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lunes, 27 de febrero de 2017

El mundo feliz de Rajoy. La Comisión Europea ha desmontado el relato de hechos alternativos del presidente

¿Quién iba decir que sería la Comisión Europea quien desmontaría el relato de hechos alternativos de Rajoy? Con la oposición deprimida después de un año de exhibiciones de impotencia y entretenida en peleas familiares por las cuotas de poder, ha sido Bruselas quien ha desmontado el obsceno triunfalismo de Rajoy, con el informe que Claudi Pérez ha explicado en este periódico. Puede verse en ello cierto ejercicio de cinismo porque, al fin y al cabo, Rajoy ha seguido con disciplina las órdenes comunitarias y muchos de los desastres que la comisión describe son fruto de sus exigencias, empezando por la reforma laboral. Ya nos lo contó el libro de Job: ser el más obediente de la clase no siempre tiene premio, porque la arbitrariedad es la esencia del poder.

Los signos de recuperación que muestra España se correlacionan con los efectos de la medicina aplicada a la crisis: la fractura crece. Las clases medias se partieron por la mitad, los que salvaron trabajo y rentas, pasado el tiempo de pánico, vuelven a atreverse a gastar, y los que se hundieron y no han recibido otra expectativa que empleos precarios y salarios bajos, van de mal en peor. En síntesis, a pesar del crecimiento, con un Estado del bienestar que redistribuye hacia arriba, la desigualdad, la pobreza y la exclusión social no han dejado de crecer desde que llegó Rajoy. Y están en los máximos niveles europeos. 13% de los que tienen trabajo viven en riesgo de pobreza. Y, por si fuera poco, la comisión detecta poca prevención y mucha maniobra dilatoria frente la corrupción y dejadez en educación e I+D. Este es el mundo feliz de Rajoy.

La estabilidad política de la que alardea el presidente es una ficción que puede quebrarse en cualquier momento. No hay estabilidad sin recambio. El estado de parálisis en que vive el partido socialista, instalado a la sombra del PP, y la empanada mental que ha producido en Podemos la frustración por no haber coronado con la conquista del poder su fulgurante despegue, alejan la posibilidad de la alternativa. Un Podemos colocado en la estrategia de la excepcionalidad puede generar ruido, pero también ganar marginalidad y perder influencia.

En el PSOE la alineación de las primarias se perfila: a la derecha, Susana Díaz, en el centro, Patxi López, a la izquierda Pedro Sánchez, sin ningún signo de renovación. Y su flanco conservador ya lanza anatemas contra Pedro Sánchez por buscar la complicidad de los sindicatos y de Podemos. En toda Europa, los militantes socialdemócratas quieren partidos progresistas, porque para las políticas conservadoras ya está la derecha y a su vera la socialdemocracia languidece irremisiblemente. Lo que es seguro es que la izquierda desunida nunca gobernará.

https://elpais.com/politica/2017/02/22/actualidad/1487787734_107548.html

domingo, 5 de febrero de 2017

CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN RUSA, Richard Pipes: “No hubo nada positivo ni grandioso en la Revolución Rusa”. El historiador, una de las máximas autoridades sobre la URSS, condena radicalmente todo cuanto guarda relación con ese periodo.

Considerado una de las máximas autoridades (1) en estudios de historiografía soviética a escala mundial, Richard Pipes (Cieszyn, Polonia, 1923), catedrático emérito de la Universidad de Harvard, es autor de más de 25 volúmenes de historia, entre los que destaca La Revolución Rusa, monumental estudio de mil páginas, originalmente publicado en 1990, considerado uno de los análisis más rigurosos y exhaustivos jamás escritos sobre la Revolución Rusa, cuyo centenario se conmemora en 2017. Pese a su innegable brillantez, el libro no fue recibido de manera unánimemente favorable, dado el radicalismo con que Pipes condena cuanto guarda relación con el fenómeno histórico que estudia. La entrevista tiene lugar en su casa de Harvard, una mansión de aspecto profesoral situada en una calle recogida, un día lluvioso. Pipes, de 93 años, es un hombre lúcido y afable, de conversación tranquila. En el vestíbulo de su casa se acumulan cajas llenas de papeles manuscritos, las notas de toda una vida dedicada a la investigación, que pronto serán trasladadas a la biblioteca de Harvard con la idea de reunirlas en un archivo que llevará el nombre del prestigioso profesor.

PREGUNTA. El año 2017 marca el centenario de la Revolución Rusa, uno de los acontecimientos clave del siglo XX. ¿Cuál es el legado de un fenómeno de semejante envergadura histórica?
RESPUESTA. Millones de cadáveres. La Revolución Rusa fue uno de los sucesos más trágicos del siglo XX. No hubo absolutamente nada positivo ni grandioso en aquel acontecimiento. Entre otras cosas, arrastró a la humanidad a la II Guerra Mundial. Los sóviets establecieron un régimen de terror sin precedentes. No tuvieron ningún escrúpulo a la hora de establecer una alianza con los nazis en la II Guerra Mundial. Hitler no se hubiera atrevido a iniciar las hostilidades si Rusia no hubiera estado a su lado.

P. ¿Cómo se hizo historiador?
R. La historia me ha interesado desde niño. Mis padres, judíos polacos, abandonaron el país huyendo de los nazis. Uno de mis últimos recuerdos es cuando vi a Hitler desde el balcón de mi casa, desfilando triunfalmente por las calles de Varsovia, días después del comienzo de la ocupación de Polonia. Cuando llegamos a EE UU me matriculé en un college de Ohio. Durante la guerra me destinaron a una unidad especial de estudios y aprendí ruso en tres meses. Ingresé en Harvard en 1946, y allí me matriculé en Historia, especializándome en estudios soviéticos, que entonces era un campo muy abierto en el que hacían falta especialistas. La historia explica cómo hemos llegado al lugar donde nos encontramos. Si se quiere entender EE UU, comprender la textura de la mentalidad del país, es absolutamente imprescindible estudiar su historia. La historia nos explica el medio en el que nos movemos y vivimos.

P. El curso de la Revolución Rusa lo determinaron las figuras formidables de Lenin y Stalin, que usted estudia en profundidad. ¿Podría compararlas?
R. Stalin tomó a Lenin como modelo, pero sus personalidades eran totalmente distintas. Lenin inicia la revolución y Stalin acaba con ella. Los dos fueron responsables de la muerte de muchos seres humanos, aunque la balanza se inclina pavorosamente del lado de Stalin por lo que al número de víctimas se refiere. Básicamente, Lenin era indiferente a la vida humana; si tenía que disponer la muerte de alguien, lo hacía sin problemas, pero Stalin disfrutaba decretando el exterminio de millones de personas. Tenía instintos sádicos. Lenin era un idealista, fanático en grado superlativo, creía a ciegas que la abolición del capitalismo y el advenimiento del socialismo extenderían la revolución por todo el mundo. Su muerte tiene algo de trágico: murió decepcionado, perfectamente consciente de que el sueño de la revolución había fracasado. Stalin, sin embargo, llegó a ver cómo la revolución se extendía a gran parte de Europa. Muchos lugares del mundo abrazaron el comunismo estando él en el poder, pero el régimen que creó traicionó el espíritu de la revolución. Una diferencia importante con respecto a Lenin era que poseía un ego desaforado.

P. Cuando compara a Stalin con Hitler, parece que se desdibujan las diferencias, pese a que sus ideologías eran antagónicas.
R. Los dos fueron responsables directos de la muerte de millones de personas, que perpetraron en nombre de sus ideologías, que se sustentaban sobre premisas radicalmente distintas. El nazismo se apoyaba en la sangre, y el comunismo, en la fe, pero en cuanto a la persecución que cada uno de los dos regímenes llevó a cabo no hubo apenas diferencias. Ambos construyeron campos de exterminio. Stalin también persiguió a gente en virtud de su origen nacional. Y es un hecho que acabaron colaborando. En el balance final, los dos regímenes tienen mucho en común.

P. ¿Cómo explica que Alexandr ­Solzhenitsin, cuya repulsa al régimen soviético es comparable a la suya, estuviera en total desacuerdo con sus tesis sobre la Revolución Rusa?
R. La raíz de nuestra discrepancia estriba en que para él la Revolución Rusa fue una violación de la historia, un atentado contra el espíritu ruso, mientras que en mi opinión la Revolución Rusa hundía sus raíces en el pasado del país, está profundamente imbricada con su historia.

P. Usted sostiene que en la historia del pueblo ruso hay una larga tradición de admiración por los líderes fuertes, autócratas.
R. Los rusos no soportan la debilidad. Les gustan los líderes fuertes. Hay una razón histórica por detrás de todo esto: el Estado ruso no ha sido nunca suficientemente coherente, y la única manera de darle coherencia es mediante la intervención de un líder potente. Todos los héroes de la historia rusa son personalidades fuertes: Iván el Terrible, Pedro el Grande, Alejandro III, Stalin, y ahora Putin, un autócrata que cuenta con la aprobación del 85% de la población.

P. ¿En qué consistió su trabajo como asesor de Ronald Reagan?
R. Me nombró miembro del Consejo Nacional de Seguridad para cuestiones relacionadas con la Unión Soviética y Europa Oriental.

P. ¿Qué era el Equipo B, creado por usted?
R. Un equipo de trabajo integrado por expertos que realizaban labores de inteligencia para la CIA en relación con el futuro de la Unión Soviética. Complementaba el trabajo del Equipo A, que realizaba directamente la CIA.

P. ¿Cree que Reagan aceleró la caída del imperio soviético?
R. Sí, aunque el régimen soviético cayó por razones internas, no por influencia externa de ninguna clase. ­Reagan no provocó el colapso, el colapso vino de dentro.

P. Reagan fue su presidente favorito. ¿Qué opinión le merece Obama?
R. Es un hombre débil, y su política exterior, muy desacertada.

P. ¿Qué piensa de Donald Trump?
R. Tengo una opinión muy baja de él. Me gustaría que me decepcionara y resultara ser mejor de lo que creo que es; tiene un ego desaforado, que me recuerda mucho a ciertos dictadores europeos. Es totalmente distinto a todos los presidentes americanos que yo haya estudiado jamás. Soy republicano, pero en las últimas elecciones voté demócrata. Ahora mismo EE UU atraviesa una crisis gravísima, de la que la elección de Trump es un síntoma inequívoco. Hace 20 o 30 años eso no hubiera podido suceder. Me resulta incomprensible que la gente le haya votado y no sé qué esperan que haga. Ser presidente de EE UU requiere ciertas cualidades de las que Trump carece.

P. ¿Qué va a pasar?
R. Lo van a echar, es capaz de violar la Constitución.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/01/27/babelia/1485532487_550316.html

MÁS INFORMACIÓN



(1) Lo he colgado en mi blog como ejemplo de encumbramiento de una persona a un nivel que objetivamente no parece merecer por méritos como historiador. ¿Cómo hace tranquilamente todas esas afirmaciones sin relación causal con los hechos? Y recibe, además, honores por ello de la Universidad clasificada con el número uno en la casi totalidad de clasificaciones internacionales de calidad de universidades.
Sin duda, la primera razón es que el sesgo de sus publicaciones esta escorado a la derecha, hacia los poderosos y en eso trabajó directamente para Reagan en el llamado por él, grupo B, con la función de procurar argumentos ideológicos para su puesta en práctica en la Guerra Fría.

Ignora los antecedentes.
Pipes, de origen judío, tiene que huir de Polonia, su país, cuando es invadida por los alemanes y, con seguridad, gracias a ello, se salvó de morir asesinado, de hambre o por gas tóxico en un campo de concentración, como le ocurrió a 6 millones de personas de su etnia. Pues bien, aún así, afirma que la II G. M. la provocaron los soviéticos, cuando lo que hicieron fue defenderse de la invasión, como muestran el desarrollo de los acontecimientos y los hechos.

La afirmación de que la revolución rusa no tuvo nada de positivo, hecha por un historiador, no se comprende más que admitiendo que se ignoran los hechos y se defienden ideas preconcebidas. En primer lugar se ignoran voluntariamente el régimen de servilismo imperante en Rusia, donde las personas eran compradas y vendidas como si fueran propiedades del patrón. La miseria, el hambre, el maltrato, las injusticias y abusos, campaban a sus anchas. Hay numerosos testimonios de ello,... "los relatos de Chéjov constituyen a juicio de muchos, los más perfectos que nos regala la literatura universal. Entre ellos, en “Los campesinos” (1897), Nikolái Chikildéiev, camarero en Moscú, enferma gravemente y se ve obligado a ir a vivir con su familia a la aldea, donde morirá en poco tiempo. Conocemos así las condiciones de vida del campo ruso bajo el zarismo en su real dureza. No es la miseria física sólo y el hambre saciada con mendrugos de pan remojados en agua. Más allá de ella, es la ignorancia extrema, la brutalidad del hombre con la mujer y del fuerte con el débil siempre, el infierno del alcohol (calderos de vodka), y el destino de los niños nacidos entre la podredumbre, enfermos de alma y cuerpo."...

Se ignoran los antecedentes como la llamada revolución de 1905, donde en una manifestación pacífica, de familias enteras, que pedían mejoras laborales, fueron asesinados por el ejercito más de 2000 obreros y campesinos, niños y mujeres, ignorándose la cifra exacta.

Se ignora también la desastrosa marcha de la guerra ruso-japonesa. En febrero de 1905, el ejército ruso fue derrotado en Mukden, perdiendo alrededor de 90.000 hombres. Ante estas derrotas, el ministro Serguéi Witte emprendió rápidamente las negociaciones de paz con Japón, firmando el 5 de septiembre el Tratado de Portsmouth con mediación de Estados Unidos y donde el Imperio Ruso se reconocía derrotado. ...

Ignora lo que aportó la revolución y lo que supuso.
Le podemos contestar con las palabras de otro profesor universitario, en este caso de la U. de Coimbra.
"¿Puede el capitalismo promover el bienestar de las grandes mayorías sin que esté en el terreno de la lucha social una alternativa creíble e inequívoca al capitalismo? Este fue el problema de que la Revolución Rusa resolvió, y la respuesta es no.

La Revolución Rusa mostró a las clases trabajadoras de todo el mundo, y muy especialmente a las europeas, que el capitalismo no era una fatalidad, que había una alternativa a la miseria, a la inseguridad del desempleo inminente, a la prepotencia de los patrones, a los gobiernos que servían a los intereses de las minorías poderosas, incluso cuando decían lo contrario. Pero la Revolución Rusa ocurrió en uno de los países más atrasados de Europa y Lenin era plenamente consciente de que el éxito de la revolución socialista mundial y de la propia Revolución Rusa dependía de su extensión a los países más desarrollados, con sólida base industrial y amplias clases trabajadoras. En aquel momento, ese país era Alemania.

El fracaso de la Revolución alemana de 1918-1919 hizo que el movimiento obrero se dividiera y buena parte de él pasase a defender que era posible alcanzar los mismos objetivos por vías diferentes a las seguidas por los trabajadores rusos."... (Boaventura de Sousa Santos)

La existencia de la URSS dió lugar al reformismo, sobre todo en Europa. "...el reformismo dio origen a la socialdemocracia europea, un sistema político que combinaba altos niveles de productividad con altos niveles de protección social. Fue entonces cuando las clases trabajadoras pudieron, por primera vez en la historia, planear su vida y el futuro de sus hijos. Educación, salud y seguridad social públicas, entre muchos otros derechos sociales y laborales. Quedó claro que la socialdemocracia nunca caminaría hacia una sociedad socialista, pero parecía garantizar el fin irreversible del capitalismo salvaje y su sustitución por un capitalismo de rostro humano.

Entretanto, del otro lado de la “cortina de hierro”, la República Soviética (URSS), pese al terror de Stalin, o precisamente por su causa, revelaba una pujanza industrial portentosa que transformó en pocas décadas una de las regiones más atrasadas de Europa en una potencia industrial que rivalizaba con el capitalismo occidental y, muy especialmente, con Estados Unidos, el país que emergió de la Segunda Guerra Mundial como el más poderoso del mundo." (Boaventura de Sousa Santos).

La guerra fría fue la que "determinó el perdón, en 1953, de buena parte de la inmensa deuda de Alemania occidental contraída en las dos guerras que infligió a Europa y que perdió." (Aquí muestra, al contrario de Pipes que llega a acusar a la URSS, que las dos guerras mundiales las provocó Alemania)(idem)

"Los últimos años mostraron que, con la caída del Muro de Berlín, no colapsó solamente el socialismo, sino también la socialdemocracia. Quedó claro que las conquistas de las clases trabajadoras en las décadas anteriores habían sido posibles porque la URSS y la alternativa al capitalismo existían. Constituían una profunda amenaza al capitalismo y éste, por instinto de supervivencia, hizo las concesiones necesarias (tributación, regulación social) para poder garantizar su reproducción. Cuando la alternativa colapsó y, con ella, la amenaza, el capitalismo dejó de temer enemigos y volvió a su voracidad depredadora, concentradora de riqueza, rehén de su contradictoria pulsión para, en momentos sucesivos, crear inmensa riqueza y luego después destruir inmensa riqueza, especialmente humana." (Idem)

Ignora el presente y el posible futuro
"Desde la caída del Muro de Berlín estamos en un tiempo que tiene algunas semejanzas con el período de la Santa Alianza que, a partir de 1815 y tras la derrota de Napoleón, pretendió barrer de la imaginación de los europeos todas las conquistas de la Revolución Francesa. No por coincidencia, y salvadas las debidas proporciones (las conquistas de las clases trabajadoras que todavía no fue posible eliminar por vía democrática), la acumulación capitalista asume hoy una agresividad que recuerda al periodo pre Revolución rusa. Y todo lleva a creer que, mientras no surja una alternativa creíble al capitalismo, la situación de los trabajadores, de los pobres, de los emigrantes, de los jubilados, de las clases medias siempre al borde de la caída abrupta en la pobreza no mejorará de manera significativa. Obviamente que la alternativa no será (no sería bueno que fuese) del tipo de la creada por la Revolución rusa. Pero tendrá que ser una alternativa clara. Mostrar esto fue el gran mérito de la Revolución rusa." (Boaventura de Sousa Santos)

Otro profesor de Historia, Josep Fontana, lo tilda de energúmeno, no de historiador, había sido reclutado por Bush padre para el grupo B. Sus afirmaciones son relatos inventados para la Guerra Fría.

sábado, 4 de febrero de 2017

“La izquierda cree que sus ideas son tan estupendas que no le hace falta defenderlas”. ENTREVISTA a Susan George de ATTAC.

"En realidad, la austeridad funciona muy bien para lo que ha sido diseñada: transferir riqueza de abajo a arriba. Y nos han convencido de que es el mejor resultado"
La presidenta de honor de ATTAC, la politóloga Susan George.
"Ahora hay gente que se está rebelando, pero la mayoría vota contra sus intereses, vota a Trump. 
Todo su gabinete proviene de las grandes empresas. Pero la gente corriente vota esto, creen que en su interés"

En 2018 cumple 20 años el movimiento ATTAC. Nacido en Francia como grupo de presión a favor de la introducción de una tasa a las transacciones financieras internacionales (conocida popularmente como Tasa Tobin), su propósito es organizar a la sociedad civil para “poner freno a la dictadura de los poderes económicos, ejercida a través de los mecanismos de mercado”. A finales de enero, Madrid ha acogido una reunión de ATTAC Internacional, en la que participa su presidenta de honor y del Transnational Institute de Ámsterdam, Susan George. Esta lúcida filósofa y analista política nacida en Ohio (EEUU) hace 82 años (desde 1994 tiene la nacionalidad francesa) es la autora de la célebre distopía “El Informe Lugano”.

¿Cómo cree que pueden afectar al comercio internacional las recientes decisiones del nuevo presidente estadounidense Donald Trump de dinamitar distintos tratados comerciales internacionales?
Estoy encantada de que Trump se haya desembarazado del Tratado Transpacífico (TTP), y espero que también lo haga con el europeo TTIP. Creo que probablemente lo hará, porque ha dicho que quiere establecer acuerdos bilaterales. Si se deshace de estos dos grandes tratados, no creo que perjudique al comercio mundial en absoluto, porque no se trataba de comercio, sino de dar más privilegios regulatorios a las grandes compañías transnacionales. Si se llega a acuerdos bilaterales, puede incluso ser beneficioso. No digo que todas las decisiones económicas (de Trump) sean beneficiosas, pero usted me ha preguntado por el comercio.

En los últimos meses hemos vivido una sucesión de filtraciones, como los Papeles de Panamá. ¿Cómo contempla esta nueva forma de conocer los desmanes de las empresas para defraudar impuestos?
Es muy buena, los periodistas realmente están haciendo su trabajo. Cientos de miles de personas pueden comprender ahora mejor lo que significa un paraíso fiscal y cómo funciona, y cómo están robando dinero que pertenece a los ciudadanos. Por ejemplo, en Francia se ha hecho un estudio parlamentario que muestra que entre 60.000 y 80.000 millones de dólares han desaparecido de los fondos del Tesoro. Impuestos que no se han pagado porque transferencias que se tendrían que haber hecho en el país no se hicieron. La mayoría de la gente no supo estas cosas hasta que se publicaron en los periódicos. Gracias a filtraciones como "Los Papeles de Panamá" mucha más gente sabe que les han estado robando a ellos, directamente, de sus hospitales, de su transporte público.

Una de las razones de la desigualdad es que las multinacionales no estén pagando todos los impuestos que deberían.

Tengo un amigo que es inspector de hacienda retirado, y le planteé esa pregunta hace muchos años: “¿Están las transnacionales pagando todos los impuestos que deben?”.
Y me contestó: “Siempre pagan algo, pero pagan lo que quieren”. Deberían decir en cada país en el que operan cuáles son sus volúmenes de ventas, cuáles son sus beneficios, cuántas personas tienen empleadas, lo básico, y entonces podemos decidir cuánto tienen que pagar. No sería tan difícil, resolvería muchas cosas, pero no tenemos los instrumentos legales adecuados para ello. Y Trump probablemente va a hacer que continúe siendo así.

Varios países, entre ellos España, han dicho que estarían dispuestos a implementar una tasa a las transacciones financieras internacionales, una suerte de tasa Tobin como la que defiende ATTAC.
¿Ve posible este escenario?
Por desgracia, fue Francia, mi país, el que evitó que se implementase en el pasado. Pero me parece muy bien que España se haya mostrado a favor. En algún momento tendrán que aplicarla, porque de nuevo volvemos a la cuestión de que nuestros ahorros están siendo robados. Una vez que la gente lo sabe, piensa que su dinero puede gastarse mejor que ir al bolsillo de los más ricos del mundo.

Por eso la información es tan importante. Cuando yo comencé en el activismo y en la política, decíamos “debéis salir de Vietnam”. Y la gente quizá estaba de acuerdo, o quizá no, pero sabían de lo que estabas hablando. Ahora las respuestas son más largas y complejas. La información es muy importante y es muy importante seguir repitiéndola.

Los índices de desigualdad están creciendo incluso si nuestros gobiernos hablan de subidas de PIB. ¿Cree que se puede decir que la crisis económica forma parte del pasado?
Es que no creo que sea una crisis. Una crisis significa algo terminal, significa que o vas a recuperarte o vas a morir, pero no dura casi diez años. Esto no es una crisis, es una enfermedad que está siendo fomentada por las políticas económicas actuales. En realidad, la austeridad funciona muy bien para lo que ha sido diseñada: transferir riqueza de abajo a arriba. Y nos han convencido de que es el mejor resultado.

¿Qué opina de la idea de que el desempleo está creado por los gobiernos y por los poderes para mantener a la gente con miedo, para que no se rebelen?
No sé si es deliberado crear miedo. Pero escuché una charla de Tony Benn (un destacado diputado laborista británico, fallecido en 2014) en la que empezaba diciendo “el miedo es la disciplina de la economía capitalista”. Es una manera muy elegante de decirlo. Si los gobiernos lo hacen aposta, no lo sé, porque tendrían mucho más éxito y serían reelegidos si luchasen contra el tipo de desigualdad que vivimos en nuestros países.

A mediados de los años 70, en Europa las rentas del trabajo eran el 70% y las del capital del 30%. Ahora las rentas del trabajo son del 60% y las del capital del 40%. Así que se ha perdido un 10% de riqueza en el bolsillo de la gente. Un 10% del PIB europeo son algo así como 1,6 billones. Es mucho dinero que no va a ir al consumo y la inversión europeas, y que no pagará impuestos por ello.

Así que no es un misterio que en los últimos años la gente tenga menos que gastar, que la gente esté corta de dinero. Entonces la pregunta es pertinente. ¿Es que los gobiernos lo hacen aposta o es que no saben economía? Pero lo que es cierto es que hay una economía equivocada (la de la austeridad) que se ha convertido en la biblia. Y para convencer de ella hay enormes inversiones en think tanks, en libros, artículos, tribunas universitarias, jueces, instituciones religiosas.

Gramsci en los años 20 ya dijo “puedes ganar a través de la violencia, pero también a través de sus cabezas. Y para hacer eso tienes que usar las instituciones”. Y eso es lo que la izquierda no ha entendido y la derecha, sí. La izquierda cree que sus ideas son tan estupendas que no hay que defenderlas (somos generosos, somos simpáticos, defendemos los derechos humanos). Pero el problema es que la derecha ha logrado enmarcar estas cuestiones de manera que han dicho a la gente, y les han convencido: “Si no tienes trabajo y eres pobre, es tu culpa. No eres organizado y te mereces lo que tienes”. Mucha parte de este mensaje ha sido interiorizada.

¿En qué se nota?
Ahora hay gente que se está rebelando, pero la mayoría vota contra sus intereses, vota a Trump. Todo su Gabinete proviene de las grandes empresas. Pero la gente corriente vota esto, creen que en su interés. El Brexit es parecido, creo que la gente corriente tiene una idea equivocada de lo que va a pasar allí, porque las leyes sociales británicas son peores que las europeas, en cuanto a salario mínimo, horas extra, en aspectos sociales van a estar peor, pero lo votaron probablemente por miedo a la inmigración, aunque estén equivocados.

Fuente:
http://www.eldiario.es/economia/Susan-George-izquierda-estupendas-defenderlas_0_606140272.html

Desigualdad y pobreza.

Aquí Leonard Cohen en tve.
http://rtve.es/v/453198

miércoles, 11 de enero de 2017

Una conversación con John Berger en 1995. Al borde del abismo, pero no sin esperanza


¿Será posible que esta entrevista con el escritor, poeta, cineasta, pintor y crítico de arte John Berger (1926- 2017) finalmente no se publicase en su día? Tuve la fortuna de dar con su obra hacia 1987, y de tratarle en varias ocasiones, algunos años después. Cambiamos alguna carta; compartimos alguna manifestación del 1º de mayo en Madrid; planeé un libro con textos suyos que finalmente no llegó a buen puerto. En nuestro tiempo de conciencias sonámbulas, su voz es una de las que nos seguirán ayudando a vivir. La conversación tuvo lugar el 14 de noviembre de 1995 en Barcelona, adonde el escritor había acudido para presentar su última novela por entonces (Hacia la boda, Eds. Alfaguara, Madrid 1995, 234 págs.), publicada simultáneamente en inglés y en castellano.

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Jorge Riechmann.- Querría empezar con una pregunta sobre la traducción y las traducciones. Alfaguara, que se distingue favorablemente de la mayoría de las editoriales por consignar el nombre de sus traductores y traductoras en la portada, en esta ocasión lo ha olvidado en su novela Hacia la boda (To the Wedding). Supongo que la traductora es Pilar Vázquez, que ha vertido casi todos sus textos al castellano…

JOHN BERGER.- Es un error lamentable. Se trata efectivamente de Pilar Vázquez, que es una traductora excelente. De hecho, puedo juzgar sus traducciones incluso sin leer español, sólo a partir de las conversaciones que tenemos acerca de los textos, de las preguntas que me hace. Es un privilegio contar con una única traductora al español como Pilar, que va traduciendo todo lo que escribo. Es una de mis primeras lectoras y de alguna forma conoce lo que hago incluso mejor que yo. Ve detrás de las palabras, que es lo que realmente importa.

A menudo se minusvalora la labor de los traductores. ¿Ha tenido usted experiencias interesantes al ser traducido a otras lenguas? ¿Siente que en algún país se le lee mejor que en otros?

En primer lugar: yo mismo he trabajado como traductor, y por eso siento una fuerte solidaridad con los traductores. En los años cincuenta fui el primer traductor al inglés del Cahier d’un retour au pays natal de Aimé Césaire; una obra difícil de traducir pero extraordinaria. Del francés traduje también dos novelas de Nella Bielsky, con quien escribí una obra de teatro acerca de Goya titulada El último retrato de Goya (Goya’s Last Portrait). En colaboración, he traducido poemas de Brecht.

Dejé Gran Bretaña definitivamente hace treinta años. No me siento un escritor británico: si tuviera que definirme, diría que soy un escritor europeo. Me da la impresión que los dos países donde se lee mi trabajo con mayor atención son España y Alemania. Pero creo que eso no me atañe sólo a mí: quizá los dos países europeos que en la actualidad están más abiertos a pensamientos y literaturas extranjeras sean Alemania y España. Por ejemplo Francia, donde vivo, en este momento se halla muy cerrada sobre sí misma.

Tanto Alemania como España vivieron años de fascismo; por eso, quizá, cuando se liberaron han sido más abiertas. Si uno se pregunta qué es Gran Bretaña, a pesar de la actual crisis de identidad nacional, la imagen de Gran Bretaña sigue siendo de algún modo la que se forjó en el siglo XIX. Si se pregunta a un francés por su imagen de Francia, aunque parezca una locura, se trata de la imagen que proviene de la Revolución Francesa de 1789. Aún más curioso: si preguntamos a un ruso qué es Rusia, seguro que toparemos con una imagen del siglo XIX, anterior a la Revolución de Octubre. Pero en el caso de España y Alemania, su historia reciente hace que hayan tenido que examinarse a sí mismas a la luz del siglo XX, preguntándose qué es España, qué es Alemania, en qué consiste ser español o ser alemán, a partir de experiencias del siglo XX. Quizá por ello sean países más abiertos a lo que sucede fuera de sus fronteras.

Mi experiencia más positiva de traducción tuvo lugar cuando escribí un libro titulado El séptimo hombre (The Seventh Man), junto con el fotógrafo John Mohr, con quien he colaborado en muchas otras ocasiones. Trata de los trabajadores inmigrantes en Europa. El séptimo hombre es un libro singular: contiene debate político, poemas, fotografías, historias, todo ello acerca de las experiencias que hicieron a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta trabajadores españoles, portugueses, turcos, griegos, magrebíes, que trabajaban en Suiza, Suecia, Alemania o Francia. Este libro se tradujo muy deprisa al griego, al turco, al árabe y al español. Fue una experiencia muy grata, porque el libro –en ediciones baratas– llegó efectivamente a las manos de sus protagonistas. Algunos años más tarde visité a un amigo turco en Estambul y juntos fuimos a ver a un sindicalista amigo suyo que vivía en un poblado de chabolas. Nos recibió con la extraordinaria hospitalidad que se practica en las chabolas, y entre sus pocos libros estaba éste. Cuando una cosa así le sucede a un escritor, uno piensa que vale la pena seguir escribiendo.

Ha hablado de la cerrazón cultural en Francia, el país donde vive. ¿Tiene usted relación con la sociedad literaria francesa?

No tengo relación con la vida literaria parisina. Escribo de vez en cuando para Le Monde Diplomatique, que en mi opinión es la revista francesa más interesante. Su director, por lo demás, es español: Ignacio Ramonet.

Si a alguien que todavía no ha leído su última novela, Hacia la boda, se le dice que el narrador es griego y es ciego, seguramente pensará en Homero, el origen convencional de la literatura Occidental. Sin embargo, no hay en su narrativa movimientos regresivos, ni nostalgia de ningún imposible origen. La mirada no se dirige al pasado por nostalgia. La memoria del origen es condición necesaria para que pueda existir futuro, pero el origen no es un valor en sí mismo, ¿no cree?

La nostalgia no es un sentimiento que me interese en absoluto. Cuando comencé a escribir la trilogía acerca de los campesinos, De sus trabajos (Into Their Labours), mucha gente –incluyendo gente de izquierda– me reprochó nostalgia, escapismo, como si intentase buscar refugio en el pasado y en la vida rural, en una especie de paraíso bucólico. Pero no era verdad.

Por otro lado, si hablamos de Homero o de los trágicos griegos, creo que está sucediendo un fenómeno interesante en casi toda Europa. Hace veinticinco años estas obras apenas se representaban ni atraían a mucho público. La cosa ha cambiado profundamente en los últimos diez o quince años: no sé si también en España, pero desde luego en Gran Bretaña, Francia o Alemania ha cambiado. Esto es muy interesante, no con la perspectiva de reencontrar un valor con el que vivir hoy. No insinúo en absoluto que la gente esté hoy viviendo tragedias griegas; pero se ve que éstas, de alguna forma, son relevantes para su vida.

En la misma semana en que Hacia la boda llegaba a las librerías españolas aparecía una reseña en el diario El País. Alfaguara es una editorial importante, El País es el “diario de referencia” en España –así lo afirman con orgullo los periodistas que trabajan en él– y tanto el periódico como la editorial pertenecen al mismo grupo empresarial, muy poderoso en el sector de las comunicaciones. La reseña es inteligente y comprensiva, aunque algo llama la atención: se presenta la novela como “una historia de amor en los tiempos del SIDA”, pero ni se menciona la reflexión sobre el comunismo y sobre la “esperanza al borde del abismo” que es uno de los hilos centrales de la trama que forma el libro. La omisión es significativa.

En el ensayo de hace unos años “Perdido en Cape Wrath” escribía usted: “En el mundo moderno, en el que miles de personas mueren a cada hora por problemas políticos, ningún escrito de ninguna parte puede llegar a ser creíble a menos que esté dotado de conciencia política y de principios”. En otro ensayo, “El pájaro blanco”, señalaba que “No se puede dar una charla sobre estética sin hablar del principio de esperanza y de la existencia del mal”. Se diría que esto es lo que no quiere oír el reseñador de El País.

Hay dos vías para contestar. Puedo en primer lugar hablar sobre lo que significa ser escritor y publicar. En todo el mundo hay bolsas de resistencia; no grandes movimientos sociales, pero sí bolsas de resistencia. Algunos intelectuales, escritores y artistas trabajamos desde estas posiciones. Me parece que tenemos que comprender y aceptar esta situación. Desde la perspectiva de estas bolsas de resistencia, creo que debemos intentar pasar de contrabando en los medios masivos lo que tenemos que decir. Publico artículos en El País y me alegro de poder hacerlo. Sin identificarme con el periódico, me parece bien que publiquen lo que gente como yo o como Eduardo Galeano escribimos. Claro que hay límites en esto: no aceptaría publicar en un periódico fascista o de extrema derecha.

Por otro lado, es absolutamente cierto que en los medios audiovisuales masivos y en los periódicos de gran tirada prevalece eso que los rusos solían llamar “lenguas de madera” en los tiempos del estalinismo. Es decir: un blablablá átono, y el rechazo a acoger ninguna experiencia real. Uno tiene la impresión de que lo que se escribe en estos medios tiene cada vez menos relación con las vidas de la gente.

Hay un escritor y periodista a quien admiro mucho, el escritor polaco Kapuczinsky. En su último libro acerca del imperio ruso dice que existen en el mundo actual dos escalas temporales distintas. Por una parte la escala temporal de los medios masivos, donde cada día y cada hora hay noticias nuevas, cambios y decisiones, muchas veces con urgencia, sacudidas continuas: podríamos representarla con una línea ascendente dentada y llena de altibajos. Pero además hay otra escala: el tiempo de las vidas de la gente, y de sus esfuerzos por sobrevivir. En esta segunda escala no cambia casi nada, excepto que las cosas van empeorando poco a poco. La representación sería una curva que declina lentamente. Esta es una de las razones que explican el creciente escepticismo de la gente en lo que atañe al discurso político oficial: tiene cada vez menos que ver con la realidad. Esta situación crea la posiblidad de que la extrema derecha –que no emplea una lengua de madera– gane atractivo.

Hace unos pocos meses, después de que cincuenta pensadores y artistas españoles escribiesen una carta abierta al gobierno mejicano pidiendo que negociasen con los zapatistas en lugar de intentar liquidarlos, el subcomandante Marcos les contestó. Esta carta de respuesta se publicó en El País y también –sorprendentemente– en Le Monde. ¡Una página entera en Le Monde! Leerla fue una experiencia extraordinaria: un hombre, de repente, estaba hablando realmente. Hablando de política, de poesía, de lo que está en los corazones de la gente. Fue extraordinario: de golpe, en medio de este desierto de discurso petrificado, había una voz.

1968: la “primavera de Praga”. Un acontecimiento que ocupa un lugar central en nuestro siglo, y también en Hacia la boda. “Ninguno de vosotros tendréis nunca el futuro por el que lo sacrificamos todo”, dice Zdena, la arquitecta checoslovaca y madre de Ninon, en la página 31. Y dice Tomas, el taxista/ enciclopedista de Bratislava: “Para que algo esté muerto tiene que haber estado vivo antes. Y éste no fue el caso del comunismo” (p. 163). También es Tomas quien afirma: “Estamos viviendo al borde, y es difícil porque hemos perdido la costumbre. (…) Estamos al borde de un acantilado pero no desesperanzados” (p. 172 y 175).

La observación de Tomas la hace él. Es posible que yo la comparta, pero eso no importa, es él quien la enuncia. Los pasados de Zdena y de Tomas son muy opuestos: ella apoyó a Dubcek en 1968 mientras que Tomas, quizá por cansancio o cobardía y también para no perder su trabajo, continuó apoyando al régimen. No muy activamente, pero apoyándolo al fin y al cabo.

Por otro lado, me opongo totalmente a la hipocresía que determinados intelectuales occidentales practican ahora respecto a los intelectuales de Alemania Oriental que defendieron el Muro de Berlín o tuvieron que ver con la polícía secreta. Es un juicio que uno no podría hacer más que si hubiese vivido también bajo aquellas circunstancias. Hasta yo mismo, con mi limitada experiencia de Europa Oriental durante los años cincuenta y sesenta, sé más al respecto que estos intelectuales nuestros. Es tan fácil hacer frívolos juicios morales retrospectivos, juicios que no tienen nada que ver con la vida.

Tuve la suerte de estar en Praga en agosto de 1968, y escribí con frenesí sobre lo que estaba sucediendo. Volví al año siguiente invitado por la Unión de Estudiantes de Praga, en la última ocasión en que tuvieron libertad para organizar una reunión. Invitaron a algunos escritores e intelectuales occidentales. Fue una ocasión singular. Estábamos unas cien personas, la mayoría estudiantes checos, y dieciocho occidentales. Nos pidieron que habláramos y lo fuimos haciendo uno a uno. Un trotskista expuso la típica argumentación trotskista sobre la necesidad de armar al pueblo, etc. Un holandés dijo que lo que hacía falta eran acciones civiles noviolentas, que había que confiar en la fuerza de una opinión pública movilizada, y rememoró las acciones con las “bicicletas blancas” en el Amsterdam de los sesenta, bicis que no pertenecían a nadie y todos podían usar. Así fuimos hablando todos, cada uno con su receta. Esta gente había ido para apoyar a los estudiantes: pero estábamos tan lejos de todo aquello, la distancia era tan enorme. Al final un estudiante checo se levantó y dijo: “Compañeros, gracias por venir. Os deseo felices sueños. Para nosotros, el único problema ahora es cómo sobrevivir sin perder el mínimo de respeto por uno mismo que es necesario para sobrevivir.”

El mal natural en To the Wedding: el SIDA, la Peste Negra en el siglo XIV, las pestes venecianas de los siglos XVII y XVIII. Y el mal social omnipresente. En cierto momento, uno de los personajes de Hacia la boda –la anciana que llena para su marido la nevera salvada del vertedero– dice: “Apenas se puede hacer nada, y lo que se hace nunca es suficiente. Pero hay que seguir” (p. 75).

Sí, es la anciana que intenta llevar al frigorífico algo que tiente el apetito de su marido, que envejece y no quiere comer.

Yo pondría en entredicho el concepto de mal natural. No me parece que el SIDA o la Peste Negra representen el mal. Suponen terror, penalidades y sufrimiento, pero el mal no tiene que ver con la naturaleza. El mal pertenece al ámbito del hombre, que tiene libre albedrío. En la naturaleza, después de la creación, sólo hay necesidad. Lo que llamas “mal social” yo lo llamaría sencillamente mal, aunque muchas veces, por descontado, los mecanismos que lo producen son sociales.

Me parece que uno de los males de este siglo ha sido creer demasiado en las soluciones, especialmente soluciones globales. Como si un día las luchas fuesen a acabar. Quizá ahora estemos en mejor situación para entender que las luchas no tienen fin. Hay cambios, derrotas y logros, pero la lucha es continua. No hay ninguna nostalgia en lo que digo, aunque con esto nos situamos en la cercanía de los pensadores, observadores, comentaristas políticos que vivieron antes del siglo XVIII, de la Ilustración. Es con la Ilustración cuando comienza el sueño de las soluciones globales.

No estoy diciendo que no haya soluciones en absoluto: pueden hacerse muchas cosas. Mis observaciones se refieren a la manera en que uno se vincula con las luchas para resolver o mejorar las cosas, con las luchas por la justicia. Esta idea de solución, la idea de utopía en cierto sentido, se relaciona de forma bastante estrecha con creencias milenaristas sobre la posibilidad de construir un paraíso aquí en la Tierra. Desde luego que semejante paraíso no se ha alcanzado nunca, pero en las luchas por alcanzarlo se desarrollaron toda una serie de cualidades humanas muy importantes, como la solidaridad, la valentía, la conciencia de la injusticia y el deseo de justicia. Hace ya muchos años que me dije a mí mismo: supongamos que en lugar de hallarnos en un paraíso terrenal o aproximarnos a él, lo que vivimos sobre la Tierra se asemeja bastante al infierno. ¿No serían entonces aquellas cualidades humanas más importantes todavía, en lo que atañe al alma y la imaginación humana, con independencia de la cuestión del paraíso? Y pienso que efectivamente ésa es nuestra situación.

Hacia la boda y todos sus demás libros están llenos de animales y de reflexión sobre los animales.

Es verdad que los animales desempeñan un papel muy importante para mí. No sé si podré responder con mucha claridad, porque no tengo teoría ninguna al respecto. A los diez años quería ser veterinario: mucho antes de querer ser pintor, fotógrafo o escritor quería ser veterinario. Con el paso del tiempo he aprendido una cosa sobre mí mismo: cuando me deprimo –me pasa a veces–, una de las cosas que me ayuda y en ocasiones me saca de la depresión es ir a un zoológico. No para mirar a los animales más grandes, por supuesto, que viven en condiciones espantosas, sino para mirar a los animales pequeños que están menos traumatizados por las condiciones del zoo. Esto se refiere más bien a una etapa anterior, cuando vivía en la ciudad. Ahora que estoy en el campo, me basta con ir al establo para estar con las vacas o las ovejas. La contemplación de estos animales me devuelve a una vida con sentido. Sigo dibujando mucho, y lo que dibujo mejor son animales.

Hay una argumentación ecológica sobre el trato y maltrato a los animales que hasta cierto punto comparto, desde luego. Pero hay también cierta sentimentalidad de la que me siento distante. Estando –como he dicho– muy apegado emocionalmente a los animales, hubo por ejemplo un período de mi vida en que me convertí en una especie de experto en mataderos. Iba a los mataderos de las ciudades siempre que podía, en París, Londres o Estambul, para ver lo que pasaba allí. Y entablaba relación con los trabajadores del matadero.

Antes del siglo XIX, los animales y su mera existencia ofrecían una vía a través de la cual los seres humanos podían definirse a sí mismos. Eran una compañía de metáforas y paralelismos. Una vez eliminamos a los animales, el hombre se queda completamente solo. Una vez hice un programa para la televisión británica en el que todos llevábamos máscaras de animales. La idea era que todos íbamos a volver al Arca de Noé para abandonar al ser humano, que nos había abandonado a nosotros.

Si nos tomamos este asunto en serio, tendríamos que acabar hablando de la creación, la creación del universo o de la vida. Mi posición es bastante compleja. Acepto, por supuesto, la mayor parte de la teoría de la evolución de las especies. Pero también creo en una creación divina. No se trata en absoluto de ideas irreconciliables, ya que las cuestiones cruciales se refieren al tiempo, a la relación entre el tiempo –donde tiene lugar la evolución– y lo intemporal. Me parece que la creación es algo instantáneo y a la vez eterno. El dualismo de esta forma de pensar, es decir, la aceptación de un tiempo biológico e histórico en el tiene lugar la evolución y al mismo tiempo la creencia en Dios y en una creación divina, me ha acompañado toda ni vida; no se trata de ningún cambio de posición reciente. Y personalmente nunca lo encontré incompatible con el marxismo.

Una pregunta sobre el dar nombre y el cambiar los nombres de las cosas. “En lugar de llamarlo SIDA –le dice Marella a Ninon–, entre tú y yo, sólo entre tú y yo, podríamos llamarlo STELLA” en un paso crucial de la novela (p. 94).

Pensé que este era un paso importante, pero no sé muy bien por qué. Simplemente pensé que podría ocurrir, que Marella diría eso. Responderé con un ejemplo. Cuando alguien es muy desdichado y sufre, creo que una de las formas de hacer frente a esa desdicha y sobrevivir empieza por darle nombre. Esta desdicha o este dolor no son de nadie más: son los de John. De inmediato algo cambia un poco. Con el acto de nombrar arrojamos luz sobre lo anónimo, que siempre está en la frontera de lo absurdo. Y la fuente real de todo dolor y sufrimiento es el espectro de la absurdidad. Acaso el renombrar sea una finta de espadachín en el combate contra lo absurdo.

Ninon no puede matar al hombre-mejillón, el chico que le ha contagiado el SIDA; y Federico, el padre de Gino, se propone matar a Ninon para proteger a su hijo, pero tampoco puede. ¿Cuáles son las circunstancias de la venganza y cuáles las del perdón?

El perdón no es posible sin cierto arrepentimiento por parte de quien ha de ser perdonado: no tiene por qué tratarse de un arrepentimiento verbalizado, ni estoy hablando de arrodillarse para suplicar. Pero si la persona que ha causado un grave daño persiste en la misma línea de acción, entonces el perdón es humanamente imposible. No creo que pueda decirse “perdonad” sin más: hay ciertas condiciones previas para el perdón.

Me parece que la venganza tiene la pureza a la que aspira. De hecho, el acto de venganza aspira a una especie de pureza. Aspira a poner fin a un mal o algo percibido como un mal. Me refiero a un acto de venganza espontáneo, no a nada calculado ni premeditado, y creo que el matiz es importante. Este sentimiento espontáneo de venganza, por supuesto, es un tema muy frecuente en la tragedia griega.

El acto de venganza –ahora estoy hablando de matar– es el acto de exclusión final: supone excluir a una persona de la vida. La condición previa para tal acto de venganza estriba en decir: “Esta persona es diferente. Ya no pertenece a la comunidad humana”. Si a esa persona la representa solamente el acto por el que se quiere cobrar venganza, entonces la exclusión probablemente estaría justificada. Pero de hecho, sólo en muy contadas ocasiones puede un acto único representar a una persona en su totalidad. Si esa persona muestra la persistencia en el mal de que antes hablábamos, y que hace imposible el perdón, ello confirma que esa persona puede ser representada por su acto único y la venganza estaría justificada. Pero lo que sucede a menudo es que, al enfrentarte a esa persona, ves también todo el resto (que es lo que ocurre en los dos casos de la novela que mencionabas antes) y entonces quizá el perdón es posible.

Escribir la trilogía sobre los campesinos Into Their Labours le llevó unos quince años; parece que To the Wedding –cuya acción transcurre en 1994– fue escrita más deprisa. ¿Ha sucedido algo importante, ha aparecido alguna urgencia?

En general todos los libros me llevan mucho tiempo. La trilogía Into Their Labours me llevó quince años, pero son tres libros; en escribir G., que es uno solo, tardé ocho. No tardo tanto porque sea perezoso sino porque reescribo muchas veces. Reescribo cada página entre seis y nueve veces.

Es verdad que To the Wedding es el libro que más deprisa he escrito, con diferencia. Me llevó aproximadamente dos años, aunque también hubo mucha reescritura. Quizá sea porque se trata de un libro de voces. No tuve que calcular estas voces, ellas se presentaban. Parte del libro la escribí casi en trance.

Para usted “el arte es un mediador entre lo que nos es dado y lo que deseamos” (“Magritte y lo imposible”, en Mirar). Por otro lado: “Allá arriba en el cielo no hay necesidad de estética. Aquí, en la tierra, la gente busca la belleza porque les recuerda vagamente el bien. Esa es la única razón de la estética. Nos recuerda algo que ha desaparecido” (Hacia la boda, p. 144). ¿Qué podemos desear en los años finales del siglo XX? ¿Qué hay de la metamorfosis y del anhelo de metamorfosis?

Es una pregunta que resulta imposible responder en general. Se puede responder desde una situación concreta: si estuviéramos en el sur de Méjico, el deseo sería que el gobierno escuche las peticiones de los zapatistas y negocie con ellos. Es un deseo muy sencillo, pero importantísimo.

Acaso se pueda aventurar una respuesta más general sin empantanarnos en la trampa de las soluciones globales que antes señalaba. La práctica de la política en nuestro continente, por ejemplo, no puede reencontrar una conexión con la vida hasta que se haga frente públicamente al siguiente hecho: cada día personas que nunca han sido elegidas ni se presentarán nunca a elecciones, y que tienen más poder que ningún estado en el mundo, toman decisiones que afectan al presente y al futuro del mundo. Cobrar conciencia de esta situación es previo a cualquier posibilidad de cambio fundamental.

La necesidad humana elemental de entender la conexión entre causa y efecto, para poder tomar decisiones a partir de ello, se ve oscurecida y mistificada de una forma increíble. Un deseo general podría ser que cesase esa mistificación. Ello no supondría ningún cambio radical en sí mismo, pero por lo menos existiría la posibilidad de tomar decisiones.

De su práctica como escritor se deduce, en mi opinión, una ética por fortuna más mostrada que enunciada. Si yo tuviera que formularla lo haría así: fidelidad a la propia experiencia; negativa a aceptar la mutilación de la realidad, la amputación de dimensiones importantes de la realidad; arraigo en el momento histórico que a uno le toca vivir. ¿Se reconocería usted en estos principios?

Creo que sólo puedo responder de forma personal. Los últimos veinte años he vivido entre los campesinos de la montaña. No fui a la universidad, pero he aprendido de estos campesinos más de lo que la gente aprende en ninguna universidad. Tengo con ellos una deuda enorme, contraída sólo por haber vivido con ellos, haberles escuchado y haber entendido algunas de sus actitudes. Los campesinos de montaña son muy especiales, diferentes a otros tipos de campesinos. Son tolerantes respecto a las debilidades humanas, sobre todo las que derivan de las pasiones humanas. Saben –como los antiguos griegos– que la pasión es más fuerte que ningún ser humano. Pero hay algo que no toleran. La condena moral más fuerte es cuando llaman a alguien fainéant, haragán. Esto es imperdonable. También para mí es ésta la debilidad humana que me resulta más difícil perdonar. Seguramente resulta bastante injusto, pero es cierto.

Las mentiras a menudo son una forma de la cobardía. Las mentiras me enfurecen, tanto las mentiras personales como las públicas. No es que piense que todo el mundo tiene siempre que estar diciendo siempre toda la verdad, desde luego; el tacto es algo muy importante, y el sentido de la oportunidad. Pero intentar no mentir es muy importante para mí.

No estamos viviendo el mismo momento histórico en todo el mundo. La geografía se ha convertido en historia: viajas a otro continente, o unos cuantos cientos de kilómetros, y de hecho te encuentras en un tiempo histórico diferente. Dominado por el mismo sistema político- económico, pero sin embargo diferente. De hecho, cuando se trata de historia, no necesitamos decir: pensemos ahora en el siglo XVIII, o en el XIX, o en la Edad Media. Basta con decir: pensemos en Bolivia, o en Perú.

Abro aquí un pequeño paréntesis. Hace pocas semanas fui a Roma a mirar la Capilla Sixtina, que no había contemplado después de su limpieza y restauración (pese a las opiniones en contra que se han expresado, yo creo que el trabajo de limpieza es excelente). Escribí entonces un artículo sobre los frescos de la Capilla y también sobre el Juicio Final de nuestro mundo. Y de repente me asaltó una intuición. Vi que algunas fotografías de Sebastiao Salgado son comparables al Juicio Final que pintó Miguel Ángel. Puse las imágenes unas al lado de otras: la semejanza es absolutamente extraordinaria, las correspondencias sobrecogen. Ya ves: aquí tenemos una visión del infierno que históricamente pertenece a los tiempos de la Contrarreforma, cuando Miguel Ángel pintó los frescos. Y sin embargo todo lo que tienes que hacer es ir a Perú o a Bolivia… Es un ejemplo de lo que estaba diciendo antes.

En muchas situaciones, mi daimon protector me induce a pensar en otro lugar, en lo que está sucediendo en alguna otra parte. Pienso: lo que ahora esta ocurriendo allí es tan diferente de lo que ocurre aquí. Muy a menudo, mi imaginación está de viaje por esos otros lugares. Acaso esta sea la forma en que el contexto histórico está presente en mi trabajo; es más bien esto que el buscar referencias históricas.

Hace algunas semanas Salman Rushdie viajó a España, donde –entre otras actividades– visitó Granada en compañía del novelista Antonio Muñoz Molina; éste, además, lo entrevistó para El País. En cierto momento de la entrevista Rushdie se refirió a usted. Decía que John Berger había criticado, en un artículo publicado en The Guardian, la protección que le ofrecían los gobiernos europeos, y en cierto modo asimilaba su actitud a la de los integristas islámicos. ¿Podría esclarecer su posición en este asunto y quizá, más en general, respecto a los integrismos?

Es mentira que yo haya criticado que se le ofrezca protección. Nunca escribí nada semejante. Lo que es cierto –y quizá le haya llevado a lanzar esas injustas acusaciones– es que después de la publicación de su libro Los versículos satánicos, cuando se había dictado la fatwa contra él y algunas otras personas ya habían perdido la vida (traductores y editores del libro en diversos países) y otras la estaban arriesgando a causa de este libro, escribí un artículo donde decía que lo que estaba en juego eran dos ideas diferentes de lo sagrado. Nosotros, en Occidente, hemos santificado el derecho a la libre expresión. Deberíamos ser capaces de entender que para millones de personas el Corán es sagrado: más sagrado que la Biblia, de hecho, porque el Islam cree que en él se contienen las palabras textuales de Dios. Se confrontan, así, dos nociones de lo sagrado; y deberíamos poder reconocer el sentimiento legítimo de ofensa que el libro de Rushdie originó. Por supuesto que condené y condeno su condena a muerte.

Mi artículo resultó disonante en aquel contexto y él lo consideró algo extremadamente hostil: como si yo apoyase a los integristas islámicos, lo cual no es cierto. Se da la circunstancia, sin embargo, de que ahora que ha desaparecido el espectro del comunismo, se construye un espectro del Islam para que vaya ocupando su lugar. Creo que hay que cuestionar esta operación y oponer resistencia. El atractivo del Islam en Argelia o en los suburbios de París puede explicarse en términos estrictamente marxistas, si se quiere: ofrece a poblaciones desheredadas y oprimidas un mínimo de protección social y de sentimiento de identidad. Esto es lo que Rushdie parece ignorar totalmente.

Yo no condeno a Rushdie en absoluto. Lo que pongo en entredicho es la lógica de algunos pensamientos y decisiones suyas, que le afectaban no sólo a él sino también a otras personas. Por otra parte, lo que ha sufrido y está sufriendo es espantoso; su valor –incluso su empecinamiento– merecen respeto.

Usted vive desde hace muchos años en Quincy, un pueblecito de la Alta Saboya francesa. Pero seguramente sabe que existe otro Quincy en EE.UU., a orillas del río Mississipi, unos 150 km. al norte de Saint Louis. No sé si existe algún vínculo histórico…

No creo. Hay varios Quincys en Francia, incluso un vino llamado Quincy que proviene de una zona al sur de París.

Para usted hace mucho que son temas centrales la emigración y el desarraigo.

En nuestro siglo, muchos más millones de personas se han visto obligadas a abandonar su lugar natal y emigrar –por razones económicas y políticas– que en ninguna época anterior. Este es sin duda uno de los fenómenos más importantes del siglo, y ha influido en mi trabajo. Un abuelo mío –el padre de mi padre– fue un emigrante de Trieste: es decir, yo mismo provengo de una familia de emigrantes. Cuando tenía dieciséis años dejé de estudiar y marché a Londres. En muy poco tiempo, mi círculo de amigos –en aquella época eran sobre todo pintores y escultores– se componía casi exclusivamente de emigrantes. Eran polacos, alemanes o húngaros que habían huido del fascismo. Con ellos me sentía como en casa, y por una u otra razón ellos también se encontraban a gusto conmigo, aunque yo era mucho más joven. El primer libro que escribí, una novela titulada A Painter of Our Time, se basaba de hecho en uno de aquellos pintores: no de forma literal, evidentemente, pero sí se inspiraba en él como tipo humano. Así que mis experiencias con emigrantes comenzaron muy pronto.

Me sentía más en casa entre ellos que entre los ingleses. Quizá sea porque los ingleses –de todas las clases sociales, como muestra muy hermosamente la película de Ken Loach Tierra y libertad— viven dentro de un cierto estoicismo. Hay un estoicismo enorme y muy impresionante. No es un rasgo que censure, pero implica que la gente no habla acerca del dolor. Lo sufren, lo soportan, pero no hablan de ello. Mis amigos refugiados y emigrantes de Europa Central y los países eslavos, bastantes de ellos judíos, hablaban mucho acerca del dolor. Lloraban en situaciones en las que ningún inglés lo haría. Yo me sentía más cercano a aquellas expresiones de dolor que al estoicismo inglés. No hay ningún juicio moral en ello, sencillamente era así.

Por último, hace poco tiempo me he dado cuenta de lo siguiente. Cuando escribo me pasa algo bastante extraño: trato de abandonar mi propia ficción. Dejo el lugar donde estoy, me abandono a mí mismo, e intento acercarme todo lo que puedo a otras experiencias o las experiencias de otras personas. Para mí, cada libro ha dado en ser una especie de emigración, una emigración de mi imaginación. Y como en las emigraciones de verdad, sin billete de vuelta. Al final acaba uno volviendo cerca del punto de partida: pero es otro lugar y uno no es la misma persona. Nunca seré la misma persona que se puso a escribir Hacia la boda.

¿Alguna cosa más que quiera añadir para el lector o la lectora españoles, antes de acabar la conversación?

Hay algo de España que me gustaría alabar –pero con toda sinceridad, no por cortesía. Aunque conozco mejor otros países europeos…

¿Cuándo vino a España por primera vez? Por ejemplo, cuando escribía el libro sobre Picasso (Exito y fracaso de Picasso), ¿ya conocía España?

No, no vine a España hasta después de la muerte de Franco, como mucha otra gente de izquierdas. Considerado retrospectivamente, pienso que quizá se trataba de una posición equivocada, pero así fue.

Como decía, aunque conozco mejor otros países europeos, cuando pienso en España hay una cosa que me gusta extraordinariamente. Es un poco difícil de expresar. La mayoría de la gente tiene aquí una manera especial de estar plantada sobre el suelo. No se trata de una actitud, sino la forma de estar de pie viendo alguna cosa: a veces algo bueno –no muy a menudo–, más frecuentemente algo que no es ni bueno ni malo, o algo decididamente malo. Hay una forma española de estar erguido así, bastante diferente de la italiana, la rusa, la francesa o la alemana, y es algo que valoro.

jueves, 5 de enero de 2017

Los ultraliberales y la banalización de la pobreza

Cada año vemos en la prensa noticias que informan sobre el riesgo de pobreza en España, riesgo que se mide con el indicador AROPE (At risk of poverty and/or exclusion), una metodología europea que considera que se está en riesgo de pobreza si se cumple uno de estos tres requisitos: Tener ingresos por debajo del 60% de la mediana del país (8.011€/año para un hogar unifamiliar en España), sufrir privación material severa (cumplir cuatro de las nueve condiciones que se ven aquí) o vivir en hogares con una “intensidad del empleo” de menos del 20% (una jornada completa sería 100%, 20% implica 8 horas/semana por adulto activo del hogar de media). Según los datos de 2015, un 28,6% de la población española está en riesgo de pobreza, mientras los países más avanzados de Europa tienen una tasa AROPE de entre el 15 y el 20%.

Como reacción a estos datos, todos los años encontramos articulistas y medios alineados con el ultra-liberalismo económico que se dedican a desprestigiar los datos del indicador AROPE y a decir que realmente la pobreza es mucho menor de lo que muestra el indicador, que según ellos sobredimensiona el riesgo de pobreza, insinuando que está mal hecho.

¿Cómo lo rebaten? Pues intentando señalar casos hipotéticos de personas que podrían estar en alguna de estas tres situaciones y que, sin embargo, no serían pobres ni estarían en riesgo de serlo. Por ejemplo, podría haber personas que ingresasen en un año menos de 8.000€ pero que viviesen en una casa en propiedad pagada y en una región donde el coste de la vida fuese bajo, en un caso así podría ponerse en duda que esa persona fuese realmente pobre o estuviese en riesgo de serlo. O respecto a la intensidad del trabajo argumentan que es posible que haya personas que trabajen pocas horas a la semana pero que cobrasen mucho dinero por hora o bien que recibiesen otro tipo de rentas no salariales. O incluso he llegado a ver cuestionada la carencia material severa, diciendo que podría darse el caso de un vegetariano que no quisiese tener coche ni TV ni irse de vacaciones una semana al año y que por tanto no se le debería considerar pobre (el argumento es infame, pero os prometo que lo he leído). Rebatiendo cada caso individualmente y mostrando excepciones pretenden desmontar la metodología AROPE y sembrar confusión sobre la misma, buscando que la gente rechace su validez.

Estamos ante el típico caso donde una pequeña parte de verdad se vende como una impugnación a la totalidad en un claro ejercicio de manipulación. Es verdad que la tasa AROPE no es perfecta y que hay muchas situaciones que entran en ese grupo pero que si hiciésemos un análisis pormenorizado no las consideraríamos como riesgo de pobreza. Seguro que hay personas que durante un año no tienen ingresos pero que no los necesitan porque tienen ahorros y capital que no liquidan. También habrá personas que no trabajen y tengan rentas suficientes, o personas que trabajen en la economía sumergida y que por eso aparecen con escasos ingresos cuando realmente no los tienen tan bajos. Por supuesto que hay casos como estos entre los 13,3 millones de españoles que están en riesgo de pobreza según AROPE.

Pero a este argumento se puede desmontar fácilmente haciendo el ejercicio al revés. ¿Cuantas personas están objetivamente en riesgo de pobreza y, por cuestiones metodológicas, no se cuentan en la metodología AROPE? Probablemente muchas también. Por ejemplo, ¿cuantos hogares superarán el 60% de los ingresos medianos gracias a las pensiones que cobran los abuelos que viven en él? Estos hogares están en riesgo objetivo de pobreza porque en cuanto muera el pensionista entrarán indefectiblemente en él. Otro ejemplo ¿cuántas familias no están en carencia material severa porque sus padres les ayudan económicamente, les pagan las facturas cuando no pueden pagarlas o hasta las vacaciones? Seguro que todos conocemos casos así. O respecto a la baja intensidad del empleo, solo se contabilizan las personas hasta 59 años ¿No hay hogares con personas de entre 60 y 65 años con esa baja intensidad en el empleo y que no habrán sido contabilizados?

Pretender ridiculizar un índice por las excepciones o las anécdotas es absurdo, sobre todo cuando se pueden hacer las mismas excepciones en sentido contrario y a lo mejor nos encontramos con que la tasa AROPE no solo no está hinchada, sino que podría hasta quedarse corta.

Pero más allá de esto creo que es importante señalar muy bien qué mide AROPE y por qué sí es una medida adecuada. AROPE no mide la pobreza en un año concreto, mide el riesgo de pobreza que es algo más amplio pero quizá incluso más importante. Los ultra-liberales restan importancia al indicador por no contemplar sólo la pobreza de ese momento pero el riesgo de pobreza sostenido en el tiempo con altísima probabilidad se convierte en pobreza. Una cosa es que la tasa AROPE diese un resultado muy alto en un año aislado, eso podría ser un problema menor, pero cuando los valores se mantienen similares a lo largo de los años nos encontramos claramente ante un caldo de cultivo de la pobreza futura. En los últimos 6 años la tasa AROPE ha sido 26,1%-26,7%-27,2%-27,3%-29,2% y 28,6%, así que no estamos en una situación puntual sino en camino de ser estructural.

En la pobreza es fácil caer pero muy difícil salir. Que se mantengan en el tiempo hogares con ingresos por debajo del 60% de la mediana, con desempleos de larga duración o con carencias materiales severas es algo que “descuelga” del sistema a sus víctimas y que afecta a las siguientes generaciones. La riqueza y la pobreza se heredan en alto porcentaje, eso es algo que no debemos olvidar jamás. Las familias que están en riesgo permanente de pobreza pueden acabar insertas en el ciclo de la pobreza y, para sacarlas de allí, hacen falta esfuerzos titánicos que pueden durar más de una generación.

Pero en vez de preocuparse de este problema, algunos prefieren frivolizar quitando importancia a la pobreza relativa y el subempleo e incluso ponen en duda si la carencia material severa es lo suficientemente severa para ser considerada pobreza. Parece que a algunos cumplir cuatro de los nueve items que hacen entrar en carencia material severa les parecen pocos y argumentan que si fuesen cinco items entonces en vez de un 6,4% de los hogares abarcaría sólo a poco más de un 2%, y si fuesen seis items sólo al 0,6%…Pues sí, y si tuviesen que cumplirse los nueve items y, además, hubiese dormir con una cabra con piojos para ser pobre pues a lo mejor no había hogares pobres en España, pero es que resulta que los señores que han validado esta metodología han considerado cuatro para la carencia material severa, y la única alternativa “oficial” a esto es la Carencia material que es cumplir con tres de los nueve, algo que abarcaría alrededor del 17% de los hogares.

¿No nos gustan las cifras de pobreza? Pues decimos que el límite está mal y nos inventamos uno más bajo hasta que salga una cifra que nos guste más ¿Nos molestan las cifras de carencia material severa? Pues la reinterpretamos a conveniencia y metemos más ítems hasta que nos venga bien… Siempre hacen lo mismo, todo lo que muestra lo que no conviene a su dogma está mal, todo lo reinterpretan, ridiculizan y degradan en una estrategia destructiva y sectaria.

Los ultra-liberales son sospechosos habituales de la manipulación y el trilerismo numérico. Se inventan índices, agitan los números para crear ilusionismos al servicio de su causa, ignoran la desigualdad y hacen todo tipo de barbaridades ante el escándalo de quienes las leen. Pero banalizar la pobreza es probablemente de las cosas más feas que recuerdo. Quienes no pasamos necesidades no podemos frivolizar con estas cosas, hacerlo no es que demuestre ausencia absoluta de empatía es que quizá roce la sociopatía. No es moral, no es compasivo y no está bien.

Hablando de la compasión, me vienen a la cabeza unas palabras del filósofo José Sanmartín Esplugues en su libro Bancarrota Moral con las que me gustaría acabar: “No hay nada más alejado de la compasión que el individuo que se maneja con cifras y no quiere bajar al terreno de las personas y de sus padecimientos porque eso podría llevarle a desistir de las medidas que considera que ha de adoptar en nombre de un objetivo superior”. Sanmartín es un especialista en violencia, entendida ésta en todas sus vertientes, también la económica. Creo que algunos deberían leerle antes de dejarse llevar por los bajos instintos que les llevan a escribir al servicio de ese objetivo superior que creen perseguir.

Pedro Fresco, colaborador de econoNuestra.

Fuente:
http://blogs.publico.es/econonuestra/2016/12/27/los-ultraliberales-y-la-banalizacion-de-la-pobreza/

lunes, 26 de diciembre de 2016

Lisa McInerney: “La clase trabajadora ha sido olvidada en literatura”. La escritora irlandesa publica en español "Los pecados gloriosos", su exitoso debut en narrativa.

Esta es la historia de Maureen, homicida accidental, y la de un puñado de inadaptados de la Irlanda posterior a la crisis de 2008 salpicados por su crimen: traficantes de drogas, prostitutas, alcohólicos y mafiosos que lo son porque en su día tomaron una decisión equivocada. Y es también la historia de una consagración fulminante, la de Lisa McInerney (Galway, Irlanda, 1981), antes bloguera y hoy creadora de todos estos personajes de Los pecados gloriosos, una mujer de origen humilde y risa fácil que sin mucha esperanza se empeñó en ser escritora y parece haber tomado la decisión acertada. Su estreno en narrativa, publicado en España por ADN Alianza de Novelas, ha conquistado este año el Premio Baileys al mejor libro escrito por una mujer, el Desmond Elliott a la mejor primera novela y pronto llegará a la televisión convertida en serie por la propia escritora.

“Escribo sobre gente de clase obrera porque ese es mi origen”, dice durante una entrevista en Madrid. “Y también porque me interesa documentar la vida de aquellos que no son vistos como sujetos literarios, que han sido olvidados en literatura, que se han considerado de segunda clase. El sector editorial es clase media y la literatura, al menos en inglés, se escribe para la clase media y tiende a retratar a la clase media, profesores de universidad, gente con problemas para encontrarse a sí misma… Trata de temas para mí banales si los comparo con lo que veo en la clase trabajadora y hay un peligro de que se conviertan en los únicos”.

El libro, una compleja reflexión sobre los mecanismos de la culpa y el remordimiento, es, en realidad, una enmienda a la totalidad de la autora a su Irlanda natal. Sobre todo, a la omnipresencia de la Iglesia católica y su legado en materia sexual y familiar, que a ella tanto daño le ha hecho. Hija de madre soltera, considerada ilegítima a ojos de la sociedad, McInerney fue criada por sus abuelos en un hogar muy modesto, donde fue hermana de sus tíos, niña en un hogar sin niños. “Siempre he escrito porque siempre he tenido la necesidad de hacerlo. En casa no tenía con quién jugar, así que me refugié en la escritura y ya nunca lo dejé”, recuerda. “Pero tenía muchos prejuicios, ideas equivocadas. Pensaba que para ser escritora debía tener lo menos un máster en el Trinity College. Hace unos años descubrí el mundo de los blogs y me pareció fascinante porque estaban abiertos a cualquiera”.

Corría 2006, McInerney —que había abandonado los estudios de Geografía e Inglés— no parecía tener un futuro muy prometedor e Irlanda vivía días de gloria y gastaba aires de grandeza. La prensa no hablaba de otra cosa que del Tigre Celta. Pero donde los periódicos diagnosticaban un milagro económico que luego resultó ser un fiasco —Irlanda fue uno de los primeros países de la Eurozona en entrar en recesión—, la escritora solo acertaba a ver marginación y pobreza. “Abrí el blog Arse End of Ireland para contar mi Irlanda, completamente diferente de la que nos vendían los medios, que llamaban a comprar segundas viviendas en Portugal... Y también como una forma de encontrar lectores a los que les gustara mi trabajo. Pensé que era una plataforma desde la que poder lanzar una carrera”.

McInerney escribía posts cargados de humor y cinismo con el estómago, sin medir sus palabras, con un lenguaje nada fino que le valió el sobrenombre de The Sweary Lady, la palabrotera. Se hizo con una bolsa de lectores y llamó la atención del mundillo literario. Un buen día, el reputado escritor Kevin Barry le pidió un cuento para una antología que estaba preparando. “No escribía relatos pero a él no podía decirle que no lo hacía, así que escribí uno, gracias a Dios le gustó y lo publicó”, recuerda. “Ahí empezó mi carrera literaria”.

En cierto sentido, Los pecados gloriosos, traducido por Federico Corriente Basús, es la continuación lógica del ya clausurado Arse End of Ireland. Su temática, sus complejos protagonistas, que en algún caso figuran también en las páginas de su segunda novela, The Blood Miracles, que se publicará en abril en inglés... Hay hasta quien ha querido ver similitudes en un lenguaje que sí, es mordaz, pero también mucho más sereno. “Me han dicho que este es un libro muy masculino. ¿Porque habla de delincuencia? ¿Porque se emplean tacos? ¿O porque es muy rápido? ¿Es esa la razón por la que piensan que esto no puede ser escrito por una mujer?”, se indigna. “Si una mujer escribe un libro sobre la familia es un libro doméstico, pero si un hombre escribe un libro sobre la familia es una obra maestra sobre la condición humana. Como en la vida”, sentencia, “en literatura también hay mucho estereotipo”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/12/21/actualidad/1482342980_099633.html

Nota:
En España, el tema de la clase trabajadora y su desaparición de la novela lo ha tratado también Isaac Rosa, lo hemos colgado en este blog, vedlo aquí.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Quienes necesitan formación no son solo los hijos, sino también los padres. Por PAUL TOUGH. NYT.

En 1986, en algunos de los barrios más pobres de Kingston, Jamaica, un equipo de investigadores de la Universidad de las Indias Occidentales llevó a cabo un experimento que influyó mucho para cambiar nuestras ideas sobre cómo ayudar a que los niños prosperen, sobre todo a los que viven en pobreza. Su mensaje: ayudemos a los niños ofreciéndole apoyo y una guía a sus padres.

Los investigadores dividieron en grupos a las familias de 129 bebés y niños pequeños. El primer grupo recibió, una vez por semana, visitas en casa que duraban una hora por parte de un investigador capacitado que alentaba a los padres a pasar más tiempo y jugar activamente con sus hijos: leer libros ilustrados, cantar y jugar al escondite.

Un segundo grupo de niños recibió un kilogramo de un suplemento alimenticio lácteo una vez por semana y el grupo de referencia no recibió nada. Las intervenciones terminaron al cabo de dos años, pero los investigadores monitorizaron a los niños desde entonces.

La intervención que marcó una gran diferencia en la vida de los niños, como se pudo comprobar, no fue la nutrición adicional sino alentar a los padres para que jugaran. Los niños cuyos padres recibieron consejos de cómo jugar más con ellos tuvieron mejores resultados, a lo largo de su infancia, en pruebas de cociente intelectual, comportamiento agresivo y autocontrol.

Actualmente, ya como adultos, perciben un salario anual 25 por ciento mayor en promedio que aquellos cuyos padres no recibieron visitas a domicilio. El experimento de Jamaica nos ayuda a defender la propuesta de que si queremos mejorar las oportunidades de éxito para los niños, una de las palancas más poderosas para el cambio son las actitudes, creencias y comportamientos de los adultos que los rodean.

Algunas investigaciones recientes han ayudado a descubrir exactamente cómo se puede dar ese cambio. Los psicólogos Mary Dozier de la Universidad de Delaware y Philip Fisher de la Universidad de Oregon han estudiado las intervenciones de visitas a domicilio en las que se les da a los padres de bebés y niños pequeños entrenamiento personalizado y apoyo para identificar y reforzar los pequeños momentos –como los intercambios cara a cara que a veces se denominan interacciones de “servir y devolver”— que promueven el apego, la calidez y la confianza entre padres e hijos.

El efecto de este entrenamiento puede ser profundo. En una serie de experimentos, los bebés y los niños en edad preescolar cuyos padres adoptivos temporales recibieron solamente 10 visitas a domicilio mostraron menos problemas de comportamiento que un grupo de referencia, además de niveles significativamente mayores de “apego seguro” (una conexión cercana y estable con los adultos en su vida).

La habilidad de los niños para procesar también mejoró. De hecho, los patrones en sus niveles diarios de cortisol, una importante hormona del estrés, fue similar a los niveles típicos de niños funcionales que no viven en hogares sustitutos. Estas influencias positivas durante el inicio de la vida de los niños pueden tener un efecto profundo en el desarrollo de lo que a veces se denomina habilidades no cognitivas.

En nuestros actuales debates sobre educación, nos referimos a estas habilidades mediante términos con una alta carga moral: como si fueran expresiones de carácter intrínseco, de valor y fuerza. Sin embargo, en realidad, las capacidades no cognitivas son simplemente un grupo de hábitos y actitudes psicológicas que les permiten a los niños negociar de manera efectiva dentro y fuera de la escuela: la capacidad de entender y seguir instrucciones, de enfocarse en una sola actividad por un periodo largo, de interactuar tranquilamente con otros estudiantes, de lidiar con la decepción y de superar la frustración.

Además de que las intervenciones en las casas de bebés y niños pequeños son muy efectivas, realizar intervenciones con los adultos para ayudar a los niños también sirve en las escuelas. El Chicago School Readiness Project, un programa desarrollado por Cybele Raver, psicóloga de la Universidad de Nueva York, provee a los maestros de preescolar en barrios de extrema pobreza de técnicas para crear una experiencia de aula calmada y constante para los niños. Los enseña a establecer rutinas claras, redirigir el comportamiento negativo, ayudar a los alumnos a manejar sus emociones fuertes.

También hay profesionales de la salud mental asignados para trabajar en cada salón y se encargan tanto del bienestar mental del maestro como del de los alumnos. Raver llama a esta técnica “modelo bidireccional de autorregulación”, es decir, una especie de círculo virtuoso.

Si desde el inicio del año el salón de clase es estable y confiable, con reglas claras, disciplina consistente y con mayor énfasis en reconocer el buen comportamiento que en castigar el malo, Raver cree que los estudiantes estresados se sentirán menos amenazados y más capaces de regular sus impulsos poco constructivos.

Ese comportamiento combinado con el apoyo y el asesoramiento de un profesional de la salud mental ayuda a que los maestros permanezcan tranquilos y en equilibrio cuando se enfrentan con las frustraciones inevitables de estar frente a un grupo de niños de cuatro años llenos de energía.

Estos experimentos indican que los efectos del programa van más allá del salón de clases. Los resultados de una prueba aleatoria reciente mostraron que los niños que pasaron su primer año de preescolar en un salón dentro del proyecto tuvieron, al final del año escolar, mejores capacidades de atención, control de impulsos y desempeño en tareas de memoria que los niños del grupo de referencia.

También desarrollaron un mejor vocabulario, reconocimiento de letras y habilidades matemáticas, a pesar de que el maestro no recibió entrenamiento de tipo académico.

Los estudiantes mejoraron académicamente por la simple razón de que fueron capaces de concentrarse en las clases sin que su atención se desviara por conflictos o ansiedades. Cambiar el ambiente del salón hizo que su aprendizaje fuera más fácil.

Proporcionar un ambiente sano para bebés y niños, ya sea en casa o en el salón de clase, es un trabajo difícil y a veces estresante. Lo que ahora entendemos es que el estrés que sienten los padres y maestros puede elevar los niveles de estrés en los niños que están bajo su cuidado, lo que llega a minar el desarrollo intelectual y su salud mental.

La buena noticia es que el proceso se puede revertir, casi siempre con intervenciones relativamente simples y de bajo costo. Para ayudar a que los niños que viven en pobreza prosperen, nuestra mejor estrategia puede ser ayudar a los adultos que los rodean.

http://www.nytimes.com/es/2016/05/28/los-padres-que-juegan-con-sus-hijos-logran-que-sean-mas-seguros-y-prosperos/

viernes, 4 de noviembre de 2016

Una radiografía de los desahucios: pobreza, enfermedad y cuotas en ascenso

El 53,9% de las familias tienen que asumir una hipoteca superior a sus ingresos, según un informe del Observatori DESC basado en casos que han llegado a la PAH de Barcelona. El 10% de los hogares no ingresa nada. Un 49,5% de los encuestados sufren ansiedad.

El drama de los desahucios ha sido uno de los que más fuerza mediática ha alcanzado durante la crisis por su gravedad, pero también por la eficaz acción comunicativa y organizativa desarrollada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Precisamente esta organización ha sido la que ha permitido que el Observatori DESC haya podido elaborar, ante el déficit de datos oficiales, su informe Exclusión residencial en el mundo local: crisis hipotecaria en Barcelona 2013-2016. El texto es la conclusión de un trabajo desarrollado durante los últimos tres años en el que se han realizado entrevistas a casi un millar de personas que se han acercado a la PAH.

“Uno de los objetivos del informe es visibilizar los desahucios y el mal estado en el que se encuentra el derecho a la vivienda, pero también llenar el vacío de datos sobre la crisis hipotecaria”, explica Gabriele D’Adda, uno de los investigadores. Y estos son contundentes: el 90% de los impagos registrados se produjeron de 2010 a 2015, es decir, fueron causados directamente por la crisis económica. Los principales motivos -era una pregunta multirrespuesta- fueron, en un 68,1% de los casos, la pérdida del trabajo y el paso a una situación de desempleo y, en un 43,1%, la subida de la cuota hipotecaria. Un 32,1% alegó también como razón la cantidad de deudas contraídas y un 22,3% el divorcio o separación.

Los desahucios se han cebado con una clase social determinada, lo que se refleja, por un lado, en los barrios donde se concentra el mayor número de afectados, entre los que Sant Martí y Nou Barris se llevan la mitad. Por el otro, es significativo el dato de los ingresos netos mensuales por familia, que se sitúan en una media de 939 euros al mes, mientras que la cuota de la hipoteca alcanza, también de media, los 1.065 euros. Esto significa que el 53,9% de las unidades familiares tienen que asumir una cuota superior a sus ingresos. El 10% de los hogares estudiados no ingresa nada y el 7% sólo percibe entre 400 y 800 euros al mes. La situación se vuelve más dramática si se tiene en cuenta que más de la mitad de las familias con tres o más miembros no tiene ningún ingreso.

Las dificultades de las familias -de las que un 61,6% tienen al menos un menor- a la hora de pagar la hipoteca no sólo se viven en el momento de la ejecución hipotecaria. Un 24,8% de los hogares, una vez pagada la cuota mensual, se queda sólo con 400 euros para costear las necesidades básicas de sus miembros. Otros, un 7%, reciben ayudas para alimentar a su núcleo familiar por parte del Banco de Alimentos, de Cáritas o de la misma PAH. Con estos datos sobre la mesa, no resulta extraño que nueve de cada diez encuestados afirme que tiene dificultades para cubrir sus necesidades básicas, entre ellas la alimentación, el vestido o suministros. Todo esto acaba impactando de manera contundente la salud de los afectados, de modo que un 49,5% sufre ansiedad, un 33% depresión, un 17,8% insomnio y un 11% afirma que estas dificultades han provocado tensión familiar.

¿Quiénes son los bancos responsables de estas situaciones? El Observatori DESC también analiza esta cuestión, y entre ellos gana con diferencia Catalunya Caixa. “Un 40% de las hipotecas de los afectados son de esta entidad, que fue rescatada con fondos públicos”, recuerda Eduardo Salas, coautor del informe. “Si además sumamos al BBVA, que ha comprado Catalunya Caixa y se ha beneficiado también de la ayuda pública, la cifra sube al 50%”, añade. Después vendrían Bankia (con un 8% de las hipotecas de afectados), UCI (un 7%) y Banc Sabadell (un 7%). El 84% de estas hipotecas fueron firmadas en plena burbuja inmobiliaria, entre 2004 y 2007. En cuanto a los contratos, el informe destaca que “la mayoría de personas no sabían leer su contrato hipotecario, no conocían si contenían cláusulas o no abusivas”. Cuando llegan los problemas, también las faltas de respeto: el 36% de los encuestados asegura que ha recibido algún tipo de trato denigrante por parte del banco.


Fuente: http://www.lamarea.com/2016/10/26/una-radiografia-los-desahucios-pobreza-enfermedad-cuotas-ascenso/

jueves, 20 de octubre de 2016

La secesión de los ricos. "La concentración de riqueza se ha estado produciendo en las sociedades democráticas y con un proyecto de Estado de bienestar"

Los ricos son cada vez más ricos. Esto no es ninguna novedad. Como decía san Vicente Ferrer (seguramente con mayor conocimiento de causa que cualquier agencia de rating), la avaricia va i vé, però mai es deté. (la avaricia va y viene, pero nunca se detiene.) La novedad es que la concentración de riqueza se ha estado produciendo en las sociedades democráticas y con un proyecto de Estado de bienestar.

Aunque la información no abunde —y la opacidad es una astucia de los verdaderamente ricos: ocultar su identidad, el volumen real de su fortuna y eludir la luz pública—, los datos son irrefutables: el periodo de crecimiento económico registrado desde mediados de los años noventa no se tradujo en una mejora de las rentas del empleo. Muy al contrario: la desigualdad salarial apenas cambió y los activos se concentraron en manos de los hogares más pudientes.

En concreto, más del 78% del valor de las propiedades inmobiliarias diferentes a la vivienda principal, casi un 88% del valor de los negocios por cuenta propia y más del 92% del valor de las acciones, está en manos del 20% de los hogares más ricos. El 5% más rico tiene el 31% de la riqueza, el 22% de las viviendas, el 57% de la riqueza financiera y el 22% de la renta. Son datos publicados en 2008 por el VI Informe FOESSA sobre la exclusión y el desarrollo social en España.

Este crecimiento (y sus consecuencias) vino en volandas de una ideología neoliberal que promovía la desregularización y la liberalización. Y lo hacía con una promesa: la riqueza generada, como la lluvia fina, acabaría empapando a todo el mundo. Era cuestión de esperar un poco. Pues bien, lo que el 99% sabemos hoy es que lo que ha llegado es un vendaval que arrasa nuestras condiciones de vida y las de nuestros hijos, que lastra el futuro de esta sociedad, y que, por si fuera poco, nos obliga a pagar los platos rotos.

El segundo mito sostiene que hay que tratar con indulgencia a las grandes fortunas, porque las riquezas por ellas generadas no solo son legítimas, sino que revertirán en la economía productiva y esta inversión redundará en el bienestar general. Por ello, seguramente, durante este periodo se eliminaron tipos impositivos, la economía sumergida se multiplicó por cuatro y el gasto social fue a la baja. No había que molestarles, no fuera caso que abandonaran el país, buscando los refugios que ofrece una economía globalizada. La experiencia ha mostrado que, como los cuervos, han cogido los granos del sembrado (léase economía productiva) para colocarlos en inversiones especulativas y en paraísos fiscales. Los técnicos del Ministerio de Hacienda vienen mostrando en sus rigurosos informes que la economía sumergida se sitúa en torno al 23% del PIB; y que la evasión fiscal de las grandes fortunas, corporaciones empresariales y grandes empresas alcanzó los 42.711 millones de euros en 2010. La impunidad consolida los comportamientos defraudadores.

¿Qué paisaje moral ha quedado después de todo? Esta es una cuestión crucial, ya que una sociedad también consiste en un entramado —frágil— de compromisos, contratos y consensos morales, como la “confianza”. Pues bien, los medios de comunicación muestran cada día los humores que desprende el campo de batalla: avaricia sin mesura, fascinación por el dinero fácil y rechazo a todo impuesto. El objetivo de acumulación sin límites ha tenido dos efectos: la secesión moral de los ricos (no tienen ninguna deuda social, ninguna obligación, ninguna responsabilidad personal, todo se lo deben a sí mismos) y la complicidad (a veces, indignada) de quien les idolatra.

La tarea económica es titánica, la política, gigantesca, pero la regeneración moral no es menos acuciante. Algunos (muy pocos, es verdad) de los que componen ese 0,1% de grandes ricos en EE UU o en Francia han dicho que quieren contribuir a buscar salidas. ¿Por qué no cunde el ejemplo por estas tierras? Quienes padecemos los recortes, no curaremos nuestras heridas, pero podríamos consolarnos al menos pensando que no utilizan esta crisis para ir aún más lejos: para desmantelar el Estado de bienestar.

Antonio Ariño es catedrático de Sociología de la Universitat de València.

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/01/25/valencia/1327509435_910723.html