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jueves, 23 de agosto de 2012

Los economistas neoliberales culpables. Entrevista a Robert Wade, profesor de Economía Política y Desarrollo.

“Se comportan como lobbistas, pero se los presenta públicamente como investigadores neutrales”, afirma Robert Wade.

 Las teorías económicas ortodoxas y sus voceros son parte responsable del estallido financiero que comenzó en 2008. Economistas de todo el mundo, enrolados en la corriente neoclásica, reconocieron en distintas oportunidades la incapacidad de sus modelos para anticipar y comprender la crisis, mientras que otros apuntaron los cañones hacia los responsables de la política económica. No obstante, la legitimidad de sus visiones permanece prácticamente inalterada. El reconocido profesor de Economía Política y Desarrollo en la London School of Economics Robert Wade advierte que la inmunidad e impunidad de esas ideas responde a distintos factores que van desde la belleza y elegancia con la que se presentan las máximas neoclásicas hasta el patronazgo corporativo de muchos “prestigiosos” académicos.
“Los economistas que no vieron la creciente fragilidad financiera son los mismos que reclaman menos regulación de los gobiernos a través de los medios. Se los presenta públicamente como investigadores académicos, pero son lobbistas que ocultan al público sus relaciones con Wall Street”, afirmó Wade durante una entrevista con Cash.

Wade considera que los modelos dominantes deben ser abandonados, pero es pesimista sobre la posibilidad de que las ideas neoliberales sean desplazadas por las teorías heterodoxas. “Para eso se necesitaría un cambio radical que permita superar los obstáculos que impiden la cooperación entre los Estados, como sucedió en Bretton Woods después de dos guerras mundiales, la Gran Depresión y el nazismo”, afirma. El economista nacido en Nueva Zelanda visitó Buenos Aires para participar del IV Congreso de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA). “El desarrollo es muy difícil y no va a suceder con el libre mercado. Las ideas dominantes en la materia son una receta para mantener al mundo polarizado”, consideró el ganador del premio Leontief en 2008.

 ¿Por qué considera que la disciplina económica contribuyó a llegar a la crisis actual?
 –La élite de economistas británicos admitió que la profesión contribuyó al crac financiero y la recesión al no poder comprender los mecanismos que pusieron a la economía global en riesgo y defendiendo la capacidad del capitalismo para sostener un equilibrio de pleno empleo. Los economistas neoclásicos tuvieron un rol activo en la construcción de la fragilidad financiera. Escondieron e ignoraron el riesgo que estaba a simple vista. En noviembre de 2008, la reina de Inglaterra visitó la London School of Economics y, después de escuchar un informe sobre la crisis, preguntó a los economistas más reconocidos del país por qué nadie vio venir la crisis. En julio del año siguiente, 33 economistas británicos le escribieron una respuesta donde concluían que “el fracaso para anticipar la crisis, su duración y gravedad se debió a la incapacidad de la imaginación colectiva de mucha gente brillante para comprender los riesgos del sistema como un todo”. Más allá de ese reconocimiento, no dijeron nada sobre por qué fallaron en ver ese todo. No miraban los crecientes niveles de endeudamiento porque sus modelos macroeconómicos no incluyen al sector financiero.

¿Qué significa que no contemplan al mercado financiero?
 –Desde esa visión, el sector financiero es neutral, pasivo y se acomoda a las necesidades de la economía real evitando y controlando los niveles de endeudamiento. Sus modelos no contemplan la posibilidad de default de un deudor, no la conciben. En esas teorías, es posible conocer el futuro y, por lo tanto, las corporaciones y los bancos pueden manejar los riesgos y prevenir problemas. A su vez, para conseguir ese objetivo se necesita una intervención limitada del Estado. Todo se construye con supuestos muy locos. Consideran que el mercado ajusta automáticamente en un equilibrio de pleno empleo. Con esos modelos, en 2007 la OCDE proyectaba que la economía global no sería afectada por la desaceleración de Estados Unidos, ya que Europa tomaría la posta del crecimiento y el desempleo seguiría descendiendo. Todos los que advirtieron que se venía una crisis que iba más allá del mercado inmobiliario norteamericano son heterodoxos que difieren de esa visión, ya que ponen al crédito y las deudas en el centro de su abordaje macroeconómico.

¿Cómo es posible que esas ideas sigan ocupando un lugar dominante?
 –Una razón por la cual estas ideas siguen siendo dominantes es porque son presentadas con mucha elegancia y belleza. Presentan a la economía como los físicos presentaban el universo a fines del siglo XIX: a través de formulaciones matemáticas de alcance universal, minimizando el rol de las instituciones y el Estado. Es una visión conservadora. Esos economistas contribuyeron a la crisis al crear y sostener, falsamente, la confianza en la capacidad del mecanismo de mercado capitalista para equilibrarse automáticamente.

¿La elegancia de las ideas neoclásicas es suficiente para explicar su hegemonía?
 –No, existen otras causas, como el financiamiento por parte de grandes corporaciones de los think tanks que reclaman la reducción del rol del Estado y el financiamiento de economistas académicos neoclásicos que esconden al público sus conflictos de intereses.

¿Qué quiere decir con conflictos de intereses?
 –Los economistas que no vieron la creciente fragilidad financiera son los mismos que reclaman menos regulación de los gobiernos a través de los medios. Se los presenta públicamente como investigadores académicos, pero son lobbistas que ocultan al público sus relaciones con Wall Street. Cuando una compañía farmacéutica financia una investigación científica, lo más probable es que los resultados sean favorables a sus intereses y, si no lo son, seguramente la información no se publicará. Lo mismo sucede con muchos economistas reconocidos. Una investigación reciente relevó un gran número de casos de economistas académicos especializados en finanzas de renombre que salen en los programas de televisión, escriben en los diarios, hablan por las radios y son invitados a dar su testimonio ante el Congreso de Estados Unidos, sobre temas vinculados con la regulación financiera y al mismo tiempo cobran grandes sumas de dinero de entidades financieras en Wall Street para decir lo que dicen sin revelarlo.

De 19 casos analizados por los economistas Gerald Epstein y Jessica Carrick-Hagenbarth, de la Universidad de Massachusetts, quince tienen alguna afiliación con el sector financiero privado que no revelaron. Son lobbistas del sector financiero.
 –Claro, se comportan como lobbistas, pero se los presenta públicamente como investigadores neutrales. En sus artículos y apariciones públicas, esos economistas no revelan sus vínculos con instituciones financieras privadas que podrían influir en sus recomendaciones políticas. Son economistas muy reconocidos, como Frederic Mishkin, que en 2006 puso su nombre en un informe sobre la situación financiera de Islandia que no escribió, lo hizo sin conocer nada del país, sin visitarlo, pero aseguraba que estaba en excelentes condiciones. El profesor de la Columbia Business School y ex gobernador del Consejo de Administración de la Reserva Federal recibió 124.000 dólares de la Cámara de Comercio de Islandia por ese trabajo. Para ese momento, hasta el FMI advertía en informes privados a los que Mishkin tenía acceso que Islandia estaba en problemas.

¿Los exponentes de la teoría dominante han realizado algún replanteo a partir del estallido de la crisis? 
–Algunos economistas no neoclásicos se consolaban con la esperanza de que la crisis cambiara los modelos macroeconómicos dominantes para incorporar elementos como un sector financiero que no sea neutral. Pero lo cierto es que esos modelos no pueden hacerlo y deben ser abandonados. En 2010, el presidente de la FED, Ben Bernanke, admitió que los modelos fallaron, pero afirmó que no hay necesidad de cambiarlos. Según explicó, la crisis se debió a fallas en la administración económica antes que en la ciencia económica. Para Bernanke, el único inconveniente es que los modelos tradicionales no fueron diseñados para tiempos de crisis sino momentos de bonanza.

¿Cómo es posible tener ideas y razonamientos tan estúpidos?
Ese argumento ignora la noción básica de que la dinámica de una crisis comienza en los buenos tiempos, como advirtieron hace muchos años Hyman Minsky o Charles Kindleberger. En cambio, para Bernanke, la crisis de 2008 llegó como resultado de un acto divino, como un shock externo, y por lo tanto no lo predijeron los modelos.

¿Tampoco habrá cambios en la forma en la que se estudia en las universidades?
–En la universidad de Cambridge, los estudiantes de grado no tienen que leer la Teoría General de Keynes. Es muy chocante que no se lea a los autores clásicos. Desde la visión dominante, el conocimiento es acumulativo y, por lo tanto, no vale la pena leer nada que tenga más de 5 años de antigüedad, ya que eso incorpora lo mejor de lo que existió antes. Si no pasa con autores de hace quince años, mucho menos va a suceder con autores como Smith, cuyas obras tienen más de doscientos años. Para avanzar en su vida académica, un profesor debe publicar en las revistas consideradas más prestigiosas. Esas publicaciones son neoclásicas o están especializadas en econometría y no publican nada de autores keynesianos o heterodoxos. La revista postkeynesiana más importante ocupa el puesto 113 en los rankings, solo un peldaño arriba de la revista sobre temas inmobiliarios financieros. Nada de eso va a cambiar. La crisis tiene un gran costo sobre la vida de la gente, pero no creo que sea lo suficientemente grande como para sobreponerse a los obstáculos que existen para la cooperación entre los Estados. La teoría económica ortodoxa ocupa un lugar dominante desde hace casi medio siglo.

¿Qué implicanciones políticas ha tenido para países como Argentina o Brasil?
–El retroceso del rol del Estado y el desmantelamiento de la política industrial encuentran en los modelos neoclásicos el respaldo teórico necesario para impulsar sus intereses.

Durante la Revolución Industrial, Inglaterra usó una variedad de herramientas para proteger sus industrias, desde el uso de tarifas hasta el secuestro de expertos de otros países para que trabajen para ellos. Cuando lograron una posición dominante comenzaron a abogar por el libre mercado.

Estados Unidos y Alemania hicieron lo mismo durante el siglo XIX y luego empezaron a predicar el libremercado.

El Banco Mundial y la OCDE tomaron la posta y al mismo tiempo se logró establecer reglas formales de disciplinamiento a nivel global a través de organismos como la Organización Mundial de Comercio. Así, después de la crisis en Estados Unidos y Europa, la respuesta de muchos países fue recortar todavía más las funciones del Estado para liberar el poder de la empresa y la innovación en el sector privado.

El desarrollo es muy difícil y no va a suceder con el libre mercado. Las ideas dominantes sobre desarrollo son una receta para mantener al mundo polarizado.

 http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-6208-2012-08-21.html

Alumnos de Economía de Harvard critican el pensamiento único y exigen mayor diversidad en los estudios.

Ya en el año 2000 aparecen voces críticas en Francia contra la enseñanza de la Economía por parte de estudiantes y profesores mediante un manifiesto, ver comentarios aquí.

También en la U. de Notre Dame en los EE. UU. ha surgido un movimiento contestatario y en la U. de Cambridge. O entre los "normalistas" franceses.

sábado, 16 de julio de 2011

UNA ILUSIÓN COMPARTIDA

Una ilusión compartida

El descrédito de la política y las quejas asiduas sobre la corrupción de la vida democrática no pueden dejar indiferentes a las conciencias progresistas. Son muchas las personas que, desde diferentes perspectivas ideológicas, se han sentido indefensas en medio de esta crisis económica, social e institucional. La izquierda tiene un problema más grave que el avance de las opciones reaccionarias en las últimas elecciones municipales. Se trata de su falta de horizonte. Mientras los mercados financieros imponen el desmantelamiento del Estado del bienestar en busca de unos beneficios desmesurados, un gobierno socialista ha sido incapaz de imaginar otra receta que la de aceptar las presiones antisociales y degradar los derechos públicos y las condiciones laborales.
Es evidente que los resultados electorales han pasado una factura contundente al PSOE. Pero las otras alternativas a su izquierda no han llegado a recoger el voto ofendido por las medidas neoliberales y las deficiencias de una democracia imperfecta. Y, sin embargo, no es momento de perder la ilusión, porque la calle y las redes sociales se han puesto de pronto a hablar en alto de política para demostrar su rebeldía. Esta energía cívica, renovada y llena de matices, tiene cuatro preocupaciones decisivas: la regeneración democrática, la dignificación de las condiciones laborales, la defensa de los servicios públicos y el desarrollo de una economía sostenible, comprometida con el respeto ecológico y al servicio de las personas. Son las grandes inquietudes del siglo XXI ante un sistema cada vez más avaricioso, que desprecia con una soberbia sin barreras la solidaridad internacional y la dignidad de la Naturaleza y de los seres humanos.
La corrupción democrática se ha mostrado como la mejor aliada de la especulación, separando los destinos políticos de la soberanía cívica y descomponiendo por dentro los poderes institucionales. Hay que devolverle a la vida pública el orgullo de su honradez, su legitimidad y su transparencia. Por eso resulta imprescindible buscar nuevas formas de democracia participativa y sumar en una ilusión común los ideales solidarios de la izquierda democrática y social.
Los poderes financieros cuentan con nuestra soledad y nuestro miedo. Sus amenazas intentan paralizarnos, privatizar nuestras conciencias y someternos a la ley del egoísmo y del sálvese quien pueda. Pero la energía del tejido social puede consolidar una convocatoria en la que confluyan las distintas sensibilidades existentes en la izquierda y encontrar el consenso necesario para crear una ilusión compartida. Debemos transformar el envejecido mapa electoral bipartidista. El protagonismo cívico alcanzado en algunos procesos como el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, el rechazo a la guerra de Irak o el 15-M, nos señalan el camino.
Se necesita el apoyo y el esfuerzo de todos, porque nada está escrito y todo es posible. El mundo lo cambian quienes, desde los principios y el compromiso cívico, se niegan a la injusticia, rompen con la tentación del acomodo y se levantan y pelean dando sentido a la ilusión. La memoria de la emancipación humana exige una mirada honesta hacia los valores y el futuro. Nosotros estamos convencidos de la necesidad de reconstruir el presente de la izquierda. ¿Y tú?
Firmado por:
José Antonio Martín Pallín – Pedro Almodóvar – Isabel Coixet – Joaquín Sabina – Miguel Ríos – Pilar Bardem – Almudena Grandes – Luis García Montero – Juan José Millás – Eduardo Mendicutti – Manuel Rivas – Ignacio Ramonet – Carlos Berzosa – Juan Diego – Isaac Rosa – Rosa María Artal – Ismael Serrano – José Carlos Plaza – Juan Ramón Capella – Francisco Fernández Buey – Lourdes Lucía – Ricardo Zaldíva

jueves, 3 de junio de 2010

DECLARACIÓN DE PROFESORES UNIVERSITARIOS FRENTE A LA CRISIS

Los profesores y profesoras universitarios que firmamos esta declaración lo hacemos porque tenemos la convicción de que la interpretación que se hace de la crisis y las medidas que se están tomando ante la grave situación que estamos viviendo no son las adecuadas para hacerle frente respetando principios elementales de la democracia y la justicia social.
Queremos que la ciudadanía entienda que esta crisis no es simplemente un hecho circunstancial, sino la expresión de un modo de vida y de organización de todo el sistema social y económico que es material y humanamente insostenible.
La crisis la ha provocado un sistema financiero concebido y regulado para que la principal fuente de beneficio de la banca y los poderes financieros sea la especulación. Por eso será imposible salir de la crisis como se quiere salir: sin cambiar las reglas del sistema financiero, sin acabar con los paraísos fiscales, sin vigilar y controlar a la bancos y dejando que sigan siendo ellos quienes impongan el modo de funcionar de la economía mundial. No podemos consentir que la ciudadanía que nada ha tenido que ver pague los platos rotos por los bancos.
La crisis ha tenido un efecto especialmente grave en nuestro paísporque los gobiernos consolidaron en los últimos años un modelo económico basado en la construcción, en la explotación masiva e irracional de los recursos naturales y en la desigualdad y muy dependiente de los designios de las grandes corporaciones y burocracias europeas. No podremos salir de la crisis si se sigue incentivando el mismo tipo de actividad económica.
También estamos comprobando que la crisis hace evidente la fragilidad de nuestra democracia porque en lugar de la deliberación predomina la imposición y porque los poderes financieros y económicos se imponen continuamente a las instituciones representativas. Ceder a la extorsión de “los mercados” es debilitar aún más la democracia y así solo se saldrá de la crisis con menos bienestar y justicia. Se quiere hacer creer a la ciudadanía que las medidas que se están adoptando son las únicas posibles pero la experiencia de otros países nos permite afirmar que eso no es verdad y que cuando se adoptan solo conducen, como acaba de decir el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, “al desastre”. Sabemos, por el contrario, que hay otras salidas a la crisis mucho más eficaces y favorables para el bienestar.
El conocimiento de lo que está ocurriendo y el sentido común nos dicen que lo primero y principal es devolver el crédito a empresas y familias y que para ello es necesario que el Estado disponga de fuentes seguras de financiación. Es inmoral e inaceptable que el dinero que los poderes públicos dan a los bancos al 1% para que financien a la economía solo lo utilicen para comprar deuda pública al 5 o incluso al 10% o para seguir especulando. Por eso defendemos la banca pública que la crisis ha demostrado que es más necesaria que nunca. SEGUIR AQUÍ.

viernes, 6 de noviembre de 2009

300 intelectuales piden una salida progresista de la crisis


Otra política y otros valores para salir de la crisis
Después de dos años de una crisis que ha creado millones de desempleados y ha provocado que el número de personas hambrientas y desnutridas en el mundo alcance un nuevo record, están bien claras las causas de esta grave situación.
Dejar en plena libertad a los capitales financieros y dejar que los mercados sean los únicos reguladores de las relaciones económicas sólo lleva, como estamos comprobando, a la inestabilidad permanente, a la escasez de recursos financieros para crear empleo y riqueza y a las crisis recurrentes.
Se ha demostrado también que la falta de vigilancia e incluso la complicidad de las autoridades con los poderosos que controlan el dinero y las finanzas, esto es, la falta de una auténtica democracia, sólo produce desorden, y que concederles continuamente privilegios, lejos de favorecer a las economías, las lleva al desastre.
Dejar que los bancos se dediquen con absoluta libertad a incrementar artificialmente la deuda con tal de ganar más dinero es lo que ha provocado esta última crisis.
Pero también es una evidencia que las políticas neoliberales basadas en reducir los salarios y la presencia del Estado, el gasto social y los impuestos progresivos para favorecer a las rentas del capital, han provocado una desigualdad creciente.
Y que la inmensa acumulación de beneficios de unos pocos, en lugar de producir el efecto "derrame" que pregonan los liberales, ha alimentado la especulación inmobiliaria y financiera que ha convertido a la economía mundial en un auténtico e irracional casino.
Y es evidente que esos desencadenantes de la crisis no tienen que ver solamente con los mecanismos económicos, sino con la política controlada cada vez más por los mercados, por el poder al servicio de los privilegiados y por el predominio de la avaricia y el afán de lucro como el único impulso ético que quieren imponer al resto del mundo los grandes propietarios y los financieros multimillonarios.
Por eso la crisis económica que vivimos es también una crisis política y cultural y ecosistémica.
Las prácticas financieras neoliberales que la han provocado se justificaron con el predominio de unos valores culturales marcados por la soledad, el individualismo egoísta, la degradación mercantil de los conceptos de felicidad y de éxito, el consumo irresponsable, la pérdida del sentido humano de la compasión y el descrédito de las ilusiones y las responsabilidades colectivas.
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Mientras,... Aznar aboga por derrotar "el socialismo intervencionista" para salir de la crisis.