martes, 11 de febrero de 2020

_- Desigualdad de emisiones: existe un abismo entre los ricos y los pobres del mundo.

_- Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes. Isaac Newton.

Los muros más poderosos se desmoronan por sus fisuras- Proverbio chino

La congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez agitó la política medioambiental al publicar un esbozo general de un Green New Deal, un plan para hacer de Estados Unidos una economía neutra en emisiones de carbono en los próximos diez años, reduciendo así tanto la pobreza como la desigualdad. Elogiada por muchos, como una propuesta de un paso radical y necesario, el presidente Trump respondió en Twitter con su estilo habitual:

«Pienso que es de gran importancia para los demócratas seguir adelante con su Green New Deal. Sería genial para la así llamada “Huella de carbono” eliminar permanentemente todos los aviones, coches, vacas, petróleo, gas y el ejército –incluso si ningún otro país hiciera lo mismo. ¡Brillante!»

El Green New Deal no llama directamente a la gente a consumir menos carne. Pero el argumento de que resolver el cambio climático significa cambiar nuestras dietas está de fondo, y Ocasio-Cortez misma ha establecido la relación.

Pero el tuit de Trump tenía que ver con el dinero en varios sentidos. Las medidas medioambientales y las soluciones al cambio climático suelen aparecer (o se habla de ellas) como programas de austeridad. Para reducir «nuestro» impacto «nosotros» necesitamos consumir menos: comer menos carne, caminar en vez de conducir, volar menos, comprar menos ropa de moda, etcétera.

Desde las calculadoras de huella de carbono personales hasta artículos señalando cuántas Tierras necesitamos para sostener el consumo del ciudadano medio de Reino unido, Europa o Estados Unidos, se identifica como problema el consumo. Reduce el consumo, dice el argumento, y resolverás el cambio climático. Pero ¿es «nuestro» consumo realmente el problema? ¿Quién es «nosotros», por cierto?

Consumo desigual a nivel mundial
Ya se ha dicho antes, pero hay que repetirlo. La mayoría de la población del mundo contribuye muy poco en cuanto a emisiones de carbono o impactos medioambientales en general. Podernos ir más allá mirando también las emisiones de carbono importadas –esto es, las emisiones que vienen de la producción de bienes y servicios en países tales como China, que son consumidas en los países ricos del norte global–. Si incluimos las emisiones importadas, las emisiones de todos los británicos solo han disminuido marginalmente desde 1990.

Cuando nos aproximamos a las emisiones de esta manera, está claro que el problema no es la sobrepoblación o China, sino los ricos en la tierra. Después de todo, ser rico, especialmente ser ultra-rico, significa ser directamente responsable, ya sea a través del consumo o del control, de la mayoría de las emisiones de carbono del mundo. Por ejemplo, Oxfam ha encontrado que el 10% más rico produce la mitad de las emisiones de carbono mundiales, mientras que la mitad más pobre solo un 10%.

¿Quiénes son este 10% más rico? La cifra no es de países sino de personas –los 770 millones o aquellos quienes hacen el 10% más rico de la población mundial. La disparidad es incluso más alarmante cuando miramos las diferencias entre los ultra-ricos y el 50% inferior a un nivel global, donde un individuo ultra-rico normal produce 35 veces las emisiones de carbono de alguien de la mitad inferior y 175 veces las de alguien del 10% más pobre. Esta cohorte de ultra-consumidores no está distribuida uniformemente por el planeta. Un 40% vive en los EE. UU., un 20% vive en la UE y un 10% en China.

Fijarse en el 10% más rico es una manera muy útil para ver que cosas como las emisiones de carbono no son solo mundialmente desiguales, sino que son también desiguales dentro de las fronteras nacionales.

El detalle clave aquí es la disparidad enorme en gran parte de los países ricos entre las emisiones de los hogares ricos y pobres. Tanto en EE. UU. como en Reino Unido, el 10% más rico produce al menos cinco veces las emisiones del 50% más pobre. Y estas son sus emisiones de consumo (y no incluye aquellas emisiones producidas por las personas que trabajan para ellos –sus limpiadores, conductores, etc.– que aumentarían sus impactos).

Podríamos agravar más estas cifras atendiendo a la desigualdad entre los géneros, donde los hombres tienden a producir más emisiones de carbono que las mujeres, o a la desigualdad racial, que se extiende incluso a las emisiones, con la gente blanca produciendo más que ninguna otra.

Pero esto no es todo. Mientras es relativamente simple dar cuenta de la gran disparidad inicial –ser rico al fin y al cabo va sobre tener más dinero, más cosas, casas más grandes, y super-yates– esto falla cuando damos cuenta de la totalidad de la disparidad. Ser rico te proporciona más influencia política. Esto significa financiar partidos y campañas políticas, tener acceso a legisladores y lobistas. Y esto significa el control sobre las grandes corporaciones, y, así, del poder sobre los negocios y las industrias que producen la mayoría de las emisiones de carbono.

¿Un problema de elección?
El problema con las historias de exceso de consumo no es solo que el consumo está lejos de ser el problema, sino que se hace así para que sea precisamente una cuestión de elección. Los ingresos discrecionales –la porción de tu dinero que queda tras pagar todo lo que necesitas– se incrementa cuanto más rico eres. Para la mayoría de la gente, no queda mucho una vez has pagado por las cosas que necesitas. Y si incluimos aquellos bienes así llamados discrecionales que realmente no lo son –teléfonos móviles, por ejemplo–, entonces la mayoría de personas realmente no «elige» consumir de una manera significativa. Más que eso, lo que pueden elegir está en gran medida determinado por grandes empresas transnacionales, las cuales suelen estar controladas por los mismos ultra-ricos cuyo consumo es desproporcionadamente el problema.

Dado que el problema es abrumador, me atrevo a decir, los hombres blancos ricos no nos hacemos ningún favor asignando la culpa a poblaciones enteras, sean estas la humanidad, los estadounidenses o incluso todo el norte global. Pensar de esta manera hace más difícil identificar la actual fuente del problema y formular soluciones para él. Es decir, mejor que sumarnos a otro día de «lunes sin carne» y renunciar a la carne, deberíamos «comernos al rico».

Nicholas Beuret Es profesor en la Universidad de Essex. Su investigación trata las políticas ambientales y de uso de recursos en relación con el cambio climático.

Fuente:

https://theconversation.com/emissions-inequality-there-is-a-gulf-between-global-rich-and-poor-113804?utm_source=twitter&utm_medium=twitterbutton
Traducción: Roberto Álava Temática:

lunes, 10 de febrero de 2020

Bernie ya ha ganado (Iowa)

Vicente Rubio-Pueyo
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El senador demócrata consigue su primera victoria, a pesar de la manifiesta hostilidad de gran parte del establishment demócrata y de los medios, empeñados en dar como vencedor a Buttigieg, un candidato más de su gusto.

Intenso comienzo el de las primarias para elegir el candidato demócrata que se enfrentará a Donald Trump el próximo noviembre. La primera estación eran los caucuses de Iowa, celebrados este lunes 3 de febrero, curiosamente en fechas cercanas al famoso día de la marmota en Punxsutawney, Pensilvania, que tantos recordaremos por aquella película de Harold Ramis en la que un arrogante periodista de ciudad quedaba condenado a repetir sine die la misma exacta jornada en aquel pueblo. Ambos rituales suelen convocar, cada año o cada cuatro años, respectivamente, un género periodístico similar: la observación irónica de una tradición lugareña, folclórica, inescrutable. Al ritual, claro, se responde con ritual: mediante la interpretación de los gestos de la marmota, o con rutinarios ejercicios pedagógicos acerca de cómo funciona el sistema de votación por caucus, un peculiar método con rasgos participativos y deliberativos, lentos para el ojo cuantitativo de la televisión y de internet, pero también –como recordaba mi compañero Antonio Córdoba estos días– con aspectos sumamente problemáticos (¿Quién puede participar en un caucus? ¿A partir de qué hora y hasta qué hora? ¿Después de qué tipo de jornada laboral? ¿Abandonando qué tareas reproductivas?).

Este año, sin embargo, la confusión no ha venido por el lado supuestamente arcaico del asunto, sino precisamente por todo lo contrario. La novedosa app de recuento electoral usada por los participantes en los caucus, encargada por el Partido Demócrata de Iowa a una compañía llamada –con exactitud poética– Shadow, Inc., cayó estrepitosamente la noche del martes. La línea telefónica de urgencia que se había habilitado se saturó enseguida. A partir de aquí empiezan horas y días de confusión –accidental y también interesada– pero también, a su modo, horas y días profundamente reveladores.

Sanders gana en el “popular vote” con 45.826, un 26.6% del total, frente a los 43.195, un 25%, de Buttigieg

La primera y más importante confusión que hay que deshacer es la de quién ha ganado en Iowa. Habrán escuchado un nombre, el de Pete Buttigieg, el joven exalcalde de South Bend, una pequeña ciudad universitaria en Indiana. Bien: Pete Buttigieg no ha sido el vencedor. Es Bernie Sanders quien ha ganado en Iowa. A esta hora en que escribo (jueves por la noche en Nueva York), ya con el 100% escrutado –después de tres días, y tras numerosos problemas, parones, correcciones e incluso cuestionamiento de última hora– Sanders gana en el “popular vote”, esto es, en el total de votos (45.826, un 26.6% del total, frente a los 43.195, un 25%, de Buttigieg). En términos de cuántos delegados por Iowa va a tener cada candidato en la convención nacional (los llamados “pledged delegates”, que son quienes decidirán, en última instancia, al candidato o candidata) hay un empate entre Sanders y Buttigieg, 11 delegados cada uno. (Los números pueden variar en las próximas horas, y de hecho resulta difícil encontrar esa información confirmada, lo que es parte del problema que este artículo intenta señalar).

¿Por qué entonces se está aclamando a Buttigieg como vencedor? El único criterio bajo el que resulta ganador es el SDE (State Delegate Equivalents), un sistema de puntos en el que el joven candidato de Indiana recibe una cifra de 564.012, frente a 562.497 de Bernie. Atención: no son votos ni delegados. Esas cantidades no se refieren a personas que han votado a un candidato u otro, ni a personas en las que se va a delegar la representación del estado de Iowa en la convención demócrata: son puntos en un sistema matemático, un índice de la densidad de voto a un candidato, que ayuda a convertir las cifras de votos, redondearlas y asignarlas a los puestos de delegados existentes.

¿Complicado, no? La cuestión es que ese baremo por SDE no significa, por sí mismo, una victoria. Y aun aceptándolo como un criterio entre otros, al existir otros dos resultados divergentes (el voto total y el número de delegados nacionales), resulta sorprendente –por decir algo– que se haya presentado durante días a Buttigieg como claro ganador en Iowa. Como contaba en Twitter el periodista Matthew Yglesias: “Es legítimo argumentar entre delegados (empate) frente a votos (gana Bernie)”. Es lo que ocurrió algunas veces en las primarias de 2016 entre Hillary y Bernie, y es el debate habitual en cualquier parte respecto a la justicia de los sistemas electorales, su representatividad, etc. En España, con la ley D’Hont, o sin ir más lejos, en la última elección presidencial estadounidense, cuando Hillary ganó el “popular vote” pero Trump venció en el “electoral college”. Pero los SDE, como señalan Yglesias y otras muchas voces, no son más que un paso intermedio, accesorio, técnico.

¿Cómo se ha llegado entonces a esta situación y por qué este empeño en dar como ganador a Buttigieg? El pasado lunes, el día de los caucus, por la noche, ya con los primeros indicios de los resultados (aunque oficialmente todavía al 0%) y de la confusión por venir, Buttigieg se despedía de sus seguidores en Des Moines diciendo que Iowa había “convertido en realidad una esperanza” y que su campaña se dirigía ya “victoriosa” hacia New Hampshire (cuyas primarias son el próximo martes 11 de febrero). De una manera ciertamente ambigua, pero efectiva, Buttigieg se proyectaba como vencedor. En este punto es preciso señalar algunos detalles, como por ejemplo la existencia de contactos previos entre la campaña de Buttigieg y Shadow Inc. Pete for America solicitó los servicios de mensajería de texto de la compañía en verano de 2019. Más significativo, en cualquier caso, es el hecho de que Shadow Inc. haya sido fundada por una serie de veteranos especialistas de las campañas de Hillary y Obama. No se trata de descubrir ninguna secreta conspiración. La primera causa de lo ocurrido en Iowa es, sin duda, un fracaso tecnológico-organizativo (la caída de la app, la falta de funcionamiento y coordinación en el recuento). El hecho de que la app vendida a una delegación estatal del Partido Demócrata pertenezca a nombres con fuertes lazos en el aparato nacional habla más de corruptelas, influencias, enchufes e incompetencia, endémicas en una organización casi bicentenaria, sazonadas, eso sí, con la más rabiosa fascinación tecnocrática por las nuevas tecnologías. Todo característicamente demócrata. Sí es plausible, sin embargo, preguntarse hasta qué punto las diversas campañas disponían de diferente información el lunes por la noche, y qué decisiones tomaron a partir de ahí.

La verdadera sorpresa de Iowa no es Buttigieg. Es Biden: su descalabro absoluto le deja en cuarto lugar tras Buttigieg y Bernie, y también de Warren, y con Klobuchar muy cerca

Hemos hablado de cifras y datos, de tecnicismos de conteo electoral e incluso descubierto oscuras conexiones. Pero lo importante en política –al contrario de lo que se suele pensar– no es lo oculto, sino lo evidente. Los sentidos y narraciones (y cuentos, historias e incluso películas) que se construyen sobre la marcha. A partir del martes 3 de febrero empieza a instalarse una narrativa del “caos en Iowa”, que deriva en una lucha por aprovechar la situación y lograr el impulso (el famoso “momentum”) del primer episodio de las primarias para llegar (y subir, y crecer) hasta el segundo (como ya dijimos, New Hampshire, el martes 11 de febrero). Y por cierto, lo ha conseguido: Buttigieg se ha disparado en las encuestas en New Hampshire. En medio de la confusión, el joven exalcalde de South Bend hace una apuesta: se declara “victorioso”. Y los grandes medios le compran el marco. A partir de ahí, se habla de la sorpresa de Buttigieg, de su irresistible e inesperado ascenso.

En realidad, la sorpresa no es tanta porque en las encuestas previas había seguido una línea ascendente. Sin embargo, la “sorpresa Buttigieg” es el mensaje que emiten, de diversas maneras, The New York Times, The Washington Post, CNN o CBS. Y es un marco que –por lo que he visto– se ha reproducido con bastante fidelidad y facilidad en la prensa española. Como español residente en EE.UU., este es el motivo por el que empecé a escribir estas líneas: no solo que esté asistiendo a cómo un marco se construye delante de mis ojos, en directo, en este país, sino que además veo, a través de amigos y familia, cómo ese marco se está aceptando con toda naturalidad en mi país de origen. La razón no hay que buscarla en prurito de exactitud: no se trata del dato numérico del SDE, o de abstrusas explicaciones estadísticas o técnicas. Se trata de tragar con el marco entero, tal cual. Y eso es lo que me parece grave: esos marcos reproducidos tan naturalmente hablan mucho de una pereza ideológica por comprender. Me irrita esa cobertura de los medios tanto en EE.UU. como en España porque, precisamente, la –profundísima– crisis de autoridad de los medios es un factor que explica en buena medida ya no solo el fenómeno Sanders, sino también, el fenómeno Trump.

Para salir de ese marco, aquí van unas consideraciones. La primera: la verdadera sorpresa de Iowa no es Buttigieg. Es Biden: su descalabro absoluto, que le lleva del primer lugar en las encuestas al cuarto, tras Buttigieg y Bernie, y también de Warren, y con Klobuchar muy cerca. En ese descalabro de Biden se abre un vacío, y Buttigieg decide llenarlo. Pero para entender eso es preciso hablar no de Buttigieg, sino de ese vacío. Ese vacío no es sino el abismo al que se asoma, hace ya un tiempo (desde por lo menos 2016, con la primera campaña presidencial de Sanders, y el trauma de la victoria de Trump, y desde antes, con Occupy y Black Lives Matter) la hegemonía de todo un establishment político, económico y mediático. Y ese abismo es el que se apresta a llenar Buttigieg, en un gesto pseudo-maquiavélico (aprendido tal vez irónicamente, quién sabe, de su padre, el recientemente fallecido experto en Gramsci Joseph Buttigieg). El candidato perfecto: veterano militar, gay, políglota, cosmopolita, responsable empleado en corporaciones como McKinsey y exalcalde de una pequeña ciudad de Indiana en la que, entre otras cosas, militarizó el cuerpo de policía. Buttigieg no es el protagonista, sino el síntoma. Como es síntoma otro exalcalde, este republicano, el de Nueva York, Michael Bloomberg (el billonario que da nombre al grupo de noticias financieras) que presentó su candidatura hace apenas unas semanas, decidido también a llenar la ansiedad del establishment con la fórmula centrista de apelar al supuesto votante moderado, situado entre los dos grandes partidos. Bloomberg, cómo no, previo pago de 300.000 dólares al DNC (el órgano ejecutivo demócrata) va a poder participar en los próximos debates televisados, a pesar de haber cosechado literalmente el 0% de los votos en Iowa, y ya es presentado por todos los grandes medios como un candidato relevante.

El Partido Demócrata, con episodios como este, demuestra no saber ganar. Y lo que es peor, no querer ganar

El inmediato apoyo de los medios a Buttigieg (y a Bloomberg) puede entenderse como un movimiento del establishment barajando cartas y buscando un nuevo candidato de referencia. La noticia no son los nombres propios, viejos o nuevos, sino precisamente la profusión de nombres. Esto es, la división interna de propio establishment y su actual estado de confusión. Porque más allá de resultados, lo que este episodio de Iowa revela es un Partido Demócrata en profunda crisis. La más aparente, la organizativa y la de meras funciones técnicas, como mostró ridículamente todo el asunto de la app la noche del lunes 3 de febrero, y como ha confirmado unos días después, Tom Pérez, presidente del DNC quien, tal vez agobiado ante la subida de Bernie en los escrutinios (recortando incluso la ventaja de Buttigieg en los sacrosantos SDE), daba un nuevo giro tragicómico a la historia llamando a un nuevo recuento. Pero, sobre todo, una fuerza política en proceso de descomposición orgánica. Un partido compuesto por élites de expertos formados en las Ivy League, incapaces de leer el país, tecnócratas ineficientes (valga el –solo aparente– oxímoron) insensibles al dolor social. Un partido que, con episodios como este, demuestra no saber ganar. Y lo que es peor, no querer ganar. Un partido cuyas fuerzas constitutivas –y en eso y no en otra cosa consiste su profunda hostilidad hacia Bernie– tienen, fundamentalmente, miedo a la gente. Durante toda esta ordalía, el centrismo encontró un momentáneo descanso el martes noche, cuando Nancy Pelosi –en su ya ritual gesticulación anual en cada discurso sobre el estado de la Unión– rompió el escrito leído por Trump, tras haber aplaudido sin embargo los presupuestos en defensa, la presencia de Guaido y tantas otras cosas. Who cares?

El episodio de Iowa no ha sido más que la revelación de un creciente nerviosismo en el establishment demócrata incubado desde hace meses. En lo que llevamos de campaña ya se ha demostrado que los ejes que van marcar los debates son la sanidad pública (Medicare for All), la subida del salario mínimo o el Green New Deal, temas todos que Sanders ha apoyado e impulsado, y respecto a los cuales todas las candidaturas deben posicionarse. Además, el apoyo de nuevas figuras como Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar o Rashida Tlaib han roto en pedazos la imagen (construida por Hillary en 2016) de que Sanders era un candidato incapaz de conformar una coalición diversa no solo en términos de clase, sino también de género, y de etnia y raza. Esto lleva a otro aspecto, todavía no muy discutido, de la caída de Biden: ha caído quien era el candidato “elegible” (electable) por excelencia, la apuesta segura contra Trump. Ahora mismo, es difícil pensar en otro candidato con una capacidad de agregación como la de Sanders y la de sus miles de organizadores y voluntarios. Es el candidato mejor valorado entre votantes afroamericanos, latinos y asiático-americanos. Por supuesto, cuenta con el apoyo de sectores trabajadores y numerosos sindicatos. Y, a la vez, es capaz de interpelar a un voto blanco rural, crucial en unas presidenciales, y de vencer a Trump en estados tradicionalmente republicanos. Esta semana se publicaban estudios de encuestas que le daban como favorito en New Hampshire, Nevada, California, Texas, North Carolina, Virginia, Massachusetts, Minnesota, Colorado, Tennessee, Oklahoma, Arkansas, Utah, Maine, Vermont. Biden aparecía como favorito únicamente en South Carolina y Alabama. No se trata de ser triunfalista, porque la carrera acaba de empezar. Pero de momento, y pase lo que pase, Bernie ya ha ganado una batalla importante: la de una profunda transformación del discurso público, de ideas, espacios y personas, visibles e invisibles, que no van a marcharse y van a continuar el camino que Sanders ya ha abierto. Bernie ya ha ganado eso. Y sí, Bernie –también– ha ganado Iowa.

Vicente Rubio-Pueyo es profesor adjunto en Fordham University (Nueva York). Investiga y escribe sobre cultura y política en la España contemporánea.

Fuente: http://ctxt.es/es/20200203/Politica/30928/Vicente-Rubio-Pueyo-Bernie-Sanders-democratas-caucus-Iowa-elecciones-Estados-Unidos.htm?utm_campaign=white-house-lecturas-de-fin-de-semana-7-de-febrero&utm_medium=email&utm_source=acumbamail

_- Kristalina Georgieva: “Las políticas del nuevo Gobierno son alentadoras, incluida la subida del salario mínimo”. La directora gerente del FMI defiende, en un encuentro al que asistió EL PAÍS, las políticas inclusivas del nuevo Gobierno español.

_- La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, apoya las políticas económicas impulsadas por el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, incluida una subida del salario mínimo del 44,5% en cuatro años. “La economía española pasó dificultades durante los años de la crisis de la eurozona y uno de los impactos fue el aumento de la desigualdad. Es un problema que el Ejecutivo debe solucionar. Entre las políticas del nuevo Gobierno español, está trabajar hacia un crecimiento más inclusivo para asegurarse de que se comparten mejor los beneficios. La cuestión de los salarios debe formar parte de la agenda del Gobierno”, señaló este viernes.

En un encuentro en Washington con una decena de medios, entre ellos EL PAÍS, Georgieva recordó que el nuevo Ejecutivo acaba de echar a andar y es necesario darle tiempo para que lleve a cabo “las políticas que cree que son mejores para el país”. También tuvo buenas palabras para la ministra de Economía, Nadia Calviño, quien, recordó, había sido su directora general de Presupuesto en la Comisión Europea. “Ella y todo el Gobierno están absolutamente decididos a revertir la ralentización económica”, dijo. España crece a un ritmo mayor que la eurozona, pero el Fondo acaba de revisar a la baja su previsión de crecimiento.

El objetivo, insistió la directora gerente del Fondo, no es solo fortalecer la expansión, sino hacerla más equitativa. “En ese sentido”, dijo, “las políticas que impulsa el nuevo Gobierno son alentadoras”. ¿Incluida esa subida del salario mínimo? “Incluyendo eso, sí”, se reafirmó.

Georgieva (Sofía, Bulgaria, 66 años) mantuvo el encuentro en una jornada agitada para el mundo. Faltaban pocas horas para que se consumara el Brexit, confirmando a los mercados que un proyecto como la Unión Europea es reversible. Y en Washington se dan los últimos compases del histórico juicio contra el presidente de EE UU. La inestabilidad política amenaza el crecimiento, siempre lo hace, pero en este caso coincide con algo que el Fondo ha definido como ralentización “sincronizada”. Las tensiones comerciales entre la primera economía del mundo y China supondrán pérdidas globales de 700.000 millones de dólares, el pesimismo por la economía alcanzó niveles récord entre los ejecutivos del reciente Foro de Davos y, por si faltase algo, la imparable expansión del coronavirus de Wuham ya ha alcanzado el nivel de alerta internacional.

La directora gerente hizo notar algo preocupante sobre 2020: “No hemos terminado siquiera el mes de enero y Australia ya ha sufrido importantes riesgos en su crecimiento por los incendios, hemos vivido una semana de incertidumbre por las tensiones en Oriente Próximo y ahora tenemos el coronavirus”. Esta enfermedad “está golpeando la economía china, pero también representa un riesgo global para el crecimiento”, añadió. El Fondo aún no tiene una estimación de su impacto en la economía: “Habrá una ralentización en el corto plazo, pero en el largo no lo sabemos, debemos valorar lo rápidas y efectivas que son las medidas que se toman”. Con la epidemia del SARS, en 2003, recordó, al final del año el crecimiento global solo se redujo un 0,1%. Pero ahora, advirtió, el peso de la economía china en el mundo (en poder de paridad de compra) alcanza el 18%, frente al 4% de entonces.

Georgieva desembarcó como jefa del Fondo el pasado septiembre y se encontró con una institución distinta de la que había heredado su predecesora, Christine Lagarde, en 2011. El credo de la austeridad a ultranza para los países con crisis fiscales graves se ha ido modulando, a golpe de fracasos, y el mensaje predominante defiende el gasto social como forma de frenar el malestar social y garantizar un reparto más equilibrado del crecimiento y la riqueza.

Este es el discurso general, pero cada país requiere luego sus notas a pie de página. A España le acaba de diagnosticar problemas en la efectividad de su gasto social. Un informe publicado el jueves advertía de que los beneficios se centran en pensionistas y clases medias, mientras que no cala lo suficiente en rentas bajas y jóvenes. Georgieva se refirió también a esto. Advirtió de que la economía española se encuentra en “una situación fiscal difícil”. “Y debe continuar con la consolidación por el bien del país”, añadió. Lo que importa, apuntó, es “la calidad del gasto social”. Resaltó los problemas de empleo juvenil, la necesidad de un crecimiento más equitativo y advirtió de que las medidas para lograrlo “no van a ser fáciles por la necesidad de consolidación fiscal”.

Georgieva advirtió sobre los mayores riesgos que supone el prolongado periodo de bajos tipos de interés. Respaldó que los bancos centrales mantengan su política laxa en 2020, pero apuntó que, en la búsqueda de rentabilidad, las instituciones asumen más riesgos y los peligros crecen. Además, la eficacia de estas medidas parece haber tocado techo en varias economías, sin margen para ir más allá.

A su juicio, algunos países ya se encuentran en zona negativa y no debería seguir bajando más los tipos de interés. Otros, como EE UU, tienen cierto margen, pero la cuestión, recalcó, es que “la política monetaria no puede ser la única medida en la que apoyarse”. Insistió en la necesidad de medidas fiscales, con más o mejor gasto en función de cada país, y sobre todo, reformas estructurales.

La economía mundial crecerá un 3,3% este año y un 3,4% en 2021. Esto supone un recorte de una y dos décimas respecto a lo que calculaba hace tres meses. Algunas economías emergentes, como India, se han frenado con fuerza y EE UU se desacelera.

El riesgo que suponía un Brexit desordenado ha bajado sustancialmente, según Georgieva. Pero asegura que la economía británica sufrirá a lo largo de la década un impacto de tres puntos porcentuales. “Debemos aceptar que el Brexit no ha sido favorable para la Unión Europea y menos para el Reino Unido”, señaló. Pero los daños serán contenidos “si concluye de forma ordenada y las partes logran relaciones comerciales constructivas”.

https://elpais.com/economia/2020/01/31/actualidad/1580498570_148648.html

domingo, 9 de febrero de 2020

“Hay padres en paro cuyos hijos tienen móvil de último modelo, iPad, zapatillas de lujo… Es terrible”. Gilles Lipovetsky, pensador, sociólogo y escritor francés de maneras exquisitas y juicios demoledores lleva casi 40 años metiendo el bisturí en las zonas pantanosas de las sociedades modernas e hipermodernas.

Este pensador, sociólogo y escritor francés de maneras exquisitas y juicios demoledores lleva casi 40 años metiendo el bisturí en las zonas pantanosas de las sociedades modernas e hipermodernas. Las estrategias de la seducción, la industria del lujo, la moda y lo efímero, el feminismo, el desencanto ante la política y la dictadura de las pantallas han sido algunas de sus víctimas favoritas. De todo ello habla en esta conversación, con su habitual lucidez y desinterés absoluto por los lugares comunes.

LO PEOR LLEGARÁ luego, cuando al término de la conversación se le pida a Gilles Lipovetsky (Millau, Francia, 1944) un experimento ante la cámara de vídeo: nosotros le damos un concepto y él tiene que responder a bote pronto con una reflexión breve, un sinónimo, una definición. O sea, lo contrario de los procesos de trabajo que maneja un filósofo. El autor de libros/cirugía sobre la sociedad actual como La era del vacío, La felicidad paradójica, El imperio de lo efímero o La sociedad de la decepción se echa las manos a la cabeza pero se presta al juego. En la entrevista, también se presta al juego: al de llamar a las cosas por su nombre sin rodeos, con lucidez, erudición y un blindaje ante cualquier conato de corrección política. Lipovetsky estará la semana próxima en Madrid para impartir un seminario en IE Business School y pronunciar una conferencia en la Fundación Telefónica. En otoño, Anagrama publicará su nuevo libro en español, sobre uno de sus temas favoritos: la sociedad de la seducción. La entrevista tuvo lugar en la sede del Instituto Cervantes en París, donde el pensador participó en un debate enmarcado en el Foro de la Cultura de Burgos, que por primera vez celebró una extensión en la capital francesa.

¿Cuáles son, a su juicio, las razones que impulsan esa carga de odio en el discurso político de la que hablaba? Viene de dos factores de fondo. Primero, una situación nueva de inseguridad generalizada frente a la cual no hay soluciones claras. Segundo, la gente ya no confía en los partidos tradicionales porque está descontenta desde hace tiempo por muchas cosas. La política ya no le ofrece esperanzas. El agotamiento del debate político ha traído furia y ha traído odio. Cuando fracasan las organizaciones de intermediación, lo que queda es el individuo. Y sus reacciones inmediatas.

¿No hay en esa desconfianza hacia la política cierto ingrediente de hipocresía? ¿No cree que en ella van implícitas a veces nuestras frustraciones? Bueno, la dimensión psicológica de cada uno es libre y puede que tenga usted razón en parte…, pero no del todo. Porque yo constato que esa desconfianza es casi generalizada, incluso entre aquellos a los que les van bien las cosas. La desconfianza que reflejan los sondeos es estremecedora. Aunque es cierto que el electorado de los partidos populistas no suele ser precisamente el que ocupa lo alto de la jerarquía social…, y es verdad que son ellos quienes se declaran más frustrados. Es lo que pasó en Estados Unidos, donde Trump fue votado por las clases más desfavorecidas. El caso es que, ante esa desconfianza en las estructuras y los partidos, se está produciendo sobre todo en esas clases bajas lo que podríamos llamar una privatización absoluta del individuo. Sienten que todo va mal y que va a ir a peor. Y tienen miedo. Eso es clave.

El pensador, sociólogo y escritor francés Gilles Lipovetsky, pasea por una calle de París después de la entrevista. LÉA CRESPI Usted ya trató estas cuestiones en La era del vacío, un libro suyo de 1983. Eso es ser premonitorio… Pero ahora me doy cuenta de que, más que vacío, se trata de inseguridad. La gente se siente insegura por todo. Globalización. Inseguridad urbana. Bolsonaro fue elegido en gran medida porque prometió que iba a acabar con la violencia en las calles de Brasil. Inseguridad identitaria. Inseguridad ante la inmigración. Inseguridad medioambiental. Inseguridad sanitaria y alimentaria. Vivimos en una cultura de la ansiedad.

¿Qué soluciones propone? Es que frente a esa ansiedad ya no tenemos ni ideologías ni soluciones políticas que ofrezcan alternativas reales. Y esto resulta explosivo. El Estado-providencia retrocede, los sistemas de protección social también, lo mismo las pensiones, crece el paro…, y no hay que exagerar, no vivimos peor que antes, al contrario, vivimos mejor, pero antes la política ofrecía una especie de sueño, de promesa, y hoy ya no hay promesas que valgan. Y claro, luego está el problema de las aspiraciones.

¿Puede explicarse? Antes la gente no quería comprarse todo el rato el último modelo de tableta, ni de smartphone, ni quería ir de vacaciones a todos los lugares posibles, ni coger el avión cada fin de semana, ni vivir en un loft estupendo, ni ir al restaurante un día sí y un día no…, sencillamente no se vivía así. Yo fui a un restaurante por primera vez cuando tenía 25 años. Ahora con ocho años van con frecuencia al McDonald’s. Así que, por un lado, tenemos una sociedad en la que crecen sin parar las desigualdades, pero por otro tenemos un volumen de aspiraciones que tampoco para. Es, más que el bienestar, el sueño del bienestar. ¡Las marcas de lujo! Antes ni pensabas en eso. Hoy, cualquiera en un barrio popular puede llevar unas Nike de 125 euros. Y todos los jóvenes saben lo que es Louis Vuitton, Hermès, Gucci…, ¡solo viven para las marcas! No quieren unos zapatos, quieren una marca de zapatos.

Parece humano que la gente aspire a lo que el llamado Estado de bienestar le pone delante… Pero es que hay padres que están en el paro cuyos hijos tienen un iPad, un móvil inteligente último modelo, unas zapatillas de lujo… Me parece terrible. Antes, las aspiraciones eran trabajar, comer y tener una casa. Hoy son otras. Por ejemplo, ir a Ikea para comprarse cosas monas porque lo hacen todos los demás.

Quizá es lógico querer tener todas esas cosas, y no tanto protestar cuando no se pueden tener… No lo sé, ni siquiera voy a hacer un juicio de valor sobre eso. Pero constato que todas esas aspiraciones se han convertido en algo corriente, y no me parece lógico. Y además, ligado a todo eso, hoy se da un sentimiento que no existía en la modernidad de antes del hiperindividualismo, que es un sentimiento de injusticia. No hay solo insatisfacción y frustración, hay como una idea de que el sistema en el que vivimos es injusto con nosotros porque creemos que los esfuerzos están mal repartidos. Y es un poco verdad, las desigualdades son aberrantes.

Pero la historia del hombre es una historia de desigualdades. Ya, pero en los años cincuenta había menos que hoy. Y las economías iban bien.

Una de esas desigualdades históricas ha sido la de la mujer frente al hombre. ¿Cómo ve la situación actual y qué pronósticos hace? La dinámica de acceso de la mujer a la sociedad en igualdad de condiciones que el hombre es irreversible. ¿Quiere eso decir que vamos hacia una sociedad unisex? No lo creo, y no creo que sea deseable. Creo que la diferencia es necesaria. Las mujeres que hoy ocupan puestos clave en la empresa, en la política, etcétera, quieren que se reconozca su feminidad más que nunca. No quieren ser transgénero, reivindican su condición de mujeres. La condición sexual no es cualquier cosa.

¿Cree que habrá límites? ¿Cree que llegará un punto en que el hombre, aún hegemónico, no tolerará algunas cosas? No lo creo. Y no creo que todo venga del machismo, como dicen las feministas. Los hombres ya no somos machistas. Evidentemente, hay hombres machistas, pero no en general. Por cierto, no creo que el futuro del feminismo sea el Me Too. ¿Por qué? Porque fomenta una cultura exclusivamente victimista. Yo no discuto que las mujeres puedan ser víctimas, más que el hombre, y para eso están las leyes. Pero las verdaderas feministas son las mujeres empresarias, pilotos de avión, cirujanas, juezas, que hacen ese trabajo porque les gusta y no porque son trabajos “de mujer”. El verdadero feminismo son las mujeres que saben responder a los hombres.

Usted ha escrito y hablado largo y tendido sobre el concepto de seducción. ¿Le parece que los procesos de seducción del hombre hacia la mujer o viceversa pueden estar en peligro? Yo espero que la lucha política por los derechos de la mujer no aplaste un tema que no es en absoluto político como es la seducción. Al ser humano le gusta gustar, y le gusta tratar de conquistar. A la inmensa mayoría de las mujeres, también. Menos a las feministas, que sí lo consideran un asunto político. Pero no se puede confundir acoso con seducción.

Volviendo a la insatisfacción y la frustración, ¿cree que las redes sociales y la proliferación de noticias falsas son vectores de todo ello? Antes no existía esa red universal de mentiras o medias verdades… Bueno, hay que dejar de idealizar el pasado. El odio, la indiferencia y la envidia han acompañado siempre al Homo sapiens. Pero es verdad que con la cultura individualista todo ha cambiado. Ya lo dijo Tocqueville: cuantas menos desigualdades hay, más insoportables resultan aquellas que permanecen. Lo esencial es que la gente no se sienta abandonada. Y que se le proporcionen los instrumentos necesarios para reaccionar.

¿Qué se puede hacer? Hace falta una economía liberal, porque es la única vía posible hacia la iniciativa y la eficacia. Pero al mismo tiempo hay que ayudar a la gente porque, si no, vamos hacia una situación explosiva. La mejor solución es lo que ya hacen en ciertos países escandinavos, lo que llaman “la flexiseguridad”. Una economía flexible, en la que se pueda despedir a la gente si es necesario, pero en la que haya a la vez programas de formación y de reciclaje de competencias, y no un simple sistema de asistencia social. Cuando se despide a alguien se le dan los medios para reciclarse. Así, al menos, no tendrá la sensación de que la sociedad lo ha abandonado. Y en segundo lugar, hay que invertir en educación, en inteligencia y en creación.

¿Puede concretar? La escuela pública no es un gasto, es una inversión de futuro. Hay que pagar bien a los profesores, y enseñar al alumno a respetarlos. Esto no lo digo yo, ¿eh?, ya lo dijo Platón. Si creemos que los ordenadores y las tabletas van a arreglar todos los problemas, estamos en un grave error. El profesor es imprescindible. Y hay que formar a los jóvenes de manera que sean más adaptables, con menos miedo a los cambios. Así habrá menos frustración. Y muy importante: hay que otorgar mucha más importancia al arte y a la cultura. ¡Si no, solo nos quedará el centro comercial!

Sin querer ser un cenizo pesimista, da la sensación de que caminamos hacia el lado opuesto. Reinan sin rival los mal llamados “saberes útiles”… Sin duda.

¿No cree que se ha instalado en la sociedad una especie de aristocracia tecnológico-informática? Absolutamente, y es un problema. Está bien formar élites tecnológicas, pero creo que acabaremos pagando un precio por esta situación. Porque el ser humano es complejo. Mire, yo veo a bastantes investigadores, matemáticos, físicos o ingenieros de muy alto nivel que cantan en coros. O que se apuntan a cursos de teatro, o de pintura. No sé por qué, pero ocurre. A lo mejor es que no acaban de encontrar un sentido pleno a su trabajo. Y eso es la democracia también. La democracia no es solo tener elecciones libres, es formar individuos que disfruten, que sean ricos en sus habilidades, y no solamente instrumentos de voto y de trabajo.

Habla usted del largo plazo como opción social. Por desgracia no parece que… Ah, es que yo no soy un político. Yo no tengo programa. Y lo que estoy proponiendo no tendría un rédito electoral directo, desde luego. El hiperindividualismo, un tema del que he escrito, no es solo una retracción egoísta. Es también un deseo de expresión de sí. El hiperindividuo quiere que le guste lo que hace. Y que lo que hace, guste. Yo conozco bastantes personas que ganan mucho dinero, yo qué sé, más de 10.000 euros al mes, y que detestan su trabajo. Desde luego que no son unos miserables, pero sí unos frustrados. La democracia tiene que ver con el enriquecimiento de la persona —un enriquecimiento no económico—, y en ese sentido estamos viviendo un fracaso democrático. La democracia no puede ser solo un instrumento de eficacia utilitarista. De la misma forma que luchamos contra la degradación del medio ambiente, tenemos que trabajar contra la degradación de las cualidades creativas de la persona. La gente joven quiere sentir estima de sí misma, la autoestima es uno de los grandes temas de nuestra sociedad.

¿Se refiere a un apoyo político prioritario a la educación y a la cultura? Es raro encontrarlo. En España, no, desde luego. Sí, hablo de eso, pero no hacen falta grandes proyectos. ¡Estoy contra los proyectos culturales grandiosos! Al final eso acaba solo en el star system. Si Mitterrand hubiera dedicado el gasto de sus obras faraónicas en París a mejorar las infraestructuras culturales de las ciudades de provincia, o a mejorar la situación de la banlieue, todo habría ido mejor. Se trata de movilizar a pintores, a escritores, a músicos para que enseñen a la gente a hacer cosas enriquecedoras, sobre todo a los niños, como actividades extraescolares pero en serio, y no necesariamente a cargo del maestro, los profesores no pueden hacerlo todo. Si un actor de una compañía de teatro profesional le cuenta a un adolescente en qué consiste tal o cual obra del siglo XVIII, eso cobra un sentido totalmente distinto, y tiene muchas posibilidades de que al crío le guste. Invertir en eso cuesta mucho menos que hacerlo en centrales nucleares, desde luego. Es un tema de voluntad política, ¡se trata de hacer que la gente diga lo que le gusta, no solo a quién detesta!

De lo que habla en definitiva es de un nuevo contrato social, no solo de política… Una sociedad cuyos ejes exclusivos son las pantallas, el trabajo y la protección social es una sociedad deprimente. Hay que invertir en educación. Y las posibilidades de inversión en temas educativos son infinitas. Uno de los mayores fracasos en las sociedades occidentales de la posguerra fue la “democratización de la cultura”. Se pensó que por abrir muchos museos muchas horas y con grandes obras gracias al dinero del Estado, mucha gente nueva se iba a incorporar a las visitas, pero no fue así. Si se fija, a través del tiempo a los museos siempre ha ido la misma gente. Gente de un cierto nivel educativo. Los campesinos y los obreros de la construcción en general van poco. Es una cuestión de educación.

Quizá es más un tema de principios que de dinero. O de que lo primero garantice lo segundo… Sin lugar a dudas. Los padres y los profesores tienen ahí una responsabilidad capital.

Usted ha escrito contra el hecho de que los padres eduquen a sus hijos entre terciopelos. ¿Qué quería decir exactamente? Es un inmenso error. Es indispensable que el profesor recobre la autoridad. Hay alumnos que insultan al profesor, y es inadmisible. Educar no es seducir. Hay obligaciones. En un momento dado, hay que obligar a cosas. No todo puede ser flexible, agradable, discutible. Hay que trabajar duro, y obligar a trabajar. El hombre es Homo faber, hay que enseñar a hacer. Y hay que recuperar la retórica, enseñar a los chicos a expresarse, y a razonar, porque el ordenador no lo va a hacer por ellos. El hombre es Homo loquens, el ser que habla.

https://elpais.com/elpais/2020/01/28/eps/1580212910_212654.html

sábado, 8 de febrero de 2020

DAVID SABATINI | BIÓLOGO DEL MIT “Fármacos como la rapamicina ayudarán a vivir más de 100 años” El científico estadounidense investiga el mecanismo de acción de una molécula antitumoral que promete alargar la vida de los seres humanos.

DAVID SABATINI |
BIÓLOGO DEL MIT

“Fármacos como la rapamicina ayudarán a vivir más de 100 años” El científico estadounidense investiga el mecanismo de acción de una molécula antitumoral que promete alargar la vida de los seres humanos

Cuenta el biólogo David Sabatini que, cuando aterrizó por primera vez en la remota Isla de Pascua (Chile), le pareció “un lugar mágico”. Allí, en las bacterias del suelo sobre el que se alzan los célebres moáis, una expedición científica identificó en 1975 una molécula desconocida hasta entonces, la rapamicina, bautizada así por el nombre nativo de la isla: Rapa Nui. Muy pronto quedó claro que aquella molécula era excepcional: inhibía el crecimiento de algunos tumores, combatía los hongos y evitaba el rechazo de órganos trasplantados. Hace una década, científicos de EE UU administraron rapamicina a ratones. Y los roedores vivieron el equivalente a 10 años humanos más.

Sabatini, nacido en Nueva York en 1968, se crió en una familia de científicos argentinos emigrados a EE UU. Cuando apenas tenía 25 años, se preguntó cuál sería el mecanismo de acción de la aparentemente milagrosa rapamicina y lo descubrió. La molécula inhibía en las células la proteína mTOR, una especie de interruptor que, en condiciones normales, se activa cuando hay nutrientes y permite el crecimiento celular. Hasta el 60% de los tumores malignos tiene su origen en la acción aberrante de este interruptor, según el biólogo, del Instituto Tecnológico de Massachusetts. La semana pasada, Sabatini y su colega Michael Hall ganaron por estos trabajos el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA, dotado con 400.000 euros.

Pregunta. Muchas veces la prensa habla de la rapamicina como "la molécula milagrosa". ¿Es mucho decir?

Respuesta. No sé si milagrosa, pero yo creo que la rapamicina es una de las moléculas más interesantes que existen. Tiene propiedades clínicas y ya se usa en medicina, porque está aprobada para muchas indicaciones y posiblemente se añadirán más, como el envejecimiento. También tiene conexiones culturales interesantes, porque viene de la Isla de Pascua, la Rapa Nui. Es una molécula que tiene muchas dimensiones interesantes. Y si uno mira la literatura científica, parece que hace de todo, parece un milagro. Vamos a ver si es cierto.

P. ¿Para qué indicaciones ya está aprobada la rapamicina?
R. Hay varias moléculas que son un poco diferentes, pero en esencia son rapamicina. Una indicación para ellas es la inmunosupresión [la inhibición de las defensas de una persona para evitar el rechazo de un órgano trasplantado]. Otra, en cardiología, para prevenir la reestenosis [el cierre de una arteria]. Y también contra algunos tumores, en particular contra el cáncer de riñón y algunos tipos de cáncer de mama. También se utiliza en diferentes patologías relacionadas con el sistema inmunitario. La rapamicina tiene grandes posibilidades. El gran desafío es cómo usarla para hacer el bien y al mismo tiempo no hacer daño, porque obviamente la proteína mTOR tiene otras funciones importantes. Ahí está el campo ahora: en cómo encontrar ese equilibrio.

P. ¿Cómo debería ser un ensayo clínico para demostrar que la rapamicina ralentiza el envejecimiento, el cáncer, el alzhéimer?
R. Yo no soy ningún experto en ensayos clínicos, pero tendrían que ser muchos participantes y durante mucho tiempo. No hay ninguna solución rápida para esto. Creo que, poco a poco, se van a ir aprobando indicaciones más pequeñas y desde ahí se va a expandir gradualmente para otras indicaciones.

P. Hace una década, el equipo de los científicos estadounidenses David Harrison y Richard Miller publicó un estudio en el que demostraban que la rapamicina aumentaba la esperanza de vida de los ratones. El equivalente humano sería vivir unos 100 años en promedio.
R. Sí, pero los ratones viven en jaulas chiquitas, estarán un poco deprimidos. Yo creo que aquella investigación fue fundamental. Fue la que llevó el campo de la rapamicina al público. Fue el punto de inflexión. Pero creo que el ensayo más importante ahora es el que está llevando a cabo Matt Kaeberlein con perros en Estados Unidos. Lo que es lindo es que los perros son muy diferentes, viven en casas diferentes, comen diferentes cosas, hacen diferentes ejercicios. Yo creo que, si vemos un efecto de la rapamicina ahí, será un triunfo enorme, porque no hay ningún animal con un estilo de vida más cercano al humano que el perro. Vamos a ver qué pasa.

P. ¿Cree que en un futuro viviremos más de 100 años gracias a la rapamicina?
R. Yo creo que gracias a la medicina, a una mejor alimentación, al ejercicio y a fármacos como la rapamicina. "Tengo muchos amigos que toman rapamicina, pero yo no me lo he planteado"

P. El efecto de la rapamicina sería similar al de la restricción calórica. ¿Por qué comer menos alarga la vida?
R. No se sabe bien. Con la restricción calórica, obviamente, uno baja los nutrientes. Y entonces la proteína mTOR se inhibe. La otra manera de inhibir mTOR es usar la rapamicina. ¿Por qué la restricción calórica alarga la vida? Es una pregunta muy interesante. Probablemente, porque el organismo detecta que las condiciones no están bien y pone un poco de pausa, para sobrevivir a esas condiciones hasta que mejoren. Yo creo que esa es la razón un poco más filosófica. A nivel molecular, hay muchas razones, pero una de las principales es que se aumenta un proceso llamado autofagia [el sistema de reciclaje mediante el cual una célula destruye sustancias nocivas y aprovecha sus componentes].

P. ¿Usted ha pensado en tomar rapamicina?
R. Tengo muchos amigos que toman rapamicina, pero yo no me lo he planteado. Por ahora, no. Hago otras cosas, como el ayuno. No como durante un tiempo. Trato de no desayunar, por ejemplo. Posiblemente, pronto aparecerán nuevas versiones de la rapamicina. Veremos. Pero sí es cierto que tengo varios amigos que la toman y están bien.

P. Pero la toman de manera no legal [todavía es necesario descartar posibles efectos nocivos de la molécula].
R. La toman off-label [para una indicación no aprobada en la ficha técnica del fármaco]. Se puede comprar para indicaciones como la inmunosupresión, no hay nada ilegal.

P. ¿Pero usted recomienda que la gente consuma rapamicina?
R. No. Yo creo que nos falta información por ahora. Quiero ver lo que pasa con este ensayo clínico con perros. Va a ser muy interesante.

https://elpais.com/elpais/2020/01/28/ciencia/1580211861_529651.html

viernes, 7 de febrero de 2020

Por qué el juego es clave para el desarrollo cognitivo de los niños. Con un mecanismo semejante al de los juegos de pelota de “servir y devolver” desarrollan inconscientemente sus conexiones cerebrales

Cecilia tiene un año y medio. Está en el regazo de su padre mientras él desayuna. Intenta coger las migas de la tostada que caen sobre la mesa de la cocina, mira a su padre y estalla en carcajadas. El padre de Cecilia tal vez no se esté dando cuenta de que la niña le está invitando a entrar en un juego que los expertos, haciendo analogías con el tenis, llaman “servir y devolver” y la niña está esperando una respuesta. Al igual que Cecilia, los niños buscan constantemente interacciones con los adultos que les son cercanos. Dependiendo de la edad que tengan lo harán a través de una palabra, un gesto, una sonrisa o, simplemente, una mirada.

La manera en que los adultos “devolvemos” o respondemos a esas invitaciones de los niños y empezamos a jugar es crucial para el desarrollo de sus cerebros. Hay evidencia científica de que aquellas respuestas que son enriquecedoras y, sobre todo, consistentes, influyen directamente en la formación de las conexiones neurológicas que serán los cimientos del aprendizaje posterior. Al contrario, la carencia de dichas interacciones es tremendamente nociva y actúa como un elemento constrictor del desarrollo de los niños.

Mientras que para los padres y madres con mayores niveles de ingreso y educación las interacciones entre adultos y niños pueden parecer obvias, no siempre es así. Un estudio realizado en Ecuador, Perú, Nicaragua y en varias islas del Caribe ha comparado la calidad de los intercambios entre niños pequeños y sus cuidadores en sus respectivos hogares, y ha puesto de manifiesto que la manera en que los padres responden y animan de forma positiva a sus hijos varía enormemente según se trate de hogares pobres o ricos. En otras palabras, los niños pobres tienen probabilidades muy inferiores de estar expuestos a interacciones de calidad con los adultos.

Esto no es una sorpresa. Los cuidadores con bajos niveles socioeconómicos pueden estar sometidos a preocupaciones y estrés que provienen de las adversidades a las que tienen que hacer frente para su mera subsistencia y que les dejan poco tiempo, recursos cognitivos y energía para prestar la debida atención a sus hijos. Falta de tiempo, de dinero, de información, mal acceso a servicios… todo ello hace que muchos de los niños de los hogares más vulnerables se queden esperando respuestas que llegan con una frecuencia muy inferior a la deseable.

Existen multitud de programas e intervenciones que buscan que los cuidadores, especialmente los de los hogares más desfavorecidos, establezcan con sus hijos relaciones de calidad que redunden en su desarrollo. Para asegurar su efectividad, es crucial que en el momento de su diseño se consideren los factores que impiden que las interacciones niño/adulto tengan lugar. ¿Se trata de la falta de tiempo? ¿De motivación? ¿De conocimiento?

En muchas ocasiones devolver “la pelota” que nos envía el niño no es tan sencillo, especialmente cuando hay que dar respuesta a algo tan simple como a un gesto o a alguna expresión. Sin embargo, se puede convertir en algo instintivo con un poco de guía y de práctica. El Centro para el niño en desarrollo de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) ha desglosado estas interacciones en cinco pasos que pueden realizarse fácilmente en nuestra vida cotidiana. El primero implica ser capaz de ver que el niño “ha sacado” y compartir su foco de atención. En el caso de Cecilia, su padre devuelve la mirada a la niña para dirigirla luego hacia la mano de la pequeña y descubrir que se ríe de las migas que encuentra. El segundo paso requiere que su padre “devuelva el saque”, estimulando el interés y la curiosidad de su hija mediante, por ejemplo, lenguaje gestual del tipo de asentir con la cabeza, abrazar o sonreír a Cecilia o de un modo verbal con palabras cariñosas. Su padre acepta la invitación al juego al decir en tono cariñoso: “¿Qué tienes en la mano, chiquitina?”.

Esta forma de proceder del padre supone una oportunidad excelente para establecer importantes conexiones de lenguaje en el cerebro infantil, incluso si el niño todavía no habla o no entiende esas palabras. Para hacerlo, en el tercer paso el padre de Cecilia debería nombrar lo que la niña estuviera viendo, haciendo o sintiendo. Podría decir con tono alegre y cantarín: “¡Pero qué migas tan grandes han caído de la tostada!”.

Los niños necesitan tiempo para desarrollar sus respuestas. Por lo tanto, como paso cuarto, el padre de Cecilia tiene que esperar tras haber devuelto el saque. Unos segundos después Cecilia extiende su bracito hacia él, abre la mano y le enseña las migas. Continúan así una y otra vez durante algunos minutos. Como último paso, hay que prestar atención a las señales que van dejando los niños y darse cuenta de cuándo están listos para otra actividad. Cecilia deja caer las migas y empieza agarrarse los pies. Está invitando a su padre a un nuevo juego de “servir y devolver”. Y este nuevo juego, con el estímulo e interacción adecuada, seguirá apoyando su desarrollo cognitivo y sus posibilidades de triunfar en la vida adulta.

*Marta Dormal es consultora en desarrollo infantil temprano en la División de Salud y Protección Social del Banco Interamericano de Desarrollo.

https://elpais.com/elpais/2018/07/11/mamas_papas/1531308026_019333.html?rel=mas

jueves, 6 de febrero de 2020

Esta es la esencia de la docencia: "Si para corregir necesitas humillar; no sabes enseñar"

"Un anciano se encuentra a un joven quien le pregunta:

 - ¿Se acuerda de mí?
Y el anciano le dice que NO.
Entonces el joven le dice que fue su alumno.
Y el profesor le pregunta:
- ¿Qué estás haciendo, a qué te dedicas?

El joven le contesta:
- Bueno, me convertí en Profesor.

- Ah, que bueno ¿como YO? (le dijo el anciano)

- Pues, sí.
De hecho, me convertí en Profesor porque usted me inspiró a ser como usted.

El anciano, curioso, le pregunta al joven qué momento fue el que lo inspiró a ser Profesor.

Y el joven le cuenta la siguiente historia:

- Un día, un amigo mío, también estudiante, llegó con un hermoso reloj, nuevo, y decidí que lo quería para mí y lo robé, lo saqué de su bolsillo. Poco después, mi amigo notó el robo y de inmediato se quejó a nuestro Profesor, que era usted. Entonces, usted se dirigió a la clase:

- El reloj de su compañero ha sido robado durante la clase de hoy.
El que lo robó, por favor que lo devuelva.

No lo devolví porque no quería hacerlo.

Luego usted, cerró la puerta y nos dijo a todos que nos pusiéramos de pie y que iría uno por uno para buscar en nuestros bolsillos hasta encontrar el reloj.

Pero, nos dijo que cerráramos los ojos, porque lo buscaría solamente si todos teníamos los ojos cerrados.
Así lo hicimos, y usted fue de bolsillo en bolsillo, y cuando llegó al mío encontró el reloj y lo tomó.
Usted continuó buscando los bolsillos de todos, y cuando terminó, dijo:
- "Abran los ojos. Ya tenemos el reloj".

Usted no me dijo nada, y nunca mencionó el episodio.
Tampoco dijo nunca quién fue el que había robado el reloj.
Ese día, usted salvó mi dignidad para siempre.
Fue el día más vergonzoso de mi vida.
Pero también fue el día que mi dignidad se salvó de no convertirme en ladrón, mala persona, etc. Usted nunca me dijo nada, y aunque no me regañó ni me llamó la atención para darme una lección moral, yo recibí el mensaje claramente.

Y gracias a usted entendí que esto es lo que debe hacer un verdadero educador.
¿Se acuerda de ese episodio, Profesor?

Y el Profesor responde:
- "Yo recuerdo la situación, el reloj robado, que busqué en todos, pero no te recordaba, porque yo también cerré los ojos mientras buscaba."

Esto es la esencia de la docencia:
Si para corregir necesitas humillar; no sabes enseñar"

Inspirado en un cuento de Borges.
Desconozco el autor.

miércoles, 5 de febrero de 2020

_- Para una nueva declaración universal de los derechos humanos

_- Boaventura De Sousa Santos
La Jornada

El gran filósofo del siglo XVII, Baruch Spinoza, escribió que los dos sentimientos básicos del ser humano (afectos, en su terminología) son el miedo y la esperanza. Y sugirió que es necesario lograr un equilibrio entre ambos, ya que el miedo sin esperanza conduce al abandono y la esperanza sin miedo puede conducir a una autoconfianza destructiva. Esta idea puede extrapolarse a las sociedades contemporáneas, especialmente en una época en la cual con el ciberespacio, las comunicaciones digitales interpersonales instantáneas, la masificación del entretenimiento industrial y la personalización masiva del microtargeting comercial y político, los sentimientos colectivos son cada vez más parecidos a los sentimientos individuales, aunque siempre sean agregaciones selectivas. Es por ello que actualmente la identificación con lo que se oye o se lee resulta tan inmediata (eso es precisamente lo que pienso, aunque nunca antes se haya pensado sobre eso), al igual que la repulsión (tenía buenas razones para odiar eso, a pesar de que nunca se haya odiado eso). De este modo, los sentimientos colectivos se convierten fácilmente en una memoria inventada, en el futuro del pasado de los individuos. Por supuesto, esto sólo es posible porque, a falta de una alternativa, la degradación de las condiciones materiales de vida se vuelve vulnerable a una reconfortante ratificación del statu quo.

Si convertimos esperanza y miedo en sentimientos colectivos, podemos concluir que tal vez nunca haya habido una distribución tan desigual del miedo y la esperanza a escala global. La gran mayoría de la población mundial vive dominada por el miedo: al hambre, a la guerra, a la violencia, a la enfermedad, al jefe, a la pérdida del empleo o a la improbabilidad de encontrar trabajo, a la próxima sequía o a la próxima inundación. Este miedo casi siempre se vive sin la esperanza de que se pueda hacer algo para que las cosas mejoren. Por el contrario, una diminuta fracción de la población mundial vive con una esperanza tan excesiva que parece totalmente carente de miedo. No teme a los enemigos porque considera que estos han sido anulados o desarmados; no teme la incertidumbre del futuro porque dispone de un seguro a todo riesgo; no teme las inseguridades de su lugar de residencia porque en cualquier momento puede trasladarse a otro país o continente (e incluso comienza a barajar la posibilidad de ocupar otros planetas); no teme la violencia porque cuenta con servicios de seguridad y vigilancia: alarmas sofisticadas, muros electrificados, ejércitos privados.

La división social global del miedo y la esperanza es tan desigual que fenómenos impensables hace menos de 30 años hoy parecen características de una nueva normalidad. Los trabajadores aceptan ser explotados cada vez más a través del trabajo sin derechos; los jóvenes emprendedores confunden la autonomía con la autoesclavitud; las poblaciones racializadas se enfrentan a prejuicios racistas que a menudo provienen de aquellos que no se consideran racistas; las mujeres y la población LGTBI siguen siendo víctimas de violencia de género, a pesar de todas las victorias de los movimientos feministas y antihomofóbicos; los no creyentes o creyentes de religiones equivocadas son víctimas de los peores fundamentalismos. En el plano político, la democracia, concebida como el gobierno de muchos en beneficio de muchos, tiende a convertirse en el gobierno de pocos en beneficio de pocos, el estado de excepción con pulsión fascista se va infiltrando en la normalidad democrática, mientras el sistema judicial, concebido como el estado de derecho para proteger a los débiles contra el poder arbitrario de los fuertes, se está convirtiendo en la guerra jurídica de los poderosos contra los oprimidos y de los fascistas contra los demócratas.

Es urgente cambiar este estado de cosas o la vida se volverá absolutamente insoportable para la gran mayoría de la humanidad. Cuando la única libertad que le quede a esta mayoría sea la libertad de ser miserable, estaremos ante la miseria de la libertad. Para salir de este infierno, que parece programado por un plan voraz y poco inteligente, es necesario alterar la distribución desigual del miedo y la esperanza. Es urgente que las grandes mayorías vuelvan a tener algo de esperanza y, para ello, es necesario que las pequeñas minorías con exceso de esperanza (porque no temen la resistencia de quienes sólo tienen miedo) tengan miedo de nuevo. Para que esto ocurra, se necesitarán muchas rupturas y luchas en los terrenos social, político, cultural, epistemológico, subjetivo e intersubjetivo. El siglo pasado comenzó con el optimismo de que rupturas con el miedo y luchas por la esperanza estaban cerca y serían eficaces. Este optimismo tuvo el nombre inicial e iniciático de socialismo o comunismo. Otros nombres-satélite se unieron a ellos, como republicanismo, secularismo, laicismo. A medida que el siglo avanzaba se unieron nuevos nombres, como liberación del yugo colonial, autodeterminación, democracia, derechos humanos, liberación y emancipación de las mujeres, entre otros.

Hoy, en la primera mitad del siglo XXI, vivimos entre las ruinas de muchos de esos nombres. Los dos primeros parecen reducirse, en el mejor de los casos, a los libros de historia y, en el peor, al olvido. Los restantes subsisten desfigurados o, como mínimo, se ven confrontados ante la perplejidad de acumular tantas derrotas como victorias protagonizan. Por estas razones, las rupturas y las luchas contra la distribución torpemente desigual del miedo y la esperanza serán una tarea ingente, porque todos los instrumentos disponibles para llevarlas a cabo son frágiles. Además, esta discrepancia constituye en sí misma una manifestación del desequilibrio contemporáneo entre el miedo y la esperanza. La lucha contra tal desequilibrio debe comenzar por los instrumentos que reflejan este mismo desequilibrio. Sólo a través de luchas eficaces contra este desequilibrio será posible señalar la expansión de la esperanza y la retracción del miedo entre las grandes mayorías.

Cuando los cimientos se derrumban, se convierten en ruinas. Cuando todo parece estar en ruinas, no hay más alternativa que buscar entre las ruinas, no sólo el recuerdo de lo que fue mejor, sino especialmente la desidentificación con lo que al diseñar los cimientos contribuyó a la fragilidad del edificio. Este proceso consiste en transformar las ruinas muertas en ruinas vivas. Y tendrá tantas dimensiones cuantas sean exigidas por la predictora socioarqueología. Comencemos hoy, al inicio de año, por los derechos humanos.

Los derechos humanos tienen una doble genealogía. A lo largo de su vasta historia desde el siglo XVI, fueron sucesivamente (a veces de manera simultánea) un instrumento de legitimación de la opresión eurocéntrica, capitalista y colonialista, y un instrumento de legitimación de las luchas contra esa opresión. Pero siempre fueron más intensamente instrumento de opresión que de lucha contra ella. Por eso contribuyeron a la situación de extrema desigualdad de la división global del miedo y la esperanza en la que nos encontramos hoy. A mediados del siglo pasado, tras la devastación de las dos guerras en Europa (con impacto mundial debido al colonialismo), los derechos humanos tuvieron un momento alto con la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que vino a sustentar ideológicamente el trabajo de la ONU. El 10 de diciembre pasado se conmemoraron los 71 años de la declaración. No es aquí el lugar para analizar en detalle este documento, que en su origen no es universal (de hecho, es cultural y políticamente muy eurocéntrico), pero que gradualmente se fue estableciendo como una narrativa global de dignidad humana.

Es posible decir que entre 1948 y 1989, los derechos humanos fueron predominantemente un instrumento de la guerra fría, lectura que durante mucho tiempo fue minoritaria. El discurso hegemónico de los derechos humanos fue usado por los gobiernos democráticos occidentales para exaltar la superioridad del capitalismo en relación al comunismo del bloque socialista de los regímenes soviético y chino. Según tal discurso, las violaciones de los derechos humanos solamente ocurrían en ese bloque y en todos los países simpatizantes o bajo su influencia. Las violaciones que había en los países amigos de Occidente, crecientemente bajo influencia de Estados Unidos, eran ignoradas o silenciadas. El fascismo portugués, por ejemplo, se benefició durante mucho tiempo de esa sociología de las ausencias, tal como sucedió con Indonesia durante el periodo en que invadió y ocupó Timor Oriental, o con Israel desde el inicio de la ocupación colonial de Palestina hasta hoy. En general, el colonialismo europeo fue por mucho tiempo el beneficiario principal de esa sociología de las ausencias. Así se fue construyendo la superioridad moral del capitalismo en relación con el socialismo, una construcción en la que colaboraron activamente los partidos socialistas del mundo occidental.

Esta construcción no estuvo libre de contradicciones. Durante este periodo, los derechos humanos en los países capitalistas y bajo la influencia de EU fueron muchas veces invocados por organizaciones y movimientos sociales en la resistencia contra violaciones flagrantes de esos derechos. Las intervenciones imperiales del Reino Unido y de EU en el Medio Oriente, y de EU en América Latina, a lo largo de todo el siglo XX, nunca fueron consideradas internacionalmente violaciones de derechos humanos, aunque muchos activistas de derechos humanos sacrificasen su vida defendiéndolos. Por otro lado, sobre todo en los países capitalistas del Atlántico Norte, las luchas políticas llevaron a la ampliación progresiva del catálogo de derechos humanos: los derechos sociales, económicos y culturales se juntaron a los derechos civiles y políticos. Surgió entonces cierta disociación entre los defensores de la prioridad de los derechos civiles y políticos sobre los demás (corriente liberal), y los defensores de la prioridad de los derechos económicos y sociales o de la indivisibilidad de los derechos humanos (corriente socialista o socialdemócrata).

La caída del Muro de Berlín en 1989 fue vista como la victoria incondicional de los derechos humanos. Pero la verdad es que la política internacional posterior reveló que, con la caída del bloque socialista, cayeron también los derechos humanos. Desde ese momento, el tipo de capitalismo global que se impuso desde la década de 1980 (el neoliberalismo y el capital financiero global) fue promoviendo una narrativa cada vez más restringida de derechos humanos. Comenzó por suscitar una lucha contra los derechos sociales y económicos. Y hoy, con la prioridad total de la libertad económica sobre todas las otras libertades, y con el ascenso de la extrema derecha, los propios derechos civiles y políticos, y con ellos la propia democracia liberal, son puestos en cuestión como obstáculos al crecimiento capitalista. Todo esto confirma la relación entre la concepción hegemónica de los derechos humanos y la guerra fría. Ante este escenario, se imponen dos conclusiones paradójicas e inquietantes, y un desafío exigente. La aparente victoria histórica de los derechos humanos está derivando en una degradación sin precedentes de las expectativas de vida digna de la mayoría de la población mundial. Los derechos humanos dejaron de ser una condicionalidad en las relaciones internacionales. Cuando mucho, en vez de sujetos de derechos humanos, los individuos y los pueblos se ven reducidos a la condición de objetos de discursos de derechos humanos. A su vez, el desafío puede formularse así:

¿Será todavía posible transformar los derechos humanos en una ruina viva, en un instrumento para transformar la desesperación en esperanza? Estoy convencido que sí. En la próxima crónica intentaré rescatar las semillas de esperanza que habitan la ruina viva de los derechos humanos.

Fuente: http://www.jornada.com.mx/2020/01/26/opinion/018a1mun

 * Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

Más: https://www.pagina12.com.ar/209111-reinventar-los-derechos-humanos

martes, 4 de febrero de 2020

_- Paul Krugman: “No soy un santo pero estoy dispuesto a pagar más impuestos”. Premio Nobel en 2008, el economista estadounidense lamenta que ante un nuevo bache económico “los amortiguadores del coche ya se han usado”.

_- En el despacho de Paul Krugman (Albany, Nueva York, 1953) reina el suficiente desorden que uno podría imaginar en un economista provocador e hiperactivo, prolijo en artículos, en libros y, lo más controvertido, en previsiones de futuro. Nobel de Economía en 2008, es miembro destacado del club de economistas estadounidenses de corte progresista, como el a su vez laureado Joseph Stiglitz o Jeffrey Sachs; también, de esa legión de demócratas que no vieron venir los estragos que la globalización —unida a la robotización— causaría en partes de la sociedad estadounidense. Su último título, Contra los zombis. Economía, política y la lucha por un futuro mejor (Crítica, 2019), reúne artículos de prensa de los últimos 15 años, algunos publicados en EL PAÍS, sobre el hachazo de la Gran Recesión, la desigualdad o, por supuesto, Donald Trump. Un par de gorras parodiando el lema electoral del republicano —Hagamos Rusia grande de nuevo, Hagamos la ignorancia grande de nuevo— se mezclan sobre su escritorio con el último libro del economista serbioestadounidense Branko Milanovic. “Me las envía gente, no sé”, comenta entre risas el profesor Krugman. Dice que ser comentarista en los medios “nunca formó parte del plan”. Sin embargo, es uno de los economistas más expuestos de la época.

PREGUNTA. Dice que en estos tiempos todo es político y que hay que ser sincero sobre la deshonestidad. ¿Puede explicarse?
RESPUESTA. En un debate económico, mucha gente construye argumentos de forma poco honesta, falsean los hechos o los tergiversan, básicamente sirven a los intereses de un grupo. Y si tú estás intentando debatir con esa gente, ¿qué haces? ¿Fingir que es un debate sincero, responder con los datos y explicar por qué están equivocados? ¿O decir: “Bueno, la verdad es que no estás siendo sincero”? Depende del contexto. En una publicación económica, no hablaría de deshonestidad con gente con puntos de vista diferentes. Pero si estás escribiendo para un periódico y esa deshonestidad es generalizada, es injusto que los lectores no sepan eso. Por ejemplo, básicamente no encontrará economistas honestos que digan que una rebaja de impuestos se va a pagar sola [como prometió Donald Trump con su gran recorte fiscal]. Tenemos muchos ejemplos de que no es así, pero la gente lo sigue diciendo.

P. ¿Cree que existe la racionalidad económica o la política siempre se impone en alguna medida?
R. El análisis económico no es inútil, o no lo es siempre, hay políticos que escuchan y hacen las cosas bien. Yo creo que las políticas de Obama estuvieron influidas por un buen pensamiento económico, pero hay muchas cosas que no pudo hacer porque no tenía el poder del Congreso.

P. Dani Rodrik dijo una vez que el éxito económico de Estados Unidos se debía a que, en última instancia, el pragmatismo siempre vence, y que la política había sido más proteccionista, liberal o keynesiana en función de las necesidades. ¿Lo comparte?
R. Estados Unidos ha tendido a ser pragmático, pero no estoy seguro de que aún seamos ese país. Por eso hablo de ideas zombis en mi libro, hay un montón de cosas que sabemos que no funcionan, pero la gente las sigue diciendo por motivos políticos. No creo que sigamos siendo ese país pragmático de hace 50 años.

P. Rodrik afirma que, de hecho, eso cambia a partir de Reagan, en los ochenta. Usted trabajó como economista para esa Administración…
R. Eso fue divertido.

P. ¿Qué recuerda de aquellos días?
R. Bueno, yo era un tecnócrata. Era el jefe de economía internacional en el Consejo de Asesores Económicos, y Larry Summers, el economista jefe. Éramos dos demócratas registrados, trabajando en asuntos técnicos. Fue fascinante ver cómo era el debate sobre las políticas. Probablemente la Administración de Reagan fue peor que las anteriores. Veías a un montón de gente que no tenía ni idea de lo que hablaban. También aprendí lo difícil que es lograr que algo se haga. Te hace darte cuenta de que solo con tener una idea inteligente no vas a cambiar el mundo.

Paul Krugman: “No soy un santo pero estoy dispuesto a pagar más impuestos”

P. Hay quien sitúa en esos años de desregulación el inicio de las desigualdades en EE UU.
R. Sí, es una gran ruptura en la dirección de la economía estadounidense, hacia una mayor desigualdad y hundimiento del movimiento laboral. Reagan tuvo un gran impacto en el tipo de economía que era EE UU. Nunca nos hemos recuperado.

P. También mucha gente señala el consenso de los noventa [durante la Administración de Bill Clinton] sobre la globalización. Usted mismo ha cambiado su punto de vista.
R. Aún creo que la globalización, en su conjunto, funcionó bien. Desde un punto global, hizo más bien que mal. Posibilitó el auge de economías pobres hacia un nivel de vida decente. Después, también supuso un factor de desigualdad en algunas comunidades específicas en EE UU.

P. ¿Los economistas también viven en una burbuja, como se dice, a veces, de los periodistas? 
R. Desde luego, mirar lo que les pasa a tus amigos es una forma muy mala de juzgar lo que pasa en el mundo. Y mirar solo lo que la gente publica en investigación puede ser un problema porque esos autores pueden tener puntos ciegos. Yo nunca imaginé que la globalización iba a tener solo ganadores, sin perdedores. Lo que no vi es algo muy específico, que es hasta qué punto algunas comunidades concretas iban a salir tan mal paradas. Preguntábamos qué iba a pasar con los trabajadores del sector fabril y pensábamos que probablemente bajaría su salario real [descontando el efecto de la inflación] como un 2%, lo cual no es algo menor, pero tampoco enorme. Lo que no nos planteamos fue qué iba a pasar con esas ciudades de Carolina del Norte dedicadas solo a la industria del mueble. Y resultó que las estaba destruyendo. Eso no lo supe ver debido a que el mundo es muy grande y que, en efecto, no conozco a ningún trabajador del mueble de Hickory, Carolina del Norte.

P. Esa crisis industrial se usa a menudo para explicar el auge del trumpismo. ¿Cree que también tiene que ver con el auge del socialismo?
R. No, son historias distintas. La tecnología ha sido más importante que el comercio respecto a la gente de la industria. Si mira los lugares más volcados en Trump, son las zonas de carbón, y no porque perdieran las exportaciones, ni por las políticas medioambientales, que son algo bastante reciente. El declive se debe al cambio tecnológico, a que dejamos de enviar tantos hombres a las minas y usamos sistemas que necesitan menos mano de obra. En cuanto al socialismo… En primer lugar, no creo que en realidad haya demasiados socialistas en Estados Unidos.

P. Cree que se sobrestima este supuesto auge del socialismo.
R. Hay mucha gente que se llama a sí mismo socialista, pero es socialdemócrata. Suelen ser jóvenes y de alta formación que ven lo difícil de ganarse la vida con esta economía. Y en los últimos 60 años, cada vez que alguien ha propuesto algo que haga la vida de la gente más fácil, los grupos de derechas lo han llamado socialista, así que al final muchos dicen: “Si eso es socialismo, soy socialista”. Alexandria Ocasio-Cortez, por ejemplo, representa una mezcla de gente formada, de color, en una zona muy demócrata. Cuando Sanders dice: “Quiero que seamos como Dinamarca”. Bueno, pues Dinamarca no es socialista, sino una fuerte socialdemocracia.

P. Se habla mucho del giro izquierdista del Partido Demócrata en las primarias. ¿Cree que van demasiado lejos?
R. No, incluso si Bernie Sanders se convierte en presidente, su programa será más gradual. Me preocupa un poco que se retrate a los demócratas como radicales. Muchas de las cosas que defienden, incluso los más izquierdistas, como la subida de impuestos a los ricos, la expansión de las ayudas sociales o la sanidad pública —sin eliminar seguros privados—, son bastante populares entre la gente. La cuestión es si hacen que parezcan peligrosas. Es interesante lo que ocurrió en el Reino Unido. [El líder laborista] Jeremy Corbyn tuvo un programa bastante radical en 2017 y le fue bien. En 2019 no era más radical, pero le fue mal por el conflicto del antisemitismo y el Brexit. Así que no estoy seguro de que el izquierdismo sea un problema para los demócratas, sino que no caigan en cosas que van a alienar a gente.

P. Dice que subir impuestos a los ricos es popular. ¿Quién es rico? ¿Usted debería pagar más de lo que paga?
R. Depende. Elizabeth Warren quiere ir detrás de la gente con más de 50 millones de dólares, esos son claramente ricos. Obama subió impuestos. Su reforma sanitaria se pagó en buena medida de la subida para gente que ganaba más de 250.000 dólares al año. Hubo quien se quejó de que le iba a costar llegar a fin de mes y, claro, se burlaron de ellos. Yo, pues bueno, se lo diré así: ese impuesto a las grandes fortunas de Warren no me afectaría, pero cualquier demócrata que haga las cosas que a mí me gustaría ver en política económica acabaría necesitando que yo pagase más impuestos. Y está bien. No soy un santo, pero estoy dispuesto a pagar más impuestos para tener una sociedad más sana.

P. ¿Apoya a algún precandidato en concreto?
R. No puedo hacerlo, The New York Times prohíbe que demos un respaldo explícito, porque si un columnista lo da, se lo atribuyen al periódico [la entrevista se hizo antes de que el consejo editorial del Times manifestara su apoyo a las candidatas demócratas Elizabeth Warren y Amy Klobuchar]. Lo que puedo decir es que quien tiene las mejores ideas en materia de políticas es Warren, claramente. Tiene gente muy inteligente, aunque creo que ha valorado mal el asunto de la sanidad [Warren empezó la campaña defendiendo la eliminación de seguros privados, ahora se muestra más flexible]. De todos modos, creo que todos los demócratas serían bastante similares desde el punto de vista de sus políticas. La de Sanders es la más expansionista, pero no podría sacarla adelante en el Senado y acabaría siendo más gradual. Quizá Biden es el más moderado, pero todo el partido se ha movido a la izquierda. No tengo idea de quién va a tener más opciones en las urnas. No creo que nadie lo sepa. Lo que sí espero —y seguramente tampoco me está permitido decirlo, según las reglas del Times— es que Trump no gane.

P. Usted es de los que temieron que las políticas de Trump trajeran una recesión global. ¿Cómo lo ve ahora?
R. Lo dije la noche electoral, llevado por la emoción, pero me retracté enseguida. Las consecuencias económicas de Trump han sido bastante tenues. Ha aumentado el déficit y ha sido proteccionista, pero si hubiese logrado revocar la reforma sanitaria [de la Administración de Obama] mucha gente hubiese salido mal parada, y al menos no lo ha conseguido. Si mira la tendencia en el empleo de los últimos 10 años, no sabría si ha habido elecciones en ese tiempo. Quizá tenemos algo menos de inversión por la incertidumbre de la guerra comercial y algo más de consumo por el recorte de impuestos y la subida del valor de la Bolsa, pero hay poca diferencia entre los números de la economía con Trump y con Obama.

P. Otro premio Nobel [Kenneth Arrow] decía que las fuerzas propias de la economía son más importantes que el impacto de Gobierno.
R. Sí, la mayor parte del tiempo. Las políticas monetarias pueden importar mucho, pero eso no está bajo el control de un presidente. Estos solo tienen mucha importancia en tiempos de crisis. Si Obama no hubiese llevado a cabo esos estímulos y el rescate a la banca, hubiese sido muy grave.

P. ¿Cómo imagina la próxima crisis?
R. Es difícil. De vez en cuando se ve algo tan claro que la crisis es predecible, como la burbuja inmobiliaria, que fue un ciclo obvio. Pero ahora no hay nada así. Lo que sea, no parece obvio. Probablemente la próxima crisis va a venir de varias cosas a la vez, un revoltijo de muchas cosas pequeñas. También hemos tenido ese tipo de crisis, la recesión de hace 30 años, por ejemplo.

P. Esa próxima recesión se encontrará con las economías del G10 con tipos de interés en cero.
R. Sí, esa es la principal preocupación.

P. ¿Cuál es la política de tipo de cambio correcta en un caso así?
R. Ni siquiera estoy seguro. Lo que más me preocupa no es ignorar de dónde vendrá la crisis, sino que no sé cómo responderemos. El Banco Central Europeo no puede bajar más los tipos, ya son negativos. Y la Reserva Federal tiene poco margen para hacerlo. Vamos a encontrarnos un bache en la carretera y los amortiguadores del coche ya se han usado. En ese caso ayuda la política económica del Gobierno, pero me preocupa que quizá no tenemos a gente muy buena tomando decisiones. En 2008 fuimos afortunados por la gente inteligente que lidió con la crisis. Ahora Europa no tiene ningún liderazgo y Estados Unidos tiene a Trump. No está claro que tengamos una buena respuesta.

P. ¿Qué efectos prevé del Brexit?
R. El Brexit es negativo, dañará la economía británica y la del resto de Europa, pero en el largo plazo, no serán grandes números. Los aranceles británicos probablemente sean mínimos, no será una unión aduanera, pero tendrá pocos impuestos. Estados Unidos y Canadá mantienen un acuerdo de libre comercio sin unión aduanera. Así que, en unos cinco años, el Reino Unido será un poco más pobre, quizá un 2%, pero no será radical. Es lo que ocurra en los próximos seis meses lo que asusta a la gente.

P. Se culpó al euro de muchas de las disfunciones de la UE, pero al final es un país con otra divisa el que sale de la Unión.
R. Creo que el euro fue un error, causó mucho daño, pero la política no es así de racional. Así que, en efecto, el Reino Unido no fue presa de la crisis del euro, aunque se autoimpuso mucha austeridad, mientras que Grecia o España fueron forzadas a ella. Si mira la crisis política en Europa, algunos de los países que han aumentado el rechazo a la democracia no formaban parte del euro, pero el euro desacreditó a las élites europeas, la gente dejó de creer que los tecnócratas de Bruselas sabían lo que hacían y, desde ese punto de vista, acabó contribuyendo al Brexit.

P. El cambio climático sigue algo subestimado como riesgo en la economía.
R. Es el problema más importante, algunos de los principales manuales hablan bastante de ello, incluído el mío. Tenemos dos problemas: uno, que tenemos un Partido Republicano que es negacionista, y el otro, que el cambio climático… Si Dios quería crear un problema que fuera realmente difícil de combatir antes de que una catástrofe natural golpee, ese sería el cambio climático. Es gradual y tiende a ser invisible hasta que es demasiado tarde. Avanza de forma progresiva y cada vez que no actuamos, empeora. La cuestión es qué países pueden hacer esfuerzos para solucionarlo. Si tuviéramos un liderazgo fuerte en Estados Unidos, podríamos haber llevado a cabo una acción efectiva, pero, en lugar de eso, tenemos un Partido Republicano que niega el problema. Así que da bastante miedo. Las posibilidades de catástrofe son bastante altas.

https://elpais.com/elpais/2020/01/23/ideas/1579793914_392852.html

lunes, 3 de febrero de 2020

Madrid. Relator de DD.HH. de la ONU visita el único Centro de Empoderamiento para Trabajadoras del Hogar y Cuidados en España, en riesgo de cierre.

Rebelión

El Relator Especial sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos de la ONU, visita el próximo domingo, 2 de febrero, el Centro de Empoderamiento de Trabajadoras del Hogar y Cuidados de Madrid que gestiona la asociación SEDOAC (Servicio Doméstico Activo), en riesgo de cierre después de que el Ayuntamiento de Madrid lo dejara sin subvención en los nuevos presupuestos.

El Centro, situado en el barrio de Orcasitas de la capital, es el primero y único en España dedicado al asesoramiento socio-laboral, jurídico, psicológico y formativo destinado a las trabajadoras del hogar, durante sus seis primeros meses de funcionamiento ha atendido a más de 350 casos y registrado más de 2.000 asistentes a sus actividades formativas.

Alston, un experto independiente designado por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas para examinar la situación de un país o un asunto, ha mostrado su interés en conocer directamente los testimonios de las trabajadoras domésticas en España y las razones por las que el Gobierno no ha ratificado el Convenio 189 de la OIT sobre trabajo doméstico, que tiene ya siete años de vigencia. Este convenio recoge las bases para que los países mejoren en sus regulaciones internas las condiciones de trabajo de estas personas, como son la libertad de asociación y la libertad sindical, el derecho de negociación colectiva o la protección efectiva contra toda forma de abuso, acoso y violencia.

Cabe señalar que en España el 42% de las afiliadas al Sistema Especial de Empleados de Hogar son mujeres de nacionalidad extranjera, que el salario que se percibe en el sector es un 59% inferior al salario medio y que el importe medio de las pensiones es también el más bajo de todo el Sistema de la Seguridad Social, según datos del último informe de UGT. Desde SEDOAC, asociación con la que colabora Alianza por la Solidaridad-Action Aid, señalan que desde noviembre de 2019, el número de afiliadas en España ha caído en lugar de aumentar, hecho que ha incrementado la economía sumergida porque estas mujeres no dejan de trabajar, lo que conlleva a unas condiciones laborales peores.

El éxito del Centro, que ahora busca cómo mantener las asesorías individualizadas, grupales y las actividades formativas, en los seis meses que ha permanecido abierto con una ayuda pública, se ha debido, según sus responsables, a varios factores: es el único en Madrid que se ha adaptado a los horarios de las trabajadora del hogar, abriendo los fines de semana; ha sido totalmente gratuito; ha funcionado como un lugar de encuentro y formación para mujeres migrantes que debido a su trabajo no tienen un círculo de apoyo social; ha contado con profesionales (abogadas, psicóloga, técnicas, monitoras…) especializadas; y ha contado con suficientes recursos para organizar actividades destinadas a las personas sobre las que descansa buena parte de los cuidados de personas de la tercera edad, dependientes, niños y hogares españoles.

La salvadoreña Carolina Elías, presidenta de SEDOAC y coordinadora del CETHYC, señala: “Para nosotras es muy importante que el Relator de Naciones Unidas nos visite y conozca de cerca nuestra realidad, sobre todo ahora que el Ayuntamiento de Madrid nos ha retirado la subvención. Las trabajadoras del hogar somos un sector invisibilizado y esperamos que esta visita sirva para que el nuevo Gobierno ratifique ya el Convenio 189 de la OIT, tal como anunció, para mejorar y dignificar las condiciones de cientos de miles de trabajadoras del hogar y cuidados en España”.

domingo, 2 de febrero de 2020

Quiénes son los "marcianos" húngaros que ayudaron a Estados Unidos a convertirse en una potencia científica.

"¿Cómo es posible que muchos de los genios del Proyecto Manhattan vengan de un país que la mayoría ni siquiera puede ubicar en un mapa?", preguntó una noche uno de los integrantes del proyecto en un bar provincial en Estados Unidos.

Teller y Wigner

"Bueno, la verdad es que no son humanos: son marcianos", respondió uno de sus compañeros a modo de broma.

Así es como Marina von Neumann Whitman, hija de uno de esos "marcianos", relata la historia que habría dado origen al nombre.

"Y para disimular el hecho de que no son humanos hablan húngaro entre ellos mismos, una lengua que nadie puede entender", prosigue el relato la prominente escritora, autora del libro "The Martians' Daughter: A Memoir" (La hija del marciano: una autobiografía).

La historia se volvió viral y en la actualidad son muchos los intelectuales que han escrito obras en honor a estos genios cuya contribución al mundo de la ciencia y de la física fue inconmensurable.

Pero ¿quienes fueron estos "marcianos" y cómo ayudaron a Estados Unidos a convertirse en una potencia científica?

Leo Szilard.

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Leó Szilárd (segundo arriba de izquierda a derecha) tuvo una relación cercana con Albert Einstein.

5 genios con mucho en común

Se trata de un grupo de científicos que, escapando de los nazis alemanes y de los comunistas soviéticos, emigraron a Estados Unidos antes o durante la II Guerra Mundial.

"Eran cinco principalmente. Cuatro que trabajaban en el Proyecto Manhattan y un experto en misiles balísticos" le dice von Marina von Neumann Whitman a BBC Mundo.

Efectivamente, en el libro The Martians of Science, ("Los marcianos de la ciencia") el autor István Hargittai, también originario de Hungría, cuenta la historia de este grupo conformado por John von Neumann -padre de la autora del libro-, Theodore von Kármán, Edward Teller, Leó Szilárd y Eugene Wigner.

Eran 5 hombres provenientes de la élite de Budapest, capital del país europeo, criados en familias judías de clase media-alta, todos habían realizado al menos una parte de sus estudios en Alemania, eran políticamente activos y se oponían a todas las formas de totalitarismo.

Un legado incalculable

Hargittai cuenta que todos se hicieron amigos, trabajaron juntos y se influenciaron los unos a los otros hasta la muerte.

Y esta unión impulsó algunos de los desarrollos científicos más importantes del siglo XX.

John von Neumann, considerado como el matemático más destacado del grupo y uno de los más grandes de la historia, fue uno de los impulsores de la computadora moderna con el llamado modelo de von Neumann: una arquitectura de diseño para un computador digital electrónico que hasta el día de hoy es utilizada en casi todos los aparatos.

Eugene Paul Wigner recibió el Premio Nobel de Física en 1963 por "su contribución a la teoría del núcleo atómico y de las partículas elementales, en especial por el descubrimiento y aplicación de los importantes principios de simetría", explica la organización.

Theodore von Kármán
Theodore von Kármán (centro) fue uno de los pioneros de las investigaciones para el desarrollo de la aviación.

Nacido en 1881, Theodore von Kármán realizó importantes aportes en el campo de la aeronáutica y astronáutica y se convirtió en el primer director del Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA, dándole una base científica a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF, por sus siglas en inglés).

Leó Szilard, por su parte, contribuyó ampliamente en el campo de la física nuclear y la biología molecular y fue el autor de la famosa carta dirigida al expresidente Franklin D. Roosevelt en agosto de 1939 que impulsó el desarrollo de las bombas nucleares lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki seis años más tarde.

Por último, Edward Teller es considerado por muchos como el padre de la bomba de hidrógeno, también conocida como bomba termonuclear, que se ha convertido en una de las armas más destructivas de la historia.

Muchos marcianos, pero solo un gran beneficiado
Si bien las definiciones más estrictas solamente mencionan a 5 "marcianos húngaros", algunas incluyen en el grupo a otros genios como Paul Halmos, un destacado matemático que trabajó un par de años como asistente de John von Neumann, así como a George Pólya, Paul Erdős, el Premio Nobel de Física Dennis Gabory, John George Kemeny, entre otros.

Toda esta emigración tuvo un gran beneficiado: Estados Unidos.

El país logró atraer y nacionalizar a este grupo de genios y les dio herramientas para que desarrollaran al máximo sus capacidades en instituciones como la NASA.

Con esto, el pueblo estadounidense pudo atribuirse grandes desarrollos y descubrimientos físicos y científicos a mediados del siglo XX que ayudaron a la nación a convertirse en la potencia científica que es actualmente.

Von Neumann Whitman es de las que cree que, sin esa inmigración, "a EE.UU. le habría llevado mucho más tiempo desarrollarse científicamente y algunos descubrimientos tal vez no hubieran sucedido en lo absoluto".

La hija del marciano
Marina von Neumann Whitman reunida con el expresidente Richard Nixon, Barbara Franklin, Herbert Stein y George Shultz en la Oficina Oval de la Casa Blanca.

Derechos de autor de la imagen  BIBLIOTECAS PRESIDENCIALES DE EE.UU. Image caption

Marina von Neumann Whitman reunida con el expresidente Richard Nixon, Barbara Franklin, Herbert Stein y George Shultz en la Oficina Oval de la Casa Blanca - 29/01/1972.

Aunque Marina von Neumann Whitman no es considerada una "marciana", pues nació y se crió en EE.UU., tiene mucho en común con su padre y los amigos de este.

En diálogo con BBC Mundo, la también economista y profesora de la Universidad de Míchigan, califica su carrera como "pionera".

Y lo es: se trata de la primera mujer que sirvió en el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, también trabajó como directora del Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores en español) y ha recibido una larga lista de doctorados honoris causa.

"Una de las cosas de las que hablo en mi libro The Martian's Daughter es cómo cambió la actitud hacia las mujeres profesionales a lo largo de mi carrera, desde mediados de los 70 hasta finales del siglo XX".

Al hablar de su padre, la autora es modesta "creo que no estoy cualificada para hablar sobre sus logros más importantes, pero puedo decir que lo que más me marcó a mí fue su convicción de que todo el mundo tiene la obligación moral de hacer un uso completo de sus facultades intelectuales. Eso me inspiró".

John von Neumann

La mayoría reconocía a John von Neumann como el matemático más destacado del grupo. La autora recalca que si EE.UU. hubiera tenido una política anti-inmigratoria en el siglo pasado, nada de esto habría sido posible. También asegura que sin estas importaciones "no es muy seguro" que su país hubiera ganado la II Guerra Mundial y la Guerra Fría.

"Estos talentosos inmigrantes contribuyeron enormemente en el desarrollo de estrategias y armas para que EE.UU. se convirtiera también en una potencia militar".

Pero advierte que el enfoque de la política migratoria del actual presidente estadounidense Donald Trump pone en peligro la privilegiada posición de su país como una potencia científica.

"Si Trump es reelegido para un segundo mandato y mantiene esta actitud, pienso que esto podría tener un impacto negativo en el liderazgo científico estadounidense. Los chinos están trabajando duro para ponerse al día y a EE.UU. se le va a hacer muy difícil mantenerse a la vanguardia en este campo sin inmigración", concluye la hija del marciano.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-51036722