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sábado, 6 de diciembre de 2025

_- Muere a los 96 años Frank Gehry, un gigante de la arquitectura y el metal. El Museo Guggenheim Bilbao es una de sus obras más celebradas


Frank Gehry, el arquitecto que convirtió el metal en olas, uno de los más populares del mundo, ha muerto este viernes en su casa de Santa Mónica, en la costa de Los Ángeles, en California. La noticia de la muerte del creador del museo Guggenheim Bilbao la ha confirmado la jefa de personal de su estudio, Gehry Partners, a medios como  Los Angeles Times o The New York Times. Estaba pasando una corta pero intensa enfermedad respiratoria. Tenía 96 años.

Gehry, que en realidad se llamaba Ephraim —Frank— Owen Goldberg, fue una estrella tardía, pero fulgurante, en el mundo de la arquitectura e incluso de la cultura popular, donde hizo buenas migas, estupendos contactos y grandes amigos. Fue enormemente productivo en la última etapa de su vida, y uno de los pioneros en usar la tecnología en combinación con el metal, especialmente el titanio, para crear estructuras de una geometría nunca antes vista. Considerado como uno  de los más destacados representantes del deconstructivismo, para él, la obra arquitectónica debía ser concebida como una obra de arte integral cuyo resultado pudiera semejarse al ofrecido por una escultura.

En 1989 ganó el premio Pritzker, el más prestigioso del mundo de la arquitectura. Pero la apertura, en 1997, del Guggenheim Bilbao, le convirtió en una estrella absoluta ya con 68 años, y al edificio en una avanzadilla de lo que vendría en el siglo XXI. La espectacularidad del continente, con su inmensa estructura de titanio en el corazón de la ciudad, cambiaron por completo la faz de la ría del Nervión y de todo Bilbao, reconvirtiéndolo de bastión industrial a polo de atracción cultural, turístico y gastronómico. Su impacto fue tal que se llegó a llamar efecto Guggenheim.

Más información
FOTOS: Las obras del arquitecto Frank Gehry, en imágenes 

De ahí que solo un par de años después, Gehry decidiera crear a su gemelo, la sede de la Filarmónica de Los Ángeles, situada en el centro financiero de la ciudad (su downtown). El llamado Walt Disney Concert Hall, que empezó a construirse en 1999 y fue inaugurado en octubre de 2003, no solo fue aclamado por su diseño y por su acústica, sino que revitalizó estética y culturalmente el distrito. “Los músicos me cuentan constantemente que sienten al público, y el público me dice que se siente muy conectado con los músicos. Eso marca una gran diferencia”, contaba en una entrevista con la revista de la Filarmónica hace un par de años. Reconocido constructor de auditorios musicales, también es suyo el Jay Pritzker Pavilion de Chicago.

En el año 2000 le salió otro hermanito, el hoy Museo de la Cultura Pop de Seattle, en el Estado de Washington. Financiado por Paul Allen, cofundador de Microsoft con 250 millones de dólares, su impacto y repercusión, al igual que su acabado, fueron menos poderosos. En 2014, de la mano de Bernard Arnault y del entonces presidente francés François Hollande, inauguró otro de sus edificios estrella, la Fundación Louis Vuitton de París, 11.000 metros cuadrados de arte y cristal. Quedará ya como obra póstuma el Guggenheim de Abu Dabi, que tiene prevista su apertura para el próximo año 2026, tras más de 20 desde que se le encargó y con una década larga de retrasos.

El exterior del Walt Disney Concert Hall, sede de la Filarmónica de Los Ángeles.

El exterior del Walt Disney Concert Hall, sede de la Filarmónica de Los Ángeles.

Pese a ser canadiense, nacido en Toronto en febrero de 1929, Gehry hizo de Estados Unidos su patria, y en especial de California. En su adolescencia se mudó junto a su familia a Los Ángeles (su padre había sufrido un infarto y le habían recomendado un clima más suave que el de Toronto), donde se naturalizó estadounidense. De ahí que desarrollara el grueso de su carrera profesional en su Estado de acogida. Primero estudió en el L.A. City College, una especie de universidad municipal, para pasar luego a la prestigiosa USC (la Universidad del Sur de California). Después hizo el servicio militar en Atlanta, Georgia, y más tarde siguió con sus estudios, esta vez en Harvard.

El arquitecto venía de una familia trabajadora y migrante. Su padre, neoyorquino, al que no era demasiado cercano, trató de convertirse en boxeador y finalmente fue vendedor y camionero. Fue su madre, Thelma, nacida en Polonia y migrante en Canadá, y sus abuelos maternos, quienes le inculcaron al joven Frank su pasión por el arte, la música y la literatura. Su propia madre, así como su primera esposa, Anita Snyder (con quien estuvo casado entre 1952 y 1966) le animaron a cambiarse el apellido de Goldberg a Gehry, para que su origen no se identificara tanto como judío. Él mismo explicó en alguna ocasión que a principios de su carrera sufrió comportamientos antisemitas y hubo otros arquitectos que no quisieron trabajar con él por su ascendencia.

Tras su matrimonio y posterior divorcio de Anita, con quien tuvo dos hijas, Brina y Leslie (fallecida de cáncer de útero en 2008), volvió a casarse, con Berta Aguilera, en 1975. Juntos tuvieron dos hijos, Sam, también arquitecto, y Alejandro, artista.

Después de Harvard, y tras ahorrar durante un tiempo para poder vivir un año en su adorado París, Gehry regresó a Los Ángeles, que siempre amó y donde permaneció toda su vida. En una biografía de 2009 afirmaba que el caos, la constante mezcla de personas, el mundo del cine y la sensación de frontera de la ciudad, en permanente desarrollo, le enamoraban. De ahí que se estableciera en la costera Santa Mónica, donde siguió con su carrera y se asentó hasta su muerte.

En Los Ángeles también deja el edificio de la Facultad de Derecho de la Universidad Loyola Marymount o el Museo de Ciencia, de 1984, así como la biblioteca Frances Howard Goldwyn, en Hollywood, de 1985, o el Binoculars Building, un edificio de 1991 con forma de prismáticos. También quedan varias casas: la suya de Santa Mónica, Gehry Residence, de 1978; la Spiller House, en Venice, de 1980; o la Norton House, también en Venice, de 1984. En downtown, frente al Walt Disney Concert Hall, creó un lujoso edificio residencial de 45 plantas y más de 400 viviendas, llamado The Grand LA, precisamente donde tiene su restaurante angelino el chef español José Andrés. En el sur de California están el Acuario de Cabrillo o las oficinas de los trabajadores de Disneyland en Anaheim.

Un estudio propio
Tras trabajar en varias firmas, con 33 años abrió su estudio en Santa Mónica (California) Frank O. Gehry & Associates, su primera oficina de arquitectura. Creó un estilo propio como reacción a la frialdad de los edificios modernistas en boga en las remodelaciones que hizo a su propia casa o en dos colecciones de muebles de cartón, Easy Edges (1969) y Experimental Edges (1979). En 1965, un estudio minimalista en el 7001 de la avenida Melrose, su primera gran obra, que creó para un artista gráfico, Lou Danzinger, llamó la atención del público y desde ahí los encargos se multiplicaron.

Al ganar el Pritzker en 1989, sus proyectos se multiplicaron por todo el mundo. Tras el museo bilbaíno, en España realizó la escultura del Pez Dorado, de 56 metros de largo y 35 metros de altura en los jardines del Hotel Arts, en el Paseo Marítimo de Barcelona, o las bodegas del Marqués de Riscal en Elciego (Álava). “He querido diseñar algo excitante, de fiesta, porque el vino es placer”, contaba  a este diario en 2006, cuando se inauguraron, para convertirse después, como tantos de sus edificios, en epicentro de atracción turística de toda la región.

Además del célebre premio arquitectónico, en 2008, la Bienal de Venecia le otorgó el León de Oro en reconocimiento a toda su carrera. En Estados Unidos, recibió la medalla de oro de arquitectura de la American Institute of Architects en 1999 y la prestigiosa Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos en 2016, el mayor honor civil del país, que le entregó el presidente Barack Obama. Entonces, el presidente le aplaudió como “toda una inspiración”: “La obra de Frank nos enseña que, aunque los edificios sean sólidos y estén fijados al suelo, al igual que todas las grandes obras de arte, pueden elevar nuestro espíritu. Pueden elevarnos y ampliar nuestros horizontes”. 

martes, 12 de mayo de 2020

Muere Carlos Martí Arís, un maestro discreto de la arquitectura. El creador, fallecido a los 71 años, tuvo una fructífera carrera en tres frentes: la docencia, la teoría y la construcción.

El 1 de mayo murió de coronavirus en su ciudad, Barcelona, Carlos Martí Arís. Tenía 71 años y era un arquitecto más reconocido que conocido. Tuvo una fructífera carrera en tres frentes: la docencia —fue profesor de proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona y dio clases en el Politécnico de Milán—, la teoría —publicó un puñado de libros y editó muchos más— y la construcción —donde formó equipo con su socio, Antonio Armesto—.

El arquitecto Carlos Martí Arís, en una imagen sin datar.

Martí llevaba cinco años sometido por un parkinson que lo retiró de la vida pública. Justo cuando comenzó a manifestarse esa enfermedad, en 2014, el entonces director de la ETSAB, Jordi Ros, impulsó un homenaje en su honor que —ante un gentío de alumnos y profesores internacionales— lo reconoció como magister honoris causa. “Carlos nos enseñó que una de las aspiraciones del arte es la superación de los aspectos individuales”, declararon Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta —los últimos Pritzker españoles— a EL PAÍS al conocer su muerte. Esa entrega hacia lo colectivo fue creciendo desde unos inicios —justo tras la muerte de Franco, en 1975— en los que otro arquitecto, Emilio Donato, le pidió que le ayudara a encontrar jóvenes para levantar en Argelia un poblado de repoblación tras la reforma agraria. “Martí, contestó que él mismo vendría y estuvo siete meses conmigo diseñando —y construyendo— más de 300 viviendas en condiciones complicadas”. Para Donato esa generosidad de “compartir enseñando pacientemente” es el principal legado de su colega.

Fernando Moral, director del Departamento de Arquitectura de la Universidad Nebrija, lo recuerda como un defensor de “la ciudad para los ciudadanos”. No en vano, ese era el objetivo de la revista 2C Construcción de la ciudad, que Martí codirigió durante 13 años y en la que divulgó las ideas de —entre otros— Aldo Rossi o un joven Rafael Moneo.

Respetado y respetuoso, o por respetuoso respetado, Martí Arís recopiló sus ideas en un puñado de ensayos, Las variaciones de la identidad (1990) La ciudad histórica como presente (1996), Silencios elocuentes (1999), La cimbra y el arco (2005) o Cabos sueltos (2012) y aún así, insistió en el papel secundario de la teoría arquitectónica: “Si algo he aprendido después de muchos años es que todo intento de construcción teórica en nuestro ámbito debe asumir de entrada un papel auxiliar, de condición secundaria, supeditado a las obras, verdaderas depositarias del conocimiento”. Por eso uno de sus más célebres escritos subraya la importancia de la cimbra, la armadura sin la que no se pueden construir los arcos. Se trata de un elemento fundamental que, sin embargo, debe retirarse cuando el arco está terminado. Así, Martí consideraba que un edificio puede apoyarse en una teoría, pero estaba convencido de que una teoría no podía explicar –y menos justificar- ningún edificio.

Como arquitecto, firmó con Armesto barrios de viviendas sociales —como el Conjunto en Poble Nou (1972), el Distrito de San Cosme en el Prat de Llobregat (1986)—, parques —como el de Sant Martí de Provençals (1991)— o el Ayuntamiento de Castellbisbal (1993). En línea con su enseñanza, esas intervenciones en la ciudad transmiten una misma idea de servicio y responsabilidad. Por eso, un oficio en el que el civismo es tan esencial como la necesidad de contribuir a la construcción de la ciudad debe recordar, y agradecer, el trabajo de un profesional como Martí Arís. Rafael Aranda —y sus socios en RCR— lo califican de “maestro de vida y de arquitectura” y lo describen y recuerdan como alguien “generoso, accesible, humilde y capaz de maravillarse”.

https://elpais.com/cultura/2020-05-02/muere-carlos-marti-aris-un-maestro-discreto-de-la-arquitectura.html

martes, 7 de marzo de 2017

_--Tres españoles galardonados con el premio de arquitectura Pritzker. El estudio catalán RCR Arquitectes recibe la distinción más prestigiosa en esta disciplina

_-Rafael Aranda, Ramón Vilalta y Carme Pigem reciben el galardón más prestigioso de su disciplina


“Había dos pritzkers portugueses (Eduardo Souto de Mora y Álvaro Siza) y solo uno español. De un plumazo tenemos cuatro”. Carme Pigem (Olot, Girona, 1962) bromea ante los amigos y empleados reunidos en el patio de su estudio. También han llegado su padre y su suegra. En la antigua Fundición Artística Barberí, “donde se fundieron las cuádrigas de Gargallo del Estadio Olímpico”, una joven arquitecta pincha discos. Ha empezado la fiesta. Carme y sus dos socios —su marido, Ramon Vilalta (Vic, Barcelona, 1960), y Rafael Aranda (Olot, 1961)— llevan tres décadas dedicándose a la arquitectura con devoción casi religiosa. Por eso la celebración del premio Pritzker, el galardón mundial más importante en el campo de la arquitectura, concedido al estudio RCR Arquitectes, formado por el trío, tiene algo de liturgia.

“El respeto por lo existente y la convivencia entre lo local y lo universal” es lo que ha visto en sus trabajos un jurado preocupado por un mundo en el que lo genérico está arrasando a lo particular. El Pritzker premia este año la estrecha colaboración entre los tres proyectistas y la búsqueda de la universalidad desde el cuidado de las raíces, al reconocer a este trío cosmopolita y a la vez de pueblo que desde que se conocieran en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallès de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) apostó por diseñar a seis manos.

Hasta hoy, el galardón solo había reconocido a un español, Rafael Moneo, en 1996. Los nuevos ganadores tienen claro qué otro arquitecto nacional lo merecería: “Sin duda, Enric Miralles”, fallecido en julio de 2000.

Aunque varios dúos de diseñadores se han hecho con el premio, dotado con 100.000 dólares, como Herzog &  De Meuron, en 2001, o Sejima &  Nishizawa, en 2010, esta es la primera vez que reconoce a tres profesionales, subrayando el componente colectivo del oficio.

Todos creen que ese triángulo es la base de su equilibrio. “Eso y saber de dónde venimos y hasta dónde queremos llegar”, opina Aranda, hijo de un obrero de Villanueva de la Tapia (Málaga), el primer miembro de su familia nacido en Cataluña. La madre de Pigem era locutora de radio en Olot. Su padre la conoció cuanto instalaba cables en la emisora. El de Ramón, profesor de dibujo, murió con 50 años. “Crecí viendo cómo mi madre se levantaba a las cinco para trabajar en una fábrica textil”.

Ese pasado, insisten, es su vacuna. “No creemos ni en fronteras ni en purezas”, aseguran, tratando de desmontar los mitos construidos en torno a su exquisito trabajo. “El hombre de Cromañón no era de ningún sitio. No podemos retroceder”, defiende Pigem. ¿Qué cambiará entonces el Pritzker? “Queremos seguir controlando y disfrutando lo que hacemos”, responden. ¿Conseguirán hacerlo trabajando en Francia, Bélgica o Dubái? “Trabajamos igual, a partir del lugar. Es fundamental ir encontrando la arquitectura, evitar que te asalte. Retrasar el encuentro multiplica las sensaciones y convierte un edificio en un descubrimiento”, explica Vilalta.

Una de sus primeras obras, el Estadio Tussols-Basil de Olot (2000) es una pista de atletismo salpicada por los árboles, que llegaron antes que la pista.

También las personas han definido la arquitectura de RCR. “Las casas han sido nuestro laboratorio”, explica Pigem. Sus primeros logros fueron viviendas extraordinarias para gente corriente: la casa para un herrero o una peluquera del pueblo. Su vocación perfeccionista ha hecho que los persiguiera la leyenda de que obligaban a firmar contratos que impedían modificar sus trabajos. Ellos lo desmienten: “A lo que obligamos es a construir bien; luego el tiempo puede intervenir. No para tapar, para sumar”, indica Vilalta.

Lo esencial son las raíces
No resulta fácil entender esta arquitectura de alta costura, arraigo local y ambición universal en el marco de un pueblo del prepirineo gerundense de 34.000 habitantes. “Cuando decidimos vivir en Olot, los de [la revista] El Croquis vinieron y nos dijeron que teníamos que salir al mundo”, recuerda Aranda. Son felices de no haberlo hecho: “Cuando vives en un pueblo has de tener claro qué aporta lo que construyes. Te lo tropiezas a diario. Se convierte en tu conciencia”.

En 2009, la muestra del pintor francés vivo más cotizado, Pierre Soulages, se convirtió en la más vista en la historia del Pompidou. Para entonces, el propio artista ya había encargado a RCR el diseño del museo al que dejará su legado en Rodez, al otro lado de los Pirineos. Cuentan que el edificio de apartamentos que acaban de concluir en Dubái está en la ciudad real, no en la de postal. El cliente les ha encargado ahora su casa.

Los autores del flamante y rompedor restaurante Enigma de Albert Adrià, en Barcelona, fueron, mucho antes, los diseñadores de Les Cols, también en Olot: “Entre huertos y gallinas tuvimos que plantearnos cómo hablar a lo que ya existía”. Decidieron hacerlo de tú a tú: sin alterar el lugar, pero con voz propia. Con la chef Fina Puigdevall dejaron claro cómo la vanguardia y la alta cocina deben convivir con la agricultura y el kilómetro cero.

Algunos maestros modernos descubrieron que viajar por el mundo lleva a recuperar las raíces. RCR defiende lo contrario: para ellos son las raíces lo esencial para poder volar. El principal premio de arquitectura acaba de darles la razón.

MINIMALISMO Y NATURALEZA
Aunque los integrantes del estudio RCR (las iniciales de los nombres de pila de sus tres miembros) consideran que arquitectura solo hay una —“la que contribuye al bienestar físico y espiritual”—, en una era en la que la disciplina se debate entre ser posticónica o aceptar la construcción como fondo de inversión, ellos defienden un valor clásico: la belleza, “fundamental para todo en la vida”. Premiando a RCR, el Pritzker deja atrás la defensa de una arquitectura social (las construcciones de emergencia de Shigeru Ban o las viviendas incrementales de Aravena) determinante para apuntalar el futuro de la profesión. La obra exigente, de factura artesana y corte minimalista de RCR supone un reconocimiento a la arquitectura entendida como una forma de arte que incide en la vida cotidiana sin renunciar a sus aspiraciones estéticas.
Algunas de las obras de los arquitectos premiados:
http://www.bbc.com/mundo/noticias-39136994



http://cultura.elpais.com/cultura/2017/03/01/actualidad/1488368379_614805.html

viernes, 23 de diciembre de 2016

Así crearon la web de arquitectura con más visitas del mundo. Además, enlaces a las cuatro siguientes. En total, las 5 suman más de 3.528.561 visitas

En plena crisis de 2008, dos arquitectos chilenos lanzaron ArchDaily, un site que aúna miles de proyectos y los materiales para su construcción David Basulto (Santiago de Chile, 1981) tiene muy presente un dato: de los 3.300 millones de personas que viven hoy en ciudades se pasará a 6.400 en 2050. “Eso quiere decir que en 40 años vamos a tener que construir lo mismo que en los últimos 3.000 años, y los responsables de que se haga bien son los arquitectos”, afirma. Con esa idea en mente, este arquitecto y programador cofundó en 2008  ArchDaily, la web de arquitectura con más visitas del mundo. Su objetivo es difundir a escala global proyectos ejemplares de urbanismo eficiente, proveer de planos, imágenes y herramientas a los encargados de esbozar el diseño de las macrociudades.

La Universidad Católica de Chile, cantera de algunos de los arquitectos chilenos más reconocidos en el mundo, como  Alejandro Aravena -premio Pritzker 2016-, Mathias Klozt -premio Borromini de Arquitectura en 2001- o el propio David Basulto, consideró la web ArchDaily como uno de los proyectos más innovadores liderados por antiguos alumnos en sus 128 años de historia.

¿Qué tiene ese espacio de innovador? "Cuando a un arquitecto le encargan un proyecto, busca obras previas parecidas para saber qué materiales y qué técnicas se usaron. Antes de nuestro lanzamiento, esas búsquedas se hacían en revistas de papel. Nosotros lo hemos trasladado a Internet; cualquiera desde cualquier parte del mundo puede documentarse", explica Basulto. En su web se pueden encontrar más de 300.000 imágenes y planos de más de 32.000 proyectos de arquitectos internacionales. El usuario puede filtrar por autor, país o materiales.

A esa base de datos se suman otros contenidos, como noticias relacionadas con el sector -que se actualizan varias veces por hora- y un catálogo de materiales de construcción de más de 300 empresas de los países donde tienen sede: Chile, México, Brasil, Colombia, Perú, Estados Unidos y China. "Cubrimos una necesidad mutua: unos quieren vender y otros saber dónde encontrar los mejores materiales". Esta última parte, la venta de los materiales de construcción de los proyectos que muestran en la web es la base de su modelo de negocio, su principal fuente de ingresos. De cada venta se llevan un porcentaje. Aunque Basulto prefiere no dar cifras, en un artículo publicado en Forbes en 2014, se hablaba de ventas por un importe de tres millones de dólares al año. "Somos rentables desde que cumplimos un año", apunta.

En la sede de Archdaily en Santiago de Chile, una casa de los años 60, de dos plantas y paredes cubiertas por grandes ventanas de cristal y acero, se respira el ambiente de las startups. Los 43 empleados que trabajan allí -la plantilla suma 62 personas en todo el mundo- no tienen horarios fijos, trabajan por objetivos, pueden liderar a sus jefes en ciertos grupos de trabajo y cada dos semanas las últimas horas del viernes son para la Happy Hour. Los cofundadores llenan la nevera de cerveza y se puede echar la tarde en los jardines que envuelven la casa. También hay una sala de yoga. La media de edad de los empleados es de 27 años. No solo hay arquitectos, también programadores, diseñadores gráficos o periodistas.

Así crearon la web de arquitectura con más visitas del mundo

Basulto no tiene despacho, acaba de regresa de un viaje a Hong Kong y se reúne con la directora financiera de la empresa en un banco de madera junto a la piscina. "Nos parecemos a las startups en la forma de operar; tenemos objetivos muy claros, la plantilla está en continua rotación y crecemos exponencialmente a escala global. Eso sí, nunca hemos pedido un préstamo y acudido a rondas de financiación", aclara Basulto, que fundó la web con fondos propios en 2008 junto a David Assael, otro estudiante de arquitectura de la Católica.

La innovación: el usuario puede filtrar por autor, país o materiales 300.000 imágenes y planos de más de 32.000 proyectos de arquitectos internacionales

Les han tentado varias veces a trasladar su base de operaciones a Silicon Valley, pero ven dos inconvenientes. "Allí se mira hacia adentro, se buscan soluciones enfocadas a las necesidades que surgen dentro de esa burbuja, se pierde la perspectiva global. Chile está en la periferia, Internet funciona pésimo y eso nos acerca a lo que pasa en muchos lugares del planeta", defiende Basulto. El otro problema de instalarse en la cuna de los negocios de alta tecnología es el empeño de los inversores de librar la batalla en Estados Unidos. "Nuestro éxito se debe a que nos hemos enfocado en los mercados donde crecíamos de forma natural, especialmente en Asia".

Hace años que ArchDaily superó a Architect Magazine, la revista del American Institute of Architects, con 251.000 usuarios únicos al mes. Ellos suman más de 1,5 millones y 13 millones de visitas según Comscore. Otra de las anécdotas que cuentan es el intento de World Architecture News, el sitio más influyente de Europa, de comprarles. El éxito de su web ha llevado a los dos cofundadores a dar charlas en el Harvard Graduate School of DesignTEDx Santiago o el Center for Architecture de Nueva York.

ArchDaily suma más de 1,5 millones de usuarios únicos al mes y 13 millones de visitas

¿Cómo lo consiguieron? Empezaron por contactar con los principales arquitectos chilenos para subir sus proyectos a ArchDaily. Los propios autores consiguieron viralizar esos documentos y pronto arquitectos de toda Latinoamérica comenzaron a llamarles para aparecer en el site. La publicación de los proyectos del arquitecto colombiano Gian Carlo Mazzanti llamó la atención de webs de arquitectura de China, Japón, Italia y Estados Unidos. "Estaban consumiendo un producto en español. Nos habíamos convertido en una fuente fresca de arquitectura para el mundo", cuenta Basulto. Poco tiempo después, lanzaron las ediciones en inglés, portugués y chino. La mayor parte del contenido que publican les llega por iniciativa de los propios arquitectos.

La criba de los proyectos es lo más complejo. "Desde una tienda de Chanel hasta una panadería bien hecha o una escuela en una zona rural. Todo lo que sea útil para el arquitecto". El 85% de sus usuarios son arquitectos o profesionales del sector.
-dezeen
-Architonic
-Architizer
-Archinect
http://elpais.com/elpais/2016/12/08/talento_digital/1481220445_071211.html

jueves, 15 de diciembre de 2016

“Tenemos que dejar los coches en el siglo XX”. La arquitecta Angela Brady fundó el grupo Architects for Change para defender a las minorías étnicas o de género entre el colectivo

En 2000, tras tres lustros viviendo en Londres, Angela Brady (Dublín, 1957) fundó el grupo Architects for Change para defender a las minorías -étnicas o de género- entre el colectivo de arquitectos. Once años después fue elegida presidenta del RIBA (Royal Institute of British Architects), posiblemente, la institución más influyente de la disciplina. Hoy ha hecho suyos los temas candentes de la arquitectura: de la venta de la ciudad como bien de inversión a la sostenibilidad. En el IE de Segovia demuestra tener respuesta para casi todo. Haber construido algunas de sus propuestas fortalece su mensaje.

Pregunta. ¿Por qué las arquitectas reciben menos premios y reconocimiento que los arquitectos?
Respuesta. Esta es, todavía, una profesión orientada a los hombres. Cuando de 2000 a 2005 dirigí el departamento de Mujeres en la arquitectura en el RIBA, el 11% de los arquitectos en Reino Unido eran mujeres. Hoy somos el 22%. En una década estaremos a la par. Pero nuestros salarios siguen estando un 25% por debajo.

P. ¿Por qué?
R. El 95% de los empresarios son hombres. Se han acostumbrado a tratar con hombres.

P. En España hay más mujeres que hombres estudiando arquitectura ¿Cómo va a afectar eso a la profesión?
R. Lo que nos planteamos es por qué el 45 % de las arquitectas deja de trabajar. Se junta una profesión endogámica con que no todos los que estudian arquitectura pueden ser arquitectos.

P. La primera mujer en recibir el Pritzker, Zaha Hadid, vivía en Londres.
R. Abrió caminos para mujeres y hombres. Pero el círculo de los arquitectos es cerrado: se casan entre ellos y si forman una familia la mujer suele renunciar a su profesión.

P. Usted está casada con un arquitecto.
R. Sí, Robin Mallalieu y yo tenemos dos hijos y una relación igualitaria, pero es una excepción, sobre todo en Irlanda, de donde procedo. Me he pasado la vida tratando de vencer la desigualdad desde propuestas. Sólo protestando no se llega a ningún sitio.

P. ¿Cómo consiguieron su primer trabajo?
R. Muchos constructores británicos son irlandeses. Es la herencia de haber sido obreros y prosperar. Confiaron en la idea de comunidad que defendíamos: sin vallas, con mezcla social.

P. Ideó Divercity, una muestra itinerante que viajó por los cinco continentes. ¿Cambió algo?
R. Concienció.

P. ¿Ha cambiado el papel del arquitecto en países que están ya fundamentalmente construidos?
R. En el Reino Unido una ley obliga a la convivencia de ricos y pobres. El 25% de cualquier barrio debe ser vivienda social. Los ricos financian la operación.

P. Cuesta imaginar esa convivencia en España.
R. Está demostrado que lo que afianza las ciudades es la mezcla. La ciudad debe ser una escuela de convivencia.

P. Proteger el pequeño comercio se defendía ya en los años sesenta.
R. Conocer al vecino mejora la vida cotidiana. Hoy en Londres el 95 % de los ciudadanos no conoce a sus vecinos.

P. En España mucha gente necesita vivienda. Pero hay medio millón vacías.
R. Como en Irlanda. La construcción se convirtió en un negocio muy mal planificado. También sucedió en China: se levantaron ciudades nuevas donde la gente no ha querido vivir. No se habla de las ciudades fantasma, pero cada vez hay más. Se construía por el puro lucro.

P. ¿Quién vive en los 232 nuevos rascacielos que se han levantado en Londres en los últimos años?
R. En muchos, nadie. Desde Singapur se invierte en pisos en Londres y Londres se convierte en una ciudad con edificios vacíos. No debería ser legal: las ciudades en las que los ciudadanos no pueden permitirse vivir acaban arruinadas.

P. ¿Qué tipo de ciudades estamos construyendo en el siglo XXI?
R. ¿Apostamos por las personas o por el mero negocio? Ahora el dinero manda.

P. Ha defendido plantar dos millones de árboles en Londres.
R. La mayoría de los ciudadanos es incapaz de nombrar 15 árboles. Eso antes era conocimiento habitual. Los árboles en las ciudades producen sombra, reducen la velocidad, absorben buena parte de la contaminación. Una ciudad con árboles reduce en siete grados su temperatura durante el verano. ¿Se le ocurre una manera más directa de mejorar las ciudades?

P. Los árboles necesitan mantenimiento.
R. Cierto. Aportan muchos beneficios y, sin embargo, las compañías de seguros los cortan porque ese es el mantenimiento más fácil.

P. ¿Hay que sacar los coches de las ciudades?
R. Madrid parece devorada por los coches y con muy pocas bicicletas. Es insostenible.

P. Ir en bicicleta por Madrid exige jugarte la vida.
R. La presencia de los coches en la ciudad cambia cuando la gente quiere. Cuando se dan cuenta de la cantidad de enfermedades, accidentes y mala vida que causan. Pero se debe proteger a los ciclistas si quieres que tu ciudad evolucione. Tenemos que dejar los coches en el siglo XX.

P. ¿Vamos a ver la ‘dubáización’ del mundo?
R. Se pueden actualizar las raíces, pero negarlas es absurdo. ¿Por qué llevar abrigo si sólo necesitas una camiseta? Tiene tan poco sentido globalizar la arquitectura como globalizar el vestir.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/12/04/actualidad/1480869770_597769.html?rel=lom

domingo, 24 de enero de 2016

Alejandro Aravena logra el Pritzker. El chileno gana el premio por su defensa de la responsabilidad social del arquitecto

Como “una revelación” ha descrito el presidente del jurado del Premio Pritzker, Lord Peter Palumbo, el trabajo de Alejandro Aravena (Santiago de Chile, 1967) y su estudio Elemental. Puede que lo más revelador del nuevo premiado sea la ampliación del papel del arquitecto que supone su manera de trabajar. Autor de numerosos proyectos de viviendas incrementales –en las que en lugar de recibir un piso terminado el cliente obtiene una casa capaz de crecer cuando su economía lo permite-, Aravena y sus cuatro socios -Gonzalo Arteaga, Víctor Oddó, Juan Cerda y Diego Torres- han demostrado con sus diseños urbanísticos y sus viviendas sociales una preocupación por las ciudades y por la humanidad que, ciertamente, habla de una nueva dimensión de la profesión.

En lugar de trabajar tratando de mantenerse fiel a la idea inicial, Aravena se mete en campos que desconocen. Fue el caso de la reconstrucción de la ciudad chilena de Constitución que en 2010 resistió bien a un terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter y mal el posterior tsunami. Elemental consultó con los ciudadanos y propuso recuperar espacio para blindar la urbe ante futuros terremotos. En lugar de resistir con muros, idearon un espacio público capaz de disipar la energía sísmica con la fricción de los nuevos parques. Autores de regeneraciones urbanas, como el Parque Periurbano de Calama –que rodea con una arboleda la ciudad minera para producir sombra, duplicar el espacio verde y frenar el polvo del desierto- y de edificios emblemáticos -mayormente universitarios levantados en Santiago, Austin (Texas) o Shanghai- que combinan valor representativo con eficiencia energética, su mayor aportación está en su capacidad para trabajar desde la escasez.

Con Aravena el Pritzker envía un mensaje casi contrapuesto al que ha lanzado en otros tiempos: es más urgente aprender bien gramática que escribir la gran novela. El propio arquitecto explica a EL PAÍS, desde su estudio en Santiago, que su profesión debe recuperar el peso social y alejarse de la irrelevancia.

Pregunta. Siempre ha habido quien, lejos de premios y atención mediática ha hecho arquitectura social. Que ahora se premie ¿es una adaptación a la crisis? ¿Una respuesta a la época de los iconos?
Respuesta. Hemos estado marcados como profesión por tratar de responder a problemas que les interesan solo a otros arquitectos. Hemos sido poco entrenados a que nuestro punto de partida quede fuera de la arquitectura. Quizá por una especie de anticipación a garantizar un resultado pulcro, escultórico, hemos llegado a pensar que si la solución no se ve de origen puede que no llegue a hallarse. El precio que hemos pagado por esa manera de trabajar es el de la irrelevancia. No nos llaman para que nos encarguemos de ningún tema duro. Cuando hay una piedra en el zapato no se llama al arquitecto. “Como no tenemos tiempo ni recursos… Cuando los tengamos les llamaremos”. No es el caso de los economistas, los abogados o los ingenieros, a los que se recurre más cuanto mayor es el problema.

P. ¿Son socialmente irrelevantes?
R. Perdimos la capacidad de ser una disciplina a la cual se recurre automáticamente cuando hay un problema. Y sin embargo teníamos en el núcleo de nuestro conocimiento una herramienta poderosa para hacernos cargo de la complejidad. Eso es lo que como profesión deberemos restaurar: la posibilidad de contribuir a problemas fundamentales.

P. ¿Una crisis económica es una cura de humildad para los arquitectos? Y también un filtro contra la arbitrariedad.
R. A mayor escasez mayor necesidad de justificar las operaciones que haces. La escasez de recursos obliga a la abundancia de sentido. Mientras que una abundancia de recursos puede llevar a una escasez de sentido: a hacer las cosas simplemente porque puedes. El caso de Chile, a mitad de camino entre ser suficientemente pobre para tener que justificar las respuestas que das, pero no tan pobre como para actuar sólo para sobrevivir, permite inaugurar algo que no existía antes. Estar a mitad de camino es sumamente sano.

P. El Pritzker siempre ha prestado atención a las modas. ¿Teme que la arquitectura humanitaria sea, como el deconstructivismo, otra moda?
R. Relacionar éxito y culpa es algo a evitar en un país ultracatólico como Chile. Cuando nos anunciaron el premio sentimos libertad. Ya no tenemos que probar nada a nadie. Lo vivimos como un quitamiedos para acercarnos a ámbitos que podían asustar por desconocidos.

P. ¿Libertad para qué?
R. En arquitectura innovar es muy difícil porque es difícil acercarse a algo que no ha sido probado. La agricultura funciona igual. Si siembras algo que no se ha sembrado antes debes invertir. Si te funciona te copiarán. Si no funciona, te comes solo los costos de tu fracaso. Por lo tanto todos están esperando que se mueva primero otro.

P. Es testigo de la transformación de su país.
R. Chile hace 15 años era un país de 5.000 dólares per cápita. Hoy tenemos 22.000 dólares per cápita. Los problemas de ese crecimiento económico no tienen nada que ver con los desafíos de una década atrás. La gente debería estar contenta y, sin embargo, hay manifestaciones continuas. Se discute la educación, la gestión energética, el sistema laboral. Esas preguntas ya no se contestan con respuestas antiguas. Las grandes compañías ya no tienen bastante con pagar impuestos, tener permisos de obra y aprobación medioambiental, la aprobación social es clave. La gente en las calles no deja operar a menos que exista un acuerdo sobre cómo se van a repartir los beneficios. Eso es una conquista, un nuevo tipo de poder –en este caso ciudadano- que, naturalmente, exige el esfuerzo de salir a la calle. En mi país hemos vivido ese cambio, de la resignación a la exigencia de diálogo.

P. ¿Es compatible levantar símbolos de poder con el tipo de arquitectura social que defienden?
R. No llamaría a nuestros edificios símbolos del poder. Es necesario construir los espacios donde ocurre la vida con conocimiento tanto como hay necesidad de construir la vivienda de quien no puede proveérsela a sí mismo. Los arquitectos traducimos los verbos simples: estudiar, trabajar, dormir, comer, encontrarse, disfrutar a sustantivos: oficinas, escuelas, casas, parques… Nuestra contribución a la vivienda social no viene de modificar la política financiera. Nosotros traducimos a formas. Por eso hacer otros proyectos es un entrenamiento.

P. ¿Puede la arquitectura hacer algo por reducir la desigualdad en Latinoamérica?
R. Totalmente. Parte de la adrenalina que sentimos de ser arquitectos es que la ciudad es un mecanismo muy potente de corrección de inequidades. Si hay algún acuerdo en Latinoamérica es que tenemos un problema pendiente con la inequidad. Y lo único que uno escucha es sobre la redistribución de los ingresos, como si la desigualdad fuera un problema solo económico. No lo es. Es también un problema racial y cultural. Tiene muchos componentes pero aunque sólo fuera económico, la redistribución económica requiere una educación que permite acceder a un mejor trabajo y con él a una mejor calidad de vida. Y eso toma al menos un par de generaciones. No sucede de un día para otro. Sin embargo en la ciudad hay factores que permiten mejorar la calidad de vida sin tener que esperar.

P. ¿Cuáles?
R. Un sistema de transporte público es, por definición, redistributivo. Las ciudades se miden por lo que uno puede hacer gratis en ellas. ¿Tengo que hacerme socio de un club para disfrutar de la naturaleza o puedo irme a un parque? El transporte, el espacio público y la vivienda son atajos muy poderosos para corregir la inequidad.

P. ¿Esa corrección depende del activismo de los ciudadanos, de la ideología de los gobernantes…?
R. Y del sentido de oportunidad de los arquitectos. Tenemos la oportunidad de sumar a esa visión política y de canalizar esa exigencia ciudadana hacia la mejor calidad de vida. Por eso yo no reniego del poder. El poder pueden ser los ciudadanos. Finalmente hay políticos que tienen una visión. Son esos por los que uno vota.

P. Defiende la autoría colectiva. ¿Por qué no ha pedido compartir el premio con sus cuatro socios?
R. Los equipos de fútbol ganan un tipo de premios, una liga, y los jugadores otro, el botín de oro, por ejemplo. Claro que nadie podría ganar el botín de oro sin un equipo detrás, pero este premio hace referencia a la dimensión individual que tiene el proceso creativo. Luego nada de la arquitectura se hace de manera individual. No veo ningún conflicto en identificar a una persona a la vez que se entiende que la naturaleza del trabajo es colectiva.

P. ¿Le produjo alguna contradicción recibir el premio habiendo sido jurado hasta 2014?
R. La verdad es que no lo vi venir. Quizá precisamente porque estuve en el jurado y conozco el tipo de debates que mantienen. Nunca pensé estar dentro de ese nivel. Fue tal así que cuando me llamaron fue tan fuerte la emoción que, bueno, me puse a llorar. No me quedó otra. Así de inesperado fue.

P. ¿Qué implica para la arquitectura y para el Pritzker premiar a un arquitecto que considera que las favelas no son el problema sino la solución?
R. Más que resistirnos a esa fuerza debemos encauzarla. Las ciudades son mecanismos muy eficientes en la mejora de calidad de vida de las personas. Suponen acceso a agua potable, a electricidad, a una educación y a trabajo. Sin embargo, las instituciones no han sabido resolver la cantidad de vivienda que tenemos que producir para acomodar a la gente que llega a las ciudades. Por eso los asentamientos informales no representan la incapacidad de la gente de acceder a una vivienda decente. Al contrario, demuestran que a pesar de no contar con ningún tipo de apoyo oficial la gente puede dotarse a sí misma de una protección contra el medio ambiente.

El mayor problema de las favelas es que el bien común no queda garantizado con la acción individual. Eso deja un papel para la arquitectura como canalizadora de las capacidades de la gente para autoconstruir. Sin contar con la iniciativa ciudadana no llegamos a construir ciudades más que para una minoría del mundo.

P. ¿Hay resignación en dar por bueno un urbanismo que era visto como deficiente?
R. Sin hacer poética de la pobreza, la vivienda masiva es incapaz de absorber la diversidad. Generar un sistema abierto, en el que el arquitecto canaliza la capacidad de la gente de hacerse su vivienda, no sólo permite a la gente subirse a la espalda de un gigante, y por lo tanto ser más eficiente, también resuelve esa incapacidad de responder a la diversidad. Una familia sabe mejor que nadie qué es lo que necesita. De modo que si los arquitectos proveen el marco físico y organizativo adecuado para que eso sea posible garantizando un orden lejos de una resignación, estamos respondiendo a la diversidad como nunca antes habíamos sido capaces de hacerlo.

P. ¿Viviría en una favela?
R. No. Sin embargo, el mecanismo de prueba que utilizamos en los proyectos de vivienda es preguntarnos si nosotros viviríamos allí. Esa pregunta es la prueba última de cuanto sale de nuestro estudio. Si la respuesta es no, entonces no lo hacemos. Nuestras viviendas sociales no están completadas, pero permiten prosperar y tienen un estándar de clase media.

P. El jurado destaca su compromiso. ¿Cree que la arquitectura va a llegar realmente donde no hay dinero pero faltan soluciones?
R. Sería muy malo que los arquitectos nos apartáramos de los problemas complejos. Pero lo que debemos aportar no es aquello para lo que no fuimos entrenados, con una orientación artística. Muchos de los proyectos en los que nos metemos no tenemos idea de cómo vamos a resolverlos. Pero contamos con la capacidad de traducir el conocimiento a forma.
 http://cultura.elpais.com/cultura/2016/01/13/actualidad/1452684841_460495.html

viernes, 22 de enero de 2016

Joaquín Casariego, urbanismo como diseño del espacio. Catedrático de la Escuela de Arquitectura de Las Palmas, publicó obras sobre frentes marítimos y el espacio urbano del Sáhara.

A su pasión por la arquitectura y el urbanismo, Joaquín Casariego Ramírez sumaba una gran energía que desplegó en todo el espectro de su actividad profesional, desde la docencia y la dirección de congresos hasta la edificación, el planeamiento y las publicaciones. La última de estas, reflejo de una curiosidad que atendía a la solicitud de asuntos muy diversos, es El proyecto Aaiún. La estructura del espacio urbano en la colonización española del Sáhara (2014). Catedrático de Urbanismo en la Escuela de Arquitectura de Las Palmas (ETSALP), de la que fue director entre 1987 y 1991, Casariego, nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1948, falleció el pasado lunes en Las Palmas tras una larga enfermedad.

De sus estancias como profesor visitante en la Escuela de Diseño de Harvard en 1994, 1995 y 2000, Casariego trajo al centro donde tenía su cátedra una orientación hacia al pensamiento anglosajón que, en el ámbito de la teoría crítica, capitanean autores como Fredric Jameson, David Harvey y, especialmente, Edward Soja, el geógrafo de Los Ángeles con el que estableció más vínculos profesionales.

Casariego entendía el urbanismo como ámbito reflexivo y de actuación indisociable de la arquitectura y por ello, frente a otras maneras de enfocarlo que orillan la forma arquitectónica en pro de la abstracción de la normativa, lo reivindicó en su práctica pedagógica como suma de arquitectura. Esta determinación le llevó a ser uno de los impulsores del máster sobre diseño urbano de la ETSALP, al que invitó a impartir clases a autores ligados a la Architectural Asociation de Londres como Ben Van Berkel y Alejandro Zaera, entonces aún no convertidos en estrellas del firmamento de la arquitectura mundial.

Junto a su esposa, la también arquitecta Elsa Guerra, con la que formó estudio, compartió autoría con Iñaki Ábalos y Juan Herreros en la construcción de la Torre Woermann (2001), un edificio emblemático que representó a Las Palmas en la exposición On-Site. New Architecture in Spain, celebrada en el MoMA de Nueva York en 2006. Otro de los trabajos destacados de Casariego y Guerra, junto a Noemí Tejera, es la rehabilitación del antiguo Hospital San Martín como centro cultural, de 2011, una intervención en una pieza sensible del casco histórico de Las Palmas que combina certeramente memoria e invención.

Como urbanista, Joaquín Casariego tuvo en los frentes marítimos uno de sus principales objetos de reflexión, lo que se tradujo en libros como Environments of Opportunity: Redevelopment on the Waterfront of Las Palmas, publicado por la Universidad de Harvard en 2001, y en proyectos de planeamiento como el que concibió con Elsa Guerra para la ciudad Ho Chi Minh. Este trabajo, cuyo propósito era la resolución de la gran área libre que se extendía entre el centro y los bordes de Thu Thiem, el nuevo centro financiero de la urbe más poblada de Vietnam, fue uno de los seis finalistas en el concurso internacional fallado en 2008.

El auge del turismo

El turismo, motor económico del archipiélago canario, no fue ajeno a las investigaciones del fallecido arquitecto, lo que dio fruto también en forma de publicaciones como La construcción del espacio turístico (2002), integrante de la colección Exploraciones, que dirigía junto a su colega Pablo Ley Bosch, y que en la V Bienal Hispanoamericana de Arquitectura y Urbanismo, celebrada en 2006 en Montevideo, fue seleccionada entre las 12 mejores publicaciones universitarias de habla hispana. Su atención preferente a los desafíos de la industria del viaje le llevó también a organizar el congreso internacional Reinventar el destino. Reflexiones sobre el espacio turístico contemporáneo, que dejó como huella bibliográfica una publicación con contribuciones de especialistas como Susan S. Fainstein y el citado Edward Soja.

Profesor visitante en otros centros académicos, además de Harvard, como la Staedelschule de Arquitectura de Fráncfort, la Escuela de Arquitectura de la Universidad Metropolitana de Caracas y la Design School de Filadelfia, Casariego fue un activo colaborador en publicaciones especializadas y en diarios locales, en los que tuvo un papel destacado como crítico, polemista y divulgador.
Mariano de Santa Ana es crítico de arte.

Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2016/01/20/actualidad/1453322010_765953.html
http://www.laopinion.es/cultura/2016/01/19/muere-arquitecto-joaquin-casariego-67/650634.html

viernes, 31 de julio de 2015

Nueva York. Las letras de los restaurantes de Nueva York

La  ciudad de Nueva York  es práctica, intuitiva. Aunque seas nulo con el sentido de la orientación es difícil que te pierdas. Basta con buscar los cruces de las calles o, simplemente, orientarte con alguno de sus rascacielos de referencia y llegarás a tu destino final.

Su sistema de transporte público está abierto las 24 horas.  Su metro va hacia arriba (Uptown) o hacia abajo (Downtown). Para en todas las estaciones (Local) o va más rápido por si tienes prisa (Express). Y si te agobias con las multitudes solo te hace falta salir a la calle y coger uno de los cientos de taxis de todos los colores,  coches de Uber o sucedáneos.

Hay indicaciones en todos los idiomas. Policías en cada esquina y gente que se acerca a preguntarte si necesitas ayuda cuando te ve con un mapa desplegado. Podrás encontrarte incluso a paisanos de tu tierra que están también de turismo, a quien puedes preguntar por si te da corte hablar en inglés.

En los puntos de interés o grandes atractivos de la ciudad se forman colas y se respetan para poder acceder a ellos. Hay wifi gratuito en muchos puntos de la ciudad y, cuando no es así, basta con entrar en el Starbucks de turno.

Hay guías y publicaciones diarias, semanales o mensuales acerca de lo que está sucediendo en la ciudad. Cuenta con un departamento de turismo de calidad, que ofrece diversas webs en varios idiomas para consultar toda la información que necesites (www.nycgo.com y www.iloveny.com), e incluso puedes descargártela en tu smartphone  gracias a su aplicación oficial para móviles.

Si hablamos de tiendas y comercios, tendrás de todos los tipos, tamaños y colores, en todos los barrios y a todas horas. Incluyendo algunos que abren 24 horas al día como el  Apple Store o alguna de las tiendas de Times Square. Tampoco lo ponen difícil los bancos. Abren incluso fines de semana. Algo que incluye a los brokers de pisos. Se ajustarán al horario que tu prefieras: primera hora de la mañana, última del domingo, llueva o nieve.

Pero del mismo modo, hay tanto que hacer, tanto que ver y, por lo general, tan poco tiempo para todo ello que la vida del visitante acaba complicándose en la Gran Manzana pese a todas estas facilidades. Por ejemplo, con las letras de los bares y restaurantes de Nueva York.

Uno de los quebraderos de cabeza tanto para turistas como para residentes es la elección de restaurantes, ya que, como sucede en España, prácticamente hay uno en cada esquina. Para ponérselo fácil al consumidor, el Estado de Nueva York publicó en junio de 2010 un código de puntuación  similar al que se aplica en el sistema educativo estadounidense, en el que se califica, de mejor a peor, con las letras A, B o C. En el caso de los bares y restaurantes, las notas son otorgadas por el departamento de Salud y deben figurar, de manera bien visible, en la entrada o en el escaparate del local.

Hay guías y publicaciones diarias, semanales o mensuales acerca de lo que está sucediendo en la ciudad. Cuenta con un departamento de turismo de calidad, que ofrece diversas webs en varios idiomas para consultar toda la información que necesites (www.nycgo.com y www.iloveny.com), e incluso puedes descargártela en tu smartphone gracias a su aplicación oficial para móviles.

Si hablamos de tiendas y comercios, tendrás de todos los tipos, tamaños y colores, en todos los barrios y a todas horas. Incluyendo algunos que abren 24 horas al día como el Apple Store o alguna de las tiendas de Times Square. Tampoco lo ponen difícil los bancos. Abren incluso fines de semana. Algo que incluye a los brokers de pisos. Se ajustarán al horario que tu prefieras: primera hora de la mañana, última del domingo, llueva o nieve.

Pero del mismo modo, hay tanto que hacer, tanto que ver y, por lo general, tan poco tiempo para todo ello que la vida del visitante acaba complicándose en la Gran Manzana pese a todas estas facilidades. Por ejemplo, con las letras de los bares y restaurantes de Nueva York.

Uno de los quebraderos de cabeza tanto para turistas como para residentes es la elección de restaurantes, ya que, como sucede en España, prácticamente hay uno en cada esquina. Para ponérselo fácil al consumidor, el Estado de Nueva York publicó en junio de 2010 código de puntuación similar al que se aplica en el sistema educativo estadounidense, en el que se califica, de mejor a peor, con las letras A, B o C. En el caso de los bares y restaurantes, las notas son otorgadas por el departamento de Salud y deben figurar, de manera bien visible, en la entrada o en el escaparate del local.

Las famosas letras que dan la bienvenida a los locales neoyorquinos no se conceden aleatoriamente, sino que responden a estricto proceso de control y regulación. Los técnicos estatales de salud realizan inspecciones por sorpresa en restaurantes, bares, discotecas o cafeterías, que obtienen una u otra puntuación en función del número de irregularidades encontradas: cuanto más baja es dicha calificación, mejor grado se obtiene. De hecho, cada punto representa la violación de algún reglamento.

Así, los restaurantes con una puntuación entre 0 y 13 obtienen una letra A; los que oscilan entre 14 y 27 puntos se quedan con la letra B y los establecimientos que superan los 28 puntos tienen que conformarse con la letra C.

¿En qué suelen reparar los inspectores de Sanidad que revisan diariamente los miles de locales de los diferentes barrios de la ciudad? Pues desde las condiciones de manipulación de la comida, hasta la temperatura de conservación de la misma, la higiene del personal del establecimiento, el mantenimiento de utensilios de cocina o el control de plagas, desde insectos hasta ratones y ratas. Sí, ratas… Hay más. Esta rigurosa auditoría de la limpieza del local y el cumplimiento de la normativa también abarca, por ejemplo, a la utilización de elementos químicos a la hora de cocinar.

La puntuación otorgada por los inspectores, en definitiva, estima el riesgo que podría causar un establecimiento en la salud de sus comensales en función de cuánto y cómo se salta las normas del reglamento estatal. Y no es broma: se pueden encontrar restaurantes muy monos por fuera pero en los que una letra C en la puerta delata que ha cometido irregularidades en el interior de su cocina. Desde incumplimientos tan comunes como no tener los utensilios que emplean sus cocineros bien limpios (sancionado de dos a cinco puntos), hasta riesgos mayores, como no conservar determinados ingredientes –mariscos, carnes o pescados– a la temperatura adecuada (castigado con al menos siete puntos) o servir alimentos frescos, como la verdura, sin haber sido lavados bien previamente (sancionado con un mínimo de 5 puntos). Cuando alguno de estos despropósitos no pueden resolverse antes de que acabe la inspección, el local es obligado a cerrar hasta que lo solucione.

Una letra B en la puerta significa que algo no permitió que dicho local obtuviese una A, información que, gracias a este sistema, no solo es conocida por el dueño del restaurante, sino también por los comensales que acuden a él, quienes, probablemente, se vayan en busca de un restaurante de clase A. Cuando el cartel es de “Calificación en espera", significa que el lugar está siendo evaluado o que el propietario ha impugnado la decisión del inspector tras su visita.

Publicaciones de prestigio, como The New York Times, han creado sus propios mapas interactivos  que permiten buscar restaurante en la ciudad filtrando por el tipo de cocina, el barrio donde se ubica y los delitos cometidos contra la salud pública.

Por su parte, el Gobierno de Nueva York, además de contar con su propio  servicio de búsqueda avanzado para localizar restaurantes por su nombre, tipo de comida, código postal o calificación obtenida, tiene a disposición de los usuarios desde material explicativo en Power Point hasta aplicaciones móviles para actualizar la calificación de los restaurantes y bares de la ciudad.

Cinco años después de la aplicación de esta, los datos oficiales aseguran que el 95% de los establecimientos en Nueva York cuentan con una calificación A, superando el 80% anterior a junio de 2011; los casos de salmonella se han reducido un 24% de 2010 a 2014 y se ha incrementado la formación del personal que trabaja en el sector de la hostelería: más de 31.000 personas realizaron en 2014 el curso de higiene alimentaria que ofrece el propio departamento de salud, con el objetivo de evitar nuevas sanciones y mejorar la nota que otorgan estos estrictos hombres de negro.

¿Vas a viajar a Nueva York?  Pincha aquí.
http://elviajero.elpais.com/elviajero/2015/07/09/actualidad/1436442113_195991.html

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