump, porque una Europa más firme ante Estados Unidos habría evitado determinadas derivas americanas.

-¿Cuánto tiempo el sistema mayoritario y la alergia de una mayoría de franceses al Frente Nacional de la Sra. Le Pen continuarán impidiendo su victoria electoral en unas presidenciales?
-Creemos que por lo menos todavía cinco años. Y eso solo porque Fillon le ha robado protagonismo. Hace tiempo que analizamos que el riesgo en Europa es menos la victoria de candidatos populistas que la integración de las agendas populistas en los gobiernos. En Inglaterra, el UKIP ha ganado el referéndum pero es la derecha de los muy respetables Tories la que toma el poder. En Francia nuestro establishment ha inventado el impecable republicano Fillon. Los anticuerpos europeos contra las dictaduras son potentes pero la capacidad de las elites de traicionar a sus pueblos sigue siendo muy eficaz. Mientras la comunidad de los pueblos europeos no encuentre el medio de hacer sentir su voz directamente, es la era de los Petain, más que de los Hitler, la que comienza en Europa.
Fuente original:

http://www.lavanguardia.com/internacional/20161230/412976984957/marie-helene-caillol.html

sábado, 7 de enero de 2017

La extrema derecha es hija de la globalización

eldiario.es



Pensemos la globalización como si fuera un juego.
Cada jugador comienza con una determinada dotación de recursos y termina con otra distinta, y por lo tanto durante la partida puede haber ganadores y perdedores. Nos vamos a concentrar en tres jugadores. Por un lado está el jugador llamado «trabajador urbano chino», que comienza con 5 euros. A otro jugador le llamaremos «superrico mundial» y comenzará el juego con 100 euros. Y al tercer jugador le llamaremos «clases populares occidentales», y comenzará con 10 euros. Al cabo de veinte años finaliza el juego y se hace recuento. Ahora el «trabajador urbano chino» tiene 9 euros, lo que no está nada mal porque es un 80% más de lo que tenía de partida. Sin embargo, el «superrico» ha ganado mucho más y tiene ahora 165 euros, pero eso significa «sólo» un crecimiento del 65% sobre sus recursos iniciales. Finalmente, el jugador «clase media occidental» tiene ahora 10 euros, esto es, lo mismo que al comienzo.

Los datos de este juego no han sido inventados sino que forman parte del último trabajo de Branko Milanovic, especialista en desigualdad económica e investigador principal de ese área en las Naciones Unidas y el Banco Mundial. En efecto, lo que este trabajo proporciona es información empírica a favor de una hipótesis con la que trabajábamos desde hace décadas. A saber, que la globalización ha producido ganadores y perdedores que se distribuyen a lo largo del mundo del siguiente modo.
Marine Le Pen, del Frente Nacional francés y Geert Wilders, del Partido para la Libertad de Holanda, también de extrema derecha
Por un lado, aunque los superricos son una minoría (el 5% más rico) pero son los que más se han beneficiado en términos absolutos del proceso (de cada 100 dólares de nuevos ingresos entre 1988 y 2008 se han llevado 44). Los superricos están fundamentalmente en Estados Unidos, pero también en Europa Occidental, Japón y Oceanía. Milanovic los llama plutócratas globales. En el gráfico de más abajo ocupan el punto «C».

Por otro lado, lo que podríamos llamar las «clases medias asiáticas» son las principales ganadoras del juego en términos relativos. Como partían con recursos muy pequeños, las ganancias que han tenido –en torno al 12% del total de los nuevos ingresos absolutos- han supuesto un crecimiento relativo del 80%. Estas personas se sitúan en el centro de la distribución de ingresos de sus países, que es sobre todo China pero también India, Tailandia, Vietnam e Indonesia. Naturalmente «clase media» significa una cosa distinta a lo que significa en Occidente, pero gráficamente podríamos identificarla con las capas urbanas de China. En el gráfico son el punto «A».

Finalmente, a lo que llamamos «clases populares occidentales» son aquellos sectores que son más ricos que los asiáticos que acabamos de describir pero que se encuentran en los estratos más pobres de sus propios países, que son fundamentalmente los de Europa Occidental, Norte América, Oceanía y Japón. Son los que no han ganado nada con la globalización y, de hecho, son sus víctimas porque han sido golpeados por procesos de desindustrialización, el incremento de la competencia económica internacional y un mercado de trabajo global que hace aún menos competitivos a los trabajadores no cualificados. En el gráfico son el punto «B».
GRÁFICO 1 TRIBUNA ALBERTO GARZÓN
Lo anterior es una foto de la distribución de ingresos a nivel mundial, y como tal tiene sus limitaciones. El trabajo completo de Milanovic proporciona mucha más información útil para entender qué está significando la globalización en términos de desigualdad de ingresos y, en cierto sentido, las transformaciones en la estructura de clase. Lo que me interesa resaltar ahora es que lo apuntado aquí conforma el terreno material en el que se mueve la batalla política, por decirlo así. Esto es, sería imposible entender fenómenos como Donald Trump, Le Pen, el crecimiento de la extrema derecha en el norte de Europa, el 15-M o las movilizaciones sociales en Europa del Sur sin atender a estas transformaciones. Igualmente, sin comprender estos cambios es imposible plantear estrategias políticas correctas o adecuadas para la izquierda.

Lo que estamos diciendo es que las clases populares de Europa son parte de las grandes perdedoras de la globalización y que, por eso mismo, buscan, a veces de forma consciente y otras de forma intuitiva, proyectos políticos de protección ante la expansión de la pobreza, inseguridad, precariedad e incertidumbre.

A finales del año 2014 un estudio del Pew Research Center
mostró lo debilitada que estaba la confianza en el libre mercado en Europa del Sur. A la pregunta de si el libre mercado era mejor para la gente, en el mundo occidental respondían afirmativamente el 63% (frente al 30% que respondían negativamente). Pero en España sólo el 45% estaba de acuerdo con la afirmación (el 51% en contra), veintidós puntos menos que en 2007. En Grecia el porcentaje fue del 47% (50% en contra), Italia el 57% (31% en contra), Francia 60% (39% en contra) y en Japón el 47% (51% en contra). Estos datos contrastan con los de los países ganadores de la globalización, como los llamados países emergentes. Por ejemplo, en Vietnam el 95% estaba de acuerdo con que el libre mercado era mejor (frente al 3% que contestaba negativamente), y en China ese porcentaje era del 76% (frente a un 18%). En suma, estos datos abundan en la percepción subjetiva que tienen las poblaciones de diferentes países sobre la globalización. Y es natural, por lo visto más arriba, que los ganadores materiales de la globalización apuesten por más libre mercado mientras que los perdedores materiales de la globalización dejen de confiar en la mano invisible a nivel mundial.

Para la izquierda, esto que acabamos de describir es fundamental. En la teoría marxista del siglo XIX se asumía que bajo el capitalismo se daría un proceso permanente de proletarización, es decir, de conversión de las clases medias en proletariado. Esto provocaría, según las interpretaciones más deterministas, que la inmensa mayoría de la población, ahora convertida en proletaria, viera con claridad su antagonismo con la clase explotadora y, por lo tanto, que se sumara a la revolución socialista. El conocido paso de la clase-en-sí-misma hacia la clase-para-sí-misma. Sin embargo, aquel esquema no encajaba bien en una sociedad en la que iban surgiendo estratos sociales asalariados que no eran proletarios de cuello azul sino «estratos intermedios», o en la que incluso iban emergiendo asalariados y proletarios cada vez mejor remunerados y que se alejaban de las capas más pobres de la sociedad. Si a ello le sumamos un enfoque mundial, en el que los trabajadores pobres de los países ricos son más ricos que los trabajadores ricos de los países más pobres, las cosas se complican. En todo caso no es objeto de este artículo profundizar en esta cuestión particular. Sí, en cambio, preguntarnos por qué en occidente, en donde sí se ha dado cierto proceso de empobrecimiento relativo y absoluto de grandes sectores sociales, la respuesta política tiende a articularse por la extrema-derecha y no por la izquierda.

Si analizamos el proyecto que ofrece la extrema derecha, por ejemplo Le Pen o Trump, encontraremos un patrón común ciertamente general: la promesa de protección material a las víctimas de la globalización y la crisis. Lo singular es que se dirige únicamente a los sectores «nacionales», pues el discurso va acompañado de valores y principios profundamente racistas y nacionalistas, que enfrentan a los pobres en función de su identidad étnica. Y han conseguido calar especialmente en los sectores más empobrecidos y menos cualificados de sus sociedades.

El siguiente gráfico, por ejemplo, refleja el perfil socioeconómico de los votantes de cada partido que se presentó a las elecciones presidenciales francesas de 2002. El eje horizontal describe la actitud económica (más izquierda significa más intervención estatal, más derecha significa más liberalismo) y el eje vertical describe la actitud cultural (más arriba significa mayor tolerancia cultural y más abajo significa menos tolerancia cultural). Como se puede observar, el Frente Nacional (FN) era profundamente hostil al multiculturalismo (que es una característica del ultranacionalismo) pero ambiguo en lo económico. Esto último es algo común a los nuevos partidos de la extrema derecha europea, que no encajan en el tradicional trade off entre Estado y mercado (no son ni liberales ni socialistas) porque defienden una suerte de capitalismo nacional. Esto consiste básicamente en combinar liberalismo paternalista interior y proteccionismo exterior, siempre desde el punto de vista de una población nativa que está siendo atacada desde fuera (de ahí el dominante euroescepticismo). No es cierto, por lo tanto, que la extrema derecha sea neoliberal, y de hecho es habitual encontrar en sus discursos alusiones a la «justicia social», o a lo social en general, siempre referenciadas únicamente para los nacionales.
GRÁFICO 2 TRIBUNA ALBERTO GARZÓN
Lo que me parece relevante es observar cómo la condición socioeconómica sugiere diferencias notables en ambas actitudes. Por ejemplo, los menos tolerantes son los trabajadores sin cualificación y los agricultores, pero tampoco destacan por su tolerancia los trabajadores cualificados y los autoempleados. Por el contrario, los más tolerantes son los directivos, los profesionales técnicos y los profesionales de la industria sociocultural. Más significativa es aún la actitud según cualificación educativa. Como se puede observar, en la línea discontinua, cuanto mayor cualificación educativa formal más propensión hacia la tolerancia cultural (y liberalismo) y cuanto menos cualificación educativa formal mayor propensión hacia la intolerancia cultural (y proteccionismo). El trabajo y el gráfico es de Simon Bornschier en Kriesi, H. (ed) (2008): West european politics in the age of globalization, y cabe anotar que en los años siguientes a 2002, y especialmente tras el inicio de la crisis de 2008, el Frente Nacional subrayó aún más en su perfil antiliberal y proteccionista. En suma, parece que existe una relación entre la intolerancia cultural y la mayor exposición a la competencia económica internacional, lo que parece razonable: es más fácil ser racista cuando ves tu puesto de trabajo peligrar por culpa de «otro», el «diferente».

Hay que recordar que la globalización tiene entre sus víctimas a los trabajadores con menos cualificación formal, debido entre otras cosas a la fuerte competencia internacional que se ha dado en el mercado laboral mundial y que ha hecho muy poco competitivos a los trabajadores sin cualificación. Dicho de otro modo, el nivel de cualificación formal se ha convertido en una gran división política en las últimas décadas porque es una variable que tiende a determinar si estás en el lado de los perdedores o de los ganadores de la globalización.

En definitiva, lo que planteo aquí es que efectivamente la extrema derecha ha conseguido llegar a las víctimas de la globalización a través de proyectos políticos que implican promesas de protección construidas mediante discursos que llevan a guerras entre pobres (entre los de muy abajo y los de abajo de una sociedad). En política un espacio político no ocupado por un actor será ocupado, tarde o temprano, por otro. Esto es insistir en una obviedad: la extrema derecha ha llegado a las clases populares porque la izquierda anticapitalista no lo ha hecho.

España y Portugal son, en gran medida, excepciones
a lo que está sucediendo con la extrema derecha en Europa. Pienso que aquí la izquierda sí ha sido capaz de construir una suerte de cortafuegos a la extrema-derecha, fundamentalmente a través del 15-M y las movilizaciones sociales. Existen otras hipótesis, por supuesto. Hace unos días Íñigo Errejón afirmaba que «donde no hay fuerzas de izquierda capaces de levantar una idea de patria diferente lo capitaliza Le Pen, Orban o el FPO en Austria». Pero esto, sencillamente, no es cierto. Ni el 15-M ni las movilizaciones sociales previas hicieron alusión directa o indirecta al concepto de patria, y no es fácil determinar qué peso ha tenido ese eje discursivo de Podemos en los años siguientes. Sin embargo, parece más probable que los proyectos de denuncia y promesa/esperanza de protección ofrecidos por el 15-M y otras movilizaciones hayan sido mucho más determinantes. Al fin y al cabo, el concepto de patria es complejo porque intuitivamente –que no necesariamente- abunda en la división étnica. Me explico.

El capitalismo siempre ha lanzado a competir a todos contra todos,
y esto que ocurre ahora no es una novedad. Los socialistas del siglo XIX lo sabían y por eso entendieron muy bien que una cosa era la clase, entendida como situación objetiva dentro de las relaciones de producción, y otra la formación de clase, que era la forma en la que esas mismas personas se organizaban colectivamente (como sindicatos y partidos). Una de las razones por las que se organizaban colectivamente era porque así se neutralizaba la competición entre ellos mismos. Por decirlo bruscamente, mediante la organización colectiva se construía conciencia de clase. Y el discurso que lo mediaba era un discurso sobre aquello que compartían como colectivo, como clase: su papel antagonista con las clases explotadoras. Así fueron surgiendo los sindicatos y los partidos socialistas del siglo XIX. Por eso también es tan importante la organización en nuestro tiempo, porque sirve para construir un «nosotros» que evite guerras entre pobres. Pero si uno pretende que el «nosotros» sea inclusivo, sumando a inmigrantes, los discursos han de construirse sobre elementos comunes y no sobre diferencias. Y el concepto de «patria» no permite construir con facilidad un «nosotros» que sume a nativos e inmigrantes, porque además de las connotaciones históricas específicas del concepto en nuestro país, los propios inmigrantes ya tienen su patria y probablemente no quieren renunciar a ella. Parece una aventura complicada, y arriesgada en la medida en que fortalece discursos de la diferencia que pueden ser reapropiados por la derecha. Más sensato parece centrar los «discursos que organizan» directamente en la precariedad, el desempleo, lo social en general o incluso en identidades colectivas como «trabajadores», «clases populares» o «pueblos» que son elementos que compartimos nativos e inmigrantes.

Realismo ante los riesgos
Sin embargo, no sería excesivamente optimista y plantearía tanto los riesgos como las oportunidades de esta situación. Por un lado, en España la extrema derecha no existe porque gran parte de su espacio lo ocupa el Partido Popular (que no es una derecha asimilable a la derecha europea cristiana, con una tradición más democrática y menos autoritaria).

Y, por otro lado, porque la izquierda aún no ha conseguido llegar al conjunto de las clases populares y, lo más preocupante, a los más afectados por la crisis. Esa es nuestra tarea y, de hecho, el objetivo político que nos hemos marcado en Izquierda Unida. Ser pueblo, estar en el conflicto, canalizar demandas sociales, construir organización inclusiva y defender proyectos ético-políticos serios y factibles.

Fuente original:
http://www.eldiario.es/tribunaabierta/extrema-derecha-hija-globalizacion_6_594650534.html

jueves, 13 de octubre de 2016

El impulso de las cooperativas para transformar la economía

La Marea

La última crisis ha disparado la creación de empresas sociales. Algunas surgen por pura supervivencia, pero otras obedecen a la voluntad de cambiar el sistema.

Las cooperativas están tomando en la actualidad un nuevo impulso al calor de la crisis. Desde 2008 el número de este tipo de empresas ha crecido un 75%. Además, según el Ministerio de Empleo, la estabilidad laboral en estas empresas es bastante por encima del resto del tejido empresarial. Algunas de estas cooperativas –cerca del centenar, según estima la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado– han sido construidas a partir de compañías arruinadas, cuyo control han tomado los propios trabajadores. Hay ejemplos de empresas recuperadas en una gran variedad de sectores. Por ejemplo, Ibersolar, una empresa de ingeniería de energías renovables de Barcelona, tuvo que anunciar un ERE a principios de 2009 cuando la crisis y los recortes golpearon al sector. Algunos de sus trabajadores entonces constituyeron una cooperativa que, bajo el nombre de Arkenova, hoy sigue funcionando. En el caso del fabricante de muebles Cuin Factory de Vilanova i la Geltrú (Barcelona), ante la amenaza de cierre el dueño se asoció con sus empleados para reflotar el negocio como cooperativa.

Y es que la filosofía básica del cooperativismo se basa en que la empresa es propiedad de sus trabajadores, o de los consumidores, en vez de contar con accionistas que, a menudo, tienen un mero interés financiero en lograr la máxima rentabilidad de su inversión. La responsabilidad es compartida ya que las cooperativas son gobernadas de forma asamblearia donde cada socio tiene un voto. En Argentina o Chile, países muy acostumbrados a las crisis económicas, ha habido cientos de casos de empresas recuperadas por sus trabajadores, y este modelo se está extendiendo en España. Pero, ¿qué hay detrás de este repunte? ¿Una fórmula forzosa ante la crisis o un verdadero espíritu cooperativista?

Lo cierto es que, en cualquier caso, el empleo cooperativo suele ser estable y de mayor calidad, con un 80% de contratos indefinidos. “El modelo está salvando la situación de crisis de manera muy distinta a las empresas del capital”, defiende María del Mar García, vicepresidenta de la Federación Andaluza de Cooperativas de Trabajo Asociado (FAECTA), quien a duras penas puede disimular su pasión por el sector. “En las cooperativas el trabajador es también el dueño, así que siempre se buscan vías alternativas al despido, más o menos imaginativas, no tenemos las cifras económicas como único objetivo”, explica. Andalucía es la región líder en cooperativismo de toda España: el 19,5% de este tipo de empresas están radicadas allí y dan trabajo a más de 62.000 andaluces y andaluzas. Sin embargo, según denuncian las asociaciones, la Junta no hace los esfuerzos suficientes para impulsar el modelo. “En Andalucía, por ejemplo, el 90% de la ayuda a domicilio la gestiona Clece [empresa de la constructora ACS, que cotiza en el Ibex 35], que ha tenido despidos mientras que suele acaparar las licitaciones públicas. Se deberían incluir cláusulas sociales en los concursos, ya que competimos en un mercado donde sólo impera lo económico”, lamenta García. “La Junta asegura que nuestro modelo es el que hay que fomentar pero impide que las pequeñas empresas accedan a los recursos”, agrega.

No todo han sido, sin embargo, méritos para el cooperativismo. A finales de 2013 Fagor, el buque insignia del grupo cooperativista vasco Mondragón, echó el cierre. La compañía, en la que trabajaban 5.600 personas, arrastraba una deuda de 859 millones de euros. Su quiebra fue presentado desde algunos sectores y medios como el fracaso de todo un modelo, incapaz, supuestamente, de sobrevivir en tiempos de neoliberalismo, sobre todo por no poder tomar con rapidez decisiones drásticas, como los despidos masivos. Más de dos años después, el debate ha quedado cerrado por los positivos números del sector. De hecho, las cooperativas de trabajo asociado, entre ellas las del grupo Mondragón, crecían el año pasado a un ritmo del 11%.

El papel de las personas
Sin embargo, muchas de las grandes cooperativas han perdido, en cierto modo, la esencia. Así lo cree Koldo Saratxaga, una especie de gurú de este sector tras los 14 años que estuvo al frente de Irizar, una de las empresas del grupo vasco, en los que logró sacarla de los números rojos y convertirla en un ejemplo de éxito. Para él, el modelo económico de una compañía cada vez cuenta menos. “Los estilos al final tienen que ver con las personas. Una de las razones por las que dejé Irizar, teniendo mucha categoría y ganando mucho dinero, fue por el estilo de relaciones”, asegura. “He visto muchas cooperativas, he estado en el grupo más grande del mundo y me he dado cuenta de que éstas en su gran mayoría al final funcionan como una S.A., es decir, siguiendo un modelo de arriba a abajo, con su director general, etc.”, critica. Saratxaga opina que, pese a que en un principio los promotores empiezan a trabajar de forma colaborativa y horizontal, posteriormente “se va sumando gente, porque es necesario, pero nos encontramos a nivel social una deficiencia de sentido cooperativo”. Es ahí donde, para este veterano, entran en juego los valores, algo que para él es la clave: “Se aprecian los conocimientos, los estudios, los idiomas, pero no se destacan los valores necesarios para trabajar en una cooperativa”, lamenta.

En cualquier caso, Mondragón ofrece una alternativa nada desdeñable dado el estado actual del mercado laboral. El grupo engloba a más de 30.000 socios y socias de diferentes cooperativas –soberanas y democráticas, aunque con algunas reglas comunes, como la limitación de sueldos de los directivos–, que facturan 11.875 millones de euros. En 2015 realizaron inversiones de cerca de 250 millones de euros y hacen el 71% de sus ventas en el mercado internacional. Además, el grupo cooperativo actúa como un Estado en miniatura: los socios destinan el 6,5% del salario bruto a un fondo de previsión, destinado a pensiones, desempleo o asistencia sanitaria privada. Cuando llegan vacas flacas, suele buscarse cualquier alternativa antes que el despido. De hecho, en 2013 los 8.500 socios de Eroski, cooperativa integrante de Mondragón, acordaron una bajada de sueldos general. Eso sí, la decisión recayó sólo en un 21% de la plantilla, ya que la cadena de hipermercados tiene hasta 40.000 trabajadores.

Pese a las ventajas del sector cooperativo con respecto a la empresa tradicional en términos democráticos y al cuestionamiento de la maximización del beneficio por encima de todo que tiene lugar en la mayoría de ellas, no todas tienen una dimensión política o un afán superador del sistema económico actual. De hecho, desde sectores más politizados afean a las cooperativas grandes que, en sus procesos de crecimiento e internacionalización, sufran una pérdida drástica de las esencias y caigan en la lógica de la deslocalización para producir en países donde las libertades sindicales son más reducidas. Aquí es donde entran en juego entidades de la economía social y solidaria como el Mercado Social de Madrid o la Xarxa d’Economia Solidària de Catalunya (XES), redes que aspiran a unir producción, distribución y consumo al mismo tiempo que participan en el debate político y los movimientos sociales. Para Fernando Paniagua, miembro de la XES, el cooperativismo no se puede considerar un fin en sí mismo, sino que es más bien una herramienta. “Permite empezar a caminar, a montar proyectos con formas distintas de gestionar lo económico. Pensar que porque la sociedad se organice en cooperativas vamos a superar un sistema injusto y depredador como el capitalismo es ingenuo”, sentencia.

El cooperativismo parece haber cobrado nueva fuerza tras el hundimiento del bloque soviético y la posterior crisis del modelo neoliberal. “Venimos de un siglo XX con recetas finalistas de revolución que han ido fracasando, así que creo que es mucho más constructivo dotarnos de herramientas que podamos usar como laboratorios, tanto en los terrenos del consumo, como en el de la precariedad, más allá de un sistema que nos convierte en marca y emprendedores”, profundiza. El movimiento de economía social y solidaria engloba, además de a cooperativas, a asociaciones, ONG y economías informales, esto es, las que logran la satisfacción de necesidades sin intermediación monetaria. “El objetivo es acercarse a lo económico de una forma distinta a la relación capital-trabajo, poniendo en el centro de la vida una economía a la escala de las personas”, agrega.

La XES se basa en tres ejes principales: la visibilización, sobre todo mediante la Fira d’Economia Solidària de Catalunya, los encuentros de intercooperación, que trabajan en la cohesión de las diferentes iniciativas, y el balance social, que vendría a ser un “termómetro” de las distintas iniciativas que la integran. El objetivo es generar un ecosistema cada vez más independiente, aunque reconocen que no lo tienen nada fácil. “El consumo responsable tiene una gran fuerza de transformación, pero es cierto que cuando se producen alternativas serias el sistema éste reacciona de la forma más violenta posible”, concede Paniagua. Como ejemplo, pone el de Som Energia, una cooperativa eléctrica, que se ha topado de lleno con el impuesto al sol [el gravamen del autoconsumo de la energía que se produce desde paneles solares] del Gobierno de Mariano Rajoy. “Las fronteras están aquí, pero bueno, podemos a día de hoy gestionar nuestro dinero en bancas éticas como Fiare o Coop57, lo que puede suponer al menos retirar parte del dinero del movimiento especulativo”, señala. También hay otras iniciativas destacables en territorio comanche, como Som Connexió, en las telecomunicaciones, a las que se suman las ya clásicas cooperativas agroecológicas, por ejemplo. “Ahora lo que tenemos que hacer es ir detectando agujeros en nuestras cadenas económicas e ir generando nuevos proyectos, con la idea del ensayo-aprendizaje”, continúa.

Los problemas de crecer
La prueba de fuego de las iniciativas que plantean una alternativa al capitalismo clásico es cómo afrontar el crecimiento sin perder las esencias del modelo. Un negocio grande requiere otro modelo de organización que una cooperativa pequeña que agrupa a cultivadores de aceitunas, por ejemplo. Así lo expresan en la revista de ideología anarquista Todo por hacer: “Hoy Mondragón es una empresa con una división del trabajo muy particular, con trabajadores/as socios/as cooperativistas, asalariados/as comunes y equipos ejecutivos/as completamente separados del proceso productivo. Se ha dado un salto cualitativo dirigiéndose hacia la internacionalización de la corporación, con filiales en países conocidos por sus estupendas condiciones laborales como son Brasil, Polonia, India o China”.

Desde los círculos cooperativistas menos rupturistas sostienen, sin embargo, que es posible acometer ese proceso sin perder la coherencia. “Es cierto que lo local es uno de nuestros mayores valores, pero la internacionalización actual no tiene por qué llevar aparejada la desestructuración del modelo, o salirse de los cánones”, opina García, de FAECTA, y asegura que lo importante es “conservar los valores”. Aun así, reconoce que en el plano práctico “nadie es totalmente puro”. Saratxaga tiene mucha experiencia en este terreno. “He creado ocho empresas en todo el mundo, como México o Brasil, y nadie ha puesto pegas. Hacíamos asambleas, repartíamos el 30% de los beneficios… y sólo recuerdo problemas en Marruecos, donde los gestores trataban mal a los empleados. Eran unos caciques, lo veía cada vez que iba a los consejos allí, pero al final logramos cambiarlos”, recuerda. “Después hemos vivido allí asambleas maravillosas, hemos practicado una transparencia total”, agrega.

No son tan optimistas en la XES, donde continuamente tienen debates sobre su modelo. “A día de hoy es muy difícil crecer en volumen de negocio o trabajadores sin perder la potencia de transformación social que tienen. No quiere decir que no se pueda, pero de momento no hemos sido capaces”, reconoce Paniagua. Lo local y el avance sostenido, lento y sólido, es la receta de estos cooperativistas-activistas. “Salir al entorno capitalista es muy difícil, las reglas de mercado están diseñadas para destruir todo lo que trate de romperlas. El mercado es tramposo, habla de manos invisibles y es el más intervenido, juega con la evasión fiscal, bordea irregularidades… Las reglas no son las mismas para todos, así que no queda otra que construir poco a poco, desde abajo, en un movimiento de largo recorrido”, desarrolla. Otra vuelta de tuerca son las llamadas cooperativas integrales. En 2010, el llamado “Robin Hood de la banca”, Enric Duran, que logró obtener 492.000 euros en créditos de 39 entidades bancarias durante la burbuja inmobiliaria que luego dedicó a iniciativas anticapitalistas, impulsó la creación de la Cooperativa Integral Catalana (CIC), un modelo que se ha replicado en otros lugares del Estado, como Aragón, Andalucía o Castilla y León. Este concepto pretende superar las cooperativas de un único proyecto o ámbito de actuación y aunar bajo el mismo paraguas jurídico a productores, consumidores y una mezcla de ambos, a los que llaman “prosumidores”. El objetivo: independizarse lo máximo posible del sistema capitalista, mediante el contacto directo de los diferentes elementos de la cadena económica y la utilización de una moneda social.

Juanito Piquete es músico de punk y, como socio de la CIC, también trata de construir “desde la base” y desde hoy ese otro mundo que imagina en sus canciones. “Tratamos de construir una economía que no esté relacionada con el sistema, y lo hacemos mediante herramientas como la moneda social, el crédito mutuo o el trueque, que están basadas en la economía real del territorio”, explica. Pese a la radicalidad de la propuesta, el cooperativismo “no es un fin en si mismo”, advierte este socio de la CIC. “Son herramientas que nos permiten hoy tener una realidad regida por la reflexión individual y colectiva pero también por la acción, por la posibilidad de poner en práctica todo ese afán coordinador que está surgiendo en todos los lugares del mundo”, concluye. Piquete defiende que la CIC no sólo es una vía revolucionaria sino también una alternativa ante la pobreza generada en España tras el comienzo de la crisis.
Fuente:
http://www.lamarea.com/2016/09/23/cooperativas-transformar-la-economia/

Este reportaje forma parte del dossier sobre cooperativas de #LaMarea41, a la venta en quioscos y en tienda online.

domingo, 9 de octubre de 2016

PENSADORES DEL 21 José Luis Villacañas: “La crisis del PSOE tiene su origen en la ruptura de su vínculo con la inteligencia”. El pensador, catedrático de Filosofía de la Complutense, advierte del peligro de procesos de burocratización y estrechamiento intelectual de partidos como el PSOE. “Cuando se mata la inteligencia de un país, el proceso es irreversible”.

“Y volverán a pasar las ovejas ante la mano del que las cuenta”
Jeremías, 33, 13

Prefiere, humilde, las citas de otros a las suyas propias. Y existen millones de referencias del pensador, historiador, poeta y filósofo, de extensísima bibliografía que abarca tesis, ensayos, novelas, artículos periodísticos o memorias. Como las que encabezan esa cita bíblica de Jeremías, La mano del que cuenta, en las que el narrador, modesto, tampoco se explica a sí mismo, sino las vivencias de una familia de campesinos andaluces que marcaron su existencia: “Max Weber decía que la peor condición social de todas es la del campesino. Mi padre se aferró a su trozo de tierra en el que encontró la doble condición de la libertad absoluta y la esclavitud total. A esas virtudes le debo todo lo que soy: la vinculación libre a la filosofía que es, a la vez, autoesclavización y resistencia. La manía de leer es tan pulsional como la de arar. Yo no sé leer sin subrayar y creo que es en la lectura donde dejo la huella que deja el arado”.

Hoy José Luis Villacañas (Úbeda, 1955) ara frente a un ordenador de un sobrio despacho de la facultad de Filosofía de la Complutense en la que sorprende una enorme pancarta: "Filosofía no se cierra". Por ahí, por el difícil porvenir de las humanidades, empieza el discurso del catedrático, director del Departamento de Historia de la Filosofía: “A la especie humana le cuesta mucho aprender. Es muy sintomático que se pongan en cuestión las humanidades cuando se están observando por doquier los devastadores efectos de las sociedades poco formadas, poco reflexivas, poco capaces de orientarse en su propia historia. El fundamentalismo, el populismo, el nacionalismo fanático, solo se curan con las humanidades. Y sin embargo, ante ese precipicio, la respuesta es más barbarie e incapacidad de hacernos con nuestro propio legado cultural”.

A pesar de la humildad de su entorno, él dice que tuvo la “inmensa fortuna” de educarse en el colegio de la Sagrada Familia de Úbeda, en el que iban a morir los jesuitas de La Sapienza de Roma, gentes de “extraordinario valor intelectual”, que “hicieron creer a mi familia –renueva su modestia- que yo tenía cierto horizonte”. Y vaya si lo tenía. En la Universidad de Valencia se licenció gracias a una beca que le costeó carrera, manutención y estancia en el centenario colegio mayor San Juan de Ribera, “un palacio construido en el s XVI sobre la fortaleza musulmana de Burjassot, un sueño para cualquiera”. Y de allí salió licenciado, casado y kantiano.

Vuelve a sus orígenes para explicar el porqué de su tesis y sus decenas de ensayos sobre Immanuel Kant. “En el hablar de la gente de mi entorno social, de mi abuelo, de mi padre, se reiteraba la expresión ‘esto no es de ley’. Un querido amigo lo identificó en mis memorias y dijo -y es lo más bonito que han dicho nunca de mí- ‘Ahora comprendemos por qué José Luis tenía que dedicarse a Kant’. Ya era un kantiano incluso antes de saber quién era Kant’”. Eran los años previos a la muerte de Franco, “el ambiente intelectual estaba dominado por la escolástica católica y el marxismo, dos formas residuales del enfrentamiento español, de las dos Españas”. Frente a eso, el estudioso pensó que “el país necesitaba hacerse fuerte en una condición moderna y Kant significaba la modernidad crítica pero perpetuadora de valores como la libertad individual, el sentido del deber, la estructura democrática… una tercera España”.

“Hoy soy un viejo kantiano decepcionado”, continua después de la interrupción de una jovencísima alumna de mirada temerosa. “Creía que la Ilustración era abrir los ojos, pero no basta con abrir los ojos. Mi último libro kantiano se titula así Dificultades con la Ilustración. Pensábamos que iba a correr más y no ha corrido tanto. De hecho, todo lo que está pasando en España forma parte de un estancamiento intelectual que empieza a registrarse en el segundo mandato de Aznar, en el momento en el que España se siente satisfecha. El defecto histórico de este país siempre ha sido ese: sentirse satisfecho demasiado pronto. Ahí está el origen de todos nuestros males”.

“¿Hablamos de Pedro Sánchez, de Susana Díaz?” y ríe Villacañas con la pregunta. Una risa breve, de segundos. Enseguida le cambia el rostro al filósofo que confiesa, por tradición familiar, su cercanía al Partido Socialista. “La crisis del PSOE tiene su origen en la ruptura de su vínculo con la inteligencia. Antes, cualquiera que tenía algo que decir lo canalizaba colaborando con el PSOE, pero a partir de los 80 el partido fue expulsando de su seno todo lo que tenía que ver con la intelectualidad, fue estrechando la capacidad de integración y generando una lógica de ‘alto cargo’. Todo el que se acercaba al PSOE, yo entre ellos, era sospechoso de buscar el botín. Aquello construyó un partido burocrático, sin ideas, sin frescura y sin capacidad de conectar”.

Y advierte de que procesos como el del PSOE, que extiende a otros partidos, no tienen vuelta atrás: “Cuando se mata la inteligencia de un país, el proceso es irreversible; la siguiente generación será una generación desnortada”, afirma. Exceptúa a Podemos y lo explica con lo que día a día observa en el campus o en su facultad. “Aquí cualquiera se avergonzaría de decir que pertenece al PSOE o al PP. El que se siente vivo explora la posibilidad que tiene de emplear su inteligencia alrededor de Podemos, o de gente como Iñigo Errejón que permite que la inteligencia opere a su lado”.

Con el número dos de la formación de Iglesias debatió no hace demasiado sobre su penúltimo libro ‘Populismo’, un ensayo en el que el filósofo se distancia de Ernesto Laclau y de su “operación de laboratorio, una idea tecnificada” a la que opone la tradición política, contrastada en la práctica, del republicanismo. “La tesis del libro es que el populismo es una comunidad de salvación en tiempos en los que no existe salvación. Está justificado como reacción, porque politiza las sociedades frente a la despolitización del neoliberalismo. Pero si el populismo quiere ser algo más que un muro de contención temporal tiene que estar en condiciones de canalizar la pasión política hacia el republicanismo, que sí tiene una teoría económica, social e institucional alternativa al neoliberalismo”.

Y así, como quien no quiere la cosa, entra de lleno Villacañas en el debate entre las dos corrientes de Podemos: “la que se da cuenta de que estamos volviendo a la normalidad, que está pasando el momento de la dureza política, y considera que hay que impedir que ese regresar a la normalidad sea volver a las manos del neoliberalismo. Y otra que apuesta por mantener la lógica populista en el sentido de enfrentamiento rígido, politización dura, con la idea de que eso avanzará hacia la crisis orgánica. Y eso es un error”, sentencia.

“La teoría real es que la crisis política siempre es consecuencia, no causa. Por mucho que tengas un discurso radicalizado, si se vuelve a una zona de mayor tranquilidad social, eso no va a prender y vas a perder una oportunidad”. Y cree el pensador que no estamos para perder oportunidades, que hay mucho que cambiar en lo que califica como “la dictadura de gobierno con la que España ha estabilizado la Transición y la democracia”. Y por poner algunos ejemplos, se despacha contra “el actual parlamentarismo, inexistente y estéril” o el poder judicial, mientras reclama una transformación del poder territorial y una reforma de la Constitución de corte federal.

De ello habla en ‘Historia del poder político en España’, en el que explica como España se constituyó como Estado, no como nación, a partir del Tribunal de la Inquisición. Pero hay una joven estudiante de mirada temerosa, que lleva una hora aguardando en la puerta de su despacho, y una clase a la que atender a partir de la una. El jueves el catedrático no estará para nadie más que para aquella mujer que conoció cuando era becario en un colegio mayor de Valencia y para los dos hijos de la pareja, profesores universitarios también. “Estoy tres días en la facultad y después me pierdo, desaparezco, para estudiar y escribir”. Es decir: para arar esa tierra que le apasiona y lo esclaviza como es la Filosofía.


http://www.publico.es/culturas/jose-luis-villacanas-crisis-del.html

jueves, 6 de octubre de 2016

¿Por qué está pasando lo que está pasando en España?

Creo que el periodo que estamos viviendo en España puede definirse como histórico, en el que existe una crisis profunda del régimen que se inició en el proceso de Transición del Estado español (pasando de una dictadura a una democracia), un proceso dominado por las fuerzas conservadoras que controlaban los aparatos del Estado, las cuales configuraron el Estado democrático en términos muy favorables a sus intereses, causando como consecuencia un Estado escasamente democrático y con un gran subdesarrollo de su Estado del Bienestar. Hoy el sistema electoral es muy poco representativo (algo bien denunciado en el famoso eslogan “no nos representan” del movimiento de los indignados, eslogan con el cual la mayoría de españoles está de acuerdo), y la dimensión social del Estado está poco desarrollada, siendo uno de los países de la Unión Europea de los Quince (UE-15) (el grupo de países de la UE de semejante nivel de desarrollo económico al español) con uno de los gastos públicos sociales (que incluyen los servicios públicos tales como sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, servicios sociales, vivienda social, programas de prevención de la pobreza y de la exclusión social, programas de integración de inmigrantes y transferencias públicas, como pensiones, ayudas a las familias, ayudas a los trabajadores en paro, entre otros) per cápita (en el caso de la prestación por desempleo, por trabajador) más bajos de esta comunidad (ver mi libro Bienestar insuficiente. Democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro país. Anagrama, 2002).

El establecimiento del régimen iniciado en la Transición
Tal aparato del Estado ha sido gobernado primordialmente por dos fuerzas políticas, una neoliberal en la esfera económica y profundamente conservadora en la dimensión político-cultural, semejante a la ultraderecha europea (como muestra la defensa realizada por la dirigente de tal partido, la Sra. Esperanza Aguirre, del General Millán-Astray, uno de los generales golpistas que lideró una de las represiones más sangrientas que hayan existido en Europa). La otra fuerza política ha sido el PSOE, un partido perteneciente a la sensibilidad política socialdemócrata, que se integró fácilmente en el aparato del Estado dominado por las fuerzas conservadoras, ocupando un lugar subalterno dentro de ese Estado. Fue esta fuerza política la que fue corrigiendo el enorme déficit social existente en España, heredado de la España dictatorial. Cuando el dictador murió, en 1975, el gasto público social como porcentaje del PIB era solo del 14%, con mucho, el más bajo (junto con Grecia y Portugal) de los países que más tarde pasarían a ser la UE-15 (cuyo promedio era del 22%). En 1993, había pasado a ser de casi el 25% del PIB, y ello como consecuencia de las políticas públicas llevadas a cabo por los gobiernos del PSOE, sin que con ello se eliminara, sin embargo, tal déficit social (España continuaba teniendo uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la UE-15). En realidad, este déficit aumentó a partir de tal fecha como consecuencia de los recortes del gasto público para conseguir que el déficit público del Estado bajara de un 6% del PIB a un 3%, como instruía y mandaba el Tratado de Maastricht, condición para la entrada y permanencia de España en el euro. En realidad, el euro se estableció en España a un elevado coste para las clases populares del país, que fueron las que sufrieron las consecuencias de la reducción del gasto público social, el mayor componente del gasto público (ver mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. Anagrama, 2006).

Las causas de la Gran Recesión
Una situación semejante apareció durante la Gran Recesión, que fue presentada por el establishment político-mediático del país, incluyendo el gobierno del PSOE, como resultado de un supuestamente excesivo gasto público y unos costes laborales muy elevados. De esta lectura (profundamente errónea, pues en el inicio de la Gran Recesión el Estado español estaba en superávit, no en déficit, y los salarios por aquel entonces estaban entre los más bajos de la UE-15) salieron las políticas de recortes del gasto público social que han empobrecido enormemente el Estado del Bienestar español, y las reformas laborales que tenían como objetivo bajar los salarios a base de desregular el mercado de trabajo.

En realidad, no era el inexistente crecimiento exagerado del gasto público, sino los limitadísimos ingresos a las arcas del Estado, lo que creó el déficit público. El Presidente Zapatero, del PSOE, congeló las pensiones públicas para rellenar el agujero de 1.200 millones de euros que había causado la rebaja del impuesto de patrimonio (2.100 millones) y/o la bajada del de sucesiones (2.552 millones), entre otros, siguiendo su famoso dicho de que “bajar impuestos es de izquierdas” (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015).

Ni que decir tiene que la aplicación de tales políticas causó un gran descenso del apoyo electoral del PSOE (no solo en las elecciones generales, sino también en las autonómicas -incluyendo en Andalucía, presidida por la Sra. Susana Díaz-) que ha continuado en la medida en que no ha habido ni un cambio de orientación política ni una autocrítica en tal partido. En realidad, en Andalucía el PSOE nunca había conseguido un porcentaje de votos más bajo en unas elecciones autonómicas que con la Sra. Díaz (en las elecciones autonómicas de 2015 Susana Díaz obtuvo el 35,43% de los votos; el PSOE había registrado hasta entonces su mínimo histórico en las elecciones de 1994, con un 38,71% de los votos).

¿Por qué el PSOE ha ido realizando tales políticas neoliberales?
Para contestar esta pregunta hay que entender que este fenómeno de descenso electoral del partido socialdemócrata, aunque particularmente acentuado en España, ocurre en la mayoría de países de la UE-15. Y una causa importante es la evolución de los aparatos de estos partidos. El análisis de la composición de tales aparatos muestra un gran dominio de estos por parte de profesionales con educación superior, incluyendo universitaria, que han desarrollado una relación intensa con las empresas financieras, económicas y mediáticas que ejercen una enorme influencia sobre los Estados, estableciéndose así puertas giratorias entre instituciones financieras, económicas y mediáticas por un lado, e instituciones políticas por el otro.

Como bien alertaba ya el gran politólogo Ralph Miliband en su libro Parliamentary Socialism, esta nueva clase (algunos utilizan el término “casta”) política había desarrollado una serie de privilegios, y asumía que la clase trabajadora estaba o bien desapareciendo, o se estaba transformando en las clases medias, a las que ellos consideraban representar, y cuya función era votarles cada cuatro años.

Su poder dejaba de depender de los militantes (a los que se consideraba como agentes pasivos que aprobaban lo que la dirección quería), desaconsejando el rol de la militancia dentro del proceso de decisión, y enfatizando, en su lugar, su sustitución por la movilización mediática realizada a través de los medios televisivos y radiofónicos. La militancia de tales partidos disminuyó como consecuencia, limitándose esta a aquellos que estaban en situación de aprendizaje, para pasar a tener con posterioridad cargos en el aparato y/o en las instituciones representativas.

Y los datos muestran la consecuencia de estos hechos. El electorado socialista y los militantes de tales partidos han ido descendiendo. La prensa digital progresista ha documentado extensamente la conexión entre el aparato del PSOE y los intereses financieros, económicos y mediáticos. El último ejemplo de ello es el nombramiento de Rubalcaba, el ex secretario general del PSOE y sucesor de Zapatero, y ligado al felipismo, como miembro del consejo editorial de El País (consejo al cual pertenece también Felipe González), rotativo que se ha destacado por su defensa del neoliberalismo y su hostilidad hacia el cambio.

¿Qué ha pasado en las elecciones del 2015 y del 2016?
El PSOE estaba dividido desde el principio del proceso electoral entre la vieja guardia, que controlaba el aparato y que deseaba continuar con el bipartidismo, por un lado, y la militancia, que deseaba una coalición de izquierdas, por el otro. Y en medio estaba Pedro Sánchez, que habiendo sido elegido por la militancia estaba muy limitado por el aparato, que confabulaba contra él. Fue precisamente por tal influencia que Pedro Sánchez nunca respondió a la propuesta de Podemos en 2015, y de Unidos Podemos en 2016, de hacer un pacto que estableciera una coalición y buscara más apoyos a partir de esta coalición. La vieja guardia nunca aceptó esta posibilidad, que hubiera permitido sacar a Rajoy y a su partido del gobierno y establecer un nuevo gobierno liderado por las izquierdas. Ahora bien, Pedro Sánchez, en lugar de ser sensible, tras las elecciones del 2015, a esta propuesta, se alió primero con Ciudadanos a través de un pacto, para luego invitar a Podemos en una situación subalterna.

En el 2016 Pedro Sánchez nunca ha respondido a las peticiones de Unidos Podemos para explorar la posibilidad de establecer un gobierno alternativo, que siempre ha existido, pero siempre se ha ignorado cuando no ocultado (con la gran colaboración de los medios, liderados por El País, cuyo grado de manipulación ha alcanzado los niveles de La Razón). Pero el aparato del PSOE (dirigido por los barones) se ha opuesto por todos los medios a ello, pues siempre prefirió la continuación del bipartidismo, que pasa por el apoyo al PP en la investidura, a abrir una posibilidad de gobierno en la que esté Podemos. Y han depuesto a Sánchez, que había visto, por fin, que la única opción era crear una alternativa basada en una coalición con Podemos. Puesto que Ciudadanos siempre prefirió una alianza con Rajoy, no le quedaba otro remedio que explorar la alternativa que había sugerido Unidos Podemos de conseguir alianzas con los partidos nacionalistas.

El problema español que en España se conoce como el problema catalán
Las mismas fuerzas financieras, económicas, políticas y mediáticas que han estado promocionando el neoliberalismo han estado imponiendo la visión uninacional de España. Y ello ha incluido al aparato del PSOE, siendo ello también causa de su gran deterioro en las naciones históricas que existen en España -Catalunya, País Vasco y Galicia-, donde el PSOE ha pasado a ser un partido minoritario casi residual. En estas naciones han aparecido fuerzas de izquierdas que han recuperado la visión republicana de España, que había caracterizado no solo a las izquierdas catalanas, vascas y gallegas, sino también a las españolas.

Un hecho ocultado, cuando no silenciado por el aparato del PSOE, ha sido su apoyo a la autodeterminación de los distintos pueblos y naciones en España durante la resistencia antifascista. La falta de sensibilidad de los dos partidos mayoritarios en España hacia la plurinacionalidad de España ha sido la causa del surgimiento de partidos de izquierdas con vocación transformadora, claramente antineoliberales, con otra visión de España, plurinacional, justa, democrática y solidaria, que han canalizado el voto de descontento de la población, y muy específicamente de los jóvenes y la clase trabajadora. La articulación de estos movimientos y partidos ha ido sustituyendo a las fuerzas nacionalistas periféricas conservadoras (que habían jugado un papel clave en la reproducción del bipartidismo a nivel del Estado), de orientación cristianodemócrata y liberal, conjugando el rechazo al neoliberalismo con el rechazo a la visión uninacional de España.

Este fenómeno coincidió con la aparición de un movimiento político-social iniciado en el movimiento 15-M, que se convirtió en un partido nuevo, Podemos, que hizo suya también esta visión plurinacional de España, habiéndose convertido en un periodo de tiempo muy breve (menos de dos años) en una de las fuerzas políticas de mayor peso y presencia en Las Cortes. Se alió con la renovada IU, estableciéndose la coalición Unidos Podemos, que significa una amenaza para los defensores del statu quo.

La crisis dentro del PSOE
La defensa a ultranza del statu quo hizo que la vieja guardia del PSOE (Felipe González, José Bono, Alfredo Pérez Rubalcaba, Susana Díaz, y otros) se opusiera a que el PSOE se aliara con Podemos y con los que definieron como independentistas. Y han depurado, en un ejercicio golpista, al candidato Sánchez, que había sido elegido por la militancia y que había llamado a un referéndum entre los militantes para encontrar apoyo a su propuesta de negación a la investidura de Rajoy y recuperación de alternativas que pasaban, en primer lugar, por una alianza con Podemos. Esto fue lo que motivó el golpe del aparato frente a la militancia, que claramente favorecía a tal alternativa.

Expulsado el secretario general, Pedro Sánchez, se ha nombrado presidente de la gestora al presidente de Asturias, el Sr. Javier Fernández, próximo a Alfredo Pérez Rubalcaba y a Susana Díaz, y que había hecho de su postura “no a Podemos y no a los secesionistas” su mayor leitmotiv. La aceptación de Pedro Sánchez de la exigencia de Susana Díaz de que se votara a mano alzada (sin voto secreto) fue el síntoma de que el aparato había ganado, pues la mayoría de miembros del Comité Federal son funcionarios que ocupan cargos que dependen de los barones. Fue el triunfo del aparato frente a la militancia. Leyendo El País y sus editoriales, y escuchando a García Ferreras (próximo a Zapatero) en La Sexta cubriendo la jornada, puede verse el contubernio político-mediático movilizado para destruir a Pedro Sánchez. Una vez más, la defensa de la “unidad de España” ha servido para salvaguardar los intereses financieros, económicos y mediáticos del establishment español, dejando la vía abierta para (tras cesiones simbólicas) permitir la investidura del corrupto Rajoy y su corrupto partido.

Consecuencias para las izquierdas
Lo ocurrido el sábado es enormemente negativo para las izquierdas en España y para el bienestar de las clases populares, ya que facilitará la permanencia en el poder del partido más reaccionario que existe en España, expandiendo todavía más su plan económico y financiero neoliberal, y su ultraderechismo reaccionario. Se esperan al menos cuatro años más de un Estado represivo e insensible a las necesidades populares, Estado que continuará dominado por el bipartidismo, con el apoyo de Ciudadanos y las derechas nacionalistas. Ha sido, una vez más, la victoria de los de siempre. Frente a esta situación se necesita una amplia coalición y movilización de todas las fuerzas progresistas que confronte las políticas del gobierno Rajoy y sus aliados, tanto a través de la agitación social (más necesaria que nunca) como a través de la lucha parlamentaria, ayudando a la vez a las bases del PSOE a rebelarse frente a unos barones y un aparato que han continuado imponiendo una visión uninacional del Estado español, a la vez que han perpetuado un gobierno que está dañando a las clases populares de todos los pueblos y naciones de España. Así de claro.

http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2016/10/05/por-que-esta-pasando-lo-que-esta-pasando-en-espana/