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viernes, 26 de mayo de 2023

"Aquí aprendo cosas que no son para niños de mi edad, pero a mí me pone feliz": el centro para niños superdotados más grande de América Latina

Una lección sobre el desarrollo de la inteligencia y los cambios en el cerebro que dieron lugar al lenguaje verbal no parece la materia más habitual para alumnos de 7 años.

Pero en esta escuela se enseña sobre este y muchos otros temas que mantienen estimulados a los niños, quienes levantan la mano sin parar para formular perspicaces preguntas y opinar sobre lo que expone su profesora que, pacientemente, va respondiendo uno a uno.

En el llamado Centro de Atención al Talento (CEDAT), localizado en Ciudad de México, todos sus alumnos tienen un denominador común: ser superdotados. O dicho de otra manera, según la explicación oficial, que cuentan con un coeficiente intelectual superior a 130 puntos.

Aquí, junto a las clases más avanzadas de ciencias, historia o idiomas, los alumnos reciben de maestros superdotados o especialistas otras materias como robótica o conocimientos sobre medicina y primeros auxilios.

Pero igualmente llamativo es ver que los niños están reunidos en las clases no por su edad (que oscilan entre 2,5 y 17 años), sino por su capacidad y desarrollo intelectual.

Esto se debe a que cada uno progresa a su ritmo, pero en promedio, estos alumnos aprenden entre un 30% y 50% más rápido que un niño promedio. Esto les permite que en un solo curso escolar pueden aprobar dos grados… o incluso más.

Aburridos en las otras escuelas
La llegada de los alumnos superdotados a este centro, cuyos responsables lo definen como el más grande de su tipo en América Latina, no siempre es sencillo.

Primero, porque muchas veces resultan difíciles de localizar. A algunos comportamientos frecuentes en estos niños -se distraen en la escuela tradicional porque están aburridos, se muestran hiperactivos…- se responde a veces con diagnósticos equivocados como trastorno por déficit de atención e incluso con fuertes medicaciones como antipsicóticos o antidepresivos.

Para hacerse una idea, se calcula que en torno a un 3% de la población es superdotada, lo que entre los menores de edad de México equivaldría a un millón de niños y adolescentes. Sin embargo, según el CEDAT, en el país no están identificados más de 11.500.

Pero una vez detectados, su llegada a un centro como este con una enseñanza especializada cambia su vida por completo, especialmente al rodearse de personas con sus mismas capacidades con los que conviven sin miedo al rechazo.

"Mi otra escuela era fácil. A mí me gustaba la astronomía pero no me platicaba con mis amigos de eso porque me daba pena. Yo así tan joven… era como ser un 'miniprofesor'", cuenta Alexis Martínez, alumno del CEDAT de 7 años.

"En cambio, aquí aprendo cosas que no son para niños de mi edad, que otros se quedarían como… '¿qué es esto?'. Pero a mí me pone feliz ver estas cosas", agrega.

Los alumnos aprenden algunos conocimientos de medicina en el centro.

Su compañera Mikella Gamborino asiente. "Las otras escuelas eran bien fáciles. Yo me siento aquí, hablo y digo 'ay, ya estoy con los míos'. Sí siento diferencia, me siento mejor y me comunico mejor".

Escuchar a Alexis y Mikella es casi hipnotizante. Una vez pasada la vergüenza inicial, muestran su locuacidad y agudeza mental hablando casi sin parar. Se interrumpen, se complementan, y saltan de un tema a otro sin darse cuenta, con enormes sonrisas contagiosas.

Él nos explica con todo lujo de detalles los entresijos y curiosidades de la tabla periódica de elementos, y nos cuenta qué le gustaría estudiar más sobre el síndrome de Edwards ("una trisomía en el cromosoma 18", explica) para ayudar a quienes ocasiona retrasos graves en el desarrollo. Ella nos sorprende presentándose en chino mandarín, uno de los varios idiomas que estudia.

Alexis es apasionado de las ciencias y conoce multitud de datos sobre la tabla de elementos.

Estereotipo de "ratón de biblioteca" Pero entre tantos temas que dejan en evidencia su mayor nivel intelectual, también hablan de otros que hacen recordar que siguen siendo niños de 7 años.

Conversan sobre anime japonés ("son caricaturas japonesas, como el Chavo del 8 aquí", aclara Alexis) y de chistes que leyeron en un libro. Ambos se emocionan cuando les permiten entrar entre gritos y alboroto a un pequeño supermercado donde se les enseña sobre ahorro y economía doméstica, y Mikella no puede aguantar la risa cuando trata de manejar con más o menos éxito un pequeño robot por control remoto.

Precisamente romper estereotipos sobre los superdotados y subrayar que continúan siendo niños es uno de los objetivos del CEDAT.

"Cuando se habla de niños genio aún pensamos en el típico nerd o ratón de biblioteca desadaptado o estático. Pero este es un prototipo que no suelen cumplir. Tampoco son tradicionalmente los niños que sacan dieces en la escuela, muchas veces porque ya no les interesa", explica Andrew Almazán, docente en el CEDAT e hijo de los directores del centro que fue fundado en 2010.

Él sabe bien de lo que habla porque detectaron que era superdotado con 4 años, cuando ya sabía leer y escribir. Recuerda cuánto se aburría en las clases, que era hiperactivo y que le gustaba mucho moverse, lo que le llevó a sufrir bullying y también le implicaba problemas de conducta y autoridad con los profesores.

Las paredes de la oficina del doctor Almazán están repletas de títulos académicos.

"A veces yo encontraba un error y los cuestionaba. Les decía que eso no estaba bien, que no era exacto. Y después tuve que aprender que no se cuestiona cuando uno tiene 5 años, que a un profesor no le gusta que le digan que está mal", recuerda divertido.

Acabó abandonando la escuela tradicional a los 9 años y ahí empezó una trayectoria académica de infarto. A los 12 empezó a estudiar Psicología y Medicina en la universidad. A sus dos licenciaturas le siguieron seis maestrías y dos doctorados en centros tan prestigiosos como Harvard en Estados Unidos o Oxford en Reino Unido.

Hoy, con solo 28 años y recién casado, continúa estudiando y realizando investigaciones sobre los menores superdotados en México desde el CEDAT.

Este centro no recibe ningún apoyo económico público sino que se financia de manera totalmente privada gracias a los pagos de matrícula y cuotas de los familiares de alumnos, quienes siempre deben tener un coeficiente mínimo de 130 para ser admitidos.

No obstante, en el centro aseguran que los honorarios se pueden personalizar a las capacidades económicas más bajas de las familias con otras modalidades, como una enseñanza de menos horas diaria o asesorías mensuales para aquellos que viven fuera de Ciudad de México.

El doctor Almazán empezó a estudiar Medicina con solo 12 años.

Más niños que niñas
En los estudios del doctor Almazán siempre sale a relucir una realidad que es también visible en los pasillos del CEDAT: la existencia de menos niñas superdotadas que niños .

Almazán afirma que hay factores genéticos que explican esta realidad, ya que para que una niña sea superdotada debe contar con dos progenitores que también lo sean. En el caso de un niño, en cambio, es suficiente con que lo sea solo uno de los padres.

Además, también apunta a que en muchos casos es más difícil encontrar a estas niñas porque "socialmente pueden ser más pasivas, obedecen más que el niño, que choca más y a quien se le acaba haciendo una prueba para ver qué le ocurre. Pero muchas de ellas se mimetizan más con el entorno con tal de ser aceptadas".

Los alumnos también cuentan con una reproducción de supermercado para aprender sobre economía doméstica.

"Por todo esto vemos que hay una discrepancia considerable todavía en cuestiones de género que intentamos cerrar. La brecha no debería ser mayor a seis niños por cuatro niñas, pero en cambio es más fuerte… de siete frente a cuatro, o incluso de ocho frente a dos", asegura el experto.

Cuando a estos niños no se les ofrece una educación adaptada a su realidad, "hay como un proceso de atrofia", compara Almanza. Las capacidades se van perdiendo por falta de uso y hace que estas personas se acaben frustrando o incluso deprimiendo.

El experto reconoce que aún quedan grandes desafíos como concientizar tanto a la sociedad como a las autoridades de que estos niños existen. "Ahora hay más conciencia de que medicarlos no es la solución, pero a veces la presión también hace pensar a algunos padres que darles un tratamiento es más fácil… Hay muchos retos, pero estamos motivados", le dice a BBC Mundo.

Los jóvenes alumnos aprenden sobre algunos misterios de la física cuántica.

Mientras, Alexis y Mikella continúan su formación en el CEDAT y sueñan con su futuro. Él aspira a ser "químico, veterinario o médico". Ella quiere ser astronauta, pero apunta a una ambición aún mayor si cabe.

"Quiero estudiar las células humanas para que muten y tengan características… ¿conoce a Flash, que va súper rápido? El cuerpo humano podría acabar teniendo esas características que vemos en televisión. Muchos van a pensar que eso no es verdad y que estoy loca, pero sí se puede lograr", dice convencida.

Antes de despedirnos, le preguntamos por una frase que les motive y Alexis recita una de Albert Einstein: "La imaginación es más importante que el conocimiento".

"Me inspira porque es como que no importa lo que sepas ahora. Lo que importa es que vas a descubrir cosas, y eso va a ser lo que te va a hacer inteligente", asegura antes de regresar a su aula.

¿Cuál es el perfil de los niños superdotados?
Hiperactividad, que disminuye al presentarse una tarea demandante o de interés.
Aprendizaje rápido.
Distraído (por la hipersensibilidad de los sentidos), aunque con la capacidad de aprendizaje sin prestar atención.
Interviene en conversaciones de adultos, puede comprenderlas y le gusta conversar con gente mayor.
Continuamente arma objetos o estructuras.
Tiende a querer imponer sus reglas.
Sensible en el área emocional.
Tiene baja tolerancia a la frustración, lo que genera una búsqueda incansable por conseguir siempre sus objetivos.


PD.: Hay muchas cuestiones discutibles en este informe. En primer lugar considerar que hay mas niños que niñas de altas capacidades, es una discriminación, injusta y falsa, además, la educación de estos niños no debe ser confiada a un centro privado donde prevalece el dinero de la familia, debe impartirse en centros públicos.y hay muchos matices que marcan diferencias de criterios y falta de fundamentos científicos. Estos niños y niñas son muy valiosos y merecen ser atendidos mucho mejor, la falta de diagnóstico y tratamiento e intervención muestra las carencias e injusticias a los que estos niños son olvidados de la atención justa y necesaria.

domingo, 9 de abril de 2023

ALTAS CAPACIDADES. Niños con altas capacidades: mitos y verdades.

Los menores con gran potencial intelectual no destacan en todo, se desmotivan con facilidad si no se atiende su curiosidad y se sienten diferentes a sus iguales, por lo que precisan de una atención individualizada y una adaptación curricular por parte de los profesores

La imagen de un niño o niña con altas capacidades suele estar distorsionada, ya que a menudo se suele asociar al alto rendimiento escolar y a una adecuada adaptación al sistema social y educativo. Sin embargo, según la última estadística al respecto del curso 2019-2020 del Ministerio de Educación y Formación Profesional, tan solo el 0,47% del total de la población española en edad escolar tiene descubiertas sus altas capacidades, y el 50% de ellos fracasa en los estudios. “Estamos muy lejos de detectar a la mayoría de niños más capaces, con la consiguiente repercusión que supone para un país desperdiciar ese potencial. De hecho, incluso, suelen ser objeto de acoso escolar de forma habitual, como todos los menores que se diferencian por algo”, explica Rosa María Espada, vicepresidenta de la Asociación de Altas Capacidades y Talentos de Arroyomolinos (AACT).

Descubrir la realidad sobre los menores con altas capacidades pasa por dejar mitos atrás y entender cuestiones como, según explica esta experta, que no son buenos en todo y se pueden desmotivar si no se atienden sus necesidades específicas: “Como en el caso de sus intereses, que suelen diferir con los temas tratados en el aula. Tampoco son siempre los más populares del colegio”. Estos niños precisan una atención individualizada y una adaptación curricular por parte de los docentes: “Si el único parámetro que se utiliza para detectar a estos niños es el del rendimiento escolar, gran parte de ellos quedan sin identificar y acaban por creer que no valen ni tienen cabida en el sistema educativo”, explica Espada.  Otro mito que suele acompañar a los niños con altas capacidades es que pertenecen a una alta clase social. Sin embargo, según argumenta, no se trata de algo que influya, excepto si el menor tiene limitaciones económicas que le impidan acceder a actividades que le motiven: “Por ello, es importante que tengan acceso a becas y a actividades, independientemente de su estatus económico”, expresa la experta.

En principio, los padres de un niño al que le detectan altas capacidades se pueden sentir desconcertados y asustados. “Nuestro hijo no era como los de nuestros amigos o los compañeros del colegio. Cuando llegas a este punto, te sientes solo. No lo puedes hablar con cualquiera, porque cuando lo comentas la gente tiene la misma idea sobre el tema que tú cuando empezaste y no se parece en nada a la realidad”, describe Lidia Muñoz, madre de Simón, un niño con altas capacidades de 11 años. Ella aclara que se trata de algo para toda la vida y que conviene acompañar al menor con paciencia, flexibilidad y acudir a una asociación que trabaje en esta cuestión.

“Poder escuchar a alguien que ya ha pasado por esta experiencia es catártico. Descubrir que tu hijo no tiene por qué ser ingeniero o hablar seis idiomas ayuda a rebajar las expectativas y entender que se trata de alguien que piensa más rápido, siente más intensamente el mundo y percibe lo que otros no”, relata Muñoz. La crianza es un reto: “Quizás suspenda, repita algún curso, le cueste encontrar amigos o se sienta diferente a sus iguales. Puede que se dedique a ser titiritero y será perfecto. Lo importante es que haga lo que le apasiona y encuentre su camino”. Esta madre recalca también la importancia de tener en cuenta que se trata de niños, independientemente de sus capacidades: “Puede parecer que tienen más edad de la real por cómo hablan o razonan y, al segundo siguiente, actuar como si tuvieran menos años, pero necesitan lo mismo que el resto, unos padres que les quieran, escuchen, apoyen y jueguen con ellos”.

Perfil psicológico de la alta capacidad
“Nacen con un gran potencial intelectual y varía según el uso que se le da, dependiendo del entorno, la situación de vida individual o la educación. También existe un componente genético y los hermanos o padres suelen tener también altas capacidades”, indica por su parte la pedagoga Maite Garnica, experta en diagnóstico e intervención en altas capacidades y directora de CES Superdotados. Garnica recomienda que cuando los padres sospechen que su hijo puede tener ese potencial intelectual, deberían solicitar una valoración a través del centro educativo o de un gabinete especializado para establecer una atención individualizada: “En este sentido, cada comunidad autónoma tiene su propia legislación al respecto”. Por ejemplo, según informa la pedagoga, la Comunidad de Madrid cuenta con un programa específico para este tipo de alumnos a los que, para formar parte de él, requieren un perfil homogéneo, que incluya la alta creatividad y facilidad para mantener la atención sostenida en el aula.

Una vez que se confirma la alta capacidad, esta especialista hace varias recomendaciones para los progenitores, entre ellas:

-Potenciar la curiosidad y ganas de saber del niño a través de actividades de ocio que le motiven especialmente. 

-Acompañarle y comprenderle en la gestión de las injusticias, de los miedos realistas que tiene y en la baja tolerancia ante el error que suele presentar. 

-Acoger su hipersensibilidad como una forma de percibir y sentir positiva, enseñándole a desarrollar recursos que le ayuden a gestionarlo. 

-Hablarle sobre temas intelectuales como a un niño de mayor edad, pero entendiendo que en cuanto a 
cuestiones emocionales siente como otro niño de su edad. 

-Estar pendientes de su desarrollo en cada área de la vida, como la social, por si en algún momento requiere ayuda más específica.

lunes, 29 de junio de 2020

¿Qué ocurre con los niños prodigio cuando crecen?

Antes de poder caminar, ya Michael Kearney había empezado a dominar el inglés.

Desde que tenía cuatro meses, cuando pronunció su primera palabra, Kearney tenía las características de un niño prodigio.

Educado en casa por sus padres, su desarrollo intelectual se aceleró a un ritmo frenético. Tras pasar rápidamente por la secundaria y el bachillerato, Kearney ingresó en la Universidad de Alabama en 1991, con solo 8 años.

Dos años más tarde, se graduó en Antropología, lo que supuso su entrada en el Libro Guinness de los Récords como el graduado universitario más joven. Esta marca permanece imbatible a día de hoy.

El éxito académico continuó en su adolescencia y hasta que cumplió 20 años. En ese tiempo consiguió dos másteres, un doctorado y un millón de dólares que se ganó en un juego de trivial.

Lo que sucedió desde entonces está menos documentado. Desde finales de la década de los 2000 no existe mucha más huella documental en internet sobre Kearney.

Hoy en día, según averiguó la BBC, el hombre de 35 años vive su vida fuera del foco público y su último paradero conocido es la ciudad de Nashville, Tennessee, Estados Unidos.

Desde el maestro músico Wolfgang Amadeus Mozart hasta la talentosa matemática Ruth Lawrence, no hay dos niños prodigios iguales. Sin embargo, el caso de Michael Kearney es un recordatorio de que la precocidad no necesariamente garantiza el éxito y la atención durante toda la vida adulta.

Laurent Simons, el niño prodigio
El caso de Laurent Simons, un niño genio belga de 9 años, recuerda a todo lo que también prometía Michael Kearney en su momento.

Él también posee talentos excepcionales que ha canalizado en actividades académicas. Si alguien podía romper el récord universitario de Kearney, el pequeño Laurent parecía ser el indicado.

Primero apareció en los titulares en 2018, cuando a los 8 años se graduó de la escuela secundaria junto a jóvenes que tenían 18. Se dice que Simons tiene un cociente intelectual de 145, y desde entonces ha captado la atención de los medios.

Con sus credenciales de niño prodigio consolidadas, el siguiente paso era obtener el título de ingeniería eléctrica en la Universidad de Eindhoven, en Países Bajos. Desde noviembre, Simons estaba en camino de completar el curso de tres años antes del 26 de diciembre, el día de su décimo cumpleaños.

Laurent Simons leyendo.
Laurent Simons, de nueve años, estaba estudiando para obtener el título de ingeniería eléctrica. Al parecer, tenía el antiguo récord de Kearney en el punto de mira.

Pero a principios de este mes, la universidad dijo que no sería factible que Simons completara el curso antes de cumplir los 10 años, y le ofreció una fecha de graduación a mediados de 2020. Sus padres, Alexander y Lydia, rechazaron la oferta e inmediatamente lo sacaron del curso. Dijeron que continuaría sus estudios en una universidad en Estados Unidos.

Laurent Simons deja la universidad porque no le iban a dejar graduarse antes de los 10 años En su defensa, la universidad argumentó que si Simons apresuraba el curso, su desarrollo académico se vería afectado.

La institución también se posicionó en contra de "ejercer una presión excesiva sobre este estudiante de 9 años" que, según dijo, tenía "un talento sin precedentes".

Laurent Simons, en la foto junto a sus padres, iba a terminar en 10 meses un curso que requiere 3 años. Rompa el récord o no, el progreso académico de Simons sigue siendo excepcional. De cualquier forma, se espera que se gradúe de la universidad, cuando sea y donde sea.

Aunque la presión para graduarse se ha intensificado, a Simons no parece afectarle. En las entrevistas se muestra seguro y optimista por un futuro lleno de posibilidades. Entre sus objetivos está estudiar medicina y fabricar órganos artificiales.

Según la profesora de psicología de la Universidad de Boston Ellen Winner, Laurent tiene "furor por superarse", es decir, una motivación imparable para dominar sus habilidades.

Cuando Laurent se convierta en adulto, quizás llegue al tope de esa habilidad, permitiendo que otros individuos de edad similar le alcancen. Como resultado, puede que su talento sea menos especial.

"Cuando los prodigios no realizan la transición a creadores adultos, pueden llegar a sentirse como fracasados", dijo Winner a la BBC. "Nadie se interesa por un chico de 21 años que puede tocar el violín con habilidad, que domina el cálculo o que entiende latín o griego".

La profesora de psicología Ellen Winner dijo que Laurent tiene "furor por superarse".

Prodigio en matemáticas
Gabriel Carroll, de 30 años, se siente incómodo cuando otros hablan sobre su ilustre pasado como niño prodigio.
"Es como si no hubiera hecho nada desde entonces", dijo a la BBC.

Pero la vida adulta de Carroll está lejos de ser un fracaso. Como profesor de economía en la Universidad de Stanford, persiguió una carrera vinculada a su don de resolver problemas matemáticos.

En sus exámenes SAT (Pruebas de evaluación académica) de séptimo grado, Carroll obtuvo la puntuación más alta de California, incluyendo un perfecto 800 en matemáticas.

En la escuela secundaria, su habilidad matemática se puso a prueba contra las mejores mentes jóvenes del mundo en la Olimpiada Internacional de Matemáticas, donde ganó dos medallas de oro en 1998 y 2001.

Al hablar de sus logros, Carroll usa un tono humilde. Se encuentra más cómodo señalando sus debilidades que sus fortalezas.

Gabriel Carroll consiguió la nota más alta de matemáticas en el estado de California el séptimo grado.
"Me siento menos habilidoso en la interacción social y las emociones de lo que habría sido si no estuviera tan centrado en la parte técnica", dice.

Destaca como sus padres, ambos trabajadores tecnológicos en California, le inculcaron su gusto por lo que hace. Ellos fueron "extremadamente importantes" en su desarrollo, enseñándole matemáticas y dándole libros de problemas para resolverlos desde que tenía seis años.

Con respecto a su crianza, se siente "muy afortunado en general", pero tiene un "par de lamentos".

Se refiere a la capacidad de niño de poder actuar con independencia, libre de la influencia abierta de sus padres. Este hecho cobra una relevancia particular en el contexto de los niños prodigio, cuyos padres comúnmente se les describe como dominantes e insistentes.

Etiqueta
"Soy consciente del mito, o creencia popular, de que los padres de alguna manera deben estar presionando a sus hijo para que viva sus sueños. Creo que esto es cierto en algunos casos, pero no en la mayoría", dijo Jennifer Pike, una violinista que irrumpió desde muy joven en la música clásica.

Jennifer Pike ganó el premio a Músico del Año de la BBC a los 12 años.

Pike, y no sus padres, fue la que tomó la iniciativa. Su autodeterminación se hizo más evidente en 2002, al ganar la competición de Músico Joven del Año de la BBC cuando solo tenía 12 años.

En ese momento se convirtió en la ganadora más joven de ese premio, récord que mantuvo durante seis años. Desde entonces, su mayor desafío ha sido "superar esa percepción propia en algún momento de su vida".

"La gente quiere mantenerte en esa caja", dijo Jennifer, ahora de 30 años.

"Nada más que probar"
Anne-Marie Imafidon, una emprendedora tecnológica con un máster en la Universidad de Oxford, en Reino Unido, dice que no puede imaginar una vida fuera de esa caja.
"Siempre he tenido esa etiqueta", dijo a la BBC.

La etiqueta fue puesta desde que Anne-Marie y sus cuatro hermanos fueron nombrados "la familia más inteligente de Reino Unido" por los medios británicos.

Imafidon destacaba en la escuela por sus habilidades en computación, matemáticas y lenguajes. Superó dos Certificados Generales de Educación Secundaria cuando aún cursaba la primaria y a los 11 años se convirtió en la persona más joven en recibir el nivel A, el más alto, en computación.

Anne-Marie Imafidon tiene un máster en la Universidad de Oxford

Casi 20 años después, Imafidon dice que no le queda nada más por probar.

Y eso es porque no se considera a sí misma una genio de la forma que "se ven en las películas". Sobresalir en su campo de dominio, es decir, las matemáticas y las ciencias de la computación, es suficiente para ella.

La diferencia entre un adulto genio y un niño prodigio es importante. Según Winner, la profesora de psicología, un prodigio es un niño muy precoz en cierto campo, dominando un campo que ya se ha inventado. Un genio sería alguien que revoluciona un área de conocimiento.

"La mayoría de los prodigios no dan el salto en la edad adulta desde la maestría hasta los grandes descubrimientos creativos", dijo Winner. "Algunos lo hacen, la mayoría no. En cambio, la mayoría se convierten en expertos en las áreas que dominan, siendo profesores de matemáticas o intérpretes en una orquesta, por ejemplo".

Al igual que Imafidon y Carroll, Jennifer Pike dijo que "nunca definió el éxito en términos de logros de ese tipo". Sus objetivos de vida son mucho más modestos.

"Estoy feliz de tener una carrera y haber sobrevivido este recorrido", dijo Jennifer.

Laurent Simons dijo tener "planes gigantes" para el futuro en su cuenta de Instagram. Sobrevivir al tránsito de la niñez a la adultez con el aura de éxito intacta es exactamente lo que consiguieron los tres. Sus dones han trascendido la niñez, consiguiendo reconocimiento como adultos.

En cuanto a los niños prodigios que no lo hicieron, queda como una historia de advertencia para la próxima generación.

Por ahora, Laurent Simons asume su momento, publicando sobre sus "planes gigantescos" en Instagram.

Pero la profesora Winner dijo que los niños prodigios como él deberían desconfiar de la escena pública. Dadas las pruebas y tribulaciones de la vida adulta, no hace falta ser un genio para entender por qué.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-50879819

miércoles, 6 de febrero de 2019

“Si tienes un hijo con altas capacidades, no te queda más remedio que cambiar tu modelo de autoridad”. Los psicólogos Olga Carmona y Alejandro Busto reprochan al sistema educativo su incapacidad para detectar y alentar el desarrollo de los niños superdotados.

ALTAS CAPACIDADES
La psicología era su segunda opción. Y aun así le han dedicado los últimos 20 años de su vida. Olga Carmona (Madrid, 1968) y Alejandro Busto (Montevideo, 1966) estudiaron en la UNED y se conocieron en un congreso de psicología en Barcelona. “El debate entonces era si se podría llegar a hacer terapia en Internet, algo que hoy hacemos”, cuenta Busto riéndose. Después, en el año 2000, llegó Ceibe, el centro de psicología en el que atienden a padres desconcertados por el diagnóstico de alta capacidad de sus hijos, donde les orientan para superar “el miedo” que les da la detección. “No lo viven de un modo optimista, a pesar de que lo que les estamos diciendo es que sus hijos tienen un gran potencial”. Esa y otras enseñanzas las han plasmado en El genio que llevas dentro (Ediciones B), un libro con el que han querido romper el paradigma de la inteligencia académica como la única relevante. “Queremos que los padres empiecen a ver a sus hijos desde un lugar más sano a través del conocimiento de las inteligencias múltiples, comenta Carmona. Y avisan: “Todos los niños tienen esas inteligencias en mayor o menor medida”.

Esta pareja, con dos hijos de altas capacidades, pretende desterrar la idea de que “un niño que académicamente no es bueno no es inteligente”. Y quiere que padres e hijos descubran que se puede ser listo de múltiples maneras. Hay hasta ocho formas, según apuntó en 1983 el psicólogo Howard Gardner de la Universidad de Harvard. La inteligencia espacial, la musical, la corporal, la interpersonal, la lingüística, la lógico-matemática, la naturalista y la intrapersonal. “Y todas están bien, no hay ninguna mejor que otra”, cuenta Carmona. “Parece que los niños que son buenos músicos o buenos deportistas no son inteligentes, y lo son, aunque de otra manera”. No querían que el libro “fuera un tostón”, por eso apostaron por reinos, metáforas, juegos y referentes como Leo Messi o Jane Goodall para que padres e hijos recorran juntos el camino de las inteligencias múltiples.

El problema viene con la gestión de las altas capacidades.  Según estos psicólogos, los menores superdotados ya saben desde muy pronto que son diferentes, porque “se dan cuenta de que sus intereses no tienen nada que ver con los del resto”. Y en ese punto, avisan, es importante que los padres sean capaces de decirle qué es exactamente lo que le está pasando, “porque, si no, lo entienden como algo malo. Pueden llegar a decir que están enfermos porque les interesan los dinosaurios y no pueden dejar de pensar en ellos”.

Los padres también tienen que reeducarse, porque piensan que cuando su hijo ingresa en la alta capacidad su educación “está hecha” y exigen sobresalientes. Pero esas notas, sostienen, “dependen del sistema educativo, del tipo de examen y hasta de que le interese la materia o no al crío”. Por eso, continúan, los padres tienen que cambiar el paradigma. “Si tienes un hijo con alta capacidad no te queda más remedio que cambiar tu modelo de autoridad”. Ambos han constatado en estos años la desesperación que alcanzan algunos. "Llegan y te dicen: nada funciona. Los premios no sirven. Los castigos tampoco. No hay nada de lo que yo sé hacer o de lo que a mí me han enseñado a hacer que funcione”.

Y a los profesores, explican, tampoco se les ha enseñado a manejar esto. “Solo identifican como sobredotados a quienes obtienen sobresalientes, pero estos no son el prototipo. El superdotado es un cuestionador, Y claro, los profesores viven eso como un desafío a su autoridad. Además, les hacen caer en inseguridades”. Carmona y Busto lamentan que la respuesta de los centros educativos a la superdotación sea, por norma general, “horrorosa”, y que esta vaya “desde me da igual, a la negación: ‘No, no tiene altas capacidades por más que lo ponga en el informe’”. Ambos se quejan de que “un niño pueda ser alta capacidad en Murcia y no en Madrid, porque los criterios de detección son distintos”.

Carmona y Busto, que esperan una revolución en la forma de enseñar, quieren que el modelo educativo se sensibilice y permita integrar las necesidades de este tipo de alumnos. “Sabemos que en el Ministerio de Educación hay un grupo de profesionales muy sensibilizados. No solo con las altas capacidades, sino con la competencia general”. Ambos autores han escudriñado cuáles van a ser las competencias del siglo XXI que se van a tener que adquirir en la escuela. Y sostienen que muchas de ellas no están ligadas para nada a las enseñanzas tradicionales. “Estamos educando a niños del siglo XXI en una escuela del siglo XX con metodología del siglo XIX”, zanja Carmona.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/02/08/mamas_papas/1549614653_788005.html

Señales de altas capacidades en bebés

lunes, 26 de marzo de 2018

Superdotados, el puzzle de las altas capacidades

De cada cien personas, dos o tres tienen una mente maravillosa. ¿Pero ser superdotado es el paraíso o el infierno? Las altas capacidades intelectuales hacen pensar y sentir de otra manera. Y obligan a convivir con el estereotipo y los tópicos que provoca el miedo a lo desconocido. Esta es la historia tras las etiquetas.

YA NO BUSCO causas a mi pensamiento desmesurado, ya no me comparo. Conocer mis capacidades era la pieza perdida del puzle y el diagnóstico es la tregua con el pasado que me permite reconstruir el presente y disponer de un filtro precioso con el que ver la vida”. Es la reflexión de una joven universitaria de 20 años diagnosticada como superdotada que en su pasada crisis emocional llegó a creer que padecía un trastorno mental.

Dos o tres de cada cien personas piensan y sienten de manera diferente al patrón general. Discurren, aprenden y procesan más rápido. Son mentes excepcionales, capaces de desarrollar una actividad neuronal tan intensa que los neurobiólogos han acuñado la expresión “cerebro en llamas” para describir las imágenes registradas mediante escáner que dan cuenta de su rendimiento intelectual. Lo suyo es el pensamiento arbóreo: una idea conduce a otra idea y esta a otra creando ramificaciones. Sienten también de manera distinta porque poseen una elevada sensibilidad emocional que puede hacerles más vulnerables. Su hábitat es un bosque intrincado de ideas y sentimientos, cercado por tópicos y estereotipos. Y atacado, a veces, por la animadversión que suscita la diferencia. Los superdotados huyen de ese estigma y reivindican su personalidad, conscientes de que el cociente de inteligencia (CI) puede ser una trampa, un arma de doble filo. ¿Ser superdotado es el paraíso o el infierno, una fortuna o una maldición, motivo de regocijo o de desgracia? ¿Y qué es la inteligencia?

“Miraba a mi hijo y sentía como si tuviera delante a dos personas: una era el adulto a quien se le podía hablar de cualquier cosa; la otra, el niño que en realidad era y que no comprendía ciertas actitudes propias de las debilidades humanas. ¡Y yo nunca podía saber con cuál de las dos personas iba a hablar!”. Es la impresión más vívida que Montserrat Martí Sol, barcelonesa de 53 años, conserva de la niñez de su hijo, Jaume.

En la infancia de las personas con altas capacidades intelectuales, el niño y el adulto cohabitan en el mismo ser en una simbiosis singular. Su alto grado de desarrollo mental —tres, cuatro, cinco años superior al que les correspondería por su edad— se asienta en un fondo emocional tan infantil y vulnerable como el de sus compañeros, si no más. Bajo su aparente desgana escolar, que les lleva en muchos casos a ser diagnosticados erróneamente con un trastorno de déficit de atención (TDA), late en ellos un desbordante entusiasmo por el conocimiento, una desmesurada pasión por las palabras y una querencia obsesiva por los números. Textos y ecuaciones, problemas y enigmas desfilan incesantemente a gran velocidad por sus bien engrasadas autopistas mentales sin que el sueño pueda actuar siempre de eficaz interruptor.

El incremento sostenido del cociente medio de inteligencia, registrado a lo largo del siglo XX gracias a la mejora nutricional y tecnológica, ha empezado a detenerse en los países más desarrollados. Mientras tanto, se intensifica la búsqueda global de talentos con que hacer frente a los nuevos retos de la humanidad. Aunque los porcentajes varían en función de los criterios aplicados, es un hecho que al menos el 2,28% de la población mundial está capacitada para alcanzar los 130 puntos en los test de inteligencia, la línea establecida convencionalmente a partir de la cual se declara la superdotación intelectual. El número de alumnos de estas características detectado en España en el curso 2015-2016 ascendió únicamente a 23.745. Se calcula que solo en la enseñanza no universitaria existen otros 180.000 no identificados y, en consecuencia, privados de las ayudas escolares previstas para ellos. El 60% de los niños llamados “superdotados” puede estar abocado al fracaso escolar. Talento que no se cultiva ni identifica correctamente, talento que corre riesgo de malograrse. ¿Es la falta de aprovechamiento del ingente caudal de inteligencia que se pierde por los sumideros de la desinformación, la inercia y la rigidez estructural del sistema educativo lo que explica la pobre representación de los alumnos españoles clasificados como “excelentes” en los informes PISA?

Muchos alumnos con altas capacidades optan por mimetizarse en el paisaje escolar convencional para librarse del sambenito de raro y no desatar rechazo. Hay que olvidarse del arrollador chico listo triunfador líder de la clase. Y fijarse más bien en aquella alumna despistada, habitualmente abstraída en sus pensamientos, que no puede dejar de discutirle al profesor aquello que no le parece razonable. Observe también a ese otro chico que está solo en un rincón del patio mientras los demás corretean tras la pelota. O al niño que cuenta los peces de la pecera y construye su propio mundo de objetos. Los que se autoproclaman sobresalientes y dicen que sacaban muy buenas notas contribuyen al error que lleva a la gran mayoría de profesores a identificar erróneamente como superdotados a alumnos que manifiestan buen rendimiento escolar. Hay de todo en el muestrario de los superdotados ilustres o glamurosos declarados: Stephen Hawking, Steve Jobs, Bill Gates, Bobby Fischer, Gary Kaspárov, Marilyn vos Savant, Arnold Schwarzenegger, Geena Davis, Paris Hilton, Shakira, Nicole Kidman, Sharon Stone, Quentin Tarantino… Pero lo que no resulta extraño es que el estudiante de altas capacidades sea visto como el tonto, por despistado, de la clase.

Lea Vélez, 47 años, madre de Michael (10) y Richard (8), tiene en casa sendas muestras del cambio brusco de personalidad que experimentan muchos estudiantes con altas capacidades. Es la prueba de cómo niños comunicativos, dinámicos y felices en casa se transforman en estudiantes pasivos, retraídos e infelices en el colegio. “Los mismos que en casa no se callan ni debajo del agua y no paran de hacer preguntas y observaciones difíciles e ingeniosas enmudecen en clase porque se aburren mortalmente”. Guionista y escritora, Vélez sostiene que el sistema no sabe muy bien qué hacer con los superdotados pese a que, sobre el papel, se ofrece la posibilidad de ampliarles o enriquecerles el temario, añadirles dos asignaturas e, incluso, pasarles de curso. “Nuestros métodos educativos están basados en la reiteración, cuando, precisamente, estos niños, que tienen su fuerte en las áreas intelectual y verbal, abominan de la repetición y la rutina”, prosigue Vélez. “Los profes los consideran vagos, pero ¿cómo no se van a aburrir de conjugar el verbo croar si ya a los cinco años me pedían que les indicara las partes del oído, me preguntaban de qué estaba hecha la lengua por dentro y me explicaban que los cables son la venas de la electricidad? Fíjese, cuando tenía ocho años, Michael me planteó la siguiente cuestión: ‘Mamá, ¿por qué los astrofísicos creen que el origen del universo fue el Big Bang? Si es el inicio de todo, ¿cuál es el detonante? ¿Cómo puede una explosión ser el origen de todo sin detonante?’. A mí me han enseñado a fascinarme por cuestiones de física, química y astronomía. Aprendo mucho con ellos”.

A juicio de esta escritora, la alternativa pasa por mejorar la formación del profesorado y aumentar las clases extraordinarias de enriquecimiento escolar. “El mismo niño que a grito pelado se aferraba a la barandilla porque no quería ir al cole, se levantaba, se vestía él solo y me esperaba impaciente junto al coche para que le llevara al curso de enriquecimiento de física y química”, dice Vélez. “Y al revés: uno de mis hijos ha tenido soriasis y ataques de asma ante la proximidad de una de esas pruebas tediosas que tanto les horrorizan. Ver el ejercicio y empezar a rascarse por el cuerpo es todo uno”. Los estudios de la asociación internacional de superdotados Mensa confirman una prevalencia mayor de las enfermedades asociadas al estrés y la ansiedad entre las personas con alto cociente intelectual.

Muchos superdotados han pasado por la escuela, la vida social y el trabajo sin problema alguno. Más bien, bendecidos por sus capacidades: su potencia de aprendizaje, su creatividad, facilidad para los idiomas o las matemáticas. Pero otros conocen bien, por experiencia propia, el acoso escolar. “Yo era el pitagorín que no caía bien a nadie, tampoco a los profes, dada mi tendencia a hacerles preguntas incómodas”, dice José Beltrán-Escavy, doctorado en Robótica por la Universidad de Tokio y examinador en la Oficina Europea de Patentes de La Haya. “Con 14 años, un grupo de alumnos me colgó del cuello con la cuerda de una persiana y les faltó poco para haberme matado. Me quedó una marca morada en el cuello durante tres semanas. A los 21 años, entré en la asociación Mensa. Probablemente, eso me salvó de convertirme en un amargado insoportable y solitario”.

—¿Qué le ha aportado tener un alto CI?

—Una capacidad de sintetizar muy grande que me permite retener información y encontrar conexiones entre datos separados. También una memoria bastante buena y facilidad para los idiomas: aprendí catalán en 15 días, japonés en 6 meses, alemán básico en 2 meses y rumano en 6 días. A cambio, tengo una ligera discalculia (dislexia para los números). Para cualquier cálculo matemático necesito tirar de lápiz y papel, o de calculadora.

—¿El CI ha contribuido a su felicidad?

—En conjunto, supongo que sí. Si me hubieran hecho esta pregunta a los 14, mi respuesta habría sido diferente.

Muchos superdotados no han olvidado la percepción de ajenidad que les produjo el primer encuentro con sus compañeros de clase. “Yo los veía como unos brutos gritones y ellos, a su vez, me veían a mí diferente”, recuerda Ramón Campayo, 52 años, natural de Albacete, campeón del mundo de memoria en nueve ocasiones. “Me mantuve en mi mundo, en un rincón, sin amigos. Supe que tenía que tratarme a mí mismo con cariño y aprendí a aceptar que siempre habrá personas a las que les caerás mal”. Con más de 190 de CI, este hombre puede leer 2.500 palabras por minuto y memorizar 124 números en cuatro segundos. Dice que la técnica y el ejercicio memorístico pueden más que las capacidades innatas. Y añade que, cuando compite, el voltaje de su actividad neuronal se le dispara hasta los 42 grados de temperatura. En una ocasión tuvo que ir al médico porque su cabeza estaba a punto de estallar con “la fiebre de la inteligencia”.

La maldición de la inteligencia es el título del libro en el que la psicóloga clínica Carmen Sanz Chacón aborda los problemas que conducen, según ella, al fracaso personal y profesional a la mayor parte de las personas superdotadas. En Demasiado inteligente para ser feliz, la psicoterapeuta francesa Jeanne Siaud-Facchin sostiene que las altas capacidades conllevan fragilidad emocional y sufrimiento asociado a la sensación de inadaptación permanente y grandes dificultades para seleccionar, gestionar y organizar la ingente información que reúnen. Algunos expertos han detectado de manera inequívoca en los superdotados un dolor existencial intrínseco. Les atribuyen un particular compromiso con la justicia, la verdad y la solidaridad/empatía hacia quienes sufren. Cabría añadir una acusada sensación de incomprensión permanente y la necesidad de salir de la soledad y de buscar al “otro” entre sus pares, preferentemente. De ahí que sean tan frecuentes las parejas formadas por personas con altas capacidades.

“La superdotación es una forma de ser, pensar y sentir distinta, pero por sí misma no impide alcanzar la felicidad”, indica Maite Garnica, pedagoga y autora del libro   “Las características cualitativas emocionales se manifiestan como diferentes a la mayor parte de la gente”, prosigue Garnica. “Tiende a cuestionar su valía, posee una baja tolerancia a la frustración, es altamente susceptible, soporta mal los motes y resulta víctima de un afán perfeccionista que conduce a la insatisfacción”. Establecido que cada superdotado posee un perfil diferente, esta pedagoga detecta en esos niños individualismo derivado de la falta de intereses compartidos con sus compañeros y de su gran capacidad de comprensión de los conceptos abstractos, además de una curiosidad temprana por las cuestiones filosófico-religiosas trascendentales. Disponen, igualmente, de un elaborado sentido del humor y una percepción sensorial de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto más acusada de lo normal. La precocidad y la memoria serían indicativos de un alto CI, aunque no marcadores definitivos. El mismo CI es visto cada vez más como una referencia mejorable, de contornos difusos. ¿Qué pasa con los que obtienen 129 puntos en lugar de los 130 establecidos? ¿Acaso la distancia entre estos últimos y los que superan los 160 puntos no es mayor que la que existe entre los “raspados” y el resto que, en el 70% de los casos, se sitúa en la banda entre 87 y 114 puntos?

Atendiendo a su experiencia, Garnica subraya la necesidad de combinar la inteligencia intelectual con las técnicas de “inteligencia emocional” que permiten conocerse mejor, gestionar las emociones y desarrollar la empatía y la asertividad hacia los demás, de forma que la tendencia al fracaso que se observa en muchas personas con alto CI se transforme en éxito personal y social, en bienestar anímico. “Si el superdotado no aprende a controlar y a poner consciencia sobre sus pensamientos, son estos los que dominan su mente, sus emociones y su vida”. Como directora del madrileño Centro Especializado en Superdotados (CES), Garnica ha visto a madres romper a llorar al saber la condición de superdotado de sus hijos. Este es su consejo a los padres: “No teman, su hijo podrá ser feliz. Hay que contarle que tiene un alto cociente intelectual y que no es raro, sino especial. Este es un paso primordial, cuestión de salud pública, porque ellos se sienten mejor cuando saben lo que les pasa y constatan que no es nada malo”.

De hecho, abundan los testimonios que ratifican la compatibilidad entre las altas capacidades y un razonable bienestar emocional. “No comulgo con quienes lo asocian con la desgracia”, señala Jesús Landart, 57 años, vecino de Irún. “Más vale ser listo que tonto, pero no tenemos mérito ni demérito por ser como somos. Todo el misterio es que nacemos con mayor dotación intelectual. El esfuerzo, el tesón y el trabajo pueden dar mejores resultados que la inteligencia no aprovechada”. Landart piensa que el rasgo común es la curiosidad por el conocimiento resultante de la mayor facilidad para entender conceptos abstractos. “Es lo que en euskera llamamos jakinmina (dolor, ansia de saber)”, concluye.

Matemático, ingeniero electrónico y filósofo, Jesús Landart forma parte de Mensa, el club de superdotados que en España cuenta con 2.300 socios y 160.000 en todo el mundo. Agrupa a personas que superan la barrera de los 130 puntos de CI en los test psicológicos, un espectro en torno al 2% de la población. “Somos una asociación de gran biodiversidad que se propone fomentar la inteligencia y crear un ambiente estimulante en la educación”, dice Elena Sanz, 54 años, química, natural de Errenteria (Gipuzkoa). “La inteligencia es una herramienta para la vida y el desarrollo de la razón. Pero ya sabemos que la razón no da la felicidad, de la misma manera que ser alto no te convierte en el mejor jugador de baloncesto ni en mejor persona”. Sanz no padeció el acoso de niña. “Me juntaba con las chicas malas de la clase. Con la diferencia de que yo aprobaba sin estudiar y ellas no”. Presidenta de Mensa entre los años 2013 y 2016, Sanz niega que este club responda al propósito de formar una comunidad dentro de la comunidad, aunque acepta la imagen de refugio que permite compartir inquietudes en un ambiente festivo, aderezado de refinada ironía humorística. “Hay socios que fuera de aquí no manifiestan su condición de superdotados, ni siquiera se lo cuentan a sus parejas. Los expertos en recursos humanos nos aconsejan no incluir el CI en los currículos. Hay que preguntarse por qué gente que acepta con naturalidad las diferencias en la estatura, el pelo o el color de los ojos, y aplaude a los deportistas de élite, soporta mal que otros tengan mayor capacidad intelectual”.

Carmen Po Marquina, de 44 años, trabaja de teleoperadora en un call center de Zaragoza y, como tantos otros superdotados, particularmente las mujeres, está habituada desde pequeña a disimular. “He tenido que callarme muchas veces. Supongo que tampoco es fácil mandar sobre personas de nuestras características porque nos gusta que nos expliquen las cosas para luego analizarlas. Esto es algo que yo no puedo evitar, pese a que con frecuencia mi opinión se toma como un ataque”. Po Marquina dice que en el cole se aburría. No entendía por qué los profesores explicaban una y otra vez lo mismo. Perdió los hábitos mínimos de estudio y renunció a ir a la universidad. “No he tenido una vida de éxito profesional, nunca me sentí más inteligente que los demás. Ser lista no te soluciona la vida”.

Tampoco Joseba, 35 años, vecino de Vitoria, soldador de profesión, llegó a la universidad. “Al contrario que otros chicos superdotados que optaban por aislarse, yo supe adaptarme. Pero preferí ponerme a trabajar y no me arrepiento porque vivo feliz. Siento alivio al mirar hacia atrás. Cuando mis compañeros de clase todavía se comían los mocos, me dio por reflexionar intensamente sobre la muerte. Pasé por un periodo de gran ansiedad. Ahora veo que lo mío no era tan raro”. A la teoría, casi nunca explicitada pero subyacente, de que las personas con altas capacidades son también más bondadosas, sinceras y solidarias, a causa de su supuesta mayor sensibilidad y conciencia de los problemas, la psicóloga Cristina Surroca, de 55 años y vecina de Barcelona, con dos hijos de 19 y 18, contrapone: “No está probado que la inteligencia suponga mayor tolerancia”. Su experiencia como socia y supervisora de los test que se exigen para ingresar en Mensa le lleva a concluir que el mundo no iría necesariamente mejor si los órganos de decisión estuvieran formados por superdotados. “La tolerancia reina entre nosotros, pero tenemos opiniones muy dispares. Tampoco estamos libres de las disputas, ni del peligro de creernos en posesión de la verdad. No disponemos de soluciones únicas ni contamos con unanimidad en nada. Entre personas, lo mejor es la mezcla”.

¿Qué es la inteligencia? A falta de un criterio unificado sobre la superdotación —tampoco hay un protocolo de actuación escolar común a todas las comunidades autónomas españolas—, el doctor en Psicología Roberto Colom define la inteligencia como “la capacidad general que nos permite razonar, resolver problemas y aprender de la experiencia”. Contra lo que establece el psicólogo Howard Gardner en su Teoría de las inteligencias múltiples (intelectuales, lingüísticas, lógico-matemáticas, visual-espaciales…), Colom reconoce una inteligencia general que controla las demás capacidades cognitivas: “Hay una inteligencia general compuesta de diferentes capacidades que están relacionadas. El alumno que hace bien las pruebas de matemáticas hace bien también lenguaje y ciencias, aunque puede haber excepciones”. Profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, Colom encuentra en la figura del candelabro —una base única con varios brazos—, la analogía más adecuada para su tesis. Tener conocimientos enciclopédicos, buena memoria, dominio del lenguaje o ser muy creativo no implica, en su opinión, por sí solos, ser muy inteligente. “Si quieres medir la capacidad atlética de una persona no le pongas solo a correr los 100 metros, ponle también con saltos de altura, a levantar pesas…”.

Este especialista español asegura que las altas capacidades pueden objetivarse gracias a las nuevas técnicas de neuroimagen. “Podemos analizar lo que ocurre en el cerebro, comprobar hasta qué punto las conexiones entre diferentes áreas cerebrales cambian según el nivel intelectual de los individuos”. Colom considera necesario combatir los estereotipos y contradicciones ambientales. “La idea de que la inteligencia del grupo es mayor que la suma de las inteligencias individuales de sus componentes es objetivamente falsa. Las altas capacidades mentales son vistas como algo perturbador y hasta facha, cuando resulta que tenemos que movernos en contextos muy competitivos que nos obligan a cuidar el capital humano, a no desperdiciar el talento. De hecho, la sociedad sí premia a los más inteligentes. No hay más que ver quiénes se sientan en la dirección de las compañías de éxito: o son superdotados o son personas que suplen con esfuerzo y tesón su menor potencia intelectual. Sería interesante que la selección para los puestos de responsabilidad estuviera en manos de la gente más capacitada, aunque ser más inteligente no te convierte en mejor persona”. Seguro que es así, aunque uno termine el reportaje con la sensación de haber estado en contacto con almas delicadas, hermosas.

https://elpais.com/elpais/2018/03/16/eps/1521200603_126765.html

sábado, 28 de octubre de 2017

_- Alumnado con altas capacidades. Los falsos diagnósticos, uno de los problemas a los que se enfrentan los superdotados. En España existen 23.741 alumnos con un cociente intelectual superior a 130.

_- "Siempre vi que era superdotado; Iba quemando etapas del desarrollo por adelantado". La certeza de María Dolores Palacio cuando habla de su hijo Enol contrasta con el diagnóstico médico que recibió el joven en su adolescencia: trastorno por déficit de atención (TDAH). No existen cifras oficiales, pero este error es uno de los principales problemas a los que se enfrentan los niños y jóvenes —y sus padres— con superdotación.

"Durante su infancia hicimos que se desarrollara todo lo que él quería, en el colegio se aburría, pero encajó. La adolescencia fue más problemática y no se sentía a gusto, no encajaba con nadie", relata Palacios. Su calvario y el de su hijo comenzaron en cuarto de ESO. Ante las críticas y las calumnias que Enol sufría en colegio, la madre decidió recurrir a un psiquiatra que demostrara la ausencia de enfermedades mentales. "Cada paso desde entonces fue un error", recuerda. El resultado fue un diagnóstico erróneo y un tratamiento al que Enol se fue enganchando. El diagnóstico como superdotado solo llegó después de un largo periplo, dos meses antes de que Enol, con un cociente intelectual superior a 150, muriera en accidente de tráfico cuando conducía medicado.

El error en el diagnóstico es consecuencia, en ocasiones, de la falta de observación y una tipificación en base a signos como la falta de interés, que no tiene en cuenta el contexto en el que se producen. Así lo cree Mari Ángeles Fernández, psicóloga educativa en la Comunidad de Madrid. "Es importante diferenciar. Un niño con TDAH es desatento y movido en todas las actividades que realiza. Un superdotado o niño con altas capacidades solo lo es en aquello que no le interesa o cuando se aburre en una clase", aclara.

En España existen 23.741 alumnos identificados como superdotados—es decir, con un cociente intelectual superior a 130—, pero se calcula que hay casi 140.000 sin diagnosticar, (entre el 2 y 5% de la población) según el último informe de la Fundación El Mundo del Superdotado.

Muchas veces, según los especialistas, el problema reside en el desconocimiento. "Los profesores asocian altas capacidades a buenas notas, pero no siempre es así. A veces, simplemente usan estrategias más complejas de aprendizaje o tienen logros excepcionales en creatividad", explica Fernández.

La OMS calcula que el 2,3% de la población mundial tiene altas capacidades intelectuales. En España hay muy pocos están diagnosticados, es decir, hay más sin diagnosticar que diagnosticados.

Tratamiento inadecuado
Como en el caso de Enol, una de las consecuencias más graves de una evaluación médica equivocada es un tratamiento inadecuado. "Muchos niños que vienen a evaluarse están medicados y no tienen TDAH", explica Carmen Sanz, superdotada y presidenta de la Fundación El Mundo del Superdotado.

El medicamento que se administra en el caso de los pacientes con déficit de atención es el metilfenidato, un derivado de la metanfetamina que puede generar adicción además de otros efectos secundarios como alteraciones en el sueño, peso y crecimiento y adicción. "En personas vulnerables, la medicación puede provocar trastornos psicológicos graves. Yo he visto en mi consulta comportamientos con rasgos psicóticos", cuenta José Luis Pereira, exjefe de psiquiatría del Hospital Niño Jesús, en Madrid. Unos riesgos que se acentúan cuando los niños diagnosticados tienen entre 6 y 12 años.

Pedro —prefiere no dar su nombre completo— es padre de otro adolescente superdotado de 15 años diagnosticado erróneamente con TDAH a los 13. "Mi hijo decía que se aburría en clase y desconectaba. Me hacía preguntas que no eran propias de su edad. Le llevamos al médico de cabecera y le derivaron al psiquiatra. Tras un test de media hora dijeron que tenía déficit por atención. "La cura era darle medicinas y nos negamos", asegura. En su caso, la consecuencia más directa fue la segregación. "Lo pasaron a una clase donde estaban chavales con autismo. Se sentía discriminado y humillado. Solo le obligamos a ir un mes", relata Pedro.

Uno de los falsos mitos en torno a la superdotación es el del éxito a nivel académico. El fracaso escolar, junto con el acoso, es otro de los problemas que más se repite entre los jóvenes con superdotación. "El propio medio escolar y la familia pueden provocar desequilibrios emocionales. El 70% fracasa en los estudios. A veces tienen ansiedad y depresión por las presiones externas. Que un niño tenga altas capacidades no significa que tengas que ser bueno en todo", subraya la psicóloga Mari Ángeles Fernández.

Y es que, cuando llega el diagnóstico correcto, a la angustia de unos niños que no ven cubiertas sus necesidades educativas y son señalados como diferentes por sus compañeros, se une la de unos padres desbordados por la situación. "Los padres se ven desesperados. Los colegios, en vez de pasarle a un curso superior, se limitan a darles más ejercicios. El niño, además de aburrido, está castigado", alerta Carmen Sanz, presidenta de El Mundo del Superdotado.

Estos días Pedro ayuda a su hijo —con un cociente intelectual superior a 130— a preparar un examen. Su único objetivo es que apruebe la ESO. "Luego ya veremos. Siempre le gustó la astronomía, pero en el colegio de pequeño le decían que nunca sería nada porque no sabía nada de matemáticas", concluye.

https://politica.elpais.com/politica/2017/10/15/actualidad/1508077788_334458.html

MÁS INFORMACIÓN


sábado, 5 de agosto de 2017

Educado por sus padres en casa y admitido en una universidad británica. Leonel Virosta, superdotado de 18 años, estudió la Secundaria sin acudir al instituto y ha sido aceptado por la Universidad de Manchester.

Leonel Virosta sabe que es especial.
Tiene 18 años y a diferencia de la mayoría de jóvenes de su edad, él no fue al instituto. Desde los 10 años sus padres le educaron en su casa de Cuevas del Valle, un pueblo de 500 habitantes en la provincia de Ávila. Diagnosticado como alumno de alta capacidad con sobredotación intelectual a los seis años, Leonel se preparó por su cuenta el Bachillerato y la PAU (antigua Selectividad) y obtuvo una nota media de 12,62 sobre 14. Quería estudiar el grado en Bioquímica en la Universidad Complutense, pero el Ministerio de Educación le denegó el acceso por no tener los certificados oficiales. Su suerte cambió hace unos meses cuando la Universidad de Manchester le admitió pese a no haber pisado ningún centro de Secundaria.

“El colegio se basa en un sistema de castigos y recompensas, profesores que te regañan en función de tus notas y estudiantes que te admiran o hablan mal de ti. Esa es una falsa motivación. En casa no hay ayuda externa, todo depende de ti”, explica Leonel en la sede madrileña de British Council, que le acaba de escoger de entre 400 jóvenes españoles para concederle la Beca IELTS, dotada con 10.000 euros e impulsada para animar a estudiar un grado o posgrado en inglés.

"Cuando estudias en casa aprendes a ser disciplinado, tienes que cumplir unos horarios y no despistarte", detalla Leonel. En España todas las familias están obligadas a escolarizar a sus hijos desde los seis hasta los 16 años. Algunos padres deciden educarles en casa, una opción que no está regulada y que puede ser motivo de denuncia.

Junto a Leonel está su madre, Belén Gutiérrez, que asegura que a los tres años el niño ya leía y escribía. “Pillaba al vuelo los juegos de palabras”, cuenta. Leonel nació en Alicante y muy pronto sus padres, ambos actores, decidieron instalarse en un pequeño pueblo para criar a su hijo en un entorno de naturaleza. Aunque “ya tenía resistencia a entregarle al sistema educativo”, relata Gutiérrez, a los cuatro años le matricularon en un colegio rural de El Hornillo, a 29 kilómetros por carretera de Cuevas del Valle. Se decantaron por ese centro porque una vecina les había hablado maravillas de una de sus profesoras, Juana Cano. "Me consolaba pensar que le entregaba a una maestra rural de las que todavía sienten pasión por su trabajo; pocos alumnos en clase y una educación personalizada".

Esa maestra recuerda bien el caso de Leonel. "El primer año demandaba más atención que el resto, siempre tenía que cogerle en brazos, se notaba que no había tenido contacto con otros niños", describe Juana Cano. Pronto empezó a destacar en el plano intelectual. Cuando les encargaban redactar un poema en casa, él traía un pequeño libro con diez poemas. Mientras estudiaban el cuerpo humano, él llegaba a clase con un trabajo sobre las patologías del corazón. "Sus respuestas eran divergentes, no eran las habituales, él iba por otro lado", señala Cano.

A los seis años la maestra y la psicopedagoga del centro, con un total de 30 alumnos, recomendaron a los padres de Leonel que le realizaran un test para detectar altas capacidades. El diagnóstico lo confirmó y decidieron adelantarle un curso para que estuviese en un entorno más acorde a su nivel. Al final se saltó dos cursos, no realizó segundo ni cuarto de Primaria, una medida 100% legal contemplada por la Consejería de Educación de Castilla y León para ese tipo de alumnos conocida como flexibilización curricular.

Cano se inscribió en un curso online del Ministerio para apreder metodologías específicas para atender a alumnos con altas capacidades. Unos años después pasó a encargarse de otro grupo y dejó de ser su maestra. Se enteró de que otra profesora "le estaba haciendo la vida imposible" porque no se aprendía de memoria las tablas de multiplicar. "Él tenía sus propias fórmulas de cálculo y sus compañeros también empezaron a juzgarle". A los 10 años Leonel terminó la Primaria y sus padres decidieron seguir educándole en casa. "No les juzgo porque el sistema educativo no sirve para todos. A veces los padres tienen que defender a sus hijos de ese sistema", opina Cano, que tras la marcha de Leonel del centro le perdió la pista.

El siguiente episodio son ocho años en los que sus padres compraron los libros de texto de las diferentes asignaturas y cursos de la ESO, los estudiaron en profundidad y le dieron las lecciones en casa. "En España no hay centros públicos de Secundaria para alumnos con altas capacidades y el CIDEAD -único centro del Ministerio de formación a distancia para jóvenes- no aceptó a Leonel", argumenta su madre. El problema era que el CIDEAD solo admite a alumnos a petición de las comunidades autónomas con los informes pertinentes de la inspección educativa. Entre sus 1.800 alumnos, la gran mayoría son niños de entre seis y 16 años que residen fuera de España, hijos de familias itinerantes que cambian frecuentemente de domicilio (como los trabajadores del circo) y deportistas de alto nivel. Además, según reconoce Raúl Pardo, actual director del CIDEAD, el centro no dispone de un servicio para alumnos con altas capacidades.

Para poder certificar los estudios del chico, sus padres recurrieron a centros de homeschooling (en español, escuela en casa) en Estados Unidos y Panamá, que cada año le hacían exámenes online para acreditar sus conocimientos. El drama llegó cuando Leonel finalizó el Bachillerato con 16 años, realizó la PAU por la UNED, obtuvo una muy buena nota (12,62 sobre 14), y el Ministerio le comunicó que no podía acceder a la universidad en España al no disponer de certificados oficiales. El Instituto Internacional del Pacífico -con sede en Panamá-, que le certificó el Bachillerato, no está homologado en España.

Durante dos años Leonel, que ahora vive en Serdio, un pueblo de casi 200 habitantes de Cantabria, con sus padres y sus tres hermanos pequeños -todos escolarizados-, creó un canal de YouTube para enseñar Biología. La inspiración le vino de todos los vídeos educativos que consultó durante esos ocho años de aprendizaje autodidacta. "El sistema británico es mucho más flexible que el español; para admitirle en la Universidad de Manchester han valorado que está motivado y que tiene los conocimientos", señala Carolina Jiménez, directora de política educativa de British Council España.

En el encuentro con Leonel y su madre surgen algunas preguntas incómodas, como la falta de socialización de un adolescente. "He sufrido que no tuviese una pandilla de amigos con 17 años, pero es importante aprender a estar solo", confiesa su madre. Él está contento con la persona que es y dice que no cambiaría nada. Es un apasionado de la ciencia y cree que de no haberse educado en casa no tendría una convicción tan poderosa."Yo nunca he sido tímido y ser diferente no me ha hecho introvertido. De hecho, lo que más me atrae de Manchester en su comunidad internacional", aclara Leonel.

El próximo septiembre se separará por primera vez de su familia para volar a la ciudad británica. "Cuando despegue el avión y los deje en tierra quizás sea el momento más triste que he vivido", cuenta. "Pero lo estoy deseando".

ADMITIDO EN MANCHESTER PARA ESTUDIAR BIOLOGÍA CELULAR
Hace unos meses, la Universidad de Manchester admitió a Leonel Virosta para estudiar un grado en Biología Celular. Con una condición: debía cursar un Foundation, nombre que recibe el curso de un año de duración que tiene como objetivo preparar al alumno con los conocimientos específicos sobre la materia en inglés y cuyo precio de matrícula es igual a un curso universitario, 9.250 libras al año (10.424 euros) en el caso de la pública. Finalmente, le han comunicado que podrá acceder directamente a la carrera gracias a haber obtenido la beca de British Council, que valora, entre otras cosas, la habilidad para innovar y "ser una persona dinámica".

"Nosotros no podemos costearlo, es magnífico que British conceda este tipo de ayudas", indica la madre de Leonel, Belén Gutiérrez. El Gobierno británico ofrece préstamos sin intereses por un importe máximo de unas 9.250 libras al año a los estudiantes, que comenzarán a devolverlo cuando su sueldo sea superior a 21.000 libras (23.741 euros) al año. Una vez transcurridos 30 años, la deuda prescribe. A diferencia de España, en Reino Unido no existe la Selectividad ni las notas de corte para acceder a un grado. Cada universidad fija unos requisitos de acceso y uno de los criterios para realizar la criba, además de las cartas de recomendación y las entrevistas personales, es la nota media obtenida en primero y segundo de Bachillerato.

https://economia.elpais.com/economia/2017/07/18/actualidad/1500385881_837539.html

domingo, 6 de enero de 2013

Superdotados y talentos. Un millón de españoles despilfarra su talento

La OMS calcula que el 2,3% de la población mundial tiene altas capacidades intelectuales
En España hay muy pocos diagnosticados; irónicamente, muchos fracasan en la escuela

El filósofo Antonio Marina, autor de La inteligencia ejecutiva o La inteligencia fracasada, lo resume en una frase: “La mayor riqueza de un país no son sus materias primas, su territorio y su capital, sino el talento de sus ciudadanos”.

Durante décadas Cuba, la Unión Soviética y sus países satélites aplicaron las palabras de Marina entrenando a las mentes más privilegiadas en unas escuelas segregadas con el fin de que ocupasen los puestos dirigentes de la política y la Administración al tiempo que a los superdotados estadounidenses se les formaba —y se les forma— en escuelas privadas para liderar el mundo de las finanzas. Mientras, la equitativa Europa, convencida de la necesidad de ofrecer una educación igual para todos sin caer en elitismos, ha estado mirando para otro lado. Hoy Barack Obama reclama que estas cabezas brillantes se centren también en otros campos como la ciencia o la medicina y en el Viejo Continente se plantean, en plena debacle económica, si se está malgastando materia gris sin saberlo.

“Para cualquier Administración preocuparse de desarrollar el talento de estos chicos es una inversión barata. Habría que, entre comillas, aprovecharse de su inteligencia”, opina Agustín Regadera, exinspector de educación y experto en altas capacidades. En Johannesburgo (Sudáfrica) se inauguró en 2008 la African Leadership Academy, que busca “identificar, desarrollar y conectar a la próxima generación de líderes africanos”. Su fórmula: potencial, práctica y oportunidad. En Israel, un país de apenas 7,5 millones de habitantes con 10 premios Nobel en sus escasos 64 años de historia, también lo tienen claro. “La base de todo progreso económico y general está estrechamente relacionada con un sistema educativo sólido, el cual debe ser moderno y estar adecuado a las necesidades locales. El interrogante es saber cuáles son los aspectos educativos de mayor relevancia para el progreso económico”, subrayan en el Centro Internacional de Capacitación Aharon Ofri, fundado en 1989.

Son niños que se aburren en clase si no tienen una atención específica “Siempre se había creído que los niños que poseen sobredotación no nos necesitan, y hemos volcado toda nuestra atención en los niños discapacitados. El pediatra, como la sociedad en general, con una economía de servicios y nuevas tecnologías, debe ayudarles y no malgastar todo ese potencial humano”, reclama Gabriel Galdó Muñoz, catedrático de Pediatría Social y de la Adolescencia en la Universidad de Granada, en su artículo Superdotados I (2007). El Estado también se ha preocupado por los nacidos en familias desfavorecidas, pero no ha visto como un problema la sobredotación, y eso que entre el 30% y el 50% de esos chicos tienen un bajo rendimiento escolar.

Descubrir superdotados entre los alumnos brillantes académicamente no es tan complicado como entre los fracasados.

Al menos sobre el papel, muchas consejerías de Educación en España se proponen ahora establecer el itinerario que pide Galdó Muñoz. “Llevo años oyendo que se van a hacer cosas. Es verdad que ahora se gasta mucho dinero en diagnosticar los casos de altas capacidades, pero si luego no hay un seguimiento, si no se les orienta, si no se les dan becas… no sirve de nada”, se queja Regadera. Él formó parte de un ambicioso programa en la Comunidad Valenciana: se sometió a un test de inteligencia a 11.000 alumnos de 42 centros y se concluyó que el 2,3% —justamente el porcentaje que estima la Organización Mundial de la Salud (OMS) en términos globales— eran superdotados. “Se les estudió durante un año y nunca más”, lamenta.

Muchos están poco capacitados físicamente y les falta humor
Estas pruebas de inteligencia, que consideran superdotadas a las personas con un cociente intelectual superior al 130 (100 es la media), van perdiendo fuerza. “Hay que utilizar herramientas y estrategias diversificadas que atienden al desarrollo emocional, social y creativo”, se señala en el plan de acción para superdotados presentado en mayo en el País Vasco. Según sus datos, en Euskadi, que pretende atender la diversidad en la escuela a partir del curso 2015-2016, hay contabilizados 142 estudiantes con altas capacidades, cuando Alcagi (Asociación de Altas Capacidades de Guipúzcoa) asegura que podrían ser entre 6.000 y 7.000. ¿Por qué ese desfase? ¿No habla la OMS de un 2,3% de la población por encima de la media intelectual? Por tanto, un profesor que se jubila debería haber descubierto entre 20 y 30 superdotados a lo largo de sus décadas de docencia. Sin embargo, raro es el educador que dice haber reconocido a más de uno. Y En España, con 47 millones de habitantes, 1.081.000 personas tendrían altas capacidades.

Cuidado: tener una alta capacidad no significa ser un pequeño Mozart o Stephen Hawking. Esos casos tan extraordinarios son habas contadas. Hay diferentes grados de superdotación, muy pocos podrían protagonizar El pequeño Tate o El indomable Will Hunting. Se distinguen por ser unos niños observadores, sensibles, críticos, creativos, capaces de llevar varios proyectos a la vez y precoces en la madurez intelectual (que no psicológica y afectiva) y con preocupaciones sorprendentes para su edad. Por eso se sienten más cómodos entre mayores. Pero, en lo negativo, son también poco capacitados físicamente y con escasas habilidades para sociabilizar, apenas duermen y no gozan de mucho sentido del humor. “Son niños que mientras el resto se deja las espinillas jugando al fútbol en el patio, se dedican a leer y solo sintonizan con los que tienen sus mismas inquietudes”, explica el psicólogo Ricardo Sanmartin, presidente de la Asociación Española de Niños Superdotados, con sedes en Zaragoza y Madrid. En la capital comenzó el pasado curso un bachillerato de la excelencia en el que no todos son superdotados. Se valora su brillante expediente, que puede haberse conseguido con muchos codos y poco talento. Premia el esfuerzo.

Perfiles de sobredotación
El 90% de los casos identificados de sobredotación son alumnos exitosos o con buen rendimiento académico, según una guía distribuida a padres y profesores en el País Vasco.

Los chicos con bajo rendimiento escolar, más difíciles de detectar, suelen tener problemas de autoestima o con su entorno. Las razones de sus fracasos las atribuyen a los demás.
En alumnos con algún déficit asociado, por ejemplo una discapacidad de lenguaje, la tendencia a trabajar más en las carencias que en sus capacidades evita que sean mostradas o desarrolladas.
Hay un grupo de estudiantes underground, que suelen querer pasar desapercibidos para ser aceptados socialmente.
Otros son desafiantes o creativos, cuestionan las normas y a menudo tienen un sentido del humor corrosivo.
Los autónomos son chicos alegres, con buena autoestima y que trabajan por su cuenta.
Los procedentes de otras culturas o medios sociales desfavorecidos pueden tener dificultades por la distancia cultural y tienden a mostrarse tímidos.
Para no ser tachados de bichos raros muchos tratan de ocultar su superdotación. “En especial las chicas, que dan más importancia que los hombres a la parte afectiva, social. Por eso el 80% de los superdotados que se someten a nuestros test son chicos. Lo que no significa que ellos sean más listos”, continúa Sanmartín.
El pediatra Galdó Muñoz comparte esta idea en su artículo: “Las chicas son más imaginativas, intuitivas, y conceden mucha importancia a las relaciones interpersonales. Aprecian poco la atmósfera de competición y de individualismo. Dan prueba de un nivel de reflexión y de curiosidad intelectual igual al de los niños y, a pesar de ello, temen la aceleración del aprendizaje y las situaciones de competición, prefieren las relaciones interpersonales. Se interesan menos en su instrucción en la adolescencia, o incluso sufren regresión intelectual en la edad adulta”.

Una “regresión intelectual” de los superdotados que muchas veces, coinciden los expertos, pasa inadvertida para su profesorado. “Se les confunde porque se desconocen sus ritmos de aprendizaje. Eso les provoca frustración, falta de atención, hiperactividad, dolencias somáticas. Así que muchas veces son tratados por los síntomas, y no por la verdadera raíz que lo produce: su alta capacidad”, denuncia Alicia Rodríguez, presidenta de la Asociación Española para Superdotados y con Talento.

Rodríguez, madre de un superdotado, se queja de que no se valoren los diagnósticos privados, ni de la Asociación Mundial para la Salud Mental Infantil. “Es donde acudimos los padres ante los problemas que manifiestan nuestros hijos”, dice.
La incomprensión de las Administraciones provoca que los superdotados con recursos económicos opten por estudiar en países en los que no hay obstáculos para entrar en la universidad antes de tiempo, en especial Estados Unidos.
¿Y saltarse algún curso? El Colegio Oficial de Psicólogos y de Pedagogos de Cataluña organizaron en 2010 unas jornadas sobre superdotación y escuela en la que se concluyó que es recomendable la aceleración para un mejor desarrollo cognitivo, social y afectivo. Sin embargo, muchos padres ven la medida como un parche, pues los niños empiezan motivados ante nuevos retos, pero pronto pasan a ser los primeros de la clase y vuelven a distraerse.

Educación se vuelca en discapacitados y descuida a los sobredotados Parece complicado conseguir resultados positivos con estos niños que se aburren en clase cuando el ratio de alumnos por aula sube y baja el número de orientadores en los centros por los recortes en el sector.

“Si entre ESO, Bachillerato y FP hay 1.000 alumnos y dos orientadores es imposible que estos conozcan bien los casos individuales”, alerta Regadera, que incide en la importancia de la labor de los profesores. Para ayudarles a diagnosticar y tratar casos de superdotación él, licenciado en Pedagogía, organizó unos cursos que en su día fueron presenciales y hasta el año pasado se impartían online. “Este año no se han programado”, explica sin entrar en conjeturas.

“El problema es que los profesores se interesan en un momento determinado para ocuparse de un niño en clase, pero cuando pasa de curso lo dejan. Ocurre igual con los padres. Están muy motivados en las primeras etapas educativas y luego lo abandonan”, explica el autor de La delgada línea azul de la inteligencia (Brief, 2011).

Las chicas, más que los chicos, ocultan su capacidad para socializar
José Luis Sánchez Carrillo, profesor de Educación Especial en el instituto Camp de Morverdre de Sagunto (Valencia) creó hace seis años la primera Aula de Excelencia de la Comunidad Valenciana, que se ha exportado a otros centros. Al aula, que funciona de forma virtual, están inscritos chicos con un expediente académico brillante —ello no significa que sean superdotados— o son propuestos por la junta de profesores o del resto de alumnos. No hay test para conocer el coeficiente intelectual de por medio. “No necesitamos saberlo”.

 En opinión de este profesor, autor de libros de técnicas de estudio, no hay que gastar grandes sumas “en etiquetar a los superdotados”, sino que hay que “invertir en mimarlos”. “De qué vale saber que lo son, si luego no se hace nada”.
A su juicio, más que una adaptación curricular del alumno con altas capacidades, hay que ampliar su currículum para que no se aburra. “A un centro especializado solo necesitan ir 200 muy superdotados”.

Andalucía y Cataluña tienen un plan integrador y el País Vasco en 2015 Cada año se apuntan a su aula unos 80 chicos, pero solo han atendido a dos realmente genios. “Uno introvertido y otro muy líder”. Su forma de resolver los problemas matemáticos y su comprensión de la Filosofía de primero de bachillerato les puso sobre la pista. “En la Red encuentran cursos de creación literaria, de poesía, de lógica matemática, técnicas de estudio...”, enumera Sánchez Carrillo. Y, a cambio, se premia a los niños con un carné joven que permite acceder gratis a actividades extraescolares, asistir al teatro, conciertos o tener descuentos en informática, librerías o videoclubs.

Inciden sobre todo en técnicas de inteligencia emocional. “Porque a veces son muy listos pero no saben controlar sus emociones y fracasan en los exámenes, o no saben relacionarse...”. Como dice Galdó Muñoz: a pesar de ser tan listos, “nos necesitan”. http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/01/01/actualidad/1357062638_685403.html