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lunes, 18 de junio de 2018

_- Un fantasma recorre Europa: la hipocresía

_- Gabriel Moreno González
El diario

EFE

Matteo Salvini, el fulgurante líder de la Liga Norte y nuevo Ministro italiano del Interior, se considera a sí mismo católico y aparece en los mítines con un rosario en la mano. Una mano que, a su vez, no le tiembla al cerrar los puertos de su país a barcos repletos de seres humanos y al alegrarse, sin ocultarlo, de quitárselos de en medio como si de un triunfo deportivo se tratara. Sin embargo, su tocayo de hace más de dos mil años, el evangelista Mateo, recogía así las palabras de quien es considerado por el catolicismo, la religión que Salvini dice profesar, como el mismísimo hijo de Dios: “Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me acogisteis” (Mt 25:35).

En general, este patrón de contradicciones insalvables e hipocresía manifiesta se repite a lo largo y ancho de toda la extrema derecha europea. Desde los confines de la Rusia occidental a los grupúsculos de franquistas españoles, pasando por el Frente Nacional de Le Pen o por la AfD alemana, el neofascismo del viejo continente dice defender la comunidad y los valores tradicionales y benéficos aparejados a ella, pero no duda en apoyar las políticas neoliberales que fragmentan la sociedad y potencian el individualismo egoísta y la competitividad deshumanizadora. Se cree baluarte del cristianismo y su tradición acumulada durante siglos, cuando en verdad constituye el máximo ejemplo de ideario anti-cristiano y contrario a una mínima concepción de la dignidad humana.

Algunos de sus representantes, incluso, se erigen en los más firmes defensores del liberalismo y el Estado de Derecho, cuando en sus acciones demuestran ser sus principales enemigos, pues no hay nada más alejado del pluralismo de valores liberal y de los derechos fundamentales que las categorías trasnochadas, nacionalistas y xenófobas de la ultraderecha. Desde los altavoces de sus nuevas posiciones de poder, políticos como Salvini intentan dar fundamento a su ideología mediante una preeminencia de lo colectivo (“los italianos primero”) que en el fondo, como el resto del andamiaje teórico que pretenden crear, es absolutamente falsa. Al apoyar las políticas que atentan contra los derechos sociales y el bienestar de la mayor parte del pueblo que dicen defender, condenan a éste a niveles cada vez mayores de desigualdad e injusticia. Sus concepciones cerradas de la soberanía también parten, además, de una contradicción flagrante, ya que no tienen reparo alguno en vender la riqueza de sus países y el trabajo de sus ciudadanos a un capital transnacional, parásito, que poco o nada entiende de fronteras.

Las posturas comunitaristas del conservadurismo y las del individualismo neoliberal son en buena medida irreconciliables. A pesar de ello entran constantemente en un proceso de competencia virtuosa mediante el cual la disolución social que provoca el capitalismo sin frenos es canalizada, a modo de terapia, a través de un ilusorio regreso a la tradición, la comunidad y los valores conservadores.

Como ya hemos podido comprobar en Polonia, Hungría, Italia o Estados Unidos, el efecto lisérgico de esta relación de interdependencia contradictoria y en permanente tensión constituye, quizá, uno de los caldos de cultivo más peligrosos para la democracia actual. Su retroalimentación mutua solo puede derivar en el reforzamiento de posiciones autoritarias que están comenzando, ya, a limar las concepciones pluralistas de nuestras débiles democracias liberales.

De ahí que sea extremadamente urgente atacar de manera frontal a la extrema derecha con las armas de sus propias contradicciones. Sin salirnos de la pretendida lógica interna de sus discursos hemos de denunciar su fragilidad, la insalvable incompatibilidad entre el ideario que enarbolan y la práctica que llevan a diario. Con pedagogía, y a veces desde la prudencia del respeto, habríamos de dirigirnos a los votantes de los Salvinis europeos, en su mayoría sectores olvidados o muy golpeados por la crisis y las políticas neoliberales, para mostrarles la incoherencia de los relatos salvíficos que apoyan y la nula voluntad que sus líderes muestran a la hora de mejorar las condiciones de vida de las mayorías sociales. Si blandimos a Deleuze, Negri o Zizek no sólo estos votantes no cambiarán de opinión nunca, sino que posiblemente se verán desconcertados ante unos predicadores extraños y ya de por sí desconcertantes.

En paralelo a esta necesidad de denunciar por oposición y con claridad las contradicciones internas del supuesto conservadurismo, hemos de defender un modelo alternativo a su verdadera cara. Si la extrema derecha no incurriera en contradicciones y completara con sus obras lo que proyecta en sus idílicos idearios, seguiríamos encontrándonos ante un problema grave desde el punto de vista democrático, más urgente de combatir si cabe debido a su posible materialización en el corto plazo.

El regreso al grupo en el rechazo al “otro”, la negación de determinados efectos positivos de la mundialización o la recuperación de concepciones anti-pluralistas aparejadas a ciertas tradiciones de pensamiento ya periclitadas, aun en el supuesto de que consiguieran revitalizar concepciones clásicas de soberanía política, constituirían factores que entrarían, a su vez, en contradicción flagrante con la realidad de un mundo cada vez más complejo, interdependiente y amenazado por problemas globales.

En la labor de construir nuevas subjetividades y consolidar viejas solidaridades, en la tarea siempre inacabada de integrar al “otro” y considerarlo parte indisociable de un “yo” enriquecido, debemos continuar y perseverar. Como siempre recordaba el profesor José María Valverde, en la mejor tradición del cristianismo social español, aun el más lejano es mi prójimo… ese próximo lejano al que Salvini el hipócrita niega la propia necesidad de existir y vivir.

Fuente:
https://www.eldiario.es/contrapoder/fantasma-recorre-Europa-hipocresia_6_782231795.html


jueves, 14 de junio de 2018

La derecha en Europa del Este.

Entrevista a Jakub Patocka, periodista y fundador de la página web checa de información Deníku Referendum

Por qué las oligarquías y la extrema derecha toman progresivamente el poder en la Europa del Este

 Rachel Knaebel
Basta!
 Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

En comparación con la Hungría del presidente de extrema derecha Victor Orban y de la Polonia del partido Dignidad y Justicia, la República Checa da poco de qué hablar.

Con todo, las elecciones legislativas del pasado mes de octubre llevaron a la cabeza del Gobierno al oligarca Andrej Babiš, una de las personalidades más ricas del país que creó su propio partido hace unos años. Un “Donald Trump checo” que no duda en utilizar el poder para fines personales. Basta! Ha entrevistado a Jakub Patocka*, periodista y fundador de la página web checa de información Deníku Referendum y autor de una obra sobre la trayectoria del oligarca de Praga.

Basta!: ¿Puede explicarnos cuál es la situación política que prevalece actualmente en la República checa tras las elecciones legislativas de octubre de 2017?
Jakub Patock: La situación de la República Checa es sombría, aunque no es desesperada. El frágil sistema político establecido tras la revolución democrática de 1989 se ha desmoronado prácticamente. Es cierto que este sistema tenía muchos defectos, pero se trataba de una democracia que se parecía más a la de los países del Oeste que al caos postcomunista del que ahora formamos parte. Actualmente nuestro sistema político conserva los rasgos formales de la democracia, pero se trata de la fachada de un régimen autoritario sofisticado, que sirve a los intereses del nuevo líder checo Andrej Babiš [de centro-derecha, ndlr]. Su único rival es el nuevo presidente Miloš Zeman [social-demócrata, ndlr], que sin lugar a dudas es aún peor en ciertos aspectos.

¿Puede hablarnos de Andrej Babiš?¿Quién es?
Es uno de los ciudadanos más ricos de la República Checa. El partido de Andrej Babiš está organizado como si fuera de su propiedad, lo mismo que los medios de comunicación que compró para apoyar su carrera política. Al principio sus negocios eran la agricultura y la agroquímica. Construyó su fortuna sobre todo utilizando a su favor las subvenciones europeas. Cuando el modelo neoliberal checo se desmoronó tras las elecciones de 2010 y el modelo de empresa de Babiš se debilitó, entonces decidió tomar directamente el control del Estado. Se sumó a la demanda de una alternativa política que hacía la población checa frente a una clase dirigente política en parte corrupta. Babiš comprendió perfectamente que él podría comprar esta posición de principal alternativa, aunque él mismo fuera uno de los vectores que habían provocado la corrupción de la clase dirigente.

¿Cómo se creó su fortuna?
Andrej Babiš era el responsable de la adquisición de mercancías estratégicas para el antiguo bloque del Este. Cuando cayeron los regímenes comunistas utilizó su situación privilegiada, sus contactos, para expropiar la empresa nacional eslovaca de agroquímica Petrimex, que se convirtió en el centro de su propio grupo industrial, Agrofert. Después Babiš creó paso a paso un imperio comprando otras empresas estatales liquidadas e infravaloradas. La siguiente etapa consistió en empezar a comprar propiedades agrícolas privadas y cooperativas.

¿Cómo entró en política?
En 2010 Andrej Babiš se dio cuenta de que la ganga postcomunista estaba llegando a su fin porque la gente también se empezaba a dar cuenta de que la élite en el poder estaba comprada por la nueva oligarquía. Cuando se dio cuenta de que su influencia estaba en peligro porque todo el andamiaje político de la República Checa postcomunista estaba a punto de desmoronarse, entonces decidió entrar en el juego. Así es como nació su proyecto político. Durante las elecciones de 2010 los nuevos movimientos populistas habían obtenido unos resultados magníficos por primera vez en la República Checa. En 2011 Babiš creó su propio partido, llamado “Acción de los Ciudadanos Insatisfechos”, cuyas siglas en checo son ANO, que también significa “sí”. Compró algunos de los medios de comunicación más influyentes y contrató a algunos de los más ágiles responsables de relaciones públicas. De forma absurda, aunque eficaz, se ha creado una imagen de solución alternativa al sistema corrupto. Y ello un año antes de Donald Trump en Estados Unidos.

¿Qué defiende su partido político?
Aparte de los intereses de Andrej Babiš, ¡no defiende nada verdaderamente! De hecho, esta formación política es muy débil en todos los aspectos. La estrategia general del partido ANO consiste en recabar el apoyo de la opinión pública para cuestiones que son importantes para la gente, pero que carecen de consecuencias para los intereses económicos del grupo que dirige Babiš, Agrofert. Hay muchas cuestiones de este tipo, sobre las que su partido adopta posturas muy populares. Y hay otras cuestiones que son verdaderamente importantes para Babiš y Agrofert, acerca de las cuales Babiš cambia las leyes a su favor y utiliza su brazo mediático para apoyarlo.

¿Cuáles son las actividades de su sociedad, Agrofert?
El grupo de Babiš opera sobre todo en la República Checa, aunque también tiene actividades importantes en Alemania y Eslovaquia. Babiš posee además un restaurante de lujo en Francia. Pero lo fundamental de sus negocios es la agricultura industrial y la química que la acompaña. Maniobra políticamente para asegurarse de que el sector agrícola utiliza la mayor cantidad posible de productos químicos.

¿Qué diferencias hay entre su política y la de un Viktor Orban en Hungría (extrema derecha), o la del partido polaco Derecho y Justicia (extrema derecha católica)?
Babiš está en la misma línea política que estos movimientos aunque con algunas diferencias. Ante todo, existen diferencias culturales importantes relacionadas con la evolución de las modernas naciones húngara, polaca, checa y eslovaca. Nunca ha existido el concepto de “Gran Chequia”, como en el caso de Hungría o de Polonia. Este tipo de nacionalismo no existe en la República Checa, por lo que Babiš no puede apostar por este tipo de argumentos. Él mismo es de origen eslovaco. El aspecto patriótico no es un componente tan importante en la política checa. El hecho de que la postura de extrema derecha esté representada en el tablero político por un hombre de negocios japonés, Tomio Okamura, es muy significativo. Pero al mismo tiempo Babiš es como un Orban o como el partido Derecho y Justicia porque es una antítesis de la democracia del oeste de Europa. No quiere un gobierno demócrata, del pueblo para el pueblo, sino que ha declarado abiertamente que quiere cambiar el país para que sea dirigido como una empresa.

Andrej Babiš (izquierda) en 2015, con Sebastian Kurz, que se convirtió después en canciller del Gobierno austriaco (coalición entre conservadores y extrema derecha) - CC Bundesministerium für Europa.

En mi opinión, esta es la clave para entender la situación actual de la Europa Central postcomunista. La mayoría de los habitantes de estos países no han interiorizado el modelo de la Europa Occidental basado en la democracia. Hay muchas razones para ello, una de ellas es que Europa Occidental y Estados Unidos no han logrado desarrollar una verdadera estrategia de integración de los países postcomunistas en el sistema democrático occidental. Algunos lo intentaron y fracasaron, otros simplemente querían convertir estas regiones en semicolonias. Por consiguiente, ahí es donde nos encontramos. Hoy en día unas oligarquías locales toman el control de nuestras políticas, junto con Rusia y China. Los poderes occidentales han perdido terreno al observar con incredulidad cómo pueden ser tan “ingratos” los países postcomunistas. Puedo entender este sentimiento, pero eso no nos ayuda. Babiš, como Kaczynski y Orban, representan las fuerzas de la autocracia contra la democracia.

¿Ha recibido amenazas por ser director de un diario independiente?
He sido amenazado por haber publicado un libro en el que mostraba cómo utilizaba Babiš su poder político para su beneficio personal. El diario se enfrenta ahora a acusaciones de difamación. Además, una brigada financiera está controlando nuestras cuentas por primera vez en ocho años de existencia. Los medios de comunicación de Babiš también han empezado una campaña de difamación contra mí y contra mi periódico con el objetivo de cortarnos nuestros recursos financieros publicitarios. El diario pasa por un periodo de graves problemas económicos que podrían ser fatales.

De manera más general, ¿cuál es la situación económica en al República Checa?
Todo depende de la perspectiva que se adopte. A excepción de la clase oligárquica, que es minúscula y desmesuradamente rica, hay muchas personas en una situación acomodada, una clase media alta que se concentra sobre todo en las grandes ciudades. Pero al lado de esto hay una clase inferior que es cada vez mayor y que está cada vez más desencantada porque su situación ha empeorado con el advenimiento del nuevo régimen democrático, que se asimila al capitalismo desregulado. Millones de familias viven con el miedo constante a gastos inesperados a los que no podrán hacer frente. El hecho de que a la gente aquí se le pague mucho menos que a sus homólogos del Oeste por el mismo trabajo es parte del problema y también es una de las explicaciones de la actitud repugnante que han demostrado los países postcomunistas respecto a los refugiados: las personas que no se benefician de una solidaridad generosa raramente son susceptibles de demostrarla ellas mismas.

¿Qué espera usted de la Unión Europea respecto a la situación política actual de la República Checa?
No tengo la menor duda de que la Unión Europea actúa de buena fe, pero en realidad sus políticas tienen aquí un efecto desastroso. Hay que revisar totalmente la estrategia. Cuando entramos en la Unión Europea todo el mundo estaba obsesionado por la economía y nadie prestó la menor atención a los aspectos políticos. La Unión Europea debe entender que va a tener que luchar. Rusia, China, las oligarquías nacionales, las empresas multinacionales… todas estas fuerzas creen que Europa Central ser ha convertido en su terreno de juego. Consideran que tienen las manos libres para hacer lo que quieran. La Unión Europea tiene que actuar rápidamente si no quiere que desaparezcan las jóvenes democracias del Este de Europa. Hoy en día el dinero europeo que abunda en la región sirve de hecho para fomentar las autocracias.

No obstante, se pueden hacer dos cosas: en primer lugar, reorientar algunos de los recursos financieros de la Unión Europea para apoyar a la sociedad civil y a los medios independientes. Es necesario que estos recursos sean administrados por estructuras de la Unión Europea, no por políticos locales corruptos o por sus amigos. Puede que sea difícil, pero la alternativa a este cambio de rumbo de la Unión Europea en Europa Central es mucho peor, para nosotros y para la propia Unión Europea. En la República Checa la batalla por la democracia sigue abierta porque se ha formado un movimiento fuerte contra Babiš y porque este se enfrenta a cargos criminales. Casi cuatro meses después de las elecciones, todavía no ha logrado formar gobierno por falta de suficiente apoyo en el Parlamento.

Entrevista realizada y traducida del inglés [al francés] por Rachel Knaebel.

* Jakub Patocka es un periodista checo, fundador de la página web de información independiente Deník Referendum y coautor del libro Žlutý baron sobre la trayectoria del oligarca Andrej Babiš.

Fuente: http://www.bastamag.net/Pourquoi-oligarques-et-droites-extremes-prennent-progressivement-le-pouvoir-en

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

viernes, 19 de enero de 2018

Reaccionarios, de cara y sin complejos. Cuando se usa el término de maricón, como ha hecho Luis del Val, lo que se expresa es desprecio y odio a los homosexuales.

De un tiempo a esta parte escuchamos con frecuencia la defensa abrupta de posiciones retrógradas cuyos valedores no tienen reparos en expresarse y hasta presumen de su osadía. Es el pensamiento reaccionario que irrumpe con ardor guerrero, hoy para reivindicar el franquismo, mañana para insultar a los homosexuales. Quieren disputar la batalla de las ideas en el terreno de las palabras.

La alocución matinal que el periodista Luis del Val dedicó el viernes a la cabalgata de Reyes de Vallecas (Madrid) en el programa Herrera en Cope es el último ejemplo de ese desparpajo. Del Val arremete con tanta furia contra el colectivo gay como contra la “estúpida alcaldesa” Manuela Carmena por algo que ni siquiera era cierto: la supuesta sustitución de la carroza real por una del colectivo LGTBI. La falsa noticia encendió al locutor. Esto fue lo que dijo:

 “En vez de los Reyes Magos van a ir drag queens de reinas”. “Melchor va a ser un travesti; Baltasar, la tortillera, y Gaspar, muy hormonado, irá enseñando las tetas”. Y remató: “Los de Orgullo Vallekano, que van a ensuciar la fiesta, en vez de ser ellos gais, son maricones de mierda”.

Aunque pueda parecerlo, no es una anécdota. Es un síntoma. Hay una reacción cada vez más estridente contra la igualdad de género y los derechos civiles. A veces se presenta como una crítica a la tiranía del lenguaje políticamente correcto, pero no son las formas lo que se combate, sino el fondo. Con el término de maricón, lo que expresa es desprecio y odio a los homosexuales. Lo que pone furioso a Del Val es “la exaltación del gay y que los niños aprendan que pueden ser maricones desde las edades tiernas”. Eso tiene un nombre, se llama homofobia, pero no le importa: “Si me acusan de homófobo se pueden ir a la mierda”. Sin complejos.

Actitudes parecidas se observan en el discurso de los cada vez más crecidos neomachistas. Su estrategia consiste en resignificar el feminismo como un movimiento totalitario. Hablan de feminazismo. Niegan que exista violencia de género, tratan de desacreditar a quienes la combaten con bulos como el de las falsas denuncias de maltrato y acusan a los poderes públicos de estar abducidos por una nueva tiranía, la de las mujeres que quieren echar a los hombres del poder. Sin complejos.

Son las ideas reaccionarias y machistas de siempre, solo que quienes las defienden ya no creen que deban disimular o esconderse. Susan Faludi, en su celebrado libro Backlash: The Undeclared War Against American Women (Reacción, la guerra no declarada contra las mujeres americanas), denunciaba en 1991 cómo el pensamiento reaccionario se había organizado para combatir el feminismo tratando de convencer a las mujeres de lo mucho que habían perdido con el cambio: en lugar de un trabajo, el del hogar, ahora tenían dos y además pagaban con angustia el precio de su libertad. Ahora, fracasada la reacción sutil, a los neomachistas, como a los homófobos, ya solo les queda el ataque frontal.

MILAGROS PÉREZ OLIVA

https://elpais.com/elpais/2018/01/06/opinion/1515256234_813820.html

miércoles, 8 de febrero de 2017

_-Walther Rathenau: el patriota traicionado y asesinado por los patrioteros

_-Este trabajo trata sobre la figura de Walther Rathenau, uno de los pocos patriotas sinceros de los que tengo noticia. Industrial millonario, funcionario ejemplar, político sagaz y honorable y uno de los pocos estadistas dignos de ese nombre que tuvo Alemania durante la primera mitad del siglo XX. Murió asesinado.

La historia de Rathenau es una de las más tristes de la política europea, fundamentalmente porque se trata de la historia de una traición; normalmente cuando hablamos de traiciones se suele tratar de historias en las que un individuo o grupo de individuos traiciona a su país, a su ciudad, a su grupo etno-religioso o a su tribu, pero en este caso fue una nación la que traicionó a un valioso individuo.

Pese a todo, Rathenau, fue un orgulloso hijo de Alemania y de su tiempo, un ejemplo de lo mejor de aquel país y un triste recuerdo de lo que pudo ser y no fue.

Orígenes: El padre y su obra, desentrañando mitos
Walther era hijo del empresario Emil Rathenau, fundador de una de las mayores empresas alemanas, cuyo poder e influencia ha perdurado hasta hoy, la Allgemeine Elektrizitäts-Gesellschaft (AEG) o Sociedad General de Electricidad. En teoría Emil no podría convertirse en un señor de la industria mundial debido a sus poco recomendables orígenes sociales (para la mentalidad de la época) que básicamente se reducía a su religión: era judío. Pese a todo, la Alemania del Segundo Imperio era uno de los países más abiertos en materia de religión de Europa y si bien no se podía evitar la circulación de todo tipo de panfletos y opiniones antisemitas, es necesario recordar que la población judía pudo prosperar junto a su nación. Como consecuencia de ese trato justo, la familia Rathenau desarrolló un acentuado patriotismo hacia Alemania, llegando al extremo de criticar a los judíos que se negaban a integrarse en la nueva Alemania; este patriotismo llevaría a Walther a criticar el naciente sionismo.

AEG o el triunfo de la retro-ingeniería.
Vamos a centrarnos brevemente en el nacimiento y desarrollo de esta empresa. El origen de la AEG se debe a un invento norteamericano, concretamente la bombilla del señor Edison.

En la década de 1870/1880 Europa estaba sumida en una profunda crisis económica, salvo Gran Bretaña, que lograba sacar adelante su producción industrial a costa de exterminar por hambre y guerras a la feliz población de la India Británica y otros dominios. Al igual que la crisis que actualmente estamos disfrutando, una de las causas fundamentales de aquella depresión económica era la obsolescencia del motor industrial de aquella época (el vapor generado por combustión de carbón) y la irrupción de un nuevo desarrollo e industria basados en el petróleo y la electricidad.

Emil Rathenau no era un inventor (los millonarios raramente lo son) pero tenía una gran perspicacia a la hora de ver el futuro y supo prever las futuras necesidades de millones de futuros consumidores y clientes. De modo que si queréis ser millonarios, recordad que no lo conseguiréis serlo trabajando duro, ni desarrollando grandes inventos, sino creando pequeños conceptos que a la larga cambian a mejor la vida de todo el mundo como, por ejemplo, el tetrabrik. Algo barato y fabricado masivamente, si os da por hacer juguetes para ricos, no seréis millonarios. Justo antes de la crisis de 1870, Emil Rathenau intuyó que la electricidad sería el nuevo motor del mundo y que quien consiguiese posicionarse antes en el naciente mercado eléctrico dominaría la economía nacional.

De modo que en 1881, con la ayuda de un crédito concedido por varios bancos alemanes, obtuvo la concesión de varias patentes de la compañía General Electric (es decir de otro supuesto inventor y gran cacique industrial: Thomas Alva Edison), lo que inmediatamente le colocó en lo más alto de la incipiente industria eléctrica alemana, de la mano de su naciente empresa, la Deutsche Edison-Gesellschaft für angewandte Elektricität que posteriormente sería rebautizada como Allgemeine Elektrizitäts-Gesellschaft para darle un aire más germánico.

Con el tiempo AEG se convertiría en un referente nacional y europeo en el campo de la fabricación de todo tipo de menaje eléctrico y de electrodomésticos, gracias al genio del padre fundador, a la alegría de sus trabajadores, al tradicional amor al trabajo de la raza germana y al inmejorable control de calidad propio de AEG y de la industria alemana.

Hasta aquí la historia oficial.
La historia real es como siempre, menos épica pero más interesante; especialmente porque nos permite desentrañar las razones reales del espectacular desarrollo de la economía del segundo imperio alemán y de AEG en particular. Básicamente el éxito de Rathenau se debió fundamentalmente a la retro-ingeniería o dicho de forma más clara: copiaba sin escrúpulos todos los diseños de General Electric (en adelante GE) presentándolos como propios, con ligeras variaciones de formas y tamaños (diseño, que dirían los más melindrosos) para que los abogados de GE no refunfuñasen demasiado y sobre todo, para que los clientes no confundiesen sus productos con los de la competencia.

Es necesario resaltar la importancia del diseño en los productos de AEG; Emil Rathenau también tuvo visión de futuro en este aspecto; su compañía fue de las primeras en contratar a artistas gráficos (AKA diseñadores) que crearían logos y diseños característicos que hacían que sus productos destacasen de la masa e imprimían cierto carácter en medio de la aburrida producción masiva, característica de la fabricación industrial. Y por supuesto, protegían (y protegen) a sus productos de posibles litigios con GE u otras empresas.

Las buenas ideas se copian; como bien sabía el propio Emil, e inmediatamente surgieron cientos de empresas que hicieron lo mismo que AEG: copiar productos mediante retro-ingeniería (o plagio, como prefiera llamarlo el lector), mejorarlos en la medida de lo posible, enmascarar el plagio por medio del diseño y lanzarlo al mercado. Obviamente junto a estas copias se desarrollaron inventos genuinamente alemanes como el coche con motor de explosión, que lógicamente sufrieron la retro-ingeniería de otros competidores nacionales y extranjeros.

La retro-ingeniería no explica por si sola el éxito de estas empresas, especialmente en lo que se refiere a su éxito en los mercados internacionales. Para entender este éxito es necesario explicar el otro pilar fundamental del éxito alemán: el apoyo sin fisuras del gobierno alemán a las empresas y los empresarios alemanes.

Para las generaciones que hemos sido educadas en el dogma liberal esto nos puede sonar a alguna herejía socialista, pero la triste realidad es que ninguna gran empresa o negocio será viable sin el apoyo del estado en su triple función: por una parte como protector de estas empresas cargando con aranceles e impuestos a la competencia extranjera (esta medida es mucho más efectiva que cualquier litigio de propiedad intelectual, cosa que muchos no han entendido) y destrozando mediante inspecciones fiscales a aquellas empresas nacionales que no pasen por el aro. Además el estado será el principal cliente de los productos fabricados por estas empresas, lo cierto es que el libre mercado de consumidores y usuarios es una falacia, para desarrollarse una nación debe crear un importante mercado interior férreamente protegido. A partir de esa base protectora, las empresas pueden lanzarse agresivamente a la conquista de mercados en el exterior.

Y aquí aparece la otra función del estado como protector de estas empresas: el apoyo exterior. Para que los productos de AEG y demás empresas sean atractivos en el resto de mercados deben tener una relación calidad/precio por encima de la media (o al menos aparentarlo de forma convincente), para lograrlo el estado maniobrará de tal forma que su moneda nacional se mantenga a un cambio artificialmente bajo con respecto a las monedas de sus competidores, de esta forma los productos alemanes siempre serán más baratos que los nacionales; sobretodo en aquellas naciones librecambistas que adoptan el dogma del libre comercio, que a la larga solo consiguieron arruinar a sus industrias y desarrollar una acusada dependencia exterior. Esta dependencia exterior se traduce en una mayor presión del estado alemán hacia aquellos países con su mercado cautivo; poco a poco la diplomacia alemana presiona a aquellas naciones para que se “desarrollen” con la construcción de grandes obras públicas y para que se “protejan” con la creación de grandes ejércitos. Como ya habréis supuesto, este desarrollo y refuerzo rápido se obtiene con la concesión de créditos por parte del estado alemán al estado en cuestión y con contratos de compra de materias primas baratas; por otra parte estas obras y armas se compran, como no podía ser de otra forma, a empresas alemanas, de modo que el dinero del estado alemán regresa a Alemania de forma indirecta. Y además las empresas alemanas gozarán de otros mercados cautivos gracias a la deuda que estos estados tienen con Alemania y/o empresas alemanas; recordad que si deseáis haceros millonarios, nunca hay que endeudarse con tonterías como casas, carreteras, aviones o armas; el dinero es una herramienta no un fin.

Para asegurarse la calidad y cantidad de los productos de AEG y otras empresas, es necesario mantener una gran productividad por parte de sus trabajadores y eso se consigue mediante dos fórmulas; la primera compete exclusivamente a la empresa: se invierte parte de los beneficios en investigar y desarrollar maquinaria nueva y métodos de producción más eficientes. Como esto queda muy generalizado, voy a poner un ejemplo pedestre para que todos podamos entendernos.

Si yo tengo una empresa especializada en cavar zanjas y tengo cincuenta trabajadores ¿cómo puedo aumentar la productividad? El empresario hispano tiene la respuesta habitual dictada por generaciones de caciques temerosos de cambios: despedir a la mitad de los trabajadores y obligar al resto a cubrir la misma cuota de trabajo por el mismo sueldo o menos (es decir buscará la cuadratura del círculo) y como consecuencia de los retrasos generados por tan sabia filosofía laboral perderá el contrato o retrasará la obra a costa del cliente final.

Los empresarios tipo Rathenau razonan de otra forma: Si formo a los trabajadores en el uso y mantenimiento de maquinaria especializada, la producción y los beneficios aumentarán de forma exponencial, sobre todo si es mi empresa (o alguna empresa asociada) la que fabrique esa nueva maquinaria y no sea necesario dar mi dinero a otras empresas.

En resumen: si queréis haceros millonarios tenéis que asumir algo tan simple como que invertir dinero no es gastar dinero, algo que el empresario hispano no ha entendido todavía.

La segunda fórmula (y tercera función) compete exclusivamente al estado y consiste en crear paz social. Los trabajadores no sabotearán la producción, ni harán huelgas salvajes, ni se afiliarán a los sindicatos más radicales, ni se les ocurrirá secuestrar y asesinar burgueses o poner bombas en el Liceo. Para lograr este objetivo el estado alemán comenzará a dictar una serie de leyes destinadas a mejorar la calidad de vida de esta amplia clase social, tales como la primera seguridad social, salarios regulados, jornadas de trabajo reguladas en función de su peligro o trabajo físico. Al mismo tiempo el estado asegurará unos mínimos a la hora de dar educación y sanidad a los trabajadores y sus hijos, con lo que elimina en parte dos de las mayores preocupaciones de cualquier padre de familia y por tanto la gran masa de la clase trabajadora se dedicará a trabajar y a enriquecer a su empresa y a su país en lugar de plantear huelgas.

Este estado social (Sozialstaat) será la razón principal y casi exclusiva del gran despegue alemán de finales del siglo XIX: un complejo contrato social en el que el estado alemán protege a sus empresas y empresarios tanto dentro como fuera de Alemania, a cambio de que estas empresas traten a sus empleados de la mejor forma posible y todos remen en la misma dirección. Como podemos ver fue la justicia social lo que hizo que en menos de una generación Alemania pasara de ser un montón de bantustanes inconexos a ser una de las mayores economías del planeta, sin necesidad de crearse grandes imperios.

Este era el país que vio nacer a Walther Rathenau un 29 de septiembre de 1867 y AEG la empresa a la que estaba destinado a dirigir hasta las más altas cumbres de la industria eléctrica mundial.

El joven Walther destacó rápidamente por su notable inteligencia, una inteligencia que asombrosamente no se centró en el campo de los negocios y de la industria eléctrica sino que se interesó por todos los campos del saber, eso queda reflejado en sus estudios universitarios puesto que se dedicó a estudiar física, química y... filosofía.

El interesarse por varios campos del saber le será muy útil a la hora de realizar varios trabajos al mismo tiempo, sobre todo cuando tenía que administrar su gran empresa y realizar importantes tareas de gobierno. E incluso esta capacidad de “amplio espectro” la llevaba a la vida personal, económica, pública etc. Por ejemplo era un político conservador, pero se preocupaba mucho por el bienestar de los trabajadores e incluso criticaba la excesiva tecnocracia de la sociedad moderna (y eso que la palabra tecnócrata parecía inventada para él); también era una gran partidario de la fuerte interrelación entre la empresas y el estado, hasta el punto de otorgar al estado la última palabra en las grandes decisiones económicas y estratégicas de las industrias y negocios. Curiosamente, a pesar de estar situado ideológicamente en la derecha o centro-derecha, sus ideas fueron posteriormente copiadas por Lenin y otros dirigentes soviéticos en sus planes de desarrollo e industrialización acelerada de la Unión Soviética; posiblemente el ascenso de la URSS como potencia mundial le debe mucho a las ideas de Rathenau.

En lo que nunca se mostró ambiguo fue en su amor incondicional a su patria; Rathenau siempre estuvo dispuesto a ponerse a las órdenes de su país y a darlo todo por su país, incluso su identidad religiosa, su identidad cultural y finalmente su vida.

Ese fue seguramente el primer gran sacrificio que hizo Rathenau por Alemania; nunca dudó a la hora de asumir que por encima de todo él era alemán, de cultura alemana e incluso de religión alemana en el sentido de mitificar las instituciones alemanas hasta el absurdo.

Si bien es necesario reconocer que en estas opiniones, el joven Walther no inventó nada; a pesar del tópico antisemita, las comunidades judías de la Europa estaban profundamente divididas en cuanto a su actitud ante los diversos estados y su lealtad hacia ellos. Simplificando mucho, podemos distinguir dos tendencias entre los judíos centro europeos; por una parte tenemos a los judíos que han crecido en los estados occidentales como Gran Bretaña, Francia, Holanda y la nueva Alemania. Estas nuevas generaciones han visto como estas naciones han realizado un esfuerzo sincero por integrarles en el estado, hasta el punto de que sus abuelos ven cosas que ni en sus más disparatados sueños habrían imaginado: funcionarios judíos, empresarios judíos, abogados judíos e incluso (ya rozando el surrealismo, para generaciones que conocieron los guetos) policías y militares judíos. Como es lógico estas medidas no consiguieron acabar con milenios de prejuicios y odio étnico, pero entre estas nuevas generaciones judías se apreció el cambio hasta el punto de apoyar al estado con la típica fe del converso.

Por otro lado tenemos a las comunidades judías de Europa oriental, que poco a poco van llegando a la parte occidental del continente en busca de oportunidades y libertad; estas comunidades vienen de lugares en los que el progrom es el deporte nacional, donde los guetos no son simples barrios o pueblos sino auténticos estados dentro del estado en los que la única ley que se aplica es de tipo religioso (junto con los constantes impuestos a los que son sometidos), donde incluso se imprime su propia moneda y el contacto con los gentiles se encuentra completamente restringido (el contacto más frecuente suele ser el látigo de la policía o el bastón de algún paleto). Como consecuencia de esta represión constante, estas comunidades reaccionan con una vuelta fanática a sus tradiciones y religión y una desconfianza (u odio) hacia todas las instituciones estatales, que solo les traen violencia, impuestos injustos, insultos y represión; cualquier intento de integración en esos estados es simplemente impensable, o directamente peligroso.

Conforme más éxito tienen estos grandes empresarios judíos, mayor es el amor que desarrollan por su país y mayores son las críticas que dedican a estas comunidades que desconfían del estado y de sus servidores, a pesar de que muchos de estos servidores son judíos. Y conforme estas críticas aumentan, ellos se defienden con la típica frase del judío reprimido “Si algún día olvidas quién eres, algún gentil te lo recordará” esta frase pesará como una maldición en Rathenau.

Paralelamente a esta polémica, surgirá otra controversia cuando aparezca el sionismo en Europa. Para Rathenau, el sionismo es directamente una estupidez irrealizable, además de estar formado por una confusa ideología que mezcla religión, nacionalismo y socialismo; en cierto modo el sionismo es una mezcla de todo lo que le repele a Rathenau: negación de la integración, socialismo y fanatismo religioso. No obstante es preciso reconocer que la opinión de Rathenau era ampliamente compartida por la mayor parte de sus correligionarios; a pesar de la propaganda que periódicamente difunde el estado de Israel el sionismo siempre fue un movimiento minoritario dentro de las comunidades judías europeas hasta 1945, e incluso el sionismo sufría constantes luchas intestinas debido a lo heterogéneo de sus componentes, difusión de sus objetivos y una fuerte división entre la derecha y la izquierda o religiosos y laicos.

Trabajando en AEG
Tan pronto terminó sus estudios, el joven Walther empezó a trabajar en una prometedora rama de la empresa: la electroquímica; para empezar se desplazó a la ciudad suiza de Neuhausen donde se especializó en la fabricación de aluminio; posteriormente llegaría a desarrollar un método para obtener cloro a partir de la electrolisis. Es interesante este momento porque durante la guerra trabajaría estrechamente con la industria química buscando alternativas a las escasas materias primas.

Posteriormente regresaría a Berlín donde trabajaría a la sombra de su padre en la sede central de la empresa; este período coincide con el gran despegue de AEG a todos los niveles, con la construcción de nuevas centrales eléctricas, nuevas factorías y desarrollando nuevas tecnologías, nuevas máquinas y nuevos servicios. Llegando a fabricar incluso las primeras máquinas de ferrocarril eléctricas hacia 1914.

Paralelamente a este éxito empresarial (suyo y de su país), Walther Rathenau siguió mostrando preocupaciones intelectuales con la publicación de algunos libros en los que refleja las ideas que mantendrá toda su vida: Combatir al socialismo con avances sociales, necesidad de fortalecer al estado central frente al excesivo poder de los estados alemanes, cooperación entre estado y empresas, etc. Una de las ideas más polémicas que desarrolló fue la de proponer un monopolio imperial del mercado eléctrico (el estado fijaría el precio).

Cuando un empresario se dedica a publicar sus ideas, es que se está preparando para dar un salto a la política, y lo cierto es que conforme Walther cumplía años más le interesaba el mundo político, especialmente porque veía un importante hueco en el espectro político alemán: faltaba un partido de centro-derecha que supiese aglutinar a esos alemanes de clase media que no terminaban de sentirse atraídos por los socialdemócratas, pero se negaban a votar a los partidos de derecha alemán por su excesivo conservadurismo y el desproporcionado peso de las iglesias (protestante y católica) en sus decisiones; la idea de Rathenau se basaba en crear un partido moderadamente conservador y laico, donde pudiesen encontrar su sitio las minorías judías, agnósticas o ateas (conforme avanzaban los descubrimientos científicos y se quitó el privilegio educativo a las iglesias, aumentó notablemente el escepticismo religioso) y una gran bolsa de voto urbano y moderno pero ideológicamente moderado.

Desgraciadamente la guerra truncó la maduración de estos ambiciosos planes, pero al menos aceleró su paso a la arena pública.

LA GUERRA Y LAS MATERIAS PRIMAS
Como buen realista, Rathenau se oponía a la política belicista de Guillermo II y era uno de los pocos alemanes que se atrevía a exponer en público sus ideas moderadas (no estrictamente pacifistas) y realistas. Este planteamiento se debía a que Rathenau conocía bien la fortaleza de la economía alemana, a la que tanto había contribuido, pero conocía también sus debilidades, que podemos resumir en su excesiva dependencia de las exportaciones y su gran carencia de materias primas estratégicas salvo hierro y carbón.

Pese a todo Rathenau seguía siendo un patriota alemán, y cuando su nación le pidió ayuda no dudó en ponerse a su disposición, asumiendo un cargo de vital importancia para cualquier guerra: los suministros; en concreto Rathenau asumió el mando de los suministros de materias primas para la guerra del imperio, tras este rimbombante título (que parece sacado de un libro de Borges) se agazapaba el mayor problema de Alemania en esta guerra: su gigantesco músculo industrial consumía ingentes cantidades de materias primas, la mayor parte de ellas importadas. Y a pesar de las promesas de los almirantes imperiales, Rathenau no confiaba en que las rutas de suministros estuviesen permanentemente abiertas, especialmente si Rusia y su inmenso mercado permaneciese cerrado gracias a la estúpida política proteccionista prusiana.

Con el mercado ruso cerrado, solo quedaba una vía abierta que era el comercio por mar con lejanos países neutrales (lógicamente que no fuesen colonias francesas o británicas) con lo que en la práctica quedaba reducido al continente americano, exceptuando el Canadá. Pero ni siquiera esto era posible porque inmediatamente la armada británica bloqueó el Mar del Norte, es de suponer las pocas esperanzas que le quedaron a Rathenau de ganar la guerra.

A pesar de todo, Rathenau afrontó sus responsabilidades con sabiduría y decisión; podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que su período al mando de este importante puesto, fue el de mejor funcionamiento de la economía de guerra alemana. La razón de su éxito es muy simple de entender, pero complicado de aplicar: improvisar con lo que se tiene (virtud más latina que alemana), imaginación a la hora de distribuir los menguantes recursos y hacer de la necesidad virtud con la producción de algunos sucedáneos fabricados o cultivados localmente que paliasen, pero no sustituyesen totalmente, la escasez de materias primas. Otro pilar de su éxito era el de no descuidar a la población civil; era inevitable que los civiles y trabajadores asumiesen unos sacrificios terribles, pero Rathenau se preocupaba de que esos sacrificios fuesen percibidos como algo justo y necesario, de que los precios estuviesen controlados (y por tanto que no apareciese un temible mercado negro, que suele ser una señal inequívoca de la inoperancia del estado) y que los mercados y las raciones se mantuviesen en unos límites razonables dada la situación, de esta forma, el inevitable descontento popular quedó dentro de unos límites razonables hasta 1916.

Respecto a la producción de sucedáneos, es necesario recordar el paso de Rathenau por la industria química y por tanto sabía que a partir de unas materias primas muy simples se podían obtener algunos productos interesantes como los nitratos (imprescindibles para producir abonos sintéticos y explosivos) o el caucho artificial. En cierto modo, Rathenau es el responsable indirecto de la crisis del salitre chileno (principal fuente de nitratos antes de la Gran Guerra) y del caucho amazónico. Los aliados no tenían estos problemas, al tener abiertos los mercados americanos y sus colonias producían todo el caucho natural que necesitaban; pese a todo, al final de la guerra se abalanzaron como buitres sobre estas patentes alemanas, pero esa es otra historia.

Pese a estos innegables éxitos, Rathenau no podía hacer milagros y no dudaba en decir a todo aquel que le escuchase que aquellas medidas solo eran parches provisionales, que Alemania necesitaba un suministro constante e irrestricto de materias primas baratas o debía acabar la guerra lo antes posible. También dejó clara su negativa a la guerra submarina total, por razones humanitarias y estratégicas (intuía que eso era declarar la guerra a Estados Unidos). Desgraciadamente los generales (y almirantes) alemanes rechazaron estas peticiones y ante la imposibilidad de responder a sus argumentos con argumentos se optó por hacerle callar con estúpidas acusaciones de derrotista y de no tener la suficiente fe en la victoria y en el pueblo alemán; cuando se recurre a la fe es que no se puede recurrir a otra cosa y Rathenau comprendió que poco más se podía hacer.

Paralelamente a sus llamadas a la racionalidad, aumentaron las habladurías contra Rathenau y puesto que los patrioteros (que no patriotas) solo podían optar con la fe como arma, no dudaron en emplear todo tipo de basura dialéctica contra Rathenau, incluyendo la envidia (un millonario nunca comprenderá al noble pueblo alemán que se mancha las manos con la sangre del enemigo y con el estiércol del campo), la maledicencia (es un incompetente al que le viene grande el cargo que ocupa y por tanto dice tonterías sobre el hambre y el campo) y por supuesto con su condición religiosa (un judío no tiene patria y por tanto no puede amar a Alemania).

La semilla de la teoría conspiranoica de la puñalada por la espalda se plantó en ese instante.

El 20 de junio de 1915 murió Emil Rathenau, con lo que Walther tuvo que hacerse cargo en exclusiva de AEG, que unido a la evidente pérdida de confianza del nuevo ejecutivo alemán, hizo que abandonase su puesto al servicio del estado. Con la salida de Rathenau Alemania perdía a uno de los escasos dirigentes serios con los que contaba, y su puesto fue ocupado por burócratas sin criterio o sin valor para decir a sus superiores la verdad y no lo que querían oír; Alemania optó por realizar un quimérico plan basado en mandar todo su poder económico e industrial al frente, sin tener en cuenta las necesidades de los civiles.

Este plan (llamado pomposamente Plan Hindenburg) sirvió básicamente para dar la razón a Rathenau: la economía alemana colapsó, el hambre se instaló en la retaguardia y con el hambre se sucedieron las huelgas, los sabotajes y las exigencias de paz a cualquier precio. A esta situación se unió la llegada de Estados Unidos a la guerra y el fracaso de las últimas ofensivas alemanas en Francia.

Gracias a la diplomacia de los países neutrales, los aliados sabían que Alemania había colapsado y cuando el nuevo gobierno alemán pidió iniciar las conversaciones de paz, los enemigos de Alemania se dispusieron a saquear a fondo las riquezas del enemigo, e imponer unas condiciones de paz humillantes a la par que dañinas para una futura recuperación económica.

TRIUNFO Y ASESINATO
Ante este estado de cosas, el gobierno republicano decidió llamar a una de las pocas personas que salió con su prestigio intacto de la guerra; pese a toda la basura regurgitada por la extrema derecha alemana el pueblo alemán recordaba con agrado el periodo en el que Rathenau llevó la economía de guerra alemana.

Como resulta obvio, aquel ofrecimiento era formalmente un alto honor, pero en la práctica representaba una montaña de problemas. En primer lugar suponía que Rathenau no podría dirigir la reconversión del imperio AEG y su retorno a la industria civil, en un momento en que en Alemania todo estaba por hacer; por otra parte debería cooperar con los socialdemócratas con quienes estaba ideológicamente enfrentado, y para terminar debía conducir a una nación arruinada y derrotada, además debería tratar con sus enemigos y negociar desde una postura de extrema debilidad ante unos vencedores (sobre todo Francia y Bélgica) que no buscaban paz sino venganza.

El sentido común dictaba que cualquier acercamiento a algún puesto de responsabilidad en aquellas circunstancias sería perjudicial para la salud; pero como de costumbre Walther Rathenau actuó con patriotismo (patriotismo del que carecían el emperador Guillermo y el dictador Ludendroff cuando desertaron miserablemente de sus responsabilidades en 1918). El patriotismo se demuestra en los momentos difíciles cuando tus compatriotas tienen problemas y hay que intentar poner soluciones, por desagradable que sea, por costoso que sea y especialmente por desagradecido que sea.

Tras algunas vacilaciones Rathenau aceptó entrar en el gobierno en 1920, justo después del pronunciamiento (sigo sin entender por qué no se pueden llamar las cosas por su nombre cuando se trata de acontecimientos sitos al norte de los Pirineos) de Kapp. Suponemos que la peligrosa deriva de la política alemana decidió definitivamente a Rathenau a dar el paso a la política; aceptando dentro de los posibles cargos, uno de los más desagradables: ministro de asuntos exteriores, es decir le tocaba negociar directamente con los aliados las reparaciones de guerra.

En este punto Rathenau sabía que tenía muy poco margen de maniobra, debido a la extrema debilidad en la que se encontraba Alemania y como única alternativa al tratado de Versalles solo aparecía la ocupación militar y la posible desmembración de Alemania. No obstante Rathenau supo ver una posible ventaja en las desavenencias que empezaban a surgir entre los aliados; por una parte estaban los franceses y belgas, países que habían sufrido mucho con esta guerra (especialmente Bélgica) y que se mostraban inflexibles a la hora de exigir compensaciones económicas e incluso territoriales a Alemania; tengamos en cuenta que en Versalles no solo se destilaba afán de venganza estos dos países tenían necesidades económicas muy acuciantes y muy reales; necesitaban el dinero (en forma de oro, carbón, acero, bienes de consumo, etc.) de manera urgente para rehacer su vida económica e incluso social.

Por otra parte Gran Bretaña y sobre todo Estados Unidos se mostraban mucho más flexibles y comprensivos; aunque Gran Bretaña no estaba dispuesta a perdonar las compensaciones alemanas, pero se avenía a negociar plazos, entregas y cantidades; especialmente porque entre los negociadores británicos se encontraba uno de los pocos economistas con un sentido de la decencia y de la realidad tan infrecuentes en esta profesión, Lord Keynes.

El principal problema de Rathenau era saber cómo pagar tanto dinero a tantos países cuando no se dispone de ese dinero y además una parte de esos países exige el pago ya bajo amenaza de invasión (y recordemos que ante esa invasión estarías prácticamente indefenso); la solución que encontró Rathenau sin ser perfecta, era con mucha diferencia la menos mala: ofrecer a Gran Bretaña el pago en oro y dinero de las compensaciones, a cambio de mayor flexibilidad en los pagos y a Francia y Bélgica se les ofreció un pago en especie con la producción de carbón de alta calidad del Ruhr. Este acuerdo (o Tratado de Wiesbaden) fue acogido con frialdad por absolutamente todas las partes, pero finalmente fue aceptado por todos.

La que básicamente era la única forma realista de afrontar las compensaciones de guerra. Finalmente la actitud de Estados Unidos que convino en abrir una línea de créditos a Alemania para que ésta pudiese relanzar su economía y al mismo tiempo empezar a afrontar los pagos, terminó por vencer la resistencia de los más vengativos y menos realistas.

Es importante remarcar que en esos años se consumó el sueño de Rathenau al participar en la creación de un partido de centro-derecha, el Partido Democrático Alemán que básicamente recogía su ideario democrático; a pesar de que nunca tuvo lo que se dice un éxito arrollador (su mejor resultado fue un 18% de los votos en 1919), llama la atención la gran cantidad de intelectuales que atrajo (Einstein, Thomas Mann o Max Webber).

Tras la vorágine de Versalles, llegó el turno de los miles de tratados y subtratados que darían forma a la Europa de entre guerras y en ese momento Rathenau consiguió el mayor éxito de su carrera política al servicio de Alemania, el tratado de Rapallo.

La génesis de este tratado resulta como mínimo extraña; mientras que representantes de los gobiernos alemán y ruso se encontraban reunidos junto a otros líderes mundiales en la ciudad de Génova para tratar el siempre conflictivo tema del patrón oro, ocurrió algo ciertamente extraño. Los representantes soviéticos consiguieron contactar en secreto con los delegados alemanes para improvisar una conferencia por su cuenta.

Si hacemos caso a Sebastian Haffner, Rathenau no tenía ni la menor idea de las intenciones rusas, hasta el punto de que el aviso ruso, al producirse con nocturnidad y alevosía, sorprendió al honorable ministro en pijama. Desde luego Rathenau no fue el único sorprendido, por lo visto los representantes del resto de potencias se mostraron entre sorprendidos e indignados ante la reunión germano-rusa. Lo cierto es que resulta extraño que las potencias vencedoras de la Gran Guerra no supiesen prever ese entendimiento porque objetivamente hablando estas dos naciones estaban condenadas a entenderse; tanto la URSS como Alemania eran dos países aislados y amenazados por esas potencias (especialmente Japón en el caso soviético y Francia en el caso alemán; posteriormente estas amenazas se materializarían en ambos casos), ambas naciones tenían necesidades complementarias entre ambas (la URSS necesitaba tecnología moderna e industrias, Alemania materias primas baratas y un mercado para sus productos industriales).

Rathenau supo ver la gran oportunidad que se le presentaba a su nación y no dudó en reunirse en la pequeña localidad de Rapallo con la delegación rusa e improvisar una conferencia internacional de primer orden en la que se firmó un tratado que si bien beneficiaba a ambas partes, la parte que salía mejor parada era sin duda alguna Alemania. Además se hacía borrón y cuenta nueva respecto a las deudas de guerra mutuas y la fijación de fronteras (ese era el menor de los problemas, ninguna de las dos naciones podía pagar más deudas y no estaban para luchas fronterizas en Prusia Oriental).

No obstante, este tratado tenía una cláusula secreta que pesaría en el legado de Rathenau, la cláusula militar. El tratado de Rapallo destrozaba el fin último de los tratados de Versalles: la alienación de Alemania con el objetivo no declarado de frenar un rápido desarrollo económico, tecnológico e industrial que cuestionase la supremacía franco-británica en Europa y en el mundo; con el inmenso mercado ruso abierto a los productos alemanes y con un cheque en blanco ruso (en forma de materias primas baratas) para desarrollar nuevas técnicas e industrias, Alemania había roto el bloqueo económico impuesto por los aliados; pero también destrozó el veto aliado en lo referente a la investigación de tecnología de guerra. También incluía una cláusula para permitir a las industrias alemanas explotar los campos petrolíferos de Bakú a cambio de mejorar la tecnología extractora soviética y expulsando definitivamente los intereses británicos de esa zona, el petróleo ya no será un problema para Alemania hasta 1941.

Uno de los aspectos más espectaculares (y secretos) de este acuerdo fue el que Alemania literalmente montó factorías secretas en territorio soviético destinadas a co-fabricar aviones y tanques modernos, además, Alemania se beneficiaba de las extensas maniobras del ejército rojo en materia de despliegue de blindados y la combinación de armas en estas maniobras (blindados, aviones, infantería mecanizada, artillería autopropulsada,...) en realidad la guerra relámpago se gestó en Rapallo.

Como es fácil de imaginar, este tratado levantó ampollas en todo el mundo; a los aliados porque básicamente dinamitaba los esfuerzos de Versalles, pero curiosamente donde más polémica existió fue en la propia Alemania. Como hemos visto este tratado beneficiaba más a Alemania y fue visto como un éxito diplomático y económico, pero entre los sectores más cavernarios era visto como una súplica de la orgullosa Alemania al demonio rojo, como una conspiración judeo bolchevique y en resumen como una “traición” a Alemania (como es fácil de suponer, esta basura era regurgitada por los traidores de 1918). A esta situación, se unieron las críticas a la gestión del tratado de Versalles, que nuevamente era presentado como una traición a Alemania y una fase más de la famosa conspiración judía mundial contra Alemania y el cristianismo.

EL ASESINATO Y SUS CONSECUENCIAS
A los dos meses de la firma del tratado de Rapallo, Walther Rathenau sufrió un atentado que le costó la vida.

Es tentador establecer una crónica de este asesinato político como una gran conspiración militarista contra un estadista civil y judío pero siendo sinceros, podemos decir que el gran refrán español que dice eso de “entre todos la mataron y ella sola se murió” resume perfectamente este magnicidio.

Iremos por puntos para aclararlo mejor:
A Rathenau le asesinó la injusticia de la República de Weimar: desde 1919, la nueva república había reprimido diversos motines y conatos de guerra civil propiciados por extremistas de izquierda y derecha, pero solo se ensañó con la extrema izquierda a la que reprimió de forma implacable, mientras que miraba para otro lado con los crímenes de la extrema derecha militarista.

A Rathenau le asesinó la sensación de impunidad de la extrema derecha: Desde 1918 hasta 1922 los escuadrones de la muerte y los terroristas proto nazis llevaron a cabo una serie de asesinatos políticos que empezaron con Rosa Luxemburgo y culminó con Walther Rathenau. El gobierno socialdemócrata miraba para otro lado por miedo a iniciar una guerra civil y una cierta comprensión hacia unos asesinos que decían actuar por motivos patrióticos.

A Rathenau le asesinaron las mentiras y auto engaños de la extrema derecha: Insultar a Rathenau era una forma de no asumir los errores de la Gran Guerra; en cierto modo, eliminando a Rathenau se callaba a un molesto testigo de la incompetencia criminal de la dictadura de Ludendorff y en general, una muestra de que un país se gobierna con sentido común y no con soflamas patrioteras.

A Rathenau le asesinaron sus ganas de justicia social: Para hacer frente a los pagos de Versalles y para re lanzar la economía alemana, Rathenau preparaba una nueva ley fiscal que (resumiéndola mucho) consistía en establecer impuestos directos (los que más tenían, pagarían más justo al contrario de la contrarreforma fiscal que se está perpetrando en estos momentos en Europa). Esta reforma fue inmediatamente contestada por los patrioteros, quienes creían que crear riqueza consistía en imprimir billetes sin control, como veremos más adelante esta estupidez económica llevaría a Alemania otra vez al desastre.

A Rathenau le asesinó su patriotismo, su sentido del deber y su deseo de ayudar a sus compatriotas: Rathenau era millonario, no solo heredó una fortuna sino que su buen hacer empresarial, permitió a AEG salir de la guerra y del proceso de reconversión industrial sin arruinar sus empresas (cosa que no todos consiguieron); podría haberse dedicado a sus negocios y a disfrutar de una vida digna de un sátrapa, incluso podría haber esperado unos cuantos años y haber entrado en política cuando lo peor hubiese pasado. Pero asumió que su amor a Alemania estaba por encima de todo y que debía ayudar a su ingrato país en los peores años de su reciente existencia y lo hizo bien, tanto en la guerra como en la famélica posguerra, las medidas y las políticas de Rathenau funcionaron a largo plazo y habrían marcado el camino a seguir para la recuperación alemana. Tras su asesinato se establecieron unas medidas políticas y económicas irracionales (parece que lo único necesario para establecer una nueva ley era que no la habría aprobado Rathenau) que culminaron con la ruina de la nación y el camino a la siguiente guerra.

Esto es a grandes rasgos lo que mató a Rathenau, queda por ver la seudo-investigación de su asesinato.

El atentado contra Rathenau fue ciertamente espectacular, el ministro se estaba desplazando con su coche oficial (descapotable y sin blindar), cuando fue interceptado por otro vehículo. Los ocupantes de ese vehículo efectuaron varias ráfagas contra los ocupantes del coche oficial y lanzaron una granada al habitáculo del coche de Rathenau, para asegurarse de la muerte del ministro y seguramente mutilar horriblemente su cuerpo, aunque esto último no lo consiguieron del todo (la onda expansiva levantó el cuerpo de Rathenau).

Como era habitual durante estos atentados los asesinos dejaron muchas pistas, esto no era debido a la desidia de los terroristas sino que es un efecto buscado por todos los escuadrones de la muerte y terroristas del mundo: no tiene que quedar la más mínima duda de quién había hecho esto y por qué; además los terroristas contaban con la impunidad habitual de ese período, desde el asesinato de Rosa Luxemburgo la policía alemana tenía por costumbre mirar hacia otro lado cuando un crimen era cometido por motivos “patrióticos” y si algún superior intentaba investigar algo más de lo normal, no tardaba en recibir todo tipo de amenazas.

Pero esa vez fue diferente.
Tras el asesinato de Rathenau, el país sufrió una conmoción. De repente los melindrosos socialdemócratas y demócratas de Weimar se hartaron de la impunidad de los terroristas patrioteros. De repente las clases medias y trabajadoras se hartaron de aceptar pasivamente esa situación e improvisaron una huelga general que literalmente paralizó al país. De repente los demócratas se dieron cuenta de su fuerza y los patrioteros se dieron cuenta de que básicamente eran una secta de iluminados.

La primera consecuencia del asesinato de Rathenau fue la redacción de la “Ley para la defensa de la República”, que entre otras cosas prohibía las organizaciones antisemitas; otra consecuencia de ese magnicidio fue que la policía tuvo que investigar el crimen, para variar. Como ya dijimos, los terroristas dejaron un montón de pruebas y nada mas empezar a investigar el caso comenzó a apestar.

En primer lugar se descubrió que todas las armas y la munición empleada eran de procedencia militar, de modo que los autores o eran militares o tenían estrecho contacto con las fuerzas armadas; a partir de ahí no fue difícil seguir el rastro de los asesinos, a las cuatro semanas del asesinato la policía estrechó el cerco y finalmente les rodearon en el castillo de Bad Kosen. En este momento no está claro lo que ocurrió, unas fuentes dicen que los terroristas fueron abatidos por la policía y otros mantienen que los terroristas se suicidaron; o tal vez los suicidaron, iniciando con este acto una larga tradición alemana (hace poco se dio el último caso:

Un año más tarde del asesinato de Rathenau, Hitler realizó su patético pronunciamiento en Munich. Desde el punto de vista económico se hizo exactamente lo contrario que solicitaba Rathenau; no se crearon nuevos impuestos y se dedicaron a imprimir montañas de papel moneda (monetizar la deuda, se llama eso). Como consecuencia de esta estúpida decisión el precio del marco se desplomó y los aliados se negaron a aceptar el pago en marcos de las compensaciones de guerra; el gobierno reaccionó con la típica huida hacia adelante guillermina: canceló los pagos alegando que no tenía suficiente dinero; cuando se le ofreció seguir pagando con carbón y otros pagos en especie, el gobierno canceló las exportaciones de carbón.

Francia y Bélgica reaccionaron con la ocupación de la cuenca del Ruhr, en esa huida hacia adelante, el gobierno alemán promovió (y subvencionó) huelgas masivas en Renania que fueron duramente reprimidas por las tropas ocupantes; mientras tanto la hiperinflación terminó de quebrar la economía alemana. El resto es de sobra conocido.

Parece que la musa Clio no carece de ironía; la situación que sufrió Alemania en 1922-1923 es muy parecida a la de 1915, en ambos casos un excelente pero incómodo estadista supo manejar la economía alemana en situaciones poco menos que espantosas, se toman medidas duras pero socialmente justas que son mal recibidas por la caverna dirigente (y mediática) alemana, se expulsa del poder al estadista (una vez por invitación, la segunda por asesinato) y finalmente ocurre exactamente lo que quería evitar el estadista.

Tenemos una reflexión final sobre la reforma fiscal que planeaba Rathenau y su contestación entre los patrioteros. Resulta curioso ver como en todas partes y en todas épocas el ser humano actúa de forma parecida: los patrioteros (esa gentuza que siempre va con la bandera bordada en la ropa y cada dos palabras pronuncian el nombre del país) parece que desarrollan una extraña fobia a pagar impuestos para su país. Quizá el ejemplo más divertido es el de los deportistas y cantantes que se encuentran exiliados fiscalmente en algún país offshore; aunque últimamente parece que entre ese selecto grupo hay que añadir a miembros de casas reales. Y esta es la mejor lección que podemos sacar de la historia de Rathenau: a la hora de la verdad los patriotas se sacrifican por su país, en tanto que los patrioteros exigen que el país se sacrifique por ellos.

http://www.rathenau.ch/http://www.piensologoexisto.com/aeg-la-primera-identidad-corporativa-de-la-historia/
http://forococinas.athost.net/curiosidades_aeg.html
libro: ¿Qué fue del buen samaritano? Escrito por Ha-Joon Chang http://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/rathenau_walther.ht http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lri/gonzalez_m_c/capitulo2.pdf
libro: Los judíos de Europa Escrito por Uriel Macías y Elena Romero. http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1972/01/07/036.html http://hemerotecadigital.bne.es/datos1/numeros/internet/Madrid/Vida%20financiera/1922/192201/19220120/19220120_00000.pdf
libro: La wehrmacht: los crímenes del ejército alemán Escrito por Wolfram Wette
libro: El pacto con el diablo Escrito por Sebastian Haffner. http://findarticles.com/p/articles/mi_m0411/is_n3_v44/ai_17422958/

sábado, 7 de enero de 2017

La extrema derecha es hija de la globalización

eldiario.es



Pensemos la globalización como si fuera un juego.
Cada jugador comienza con una determinada dotación de recursos y termina con otra distinta, y por lo tanto durante la partida puede haber ganadores y perdedores. Nos vamos a concentrar en tres jugadores. Por un lado está el jugador llamado «trabajador urbano chino», que comienza con 5 euros. A otro jugador le llamaremos «superrico mundial» y comenzará el juego con 100 euros. Y al tercer jugador le llamaremos «clases populares occidentales», y comenzará con 10 euros. Al cabo de veinte años finaliza el juego y se hace recuento. Ahora el «trabajador urbano chino» tiene 9 euros, lo que no está nada mal porque es un 80% más de lo que tenía de partida. Sin embargo, el «superrico» ha ganado mucho más y tiene ahora 165 euros, pero eso significa «sólo» un crecimiento del 65% sobre sus recursos iniciales. Finalmente, el jugador «clase media occidental» tiene ahora 10 euros, esto es, lo mismo que al comienzo.

Los datos de este juego no han sido inventados sino que forman parte del último trabajo de Branko Milanovic, especialista en desigualdad económica e investigador principal de ese área en las Naciones Unidas y el Banco Mundial. En efecto, lo que este trabajo proporciona es información empírica a favor de una hipótesis con la que trabajábamos desde hace décadas. A saber, que la globalización ha producido ganadores y perdedores que se distribuyen a lo largo del mundo del siguiente modo.
Marine Le Pen, del Frente Nacional francés y Geert Wilders, del Partido para la Libertad de Holanda, también de extrema derecha
Por un lado, aunque los superricos son una minoría (el 5% más rico) pero son los que más se han beneficiado en términos absolutos del proceso (de cada 100 dólares de nuevos ingresos entre 1988 y 2008 se han llevado 44). Los superricos están fundamentalmente en Estados Unidos, pero también en Europa Occidental, Japón y Oceanía. Milanovic los llama plutócratas globales. En el gráfico de más abajo ocupan el punto «C».

Por otro lado, lo que podríamos llamar las «clases medias asiáticas» son las principales ganadoras del juego en términos relativos. Como partían con recursos muy pequeños, las ganancias que han tenido –en torno al 12% del total de los nuevos ingresos absolutos- han supuesto un crecimiento relativo del 80%. Estas personas se sitúan en el centro de la distribución de ingresos de sus países, que es sobre todo China pero también India, Tailandia, Vietnam e Indonesia. Naturalmente «clase media» significa una cosa distinta a lo que significa en Occidente, pero gráficamente podríamos identificarla con las capas urbanas de China. En el gráfico son el punto «A».

Finalmente, a lo que llamamos «clases populares occidentales» son aquellos sectores que son más ricos que los asiáticos que acabamos de describir pero que se encuentran en los estratos más pobres de sus propios países, que son fundamentalmente los de Europa Occidental, Norte América, Oceanía y Japón. Son los que no han ganado nada con la globalización y, de hecho, son sus víctimas porque han sido golpeados por procesos de desindustrialización, el incremento de la competencia económica internacional y un mercado de trabajo global que hace aún menos competitivos a los trabajadores no cualificados. En el gráfico son el punto «B».
GRÁFICO 1 TRIBUNA ALBERTO GARZÓN
Lo anterior es una foto de la distribución de ingresos a nivel mundial, y como tal tiene sus limitaciones. El trabajo completo de Milanovic proporciona mucha más información útil para entender qué está significando la globalización en términos de desigualdad de ingresos y, en cierto sentido, las transformaciones en la estructura de clase. Lo que me interesa resaltar ahora es que lo apuntado aquí conforma el terreno material en el que se mueve la batalla política, por decirlo así. Esto es, sería imposible entender fenómenos como Donald Trump, Le Pen, el crecimiento de la extrema derecha en el norte de Europa, el 15-M o las movilizaciones sociales en Europa del Sur sin atender a estas transformaciones. Igualmente, sin comprender estos cambios es imposible plantear estrategias políticas correctas o adecuadas para la izquierda.

Lo que estamos diciendo es que las clases populares de Europa son parte de las grandes perdedoras de la globalización y que, por eso mismo, buscan, a veces de forma consciente y otras de forma intuitiva, proyectos políticos de protección ante la expansión de la pobreza, inseguridad, precariedad e incertidumbre.

A finales del año 2014 un estudio del Pew Research Center
mostró lo debilitada que estaba la confianza en el libre mercado en Europa del Sur. A la pregunta de si el libre mercado era mejor para la gente, en el mundo occidental respondían afirmativamente el 63% (frente al 30% que respondían negativamente). Pero en España sólo el 45% estaba de acuerdo con la afirmación (el 51% en contra), veintidós puntos menos que en 2007. En Grecia el porcentaje fue del 47% (50% en contra), Italia el 57% (31% en contra), Francia 60% (39% en contra) y en Japón el 47% (51% en contra). Estos datos contrastan con los de los países ganadores de la globalización, como los llamados países emergentes. Por ejemplo, en Vietnam el 95% estaba de acuerdo con que el libre mercado era mejor (frente al 3% que contestaba negativamente), y en China ese porcentaje era del 76% (frente a un 18%). En suma, estos datos abundan en la percepción subjetiva que tienen las poblaciones de diferentes países sobre la globalización. Y es natural, por lo visto más arriba, que los ganadores materiales de la globalización apuesten por más libre mercado mientras que los perdedores materiales de la globalización dejen de confiar en la mano invisible a nivel mundial.

Para la izquierda, esto que acabamos de describir es fundamental. En la teoría marxista del siglo XIX se asumía que bajo el capitalismo se daría un proceso permanente de proletarización, es decir, de conversión de las clases medias en proletariado. Esto provocaría, según las interpretaciones más deterministas, que la inmensa mayoría de la población, ahora convertida en proletaria, viera con claridad su antagonismo con la clase explotadora y, por lo tanto, que se sumara a la revolución socialista. El conocido paso de la clase-en-sí-misma hacia la clase-para-sí-misma. Sin embargo, aquel esquema no encajaba bien en una sociedad en la que iban surgiendo estratos sociales asalariados que no eran proletarios de cuello azul sino «estratos intermedios», o en la que incluso iban emergiendo asalariados y proletarios cada vez mejor remunerados y que se alejaban de las capas más pobres de la sociedad. Si a ello le sumamos un enfoque mundial, en el que los trabajadores pobres de los países ricos son más ricos que los trabajadores ricos de los países más pobres, las cosas se complican. En todo caso no es objeto de este artículo profundizar en esta cuestión particular. Sí, en cambio, preguntarnos por qué en occidente, en donde sí se ha dado cierto proceso de empobrecimiento relativo y absoluto de grandes sectores sociales, la respuesta política tiende a articularse por la extrema-derecha y no por la izquierda.

Si analizamos el proyecto que ofrece la extrema derecha, por ejemplo Le Pen o Trump, encontraremos un patrón común ciertamente general: la promesa de protección material a las víctimas de la globalización y la crisis. Lo singular es que se dirige únicamente a los sectores «nacionales», pues el discurso va acompañado de valores y principios profundamente racistas y nacionalistas, que enfrentan a los pobres en función de su identidad étnica. Y han conseguido calar especialmente en los sectores más empobrecidos y menos cualificados de sus sociedades.

El siguiente gráfico, por ejemplo, refleja el perfil socioeconómico de los votantes de cada partido que se presentó a las elecciones presidenciales francesas de 2002. El eje horizontal describe la actitud económica (más izquierda significa más intervención estatal, más derecha significa más liberalismo) y el eje vertical describe la actitud cultural (más arriba significa mayor tolerancia cultural y más abajo significa menos tolerancia cultural). Como se puede observar, el Frente Nacional (FN) era profundamente hostil al multiculturalismo (que es una característica del ultranacionalismo) pero ambiguo en lo económico. Esto último es algo común a los nuevos partidos de la extrema derecha europea, que no encajan en el tradicional trade off entre Estado y mercado (no son ni liberales ni socialistas) porque defienden una suerte de capitalismo nacional. Esto consiste básicamente en combinar liberalismo paternalista interior y proteccionismo exterior, siempre desde el punto de vista de una población nativa que está siendo atacada desde fuera (de ahí el dominante euroescepticismo). No es cierto, por lo tanto, que la extrema derecha sea neoliberal, y de hecho es habitual encontrar en sus discursos alusiones a la «justicia social», o a lo social en general, siempre referenciadas únicamente para los nacionales.
GRÁFICO 2 TRIBUNA ALBERTO GARZÓN
Lo que me parece relevante es observar cómo la condición socioeconómica sugiere diferencias notables en ambas actitudes. Por ejemplo, los menos tolerantes son los trabajadores sin cualificación y los agricultores, pero tampoco destacan por su tolerancia los trabajadores cualificados y los autoempleados. Por el contrario, los más tolerantes son los directivos, los profesionales técnicos y los profesionales de la industria sociocultural. Más significativa es aún la actitud según cualificación educativa. Como se puede observar, en la línea discontinua, cuanto mayor cualificación educativa formal más propensión hacia la tolerancia cultural (y liberalismo) y cuanto menos cualificación educativa formal mayor propensión hacia la intolerancia cultural (y proteccionismo). El trabajo y el gráfico es de Simon Bornschier en Kriesi, H. (ed) (2008): West european politics in the age of globalization, y cabe anotar que en los años siguientes a 2002, y especialmente tras el inicio de la crisis de 2008, el Frente Nacional subrayó aún más en su perfil antiliberal y proteccionista. En suma, parece que existe una relación entre la intolerancia cultural y la mayor exposición a la competencia económica internacional, lo que parece razonable: es más fácil ser racista cuando ves tu puesto de trabajo peligrar por culpa de «otro», el «diferente».

Hay que recordar que la globalización tiene entre sus víctimas a los trabajadores con menos cualificación formal, debido entre otras cosas a la fuerte competencia internacional que se ha dado en el mercado laboral mundial y que ha hecho muy poco competitivos a los trabajadores sin cualificación. Dicho de otro modo, el nivel de cualificación formal se ha convertido en una gran división política en las últimas décadas porque es una variable que tiende a determinar si estás en el lado de los perdedores o de los ganadores de la globalización.

En definitiva, lo que planteo aquí es que efectivamente la extrema derecha ha conseguido llegar a las víctimas de la globalización a través de proyectos políticos que implican promesas de protección construidas mediante discursos que llevan a guerras entre pobres (entre los de muy abajo y los de abajo de una sociedad). En política un espacio político no ocupado por un actor será ocupado, tarde o temprano, por otro. Esto es insistir en una obviedad: la extrema derecha ha llegado a las clases populares porque la izquierda anticapitalista no lo ha hecho.

España y Portugal son, en gran medida, excepciones
a lo que está sucediendo con la extrema derecha en Europa. Pienso que aquí la izquierda sí ha sido capaz de construir una suerte de cortafuegos a la extrema-derecha, fundamentalmente a través del 15-M y las movilizaciones sociales. Existen otras hipótesis, por supuesto. Hace unos días Íñigo Errejón afirmaba que «donde no hay fuerzas de izquierda capaces de levantar una idea de patria diferente lo capitaliza Le Pen, Orban o el FPO en Austria». Pero esto, sencillamente, no es cierto. Ni el 15-M ni las movilizaciones sociales previas hicieron alusión directa o indirecta al concepto de patria, y no es fácil determinar qué peso ha tenido ese eje discursivo de Podemos en los años siguientes. Sin embargo, parece más probable que los proyectos de denuncia y promesa/esperanza de protección ofrecidos por el 15-M y otras movilizaciones hayan sido mucho más determinantes. Al fin y al cabo, el concepto de patria es complejo porque intuitivamente –que no necesariamente- abunda en la división étnica. Me explico.

El capitalismo siempre ha lanzado a competir a todos contra todos,
y esto que ocurre ahora no es una novedad. Los socialistas del siglo XIX lo sabían y por eso entendieron muy bien que una cosa era la clase, entendida como situación objetiva dentro de las relaciones de producción, y otra la formación de clase, que era la forma en la que esas mismas personas se organizaban colectivamente (como sindicatos y partidos). Una de las razones por las que se organizaban colectivamente era porque así se neutralizaba la competición entre ellos mismos. Por decirlo bruscamente, mediante la organización colectiva se construía conciencia de clase. Y el discurso que lo mediaba era un discurso sobre aquello que compartían como colectivo, como clase: su papel antagonista con las clases explotadoras. Así fueron surgiendo los sindicatos y los partidos socialistas del siglo XIX. Por eso también es tan importante la organización en nuestro tiempo, porque sirve para construir un «nosotros» que evite guerras entre pobres. Pero si uno pretende que el «nosotros» sea inclusivo, sumando a inmigrantes, los discursos han de construirse sobre elementos comunes y no sobre diferencias. Y el concepto de «patria» no permite construir con facilidad un «nosotros» que sume a nativos e inmigrantes, porque además de las connotaciones históricas específicas del concepto en nuestro país, los propios inmigrantes ya tienen su patria y probablemente no quieren renunciar a ella. Parece una aventura complicada, y arriesgada en la medida en que fortalece discursos de la diferencia que pueden ser reapropiados por la derecha. Más sensato parece centrar los «discursos que organizan» directamente en la precariedad, el desempleo, lo social en general o incluso en identidades colectivas como «trabajadores», «clases populares» o «pueblos» que son elementos que compartimos nativos e inmigrantes.

Realismo ante los riesgos
Sin embargo, no sería excesivamente optimista y plantearía tanto los riesgos como las oportunidades de esta situación. Por un lado, en España la extrema derecha no existe porque gran parte de su espacio lo ocupa el Partido Popular (que no es una derecha asimilable a la derecha europea cristiana, con una tradición más democrática y menos autoritaria).

Y, por otro lado, porque la izquierda aún no ha conseguido llegar al conjunto de las clases populares y, lo más preocupante, a los más afectados por la crisis. Esa es nuestra tarea y, de hecho, el objetivo político que nos hemos marcado en Izquierda Unida. Ser pueblo, estar en el conflicto, canalizar demandas sociales, construir organización inclusiva y defender proyectos ético-políticos serios y factibles.

Fuente original:
http://www.eldiario.es/tribunaabierta/extrema-derecha-hija-globalizacion_6_594650534.html

viernes, 7 de octubre de 2016

Entrevista a József Böröcz, profesor de Sociología en la Universidad Rutgers de Nueva Jersey al cumplirse diez años de las protestas en Hungría. “Orbán proporcionó la excusa perfecta a muchos políticos europeos para desplazarse aún más a la derecha”

Ángel Ferrero
 La Marea

József Böröcz es profesor de Sociología en la Universidad Rutgers (RU) de Nueva Jersey, EEUU. Aunque su especialidad es Europa y la Unión Europea, este profesor húngaro es también un observador atento de los acontecimientos en su país. Böröcz es autor de, entre otros, The European Union and Global Social Change: A Critical Geopolitical-Economic Analysis (Londres, Routledge, 2009).

-P: Ha renunciado recientemente a la Orden del Mérito de la República de Hungría que le concedieron en 2005 en protesta por la concesión de este galardón al periodista Zsolt Bayer. ¿Podría explicar brevemente esta controversia?

-R: Bayer es un periodista de considerable talento a la hora de escribir, famoso por su antisemitismo y antirromanismo y por su anticomunismo declarado. Ha descrito, por ejemplo, a los gitanos como étnicamente inferiores, incluso como subhumanos, y ha llamado al asesinato de los niños romaníes. También ha participado en falsificaciones fascistas de la historia, llevando a cabo ataques ad hominem sobre algunos de los mayores intelectuales del país, propagando islamofobia y su rechazo abierto a los derechos humanos básicos de las millones de personas desplazadas que han buscado refugio en Europa a lo largo del año pasado. Todo esto parece ser algo perfectamente loable para el régimen en el poder en Hungría, que ha calificado su actividad periodística de “ejemplar”. El régimen es absolutamente cínico en este asunto: quienes toman las decisiones clave saben bien que ésta traspasa los límites de todo lo conocido y, a pesar de eso, se reafirman en su decisión.

-Este 17 de septiembre se celebra el décimo aniversario de las protestas en Budapest y otras ciudades húngaras contra el gobierno de Ferenc Gyurcsány. ¿Por qué estallaron estas protestas? ¿Qué ocurrió exactamente?

-En mayo de 2006, Gyurcsány realizó un discurso rutinario y a puerta cerrada a un grupo de cuadros dirigentes de su partido nominalmente socialista. En este acto más bien poco disciplinado Gyurcsány utilizó un lenguaje más bien fuerte mientras intentaba persuadir a su audiencia para que apoyase políticas fiscales aún más restrictivas, asegurando que su gobierno, que entonces llevaba tres años en el poder, había estado mintiendo a la sociedad sobre el estado de la economía.

La grabación del discurso se filtró a mediados de septiembre, probablemente como parte de un esfuerzo de alguien del partido por socavar el liderazgo de Gyurcsány. A primera vista, las protestas eran absurdas, en el sentido de que expresaban rabia por haber sido mentidos. La mayoría de manifestantes parecía no haberse dado cuenta de que las verdades que el primer ministro estaba intentando instilar en los cuadros de su partido implicaban una política fiscal más rigurosa y recortes al presupuesto nacional, una reestructuración neoliberal más brutal y una mayor presencia del capital global, lo que en el caso de Hungría significa predominantemente europeo occidental. En vez de leer el discurso con atención, la oposición se aferró al argumento simplista de “¡nos mintieron!” y cerró filas entre sus partidarios.

Las protestas, como se dice, escaparon de su control. Se prolongaron hasta finales de octubre, coincidiendo con el 50º aniversario de la insurrección de 1956 (el 23 de octubre). En ese momento, una coalición en las calles de diferentes fuerzas políticas antigubernamentales, incluyendo al entonces partido FIDESZ de Viktor Orbán, que se encontraba en la oposición, y partidos políticos de extrema derecha, empujaron las protestas a todavía más violencia urbana. El edificio de la televisión fue incendiado y el centro urbano de Budapest comenzó a parecerse cada vez más a una zona de guerra. Para entonces las protestas eran ya sólo en parte una mezcla de las mentiras del discurso de Gyurcsány y habían adquirido una dimensión adicional, de manifestación contra la interpretación histórica de la insurrección de 1956 como una contrarrevolución, una lectura que en realidad prácticamente todo el mundo había abandonado en 1989-1990. Finalmente el orden público fue restaurado con medidas policiales, con algunos heridos, incluyendo, según parece, a algunas personas que se encontraban allí sin participar en las protestas. La putativa brutal opresión policial de lo que describieron como manifestantes legítimos se convirtió en uno de los eslóganes favoritos del partido de Orbán, que se alzó con una victoria clara en las siguientes elecciones.

-FIDESZ obtuvo un 52,73% de los votos en las elecciones parlamentarias de 2010 y un 44,87% en 2014. ¿Qué explica la popularidad de Orbán y FIDESZ?

-Orbán es un orador fantástico, que comparte aspectos significativos de su propia historia personal y familiar con una gran parte de la historia social de la Hungría post-socialismo de Estado. En este sentido, mucha gente se reconoce en él. Después de varios falsos arranques, en 2010 consiguió aprender a hablar de manera suficientemente ambigua, utilizando la combinación precisa de metáforas, humor autocrítico y guiños comunes, muy similar a la manera en que János Kádar, el secretario general del Partido Socialista Obrero Húngaro, se presentaba a sí mismo. En otras palabras, Orbán sabe tocar las teclas adecuadas, que resuenan en sectores amplios de la sociedad. También mitiga las ansiedades refiriéndose, de manera casual, a temas nacionales, inaugurando un sentimiento de comunidad nacional, un tema que buena parte de la población con una educación media suscribe. FIDESZ opera una maquinaria de propaganda muy poderosa, con tecnologías de convicción y dominio muy sofisticadas. FIDESZ ha conseguido tomar el control de casi todo los medios de comunicación de masas.

Por su parte, los partidos de la oposición no tienen ninguna oportunidad, por el simple motivo de que son incapaces de desenmarañarse de las dos grandes verdades que estructuraron su política en los noventa y la primera década del siglo XXI y que he mencionado antes. No pueden apoyarse en ellas desde el extranjero porque sus partidos hermanos en Europa occidental se encuentran de un modo u otro en problemas. Esto tiene que ver con un desplazamiento global a la derecha, un fenómeno que es claramente observable en Europa occidental así como en los Estados Unidos.

-En un discurso en la Universidad Abierta de Verano de Bálnányos en 2014, Orbán dijo que Hungría estaba construyendo “un Estado iliberal, un Estado no liberal”. ¿Qué significa esta expresión?

-En realidad, y si no estoy equivocado, utilizó el término democracia iliberal. En cuanto a qué significa, no estoy completamente seguro. Este término parece ser un producto de los think tanks pseudoacadémicos que se alimentan como sanguijuelas de las oportunidades de financiación del gobierno, entregándoles declaraciones tan mal concebidas como incuestionables sobre la realidad. Si voy más allá del método con el que se produjo, pienso que puede significar que no pueden existir diferentes tipos de democracia, por ejemplo, que ya no se requiere o ya no se requerirá el mínimo liberal.

-Jobbik, el partido de ultraderecha, quedó tercero en las últimas elecciones, con 24 diputados. Este partido ha estado en el foco de la atención internacional. ¿Cuál es el peso real de la ultraderecha en Hungría?

-Es difícil decir cuál es el peso real de Jobbik y básicamente no dispongo de un conocimiento de primera mano sobre él. Es evidente que, como en cualquier otra parte de Europa, hay un contingente significativo de ultraderecha y extrema derecha en Hungría. Su hogar electoral ha cambiado en varias ocasiones a lo largo de la última generación. Jobbik es solo un miembro más de esa red difusa y cada vez más vociferante e ingobernable de organizaciones de extrema derecha que va desde organizaciones terroristas prohibidas a medios digitales neonazis pasando por clubes de seguidores de fútbol a gimnasios, patrullas de defensa ciudadana que actúan de manera ilegal o en una zona gris, pandillas de cabezas rapadas y asociaciones culturales que promueven la memoria de algunos aspectos de la historia húngara (o europea) desde una perspectiva fascista, así como librerías fascistas.

Como parte de este mosaico, existe Jobbik y sus diputados en el parlamento de Hungría y en el de la Unión Europea. Son invitados regulares en la única cadena de televisión liberal que queda en el país. Las encuestas de intención de voto parecen sugerir que Jobbik ocupa confortablemente el segundo puesto, ligeramente por encima del partido socialista, pero muy por debajo de FIDESZ.

Todo esto podría interpretarse como algo no tan malo. Sin embargo, dos cosas hacen que al menos algunos de nosotros estemos un poco más preocupados. En primer lugar, algunos matices en el comportamiento reciente del primer ministro y FIDESZ parecen sugerir que piensan que la extrema derecha está en aumento. Esto es lo que en parte explica, por ejemplo, la posición sorprendentemente dura no sólo en la cuestión de los refugiados sino en la inmigración en general. Y segundo, las encuestas recientes indican que un sorprendente e increíble 80-85% de la población adulta parece aprobar la retórica de inmigración cero, cada vez más extrema y dura, ya venga del gobierno o de fuerzas políticas todavía más a su derecha. La retórica del gobierno, especialmente a la luz del próximo simulacro de referendum contra la decisión de la UE de establecer una cuota de reasentamiento de refugiados, parece sugerir que ellos piensan que todo esto juega a su favor. Yo no estoy cien por cien seguro de ello, no es completamente inconcebible que Orbán pueda encontrarse con una sorpresa desagradable en el próximo ciclo electoral. Eso sería algo irónico, y tendría un punto trágico, pues fue él y nadie más quien convirtió esta cuestión en una emergencia nacional.

-¿Cree que Hungría ha jugado un papel clave en la emergencia del populismo de derechas y la extrema derecha en el resto de Europa? Varios comentaristas han trazado incluso paralelismos con Miklós Horthy –considerado como un predecesor del fascismo europeo– y el período de entreguerras.

-No sobrestimaría la importancia de Hungría en el escenario europeo, no al menos hasta ese punto. Europa occidental, o la Unión Europea, tiene un importante legado de políticas de derechas, incluyendo de extrema derecha, especialmente si consideramos no sólo el panorama electoral, sino también la política blanda: los valores, orientaciones, sensibilidades, etcétera. Después de todo, fue Europa occidental quien dio al mundo el racismo sistemático y cuasicientífico, la esclavitud capitalista moderna, el colonialismo, el neocolonialismo, el supremacismo blanco, etcétera.

Puede argumentarse que el dominio de las perspectivas racistas y de extrema derecha en Europa oriental y central tienen algo que ver con la alta consideración que las culturas modernas en Europa central y oriental tienen con respecto a Europa occidental. Por decirlo de manera más sencilla, las posiciones de extrema derecha vienen de occidente, ergo tienen que ser avanzadas y tenemos que ponernos a su nivel. Basta con escuchar la retórica contra los refugiados, antiinmigración y, en consecuencia, contraria a los derechos humanos de los actuales regímenes en Europa central y oriental. Llevaría un considerable esfuerzo no darse cuenta del énfasis en la noción cultural de blanquedad (whiteness), una igualación de Europa con la blanquedad, etcétera, que son algunos de los principales temas de la extrema derecha europea occidental.

El hecho de que los miembros de las sociedades de Europa oriental y central estén rutinariamente discriminados y no merezcan ningún respeto en las conversaciones paneuropeas y en Europa occidental no contradice esta observación, sino todo lo contrario: todo ello contribuye a la propagación de aquellas ideas en Europa oriental y central. La actuación de Orbán a propósito de la crisis de los refugiados, sin embargo, parece haber modificado de algún modo la ecuación. Mientras todo el espectro político de Europa occidental deploraba su retórica y la construcción de la valla en la frontera húngara con Serbia en 2015, llama la atención que las resoluciones de la UE consiguieron en última instancia acabar pareciéndose a las propuestas de Orbán. Dicho de otro modo, la actuación de Orbán proporcionó la excusa perfecta a muchos actores políticos europeos para desplazarse aún más a la derecha. Poco sorprendentemente, dos de los críticos más feroces de la demagogia antiinmigración de Orbán –el ex canciller de Austria, Werner Faymann, y la canciller de Alemania, Angela Merkel– no han obtenido lo que se dice buenos resultados últimamente en las elecciones.

Fuente original:
http://www.lamarea.com/2016/09/17/orban-proporciono-la-excusa-perfecta-a-muchos-politicos-europeos-para-desplazarse-aun-mas-a-la-derecha/