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sábado, 15 de agosto de 2015

Los valores de la música. Hace ya mucho tiempo que nos hemos quedado sin diálogo. Hemos ido perdiendo progresivamente las facultades que lo hacían posible

“Cuando escucho la radio todo parece tremendamente comprimido y ruidoso, registrado sin más criterio que el de impresionar. Sin claridad, cuando no hay nada más misterioso que la claridad. La gente ya no se concentra en la música. La paciencia y la disciplina están en peligro. La escuela de la escucha está en peligro”. Manfred Eicher (Lindau, 1943) en “Viaje al final del sonido”, El País, 10 de diciembre de 2012, p. 34.

Estas declaraciones, hechas por el fundador del sello alemán de discos de jazz y música contemporánea ECM, son un certero diagnóstico de nuestra actualidad sonora. Y por extensión, de nuestra actualidad cultural. La poderosa tecnología de la imagen y el sonido y su inmediatez nos han desposeído del tiempo. Tiempo para ejercitar y desarrollar la capacidad de atención en nuestra vida. Nuestra condición y dignidad de personas vive debilitada por todo lo que sucede, deprisa, a nuestro alrededor. La verdadera crisis está en nosotros mismos, en nuestro aturdimiento, en nuestra incapacidad para ver, escuchar y procesar con claridad lo que está pasando. Las leyes del mercado nos mantienen convenientemente distraídos, la sobreinformación solo consigue nuestra domesticación.

Si para Boecio en el siglo VI, “cualquiera que llega al fondo de sí mismo, sabe lo que es la música” (De institutione música, Libro I), catorce siglos después, para el compositor alemán y pedagogo, Carl Orff, “la música comienza en el hombre, no en el instrumento, ni en el primer dedo ni en la primera posición, o en este o aquél acorde. Lo primero es el propio silencio, el escuchar hacia adentro, el estar abierto (preparado) para recibir la música, para escuchar el propio latido y la propia respiración” (Musik der Kindheit, 1932). En el fondo de estas dos declaraciones está la evidencia de un mundo interior que ha experimentado el misterio de la música, o, lo que es lo mismo, la claridad de ese misterio. Esto es, se han dado las condiciones para la verdadera escucha.

A lo largo de la Edad Media, recorrer los caminos de las siete artes liberales, es decir, del Trivium (Gramática, Dialéctica y Retórica) y del Quadrivium (Aritmética, Geometría, Astronomía y Música) era el ejercicio que desarrollaba entonces el mundo interior de un hombre libre. Hoy los espacios para recorrer son de otra naturaleza. Nuestra percepción está muy dispersa y la aventura del conocimiento ha quedado reducida a un trámite. Nuestra mente ha perdido la capacidad de inquirir, de descubrir, de asombrarse.

Hace ya mucho tiempo que nos hemos quedado sin diálogo. Hemos ido perdiendo progresivamente las facultades que lo hacían posible: escuchar, preguntar, pensar con un orden, argumentar, criticar para construir e iluminar lo que está oscuro y es confuso. La actitud dogmática simula protegernos con resultados y soluciones, a la vez que nos aleja de la verdadera actitud científica, donde nada se cierra porque siempre hay una nueva pregunta por hacer. El verdadero valor de la cultura se nos oculta tras una sucesión demasiado vertiginosa de sucesos, y nada nos puede hacer más libres y poderosos que ser cultos en su sentido profundo. Hace ya muchos siglos, Aristóteles proclamaba abiertamente en su Política: “Nada hay tan poderoso como el ritmo y el canto de la música, para imitar, aproximándose a la realidad tanto como sea posible, la cólera, la bondad, el valor, la misma prudencia, y todos los sentimientos del alma, como igualmente todos los opuestos a éstos” (Política, Libro VIII, 5).

Y hoy el valor de la música sigue estando en la experiencia del ritmo, que es el orden en el movimiento, según el pensamiento clásico. En la armonía de los contrarios que es la sinfonía de sonidos, en el diálogo de la pregunta y la respuesta, en la capacidad de escucha, de concertar y respirar juntos, de desaparecer para sumar, de equilibrar nuestro pensamiento y nuestras emociones, de hacer silencio para pensar la primera nota y regresar al silencio después, cuando todo ha sido dicho y expresado. Todos podemos escuchar la música, la verdadera escucha nunca será un trámite. Gracias a ella podemos ser mejores, que es tanto como llegar a ser lo que realmente somos.

Y así, sólo desde la experiencia de la música podemos compartir esta certeza:
La lección más difícil para el ser humano – aprender a vivir con disciplina pero también con pasión, con libertad y al mismo tiempo con orden – es evidente en cualquier frase musical. (Daniel Barenboim, El sonido es vida, 2008, p. 34).

Alfredo Vicent es profesor de la UAM y Doctor en Historia y Ciencias de la Música. La Marea. http://www.lamarea.com/2015/08/10/los-valores-de-la-musica/

domingo, 15 de marzo de 2015

Entrevista a Belén Gopegui. "En distintos espacios se construye otra cultura, todo eso que en medio del infierno no es infierno".

La escritora madrileña Belén Gopegui ha publicado El comité de la noche (Literatura Random House, 2014), una novela que dibuja una dura crítica contra el negocio de las farmacéuticas y relata un mundo posible de relaciones más justas construidas sobre la solidaridad y la fuerza del común. Bajo una apariencia de novela de género, El comité de la noche esconde una clara condición política: es una crítica devastadora al negocio de las farmacéuticas, al comercio de sangre y a las condiciones de vida contemporáneas. ¿Literatura de resistencia?
Más bien diría una literatura de existencia, para que las cosas que ya existen, aunque a veces parezcan transparentes, cuenten lo que saben.

¿Es posible construir una alternativa política, social, a través de la literatura, que combata el discurso del poder y construya ese espacio de resistencia?
Sólo con unas cuantas obras literarias, no. Si lo que [Jorge] Riech­mann llamaba los miedos de comunicación de masas fuesen, pongamos, infiltrados hasta sus más altos niveles por gentes que no sólo no quisieran, sino que además pudieran no reproducir la visión del mundo supuestamente natural, vale decir, capitalista, patriarcal, etcétera, en ese caso, si la gran mayoría de historias, series, canciones, noticias, no interpretase la vieja melodía del individualismo, el engaño y el falso consuelo, entonces, quién sabe. Entretanto, en los distintos espacios, movimientos, centros populares, se va construyendo una cultura distinta, emergen visiones diferentes, todo eso que en medio del infierno no es infierno y que puede, en voz más baja, hacer nacer relaciones diferentes.

¿Crees que los proyectos políticos antagonistas necesitan novelas que construyan sus imaginarios? ¿En qué medida ayudan las novelas a esa construcción de lo posible?
Dice el dramaturgo Declan Do­nellan: “No están a salvo en sus casas, sólo están a salvo en las calles. No vayan a sus casas”. Me interesa la fuerza de esa idea de que, en contra de lo que se nos suele decir, es en las casas donde no estamos a salvo. Lo cierto es que la novela es un género en principio pensado para leer en casa. También en el metro o en la biblioteca o en círculo de lectura, pero en principio se pensó para leer en soledad, y construir imaginarios antagonistas desde esa extraña relación creada entre un narrador o narradora y un lector o lectora es difícil. Lo habitual es afirmar los imaginarios existentes, esos que contribuyen a hacer de una casa un lugar de peligro. Se puede intentar, a veces ocurre. Creo que, pese a todo, vale la pena intentarlo, hacerlo, si se tienen presentes los límites que nos marcaron y que no habría que respetar.

El comité de la noche tiene un lenguaje cuidado, una capacidad de crear diálogos intensos, referencias intertextuales precisas. ¿Es posible un lenguaje antagonista dentro de los códigos del poder?
Entre la frase de Audre Lorde “las herramientas del amo no destruirán la casa del amo”, aquella de Chirbes “la buena letra es el disfraz de las mentiras” y el verso de Adrienne Rich “éste es el lenguaje del opresor / y sin embargo lo necesito para hablarte”, transcurre un debate de siglos. En realidad parte de la evolución de lo que sea que llamemos arte ha estado marcada por la necesidad de cambiar las herramientas, violentar el lenguaje y hacer estallar en pedazos la buena letra impuesta por la clase dominante. Jesús Ibáñez contaba la historia de aquel maestro que le decía a su discípulo: “Si dices que este palo es real, te pegaré con él, si dices que no es real, te pegaré con él, si callas, te pegaré con él”. La salida, decía, era arrancarle el palo de las manos y darle con él en la cabeza. Dicho de otro modo y con respecto al arte, aun manteniendo siempre la atención hacia todo lo que los códigos y herramientas cuentan por sí mismos, y aun procurando siempre destrozar esos códigos y esas herramientas, recordemos también que la razón de destrozarlos no es un dilema formal, como si eso existiera, sino arrebatar el palo, el monopolio de la violencia real, microfísica, simbólica, que, de modo ilegítimo, ejercen el capital y el patriarcado.

En el libro se percibe cierto anhelo de unión. ¿Crees que en esta deriva individualista de las sociedades contemporáneas hay espacio para seguir reivindicando ese común que nos haga fuertes frente al poder?
Una vez más nos ocurre que separamos lo individual de lo común, como si lo común no estuviera construido con individualidades. El individualismo contemporáneo –igual que, en una escala diferente, la llamada economía liberal– utiliza lo común, la construcción colectiva, los cuidados, pero lo hace desde el abuso, imponiendo criterios, intoxicando además con la idea de que son las comunidades las que imponen funciones y anegan lo individual. Sin embargo, construir lo común es trabajar con otros y otras según aquellos criterios que se juzgan buenos. Por el contrario, encerrándonos en las fingidas individualidades que somos, cedemos nuestro criterio sin reparar demasiado en ello. De modo que sí, ahora más que nunca, es preciso ser nieve, ser lluvia, ser marea.

Eres miembro de Asalto, la facción literaria de la Fundación Robo. ¿Sería ése un intento de repensar la práctica cultural desde el espacio del común, del colectivo?
En el aspecto musical es un intento y un logro. Ahí está su página, sus temas, los cambios que ha generado. En cuanto a la parte literaria, a la que me he sumado, se trata de un proyecto mucho más en ciernes, apenas un gesto para contar que, si bien no sabemos cómo, sí quisiéramos sacar la literatura de los formatos individuales, volver a pensar, como dices, su práctica desde el espacio del común. Se han hecho experimentos en Asalto y seguirán haciéndose gracias a la generosidad de Fundación Robo, que pone en nuestras manos un dispositivo en marcha. Desde esta entrevista, como desde otros lugares, seguimos convocando a quienes tengan propuestas, temas, textos, voluntad de construir relatos de experiencias colectivas. ...

¿Qué papel consideras que ocupa internet en la renovación de los códigos y estrategias de la resistencia política?
En general considero que la resistencia en internet está perdiendo iniciativa, porque no tiene el poder suficiente. Cons­truir servidores que no pasen por Estados Unidos ni estén bajo su control, crear plataformas de relación que no sean propiedad de empresas dispuestas a cobrarse su actividad en datos y en poder añadido, o hacer que un sistema como Debian, por ejemplo, entre en las administraciones para quedarse, exige una fuerza que, de momento, no tenemos. Aun con todo, hay fracturas, transgresiones, sistemas operativos libres, pequeños servidores autónomos, filtraciones. Que­da, sin embargo, muchísimo por hacer.

¿Cómo valoras el momento político actual, en el que diversas plataformas surgidas a partir del 15M apuntan a tomar el “poder político” en sus diferentes escalas (nacional, regional, municipal) aprovechando el vacío creado por la deslegitimación radical del sistema de partidos heredado de la Transición?
Plantearse llegar a las instituciones es importante, y más si se hace desde movimientos con arraigo en el territorio. Lo crucial, desde mi punto de vista, sería en este momento intentar no delegar en nadie, saber que cada persona es necesaria para generar otras prácticas políticas, pues, por más que así lo pensemos en algunos entornos, esa deslegitimación radical, desde casi todos los puntos de vista, no lo es tanto, sin embargo, en muchos sectores de la población, ya sea porque aún creen, erróneamente, que sus intereses coinciden con los del sistema de partidos, o porque en ocasiones es posible que coincida a corto plazo. Recuerdo esa gran canción portuguesa contra la dictadura, “A pesar de você”, “a pesar de usted, mañana ha de ser otro día”, la cuestión es que ese usted es muy amplio, está en formas de ver y en las instituciones y en las empresas y en la vida diaria, por eso es preciso que se unan todas las luchas en torno a la emancipación y, en estos días, apenas descansar. ...
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/25941-lo-estalla-pedazos.html

lunes, 27 de octubre de 2014

Los Nobel a Modiano y Tirole, el triunfo de Piketty y el prestigio de una hornada de autores devuelve a la cultura francesa el esplendor perdido. Sus letras enamoran otra vez. ¡Vive la France!

"Repli sur soi". Hace años que los franceses se autodiagnostican una enfermedad a la que designan con esta expresión, omnipresente en los medios, que podría traducirse como "ensimismamiento", "autoaislamiento" o, literalmente, "repliegue sobre uno mismo". Refleja los achaques de una cultura que, hasta hace poco menos de un siglo, seguía siendo dominante en el planeta. Hoy, en cambio, se vería afectada por su narcisismo y autosatisfacción, aminorada por un agravado déficit de influencia, condenada por la profunda crisis institucional que vive la quinta potencia mundial.

Los ideólogos de este declive cultural se multiplican desde hace década y media. Dicen que la literatura francesa dejó de contar allá por el nouveau roman. Que las traducciones del francés no suponen ni un 1% del mercado anglosajón, mientras que cuatro de cada 10 libros publicados en Francia tienen origen extranjero... seguir leyendo aquí en El País.
Thomas PikettyPágina Web oficial de Piketty

sábado, 27 de septiembre de 2014

Javier Marías también rechazaría el Premio Cervantes. El autor habla del aborto, la Posguerra o la Transición en la presentación de 'Así empieza lo malo'

No faltó humor en la presentación de Así empieza lo malo, la novela número catorce en el universo literario de Javier Marías (Madrid, 1951). En el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el autor ha hablado de la inesperada chispa que descubrió en Rajoy ayer, de cómo Gallardón, desjusticiado, tal vez busque justicia por su cuenta y de que la gente hoy en día, así en general, "está loca". Pero una de sus sonrisas más genuinas la esbozó cuando llegó la pregunta de si "perdonaría" que le concedieran el premio Cervantes, que se falla en noviembre: "No. Cuando rechacé el Premio Nacional de Narrativa [por Los enamoramientos] ya dije que no aceptaría ningún galardón, ni invitación del Gobierno. ¿Quién paga el Cervantes? Pues ya tiene su respuesta".

También se adelantó a las chanzas que se quieran hacer si su nueva obra no gusta: "Desde la primera página uno descubre que en vez de Así empieza lo malo debiera titularse Así empieza lo peor. Como es facilón, prefiero hacer el chiste yo". Pero no es su novela precisamente una comedia. En realidad es una prolongación más de esa "gran novela" en temas y a veces hasta en personajes que lleva escribiendo desde que debutó a los 19 años con Los dominios del lobo.

En Así empieza lo malo traza un triángulo entre un matrimonio en podredumbre —el de Beatriz Noguera y Eduardo Muriel, cineasta español con parche, como John Ford— y ese personaje testigo de intimidades que tanto explota la literatura. Marías carga al voyeur con el peso de los años, porque la acción que recuerda sucede en la España del 81, antes (y no es baladí para la historia) de que se permita el divorcio, pero el personaje se encuentra en la España del aquí y ahora. "Esta es una novela de personajes. De la vida privada. Como se dice en la obra, cuenta una historia tenue, de las que muchas veces no salen del ámbito íntimo".

Pero Así empieza lo malo también tiene una "posible" lectura política. Muy relacionada con dos períodos clave del siglo XX español: la Transición y la Posguerra. Marías defiende la primera, aunque luego se haya "torcido" y reconociendo lo difícil de asumir la amnistía total para el régimen franquista: "No hay nada perfecto, pero tengan en cuenta que llevamos 40 años con un país normal —con elecciones, con partidos políticos— cuando la normalidad en España se contaba por trienios". De la segunda dice cosas más duras en su novela. Página 46: "Algunos individuos notables que habían apoyado a Franco [...] comenzaron a fraguarse biografías ilusorias, a presumir de demócratas desde la época ateniense y a proclamar que su antifranquismo venía de antiguo, cuando no de siempre". Un poco más adelante, en la página 50, una advertencia desde el pasado al presente de ese cineasta tuerto y larguirucho que prefiere pensar tumbado en el suelo: "Tardará en olvidarse cómo somos o cómo podemos ser, y además con facilidad, basta una cerilla".

Que haya púas en ciertos pasajes no quiere decir que Marías se haya puesto la toga de juez. Porque para el escritor madrileño la "moralina" en los temas es lo que el "adorno" a la prosa: "Es ridículo que en el siglo XXI un escritor se dedique a dar lecciones, tomar partido o algo que se le parezca". Eso sí, bromear no le molesta, como con las declaraciones del presidente Rajoy ayer tras el gran fiasco de su legislatura, la reforma fallida de la ley del aborto: "Por una vez me han parecido chistosas. Una de las razones que adujo para esta retirada fue: 'Hombre es que no se puede tener una ley que un nuevo Gobierno vaya a cambiar al día siguiente de ganar las elecciones'. Pues hombre para eso cambie la de educación, la de tasas judiciales...".
Fuente: El País.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

El valor del saber. En nuestra sociedad el conocimiento se ha industrializado de manera acelerada. Es un bien más

La idea de que vivimos en una sociedad del conocimiento se ha convertido en un lugar común. El saber y la formación, se dice, son los principales recursos, y quien invierta en formación estará invirtiendo en el futuro. A primera vista parecería que se cumple así el sueño de una sociedad formada. Una segunda mirada es más bien decepcionante: mucho de lo que se presenta como “sociedad del conocimiento” no deja de ser un gesto retórico que tiene menos que ver con la idea de formación que con intereses políticos y económicos inmediatos. Uno tiene incluso la impresión de que en la sociedad del conocimiento precisamente lo que no tiene ningún valor propio es el conocimiento, en la medida en que el saber es definido de acuerdo con criterios, expectativas, aplicaciones y valoraciones externas.

Se dice que la sociedad del conocimiento ha sustituido a la sociedad industrial, pero da la impresión de que, al contrario, es el saber el que se ha industrializado de manera acelerada y se piensa la producción, transmisión, almacenamiento y aplicación del saber como si se tratara de un bien más. De hecho el lenguaje es muy delator: nos hablan de transferir la investigación en tecnologías, es decir, en zonas de rentabilidad económica.

La Universidad está sufriendo una enorme presión de funcionalización económica inmediata, lo que se pone de manifiesto en esa alianza ideológica entre las cantidades y la pedagogía, en virtud de la cual todo es resuelto en magnitudes contables y dispuesto para su utilidad mercantil gracias a una genérica capacitación pedagógica. Para comprender este proceso basta con reflexionar sobre la significación que tienen algunos procedimientos en marcha: la acreditación está todavía muy condicionada por el peso de las cantidades; los nuevos créditos ECTS están pensados a la medida de las normas industriales; la euforia del PowerPoint sirve para prescindir de las conexiones lógicas; el impulso del trabajo en equipo funciona como procedimiento para favorecer la homogeneización y disuadir de la creatividad individual; los rankings son un producto de la mentalidad del management aplicada a la enseñanza…

Lo que todo esto revela es que no estamos hablando tanto de formación como de un tipo de saber que es tratado como una materia prima y que convierte a los estudiantes en algo disponible para el mercado de trabajo. El saber y la formación no son ningún fin en sí, sino un medio para los mercados emergentes, la cualificación de los puestos de trabajo, la movilidad de los servicios y el crecimiento de la economía. No es extraño que el lenguaje de los valores inmateriales adopte la forma del capital: como capital humano, social o relacional. Toda capacidad humana se convierte en una capacidad de la que se puede hacer un balance. De ahí la dificultad a la que se enfrentan aquellas materias en las que se ejercita una forma de pensamiento que no tiene relación inmediata con una praxis, como las lenguas clásicas, las matemáticas, el arte, la música, la filosofía… Domina el modelo de la empleabilidad y la competitividad. Como nos advierten reiteradamente, en un mundo que cambia velozmente, en el que se modifican las competencias, habilidades y contenidos exigidos, la “falta de formación” (lo dicen con otras palabras, pero es esto) se convierte en una virtud que permite al sujeto, con flexibilidad, rapidez y sin cargas, ponerse a disposición de las exigencias del mercado.

Ahora bien el “hombre flexible”, que está dispuesto a aprender toda su vida, que pone sus habilidades cognitivas a disposición de los mercados frenéticos es una caricatura de la formación humana. Sin capacidad sintética, sin sentido ni interpretación, un saber así no es más que piezas prefabricadas (módulos y créditos), que se pueden poner a disposición de casi cualquier cosa y se olvidan. De un saber fragmentado y universalmente disponible no se sigue ningún ideal de formación ni de sentido crítico.

Todo esto revela un profundo desconcierto acerca de lo que significa el saber y de su utilidad social última. El saber es más que información con utilidad inmediata; es una forma de apropiación del mundo: conocimiento, comprensión y juicio. Sin reelaboración y apropiación subjetiva en términos de comprensión, la mayor parte de las informaciones se quedan como algo meramente exterior. A diferencia de la información, que es interpretación de datos en orden a la acción, el saber es una interpretación de datos en orden a describir su relación causal y su consistencia interna. Los datos y conceptos sólo se convierten en saber cuando pueden ser vinculados de acuerdo con criterios lógicos y consistentes que constituyan una totalidad con sentido. El saber existe únicamente allí donde algo es explicado o comprendido. Saber significa siempre poder dar una respuesta a la pregunta acerca del qué y el porqué.

El valor del saber que la Universidad está obligada a representar no es el del almacenamiento, la competencia o la utilidad inmediata. Cuando sostenemos que la Universidad es un espacio en el que hay docencia e investigación no estamos aludiendo a dos actividades que deban realizarse al mismo tiempo sino a la naturaleza del saber que se cultiva en la Universidad; que uno enseña lo que investiga e investiga lo que enseña quiere decir que nos interesa aquella dimensión del saber que lo tiene como algo provisional, revisable, discutible, sujeto a crítica; de alguna manera nos dedicamos a enseñar lo que no sabemos. Para el saber asegurado están otras academias de noble oficio.

La Universidad es el lugar de la problematización del saber, donde el saber es continuamente revisado y convertido en objeto de reflexión. Este tipo de saber no se puede producir donde no hay una cierta libertad frente a la utilidad, el imperativo de la relevancia para la praxis, la cercanía social, la actualidad. El saber en este sentido se escapa de los modelos estandarizables y reproducibles; remite siempre a una creatividad que no se puede institucionalizar en procedimientos que la aseguren. Y esto es precisamente lo que está en juego: la consideración del saber como una mercancía o como algo que tiene valor en sí mismo, como mera pericia que se transmite o como juicio crítico que cada uno (cada sujeto, cada generación) debe adquirir.  6 SEP 2014 -
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/09/04/babelia/1409839711_470047.html

domingo, 26 de enero de 2014

La literatura hispana se convierte en potencia cultural en EE UU. Derribadas las barreras originales, se ha forjado una nueva identidad cuyo catalizador es el español.

El fenómeno de fusión es aplicable a la potencia de su literatura, que se expresa en inglés

Estados Unidos no se entiende si se ignora el español. El significado de toponímicos como Los Ángeles, El Paso, Colorado o Nevada es transparente. Otros conllevan una historia más recóndita, como California, término procedente de las novelas de caballerías, en cuya lectura se forjó la imaginación de los conquistadores, quienes proyectaban sus fantasías sobre la inasible realidad en la que se veían inmersos. California era el nombre de una isla habitada exclusivamente por mujeres donde se asentaban los dominios de la mítica Calafia, la reina negra de Las Sergas de Esplandián (1510). El origen de la latinización de Estados Unidos se remonta a 1848, año en que se firma el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, en virtud del cual México cede al poderoso vecino del norte más de la mitad de su territorio nacional a cambio de 15 millones de dólares. La cesión incluía la totalidad de lo que hoy constituyen los Estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, así como extensas zonas de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Con las tierras, pasó a pertenecer a otra nación una población cuyo idioma era el español. Tan traumático trasvase selló de manera irreversible el destino bilingüe y bicultural del país, fenómeno reforzado por un flujo migratorio que mantiene permanentemente viva la fuerza de la lengua española y las culturas de que es vehículo.

Es en este vasto contexto donde, tras más de siglo y medio de pervivencia de la tradición literaria en castellano, surge la figura de Rolando Hinojosa-Smith, decano de las letras chicanas, cuyo nombre ha sonado en más de una ocasión como candidato al Premio Cervantes. La propuesta está doblemente justificada, ya que a sus méritos como escritor se añade su valor como representante de una forma de escribir que hunde sus raíces en lo más profundo de nuestra historia literaria.

La obra narrativa de Hinojosa-Smith, de una cohesión admirable, consta de 15 novelas que se integran en una serie conocida como Viaje de la muerte en Klail City. El lenguaje de Hinojosa-Smith remite directa y deliberadamente al de los prosistas castellanos del siglo XV. Un año después de su publicación, Hinojosa-Smith cambió el título originario de la segunda entrega de la serie (Klail City y sus alrededores) por otro tomado de una obra compuesta a mediados del siglo XV por el historiador Fernán Pérez de Guzmán. Imposible encontrar credenciales castellanas más prístinas que estas: Pérez de Guzmán fue bisabuelo de Garcilaso de la Vega, tío del marqués de Santillana y sobrino del canciller Pedro López de Ayala. El guiño de Hinojosa-Smith no se queda ahí. La cuarta novela de la saga lleva el título de una obra de Hernán Pérez del Pulgar que data de 1488 (y por tanto es, al igual que Generaciones y semblanzas anterior a la existencia misma del vocablo América). Hinojosa-Smith se limitó tan solo a cambiar un vocablo: Claros varones de Belken, en lugar del originario Claros varones de Castilla. Belken es el nombre de un condado ficcional de impronta faulkneriana cuya capital es Klail City, una de las ciudades de un valle situado a orillas de la frontera entre Texas y México. Escenario de todas las novelas de Hinojosa-Smith, el valle es un lugar a la vez mítico y real.

Hace unos meses, la editorial Xordica recuperó para los lectores españoles la primera novela de Hinojosa-Smith, Estampas del valle, obra publicada hace más de cuatro décadas, y con la que su autor obtuvo el Premio Quinto Sol. El retraso pone de relieve la falta de atención por parte de nuestro mundo editorial hacia la literatura de los latinos de Estados Unidos. Son varias las ramas que integran esta tradición. La de mayor peso, por razones históricas y de contigüidad geográfica, es la de origen mexicano, seguida de las de procedencia caribeña: puertorriqueños, dominicanos, y cubanos, cada una con sus rasgos distintivos. A ello se suma la producción, considerablemente irregular, que aportan las comunidades oriundas del resto de América Latina. El fenómeno más interesante en relación con los diversos grupos de origen hispánico es la erosión de las barreras que los mantenían separados, lo cual ha desembocado en la forja de una nueva identidad. En Estados Unidos hay inmigrantes de origen mexicano, caribeño, sur o centroamericano, pero todos se sienten latinos o hispanos. El catalizador de este proceso es el español, cuya fuerza se renueva de manera constante gracias al flujo incesante de emigrantes. Este fenómeno de fusión se aprecia también en la literatura, aunque es preciso señalar que el vehículo expresivo es (incertidumbres futuras aparte) mayoritariamente el inglés.
Seguir leyendo en El País.

jueves, 16 de enero de 2014

¿Ilegal o parte de la cultura? El trabajo infantil divide a Bolivia

Veronica Smink BBC Mundo, Cono Sur

Se estima que 850.000 niños y adolescentes trabajan en Bolivia.

¿Deben o no deben trabajar los niños? Esa es la pregunta que tratan de responder por estos días los legisladores en Bolivia, país que está inmerso en una polémica sobre el trabajo infantil en la que hasta el presidente Evo Morales ha terciado diciendo que, por razones culturales, los menores deben trabajar para desarrollar "conciencia social", pese a que contraviene convenios internacionales suscritos por el país.

Se trata de un problema regional, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en América Latina y el Caribe 13 millones de niños forman parte de la fuerza laboral.

A pesar de que en 1973 el organismo adoptó un convenio que prohibió que los menores de 14 años trabajen, en muchos países que son miembros de la organización es muy común ver a menores empleados.

Tal es el caso de Bolivia, donde el 28% de los chicos de entre cinco y 17 años trabaja, según datos de la Defensoría del Pueblo. Si bien el país ratificó el convenio de la OIT en 1997, aún hay muchos que se resisten a imponer por ley una edad mínima para trabajar.

A fines de 2013, un grupo de niños y adolescentes trabajadores protestó frente a la Asamblea Legislativa luego que la Cámara de Diputados aprobara el llamado Código Niña, Niño, Adolescente, que ratifica los 14 años como la edad mínima para trabajar y establece un plan para erradicar el empleo infantil.

La protesta, que fue reprimida por la policía con gases, generó una polémica que llevó al Senado a suspender el debate del Código hasta mediados de enero y a convocar una reunión con los menores, que forman parte de la Unión de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores de Bolivia (Unatsbo), una organización que agrupa a más de 10 mil chicos.

Empleo infantil en Bolivia
850.000 niños y adolescentes trabajan
87% desempeña oficios considerados peligrosos como la zafra y la minería
77% no recibe sueldo porque ayuda a la familia
(Fuente: Defensoría del Pueblo de Bolivia)

Esta semana, representantes de la Unatsbo fueron recibidos por la presidenta del Senado, Gabriela Montaño, a quien le solicitaron que no se ponga límite de edad para el trabajo independiente (como la venta callejera o el cuidado de vehículos) y se establezcan los 12 años como la edad mínima para el trabajo en relación de dependencia.

El propio presidente Evo Morales terció a favor de los menores, expresando su rechazo a imponer un límite de edad en el nuevo Código.

"Mi experiencia, mi posición: no debería eliminarse el trabajo de niñas, niños y adolescentes, pero tampoco deberían explotar o incitarlos a trabajar. Algunos trabajan por necesidad, pero además eliminar el trabajo de niños es como eliminar que tengan conciencia social", afirmó el mandatario tras reunirse con los jóvenes de la Unatsbo unos días antes de Navidad.

"En las áreas rurales, desde el momento en que se aprende a caminar uno ya presta un servicio a la familia. No es explotación, es sacrificado pero eso es vivencia misma", agregó el mandatario.

Cuestión cultural
Históricamente, el tema del trabajo infantil ha generado polémica en Bolivia y otros países andinos, como Perú, donde muchos creen que es normal que los niños colaboren desde pequeños con las tareas del hogar y ayuden a mantener a su familia.

"En esta región los niños son considerados parte activa de la sociedad y de la economía familiar y desde pequeños cumplen un rol en la comunidad", explicó a BBC Mundo una vocera de la oficina andina de Save The Children, una de varias ONG dedicada a promover los derechos de los niños que no considera que toda forma de trabajo infantil sea explotación.

Lo mismo piensa el presidente Morales, quien cree que el foco debería estar puesto en erradicar las prácticas abusivas de empleo infantil y no todo el trabajo realizado por menores.

El mandatario incluso ha resaltado varias veces su propia historia de vida, recordando cómo ayudaba a su familia a los seis años vendiendo helados, y también usó el ejemplo de sus propios hijos para recalcar los efectos beneficiosos que puede traer el trabajo para los niños y adolescentes.

Contó que envió a sus hijos Eva Liz, de 19 años, y Álvaro, de 17, a pastear llamas en los arenales de su pueblo natal, Orinoca, en el departamento de Oruro, para que aprendan sobre los orígenes de su padre.

"Un poco que conozcan cómo se vive y viven todavía, se trata de eso, no es un castigo, sino que conozcan", afirmó, tras admitir que sus hijos se habían quejado por tener que cumplir con esa tarea.

Los niños que piden trabajar
Pero mientras que los hijos de Morales se quejaron, otros niños reclaman el derecho de poder trabajar.

Por eso, en los últimos años en la región andina surgieron una serie de movimientos de niños trabajadores, como la Unatsbo, que funcionan como sindicatos de menores.

Según ellos, establecer límites de edad para el trabajo infantil no lo erradicará, sino que generará mayor trabajo clandestino.

Sin embargo la OIT rechaza este tipo de argumento.
"El Ministerio de Trabajo y los sistemas de protección de los niños son los responsables de realizar inspecciones y evitar el trabajo clandestino", dijo a BBC Mundo Guillermo Dema, especialista en trabajo infantil de la oficina regional de la OIT.

Según Dema, los argumentos que se utilizan para justificar el empleo infantil son similares a los que se planteaban en el pasado para rechazar la abolición de la esclavitud.

"Dicen que limitar el empleo infantil perjudicará a los niños así como antes decían que si se liberaba a los esclavos morirían de hambre, y que era mejor concentrarse en garantizar la calidad de su empleo", afirmó.

El especialista también consideró "una excusa" el tema cultural, afirmando que en los países del norte también se consideraba una práctica normal y aceptada que los niños trabajasen en siglos pasados.

Además, señaló que otros países andinos, como Colombia, Perú y Ecuador, han trabajado para abolir el empleo infantil, por lo que no se trata de una polémica regional.

"Trampa perversa"
Para Dema, el trabajo infantil es "una trampa perversa que perpetúa la pobreza y la exclusión social".

"El límite de edad de 14 años se impone para que los niños se concentren en su educación, que es la única forma en la que podrán salir de la pobreza", afirmó.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) solo el 2,5% de los niños que trabajan viven en condiciones de extrema pobreza.
Pero, ¿qué pasa con aquellos niños que trabajan por necesidad, como señaló Morales? Después de todo, Bolivia es uno de los países más pobres de Sudamérica y muchos menores trabajan para poder subsistir.
Según el funcionario de la OIT, la solución pasa por priorizar los recursos de otra manera.

"Honduras y Nicaragua lograron reducir el empleo infantil, a pesar de no ser países ricos", ejemplificó Dema.
Para el experto, es responsabilidad del Estado garantizar el derecho a la educación.

"Una nación que no apuesta por la educación y depende de la contribución del trabajo de los niños para su desarrollo es un país no está estableciendo bien sus prioridades", criticó.

La Asamblea Nacional de Bolivia anunció que se crearán dos comisiones para estudiar posibles ajustes al Código Niña, Niño y Adolescente.

Si Bolivia decidiera eliminar o reducir la edad mínima para el empleo infantil quedaría en violación de varios tratados internacionales que subscribió, entre ellos el de la OIT.
Fuente: BBC.

sábado, 19 de octubre de 2013

Sobre el nivel intelectual de los españoles



En estos últimos días, estamos sufriendo el bombardeo de los medios de comunicación por esa evaluación del nivel formativo de ciudadanas y ciudadanos de 23 países, en la que los españoles hemos quedado a la “altura del betún”. Sin la más elemental reflexión los informativos, y esos pseudotertulianos, se han limitado a dar la noticia, y a echar la culpa al empedrado: que si es culpa de las leyes anteriores, que si el rango de la muestra se extiende a un largo periodo que abarca tiempos de la dictadura, etc. etc.El asunto no deja de ser una táctica más de distracción de las que se utilizan para embelesar, y evitar entrar en temas importantes que afectan a amplias capas sociales, como son el paro, la precariedad, la corrupción, las mentiras de los políticos y, entrando en asuntos algo más profundos, la supeditación de aquellos, de los políticos, a los dictados del poder real.

La práctica educativa, encuadrada en el actual sistema, juega el papel que le corresponde, muy alejada del auténtico desarrollo integral de las personas. En algún momento pensé que la dinámica del propio sistema entraría en contradicción, y forzaría el cambio de lo educativo en beneficio de la producción y del consumo. Ahora, con algún dato más, y un mayor tiempo de reflexión, me atrevo a decir, con rotundidad, que no son posibles cambios aislados de cualquiera de las estructuras que sustentan al sistema, a saber: el modelo político, la función de los medios de comunicación (que hoy se emplean sólo para alienar) y el modelo educativo y cultural, así como la propia organización productiva y social. El cambio debe de ser global y simultaneo. 

La historia, y la propia experiencia, avalan lo que digo. Reformas y más reformas desde las administraciones no han variado en lo más mínimo la práctica docente. Con la LOGSE, Ley de 1990, se hizo un intento para cambiar, al menos, la forma de presentar los procesos de aprendizaje. Después de un cierto periodo de confusión en las aulas, las aguas volvieron a su primitivo cauce, cauce primitivo, ineficaz, anquilosado y arcaico. El profesorado se ha erigido en un “rodillo” que aplasta cualquier intento de mejora. Pero, ¿por qué ocurre esto?, ¿por qué todo este colectivo no se moviliza para adquirir una profesionalidad de la que carece?, ¿cuáles son las verdaderas razones? El profesorado, como tantos otros colectivos, como la sociedad en su conjunto, está enajenado, conducido. En el terreno laboral, sus “propios actos se convierten para él [para el(la) profesor(a)] en una fuerza extraña, situada sobre él y contra él, en vez de ser gobernada por él” (K. Marx, el Capital). Se trabaja al dictado, aplicando programas definidos por otros sin que él o ella intervengan, los órganos de control de las administraciones se encargan de presionar para que esto sea así, las editoriales hacen el resto. (http://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico, pág. 136).

La sociedad, incluidos los “expertos”, entienden la educación como una simple transmisión de conocimientos, tal como escuchamos, hasta la saciedad, en los medios. El interés de algunos, y la ignorancia de otros, centran la instrucción en la adquisición desestructurada (y no constructiva) de contenidos, olvidándose o desconociendo que la auténtica formación debería centrarse en el desarrollo de capacidades intelectuales, cultivando tres dimensiones a saber: el razonamiento, la resolución de problemas (y no de ejercicios) y la creatividad.

Esta deformación interesada de la enseñanza justifica estos resultados que se han obtenido. Pienso que esa demostrada ignorancia de los nuestros en ese estudio desborda fronteras, es decir, es extrapolable a los demás países de nuestro entorno. La confección del ranking sólo responde a leves diferencias entre unos resultados y otros, origen del absurdo y desenfocado planteamiento de la prueba.

El diseño de un verdadero modelo educativo que permita la mejora de las capacidades innatas está por encima de las múltiples leyes que regulan la estructura educativa, a veces cargadas de ideología, como es el caso que nos ocupa ahora con el actual Gobierno conservador. Pero, tal como hemos señalado, es imposible llevarlo a cabo en el marco del actual sistema. Tiene más interés para el poder formar seres obedientes e ignorantes que necesiten ser guiados, aunque les lleven por un camino de autodestrucción, y pérdida de esas capacidades naturales que pidieran tener. “El sistema capitalista necesita personas que cooperen sin pensar, individuos que quieran ser mandados, hacer lo que se espera de ellos y adaptarse sin fricciones al mecanismo social” (Fromm, 1971).

A mi modo de ver, la verdadera evaluación del nivel intelectual de la ciudadanía de este mundo globalizado se puede llevar a cabo a través de los hechos y los comportamientos que observamos, y que no han sido mínimamente enmendados a lo largo del tiempo. Estos son algunos ejemplos:

La terrible pobreza en el mundo. Los fuertes desequilibrios entre unos países y otros, entre diferentes naciones, pueblos o razas. La desigualdad galopante entre habitantes de un mismo país.
La guerra como cobertura para la invasión imperialista con el consiguiente resultado de asesinatos indiscriminados de personas, que a veces se convierten en genocidios.

La permanencia de monarquías y su cohorte en lo que se supone son estados modernos.
Las grandes fortunas de magnates y mafiosos.
Asumir, sin vislumbrar alternativas, el sistema capitalista como única forma de producción y de organización social.
La creencia ciega en lo que se conoce como instituciones democráticas, de carácter netamente formal, incuestionables y ausentes de toda crítica.
La inamovible e ineficaz práctica educativa.
Ese desmedido afán de confundir lo deseable con lo posible.
La generalizada contradicción entre la paciencia (algunas veces) y la impaciencia (en otras).
Las desmedidas “retribuciones” de unas nuevas clases adineradas: gestores financieros, políticos, deportistas, actores y actrices, periodistas y “tertulianos”, cantantes, etc.
La aceptación incondicional de magias, religiones y/o sectas (incluida la católica).
La utilización fetichista y patriotera de signos y símbolos tales como himnos o banderas.
La afición y la pasión por los deportes, inducidas por los medios de comunicación.
La formas vigentes de administrar el ocio, condicionadas por los medios de comunicación, plasmadas en hechos tan aberrantes como las salidas masivas en fiestas, “puentes” y fines de semana, con el consiguiente sufrimiento que supone soportar los atascos de tráfico que se originan, así como asumir sin reflexión el riesgo de padecer accidentes mortales.

La degeneración de la juventud entregada a la bebida incontrolada, y a otros tipos de sustancias, como medio de evasión de un mundo que se les ofrece complicado.

Nota añadida: Torpeza y maldad.
Existe una circunstancia que justifica el comportamiento de algunos seres, y que se convierte en un “cáncer” social. Esa circunstancia se concreta en la confluencia de la torpeza con la maldad. La unión de ambas la estamos observando, por ejemplo, en nuestros días en nuestro país. Los torpes gobernantes actuales son malos, son malvados. Están castigando con dureza a las capas sociales más desposeídas, más humildes. Con su torpeza es posible que nos arrastren a situaciones irreversibles de las que ellos mismos pudieran lamentarse.
Fuente: Aquí.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Entrevista a Frances Stonor Saunders con motivo de la reedición de LA CIA Y LA GUERRA FRÍA CULTURAL (Debate)

Por Álvaro Colomer-

La periodista británica Frances Stonor Saunders cambió la percepción sobre la intelectualidad europea cuando publicó, en 1999, La CIA y la guerra fría cultural, una no-ficción ensayística ahora reeditada por Debate.

Con este documento excepcional, la investigadora demostró que, durante la Guerra Fría, el gobierno estadounidense lanzó un programa secreto de propaganda cultural destinado a arrinconar el pensamiento procomunista que imperaba en las vanguardias europeas.

En su lugar, la CIA respaldó a aquellos intelectuales que defendían una forma de vida más acorde con la versión norteamericana.

Así pues, a lo largo de seiscientas páginas, el lector irá conociendo los detalles de aquella conspiración cultural y se adentrará en el universo de manipulaciones que terminó auspiciando movimientos artísticos tan populares como el expresionismo abstracto.

1 - Cuando usted publicó La CIA y la guerra fría cultural, algunos políticos y periodistas la acusaron de tener una perspectiva ‘santurrona’ sobre la realidad geopolítica de Occidente. Incluso llegaron a decir que parecía usted un ‘sacerdote católico’.

Ahora que su obra se reedita en España, ¿cómo definiría el libro?
- Bueno, en primer lugar me gustaría decir que no creo que nadie me hubiera aceptado como sacerdote católica, y no sólo porque mi condición femenina me descalifica para el puesto, sino porque no permito que nadie me dicte lo que debo pensar. Ahora bien, desde que escribí el libro, me he preguntado en varias ocasiones si mi punto de vista sobre aquellos acontecimientos fue demasiado piadoso o moralista. Algunos críticos se sorprendieron de que me asombrara tanto por el hecho de que la CIA interviniera en la vida cultural del mundo no-comunista, y eso me hizo plantearme si realmente yo había pecado de tener una visión de la política demasiado naïf o, si se prefiere, demasiado juvenil. Cuando pienso en lo doctrinario, o binario, del clima intelectual durante la Guerra Fría, llego a la conclusión de que ambos bandos se empecinaron en sus respectivas posiciones y de que no buscaron una ‘tercera vía’ que permitiera alcanzar una especie de neutralismo que expulsara la opresión ideológica y facilitara un universo cultural verdaderamente independiente.

No me sorprendió descubrir que la Unión Soviética castigaba esa independencia de un modo muy agresivo, pero no me esperaba que Estados Unidos hubiera patrocinado la desaparición de cualquier intento de alcanzar una neutralidad cultural en Occidente.

2 - La CIA y la guerra fría cultural dejó en muy mala posición a la CIA.

¿Sufrió usted algún tipo de presión antes o después de la publicación de su libro?

- No creo que la CIA se preocupara demasiado por mi trabajo. De hecho, muchos de sus partidarios insistieron en que todo lo que yo había hecho era mostrar el modo en que la Agencia luchaba por imponer la libertad cultural. LA CIA siempre se ha sentido orgullosa de su papel como ministerio de Cultura secreto durante la Guerra Fría. Creó ese papel no tanto para hacer frente al intervencionismo soviético como para salvar a los Estados Unidos de sus propios instintos totalitarios, tal y como manifestó el senador McCarthy. Evidentemente, una vez que la CIA se hubo convertido en actor internacional del mundo cultural le costó renunciar a ese papel y el precio de esa vanidad hizo que la empresa colapsara. Pero, volviendo a la pregunta, puedo decir que no experimenté ninguna presión por parte de la CIA. En realidad, creo que nunca me tomaron en serio.

3 - En el prefacio que usted ha escrito para esta nueva edición, comenta que la intromisión de la CIA en los asuntos culturales del mundo occidental tuvo repercusiones en determinados movimientos posteriores, como el feminismo, la Nueva Izquierda, el Poder Negro, las madres solteras, la inmigración…

¿Qué aprendieron los gobiernos o las clases dirigentes sobre los movimientos culturales tras la experiencia extraída durante la Guerra Fría cultural?

El activismo político de la década de los 60 y 70, que se materializó en el feminismo, la Nueva Izquierda, el Poder Negro, el movimiento estudiantil, etc., mostraba el descontento con las políticas oficiales, y el gobierno de Estados Unidos estaba lógicamente preocupado por controlar dichos movimientos tanto en su propio territorio como en el extranjero. Para los estadounidenses, el grado en que el gobierno espió ilegalmente a los representantes de dichos movimientos e intentó patrocinar organizaciones paralelas que los debilitara, sirve de voz de alarma para recordar el modo en que los estados pretenden controlar las vidas de sus ciudadanos.

4 - La CIA defendió su intervencionismo cultural alegando que sus agentes se limitaron a conseguir que determinadas personas dijeran algo que igualmente hubieran dicho más adelante.

¿Se atrevería usted a imaginar cómo habría sido la cultura europea contemporánea si la CIA no hubiera intervenido en la evolución de la misma durante la llamada Guerra Fría?

- Desconozco cómo habría sido la cultura europea si la CIA no hubiera intervenido, y preferiría no construir una hipótesis de ese tipo. Pero lo que sé es que veinte años de subsidios ocultos (en cantidades incomparables con las de cualquier otra organización pública o privada, a excepción de las de la Unión Soviética) influyeron marcadamente en el mercado de las ideas y en la manera en que dichas ideas terminaron implantándose. De todas formas, es justo decir que mucha gente cobró (secretamente) por decir algo que hubiera dicho de cualquier modo, y que la libertad de expresión no fue intervenida, o al menos no lo fue como norma general. En realidad, nunca se trató de un asunto de coacción (que es lo que hicieron los soviéticos), sino de un espaldarazo para quienes tenían un determinado punto de vista sobre la realidad y de la promesa de una recompensa para quienes apoyaran dicho punto de vista.

5 - El escritor judío Arthur Koestler se refirió a los intelectuales que se dejaron comprar como un ‘circuito internacional académico de putas por teléfono’.

Realmente, parece increíble que los intelectuales de los que usted habla no se dieran cuenta de que el dinero que recibían, los viajes que les regalaban, los hoteles que les pagaban o la gente de la alta sociedad con la que de pronto se codeaban, eran consecuencia de una manipulación orquestada por un gobierno.

¿Cree que la independencia de los intelectuales, así como su autoridad moral, quedó por siempre socavada como consecuencia de aquel grupo de artistas y pensadores que se vendieron a la CIA?

- La revelación de que hubo muchas personalidades del ámbito de la cultura que vivieron durante mucho tiempo del dinero de la CIA deja en mala posición a una determinada época de la historia intelectual. Es cierto que muchos de los beneficiarios no tenían ni idea de la intervención de la CIA (a fin de cuentas, era un secreto) en el patrocinio de sus proyectos y se disgustaron mucho cuando el asunto se hizo público. Pero también es cierto que algunos tenían excusas muy pobres para justificar su desconocimiento. Algunos lo sabían, eran los que formaban parte de la trama, y el descubrimiento de que consintieron que mintieran a sus colegas durante muchos años, hizo que se considerara que ‘habían envenenado los pozos del discurso intelectual’.

6 - El ensayista estadounidense Stephen Koch mostró, en ‘El fin de la inocencia’, el modo en que Henri Münzenberg inició una campaña de propaganda comunista desde el París de los años 30. Y usted ha mostrado, en La CIA y la guerra fría cultural, el modo en que el gobierno estadounidense hizo lo mismo en pro de una visión americana de la cultura.

¿Qué parecidos pueden establecerse entre los métodos propagandísticos del bloque comunista y los del bando norteamericano?

- El peligro de la comparación entre los métodos de propagada de los dos bloques es que puedes ser acusado de ambivalencia moral, de sugerir que ambos bandos eran igual de malos. Algunos críticos me acusaron de no estudiar las incursiones de los soviéticos en el ámbito cultural o de no enfatizar su terrible historia en la supresión de la libertad intelectual. Pero yo creo que mi libro señala claramente la horrible situación de los pensadores y artistas soviéticos, y denuncia el hundimiento moral al que fueron sometidos dichos intelectuales. Sin embargo, yo llegué a la conclusión de que el modo estadounidense de librar la batalla para el control de las mentes fue negligente, un "punto muerto" en la historia, y eso es lo que quise mostrar en mi libro.

7 - Uno de los aspectos más controvertidos de su libro es la revelación de que el expresionismo abstracto de Jackson Pollock fue aupado por la CIA, la cual temía que los movimientos intelectuales de Europa –cubismo, futurismo, expresionismo, etc.- continuaran acercándose al comunismo. El expresionismo abstracto de Pollock era ideal para enfrentarlo al muralismo soviético y, de alguna forma, representaba los ideales de libertad que Estados Unidos decía defender. Esta afirmación invita a pensar que Pollock tal vez no hubiera alcanzado un hueco en la Historia del Arte sin la intervención de la CIA.

¿Hasta qué punto puede decirse que el intervencionismo estadounidense alteró por siempre la Historia del Arte europeo?
- Hay un debate interminable sobre si el respaldo de la CIA al expresionismo abstracto marcó alguna diferencia tanto en la actitud de los artistas como en la evolución de la corriente estética. Pero de lo que no hay duda es de que la CIA encontró una oportunidad ideológica en el expresionismo abstracto y de que por eso lo promovió. Es irónico, por no decir algo más fuerte, que la vanguardia americana de posguerra, muchos de cuyos representantes eran teórica o activamente simpatizantes de la izquierda, terminara siendo la niña mimada del capitalismo burgués y que sus cuadros acabaran colgados en los vestíbulos de los bancos e incluso en las paredes de la sede de la CIA en Langley. Mi tesis dice que el lavado ideológico del expresionismo abstracto fue el resultado de un pensamiento típico durante la Guerra Fría y que nos permite estudiar el modo en que se construye una cultura oficial.

8 - Los intelectuales españoles que se vieron más afectados por la estrategia de la CIA para dominar el panorama cultural europeo fueron aquellos que se unieron en torno a la revista ‘Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura’. Esta publicación, escrita en español y afincada en París, gozó de prestigio entre los antifranquistas. Su director, el trostkista valenciano Julián Gorkin, atrajo a falangistas desengañados –Dionisio Ridruejo o Pedro Laín Entralgo-, a liberales exiliados –Salvador de Madariaga- y a pensadores represaliados –Julián Marías-.

¿En qué otros aspectos pudo afectar la estrategia de la CIA a la intelectualidad española?

[-Tengo toda una carpeta sobre España, pero está almacenada y no la he abierto desde hace quince años. De manera que ahora mismo no me siento capaz de responder a esta pregunta.]

9 - ¿Ha detectado usted otros intentos de mecenazgo clandestinos que, de una forma u otra, sean consecuencia directa de la guerra fría cultural?

- La historia sobre el modo en que se libró la Guerra Fría cultural en Sudamérica, Asia y África ocuparía muchos libros. En mi investigación, encontré material relativo a estas zonas, pero enseguida me di cuenta de que debía limitar mi trabajo a la Europa occidental, porque no tenía recursos para una investigación mundial. Aún así, siempre tuve la esperanza de que mi libro abriera las puertas a otras investigaciones en nuevos territorios. Mi ensayo ha sido traducido a catorce idiomas y, siempre que viajo para dar alguna charla, animo a los activistas a que escriban sobre el modo en que la Guerra Fría cultural afectó a sus países.

10 - En el prefacio escrito para la nueva edición de la ‘La CIA y la guerra fría cultural’, usted recuerda el modo en que realizó la investigación. Habla de la época en que hizo la investigación documental (en primavera y verano, con un calor terrible) y de momentos de euforia, y aprovecha para comentar que ‘estos hallazgos accidentales constituyen un poderoso argumento a favor de la importancia de la investigación primaria por encima de la investigación online’. Usted escribió este libro en 1999.

¿Ha cambiado mucho el método de investigación periodística?
-Vivimos en un tiempo en que las épocas pueden ser contadas por semanas o incluso días. Además, existe una especie de amnesia voluntaria que hace que las acciones y decisiones tomadas por los responsables políticos y los grupos de presión pueda ser rápidamente olvidadas. Pero creo que ahora, igual que cuando yo escribí el libro, la Historia debe tener el derecho a sacarnos del olvido, y el periodismo tiene la responsabilidad de hacer eso. Tiene el tiempo y los recursos necesarios para investigar el poder, actuando como un freno contra los abusos. Sin embargo, hay que reconocer que hoy quedan pocos espacios para fomentar el tipo de periodismo que acabó dictando la verdad sobre el Watergate.

Más de Maruja Torres. http://www.marujatorres.com/2012/el-arte-abstracto-y-la-cia/

Un comentario. Aracne:
Cómo me alegro de encontrar por aquí la mención a ese libro de la Stonor Saunders, que también para mí hace años, fue una revelación. Directrices duraderas de la CIA, en el Arte, la Política, la moral pública: “el sujeto se mueve en la dirección que uno quiere`por razones que piensa son propias”.
Esa Tesis Doctoral se basa en el 25% del material desclasificado… El día que esté el 50 o el 100 % nos llevaremos grandes sorpresas, no solo sobre Cuba y las Artes…
Claro que sin necesidad de esa documentación, nuestro gran Josep Renau ya decía cosas parecidas, basadas en su propia experiencia. Si podéis encontrarlo os sugiero un librillo (de solo 75 págs.) editado por “Debate”, en el 2002: J. Renau, “Arte contra las élites”.

Son tres artículos. El primero: “Significación de la obra de arte como objeto del mercado artístico”.
El tercero: Función del fotomontaje. Homenaje a John Hearffieldt.
Aunque solo sea por rendir homenaje a Renau, habría que leerlo. No estamos tan sobrados de puntos de apoyo…

Tomado del blog de Marcos Ordoñez:
La primera noticia que tuve de la relación entre la CIA y el expresionismo abstracto fue, si no recuerdo mal, hará unos diez años, cuando la historiadora Frances Stonor Saunders publicó Who Paid the Piper? CIA and the Cold War, también conocido como The Cultural Cold War - The CIA and the World of Arts and Letters, que apareció en 1999 (aquí fue editado por Debate dos años más tarde: La CIA y la guerra fría cultural) y donde se detallaba, entre otros asuntos, la financiación y promoción de la obra de Pollock, Rothko, Motherwell, etc, entre 1950 y 1967 a través del Congress for Cultural Freedom y las grandes exposiciones del "New American Painting", como Masterpieces of the Twentieth Century (1952) y Modern Art in the United States (1955) en varias capitales europeas.

Donald Jameson, ex-funcionario de la agencia, fue el primero en admitir esa intención del gobierno americano, pese a la oposición inicial del presidente Truman, que había dicho "Si esto es arte, yo soy un hotentote". Por su parte, en declaraciones a The Independent, Jameson afirmó que "Nosotros inventamos el expresionismo abstracto".

Ayer, leyendo Notas para Silvia, uno de los muchos y espléndidos dietarios de Josep Pla, me encontré con esta entrada:
"Cronológicamente, el arte abstracto ha coincidido con estos años de la guerra fría, y lo que le ha dado una gran importancia es el interés, sobre todo crematístico, que ha tenido en Estados Unidos, en Nueva York, concretamente. Es extraño que nadie haya remarcado que al considerar Rusia que el arte de su régimen era el realismo en su forma más verista, los Estados Unidos tenían que imponer un arte completamente diferente, por no decir opuesto. La política y la religión siempre han sido factores decisivos de las cuestiones artísticas".

Este texto, originalmente escrito en catalán, pertenece a las entradas del mes de agosto de 1962.
Es cosa cierta que Pla tenía una intuición portentosa para muchos asuntos. ¿O tenía unas fuentes de información realmente privilegiadas?

martes, 15 de junio de 2010

La cultura contra la impunidad.


Después de leer algunos comentarios al video anterior en You Tube, viene bien recordar estas palabras del escritor Luis García Montero, tomadas de su blog: "Nunca hubo en España una guerra civil, ni una dictadura con crímenes que merezca la pena investigar. El año 1936 es una invención del juez Garzón y de la policía. Las opiniones de los jueces de este país siempre son científicas, nunca son interpretaciones, no hay debates sobre la manera de entender las leyes. Por eso hay que criminalizar y convertir en delincuente al juez que interpreta a su manera una ley. Es un prevaricador, como yo soy el toro que mató a Manolete, tralará. Yo soy la Esperanza que destapé la corrupción, tralará. El PP es incompatible con la corrupción, tralará. En España no se está dando un espectáculo bochornoso en contra de los logros de la justicia internacional y de la persecución de los genocidios, tralará. Vamos todos a contar mentiras, tralará. La mentira se disuelve en la boca del mentiroso, pero permanece como una espesa costra de miseria y humillación en el país que la soporta."
Aquí la canción My Sweet Lord en honor de George Harrison.

sábado, 27 de marzo de 2010

El jazz y la guerra fría

Una exposición de fotografías en Tel Aviv muestra a míticos músicos estadounidenses ejerciendo de "embajadores" culturales durante el conflicto.
Recorrieron medio mundo en plena guerra fría para enseñar la cara amable y divertida de la cultura estadounidense a través del jazz. Miles Davis, Benny Goodman, Duke Ellington o Louis Armstrong fueron los embajadores culturales que el Departamento de Estado de EE UU empleó con fines políticos durante el largo periodo de tensiones bélicas y políticas con la Unión Soviética. Y de aquello quedan 45 fotos memorables que se exponen ahora en Tel Aviv...Los músicos se pasearon por 25 países de los puntos más calientes del conflicto durante un cuarto de siglo (países islámicos, Latinoamérica, África subsahariana y el bloque soviético). En las instantáneas, tomadas por distintos fotógrafos, puede verse a Louis Amstrong tocando la trompeta sobre un camello en las pirámides de Giza, jugando al futbolín con Kwame Nkrumah -padre del panafricanismo y de la independencia de Ghana- o entre un alboroto de niños en una escuela de El Cairo.
En otras Dizzy Gillespie conduce una motocicleta ante el pasmo de los transeúntes en las calles de Zagreb, en la antigua Yugoslavia de Tito,... Benny Goodman, y esa foto sí fue inmensamente política, fue inmortalizado saludando a Nikita Khrushchev cuando las relaciones entre EE UU y la Unión Soviética todavía estaban lejos de ser pacíficas.(EL PAÍS, 26/03/2010)