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viernes, 6 de septiembre de 2019

Entrevista al historiador Francisco Espinosa Maestre. “La represión franquista ha sido blanqueada desde su origen”


Enric Llopis
Rebelión

“Profundizar en el estudio de la represión equivale a preguntarse una y otra vez cómo la oligarquía se preparó y preparó a sus adictos para la terrible matanza a la que se entregaron con dedicación total a partir del 18 de julio”, afirma el historiador Francisco Espinosa Maestre en la parte final de La justicia de Queipo (2000). En el libro abordaba la violencia y el terror fascista en las provincias de Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba y Badajoz; el autor trabajó principalmente sobre los documentos del antiguo Archivo de la Auditoría de Guerra de la II Región Militar, lo que supuso una “auténtica bajada a los infiernos”.

Francisco Espinosa Maestre (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954) es autor de más de una decena de libros (en solitario) sobre la Segunda República, la guerra de 1936 y la represión franquista, entre otros La primavera del Frente Popular. Los campesinos de Badajoz y el origen de la guerra civil (Crítica, 2007) y Lucha de historias, lucha de memorias. España, 2002-2015 (Aconcagua, 2015). Fue asimismo, entre 2005 y 2010, director científico del proyecto Todos los Nombres, base de datos promovida por el sindicato CGT y la asociación Nuestra Memoria, que informa sobre los represaliados por el franquismo en Andalucía, Extremadura y Norte de África. El historiador sostiene que la represión franquista fue blanqueada desde su origen, en julio de 1936. ¿De qué modo han avanzado, en ese contexto, las pesquisas historiográficas? “Muy lentamente, ya que siempre ha existido desde el poder una actitud contraria a esas investigaciones; se han hecho contra corriente”, apunta Espinosa Maestre en la entrevista realizada por correo electrónico.

-La Universidad de Alicante borró -de determinados artículos publicados en su página Web- el nombre del secretario judicial que intervino en el Consejo de Guerra que condenó a muerte al poeta Miguel Hernández, en 1940; así, la universidad atendía a la petición de un descendiente del militar que actuó como secretario, y que se acogió a la legislación sobre protección de datos. ¿Qué puso de relieve esta resolución de la Universidad? (la institución universitaria después rectificó y anuló el borrado).

Pone de relieve que todo lo que tan costosamente se ha avanzado desde la transición en un campo tan oscuro como el de la represión puede desaparecer de un momento a otro. Roza el esperpento que el hijo de un individuo que formó parte del aparato represivo judicial militar fascista solicite a una Universidad que se oculte de ciertos artículos de su página Web el nombre del padre y que alguien en la Universidad decida hacerle caso. Como no le gusta que el nombre de su padre aparezca relacionado con un consejo de guerra del que fue secretario quiere borrar el pasado retocándolo. Pero la farsa no acaba aquí, ya que a continuación es la propia Universidad de Alicante la que decide validar la decisión [Parece que posteriormente han dado marcha atrás]. El hecho es grave en sí y plantea un oscuro panorama, ya que abre la posibilidad de que otros sigan el ejemplo. Imaginemos por un momento el caso contrario: que descendientes de personas que aparecen en la Causa General solicitasen al Ministerio de Cultura que se ocultasen sus nombres en Internet…

¿Qué tipo de discursos se han utilizado para blanquear la represión franquista y la dictadura? (en libros y artículos has citado, entre otros, el de una supuesta “tercera España” situada entre los llamados dos bandos o afirmaciones como “todos los muertos son iguales”).

La represión franquista ha sido blanqueada desde su origen. Lo primero que se hizo fue justificarla mediante dos procedimientos: inventarse una revolución comunista en marcha a la que se anticipó la sublevación militar y propagar sin cesar que si los rojos no llevaron a cabo sus planes criminales fue porque no les dio tiempo. La ausencia de un terror rojo propio que justificara las matanzas que existieron en todos sitios se suplió con macabras historias que la prensa favorable al golpe hizo circular siguiendo las instrucciones de los Servicios de Propaganda. En su mayor parte eran falsas pero cumplieron la función para la que fueron creadas: asumir en cada lugar un terror que asustaba a los sectores menos radicales de las propias derechas y que nadie pudo imaginar previamente.

-¿Y qué ocurrió después, a lo largo de la dictadura franquista?

Se mantuvieron vigentes los resultados de aquella aberración jurídica denominada la Causa General, un proceso judicial realizado tras la guerra destinado a justificar el golpe y la represión. Pero los resultados fueron tan decepcionantes que nunca se publicaron completos, sino solo selectivamente en un conocido libro que tuvo decenas de ediciones. Las investigaciones realizadas fuera de España desde los años sesenta abrieron otro panorama que afectó de lleno a la cuestión represiva. Cada vez se percibía más claramente que las proporciones de la matanza llevada a cabo por los golpistas superaban ampliamente las cifras de la propaganda franquista. En ese contexto encaja el intento del general Salas Larrazábal con sus Víctimas de guerra (1977) de reconocer un mayor número de víctimas de la represión franquista sin dejar de afirmar que los rojos asesinaron más.

Todo esto saltó por los aires con las investigaciones realizadas desde fines de los setenta, que fueron demostrando, provincia a provincia, la realidad represiva en toda su magnitud tanto de las zonas controladas por los sublevados como de las que permanecieron en poder de la República. Todo ello muy lentamente, ya que siempre ha existido desde el poder una actitud contraria a estas investigaciones. Se han hecho contra corriente. Este proceso confluyó en cierto momento con el movimiento en pro de la memoria, que tuvo su apogeo en la década pasada y que supuso una catarsis para la sociedad española, que al fin veía ante sí las fosas comunes y las exhumaciones. También aquí surgió la reacción, primero a través de los revisionistas promocionados por el PP y la derecha mediática desde fines de los años noventa y más tarde desde ciertos departamentos universitarios. A grandes rasgos cabe afirmar que la Universidad, poco implicada en esta historia y fiel a su tradicional conservadurismo, prefería otras temáticas menos delicadas. Al mismo tiempo se asistió al resurgimiento del mito de la Tercera España, en este caso jaleada por una serie de novelistas relacionados por lo general con el grupo PRISA y cuya misión ha consistido en igualar ambos bandos, rojos y azules, salvando una supuesta España ideal y virtuosa que estaría por encima de ambas.

-“Llevamos treinta años contando provincia a provincia y pueblo a pueblo lo que ocurrió en España a partir del 17 de julio (de 1936) y hay gente que no quiere enterarse. Todo lo referente a la represión fascista les estorba y altera”, escribiste en 2012. ¿A quién te refieres?

Me refiero a la derecha española, que no ha roto con el franquismo y se niega a aceptar el carácter criminal de aquel régimen y también a los sectores que no quieren mirar más allá de la Constitución de 1978. Ambos asumen el modelo de transición. Pero lo que en unos fue una condición para aceptar la evolución de un sistema a otro sin que ninguno de los suyos se viera afectado, en los otros viene a ser una condición impuesta y asumida que podría resumirse así: tendréis acceso al poder pero para vosotros no existirá el pasado reciente. Es decir, amnistía y pacto de olvido. De ahí ese gran agujero negro existente entre 1931 y 1975. El PP no tiene problema alguno en asumir el franquismo, esa época de extraordinaria placidez en palabras de uno de sus dirigentes. Por su parte el PSOE vive en la siguiente contradicción: se trata de un partido que en su larga etapa en el poder (1982-1996) decidió no mirar atrás (Felipe González dixit) y cuya fecha de referencia es igualmente 1978, pero al mismo tiempo no deja de alardear de sus 140 años de historia, como si lo que salió de Suresnes (1974) para acá tuviera algo que ver con el PSOE anterior a la dictadura.

-¿Qué opinas de la caracterización del franquismo como régimen o dictadura “fascistizada”, en el sentido que –con independencia del partido falangista- la derecha española y las élites incorporaron algunos elementos del fascismo? ¿Puede considerarse el franquismo como una dictadura “fascista”, sin más matices, o reservarías esta calificación sólo para su primera etapa?

Pese a la ya vieja discusión acerca del tipo de régimen político que impusieron los golpistas en España y las reticencias que siguen existiendo para incluir el franquismo dentro de los fascismos, creo que el sistema surgido del golpe militar, que se implantó mediante el terror en más de medio país en cuestión de semanas o meses y se extendió al resto mediante una larga guerra, fue de carácter fascista hasta que pudo serlo, es decir, hasta que el desarrollo de la Guerra Mundial lo dejó huérfano de los países que le prestaron apoyo desde el principio: Italia y Alemania. Bajo ese signo cumplió la misión para la que surgió; luego buscó nuevos padrinos y evolucionó según le convino en cada momento. El caso español es diferente al italiano y al alemán en un hecho fundamental: aquí no contó en su origen con el apoyo social que sí tuvo en esos países. A pesar de ello, sin llegar a la perfección del modelo original italiano, el franquismo estuvo de ese lado.

Y si miramos lo que fascistas y nazis hicieron en sus propios países con sus conciudadanos y exceptuando el holocausto, fue el fascismo español, militarista, agrario y católico, uno de los más avanzados en su ejecución mediante la violencia y el terror. La tradición democrática y parlamentaria española era escasa y débil. Se pierde de vista que la dictadura franquista fue adaptándose a lo que le convino en cada momento siempre con el claro objetivo de perpetuar los privilegios de los sectores que la promovieron. El fascismo en España surgió a consecuencia del golpe militar, tuvo su apogeo en los años de la Segunda Guerra Mundial y devino en brutal dictadura militar con el derrumbe del nazi-fascismo, en un largo proceso que llega hasta mediados de los años cincuenta con el final de la resistencia guerrillera.

Lo que sí ha existido desde la misma dictadura es el firme deseo de sacar al franquismo del mundo de los fascismos del período de entreguerras, tarea en la que jugó un papel clave el sociólogo Juan José Linz con su teoría de los regímenes totalitarios y autoritarios, entre los que metió a España con el beneplácito de la derecha española y de aquellos que lo más que admiten es la existencia de un régimen fascistizado.

-En Guerra y represión en el sur de España (Universitat de València, 2012), afirmas: “La salida de los sublevados a la calle a las tres de la tarde del sábado 18 en ciudades como Sevilla, Cádiz y Córdoba se hizo en medio de un despliegue de fuerzas sin precedentes. Calles y plazas quedaron sembradas de cadáveres que permanecieron a la vista el mayor tiempo posible para que todos supieran a qué atenerse”. ¿Significa esto que hubo, por parte de los golpistas, un plan (premeditado) de exterminio?

Los sublevados sabían ya de antemano la resistencia que iban a encontrar. Esto ya lo previó Mola en sus instrucciones. A cinco meses de las elecciones que dieron el poder al Frente Popular eran conscientes de que la mayoría social los rechazaría, máxime en zonas agrarias donde predominaba la gran propiedad y en las que los sindicatos de izquierdas eran preponderantes. Solo la violencia y el terror garantizarían el dominio de un territorio antes de pasar a otro. El terror fue consustancial al golpe militar. Los primeros crímenes se producen el mismo 17 de julio en el norte de África, sede de las fuerzas de choque del Ejército y pieza clave de la sublevación.

El 19 ya hay legionarios y regulares en Cádiz y Algeciras, que seguirán llegando hasta el gran trasvase del 5 de agosto. Después serán aviones alemanes e italianos los que trasladarán durante unos meses a miles de hombres. El tipo de guerra a la que estaban acostumbradas estas fuerzas tiene relación con su origen colonial, solo que en esta ocasión en vez de ir contra las cabilas rifeñas lo que tenían enfrente eran los habitantes de los pueblos y los barrios de las ciudades españolas. El esquema habitual era una razzia inicial con derecho a saqueo, detenciones según listas elaboradas, eliminación de vecinos en actos públicos de carácter ejemplarizante, asalto a casas y locales cerrados, y reparto del botín. Este esquema se mantuvo desde la salida de África hasta el parón ante Madrid el 7 de noviembre de 1936 con el resultado de miles de víctimas eliminadas sin más trámite que el ordeno y mando.

-¿Pueden aplicarse a la represión franquista los términos “holocausto”, “genocidio” o “crímenes contra la humanidad”? ¿Puede equipararse a Franco con dictadores como Pinochet, Videla o Ríos Montt?

Creo que puede hablarse de genocidio por causas políticas. También de desaparecidos y de crímenes contra la humanidad. Franco, su golpe y su dictadura constituyeron sin duda un referente para los dictadores del Cono Sur, que lo admiraban. El caso español ofrecía a estos un modelo a seguir: golpe militar seguido del asesinato de miles de personas, una larga dictadura al servicio de los intereses de la oligarquía y, cuando interesó, retorno a la democracia sin que nadie del sistema anterior saliera perjudicado. La palabra holocausto está tan unida a la desaparición de los judíos europeos que no la veo adecuada para el caso español. Creo que ni cualitativa ni cuantitativamente cabe comparación alguna.

-En 2010 se publicó el libro Violencia roja y azul. España 1936-1950, del que fuiste coordinador. ¿Qué diferencias hubo entre estas dos violencias? ¿Consideras que fueron equiparables?

A diferencia de los crímenes que tuvieron lugar en zona franquista, de los ocurridos en territorio bajo control de la República contamos con abundante información. Basta destacar los 1.500 legajos de la Causa General que se conservan en el Archivo Histórico Nacional, buena parte de los cuales puede consultarse por Internet hace ya años. En ese libro que mencionas José Luis Ledesma estableció que las víctimas del terror rojo suman algo menos de 50.000 personas. Pues bien, después de cuarenta años de investigaciones aún no podemos cuantificar las víctimas que causó el terror azul. Esto naturalmente no es casual, sino que se debe por un lado a la firme voluntad del régimen surgido del 18 de julio de ocultar la matanza fundacional y por otro a las políticas de olvido de los gobiernos posteriores a la transición. Actualmente, a 40 años de esta y a 80 del golpe militar, la cantidad se sitúa en 136.200 víctimas, pero esta cifra deberá aumentar considerablemente el día que sepamos la realidad de la represión.

-¿Hay otras diferencias respecto a la violencia, además de las cuantitativas?

No puede soslayarse que los que iniciaron la agresión fueron los golpistas, que fueron los que realmente disponían de un plan de exterminio. Salvo excepciones la reacción inicial en los pueblos por parte de los comités, siguiendo órdenes de los Gobiernos Civiles, fue detener a los derechistas que pudieran representar algún peligro. Fue lo que contaban y vivieron los huidos que partían de sus localidades lo que puso en peligro la vida de cientos de derechistas detenidos en zonas aún no ocupadas. En las ciudades todo fue diferente: el golpe destruyó las estructuras de poder y durante varios meses las milicias actuaron a capricho asesinando a miles de personas en ciudades como Madrid, Barcelona, Málaga, etc. No obstante, lo ocurrido no remite a la imagen icónica del “Duelo a garrotazos” de Goya, sino a una terrible agresión a la que se responde de manera un tanto anárquica. En cualquier caso, los responsables de toda la cadena de violencia fueron quienes la iniciaron.

-¿Por qué el periodo de la represión analizado en el citado libro no abarca en primer lugar la guerra civil (1936-1939) y, por otra parte, la continuación en la posguerra, sino que comienza en 1936 y se prolonga el periodo hasta 1950?

Porque no hubo tal división. No he olvidado nunca lo que escribió en un informe un alto cargo de la Guardia Civil al final de la guerra. Expuso la situación y al final afirmó que aunque la guerra había terminado, la campaña continuaba. Para los golpistas la guerra representó un paréntesis (noviembre 1936-abril 1939) dentro de un ciclo más amplio (julio 1936-mediados década 1950). En lo que se refiere a la mecánica represiva es sabido que el proceso tuvo dos fases, una desde julio de 1936 a febrero de 1937 donde se estuvo asesinando mediante bandos de guerra y otra de marzo de 1937 a mediados de 1944 en la que se dio a la represión una apariencia de legalidad mediante la farsa de los consejos de guerra sumarísimos de urgencia. O sea que el ciclo de terror abarca de 1936 a 1944, coincidiendo con el derrumbe de los fascismos, si bien hay que decir que a estos ocho largos años siguieron otros tantos que fueron los que llevó el aplastamiento total de la resistencia antifranquista.

Fueron pues dos décadas las que se prolongó el ciclo represivo. A mediados de los cincuenta se producen una serie de novedades que permiten hablar de un cambio. Bastará mencionar el inicio del proceso migratorio y el final del período autárquico.

-¿Qué son los archivos del terror, y lo que en alguna ocasión has denominado “las verdaderas fuentes de la represión? ¿Son accesibles en la actualidad a los investigadores o están clasificados como “secretos”?

El concepto “archivos del terror” remite a Paraguay y a los documentos encontrados y hechos públicos en 1992 por Martín Almada, el juez José Agustín Fernández y varios periodistas relativos a la dictadura de Alfredo Stroessner y a la Operación Cóndor. El local donde se encontraron es actualmente Centro de Documentación de los Derechos Humanos. Al contrario que en Paraguay nuestros “archivos del terror” siguen siendo secretos. Por no saber no sabemos ni siquiera si se conservan o han sido destruidos. Me refiero básicamente a la documentación que sobre la represión fue generada por el Ejército, la Guardia Civil y las Delegaciones de Orden Público (luego Comisarías provinciales). Sabemos que existieron detallados ficheros porque de ahí proceden los datos que se utilizaban en todo tipo de documentos, desde certificados hasta informes.

-El periodista Carlos Hernández de Miguel escribió, en abril de 2018, un artículo en eldiario.es titulado “Documentos secretos, destruidos o en manos de franquistas: la batalla de los investigadores por la memoria histórica”. ¿Ha sido habitual el robo y la destrucción de documentos, informes, papeles y ficheros? ¿Durante la dictadura y en el periodo democrático?

Durante la dictadura era muy poca gente la que tenía acceso a los archivos militares. Podríamos decir que solo militares y personal afecto tipo Ricardo de la Cierva. Como dijo el historiador francés Charles Morazé: “Toda prueba material de una decisión tiene tantas más posibilidades de ser sustraída de los archivos cuanto más importante sea su significación política”. Y en España hubo mucho tiempo para hacer desaparecer estas pruebas. Suelo mencionar el caso de Badajoz. En el archivo militar de Ávila hay un informe que Yagüe envía a Franco, entonces en Sevilla, con los resultados de la ocupación de la capital extremeña. En él menciona que en documento adjunto detalla bajas, prisioneros, armamento recogido, etc. Pues bien, este documento no existe. Alguien debió pensar que era mejor que nadie lo viera.

Pero este tipo de hechos no solo ocurrieron durante la dictadura sino que se prolongaron durante la transición e incluso en los años ochenta. Así desaparecieron fondos importantes de las Prisiones Provinciales, de los Juzgados de 1ª Instancia, de los archivos municipales, etc. Entre la desidia, el expurgo y la destrucción voluntaria se fue una parte importante del patrimonio documental. Y no se crea que desaparece todo. Se trata de un curioso proceso selectivo. Así, por ejemplo, en el caso de los archivos municipales, la documentación relativa a Quintas y a cuestiones religiosas (hermandades y cofradías) permanece milagrosamente.

-Por último, ¿qué opinas de las referencias a historiadores “militantes” y “frentepopulistas” que además promueven “una visión idealizada de la República”? ¿De dónde proceden estas descalificaciones y cuál es su propósito?

Proceden de sectores académicos que nunca vieron con agrado la investigación del golpe militar de julio de 1936 y sus consecuencias ni el movimiento de memoria histórica. La unión de Historia y Memoria les parece una aberración por más que sepan que la última, utilizada críticamente, es un recurso más de la historia, muy importante además en caso de dictaduras que procuran no dejar huellas. Cualquiera puede comprender que de las torturas y de las violaciones, así como de múltiples pequeñas historias, no queda testimonio escrito. En numerosos pueblos recién ocupados se celebraron actos públicos en los que se peló al cero y se obligó a ingerir ricino a mujeres señaladas por sus ideas o simplemente por ser parientes de izquierdistas. ¿Alguien conoce algún documento que informe de estos hechos? Solo los testimonios orales o escritos pueden adentrarnos en ellos.

Son también estos mismos sectores los que consideran que con la insistencia en la investigación del golpe militar y de la represión franquista se está incurriendo en una idealización de la II República. Critican la visión irenista que algunos tienen de esos años. Tras esto suele ocultarse la idea de que esta fue responsable de su propio fin. De esta manera se justifica lo que vino después, no abiertamente sino como una consecuencia del proceso abierto en 1931. De ahí la insistencia en hablar de la República y la guerra civil como si se tratase de un solo período.

Hay además otra cuestión de fondo. El modelo de transición exige una interpretación del pasado que supone la negación de la experiencia republicana como último referente democrático antes de la Constitución de 1978. Digamos que son procesos históricos que se repelen: los defensores a ultranza del modelo de transición abierto lentamente tras la muerte de Franco creen que la República, el golpe y la dictadura deben dejarse de lado para que todo siga su curso, y los que mantienen que ese pasado debe tenerse en cuenta piensan que el proceso de transición se llevó a cabo en unas condiciones que supusieron un continuismo que comprometía el futuro y la negativa a abordar una serie de cuestiones importantes que tarde o temprano acabarían por salir. El problema de fondo la expuso a su manera el teniente general Sabino Fernández Campos, conde de Latores y secretario de la Casa Real: "Todo el mundo debe procurar callar lo que es necesario callar para que no cambien las cosas que están bien establecidas". La conclusión es clara: el franquismo no pasó en vano y la España actual procede de él.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Pasado y presente. Conocer y aceptar la historia crea ciudadanos dotados de mayor sentido crítico, más responsables, más independientes, capaces de enfrentarse con autoridades abusivas y de defender derechos propios y ajenos

El pasado alemán, manchado por el desencadenamiento de las dos guerras del siglo XX y por el genocidio judío, ha dado lugar a múltiples trabajos históricos y a muy sustanciales reflexiones ético-políticas sobre el papel del mal en las comunidades humanas o la alteración de la conducta personal en situaciones emocionales masivas. Sobre ello vuelve también Los amnésicos,libro de la periodista e investigadora francoalemana Géraldine Schwarz. Pero lo supera y sugiere otras muchas cosas.

Schwarz establece, para empezar, la responsabilidad de todos los alemanes en lo ocurrido: exceptuando, naturalmente, a los oponentes activos al nazismo —que bien caro lo pagaron—, la sociedad no se opuso a la escalada de medidas antisemitas de 1933-1938, como no se opuso a la matanza posterior, ni puede simular que no supo lo que estaba ocurriendo. Pero la responsabilidad se extiende igualmente a franceses, italianos, húngaros, polacos o tantos otros, que tampoco protegieron a sus judíos amenazados. Aquellas sociedades —todas desgarradas internamente, ante aquel conflicto, y todas plagadas de colaboracionistas— coincidían sin embargo en 1945 en percibirse a sí mismas como meras víctimas de los nazis.

La autora distingue, por supuesto, grados de responsabilidad, sobre todo individual. No es lo mismo pasividad que aquiescencia, delación, lucro aprovechando la situación o apoyo entusiasta. Pero reconoce la dificultad de atribuir responsabilidades colectivas, es decir, de dividir con trazos gruesos a las comunidades que viven situaciones traumáticas en grupos de verdugos y víctimas. Una dificultad que aumenta cuando se proyectan tales culpas sobre las generaciones siguientes. Porque, sobre todo en enfrentamientos ideológicos —los étnicos perviven más—, el tiempo diluye las identidades, los descendientes de los protagonistas originarios no siempre perpetúan las posiciones políticas de sus padres o abuelos e incluso se mezclan y tienen hijos comunes. Tampoco es lo mismo sufrir personalmente una dictadura, una guerra civil o un genocidio que oírselo contar a nuestros padres; y no digamos vivirlo como tercera generación, a través de nuestros abuelos. Si la memoria individual es traidora, la trasmitida puede acercarse a la pura distorsión.

A partir de 1945, la conciencia alemana frente a aquel pasado sucio evolucionó. Adenauer negaba cualquier colaboración de la población con el nazismo, a la vez que integraba sin pudor a los cuadros del NSDAP entre las élites de la nueva República Federal. En los sesenta, la rebelión universitaria y la libertad sexual facilitaron el distanciamiento y la denuncia del pasado nazi. Y en los ochenta estalló la disputa de los historiadores, o Historikerstreit: conservadores como Ernst Nolte exoneraban al país del nazismo, ocasional extravío causado por un grupo de criminales; el filósofo Jürgen Habermas y los historiadores “sociales”, en cambio, interpretaban las tragedias del siglo XX como culminación del Sonderweg, o “camino excepcional”, alemán, dominado desde Bismarck por un nacionalismo beligerante.

Con lo que finalmente se abrió el baúl de los recuerdos y las denuncias, que acabaron siendo en la Alemania occidental más completas que en cualquier otro país europeo. Alemania se convirtió en el modelo de un buen “trabajo de memoria”; lo cual permitió construir una sociedad civil y una democracia excepcionalmente sólidas. A partir de su reflexión sobre lo ocurrido, los alemanes interiorizaron unos valores y un espíritu crítico cruciales para una convivencia en libertad: al repudiar extremismos, dirigentes providenciales y discursos de odio contra otras comunidades, adquirieron mayor sentido de la responsabilidad. Síntoma, o consecuencia, de todo ello fue su generosa reacción ante la crisis de los refugiados sirios. No sólo la oficial. Cientos de ciudadanos recibieron los trenes de refugiados con pancartas multilingües de “¡Bienvenidos!” y bolsas de comida, agua, ropa, pelotas u ositos de peluche. Aquellos trenes de 2015 redimieron a Alemania, si tal cosa fuera posible, de los de 1942-1944.

Esta es la idea central del libro: que una aceptación honesta y crítica del pasado permite el desarrollo de actitudes democráticas y tolerantes en el presente. Cuando uno comprende que sus padres, sus abuelos, su comunidad, fueron responsables directos o indirectos de algunas barbaridades, cuando uno acepta la dificultad de atribuir con nitidez culpas colectivas, cuando uno se da cuenta de lo fácil que es convertirse en perseguidor, o consentidor de la persecución, cuando uno entiende las muchas caras de la historia y las confusas identidades que ha heredado, es probable que hoy esté más dispuesto a convivir con otras culturas, otras lenguas, otras creencias, otras posiciones políticas. En cambio, los educados en un mundo mental aislado, que sólo celebra los heroísmos y lamenta los sufrimientos de sus antepasados, que únicamente se percibe como descendiente de víctimas inocentes y nunca como heredero de vilezas, tienden a adoptar hoy posiciones de intolerancia, de simpleza ideológica, de repudio hacia el extranjero, de nostalgia fascista.

Dicho de otra manera: la multiculturalidad, la aceptación del diferente, el reconocimiento de sus derechos, a la vez que la fuerte convicción de los nuestros, se derivan de la comprensión de la complejidad de los problemas pasados; lo cual es un síntoma de personalidad sólida, y no débil, como tiende a creer el llamado sentido común, criadero de demagogias. La amnesia, en cambio, la ignorancia, la simplificación y sacralización del pasado, llevan al dogmatismo y al odio hacia los diferentes; indicio, de nuevo, de cualquier cosa menos de principios fuertes. Conocer y aceptar la historia, comprender las muchas maneras de evaluar las culpas ante los crímenes y tragedias ocurridos, ser consciente de la fragilidad de las identidades heredadas, crea ciudadanos dotados de mayor sentido crítico, más responsables, más independientes, más capaces de enfrentarse con autoridades abusivas, de defender los derechos y libertades propios y reconocer los ajenos.

Nuestra experiencia lo ratifica diariamente. Los Gobiernos menos europeístas y más proclives al fascismo, como Hungría o Polonia, son también los que se apoyan en una visión simplista y autocomplaciente del pasado. Italia, que tampoco hizo su “trabajo de memoria” adecuadamente, sigue confiando en hombres providenciales, como Berlusconi o Salvini, y relativizando a Mussolini. El lepenismo francés, obsesionado con los inmigrantes, sigue instalado en la amnesia parcial que borra el colaboracionismo con los nazis mientras exagera la magnitud y hazañas de la Resistencia. Los propios alemanes educados en la antigua RDA, que glorificaba a los “héroes comunistas” opuestos al nazismo y no reconocía que nadie —en especial, ningún proletario— se hubiera sentido atraído por Hitler, son hoy quienes más votos otorgan a la AfD. Por no hablar de Israel.

El caso alemán permite pensar, pues, en otras muchas cosas: en la complejidad de la historia humana, en la necesidad que tiene una cultura democrática de evitar retroproyecciones simplificadoras y reivindicativas. El honesto reconocimiento de todo lo ocurrido, y no sólo de lo que ennoblece nuestra imagen o refuerza nuestra posición política, y la ecuanimidad —que no es equidistancia— son las claves de bóveda para una convivencia libre; y los imperativos éticos para un historiador.

José Álvarez Junco es historiador.

https://elpais.com/elpais/2019/07/12/opinion/1562931995_217161.html




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lunes, 2 de septiembre de 2019

_- Adolf Hitler en 15 ideas perversas 'Mein Kampf' se sostiene sobre falsedades y desvaríos que su autor intenta cubrir de un barniz histórico o científico.

_- Alemania rompe uno de sus tabúes y vuelve a editar Mein Kampf. 
El libro que escribió Adolf Hitler, del que durante el nazismo se imprimieron 12 millones de ejemplares, reaparece en una edición crítica con más de 3.500 comentarios a cargo de expertos del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich-Berlín, que pretenden poner de manifiesto las mentiras y manipulaciones del líder nazi. El Mein Kampf original se publicó en dos volúmenes en 1925 y 1928. En sus 700 páginas en alemán (las ediciones en español no ocupan más de 400) se incluye una autobiografía de Hitler, un análisis de la situación de Alemania tras la Primera Guerra Mundial y una detallada -a menudo tediosa- exposición del ideario nazi. El hombre que destruyó Europa trata en el libro de dar un barniz histórico o científico a sus mensajes de odio. Esos son 15 puntos esenciales de esta obra:

La conspiración judía. El judaísmo, según afirma Adolf Hitler en Mein Kampf, no es una religión sino un intento de imponer una “dictadura mundial” a través del marxismo y del capitalismo, que ve como una misma cosa. El judaísmo “azuza al obrero contra el burgués” para destruir la economía y que sobre sus ruinas “triunfe la Bolsa”. Cita como prueba el Protocolo de los Sabios de Sion, una burda falsificación aparecida en Rusia a principios de siglo. “Si los judíos fueran los habitantes exclusivos del mundo, no solo morirían ahogados en suciedad y porquería sino que intentarían exterminarse mutuamente, teniendo en cuenta su indiscutible falta de espíritu de sacrificio, reflejado en su cobardía”. Añade que no serían capaces de gestionar un territorio. “Su inteligencia nunca construirá ninguna cosa”.

La raza. “Es un deber para con lo más sagrado velar por la pureza racial”, proclama. Confunde raza y especie al explicar que en la naturaleza “todo animal se apareja con un congénere: la abeja con la abeja, el pinzón con el pinzón...”. Y en su obsesión por la superioridad aria llega a decir: “Seguramente la primera etapa de la cultura humana se basó menos en el empleo del animal que en los servicios prestados por hombres de raza inferior”. A los negros los llama “medio-monos”, “hotentotes” y “cafres”. Darles educación es una pérdida de recursos en “un adiestramiento como el del perro”. Francia, “presa de la bastardizacion negroide”, es una “amenaza para la raza blanca”. Los hijos mestizos son “monstruos, mitad hombre, mitad mono”. Alerta: “Millares de nuestros conciudadanos se hallan ciegos ante el envenenamiento de nuestra raza, sistemáticamente practicado por el judío”. Y se plantea crear comunidades de “élite racial”, colonias con los individuos de sangre mas pura y mejor capacidad. “Será el más preciado tesoro de la nación”, dice.

Primera Guerra Mundial. Hitler dedica muchas páginas a explicar que el Ejército alemán no fue derrotado en el frente sino por la “puñalada en la espalda” de la revolución “judía-bolchevique” de noviembre de 1918 en Alemania (“el más miserable y vil acto de la Historia alemana, la más baja traición a la Patria”). Para el historiador Antony Beevor, es una falsedad manifiesta: la derrota alemana se precipitó tras la batalla de Amiens (el 8 de agosto) y la Ofensiva de los Cien Días. Al narrar su participación en la guerra, Hitler da a entender que combatía en primera línea, cuando sirvió de correo, como ha explicado el historiador Thomas Weber.

Expansión territorial. Hitler cree prioritario expandir el suelo alemán hacia el Este. “Solo un territorio suficientemente amplio puede garantizar a un pueblo la libertad y su vida”. La idea de una conquista económica, en vez de militar, le parece “ridícula”. Ignora deliberadamente el potencial de mejora de la productividad agraria, como subrayó el historiador Timothy Snyder, para justificar las invasiones de otros países. Dice el Mein Kampf: “La política exterior del Estado racista tiene que asegurarle a la raza que constituye ese Estado los medios de subsistencia sobre este planeta, estableciendo una relación natural, vital y sana entre la densidad y el aumento de la población por un lado, y la extensión y la calidad del suelo en que se habita por otro”. Como escribe Martin Amis, es “un anacronismo ridículo” cuya argumentación es “preindustrial”. Y plantearse la ganancia territorial a costa de Rusia era una insensatez desde el punto de vista geográfico y demográfico.

Alianzas. Dos descartes y una preferencia: “El enemigo mortal inexorable del pueblo alemán es y será siempre Francia”. “Rusia no puede ser aliado. No puede haber dos potencias continentales en Europa”. “Solo nos queda un entendimiento posible y ese es con Inglaterra”. Hitler imagina un pacto que permita a Alemania expandirse en el Continente dejando a los británicos el dominio marítimo y colonial (que aparentemente no le interesan). Años después, Rudolf Hess, transcriptor del libro, viajó a Reino Unido buscando un acuerdo antes de la invasión de Rusia. Fracasó y fue detenido.

Ciudadanía. Hitler plantea clasificar a los habitantes en ciudadanos, súbditos y extranjeros. Por nacer en Alemania solo se es súbdito. Para obtener la carta de ciudadanía —”el título más valioso de su vida terrenal”— se exigiría pureza racial y cumplir el servicio militar; las mujeres accederían con el matrimonio o en función del “ejercicio autorizado de una profesión”.

Discapacidad. Lamenta el coste de la asistencia a enfermos o discapacitados, a quienes ve como un peligro para la raza. Considera un deber del Estado evitar “un oprobio único: engendrar estando enfermo o siendo defectuoso”. Así que apuesta por la esterilización forzosa. “Sólo una prohibición, durante seis siglos, de procreación de los degenerados físicos y mentales no sólo liberaría a la Humanidad de esa inmensa desgracia sino que produciría una situación de higiene y de salubridad que hoy parece casi imposible”.

EducaciónEn su empeño por mejorar la raza aria, Hitler quiere aumentar a un mínimo dos horas diarias la educación física de los escolares. Quiere además promover el boxeo: “No existe deporte alguno que fomente como éste el espíritu de ataque y la facultad de rápida decisión”. Y las demás materias, salvo el adoctrinamiento ideológico, le interesan poco. Apuesta textualmente por “sintetizar la enseñanza intelectual reduciéndola a lo esencial”.

Cultura. Detesta las tendencias artísticas de principios de siglo: cubismo, dadaísmo y futurismo. “Es un deber de las autoridades prohibir que el pueblo caiga bajo la influencia de tales locuras. Un tan deplorable estado de cosas debería un día recibir un golpe fatal, decisivo”. Así que fija como objetivo perseguir “todas las tendencias artísticas y literarias pertenecientes a un género capaz de contribuir a la disgregación de nuestra vida como nación”.

Sexualidad. Alarmado por la sífilis, y para evitar el “oprobio” de la prostitución, Hitler apuesta por facilitar las bodas a edad temprana. De esta forma, los jóvenes dejarían de acudir a burdeles. “Nos referimos sobre todo a los hombres, pues en esos asuntos la mujer es siempre pasiva”.

Religión. Hitler hace abundantes menciones a Dios, a menudo como “el creador”, “la divinidad” o “la “providencia”. Y dice que “solo los locos o los crimínales podrían atreverse a demoler la existencia de la religión”. Apuesta por un “cristianismo positivo” del que no da detalles. Promete libertad para practicar las religiones mientras no perjudiquen los intereses nacionales, por supuesto no para el “materialismo judío”. Algunos historiadores, como Alan Bullock, sostienen que Hitler expresó más adelante su desprecio por los valores del cristianismo, una religión “apta para esclavos”, pero al escribir el Mein Kampf se cuida mucho de no ofender a los católicos ni a los protestantes.

Darwin. Hitler no cita a este científico por su nombre pero utiliza las ideas de evolución y de selección natural para dar un barniz científico a sus teorías racistas. Beevor cree que Hitler está más influido por Herbert Spencer y el llamado darwinismo social cuando escribe que “el exterminio del más débil representa la vida del más fuerte” o que "las leyes eternas de la vida en este mundo son y serán siempre una lucha a muerte por la misma vida".

Marx. Hitler admite que ha leído a fondo El capital de Karl Marx: “Llegué a penetrar el contenido de la obra del judío Karl Marx. Su libro El capital empezó a hacérse comprensible y, asimismo, la lucha de la socialdemocracia contra la economía nacional, lucha que no persigue otro objetivo que preparar el terreno para la hegemonía del capitalismo internacional”. Y concluye: “Karl Marx fue, entre millones, realmente el único que con visión de profeta descubriera en el fango de una Humanidad paulatinamente envilecida, los gérmenes del veneno social, agrupándolos, cual un genio de la magia negra, en una solución concentrada, para poder destruir así, con mayor celeridad, la vida independiente de las naciones soberanas del orbe. Y todo esto sólo al servicio de su propia raza”. Eso sí, considera al pensador socialista un ejemplo de uso de la propaganda: “Lo que al marxismo le dio el asombroso poder sobre las muchedumbres no fue de ningún modo la obra escrita, de carácter judío, sino más bien la enorme avalancha de propaganda oratoria que en el transcurso de los años se apoderó de las masas”. Una conclusión chocante: “El mundo burgués es ‘marxístico”.

Democracia. Rechaza el parlamentarismo, que hace del Gobierno “mendigo de la mayoría ocasional”. En ese régimen “la responsabilidad prácticamente deja de existir”. “Es insensato imaginar que, con los recursos de la democracia liberal, es posible resistir a la conquista judaica del mundo”.

Genocidio. Uno de los 25 puntos del programa nazi: “Exigimos la persecución despiadada de aquellos cuyas actividades sean perjudiciales para el interés común”. Otro objetivo explícito en el libro: “que el Estado aniquile tanto al judío como su obra”. Y apunta cómo hacerlo: “Si en el comienzo y durante la guerra se hubiera sometido a la prueba de los gases asfixiantes a unos 12.00 0 o 15.000 de esos judíos (…), no se habría cumplido el sacrificio de millones de nuestros compatriotas en las líneas del frente”.

Y con estos mimbres no es extraño que nos encontremos con partidos que comienzan a reivindicarse de nazis y defender su actuación criminal durante los 12 años de su poder en Alemania y parte de Europa...

Estos militares vencidos en la I G M culparon de ello (a otros la responsabilidad), a la frágil República de Weimar, en este caso. Eran los "políticos" y no ellos, los que se enfrentaron en el campo de batalla y, cometiendo el grave error de luchar en dos frentes, a la leyenda de la puñalada por la espalda y no asumiendo que la derrota fue responsabilidad de ellos, de ahí lo de "Leones por corderos basado en la película de Robert Redford*". Muchos, sin ética, ni moral, para dirigir a sus hombres con humanidad y humildad, sino con una soberbia y falsa conciencia de clase aristocrática que despreciaba a toda persona humilde y de origen popular. Solo lo utilizaban con fines de poder contra el bienestar del pueblo. Discriminaban a los buenos combatientes, si no eran de su clase. La aristocracia soberbia incrustada en el ejército para ponerlo a su servicio, no al servicio de la Nación.

Conspiradores contra la democracia.
Toda esa clase dirigente conspiró contra la República de Weimar y en una reunión convocada dentro del Reichstad (El escritor Éric Vuillard (1968, Lyon) logró el año pasado el Goncourt, el mayor premio de las letras francesas. Y lo hizo gracias a un relato histórico de ese episodio con solo 150 páginas, L’ordre du jour (El orden del día), editado en España por Tusquets-Edicions 62.

En esta obra, tan irónica como enigmática, Vuillard explica el ascenso del nazismo a partir del apoyo de esas clases dominantes y del  Anschluss, la anexión de Austria por la Alemania nazi, en marzo de 1938. A través de descripciones incisivas, detalladas y recuperando hechos históricos que podrían resultar secundarios, pero que en este libro resultan luminosos, el escritor francés hace un retrato descarnado de las élites alemanas, austríacas y británicas de la Europa de entreguerras, para exigir del presidente de la República el general Hindenburg la entrega del poder a Hitler, amén de cantidades ingentes de dinero para la financiación del partido nazi, aparte de impedir que la policía interviniese ante la violencia atroz de las escuadras nazis en los barrios obreros de las grandes ciudades.

La depresión del 29, con sus consecuencias económicas (más de 6 millones de parados y enorme inflación) y psicológicas (la derrota del I G M y sus consecuencias desastrosas para el pueblo), metió de lleno a Alemania en una grave crisis política. Los nazis aprovecharon esa circunstancia para presentar la crisis como el efecto y resultado del sistema democrático de la República de Weimar.

En las elecciones al Reichstag del 14 de septiembre de 1930 pasaron de 12 a 107 diputados. Casi dos años después, en las elecciones del 31 de julio de 1932, obtuvieron 13 millones de votos, el 37,4%, con 230 diputados. Los comunistas ganaban también votos en detrimento de los socialistas y los partidos tradicionales, los conservadores, liberales y los nacionalistas se hundían.

Hay que precaverse frente a las generalizaciones sobre el apoyo del "pueblo alemán" a los nazis. Antes de que Hitler fuera nombrado canciller, el porcentaje más alto de votos que obtuvieron fue el 37,4%. Un 63% de los que votaron no les dio el apoyo y, además, en las elecciones de noviembre de 1932, comenzaron a perder votos y todo parecía indicar que habían tocado techo. El nombramiento de Hitler no fue, por consiguiente, una consecuencia directa del apoyo de una mayoría del pueblo alemán, como tantas veces se publica, sino el resultado del pacto entre el movimiento de masas nazi y los grupos políticos conservadores, con los militares y los intereses de los terratenientes a la cabeza, que querían la destrucción de la República. Todos ellos maquinaron con Hindenburg para quitarle el poder al Parlamento y transformar la democracia en un Estado autoritario.

El 30 de enero de 1933, Hitler fue investido canciller del Reich, porque Hindenburg lo aceptó (en 1932 el banquero Schacht organizó una petición por escrito de industriales para reclamar al presidente Hindenburg el nombramiento de Hitler como Canciller. Una vez en el poder, Hitler nombró a Schacht presidente del Reichsbank, y luego Ministro de Economía en 1934); jefe de un Gobierno dominado por los conservadores y los nacionalistas, donde sólo entraron dos ministros del partido nazis, aunque en puestos clave para controlar el orden público: Wilhelm Frick y Hermann Göring.

Parecía un gabinete presidencial más, como el de Brüning, Franz von Papen o Schleicher. Pero no era así. El hombre que estaba ahora en el poder tenía un partido de masas completamente subordinado a él y una violenta organización paramilitar que sumaba cientos de miles de hombres armados.

Nunca había ocultado su objetivo de destruir la democracia y de perseguir a sus oponentes políticos.
Cuando el anciano Hindenburg murió el 2 de agosto de 1934, a punto de cumplir 87 años, Hitler se convirtió en el führer absoluto, combinando los poderes de canciller y presidente de Reich.

La semilla iba a dar sus frutos: guerra, destrucción y exterminio racial. Lo dijo Hitler apenas tres años después de que Hindenburg, le diera el poder: "Voy siguiendo, con la seguridad de un sonámbulo, el camino que trazó para mí la providencia".

*. En el Films el Dr. Malley dice que durante la Primera Guerra Mundial, miles de soldados británicos murieron en un inútil ataque en contra de soldados alemanes que se hallaban bien resguardados y atrincherados. Los soldados alemanes llegaron a admirar tanto a sus contrapartes que escribieron poemas e historias alabando su heroísmo. También criticaron la arrogante incompetencia de los oficiales del ejército británico quienes, desde la seguridad de la retaguardia, tomaban el té mientras los jóvenes eran sacrificados de manera inútil.
En una de tales composiciones se incluye la observación «En ningún lugar he visto leones conducidos por tales corderos».

Aunque el origen de esta cita se ha perdido en la historia (Ich habe noch nie solche Löwen gesehen, die von solchen Lämmern angeführt werden, la mayor parte de los expertos están de acuerdo que fue escrita durante la Batalla del Somme, uno de los encuentros más sangrientos en la historia de la guerra moderna. Mientras que algunos historiadores militares acreditan como autor a un infante anónimo, otros arguyen que la fuente no es otro que el General Max von Gallwitz, el Comandante Supremo de las Fuerzas Alemanas. En cualquier caso, es aceptada generalmente como una derivación de la proclamación de Alejandro Magno: "Nunca le he temido a un ejército de leones que sea conducido por un cordero. Mas le temo a un ejército de corderos conducido por un león."

PD.: 
Es muy curioso, se habla de Hitler, de sus falsedades y desvaríos y se da por sentado la forma de su ascenso al poder, afirmando que fue democrática y no fue nada democrática, pues no fue resultado del voto del pueblo, ya que más del 60% de alemanes nunca le votó. Por lo tanto, ignorar este dato de los votos, supone un gran fraude histórico y redundar en la manipulación y el engaño. 

Pues lo que no se dice en el artículo es que Hitler no podría haber ocupado la presidencia del gobierno de Alemania sin las decisivas ayuda de los poderes fácticos alemanes; banqueros y el poder económico, los grandes industriales, los poderosos terratenientes, los oficiales, jefes y generales del ejército. Estos poderes ignoraron sus falsedades y desvaríos con tal de terminar con los partidos, sindicatos y organizaciones obreras. A fin de acabar con las luchas y oposición de la izquierda, mediante una dictadura cruel y sangrienta, cuyo fin era destruir el potente el movimiento obrero (el más organizado de toda Europa) y una vez eliminado, esos poderosos ganarían más dinero mediante el aumento de la explotación y de manejar el poder sin oposición... lo decisivo fue, sin duda, la carta escrita por los lideres de las clases dominantes y dirigida al Presidente general Paul Ludwig Hans Anton von Beneckendorff und von Hindenburg, (1847-1934), exigiéndole que nombrara como jefe de gobierno a Hitler. 

Lo que ocurrió al final, sí es más conocido, aunque últimamente se celebra el desembarco en Normandía como el principio del fin de la guerra, eliminando del escenario bélico de la celebración el verdadero vencedor de Hitler, el Ejército Rojo y el pueblo soviético. Una manipulación más.

sábado, 26 de enero de 2019

Los 14 síntomas del fascismo eterno

Discurso pronunciado por Umberto Eco el 24 de abril de 1995 en la Universidad de Columbia, Nueva York, recogido después en Cinco escritos morales (Penguin Random House, 2010) y en Contra el fascismo (Lumen, 2018).

El Ur-Fascismo puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca

Estatua en el foro itálico de Roma.
Discurso pronunciado por Umberto Eco el 24 de abril de 1995 en la Universidad de Columbia, Nueva York, recogido después en Cinco escritos morales (Penguin Random House, 2010) y en Contra el fascismo (Lumen, 2018).

El Ur-Fascismo puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca

<p>Estatua en el foro itálico de Roma.</p>
 Estatua en el foro itálico de Roma. FLICKR


El término «fascismo» se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista. Quítenle al fascismo el imperialismo y obtendrán a Franco o Salazar; quítenle el colonialismo y obtendrán el fascismo balcánico. Añádanle al fascismo italiano un anticapitalismo radical (que nunca fascinó a Mussolini) y obtendrán a Ezra Pound. Añádanle el culto la mitología celta y el misticismo del Grial (completamente ajeno al fascismo oficial) y obtendrán uno de los gurús fascistas más respetados, Julius Evola. A pesar de esta confusión, considero que es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar «Ur-Fascismo», o «fascismo eterno». Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema; muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista.

1. La primera característica de un Ur-Fascismo es el culto de la tradición. El tradicionalismo es más antiguo que el fascismo. No fue típico sólo del pensamiento contrarrevolucionario católico posterior a la Revolución Francesa, sino que nació en la edad helenística tardía como reacción al racionalismo griego clásico. En la cuenca del Mediterráneo, los pueblos de religiones diferentes (aceptadas todas con indulgencia por el Olimpo romano) empezaron a soñar con una revelación recibida en el alba de la historia humana. Esta revelación había permanecido durante mucho tiempo bajo el velo de lenguas ya olvidadas. Estaba encomendada a los jeroglíficos egipcios, a las runas de los celtas, a los textos sagrados, aún desconocidos, de algunas religiones asiáticas. Esta nueva cultura había de ser sincrética. «Sincretismo» no es sólo, como indican los diccionarios, la combinación de formas diferentes de creencias o prácticas. Una combinación de ese tipo debe tolerar las contradicciones. Todos los mensajes originales condenen un germen de sabiduría y, cuando parecen decir cosas diferentes o incompatibles, lo hacen sólo porque todos aluden, alegóricamente, a alguna verdad primitiva. Como consecuencia, ya no puede haber avance del saber. La verdad ya ha sido anunciada de una vez por todas, y lo único que podemos hacer nosotros es seguir interpretando su oscuro mensaje. Es suficiente mirar la cartilla de cualquier movimiento fascista para encontrar a los principales pensadores tradicionalistas. La gnosis nazi se alimentaba de elementos tradicionalistas, sincretistas, ocultos. La fuente teórica más importante de la nueva derecha italiana, Julius Evola, mezclaba el Grial con los Protocolos de los Ancianos de Sión, la alquimia con el Sacro Imperio Romano. El hecho mismo de que, para demostrar su apertura mental, una parte de la derecha italiana haya ampliado recientemente su cartilla juntando a De Maistre, Guénon y Gramsci es una prueba fehaciente de sincretismo. Si curiosean ustedes en los estantes que en las librerías americanas llevan la indicación New Age, encontrarán incluso a San Agustín, el cual, por lo que me parece, no era fascista. Pero el hecho mismo de juntar a San Agustín con Stonehenge, esto es un síntoma de Ur-Fascismo.

2. El tradicionalismo implica el rechazo del modernismo. Tanto los fascistas como los nazis adoraban la tecnología, mientras que los pensadores tradicionalistas suelen rechazar la tecnología como negación de los valores espirituales tradicionales. Sin embargo, a pesar de que el nazismo estuviera orgulloso de sus logros industriales, su aplauso a la modernidad era sólo el aspecto superficial de una ideología basada en la «sangre» y la «tierra» (Blut und Boden). El rechazo del mundo moderno se camuflaba como condena de la forma de vida capitalista, pero concernía principalmente a la repulsa del espíritu del 1789 (o del 1776, obviamente). La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna. En este sentido, el Ur-Fascismo puede definirse como «irracionalismo».

3. El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas. Desde la declaración atribuida a Goebbels («cuando oigo la palabra cultura, echo la mano a la pistola») hasta el uso frecuente expresiones como «cerdos intelectuales», «estudiante cabrón, trabaja de peón», «muera la inteligencia», «universidad, guarida de comunistas», la sospecha hacia el mundo intelectual ha sido siempre un síntoma de Ur-Fascismo. El mayor empeño de los intelectuales fascistas oficiales consistía en acusar a la cultura moderna y a la intelligentsia liberal de haber abandonado los valores tradicionales.

4. Ninguna forma de sincretismo puede aceptar el pensamiento crítico. El espíritu crítico opera distinciones, y distinguir es señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica entiende el desacuerdo como instrumento de progreso de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.

5. El desacuerdo es, además, un signo de diversidad. El Ur-Fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo de la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, pues, racista por definición.

6. El Ur-Fascismo surge de la frustración individual o social. Lo cual explica por qué una de las características típicas de los fascismos históricos ha sido el llamamiento a las clases medias frustradas, desazonadas, por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de los grupos sociales subalternos. En nuestra época, en la que los antiguos «proletarios» se están convirtiendo en pequeña burguesía (y los lumpen se autoexcluyen de la escena política), el fascismo encontrará su público en esta nueva mayoría.

7. A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país. Es éste el origen del «nacionalismo». Además, los únicos que pueden ofrecer una identidad a la nación son los enemigos. De esta forma, en la raíz de la psicología Ur-Fascista está la obsesión por el complot, posiblemente internacional. Los secuaces deben sentirse asediados. La manera más fácil para hacer que asome un complot es apelar a la xenofobia. Ahora bien, el complot debe surgir también del interior: los judíos suelen ser el objetivo mejor, puesto que presentan la ventaja de estar al mismo tiempo dentro y fuera. En América, el último ejemplo de la obsesión del complot está representado por el libro The New World Order de Pat Robertson.


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8. Los secuaces deben sentirse humillados por la riqueza ostentada y por la fuerza de los enemigos. Cuando era niño, me enseñaban que los ingleses eran el «pueblo de las cinco comidas»: comían más a menudo que los italianos, pobres pero sobrios. Los judíos son ricos y se ayudan mutuamente gracias a una red secreta de recíproca asistencia. Los secuaces, con todo, deben estar convencidos de que pueden derrotar a los enemigos. De este modo, gracias a un continuo salto de registro retórico, los enemigos son simultáneamente demasiado fuertes y demasiado débiles. Los fascismos están condenados a perder sus guerras, porque son incapaces constitucionalmente de valorar con objetividad la fuerza del enemigo.

9. Para el Ur-Fascismo no hay lucha por la vida, sino más bien, «vida para la lucha». El pacifismo es entonces colusión con el enemigo; el pacifismo es malo porque la vida es una guerra permanente. Esto, sin embargo, lleva consigo un complejo de Harmaguedón: puesto que los enemigos deben y pueden ser derrotados, tendrá que haber una batalla final, de resultas de la cual el movimiento obtendrá el control del mundo. Una solución final de ese tipo implica una sucesiva era de paz, una Edad de Oro que contradice el principio de la guerra permanente. Ningún líder fascista ha conseguido resolver jamás esta contradicción.

10. El elitismo es un aspecto típico de toda ideología reaccionaria, en cuanto fundamentalmente aristocrático. En el curso de la historia, todos los elitismos aristocráticos y militaristas han implicado el desprecio por los débiles. El Ur-Fascismo no puede evitar predicar un «elitismo popular». Cada ciudadano pertenece al mejor pueblo del mundo, los miembros del partido son los ciudadanos mejores, cada ciudadano puede (o debería) convertirse en miembro del partido pero no puede haber patricios sin plebeyos. El líder, que sabe perfectamente que su poder no lo ha obtenido por mandato, sino que lo ha conquistado con la fuerza, sabe también que su fuerza se basa en la debilidad de las masas, tan débiles que necesitan y se merecen un «dominador». Puesto que el grupo está organizado jerárquicamente (según un modelo militar), todo líder subordinado desprecia a sus subalternos, y cada uno de ellos desprecia a sus inferiores. Todo ello refuerza el sentido de un elitismo de masa.

11. En esta perspectiva, cada uno está educado para convertirse en un héroe. En todas las mitologías, el «héroe» es un ser excepcional, pero en la ideología Ur-Fascista el heroísmo es la norma. Este culto al heroísmo está vinculado estrechamente con el culto a la muerte: no es una coincidencia que el lema de los falangistas fuera «¡Viva la muerte!». A la gente normal se le dice que la muerte es enojosa, pero que hay que encararla con dignidad; a los creyentes se les dice que es una forma dolorosa de alcanzar una felicidad sobrenatural. El héroe Ur-Fascista, en cambio, aspira a la muerte, anunciada como la mejor recompensa de una vida heroica. El héroe Ur-Fascista está impaciente por morir, y en su impaciencia, todo hay que decirlo, más a menudo consigue hacer que mueran los demás.

12. Puesto que tanto la guerra permanente como el heroísmo son juegos difíciles de jugar, el Ur-Fascista transfiere su voluntad de poder a cuestiones sexuales. Éste es el origen del machismo (que implica desdén hacia las mujeres y una condena intolerante de costumbres sexuales no conformistas, desde la castidad hasta la homosexualidad). Y puesto que también el sexo es un juego difícil de jugar, el héroe Ur-Fascista juega con las armas, que son su Ersatz fálico: sus juegos de guerra se deben a una invidia penis permanente.

13. El Ur-Fascismo se basa en un «populismo cualitativo». En una democracia los ciudadanos gozan de derechos individuales, pero el conjunto de los ciudadanos sólo está dotado de un impacto político desde el punto de vista cuantitativo (se siguen las decisiones de la mayoría). Para el Ur-Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos, y el «pueblo» se concibe como una cualidad, una entidad monolítica que expresa la «voluntad común». Puesto que ninguna cantidad de seres humanos puede poseer una voluntad común, el líder pretende ser su intérprete. Habiendo perdido su poder de mandato, los ciudadanos no actúan, son llamados sólo pars pro totoa desempeñar el papel de pueblo. El pueblo, de esta manera, es sólo una ficción teatral. Para poner un buen ejemplo de populismo cualitativo, ya no necesitamos Piazza Venezia o el estadio de Núremberg. En nuestro futuro se perfila un populismo cualitativo Televisión o Internet, en el que la respuesta emotiva de un grupo seleccionado de ciudadanos puede ser presentada o aceptada como la «voz del pueblo». En razón de su populismo cualitativo, el Ur-Fascismo debe oponerse a los «podridos» gobiernos parlamentarios. Una de las primeras frases pronunciadas por Mussolini en el parlamento italiano fue: «Hubiera podido transformar esta aula sorda y gris en un xivac para mis manipulas». De hecho, encontró inmediatamente un alojamiento mejor para sus manípulos, pero poco después liquidó el parlamento. Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa ya la «voz del pueblo», podemos percibir olor de Ur-Fascismo.

14. El Ur-Fascismo habla la «neolengua». La «neolengua» fue inventada por Orwell en 1984, como lengua oficial del Ingsoc, el socialismo inglés, pero elementos de Ur-Fascismo son comunes a formas diversas de dictadura. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Pero debemos estar preparados para identificar otras formas de neolengua, incluso cuando adoptan la forma inocente de un popular reality-show.

Después de haber indicado los posibles arquetipos del Ur-Fascismo, concédanme que concluya. La mañana del 27 de julio de 1943 me dijeron que, según los partes leídos por radio, el fascismo había caído y Mussolini había sido arrestado. Mi madre me mandó a comprar el periódico. Fui al quiosco más cercano y vi que los periódicos estaban, pero los nombres eran diferentes. Además, después de una breve ojeada a los títulos, me di cuenta de que cada periódico decía cosas diferentes y compré uno al azar, y leí un mensaje impreso en la primera página firmado por cinco o seis partidos políticos, como Democracia Cristiana, Partido Comunista, Partido Socialista, Partido de Acción, Partido Liberal. Hasta aquel momento yo creía que había un solo partido por cada país, y que en Italia sólo existía el Partido Nacional Fascista. Estaba descubriendo que en mi país podía haber diferentes partidos al mismo tiempo. No sólo esto: puesto que era un chico listo, me di cuenta enseguida de que era imposible que tantos partidos hubieran surgido de un día para otro. Comprendí, así, que ya existían como organizaciones clandestinas. El mensaje celebraba el final de la dictadura y el regreso de la libertad: libertad de palabra, de prensa, de asociación política. Estas palabras, «libertad», «dictadura» —Dios mío— era la primera vez en mi vida que las leía. En virtud de estas nuevas palabras yo había renacido hombre libre occidental. Debemos prestar atención a que el sentido de estas palabras no se vuelva a olvidar. El Ur-Fascismo está aún a nuestro alrededor, a veces con trajes de civil. Sería muy cómodo, para nosotros, que alguien se asomara a la escena del mundo y dijera: «¡Quiero volver a abrir Auschwitz, quiero que las camisas negras vuelvan a desfilar solemnemente por las plazas italianas!». Por desgracia, la vida no es tan fácil. El Ur-Fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Vuelvo a darle la palabra a Roosevelt: «Me atrevo a afirmar que si la democracia americana deja de progresar como una fuerza viva, intentando mejorar día y noche con medios pacíficos las condiciones de nuestros ciudadanos, la fuerza del fascismo crecerá en nuestro país» (4 de noviembre de 1938).

Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca. Que éste sea nuestro lema: «No olvidemos». Y permítanme que acabe con una poesía de Franco Forfini:

En el pretil del puente
las cabezas de los ahorcados.
En el agua de la fuente
las babas de los ahorcados.
En el enlosado del mercado
las uñas de los fusilados.
En la hierba seca del prado
los dientes de los fusilados.
Morder el aire morder las piedras
nuestra carne no es ya de hombres.
Morder el aire morder las piedras
nuestro corazón no es ya de hombres.
Pero nosotros lo leímos en los ojos de los muertos
y en la tierra haremos libertad
pero apretaron los puños de los muertos
la justicia que se hará.
Traducción: Helena Lozano Miralles.

Fuente: 
Estatua en el foro itálico de Roma. FLICKR El término «fascismo» se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista.
Quítenle al fascismo el imperialismo y obtendrán a Franco o Salazar; quítenle el colonialismo y obtendrán el fascismo balcánico.

Añádanle al fascismo italiano un anticapitalismo radical (que nunca fascinó a Mussolini) y obtendrán a Ezra Pound.

Añádanle el culto la mitología celta y el misticismo del Grial (completamente ajeno al fascismo oficial) y obtendrán uno de los gurús fascistas más respetados, Julius Evola.

A pesar de esta confusión, considero que es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar «Ur-Fascismo», o «fascismo eterno».

Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema; muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista. 

Fuente:

https://ctxt.es/es/20190116/Politica/23898/Umberto-Eco-documento-CTXT-fascismo-nazismo-extrema-derecha.htm