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sábado, 26 de abril de 2025

_- Vargas Llosa y García Márquez, la brutal amistad de dos colosos de las letras latinoamericanas que terminó con un puñetazo.

Ilustración de Daniel Arce

_- La amistad que marcaría la literatura latinoamericana del siglo XX empezó a la manera del siglo XIX: por carta.

Fue en enero de 1966. Gabriel García Márquez (quien aún trabajaba en "Cien años de soledad") le escribió desde México una primera misiva a Mario Vargas Llosa, que estaba en París.

La dirección se la había dado Luis Harss, el periodista chileno-estadounidense que, sin saberlo, estaba escribiendo el primer libro indispensable sobre el Boom de la literatura latinoamericana ("Los nuestros", 1966, publicado primero en inglés como "Into the mainstream").

"Estimado Mario Vargas Llosa:

A través de Luis Harss conseguí por fin tu dirección, que resultaba inencontrable en México, sobre todo ahora que Carlos Fuentes anda perdido quién sabe en qué manglares de la selva europea.

El productor de cine Antonio Matouk está entusiasmado con la idea de hacer en Perú "La ciudad y los perros", dirigida por Luis Alcoriza (...).

Por acá estamos impacientes por conocer "La Casa Verde". ¿Cuándo se publica? Carmen Balcells, a su paso por México, estaba muy entusiasmada con los originales.

Me alegro, de todos modos, y aunque no cuaje el proyecto cinematográfico, de la oportunidad que me ofrece esta carta para establecer contacto.

Cordialmente, Gabriel García Márquez". (1)

Después de un intercambio epistolar de año y medio, en el que incluso discutieron la posibilidad de escribir una novela juntos, García Márquez y Vargas Llosa se vieron por primera vez el 9 agosto de 1967, en el aeropuerto Maiquetía de Caracas, Venezuela.

Gabo -ya el flamante autor de "Cien años de soledad"- llegaba como invitado de honor a la entrega del Premio Rómulo Gallegos que Vargas Llosa había ganado precisamente por "La casa verde", y a participar en un congreso de literatura.

LibrosFuente de la imagen,BBC Mundo
Así describe el momento Vargas Llosa en su monumental "García Márquez, historia de un deicidio" (sobre la cual abundaremos más adelante):

"Nos conocimos la noche de su llegada al aeropuerto de Caracas; yo venía de Londres y él de México y nuestros aviones aterrizaron casi al mismo tiempo. Antes habíamos cambiado algunas cartas y hasta habíamos planeado escribir, alguna vez, una novela a cuatro manos -sobre la guerra tragicómica entre Colombia y Perú en 1931-, pero esa fue la primera vez que nos vimos las caras.

"Recuerdo la suya muy bien, esa noche: desencajada por el espanto reciente del avión -al que tiene un miedo cerval-, incómoda entre los fotógrafos y periodistas que lo acosaban. Nos hicimos amigos y estuvimos juntos las dos semanas del congreso".

Empezaba una gran amistad... que duraría menos de diez años.

Conversación en Lima
Antes del encuentro en Caracas, Vargas Llosa había escrito un elogioso comentario a la recién publicada novela de García Márquez, titulado "Cien años de soledad: el Amadís en América" (fechado en la "primavera de 1967"), con el que empezaba un deslumbramiento con la novela y la obra del colombiano que culminaría cuatro años más tarde con la publicación de "Historia de un deicidio".

Ese deslumbramiento se haría evidente en las siguientes semanas, cuando ambos escritores visitaron Bogotá y Lima.

En esta última ciudad, el 5 y 7 de septiembre, realizaron un "Diálogo sobre la novela en América Latina" que se volvería legendario y que durante décadas circularía en fotocopias o ediciones piratas, hasta que finalmente fue publicado por Alfaguara en abril de 2021.

Gabriel García Márquez Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

Gabriel García Márquez (1927-2014). Premio Nobel de Literatura en 1982.

Lo que llamó la atención tanto a los presentes en ese diálogo (como a los posteriores lectores) es que, pese a que en esos momentos era el novelista más conocido y con más trayectoria de los dos, Vargas Llosa fungió como una especie de entrevistador de García Márquez, que durante la conversación soltaría algunas de sus boutades, los dichos ingeniosos que lo caracterizarían en adelante (como que había intentado escribir la novela a los 17 años de edad o que se iba a vivir a Europa porque era más barato).

Por casualidad, en esa visita a Lima nacería el segundo hijo de Vargas Llosa, a quien bautizaría Gabriel Rodrigo Gonzalo en honor a García Márquez y a sus dos hijos. Los padrinos fueron, como no, Gabo y su mujer, Mercedes Barcha.

Luego cada uno regresaría a su hogar. Pero no mucho después estarían viviendo con sus familias en Barcelona, literalmente pared contra pared.

Barcelona, capital del mundo
Aún en Londres, Vargas Llosa seguiría escribiendo su siguiente novela total "Conversación en la catedral", mientras preparaba en paralelo un curso sobre García Márquez, que dictaría en Puerto Rico en 1968, y sería el embrión de su largo ensayo sobre el autor colombiano.

Gabo ya se había trasladado a Barcelona junto a Mercedes y sus dos hijos (en noviembre de 1967), aupados por Carmen Balcells, la superagente literaria que siempre buscó que sus autores pudieran vivir de lo que escribían, sin distracciones adicionales, algo nunca visto en América Latina.

Balcells le hizo la misma oferta a Vargas Llosa, quien en 1970 se mudó con su prima y esposa, Patricia Llosa, y sus dos hijos a la capital catalana. Allí, en 1974, nacería su hija Morgana.

En 1970, después de dos años trabajo, terminó su libro "García Márquez, historia de un deicidio", el primer gran texto (y quizás el mejor) escrito sobre la obra del colombiano, (que al tiempo le sirvió como tesis de un doctorado que no había terminado en España).

Mario Vargas Llosa 

Mario Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de Literatura en 2010. Muchos se sorprendieron de la generosidad entre dos colegas que eran, a la vez, competidores.

En su libro "Historia personal del Boom", el escritor chileno José Donoso, recuerda lo que le dijo un crítico italiano al respecto:

"En Italia, que un escritor como Vargas Llosa escriba un libro sobre la obra de otro escritor como García Márquez sería imposible. Y que ambos estén en la misma reunión sin que uno eche veneno en el café del otro, bueno, eso ya parecería ciencia ficción".

Carmen Balcells los definió de manera inmejorable: "Vargas Llosa es el primero de la clase, y García Márquez es un genio".

"No hay más que verlos. Cualquiera que los conozca sabe a lo que me refiero. Mario es un intelectual, alguien con la cabeza muy bien amueblada, que atesora conocimientos eruditos sobre múltiples materias y, a la vez, es capaz de crear grandes obras. Su discurso intelectual es de gran altura, es el primero de la case, un cum laude.

"Al contrario, Gabo es un genio en el sentido de que es un monstruo creador, una fuerza de la naturaleza, alguien tocado por la mano de Dios, que tiene un don, y no se dedica a elaborar teorías o análisis sobre la cultura. Me parece algo que los describe sin valorar a uno por encima del otro. Yo estoy enamorada de los dos".

Libro Fuente de la imagen,BBC Mundo

En la misma "Historia personal del Boom", Donoso fecha el fin de ese fenómeno literario como proyecto común en la Nochevieja de 1970, "en una fiesta en la casa de Luis Goytisolo en Barcelona", donde estuvieron Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, Carmen Balcells y Sergio Pitol.

"Esa noche se habló sobre todo de la fundación de la revista Libre (...) de cómo quedaría constituida, ampliando la restringida nómina de los directores con que empezó hasta decidirse por directores rotativos y una larga lista de socios contribuyentes".

Caída Libre
Y fue precisamente con el primer número de la revista Libre que empezó una profunda división entre algunos intelectuales occidentales y Cuba.

Empujados por el español Juan Goytisolo y apoyados financieramente por una rica heredera boliviano-francesa, algunos de los escritores latinoamericanos de más renombre se juntaron para editar desde la capital francesa la flamante revista de izquierda.

Allí estarían los cuatro principales del Boom (Vargas Llosa, García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes), pero también Octavio Paz, José Donoso, Severo Sarduy, Claribel Alegría, Plinio Apuleyo Mendoza y Jorge Edwards.

La historia completa está narrada en el capítulo cuarto del libro "En los reinos de Taifa", de Juan Goytisolo: el primer número de Libre ya estaba listo para la imprenta cuando se presentó en Cuba el llamado "Caso Padilla".

Heberto Padilla era un poeta cubano que había participado de la revolución y ocupado el cargo representante del ministerio Comercio Exterior en Praga. Sin embargo, hacia finales de los 60 empezó a criticar de manera abierta y a burlarse de la política cultural del gobierno castrista.

En marzo de 1971 fue detenido y poco después se divulgó una caricaturesca "confesión" que recordaba los juicios estalinistas e hizo montar en cólera a muchos escritores extranjeros amigos de la isla caribeña.

Encabezados por Vargas Llosa y Goytsolo, varios intelectuales y escritores (que incluían a Sartre, Cortázar, Susan Sontag, Italo Calvino, Simone de Beauvoir, Octavio Paz, Alberto Moravia y Margarite Duras) enviaron una moderada carta a Fidel Castro respaldando a Padilla antes de que se divulgara su confesión.

No fue posible ubicar a García Márquez, quien en esos momentos se encontraba en Colombia, en uno de los frecuentes viajes que realizó a la región cuando escribía "El otoño del patriarca" para reencontrarse con el ámbito del Caribe, recapturarlo y ser capaz de reflejarlo en el libro.

Por eso, después de buscarlo en vano, Plinio Apuleyo Mendoza, jefe de redacción de la revista, autorizó a poner el nombre de su amigo sin consultarlo, seguro de que estaría de acuerdo.

Pero no era así: extraviada en el correo quedó una carta desde Barranquilla en la que Gabo le explicaba que no quería firmar nada "mientras no tuviera una información muy completa sobre el asunto". (2)

Fidel Castro montó en cólera por esa primera misiva y pronunció un fuerte discurso contra los firmantes, "señores intelectuales burgueses y libelistas y agentes de la CIA (...) los seudo izquierdistas descarados que quieren ganar laureles viviendo en París, Londres, Roma". Además, prohibía a todos los firmantes la entrada a Cuba "por un tiempo indefinido e infinito".

Casi de manera simultánea se divulgó la "confesión" de Padilla.

Entonces Mario Vargas Llosa convocó a una reunión de emergencia en su casa de Barcelona, donde se redactó y una segunda carta, mucho más afilada y contundente.

Gabriel García Márquez y Julio Cortázar se negaron a firmarla.

Revista Libre Fuente de la imagen,BBC Mundo

El primer número de Libre fue aplazado hasta el otoño para que llevara un completo dossier sobre el caso Padilla con todos los puntos de vista, incluido el discurso de Castro, las dos cartas de los intelectuales, la "confesión" del poeta, así como mensajes a favor y en contra de escritores y artistas latinoamericanos.

Llevaba también un poema de Cortázar en el que se desmarcaba por completo de las críticas al gobierno cubano (antes lo adulaba) y una entrevista de García Márquez que, según Juan Goytisolo, era "un prodigioso ejercicio de saltimbanqui cuyo virtuosismo impone la admiración ya que no el respeto", donde se las arreglaba para no criticar a los intelectuales firmantes y tampoco romper con el régimen cubano.

Agotada por la falta de dinero y escisiones internas, la revista sólo alcanzaría a publicar cuatro números.

La imagen de García Márquez con el ojo morado publicada en un diario mexicano.Fuente de la imagen,EPA-EFE Pie de foto,

La imagen de García Márquez con el ojo morado publicada en un diario mexicano. Un puñetazo en Bellas Artes

Quien mejor ha contado la historia del episodio final de la amistad entre Vargas Llosa y García Márquez es Xavi Ayén en su libro "Aquellos años del Boom".

En él deja claro que la amistad no se rompió a raíz del "caso Padilla", pues ambos escritores continuaron viviendo y viéndose en Barcelona. Sin embargo, era evidente que algo se había roto.

En su libro "Vargas Llosa, el vicio de escribir" (1991), JJ Armas Marcelo recuerda la tarde barcelonesa de 1973 en que el peruano le presentó al colombiano, quien llegó a la cita vestido con el mono azul de obrero con el que trabajaba en la que sería "El otoño del patriarca":

"En esa misma reunión noté que MVLL hablaba poco. Miraba con cierta distancia a García Márquez y llegué a una conclusión quizás prejuiciosa para entonces: al novelista peruano no le gustaban muchas de las "salidas", más o menos fáciles, que el colombiano demostraba en público. "Ahora me voy al cine", dijo García Márquez al despedirse. "¿Vestido así", le pregunté un poco provocativamente. "Claro", me dijo, "es para asustar a los burgueses". Y MVLL volvió a mirarlo con desdén".

Mario Vargas Llosa

 En su libro, Ayén deja claro que el motivo del rompimiento definitivo no fue político, sino que se produjo por algo mucho más banal y humano.

Para resumirlo: a mediados de 1974, cuando regresaban a vivir en Perú, Vargas Llosa se enamoró de otra mujer y dejó a Patricia y a sus hijos.

En mayo de 1975, Patricia Llosa viajó a Barcelona donde fue bien recibida por los García Márquez. De allí surgió la versión de que (quizás en broma) Gabo se le había insinuado.

No mucho después, los Llosa volvieron a vivir juntos.

Eso está explicado con más detalle en el libro de Ayén, quien me dijo que, antes de su publicación, había enviado el texto tanto a García Márquez como a Vargas Llosa y a sus familias para que le dijeran si algo de lo que allí escribía no era verdad.

El 12 de febrero de 1976, en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, era el pre-estreno de documental "La odisea de los Andes", con guión de Vargas Llosa, sobre el equipo de rugby uruguayo que sobrevivió 72 días a un accidente de avión en la cadena montañosa, en algunos casos recurriendo a la antropofagia.

Según relata Xavi Ayén, en el vestíbulo del hermoso edificio se encontraban "la flor y la nata de la intelectualidad mexicana", entre ellos los García Márquez con algunos amigos.

"'Me disculpan, voy a saludar a Mario', les dijo antes de ir a la sala de proyección. Allí se dirigió al peruano y recibió un fortísimo puñetazo: 'Esto es por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona', dejó claro el agresor".

En su biografía "Gabriel García Márquez, una vida" Gerald Martin escribe "es evidente que Mario llegó a la conclusión que García Márquez había antepuesto su preocupación por Patricia a la amistad que los unía a ambos. Nada más que García Márquez y Patricia Llosa saben lo que ocurrió".

Los años postreros
En los años posteriores ambos se negaron a hablar sobre lo sucedido y Vargas Llosa dijo que se lo dejaba a "los historiadores".

Hasta donde se sabe tampoco volvieron a cruzar palabra en privado, y en público hubo algunos -pocos- comentarios e improperios, sobre todo de Vargas Llosa, por la postura política de García Márquez frente a Cuba y su amistad con Fidel Castro.

Gabriel García Márquez

 El escritor peruano prohibió que se volviera a reeditar su estudio "Historia de un deicidio" (que tuvo dos ediciones en 1971), el cual se volvió un objeto de culto entre los amantes de la literatura latinoamericana.

Solo volvería a aparecer impreso en 2006, con motivo de la edición de las obras completas del peruano y como parte de sus volúmenes de ensayos. Como obra individual solo se reeditó en 2021, cincuenta años después de haber sido publicada.

En una de las últimas ocasiones que habló en público sobre García Márquez, en el verano de 2017, durante un curso de la Universidad Complutense sobre la obra del colombiano, ante la pregunta de si después del distanciamiento se habían vuelto a ver, Vargas Llosa respondió entre risas:

"No... Estamos entrando en terrenos peligrosos, creo que llegó el momento de poner fin a esta conversación". (3)

Sin embargo, al parecer hubo un intento de reconciliación apoyado por amigos de ambos en una ocasión en la que los dos escritores se encontraban en Cartagena con motivo de un Hay Festival, pero, para entonces, ya Gabo se encontraba demasiado perdido en las brumas de las desmemoria.

En ellas continuó hasta el Jueves Santo de 2014, cuando murió en Ciudad de México.

Ahora, su odiado amigo, Vargas Llosa, también está muerto.

La historia, quizás, se encargará de reconciliarlos.

https://www.bbc.com/mundo/articles/cv224337p50o

martes, 19 de diciembre de 2023

Entrevista inédita a García Márquez: “A lo mejor las leyendas sobre mí son más interesantes que mi vida”.

‘TintaLibre’ publica en su nueva época una extensa conversación con el premio Nobel colombiano en la que aborda su vivencia de la música, el Caribe, el dinero, el amor, sus libros y sus ideas. EL PAÍS ofrece fragmentos de una entrevista que el lector encontrará completa en la revista.


Desde la izquierda, el periodista Mauricio Vicent, el documentalista Jon Intxaustegi y Gabriel García Márquez, durante la entrevista en La Habana, en 1994.
Desde la izquierda, el periodista Mauricio Vicent, el documentalista Jon Intxaustegi y Gabriel García Márquez, durante la entrevista en La Habana, en 1994.
Tenía 67 años y apenas acababa de descubrir parte de sus raíces más hondas. Los extractos que siguen forman parte de una extensa conversación con Gabriel García Márquez que fue registrada con mi cámara el 6 de mayo de 1994 en La Habana, con la participación del periodista recientemente fallecido Mauricio Vicent. La entrevista, hasta ahora inédita, se publica en el número 117 de TintaLibre, revista de cultura y pensamiento que inaugura una nueva época fruto de la alianza entre EL PAÍS e infoLibre, y que estará en quioscos y librerías a partir de este lunes y descargable en la web. El premio Nobel de 1982 aborda sin reservas y a tumba abierta su vivencia de la música, el Caribe, el dinero, el amor, sus libros y sus ideas: un García Márquez secreto y abrumador.

Gabriel García Márquez: Lo han tomado como mal chiste o buen chiste, es verdad, pero yo creo que Cien años de soledad es un vallenato de 450 páginas, y lo digo con absoluta seriedad. La estética es la misma, el concepto es el mismo, el recurso es el mismo: historias que andan por ahí y que se pierden, se pierden en el olvido popular. El amor en los tiempos del cólera El amor en los tiempos del cólera es un bolero de 380 páginas y lo digo con toda seriedad. Cuando nadie sabía qué eran los cantos vallenatos, recuerdo que de muy niño iba a oír a los acordioneros, que llegaban durante las fiestas, porque el origen de la música vallenata es esa, es juglaresca: eran unos músicos viajeros que iban de pueblo en pueblo contando un acontecimiento que había ocurrido en alguna parte, eran periódicos ambulantes y se acompañaban con acordeones. A mí, al principio, lo que más me interesaba era el cuento que contaban, no tanto la música. Pero después siempre se me quedó vinculada la historia, los hechos y prácticamente la vida de la región a una música. Tengo la impresión de que de todos mis libros el que mejor sintetiza el Caribe es Del amor y otros demonios. En El amor en los tiempos del cólera, la ciudad no tiene la autenticidad caribe tan acentuada, tan asombrada como la tiene en Del amor y otros demonios. Y, en realidad, si en algún libro mío puede verse hasta qué punto de verdad los caribes somos una mezcla de muchas razas a partir de la cual ha surgido de verdad una nueva cultura, es en este libro.

Una entrevista inédita a Gabriel García Márquez inaugura la nueva época de ‘TintaLibre’ 

Pregunta. A pesar de que Del amor y otros demonios se sitúa en Cartagena, yo lo veo muy cubano, con vivencias y formas de vida que aún perduran.

Respuesta. En ninguna parte el libro dice que la ciudad es Cartagena y eso no es puramente casual. Me interesa esa incertidumbre para que quede claro que donde ocurre el libro es en cualquier ciudad del Caribe. Jamás había yo tratado el ingrediente africano de la cultura Caribe tan cerca como en este libro. En Cartagena, por las condiciones especiales de la etapa colonial y por las condiciones muy especiales del colonialismo español, esas culturas no prendieron ni se conservaron como en Cuba. Toda la información que hay ahí no la hubiera podido obtener en Cartagena y probablemente en ninguna otra ciudad del Caribe.

García Márquez, en la ceremonia de recepción del Premio Nobel, en 1982.

García Márquez, en la ceremonia de recepción del Premio Nobel, en 1982.García Márquez, en la ceremonia de recepción del Premio Nobel, en 1982.
HULTON ARCHIVE (GETTY IMAGES)
Cien años de soledad’ es un vallenato de 450 páginas y ‘El amor en tiempos del cólera es un bolero de 380 páginas. Y lo digo con toda seriedad”

Es un tema que yo traigo y al que nadie quiere hacerle caso, pero el Caribe no es un área geográfica, sino cultural: no abarca solamente el mar Caribe, sino que para mí empieza en el sur de los Estados Unidos, todo lo que es Luisiana y La Florida, y se extiende hasta el norte del Brasil. Es decir, no es un territorio geográfico, sino un territorio cultural. He tomado elementos de la cultura africana incorporada al Caribe tanto de Brasil como de Cuba y funciona como si fuera en Cartagena. Yo nací en Aracataca, que es un pueblo colombiano de tierra adentro, pero no muy adentro, Caribe puro, y esa es una región no solo de Colombia, sino todo el ámbito del Caribe, cuya cultura está fundamentalmente determinada por la música. Probablemente, la ciudad más Caribe sea Panamá. Donde uno siente el Caribe es en Panamá, yo lo siento ecológicamente, lo siento en el sentido de que mi organismo empieza a sentirse en su medio ecológico en el Caribe. Me sucede muy fácilmente cuando vengo de Europa, en la primera escala que hace uno en el Caribe. Bajo, respiro y ya soy otra persona. Yo creo que es una cosa que no se ha estudiado suficientemente: hasta qué punto el acondicionamiento ecológico de los seres humanos es fundamental en su vida.

Una maleta de plata
P. ¿Es verdad que con los primeros pesos que ganaste te diste un crucero por el Caribe?
R. Lo que sería estupendo es recoger todas las leyendas que hay sobre mí, porque a lo mejor es más interesante que mi vida.

P. ¿No será que tú las provocas?
R. A ver, yo no he hecho un crucero por el Caribe, pero, cuando estaba escribiendo en Barcelona El otoño del patriarca, de pronto hubo un momento en que me di cuenta de que me había salido de mi medio ecológico y había cosas que ya no sentía. Se olvida el color del mar, se olvidan los olores, olores salvajes. De pronto me encontré que no me acordaba de cosas concretas, que me hacían falta elementos para expresar esa realidad. La emoción, los sentimientos, la consciencia de dónde era no me faltaba porque donde está el escritor lleva su mundo, el poeta lleva su mundo y donde lo pongan, en el Polo Norte o en el Polo Sur, lo lleva dentro. Pero no recordaba bien cómo eran ciertas cosas, los olores, los sonidos, la temperatura. Es muy difícil imaginarse el calor cuando hay frío y viceversa. Me preocupé mucho porque se me bloqueó la novela; entonces la interrumpí e hice un recorrido que me llevó a Santo Domingo, desde Santo Domingo bajé por todo el arco del Caribe hasta Cartagena y recuperé todo lo que necesitaba, toda la gasolina que necesitaba para escribir el libro. No tomé una nota, sencillamente era cuestión de vivir, de andar en eso, recorrer todas las islas del Caribe, una por una, sin hacer absolutamente nada más que ver, simplemente, y no cuestión de un año: tres días acá o una semana allá. Cuando regresé, el libro salió como un chorro hasta el final; sencillamente, había vuelto a meterme dentro de la salsa, pero eso es distinto a que se me olvide, es decir, no se deja nunca de ser, realmente debe ser lo que uno es: no se deja de ser de donde es.

El escritor colombiano Gabriel García Márquez, en La Habana
El escritor colombiano Gabriel García Márquez, en La Habana, en 1994.El escritor colombiano Gabriel García Márquez, en La Habana, en 1994.
JOSE GOITIA (GAMMA-RAPHO VIA GETTY IMAGES)
P. Y en tus noches de Barcelona, ¿qué boleros escuchabas?
R. Escuchaba unos boleros que no eran del Caribe: era Bach, de origen igualmente popular. Al fin y al cabo, toda la música, la música culta y la música popular, tienen un mismo origen en las canciones populares. Hay una foto en la inmensa iconografía de Béla Bartok (que abarca casi toda su vida y es muy curiosa porque el tipo tiene un rostro muy expresivo) terriblemente conmovedora en la que sale él con una grabadora de aquellas de cilindros recogiendo aires populares de los campesinos de la Transilvania, de la tierra de Drácula, porque Béla Bartok era paisano de Drácula. Casi toda su música tiene ese origen popular, como lo tenía en Bach, como lo tienen los  vallenatos y como lo tiene casi toda la literatura del Caribe. Música para mí no es solamente la clásica o solamente la música popular. Es todo lo que suena y solo después empiezo a distinguir los géneros que me gustan más y que me gustan menos. Pero no se puede decir que la música clásica no es música o que la música popular no es música o que el bolero no, pero el chachachá sí. Yo creo que todas son expresiones humanas de un gran valor porque aún las menos legítimas tienen un algo. Pero en realidad no puedo escribir oyendo música porque en cierto momento me interesa más lo que está sonando que lo que estoy escribiendo.


Me llega más la música que la literatura o debe ser que me gusta más o que se impone en mí la música más que la literatura. No la escucho mientras escribo, pero estoy siempre sumergido en ella, particularmente cuando estoy escribiendo. Cuando estaba en Barcelona, en un paréntesis después de Cien años de soledad, buscando un camino y ver por dónde seguía, escuchaba mucha música. Siempre había oído música, música culta, sobre todo, pero no la tenía organizada; la había oído así, por donde llegara. En Barcelona la ventaja era que uno podía escuchar música en todas partes, es una ciudad eminentemente musical. Escuchaba entonces sobre todo el tercer concierto de piano de Béla Bartok, que me gusta muchísimo, y que lo oía mucho precisamente en los días que escribía El otoño del patriarca. Cuando se publicó, hubo unos expertos tanto en literatura como en música que trataron de demostrarme que de alguna manera la composición, la estructura de ese libro, se basaba en ese concierto de Béla Bartok, aunque nunca pude entender la explicación que me dieron. Habría que preguntarse qué género de música es Del amor y otros demonios. No tengo la menor idea, pero que tenga su propia música sí es probable. Lo que quise es que fuese una música sin una sola discordancia, y para que eso suceda se necesita trabajar un libro de 200 páginas durante cuatro años, todos los días, y vigilando que no haya una sola nota discordante.

García Márquez, en enero de 1982, en París.García Márquez, en enero de 1982, en París.

Jon Intxaustegi es documentalista