domingo, 31 de marzo de 2019

A 16 años de la invasión a Irak. La gran mentira.




Como toda guerra, la de Irak fue producto de una gran mentira, una mentira propagada por casi todos los principales medios y por una clase intelectual profesional vinculada al poder, y todos éstos, hasta hoy día, jamás han pagado las consecuencias y muchos menos han tenido que rendir cuentas por su complicidad. Es una guerra en la cual se fabricó la justificación frente a todos: se declaró que Irak tenía armas de destrucción masiva, que era en parte responsable de los atentados del 11-S, que era un Estado que daba refugio a "terroristas". Todo eso fue falso. Y se sabía en esos mismos momentos; millones de personas en algunas de la movilizaciones antiguerra más grandes de la historia lo sabían, no cayeron en en el engaño.

La semana pasada se cumplió el 16 aniversario de la guerra de Estados Unidos en Irak, algo que casi nadie en calles, universidades, cafés, antros, parques o edificios gubernamentales registró, y menos aún comentó. Ni el comandante en jefe. Esa y las otras guerras ya se ha vuelto parte del ruido de trasfondo de este país. Una guerra más, una mentira más.

Esta mentira costó más de 190 mil civiles muertos por violencia directa de esa guerra, casi 5 mil militares estadounidenses que han perecido, cientos de miles de civiles y militares heridos, y un costo mayor de 2 billones de dólares hasta la fecha (y eso que no es la guerra activa más larga en la historia del país; esa tiene 17 años y está en Afganistán), según el informe Costos de Guerra, de la Universidad Brown.

La gran mentira implicó que miles de jóvenes estadunidenses –en su gran mayoría pobres y de clase trabajadora– fueron enviados a Irak o Afganistán a matar y herir a otros jóvenes como ellos. Los que regresaron, si es que no en un ataúd o en una camilla, sí con heridas psicológicas de largo plazo, fueron recibidos por una población que, la verdad, si es que se acuerda de ellos, prefiere no ponerle mucha atención a todo eso, más allá de rendir homenajes a nuestros veteranos antes de un partido de beisbol o de fútbol.

Seguramente es el único país en la historia donde uno puede pasar por las calles de todas las ciudades y grandes pueblos sin darse cuenta ni acordarse que está en medio no sólo de una, sino de varias guerras.

Como toda guerra, la de Irak fue producto de una gran mentira, una mentira propagada por casi todos los principales medios (con algunas notables excepciones) y por una clase intelectual profesional vinculada al poder, y todos éstos, hasta hoy día, jamás han pagado las consecuencias y muchos menos han tenido que rendir cuentas por su complicidad.

Es una guerra en la cual se fabricó la justificación frente a todos: se declaró que Irak tenía armas de destrucción masiva, que era en parte responsable de los atentados del 11-S, que era un Estado que daba refugio a terroristas. Todo eso fue falso. Y se sabía en esos mismos momentos; millones de personas en algunas de la movilizaciones antiguerra más grandes de la historia lo sabían, no cayeron en el engaño.

El objetivo no tenía nada que ver con democracia, libertad, asistencia humanitaria ni nada de eso. Tenía el objetivo de cambio de régimen y, ni hablar, petróleo.

Entre los promotores más feroces de la mentira en el gobierno de George W. Bush estaban Elliott Abrams y John Bolton, junto a un amplio elenco de los mismos jefes de medios e intelectuales de tanques pensantes, tanto conservadores como liberales, que hoy día invitan a todos a creerles algunas más, incluido el caso de Venezuela.

Como señala el periodista Matt Taibbi, de Rolling Stone, el daño que esta historia (la guerra contra Irak) causó en nuestras reputaciones colectivas aún es poco entendida en el negocio (de los medios), y señala que esa mancha no se podrá lavar hasta que enfrentemos qué tan mal fue, y es mucho peor de lo que estamos admitiendo, aun ahora.

¿Cuántas otras guerras repletas y justificadas con mentiras continúan hoy día? Hay una contra los inmigrantes en la frontera (con despliegue militar), otra permanente contra el narco, y ni contar las acciones bélicas activas de Washington en varias partes del mundo, incluidos por lo menos siete países que casi ningún estadounidense puede siquiera nombrar.

Según el informe Costos de Guerra, Estados Unidos conduce hoy día actividades anti-terroristas en 80 países (40 por ciento de los países del planeta), ha gastado más de 5.9 billones en las guerras posteriores al 11 de septiembre de 2001, han muerto un total de 480 mil personas en Irak, Afganistán y Pakistán, incluidos 244 mil civiles por violencia directa, casi todo con justificaciones engañosas.

Las mentiras oficiales cuestan muy caro, pero casi nunca para los mentirosos, sino para todos los demás. Esa es la verdad.

Fuente:
http://www.jornada.com.mx/2019/03/25/opinion/023o1mun

sábado, 30 de marzo de 2019

JFK y los demás, silenciados

Entre 1963 y 1968 el establishment de la seguridad nacional de EE.UU eliminó a los dirigentes de la oposición y a los principales políticos con veleidades de reforma.



La noticia saltó el 19 de enero. Un grupo de personalidades, intelectuales, juristas, actores y familiares, pidió que se reabran las investigaciones de los cuatro principales asesinatos políticos de los años sesenta en Estados Unidos. Se trata, por orden cronológico, de los casos del presidente John F. Kennedy, del activista Malcom X, de Martin Luther King y del senador Robert Kennedy.

Entre noviembre de 1963 y junio de 1968, el establishment de la seguridad nacional eliminó a los dirigentes de la oposición y a los dirigentes y activistas políticos con veleidades de cambio y reforma, incluido el presidente del país, los dos principales líderes de la oposición a la guerra de Vietnam -uno pedía la “retirada militar inmediata” (King) el otro solo “detener los bombardeos”- y al más influyente activista de la minoría negra. No hay otro caso comparable de una purga tan radical en ningún otro régimen parlamentario.

Crímenes de Estado
Constituido en Comité por la verdad y la reconciliación -un nombre que homenajea a la comisión que investigó los crímenes del Apartheid en África del Sur- el grupo califica esos asesinatos de, “asalto salvaje y concertado a la democracia” y “actos organizados de violencia política” que tuvieron un, “impacto desastroso en la historia del país”. Todos ellos querían de manera diversa, “apartar a Estados Unidos de la guerra y dirigirse hacia el desarme y la paz, salir de la violencia y la división interior y avanzar hacia la amistad civil y la justicia”.

Sobre el asesinato de John Kennedy, el grupo dice que, “fue organizado en las altas esferas de la estructura de poder de Estados Unidos y llevado a cabo por elementos superiores del aparato de la seguridad nacional que utilizaron, entre otros, a personajes de los bajos fondos para ayudar a su ejecución y encubrimiento”. Recuerdan los “juicios farsa” que rodearon los cuatro asesinatos y apelan al Congreso a que exija la publicación de todos los documentos gubernamentales, que deberían haber sido desclasificados por completo en 2017 pero que la CIA y otras agencias mantienen en secreto.

Oficialmente todos fueron muertos en atentados obra de “locos solitarios”; Lee Harvey Oswald mató a John Kennedy antes de ser muerto a su vez por Jack Ruby, Malcom X, murió a manos de tres negros musulmanes, Marti Luther King cayó a manos del loco James Earl Ray y el senador Robert Kennedy bajo las balas de Sirhan Sirhan, un palestino perturbado.

Forman parte del grupo los hijos de Robert Kennedy, abogados y colaboradores de Martin Luther King, médicos y forenses de renombre que trabajaron en el caso JFK, el disidente Daniel Ellsberg que destapó los papeles del Pentágono, cantantes como David Crisby, el cineasta Oliver Stone, autor de una gran película sobre el caso JFK, actores de Hollywood, etc. La noticia era clara, incluso desde el punto de vista del espectáculo y las personalidades firmantes, pero muy pocos se hicieron eco de ella. Ningún gran medio español lo hizo.

¿Les suena Michael Hastings?
Mientras nos entretienen con las fechorías de los países adversarios, la simple realidad es que no solo de puertas afuera, donde es la principal dictadura del planeta, sino en sus relaciones interiores, Estados Unidos es un ejemplo bastante bueno de estado policial en el trato a sus propios disidentes, con uso del asesinato político encubierto en casos extremos y la violación permanente de derechos elementales de aquellos que considera políticamente peligrosos.

El vicepresidente Henry Wallace tuvo su correo controlado y su teléfono pinchado por la policía política, por defender que la amenaza soviética estaba siendo exagerada por el complejo de la seguridad nacional. Lo mismo le ocurrió al candidato presidencial George McGovern, a cantantes como Pete Seeger o Woodie Guthrie, músicos como Duke Ellington, científicos como Albert Einstein, los activistas del Occupy Wall Street o Black Lives Matter… En fín, desde que Eduard Snowden demostró documentalmente la existencia de Big Brother, y su encarnación en la NSA, las más básicas garantías constitucionales son negadas al conjunto de la ciudadanía mundial desde Estados Unidos.

Todos conocen el caso de la periodista rusa Anna Politkovskaya, pero a muchos menos les suena el nombre de Michael Hastings Los Solzhenitsin, Sájarov y demás de nuestro tiempo llevan nombres anglosajones; Eduard Snowden, Julian Assange, Chelsea Maning, etc.

La cobardía de Obama
La publicación del manifiesto no noticiado del Comité por la verdad y la reconciliación vino precedida en apenas quince días, por el fallecimiento del gran sociólogo norteamericano Norman Birnbaum. En su retrato de la cobardía de Barack Obama, Birnbaum explicaba hace unos años, en una entrevista con Deutchlandfunk, que el presidente tuvo muy presente durante su mandato el destino de otros personajes de la vida americana, como los cuatro mencionados, que llegaron a representar determinados riesgos de reforma. “Nuestro sistema tiene formas y maneras de advertir para que no se superen determinados límites”, decía. “Creo que en el caso de Obama, el presidente ha hecho para su persona esa lectura de nuestra historia”.

Desde la advertencia del Presidente Dwight Eisenhower, en su discurso de despedida del 17 de enero de 1961 (“Debemos cuidarnos de la adquisición de influencia injustificada, tanto solicitada como no solicitada, del complejo militar industrial“, Oliver Stone inicia su película sobre JFK con esa cita), el presidente de Estados Unidos es un prisionero del aparato de seguridad nacional. “Ese aparato tiene sus propias leyes y sabe perfectamente cómo disciplinar a la gente”, decía Birnbaum a propósito de Obama.

Dándole la vuelta a lo que siempre se dijo sobre el comunismo, que era un sistema irreformable, la simple experiencia nos lleva a pensar más bien lo contrario: A lo largo de más de cuarenta años, los países del Este de Europa no pararon en intentar reformas hacia el “socialismo de rostro humano” que la URSS impidió siempre, el comunismo soviético fue tan reformable que hasta se autodisolvió, y en China y Vietnam se ha entronizado algo parecido a la “reforma permanente”.

Lo que se ha demostrado históricamente irreformable es más bien el sistema de Estados Unidos. Una sociedad de extrema desigualdad, desprovista de estado social, regida por el interés de una minoría y faro del mundo moderno, que elimina a los líderes que representan riesgos de transformación, y disciplina de paso a quienes llegan al poder con ínfulas de cambio.

Sacar a la luz esa historia, naturalmente, no es noticiable y cuando se saca a colación siempre hay algún genio que suelta aquello de la “teoría de la conspiración”. El concepto fue acuñado por la CIA en los años sesenta, precisamente para cortar el cuestionamiento de la increíble versión oficial de la muerte de Kennedy…

Desde entonces no paran: cada vez usan más ese latiguillo, porque cada vez tienen más estiércol que ocultar.

(Publicado en Ctxt)

miércoles, 27 de marzo de 2019

Los sucesos de Nueva Zelanda son la conclusión lógica de llamar “invasores” a los inmigrantes.

The Intercept

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Brenton Tarrant, acusado de matar a 50 personas, varios niños entre ellas, en dos mezquitas de Nueva Zelanda la semana pasada, quiere que sepamos qué inspiró sus acciones. Antes de trasmitir su masacre de fieles musulmanes, redactó un extenso documento que aboga con orgullo por el asesinato de personas inocentes en nombre de la pureza racial. El manifiesto es predeciblemente inquietante. Es la obra de un nihilista que ve un mundo tan sombrío y desesperanzado que piensa que podría mejorarse mediante actos de asesinato en masa. Sin embargo, hay una palabra en el documento de 74 páginas que me llamó la atención: “invasor”.

Las palabras de Tarrant son a la vez lúcidas y suenan pavorosamente familiares. Sus referencias a los inmigrantes como invasores encuentran eco en el lenguaje utilizado por el presidente de Estados Unidos y los líderes de extrema derecha de toda Europa. Y es por eso que sería un error descartarlas como los incoherentes delirios de un loco.

Su manifiesto resulta difícil de leer. No obstante, me sentí obligado a analizar sus palabras en profundidad porque, como occidental no blanco -y nada menos que musulmán-, soy uno de los “invasores” de los que habla. Ha habido llamamientos para sencillamente ignorar lo que Tarrant escribió. Si bien es comprensible, es ingenuo pensar que ignorar a personas como él va a hacer que sus exigencias desaparezcan. Al leer su manifiesto, debo subrayar que el sentimiento que expresa -que las personas como yo somos unos forasteros que en realidad pertenecen a algún otro lugar- es cada vez más común.

El documento se basa en una premisa subyacente clave conocida como la teoría del "Gran Reemplazo": que las personas no blancas que viven en países occidentales son extranjeros embarcados en la misión de saquear y reemplazar a las poblaciones de Europa y América del Norte. En los rostros de los inmigrantes que intentan criar familias y construir hogares pacíficos, Tarrant ve a invasores desarmados empeñados en conquistar su patria racialmente prístina. No hay individuos en su cosmovisión, solo masas sin rostro de “nosotros” y “ellos”. Este último grupo debe mantenerse a distancia a toda costa. Cita, aprobándolo, el efecto disuasivo de asesinar a sus hijos.

Para quienes se preguntan dónde se radicalizó Tarrant, la respuesta es de conocimiento público. Es en nuestros medios de comunicación y en nuestra política, donde las minorías, musulmanas o no, son vilipendiadas como algo natural. Las creencias de Tarrant alcanzaron una praxis violenta que supongo que muchos de sus compañeros de viaje encontrarían difícil de digerir. Pero sus afirmaciones sobre desastrosas tasas de nacimiento y riadas de inmigrantes invasores son prácticamente banales a estas alturas. Esa es la retórica que anima las políticas de Donald Trump, quien ha resucitado una respuesta medieval a los “invasores”, prometiendo contenerlos detrás de un muro gigante. Proviene de los partidarios políticos del presidente que abiertamente defienden la misma teoría del “Gran Reemplazo” que motivó la masacre de Tarrant.

Esta retórica sobre la contaminación extranjera emana también de las bocas y de las plumas de figuras públicas supuestamente liberales. En 2006, Sam Harris, escritor del “New Atheist”, escribió un artículo en el que afirmaba que en cuestión de 25 años, Francia se encaminaría a tener una mayoría de población musulmana, aunque la inmigración se detuviera mañana. El cambio demográfico no significaría nada menos que el fin de la propia democracia, argumentaba. (Harris no consideró necesario aportar una referencia por sus ridículas proyecciones de población). El manifiesto de Tarrant se lee como una versión abreviada, aunque más violenta, del popular libro de 2017 “The strange death of Europe”, del autor británico Douglas Murray, quien sostenía que la inmigración había destruido ya realmente a la sociedad europea.

En resumen, los escritos de Tarrant reflejan una visión del mundo que no solo se limita a los rincones oscuros de Internet, sino que se expresa abiertamente en los medios y en la política. Sus alegadas acciones son la conclusión lógica de la retórica del “American carnage” y “The strange death of Europe” promovida por figuras destacadas en todo el mundo.

Tarrant escribe que su punto de ruptura se produjo mientras viajaba por Francia. Allí se sintió abrumado por la cantidad de “invasores”, cuyas caras negras y marrones encontraba en todas las ciudades y pueblos. A juzgar por sus palabras, no se detuvo a considerar que la mayoría de esas personas no eran en realidad extranjeras, sino los hijos de personas que han vivido durante varias generaciones en Francia. Son personas que no conocen más hogar que ese país. Tarrant describe haber se visto desbordado por la emoción al ver un cementerio de guerra, que considera como el lugar de descanso de una generación francesa anterior que luchó contra los “invasores”. Al parecer, nunca se le ocurrió que la mayoría del Ejército Francés Libre de la II Guerra Mundial, que liberó a Francia de los nazis, se componía principalmente de soldados coloniales negros y del norte de África. Son los descendientes de estas personas cuy a presencia causó a Tarrant, un turista australiano, una pena tan grande que, según su manifiesto, “rompió a llorar y a sollozar en solitario en su coche” .

Al considerar los ataques en Nueva Zelanda, es importante entender que los musulmanes son un blanco fácil para la violencia racista. Son una minoría impopular en los países occidentales. Algunos analistas, si bien condenaban los supuestos asesinatos de Tarrant, expresaban compasión por su razonamiento sobre los musulmanes. Esta reacción parece ser exactamente con la que Tarrant contaba. En una sección de su manifiesto deja claro que todos los “inmigrantes de alta fertilidad” son el enemigo, pero que eligió centrarse en los musulmanes porque “son el grupo de invasores más despreciados en Occidente, y al atacarles se recibe el mayor nivel de apoyos”.

Sin embargo, matar musulmanes es solo la primera etapa del plan que establece. El objetivo final es cambiar la composición demográfica de los países occidentales a través de un programa más general de limpieza étnica que también se dirige contra negros, judíos y asiáticos. “Los invasores deben ser retirados del suelo europeo, sin importar de dónde vinieron o cuándo vinieron: Africanos, indios, turcos, semíticos u otros”, escribe Tarrant. Entre sus influencias declaradas están el asesino en masa noruego Anders Breivik y Dylann Roof, que asesinó a nueve feligreses afroamericanos en una iglesia de Carolina del Sur. Tarrant deja claro que él no es cristiano en ningún sentido religioso. Su única creencia consistente es una intención genocida de eliminar al “otro”, ya sea mediante asesinato o expulsión.

Aunque actuó solo, Tarrant afirma de modo inquietante en su manifiesto que recibió una bendición por su ataque de una organización clandestina de extrema derecha. Simpatizantes con los mismos motivos que él hay en gran número, escribe, incluso en los aparatos militares y policiales de los Estados occidentales. Hasta el momento, no han aparecido evidencias que corroboren esta afirmación, pero viendo las noticias, parece algo completamente plausible.

En sus escritos, Tarrant deja claro que no tiene problemas con los musulmanes que viven en sus propias patrias, ni con los judíos, mientras vivan en Israel. Él simplemente los quiere fuera de Occidente. “La forma en que se eliminen es irrelevante, ya sea pacífica, contundente, feliz, violenta o diplomática. Deben ser apartados”, escribe. Por supuesto, es poco probable que estas personas vayan a abandonar sus hogares voluntariamente. Estados Unidos y Europa son los lugares donde crían a sus familias, pagan impuestos, asisten a las escuelas y contribuyen con su trabajo a la sociedad. Por tanto, insistir en que “regresen” a una patria imaginaria en un continente lejano es insistir en el genocidio y la limpieza étnica.

Como nos enfrentemos a una demanda tan implacable y fanática, es importante tomarla en serio. Me temo que habrá más hombres como Brenton Tarrant, Anders Breivik y el pistolero de la sinagoga de Pittsburgh, Robert Bowers, especialmente si quienes están en el poder responden a sus mensajes con un guiño y un gesto de asentimiento. Ante un enemigo así -que exige que uno se suprima literalmente a sí mismo- la reconfortante idea del compromiso se evapora. Los ataques racistas han continuado desde los asesinatos de Nueva Zelanda, incluyendo una serie de ataques violentos. Ante esta realidad y las luchas que se avecinan, parece importante recordar un popular mantra judío frente a la opresión nazi que hoy tiene un significado renovado: “Les sobreviviremos”.

Murtaza Hussain es un periodista cuyos trabajos se centran en temas de seguridad nacional, política exterior y derechos humanos. Ha trabajado con anterioridad en el New York Times, The Guardian y Al Jazeera English.

Fuente:
https://theintercept.com/2019/03/18/new-zealand-mosque-shooter-manifesto/

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a l autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.

jueves, 21 de marzo de 2019

_- La mentira de Kosovo en Alemania

_- Hace veinte años la opinión pública europea fue intoxicada con una eficacia que antes solo funcionaba en Estados Unidos.

La virtual sucesora de Merkel al frente de la CDU, y quizá más pronto que tarde futura canciller de Alemania, Annegret Kramp-Karrenbauer, se ha estrenado en la política europea con una carta aleccionadora de tono inequívocamente teutón dirigida al Presidente francés, Emmanuel Macron. En ella derriba las ingenuas ilusiones de este acerca de una reforma de la UE de común acuerdo con Alemania. En la futura crónica de la desintegración de la UE esta carta ni siquiera será recordada como prueba de la inexistencia del “eje franco-alemán”, así que no vale la pena detenerse en ella. Sin embargo, contiene un detalle muy significativo del momento en el que vivimos: la nueva líder de la derecha alemana propone, “subrayar el papel de la Unión Europea en el mundo en tanto que potencia de paz y seguridad” construyendo… un portaaviones europeo común. ¡Qué gran idea¡ La tenacidad de la derecha alemana y de sus socios socialdemócratas y verdes en la reanudación del militarismo nacional es encomiable.

Desde su creación en 1955 el actual ejército alemán, Bundeswehr, fue concebido como aparato defensivo. En diciembre de 1989 el programa del SPD consagraba como principios de la política exterior y de seguridad de Alemania, la “seguridad común” y el “desarme”. “Nuestra meta es disolver los bloques militares mediante un orden de paz europeo”, decía aquel programa. “El hundimiento del bloque del Este reduce el sentido de las alianzas militares e incrementa el de las alianzas políticas (…) se abre la perspectiva para un fin del estacionamiento de las fuerzas armadas americanas y soviéticas fuera de su territorio en Europa”. Ese programa no se cambió hasta 2007. Para entonces hacía tiempo que había caducado. Exactamente hacía ocho años.

El 24 de marzo se cumplirán veinte del inicio del bombardeo de lo que quedaba de Yugoslavia conocido como “guerra de Kosovo”. Para Alemania aquella participación en una operación ilegal de la OTAN fue la primera operación militar exterior desde Hitler. Desde entonces, “la seguridad de Alemania se defiende en el Hindukush”, como dijo en 2009 el ministro de defensa Peter Struck. También en África y allí donde el acceso alemán/europeo a los recursos y vías comerciales lo exijan, según estableció en su día con toda claridad la canciller (saliente) Angela Merkel.

Aquel estreno en Kosovo empezó con una mentira. Igual que Vietnam, igual que Irak y que tantas otras guerras (recordemos el informe de la agencia Efe de septiembre de 1939, dando cuenta del ataque de Polonia contra Alemania). La primera mentira de Kosovo fue la masacre de Rachak.

Rachak y el policía Hensch
Rachak y Rugovo son dos pueblos del noroeste de Kosovo, al sur de la capital de distrito de Pec. Con la frontera albanesa muy cerca, en 1998 la región era zona de acción de la guerrilla albanesa UCK, sostenida y financiada por la OTAN, la CIA y el servicio secreto británico.

Aquel año la UCK cometió tantos desmanes con civiles serbios, gitanos y albaneses “colaboracionistas” que su jefe local, Ramush Haradinaj, luego primer ministro de Kosovo, hasta llegó a ser juzgado en La Haya por crímenes de guerra por un tribunal que era comparsa de la OTAN. Haradinaj fue absuelto, entre otras cosas porque diez de los nueve testigos que debían declarar contra él fueron eliminados antes de que pudieran hacerlo, unos en “accidentes de tráfico”, otros en “peleas de bar”, otros en atentados. Así hasta nueve. En cualquier caso, a principios de 1999 el ejército yugoslavo respondió con gran fuerza a aquella ofensiva de la UCK teledirigida por la OTAN, con una contraofensiva.

Cerca de Rachak y de Rugova varias decenas de guerrilleros albaneses cayeron en emboscadas ante el ejército. Henning Hensch, un policía alemán retirado con carnet del SPD, estuvo allí. Era uno de los seleccionados por el ministerio de exteriores para engrosar los equipos de observadores de la OSCE en Kosovo. En esa calidad actuó como perito en Rachak y Rugovo. Vio a los guerrilleros muertos con sus armas, carnets y emblemas de la UCK cosidos en sus guerreras. En Rugovo, los yugoslavos juntaron los cadáveres en el pueblo y los observadores de la OSCE hicieron fotos.

“Esas fotos, convenientemente filtradas de todo rastro de armas y emblemas de la UCK, hicieron pasar lo que fue un enfrentamiento militar con grupos armados, por pruebas de una masacre de civiles”, me explicó Hensch en 2012. “Ambos bandos cometían exactamente los mismos crímenes, pero había que poner toda la responsabilidad sólo sobre uno de ellos”, decía el policía jubilado.

El 27 de abril el entonces ministro socialdemócrata de defensa alemán, Rudolf Scharping, presentó en rueda de prensa aquellas fotos en las que se veía los cadáveres de los guerrilleros amontonados en el papel de civiles inocentes masacrados. Al día siguiente, el diario Bild publicaba una de ellas en portada con el titular: “Por esto hacemos la guerra”.

“Este era un país opuesto a la guerra y consiguieron que, por primera vez en más de cincuenta años, se metiera en una”, explicaba por teléfono Hensch, con sumo pesar. “Antes de esa experiencia, nunca imaginé que en mi país pudiera pasar algo así, es decir que el gobierno y la prensa mintieran al unísono y engañaran a la población”.

Para violentar el consenso básico de la sociedad alemana contra el intervencionismo militar, la OTAN, el gobierno de socialdemócratas y verdes (1998-2005) y los medios de comunicación, se tuvieron que emplear a fondo.

El “Media Operation Center” de la OTAN dirigido por el infame Jamie Shea, subordinado al secretario general, Javier Solana ( a su vez subordinado al Pentágono), fue una fábrica de mentiras, que los periodistas retransmitían. Shea, un hombre deshonesto, decía que el truco era, “mantener a los periodistas lo más ocupados posible, alimentándoles constantemente con briefings, de tal manera que no tengan tiempo para buscar información por si mismos”. Años después Shea explicó que, “si hubiéramos perdido a la opinión pública alemana, la habríamos perdido en toda Europa”.

Fabricar la versión del conflicto
El relato del conjunto de la guerra en los Balcanes se basó en una fenomenal sarta de mentiras, amnesias y omisiones. La opinión pública europea fue intoxicada con una eficacia que hasta entonces, en Occidente, solo se consideraba posible en Estados Unidos.

Como hoy se conoce perfectamente, antes de la intervención de la OTAN no había en el conflicto de Kosovo la “catástrofe humanitaria” que las potencias se inventaron para intervenir, sino una violencia que en 1998 partió de la UCK y a la que el ejército yugoslavo respondió con la misma violencia, explicaron miembros del equipo de la OSCE como el general alemán retirado Heinz Loquai y la diplomática estadounidense Norma Brown en un documental de la cadena de televisión alemana ARD emitido en 2012 (“Es began mit einer Lüge” – Comenzó con una mentira).

Los medios alemanes ignoraron tres datos fundamentales: 1- la tradicional hostilidad de su país hacia Yugoslavia, que diarios como el Frankfurter Allgemeine Zeitung, y Die Welt, así como el semanario Der Spiegel, consideraban una “creación artificial”. 2- El hecho de tanto croatas como bosnios musulmanes, liderados en los noventa por dirigentes de la misma calaña que Milosevic, habían sido aliados de la Alemania nazi en la segunda guerra mundial y partícipes, junto con los alemanes, del genocidio de un millón de serbios desencadenado entonces por los nazis. Y 3- la naturaleza ilegal de las acciones militares de la OTAN desde el punto de vista de la ley internacional. El ministro de exteriores verde Josef Fischer comparó a “los serbios” con los nazis y al conflicto de Kosovo con Auschwitz, comparaciones que el General Loquai califica de monstruosas, “especialmente en boca de un alemán”. Algunas de las mentiras concretas y puntuales fueron las siguientes:

El catálogo de Scharping
El ministro de defensa Rudolf Scharping dijo antes de la intervención que los serbios habían matado a 100.000 albaneses en Kosovo. La realidad es que se contabilizaron entre cinco mil y siete mil, entre muertos y desaparecidos, todos los bandos juntos e incluidas las víctimas de bombas de la OTAN.

Scharping suscribió la leyenda americana del “plan herradura” de Milosevic: rodear a la población albanesa y deportarla antes del inicio de los bombardeos. Mencionó la “expulsión de millones” y “400.000 refugiados” albaneses antes del inicio de la operación de la OTAN. La realidad fue que para verano de 1999, a las pocas semanas de la ocupación de Kosovo por la OTAN, 230.000 serbios, montenegrinos, gitanos y albaneses “colaboracionistas” fueron expulsados de Kosovo mientras en la región había 46.000 soldados de la OTAN, es decir uno por cada cuatro expulsados. Una genuina “limpieza étnica” bajo la ocupación militar de la OTAN.

Pueblos que habían sido destruidos después de iniciada la guerra por la OTAN se presentaron como destruidos antes, como incentivo para iniciarla.

Se ocultó que la miseria de los refugiados albaneses y su estampida también era consecuencia de los ataques de la OTAN.

Scharping informó del inexistente “campo de concentración” de Milosevic en el estadio de Pristina con “varios miles de internados”. Diez años después, el ministro dijo que sólo eran “sospechas”.

Se informó falsamente de “cinco dirigentes albaneses” ejecutados y de “veinte profesores” albaneses fusilados antes sus alumnos.

Todo ello se hizo para justificar más de 6000 ataques de la OTAN sin mandato de la ONU cuyo sentido era demostrar que la OTAN tenía razón de ser y aprovechar las violencias -agravadas por la intervención de las potencias- para disolver Yugoslavia, un estado anómalo en el nuevo orden europeo posterior al fin de la guerra fría. Ningún político y medio de comunicación se ha disculpado y la misma constelación actúa, y está bien preparada y engrasada para actuar, en los conflictos del presente y el futuro.

Y sin embargo…
Según una encuesta realizada en febrero para la asociación atlantista Atlantikbrücke, los alemanes siguen rechazando fuertemente las intervenciones militares de su ejército en el extranjero, iniciadas hace 20 años en Yugoslavia: solo el 14% las apoyan, contra un 77% que las rechazan.

(P.S. No es esta la única derrota del complejo político-mediático local. Pese a que desde hace años se les bombardea con la demonización de la Rusia de Putin, a los alemanes Trump les parece mucho menos fiable (82%) que el presidente ruso (56%), e incluso consideran a China como socio menos dudoso (42%) que Estados Unidos (86%), señala la misma encuesta. Esta opinión contradice directamente las últimas resoluciones del Parlamento Europeo a favor de incrementar las sanciones contra Rusia, país al que ya no puede considerarse “socio estratégico”, señala la resolución votada este mes por 402 diputados, contra 163 (y 89 abstenciones). Al mismo tiempo, la Comisión ha declarado a China “rival sistémico” en una resolución que casi coincidió con la votación en el Parlamento Europeo. La UE califica así, simultáneamente, como casi enemigos a China y Rusia. El propósito es aislar a esas potencias, pero teniendo en cuenta el estado de las relaciones con Estados Unidos, así como el proceso de creciente fragmentación de la UE, es legítimo preguntarse quien es el aislado).

(Publicado en Ctxt) Rafael Poch.

viernes, 15 de marzo de 2019

_- LITERATURA, PREMIO CERVANTES, IDA VITALE POESÍA M. B.

_- Intelectual y popular, universal y personal, transparente y honda. Así es la poesía de Ida Vitale, flamante Premio Cervantes 2018; una voz limpia y curiosa, una anciana menuda, de pelo blanco y rostro dulce, llena de amor. "Pese a las dificultades por las que atraviesa el mundo hoy: las prisas, el poder o el protagonismo mortal del dinero, la poesía perdurará y se leerá hoy y siempre", dice.

La poeta uruguaya ha revolucionado el Cervantes por dos motivos: por ser la quinta mujer galardonada en 43 ediciones y por romper con la regla no escrita de que el premio solía alternar un reconocimiento a un autor español con otro a un latinoamericano. El año pasado se valoró la obra del nicaragüense Sergio Ramírez, este, la de Ida Vitale.

Su poesía versa sobre sobre el compromiso moral, porque cree que la poesía social es propaganda, algo comercial para llegar a la gente. A continuación una selección de diez de sus mejores poemas. El primero, Gotas, fue el que leyó el ministro José Guirao antes incluso de anunciar el nombre de la ganadora del máximo reconocimiento literario de las letras castellanas.



Fortuna

Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.

jueves, 14 de marzo de 2019

Diez genios que vivían en el más completo (y armonioso) desorden

Acumulaban objetos siguiendo una línea temporal, su propia personalidad desbordante o dejándose llevar por alguna obsesión. Solo las mentes geniales pueden encontrar el orden en este caos Abundan las teorías que relacionan de forma directa la creatividad con el desorden, al menos tanto como las que vinculan tener un espacio de trabajo organizado con la productividad y la capacidad de sacar adelante el trabajo. Se sea partidario de que cierto Diógenes es imprescindible para desarrollar la imaginación o se sea pro Marie Kondo, sorprende ver la cantidad de genios que trabajaron o vivieron, muy a menudo mezclando ambas cosas, sumidos en el caos. Mark Zuckerberg - Una mesa 'vivida' desorden FACEBOOK

desorden

Las imágenes del controvertido creador de Facebook trabajando en su escritorio son sobreanalizadas hasta el infinito, y de ellas se extraen principalmente dos lecciones: una, hay que tapar la webcam de tu ordenador. Dos: una mesa de trabajo desordenada, vivida, normal, en la que se acumulan libros, cables y botellas de Gatorade, no está reñida con ser multimillonario.

 https://elpais.com/elpais/2019/02/15/icon_design/1550236325_184393.html#?id_externo_nwl=newsletter_icon_design20190221

domingo, 10 de marzo de 2019

_- El euro y el futuro de Europa

_- Salvador López Arnal
Rebelión

En fin, lo dicho: el monstruo, como Polifemo, tiene un solo ojo con el que sólo ve aquello que hace crecer la lana de su ovejuno rebaño de financieros. Lo demás le tiene sin cuidado. Tú ya puedes advertirle de que cada día que pasa está más cerca de su isla el Odiseo que cegará su único ojo y lo dejará inerme y aullando de dolor. Él sigue acariciando la lana de su rebaño sin pensar en nada más. Así que no te esfuerces, Yanis. En lugar de seguir advirtiendo a Polifemo, ayuda a Odiseo a afilar la estaca y ponerle la punta al rojo vivo. Ésa será tu mejor venganza y en esa empresa seremos cada vez más los que te ayudaremos. (Miguel Candel, 2018).

Durante años y años se ha dicho y repetido (hasta la saciedad y con escasa o nula argumentación) que los contrarios o críticos del euro y la eurozona (sin matices ni distingos) eran gentes desinformadas, fanatizadas, antieuropeas, muy ignorantes y, en algunos casos, miembros trasnochados de una izquierda no menos trasnochada.

Propaganda política. De la mala o incluso de la peor. Basta leer el libro de un economista no cegado como Joseph E. Stiglitz [1] para levantar la mampara que cubre la representación de los poderosos y beneficiados. Una de sus reflexiones:

Sin embargo, el proyecto de la eurozona era diferente de estos otros ejemplos en un sentido crucial: se basaba en un intento serio de avanzar hacia la integración política. Los nuevos acuerdos comerciales no parten de ningún deseo de contar con unos criterios reguladores armonizados, establecidos por un Parlamento que represente a los ciudadanos de toda la zona comercial. Lo que buscan las empresas es sencillamente interrumpir la regulación o, mejor todavía, revocarla. Pero el diseño del “proyecto moneda única” estaba tan influido por la ideología y los intereses que fracasó no solo en su aspiración económica -generar prosperidad-, sino también en su ambición de unir más a los países desde el punto de vista político. [la cursiva es mía]

Una de las derivadas más importantes, la conocemos bien, el incremento de las desigualdades:

El euro ha provocado un aumento de las desigualdades. Un argumento importante de este libro es que el euro ha ahondado la brecha, ha hecho que los países más débiles lo sean más aún y que los más fuertes se hayan reforzado: por ejemplo, el PIB alemán ha pasado de ser 10,4 veces el de Grecia en 2007 a 15 en 2015. Pero la brecha ha aumentado también las desigualdades dentro de los países de la eurozona, especialmente en los que han sufrido la crisis. Y ha ocurrido incluso en aquellos que estaban consiguiendo reducir las desigualdades antes de la creación del euro. [las cursivas son mías]

No anda desencaminado el ex economista jefe del Banco Mundial.

En efecto. Carles Planas Bou [CPB] describía en “Un estudio concluye que el euro ha hecho a Alemania más rica y a España más pobre” [2] el siguiente panorama de la situación tras estos veinte años de implantación de la moneda(el estudio que le sirve de base es del Centro (alemán) de Políticas Europeas):

1. Desde la introducción de la moneda única en 1999, cada alemán (por término medio obviamente) ha obtenido un beneficio de hasta 23.116 euros mientras que cada español ha perdido 5.000 euros.

2. La brecha ha afectado directamente a las arcas públicas de los países de la UE. Alemania ha sido la noción más beneficiada por la introducción del euro. Hasta el 2017 le ha supuesto un impacto positivo de 1.893.000 millones de euros (casi dos billones de euros). “Esa ventaja”, señala CPB, “acentuada a partir de la crisis de la deuda, ha permitido a Berlín reforzar su condición de potencia económica del continente”.

3. Hay más. Gracias al euro los Países Bajos han ganado 346.000 millones de euros (unos 21.003 euros por persona), situándose por detrás de Alemania. Como recordamos, ambos países “han sido los más firmes defensores de la ortodoxia fiscal y los principales críticos de los países del sur que acudieron en ayuda de sus socios debido a sus problemas de endeudamiento”. Recordemos su comportamiento en el caso de Grecia.

4. Hasta 2010, España se benefició de la introducción del euro. Tras la crisis eso se transformó en una pérdida de la prosperidad que se eleva hasta los 224.000 millones de euros (un 21 % del PIB aproximadamente). El informe, de un Instituto nada heterodoxo, “remarca que la incapacidad de los países para devaluar su moneda tras la adopción del euro permitió que la erosión de la competitividad internacional se convirtiese en ‘un menor crecimiento económico, un aumento del desempleo y una caída de los ingresos fiscales”.

5. La gran perdedora con la creación del euro es sin duda Italia, con una reducción del PIB por valor de 4.325.000 millones de euros (73.605 euros menos para cada italiano). Se comprende, entonces, la situación política italiana y la desesperación de muchos ciudadanos.

6. Tras los ciudadanos italianos se sitúan los franceses (55.990 euros menos), los portugueses (40.604 menos) y los belgas (6.370 euros menos).

No son datos cualesquiera. Conviene tenerlos muy en cuenta.

Los autores del estudio, Matthias Kullas y Alessandro Gasparotti, señala CPB, “calcularon la hipotética trayectoria sin el euro comparando la de los países mencionados con la de otros países fuera de la eurozona con tendencias de crecimiento parecido”. Alemania fue comparada con Japón y Bahréin; España con el Reino Unido y Turquía. Aunque con la crisis de la deuda, el BCE prometió hacer “lo que haga falta para preservar el euro” el informe señala que, más allá de estas las palabras, el supervalorado Mario Draghi “no hizo nada para cambiar los problemas fundamentales de la Eurozona”. Para eso estaba entre otras cosas.

Conviene detenerse ahora en la entrevista que Claudi Pérez [CP] hizo recientemente al sociólogo alemán Wolfgang Streeck [WS] sobre su último libro ¿Cómo terminará el capitalismo? [3]. Sus tesis y reflexiones transitan por el mismo sendero. Sus observaciones:

1. Sobre el final del capitalismo (todas las cursivas son mías):

No digo que el capitalismo vaya a explotar en pleno vuelo: digo que el sistema se ha metido en un limbo y está en franca decadencia. La gobernabilidad del capitalismo democrático tal como la conocimos en los años sesenta ha desaparecido. La hiperglobalización neoliberal lo ha hecho inmanejable. El bipartidismo está zombi, la mezcla de incertidumbre y miedo está haciendo mella en nuestras sociedades y la prueba es la aparición de nuevos partidos que desafían abiertamente el mal llamado orden liberal. Los Estados se han metido en formidables crisis fiscales, y la combinación con niveles de desigualdad lacerantes y formidables endeudamientos ha dejado sin herramientas a los Estados. A diferencia de lo que ocurre con los accidentes aéreos, las crisis se han vuelto más frecuentes, no menos: quizá porque el avión es demasiado peligroso. El malestar es general.

2. Pero, comenta CP, “quizá parte de ese malestar esté más basado en percepciones que en hechos: la esperanza de vida está en máximos, millones de personas salen de la pobreza”.

No soy un pesimista irredento: lo que defiendo es que la credibilidad de las instituciones se desploma y eso no tiene nada que ver con la esperanza de vida. Mire, en la historia del capitalismo se han sucedido las crisis. La novedad es que ahora esas crisis se superponen y se refuerzan mutuamente. Con un sistema financiero fuera de control, el matrimonio de posguerra entre capitalismo y democracia va rumbo al divorcio.

3. ¿Cuándo llegará entonces el batacazo definitivo?

Estamos en un limbo: quizá no veamos un crash, pero sí una decadencia más o menos rápida, según funcionen o no las ocurrencias de los Gobiernos y los bancos centrales para salvar pelotas de partido. Vamos hacia un largo periodo de improvisaciones que pueden llegar a ser muy arriesgadas, y en último término nefastas.

4. Se le pregunta por Draghi: “¿El whatever it takes (cueste lo que cueste) de Draghi fue una ocurrencia? ¿La compra de bonos no era imprescindible? ¿Qué habría hecho usted?”

Yo no soy Draghi, ni he trabajado en Goldman Sachs. El BCE es una bestia extraña: tiene que dar una receta única para países muy distintos, no rinde cuentas a nadie y ha acabado derrocando Gobiernos, como vimos en Grecia o Irlanda, o enviando cartas a primeros ministros para que hicieran reformas, como vimos en España o Italia. La montaña de deuda que teníamos no se ha esfumado; sigue ahí. Los economistas que más saben de banca dicen que el sistema sigue fuera de control, y que en cualquier momento puede haber otro Lehman.

5. Pero la eurozona ha resistido le señala CP:

España sigue con un paro del 15% una década después de Lehman. Italia va camino de una tercera recesión. La salida de la crisis de Grecia es un chiste. Hay sacudidas políticas -nuevos movimientos y partidos- en toda Europa: los chalecos amarillos en Francia son la expresión de ese Estado del malestar. Las pésimas expectativas de la gente, que es consciente de que esta generación vivirá peor que la de sus padres, están decantándose en forma de potenciales conflictos políticos y una enorme inestabilidad. Hay que romper el euro, y pronto... El euro fue un error colosal.

6. Pero el coste de romperlo no es como para pensárselo dos veces:

Se han metido ustedes mismos en un rincón, en una camisa de fuerza. Salir del euro será costoso a corto plazo, pero a la larga sería incluso más costoso seguir en él. La Europa del sur sale muy perjudicada del diseño de la eurozona: el euro es un régimen monetario para favorecer a Alemania y a sus exportadores. Es un experimento de autodestrucción: queda por ver cuándo se dan cuenta de eso países como Italia y España. Es un patrón oro más rígido incluso que el de hace un siglo.

7. Pero, se le recuerda (sin matices necesarios), ni siquiera los griegos quisieron irse en lo peor de la crisis.

No hay forma de recuperarse de una crisis profunda y deshinchar esas gigantescas burbujas con devaluaciones internas que imponen más y más austeridad, como ha recetado Merkel a toda Europa, si no se acompañan de un fuerte crecimiento, que no está; de inflación, a la que no se le espera; o de reestructuraciones de deuda, que Merkel no permitirá. Sin nada de eso a la vista, habría que acompañar las devaluaciones internas de una devaluación externa, de la moneda: con el euro es imposible. Hay que renacionalizar la política económica para tener algo de tracción.

8. Pero, a pesar de ese análisis, le señala CP finalmente, “Merkel es admirada en España”. Su respuesta: “No lo entiendo. Despierten”.

¿Despertaremos? ¿Tomaremos nota de que la implantación del euro fue (nada menos) un error colosal? ¿Pensaremos sobre ese “renacionalizar la política económica para tener algo de tracción”, aunque nos movamos en coordenadas ecologistas decrecentistas y no confundamos bienestar real y vida buena con crecimiento y desarrollismo desenfrenado? ¿Afirmar que el euro es un régimen monetario diseñado para favorecer a Alemania y a sus exportadores, sigue siendo, una valoración de “gente no preparada ni informada”? ¿La apuesta por la ruptura del euro es una apuesta irracionalista de izquierdistas sin cerebro y alocados?

Notas:

(1) Joseph E. Stiglitz, El euro. Cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa, DeBolsillo, Barcelona, 2017 (traducción de Inga Pellisa y María Luisa Rodríguez Tapia)
(2) https://www.elperiodico.com/es/economia/20190226/el-euro-ha-hecho-a-alemania-mas-rica-y-a-espana-mas-pobre-7324600
(3) https://elpais.com/economia/2019/03/02/actualidad/1551555086_759013.amp.html?id_externo_rsoc=TW_CC&__twitter_impression=true

sábado, 9 de marzo de 2019

_- El derecho de las familias a elegir colegio propicia que se creen guetos escolares, según los expertos La información es clave para escoger un centro educativo y las familias con rentas más altas disponen de más recursos para acceder a ella, señala la OCDE

_- La elección de centro escolar por parte de las familias es una práctica extendida en los países de la OCDE, pero los investigadores llevan años alertando del problema que genera: los niños acaban repartidos en diferentes colegios según su perfil socioeconómico y eso favorece la aparición de guetos escolares. La información es clave para escoger un centro educativo y las familias con rentas más altas y mayor nivel formativo disponen de más recursos para acceder a ella. Entre ellos, tienen más tiempo y una red de contactos más extensa para su asesoramiento, señala el informe de la OCDE School choice and equity. Las familias con un perfil socioeconómico más bajo suelen acudir al centro público más cercano a su domicilio.

En España, la libertad de elección está en el centro del debate político en torno a la educación. El PP llevó la semana pasada al último pleno de la legislatura una moción para exigir al Gobierno que "explique" si su reforma educativa garantizará "la libertad de enseñanza". En el nuevo proyecto de ley educativa del PSOE, cuya tramitación no se llevará a cabo por el adelanto electoral, la ministra Isabel Celaá eliminó el artículo de la Lomce (ley actual aprobada por el PP en 2013) en el que se reconocía la llamada "demanda social". Es decir, el derecho de los padres a elegir la enseñanza concertada —sostenida con fondos públicos— para sus hijos y la obligación de las administraciones de ofertar tantas plazas como peticiones.

Más allá del enfrentamiento político, en España no se debate que las familias no puedan escoger centro, sino qué fórmula se debe usar para hacer compatible ese derecho a elegir con un reparto equitativo de los alumnos, sostienen los expertos consultados. En el curso 2017-2018, en España hubo 8,1 millones de estudiantes desde Infantil a Bachillerato. De ellos, el 67,3% se matriculó en la pública; el 25,9% en la concertada y el 6,9% en la privada.

"El problema es que las familias no escogen el centro que quieren, descartan los que no quieren para sus hijos. Es una dinámica de huida y no de elección", señala Ismael Palacín, director de la Fundación Jaume Bofill, dedicada a la investigación educativa. Según varios estudios publicados por la fundación, las familias suelen tener en cuenta el tipo de alumnado del centro y no tanto el proyecto educativo o el profesorado. Palacín cree que la solución es un "plan de choque" que evite la estigmatización de los colegios. Un ejemplo es el proyecto Magnet, que Cataluña ha copiado de Estados Unidos, en el que centros con alta segregación escolar se alían con institutos de investigación y se especializan en un área, por ejemplo, ciencias del mar. "Es una llamada a los vecinos para que den una oportunidad y manden allí a sus hijos", explica.

En los últimos años, la Comisión Europea, el Comité de Derechos del Niño o la ONU han urgido a España a revisar y aprobar políticas que frenen la segregación escolar, que afecta al 46,8% de los centros educativos del país —nueve de cada diez son públicos—, según el estudio Magnitud de la segregación escolar por nivel socioeconómico, publicado en 2018 por dos investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid. .

"Es difícil aprobar una regulación que impida a las familias escoger, están acostumbradas a hacerlo en todos los aspectos de su vida", indica Agnès Van Zanten, del Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés, que ha estudiado la segregación en ese país. La elección introduce las dinámicas de mercado en la educación: los colegios compiten para atraer a las familias, pero en la mayoría de los casos, esa competitividad no conlleva mejores resultados para los alumnos, ya que en lugar de mejorar el programa académico, los centros invierten en mejores instalaciones, señala la OCDE. Mientras, en los centros con mayor segregación escolar, "los profesores intentan adaptarse al nivel de los alumnos y al final bajan los estándares y se desmotivan", explica Van Zanten. La solución debe llegar de mano de las administraciones locales porque no existe una única fórmula que solucione el problema. "Hacen falta comisiones de escolarización integradas por expertos, cada ciudad tiene una situación".



Los centros concertados "son más selectivos" con la admisión de los alumnos, según muestran las investigaciones de Van Zanten en ciudades como París o Lyon. En España, hay una barrera económica, ya que muchos concertados cobran cuotas a las familias, aunque no existen datos oficiales. En el Estudio de precios de colegios concertados, publicado el pasado octubre por el Círculo de Calidad Educativa (CICAE), una asociación que agrupa a 57 colegios privados, se analizaron 147 colegios concertados de seis comunidades autónomas que cobran una cuota media de 160 euros al mes.

En 25 de los 36 países de la OCDE hay colegios concertados financiados con fondos públicos. A la cabeza, Holanda (con un 65% de los estudiantes en la concertada), Bélgica (60%), Irlanda y Chile (50%), Francia (20%) y España (25%). Aunque, de media, el 85%de los estudiantes en los países de la OCDE están matriculados en centros públicos. Tanto en Holanda como en Bélgica se han aprobado medidas para evitar la segregación escolar. En el primero se da mayor financiación a los centros que admiten a alumnos con menos recursos y en el segundo la renta tiene mayor peso en los procesos de admisión.

Establecer cuotas máximas de alumnos desfavorecidos por centro es otra de las posibles soluciones, considera Miguel Ángel Alegre, autor del estudio ¿Qué funciona en educación?, publicado por el Instituto Catalán de Evaluación de Políticas Públicas. Un ejemplo es el País Vasco, que en 2008 recomendó a sus centros, de forma pionera en España, que los alumnos extranjeros no superaran el 30% por aula en primaria y el 20% en secundaria.

Barcelona aprobó la semana pasada un paquete de medidas que obligará a todos los centros públicos y concertados de la ciudad a reservar plazas para alumnos en riesgo de exclusión social, para asegurar una matriculación de estudiantes más equitativa.

Elisa Vega ha llevado a sus cuatro hijos a una escuela concertada religiosa de Valencia. Forma parte de la plataforma Yoelijo, surgida en la Comunidad Valenciana en febrero para reivindicar más plazas y financiación para la concertada. "No se trata de mezclar alumnos de barrios ricos y pobres, sino de dar a cada centro los recursos que necesita. Desarraigar a los niños de sus barrios no es justo", opina.

"Nuestra recomendación para España es que introduzca criterios en los procesos de admisión que den más peso al nivel socioeconómico de los alumnos, de forma que tengan prioridad los que menos tienen", dice Beatriz Pont, analista de políticas educativas de la OCDE. "Un buen sistema educativo tiene que garantizar que cualquier escuela a la que vayas sea de calidad. Eso es lo que ha logrado Finlandia, que el colegio que está al lado de tu casa sea igual de bueno que el que está a 28 kilómetros". Pone otro ejemplo, el de Chile, donde se da más financiación a los centros con mayor número de alumnos desfavorecidos. "Es la forma de hacer a esos chicos más atractivos. Los colegios quieren más recursos para, entre otras cosas, contratar a más docentes. Allí ha funcionado".


https://elpais.com/sociedad/2019/02/27/actualidad/1551274669_914634.html?id_externo_rsoc=FB_CM&fbclid=IwAR2QmiFbNswSUxOhh8LcfT_b0Sg_EDbACl70jw9EXUVLsuvb1GjsaZzP-pE

viernes, 8 de marzo de 2019

Así se convierte un colegio en gueto. El 88,9% de los centros que reúnen el alumnado menos favorecido son de titularidad pública

“¿Cuántas veces lo hemos hablado? ¿Qué está fallando? No es algo que esté en nuestras manos”, dice una profesora a otra en el colegio público Juan Ramón Jiménez de Madrid. El centro es de los llamados línea uno —solo un aula de 25 estudiantes por cada nivel— y en la primera ronda de matriculaciones no consiguen llenar las plazas. El colegio, en cuyo patio hay una pequeña zona de juegos y una cancha, está en el distrito de Tetuán, donde la renta media anual de los hogares es de 32.624 euros. Sin embargo, en sus aulas no hay una representación equitativa de la realidad económica del barrio. Más del 50% de sus 205 alumnos reciben beca de comedor, lo que quiere decir que los ingresos familiares son de 9.000 euros al año o inferiores.

Muchas veces hacemos más de servicios sociales que de educadores”, comenta uno de los docentes que prefiere no dar su nombre. Han tenido casos de pobreza energética; alumnos que no han podido estudiar en casa por problemas con la calefacción. También con niños, de incluso siete años, que llegan y se van de la escuela con la llave de casa colgada del cuello porque nadie puede ir a recogerlos. Eso sumado a que durante el curso les llegan estudiantes inmigrantes que, en ocasiones, no conocen el idioma y ralentizan el ritmo de las clases, les ha generado un “problema de imagen”, y muchas familias del barrio se decantan por otros centros.

El Juan Ramón Jiménez, en el que el 95% de los alumnos son de origen inmigrante —de ellos el 50% han obtenido la nacionalidad española—, es un ejemplo de segregación escolar, que es la separación de los niños en diferentes centros educativos según su perfil socioeconómico. En concreto, es un colegio gueto, que, según la definición de la ONG Save the Children, se da cuando el nivel de concentración de alumnado con bajos recursos en un mismo centro supera el 50%.

En los últimos años, la Comisión Europea, el Comité de Derechos del Niño o la ONU han urgido a España a revisar y aprobar políticas que frenen la segregación escolar, que afecta al 46,8% de los centros educativos del país —nueve de cada diez son públicos—, según el estudio Magnitud de la segregación escolar por nivel socioeconómico, publicado en 2018 por dos investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid. En ese informe, se refleja una gran disparidad entre regiones: Baleares o Galicia presentan una baja segregación —entre Suecia y Finlandia, los países con la tasa más baja de la Unión Europea—, mientras en Madrid es “altísima” —entre Hungría y Rumanía, los dos países con la mayor tasa de la UE—

Así se convierte un colegio en gueto

En los centros madrileños, la segregación ha aumentado un 35,8% en los últimos 10 años. Es muy complicado identificar una única causa de la segregación, pero los expertos consultados coinciden en que la raíz está en las políticas educativas diseñadas por los Gobiernos autonómicos. En el caso de la Comunidad de Madrid, sindicatos como CC OO y asociaciones de familiares de alumnos como la Fapa Giner de los Ríos denuncian que el Gobierno del PP les expulsó de las comisiones de escolarización en el año 2013. Esos organismos son los encargados de supervisar la distribución de los estudiantes y de decidir a qué centros enviar a los alumnos que se matriculan en convocatoria extraordinaria.

En 2013 la Comunidad de Madrid aprobó el decreto de libertad de elección de centro e introdujo una novedad: las direcciones de área territorial designarían a los integrantes de esas comisiones, que pasaron a llamarse Servicios de Apoyo a la Escolarización (SAE). “Funcionan de forma opaca y ya no podemos fiscalizar sus decisiones”, señala Aida San Millán, secretaria de juventud de CC OO. “Están perpetuando la situación de los centros gueto porque mandan a alumnado con necesidades especiales a los mismos centros. Tienen que equilibrar la balanza”, explica José Luis Pazos, expresidente de la Fapa

Así se convierte un colegio en gueto

En el anteproyecto de la nueva ley de educación que se llevará al Consejo de Ministros para su aprobación en las próximas semanas hay un punto que regula precisamente esa práctica. La medida señala que los miembros de las comisiones de escolarización, en el caso de las familias de los estudiantes y del profesorado, tendrán que ser designados por esos mismos colectivos, y no por la Administración. Fuentes del ministerio informan de que esa nueva regulación busca paliar situaciones como la de Madrid.

El instituto madrileño Jaime Vera, cercano al estadio Santiago Bernabéu, no para de recibir alumnos hasta mayo. El 45% de sus estudiantes son inmigrantes, y solo el 50% de los que llegan a bachillerato se presentan a la Selectividad. Desde octubre hasta enero, la SAE les ha mandado 50 alumnos de origen extranjero. En el centro, nadie sabe si en otros institutos sucede lo mismo, pero reconocen que avanzar en el programa académico no es sencillo: han llegado a tener 27 nacionalidades y los problemas con el idioma dificultan la tarea. La solución no está en sus manos.

"LOS PROFESORES EVITAN ESOS COLEGIOS, Y LOS PROYECTOS EDUCATIVOS NO SON ESTABLES" “No sabemos si los docentes huyen de los centros escolares con altos niveles de segregación o directamente no los escogen, pero muchas veces están sobresaturados por la falta de medios para atender situaciones complicadas”, señala Álvaro Ferrer, coautor del estudio De la segregación socioeconómica a la educación inclusiva, de Save the Children. Según el informe, que analiza los datos del último informe PISA de 2015, ese tipo de centros disponen de menos recursos—un 40% de ellos no ofrecen actividades extraescolares— y el nivel formativo de los profesores es inferior.

El 36,2% de los docentes que dan clase en centros con bajos niveles de segregación tienen estudios de posgrado, mientras que en los de alta, ese porcentaje se reduce al 5,8%. Además, participan cuatro veces menos en programas de formación permanente. La alta movilidad del profesorado en esos centros imposibilita el desarrollo de proyectos educativos estables que puedan atraer a diferentes perfiles de alumnado. “Las familias catalogan el colegio como no deseable y acaba estigmatizado”, apunta Ferrer.

Entre las recomendaciones a las Administraciones, la ONG cree que es vital fortalecer las comisiones de escolarización para que aseguren prácticas inclusivas. El 88,9% de los centros gueto en España son de titularidad pública.

https://elpais.com/sociedad/2019/01/25/actualidad/1548418486_217240.html?rel=mas

miércoles, 6 de marzo de 2019

EDUCACIÓN. Los orientadores de los institutos atienden cuatro veces más alumnos de lo recomendado por la Unesco. Los profesionales critican los recortes de la Administración y aseguran estar "desbordados" por la cantidad de tareas que deben asumir, además de la orientación académica.

Carmini Villaroel, de 18 años, todavía no está seguro de si ha elegido la carrera de su vida. En su decisión de matricularse en el grado en Estadística y Sociología, nada tuvo que ver la orientadora de su instituto. “Me gustan mucho los números, pero no sé si esto es lo mío”, cuenta. Su contacto con ella fue limitado y nunca hablaron de vocaciones o salidas profesionales. Hay otras voces más críticas con la figura del orientador: “Nunca me aclara ninguna duda, me soluciona más Internet”, asegura Quique Martínez, que cursa 3º de la ESO en Valencia. Los alumnos españoles no están satisfechos con el asesoramiento académico que reciben en los institutos y, según una encuesta a más de 500 estudiantes de 18 a 25 años, el 94% de ellos echaron en falta más apoyo de los orientadores y de los profesores sobre las opciones profesionales.

Así se desprende del estudio Preparing the new generation for the future of work,  publicado por la  Cumbre mundial de la innovación educativa (WISE, por sus siglas en inglés) -una iniciativa de la  Qatar Foundation-, para el que se ha encuestado a 2.517 jóvenes de 18 a 25 años de Reino Unido, Francia, Bélgica, Alemania y España. Al 88% de los entrevistados les parece que el servicio de orientación no está a la altura y desearían haber contado con asesoramiento escolar en el momento en el que empezaron a escoger sus  itinerarios educativos. Los españoles son los que se muestran más disconformes, el país con la tasa de desempleo juvenil más elevada; un 34,1% frente al 6,1% de Alemania. La falta de formación de orientadores y docentes sobre las profesiones del futuro es otra carencia detectada por los estudiantes, según el informe.

"No damos abasto, han reducido el personal de los departamentos de orientación. Queremos ser agentes del cambio y trabajar con un modelo basado en la prevención y no ser un apaga fuegos constante", lamenta Ana Cobos, presidenta de la Confederación de Psicopedagogos y Orientadores (COPOE). En 1970, la Ley General de Educación reconoció el derecho de los estudiantes a la orientación en los centros educativos y, desde entonces, se ha recogido en todas las leyes orgánicas posteriores. Son las autonomías las que regulan sus funciones y organización. El problema, según denuncia el colectivo, es que tienen asignadas más tareas de las que pueden asumir: evaluación psicopedagógica, dictámenes de escolarización o planes individualizados para alumnos con dificultades de aprendizaje. A eso se suma el asesoramiento académico y profesional, que es solo una de las patas. Además, en ocasiones compaginan esa actividad con la docencia en materias de su especialidad, como psicología.

En diferentes informes, la Unesco  recomienda un orientador escolar por cada 250 alumnos pero, según datos del Ministerio de Educación  español esa ratio se supera en la mayoría de los centros, llegando incluso a un orientador por cada 1.000 estudiantes. Según COPOE, la media española está en uno por cada 800 alumnos. "La sobrecarga de trabajo no nos permite trabajar en profundidad ni en el ámbito académico ni en otros igual de importantes como la prevención de la violencia machista, del acoso, o la promoción de hábitos de vida saludables", señala Ana Cobos. Intervenciones puntuales que "no van a la raíz del problema", admite.

Ratios como la de España no permiten que el servicio de asesoramiento sea “efectivo”, asegura Vivian Onano, coautora del informe anual Education Monitoring Report de la Unesco. “Es necesario que el orientador invierta tiempo en el alumno, que estudie su caso para tener un impacto en las decisiones que toma”. Los más perjudicados son los estudiantes con perfiles socioeconómicos más bajos, apunta Onano, al no tener redes familiares con formación superior que les sirvan como guía. “Su labor también consiste en motivar a los estudiantes a descubrir su potencialidad, si no saben qué opciones tienen, ¿qué sentido tiene para ellos permanecer en la escuela?”, argumenta.

A diferencia de España, en Alemania el servicio de orientación es externo a los centros, depende de las agencias públicas de empleo. El Gobierno británico aprobó en 2018 un cambio en su estrategia nacional de orientación y pasó de un modelo externo a uno mixto: cada centro tiene ahora un career leader (orientador), que coordina con los docentes los materiales que debe introducir en sus asignaturas relacionados con las vocaciones y con empresas externas, que informan de los perfiles que demanda el mercado. "En España el modelo está más enfocado a dar solución a los estudiantes con problemas de aprendizaje, suelen ser pedagogos y, por ello, está muy alejado de las salidas laborales", considera Hannes Brandt, responsable de proyectos de la Fundación Bertelsmann, una de las organizaciones implicadas en la promoción de la FP Dual en Alemania.

Marisa Villalba lleva más de 30 años como orientadora. Este curso debe atender ella sola a los 1.400 alumnos del instituto público San Isidro, en el centro de Madrid. "La atención personalizada es imposible. Para asesorar a los alumnos de 4º de ESO solo dispongo de cuatro horas al año, y lo hacemos en sesiones grupales con toda la clase", cuenta. Lo mismo sucede con los de bachillerato, a cuyas sesiones también pueden acudir las familias. Les aconseja aplicaciones para conocer la variedad de carreras y grados de Formación Profesional, pero no puede profundizar con cada uno de ellos.

Para Carles López, presidente de la  Confederación Estatal de Asociaciones de Estudiantes (CANAE), el verdadero drama es que los orientadores no están ayudando a atajar el alto índice de abandono escolar temprano (del 17,9%, debe llegar al 15% en 2020). "La mayoría de casos de abandono se produce por desafección al sistema educativo y el papel del orientador es clave para que no suceda", dice en relación a las conclusiones del estudio El abandono educativo temprano, publicado en 2013 por el ministerio. "No disponen de recursos, les falta formación y hay que clarificar sus funciones", recalca.

La actual ley educativa (Lomce), aprobada en 2013 por el PP, obliga a los estudiantes a decidir sobre su itinerario formativo a los 14 años, cuando cursan 3º de la ESO deben escoger el grado de dificultad de algunas asignaturas, por ejemplo, matemáticas aplicadas -que les conducirán a FP- o matemáticas académicas -necesarias para acceder a bachillerato-. "Los orientadores deben actuar mucho antes para permitir que más alumnos permanezcan durante más tiempo en el sistema educativo, si les ayudan a reflexionar sobre la mejor opción para ellos", indica López.

Desde el Ministerio de Educación, reconocen que hay que renovar la figura del orientador. "Hay un déficit de orientadores en nuestro sistema y se ven obligados a hacer frente a una gran cantidad de funciones, además su formación es insuficiente", expone Consuelo Vélaz de Medrano, directora general de Evaluación y Cooperación Territorial. La LOE estableció en 2006 un máster habilitante de orientador, "claramente insuficiente para una posición tan compleja que requiere un alto grado de especialización". Pese a la intención de reforma, en ningún caso se plantean una atención individualizada. "No es viable, debe ser un trabajo colaborativo llevado a cabo también por los docentes y las familias", señala.

"Asesorar a los estudiantes es una tarea muy complicada, nadie les garantiza que trabajarán en un sector por estudiar una carrera", dice Paloma Gallo, orientadora del IES Europa de Ribas, en Madrid, que este curso tiene 1.000 alumnos para ella sola.

https://elpais.com/sociedad/2019/02/20/actualidad/1550677178_441380.html?rel=str_articulo#1551828152399

Así se convierte un colegio en gueto

martes, 5 de marzo de 2019

_- Esclavitud moderna, el crimen organizado en su máxima expresión

_- Este artículo forma parte de una serie sobre trata y tráfico de personas, que cuenta con el respaldo de Riana Group.


NACIONES UNIDAS, 26 feb 2019 (IPS) - Más de 40 millones de personas viven en condiciones de esclavitud en el mundo, entre ellas 25 millones realizando trabajos forzosos y 15 millones en matrimonios forzados, 71 por ciento de las cuales son mujeres y niñas, concluyó un exhaustivo estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Y la situación podría haber empeorado desde que se publicó “Estimaciones Mundiales sobre la Esclavitud Moderna”, en 2017, realizado en colaboración con la Fundación Walk Free.

La Red Safe Haven, con sede en Chicago, calificó la trata de personas como “la mayor actividad criminal internacional, superior al narcotráfico y a la venta ilegal de armas”.

En la actualidad, la esclavitud y la discriminación racial son dos lados de la misma moneda en Estados Unidos, donde el racismo se hizo más visible bajo la bandera nacionalista de la “supremacía blanca”, resurgida con el demagógico gobierno de Donald Trump.

A pesar de estar prohibida en todas partes del mundo, la esclavitud adoptó nuevas formas como la trata y el tráfico de personas, el reclutamiento de niños soldados, el matrimonio precoz, la servidumbre doméstica, tanto en el Sur como en el Norte global.

Los trabajadores migrantes, ya sea en plantaciones de naranja en Italia o en la construcción, en Qatar, están en riesgo, puntualizó Karolin Seitz, oficial de programa para responsabilidad corporativa y derechos humanos de Global Policy Forum, con sede en Bonn, en diálogo con IPS.

La experiencia muestra que los compromisos voluntarios de las compañías trasnacionales no son suficientes, puntualizó.

No alcanza porque países como Gran Bretaña, con su Ley contra la Esclavitud, Australia, con su Ley sobre la Esclavitud Moderna, o Francia con su Ley de Vigilancia, llegaron a la conclusión de que solo funcionan las normas vinculantes.

Un estudio de la Organización Mundial de la Salud sobre la salud de los refugiados y migrantes en Europa concluyó que los trabajadores migrantes tienen más probabilidades de trabajar una cantidad excesiva de horas en empleos riesgosos y sin las medidas de seguridad adecuadas y sin quejarse.

Las víctimas de trata o tráfico quedan fuera del radar de las autoridades y no tienen acceso a la justicia, observó Seitz.

Según ella, para eliminar las ventajas competitivas que ofrece la esclavitud moderna, la trata de personas y la contaminación ambiental, los mecanismos de derechos humanos necesarios deben ir más allá de los límites fronterizos, opinó Seitz.

Por su parte, la secretaria general de la Confederación Internacional de Sindicatos (ITUC, en inglés), Sharan Burrow, dijo a IPS que la desigualdad y la esclavitud moderna van de la mano para millones de personas. Pero es posible terminar con esta última.

“La esclavitud moderna está en todas partes, desde el kafala (sistema en que trabajadores migrantes tienen un patrocinador local, responsable de su visa y su estado legal) en Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, pasando por las haciendas de Paraguay y la pesca en Tailandia y Filipinas, hasta la agricultura en Italia”, observó.

“Es una cuestión de voluntad política generar los cambios legales y garantizar la libertad de asociación, que derivará de exponer el escándalo y de las campañas de trabajadores, consumidores y sindicatos. Los gobiernos deben ejercer presión sobre las corporaciones, la gente lo reclama”, añadió.

La directora de la oficina en Medio Oriente y África del norte de Igualdad Ya, Dima Dabbous, dijo a IPS que la OIT estima que hay 1,6 millones de mujeres migrantes en la región viviendo bajo el kafala.

En los países del Golfo, las trabajadoras migrantes se encuentran en una situación vulnerable pues trabajan en el ámbito doméstico, sujetas a un empleador sin poder renunciar ni cambiar de empleo ni irse del país sin el consentimiento de su patrocinador, el que las puede amenazar con deportarlas en caso de que protesten por las condiciones laborales, precisó.

En esas condiciones, abusos como restricción de movimiento, retención del pago y agresión física y sexual son moneda corriente. Y en casos extremos, causaron la muerte de alguna mujer, indicó Dabbous, exdirectora del Instituto de Estudios de Mujeres en el Mundo Árabe.

En Líbano se lograron ciertas mejoras en el tipo de contratos que regulan el trabajo de mujeres migrantes que realizan tareas domésticas, como descanso semanal, el pago en fecha del salario y que las que sufren abusos recurran a las autoridades.

Pero no se logró un gran cambio porque los contratos no están escritos en una lengua que hablen las empleadas migrantes ni las autoridades velan por su cumplimiento.

“Los empleadores les siguieron confiscando los pasaportes, todavía no tienen un día de descanso semanal y tienen muy pocas posibilidades de quejarse ante las autoridades o de denunciar un abuso”, se lamentó Dabbous.

La OIT y otras organizaciones no gubernamentales internacionales deben seguir denunciando el sistema de kafala que hace que las mujeres migrantes queden sujetas a sus empleadores como si fueran esclavas, subrayó.

Además, la comunidad internacional debe ayudar a las organizaciones locales a abolir o reemplazar ese sistema.

Las leyes, si bien tienen falencias y presentan dificultades en su implementación, obligan a las grandes compañías a realizar declaraciones precisando el riesgo de esclavitud en su cadena de suministro, así como las acciones que toman para evitarlo, destacó Seitz, de Global Policy Forum.

Otros países, en cambio, todavía creen en medidas voluntarias. El Plan de Acción Nacional de Alemania para la implementación de los Principios Guía de las Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos carece de responsabilidad, en parte también por la gran presión de las empresas.

A fin de fijar estándares comunes y sólidos a escala mundial, los Estados deben apoyar el proceso actual en el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para crear un tratado vinculante que regule a las empresas transnacionales en cuestiones de derechos humanos, instó.

El documento debería requerir que los Estados establezcan la obligatoriedad de la diligencia debida en materia de derechos humanos, que las compañías se hagan responsables por romperla en casos de violación y que eliminen los impedimentos que tienen las víctimas para acceder a la justicia, precisó Seitz.

El trabajo es más inseguro en el mundo, con el predominio de contratos a corto plazo, y aumentan el trabajo informal y la esclavitud moderna, puntualizó Burrow, de ITUC.

La desigualdad de ingresos hace que la gente acepte empleos en condiciones de explotación, lo que impide a los trabajadores ejercer sus derechos.

“Cuando hay salarios bajos y no hay un empleo decente, cuando no hay sindicatos que representen y defiendan los derechos de los trabajadores, se crean las condiciones que llevan a la esclavitud moderna”, apuntó.

La debida diligencia y la transparencia son clave para poner fin a la esclavitud moderna en la cadena de suministro, subrayó.

Cuando las corporaciones asumen su responsabilidad con la debida diligencia y, por consiguiente, le dan transparencia a su cadena de suministro, es posible crear procedimientos de reclamo que pueden facilitar una solución a violaciones laborales, desde el trabajo forzado a un sueldo por debajo del salario mínimo.

Una ley sobre debida diligencia con nuevo mandato se está por adoptar en Francia, y otros países como Alemania y Holanda se preparan para seguir el mismo camino, apuntó.

Traducción: Verónica Firme

lunes, 4 de marzo de 2019

Distopías de la posmodernidad: es el mercado, amigo

Revista Torpedo


En la década de los setenta, Estados Unidos puso fin al patrón oro-dólar y, en consecuencia, impulsó la liquidez del “privilegio exorbitante” del dólar (como la describió Charles de Gaulle). Con este acontecimiento, la hegemonía estadounidense marcaba el pistoletazo de salida de la crisis de rentabilidad que vivía en aquel momento, abriendo nuevos espacios para que el capital financiero se expandiese a lo largo del globo. Este hecho constataba los límites de reproducción del modelo occidental de posguerra: pleno empleo, salarios indexados a la productividad, estados del bienestar más o menos fuertes, etc. En efecto, en las siguientes décadas, con el inicio del proceso de liberalización financiera, privatizaciones y ajuste salarial permanente, la lógica del mercado se apoderó progresivamente de todas las esferas de la vida, llevando el ritmo de una economía financiarizada a la biopolítica. Además, se consumó el fin de los metarrelatos y de las identidades sólidas, en un proceso transformador en el que el ciudadano pasó de votante a consumidor. Hasta Francis Fukuyama se permitía dar por finalizada la historia.

Así, con el albor de la posmodernidad, en el mayo del 68 se gritaban proclamas que después se interiorizarían dadas la vuelta por la nueva configuración: del Do it yourself propio del punk pasamos al mismo eslogan asumido por la ideología del individualismo neoliberal. Una ideología que se encarnó políticamente, casi a modo de mito originario, en Ronald Reagan y Margaret Thatcher, figuras que no solo institucionalizaron el neoliberalismo, sino que crearon una cultura propiamente neoliberal. El momento político fundacional de esta etapa se presenta de forma formidable en la serie Fargo, al comienzo del quinto capítulo de la segunda temporada. En esta escena, vemos imágenes de Reagan dando un discurso intercaladas con otras de dos grupos de mafiosos, que se unen para liquidar a un tercero más familiar y local.

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domingo, 3 de marzo de 2019

_- La derrota de Estados Unidos en Afganistán


Ctxt


Hace cuarenta años el ejército soviético entró en Afganistán. Aquel diciembre de 1979 hacia ya cinco meses que el Presidente Carter y su consejero de seguridad, el fanático antiruso de origen polaco Zbigniew Brzezinski, habían iniciado, con sus amigos saudíes, una multimillonaria ayuda para fomentar, financiar y armar un integrismo sunita en Afganistán. Los celebres muyaidines, “luchadores por la libertad”. En París, algunos de los que entonces eran entusiastas valedores de aquellos oscuros personajes del siglo XVIII y los elevaban al título de héroes positivos, soy hoy especialistas en su consecuencia: el terrorismo integrista que llega sus ciudades como resultado, entre otras cosas, de aquella cruzada anticomunista. Todo sin mediar la más mínima consideración autocrítica.

Hasta mediados de los años setenta, Afganistán era un país atávico que los hippies cruzaban en su ruta hacia la India. Los fusiles de los invasores británicos del siglo XIX que se cargaban por el cañón, las escopetas de caza y los trabucos, eran las armas habituales en su mundo rural. El conflicto Este/Oeste transformó aquello en un universo de armas automáticas, blindados, helicópteros, minas antipersonal, morteros y misiles antiaéreos portátiles “Stinger”, creando un desastre bíblico con más de dos millones de muertos y la destrucción de una sociedad que se contaba (y se cuenta) entre las mas pobres del mundo.

El dinero de la CIA y de los saudíes y los cuadros del servicio secreto pakistaní, el ISI, introducían el fundamentalismo islámico en las repúblicas de tradición musulmana de la URSS, y también algunos comandos en acciones de sabotaje cerca de la frontera en las entonces repúblicas soviéticas de Tadjikistán y Uzbekistán. En Paquístán la CIA y el ISI organizaron una red de campos de entrenamiento para los afganos, cuyos comandos entraban en el país acompañados por supervisores militares paquistaníes en acciones de sabotaje.

“Las misiones iban de voladuras de oleoductos hasta ataques con cohetes a un aeropuerto o emboscadas”, explica en sus memorias (The Bear Trap) Mohammad Yusaf, jefe del departamento afgano del ISI. “Entre 1981 y 1986 pasaron por aquellos campos 80.000 guerrilleros afganos”, recordaba el militar con orgullo.

Los soviéticos entraron llamados por el gobierno filocomunista afgano, dividido en facciones irreconciliables, tras una sucesión vertiginosa de golpes internos y asesinatos. Creyeron que sería una misión de algunos meses para pacificar el país y poner orden en su régimen, pero se encontraron empantanados.

“Escribí al Presidente Carter diciéndole que ahora teníamos la ocasión de darle a la URSS su Vietnam”, dijo Brezinski en una de sus últimas entrevistas. Los soviéticos permanecieron en aquella trampa una década, hasta que la voluntad de Gorbachov de distender las relaciones con China y Occidente se impuso. Para entonces (1989), la URSS perdió 15.000 soldados muertos, 50.000 heridos, pero la factura para Afganistán fue mucho peor: 1,3 millones de muertos, 2 millones de desplazados en el interior del país, y 4,5 millones de refugiados en los países vecinos.

La guerra soviética logró establecer un gobierno estable en el país -con todos sus horrores, el mejor que ha tenido aquel desgraciado país, tal como valoraban, por amplísima mayoría, los afganos en una encuesta de 2008- y organizar unas fuerzas armadas relativamente eficaces. Cuando los soviéticos concluyeron su retirada en 1989, aquel gobierno y aquel ejército aún se mantuvieron tres años, controlando todas las ciudades y las carreteras que las unían. El gobierno solo cayó cuando la Rusia de Yeltsin cesó todo suministro en 1992. Siguió una década de caos y guerra civil entre facciones en la que sobre un panorama de ruinas y oscurantismo, se acabaron imponiendo los talibán a partir de 1996, sin que la guerra cesara en el norte.

Diez años después de la retirada soviética, llegaron los americanos. Oficialmente para combatir a Bin Laden y su organización, que era uno de los desastres incubados por su propia política contra los soviéticos durante las dos décadas anteriores. Tampoco hubo autocrítica alguna. Brzezinski hasta se enfadó cuando le preguntaron hace un par de años si no reconocía su error: “¿Cómo voy a lamentarlo? ¡Fue una excelente idea, con ella metimos a los soviéticos en la trampa…!”

Los especialistas americanos -y tras ellos los papagayos del complejo mediático occidental- explicaban aquel otoño de 2001, por qué ahora nada iba a ser igual que en 1979 cuando entraron los soviéticos. El ejército de la URSS estaba integrado por reclutas sin experiencia, estaba mal equipado, su intendencia era desastrosa, con pésimas raciones de alimentos y bajos niveles de higiene que causaban enormes bajas por enfermedad, decían. “Nada permite establecer un paralelismo entre la operación antiterrorista de ahora y la invasión soviética de 1979”, escribía en La Vanguardia hasta el malogrado Xavier Batalla, sin duda el comentarista internacional más competente, glosando aquel pronóstico general.

En un cochambroso hotel de la frontera afgana asistí aquel otoño a la llegada de los primeros contingentes de la CIA, tipos que hablaban uzbeco con acento de Oklahoma y que llevaban en sus mochilas papel higiénico, soluciones para potabilizar el agua y todo tipo de tecnologías y que decían trabajar para oscuras organizaciones “humanitarias” o “no gubernamentales”. Su conocimiento del país era pésimo. La Rusia de Putin les ofreció toda su cooperación en materia de inteligencia afgana, lo que no sirvió de gran cosa para la mejora de relaciones que el Kremlin buscaba entonces a cambio de un mínimo reconocimiento de sus intereses en Washington. El 8 de octubre de 2001 comenzaron los bombardeos. A las pocas semanas habían matado más gente que el número de víctimas de las torres gemelas de Nueva York. Dos meses después, con la caída de Kandahar, último bastión talibán, se daba la guerra por concluida.

Dieciocho años después, la guerra continúa. Ahí están empantanados, con toda su tecnología militar, ayudados por los vasallos europeos (España se gastó 3.600 millones en esa campaña), sin una superpotencia que financie a sus adversarios pero con todo lo demás tan parecido. La simple realidad es que en condiciones mucho más favorables, los americanos han multiplicado el desastre de los soviéticos en Afganistán y han perdido la guerra.

El pasado enero un gran convoy militar fue atacado por los talibán en la provincia de Faryab. Más de treinta vehículos militares y de transporte fueron destruidos en aquella provincia fronteriza con Turkmenistán que pasa por tranquila. Con pocos días de diferencia, el ataque al cortejo del gobernador de otra provincia, Lowgar, mató a diez de sus escoltas y una acción contra una base de las brutales tropas especiales entrenadas por la CIA, causó la muerte de unos 200 soldados de aquel cuerpo.

En el conjunto Afganistán/Paquistán esta segunda guerra ha ocasionado 1,2 millones de muertos, según la contabilidad de Nicolas J.S. Davies. El gobierno afgano y sus mentores solo controlan alrededor de la mitad de los 407 distritos del país. El narcotráfico, ese negocio tradicional para sufragar las cajas negras de la CIA, campa a sus anchas. El opio afgano está creando serios problemas de drogadicción en Rusia. La dimensión del fiasco es tal, que se han abierto negociaciones y conversaciones con los talibán. Con 18 años de retraso se habla de “talibán moderados”.

El problema de los anuncios de retirada militar formulados por Donald Trump (y vale igual para Siria) es que al Pentágono no le gusta retirarse de una base que es importante para vigilar a sus reales adversarios, China y Rusia. Los chinos quieren usar un Afganistán pacificado para ampliar las conexiones de sus “rutas de la seda” a lo largo de Asia central y meridional. Los militares americanos buscarán la manera de quedarse de una u otra forma.

Estados Unidos ha perdido la guerra de Afganistán de una manera no muy diferente a sus predecesores. Evidentemente, esa derrota no ha sido una victoria para los afganos. La guerra de los cuarenta años que trajeron, fomentaron y amplificaron los extranjeros, ha sido para ellos una calamidad bíblica.
(Publicado en Ctxt)

Fuente:
https://rafaelpoch.com/2019/02/20/la-derrota-de-estados-unidos-en-afganistan/