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lunes, 21 de septiembre de 2015

Manzanas. Seréis expulsados del paraíso de la ciencia y vuestro cerebro seguirá siendo corroído y manipulado por la superstición


La inteligencia humana se ha movido simbólicamente en torno a tres manzanas.

Primero fue la manzana del paraíso que la serpiente ofreció a Eva. Si coméis el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal seréis como dioses. El texto original en hebreo se fue adulterando al pasar por diversas traducciones del griego al latín. Se supone que la serpiente ofreció a Eva una propuesta hacia el conocimiento, pero el cristianismo adoptó una acepción equivocada de manzana, malum en latín, y transformó en pecado lo que en la lengua original se exponía de manera positiva y liberadora. La religión católica ha seguido interpretando la pérdida del paraíso como castigo ejemplar frente a la teoría de la evolución.

La segunda manzana fue la que, según la tradición, le cayó a Newton en la cabeza y le impulsó a desarrollar la ley de la gravedad, llave de la física moderna, que ha permitido que una sonda espacial haya llegado a Plutón después de recorrer 5.000 millones de kilómetros.

La tercera manzana preside hoy la empresa más exitosa de nuestro siglo. Apple muestra con orgullo su logo universalmente conocido, una manzana con un pequeño mordisco cuyo significado alude de nuevo a la liberación que proporciona el conocimiento.

La nueva Ley de Educación perpetrada por el infausto ministro Wert equipara las manzanas de la física y de la informática con la manzana del paraíso, que solo es fruto de un cuento mágico, paradigma de la culpa de la inteligencia, origen de todos los males.

La enseñanza de la religión como asignatura favorecida y evaluable pone a Eva al mismo nivel de Newton y de Alan Turing, padre de los nuevos ordenadores. Pero hoy la serpiente diría a los alumnos: si mordéis esta manzana de Wert no seréis como dioses. Seréis expulsados del paraíso de la ciencia y vuestro cerebro seguirá siendo corroído y manipulado por la superstición.

El País. 20 SEP 2015 - http://elpais.com/elpais/2015/09/18/opinion/1442588941_914907.html

Las ideas no son manzanas.
“If you have an apple and I have an apple and we exchange these apples then you and I will still each have one apple. But if you have an idea and I have an idea and we exchange these ideas, then each of us will have two ideas.”

Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana y las intercambiamos, entonces ambos aún tendremos una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea y las intercambiamos, entonces ambos tendremos dos ideas.

Este simple ejemplo de George Bernard Shaw debería ser suficiente para mostrar la diferencia fundamental entre el conocimiento y los bienes materiales. Sin embargo, parece ser la tendencia actual el cubrir al conocimiento con un manto de escasez artificial, impidiendo su difusión para de esta forma asemejarlo a las cosas materiales y tratarlo como a estas últimas...
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martes, 11 de agosto de 2015

Mi tabla periódica. Me entristece no ser testigo de la nueva física nuclear, ni de otros miles de avances en las ciencias físicas y biológicas

Espero con entusiasmo, casi ansiosamente, la llegada semanal de revistas como Nature y Science, y me dirijo inmediatamente a los artículos sobre ciencias físicas, y no, como tal vez debería, a los que tratan de biología y medicina. Las ciencias físicas fueron las primeras en fascinarme siendo niño.

En una reciente edición de Nature había un apasionante artículo del físico Frank Winczek, ganador de un premio Nobel, sobre una nueva manera de calcular las masas ligeramente diferentes de los neutrones y los protones. El nuevo cálculo confirma que los neutrones son muy poco más pesados que los protones (la ratio entre sus masas es de 939,56563 a 938,27231). Se podría pensar que la diferencia es insignificante, pero si no fuese así, el universo, tal como lo conocemos, nunca habría llegado a desarrollarse. La capacidad de calcular algo así, dice Wilczek, “nos anima a predecir un futuro en el que la física nuclear alcanzará el nivel de precisión y versatilidad ya logrado por la física atómica”, una revolución que, por desgracia, yo nunca veré.

Francis Crick estaba convencido de que “el problema difícil” —entender cómo el cerebro produce la conciencia— estaría resuelto en 2030. “Tú lo verás”, solía decirle a Ralph, mi amigo neurólogo, “y tú también, Oliver, si llegas a mi edad”. Crick vivió hasta avanzados los 80 años, trabajando y pensando sobre la conciencia hasta el final. Ralph murió prematuramente, a la edad de 52 años, y ahora yo sufro una enfermedad terminal a los 82. Debo decir que no tengo demasiada experiencia con el “problema difícil” de la conciencia. La verdad es que no lo veo como un problema en absoluto, pero me entristece no ser testigo de la nueva física nuclear que vislumbra Wiczek, ni de otros miles de avances en las ciencias físicas y biológicas.

Vi el cielo entero “salpicado de estrellas”. Me hizo darme cuenta de repente de qué poca vida me quedaba

Hace unas semanas, en el campo, lejos de las luces de la ciudad, vi el cielo entero “salpicado de estrellas” (en palabras de Milton). Un cielo así, imaginé, solo se debía de poder contemplar en altiplanos secos y elevados como el de Atacama, en Chile (donde se encuentran algunos de los telescopios más potentes del mundo). Fue ese esplendor celestial el que me hizo darme cuenta de repente de qué poco tiempo, qué poca vida me quedaba. Para mí, mi percepción de la belleza del cielo, de la eternidad, estaba asociada indisolublemente a una sensación de fugacidad y muerte.

Dije a mis amigos Kate y Allen: “Me gustaría ver un cielo así cuando esté muriendo”.

Ellos me respondieron: “Nosotros empujaremos la silla de ruedas”.

Desde que en febrero escribí que tenía cáncer con metástasis, los cientos de cartas recibidas, las expresiones de cariño y aprecio, y la sensación de que (a pesar de todo) he vivido una vida buena y provechosa, me han consolado. Estoy muy feliz y agradecido por todo ello, pero nada me ha impactado tanto como lo hizo aquel cielo nocturno cubierto de estrellas.

Desde mi infancia he tenido la tendencia a afrontar la pérdida —pérdida de personas queridas— recurriendo a lo no humano. Cuando, siendo un niño de seis años, me enviaron a un internado a principios de la II Guerra Mundial, los números se hicieron mis amigos; cuando regresé a Londres a los 10, los elementos y la tabla periódica se convirtieron en mis compañeros. Las épocas de tensión a lo largo de mi vida me han llevado a volverme, o a volver, a las ciencias físicas, un mundo en el que no hay vida, pero tampoco muerte.

Y ahora, en este punto crítico, cuando la muerte ya no es un concepto abstracto, sino una presencia —demasiado cercana e innegable— vuelvo a rodearme, como cuando era pequeño, de metales y minerales, pequeños emblemas de eternidad. En un extremo de mi escritorio, en un estuche, tengo el elemento 81 que me enviaron unos amigos de los elementos de Inglaterra; en el estuche dice: “Feliz cumpleaños de talio”, un recuerdo de mi 81º cumpleaños, el pasado julio. Y después está el reino dedicado al plomo, el elemento 82, por mi 82º cumpleaños, que acabo de celebrar a principios de este mes. En él hay también un pequeño cofre de plomo que contiene el elemento 90: torio, torio cristalino, tan bello como los diamantes, y, por supuesto, radioactivo (de ahí el cofre de plomo).

Tengo náuseas y pérdida de apetito; escalofríos de día y sudores de noche; y un cansancio generalizado

A principios de año, las semanas después de enterarme de que tenía cáncer, me sentía muy bien a pesar de que la mitad de mi hígado estaba invadido por la metástasis. Cuando, en febrero, se aplicó a mi enfermedad un tratamiento consistente en inyectar gotas minúsculas en las arterias hepáticas (un procedimiento conocido como embolización), me encontré fatal durante un par de semanas, pero luego me sentí fenomenal, cargado de energía física y mental. (Casi todas las metástasis habían sido aniquiladas por la embolización). No se me había concedido una remisión, pero sí un descanso, un tiempo para profundizar amistades, visitar pacientes, escribir y volver a mi país natal, Inglaterra. Entonces la gente apenas podía creer que estuviese en fase terminal, y yo mismo podía olvidarlo fácilmente.

Esa sensación de salud y energía empezó a decaer cuando mayo dejó paso a junio, pero pude celebrar mi 82º cumpleaños por todo lo alto. (Auden solía decir que uno debería celebrar siempre su cumpleaños, no importa cómo se encuentre). Pero ahora tengo un poco de náusea y pérdida de apetito; escalofríos durante el día y sudores por la noche; y, sobre todo, un cansancio generalizado acompañado de agotamiento repentino cuando hago demasiadas cosas. Sigo nadando a diario, aunque ahora más despacio, ya que estoy empezando a notar que me falta un poco el aliento. Antes podía negarlo, pero ahora sé que estoy enfermo. Un TAC realizado el 7 de julio confirmó que las metástasis no solo se habían reproducido en el hígado, sino que se había extendido más allá de él.

La semana pasada empecé un nuevo tipo de tratamiento: la inmunoterapia. No está exenta de riesgos, pero espero que me proporcione unos cuantos buenos meses más. No obstante, antes de empezar con ella, quería divertirme un poco haciendo un viaje a Carolina del Norte para ver el maravilloso centro de investigación sobre lémures de la Universidad de Duke. Los lémures están próximos a la estirpe ancestral de la que surgieron todos los primates, y me gusta pensar que uno de mis propios antepasados, hace 50 millones de años, era una pequeña criatura que vivía en los árboles no tan diferente de los lémures actuales. Me encantan su saltarina vitalidad y su naturaleza curiosa.

Junto al círculo de plomo de mi mesa está la tierra del bismuto: bismuto de origen natural procedente de Australia; pequeños lingotes de bismuto en forma de limusina de una mina de Bolivia; bismuto fundido y enfriado lentamente para formar hermosos cristales iridiscentes escalonados como un poblado hopi; y, en un guiño a Euclides y la belleza de la geometría, un cilindro y una esfera hechos de bismuto.

El bismuto es el elemento 83. No creo que llegue a ver mi 83º cumpleaños, pero creo que hay algo esperanzador, algo alentador en tener cerca el “83”. Además, siento debilidad por el bismuto, un humilde metal gris, a menudo desdeñado e ignorado, incluso por los amantes de los metales. Mi sensibilidad de médico hacia los maltratados y los marginados se extiende al mundo inorgánico y encuentra un paralelo en mi simpatía por el bismuto.

Es casi seguro que no seré testigo de mi cumpleaños de polonio (el número 84), ni tampoco querría tener polonio cerca de mí, con su radiactividad intensa y asesina. Pero en el otro extremo de mi mesa —de mi tabla periódica— tengo un bonito trozo de berilio (elemento 4) elaborado mecánicamente para que me recuerde mi infancia y lo mucho que hace que empezó mi vida próxima a acabar.

Oliver Sacks es profesor de neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York. Su último libro es la autobiografía On the move (En movimiento). Este artículo se publicó originalmente en The New York Times
© Oliver Sacks, 2015

domingo, 26 de julio de 2015

JULIO CONTRERAS, VICERRECTOR DE ESTUDIANTES DE LA UCM. “La gente no estudia las carreras que demanda el mercado”. El número de matriculados en ingenierías es el que más cae, un 6%. El reto es conseguir que las matemáticas sean atractivas

La demanda de titulados universitarios en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas crecerá en Europa un 14% hasta 2020, según un estudio del Centro Europeo para el Desarrollo de la Vocación Profesional. Las empresas querrán a esos graduados, pero probablemente no los encontrarán en España porque, pese a que el número de parados de más de 25 años supera el 21%, los estudiantes no escogen las carreras que pide el mercado laboral. Esa es la opinión de Julio Contreras, vicerrector de Estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid. Para apoyarla aporta un dato: el pasado año el número de matriculados en ingenierías fue el que más cayó en las universidades españolas, un 6% con respecto al curso anterior. Solo 13 de cada 1.000 alumnos ha completado sus estudios en estos campos, según datos de Eurostat. El reto, señala Contreras, es conseguir que especialidades como las matemáticas sean atractivas.

Pregunta: ¿Qué se puede hacer desde la Universidad para incentivar a los estudiantes a escoger carreras STEM (siglas en inglés de Science, Technology, Engineering and Mathematics)?
Respuesta: Es un problema grave porque necesitamos estos perfiles y no los vamos a tener. La demanda está creciendo y las matriculaciones no aumentan. Eso demuestra que la gente no estudia los grados que requiere el mercado. La raíz de la falta de interés por estas carreras se remonta a los colegios e institutos, donde las asignaturas de ciencias como las matemáticas se presentan como materias complicadas y poco apetecibles. Hay grandes empresas -como Telefónica- que están estudiando las causas y diseñando fórmulas para atraer a los jóvenes desde edades tempranas. Desde las universidades y los centros de Secundaria tenemos que hacer un esfuerzo para mejorar los servicios de orientación para que los alumnos tomen su decisión sobre qué estudiar con una visión más amplia.

Las ciencias de la salud son las únicas que suben en número de matrículas cada año, un 7% el último curso. En este caso, hay un componente vocacional muy fuerte. Para que funcione con otras ramas científico técnicas lo ideal sería que se lanzasen campañas desde las instituciones autonómicas con el mensaje de que las ciencias son divertidas y generan empleo. Es una labor esencialmente preuniversitaria, aquí llegan con la decisión tomada.

P: ¿El interés de los universitarios por estudiar carreras de Humanidades sigue decreciendo?
R: La caída no es muy pronunciada, el curso pasado fue del 2% en toda la red de universidades públicas. Lo que sucede es que están estigmatizadas y ha calado la idea de que quien se decanta por esa opción no encuentra empleo. Mi recomendación es que aquellos que sientan pasión por una materia sigan su instinto. Si la decisión sobre el grado que se va a estudiar se toma teniendo en cuenta solo el factor de la empleabilidad, se puede acertar o no. El mercado es impredecible y ya sucedió con Arquitectura; hace diez años todos pensaban que la inserción laboral era inmediata y llegó el desplome del ladrillo. El 47% de los universitarios españoles se decanta por las ramas sociales y jurídicas. Las facultades de Derecho están repletas.

P: Hay muchos estudiantes que no consiguen plaza en su primera opción. ¿Qué consejo les daría?
R: Estar un año en casa esperando para repetir la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) y subir la nota no es una buena idea, no suelen mejorar el resultado. La recomendación es que se matriculen en alguna de las otras opciones. Muchas veces acaban enganchándose a esa nueva titulación porque su vocación es variable. Si no están convencidos, siempre pueden pedir el traslado y convalidar las asignaturas que sean comunes en ambos grados. El requisito es haber aprobado al menos 30 créditos durante el primer curso. Los que consiguen entrar son los que mejores notas tienen. El 50% de la puntuación total se corresponde con la nota de la PAU y el otro 50% con la nota media obtenida durante ese primer año.

El único hándicap es que lo solicitan muchos estudiantes y no es fácil acceder. El 8% de los universitarios cambian de carrera tras el primer año o abandonan los estudios, según datos del Ministerio de Educación. Lo que está claro es que cualquier grado universitario mejorará sus posibilidades de encontrar un empleo en el futuro. Dentro del colectivo de jóvenes parados (21%), la tasa se reduce al 16% dentro de los que tienen estudios superiores y al 5% entre los doctores.

P: En Estados Unidos es muy común que durante el primer curso los estudiantes reciban una formación multidisciplinar y que escojan la especialidad en segundo. ¿Cree que con 18 años y sin un contacto previo con la Universidad los jóvenes están preparados para elegir grado?
R: El estadounidense es otro modelo, ni mejor ni peor. No es una cuestión que esté relacionada con la edad, sino con el asesoramiento.Si analiza los planes de estudio con una buena orientación, puede saber hacia dónde dirigirse. Nos gustaría pensar que sí están preparados y los resultados de la PAU lo confirman, el porcentaje de aprobados es del 95%. La madurez que demuestran en esta prueba confirma que el Bachillerato funciona.

P: ¿Cuántos grados se pueden estudiar 100% en inglés en la Complutense?
R: Cinco: Psicología, ADE, Económicas, Ingeniería Informática y Magisterio. También hay algunos como Derecho o Filosofía que incluyen asignaturas en inglés. Nuestro objetivo es ir aumentándolos, pero hay que ser realista y tenemos otras prioridades.

P: ¿Cuál es la principal dificultad que afrontan durante el primer año?
R: Vienen de grupos más pequeños, con alguien permanentemente encima de ellos y un control de la asistencia. Los más maduros se adaptan mejor, pero los que rinden en base a lo que les aprietan, aquí se hunden un poco al principio. Algunos están acostumbrados a ser los primeros de la clase y aquí se encuentran con que los demás tienen un conocimiento similar. Otros, que siempre habían obtenido buenas notas, empiezan a suspender y no saben cómo afrontarlo ni ellos ni sus familias. Para eso tenemos los programas de mentores, en los que alumnos veteranos ayudan a los de nuevo ingreso a integrarse, tanto en lo personal como en lo académico. Les enseñan a levantarse cuando hay alguna dificultad, a organizarse de otra forma y a detectar por qué no les ha ido bien.

P: La subida de las tasas ha dejado fuera de la Universidad a muchos estudiantes. ¿Qué plan tiene la Complutense para ellos?
R: En cada comunidad autónoma hay diferentes realidades. En Madrid, los precios han subido más de un 60% en los últimos cuatro años, ha sido un salto brutal. Las matrículas que antes rondaban los 800 o mil euros, ahora cuestan entre 4.000 y 5.000. Nosotros no podemos cambiar los precios públicos, pero este curso vamos a poner en marcha el pago fraccionado, que permitirá pagar mensualmente, y un sistema de ayudas por un valor de hasta un millón de euros para los que no consigan las becas del Ministerio y tengan dificultades económicas. Además, tenemos pendiente de aprobar una modificación para permitir a los estudiantes matricularse de 30 créditos en primer curso, en lugar de los 60 obligatorios. No tenemos ningún estudio al respecto, pero estimamos que un 20% de los alumnos trabajan para poder hacer frente a los pagos.

http://economia.elpais.com/economia/2015/07/03/actualidad/1435948447_517179.html

viernes, 3 de julio de 2015

EINSTEIN Y LA RELATIVIDAD ESPECIAL


A finales del siglo XIX los físicos pensaban que la mecánica clásica de Newton, basada en la llamada relatividad de Galileo (origen de las ecuaciones matemáticas conocidas como transformaciones de Galileo), describía los conceptos de velocidad y fuerza para todos los observadores (o sistemas de referencia). Sin embargo, Hendrik Lorentz y un poco antes Woldemar Voigt habían comprobado que las ecuaciones de Maxwell, que gobiernan el electromagnetismo, no se comportaban de acuerdo a las leyes de Newton cuando el sistema de referencia varía (por ejemplo, cuando se considera el mismo problema físico desde el punto de vista de dos observadores que se mueven uno respecto del otro). El experimento de Michelson y Morley sirvió para confirmar que la velocidad de la luz permanecía constante, independientemente del sistema de referencia en el cual se medía, contrariamente a lo esperado de aplicar las transformaciones de Galileo.

También influyó sobre él Ernst Mach. Leyó a Ernst Mach cuando era estudiante y ya era seguidor suyo en 1902, cuando vivía en Zurich y se reunía regularmente con sus amigos Conrad Habicht y Maurice Solovine. Einstein insistió para que el grupo leyese los dos libros que Mach había publicado hasta esa fecha: El desarrollo de la mecánica, (Die Mechanik in ihrer Entwicklung, Leipzig, 1883) y El análisis de las sensaciones (Die Analyse der Empfindungen und das Verhältnis des Physischen zum Psychischen, Jena, 1886). Einstein siempre creyó que Mach había estado en el camino correcto para descubrir la relatividad en parte de sus trabajos de juventud, y que la única razón por la que no lo había hecho fue porque la época no fue la propicia.

 En 1905 un desconocido físico alemán publicó un artículo que cambió radicalmente la percepción del espacio y el tiempo que se tenía en ese entonces. En su Zur Elektrodynamik bewegter Körper,  Albert Einstein revolucionó al mundo al postular lo que ahora conocemos como Teoría de la Relatividad Especial. Esta teoría se basaba en el Principio de relatividad y en la constancia de la velocidad de la luz en cualquier sistema de referencia inercial. De ello Einstein dedujo las ecuaciones de Lorentz. También reescribió las relaciones del momento y de la energía cinética para que éstas también se mantuvieran invariantes.

La teoría permitió establecer la equivalencia entre masa y energía y una nueva definición del espacio-tiempo. De ella se derivaron predicciones y surgieron curiosidades. Como ejemplos, un observador atribuye a un cuerpo en movimiento una longitud más corta que la que tiene el cuerpo en reposo y la duración de los eventos que afecten al cuerpo en movimiento son más largos con respecto al mismo evento medido por un observador en el sistema de referencia del cuerpo en reposo.

En 1912, Wilhelm Wien, premio Nobel de Física de 1911, propuso a Lorentz y a Einstein para este galardón por la teoría de la relatividad, expresando: Aunque Lorentz debe ser considerado como el primero en encontrar la expresión matemática del principio de la relatividad, Einstein consiguió reducirlo desde un principio simple. Debemos pues considerar el mérito de los dos investigadores como comparable.

Wilhelm Wien
Einstein no recibió el premio Nobel por la relatividad especial pues el comité, en principio, no otorgaba el premio a teorías puras. El Nobel no llegó hasta 1921, y fue por su trabajo sobre el efecto fotoeléctrico.
Fuente Youtube.

martes, 17 de marzo de 2015

La última voz del proyecto que desarrolló la bomba atómica Roy Glauber, Nobel de Física y único participante vivo en el Proyecto Manhattan en el laboratorio secreto de Los Álamos, cuenta su experiencia en un documental

Muchas personas ansían la fama, otras la alcanzan por partida doble. Éste es el caso del profesor Roy J. Glauber (New York 1925), que sigue activo en  su cátedra en el Departamento de Física de la Universidad de Harvard. El primer mérito de Glauber es que fue él quien consiguió comprender, en 1963, por qué la luz de un láser es tan especial, por qué se comporta de una forma tan diferente a la luz de una bombilla o a los rayos del sol. Glauber fue el primero en entender que los fotones obedecen las leyes de la mecánica cuántica y que, gracias a ello, pueden comportarse colectivamente de forma coherente. Aquella magnífica contribución,  la teoría cuántica de la coherencia óptica le valió a Glauber el premio Nobel de Física de 2005.

Pero el profesor Glauber merece ser célebre a día de hoy por otro hecho incontestable. Él es -ni más ni menos- el último científico vivo que participó en la construcción de la primera bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial. Las palabras de Glauber son la última voz que ostenta la autoridad moral de narrar de forma directa, sin reinterpretaciones históricas posteriores de terceros, la evolución del proyecto científico que cambió el mundo. Él es el último testigo no sólo del proceso entero, sino de la vida de todos sus protagonistas.

Nuestras charlas con Glauber se han traducido en  un documental que hemos titulado That's the story (Esa es la historia), porque así nos lo dijo él. Gracias a la colaboración del Archivo de Los Álamos, el documental cuenta con imágenes de la vida diaria en el laboratorio que fueron desclasificadas recientemente y que ven la luz por primera vez.

La historia de Glauber se remonta a 1943, cuando a la edad de 18 años fue captado para trabajar en un proyecto secreto en Los Álamos, cerca de Santa Fe, Nuevo México. Poco antes, en 1941, el presidente Roosevelt había aprobado un programa secreto de alta prioridad para crear una nueva arma, de potencia impredecible. Aquel esfuerzo recibió el nombre de  Manhattan Engineering District (abreviado a Proyecto Manhattan) y se nombró al general Leslie Groves como su director. Éste, a su vez, nombró a J. Robert Oppenheimer como director científico del proyecto. Ambos decidieron concentrar a los mejores científicos de aquel momento en el laboratorio de Los Álamos.

La idea directriz del Proyecto Manhattan consistía en aprovechar una reacción de fisión nuclear en cadena. Nadie sabía a ciencia cierta si los problemas técnicos harían viable la construcción de una bomba. Pero la posibilidad de que la fisión nuclear pudiera ser aprovechada por el bando alemán hacía perentorio el desarrollo de un programa de investigación fuertemente financiado. A día de hoy sabemos cómo evolucionó el proyecto. La primera explosión de una bomba atómica se realizó en julio de 1945 en el desierto de Alamogordo. Aquel ensayo recibió el mítico nombre de Trinity.  Veintiún días después, Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas  que destruyeron Hiroshima y Nagasaki. La devastación de estas ciudades y la consiguiente masacre con cientos de miles de personas fallecidas aceleraron la rendición de Japón. Se inició, así, la guerra fría entre Estados Unidos y la URSS, cuyas consecuencias todavía vivimos 70 años después.

Glauber se unió al laboratorio de Los Álamos cuando todavía cursaba tercero de la licenciatura de Física (¡y, a la par, varios cursos de doctorado!). Él justifica su fichaje por el proyecto con la frase: “Había escasez de talento en los Estados Unidos”. Efectivamente, muchos estudiantes y profesores se habían unido a las fuerzas armadas y luchaban en los distintos frentes hasta el punto que Harvard superaba las 10.000 bajas entre los miembros de su comunidad. Por otra parte, otros muchos científicos se habían sumado a proyectos militares de diversa índole. No era fácil, pues, hallar jóvenes de manifiesto potencial intelectual. Glauber sí tenía el talento necesario.

De la noche a la mañana, el laboratorio de Los Álamos se convirtió en un experimento social en sí mismo. Oppenheimer trataba de reunir en un único lugar a la mayor cantidad de cerebros del planeta. Y así fue como, perdidos en el medio de la nada, fueron a trabajar físicos de la talla de Hans Bethe (Nobel en 1967), Richard Feynman (Nobel en 1965), Norman F. Ramsey (Nobel en 1989), Victor Weisskopf, Eduard Teller y un largo etcétera. También visitaron Los Álamos con frecuencia otros científicos no menos notables como Niels Bohr (Nobel en 1922), Enrico Fermi (Nobel en 1938) o Isodor Isaac Rabi (Nobel en 1944). Los Álamos fue, sin duda alguna, el mayor centro de inteligencia de la tierra...

Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/03/12/babelia/1426163621_568548.html

lunes, 16 de marzo de 2015

LUIS ÁLVAREZ-GAUMÉ | FÍSICO DEL CERN. Supersimetría, antimateria o un universo "metaestable" que desaparecería de golpe son algunas de las posibilidades teóricas que podría confirmar el mayor acelerador de partículas del mundo, el LHC, explica este físico español

En 1978, después de acabar la carrera de Física y la mili, Luis Álvarez-Gaumé se fue a hacer el doctorado a Nueva York. Nunca volvió a trabajar en España. La mayor parte de la carrera de este físico teórico ha transcurrido en el laboratorio europeo de física de partículas CERN, donde trabaja desde 1988 y es ya parte del mobiliario local, como él mismo explica. En el subsuelo de esta instalación en las afueras de Ginebra (Suiza) se ultiman los detalles para encender de nuevo el mayor acelerador de partículas del mundo. La última vez que lo pusieron en marcha se descubrió el bosón de Higgs. Ahora alcanzará el doble de potencia y nadie sabe qué puede hallarse. En una entrevista hecha hace unos días en su despacho del CERN, Álvarez-Gaumé (Madrid, 1955) explicaba a Materia que es posible descubrir la supersimetría o materia oscura, hallazgos mucho más importantes y esenciales para explicar ese 95% del universo del que todavía no se sabe nada.

Álvarez-Gaumé también estaba entre más de un centenar de científicos expatriados que hace unos meses clamaron no ser una leyenda urbana tras unas polémicas declaraciones del presidente del CSICCon la distancia de llevar trabajando décadas fuera de España, el físico repasa la política del CERN, una gran organización internacional con más de 2.500 empleados, y el papel deficitario que, en su opinión, está jugando nuestro país en ella.

Pregunta. ¿El LHC va a cruzar una frontera hacia lo desconocido?
Respuesta. Ciertamente. Una de las cosas que va a hacer es física fina del Higgs. Si hay discrepancias en las formas en las que se desintegra, es una manera de saber que hay física nueva. Una cosa divertida es que si no hay nada más allá del modelo estándar y el Higgs, el universo sería metaestable. El estado fundamental o el vacío en el que vivimos no sería estable sino metaestable, es decir, que podría producirse una especie de burbuja o una hernia y nuestro universo desaparecería. Ahora todo indica que el universo está muy cerca del precipicio, es como si se fuera a evaporar. Es lo que parece que dicen los datos y es uno de los descubrimientos más interesantes del LHC.

P. ¿Qué pasaría entonces con la energía y la materia oscura?
R. Desaparecerían. Cuando miras transiciones de fase sabes que hay estado líquido, sólido y gaseoso. En este caso no sabríamos a dónde iríamos. Sería un nuevo estado que no sabemos cuál es. El universo empezaría a hervir y no sería por las colisiones del CERN (risas). Sería un universo en el que la vida no sería posible. Pero aún así la vida media del universo puede ser gigantesca. Por ahora, hay que seguir pagando la hipoteca y las deudas porque el fin no va a ocurrir pasado mañana.

P. ¿Qué supondría encontrar la supersimetría?
R. Por cada partícula conocida habría una hermana desconocida. Y algunas de ellas podrían ser materia oscura. Hay muchas razones por las que pensamos que tiene que haber algo más allá del sistema estándar. Una de ellas es que los neutrinos oscilan, transmutan entre ellos. Otra cosa: por qué hay materia y no antimateria, eso el modelo estándar no lo explica.

P. ¿Qué descubrimiento le gustaría más que se hiciese?
R. La supersimetría, tal vez porque he invertido mucho tiempo de mi vida en este campo. Pero si uno deja de ser egoísta, lo que más me gustaría es que la naturaleza nos sorprendiera. La naturaleza debe tener una cantidad de trucos guardados impresionante. Una posibilidad es que el Higgs fuera una partícula compuesta. De momento parece que es una partícula fundamental, pero solo la estamos viendo a cierta energía. Antes también pensábamos que los átomos eran indivisibles. Luego se vio que se dividían en electrones y núcleo. Que el núcleo está hecho de protones y neutrones. Y luego el protón está hecho de quarks. La pregunta es si esto va a seguir ad infinítum o paramos ahí. De momento parece que con la energía a nuestro alcance, tanto los quarks como los electrones, los neutrinos y el higgs son partículas elementales

P. ¿Cuánta energía cree que hará falta para hacer nuevos descubrimientos?
R. Quizás el LHC pueda ver la supersimetría si hay suerte. Pero también es posible que solo se pueda alcanzar a niveles de energía dos, diez, o cientos de veces mayores que los que permite el LHC. Aquí es donde está lo divertido. Haces una teoría y después compruebas si es cierta. Las teorías que no son falsables al final no son más que un divertimento.

P. ¿Cuándo se conocerán los primeros resultados de esta tanda de experimentos?
R. Lo más probable es que lleguen entre septiembre y diciembre de este año. Si la supersimetría está a este nivel, se van a producir una gran cantidad de gluinos, un tipo de partículas que serían las compañeras supersimétricas de los gluones que funcionan como un pegamento que unen varios quarks para formar partículas complejas. Si existen, va a ser como las fallas porque aparecerían en grandes cantidades. ...
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/03/12/ciencia/1426146912_065646.html

viernes, 13 de marzo de 2015

FÍSICA. La belleza cumple un siglo. La gran teoría de Einstein sobre la gravedad, el espacio-tiempo y el cosmos llega a los 100 años en muy buena forma

El científico británico Francis Crick decía que el único filósofo de la historia que ha tenido éxito es Albert Einstein. La boutade pretendía sobre todo irritar a los filósofos, pero también recoge un elemento de asombro –muy común entre los físicos— sobre la forma en que Einstein llegó a formular la relatividad general, su gran teoría sobre la gravedad, el espacio, el tiempo y el cosmos, que cumple ahora cien años. Porque Einstein partió menos de los datos que de la intuición, menos del conocimiento que de la imaginación, y pese a todo llegó a una teoría que no solo se ha mostrado en extremo eficaz y fructífera, sino que se reconoce entre sus colegas como la más bella de la historia de la ciencia.

Que la belleza tenga algún papel en la ciencia es algo que deja perplejo a casi todo el mundo. La ciencia, según la percepción común, es el terreno del cálculo preciso, la observación rigurosa y el razonamiento implacable, y no se ve muy bien qué pueden pintar en ese marco las consideraciones estéticas. Y todo esto es cierto, muy probablemente, para la inmensa mayoría de la producción científica. Pero los grandes saltos conceptuales son obra de gente muy rara, y ahí los prejuicios del rigor y la austeridad patinan de manera estrepitosa. Los que se salen del marco son gente muy inteligente, sí, pero también muy imaginativa, muy creativa y muy sobrada.

Las matemáticas de la relatividad general son de una dificultad disuasoria para el lego, pero el punto de partida de Einstein no puede ser más simple e intuitivo. “La idea más feliz de mi vida”, según la propia descripción de Einstein, que la contó así: “Estaba sentado en la oficina de patentes de Berna, en 1907, cuando, de repente, me vino una idea: una persona en caída libre no sentirá su propio peso. Quedé sorprendido. Esa sencilla idea me causó una profunda impresión y me impulsó hacia una teoría de la gravitación”. Lo que hoy puede experimentar cualquier visitante de un parque de atracciones –la ingravidez en caída libre— fue el disparador de la teoría que fundó la cosmología moderna. Qué cosas.

También por fortuna para el lector, y para este torpe redactor, existe una formulación no matemática de la relatividad general que captura la esencia de esta teoría en una especie de haiku, o poema zen. Se debe al físico John Wheeler y dice así: “La materia le dice al espacio cómo curvarse, el espacio le dice a la materia cómo moverse”. El haiku de Wheeler, en efecto, no solo expresa el alma de la relatividad general –una teoría que explica la fuerza gravitatoria en términos puramente geométricos, literalmente como ondulaciones en el tejido del espacio y del tiempo—, sino que también capta buena parte de su calaña: su naturaleza autoconsistente, como el mundo cerrado donde habita una buena novela, sus armonías internas, su brevedad elegante. Su belleza.

Como no quiero que los físicos rompan hoy los cristales de mi balcón, déjenme aclararles enseguida que la ciencia no es solo poesía oriental. Con toda su hermosura y delicadeza, con toda su intuición y clarividencia, la relatividad general habría acabado en el contenedor del papel reciclado en el mismo instante en que sus predicciones contradijeran el duro y hosco mundo de ahí fuera. Si la teoría ha cumplido cien años es solo porque, hasta el momento, coincide con la realidad con un montón de decimales. La ciencia no es discípula del genio, sino esclava del mundo.

¿Saben cuál es el gran argumento contra el nihilismo? Que una gran teoría no solo explica todos los datos disponibles de una manera simple, sino que también predice fenómenos desconocidos y hasta non gratos para quien la formuló. Las ecuaciones de relatividad general predicen, para la infinita desesperación de su autor, objetos tan extraños como los agujeros negros –que hoy se han vuelto populares hasta en Hollywood— y fenómenos tan lunáticos como la expansión acelerada del cosmos. Que intente explicar eso quien crea que el mundo es un engaño: no podrá. ...

Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/03/06/ciencia/1425663522_377108.html

El Einstein más humano. Un libro de citas del físico revela su cara artística, su humor y sus zonas umbrías

"Nuestra situación aquí en la Tierra es extraña. Cada uno de nosotros llega para una corta visita, sin saber por qué, aunque de vez en cuando parece adivinar un propósito. […] Sabemos una cosa: el hombre está aquí en beneficio de los demás hombres."  'Albert Einstein: el libro definitivo de citas'

A casi 60 años de su muerte, los logros científicos de Albert Einstein siguen proyectando una sombra tan alargada sobre nuestro entendimiento del mundo, y sobre el mundo en sí mismo, que lo más fácil es caer en una especie de trampa religiosa y declararle un ídolo o un superhombre, un icono que simboliza el poder de la mente pura para comprender y predecir la realidad. Las primeras recopilaciones de sus citas, filtradas con mano férrea por su secretaria y archivera, Helen Dukas, no hicieron sino alimentar ese mito al presentar una sesgada selección del Einstein más profundo, sensato y ecuánime, sin las fisuras ni debilidades que suelen revestir de carne a los arquetipos o a los espíritus puros.

Albert Einstein: el libro definitivo de citas (Plataforma Editorial) desentierra ahora —en una recopilación de exitosas ventas de la Universidad de Princeton— la cara oculta del genio: su esencial faceta artística, su omnipresente y agudo sentido del humor, también sus zonas más umbrías.

Y ahora escuchemos a Einstein (Ulm, Alemania, 1879 - Nueva Jersey, EE UU, 1955), que es a lo que hemos venido. Cuando le pidieron permiso para usar su nombre en la campaña publicitaria de una cura para el dolor de estómago, respondió: “Nunca autorizo a usar mi nombre con fines comerciales, ni siquiera cuando no se pretende engañar al público como en su caso”. Cuando una señora mayor le dijo en un autobús: “Oiga, su cara me resulta familiar”, Einstein respondió: “Sí señora, soy modelo para fotógrafos”. Eran los años treinta, y la celebridad del físico ya se traducía en una sucesión interminable de sesiones de posado para los escultores y artistas plásticos.

Su estilo de Groucho Marx siguió perfeccionándose con los años, como en esta cita: “Nunca pienso en el futuro. Llega demasiado pronto”. O en esta otra: “Para castigarme por mi falta de respeto a la autoridad, el destino me ha convertido en una”. O finalmente: “Estoy bastante bien, para haber sobrevivido al nazismo y a dos esposas”. Sí, Einstein era un misógino, como casi todo el mundo, aunque también un defensor de los derechos de las mujeres, y un proabortista (de plazos) ya en los años veinte.

El genio judío llegó a estar sinceramente harto de su celebridad, sobre todo porque ya no podía fiarse de los halagos que le hacía todo el mundo. En una ocasión le presentaron a un bebé de un año y medio, el bebé se echó a llorar, y dijo Einstein: “Es la primera persona en muchos años que me dice lo que piensa de mí”. Su vena misantrópica reaparece en las notas que mandaba Helen Dukas para rechazar la riada de manuscritos que le llegaban para revisar: “El profesor Einstein le implora que trate usted sus manuscritos como si el profesor Einstein ya estuviera muerto”.

La explicación de la relatividad más elegante y concisa —más einsteniana, por lo tanto— no fue obra de Einstein, sino del gran físico John Wheeler: “La materia le dice al espacio cómo curvarse, el espacio le dice a la materia cómo moverse”. Pero Einstein no lo había hecho mal unas décadas antes, en 1922, cuando su hijo Eduard le preguntó por qué era tan famoso, y él respondió: “Cuando un escarabajo ciego se arrastra sobre una hoja curvada, no se da cuenta de que su camino está curvado; yo he tenido la suerte de darme cuenta de lo que se le pasó al escarabajo”. Y a Newton, sería justo añadir.

La literatura y las artes tuvieron un papel esencial en su vida, con un énfasis especial en la música. “Si no fuera físico sería músico”, aseguró. “Experimento el mayor grado de placer ante las obras de arte; me llenan de sentimientos de felicidad de una intensidad que no puedo obtener de otras fuentes”.

Albert Einstein empezó a tocar el violín con seis años, y tuvo 10 violines entre 1920 y 1950 —celebró la confirmación de su teoría en 1921 comprándose uno—, aunque en sus últimos años los sustituyó por el piano. Sus gustos no podían ser más clásicos —Bach, Mozart, Schubert, Schumann y nada de Wagner— y es muy posible que guarden relación con su ciencia. No en un sentido directo —ninguna de sus teorías se basó en la música—, sino en uno más profundo y recóndito: en la búsqueda de una estructura, de un sentido del todo, de una autoconsistencia que no se deriva de los datos, sino de un imperativo armónico o estético. Las grandes mentes piensan igual, dice el proverbio inglés (que enseguida añade: pero los tontos rara vez discrepan).

Pero, si yo fuera un artista, mi cita favorita de Albert Einstein sería la siguiente: “La imaginación es más importante que el conocimiento”. Será mentira, pero dímelo.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/14/actualidad/1415987528_724128.html

13, hitos en la vida de Einstein a 100 años de la teoría de la relatividad

Newton y Einstein

Vaya por delante agradecer que se publiquen noticias tan importantes como el centenario de la teoría de la relatividad. Aun así, por enésima vez, se cae en el tópico de divulgar un error también centenario: el de que la teoria de Einstein echa por tierra a Newton. Y esto es falso desde todo punto de vista, sea científico, conceptual o filosófico. Si a las ecuaciones de Einstein y a las transformadas de Lorentz se les aplican las limitaciones de masa y velocidad observables en la época de Newton, salen de manera matemática y hermosa las transformadas de Galileo y las ecuaciones del genio inglés. Cualquier ingeniero que hoy en día diseña un puente o un cableado de alta tensión (salvo obras geniales de grandísima complicación) utiliza la geometría de Euclides y las leyes de Newton.

Continuar divulgando esta falsedad sobre la relación entre Newton y Einstein sólo sirve para dar argumentos a quienes quieren ningunear a la ciencia frente a teorías tan peregrinas como al creacionismo, ahora de moda gracias a la asignatura de Religión. Les sirve para argumentar que si creímos a Newton y estaba equivocado, pueden ser erróneas todas las demás teorías científicas. Y esto es dañino para la futura educación de nuestros hijos, sobre todo porque argumentan desde una falsedad a la que los propios divulgadores científicos dan pábulo. Newton no estaba equivocado, sus ecuaciones son ciertas, simplemente no eran universales.  Pozuelo de Alarcón, Madrid . Cartas al director. El País.
https://youtu.be/d8RYUZT57XA

jueves, 12 de marzo de 2015

La batalla interior de los físicos del nazismo. Philip Ball indaga en la compleja relación entre ciencia y política bajo el Tercer Reich

La física fue la gran ciencia de la primera mitad del siglo pasado, la especialidad capaz de los mayores honores y los peores horrores. También fue el campo de acción de los mayores héroes y villanos, del desarrollo de usos de las radiaciones para curar y para matar. ¿Dónde estaba cada uno? ¿Cómo sobrevivieron al nazismo los que se quedaron en Alemania? ¿Cómo hablaban de relatividad sin Einstein? ¿Era posible asomarse al nuevo mundo despreciando la ciencia judía, teniendo en cuenta que una cuarta parte de los físicos alemanes eran, en 1933, oficialmente “no arios”?

Philip Ball indaga en este libro sobre la batalla en el alma de los físicos alemanes bajo el Tercer Reich, al menos según el título original. Y lo hace con profundidad pero sin sesgos, sin apriorismo y con un análisis riguroso y equilibrado. Dejando claro, también, que no hay ciencia sin política. Es el retrato de un momento científico apasionante —es poco probable que veamos nunca nada igual, el descubrimiento, literalmente, de un universo desconocido— y de un momento político excepcional.

Y no es fácil, desde luego, mantener el equilibrio cuando se conoce, por ejemplo, el trato que recibió Lise Meitner, judía, mujer, ninguneada por su jefe —ni siquiera la mencionó cuando recogió el Nobel que ella merecía— y que pudo escapar de Alemania gracias a Peter Debye, uno de los personajes clave para el autor. Precisamente Ball, divulgador científico y editor durante veinte años de la revista Nature, rescata del lugar de los apestados en el que han colocado algunos biógrafos a Debye y, de hecho, este es en cierta medida el hilo conductor, pese a haber sido considerado “un premio Nobel con las manos sucias”.

Peter Debye, que trabajó “en una de las áreas menos glamurosas de la ciencia: la fisicoquímica”, fue acusado (en enero de 2006) de connivencia con los nazis, pese a que nunca quiso adoptar la nacionalidad alemana, lo que hubiera supuesto perder la holandesa, y que fue, de hecho, quien hizo posible la huida de Meitner. Pero se movió en una zona gris en algunas ocasiones, entre el fervor por el conocimiento y el acatamiento de normas claramente racistas. Precisamente en esa zona gris es donde Ball trata de explicar, y de entender, los comportamientos de los protagonistas de esta historia, el gran Planck, Heisenberg y todas las lumbreras del momento.

En el proceso de nazificación de Alemania distingue Ball a los convencidos y a quienes viven lo que pasa viendo un país deshecho que comienza a levantarse y ven con buenos ojos que se restaure “el honor nacional. Eso no significa que Heisenberg recibiera con beneplácito el ascenso de Hitler, pero, como a muchos alemanes de familias de clase media alta, lo predispuso favorablemente hacia algunos aspectos de las políticas nacionalsocialistas, entre ellos su truculencia militarista”.

Se trata, en fin, de entender cómo los físicos alemanes se comportaron, en palabras de Planck, “como un árbol frente al viento”. O, dicho de otra manera, cómo unas personas tan inteligentes se acomodaron a una situación en la que “lo que antes había sido impensable se volvió de repente factible”.

Al servicio del Reich. La física en tiempos de Hitler. Philip Ball. Traducción de José Adrián Vitier. Turner. Madrid, 2014. 354 páginas. 24 euros.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/10/babelia/1423567411_709762.html

sábado, 17 de enero de 2015

Persiguiendo a Stephen Hawking. La ecuación que Hawking quiere ver grabada en su lápida demuestra que los agujeros negros no lo son tanto, y dejan escapar radiación


Antes de que me inscribiera como estudiante de doctorado en la Universidad de Cambridge en 1964, me encontré con un cursillista que me llevaba dos años en los estudios. Andaba y hablaba con dificultad. Era Stephen Hawking. Me enteré de que sufría una enfermedad degenerativa y que no iba a acabar a tiempo su doctorado, pero de forma increíble ha sobrevivido por más de cincuenta años. Y no solamente se ha limitado a eso; se ha convertido en el científico más famoso del mundo, aclamado por sus brillantes investigaciones y sus best sellers sobre el espacio, el tiempo y el cosmos. Pero sobre todo, por su increíble triunfo sobre la adversidad”.

Estas magníficas pinceladas de Hawking nos las ofrece el legendario astrónomo británico Martin Rees, de la Universidad de Cambridge. Rees trabajó en el mismo edificio de la Facultad que él, y recuerda los días en que empujaba su silla hasta la oficina, cuando a veces Hawking le pedía que le abriese un abstruso libro de teoría cuántica. “Se quedaba ahí paralizado, durante horas, y ni siquiera podía pasar página. Me preguntaba por lo que pasaba por su mente, y si se estaba apagando. Pero en un año concibió la mejor idea que había tenido en su vida, encapsulada en una ecuación que quiere ver grabada sobre su lápida”.

Eran tiempos en los que Hawking todavía susurraba dentro de su parálisis. Ahora, el genio estaría completamente desconectado del mundo de no ser por su silla, recientemente renovada por el equipo de Intel. Hawking habla al mundo usando un único músculo, el de su mejilla. Sólo lo vi en una ocasión, hace años, pero la gente a su alrededor se quedaba impresionada cuando sonreía. La nueva silla es un prodigio de la tecnología: algoritmos que predicen textos avanzados e intuyen las palabras, infrarrojos que detectan el movimiento de la mejilla, medidores de la tensión y la temperatura, navegación por Internet, y la misma voz original diseñada por el ingeniero Dennis Klatt, del MIT, que Hawking no quiere abandonar.

Su enfermedad avanza inexorable; amenaza con romper algún día este cordón umbilical tecnológico. Pero mientras Hawking consiga no perder su último movimiento, su voz computerizada seguirá siendo parte de la cultura popular. Aparece mezclada con el punteo de la guitarra de David Gilmour en Talkin’ Hawking, el tema que Pink Floyd, la legendaria banda de rock sinfónico, le ha dedicado en su último álbum. Se rumorea que The Theory of Everything (La teoría del todo), la película de James Marsh sobre la vida del genio ya estrenada en EE UU, podría darle al actor Eddie Redmayne su primer Oscar por su sorprendente transformación.

Hawking aparece en The Big Bang Theory, Los Simpson y Star Trek. ¿Por qué se ha convertido en un icono de la cultura popular? “Lo siento, la cultura no es mi campo. Mi negocio es la ciencia”, nos responde Kip Thorne, el físico que asesoró a Christopher Nolan en Interestellar y uno de los mejores amigos de Hawking, a quien ayudó en momentos difíciles en su carrera. Lawrence Krauss –uno de los más inteligentes cosmólogos y hábil escritor científico– sí accede a enviarnos sus impresiones por correo electrónico. Hawking combina dos cosas que lo convierten en el científico perfecto para el público. “Inspira a la gente por su dolencia, su coraje personal para seguir adelante a pesar de obstáculos muy notables. Y también porque su trabajo versa sobre la relatividad general, la teoría que desarrolló Einstein. Así que para los periodistas es más fácil arroparlo con la manta de Einstein, lo que fascina al público”. Nicolás Cardiel, astrofísico de la Universidad Complutense de Madrid, no lo duda. “Gracias a su popularidad, la divulgación de ideas tan poco intuitivas y relacionadas con el origen mismo del universo, o los agujeros negros, consigue ver la luz”.

Martin Rees explica que esa ecuación que Hawking quiere ver grabada en su lápida demuestra que los agujeros negros no lo son tanto, y dejan escapar radiación. Es una idea que espera confirmación experimental, esencial en la teoría de las supercuerdas y objeto de debate 40 años después. Por eso Hawking no ha recibido (aún) el Nobel, pero sí el Premio Milner, que reconoce los avances en física teórica con tres millones de dólares.

Hawking mantiene intacta su capacidad de sorpresa. Alguien que rompe límites: así nos lo resume Rees, una de las personas que más le han acompañado a lo largo de su vida. “El concepto de una mente prisionera viajando a través del cosmos ha atrapado la imaginación de la gente. Si él hubiera obtenido la misma distinción en otra ciencia, pongamos la genética, en vez de la cosmología, el triunfo de su intelecto contra la adversidad probablemente no hubiera adquirido la misma resonancia ante el público de todo el mundo”.
Fuente: El País semanal. http://elpais.com/elpais/2015/01/12/eps/1421060204_320236.html

lunes, 4 de noviembre de 2013

Un viaje a los fundamentos del mundo moderno

Los científicos no atisban el alcance de sus experimentos pero saben de su potencial práctico
La comprensión de la naturaleza siempre augura grandes transformaciones

Einstein se apoyó en su amigo Grossman para formular su teoría.
Pocas noticias científicas han alcanzado el impacto  del reciente descubrimiento del bosón de Higgs en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) junto a Ginebra, tal vez lo más parecido a una catedral que ha producido la ciencia moderna. Mueve a la sorpresa que un hallazgo de esta naturaleza, relativo al más oscuro y abstruso rincón de la ya de por sí oscura y abstrusa mecánica cuántica, consiga una repercusión pública de tal magnitud, aunque es cierto que todo parece haber conspirado en este caso para violar los preceptos del periodismo o incluso del sentido común.

Para empezar, el LHC es la mayor y más compleja máquina construida jamás, o “uno de los grandes hitos de la ingeniería humana”, en palabras de sus constructores del  CERN, o Laboratorio Europeo de Física de Partículas. Situada en un túnel subterráneo de 27 kilómetros de perímetro bajo la frontera francosuiza, cuenta con los más avanzados instrumentos y detectores; 10.000 científicos de 100 países están implicados en su diseño y construcción y tiene un presupuesto cercano a los 7.500 millones de euros. Cuando se emplea la expresión Gran Ciencia, esto es exactamente lo que uno tiene en la cabeza.

Y eso no es todo, desde luego. Esta prodigiosa pieza de ingeniería se concibió para permitir a la comunidad internacional de físicos poner a prueba los ingredientes más fundamentales de sus teorías sobre el mundo subatómico, y uno de ellos era el bosón de Higgs cuya existencia se ha confirmado este mismo año, no mucho después de que la mayor máquina construida por la humanidad superara sus previsibles problemas de rodaje. El hallazgo de la partícula de Higgs puede considerarse uno de los mayores éxitos de la ciencia experimental de todos los tiempos, y así lo ha entendido la academia sueca  al conceder el último premio Nobel de Física a François Englert y Peter Higgsdos de los teóricos que propusieron su existencia en los años sesenta. Todos los ingredientes de una gran noticia están ahí, y esto explica en retrospectiva el impacto mediático de la noticia.

Hay sin embargo una pregunta que se hace cualquier miembro informado del público, que aparece en todos los foros y que posee toda la lógica si se tienen en cuenta los 10 años que ha llevado construir el LHC, los 10.000 científicos que han intervenido y los 7.500 millones de euros asignados al proyecto: ¿para qué sirve esto? ¿Cuál es la utilidad del celebérrimo bosón de Higgs? ¿Cómo piensan los científicos devolver semejante inversión a la sociedad que la ha financiado con sus impuestos? Es una buena pregunta, y una que resulta condenadamente difícil de responder. Y sin embargo, por paradójico que resulte, no es una pregunta que preocupe demasiado a los científicos.

Porque los científicos no saben cuáles son las consecuencias prácticas del bosón de Higgs. Pero saben que serán enormes, porque eso es lo que se desprende de la no muy larga historia de la ciencia. La comprensión profunda de la naturaleza es siempre el prólogo de un conjunto de aplicaciones prácticas que ni siquiera los descubridores de un fenómeno suelen intuir. Pero que siempre tienen escondido en su núcleo el potencial para transformar el mundo de forma radical: las claves del progreso, la receta del futuro. Basta echar un vistazo a la historia de la ciencia para comprobarlo una y otra vez.

Tomen a Newton, el genio británico que fundó la ciencia moderna: no solo sus principios fundamentales, sino también sus modos y sus estrategias, el estilo y la pericia que los científicos siguen usando tres siglos después. Newton se sintió obsesionado desde chaval por unos cuantos enigmas que habían planteado dos gigantes de las generaciones anteriores a la suya: las elegantes curvas elípticas que describían los planetas en su armoniosa órbita alrededor del Sol, tal y como había descubierto Kepler; y el extraño comportamiento de los objetos sometidos a la gravedad de la Tierra que, contra toda intuición —y contra el conocimiento milenario recibido de las ingeniosas ocurrencias de Aristóteles— había demostrado experimentalmente Galileo unas décadas antes.

Las llamadas leyes de Kepler eran, desde luego, un enigma a la altura de la mente más curiosa. Johannes Kepler formuló sus dos primeras leyes en 1609, basándose en las detalladas observaciones de los movimientos planetarios amasadas pacientemente por el astrónomo danés del siglo XVI Tycho Brahe, de largo las más precisas de la época, y de cualquier época anterior. La primera ley no solo dice que los planetas se mueven alrededor del Sol, confirmando el modelo heliocéntrico de Copérnico, sino también la forma matemática exacta que siguen sus órbitas: no son círculos, sino elipses, unas curvas ya descubiertas en tiempos de Platón, pero en un contexto completamente distinto: junto a las hipérbolas y las parábolas, las elipses forman una especie de aristocracia geométrica: las cónicas, los tres tipos de curvas que pueden resultar de cortar un cono, o de tirar al mar un gorro de bruja. Pero ¿por qué los planetas habrían de moverse en elipses?

La segunda ley planteaba un puzle todavía más impenetrable. Los planetas no se movían con la misma velocidad a lo largo de toda su órbita: aceleraban al acercarse al Sol y se frenaban al alejarse. Y no de cualquier forma: Kepler había sido capaz de cuantificar el efecto con precisión matemática, aunque de un modo realmente chocante: si el planeta estuviera unido al Sol por una cuerda imaginaria, la cuerda barrería la misma área por unidad de tiempo. Y la tercera ley, descubierta por Kepler nueve años después que las dos primeras, no hacía más que rizar el rizo: el tiempo que un planeta tarda en dar la vuelta al Sol —lo que en la Tierra llamamos un año— guarda una sorprendente relación con la distancia del planeta al Sol: el cuadrado del periodo de revolución (el cuadrado de lo que dure el año del planeta en cuestión) varía con el cubo de la distancia del planeta al Sol. Estas relaciones matemáticas son tan chocantes que el propio Kepler se dejó llevar a un delirio geométrico para explicarlas, donde cada planeta ocupaba uno de los llamados sólidos platónicos —cubos, tetraedros, icosaedros y cosas así— en una versión reeditada y hasta mejorada de la armonía de las esferas pitagórica.

Pero ese rompecabezas laberíntico de curvas cónicas, cuadrados, cubos y áreas barridas por unidad de tiempo fue exactamente lo que motivó a Newton al reto enorme de resolverlo. El resultado fue la ciencia moderna y la práctica totalidad de la tecnología de los tres últimos siglos —lo que diferencia nuestro tiempo de un mundo de caballos, floretes y mosquetones—, pero la intención de Newton nunca fue cambiar el mundo ni la forma de pensar sobre el progreso de la humanidad. Su motivación fue entender el mundo: aceptar el desafío de sus enigmas físicos y matemáticos, y adoptar la actitud teórica y experimental adecuada para resolverlo. De ahí venimos. Una vez entendido un proceso, la revolución tecnológica es poco menos que inevitable.
Fuente: El País.

jueves, 10 de octubre de 2013

Nobel de Física 2013 para los "padres" del Bosón de Higgs

La Real Academia de Ciencias de Suecia anuncia la concesión del galardón a Peter Higgs y François Englert por haber postulado la existencia de esta partícula subatómica

El belga François Englert, de la Universidad Libre de Bruselas, y el británico Peter W. Higgs, de la Universidad de Edimburgo, los científicos que explicaron el funcionamiento del Bosón o Partícula de Higgs, han sido galardonados con el Premio Nobel de Física 2013, según ha anunciado este martes la Real Academia Sueca de las Ciencias en Estocolmo. Englert, de 81 años, y Higgs, de 84 -galardonados este mismo año con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica-, han sido premiados "por el descubrimiento teórico del mecanismo que contribuye a nuestra comprensión del origen de la masa de las partículas subatómicas", según la Academia.

El primer ministro belga, Elio Di Rupo, ya ha reaccionado a la noticia felicitando "calurosamente" a François Englert, cuyo premio "corona una de las inteligencias belgas más brillantes y una carrera excepcional al servicio de la ciencia de las partículas".

La Real Academia de Ciencias explicó que un equipo de físicos postuló teóricamente la existencia de este mecanismo en 1964 y que "recientemente ha sido confirmado por el descubrimiento de las partículas fundamentales predichas" en experimentos en el Centro Europeo de Física de Partículas (CERN).

Englert y Higgs recibieron este mismo año el premio Príncipe de Asturias de Investigación. Englert nació en 1932 en y ejerce en la Universidad Libre de Bruselas, mientras que Higgs nació en 1929 y ejerce en la Universidad de Edimburgo (Reino Unido).

El anuncio de este galardón estuvo marcado por el inusual retraso del acto, que estaba inicialmente convocado para las 09.45 GMT y que tan sólo unos instantes antes de esa hora se pospuso sin alegar motivo alguno, al principio 30 minutos y finalmente 60.

Los ganadores de este premio, dotado con ocho millones de coronas suecas (922.000 euros o 1,3 millones de dólares), la misma cantidad que el año pasado pero un 20% menos que en 2011, siguen en la nómina del Nobel de Física al francés Serge Haroche y el estadounidense David J. Wineland, que obtuvieron el premio en la última edición.

La Real Academia de Ciencias de Suecia les concedió este galardón en 2012 por sus trabajos sobre la interacción entre la luz y la materia.

La presente edición de los Nobel arrancó ayer con la concesión del premio de Medicina a los científicos estadounidenses James E. Rothman y Randy W. Schekman y al alemán Thomas C. Südhof por descubrir "la maquinaria que regula el tráfico vesicular, un sistema de transporte esencial en nuestra células".

Mañana se dará a conocer el nombre de los ganadores del Nobel de Química; y el jueves y el viernes, el de quienes obtengan el de Literatura y de la Paz, respectivamente, para concluir el próximo lunes, con el anuncio del de Economía.

La entrega de los Nobel se realizará, de acuerdo a la tradición, en dos ceremonias paralelas el 10 de diciembre, en Oslo para el de la Paz y en Estocolmo los restantes, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Alfred Nobel
Fuente: http://www.publico.es/473394/nobel-de-fisica-2013-para-los-padres-del-boson-de-higgs

Anexo 1
Principia Marsupia. "Descifrar lo que está delante de nuestros ojos requiere una lucha constante" Orwell

El bosón de Higgs (“la partícula de Dios”) en 9 claves
Alberto Sicilia
4 de julio de 2012
Hoy es un día histórico para quienes nos dedicamos a la física. Aunque el anuncio del descubrimiento parece que no será definitivo, dos equipos del CERN tienen evidencias de una partícula que hemos perseguido durante décadas: el bosón de Higgs.

Os propongo explorar, de manera sencilla, algunas cuestiones relacionadas con esta aventura científica: ¿qué es el bosón Higgs? ¿por qué es tan importante encontrarlo? ¿de dónde surgió el apodo “la partícula de Dios”?

Pero, antes de nada, demos un pasito atrás y comencemos por una pregunta más sencilla:
1.- ¿De qué está formada la materia?
La materia esta formada por átomos.
Un átomo es como un Sistema Solar en miniatura: tiene un gran núcleo central (compuesto por protones y neutrones) y a su alrededor giran los electrones.

2.- ¿De qué estan formados los protones y los neutrones?
Los protones y los neutrones están formados de unas partículas más pequeñas que se llaman quarks.
Hay 6 tipos de quarks y fueron bautizados con nombres un poco extraños: el quark “arriba”, el quark “abajo”, el quark “encanto”, el quark “extraño”, el quark “cima” y el quark “fondo”.
Un protón está formado por 2 quarks “arriba” y 1 quark “abajo”. Un neutrón está formado por 1 quark “arriba” y 2 quarks “abajo”.

3.- ¿Y de qué están formados los electrones?
Al contrario que los protones y los neutrones, los electrones son partículas elementales, es decir, no se pueden dividir más.

4.- Vale, entonces el electrón y los quarks son partículas elementales, ¿cuál es el problema?
El problema es que no comprendemos por qué estas partículas tienen masas tan diferentes. Por ejemplo, un quark “cima” pesa 350.000 veces más que un electrón. Para que os hagáis una idea de lo que significa este número: es la misma diferencia de peso que hay entre una sardina y una ballena.

5.- ¿Cuál es la solución a este problema?
En 1964, el físico inglés Peter Higgs, junto a otros colegas, propuso la siguiente solución: todo el espacio está relleno de un campo (que no podemos ver) pero que interacciona con las partículas fundamentales. El electrón interactúa muy poquito con ese campo y por eso tiene una masa tan pequeña. El quark “cima” interacciona muy fuertemente con el campo y por eso tiene una masa mucho mayor.
Para comprender esto, volvamos a la analogía de la sardina y la ballena. La sardina nada muy rápidamente porque es pequeñita y tiene poco agua alrededor. La ballena es muy grande, tiene mucho agua alrededor y por eso se mueve más despacio. En este ejemplo, “el agua” juega un papel análogo al “campo de Higgs”.
Si lo pensáis despacio, la teoría de Higgs es muy profunda pues nos dice que la masa de todas las partícula está originada por un campo que llena todo el Universo.

6.- ¿Problema resuelto?
No tan rápido, caballeros. En física, una teoría sólo es válida si podemos verificarla con experimentos. La historia de la ciencia está repleta de teorías hermosísimas que resultaron ser falsas.
El campo de Higgs es sólo una teoría. Para comprobarla necesitamos encontrar la partícula asociada al campo de Higgs: el llamado “bosón de Higgs”.

7.- ¿Por qué es tan difícil observar el bosón de Higgs?
Cuando queremos detectar el bosón de Higgs nos enfrentamos a 2 problemas fundamentales:
1) Para generar un bosón de Higgs, se necesita muchísima energía. De hecho, se necesitan intensidades de energía similares a las producidas durante el Big Bang. Por eso hemos necesitado construir enormes aceleradores de partículas.
2) Una vez producido, el bosón de Higgs se desintegra muy rápidamente. Es más, el bosón de Higgs desparece antes de que podamos observarlo. Sólo podemos medir los “residuos” que deja al desintegrarse.
Estos dos problemas son de una complejidad tan tremenda que para resolverlos hemos necesitado el trabajo de miles de físicos durante varias décadas.

8.- ¿Y el término “la partícula de Dios”? ¿Acaso no éramos científicos?
El origen del apelativo “la partícula de Dios” es una de mis anécdotas favoritas en física.
Allá por los años 90, Leo Lederman, un Premio Nobel, decidió escribir un libro de divulgación sobre la física de partículas. En el texto, Lederman se refería al bosón de Higgs como “The Goddamn Particle” (“La Partícula Puñetera”) por lo difícil que resultaba detectarla.
El editor del libro, en un desastroso arranque de originalidad, decidió cambiar el término “The Goddamn Particle” por “The God Particle” y así “La Partícula Puñetera” se convirtió en “La Partícula de Dios”.

9.- ¿Una vez se confirme la teoría de Higgs, la física de partículas se ha terminado?
No. La detección del bosón de Higgs es sólo el comienzo de nuevas aventuras (¡los físicos seguiremos teniendo trabajo por mucho tiempo!).
Todavía quedan decenas de problemas que estamos muy lejos de resolver. Algunos ejemplos: ¿qué es la materia oscura? ¿cómo formular una teoría cuántica de la gravedad? ¿los quarks y los leptones son verdaderamente partículas elementales o tienen una subestructura? ¿todas las fuerzas se unifican a una energía suficientemente alta?
Al final, nuestro trabajo como científicos consiste en avanzar, aunque sólo sea un pasito, para que las generaciones futuras comprendan, un poquito mejor que nosotros, cómo funciona este hermoso Universo que nos rodea.
Fuente: http://www.principiamarsupia.com/2012/07/04/el-boson-de-higgs-la-particula-de-dios-en-9-claves/

Anexo 2.
El bosón de Higgs explicado en 4 minutos (VÍDEO).
Publicado el 8 de octubre de 2013 por Alberto
¡Enhorabuena a Peter Higgs y François Englert por el Premio Nobel de Física 2013!
Para celebrarlo, hemos preparado un vídeo de 4 minutos en el que explicamos el descubrimiento del bosón de Higgs.
Para una explicación un poquito más larga, podéis leer “El bosón de Higgs en 9 claves”.
Por cierto, lo de la “partícula de Dios” se lo debemos a un editor cachondo que cambió “The Goddamn particle” (la maldita partícula) por “The God particle”.
Aquí también podéis encontrar más vídeos explicando la Física Cuántica
Público
Fuente: http://www.principiamarsupia.com/2013/10/08/el-boson-de-higgs-explicado-en-4-minutos-video/

Galileo, Newton, Eisntein, Stephen Hawking,

¿Quién se atreverá a poner límites al ingenio de los hombres?

GALILEO GALILEI (1564-1642)


Las aportaciones esenciales de Isaac Newton (1642-1727) se produjeron en el terreno de la física. Sus primeras investigaciones giraron en torno a la óptica: explicando la composición de la luz blanca como mezcla de los colores del arco iris, formuló una teoría sobre la naturaleza corpuscular de la luz y diseñó en 1668 el primer telescopio de reflector, del tipo de los que se usan actualmente en la mayoría de los observatorios astronómicos; más tarde recogió su visión de esta materia en la obra Óptica (1703). También trabajó en otras áreas, como la termodinámica y la acústica.

La mecánica newtoniana
Pero su lugar en la historia de la ciencia se lo debe sobre todo a su refundación de la mecánica. En su obra más importante, Principios matemáticos de la filosofía natural (1687), formuló rigurosamente las tres leyes fundamentales del movimiento, hoy llamadas Leyes de Newton:

1. La primera ley o ley de la inercia, según la cual todo cuerpo permanece en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme si no actúa sobre él ninguna fuerza;

2. La segunda o principio fundamental de la dinámica, según el cual la aceleración que experimenta un cuerpo es igual a la fuerza ejercida sobre él dividida por su masa;

3. Y la tercera o ley de acción y reacción, que explica que por cada fuerza o acción ejercida sobre un cuerpo existe una reacción igual de sentido contrario.

De estas tres leyes dedujo
4. Una cuarta, que es la más conocida: la ley de la gravedad, que según la leyenda le fue sugerida por la observación de la caída de una manzana del árbol. Descubrió que la fuerza de atracción entre la Tierra y la Luna era directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa, calculándose dicha fuerza mediante el producto de ese cociente por una constante G; al extender ese principio general a todos los cuerpos del Universo lo convirtió en la ley de gravitación universal.

"Fui sólo un niño que, jugando en la playa, halló una piedra más fina o una concha más linda de lo normal mientras que el gran océano de la verdad se extendía inexplorado ante mí"
Comentario atribuido a Newton, dicho poco antes de su muerte (1727)

"Sus logros fueron tan trascendentales que el término 'genio científico' fue creado para describirlo a él"
Robert Iliffe, director de The Newton Project

viernes, 4 de octubre de 2013

¿Cuáles son los cinco grandes descubrimientos de la física contemporánea?

Computación cuántica

Computadoras con velocidad y capacidad descomunales o materiales con "superpoderes" son algunas de las tecnologías desarrolladas a partir de los hallazgos más importantes de la física contemporánea.

¿Pero cómo elegir, entre todos, los cinco más relevantes de los últimos 25 años? A esa tarea se abocaron los expertos de la revista especializada Physics World para celebrar su 25º aniversario.

Según Tushna Commissariat, una de sus reporteras, esta selección fue "más difícil que elegir los ganadores del Premio Nobel". "Ha habido tantos hallazgos asombrosos que nuestra elección final está, inevitablemente, abierta al debate", escribió Commissariat.

"Aun así, para nosotros estos cinco sobresalen entre todos los demás por haber aportado más a la transformación o la comprensión del mundo".
neutrinos
Pie de foto,

Los neutrinos tienen la clave para entender lo que hace funcionar al Sol.


Y esos descubrimientos científicos son, en orden cronológico:

La teleportación cuántica (1992): La capacidad de transferir propiedades clave de una partícula a otra, es decir estados cuánticos, sin utilizar un vínculo físico es la base del desarrollo de la computación cuántica. Aunque aun se encuentran en fase experimental, las computadoras cuánticas, mucho más veloces y capaces que las convencionales, tendrán un papel protagonista en el futuro según los expertos.

La creación del primer condensado de Bose-Einstein (1995): El quinto estado de agregación de la materia (los tres más conocidos son sólido, líquido y gaseoso, y el cuarto es el plasma) se produce a temperaturas que se aproximan al cero absoluto. Los átomos se fusionan a baja energía, y comienzan a comportarse como ondas, y no como partículas. A su descubrimiento se le auguran varias aplicaciones: instrumentos de medición y relojes atómicos más exactos, y la capacidad de almacenar información en las futuras computadoras cuánticas. Su creación en laboratorio reforzó las teorías cuánticas fundamentales desarrolladas por el Premio Nobel de Física Enrico Fermi sobre el comportamiento y la interacción de los electrones.

La aceleración de la expansión del Universo (1997): Las evidencias de una misteriosa fuerza antigravitatoria, la energía oscura, que causa la expansión del Universo a un ritmo cada vez más veloz confirmaron una idea originalmente propuesta -y descartada- por Albert Einstein. Este descubrimiento sacudió las bases de la cosmología observacional y supuso un gran avance en la comprensión de la evolución y el destino final del cosmos, al constatar que está dominado por energía, no por materia, y que además esta energía es oscura.

La prueba de que los neutrinos tienen masa (1998): La evidencia de la ínfima masa de los neutrinos es un paso clave para entender mejor a una de las partículas subatómicas más enigmáticas del modelo estándar –la teoría que describe las interacciones y las partículas elementales de toda la materia– y su relación con la cosmología y la astrofísica. Miles de millones de minúsculos neutrinos nos atraviesan cada segundo, sin tocar nada ni dejar rastro. Pero son esenciales en todos los átomos que existen y tienen la clave para entender lo que hace funcionar al Sol.

El bosón de Higgs (2012): Esta partícula elemental fue propuesta en teoría en 1964 por Peter Higgs para explicar la razón de la existencia de masa en las partículas elementales. Sus rastros físicos fueron descubiertos por científicos de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN).

Colisión de particulas
Colisión de particulas
Pie de foto,
El rastro del bosón de Higgs fue detectado en el acelerador de partículas del CERN.

Quinteto tecnológico

Los expertos de Physics World, la revista mensual del Instituto de Física de Reino Unido que comenzó a publicarse en 1988, también se aventuraron a predecir las cinco tecnologías que cambiarán el mundo.

Cinco tecnologías que cambiarán el mundo

Terapia de hadrones: puede tratar tumores con un acelerador de partículas en miniatura, controlado desde un tablero

Computación cuántica: permite simular y crear modelos moleculares de nuevos fármacos

Grafeno: es importante para la electrónica y la creación de materiales muy resistentes

Superlentes nanoscópicos: capaces de producir imágenes a partir de luz evanescente

Recolección de energía cinética: energía portátil basada en la triboelectricidad o electrificación por contacto de materiales

Entre ellas está la terapia de hadrones, un nuevo y poderoso método para tratar tumores. Y el grafeno, denominado "material maravilla", también figura en el quinteto de los elegidos.

Su fuerza, flexibilidad y conductividad hacen que en un futuro pueda ser el material ideal para crear teléfonos inteligentes que se doblen y prótesis brazos o piernas de avanzada.

Pero el grafeno tiene otra propiedad, menos promocionada, que podría ayudar a transformar la vida cotidiana de la gente en todo el mundo.

A pesar de tener el grosor de un átomo, es impermeable a casi todos los líquidos y gases.

Por lo tanto, se podría crear una membrana selectiva al abrir huecos en láminas de grafeno –como un avanzado purificador de agua– que algún día podría crear agua potable a partir del mar.

"Acertar del todo al predecir el futuro es imposible. Es probable que nos equivoquemos en algunos puntos, por supuesto", dice Hamish Johnston, editor de Physics World.

"Las predicciones utópicas y exageradas que nunca se materializan siempre parecen algo ridículas a largo plazo. ¿Quién ha visto a alguien llegar volando a la oficina recientemente o un chaleco cohete propulsado por energía nuclear?"

Sin embargo, los expertos hicieron sus apuestas.
Y además, en el número aniversario de la revista, se formulan las cinco preguntas más importantes aún por responder:

¿Cuál es la naturaleza del universo oscuro?
¿Qué es el tiempo?
¿La vida en la Tierra es un fenómeno único?
¿Podemos unificar la mecánica cuántica y la gravedad?
¿Podemos explotar las rarezas de la mecánica cuántica?
"Espero que nuestras listas en el número aniversario recuerden a todos lo vital, interesante y entretenida que puede ser la física", dice Matin Durrani, otro de los editores de la revista.
BBC Mundo.