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lunes, 16 de mayo de 2016

Neoliberalismo: la raíz ideológica de todos nuestros problemas. Desde el colapso económico hasta el desastre ambiental, pasando por el ascenso de Donald Trump: el neoliberalismo ha desempeñado un papel en todos ellos. ¿Cómo es posible que la izquierda no haya planteado una alternativa?

The Guardian,
George Monbiot

Imaginen que los ciudadanos de la Unión Soviética no hubieran oído hablar del comunismo. Pues bien, la mayoría de la población desconoce el nombre de la ideología que domina nuestras vidas. Si la mencionan en una conversación, se ganarán un encogimiento de hombros; y, aunque su interlocutor haya oído el término con anterioridad, tendrá problemas para definirlo. ¿Saben qué es el neoliberalismo?

Su anonimato es causa y efecto de su poder. Ha sido protagonista en crisis de lo más variadas: el colapso financiero de los años 2007 y 2008, la externalización de dinero y poder a los paraísos fiscales (los "papeles de Panamá" son solo la punta del iceberg), la lenta destrucción de la educación y la sanidad públicas, el resurgimiento de la pobreza infantil, la epidemia de soledad, el colapso de los ecosistemas y hasta el ascenso de Donald Trump. Sin embargo, esas crisis nos parecen elementos aislados, que no guardan relación. No somos conscientes de que todas ellas son producto directo o indirecto del mismo factor: una filosofía que tiene un nombre; o, más bien, que lo tenía. ¿Y qué da más poder que actuar de incógnito?

El neoliberalismo es tan ubicuo que ni siquiera lo reconocemos como ideología. Aparentemente, hemos asumido el ideal de su fe milenaria como si fuera una fuerza natural; una especie de ley biológica, como la teoría de la evolución de Darwin. Pero nació con la intención deliberada de remodelar la vida humana y cambiar el centro del poder.

Para el neoliberalismo, la competencia es la característica fundamental de las relaciones sociales. Afirma que "el mercado" produce beneficios que no se podrían conseguir mediante la planificación, y convierte a los ciudadanos en consumidores cuyas opciones democráticas se reducen como mucho a comprar y vender, proceso que supuestamente premia el mérito y castiga la ineficacia. Todo lo que limite la competencia es, desde su punto de vista, contrario a la libertad. Hay que bajar los impuestos, reducir los controles y privatizar los servicios públicos. Las organizaciones obreras y la negociación colectiva no son más que distorsiones del mercado que dificultan la creación de una jerarquía natural de triunfadores y perdedores. La desigualdad es una virtud: una recompensa al esfuerzo y un generador de riqueza que beneficia a todos. La pretensión de crear una sociedad más equitativa es contraproducente y moralmente corrosiva. El mercado se asegura de que todos reciban lo que merecen.

Asumimos y reproducimos su credo. Los ricos se convencen de que son ricos por méritos propios, sin que sus privilegios (educativos, patrimoniales, de clase) hayan tenido nada que ver. Los pobres se culpan de su fracaso, aunque no puedan hacer gran cosa por cambiar las circunstancias que determinan su existencia. ¿Desempleo estructural? Si usted no tiene empleo, es porque carece de iniciativa. ¿Viviendas de precios desorbitados? Si su cuenta está en números rojos, es por su incompetencia y falta de previsión. ¿Qué es eso de que el colegio de sus hijos ya no tiene instalaciones de educación física? Si engordan, es culpa suya. En un mundo gobernado por la competencia, los que caen pasan a ser perdedores ante la sociedad y ante sí mismos.

La epidemia de autolesiones, desórdenes alimentarios, depresión, incomunicación, ansiedad y fobia social es una de las consecuencias de ese proceso, que Paul Verhaeghe documenta en su libro What About Me?. No es sorprendente que Gran Bretaña, el país donde la ideología neoliberal se ha aplicado con más rigor, sea la capital europea de la soledad. Ahora, todos somos neoliberales.

No es sorprendente que Gran Bretaña, el país donde la ideología neoliberal se ha aplicado con más rigor, sea la capital europea de la soledad.

El término neoliberalismo se acuñó en París, en una reunión celebrada en 1938. Su definición ideológica es hija de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, dos exiliados austríacos que rechazaban la democracia social (representada por el New Deal de Franklin Roosevelt y el desarrollo gradual del Estado del bienestar británico) porque la consideraban una expresión colectivista a la altura del comunismo y del movimiento nazi.

En Camino de servidumbre (1944), Hayek afirma que la planificación estatal aplasta el individualismo y conduce inevitablemente al totalitarismo. Su libro, que tuvo tanto éxito como La burocracia de Mises, llegó a ojos de determinados ricos que vieron en su ideología una oportunidad de librarse de los impuestos y las regulaciones. En 1947, cuando Hayek fundó la primera organización encargada de extender su doctrina (la Mont Perelin Society), obtuvo apoyo económico de muchos millonarios y de sus fundaciones.

Gracias a ellos, Hayek empezó a crear lo que Daniel Stedman Jones describe en Amos del universo como "una especie de Internacional Neoliberal", una red interatlántica de académicos, empresarios, periodistas y activistas. Además, sus ricos promotores financiaron una serie de comités de expertos cuya labor consistía en perfeccionar y promover el credo; entre ellas, el American Enterprise Institute, la Heritage Foundation, el Cato Institute, el Institute of Economic Affairs, el Centre for Policy Studies y el Adam Smith Institute. También financiaron departamentos y puestos académicos en muchas universidades, sobre todo de Chicago y Virginia.

Cuanto más crecía el neoliberalismo, más estridente era. La idea de Hayek de que los Gobiernos debían regular la competencia para impedir monopolios dio paso entre sus apóstoles estadounidenses −como Milton Friedman− a la idea de que los monopolios venían a ser un premio a la eficacia. Pero aquella evolución tuvo otra consecuencia: que el movimiento perdió el nombre. En 1951, Friedman se definía neoliberal sin tapujo alguno. Poco después, el término empezó a desaparecer. Y por si eso no fuera suficientemente extraño en una ideología cada vez más tajante y en un movimiento cada vez más coherente, no buscaron sustituto para el nombre perdido.

Ideología en la sombra
A pesar de su dadivosa financiación, el neoliberalismo permaneció al principio en la sombra. El consenso de posguerra era prácticamente universal: las recetas económicas de John Maynard Keynes se aplicaban en muchos lugares del planeta; el pleno empleo y la reducción de la pobreza eran objetivos comunes de los Estados Unidos y de casi toda Europa occidental; los impuestos al capital eran altos y los Gobiernos no se avergonzaban de buscar objetivos sociales mediante servicios públicos nuevos y nuevas redes de apoyo.

Pero, en la década de 1970, cuando la crisis económica sacudió las dos orillas del Atlántico y el keynesianismo se empezó a derrumbar, los principios neoliberales se empezaron a abrir paso en la cultura dominante. En palabras de Friedman, "se necesitaba un cambio (...) y ya había una alternativa preparada". Con ayuda de periodistas y consejeros políticos adeptos a la causa, consiguieron que los Gobiernos de Jimmy Carter y Jim Callaghan aplicaran elementos del neoliberalismo (sobre todo en materia de política monetaria) en los Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente.

El resto del paquete llegó enseguida, tras los triunfos electorales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan: reducciones masivas de los impuestos de los ricos, destrucción del sindicalismo, desregulación, privatización y tercerización y subcontratación de los servicios públicos. La doctrina neoliberal se impuso en casi todo el mundo −y, frecuentemente, sin consenso democrático de ninguna clase− a través del FMI, el Banco Mundial, el Tratado de Maastricht y la Organización Mundial del Comercio. Hasta partidos que habían pertenecido a la izquierda adoptaron sus principios; por ejemplo, el Laborista y el Demócrata. Como afirma Stedman Jones, "cuesta encontrar otra utopía que se haya hecho realidad de un modo tan absoluto".

"Me siento más cerca de una dictadura neoliberal que de un gobierno democrático sin liberalismo", dijo Hayek en una visita al Chile de Pinochet

Puede parecer extraño que un credo que prometía libertad y capacidad de decisión se promoviera con este lema: "No hay alternativa". Pero, como dijo Hayek durante una visita al Chile de Pinochet (uno de los primeros países que aplicaron el programa de forma exhaustiva), "me siento más cerca de una dictadura neoliberal que de un gobierno democrático sin liberalismo".

La libertad de los neoliberales, que suena tan bien cuando se expresa en términos generales, es libertad para el pez grande, no para el pequeño. Liberarse de los sindicatos y la negociación colectiva significa libertad para reducir los salarios. Liberarse de las regulaciones estatales significa libertad para contaminar los ríos, poner en peligro a los trabajadores, imponer tipos de interés inicuos y diseñar exóticos instrumentos financieros. Liberarse de los impuestos significa liberarse de las políticas redistributivas que sacan a la gente de la pobreza.

En La doctrina del shock, Naomi Klein demuestra que los teóricos neoliberales propugnan el uso de las crisis para imponer políticas impopulares, aprovechando el desconcierto de la gente; por ejemplo, tras el golpe de Pinochet, la guerra de Irak y el huracán Katrina, que Friedman describió como "una oportunidad para reformar radicalmente el sistema educativo" de Nueva Orleans. Cuando no pueden imponer sus principios en un país, los imponen a través de tratados de carácter internacional que incluyen "instrumentos de arbitraje entre inversores y Estados", es decir, tribunales externos donde las corporaciones pueden presionar para que se eliminen las protecciones sociales y medioambientales. Cada vez que un Parlamento vota a favor de congelar el precio de la luz, de impedir que las farmacéuticas estafen al Estado, de proteger acuíferos en peligro por culpa de explotaciones mineras o de restringir la venta de tabaco, las corporaciones lo denuncian y, con frecuencia, ganan. Así, la democracia queda reducida a teatro.

La afirmación de que la competencia universal depende de un proceso de cuantificación y comparación universales es otra de las paradojas del neoliberalismo. Provoca que los trabajadores, las personas que buscan empleo y los propios servicios públicos se vean sometidos a un régimen opresivo de evaluación y seguimiento, pensado para identificar a los triunfadores y castigar a los perdedores. Según Von Mises, su doctrina nos iba a liberar de la pesadilla burocrática de la planificación central; y, en lugar de liberarnos de una pesadilla, creó otra.

Menos sindicalismo y más privatizaciones
Los padres del neoliberalismo no lo concibieron como chanchullo de unos pocos, pero se convirtió rápidamente en eso. El crecimiento económico de la era neoliberal (desde 1980 en GB y EEUU) es notablemente más bajo que el de las décadas anteriores; salvo en lo tocante a los más ricos. Las desigualdades de riqueza e ingresos, que se habían reducido a lo largo de 60 años, se dispararon gracias a la demolición del sindicalismo, las reducciones de impuestos, el aumento de los precios de vivienda y alquiler, las privatizaciones y las desregularizaciones.

La privatización total o parcial de los servicios públicos de energía, agua, trenes, salud, educación, carreteras y prisiones permitió que las grandes empresas establecieran peajes en recursos básicos y cobraran rentas por su uso a los ciudadanos o a los Gobiernos. El término renta también se refiere a los ingresos que no son fruto del trabajo. Cuando alguien paga un precio exagerado por un billete de tren, sólo una parte de dicho precio se destina a compensar a los operadores por el dinero gastado en combustible, salarios y materiales, entre otras partidas; el resto es la constatación de que las corporaciones tienen a los ciudadanos contra la pared.

Los dueños y directivos de los servicios públicos privatizados o semiprivatizados de Gran Bretaña ganan fortunas gigantescas mediante el procedimiento de invertir poco y cobrar mucho. En Rusia y la India, los oligarcas adquieren bienes estatales en liquidaciones por incendios. En México, Carlos Slim obtuvo el control de casi toda la red de telefonía fija y móvil y se convirtió en el hombre más rico del mundo.

Andrew Sayer afirma en Why We Can't Afford the Rich que la financiarización ha tenido consecuencias parecidas: "Como sucede con la renta, los intereses son (...) un ingreso acumulativo que no exige de esfuerzo alguno". Cuanto más se empobrecen los pobres y más se enriquecen los ricos, más control tienen los segundos sobre otro bien crucial: el dinero. Los intereses son, sobre todo, una transferencia de dinero de los pobres a los ricos. Los precios de las propiedades y la negativa de los Estados a ofrecer financiación condenan a la gente a cargarse de deudas (piensen en lo que pasó en Gran Bretaña cuando se cambiaron las becas escolares por créditos escolares), y los bancos y sus ejecutivos hacen el agosto.

Sayer sostiene que las cuatro últimas décadas se han caracterizado por una transferencia de riqueza que no es sólo de pobres a ricos, sino también de unos ricos a otros: de los que ganan dinero produciendo bienes o servicios a los que ganan dinero controlando los activos existentes y recogiendo beneficios de renta, intereses o capital. Los ingresos fruto del trabajo se han visto sustituidos por ingresos que no dependen de este.

El hundimiento de los mercados ha puesto al neoliberalismo en una situación difícil. Por si no fuera suficiente con los bancos demasiado grandes para dejarlos caer, las corporaciones se ven ahora en la tesitura de ofrecer servicios públicos. Como observó Tony Judt en Ill Fares the Land, Hayek olvidó que no se puede permitir que los servicios nacionales de carácter esencial se hundan, lo cual implica que la competencia queda anulada. Las empresas se llevan los beneficios y el Estado corre con los gastos.

A mayor fracaso de una ideología, mayor extremismo en su aplicación. Los Gobiernos utilizan las crisis neoliberales como excusa y oportunidad para reducir impuestos, privatizar los servicios públicos que aún no se habían privatizado, abrir agujeros en la red de protección social, desregularizar a las corporaciones y volver a regular a los ciudadanos. El Estado que se odia a sí mismo se dedica a hundir sus dientes en todos los órganos del sector público.

De la crisis económica a la crisis política
Es posible que la consecuencia más peligrosa del neoliberalismo no sea la crisis económica que ha causado, sino la crisis política. A medida que se reduce el poder del Estado, también se reduce nuestra capacidad para cambiar las cosas mediante el voto. Según la teoría neoliberal, la gente ejerce su libertad a través del gasto; pero algunos pueden gastar más que otros y, en la gran democracia de consumidores o accionistas, los votos no se distribuyen de forma equitativa. El resultado es una pérdida de poder de las clases baja y media. Y, como los partidos de la derecha y de la antigua izquierda adoptan políticas neoliberales parecidas, la pérdida de poder se transforma en pérdida de derechos. Cada vez hay más gente que se ve expulsada de la política.

Chris Hedges puntualiza que "los movimientos fascistas no encontraron su base en las personas políticamente activas, sino en las inactivas; en los 'perdedores' que tenían la sensación, frecuentemente correcta, de que carecían de voz y espacio en el sistema político". Cuando la política deja de dirigirse a los ciudadanos, hay gente que la cambia por consignas, símbolos y sentimientos. Por poner un ejemplo, los admiradores de Trump parecen creer que los hechos y los argumentos son irrelevantes.

Judt explicó que, si la tupida malla de interacciones entre el Estado y los ciudadanos queda reducida a poco más que autoridad y obediencia, sólo quedará una fuerza que nos una: el poder del propio Estado. Normalmente, el totalitarismo que temía Hayek surge cuando los gobiernos pierden la autoridad ética derivada de la prestación de servicios públicos y se limitan a "engatusar, amenazar y, finalmente, a coaccionar a la gente para que obedezca".

El neoliberalismo es un dios que fracasó, como el socialismo real; pero, a diferencia de este, su doctrina se ha convertido en un zombie que sigue adelante, tambaleándose. Y uno de los motivos es su anonimato. O, más exactamente, un racimo de anonimatos.

La doctrina invisible de la mano invisible tiene promotores invisibles. Poco a poco, lentamente, hemos empezado a descubrir los nombres de algunos. Supimos que el Institute of Economic Affairs, que se manifestó rotundamente en los medios contra el aumento de las regulaciones de la industria del tabaco, recibía fondos de British American Tobacco desde 1963. Supimos que Charles y David Koch, dos de los hombres más ricos del mundo, fundaron el instituto del que surgió el Tea Party. Supimos lo que dijo Charles Kock al crear uno de sus laboratorios de ideas: "para evitar críticas indeseables, debemos abstenernos de hacer demasiada publicidad del funcionamiento y sistema directivo de nuestra organización".

Las palabras que usa el neoliberalismo tienden más a ocultar que a esclarecer. "El mercado" suena a sistema natural que se nos impone de forma igualitaria, como la gravedad o la presión atmosférica, pero está cargado de relaciones de poder. "Lo que el mercado quiere" suele ser lo que las corporaciones y sus dueños quieren. La palabra inversión significa dos cosas muy diferentes, como observa Sayer: una es la financiación de actividades productivas y socialmente útiles; otra, la compra de servicios existentes para exprimirlos y obtener rentas, intereses, dividendos y plusvalías. Usar la misma palabra para dos actividades tan distintas sirve para "camuflar las fuentes de riqueza" y empujarnos a confundir su extracción con su creación.

Franquicias, paraísos fiscales y desgravaciones
Hace un siglo, los ricos que habían heredado sus fortunas despreciaban a los nouveau riche; hasta el punto de que los empresarios buscaban aceptación social mediante el procedimiento de hacerse pasar por rentistas. En la actualidad, la relación se ha invertido: los rentistas y herederos se hacen pasar por emprendedores y afirman que sus riquezas son fruto del trabajo.

El anonimato y las confusiones del neoliberalismo se mezclan con la ausencia de nombre y la deslocalización del capitalismo moderno: Modelos de franquicias que aseguran que los trabajadores no sepan para quién trabajan; empresas registradas en redes de paraísos fiscales tan complejas y secretas que ni la policía puede encontrar a sus propietarios; sistemas de desgravación fiscal que confunden a los propios Gobiernos y productos financieros que no entiende nadie.

El neoliberalismo guarda celosamente su anonimato. Los seguidores de Hayek, Mises y Friedman tienden a rechazar el término con el argumento, no exento de razón, de que en la actualidad sólo se usa de forma peyorativa. Algunos se describen como liberales clásicos o incluso libertarios, pero son descripciones tan engañosas como curiosamente modestas, porque implican que no hay nada innovador en Camino de servidumbre, La burocracia o Capitalismo y libertad, el clásico de Friedman.

Cuando las políticas económicas de laissez-faire llevaron a la catástrofe de 1929, Keynes desarrolló una teoría económica completa para sustituirlas. En el año 2008, cuando el neoliberalismo fracasó, no había nada.

A pesar de todo, el proyecto neoliberal tuvo algo admirable; al menos, en su primera época: fue un conjunto de ideas novedosas promovido por una red coherente de pensadores y activistas con una estrategia clara. Fue paciente y persistente. El Camino de servidumbre se convirtió en camino al poder.

El triunfo del neoliberalismo también es un reflejo del fracaso de la izquierda. Cuando las políticas económicas de laissez-faire llevaron a la catástrofe de 1929, Keynes desarrolló una teoría económica completa para sustituirlas. Cuando el keynesianismo encalló en la década de 1970, ya había una alternativa preparada. Pero, en el año 2008, cuando el neoliberalismo fracasó, no había nada. Ese es el motivo de que el zombie siga adelante. La izquierda no ha producido ningún marco económico nuevo de carácter general desde hace ochenta años.

Toda apelación a lord Keynes es un reconocimiento implícito de fracaso. Proponer soluciones keynesianas para crisis del siglo XXI es hacer caso omiso de tres problemas obvios: que movilizar a la gente con ideas viejas es muy difícil; que los defectos que salieron a la luz en la década de 1970 no han desaparecido y, sobre todo, que no tienen nada que decir sobre el peor de nuestros aprietos, la crisis ecológica. El keynesianismo funciona estimulando el consumo y promoviendo el crecimiento económico, pero el consumo y el crecimiento económico son los motores de la destrucción ambiental.

La historia del keynesianismo y el neoliberalismo demuestra que no basta con oponerse a un sistema roto. Hay que proponer una alternativa congruente. Los laboristas, los demócratas y el conjunto de la izquierda se deberían concentrar en el desarrollo de un programa económico Apollo; un intento consciente de diseñar un sistema nuevo, a medida de las exigencias del siglo XXI.

Traducción de Jesús Gómez

domingo, 1 de mayo de 2016

Las mentiras de la teoría económica neoliberal y la demagogia de los políticos profesionales del sistema. Entrevista.

Segunda parte de la entrevista realizada por Chris Hedges a Michael Hudson en el programa radiofónico Days of Revolt. La versión castellana de la primera parte de la transcripción de entrevista se publicó también en SinPermiso la semana pasada (“Matar al huésped: el gran esquema Ponzi de la economía capitalista mundial”).

CHRIS HEDGES: Bueno, en la anterior entrevista (publicada la semana pasada en SinPermisohablamos del parasitismo de los bancos, de los fondos de cobertura y, en general, del parasistismo de la clase especuladora que, en substancia, ha canibalizado a la economía (incluida, merece resaltarse, la propia industria), reduciendo al común de los norteamericanos a una insostenible servidumbre por deuda. También con los préstamos académicos a los estudiantes, o con las tasas predatorias de intereses cargados a las tarjetas de crédito y otros productos-señuelo por el estilo, en los que empiezas con tipos del cero por ciento e, inopinadamente, te ves pagando un 26%, un 23%... 
MICHAEL HUDSON: Si te demoras en el pago...
HEDGES: Si te demoras en el pago. En el crédito hipotecario, por ejemplo, con tantos hogares como hay ahora mismo con el agua al cuello a causa de la crisis de 2008. Me gustaría empezar hablando de esa clase política que se identifica con los valores liberal-progresistas del Partido Demócrata y con Barak Obama. Suelen servirse del lenguaje de la justicia económica y aun criticar retóricamente a Wall Street, pero han estado tan comprometidos con ese proyecto neoliberal como los Republicanos. 

HUDSON: La clave para entender esa política demagógica pasa por darse cuenta de que quien apoya realmente es quien financia las campañas electorales. La tarea del político profesional consiste en esto: entregar su electorado a quien les apoya. Obama fue un genio haciendo eso que ahora trata de hacer Donald Trump: secuestrar a un electorado. Esa fue su columna capital A: un grupo focal que atendía a todo lo que los electores desean. Desean un alivio de la deuda. Desean mejores empleos. Desean un salario mínimo más alto.
HEDGES: Y desde luego no acuerdos comerciales como el NAFTA…
HUDSON: Cierto. Y la segunda columna de carga, la B, la que escondieron, fue lo que deseaban los financiadores electorales de Wal Street. A Obama lo eligió básicamente Robert Rubin, quien se convirtió en el jefe de Citibank cuando salió de Goldman Sachs. Obama fue elegido por Robert Rubin de Wall Street bajo promesa de hacer lo que realmente iba a hacer. Que era lo mismo que se apresta a hacer hoy cualquier presidenciable. La tarea del político profesional consiste en entregar a quienes le financian la campaña –todos ubicados en Wall Street— a quienquiera que le vote. Republicanos lo mismo que Demócratas, pero especialmente los Demócratas, que son realmente el ala wallstreetiana del sistema político norteamericano. Los Republicanos están más por las grandes empresas monopolistas, son el ala petrolera y gasística del sistema político. No bien Obama lo consiguió, Hank Paulson –el Secretario republicano del Tesoro— habló con Barney Frank y le dijo: mira, ya sabes, se suponía que, con el TARP, podíamos dedicar algún dinero a la reducción de la deuda.

HEDGES: Explique qué es el TARP.
HUDSON: Son las siglas del Troubled Asset Relief Program (Programa de Alivio para los Activos Problemáticos). Estaba concebido para tratar a los bancos como si estuvieran en problemas. Si usted era un criminal y estaba robando a la gente, pues a eso se le llamaba “problemático”. Los medios informan de un proceso judicial reciente incoado contra un joven conductor ricachón que atropelló y mató a cuatro personas. Su defensa fue esta: “No es mi culpa, yo padezco del virus de la abundancia. Soy tan rico, que carezco de sentido social. Así que, sí, claro, los atropellé. Pero soy inocente, porque soy rico. ¿Qué esperaban?”. Bueno, pues, en substancia, esa es la visión que tiene Goldman Sachs de la economía. No se les puede castigar por lo que hacen. Porque se limitan a hacer lo que tiene hace una institución financiera predadora. Así que Obama dijo: “No, no voy a hacer eso” (es decir, reestructurar las deudas hipotecarias, como había prometido a sus electores en la Columna capital A). Llegó, y ¿qué es lo que hizo? Pues ¡poner de Secretario del Tesoro al principal lobista de Wall Street, Tim Geithner.

HEDGES: En su último libro Matar al huesped (Killing the Host), le dedica usted mucho espacio al personaje.
HUDSON: En efecto. Y es que Geithner aparece en casi todos los episodios sucios narrados en mi libro. Fue el hombre del maletín. Fue la persona a la que Sheila Baoir acusó de bloquear a la FDIC [Entidad Federal de Seguros de Depósitos, por sus siglas en inglés] cuando esta agencia pública se disponía a tomar bajo su control a Citibank, que no sólo estaba quebrado, sino que era ya una organización tipificada como criminal.

HEDGES: Explíquenos un poco por qué fue tipificada como una organización para delinquir.
HUDSON: Citibank, junto con Countrywide Financial, estaba haciendo hipotecas basura. Eran unas hipotecas llamadas NINJA, o sea (por sus siglas en inglés) “hipotecas mentirosas para gentes sin ingresos, sin empleo y sin activos”. Recuerde la película The Big Short (La gran apuesta): como si algún genio de Wall Street hubiera descubierto que las hipotecas iban a desplomarse. También está la historia de la Reina Isabel preguntando al economista…

HEDGES: “¿Cómo es que ninguno de ustedes sabía lo que iba a pasar?”
HUDSON: En efecto. Pero el caso es que, si todo el mundo en Wall Street llamaba a esas hipotecas “préstamos mentirosos”, si sabían que estaban haciendo NINJAs para gente insolvente, entonces todo Wall Street sabía que se trataba de un fraude. La clave es que, si eres un delincuente realmente muy astuto, tienes que planear la situación para cuando el pastel se descubra. Hay que planear cómo quedar impune. En el caso de Wall Street, si compras activos porquería, ¿cómo haces para que el gobierno te rescate? Para eso está el presidente de los EEUU, ya sea Obama o John McCain…

HEDGES: O Bush.
HUDSON: O Hillary, o Trump, hoy. Su tarea consiste en rescatar a Wall Street y hacer que pague la gente, no Wall Street. Porque Wall Street es “la gente” que selecciona a los políticos, los cuales saben demasiado bien de dónde viene el dinero de sus campañas electorales. Si tienes a un financiador de campaña, ya sea uno de Wall Street o, en el plano local, un inversor en bienes raíces, siempre sabes quiénes son tus sostenes. El talento que necesitas tener como político pasa por lograr que los votantes crean que vas a defender sus intereses…

HEDGES: ¿Cuál era aquella gran cita de Groucho Marx?
HUDSON: “El secreto del éxito es la sinceridad; si puedes fingirla, la cosa está hecha”.

HEDGES: Sí, de eso va. Ya sabe, aquel libro de Ron Suskind, ¿cómo se llama?
HUDSON: Confidence Men.

HEDGES: Confidence Men, eso es. Entrevista a alguien de Wall Street y le pregunta por qué son tan hostiles a Obama, cuando Obama no ha dejado de proteger a Wall Street. Respuesta: porque si le seguimos siendo pública y abiertamente hostiles, siempre hará lo que queremos.
HUDSON: Es como el Tío Remus y el zarzal, cuando el Hermano Conejo dice: no me tires al zarzal. Y finalmente, la zorra lo tira al zarzal, y va y el conejo se escapa triscando y cantando tan tierno aquello de “Nacido y crecido en un zarzal”. La moraleja del asunto es que es puro prejuicio eso de que si un político discursea contra Wall Street y llega a convertirse en portavoz del resentimiento popular, tiene que ser porque comprende al pueblo y apoyará al pueblo.

HEDGES: Bueno, eso es exactamente lo que está haciendo Hilary Clinton ahora mismo, y a lo bestia.
HUDSON: Exactamente. Hay una película de Fellini, La dolce vita, con Anita Ekberg. El periodista italiano Marcello va tras la Ekberg, y en entonces el novio de ella se dirige a él y le dice: “Te entiendo”. Y va, y le mete un puñetazo en pleno rostro. Eso es lo que tenemos básicamente aquí. El político dice a los votantes: “Siento vuestro dolor, os entiendo”. Y ellos piensan, ¡vaya, nos entiende!. Y entonces va el político y se pone del lado de Wall Street: les da en todo el morro y trata de privatizar los fondos de pensiones y la Seguridad Social. Y no mete preso ni a un solo banquero, sino que nombra para el Departamento de Justicia a gentes del gusto de Wall Street y que tratan a Wall Street como a un rico “problemático”. Así pues, en substancia, los financiadores de campaña procedentes de Wall Street se arrogan un poder de veto a la hora de elegir al Secretario del Tesoro. Quieren al…

HEDGES: Fiscal General...
HUDSON: Sí, al Fiscal General. Para asegurarse de que nadie pagará el precio del delito financiero. Luego viene el Consejo de Asesores Económicos [del Presidente], para seguir afirmando que Wall Street realmente aporta cosas a la economía y que sólo puede hacerse lo que hace la Reserva Federal. Viene Janet Yellen, y dice: dad más dinero a los bancos, y la economía podrá salir del endeudamiento gracias al préstamo…, si tenemos suficiente flexibilización cuantitativa. La Reserva Federal ha dado a Wall Street 4,5 billones de dólares. Esos 4,5 billones podrían haberse usado para reestructurar la deuda. Y ya no tendríamos mayores problemas: todo el mundo podría vivir mejor con un coste de la vida más bajo. Los 4,5 billones de dólares podrían haberse gastado en la economía.

HEDGES: Habríamos evitado ejecuciones hipotecarias y desahucios…
HUDSON: Sí. Pero no es lo que hizo Obama.

HEDGES: Aun cuando prometió que lo haría. Y luego cambió. Reservó algún dinero para salvar a la gente del desahucio, pero nunca llegó a gastarlo.
HUDSON: Así es. No se gastó ese dinero. Es lo que descubrió Niel Barofsky, el jefe del SIGTARP –Inspección General Especial para el TARTP—. Vino a decir, “¡eh, un minutito, que no están gastando un solo céntimo! ¡Es un fraude!”. Y escribió un libro entero, Bailout [Rescate], para explicar las mentiras Geithner. Y cuando luego salió Geithner con su libro autobiográfico, Barofsky lo reseñó denunciándolo como a un embustero que debería estar preso. Geithner fue convenientemente recompensado con un empleo millonario en Wall Street. Los japoneses llaman a eso “descenso del cielo”. Cuando recoges la recompensa por haber vendido la economía a quien te apoyó, lo que tienes es un estupendo empleo y terminas rico de por vida.

HEDGES: Bueno, hablemos un poco sobre lo que todo eso entraña de cara al futuro, porque lo cierto es que no se ha puesto el menor límite a estos comportamiento criminales y fraudulentos de la clase especuladora. Las burbujas se han vuelto a hinchar con fondos públicos. Me parece que usted escribió un artículo para la revista Harper’s antes de 2008 diciendo esto: estamos a punto de tener un accidente catastrófico y pegárnosla todos. Puesto que ahora volvemos a jugar al mismo juego, me pregunto qué pasara en el futuro inmediato. ¿Volverán a ser capaces de saquear el Tesoro como ya hicieron entonces?
HUDSON: Lo más destacable de todo es que la economía no se ha recuperado desde 2008. Se habla de que ha habido recuperación, pero lo cierto es que la recuperación sólo la ha experimentado el Uno por Ciento. El 99 Por Ciento no se ha recuperado. Por eso se aprestan a votar por Trump, y por eso se aprestan también a votar por Sanders. Pero autoinculpándose. Las víctimas tienden a culparse a sí mismas. Y lo otro que hay que…

HEDGES: Pero seamos claros: los medios no explican la realidad económica. En absoluto. No dejan de hablar de recuperación económica.
HUDSON: Ese es el asunto. Resultado: los medios que cuentan ese cuento están creando un síndrome de Estocolmo; la víctima secuestrada se identifica con el victimario. La idea es que, con sólo que lográramos dar más dinero a Wall Street, estaríamos salvados. Así que la Reserva Federal no tendría sino que bombear más y más dinero a la economía… Hablan de la Reserva Federal y de su helicóptero regador de dinero. Pero el helicóptero de la Reserva Federal sólo inunda con dinero a Wall Street, no a la economía. La gente no lo percibe. La Fed no dice: “Vamos a ingresar 200 dólares en los depósitos bancarios de todo el mundo para que dispongan de dinero y puedan hacer frente a sus deudas”. Sólo se presta dinero a Wall Street. ¿Y qué hace Wall Street con ese dinero? Prestar dinero. De manera que la solución al problema de deuda en que nos hallamos –deflación por sobreendeudamiento— sería prestar aún más dinero. Eso es lo que convierte al conjunto de la economía en un esquema Ponzi, como usted mismo observó al comienzo de la primera parte de esta entrevista. En un esquema Ponzi, las gentes parecen ganar un montón de dinero, pero eso sólo es porque realmente no tienes beneficios. Lo único que haces es lograr que más y más gente esté convencida de que estás ganando dinero. Y entretanto tú vas pagando a los primeros que entraron en el esquema con el dinero procedente de los suscriptores más recientes. Es lo que hizo Bernie Madoff. El conjunto de la economía se ha convertido en un esquema Madof.

HEDGES: Y en muy buena medida, a través de los bienes raíces, ¿no?
HUDSON: En muy buena medida, sí. Porque los bienes raíces son el activo más grande.

HEDGES: El valor de tu casa crece y crece y crece, y tu crees que has creado ese valor, que eso es una forma de creación de valor.
HUDSON: Ese es el problema que se dio en 2008. Obama tenía la opción de salvar a la economía o salvar a Wall Street. Eligió salvar a Wall Street. Y la única forma de salvar a Wall Street, si los bancos han hecho un montón de malos préstamos, es ayudarlos para que no quiebren. ¿Qué harás? Pues les darás dinero. La justificación mediática de eso es la teoría, según la cual los bancos ganan dinero prestando dinero a la industria para que ésta construya más fábricas y dé empleo a más gente. 

HEDGES: Y resultó que el crédito para la pequeña empresa y para los consumidores siguió encallado.
HUDSON: En efecto. Wall Street sabía que el mercado de bienes raíces estaba saturado de préstamo. En otras palabras: fin de partida. Nadie podía ya seguir pagando alquileres e hipotecas por encima de sus ingresos. Los bancos ni siquiera podían ya hacer más préstamo a través de las tarjetas de crédito. Así que empezaron a reducir también sus riesgos en ese ámbito de las tarjetas de crédito. Y lo que hicieron fue pasar a jugar con las divisas.

HEDGES: Y con la deuda académica estudiantil.
HUDSON: Y con la deuda estudiantil, sí.

HEDGES: Porque está garantizada.
HUDSON: Claro. Hicieron que el Estado…

HEDGES: Quiero decir, públicamente garantizada…
HUDSON: Desde el desplome de 2008, el Estado ha garantizado casi todo el nuevo préstamo hipotecario. Se garantiza públicamente hasta el 43% del ingreso del prestatario. Los préstamos estudiantiles, están todos públicamente garantizados. Pero, básicamente, los bancos se dedicaron a ganar dinero fuera. Si puedes tomar prestado de la Reserva Federal a una décima de un uno por ciento, con eso puedes comprar bonos brasileños, que rinden al 9%, si no más. Y puedes hacer también apuestas en los mercados internacionales de permutas sobre la quiebra de Grecia. Cuando Grecia tuvo problemas reales por el hecho de que los bancos alemanes y francesas le habían prestado demasiado, lo que el FMI quiso hacer fue cancelar la deuda griega. Pero entonces Geithner se puso en contacto telefónico con Europa, y Obama fue a las reuniones del G20 y vino a decir: “Miren, no pueden cancelar la deuda griega, porque los bancos norteamericanos se han convertido entretanto en apostadores de ese hipódromo. Tenemos un capitalismo de casino. Nuestros bancos han apostado y han prometido garantizar los bonos griegos. Si se cancelan los bonos griegos, los bancos norteamericanos sufrirán las consecuencias. Y si nosotros sufrimos las consecuencias, les aseguro que ustedes sufrirán también las consecuencias. Arrastraremos a los bancos europeos. ¿Están ustedes seguros de querer eso? De manera, pues, que los juegos de apuestas de Wall Street terminaron por apartar a Grecia de la Unión Europea. Wall Street quería disgregar políticamente a Europa sólo para favorecer a los bancos de inversión de Wall Street –básicamente, cuatro— y hacerles ganar dinero asegurando la deuda griega y tratando el mercado financiero como una carrera de caballos. En este punto nos hallamos ahora. Fíjese que no se trata aquí de un imperialismo que drena economías foráneas. No, no. Se trata de Wall Street y sus apuestas. Y en substancia, se trata del control ejercido por Wall Street sobre el Banco Central Europeo. Así como Europa tiene que cargar con su parte de gastos de colaboración con la OTAN, así también tienen sus ministerios de finanzas que cargar con los costes de colaborar con el Tesoro estadounidense.

HEDGES: Hablemos un poco, si le parece, de todo lo que esto significa, de hacia dónde vamos… 
HUDSON: Significa que los mercados no están creciendo, porque el consumidor norteamericano tiene que gastar tanto dinero en pagar a los bancos y en pagar impuestos, que no le queda suficiente dinero para comprar bienes y servicios.

HEDGES: Una de las cosas que usted observa en su libro, y que yo no sabía, es que cuando medimos la economía, lo hacemos con una contabilidad que incorpora la devolución de las distintas deudas –incluidas las de las tarjeta de crédito— como una forma de ahorro.
HUDSON: En efecto. Luego de 2008, la tasa de ahorro se disparó al alza. Solo que el ahorro no está disponible. Pero para una contabilidad de este tipo, si tú posees menos dinero, es porque has hecho lo mismo que pagar a partir del ahorro. De manera que estaríamos en una economía de ahorros. La tasa de ahorro en 2008 era cero. En realidad, era del menos 2%, si tomabas en cuenta los empréstitos del extranjero. El conjunto de la economía estaba compuesto por unos consumidores que mantenían sus niveles de vida recurriendo al préstamo y a su tarjeta de crédito, así como retirando lo que Alan Greenspan llamó efectivo derivado del valor creciente de la vivienda: un nuevo préstamo sobre el valor de la casa revalorizada. Pero eso no es realmente retirar dinero en efectivo. Es endeudarte más. Un vocabulario vuelto del revés. Norteamérica se iba embarcando más y más en el endeudamiento pensando que se hacía rica, y de repente se encontró en una situación, como usted bien dice, de servidumbre por deuda, una situación en la que los trabajadores asalariados y otros tienen que hacer devoluciones que se comen cualquier incremento salarial que consigan; va para pagar…

HEDGES: Porque terminas dedicando todo tu ingreso a pagar el principal. Y por eso los incrementos salariales se terminaron en los 70. La clase especulativa de Wall Street no quiere que la gente sea capaz de quitarse de encima las deudas.
HUDSON: Esta es una de las cosas a las que contribuyó la teoría económica de Alan Greenspan: el Síndrome del Trabajador Traumatizado. Dijo esto, sobre poco más o menos: la razón de que tengamos todas esas enormes ganancias de productividad sin el menor aumento salarial es que los trabajadores temen ir a la huelga, incluso protestar por las condiciones laborales: porque están todos a una sola cuota de convertirse en unos parias sin techo.

HEDGES: Y es verdad.
HUDSON: Y si se saltan una mensualidad de la tarjeta de crédito, de repente los intereses de su tarjeta se disparan hasta el 29%. Hasta si se retrasan en una factura bancariamente domiciliada, el banco les aumentará los recargos.

HEDGES: Y bien, ¿qué significado hay que darle a todo esto? Quiero decir: ¿adónde iremos a parar? 
HUDSON: Significa un desplome a cámara lenta. Significa que lo que…

HEDGES: Que ha empezado ya, ¿no es cierto?
HUDSON: Sí, estamos ya en una lenta caída. Todo eso fue analizado en los años 30 del siglo pasado, cuando Irving Fisher habló de deflación por sobreendeudamiento. Pero fíjese que la deuda no aparece en los libros de texto. Hablan de ahorro, pero no de deuda. Lo cierto es que todo dinero es, de una u otra forma, deuda. El efectivo en tu bolsillo es, técnicamente, deuda del Estado. Está en el lado de los pasivos del balance. Lo que la gente creía ser un activo sólo se mantenía a flote por la deuda. Pero la marea creciente de deuda, a diferencia de la marina, no levanta a todos los botes y esquifes por igual; sólo eleva a los yates. El resto de la economía queda con el agua al cuello o hundida, por seguir con la metáfora.

HEDGES: Bien, cuente esto para el gran público. ¿Qué está pasando? ¿Hemos perdido el control de esa fuerza predatoria o parasitaria?
HUDSON: Bueno, usted puede ver el futuro observando lo que pasa ahora mismo en Grecia, o lo que pasó en Rusia luego de su traumática terapia de choque. Norteamérica se halla en rumbo de terapia de choque, gane quien gane las presidenciales…

HEDGES: Represéntemelo plásticamente. ¿Cómo tendremos que vernos?
HUDSON: Bueno, más y más gentes tendrán cargas deudoras más y más grandes en sus gastos en asistencia médica. En sus gastos educativos. Más y más, hasta llegar al punto de quiebra. Y tendrán que tirar de los ahorros que tengan, o tendrán que apretarse el cinturón, o tendrán que declararse en quiebra. La tasa de quiebras está ya subiendo muy aceleradamente en los préstamos estudiantiles. Y esos son préstamos que no puedes quitarte simplemente de encima con una declaración de bancarrotota.

HEDGES: No, a menos que hayas muerto. Y entonces pasará a tus padres, si siguen vivos. 
HUDSON: Así es. Los padres han avalado el préstamo. Entretanto, los estudiantes que han tomado esos préstamos se han visto obligados a vivir en casa de los padres. No pueden permitirse la compra de una vivienda. Y si no puedes acceder a una vivienda, es muy complicado casarte. Estuve hace poco en China, y mi intérprete allí contaba que las mujeres chinas buscan maridos que puedan acceder a casa propia, porque necesitas casa para tener hijos. Todo eso se ha frenado aquí. Cuando tu observas ese fenómeno en Grecia, en Rusia o en otros lugares, lo que ves es una contracción de la tasa de natalidad, un incremento de las tasa de mortalidad y de enfermedades. La esperanza de vida retrocede. Letonia siguió este tipo de políticas a pies juntillas, y ha perdido ya el 20% de su población desde finales de los 90. Tienes una enorme emigración islandesa, griega… Pero los norteamericanos no tienen adonde emigrar.

HEDGES: Es verdad. Y usted dice en su libro que, realmente, las únicas opciones subsistentes son o la esclavitud por deuda o la revuelta.
HUDSON: Así es, exactamente. Pero los enzimas que el parásito ha instilado a través del control de los medios de comunicación sugieren al pueblo que no es culpa de Wall Street, que no es culpa del parásito, sino que es culpa del huésped, tu culpa. Las víctimas no habrían sido capaces de ganar dinero bastante para pagar al Uno por Ciento, los victimarios. Esto es una gripe financiera, y mata a una economía.

HEDGES: ¿Pero funciona? Porque yo no creo que la mentira de la teoría económica neoliberal se la traguen así como así amplios segmentos de la población, ni siquiera quienes se arremolinan en torno a Trump.
HUDSON: Es verdad. Saben que algo va mal, pero no saben qué es, porque nadie les cuenta cómo funciona realmente la economía. La razón de que yo pudiera alertar de la llegada de la crisis un año antes de que estallara es que yo disponía de los gráficos que publiqué en la revista Harper’s. Mis gráficos se citaron en el Financial Times como los únicos, entre los que pronosticaron la crisis, que preveían cómo y explicaban por qué iba a suceder. Cualquiera que atienda a los diagramas de Wall Street sobre la capacidad de pago, se da cuenta de que esto es exactamente lo que pasó en los años 20 del siglo pasado. Cualquiera que atienda a este tipo de gráficos le dirá que hay una intersección, un punto de ruptura, y que hay una crisis. Norteamérica tiene ahora la misma crisis que tuvo la Argentina, que tuvo Grecia, que tuvo Letonia, que tuvo Rusia. Esas economías son nuestro futuro. Iremos yendo paulatinamente a peor, en un desplome a cámara lenta.

HEDGES: ¿Pudiera ser que yendo paulatinamente a peor, a cámara lenta, termináramos en una forma de neofeudalismo, con una rapaz elite oligárquica al mando de un atroz Estado policial encargado de reprimirnos y represarnos?
HUDSON: Eso es precisamente lo que pasó en el Imperio romano.

HEDGES: Pues sí…
HUDSON: Si usted lee a los grandes historiadores romanos, como Tito Livio y Plutarco, verá todos cargan la decadencia del Imperio romano en la cuenta de una clase acreedora predadora y de los latifundistas. Los acreedores se hicieron con todo el dinero y se dedicaron a comprar más y más tierras, desplazando a todos los demás. El resultado en Roma fue una Edad Obscura, y eso puede durar mucho tiempo. La Edad Obscura viene cuando los rentistas toman el mando. Si echa usted una mirada retrospectiva a los años 30, verá que Leon Trotsky dijo que el fascismo venía de la incapacidad de los partidos socialistas para avanzar una alternativa. Si los partidos socialistas y los medios de comunicación no avanzan alternativas a ese neofeudalismo, lo que tendremos será una vuelta triunfal del feudalismo. Pero en vez de ocupación militar de las tierras, como ocurrió con la conquista Normanda [de Inglaterra], lo que tendremos será una toma de control financiera de los bienes raíces. Las finanzas se han convertido en el nuevo modo de hacer la guerra. No militarmente –salvo en Europa, huelga decirlo—, sino sencilla y financieramente. Puedes conseguir la toma de control de las tierras y de las compañías mediante incursiones y razias empresariales. Repare usted en el hecho de que el léxico de Wall Street es de conquista y exterminio. Porque a lo que estamos asistiendo es a una reviviscencia, en la esfera financiera, de lo que fue el feudalismo en la esfera militar.

HEDGES: Y, en substancia, nos estamos convirtiendo en un país de aparceros.
HUDSON: Exactamente. De aparceros obligados a comprar en el galpón del propio patrón.
HEDGES: En el galpón del propio señor.
HUDSON: Sí.

HEDGES: Bueno, eso aclara mucho. Yo creo que ilustra la necesidad que tenemos de una visión capaz de contrarrestar la visión del capitalismo depredador, parasitario. Si no conseguimos pronto esa visión alternativa, entraremos en una suerte de edad obscura.
HUDSON: Y recuerde que la tarea del político del sistema es prometer una visión amable para luego estafar al electorado.

HEDGES: Bueno, hasta ahora, desgraciadamente, lo han hecho muy bien.
http://www.sinpermiso.info/textos/las-mentiras-de-la-teoria-economica-neoliberal-y-la-demagogia-de-los-politicos-profesionales-del

viernes, 22 de abril de 2016

Por qué el pacto PSOE-Ciudadanos es parte del problema y no de la solución. Respuesta al exfiscal Carlos Jiménez Villarejo sobre Podemos.

La gran noticia que aparece en la prensa económica del país, que también ha aparecido con alarma en los medios de mayor difusión, es el crecimiento del déficit público, que se cifra alrededor de los 10.000 millones de euros (concretamente 10.650 millones según el gobierno del Partido Popular, todavía presidido en funciones por el Sr. Rajoy), que se añaden al déficit ya existente. Esta cifra es mucho mayor de lo que se esperaba y de lo que el gobierno del Partido Popular había calculado y prometido conseguir. Puesto que la reducción del déficit es un objetivo primordial del Estado español (junto con el pago de los intereses de la deuda), esta situación ha creado una respuesta inmediata, encaminada a dar garantías de que los objetivos marcados y acordados con Bruselas se respetaran.

Es importante subrayar que el Ministro de Hacienda Montoro ha atribuido inmediatamente el crecimiento del déficit público del Estado español al excesivo gasto registrado por la Seguridad Social y por las Comunidades Autónomas (CCAA). Y puesto que la mayor parte del gasto público de estas CCAA es gasto público social, se concluye –según la explicación dada por el ministro Montoro- que es el excesivo crecimiento del Estado del Bienestar (es decir, de las transferencias y de los servicios públicos como educación, sanidad, servicios sociales, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, ayudas a las familias y un largo etcétera que son gestionados por las CCAA) lo que está causando este inesperado crecimiento del déficit público del Estado.

Los recortes de gasto público social que se han hecho y que continúan haciéndose y exigiéndose
Hay que añadir que estos recortes se sumarán a los enormes recortes de las transferencias y servicios públicos del Estado del Bienestar que ya se han producido durante estos años de la Gran Recesión. Comisiones Obreras (CCOO) acaba de publicar un excelente y detallado informe que confirma lo que algunos (muy pocos) hemos estado señalando durante todos estos años de aplicación de la austeridad, mostrando que tales políticas de recortes estaban afectando muy negativamente el bienestar y calidad de vida de las clases populares en España (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015). Durante el periodo 2009-2014 se han recortado nada menos que 78.164 millones de euros en el gasto público (la mayoría en el gasto público social), de los cuales casi 10.000 millones han sido en sanidad pública (lo que ha tenido un impacto muy negativo en la cobertura y calidad del sistema público de sanidad); 7.394 millones en educación, causando grandes recortes en las escuelas públicas (aun cuando en las escuelas concertadas –que atienden al sector de la población con mayores ingresos- los recortes han sido menores); 7.200 millones en prestaciones sociales a la población en situación de paro (y ello a pesar de doblarse la tasa de desempleo); y así una larga lista de recortes.

Tales recortes han significado una gran merma de recursos en uno de los Estados del Bienestar menos financiados de la UE-15 (el grupo de países de la Unión Europea de semejante nivel de desarrollo al español). España tenía ya antes de la crisis uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la UE-15 (ver mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias, Anagrama, 2006), situación que ha incluso empeorado como consecuencia de que España haya sido el país –junto con Grecia– donde los recortes han sido de mayor cantidad e intensidad. No es, pues, una exageración hablar de un “ataque” a las transferencias y servicios públicos del Estado del Bienestar. Y todo ello se ha realizado como consecuencia de la aplicación de políticas públicas de claro signo neoliberal que, como demuestra la evidencia publicada que he mostrado en mis escritos, han tenido un efecto devastador en el bienestar de las clases populares.

¿Por qué se están haciendo tales recortes?
El lector debe preguntarse el porqué de tales recortes. Y mirando los grandes canales televisivos del país y leyendo los grandes rotativos, verán que la respuesta a esta pregunta ha sido que era necesario hacerlo porque el Estado español se había gastado más de lo que tenía, creando un déficit público enorme, responsable de un insostenible nivel de deuda pública. De ahí la necesidad de que el Estado se adelgazara. Las voces más insistentes en dar esta explicación han sido los mayores componentes del establishment financiero y económico del país (es decir, las grandes empresas financieras, como los bancos, y las grandes corporaciones manufactureras y de servicios, cuya máxima expresión es el IBEX-35) que tienen en España una enorme influencia en los establishments político-mediáticos y que, a través de la financiación de revistas, blogs –como Nada es Gratis- y la prensa económica, configuran la sabiduría convencional en las áreas económicas.

Ahora bien, la experiencia acumulada durante estos años muestra la gran falsedad de esta explicación, comenzando con el hecho de que cuando la crisis se inició, el Estado no tenía déficit, sino superávit, es decir, el Estado ingresaba más dinero del que se gastaba. Fueron precisamente los enormes recortes del gasto público (incluyendo una enorme reducción del gasto público social) los que contribuyeron (junto con las reformas laborales iniciadas por el gobierno del PSOE -y expandidas por el gobierno del Partido Popular –que deterioraron el mercado laboral, incrementando la precariedad y bajando los salarios) a disminuir la capacidad adquisitiva de la población (la mayoría de la cual, repito, pertenece a las clases populares) y, por lo tanto, al descenso de la demanda, y con ello a la reducción del crecimiento económico. En realidad, el bajón fue tal que el PIB llegó a reducirse nada menos que un 7%. El país se empobreció.

Pero no todos se empobrecieron. A algunos –una minoría- les fue muy bien, por ejemplo al capital financiero, como la banca. El hecho de que bajaran los ingresos de las familias y de las pequeñas y medianas empresas explica que estas tuvieran que pedir prestado dinero a la banca, con lo cual, el tamaño del sector bancario se disparó. Hoy España es uno de los países con un sector bancario (en términos proporcionales) más elevado que hay entre los países desarrollados (tres veces mayor que en EEUU). Ahora bien, el hecho de que la demanda estuviera disminuyendo como consecuencia de la reducción de los salarios creó un problema grave para la economía, puesto que la rentabilidad de las inversiones financieras en áreas productivas (donde se producen los bienes y servicios) bajó (excepto en aquellas empresas dedicadas a las exportaciones), con lo cual tales inversiones financieras se trasladaron a sectores más rentables, como era y son los especulativos (como el sector inmobiliario), creando así las famosas burbujas, que al explotar crearon la gran crisis bancaria, unos bancos que fueron rescatados con el mayor acto de beneficencia que el Estado español haya realizado jamás durante el periodo democrático. La banca absorbió 61.000 millones de euros a costa de los impuestos derivados de la población (de la cual, repito, la mayoría son las clases populares).

El enorme crecimiento de las desigualdades
Por todo lo dicho, hemos visto una enorme redistribución de las rentas en España, que se han transferido de las clases populares al sector minoritario de la población que deriva sus rentas primordialmente de la propiedad de capital. Y los datos así lo muestran. Las rentas del trabajo (que son las rentas procedentes del trabajo, como por ejemplo salarios) como porcentaje de toda la renta nacional han ido descendiendo, mientras que las rentas del capital han ido aumentando. España es uno de los países donde hoy las rentas de trabajo son menores y las rentas de capital son mayores. Y es uno de los países con mayores desigualdades.

Ni que decir tiene que aquellos portavoces del capital le dirán que no escuchen tales observaciones, que son “pura demagogia” o que son “eslóganes izquierdistas” o algo peor. Escuchen al Sr. Rivera, presidente de Ciudadanos, el partido más próximo al IBEX-35, o lean al Sr. Garicano, director del equipo económico de tal partido y fundador del blog Nada es Gratis, y verán cómo utilizan estas expresiones, aunque el profesor Garicano lo suele hacer de una manera más sutil que el Sr. Rivera.

Pero le aconsejo al lector que mire los datos, los testarudos datos, y lo verá. El estándar de vida de la mayoría ha bajado en picado. Y mientras, las rentas del capital, que benefician a una minoría, han aumentado enormemente. Y con ello se ha perjudicado no solo la calidad de vida de la población, sino también el estado de la economía. A pesar de tantos recortes y tanto sacrificio, la deuda pública ha ido aumentando y el pago de intereses de esta deuda es el segundo capítulo del presupuesto del Estado. Tales políticas han sido un desastre. La famosa austeridad se ha convertido en un austericidio. Miren lo que pasa en Grecia, ya que esto podría pasar en España. Recortes y más recortes sin fin, hasta llegar a lo que pasa en aquel país. Ahora bien, a pesar del enorme desastre, estas políticas continúan aplicándose y exigiéndose tanto por Bruselas como por el establishment financiero y económico del país, que a través del gobierno del Partido Popular nos dice que hay que recortar ahora otros 10.000 millones para cubrir el agujero supuestamente creado por el exceso de crecimiento del gasto público social, resultado de la desmedida generosidad del Estado del Bienestar gestionado por las incompetentes CCAA. Y así proclama la sabiduría convencional.

La gran falacia del discurso neoliberal
El crecimiento de tal déficit, sin embargo, no tiene nada, repito, nada, que ver con la inexistente generosidad del Estado del Bienestar. Tiene que ver solo y exclusivamente con las políticas neoliberales que benefician al establishment económico-financiero y a las rentas superiores del país a través de los recortes de sus impuestos. Mírense los datos y lo verán.

Mientras se hacían estos recortes de gasto público, el gobierno del Partido Popular (y también, por cierto, el nuevo partido Ciudadanos, de clara tendencia neoliberal) propuso y aprobó una rebaja de impuestos que benefició primordialmente a las grandes empresas y a las rentas superiores, creando este incremento del déficit. En realidad, los profesionales del propio Ministerio de Hacienda ya lo advirtieron cuando el Sr. Rajoy anunció a bombo y platillo que bajaría los impuestos (en preparación de las elecciones de hace unos meses). El coste de la bajada de impuestos ha sido de 4.500 millones de euros procedentes del IRPF –que han beneficiado especialmente a las rentas superiores- y 1.500 millones del Impuesto de Sociedades (sumando, en total, 6.000 millones de euros), a los cuales hay que añadir otros 3.000 millones procedentes de la bajada de impuestos de la segunda fase de la reforma fiscal del 2016. Y ahí está la causa del incremento del déficit público del Estado, que no tiene nada que ver (repito, nada que ver) con el crecimiento del gasto público social, al cual se le exige que se reduzca todavía más. Ciudadanos, por cierto, también había propuesto para las últimas elecciones del 20D una bajada similar de impuestos, que en términos absolutos beneficiaria predominantemente a las rentas superiores. Ello hubiera significado un recorte de 2.000 millones de euros, que junto con los subsidios finales hubieran alcanzado la cifra de casi 10.000 millones de euros, creando un enorme agujero en las arcas del Estado, creciendo así el déficit público de este, lo que requeriría, de nuevo, según la ortodoxia neoliberal, más y más recortes.

¿Qué proponen el PSOE (que inició la política de austeridad) y Ciudadanos (gran apóstol del neoliberalismo en España) en su pacto?
Sobre los enormes recortes que han deteriorado enormemente el Estado del Bienestar español, el pacto PSOE-C’s dice poco, excepto prometer que no recortará más los servicios públicos fundamentales (sin citar cuáles son estos), punto que aparece después de subrayar que el mayor problema que tiene el Estado español es que el déficit público es de los más elevados de toda la UE y que el nivel de endeudamiento público parece inasumible (el 100% del PIB). El documento no dice que el crecimiento del déficit y de la deuda públicos haya sido resultado de las políticas neoliberales que el PSOE inició, el PP expandió y Ciudadanos aplaudió. Y más tarde, para tranquilizar tanto al establishment financiero-económico español como a su homólogo en Bruselas, promete plena lealtad al dogma neoliberal, poniendo como objetivo primordial mantener un firme compromiso con la estabilidad presupuestaria y con el cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE.

Por lo demás, el pacto, en la parte de finanzas públicas, encaja claramente dentro del dogma neoliberal, presentando una versión “light” que lo diferencia de la versión “heavy” del neoliberalismo del PP. En ninguna parte aparecen medidas de estímulo de la demanda doméstica y estímulos económicos, salvo un incremento ínfimo del salario mínimo, y una renta garantizada de nivel muy reducido.

Un tanto igual ocurre con sus propuestas sobre cómo resolver la carencia de crédito. No dice nada sobre la necesaria expansión del sector público de la banca, corrigiendo la situación actual en la que España es uno de los países con menor sector bancario público. Sí aceptan lo que en su día algunos habíamos propuesto de utilizar el ICO como banco de inversiones, propuesta que fue ridiculizada, por cierto, por el gurú económico entonces del PSOE y ahora de El País, el economista José Carlos Díez. Pero no dice nada de ampliar el sector bancario público a nivel central, autonómico y municipal. La banca privada continuará dominando el sistema financiero. Y así una larga lista de deficiencias y limitaciones. Y puesto que tampoco hablan de estimular la economía y reducir el déficit a base de crecimiento, entonces tiene que asumirse que, por mucho que lo nieguen, la única alternativa que les queda para reducir el déficit es continuar con los recortes, con las enormes consecuencias negativas que estos tienen en la calidad de vida de las clases populares y de la eficiencia económica. La continuación de las políticas que han sido desastrosas para las clases populares, los recortes, también serán fatales para el bien hacer de la economía española.

Como he dicho en un párrafo anterior, la diferencia entre las políticas económicas y sociales del Partido Popular y las de la coalición PSOE-C’s es que las primeras son la versión “heavy”, mientras que las segundas son la versión “light”, aunque en áreas de mercado laboral las propuestas de Ciudadanos, aceptadas en este pacto, son incluso más duras que las del PP (ver mi artículo “Ciudadanos es la misma derecha que el PP”, Público, 19.05.15)

¿Por qué el PSOE escoge a Ciudadanos como principal aliado para formar gobierno?
En contra de lo que hoy abrumadoramente están indicando los mayores medios de información, el PSOE tenía y tiene otra alternativa a la alianza con Ciudadanos. Los datos y los números están ahí para verlo. Lo he explicado extensamente. Aliándose con los partidos de izquierdas y con el PNV habría podido establecer un gobierno claramente progresista que hubiera aplicado medidas de aumento de la demanda doméstica y de creación de empleo en sectores clave para la recuperación económica, rompiendo claramente con el dogma neoliberal que ha sido enormemente perjudicial para el bienestar de la población y para el desarrollo equitativo y eficiente de la economía, hoy en situación deplorable.

¿Por qué no lo ha hecho? Podría haberlo hecho y no lo ha hecho. Y es de esto de lo que no se habla en los medios de información y persuasión que están intentando culpabilizar a Podemos de la responsabilidad de que no haya gobierno, abriendo la posibilidad de que una alianza del PP con Ciudadanos en una próxima legislatura continúe con estas políticas, que es el sueño del establishment financiero-económico que domina la vida política y mediática del país.

El que ni siquiera se haya considerado una alianza con Podemos desde el principio es porque la dirección del PSOE y de su equipo económico es mucho más cercana a la de Ciudadanos que a la de Podemos. Sus intereses de clase (categoría que ya ha desaparecido de la narrativa permitida en la sabiduría convencional) coinciden. Y de ahí que los intereses de tal aparato están anteponiéndose a los intereses de las clases populares que todavía los votan. Hoy existía una gran posibilidad de cambiar de página en la historia de España, y en cambio, los intereses de la minoría que ha controlado este aparato han predominado. Es no solo una lástima, sino un enorme error de dimensiones históricas.

Una última observación: los silencios de sectores de las izquierdas
Me sorprende que personas a las que tengo gran respeto y que, por su trayectoria académica y/o política, considero como personas de izquierdas –como por ejemplo dirigentes de la Fundación Alternativas, como Nicolás Sartorius e incluso algunos dirigentes de CCOO- estén apoyando el pacto basado en el eje PSOE-C’s (con Podemos como apéndice), sin nunca considerar la otra alternativa, la de establecer una coalición anti-austeridad y anti-neoliberal, rompiendo con las políticas neoliberales que han causado tanto daño.

Podría entender que prefirieran más la alternativa “light” a la “heavy” neoliberal si no hubiera otra alternativa. Pero la hay, lo cual me lleva a preguntarme ¿por qué ni siquiera han considerado una alternativa al neoliberalismo? Hago la pregunta sin ninguna intención partidista, aceptando que puede que yo esté equivocado. Pero creo que la ciudadanía se merece una explicación. ¿Por qué la han rechazado? ¿Ha sido porque temen que tal alianza llevara a una ruptura de España? Si es así, creo que están profundamente equivocados. Son precisamente el PP y Ciudadanos los mayores defensores de las políticas neoliberales, y son también ellos los que están defendiendo una visión de España que lleva directamente a su ruptura. ¿Qué no ven lo que está ocurriendo en este país? ¿Qué no ven que la cerrazón del PP y ahora de Ciudadanos (y sectores del PSOE) están llevando al crecimiento del independentismo en lo que la capital del Reino llama “la periferia” (ver mi artículo “Los dos grandes y graves problemas que tiene España”, Público, 07.04.16)? A no ser que se redefina España en las líneas que la resistencia de las izquierdas contra la dictadura había propuesto, lo que permitiría el surgimiento de un Estado auténticamente plurinacional, el futuro de la España uninacional es claramente incierto.

La otra respuesta podría ser que desconfían que Podemos tenga la suficiente capacidad organizativa para llevar a cabo su programa electoral. Tal argumento podría tener validez excepto que en base a la experiencia existente carece de credibilidad. Partidos emergentes que no existían antes como En Comú Podem, En Marea o Compromís están hoy gobernando, cuando no existían hasta hace muy poco. Y lo están haciendo mejor que los anteriores. Por otra parte, en esta coalición habría partidos como IU y como el mismo PSOE, que tienen una organización que puede, cambiando de orientación en el caso del PSOE, romper con el neoliberalismo imperante. ¿Cuál es entonces el problema?

He vivido en muchos países y he vivido muchas experiencias, pero no creo exagerado que hoy estemos, tanto en Catalunya como en el resto de España, así como en Europa, en una situación histórica, llena también de amenazas, pero también de oportunidades. Si ahora no se aprovechan estas oportunidades, será mucho más difícil poder alcanzar el nivel de desarrollo democrático y social que el país se merece.

Ruego, y hago una petición a las fuerzas progresistas, incluyendo a los sindicatos, para que se movilicen para forzar que el PSOE escoja otros aliados de manera que se puedan iniciar los cambios por los que tantos han luchado a lo largo de nuestra historia y que hoy no están entre nosotros (muchísimos de ellos socialistas), para romper con el neoliberalismo y recuperar aquel precioso proyecto de desarrollo de una sociedad justa y democrática, en la que se prioricen las necesidades humanas sobre el afán de lucro y la acumulación de capital, según aquella frase tan significativa “a cada uno según su necesidad, de cada uno según su habilidad y capacidad”. Hago un ruego especial a los miembros y simpatizantes del PSOE para que se movilicen presionando a su dirección para que cambie de aliados. Con la alianza que el aparato ha escogido es imposible realizar aquel principio, que se está hoy jugando en la definición de qué tipo de gobierno se desea. No hacerlo es permitir que continúe la pesadilla que hemos estado viviendo estos años bajo distinto nombre. Por el bien de las clases populares de todos los pueblos y naciones de España, espero que así lo hagan.

 Fuente: http://www.vnavarro.org/?p=13203

domingo, 13 de marzo de 2016

Capitalismo: luces y (muchas) sombras. El periodista británico Paul Mason analiza en su libro 'Postcapitalismo, hacia un nuevo futuro', los excesos del neoliberalismo y evoca la posibilidad de un futuro cooperativo.

“La época dorada del capitalismo ya es historia en el mundo desarrollado y en no muchas décadas lo será también en el resto de países”. Bajo esta premisa el periodista británico Paul Mason (Leigh, 1960) plantea en su último libro, Postcapitalismo, hacia un nuevo futuro (Editorial Paidós), una opción “más justa y más solidaria” que descansa sobre la abundancia tecnológica del último cuarto de siglo. Como alternativa, desgrana en una entrevista con EL PAÍS las ideas fuerza de su postcapitalismo, un modelo en el que predomina lo cooperativo en detrimento del Estado y las empresas. “Estamos ante una disyuntiva clara: un modelo colaborativo o un futuro distópico, una especie de feudalismo tecnológico en el que se multiplicaría la desigualdad”.

Profuso en palabras y entusiasta con la idea que estos días pasea por medio mundo, Mason reconoce que el capitalismo ha propiciado la mayor oleada de desarrollo jamás vista, pero critica frontalmente el status quo actual. “Es el momento de que las élites, tanto económicas como académicas, se pregunten si de verdad funciona el neoliberalismo. Si lo hacen, la respuesta será obvia: un no rotundo”.

Mason, redactor jefe de Economía de Channel 4 News y habitual en las páginas de The Guardian, hace suyas las ideas del economista estadounidense Jeremy Rifkin, que en La sociedad de coste marginal cero (Paidós, 2014) predecía un mundo en el que muchos productos y servicios de nuestro día a día serán gratuitos o casi gratuitos y el fin del trabajo tal y como lo conocemos. Las tecnologías de la información, dice Mason, corroen el sistema de precios sobre el que descansa el capitalismo desde el mismo momento en el que muchos bienes y servicios, desde la información hasta la energía, se pueden o se podrán consumir por muy poco. “La enciclopedia está en nuestro teléfono y la energía totalmente verde será realidad pronto. Eso no es ciencia ficción y es muy relevante”. Pocos vislumbran este futuro. “La existencia del tercer sector parece totalmente accidental respecto a la manera de pensar neoliberal; los economistas deben ponerse otras gafas para poder ver una parte de la realidad que no están viendo”.

El capitalismo, dice, ha destacado siempre por su capacidad de adaptación, pero las tecnologías de la información hacen imposible una transformación más: “No crean productos más caros, sino más baratos e impiden a los trabajadores encontrar empleo en una industria tradicional en declive”.

De triunfar algún día el modelo colaborativo, Mason advierte de que tendremos que acostumbrarnos a vivir en una sociedad no consumista, con todo lo que eso implica, pero deja claro que su teoría no se opone al mercado como concepto: “No hay ninguna razón para abolirlo por decreto siempre y cuando se acabe con los desequilibrios de poder básicos”. Aunque no escatima en elogios hacia partidos de izquierdas como Podemos y, sobre todo, Syriza, el autor británico rechaza cualquier retorno al socialismo clásico o a la socialdemocracia, sin renunciar a sus ideales. “No hay una vuelta atrás a los populismos rusos, a la socialdemocracia tradicional o a la Tercera Vía; mi punto de partida es otro”, relata. “Hay que mirar al futuro. Y en ese futuro, las ideas del socialismo utópico son hoy más posibles que nunca gracias a la evolución tecnológica”.

“Estamos viviendo un momento crítico, en el que incluso las cosas más normales parecen revolucionarias”, dice. En sus gestos se percibe tanta indignación con la situación actual como preocupación por lo venidero. “Si continuamos deslizándonos hacia el estancamiento y la deflación y la élite global no entrega más estímulos, alguien va a buscar una salida al estilo de los años 30, en la que los países simplemente adoptan soluciones nacionalistas”, pronostica.

Ese renacimiento de los nacionalismos de mediados del siglo pasado lo estamos viendo, afirma, en la “alta probabilidad” de que se produzca el Brexit (la salida de Reino Unido de la UE). También en el surgimiento de dos outsiders políticos en Estados Unidos —el populista de derechas Donald Trump y el izquierdista Bernie Sanders— e incluso en el colapso de Schengen. “Podemos estar a semanas de su colapso”, proyecta.

¿Qué nos indica todo esto? “Que necesitamos una nueva forma de pensamiento radical que tiene que trascender los partidos radicales”, dispara. “[Franklin D.] Roosevelt pertenecía a las élites, pero tiró a la basura toda la doctrina y adoptó una solución antiausteridad que salvó a EE UU del colapso”. Llevando su ejemplo a nuestro tiempo, en el que hasta la OCDE —una suerte de think tank de la treintena de países más ricos del mundo— alerta de la “debilidad” del crecimiento económico durante las cinco próximas décadas, Mason exhorta a los Gobiernos occidentales a repensar su modo de actuación durante la crisis. Pero va más allá: reclama una “politización y democratización” de la política monetaria, el principal mecanismo puesto en marcha por las grandes potencias para salir del hoyo; apela a una quita generalizada de deuda pública; incide en la necesidad de cerrar las vías por las que las grandes corporaciones eluden sus obligaciones fiscales; pide la creación de una renta básica universal que garantice un mínimo vital para todos los ciudadanos y, sobre todo, reivindica que los Gobiernos dispongan un esquema que incentive las cooperativas en detrimento de las estructuras empresariales clásicas.

Wikipedia como referente
En ese futuro que vislumbra Mason, la frontera de la propiedad y el trabajo se difumina —como también lo hace la que separan trabajo y salario—, pero el papel del “Estado progresista”, al que él se refiere con frecuencia, es esencial como promotor del procomún colaborativo. “Los Gobiernos deben darse cuenta de que Uber no es bueno, pero que abre un camino que se puede transitar de otra forma. ¿Por qué no un Uber verdaderamente cooperativo?”, se pregunta.

El epítome de este nuevo modelo completamente cooperativo, en el que el lucro individual desaparece, es algo tan cotidiano como imposible de imaginar hace solo 20 años: Wikipedia. “Es el mejor ejemplo, una herramienta gratuita que sale adelante gracias al esfuerzo colaborativo de miles de personas, que ha destruido de un plumazo el negocio de las enciclopedias y que priva a las firmas publicitarias de 2.800 millones de euros al año en ingresos”. También Twitter, una herramienta esencial para la sociedad actual y que, “aunque pertenece a una empresa, es gratuito y nunca podrá generar dinero”. “Probablemente acabará siendo propiedad del Estado o será sustituido por una herramienta similar de propiedad colaborativa”, vaticina.

http://economia.elpais.com/economia/2016/02/29/actualidad/1456773463_063944.html

domingo, 6 de diciembre de 2015

Owen Jones: "Quieren acabar con el sentimiento solidario de clase trabajadora"

Atresmedia

Transcripción de la entrevista de Jordi Évole en Salvados emitida el 22 de noviembre de 2015

Existe una tendencia en contra de la clase obrera y de las clases bajas para demonizar a la gente. Hace tiempo que en Gran Bretaña se nos dice que todos somos clase media, que la antigua clase trabajadora ha dejado de existir y que los que quedan de la clase obrera son todos unos vagos, perezosos, delincuentes, antisociales... La palabra chav resume esa idea: la degeneración de lo que queda de la clase trabajadora. Es una palabra peyorativa usada para demonizar a las personas y, a menudo, para culpar a la gente de sus condiciones sociales.

Te encuentras con mucha gente que siendo clase trabajadora se siente clase media. Empleados de una cadena de comida rápida que probablemente cobraban el salario mínimo decían “El Gobierno no está cuidando a gente de clase media como nosotros” y utilizaban la expresión “clase media” donde yo usaría “clase trabajadora”. O sea, debido a la demonización de la identidad de la clase trabajadora, algunas personas en lugar de decir “Sí, estoy orgulloso de ser clase trabajadora” dicen: “No, yo quiero ser clase media” porque eso parece sofisticado y auténtico y no se ve como algo negativo. Este es el problema.

En ese sentido se intenta que la gente culpe a su vecino de sus problemas. “Tú trabajas duro, tú pagas tus impuestos, pero ese parado vive de lujo con los impuestos que tú pagas. No tienes que enfadarte con tu jefe porque te paga un bajo salario ni con el Gobierno por recortarte servicios, debes enfadarte con el desempleado”. Este divide y vencerás es muy efectivo en todo el mudo occidental y lleva a la gente a votar en contra de sus propios intereses económicos. Cada vez menos pobres votan en elecciones. Cuanto más pobre eres en Gran Bretaña menos probabilidades hay de que votes. Puedes castigar a la gente pobre todo lo que quieras. Como no van a votar no hay castigo.

Esta imagen negativa de la clase trabajadora comienza con Margaret Thatcher y sus políticas. Básicamente es un cambio en la percepción que tenemos de la pobreza y del paro. Antes se veían como problemas sociales, injusticias que el Gobierno debía solucionar. En los años 80 empezaron a verse como problemas individuales. Incluso cuando el paro subió masivamente en Gran Bretaña en lugar de culpar al Gobierno por sus políticas económicas culparon al desempleado. Y pasa lo mismo con la pobreza: “Si trabajases duro dejarías de ser pobre”. Thatcher defendía que no existe la sociedad sino solo individuos y sus familias. Antes de llegar al poder los conservadores lanzaron una declaración de objetivos que decía que el problema en Gran Bretaña no era la existencia de clases sino la existencia del sentimiento de clase. Thatcher quería acabar con ese sentimiento solidario de clase y hacer que cada individuo sintiera que progresaba con su esfuerzo.

Aún continuamos en la Gran Bretaña de Thatcher. Ella transformó este país. Promovió una sociedad donde cada uno va a lo suyo. Esta actitud está muy extendida y los políticos y los medios la difunden. En este país la gente cree que el 27% de lo que gastamos en servicios sociales responde a un fraude. Pero ese fraude solo afecta al 0,7%. También piensan que hay veinte veces más embarazos entre adolescentes de los que hay y que el nivel de ayudas sociales es mucho más alto del que realmente es. De hecho tenemos una política de ayudas de las más bajas de Europa Occidental pero la gente cree que es generosa y que algunos la reciben durante años. ¿Por qué ocurre? Porque los medios desinforman a la gente. Intentan que la gente se enfrente entre ella.

Tenemos un pequeño grupo de medios de comunicación, politizado, que controla casi toda la prensa de este país y utiliza su posición para ganar influencia política. En las últimas elecciones menos del 37% de los votos fueron para los conservadores pero el 70% de los medios apoya a los conservadores. A su vez, el periodismo está lleno de gente que proviene de entornos privilegiados porque es complicado trabajar en los medios a no ser que te puedas permitir hacerlo gratis. Por eso los medios no centran su atención en los poderosos como los banqueros, que han empujado al país a este desastre económico, sino en los pobres y los inmigrantes. Encuentran los ejemplos menos representativos y antipáticos y afirman que sí son representativos.

Lo que hacen estos medios es encontrar a gente pobre que recibe ayuda social y descubrir los peores ejemplos. Por ejemplo: una mujer secuestró a su hija hace unos años, en Yorkshire con la intención de sacar dinero a los medios sensacionalistas simulando que su hija había desaparecido. Cuando se descubrió la verdad se dijo que esta historia era representativa de en qué se ha convertido la clase trabajadora, en una subclase. Se transmitió la idea de que todos los que viven en pisos de protección oficial son como la madre que secuestró a su hija, en lugar de decir que esto no era representativo de un grupo social y que sólo era representativo de esa mujer. Es obvio que en estos barrios las madres no secuestran a sus hijas para ganar dinero pero así lo contaron los medios, como si ella representara a todo un grupo social. Con la gente adinerada no actúan de la misma manera. En este país hubo un doctor, Harold Shipman. Fue un asesino en serie que envenenó y mató a sus pacientes. Imaginate que digan “Este es un ejemplo de lo que es la clase media”. Es ridículo. Se representa a sí mismo. Su entorno social no tiene nada que ver con sus crímenes.

La imagen negativa de la clase trabajadora se transmite mediante programas como “La calle de los subsidios” basado en una calle de Birmingham donde vive gente que depende de las ayudas sociales. No hemos tenido ningún programa llamado “La calle de los banqueros” o “La calle de los defraudadores fiscales”. Es parte del problema. Pregunté al productor de “La calle de los subsidios”, un programa que triunfó cuando apareció en Channel 4 el año pasado, por qué no hacían un programa sobre el mal comportamiento de los ricos. Y me dijo: “No me interesa”.

Existe otro programa llamado “Sinvergüenza” localizado en un barrio de protección oficial de Manchester que es caótico, lleno de drogadictos, de gente que practica sexo con todo el mundo y que se pasa todo el día de fiesta... No creo que la gente que vive en los barrios de protección oficial lo mire pensando: “Ese soy yo”. La gente se ríe y no se lo toma como una ofensa. La diferencia es que alguien de clase media que no vive en esos barrios y no conoce a la gente que vive ahí es más probable que mire estos programas y piense que esa gente es así.

En una sociedad desigual y segregada el peligro es que la clase media piense que está viendo un documental cuando en realidad es un programa de entretenimiento basado en caricaturas.

Pienso que el sistema de clases es como una prisión. Atrapa a la gente en unas circunstancias que no deberían existir en un país rico. Creo que aquí hay muchos problemas. El primero que los desequilibrios educativos empiezan al nacer. La comida, la casa... Vivimos en Londres, una de las ciudades más prósperas del planeta, pero uno de cada cuatro jóvenes londinenses crece en una casa sobreocupada. Eso tiene un gran impacto en su salud, su bienestar y también en su educación. También cosas como los becarios no remunerados. Para entrar en el mercado laboral tienes que trabajar un tiempo gratis, hacer masters carísimos y siempre hay gente que no puede permitírselo. De nuevo se discrimina por al riqueza y no por las habilidades personales.

El estándar de vida de la clase obrera ha caído durante el periodo más largo desde que la reina Victoria llegó al trono hacia 1870. Es grotesco, injustificables.

No obstante pienso que podemos dar la vuelta a la situación. No te puedes involucrar en ninguna lucha si no tienes esperanza. La esperanza nos dice que todas las injusticias y problemas son temporales y transitorios y pueden superarse con la determinación adecuada. Y la historia de este país, y de otros países como España, demuestra que los cambios no se producen por la generosidad de los poderosos. Los poderosos no se levantan un día y dicen: “Me siento generoso, voy a conceder el voto a las mujeres”. La gente luchó por la Seguridad Social en este país, los sindicalistas lucharon por la dignidad de los trabajadores y cuando los trabajadores vean que si son atacados pueden luchar contra ello y ganar... puede servir de ejemplo.

Desde el feudalismo hemos avanzado, luchamos para superar esas injusticias. Se supone que tenemos que ir a mejor, tener más seguridad y comodidad. El problema es que en los últimos años vamos para atrás. En 2008 la izquierda pensó: “El libre mercado ha quedado desacreditado, vamos a ganar”. No teníamos ideas, lo único que teníamos eran eslóganes a la defensiva: “No a los recortes", "no a las privatizaciones”. Y la única forma de ganar es tener alternativas coherentes que aglutinen a la gente. La derecha no usa palabra técnicas como esta. Habla el lenguaje del sentido común, del día a día. Y la izquierda debe encontrar una nueva forma de comunicación y aprender de la derecha.

La clave no es que la gente se sienta orgullosa de la clase a la que pertenece. Entiendo clase como una desigualdad que debería erradicarse. Me gustaría tener un día una sociedad sin clases y yo creo que debemos luchar por alcanzarla, que no tengamos esas enormes y grotescas distribuciones de riqueza y poder. Y esto supone una sociedad distinta a la que tenemos actualmente. No es algo que tenga que ver con la identidad y el orgullo, simplemente se trata de acabar con la desigualdad que viene del poder y de la riqueza. Solo me interesa eso.
Owen Jones, Transcripción de la entrevista de Jordi Évole en Salvados emitida el 22 de noviembre de 2015 
Fuente:
http://www.mrafundazioa.eus/es/articulos/owen-jones-quieren-acabar-con-el-sentimiento-solidario-de-clase-trabajadora

sábado, 21 de noviembre de 2015

Lo que está en juego

Boaventura de Sousa Santos
La Jornada

El fenómeno no es sólo portugués. Es global, aunque en cada país asuma una manifestación específica. Consiste en la agresividad inusitada con que la derecha enfrenta cualquier desafío a su dominación, agresividad expresada en un lenguaje abusivo y el recurso a tácticas que rozan los límites del juego democrático: manipulación del miedo para eliminar la esperanza, falsedades proclamadas como verdades sociológicas, destemplanza emocional en la confrontación de ideas, etcétera. Por derecha entiendo el conjunto de las fuerzas sociales, económicas y políticas que se identifican con los designios globales del capitalismo neoliberal y con lo que esto implica en términos de políticas nacionales, de aumento de las desigualdades sociales, de destrucción del Estado de bienestar, de control de los medios de comunicación y de estrechamiento de la pluralidad del espectro político. ¿De dónde viene este radicalismo ejercido por los políticos y comentaristas que hasta hace poco parecían moderados, pragmáticos, realistas con ideas o idealistas sin ilusiones?

En Portugal estamos entrando en la segunda fase de implementación global del neoliberalismo. A escala mundial este modelo económico, social y político presenta las siguientes características: prioridad de la lógica del mercado en la regulación no sólo de la economía, sino de la sociedad en su conjunto; privatización de la economía y liberalización del comercio internacional; demonización del Estado como regulador de la economía y promotor de políticas sociales; concentración de la regulación económica global en dos instituciones multilaterales, ambas dominadas por el capitalismo euro-norteamericano (el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional) en detrimento de las agencias de la ONU que anteriormente supervisaban la situación global; desregulación de los mercados financieros; sustitución de la regulación económica estatal (hard law) por la autorregulación controlada por las empresas multinacionales (soft law).

A partir de la caída del muro de Berlín, este modelo fue asumido como la única alternativa posible de regulación social y económica. Desde entonces, el objetivo fue transformar la dominación en hegemonía, es decir, hacer que incluso los grupos sociales perjudicados por este modelo fueran inducidos a pensar que era el mejor para ellos. Y, de hecho, en los últimos 30 años este modelo ha conseguido grandes éxitos, uno de los cuales fue haber sido adoptado en Europa por dos importantes partidos socialdemócratas (el Laborista británico de Tony Blair y el Socialdemócrata alemán de Gerhard Schröder) y haber logrado dominar la lógica de las instituciones europeas (Comisión y BCE).

Pero como cualquier modelo social, éste también está sujeto a contradicciones y resistencias, y su consolidación ha tenido algunos reveses. El modelo no está plenamente consolidado. Por ejemplo, aún no se ha concretizado la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP), y el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) puede que no llegue a concretarse. Frente a la constatación de que el modelo no está todavía plenamente consolidado, sus protagonistas (detrás de todos, el capital financiero) tienden a reaccionar brutal- mente o no en función de su evaluación del peligro inminente. Algunos ejemplos. Surgieron los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) con la intención de introducir algunos matices en el modelo de globalización económica. La reacción está siendo violenta y, sobre todo, Brasil y Rusia están sujetos a una intensa política de neutralización. La crisis de Grecia, que antes de que este modelo dominara Europa habría sido una crisis menor, fue considerada una amenaza por la posibilidad de propagación a otros países. La humillación de Grecia fue el principio del fin de la Unión Europea tal como la conocemos. La posibilidad de un candidato presidencial en Estados Unidos que se autodeclara socialista (es decir, un socialdemócrata europeo), Bernie Sanders, no representa, por ahora, ningún peligro serio y lo mismo ocurre con la elección de Jeremy Corbyn como secretario general del Partido Laborista. Mientras no constituyan un peligro, no serán objeto de reacción violenta.

¿Y Portugal? La destemplada reacción del Presidente de la República a la propuesta de un gobierno de izquierda hecha por el líder del Partido Socialista, en coalición con el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista, parece indicar que el modelo neoliberal, que intensificó su implantación en Portugal en los últimos cuatro años, ve en tal alternativa política un peligro serio y por eso reacciona con violencia. Es necesario tener en mente que sólo en apariencia estamos ante una polarización ideológica. El Partido Socialista es uno de los más moderados partidos socialdemócratas de Europa. De lo que se trata es de una defensa por todos los medios de intereses instalados o en proceso de instalación. El modelo neoliberal sólo es antiestatal en cuanto captura el Estado, pues requiere decisivamente de éste para garantizar la concentración de la riqueza y para captar las oportunidades de negocios altamente rentables que el Estado le proporciona. Debemos considerar que en este modelo los políticos son agentes económicos y que su paso por la política es decisivo para cuidar sus propios intereses económicos.

Pero el afán de capturar el Estado va mucho más allá del sistema político. Tiene que abarcar al conjunto de las instituciones. Por ejemplo, hay instituciones, como el Tribunal de Cuentas, que asumen una importancia decisiva, porque tienen a su cargo la supervisión de negocios multimillonarios. Tal como es decisivo capturar el sistema de justicia y hacer que actúe con dos pesos y doble medida: dureza en la investigación y castigo de los crímenes supuestamente cometidos por políticos de izquierda, y negligencia benévola respecto a los crímenes cometidos por los políticos de derecha. Esta captura tiene precedentes históricos. Escribí al respecto hace cerca de 20 años: A lo largo de nuestro siglo, los tribunales siempre fueron, de vez en cuando, polémicos y objeto de escrutinio público. Basta recordar los tribunales de la República de Weimar tras la revolución alemana (1918) y sus criterios dobles en el castigo de la violencia política de la extrema derecha y de la extrema izquierda (Santos et all, Os Tribunais nas Sociedades Contemporâneas- O caso português. Porto. Edições Afrontamento, 1996, página 19). En aquel momento estaban en cuestión crímenes políticos, en tanto que hoy están en juego crímenes económicos.

Sucede que, en el contexto europeo, esta reacción violenta a un revés puede enfrentar algunos reveses. La inestabilidad conscientemente provocada en Portugal por el Presidente de la República (incitando a los diputados socialistas a la desobediencia) se asienta en el presupuesto de que la Unión Europea está preparada para una defenestración final de toda su tradición socialdemócrata, teniendo en mente que lo que pasa hoy en un país pequeño puede suceder mañana en España o en Italia. Es una suposición arriesgada, pues la Unión Europea puede estar cambiando en el centro más de lo que la periferia imagina. Sobre todo porque se trata, por ahora, de un cambio subterráneo que sólo se puede vislumbrar en los informes cifrados de los consejeros de Angela Merkel. La presión que la crisis de los refugiados está teniendo sobre el tejido europeo y el crecimiento de la extrema derecha, ¿no recomendarán alguna flexibilidad que legitime el sistema europeo ante mayorías más amplias, como la que en las últimas elecciones en Portugal votó por los partidos de izquierda? ¿No será preferible viabilizar un gobierno dirigido por un partido inequívocamente europeísta y moderado a correr riesgos de ingobernabilidad que pueden extenderse a otros países? ¿No será de darles crédito a los portugueses por el hecho de estar buscando una solución distante de la crispación y la evolución errática de la solución griega? Y los jóvenes, que llenaron hace unos años las calles y las plazas con su indignación, ¿cómo reaccionarán ante la posición ofensivamente parcial del Presidente y el impulso antinstitucional que la anima? ¿Será que la derecha piensa que este impulso es un monopolio suyo?

En las respuestas a estas preguntas está el futuro próximo de Portugal. Desde ya, una cosa es cierta. El desvarío del Presidente de la República estableció el test decisivo con que los portugueses van a someter a los candidatos en las próximas elecciones presidenciales. Si fuese electo(a), ¿considera o no que todos los partidos democráticos forman parte del sistema democrático en pie de igualdad? Si en las próximas elecciones legislativas se formase en la arena parlamentaria una coalición de partidos de izquierda con mayoría y presentase una propuesta de gobierno, ¿le daría o no posesión?

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/11/14/opinion/030a1mun
Traducción: Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

domingo, 8 de noviembre de 2015

Educación pública, un falso debate sobre el profesorado. Educar con la tribu o a destajo

“Los hombres están divididos en dos clases, una la de los ricos que mandan y, otra, la de los pobres que sirven. El género humano no puede subsistir sin que haya una infinidad de hombres útiles que no posean absolutamente nada. […] El hombre común ha de ser dirigido, no educado: no merece serlo… Nueve de cada diez ciudadanos deben seguir siendo ignorantes, porque el vulgo no merece ser ilustrado y se le debe tratar como a los monos”. Voltaire (1694-1778)


En los últimos días se ha abierto un (falso) debate sobre la competencia del profesorado a partir de dos ideas: si hay que excluir a los malos docentes y si el sueldo de los profesores debe estar ligado al rendimiento. Parto del principio de que todo alumno tiene derecho a un buen profesor, pero este no es el camino. Estas ideas han sido formuladas por el filósofo José Antonio Marina y el ministro de Educación, Íñigo Mendez de Vigo.

Marina, que se presenta como pedagogo, es un antiguo profesor de filosofía de un instituto de un pueblo de la sierra de Madrid, que desde hace años se gana la vida como divulgador. Ahora ha aceptado el encargo del peor Ministerio de Educación de la historia de este país para elaborar un “Libro Blanco del Docente”. Estoy seguro que no se le escapa la doble intencionalidad del sucesor de Wert: evitar negociar con los sindicatos de profesores un Estatuto de la Función Docente, vieja asignatura pendiente; y utilizar las conclusiones electoralmente para el PP.

Yo no soy nada corporativo, pero algunas de las conclusiones que se han avanzado me parecen disparatadas. Por ejemplo, decir que “los profesores deben fomentar que se excluya a los malos docentes”. Solo quien lleva mucho tiempo alejado de la realidad de las aulas puede ignorar que quienes pueden y deben velar por la calidad, son los equipos directivos y la inspección. No corresponde al profesorado juzgar y delatar a sus compañeros. La propuesta no es inocua. Trata de generalizar ante la opinión pública un clima de sospecha sobre la competencia del profesorado público que ha superado duras oposiciones y ha sido evaluado en sus prácticas.

La propuesta de pagar parte del salario del docente en función de su rendimiento pretende convertir la escuela en una empresa y en un negocio. Si se analiza, se pueden realizar las siguientes objeciones pedagógicas y de justicia social. Por un lado, es absurdo aplicar un criterio de ‘productividad’ en la educación ¿Qué se evaluaría? ¿Cómo se mide con notas numéricas el crecimiento integral del alumnado como persona y como ciudadano? Por otro lado, provocaría una competencia entre el profesorado y los centros, en vez de la necesaria cooperación entre ellos y la socialización de las buenas prácticas. Por último ¿quién evalúa? (Y cómo, con qué procedimientos y métodos) Si las pruebas son externas entraríamos en una dinámica de preparación de éstas (PISA, CDI, reválidas…) que rompería la esencia de la evaluación formativa; si son las direcciones de los centros, aumentaría el riesgo de clientelismo y de funcionamiento antidemocrático.

También supondría una carrera injusta entre centros y entre profesores y grupos de alumnos, porque la realidad educativa es muy plural y llena de desigualdades. Estoy pensando en centros que conozco de cerca como los del barrio de Vallecas (Madrid), que tienen la consideración de “centros de difícil desempeño para la función docente”. Quizás les vendría bien al ministro y a Marina darse una vuelta por ellos para que no hicieran propuestas tan superficiales como alejadas de la realidad.

La evaluación es necesaria y es preciso abrir un debate sobre ella. La evaluación tiene que ser sobre todo el sistema y, por supuesto, no debería estar vinculada al salario del profesorado. Porque es ineficaz para mejorar. Méndez de Vigo y Marina no saben nada de las innovaciones y proyectos que se vienen haciendo en muchos centros públicos por el compromiso del profesorado que tiene muy claro que, a pesar de todos los recortes, no se puede enseñar un poco menos o un poco mal. Somos nosotros los que hacemos escuela de calidad y no la LOMCE ¿O por qué se creen que el 86% de la ciudadanía aprueban y reconocen al profesorado de la pública , mientras suspenden severamente al Ministerio?

El ataque al profesorado no es nuevo. Ya lo hicieron Wert y Esperanza Aguirre. O más recientemente Ciudadanos, cuando habló de “burocracia estalinista” para atacar a la universidad y a su profesorado. Responsabilizar (únicamente) a los docentes de la situación de la educación en España es (no sólo) muy cínico (es parcial y erróneo).
Se olvidan (no inocentemente):
1.  De unos recortes de 7.764 millones de euros en cuatro años, 
2. Del despido de 32.000 profesores y, 
3. Del endurecimiento de las condiciones de trabajo de los docentes.

Trabajamos más horas, con más alumnos por clase y con el salario congelado hace años. No recuerdan que se ha liquidado la formación (permanente) del profesorado en comunidades como Madrid. Esto es lo que habría que abordar y proponer soluciones en el ‘Libro Blanco del Docente’ si quiere tener alguna utilidad. ¿Dirá algo Marina sobre revertir los recortes y derogar la LOMCE?

Educar es una tarea colectiva, no un acto solitario e individual del profesor. Qué poco coherentes son estas propuestas con aquel proverbio africano -tan profusamente repetido por el filósofo- de que “para educar hace falta toda la tribu”. ¿Ahora se trata de poner a cada profesor ante sus alumnos a competir y a llevarse un euro más o menos en una especie de trabajo a destajo? Además, es olvidarse de las finalidades de la educación que tan claro formula otro profesor de filosofía: “La educación tiene como finalidad básica el desarrollo humano, moral, e intelectual de las personas. Ello se materializa en los siguientes principios: la universalidad o derecho de toda la ciudadanía a la educación; la humanidad o pleno desarrollo de la personalidad de todo ser humano; la civilidad al basarse la educación en los derechos y libertades fundamentales; la autonomía, para que todas las personas puedan aprender por sí mismas“, Felipe Aguado.

Las propuestas comentadas son puro neoliberalismo que consideran la escuela como una empresa y buscan avanzar hacia un proceso de privatización aún mayor. Al final va a resultar que el diplodocus era Marina. Como estoy seguro que no trabaja altruistamente, creo que es una obligación del Ministerio que explique a la opinión pública cuánto nos va a costar a la ciudadanía este encargo. 

Fuente: http://www.cuartopoder.es/laespumaylamarea/2015/11/05/educar-con-la-tribu-o-a-destajo/1214