domingo, 17 de septiembre de 2017

Entrevista a Emmanuel Dockès, profesor de derecho en la Universidad París Ouest Nanterre y especialista en Derecho del Trabajo. ”Destruir las protecciones del trabajo no crea empleos”

Reporterre

Las discusiones sobre la reforma del Código del Trabajo han comenzado el 10 de julio en la Asamblea Nacional. Los diputados tuvieron hasta el 17 de julio para adoptar el “Proyecto de ley de habilitación para adoptar por ordenanzas las medidas de reforzamiento del diálogo social”. El procedimiento acelerado debería permitir al gobierno firmar sus ordenanzas para otoño. La oposición se organiza. Francia Insumisa (France insoumise fue el nombre de la candidatura encabezada por J.L. Melenchon en las elecciones presidenciales de abril de 2017, ndt) organizó una concentración el miércoles el 12 de julio y el “Frente social” y sindical llamó a manifestarse el viernes siguiente.

Para comprender este texto y la visión del trabajo que incorpora, Reporterre ha entrevistado a Emmanuel Dockès, profesor de derecho en la Universidad París Ouest Nanterre y especialista en Derecho del Trabajo. Ha coordinado el proyecto alternativo Propuesta de Código del Trabajo. Es también el autor de Voyage en misarchie, essai pour tout reconstruire (ed. del Détour).

Reporterre.¿Que piensa de la opción gubernamental de utilizar las ordenanzas para reformar el Código del Trabajo?
Emmanuel Dockès. Hay un problema desde hace muchos años: la acumulación de estratos sucesivos de textos que se acumulan al Código del Trabajo, formando una legislación pletórica de bastante mala calidad. La idea de aumentar la cantidad de textos vía ordenanzas garantiza mala calidad y un gran volumen.

¿Y qué piensa del método desde el punto de vista político?
Las señales enviadas son de bastante brutales. Por ejemplo, la comisión de Asuntos Sociales de la Asamblea Nacional votó por unanimidad un texto que no ha sido modificado ni una coma. Es alucinante, inusitado, ¡jamás se había visto cosa igual! Habitualmente, las y los diputados presentan enmiendas, se discuten y hay numerosas modificaciones. Actualmente, la mayoría comienza actuando como un ultra-rodillo. Son muestras de disciplina y de no negociación.

Análogamente, están previstas reuniones con las organizaciones sindicales, pero ninguna con el texto en mano de las ordenanzas. Van a ser redactadas en el mayor secreto por el Ministerio de Trabajo. Incluso han bloqueado los ordenadores, como si fuese una actividad secreta de defensa. Ello es la muestra de un golpe de fuerza.

¿Qué evoca el título del proyecto de ley, que anuncia “la mejora del diálogo social”?
Es un discurso para la galería. Como todo discurso publicitario, el mensaje va en sentido inverso del contenido. Se dice que quiere mejorar el diálogo social mientras que una serie de medidas van en su contra.

¿Por ejemplo?
Numerosas medidas refuerzan el poder del empresario, con el objetivo de que tenga menos obligaciones legales. Por ejemplo, el texto introduce la posibilidad para el empleador de obviar a las organizaciones sindicales mediante referéndum. Es un medio suplementario de presión mediante la amenaza de desautorizar a los sindicatos en la empresa. El gobierno quiere también reducir de forma drástica el número de representantes del personal y el número de informaciones que estarán a su disposición.

Actualmente, a nivel de sector, empleadores y asalariados pueden negociar convenios colectivos de obligado cumplimiento. Con las ordenanzas de Macron, salvo algunas excepciones, se les negará esa facultad. Quienes negocian a nivel de sector no podrán impedir que sus acuerdos sean invalidados empresa a empresa. Ello va a crear necesariamente una forma de dumping entre las empresas y podrá desestabilizar las profesiones.

¿Qué visión del trabajo expresa este proyecto del gobierno?
Su visión es que todos nos vamos a convertir todos en “freelanceurs” (independientes, autónomos) muy competentes, muy dinámicos, muy flexibles, que cambian todo el tiempo de empleador y efectúan misiones puntuales y muy bien pagadas. Es una imagen mítica del trabajo, que corresponde a una fracción de la población extremadamente limitada. Pero esa representación aparece poco en este texto, salvo en las disposiciones relativas a la precariedad en el trabajo. Se simplifica el contrato de duración indefinida, se favorece la posibilidad de despedir.

Haciendo esto, el gobierno comete el error de repetir banalidades como es el que hay que dar confianza a los grandes dirigentes de empresa o de recursos humanos, como lo fue la Ministra de Trabajo. Esas personas gestionan a decenas de miles de personas asalariadas y mantienen un discurso creíble a primera vista: os dicen, “Yo tengo 50 000 asalariados a mis órdenes, yo sé bien por qué contrato y despido”.

El error es el siguiente: ese grupo social considera, de buena fe por otra parte, que sus intereses se corresponden con el interés general. Dicen, “si contratamos será bueno para la mayoría”. Sin embargo, los intereses de la gran patronal no coinciden forzosamente con el interés general. Globalmente, no se contrata pero los dividendos aumentan.

Así pues, ¿esa política no funciona?
No, ¡disponemos de montones de estudios que demuestran su ineficacia! Por ejemplo, cuando se destruye la protección al empleo, no se crea empleo. Al contrario, ello aumenta un poco el desempleo. La OIT (Organización Internacional del Trabajo) publicó un estudio sobre 111 países que desarrollaron políticas para facilitar el despido. El estudio concluye que cuando se destruyen las garantías contra el despido tiene lugar un ligero aumento del desempleo.

Se pueden presentar este tipo de documentos a quienes toman esas decisiones, pero no hacen caso. ¡Su razonamiento banal es más fuerte que los estudios científicos!

¿Por qué se sigue esta lógica desde hace treinta años?
La matriz de las ordenanzas que se preparan se basa en la idea de que es necesario que el trabajo sea más flexible y que los convenios colectivos de empresa sustituyan a la obligaciones legales. Esas dos ideas han sido desarrolladas, teorizadas y reivindicadas por el CNPF (Consejo Nacional de la patronal francesa, precursor del Medef –patronal francesa creada en 1998, ndt-). La ley Seguin, en 1986, fue la primera gran ley de implementación de este programa. Después se han aprobado una cincuentena de leyes; todas ellas en el mismo sentido. Las ordenanzas Macron no son originales. Son un programa que se ha podido verificar cincuenta veces: no ha creado empleos.

En sentido inverso, junto a un colectivo de juristas proponéis un Código de Trabajo simplificado, cuatro veces más reducido que el actual y protector. ¿Cómo conciliar los dos aspectos? Actualmente, el Derecho del Trabajo es tan espeso y complejo que nadie es capaz de conocerlo, lo que plantea un verdadero problema democrático. Nosotros hemos querido crear protección mediante la simplicidad.

Se parte de una idea a contracorriente, que es que todos los niveles del derecho son importantes: internacional, constitucional, legal, convenio de sector, de empresa y contratos individuales. Por ejemplo, se desea mantener el carácter obligatorio de la ley sobre las cinco semanas de vacaciones pagadas, el salario mínimo, los horarios máximos de trabajo, etc. Eso es crucial, ya que si todo se decide a nivel la empresa, van a aumentar las desigualdades y el número de gente trabajadora pobre. Eso es lo más significativo que ha pasado en el Reino Unido o en Alemania tras la destrucción de los derechos sociales. Ahora hay más de un quinto, incluso un cuarto, de gente asalariada que es pobre, mientras que en Francia la tasa es del orden del 8 %.

En el mundo de la ecología, una idea defendida a menudo es la de la reducción del tiempo de trabajo, especialmente para un mejor reparto del trabajo.

¿Qué dice sobre ello vuestro Código de Trabajo alternativo?
Macron persigue la idea de trabajar más, especialmente a través de la desfiscalización de las horas extraordinarias. Supone una incitación a concentrar el trabajo sobre unos, aunque sea quitándoselo a otros. Este dispositivo será a la vez destructor de empleo pero también productor de sobrecarga para quienes tengan la suerte de tener uno. Sin embargo, en una época que ve incrementar la robotización, la reducción y el reparto del tiempo de trabajo son la única solución si se quiere evitar una fractura social en diez años. Porque compartir el tiempo de trabajo es también compartir el tiempo libre. Un tiempo que permite cualquier tipo de actividad indispensable para la sociedad: asociativa, militante, familiar, educativa, artística, de economía gratuita, como Wikipedia... Así pues, conviene: (1) acordar más tiempo libre para todos y todas de forma que puedan participar en actividades del tiempo libre; y (2) proteger el tiempo libre.

Actualmente se han multiplicado los casos en los que el empleador puede anticipar el tiempo libre de sus asalariados, sin que ellos puedan rechazarlo. Se cambian los horarios con plazos de preaviso cada vez más cortos, lo que destruye toda posibilidad de organizar el tiempo libre. No se tiene la posibilidad de programar una asamblea general de asociación o una barbacoa en familia. Así pues, la flexibilidad del tiempo de trabajo es también un empobrecimiento muy profundo de la sociedad. Por ello en nuestra propuesta de Código del Trabajo se ponen en marcha dispositivos que permitan la previsibilidad del tiempo libre.

¿Y para la reducción del tiempo de trabajo?
Actualmente mucha gente no tiene empleo: quienes no encuentran trabajo, la gente mayor que deja de trabajar pronto, las mujeres en el hogar, etc. Si se considera que todo el mundo trabaje un poco, os daréis cuenta que incluso sin disminuir el número total de horas trabajadas, éstas se pueden reducir, aproximadamente, a 16-20 horas por persona y semana. Si se pone en práctica un sistema en el que las primeras horas estén mejor remuneradas que las siguientes y las siguientes más tasadas que las precedentes, obtendremos una reducción masiva del tiempo de trabajo. Ello permitiría dar solución al desempleo y reforzar la igualdad.

Una propuesta que ha provocado debate durante la campaña presidencial es el ingreso universal ¿Qué pensáis sobre ello?
El ingreso universal es factible desde un punto de vista práctico y yo encuentro que tiene muchos aspectos simpáticos: una relación diferente con el tiempo libre, la liberación de la obligación de trabajar para vivir, etc. Pero estoy opuesto al ingreso universal porque si se crea, se van a ver rápidamente dos categorías de personas: las que ejercen actividades productivas, lucrativas, remuneradas. Y las que no las ejercen y obtienen sus ingresos del ingreso universal. La primera categoría se encontrará en posición de fuerza en relación con la segunda, ya que realizará las funciones económicas mejor valoradas financieramente. El resultado es que habrá una categoría de población con una capacidad mayor de incordio, por ejemplo si acude a la huelga.

En las teorías del ingreso universal todo el mundo es simpático. Sin embargo, a mi entender la naturaleza humana es tal que cuando unos tienen más poder que otros están inclinados a abusar del mismo. Los fuertes van a aplastar a los débiles, van a decir que los que no tienen actividad lucrativa son holgazanes, viven de la asistencia, etc. Y los que se hayan acostumbrado a vivir con el ingreso universal estarán reducidos a un estado de relativa miseria.

Fuente original:
https://reporterre.net/Emmanuel-Dockes-Detruire-les-protections-du-travail-ne-cree-pas-d-emplois Traducción: viento sur

sábado, 16 de septiembre de 2017

Entrevista a Recce Jones, geógrafo y autor de "Violent Borders". “El poder usa las fronteras para limitar el acceso de los pobres a salarios más altos”.

Álvaro Guzmán Bastida
Ctxt

¿Por qué se han convertido en cementerios las fronteras del mundo? Tan incómoda pregunta rondaba la mente del geógrafo Reece Jones (Virginia, 1976) cuando escribía su penúltimo libro. Tras quince años estudiando el fenómeno migratorio, Jones terminaba un trabajo sobre tres fronteras concretas --las que separan EE.UU. de México, Israel de Palestina e India de Bangladesh-- cuando se percató de que las muertes en esos y otros puntos fronterizos no paraban de aumentar. Decidió investigar por qué. El resultado, Violent Borders, es una demoledora radiografía de la violencia en las fronteras de todo el mundo. A través de un minucioso análisis histórico, jurídico, sociológico y económico, trufado de historias personales de los migrantes que tratan de cruzar esas fronteras, Jones dibuja un siniestro panorama en el que las políticas diseñadas para limitar la migración fracasan en ese propósito, y en cambio desvían los flujos migratorios hacia rutas más violentas, llenando las fronteras marítimas y terrestres de cadáveres. Jones, profesor de geografía en la Universidad de Hawaii, atiende por Skype a CTXT para detallar las causas y consecuencias de la violencia fronteriza y exponer su propuesta para solucionarla: abrir las fronteras a las personas y ponerle coto al capital.

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Dedica gran parte del libro a examinar las causas y efectos de la migración a nivel global. ¿Qué ha descubierto acerca de los motivos que llevan la gente a emigrar?

Varían mucho según el lugar de origen y las circunstancias. Por un lado, existe un gran grupo de sirios y eritreos que cruzan a Europa huyendo de la violencia o la represión estatal. Por otro, hay otra mucha gente que emigra por motivos económicos, al escasear el trabajo y las oportunidades en los lugares donde viven y existir estos en otros países. Por ejemplo, los sirios han sido mayoría entre quienes viajaban a Europa en los últimos años, pero hasta el momento en 2017 el país de donde más gente cruza el Mediterráneo es Bangladesh, donde no hay una guerra sino necesidad económica, y gente que toma la decisión de salir en busca de oportunidades.

Uno de los asuntos centrales de su trabajo es la erosión del derecho a la libre circulación de las personas. ¿Cómo se ha limitado ese derecho?

Existe una larga historia de Estados y gente en posiciones de poder que usan las restricciones a la libre circulación de las personas para limitar el acceso de los pobres a salarios más altos. En el libro, trazo una conexión entre el sistema actual y la esclavitud, la servidumbre, el feudalismo y las leyes de pobres, vagos y maleantes. Todos eran mecanismos para limitar la capacidad de los pobres de desplazarse para buscar salarios más altos y para obligarles a seguir viviendo en una zona concreta, y así acceder a su mano de obra y explotarla para lucrarse. Hoy en día vemos un proceso similar a mayor escala. Lo que antes sucedía dentro de cada país ahora sucede entre países, de modo que los pobres hoy están ‘contenidos’ por fronteras, pasaportes o el concepto de ciudadanía, produciendo una relación muy parecida a la de antaño. Desde hace cien años se está erosionando el derecho a la libre circulación. En EE.UU., por ejemplo, no hubo ninguna restricción sobre quién podía entrar en el país hasta la década de 1880, con la Ley de Exclusión China. Hasta 1924, el país no tuvo un sistema universal que regulase quién podía entrar en él o convertirse en ciudadano, y muchos de los pobres de Europa pudieron hacerlo a finales del XIX.

Dedica el primer capítulo del libro a la que llama “la frontera más mortífera del mundo”, en referencia a la que rodea a la UE. ¿Cómo pasó Europa de desmantelar las fronteras nacionales hace un par de décadas a convertirse en una fortaleza, y por qué es la frontera más letal del planeta?

En cierto modo, la narrativa de que la UE ha eliminado las fronteras es falsa. Más bien las movió de sitio. Aunque es cierto que la UE eliminó las divisiones entre sus países miembros, nunca deshizo las fronteras externas. Todo lo contrario. En los últimos veinte años, mientras aumentaba el número de migrantes, la UE ha dedicado gran empeño a restringir el movimiento, en especial en el Mediterráneo. España, por ejemplo, permitió el libre movimiento desde el Norte de África hasta que se unió al Tratado Schengen, en los noventa. Francia permitía sin restricciones reales la inmigración de África durante los ochenta. Tanto en la frontera Sur de EE.UU. como en las de la UE, se observa una tendencia clara: mientras se levantan muros, se endurecen los controles migratorios, se destinan más agentes a patrullar los espacios fronterizos, no se consigue el objetivo de frenar la inmigración, pero sí que se disparen las muertes. En 2017, mueren dos personas de cada cien que intenta cruzar el Mediterráneo. Esa cifra era de 0,3 en 2015. Hay muchísimos más barcos patrullando, y se han construido muros, por ejemplo en los Balcanes, cerrando una ruta de acceso relativamente fácil a la UE. Todo este endurecimiento empuja a la gente hacia rutas realmente peligrosas y hace que muera mucha más gente en los viajes.

Al describir la frontera entre México y EE.UU., relata una sorprendente historia: dicha frontera no se marcó con piedras hasta 1890, y no se empezó a patrullar hasta 1924.

La Patrulla Fronteriza de EE.UU. se creó en 1924, que fue el mismo año en el que se aprobó por primera vez una ley migratoria nacional. Ambos hechos están íntimamente relacionados. Había policía patrullando las zonas limítrofes antes de eso. No cabe duda de que hubo un proyecto coordinado de ‘anglicanización' de esos espacios, de expulsar a los nativos americanos y a lo antiguos ciudadanos mexicanos que se habían quedado en Texas. Pero la línea fronteriza en sí misma no se patrullaba. La gente podía cruzarla libremente.

Describe cómo esa misma frontera se militarizó tras el 11-S. ¿Que llevó a su militarización y cuáles fueron las consecuencias de la misma?

Son tendencias que se remontan a finales de los noventa, pero que se aceleran tras el 11-S, cuando empiezan a llover los fondos gubernamentales. Entra una gran cantidad de dinero en la Patrulla Fronteriza y el Departamento de Seguridad Nacional, que lleva a la militarización de la frontera. Cuando hablo de militarización, me refiero a varias cosas. En primer lugar, al reciclado de tecnologías bélicas desarrolladas para Iraq o Afganistán, utilizadas ahora en la frontera. Luego está el creciente número de veteranos de esas guerras, que al dejar el ejército ingresan en la Patrulla Fronteriza. Hay una ley en el Congreso ahora mismo, impulsada por John McCain, que pretende agilizar ese proceso al facilitar la contratación de veteranos de guerra para hacer de guardas fronterizos. Luego está el cambio de mentalidad de los propios agentes. En los setenta y ochenta eran muy parecidos a la policía: buscaban a gente que infringía la ley migratoria o de tráfico de personas, a los que arrestaban y mandaban de vuelta a México. Desde el 11-S, se reimaginó la frontera como un lugar en el que detener el terrorismo, los agentes fronterizos hoy en día piensan, y actúan, en la frontera como la primera línea de batalla contra el terrorismo. Una vez que se produce ese cambio de mentalidad, cambia la manera en la que interactúan con la gente. Tienden a pensar en las personas como potenciales terroristas, y a recurrir a la violencia como primera opción, en lugar de respetar la presunción de inocencia.

Ha mencionado antes el papel de las fronteras para controlar el movimiento de los pobres. ¿Qué influencia tienen las diferencias de clase y el desarrollo desigual en la configuración de las políticas fronterizas?

Durante su campaña presidencial, Trump hablaba mucho sobre las fronteras, y su discurso se centraba en el impacto negativo de la globalización y la conexiones económicas transfronterizas en la clase trabajadora estadounidense. Pero esa narrativa obvia algo fundamental: que el mismo impacto negativo se ha producido al otro lado de la balanza. Lo que ha hecho la globalización ha sido abrir las fronteras para el capital. Se han levantado las barreras para las corporaciones mediante todos los acuerdos de libre comercio que permiten que las grandes empresas operen en múltiples jurisdicciones, buscando los salarios más bajos, pero no se han abierto esas barreras para los trabajadores, que se ven contenidos en bancos de mano de obra barata. También se ha levantado las barreras regulatorias. Las grandes multinacionales acceden a diferentes regímenes regulatorios en los que no hay salario mínimo, ni protecciones medioambientales ni laborales, lo que permite que las corporaciones se queden con todos los beneficios. La globalización ha producido esa competencia a la baja, que ha perjudicado a los trabajadores de EE.UU. y Europa, pero también a los del otro extremo del mundo. Los beneficios resultantes han ido a parar a las corporaciones, lo que exacerba las desigualdades.

En su relato, las fronteras realmente no sirven para proteger a las sociedades, sino que generan no solo desigualdad, sino violencia hacia las personas y el medioambiente. Escribe que “el endurecimiento de las fronteras es una fuente de violencia, no una respuesta a la misma”. ¿De qué manera generan violencia las fronteras?

Crear una frontera es un acto inherentemente violento, porque tras dibujar una línea en un mapa, uno tiene que imponer esa división sobre el terreno, estableciendo que un grupo de personas controla los recursos, la tierra y a la gente en ese espacio geográfico, lo que por definición excluye a otra gente del derecho a trasladarse a ese lugar. La única manera de imponer eso es, en último término, mediante el uso de la violencia. La violencia es producto de la frontera, no del movimiento de la gente.

Sobre su respuesta a la retórica de la campaña de Trump, y su argumento de que los controles fronterizos contribuyen a la desigualdad: ¿Cómo hacen las fronteras que aumenten las desigualdades?

Déjame que le dé la vuelta a la pregunta. Un gran número de economistas ha demostrado que la manera más fácil de aumentar la riqueza de la gente en zonas pobres es eliminar restricciones a su libre movimiento, porque esto les permite acceder a los salarios más altos trasladándose a donde están esos salarios. Es una forma de encuentro entre el capital y los trabajadores más eficiente. El actual sistema retiene a los trabajadores en ciertos lugares y permite que el capital se mueva libremente para aprovecharse de las concentraciones de mano de obra barata. Una de las formas más claras de ponerle freno a eso es abrir las fronteras al libre movimiento, permitiendo que los trabajadores se desplacen. Aunque parezca lo contrario, los estudios demuestran que el movimiento de las personas traspasando las fronteras resulta beneficioso a ambos lados de la balanza: no solo para los trabajadores que se trasladan, sino para las economías que los reciben. En EE.UU., por ejemplo, la inmigración ha tenido un impacto neto positivo en la economía del país.

Hemos hablado de Europa y EE.UU., pero la realidad de estas fronteras, y su militarización, se ha expandido por todo el planeta, desde Israel a Australia. Leyendo su libro aprendemos que la frontera entre India y Bangladesh es en la que más gente matan las fuerzas de seguridad, y que India es el país del mundo con más kilómetros de vallas y muros. Si los muros tienen que ver con la preservación de la riqueza y el privilegio, ¿cuál es su papel en el Sur del planeta?

Un colega francés y yo hemos cruzado el PIB per cápita de diversos países con los datos sobre dónde se construyen nuevos muros. La correlación es clarísima: se levantan muros allá donde hay un país más pobre que otro que hacen frontera. El PIB per cápita de la India es mucho más alto que el de Bangladesh, y hay veinte millones de bengalíes trabajando en India. El aspecto económico está clarísimo.

A menudo escuchamos a los gobiernos occidentales echar la culpa de las muertes de refugiados y migrantes a los traficantes. Y sin embargo, usted defiende que esas muertes son parte integral del régimen fronterizo, y que la responsabilidad última corresponde a los estados. ¿Qué hace que muera tanta gente en las fronteras?

Si la gente tuviera una forma segura de viajar de un país a otro, no recurriría a los traficantes. Les cuesta cinco, seis o siete mil dólares viajar de Bangladesh a Europa. Un billete de avión se consigue por mil. El que no existan vías seguras para el viaje arroja a los migrantes a los brazos de los traficantes. Su negocio se basa en esas restricciones fronterizas. La verdadera culpa recae en la UE y los gobiernos que implementan las políticas que obligan a la gente a tomar rutas cada vez más peligrosas.

Al analizar la actual crisis de los refugiados, dedica bastante espacio a examinar la Paz de Westfalia. ¿Qué papel juegan las fronteras del pasado en el desplazamiento de los refugiados del presente?

Un papel enorme. La historia del colonialismo pasa por el expolio de recursos de otras regiones para cimentar la riqueza de Europa y EE.UU. Y entonces, cuando termina el colonialismo tras la Segunda Guerra Mundial, las fronteras que quedaron habían sido dibujadas por las potencias europeas, a menudo los británicos. Esas fronteras no representan entidades políticas históricas, ni estados coloniales. Son fronteras coloniales superpuestas a los diferentes grupos culturales, lingüísticos, étnicos, que trajeron consigo grandes conflictos, porque los diferentes grupos pasan a competir por el control de esos espacios. Esa violencia luego hace que la gente cruce las fronteras camino de Europa. La gente que intenta entrar en Europa hoy huye en realidad de fronteras que dejó tras de sí el colonialismo europeo.

También escribe sobre la progresiva disolución de la barrera entre los Estados que controlan sus fronteras y el negocio privado que penetra un nuevo mercado. Por ejemplo, cita estudios que proyectan que la industria de las seguridad fronteriza alcanzará un astronómico volumen de ciento siete mil millones de dólares de facturación para 2020. ¿Cómo ha emergido esa industria y qué efecto tiene su desarrollo?

Toda esta industria ha surgido en los últimos treinta años. La gente a menudo piensa en el complejo industrial-militar, pero existe un nuevo complejo de seguridad-industrial, en el que toda una serie de empresas --a menudo de armas-- produce equipamiento y tecnología orientada hacia el mercado de la seguridad fronteriza. Esto despegó de verdad tras el 11-S. Al tiempo que el terrorismo pasaba a ser la prioridad de los espacios fronterizos, toda una serie de empresas se lanzaron a aprovecharse de todo ese influjo de dinero público dirigido hacia las fronteras. Se creó un ciclo en el cual las empresas tienen grandes ingresos, que utilizan para hacer lobby y conseguir que los gobiernos gasten más dinero en seguridad fronteriza, aumentando sus ingresos. Cada vez que se produce un atentado terrorista, el miedo que se produce se canaliza en más gasto en medidas de seguridad, a menudo en las fronteras. Ha emergido todo un mercado para la seguridad en las fronteras, del mismo modo que emergió el complejo militar-industrial en los cincuenta, después de la Segunda Guerra Mundial. Y luego está la privatización directa, como ha sucedido con los centros de detención de inmigrantes en EEUU.

En el plano político, tanto el Brexit como la elección de Trump llegaron de la mano de un renovado énfasis en el control fronterizo. Lo mismo sucede con el avance de la extrema derecha en Occidente. ¿Qué le sugiere el que las llamadas a aumentar el control fronterizo movilicen a una parte tan importante del electorado? ¿Que espera la gente que logren las fronteras?

Tanto el Brexit como Trump se basaron en un miedo muy real entre el electorado. Lo hemos hablado antes: muchos trabajadores han perdido empleos estables, bien pagados y con planes de pensiones o acceso sanitario por culpa de la globalización. Se han deslocalizado a otros países, y no se han sustituido por puestos de trabajo con condiciones similares. Fue muy efectivo políticamente defender que una manera de mejorar su situación era cerrar las fronteras y crear la idea histórica de una América separada del resto del mundo. El segundo factor es que el racismo es una fuerza muy potente. Desgraciadamente, el miedo al otro, a la amenaza de una supuesta invasión de gente de otras culturas, de creencias diferentes o con otro color de piel, es una forma muy eficaz de lograr apoyos para estas políticas excluyentes.

Y, sin embargo, usted defiende que las fronteras no son eficaces para atajar los problemas reales que moviliza el racismo.

En absoluto. Pero son una narrativa muy potente. Trump fue capaz de crear una serie de símbolos --como la construcción del muro-- que evocaban soluciones que la gente podía entender. Lo mismo sucede con el cierre de fronteras al comercio. Es un símbolo poderoso, que parece resolver problemas reales de la gente, pero en realidad no los solucionará.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, escribe, había sólo cinco muros fronterizos en el mundo. En 1990, tras la caída del Muro de Berlín, había quince, y hoy hay casi setenta. Si los muros son tan dañinos e ineficaces como ha descrito, ¿por qué no dejan de proliferar?

Hay un buen número de factores. Por un lado, el símbolo poderoso del que acabo de hablar: demuestran que el país está haciendo algo para resolver los problemas de la gente. Luego está la proliferación de esta industria, que presiona para que los Estados gasten más en seguridad. Una vez que se han construido unos cuantos muros, necesitan que se erijan más.

En su conclusión, reclama la apertura de fronteras para permitir la libre circulación de personas, y el establecimiento de una serie de condiciones laborales y protecciones medioambientales globales. ¿Cómo sería un mundo sin fronteras?

Es difícil de imaginar, porque aún no lo hemos probado. Pero lo fundamental es que esas medidas tienen que darse a la vez. No basta con abrir las fronteras. Aunque las abramos y permitamos la libre circulación de personas, si mantenemos las diferencias de derechos según la nacionalidad, los que tienen plenos derechos en un lugar concreto podrán abusar de quienes no los tienen. Se trata de abrir fronteras, pero también de generar igualdad de derechos en los territorios. También sugiero la idea de un salario mínimo global, que no sería el mismo en todo el mundo, sino más bien una serie de mínimos dependiendo de las circunstancias, que disminuyan los incentivos que tienen las grandes corporaciones para desplazar el empleo a los lugares con el menor salario posible. Si tuviéramos todo eso -igualdad de derechos en diferentes lugares, libertad de circulación entre esos lugares, un salario mínimo y regulaciones laborales similares a escala global- mejoraríamos drásticamente las condiciones de trabajo a ambos lados de la balanza. Sería bueno para los trabajadores de Europa y EE.UU., y también para los de los países pobres. La única parte que saldría perdiendo serían las corporaciones transnacionales, porque perderían la capacidad de aprovecharse de las divergencias en regulaciones y salarios.

Fuente:
http://ctxt.es/es/20170823/Politica/14632/Ctxt-Reece-Jones-fronteras-violencia-entrevista.htm

viernes, 15 de septiembre de 2017

Cuando crece la desigualdad. La participación del factor trabajo disminuye en la renta nacional desde hace tres décadas. Se asocia a un deterioro de los indicadores de igualdad y de distribución de la renta y viene explicado por el progreso tecnológico y la globalización.

La literatura económica se ocupa del análisis de la distribución de la renta desde, al menos, tres ópticas diferentes: la personal, la espacial y la factorial. Atendiendo a la dimensión personal, se puede estudiar cómo evoluciona la renta de hogares e individuos en función del nivel de formación, la edad, el sexo y la relación con la actividad (ocupados, parados, inactivos), entre otros aspectos económica y sociológicamente relevantes. En España, la encuesta de condiciones de vida (ECV-INE) proporciona información útil en este sentido, no sólo caracterizando los flujos de rentas que atienden a estos aspectos sino también estimando indicadores como el riesgo de pobreza y la carencia material.

Desde un punto de vista espacial, se analiza la distribución de la renta entre países o regiones, o entre categorías geográficas fundamentales como, por ejemplo, las zonas urbanas frente al medio rural. La orografía, la climatología, la facilidad de acceso a recursos naturales o la proximidad a rutas de comercio marítimo son, junto a aspectos históricos e institucionales, factores que explican no sólo por qué unas economías son más prósperas que otras sino cómo se distribuyen los flujos de renta en un mundo globalizado.

Finalmente, la dimensión factorial reviste singular importancia porque atañe a la distribución primaria de la renta entre los factores productivos, capital y trabajo. Permite analizar cómo el sistema productivo distribuye el valor añadido, previamente a la intervención de las Administraciones públicas que, en una amplia casuística de políticas fiscales, distorsiona las decisiones de los distintos agentes económicos con una finalidad a la vez regulatoria y redistributiva. En tanto que distribución primaria de la renta, la distribución factorial está ligada directamente al conflicto entre eficiencia y equidad, cuestión fundamental en la historia del pensamiento económico desde Smith en el siglo XVIII a Piketty en el siglo XXI, pasando por Ricardo, Veblen, Marx, Schumpeter y Keynes, entre otros muchos autores.

La disminución de la participación del factor trabajo en la renta nacional es un fenómeno que se viene observando en las economías desarrolladas desde hace tres décadas. Está asociado a un deterioro de los indicadores de igualdad, de distribución de la renta, y viene explicado, fundamentalmente, por el progreso tecnológico y la globalización. Si la remuneración del trabajo crece sistemáticamente menos que la productividad, la remuneración del capital incrementa su participación en la renta nacional. Puesto que el capital tiende a concentrarse en hogares con un mayor nivel de renta, la menor participación de los salarios en la renta nacional aumenta la desigualdad.

La remuneración de los asalariados ha disminuido su peso en los diez últimos años
La evolución de la economía española los últimos años se ha caracterizado por un incremento de la productividad por hora trabajada (derivado del ajuste de plantillas durante la fase más aguda de la crisis) y por una notable devaluación competitiva operada a través de la moderación salarial. La reducción de la masa salarial ha supuesto una reducción de la participación del factor trabajo en las empresas no financieras. En efecto, la distribución primaria de la renta aporta conclusiones relevantes: aproximadamente el 80% del incremento experimentado por el PIB de la economía española entre el primer trimestre de 2007 y el primero de 2017 ha remunerado el capital, frente al 20% al factor trabajo. Como resultado, el peso de los salarios en el conjunto de la economía ha disminuido aproximadamente un punto porcentual de PIB en los últimos diez años. Si nos circunscribimos al perímetro de las sociedades no financieras, como preconiza la literatura, la remuneración de los asalariados ha disminuido su peso en 6,9 puntos sobre el VAB empresarial en los diez últimos años. Este cambio sustancial en la distribución primaria de la renta ha facilitado el desapalancamiento empresarial, saneando parte del tejido productivo de la economía española, y ha proporcionado ganancias de competitividad que tienen su reflejo en la intensa corrección del desequilibrio en la balanza por cuenta corriente. No obstante, también está en el origen de un sustantivo deterioro de la distribución personal de la renta y en el retroceso en la convergencia real, en renta por habitante, con las economías más avanzadas de Europa.

Según la última encuesta de condiciones de vida (ECV-INE), el índice Gini para España ha pasado de 32,9 en 2008 a 34,5 en 2015 (a mayor valor, peor distribución de la renta). A pesar de que la crisis ha provocado un incremento en la desigualdad en otros países de nuestro entorno, España sigue figurando entre las economías europeas con mayor concentración de rentas, sólo superada por algunos países de la Europa del Este.

España sigue figurando entre las economías europeas con mayor concentración de rentas
La misma encuesta estima que la tasa de riesgo de pobreza, que no mide la pobreza en términos absolutos sino cuántas personas tienen ingresos bajos en relación con el conjunto de la población, ha pasado del 19,8% en 2008 al 22,3% en 2015. Por categoría de edad, el incremento de la desigualdad afecta de manera especialmente relevante a la población comprendida entre 16 y 29 años, cuyo riesgo de pobreza ha pasado del 18,3% en 2008 al 29,6% en 2015. Asimismo, la relación entre la renta disponible del 20% de la población con ingresos más elevados y la del 20% con ingresos más bajos ha pasado de una proporción de 5,9 en 2008 a 6,6 en 2015, poniendo de manifiesto el incremento de la concentración de rentas desde el inicio de la crisis.

Ese deterioro en los hogares de menor renta ha coexistido con un proceso de desendeudamiento que no será más costoso cuando el BCE inicie la retirada de sus estímulos excepcionales. No ha de extrañar, por tanto, la menor aportación del consumo de los hogares a la demanda agregada, unos 30.000 millones de euros por debajo del nivel observado a mediados de 2008, cuando la economía española alcanzó el PIB que ahora recupera. Conviene señalar a este respecto que, siendo la remuneración de asalariados la primera fuente de ingresos de los hogares (75% de la renta bruta disponible), el número de empleos equivalentes a tiempo completo en el primer trimestre de este año es 2,1 millones inferior al de entonces. El resto de partidas de la demanda interna, fundamentalmente la inversión en equipo y el gasto en consumo final de las Administraciones, vienen a representar casi diez años después aproximadamente la misma proporción que a mediados de 2008.

Conclusiones como las anteriores renuevan la vigencia de la tensión tradicional entre eficiencia y distribución, y con ella la necesidad de adopción de medidas de política económica e incentivos adecuados que permitan revertir una dinámica que se aleja del óptimo económico, pero también social y político.

https://elpais.com/elpais/2017/07/26/opinion/1501065051_471976.html

jueves, 14 de septiembre de 2017

EL ENEMIGO EN CASA. ¿Quién no ha sentido alguna vez cómo se pone en marcha en su interior esa bola de nieve de la inseguridad que amenaza con arrasarlo todo?

EL HIJO DE una amiga (he emborronado un poco los datos para que no lo reconozcan) está atravesando momentos amargos. Tiene 22 años y es un genio; bilingüe en inglés y español, fue número uno en selectividad y premio extraordinario de bachillerato. Tras empezar la carrera en Madrid, consiguió una prestigiosa beca internacional para continuar sus estudios en Estados Unidos. Se incorporó este curso a la universidad estadounidense y, de pronto, las cosas empezaron a torcerse. Fue enhebrando enfermedades una detrás de otra, gripe, bronquitis, gastritis; al final sufría mareos, taquicardias. Por primera vez en toda su vida obtuvo malas notas y cada día fueron empeorando. Le diagnosticaron depresión y ansiedad y volvió a casa sin terminar las clases. Aún podría regresar en septiembre y, haciendo un esfuerzo, salvar el año y la beca. Pero se siente incapaz: “No conseguía ni siquiera entender lo que me decían. Era como si no supiera hablar inglés”.

He aquí el maldito enemigo interior haciendo de las suyas. Qué extrañas, enfermas criaturas somos los humanos: por si la vida no bastara para aporrearnos; por si no tuviera ya toda existencia su cuota de conflictos, de sufrimiento, de adversarios tocapelotas y envidiosos malignos, resulta que además nos las solemos apañar muy bien para convertirnos en la peor compañía para nosotros mismos. Es lo que se llama la tentación del fracaso, una oscura atracción por el daño y la derrota, un resbaladizo coqueteo con los abismos. Como dice mi amiga la violinista Mirari: “Es eso que hace que, justo el día que te tienes que levantar a las seis, te acuestes la noche anterior a las dos de la madrugada”.

El enemigo en casa. Convivimos con un tirano íntimo que nos lo hace todo mucho más difícil. Y además actúa de una manera capciosa, de modo que muchas personas se pasan la existencia ignorando que son ellas mismas quienes se están saboteando. Por ejemplo, rechazan determinadas promociones laborales porque dicen preferir una vida más sencilla, cuando lo cierto es que el reto les aterra; o bien aseguran que en realidad no les gusta tanto escribir, o hacer teatro, o dedicarse a las carreras de motos; que sólo son aficiones juveniles y que prefieren ser, por ejemplo, abogados, cuando lo que sucede es que se mueren de miedo de probar y no valer, de querer y no llegar.

Por no hablar del terreno sentimental, en el que el autosabotaje llega a alcanzar niveles grandiosos. Y así, puede haber quien se queje amargamente de su mala suerte amorosa, sin advertir que siempre escoge al amante inadecuado: el que vive muy lejos, el que ya está emparejado y carece de futuro. Y luego está ese clásico que consiste en forzar una ruptura por miedo a que la otra persona rompa contigo, o porque estás demasiado bien con ella y, como esa dicha tendrá que acabarse algún día, prefieres, antes de sufrir más, pegarte un hachazo en el corazón ahora mismo. El miedo a la felicidad y la tentación del fracaso son las dos caras roñosas de la misma moneda.

Sé bien que no todo el mundo es igual de autodestructivo, pero ¿quién no ha sentido alguna vez cómo se ponía en marcha en su interior esa bola de nieve que poco a poco amenazaba con arrasarlo todo? Basta con ser demasiado perfeccionista, basta con fallar en algo que te interese mucho, basta con sentir tu propia fragilidad y no saber asumirla para que empieces a boicotearte, para que cada vez seas más incapaz de hacer las cosas bien, para desear salir corriendo hacia el precipicio, que el final sea rápido, morir ya para no tener que seguir soportando la agonía de la lucha, alcanzar la pasividad final de los vencidos, la congelada paz de los cementerios. Me encantaría poder decirle al hijo de mi amiga que su inseguridad se arregla con el tiempo, pero la verdad es que creo que esa línea de sombra nos acompaña siempre. Eso sí, podemos aprender a convivir con ella, a desdramatizar nuestros dramatismos, a no darle tanta importancia a las derrotas. Nadie fracasa en todo, de la misma manera que nadie triunfa en todo. La frustración forma parte de la vida, los miedos son siempre más grandes que las heridas reales y desde luego nadie tiene tan mala opinión de ti como tu maldito enemigo interior.

http://elpaissemanal.elpais.com/columna/rosa-montero-enemigo-en-casa/?rel=cx_articulo#cxrecs_s

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Las mejores becas del mundo. Fulbright, John S. Knight o Sloan son algunos de estos programas internacionales

Hay becas de estudio que parecen premios de lotería. No solo por la parte utilitaria –algunas están muy bien dotadas económicamente–, sino también por su poder de cambiar vidas y abrir nuevos caminos en la vida profesional y social de los agraciados.

Por ejemplo, si tiene usted la suerte de ganar una beca en una de las Universidades de la Ivy League, que agrupa las mejores ocho universidades privadas de Estados Unidos, su currículo ganará luz y esplendor y empezará a jugar en otras ligas. Es un salto de dimensión automático que casi siempre se corresponde con una formación más sofisticada y actualizada que permite competir en mercados laborales exigentes y de muy alto nivel.

Suelen ser becas difíciles de conseguir pero no imposibles. Hay que reunir méritos y apostar. Tener tesón y paciencia para compilar la documentación tal y como la piden y, desde luego, también se necesita que la suerte esté de su lado. Pero esto también es como la lotería: hay que jugar para entrar en las quinielas de los ganadores.

Fulbright
Es un programa muy prestigioso que convoca becas de estudio de postgrado de cualquier especialidad en universidades estadounidenses. Las ayudas cubren el coste de la matrícula (hasta 34.000 euros) y ofrecen una dotación mensual que oscila entre 1.500 y 2.200 dólares de acuerdo con el coste de la vida en la ciudad de destino. El programa  Fulbright fue creado por el Congreso de Estados Unidos para incentivar el intercambio cultural académico entre sus ciudadanos y los del resto del mundo. Ofrece aproximadamente 1.800 becas al año en 155 países. Además de la matrícula, la beca cubre otros gastos importantes, como los billetes de ida y vuelta y el seguro médico, y otorga un estipendio mensual para la manutención. Para estar entre los elegidos no se necesita una carta de aceptación de una Universidad estadounidense, una vez otorgada la beca la propia Comisión Fulbright ayudará a escoger los programas que mejor encajen con los intereses del becado.

John S. Knight
Es un programa de becas para periodistas que estén en la mitad de su vida profesional y quieran dar un giro a su carrera. Aunque fue concebida en 1966 como un año sabático en una gran universidad durante el cual los becarios desconectaran de la rutina para pensar hacia dónde querían redirigir su vida, hace tres años cambió el enfoque y se convirtió en la beca más innovadora del mundo en las áreas de periodismo y tecnología. Para ser admitidos los candidatos deben presentar un proyecto con ambición de renovar una profesión que no pasa por su mejor momento.

La dotación de la beca oscila entre 80.000 y 100.000 dólares (entre 60.000 y 76.000 euros), de acuerdo a si el candidato viaja o no con su familia. Además, incluye ayudas para el alquiler, la compra de equipo técnico e informático, y los gastos del colegio y la guardería de los niños. Si se viaja con la pareja, esa persona tendrá acceso a todas las clases y actividades de la universidad durante el año que dura el programa. El ganador de la beca y su acompañante pueden diseñar su programa de estudios de acuerdo con sus intereses. Pueden apuntarse a clases con cualquier profesor, incluidos premios Nobel o políticos como Condoleezza Rice, siempre que ellos los acepten en su clase. Al final del programa deben defender su proyecto de investigación y pueden postularse a programas de financiación para convertirlos en prototipos reales de aplicaciones o medios de comunicación.

SloaN
La fundación Alfred P. Sloan premia a investigadores que trabajan en áreas emergentes

La fundación Alfred P. Sloan es una organización filantrópica con sede en Nueva York desde 1934 creada por Alfred Sloan, entonces consejero delegado de General Motors, para apoyar la investigación en tecnología, ciencia, ingeniería, matemáticas y economía.

Premia a investigadores que trabajen en áreas emergentes, con potencial de hacer una contribución sólida al desarrollo científico. La beca está dotada con 38.600 euros que se reparten en dos años. Si una vez consumido ese tiempo, el dinero no se ha agotado, el período podría extenderse hasta un máximo de dos años más. El dinero debe ser usado para la compra de equipo técnico, viajes profesionales, cursos de formación y otros gastos relacionados con la investigación. Los candidatos deben tener una plaza de profesor en alguna universidad de Estados Unidos o Canadá y no se supone que el dinero de esta beca se utilice como manutención.

John S. Guggenheim
Es un premio instaurado desde 1926 para artistas, escritores, científicos y profesores que estén en una etapa media de su carrera profesional. Aunque la dotación económica de la beca cambia cada año y se ajusta a las necesidades de cada becario, el monto está en torno a los 35.000 dólares (26.600 euros). Cada año se reciben entre 3.500 y 4.000 solicitudes para un total de 220 becas que se otorgan a artistas o investigadores que presenten un proyecto de trabajo de “excepcional creatividad” y residan en Estados Unidos, Canadá o cualquier país de América Latina.

Chevening
Es el programa oficial de becas del Gobierno británico, y premia a estudiantes de todo el mundo con madera de líderes financiando sus estudios de postgrado en una universidad británica.

El programa cubre el total o casi de los costes de un master de un año de duración. Para solicitar una de estas becas se debe tener un título universitario, conocimientos de inglés, una experiencia laboral de al menos dos años y haber solicitado la admisión en un master de cualquier disciplina en una universidad de Reino Unido.

Las becas, además de pagar los costes de la matrícula, asumen los gastos del billete de ida y vuelta con exceso de equipaje incluido, los costes del visado de estudiante, los gastos de la tesis, y proveen al becario de un estipendio mensual para gastos de instalación y manutención. Los exbecarios de la Chevening están organizados en un grupo de compuesto por 43.000 personas, una red de contactos potente e influyente que funciona en todo el mundo.

Endeavour
Otorga cada año 500 becas para ciudadanos no australianos que quieran realizar estudios de postgrado en ese país. El programa cubre la matrícula y los gastos de dos años de estudio si se va a cursar una maestría y de cuatro, si se quiere hacer un doctorado.

Funciona para cualquier área académica. Las becas Endeavour cubren con 118.500 dólares australianos (aproximadamente 84.000 euros) a los interesados en un master, y hasta con 228,500 (cerca de 162.000 euros) a los que matriculen un doctorado.

Además corre con los gastos de instalación, matrícula, seguro médico y billete de ida y vuelta. Los requisitos para solicitar una Endeavour son haber terminado un estudio de pregrado y haber solicitado entrar a un master o a un doctorado de una universidad australiana.

Eiffel
El programa de excelencia Eiffel financiado por el Gobierno francés, premia cada año a 400 estudiantes internacionales que quieran cursar un master o un doctorado en un centro de educación superior francés en las áreas de Ciencias, Ingeniería, Economía, Administración, Derecho y Ciencias Políticas. En el caso de los programas de master, la beca puede cubrir hasta 24 meses de estudio e incluye un estipendio mensual de 1.181 euros.

En el caso de los estudiantes de un doctorado, el programa cubre la matrícula y otorga un monto mensual de 1. 400 euros para manutención, seguro médico y otros gastos.

https://economia.elpais.com/economia/2014/09/16/actualidad/1410882684_057015.html

martes, 12 de septiembre de 2017

_- Las becas del Estado suben más en las universidades privadas 14 de los 20 campus donde más se incrementan son de pago. Las ayudas caen en la mayoría de comunidades autónomas

_- El dinero que reciben los universitarios como beca general del Estado ha bajado en 13 de las 17 comunidades autónomas.Entre los 20 campus donde más suben, la mayoría (14) son privados. Las ayudas al estudio en universidad vuelven a caer en la mayoría de las regiones, pese a que el Gobierno presume de destinar el presupuesto más alto de la historia. En comunidades como Extremadura o Castilla La Mancha, las ayudas han caído más de 500 euros desde 2011.

Los universitarios con derecho a una beca del Estado —que se decide por criterios económicos y académicos— pueden percibir el equivalente a las tasas académicas (para lo que necesitan una nota media de 5,5) o sumar dinero para vivir, para lo que necesita al menos un 6,5. Esta última, la cantidad que los alumnos con menos recursos económicos perciben para el día a día, ha bajado en el último curso en 13 comunidades autónomas respecto al año anterior. Solo sube en Madrid, Navarra y Cataluña y Cantabria. Los descensos van desde el 2,8% menos de Castilla La Mancha, donde un universitario recibe de media 2.579 euros, al 0,1% menos en Galicia, donde la media es de 2.490 euros (ver gráfico).

Los datos, extraídos de una respuesta parlamentaria al diputado socialista Miguel Ángel Heredia, reflejan además que los campus donde más han subido las ayudas han sido los privados. Entre las 20 universidades con más subidas medias, 14 son privadas. La respuesta analiza 46 universidades públicas y 32 de pago, donde los alumnos reciben la asignación en función de los mismos criterios que el resto. La ayuda para tasas universitarias solo cubre lo que costaría una matrícula en la Universidad pública, que puede ser hasta ocho veces más barata. El resto debe pagarlo la familia o el campus con ayudas propias.

El diputado Heredia considera “indecente” que mientras las becas bajan de cuantía de forma generalizada en las públicas, crezca “de forma abusiva” en las privadas. “Esto rompe absolutamente la igualdad de oportunidades y beneficia a quien más tiene”, señala.

La media de ayuda por alumno ha bajado algo más de 300 euros de media en España desde 2011, hasta los 2.166 euros actuales. Pero de nuevo la rebaja es más significativa al desglosar por regiones. Los alumnos de Castilla La Mancha o Extremadura han perdido más de 500 euros de media en el mismo periodo.

El pasado julio, una veintena de estudiantes protagonizó un encierro de tres días en el Consejo Escolar del Estado, en Madrid, para exigir que se revisara la política de becas del Gobierno. El modelo de reparto cambió de forma drástica en 2013, cuando el Gobierno del PP endureció los criterios académicos y estableció que parte del dinero se repartiera como una cuantía variable. El Consejo Escolar del Estado denunció en su último dictamen que ese sistema provoca “una grave inestabilidad” en los estudiantes, que conocen lo que van a recibir con el curso ya empezado. Al tiempo que cambiaban los requisitos, el Gobierno promovió la mayor subida de tasas universitarias, que están entre las más caras de Europa.

Los estudiantes abandonaron el encierro después de que Educación se comprometiera a celebrar al menos tres reuniones anuales del pleno del Consejo Estatal de Estudiantes Universitarios (Ceune) y a crear una comisión mixta con alumnos y rectores para revisar el decreto de becas para el curso 2018-2019, dejando los requisitos igual para el curso que viene y sin revisar los umbrales de renta, algo que no se ha hecho en los últimos cinco años.

“Se ha demostrado que este sistema de becas va en contra de la comunidad educativa, que tiene relación directa con la bajada de las cuantías y que el riesgo de que quede gente fuera es real”, señala Carles López, de la confederación de estudiantes Canae.

“Invertimos en becas tres veces menos que la media de la OCDE”, señala el presidente de la conferencia de rectores, la Crue, Segundo Píriz. “Esperamos que con esta oferta de diálogo, las cuantías vayan aumentando de forma paulatina para llegar a niveles aceptables en cuatro o cinco años”. Los rectores exigen además, que vuelva el 5 de como para acceder a una ayuda igual que es válido para aprobar.

https://politica.elpais.com/politica/2017/08/31/actualidad/1504198528_431075.html

lunes, 11 de septiembre de 2017

Del jazz al universo y más allá. Un libro de Stephon Alexander, físico y saxo tenor, revela la relación profunda de la música con el cosmos, y el inmenso poder creativo de la metáfora

Para un enamorado de la física un libro titulado El jazz de la física ejerce la atracción gravitatoria de un agujero negro y hace volar la mente por los confines del cosmos. Los que solo aman una de esas dos materias, o ninguna, pueden leer esta obra y dejarse arrastrar por el influjo de las relaciones ocultas entre disciplinas dispares, por el inmenso poder creativo de la metáfora.

Imagina dos peces que hablan entre sí en un río, cerca del precipicio de una cascada. Sus mensajes viajan a la velocidad del sonido en el agua, lo que no está mal para el espeso discurso que podemos esperar de esa especie acuática. El pez más afortunado se queda varado entre las raíces de un nenúfar, mientras el otro deriva de manera fatal hacia la cascada. Pese a ello pueden seguir hablando sin problemas; la voz del pez varado viaja ayudada por la corriente, y la del pez condenado viaja contra corriente y tarda más en llegar a su interlocutor, pero la charla sigue.

De pronto, en el mismo momento en que el segundo pez cruza el borde del precipicio, la situación cambia radicalmente. El pez que cae por la cascada sigue recibiendo el sonido del otro, pero sus gritos de auxilio ya no llegan a su interlocutor. La velocidad con que el agua cae por la cascada es mayor que la del sonido, y el pobre pez ha desaparecido de su mundo a todos los efectos.

Cambiando el sonido por la luz, esta pequeña historia es la metáfora perfecta de un agujero negro, el objeto más exótico y enigmático que ha descubierto la ciencia. El borde de la cascada representa el “horizonte de sucesos” del agujero negro, la frontera a partir de la que cualquier cosa, pez o astronauta, materia o energía, cae con tal velocidad hacia la atracción gravitatoria fatal del agujero negro que no puede escapar de él. Ni siquiera la luz puede escapar, de ahí que se llame negro.

Es solo una de las mil metáforas que plantea  Stephon Alexander, físico y saxo tenor, en su libro El jazz de la física, recién publicado en la colección Metatemas de Tusquets. El ejemplo de los peces no tiene relación con el jazz —solo la tiene con el sonido—, pero hay un motivo sólido para mencionarla: que la razón última del libro es mostrar el poder de la analogía y la metáfora para el pensamiento, también el pensamiento científico. Y porque explica con transparencia el horizonte de sucesos de un agujero negro, uno de los conceptos más radicales y complejos de la ciencia.

Pero El jazz de la física no es solo un título con gancho. El libro responde a las expectativas. Alexander es un buen físico teórico, formado con los mejores científicos y profesor en la Universidad de Brown, y también un solvente saxofonista de jazz. Su pasión, y sus estudios de media vida, se reparten a partes iguales entre  John Coltrane y Albert Einstein.
Y, cuando una mente creativa se sumerge a fondo en dos campos distintos, no es infrecuente que emerja una metáfora, un nexo recóndito y penetrante entre dos conocimientos previamente percibidos como incompatibles. Así trabajaban Coltrane, Einstein y los demás genios de la historia. Ese es el truco para innovar, para descubrir, para crear pensamiento. Cocerse en el dominio de una sola disciplina es la trampa para creadores por antonomasia, el pasaporte hacia la esterilidad.

En ese sentido, la vida de Stephon Alexander, que es la fuente de su pensamiento abarcador, tiene mucho interés, y no es sorprendente que su libro tenga una fuerte componente autobiográfica (como tal vez la tenga toda novela). Stephon, afroamericano hijo de emigrantes de Trinidad, creció en el Bronx neoyorquino, donde un chaval negro tenía mucho más fácil dedicarse a vender coca que estudiar física. Mientras se sumergía en los arcanos del saxo y del lenguaje musical del jazz, sin embargo, el adolescente encontró tiempo para leer a Stephen Hawking (Historia del tiempo) y a Richard Feynman (¿Está usted de broma, mister Feyman?), y esos libros abrieron un nuevo continente a su mente inquieta.

“Leer todo lo que caía en mis manos sobre física”, confiesa, “me proporcionaba una evasión perfecta mientras crecía en una parte del Bronx donde la realidad, para muchos, era deprimente; buena parte de mis años de estudiante los pasé sintiéndome un negado fuera de lugar, un rastafari de Trinidad criado en el Bronx”. Es bien curioso que, en el centro puntual de ese ambiente marginal, el joven Stephon dedicara buena parte del tiempo que no tenía a plantearse la madre de todas las preguntas: ¿por qué hay algo en vez de nada?

Una pregunta que, como cada vez más cosas, era parte de la filosofía y ahora ha emigrado a la física, la madre de todas las ciencias.

LA LEY DE HAWKING
El físico Stephen Hawking, una de las inspiraciones de Stephon Alexander, formuló hace años lo que algunos han denominado ley de Hawking sobre la divulgación científica: cada ecuación que pones en un libro reduce las ventas a la mitad. No pretendía ser más que un sarcasmo, pero tiene un átomo de verdad. La mala educación matemática en los colegios de todo el mundo ha causado que la mera visión de una fórmula induzca rechazo, temblores y sudores fríos en la población lectora. Y eso es un verdadero problema, porque la física no se puede entender a fondo sin las matemáticas que la fundamentan y la hacen avanzar. Las ecuaciones, como dice Alexander, son el sexto sentido del físico, un sentido que le permite ver conceptos que ni hubiera imaginado sin ellas.

A Alexander, sin embargo, no le dan miedo las ecuaciones. No cree en la ley de Hawking. Su enfoque, más bien, es sumergir al lector en ellas, y explicárselas paso a paso, desde los fundamentos que todos entendemos. Las matemáticas no pueden ser incomprensibles: son la base del entendimiento de la naturaleza. Los malos profesores son otra cuestión.

https://elpais.com/cultura/2017/03/10/actualidad/1489161469_986954.html

¿Qué le hace la música a nuestro cerebro?

domingo, 10 de septiembre de 2017

_- Ni sonreír ni salir: esto es lo que necesita cuando está triste. Y que dejen de darle consejos sobre cómo superarlo

_- Si la vida le da limones, haga limonada. Muy bonito. Pero es que a usted no le gusta la limonada. Es ácida y le hace poner esa cara… picassiana. Pero mejor que no lo diga en alto, que no lo verbalice, porque todos le tacharán de pesimista. Dirán que es un flojo, que no sabe disfrutar. Así que toca seguir sonriendo. Porque, si sonríe a la vida, esta le devolverá una sonrisa. Porque, si se convence, todo irá bien. Porque, si puede soñarlo, puede hacerlo. Y demás. Ese es el camino a la felicidad. ¿Seguro? Docenas de estudios aseguran que no, que tan malo es dejarse arrastrar por la depresión y el abatimiento como evitar los problemas y sonreír sin ningún fundamento, creando así una tendencia contraria al optimismo mal entendido y defendiendo la necesidad de, por qué no, estar de morros de vez en cuando.

Una de las voces más decididas en la lucha contra el empacho de felicidad es la de la activista americana Bárbara Ehrenreich. En su libro “Sonríe o muere: La trampa del pensamiento positivo”, lanza su alternativa a lo que denomina una “realidad a medias”, esa caravana de mensajes ilusorios que la sociedad parece haber dado por buenos. Ehrenreich padeció un cáncer de mama y, durante su proceso de curación, comprobó cómo nadie le permitía sentirse asustada, preocupada. Y se plantó: ¿por qué no iba a tener miedo en una situación tan crucial? En sus tesis afirma lo que para ella resulta más lógico: mirar hacia otro lado no soluciona los problemas ni te hace sentir mejor, y solo aprendiendo a gestionar correctamente las emociones se puede vivir auténticamente conectado con los sentimientos y llevar una vida consecuente con aquello que está ocurriendo.

“Pretender que solo se experimenten emociones positivas es tan absurdo como imposible”, afirma Rosana Pereira, psicóloga del gabinete Haztúa y experta en Psicología positiva, que añade: “Es evidente que, ante una situación normal, es preferible ser optimista, pero las emociones mal llamadas negativas cumplen una función adaptativa que nos ayuda a sobrevivir”. Porque la ira, la tristeza, el estrés o el miedo son mecanismos que, bien gestionados, nos permiten adaptarnos a nuestra realidad y alumbrar soluciones o vías de escape. “Esto es así desde que el hombre es hombre: el cavernícola no trataba de dialogar con un guepardo ni hacía caso omiso cuando este iba a atacarle; simplemente, escapaba a toda prisa movido por el miedo a ser devorado”, constata Pereira.

Ahora bien, ese temor, enfado, agotamiento o frustración deben servir como motor de cambio, deben revelarse como el germen que dispare el pensamiento crítico y la búsqueda de alternativas. Negarlos fomenta únicamente la rigidez emocional y provoca además que quien se siente mal por una situación negativa sume un grado extra de malestar, al saberse incapaz de sonreír a la vida. Y más. Según Ángel Luis Sánchez, psicólogo y director del Instituto de Desarrollo, soslayar estas alertas es peligroso: “Un miedo no escuchado puede desembocar, con el tiempo, en ataques de pánico descontrolados, igual que una tristeza ignorada puede convertirse en depresión”.

Por eso, no deben ser obviadas, pero tampoco hay que permitir que dobleguen la voluntad. “Lo importante es que nadie se quede enganchado en el derrotismo y que entienda que todo lo que siente es una respuesta lógica a lo que le sucede”, continúa Pereira, estableciendo así la línea entre los fundamentos de la Psicología positiva y las frases categóricas de los gurús de la felicidad. Y define a la primera como un complemento de la Psicología tradicional, puesto que “no se queda únicamente en arreglar una situación de dolor emocional, sino que muestra las pautas para gestionar mejor esas emociones adaptativas negativas y enseña a afrontar los problemas y a lograr un mayor bienestar”.

Tampoco se le escapa que la Psicología positiva, en ocasiones, es vinculada a esas frases categóricas y al optimismo irresponsable y mal entendido. “Existe mucho intrusismo y los gurús hacen flaco favor a la Psicología. Cualquier sentencia contundente nos tiene que hacer sospechar; no hay que olvidar que la Psicología es de todo menos contundente”, porque habla y trabaja con personas, y cada una reacciona de una forma distinta. Y en esa línea caminan también otros estudios que señalan los peligros de una Psicología positiva mal aplicada.

La investigadora María Prieto-Ursúa, del departamento de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, habla de la tiranía de la actitud positiva. Explica que, efectivamente, en ocasiones es complicado sentirse feliz viendo el telediario, pero que prescindir de esa carga de sufrimiento nos aleja de la solidaridad, la sensibilidad y el ánimo por mejorar la situación. Y evidencia que muchos seguidores entusiastas de la Psicología positiva pueden haber malinterpretado su mensaje y haberlo llevado al extremo, a la “necesidad de mantener una actitud positiva o de optimismo en todas las circunstancias”.

Entonces, al mal tiempo, ¿solo buena cara?

No. Porque, así, será imposible afrontar lo que está ocurriendo y concentrarse en darle una solución. “Un optimismo excesivo puede llevar a que confiemos demasiado en el futuro y a que no pongamos lo suficiente de nuestra parte para que aquello que pretendemos termine por llegar”, confirma Ángel Luis Sánchez.

Así que, al próximo que le invite a mirar hacia otro lado y a sonreírle a la vida, quizá deba explicarle la utilidad de estar triste, enfadado, colérico, de atravesar todas las fases emocionales que desencadenan los problemas. Tal vez deba contestar a su sonrisa sacándole la lengua. Y si la vida le da limones… vaya con la vida. Habrá que seguir trabajando para convertirlos en naranjas.

https://elpais.com/elpais/2017/08/29/buenavida/1504000199_685876.html?por=mosaico

sábado, 9 de septiembre de 2017

Los ‘héroes’ esclavistas del callejero francés. El debate en EE UU sobre las estatuas confederadas salta a Francia, donde aún se honra el pasado colonial.

Es una calle discreta y anodina, de no más de 200 metros, en el distrito XII de París. Hay una lavandería, una agencia bancaria, un concesionario de Peugeot y un hotel de tres estrellas. Si no fuese por el nombre, pasaría desapercibida. Porque la calle, y la estación de metro vecina, llevan el nombre de Jacques François Dugommier (1738-1794), propietario de esclavos en la isla de Guadalupe y "ferviente esclavista, jamás arrepentido", como ha explicado el historiador Marcel Dorigny, coautor del Atlas de las esclavitudes, desde la Antigüedad a nuestros días

El callejero, como las estatuas, es el reflejo de un país, el espejo en el que se proyecta su historia, sus valores, sus traumas. El debate no es exclusivo de Francia. En España, ley de la memoria histórica  ordenó en 2007 la retirada de símbolos y monumentos públicos de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura franquista. Y en Estados Unidos, la retirada de símbolos y estatuas dedicados a personalidades de la Confederación —los estados secesionistas y esclavistas del Sur que lucharon contra la Unión en la Guerra Civil americana, entre 1861 y 1865— ha topado con la reacción, en ocasiones violenta, de partidarios de mantenerlos.

El diario Libération ahondó esta semana en el debate con una portada que proclamaba: "Esclavitud: Francia también tiene sus fantasmas". En un editorial, su director, Laurent Joffrin, señalaba la hipocresía que consiste en mirar la paja en el ojo ajeno, el de los Estados Unidos de Trump, sin ver la viga en el propio, el de los episodios turbios de la historia nacional. "Fue un talentoso general americano quien defendió un gobierno esclavista: por todos los Estados Unidos se derriban las estatuas de Robert E. Lee", escribe Joffrin. "Fue un brillante general francés cuyo gobierno restableció el esclavismo en 1802: nadie sueña con derribar las estatuas de Napoleón Bonaparte".

"La opinión [pública] francesa lleva 15 días apasionándose con las estatuas de esclavistas en Estados Unidos, pero ignora que en Francia nosotros tenemos lo mismo, en peor", dice Louis Georges Tin, presidente del Consejo representativo de las asociaciones negras de Francia (CRAN). "¿Qué país es más racista? ¿El que lo debate? ¿O aquel en el que no hay ningún debate, en el que todo el mundo encuentra normal celebrar a estos personajes?"

Tin cita el caso de Jean-Baptiste Colbert, que fue ministro de Finanzas de Luis XIV y está considerado el inspirador del dirigismo económico que todavía hoy rige las políticas del país. Colbert también fue el artífice del Código negroque en 1685 reguló la esclavitud en las colonias francesas, y, como recuerda Tin, fundó la Compañía francesa de las Indias Orientales. "Y, sin embargo, hay una estatua de Colbert en la Asamblea Nacional. Proclamamos la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero celebramos a alguien que era enemigo de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, alguien que simplemente cometió un crimen contra la humanidad".

Francia ha cambiado su callejero en otros momentos de su historia. "El nombre de las calles tiene un valor simbólico muy fuerte", dice el historiador Jean-Claude Bouvier. "Es importante sustituir los que dan una imagen vergonzosa del país. Se ha hecho en repetidas ocasiones".

Bouvier explica que, tras la ocupación nazi, el régimen colaboracionista de Vichy eliminó nombres asociados al republicanismo, como Jaurès, Hugo o Zola. "Fue una verdadera depuración toponímica", resume Bouvier, profesor de la Universidad de Provenza y autor del libro Los nombres de calle explican la ciudad. Al terminar la guerra, se recuperaron los nombres antiguos y algunas calles y avenidas se rebautizaron con héroes de la resistencia. Quedaron calles con el nombre del mariscal Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial y jefe del Estado francés colaboracionista. La última despareció en 2013.

Otro episodio traumático en la historia reciente, la guerra de Argelia, también provoca controversia. En los últimos años varios alcaldes del ultraderechista Frente Nacional han cambiado nombres de calles que conmemoraban los acuerdos de paz que llevaron a la independencia de Argelia y lo han sustituido por el de militares golpistas por su disconformidad con la descolonización, o por fechas que conmemoran matanzas contra franceses.

La idea de borrar a figuras históricas como Colbert del relato nacional no está en la agenda, pero en el mismo París se han retirado nombres de calles, como la rue Richepanse, un general asociado a la represión sanguinaria de esclavos en Guadalupe a finales del siglo XVIII. Se rebautizó como calle del Chevalier-de-Saint-Georges, el Mozart negroun músico de la misma época que era hijo de una esclava. Y, en los puertos de la costa Atlántica de donde partían las naves que participaban en el comercio de esclavos, han surgido iniciativas para retirar los nombres de las calles dedicadas a los negreros locales, y honrar a los esclavos que se rebelaron.

En Burdeos, Karfa Diallo, presidente de la asociación Mémoires  & Partages, propugna una tercera vía entre la supresión de los viejos símbolos y su mantenimiento: añadir paneles explicativos junto a las calles con nombres de negreros; ofrecer contexto en vez de suprimir. "Burdeos era el primer puerto colonial de Francia, la ciudad que más se enriqueció con el esclavismo. Hay entre 15 y 20 calles que honran a estos personajes", dice Diallo. "Desbautizar una calle o desmontar una estatua borra la memoria. Nuestro objetivo no es borrar la memoria, sino preservarla".

https://elpais.com/internacional/2017/08/26/actualidad/1503749312_468166.html

viernes, 8 de septiembre de 2017

_- Clarita y sus 800 nazis. Almudena Grandes ahonda en la red Stauffer que ayudó a criminales de guerra en ‘Los pacientes del doctor García’, una desbordante novela donde interactúan historia y ficción.

_- Clara Stauffer parece una mentira. Y no lo es. Con dinero, con energía, con contactos, con ideología, con dobleces (española y alemana; nazi y falangista; deportista competitiva y propagandista de la opresión de la Sección Femenina; dadivosa con los suyos e implacable con el resto de la humanidad), dirigió desde su piso madrileño una red clandestina, que ayudó a 800 criminales de guerra a burlar la justicia internacional a partir de 1945. Un ardor justiciero, que fue aminorándose conforme se calentaba la Guerra Fría y se enfriaba la Segunda Guerra Mundial, y que llegó a salpicar a la propia Clara, a veces Clarita. Ella fue la única mujer que figuró en la Lista de los 104 reclamados en 1947 por el Consejo de Control Aliado al ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín-Artajo. Ni uno solo, tampoco Clara, hija del director de la cervecera Mahou e íntima amiga y correligionaria de Pilar Primo de Rivera, fueron entregados por el régimen de Franco, que protegió a lo más granado de la industria del exterminio que desató el Tercer Reich, desde el croata Ante Pavelic al belga León Degrelle.

Todos ellos desfilan por Los pacientes del doctor García (Tusquets), la nueva novela de Almudena Grandes (Madrid, 1960), que se publicará el próximo 12 de septiembre y que constituye la cuarta entrega de los Episodios de una Guerra Interminable, la serie que arrancó en 2010 con una factura similar, con capítulos históricos intercalados entre los de ficción, con personajes y acontecimientos tan desconocidos como asombrosos. Sirva de ejemplo Johannes Bernhardt, el empresario que viaja hasta Bayreuth el 25 de julio de 1936 para entregar a Hitler la carta en la que Franco reclama músculo bélico. Al día siguiente, el Führer ordena que se envíen a España 20 Junkers, que transportarán 15.000 soldados de Marruecos a Sevilla. A Franco le cambia la vida, a Bernhardt también.

Franco fue generoso con los amigos de sus amigos. Al genocida Ante Pavelic, fundador del movimiento fascista ustacha y dictador títere del Tercer Reich en Croacia, le proporcionó un país donde vivir y morir sin ser molestado por fiscales agresivos (Pavelic está enterrado en el cementerio madrileño de San Isidro). A la actriz Maria Petacci, de nombre artístico Miriam di San Servolo, le facilitó una estancia cómoda en Madrid y el acceso a las películas de Cifesa cuando las cosas se pusieron feas en Roma para todo lo que olía a Mussolini, que acabaría colgado boca abajo en una gasolinera de Milán junto a su amante Clara Petacci, hermana de la actriz.

A León Degrelle, fundador del movimiento fascista belga Rex y oficial de las SS, le dio dinero —vía adjudicaciones de obra pública a su empresa— y tanta seguridad que a menudo ni se molestaba en camuflarse bajo la identidad facilitada por el franquismo para cubrirle ante las peticiones de extradición de Bélgica. Degrelle, condecorado por Hitler con cruces y palabras (le elogió como el hijo que le habría gustado tener), aterrizó de urgencia en 1945 en aguas de la Concha en el avión de Albert Speer, ministro y arquitecto del Tercer Reich.

Se podría opinar que la novela es un ajuste de cuentas con la historiadora que no fue, pero Almudena Grandes voltea el argumento: “Esta serie me ha devuelto al proyecto de historiadora que fui. La que ha ajustado cuentas es la historia conmigo. Un montón de años después me ha demostrado hasta qué punto es importante lo que estudié. Probablemente yo no la habría escrito igual si no fuera historiadora”. Por esta obra de ambición galdosiana van y vienen 207 personajes, incluidas 45 criaturas que en su día fueron de carne y hueso. La cadena de acontecimientos, que discurren en escenarios de nueve países (del campo nazi de Klooga en Estonia a un despacho demócrata del Capitolio), arranca en 1936, mientras Hitler escucha a Wagner en Bayreauth, y colea hasta 1976, cuando tres militares toman el poder en Buenos Aires. De golpe a golpe. Entre ambos, personajes que se mueven por la retaguardia, las trincheras y los rescoldos de la matanza que pespuntean Europa durante la primera mitad del siglo XX.

El fresco histórico arropa una trama de espionaje orquestada desde Inglaterra por el presidente Juan Negrín y el embajador Pablo Azcárate, que pretenden devolver por vía diplomática la democracia que se perdió por las armas. Desenmascarar la complicidad de la dictadura con prófugos del nazismo, refugiados en España o Argentina, se convierte en su última esperanza para lograr un cambio político. Será la misión de dos espías de ficción, el médico Guillermo García Medina y el diplomático Manuel Arroyo Benítez, a quienes la escritora zarandea con sucesivas identidades y a quienes regala noches de dicha.

“Para escribir una novela así hay que llegar un equilibrio perfecto entre la libertad creativa y la lealtad a la verdad histórica”, reflexiona Almudena Grandes por teléfono desde Rota (Cádiz), donde apura los últimos días de vacaciones antes de sumergirse en la promoción de una novela costosa. La que más. Cuatro años ha necesitado para sacar adelante este proyecto, que también le ha proporcionado pequeños placeres (introducir un español mexicano) y alguna que otra preocupación. “No puedo traicionar a los personajes reales. Tengo que poner en su cabeza y en su boca cosas que ellos habrían podido decir si se encontraran en esa situación. Como ya tengo confianza, me voy embalando y ya tengo a Negrín y Azcárate de personajes, pero procuro estar segura de que si ellos leyeran la novela, no se extrañarían. Esa es mi barrera”.

Parapetada tras horas de documentación, Grandes recurre a historiadores —como Enrique Moradiellos, biógrafo de Negrín— cuando algo la inquieta. “Para mí es más importante que para otros. En este momento me he convertido en una escritora antisistema. No lo parezco porque no llevo rastas pero en la medida en que mi relato no contribuye a afianzar la versión de la equidistancia, soy consciente de que mantengo una versión disidente en el contexto de la literatura contemporánea”.

En esa visión disidente se encuadra una activa defensa de los valores de la Segunda República y una reivindicación de aquellos secundarios de la historia que lucharon por ellos. Con armas, letras o bisturíes. Como Norman Bethune, el médico canadiense que movilizó fondos hasta lograr trasladar un equipo a España que salvó vidas de milicianos en el frente de Madrid y de civiles en la carretera de Málaga a Almería. Por más que se le racanee, Bethune tiene un lugar en la historia. Su método para conservar la sangre permitió por vez primera realizar transfusiones sin necesidad de que receptor y donante estuviesen juntos.

El segundo homenaje de la escritora se dirige a los estudiantes que se movilizan en Madrid con más idealismo que eficacia para tratar de hundir al régimen al mismo tiempo que la ONU. “Los tenía que meter en alguna novela”, señala Grandes, que se conmovió con la lectura de El fin de la esperanza, testimonio publicado en 1949 en Les Temps Modernes, la revista de Sartre y Beauvoir, con un seudónimo que ocultaba la identidad de Marcelo Saporta, uno de aquellos jóvenes, que en enero de 1946 escribió en Madrid: “Un puñado continúa luchando. Caen todos los días. Daos prisa o llegareis demasiado tarde, cuando hayamos caído todos, uno después de otro, sin esperanza”.

https://elpais.com/cultura/2017/08/25/actualidad/1503660872_150967.html

jueves, 7 de septiembre de 2017

Ruinas. Cuando una aldea desaparece, desaparece parte de nuestro país; cuando una lengua o tribu desaparecen desaparece parte de la humanidad entera.

A partir de los años cincuenta, cuando comenzó en España el éxodo del campo a la ciudad, cientos de pueblos han desaparecido o se han convertido en fantasmas al modo de la Comala de la novela Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo. Se calcula que en nuestro país son ya más de 3.000 los núcleos deshabitados del todo y que en los próximos años otros tantos lo serán también.

Nuestro particular modelo de desarrollo, aquel llamado desarrollismo que en el franquismo favoreció la industrialización de cuatro o cinco regiones olvidando al resto, condenó a varias de ellas, sobre todo a las de la meseta, a la despoblación. La gente huía hacia las ciudades, en especial hacia las más favorecidas por el régimen, curiosamente entre ellas algunas de las que más se quejan de él, que era donde había trabajo, y así miles de aldeas de Aragón, de las dos Castillas, de Extremadura, de León, del interior de Galicia y de Andalucía fueron quedando deshabitadas, desapareciendo incluso muchas de ellas. El espectáculo de sus ruinas tomadas por la maleza está al alcance de todos.

Durante mucho tiempo, no obstante, el fenómeno solo le interesó a los originarios de esos lugares y a cuatro o cinco románticos para los que las aldeas abandonadas constituían toda una metáfora de la vida. Han tenido que pasar bastantes años para que una serie de libros junto con la agudización del proceso de despoblación de la España interior hayan logrado que los periódicos españoles le presten cierta atención, no mucha. EL PAÍS, por ejemplo, le ha encargado a Sergio del Molino, autor, aparte de un libro de referencia sobre el fenómeno, de un término, la España vacía, que ha hecho fortuna mediática, la redacción de una serie de reportajes que está publicando este mes de agosto que ponen el foco sobre esa tragedia después de décadas ignorándola por completo. Bien está que se haga si no es una moda más y, sobre todo, si sirve para ayudar a hacer visible un problema que afecta a todos los españoles, no solo a quienes lo sufren directamente. Porque cuando una aldea desaparece, desaparece parte de nuestro país como cuando una lengua o tribu desaparecen, desaparece parte de la humanidad entera. Lo dijo Rulfo por boca de su protagonista: “Hay un camino que va para Contla y otro que viene de allá”.

Que, como con la memoria histórica, se haya llegado tarde a interesar a los españoles por el problema de la despoblación no debe impedirnos alegrarnos de que por fin se esté consiguiendo, siquiera sea por desagravio a los perjudicados por ella, puesto que para remediarlo harían falta mucho más que reportajes y artículos como este.

https://elpais.com/elpais/2017/08/23/opinion/1503510751_496531.html

miércoles, 6 de septiembre de 2017

_- Nuestros esclavos. El azúcar habría seguido siendo caro para el consumo de masas si el trabajo de procurárselo hubiera recaído en obreros pagados (1)

_- Cualquiera que mire la lista de los libros más vendidos (y crea en ella) se dará cuenta de que en el apartado de ficción hay una novela que lleva allí casi un año: Patria, de Fernando Aramburu. Si mira en el de no ficción verá que hay un ensayo que lleva dos: Sapiens. Traducido al castellano por Joandomènec Ros para Debate, el libro de Yuval Noah Harari es una deslumbrante historia de esta especie desde que nuestros ancestros le ganaron la partida a los neandertales hasta casi hoy mismo. Visto quién gobierna el mundo, dudamos de que realmente ganaran. El historiador israelí se remonta a los tiempos en que “los humanos prehistóricos eran animales insignificantes que no ejercían más impacto sobre su ambiente que los gorilas, las luciérnagas o las medusas” para llegar a estos tiempos nuestros en que ya hemos demostrado lo que somos capaces de hacer con los gorilas y las luciérnagas. La venganza queda en manos de las medusas, tan proclives a la turismofobia.

Claro y riguroso, Sapiens está lleno de historias grandes (como el éxito de los dioses) y de historias pequeñas (como el éxito del azúcar). En la Edad Media el azúcar era un artículo de lujo que, escaso en Europa, se importaba de Oriente Próximo a precios desorbitados para su uso, con cuentagotas, en golosinas y medicamentos. Todo cambió con la conquista de América. Las nuevas plantaciones de caña facilitaron al Viejo Continente toneladas de la antigua delicatesse. El precio bajó radicalmente y Europa desarrolló un “insaciable gusto” por los dulces: pasteles, galletas, chocolate, caramelos, bebidas azucaradas, café y té. La ingesta anual de azúcar del ciudadano inglés medio pasó de casi cero a principios del siglo XVII a unos ocho kilogramos a principios del XIX. A finales del XX, la media mundial alcanzó los 70 kilos.

Por supuesto, el azúcar habría seguido siendo demasiado caro para el consumo de masas si el trabajo de procurárselo —intensivo, bajo un sol tropical y en condiciones insalubres— hubiera recaído en obreros pagados dignamente. O pagados a secas. La solución fue la mano de obra esclava, un tráfico manejado por empresas privadas que vendían acciones en las Bolsas de Ámsterdam, París y Londres que se consolidó como inversión segura. A lo largo del siglo XVIII el rendimiento de esas inversiones rondaba el 6%. Como apunta Harari, cualquier consultor moderno firmaría dividendos así. ¡Y todavía hay quien duda de la relación entre ese comercio y el progreso que hizo posible nuestra Revolución Industrial!

En 400 años, 10 millones de esclavos africanos fueron llevados a América (hay quien afirma que algunos millones más). Dos de ellos, a Latinoamérica. Es curioso que esos dos millones no hayan producido entre nosotros ni el 20% del cine y la literatura que la esclavitud ha generado en Estados Unidos. Por eso es tan importante un libro como La esclavitud en las Españas, publicado por José Antonio Piqueras en La Catarata. El libro de este catedrático de Historia en la Universitat Jaume I es un relato de terror y cinismo. El terror viene, en crudo, de las cifras que generó la trata: 280.000 muertos en la travesía transatlántica, 16 horas de trabajo al día y una media de vida de entre 15 y 20 años. Además, el mito de la “esclavitud suave” de los españoles frente a la de los anglosajones se desinfla ante la ordenanza de 1522 que establecía los castigos para los rebeldes: 50 latigazos la primera vez, amputación del pie si reincidían o estaban ausentes de la propiedad más de 10 días y pena de horca si volvían a fugarse.

El lado del cinismo no resulta mejor. Pese a que Pío II comparó en 1492 la esclavitud con el crimen, los clérigos destacaron como clientes de los negreros. Si el obispo de San Juan de Puerto Rico estuvo entre los mayores importadores de “piezas de ébano” —el lenguaje lo dice todo—, los jesuitas, en el momento de su expulsión (1767), contaban con tres ingenios azucareros, 12 haciendas ganaderas y 406 esclavos. Los laicos, por su parte, no son más presentables. Ni la gloriosa Constitución de Cádiz ni los independentistas cubanos promovieron la abolición pese a que —o quizás porque— Cuba llegó a ser la mayor productora de azúcar del mundo, con un 43% de su población formada por esclavos. Tampoco se salvan las autoridades. María Cristina de Borbón, madre de Isabel II, estaba entre los inversores más activos dos décadas después de que la trata se convirtiera en ilegal (1835) y antes de que la esclavitud fuera abolida en España (1886).

La madre de la reina rivaliza en el palmarés de tratantes con Antonio López, Josep Xifré y Pablo Espalza. Fueron, respectivamente, el primer marqués de Comillas, el primer presidente de la Caja de Ahorros de Barcelona y el fundador del Banco de Bilbao. Se dirá, para exculparlos, que solo eran personas de su tiempo, es decir, con los prejuicios que les correspondían. Pero también Francisco José de Jaca, José Antonio Saco y José María Blanco White (El sacerdote sevillano Blanco Crespo convertido al protestantismo, Sevilla, 1775-1841 Liverpool) vivieron esos tiempos y lucharon contra la esclavitud. (En marzo de 1964, en la calle Jamerdana de Sevilla, donde había nacido Blanco White, se descubrió una placa, en la que puede leerse: "Una vida dedicada a combatir la intolerancia").

La esclavitud en las Españas. José Antonio Piqueras. La Catarata, 2012. 264 páginas. 19 euros.

La esclavitud formó parte de la vida social en la historia de España de modo más extenso y prolongado que en el resto de Europa. Arraigada en la España medieval gracias a la transformación de la península durante ocho siglos en un escenario de cruzadas, el comercio y el trabajo esclavo fueron revitalizados a finales del siglo XV con la apertura de nuevas rutas de aprovisionamiento y la demanda de sometidos al cesar la servidumbre feudal. En la América española se inauguró una etapa con la esclavización del indio, a la que siguió el comercio transatlántico de africanos a Hispanoamérica. Fuente de trabajo y de extracción de las riquezas con las que se sostuvo el Imperio, la esclavitud en las Antillas contribuyó al despegue del capitalismo español. Este libro da cuenta de esta historia de deshonra y dignidad, a la vez que responde a cuestiones básicas como qué era un esclavo español, cuál era su valor y su uso en momentos históricos diferentes, cómo se gestionó su comercio y qué prácticas, expectativas de vida y estrategias de resistencia desplegaron los siervos para afirmar su personalidad y ganar espacios de libertad.

https://elpais.com/cultura/2017/08/25/babelia/1503658587_321442.html

(1) La afirmación del titulo es una de las muchas justificaciones para pretender defender y justificar la práctica de la esclavitud desde Aristóteles que negaba la posesión de "alma" a los esclavos hasta nuestros días. Los canallas, la infamia, el crimen y la ignominia no tienen límites,... Y la consigna de Igualdad junto a Libertad y Fraternidad de la revolución francesa de 1789, es continuamente usurpada y negada en la práctica.
Aún perdura la esclavitud en muchas partes del mundo.