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sábado, 28 de enero de 2017

Contra los olvidos que nos hacen culpables, las víctimas del Holocausto y Montserrat Roig. Ayer día 27, instituido por la ONU, se conmemoró el día del sufrimiento por el Holocausto.


eldiario.es

Montserrat Roig (1946-1991) fue una de las primeras personas en querer recopilar y hacer presente la memoria y la historia del Holocausto. Los catalanes en los campos nazis, su monumental obra por la extensión y por su capacidad de ser un monumento que recuerda a las personas que lo sufrieron se publicó en 1977 .

"El olvido es culpable". Montserrat Roig pensó y escribió sobre el olvido de la historia que nos hace culpables. ¿Podemos ser culpables, responsables, de lo no vivido? Si no lo hemos protagonizado, si no estábamos, ¿cómo poder tener responsabilidades? Para Roig podemos ser culpables no sólo del olvido de lo vivido, también del olvido de lo no vivido. Tenemos la responsabilidad de recordar, hacer presente, aquello no vivido. Tenemos una responsabilidad con el pasado en el presente y en el futuro. Las personas que no participaron en el Holocausto no pueden ser responsables de la ejecución de aquellos actos, pero, a su juicio, serán responsables si no quieren conocer que pasó.

En 2005 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que rechaza toda negación, parcial o total del Holocausto como hecho histórico. La resolución también establece el 27 de enero, fecha de liberación de campos de exterminio nazis, como Día Internacional de Conmemoración Anual en memoria de las víctimas del Holocausto e insta a los Estados miembros a que elaboren programas educativos que formen a las generaciones futuras en las enseñanzas del Holocausto con el objetivo de prevenir actos de genocidio en el futuro.

Montserrat Roig (1946-1991) fue una de las primeras personas en querer recoger y hacer presente la memoria y la historia del Holocausto. Los catalanes en los campos nazis, su monumental obra por la extensión y por su capacidad de ser un monumento que recuerda a las personas que lo sufrieron, se publicaría en 1977. Pero es mucho más que un libro para recordar. Es un libro para conocer una parte de nuestra historia en nuestra doble condición de catalanes y miembros de la especie humana. Es un libro elaborado durante unos años, cuando ya hacía casi 30 años del final de la guerra y de la liberación de los campos de exterminio, en que muchas personas en diferentes países, nuestro incluido, negaban el Holocausto, negaban sus responsabilidades, o hacían posible el olvido.

Convendría recomendar la lectura de Los catalanes en los campos nazis, que todavía hoy nos cuenta mucha historia que no conocemos. Y convendría no perder de vista la lucha contra el olvido. Una recopilación de materiales, principalmente artículos, publicado por la Amical de Mauthausen y otros campos de concentración en 2001. Allí encontraremos las intervenciones de Roig entre 1972 y 1991, la mayoría escritas en la década de los setenta en publicaciones de ámbito catalán o español, en contra de esta manipulación de la historia y del olvido. Podemos pensar que la lucha contra la manipulación de la historia seguramente se ha ganado. Hoy es residual el negacionismo del Holocausto. Pero otra cosa será el olvido, la falta de conocimiento de aquellos hechos en la actualidad.

¿Qué hacer para evitar el olvido? ¿Qué hacer para difundir su conocimiento? Montserrat Roig lo tenía claro: "Hay que contar con las escuelas, con los medios de comunicación. Hay que contar con la televisión. Y no solo con programas minoritarios. Hay que ver a los deportados, a nuestros deportados, hablar en la televisión. Hay que volver a vivir lo que fue el nazismo para enterrarlo definitivamente. Vivirlo con la memoria, con las palabras. Para que sepamos que no es un fenómenos históricos superación. Que las cámaras de gas, el universo concentracionario nazi, no son fruto de una mente obscenamente loca, sino de una planificación largamente calculada. Hay que saber hasta qué punto fue cómplice el capital alemán". Así lo planteaba en un artículo en Destino en marzo de 1979.

Este planteamiento sigue siendo vigente y necesario hoy. Roig hacía un reflexión que quizá no tenemos bastante presente, en el caso del Holocausto y en otros. Decía, la memoria no se puede limitar a las personas deportadas. La memoria no podemos limitarla a las personas que sufrieron aquellos hechos. La lucha contra el olvido debe tener muy presente a las personas protagonistas del dolor que generaron estos hechos históricos.

Pero tampoco podemos olvidar que tenemos que trabajar con las personas que no lo vivieron, con las personas que vendrán y no tendrán ocasión de tratar con la que vivió la historia. Hay que pensar en cómo generar conocimiento por el presente y el futuro que nos permita evitar el olvido. Hay que pensar cómo hacerlo más allá de actos de homenaje necesarios. Hay que pensar en proyectos no efímeros de largo recorrido.

Quizás alguien pensará y por qué no pasar página, olvidar y pensar sólo en lo que está por venir. Así se ha construido, principalmente, nuestra sociedad. Pensamos, por ejemplo, que medio millón de republicanos españoles se exiliaron en Francia al final de la Guerra Civil. Con la invasión nazi, unos 10.000 fueron deportados a campos de concentración y tuvieron que sufrir trabajos forzados, humillaciones, torturas, hambre y muerte. ¿Qué presencia han tenido en nuestra sociedad? John Berger, que se marchó hace pocos días pero siempre será, quizá nos diría que si hablamos de la II Guerra Mundial no olvidemos los actos terroristas que son el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki cuando Japón ya estaba dispuesto a negociar y a punto de admitir la derrota. Hoy las torturas y los asesinatos cometidos durante el franquismo quedan impunes en una sociedad que se quiere democrática.

Para Roig había diferentes motivos para luchar contra el olvido. Uno fundamental es que el fascismo que hizo posible el Holocausto ella lo seguía viendo en la sociedad de su tiempo. El fascismo estaba en la casa y en la calle, convertido en sexismo, racismo, clasismo... ¿Sigue siendo así hoy? ¿Hemos derrotado el fascismo? ¿Nos hemos enfrentado? ¿Conocemos y explicamos lo que pasó? ¿Son la impunidad y el olvido los precio a pagar para poder optar a la actual democracia? ¿O no habrá democracia posible sin el triunfo contra el olvido y la impunidad?

Fuente:
http://www.eldiario.es/catalunya/opinions/culpables-victimas-Holocausto-Montserrat-Roig_6_605849435.html

sábado, 17 de octubre de 2015

Las lecciones del Holocausto. Un nuevo y provocador ensayo, 'Tierra negra', reexamina la barbarie de la II Guerra Mundial y establece paralelismos con la actual amenaza climática

Describir a Hitler como un antisemita o un racista antieslavo es subestimar el potencial de las ideas nazis: no eran prejuicios extremistas por casualidad, sino más bien emanaciones de una cosmovisión coherente que contenía el potencial para cambiar el mundo. Su refundición de la política y la ciencia le permitía plantear los problemas políticos como si fuesen científicos y los científicos, como políticos. De ese modo se situaba en el centro del círculo e interpretaba todos los datos en función de su proyecto de un mundo perfecto de derramamiento de sangre racial que sólo se veía corrompido por la influencia humanizadora de los judíos. Mediante la presentación de los judíos como un defecto ecológico responsable de la discordia en el planeta, Hitler canalizó las tensiones inevitables de la globalización. La única ecología sensata consistía en eliminar a un enemigo político; la única política sensata consistía en purificar la Tierra.

Si Hitler no hubiese iniciado la guerra mundial que lo empujó a su propio suicidio, habría vivido para ver el día en el que el problema de Europa no fuese la escasez de alimentos, sino los excedentes. La ciencia ha proporcionado alimentos con tanta rapidez y en tanta abundancia que las ideas hitlerianas sobre la lucha perdieron buena parte de su resonancia.

En 1989, unos cien años después del nacimiento de Hitler, los precios mundiales de los alimentos eran la mitad que en 1939 —cuando él inició la II Guerra Mundial—, a pesar del enorme incremento de la población mundial y, por lo tanto, de la demanda.

La idea del auxilio nos parece cercana; la ideología del asesinato, lejana. El pánico ecológico, la destrucción del Estado, el racismo colonial y el antisemitismo global pueden resultar exóticos. La mayoría de las personas en Europa y Norteamérica viven en Estados funcionales donde se dan por descontados los elementos básicos de soberanía que preservaron las vidas de los judíos y de otras personas durante la guerra: la política exterior, la ciudadanía y la burocracia. Después de dos generaciones, la revolución verde [término que refleja el importante incremento de la productividad agrícola entre 1940 y 1970] ha eliminado el miedo al hambre de las emociones de los votantes y de los discursos de los políticos. Expresar abiertamente ideas antisemitas es un tabú en gran parte de Occidente. Alejados del nacionalsocialismo por el tiempo y la fortuna, nos es fácil rechazar las ideas nazis sin contemplar cómo funcionaron. Nuestra mala memoria nos convence de que somos diferentes de los nazis al ocultar los aspectos en que somos iguales.

Después de que la lucha de Hitler por el Lebensraum [espacio vital] fracasara con la derrota final alemana en 1945, la revolución verde satisfizo la demanda en Europa y en gran parte del mundo, proporcionando no sólo los alimentos necesarios para la mera supervivencia física, sino una sensación de seguridad y unas expectativas de plenitud. Sin embargo, ninguna solución científica es eterna; la decisión política de apoyar a la ciencia permite ganar tiempo, pero no garantiza que las decisiones futuras sean las buenas. Es posible que nos estemos aproximando a otro momento decisivo, de algún modo similar al que los alemanes afrontaron en los años treinta.

Es posible volver a ver a los judíos como una amenaza; también a los musulmanes y a los homosexuales. Puede que la revolución verde, quizás el adelanto que más distingue a nuestro mundo del de Hitler, se esté acercando a su techo. Esto se debe no tanto a que haya demasiadas personas en la Tierra como a que un número cada vez mayor de sus habitantes exigen provisiones de alimentos cada vez mayores y con más garantías. La producción mundial de cereales por cápita alcanzó su nivel máximo en la década de 1980. En 2003, China, el país más poblado del mundo, se convirtió en importador neto de cereales. En el siglo XXI, las reservas mundiales de cereales jamás han sobrepasado unos cuantos meses de suministro. Durante el caluroso verano y las sequías de 2008, los incendios en los campos de cultivo obligaron a los principales proveedores de alimentos a interrumpir totalmente las exportaciones, y se produjeron motines populares en Bolivia, Camerún, Costa de Marfil, Egipto, Haití, Indonesia, Mauritania, Mozambique, Senegal, Uzbekistán y Yemen. En 2010, los precios de los productos agrícolas se volvieron a disparar, lo que ocasionó protestas, revueltas, limpiezas étnicas y la revolución en Oriente Próximo.

Aunque no es probable que en el mundo se agoten los alimentos por completo, sí es posible que las sociedades más ricas vuelvan a preocuparse por las provisiones futuras. Sus élites podrían verse de nuevo frente a decisiones sobre cómo definir la relación entre la política y la ciencia. Como Hitler demostró, la fusión de las dos abre una vía a una ideología que puede parecer explicar y resolver la sensación de pánico.

En un contexto de masacres similar al Holocausto, puede que los líderes de un país desarrollado se dejasen llevar o indujesen el pánico ante una escasez futura y actuasen de forma preventiva, señalando a un grupo humano como fuente del problema ecológico y destruyendo otros Estados deliberada o accidentalmente. No hace falta ningún argumento convincente para que se considere una cuestión de vida o muerte, tal y como muestra el ejemplo nazi, tan sólo una convicción momentánea de que una acción drástica es necesaria para conservar un estilo de vida.

Parece razonable preocuparse por el hecho de que el segundo significado del término Lebensraum, que concibe el territorio de otras personas como hábitat, siga latente. En gran parte del planeta, el sentido predominante del tiempo se parece cada vez más, en algunos aspectos, al catastrofismo de la época de Hitler. Durante la segunda mitad del siglo XX —las décadas de la revolución verde—, el futuro se dibujaba como un regalo que pronto recibiríamos. Las dos ideologías enfrentadas, el capitalismo y el comunismo, prometían una recompensa próxima y aceptaban el futuro como su terreno de competición. En los planes de las agencias gubernamentales, en los argumentos de las novelas y en los dibujos de los niños se preveía un futuro halagüeño, pero esta sensibilidad parece haber desaparecido. En la cultura de élite, el futuro ahora se aferra a nosotros y viene cargado de complicaciones y crisis, repleto de dilemas y decepciones. En los medios de comunicación vernáculos —cine, videojuegos y novelas gráficas— el futuro se presenta como poscatastrófico: la naturaleza se venga de forma que la política convencional resulta irrelevante y reduce la sociedad a la lucha y la búsqueda de auxilio, la superficie terrestre se vuelve indómita; los humanos, salvajes, y cualquier cosa puede ocurrir.

El planeta está cambiando de tal forma que las descripciones hitlerianas de vida, espacio y tiempo podrían parecer más verosímiles. El aumento de cuatro grados previsto este siglo para las temperaturas medias globales podría transformar la vida humana en gran parte del planeta. El cambio climático es impredecible, lo que exacerba el problema. Las tendencias actuales pueden inducir a error, ya que habría que tener en cuenta los efectos provocados a su vez por estos cambios: si los casquetes glaciares se desmoronan, el calor del sol será absorbido por el agua del mar en vez de reflejado hacia el espacio; si la tundra siberiana se derrite, brotará metano de la Tierra, lo que retendrá el calor en la atmósfera; si la cuenca del Amazonas se ve despojada de su jungla, se producirá una emisión masiva de dióxido de carbono.

Cuando parece que se han roto las reglas normales y que se han pulverizado las expectativas, se puede bruñir la sospecha de que alguien (los judíos, por ejemplo) ha desviado de algún modo la naturaleza de su propio cauce. Un problema de escala verdaderamente planetaria, como lo es el cambio climático, requiere obviamente soluciones globales; una aparente solución es definir un enemigo global. El Holocausto se diferenció de otros episodios de asesinatos masivos y limpieza étnica en que la estrategia alemana tenía como objetivo el asesinato de todos los niños, las mujeres y los hombres judíos. La única razón por la que esto era concebible es porque los judíos eran considerados los creadores e instigadores de un orden planetario corrupto. Es posible volver a ver a los judíos como una amenaza universal, tal y como efectivamente son vistos por formaciones políticas cada vez más importantes de Europa, Rusia y Oriente Próximo; lo mismo podría ocurrir con los musulmanes, los homosexuales u otros grupos.

El cambio climático como problema local puede provocar conflictos locales; el cambio climático como crisis global podría plantear la exigencia de víctimas globales. En las dos últimas décadas, el continente africano ha proporcionado algunos indicios sobre cómo serán estos conflictos locales y pistas sobre cómo podrían convertirse en globales. Se trata de un continente de Estados débiles. En condiciones de hundimiento del Estado, las sequías pueden provocar cientos de miles de muertes a causa del hambre, como sucedió en Somalia en 2010.

El cambio climático también puede aumentar la probabilidad de que los africanos encuentren razones ideológicas para matar a otros africanos en épocas de aparente escasez. En el futuro, África podría convertirse también en el escenario de una competición global por la obtención de alimentos, quizás acompañada de justificaciones ideológicas globales.

África formaba parte del pasado colonial alemán cuando Hitler llegó al poder. La conquista de este continente fue la última etapa de la primera globalización de la época en que führer era un niño. Fue en el África subsahariana donde los alemanes y otros europeos volvieron a aprender sus lecciones sobre la raza. Ruanda es un artefacto resultante de la contienda y posterior desbandada de Europa en África en general y en el África alemana oriental en particular. La división de su población en los clanes de los hutus y los tutsis representaba el típico método europeo de gobierno: favorecer a un grupo con el fin de gobernar al otro. No tenía ni mayor ni menor sentido que la idea de que los polacos y los ucranianos pertenecían a una raza distinta que los alemanes, o de que se debía reclutar a los eslavos de los campos de concentración para que colaborasen en la matanza de los judíos. Los africanos de hoy día pueden aplicar, y de hecho aplican, divisiones y fantasías raciales entre sí, igual que hicieron los europeos con los africanos en las décadas de 1880 y 1890, y los europeos con los propios europeos en las décadas de 1930 y 1940.

La masacre en Ruanda sirve como ejemplo de respuesta política a una crisis ecológica a escala nacional. Al agotamiento de la tierra cultivable a final de los ochenta le siguió un descenso de las cosechas en 1993. El Gobierno reconoció que la superpoblación era un problema y comenzó a buscar la forma de exportar su propia población a países vecinos. Se enfrentaba a un rival político asociado con los tutsis cuyos planes de invasión conllevaban la redistribución de valiosas granjas. La medida gubernamental de animar a los hutus a matar a los tutsis en 1994 fue todo un éxito en las zonas con escasez de tierras: la gente que quería tierras denunciaba a sus vecinos. Los perpetradores afirmaban actuar movidos por el deseo de apropiarse de tierras y por el miedo a que otros lo hicieran antes que ellos. Durante la campaña de asesinatos, los hutus no dudaron en matar tutsis, pero cuando ya no quedaban más tutsis, los hutus comenzaron a matar a otros hutus, y a quedarse con sus tierras. En vista de que los tutsis habían sido favorecidos por las potencias coloniales, los hutus que los asesinaron pudieron camuflar su actuación bajo el mito de la liberación colonial. Entre abril y julio de 1994, fueron asesinadas al menos medio millón de personas.

El hambre en Somalia y la masacre en Ruanda son muestras atroces de las posibles consecuencias que el cambio climático puede generar en África. La primera ejemplifica la muerte provocada directamente por el clima, y la segunda, el conflicto racial resultante de la interacción del clima y la creatividad política. Puede que el futuro albergue la tercera y más temible posibilidad: una interacción entre la escasez local y una potencia colonial capaz de extraer alimentos y a la vez exportar ideología global. A pesar de los esfuerzos de los propios africanos por obtener acceso a terrenos cultivables y agua potable, su continente se presenta como la solución a los problemas de seguridad alimentaria de los asiáticos. La combinación de unos derechos de propiedad débiles, unos regímenes corruptos y el hecho de poseer la mitad de los terrenos aún sin cultivar del planeta ha situado a África en el centro de los planes asiáticos de seguridad alimentaria: los Emiratos Árabes y Corea del Sur han intentado hacerse con el control de grandes franjas de Sudán; a estos países se les han unido Japón, Qatar y Arabia Saudí en los esfuerzos constantes por comprar o arrendar terrenos agrícolas; y una empresa de Corea del Sur ha intentado arrendar la mitad de Madagascar.

Tener conciencia de la historia permite reconocer las trampas ideológicas y genera escepticismo sobre las exigencias de acción inmediata porque de repente todo haya cambiado.

En el caso del cambio climático, sabemos lo que puede hacer el Estado para domesticar el pánico y aliarse con el tiempo, sabemos que es más fácil y menos costoso obtener alimento de las plantas que de los animales, sabemos que las mejoras en la productividad agrícola siguen adelante y que es posible desalinizar el agua del mar, sabemos que la eficiencia energética es la forma más sencilla de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sabemos que los gobiernos pueden asignar un precio a la contaminación por dióxido de carbono y pueden comprometerse unos con otros para reducir las futuras emisiones y para revisar mutuamente dichos compromisos; también sabemos que los Gobiernos pueden estimular el desarrollo de las tecnologías energéticas apropiadas: las energías solar y eólica son cada vez más baratas, la energía de fusión, de fisión avanzada, la mareomotriz y los biocombustibles no alimentarios ofrecen una esperanza real de una nueva economía energética. A largo plazo, necesitaremos técnicas para capturar y almacenar el dióxido de carbono de la atmósfera. Todo esto no es sólo concebible, sino factible.

Los Estados deberían invertir en la ciencia para poder contemplar el futuro con serenidad. El estudio del pasado apunta a por qué éste sería un camino acertado. El tiempo respalda el pensamiento, el pensamiento respalda el tiempo; la estructura respalda la pluralidad, y la pluralidad, la estructura.

Timothy Snyder es profesor de Historia en la Universidad de Yale y autor de Tierra negra. El Holocausto como historia y advertencia (que publicará esta semana Galaxia Gutenberg), del cual este ensayo está extraído y adaptado.

Traducción de Irene Oliva Luque.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/08/actualidad/1444335461_565106.html

martes, 27 de enero de 2015

Orban y la actuación de Hungría en el Holocausto, en el 70 aniversario de Auschwitz.

El Primer ministro hungaro Viktor Orban, ha superado este lunes las dificultades de su Gobierno para reconocer el papel que desempeñó Hungría durante el Holocausto, y ha afirmado que muchos ciudadanos del país centroeuropeo actuaron "de forma vergonzosa" durante la Segunda Guerra Mundial.

Alrededor de 430.000 de los 1,3 millones de personas que murieron en Auschwitz eran judíos húngaros, según la página web del 70 aniversario de la liberación del campo de concentración, cuyos actos conmemorativos se celebrarán mañana martes. Hungría estará oficialmente representada en Auschwitz, ha indicado Orban.

"Es una tragedia para la nación de Hungría y una irremediable pérdida para la comunidad judía húngara", ha continuado el primer ministro.

"[Durante la Segunda Guerra Mundial], fuimos indiferentes cuando debimos haber ayudado, y hubo muchos, muchísimos húngaros que eligieron el mal en lugar del bien, que optaron por actos que avergüenzan en lugar de actuaciones honestas", ha añadido el primer ministro.

Esta contundente declaración fue la que sus críticos le reclamaron en vano el año pasado, cuando el Gobierno de Orban erigió un monumento a la Segunda Guerra Mundial que asociaciones judías dijeron que pretendía lavar la imagen de Hungría durante el Holocausto.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/26/actualidad/1422296285_675127.html?rel=ult 

Nota:
Esta es una de tantas noticias que no se entienden. Crea más dudas que informa y desde luego no aclara nada para un lector corriente que desconozca la historia de Hungría durante la II G. M.

Se me ocurren varias preguntas:
¿Qué quiere decir exactamente "que muchos ciudadanos del país centroeuropeo actuaron "de forma vergonzosa" durante la Segunda Guerra Mundial"?
Parece más una frase tapadera, que no se compromete con nada, más bien oculta hechos, que un reconocimiento explícito de la verdad histórica.

Y ¿eran ciudadanos de a pie los únicos responsables o era el gobierno de ese tiempo?
Esto debe ser también aclarado pues apelar a la responsabilidad de "muchos ciudadanos" y no decir nada del gobierno de entonces es seguir la misma línea de ocultación y tergiversación de la verdad. 

¿Es esta declaración (¿de verdad contundente?) "la que sus críticos le reclamaron en vano"?

Y por último aunque no lo último,...
¿Qué es "un monumento a la II G. M."?
Debe faltar explicación. No se entiende que un gobierno democrático levante un monumento a una Guerra y menos a la II G. M. con más de 60 millones de muertos,

¿Qué clase de monumento es ese? Si no se explica no entendemos nada. Al menos que ese sea el objetivo de la noticia, que no entendamos nada.

miércoles, 17 de abril de 2013

"Soy nieta del holocausto -nazi y hago escrache. Ese es el titulo de una carta que leemos hoy en ElDiario.es a raíz de las polémicas declaraciones la Secretaria General del PP Dolores de Cospedal calificando de "nazismo puro" los escraches.

Soy nieta del holocausto nazi y hago escrache

Clara Valverde. eldiario.es

Señora de Cospedal,

Su afirmación de que los ciudadanos que hacemos escrache somos como los nazis es muy ofensiva y una seria falta de respeto. Si no ha estudiado la historia de Europa del siglo XX le animo a hacerlo sin demora. Pero primero quiero que conozca los nombres de algunos de mis familiares que fueron asesinados (la mayoría gaseados) por los nazis: Kürt Gefäll de 38 años; Elsa Gefäll, de 63 años; Rosa Gefäll, de 72 años; Matilde Gefäll, de 67 años; mi tío abuelo Anton Gefäll, de 49 años; mi bisabuela Pauline Feil, ciega de 88 años, y mi tía abuela Hermina “Mina” Gefäll, de 66 años, que cuidaba de su madre Pauline en su pequeño piso de Viena.

Tengo una postal de julio de 1942 que la tía Mina consiguió mandar a su hermano, mi abuelo, Willy Gefeall, que vivía en Madrid, desde el Centro de Detención de Viena antes de ser deportada al campo de concentración de Izbica, en Polonia, donde fue asesinada. En la postal dice: “Querido Willy, aquí hace frío y niebla. No te preocupes sobre adónde nos van a llevar. Ya te mandaremos noticias en cuanto lleguemos. Con cariño, Mina”. Obviamente, mi abuelo no recibió más postales de sus hermanos o de su madre.

Lo que sí hizo mi abuelo fue dedicar los últimos años de su vida, desde su despacho en la oficina de patentes donde trabajaba en Madrid, a falsificar pasaportes y sacar a judíos de Europa por Portugal a Estados Unidos. Sin que lo supiera nadie, ni su propia familia. Durante esos años en Madrid, mi abuelo Willy recibió numerosas visitas de la Gestapo, de la unidad que Hitler tenía en Madrid colaborando con Franco. La Gestapo no pudo demostrar las actividades de mi abuelo que vivía en el privilegiado barrio de Salamanca y que estaba casado con mi abuela, que creía que Franco era la salvación para España.

Los ciudadanos que hacemos escrache llevamos años dedicados a frenar las injusticias y el aumento de las desigualdades que su partido y otros llevan a cabo contra los ciudadanos más indefensos y con menos recursos: los recortes y cambios en las políticas de sanidad y educación (que afectan en especial a los inmigrantes, a los que se quita el acceso a la sanidad), la alta tasa de paro -que es el resultado directo de las “reformas” laborales-, los jóvenes que se tienen que ir a otros países a encontrar trabajo, los grandes dependientes que ya no reciben ayuda para sus cuidados básicos, el alto porcentaje de niños desnutridos, la gente que se está quedando sin casa (una familia cada 15 minutos) y mucha gente que se está suicidando por desesperación.

Ante esta situación de desmantelamiento de la sociedad que ustedes están llevando a cabo, que algunas personas peguemos una pegatina en la puerta de su casa es, en realidad, un gesto demasiado discreto.

Cuando decida usted leer la historia de Europa, le recomiendo que preste especial atención a las políticas del Tercer Reich, partido que fue elegido democráticamente, antes del holocausto y, como creo que usted es católica, la próxima vez que vaya a la iglesia, le pido que encienda una vela en honor a Mina, a Pauline, a Rosa y a tantas personas más.
Fuente: http://www.eldiario.es/catalunyaplural/nieta-holocausto-nazi-hago-escrache_6_121847818.html
(Entrevista a Clara Valverde en el programa La Ventana de Cadena SER tras la publicación de su carta en eldiario.es):

sábado, 27 de octubre de 2012

Berlín reconoce a la Cenicienta del Holocausto

A casi setenta años del fin de la guerra y dos décadas después de que se decidiera su construcción, se inaugura junto al Reichstag el monumento oficial a la matanza nazi de gitanos.

Ayer fue un día importante para los gitanos europeos y para los sinti y romaníes de Alemania y Europa central-oriental en particular. Veinte años después de la decisión, se inauguraba en Berlín el primer monumento oficial del genocidio gitano, el "Porrajmos" como se dice en lengua romaní, literalmente la "devoración".

El lugar está muy cerca del memorial de la Shoa y del Reichstag, en el corazón de la capital alemana.

Hasta medio millón de gitanos, el número exacto se desconoce, se estima que fueron exterminados por los nazis, pero el hecho tardó casi cuarenta años en ser reconocido oficialmente.

Fue el canciller Helmut Schmidt quien, en 1982, recibió por primera vez a una delegación del consejo central de los sintis y romaníes alemanes, el nombre que ésta minoría de 11 millones, la mayor de Europa, se da a sí misma en Alemania. Antes, en pascua de 1980, un grupo de gitanos supervivientes del holocausto había tenido que iniciar una huelga de hambre en el campo de concentración de Dachau pidiendo el reconocimiento del genocidio gitano y el fin de la discriminación. Mucho antes, en los juicios de Nüremberg contra los más altos jerarcas nazis el holocausto gitano no fue tratado más que de pasada, recordó ayer Zoni Weisz, representante de los supervivientes de aquella matanza.
El de Weisz fue el discurso más impactante de la jornada, provocó lágrimas entre muchos de los presentes. Cruda y directa sonó la afirmación del representante gitano: “la sociedad no ha aprendido nada, de lo contrario su actitud hacia nosotros sería otra”, dijo.

La inauguración del memorial, con discurso de la canciller Angela Merkel y en presencia del presidente federal, Joachim Gauck, ha tenido lugar veinte años después de que se tomara la decisión de erigir el monumento. Se trata de una obra del veterano artista judío Dani Karavan efectuada alrededor de un pequeño estanque que incluye un mecanismo triangular en el centro en el que cada día se depositará una flor. El estanque circular está rodeado de una superficie empedrada de doce metros con los nombres de los campos de concentración que albergaron a gitanos. Una larga lista europea. El proceso de realización de este monumento, rodeado de polémica y malentendidos, no hace sino ilustrar el carácter de “cenicienta del holocausto” que tiene la memoria de la matanza gitana.

A diferencia de la aniquilación en cautividad de 3 millones de prisioneros soviéticos, sobre los 5 millones que capturó el Tercer Reich, de los homosexuales, de los comunistas e izquierdistas en general, y aún más de los seis millones de judíos, los gitanos están en el furgón de cola de la memoria.

Después de la guerra la memoria del genocidio gitano fue omitida, tanto en el Oeste como en el Este de Europa, aunque en Polonia sí hubo actos conmemorativos ya en los años sesenta. En Alemania no hubo reconocimiento político ni legal, y, “la propaganda nazi sobrevivió como prejuicio social a la guerra”, se dice en medios gitanos. En 1990 se abrió en Heildelberg el primer centro de documentación sobre los sinti y romaníes alemanes, pionero en Europa, con el apoyo del gobierno federal.

Más preocupante por su actualidad es que en Europa los gitanos continúan sufriendo hoy extraordinarios niveles de pobreza y una discriminación rampante con pogroms y violencia racial, especialmente en países de Europa central y oriental. La Oficina para Derechos Humanos de la OSCE calificó el año pasado de “intolerable” la “violencia y discriminación” que la minoría gitana sufre en países como Hungría, donde ya en los años ochenta se prohibía el acceso a determinadas discotecas a ciudadanos de etnia gitana.

“El antigitanismo de la extrema derecha está siendo adoptado por políticos demócratas que desean hacerse con los votos de la derecha”, explica Romani Rose, presidente del consejo central de los sintis y romaníes de Alemania, también presente en el acto de ayer. Rose menciona la evidencia sociológica que muestra claramente cómo en los últimos años aumenta la violencia racista en Alemania y en Europa.

“Ese racismo ya no es de extrema derecha sino que encuentra cada vez más apoyo en el centro de nuestra sociedad“, dice el presidente de la asociación alemana de sintis y romaníes.

En febrero de 1995 una bomba en un campamento de romaníes de Oberwart, Austria, mató a cuatro personas y fue considerado como el más grave atentado racista cometido en el país desde la guerra. El 13 de octubre de 1999 las autoridades de Usti nad Labem (Chequia) erigieron un muro de dos metros de alto para separar un barrio de gitanos. En octubre de 2001 cinco miembros de una familia gitana, tres de ellos niños, murieron en un ataque incendiario realizado por agentes de la policía en la localidad ucraniana de Málaya Kachóvka.

En el Kosovo ocupado por la OTAN decenas de miles de romaníes de la región fueron expulsados por los nacionalistas albaneses. Alemania tiene actualmente el mayor contingente militar en Kósovo, que hace funciones de policía. “Sería importante que el gobierno alemán detuviera las expulsiones de gitanos kosovares”, dice Marian Luca, experto de la asociación gitana alemana. “Alemania reconoció la independencia de Kósovo y podría establecer allí programas para mejorar la situación de los romaníes allí”, dice. Los desmantelamientos de campamentos y expulsiones expeditivas decididas por el presidente Sarkozy en Francia recordaron hace dos años que el fenómeno afecta también de pleno a la Europa económicamente más próspera, estable y liberal. “El preocupante incremento de violencia racial contra sintis y romaníes no está recibiendo la necesaria atención política”, dice Rose. En Alemania hay 70.000 sintis y romaníes de nacionalidad alemana, sin contar emigrantes y refugiados. Prácticamente todos ellos perdieron familiares en el holocausto.

En la foto: La canciller alemana, Angela Merkel, el presidente del Consejo Central de la Población Sinti y Roma, Romani Rose, y el superviviente de un campo de exterminio Reinhard Florian, durante la inauguración del monumento por la víctimas Sinti y Roma, las dos familias gitanas centroeuropeas del nazismo, en Berlín,. Efe

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jueves, 26 de enero de 2012

La segunda última oportunidad para juzgar a los cómplices del Holocausto

La principal organización que busca nazis cree que sólo le quedan cinco años antes de que prácticamente todos hayan desaparecido.
“Creo que dentro de cinco años ya no se podrá juzgar a nadie”. Con el realismo que da saber que el tiempo es inexorable, Efraim Zuroff director del Centro Simon Wiesenthal en Jerusalén apunta la fecha en que podrá darse por concluido el que tal vez sea el mayor esfuerzo realizado nunca, por amplitud y duración, para tratar de llevara ante la justicia a quienes cometieron un crimen concreto contra la humanidad. Los hombres y mujeres que, amparados y espoleados por el régimen nazi, participaron en el asesinato de seis millones de judíos. Un crimen que marcó el siglo XX y que hoy se conmemora en todo el mundo en el Día de la Memoria del Holocausto.
Al final ha sido el tiempo el mejor aliado de miles de cómplices del Holocausto y la lucha por localizar a los culpables se ha convertido en una carrera contra el reloj. Hace poco más de un mes, el Centro Simon Wiesenthal lanzó la Operación Última Oportunidad II, una especie de tiempo de descuento en búsqueda de la justicia. El último minuto —la Operación Última Oportunidad— comenzó en 2002. “Recibimos más de 4.000 llamadas fiables”, explica Zuroff, quien subraya que “no valía con llamar y decir ‘tengo un vecino de unos 90 años con acento alemán que podría haber estado implicado”. Las informaciones eran filtradas y contrastadas. “Cada llamada tenía que pasar un triple filtro: la información debía ser fiable, el sospechoso tenía que estar en condiciones físicas y mentales de ser sometido a juicio y además no debía haber sido procesado antes por los mismos hechos”, explica.
Los resultados fueron sorprendentes. En nueve años, fueron localizados casi 600 sospechosos firmes, de los cuales, tras reunir pruebas, un centenar fue acusado ante las autoridades de los países en los que residían. “La verdad es que tuvimos mucha colaboración de las autoridades locales por ejemplo en Italia, Alemania, Francia o EE UU”.
Pero desde el fin de la II Guerra Mundial uno de los mayores problemas para jueces y fiscales ha sido probar que los acusados por el Holocausto estaban directamente implicados en los crímenes. Hay multitud de ejemplos, como el de Erich Lachman, un albañil reconvertido en guardián del campo de concentración de Sobibor (en Polonia) acusado de colaborar en la muerte de 150.000 judíos, pero absuelto por falta de pruebas. “Eso cambió completamente con el caso Demjanjuk”, indica Zuroff. En mayo de 2011, Ivan Demjanjuk, quien entre marzo y septiembre de 1943 ejerció como guardián voluntario del campo de Sobibor fue condenado en Múnich a cinco años de cárcel, pese a no haberse probado su relación directa con un crimen concreto. Para el tribunal bastó la pertenencia a los grupos de guardianes de un lugar donde la muerte era algo rutinario. Allí murieron exterminados 250.000 judíos. “Esta sentencia cambia todo”, recalca Zuroff en cuya opinión todavía quedan docenas de casos que pueden ser llevados ante los tribunales, especialmente de Alemania. El caso Demjanjuk ha supuesto esa prórroga añadida en la búsqueda de culpables a la que Simon Wiesenthal, superviviente de Mauthausen, dedicó su vida.
¿Y después de esos cinco años? “Ya nos estamos dedicando a otras actividades sobre todo combatir el antisemitismo desde la educación”, afirma Zuroff, que añade. “Diría que estamos pasando de las aulas del juzgado a las aulas de la escuela”.