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lunes, 14 de octubre de 2013

"Mi cura del cáncer fue un milagro muy currado". La médica de familia y superviviente de cáncer Odile Fernández explica cómo cambios sencillos en la alimentación y el estilo de vida pueden prevenir y alterar la evolución de la enfermedad

En los últimos tres años, la doctora andaluza Odile Fernández ha vivido el más difícil todavía. Superó un cáncer cuando los oncólogos estimaban que sólo tenía el 5 por ciento de posibilidades de curación y, contra todo pronóstico, quedó embarazada de un bebé, su segundo hijo, que ahora tiene dos meses.

Como tantos otros enfermos, ya embarcada en un tratamiento de quimioterapia Fernández preguntó a los oncólogos qué comer y qué medidas tomar para combatir por su cuenta la enfermedad. De su negativa a aceptar la respuesta del equipo que le atendía –"no hagas nada y come todo lo que te apetezca"–nace su libro 'Mis recetas anticáncer', que se publicó en junio y está en su quinta edición. “El problema es que los médicos no tienen formación sobre nutrición y todo les da miedo”, señala Fernández frente a un batido de mango, kiwi y manzana –su desayuno– en una cafetería de Madrid. “El cáncer es la enfermedad del miedo. Pero comer lechuga no va a tener una interacción con la quimio”.

Fernández, de 34 años, insiste en que el libro se titula así porque esas son las recetas que le funcionaron a ella. “No hay ninguna fórmula mágica. Pero el mensaje que quiero hacer llegar es que podemos hacer mucho contra el cáncer a través de la alimentación. No seas el sujeto pasivo. Infórmate, muévete, pregunta, toma las riendas de tu enfermedad junto a tu equipo médico”.

¿En qué medida cree que su curación se debe a los cambios en su alimentación y estilo de vida, versus tratamiento convencional?

No sabemos si fue la quimio o la alimentación. Lo que creo es que fue todo. Me habían dado un 95 por ciento de posibilidades de morir en cinco años. En principio, no se planteó como quimio curativa, sino paliativa, que podía alargar la vida unos meses o años. Pero yo no quería vivir unos pocos meses más, quería sanarme. Así que hice mi quimio junto con grandes cambios en la alimentación y en el tema emocional.

¿Cuáles fueron, en esencia, estos cambios?
Lo primero fue eliminar todo lo refinado y azucarado; los niveles altos de azúcar se relacionan con niveles más altos de cáncer. Después eliminé fritos, barbacoas, precocinados, la comida fácil de microondas. En aquel momento hacía muchas guardias y me alimentaba con mucha prisa, no había tiempo para cocinar. En lugar de eso, introduje verdura cruda y fruta y eliminé la leche y la carne.

¿Y en el estilo de vida?
Dejé de trabajar, se acabaron las guardias. Aprendí a mantener la mente en calma a través de la meditación. Era muy perfeccionista, muy dada a los demás, y aprendí a sosegarme, a pensar primero en mí y después en los otros. Empecé a hacer ejercicio. Perdí 25 kilos en la época de la quimio. Una de las cosas más importantes es tener el peso adecuado. Y aprender a decir que no, a relajarte.

¿Si tuviera que recomendar un único cambio en la dieta, cuál sería?
Huir de la comida envasada y comer alimentos frescos y de temporada. Mira cómo comían nuestras abuelas. Recuperemos la dieta mediterránea tradicional, la alimentación hecha en casa.

¿Por qué dice no a la leche?
En la facultad nos dicen que la leche es buena por el calcio, para la osteoporosis. Pero observemos las estadísticas: donde hay más osteoporosis es en los países donde más leche se consume. La leche no es tan buena. Nos enseñan ese dogma y no nos lo planteamos, pero es antinatural. Para digerirla necesitamos lactasa. La tenemos al 100 por cien cuando somos pequeños, pero a partir de los 6 o 7 años va descendiendo. Estamos concebidos para tomar leche sólo de pequeños, cuando la necesitamos.

¿Qué tiene de malo la carne?
Un alto consumo, sobre todo de carne roja y embutidos, aumenta la incidencia de cáncer, principalmente de colon. La carne no tiene fibra, viene cargada de nitratos, de pesticidas, de omega 6 por el tipo alimentación que llevan los animales. La carne blanca podríamos consumirla con moderación. Pero el problema es que somos hiper-carnívoros: hay gente que toma carne tres veces al día. En la dieta mediterránea original se hacía matanza en Navidad y se tiraba de ello todo el año.

¿Nos recomienda un plato anticancerígeno?
El gazpacho, que es de mi tierra. Lleva tomate, cebolla, ajo, aceite de oliva, pimiento y pepino, todos ellos alimentos anti-cáncer y crudos.

¿Cómo se alimenta ahora?
Procuro seguir la misma alimentación que hacía durante la quimio. Mucha gente descubre que la alimentación influye y víctima del miedo cambia, pero luego vuelve a las andadas. Sin embargo, el cambio hay que mantenerlo en el tiempo.

Hay quien ha seguido todo esto –una alimentación y un estilo de vida más saludable– y no le ha funcionado. ¿Cuál es el mensaje para estas personas?
No hay fórmula mágica, y por eso tenemos tanto miedo al cáncer. No hay ningún tratamiento que sea totalmente efectivo. El problema es que no hay una enfermedad, sino enfermos, y cada caso es diferente. Hay casos de cáncer muy extendido que se curan, y otros muy localizados que se extienden. Yo creo que el tratamiento emocional marca la diferencia. No es lo mismo enfrentar un cáncer desde la positividad y la alegría que desde el miedo y la soledad. Aquí se demuestra el poder de lo emocional, pero no sólo en el cáncer sino en todas las enfermedades. Por eso reivindico que seamos parte activa.

No recomienda usar la olla exprés, presente en todos los hogares. ¿Por qué?
Porque alcanza los 140 grados, y queremos conservar los fitoquímicos de los alimentos, que se pierden a partir de los 95 grados. Está bien para legumbre y cereal, pero si metes verdura le haces fosfatina.

Asumía que la barbacoa era una forma de cocinar saludable hasta que leí su libro.
Lo que es saludable es la plancha, siempre y cuando no quemes el alimento. Pero en la barbacoa, ese color negro son los benzopirenos, carcinógenos… Lo ideal es cocinar el vapor, sin grasa ni aceite.

Recomienda encarecidamente las setas…
En Japón, donde más se consumen, algunos oncólogos lo utilizan como suplemento alimentario. Permiten que la quimio se tolere mejor.

La colonia, mejor no olerla.
Para que perduren tanto, los perfumes tienen ftalatos (un grupo de compuestos químicos). Cuanto más permanezcan en nuestro cuerpo, peor para nuestra salud. "Sexy para ellas, veneno para el bebé", decía una campaña en EEUU para mamás embarazadas. Los perfumes van al torrente sanguíneo; se asocia con cáncer de mama. Lo ideal son aceites esenciales o algo que se está perdiendo: ser más sencillos y oler a personas, no enmascarar nuestro olor.

¿Y de dónde bebemos agua?
Este es un tema muy controvertido. El agua del grifo de Madrid, por ejemplo, contiene muchos tóxicos. Se podrían eliminar si en lugar de filtrar con sales de aluminio, como se hace ahora, se filtrase con filtros de carbono. El agua embotellada no es la solución: es un atentado ecológico.

¿Cuál fue la reacción de sus compañeros tras su curación?
Cuando se cumplieron los dos años libre de enfermedad, me dijeron que había sido un milagro. Pero les dije que no, que era un milagro que había hecho yo. Lo mío es un milagro muy currado. La reacción de mis compañeros de primaria fue buena. Recomiendan mucho el libro, no sólo para cáncer, también para diabetes, hipertensión, obesidad… Los especialistas son más reacios.

¿Qué planes tiene tras la baja por maternidad?
Tengo mi plaza en atención primaria. Me gustaría continuar en sanidad pero centrada en el paciente oncológico, aconsejando sobre alimentación y estilos de vida.

¿Cuál fue para usted la mayor sorpresa al investigar y, después, escribir este libro?
El poder de los alimentos, de la naturaleza. Cómo contienen fitoquímicos anti cáncer, y como algunos medicamentos incorporan fitoquímicos en quimio. La curcumina de la cúrcuma, por ejemplo, o la quimio que se extrae de un alga del mar. Si tiene poder a nivel de laboratorio ¿por qué no tomar nosotros más algas, más cúrcuma, etc? Me sentí engañada porque nadie me hablase de esto, sólo de quimio, de radioterapia.

Pero es lo que a menudo hacen los médicos: en cuanto entras a la consulta tienen lista la receta.
Hay pacientes que si no salen de la consulta con su pastilla creen que eres un mal médico. Pero cada vez más profesionales contamos al paciente lo que puede hacer para prevenir la enfermedad. Los médicos y sanitarios tenemos mucho poder en este sentido. Más medicina preventiva y menos pastillas.

@nataliamartin es periodista. Si quieres ponerte en contacto con ella escribe a natalia@vidasencilla.es
Fuente; El País.

Nota:
El que una alimentación adecuada a base de verduras, hortalizas, cereales, legumbres, frutos secos, frutas y aceite de oliva, junto a huevos, pescado y poca carne roja o ninguna -lo que conocemos por cocina mediterránea- así como nada de comidas enlatada o procesadas industrialmente, con mucha sal y aditivos químicos, tiene beneficios para la salud, parece indiscutible.

Otra cosa muy distinta es que con ello podamos curar, una vez contraído, un cáncer... Esa afirmación no se basa en evidencias científicas y puede ser un fraude médico. Los diarios están llenos de noticias de este tipo. La ciencia parece que, por distintas y variadas razones, no acaba de formar parte de la cultura cotidiana y la mayoría de la gente se guía por un tipo de pensamiento no formal, no científico, seudocientífico, Hay mucho fraude.

https://elpais.com/elpais/2017/08/30/ciencia/1504118737_744798.html?rel=lom

https://verdecoloresperanza.blogspot.com/2014/06/las-facturas-de-la-mentira.html

Libro recomendado: La pseudociencia. ¡Vaya timo! Mario Bunge.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Mario Bunge y el timo de las pseudociencias.

Mario Bunge, en su libro "Las pseudociencias ¡vaya timo!" (Ed. Laetoli, 2010), escribe:
-"...todos los estudiantes de económicas y empresariales deben estudiar microeconomía neoclásica. Sin embargo, es improbable que usen dicha teoría para abordar algún problema económico de la vida real.
La razón de tal inutilidad es que algunos de los postulados de esa teoría son abiertamente irreales, otros excesivamente difusos y difícilmente comprobables.
En efecto, la teoría supone que todos los actores del mercado son libres, mutuamente independientes, perfectamente bien informados, igualmente poderosos, inmunes a la política y completamente "racionales", es decir, capaces de elegir la opción que con mayor probabilidad maximizará la utilidad esperada.
Pero el mercado real está poblado de individuos y empresas que poseen una información imperfecta y, lejos de ser completamente libres, pertenecen a redes sociales o a monopolios." (pag. 59)
- "Los hombres prácticos, que se creen libres de toda influencia intelectual, son por lo general esclavos de algún economista difunto (cita de Keynes) y la alumna favorita de Keynes, Dame Joan Robinson, señaló que estas ideas, a su vez, responden a intereses creados.
La grave crisis económica que comenzó en septiembre de 2008 y tomó por sorpresa a todo el mundo... suscita la pregunta de si las ideas que guiaron a esos supuestos expertos son realmente científicas o, por el contrario, un revoltijo de semiciencia y pseudociencia." (pag. 210)
-"... la economía neoclásica se ha convertido en una pseudociencia más, pero se trata de una pseudociencia que se oculta detrás de una fachada matemática, lo cual intimida al analfabeto matemático." (pag. 124)
-"... muchos de los premios Nobel de economía (premios del Banco de Suecia) se otorgan a inventores de modelos matemáticos que no tienen ningún reflejo en la realidad económica, de entrada porque ignoran la producción y la política, o se otorgan a diseñadores de políticas económicas que perjudican a los pobres." (pag. 55)
-"... la mayoría de los libros de texto de economía son coherentes. Sin embargo, están tan alejados de la realidad económica que los hombres de negocios y los diseñadores de políticas sólo utilizan algunas porciones de ellos." (pag. 213)
-"... falacias de los economistas:
-todos los recursos naturales son inagotables.
-todos los humanos son egoístas.
-todos los humanos son racionales.
-todo acto y empresa económicos pueden predecirse por leyes históricas o matemáticas.
-la propiedad privada es ilimitada y sagrada mientras que la propiedad pública debe ser siempre limitada y escasa.
-los medios de producción (y los transportes y las finanzas) deben estar en manos privadas.
-la economía solamente puede existir en un sistema de mercado como el capitalismo, ese mercado es independiente de la política y de la cultura y se autorregula por sus propias leyes internas.
-todo mercado siempre tiende hacia un equilibrio de demanda y de oferta.
-el mejor sistema político es el que posee el mercado más libre y con lo mínimos impuestos,
-el mercado debe poder crecer sin límites.
-los economistas no tienen obligaciones morales,
-el Estado debe promover el comercio." (pag. 212)
-son falacias porque los hombres no son racionales sino impulsivos, las condiciones ambientales cambian y nadie sabe si podrá devolver el préstamo que ha pedido.

Los economistas funcionan calculando no por leyes matemáticas sino a ojo de buen cubero, en la realidad. No se obtiene el rendimiento máximo de una acción económica porque no se puede predecir qué va a pasar con esa acción económica. El Estado puede expropiar terreno privado y además la civilización, para Bunge, ha progresado gracias a los servicios públicos. La empresa privada significa a menudo empresas de armas, de tabaco, de drogas. Hay otros tipos de mercados como las familias, el trueque, las cooperativas.

El Estado debe proteger a las empresas contra su propia incompetencia, contra la competencia salvaje y contra las OPAS. La economía no puede existir independientemente de la cultura, especialmente de la tecnológica. Los mercados no se autorregulan porque siempre están sufriendo expansiones y depresiones.

La ley de la demanda es desvirtuada porque las grandes industrias de cada país están en manos de unos pocos monopolios. No se alcanza nunca un equilibrio económico espontáneo sino que hay constantemente subidas y bajadas, sobreabundancia y escasez. Las grandes empresas reciben muchos subsidios. (ver pág. 213 a 216)
-"En resumen, las ideas centrales de la microeconomía clásica son conceptualmente vagas e imposibles de poner a prueba, dos características de la pseudociencia." (pag. 214)
-"... los presupuestos y principios de la filosofía económica ortodoxa no están empíricamente confirmados ni moralmente justificados, además de lo cual esta filosofía es responsable, en gran medida, de la crisis económica de 2008." (pág. 217)

martes, 31 de mayo de 2011

“El postmodernismo, ¡vaya timo!”

Imaginemos a un joven filósofo sudamericano que viaja a París. Va creyendo que ésta sigue siendo la Ciudad Luz que fuera desde el Siglo de las Luces hasta la Segunda Guerra Mundial.
El joven se aloja en una modesta pensión en la Rive Gauche (5º piso sin ascensor). Visita la Sorbonne, las grandes librerías y los cafés famosos, esperando toparse con los dignos descendientes de Descartes y Pascal, Voltaire y Diderot, Holbach y Condorcet, Lavoisier y Buffon, Laplace y Lagrange, Bernard y Pasteur, Poincaré y Hadamard, Perrin y los Curie, o por lo menos los filósofos Bergson, Meyerson y Lalande, que escribían bien porque pensaban honesta y claramente.
Le extraña a nuestro joven los títulos de los cursos arancelados que se anuncian en las calles: Astrología psicoanalítica, Psicoanálisis astrológico, Símbolo y destino, Eidética y dietética, Homeopatía existencial, Existencialismo comunitario. Le disgusta recorrer esas calles que evocan tantos disparates.

Siente nostalgia de su ciudad natal, que no tiene el Louvre ni la torre Eiffel, pero donde no se huele la podredumbre intelectual. También le asombran al joven latinoamericano los títulos de los libros que mejor se venden: La nada de todo, Teoría egológica de la comunicación, Dialéctica de la ebriedad, Marx precursor de Heidegger, Ciencia femenina, Sintaxis del ser, Estructura estructurante, Falocracia matemática, El placer del suicidio, Semiótica del orgasmo, Orgasmo del signo.

El joven filósofo está aturdido. ¿Para esto vino de tan lejos y después de sufrir tantas privaciones para juntar el dinero necesario? No sabe si reír o llorar. Se pregunta qué pasó con Francia en los últimos decenios. ¿Cómo fue posible que la ocupación alemana atiborrase con irracionalismo alemán a tantos cerebros que se habían preciado de deslumbrar con luz cartesiana? ¿Qué se había hecho de la honestidad intelectual? ¿Por qué los parisinos se dejaron encandilar por las locuras y sinsentidos de Husserl, el abuelo del posmodernismo, y sus discípulos?

No sé si Gabriel Andrade, el autor de esta obra, tuvo esa experiencia desalentadora. Pero la tuvimos muchos que habíamos admirado y amado a la Ciudad Luz, donde ahora prosperan los falsificadores de moneda cultural. Lo peor es que esta moneda falsa circula ahora por todo el mundo. Estudiantes chinos, canadienses o argentinos que nunca oyeron hablar de Voltaire ni de Diderot ni de Holbach, ahora leen con unción de novicios los disparates de Foucault, Derrida, Deleuze y otros macaneadores orgullosos de haberse librado de “la tiranía de la coherencia y la verdad”.

Gabriel Andrade se ha propuesto la ingrata tarea de advertir a los incautos: “No os juntéis con los clochards disfrazados de intelectuales, esos alquimistas que transmutan mierda en palabra. Continuad disfrutando de la luz e intentando hacer algo honesto en lugar de embaucar a jóvenes que no han tenido la fortuna de recibir una formación rigurosa”.

He admirado la capacidad de Andrade para examinar con su lupa una montaña de basura. En particular, me ha alegrado que haya sabido distinguir el feminismo político, noble lucha contra la discriminación sexual, del feminismo académico, que no es sino fraude escandaloso y que, lejos de enriquecer el estudio de la condición de la mujer, ha desacreditado al movimiento feminista.

También he admirado el coraje de Andrade al admitir que no basta ser políticamente zurdo para estar al abrigo del vendaval posmoderno. Al contrario, la izquierda tiene su parte de responsabilidad en ese retroceso. En particular, quien (como yo en mis años mozos) haya admirado a Hegel sin advertir que inventó el truco de hacer pasar lo oscuro por profundo, ha sido sin quererlo un idiota útil a la idiotez posmoderna. ¿Por qué no bajó decenios antes el Arcángel Gabriel Andrade para anunciarnos la mala nueva, que el niño nació muerto?

En resumen, esta es una excelente exposición crítica de uno de los peores fraudes intelectuales de todos los siglos. Su autor expone con admirable claridad las oscuridades de escritores que no han descubierto sino esto: que cuando no se tiene nada nuevo ni interesante que decir, basta decirlo en forma enrevesada para ser tomado por genio por gente ingenua y de buena fe.
Sólo me queda una duda: de tanto leer tanta sandez y tanta simulación ¿no se le habrá aflojado algún tornillo a nuestro autor? Los lectores atentos dirán.

* Prólogo de Mario Bunge a la obra El postmodernismo ¡vaya timo!, de Gabriel Andrade, profesor en la Universidad del Zulia (Venezuela), que será publicada próximamente por la Editorial Laetoli en la colección "¡Vaya timo! aetoli.es . El último título publicado en esa colección es precisamente Las pseudociencias ¡vaya timo!, del propio Mario Bunge.

Presentación del ensayista venezolano Gabriel Andrade, Mario Bunge. www.elarcadigital.com.ar

Fuente: http://www.elarcadigital.com.ar/modules/revistadigital/articulo.php?id=1966

domingo, 5 de septiembre de 2010

Rebajas de otoño

Si los españoles quieren salir de la crisis, tienen que rebajar los salarios, dicen los economistas. Si los palestinos quieren la paz, tienen que renunciar a la justicia, dice un diplomático laborista israelí. Si los países emergentes quieren prosperar, tienen que olvidarse de los daños al planeta; es decir, que las conquistas sociales, la justicia o la salud del planeta son los verdaderos problemas.
No parece lógico porque si desmantelan la seguridad social, habría una crisis social de dimensiones imprevisibles. Y una paz sin justicia sería pan para hoy y hambre para mañana. Y si rematamos al planeta, vivir será sobrevivir.
Lo realmente llamativo en los tiempos que corren es el abismo entre lo que los hechos dan a entender y lo que les hacemos decir. Juan Goytisolo recordaba aquí recientemente la de sufrimientos que han sido necesarios para entender, por ejemplo, que matar a alguien por una idea, no es defender una doctrina, sino asesinar a un ser humano. Así de simple. El Nobel de Economía, Paul Krugman, daba un paso más en esta guerra hermenéutica cuando analizaba la ofensiva estadounidense contra la seguridad social. Él, que sabe de números, dice que los de los críticos "no cuadran y en realidad su hostilidad no tiene nada que ver con dólares y céntimos, sino más bien con ideología". Sus cuentas son una "contabilidad de mala fe", cercana a "un juego de trilero" o al "timo de la estampita". Si la falsificación de los datos es tan burda, ¿por qué darles tanta importancia? Pues porque muchas personas importantes se lo creen y han empezado a diseñar las políticas de futuro a partir del supuesto de la inviabilidad de la seguridad social.
Aquí hay dos guerras: la de los hechos y la de su interpretación. La decisiva es la segunda. Gracias a la interpretación de la esclavitud hemos podido tener esclavos hasta el siglo XIX. Hace un par de meses el aeropuerto de Lanzarote parecía un lugar de peregrinación para solidarizarse con la causa saharaui de Aminatu Haidar pero hace poco más de un siglo, los católicos parisinos iban después de misa en La Trinité a comprar bolsos de mano hechos con piel de jóvenes africanas. Habíamos decidido que solo valían para eso.
Pues bien, en pleno siglo XXI se hacen políticas en base a ideas que declaran al Estado de bienestar una rémora para la competitividad de la economía, a la justicia un obstáculo para la paz y a la ecología una manía de exaltados. Es verdad que siempre ha habido de esto. Hay que ver los argumentos que usaba Ginés Sepúlveda, contra Las Casas, para justificar la conquista de América: que si la evangelización, que si la superioridad cultural europea, que si la violencia de los nativos. Hoy dan risa, pero durante siglos los españoles nos los hemos creído.
El problema no es la presencia de argumentos abusivos en favor de los poderosos. Lo preocupante es la naturalidad con la que los asumimos. El brío con el que, desde la II Guerra Mundial, se defendió el Estado de bienestar por parte de la socialdemocracia y de la doctrina social de la Iglesia, suena hoy a exceso doctrinario. Es verdad que eran tiempos en los que existía el comunismo y se hablaba de marxismo, con lo que el Estado de bienestar bien podía entenderse como una zona de seguridad en zona capitalista. Lo cierto es que en países demoliberales era un concepto intocable.
Ahora dicen que es caro de mantener, aunque los que saben de cuentas explican que no es cuestión de números sino de ideas. Sabemos muy bien que el poder de las ideas poco tiene que ver con la verdad que contengan. Su poder depende de quienes las apadrinen. Para que una modesta idea se imponga no basta que tenga razón, tiene que cargarse de razones. "Cuántas lágrimas", decía Flaubert, "fueron necesarias para liberar Cartago". Por un momento pensamos que quizá esta vez sí sería posible repensar el sistema. Fue cuando al inicio de la gran crisis, Obama, el presidente, habló de egoísmo y Almunia, desde la Unión Europea, de avaricia, referidos uno y otro al capitalismo financiero. Apuntaban en la buena dirección pero fue un espejismo. El problema, por lo visto, son los sueldos y por ahí van las políticas de los políticos mientras los demás callamos.
Hay un episodio en Primo Levi que viene a cuento. Los nazis han capturado a un prisionero que quería escapar. Deciden colgarle en la plaza del campo ante todos los deportados. Cuando va a subir al patíbulo, arenga a los compañeros: "Ánimo, que yo soy el último". Pero los compañeros bajaron los ojos acobardados. El campo había acabado con su capacidad de resistencia. Claro, aquello era un campo y esto no o eso dicen. En el breve espacio de una generación la crítica ha perdido mansamente su capacidad de decir basta. Leer el artículo de Reyes Mate, en "El País" todo aquí.