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domingo, 16 de febrero de 2020

_- La derrota de Hitler

_- En su lúcido comentario de adiós al Reino Unido por el Brexit, Félix de Azúa celebra la victoria aliada sobre los nazis en la II Guerra Mundial destacando justamente los méritos de norteamericanos y anglosajones en general, “con la inestimable ayuda del invierno ruso...”.

Pero no fue el “invierno ruso”, sin más, sino el enorme sacrificio humano y militar soviético en la decisiva batalla de Stalingrado (verano 1942-febrero 1943), que consiguió frenar y rendir a la poderosa Wehrmacht causándole allí 740.000 muertos.

Como dice Eric Hobsbawm, tras Stalingrado “todo el mundo sabía que la derrota de Alemania era solo cuestión de tiempo”.

CARTAS A LA DIRECTORA. El País.
 Javier Díaz Malledo.
Santa Cruz de Tenerife PD.: En los tiempos que corren, todo se revisa en favor de la derecha y extrema derecha, incluso nazi. Así las celebraciones del fin de la II G. M., y de la victoria se han desplazado a Normandía donde los rusos nunca estuvieron y se representa una narrativa lejos de toda la verdad. Ahora se olvida quienes vencieron al ejercito nazi, quienes lograron detener en su carrera llena de triunfos a la Wehrmacht, fueron los soviéticos en Stalingrado y a las puertas de Moscú. Ahí se rompió esa carrera victoriosa que parecía imparable. Los soviéticos la quebraron haciéndola detener y tomando a 750.000 prisioneros. No debemos olvidar la Historia pues corremos el riesgo de repetirla.

sábado, 9 de febrero de 2019

Exigencia

Un canal público fuerte e independiente garantiza la democracia de manera mucho más contundente que todas las poses conocidas

Para apreciar el debate que ha precedido el nombramiento de Rosa María Mateo como administradora puente de RTVE es necesario remontarse en el tiempo. La naturalidad con la que el presidente Rajoy se cargó los avances democráticos que había impuesto el Gobierno de Zapatero en la elección de la cúpula del canal público delataba el desinterés de los españoles por sus instituciones democráticas. A fuerza de vapuleos, han entendido que quien gana las elecciones se hace con la banca, cambia las reglas de juego y coloca a los suyos con una normalidad pasmosa. Toda esa gente que habla de democracia en realidad trabaja por cargársela pero que se note lo menos posible. Ese desprecio no podría desarrollarse sin el desinterés general.

Sin embargo, RTVE es la espina dorsal del país. Su función es diversa, pero sería imposible sin su acción explicarse del todo por qué la música en nuestro país parece reducida a un concurso de jóvenes talentosos a los que se dota de un repertorio ajeno, por qué cada noticia sangrienta adquiere un rango de esencia filosófica, por qué algunos famosos ni siquiera tienen oficio conocido, por qué funcionan las listas negras, los vetos, los favoritismo, la ignorancia de personajes de valía y una esfera de corrupción establecida con una normalidad apabullante. La cadena pública debería ser desafío y refutación de muchas inclinaciones de las privadas, debería asumir su valor de ventana de país, pero en manos de los políticos quiere reducirse a sus funciones más básicas de manipulación y fabricación de zoquetes.

En Rosa María Mateo se busca la veta de autenticidad y honestidad que aún sostienen algunos de sus profesionales valiosos. El proceso parlamentario no ha sido fino, pero venimos de un auténtico lodazal. El anterior mandatario de la tele pública aparecía en los papeles de Bárcenas y presumía de ello con esa impunidad desgraciada de los últimos años. El futuro que nos espera solo está en manos de una ciudadanía exigente, que no transija con las listas de amiguetes, los nombramientos a dedo de compis de cole. Un canal público fuerte e independiente garantiza la democracia de manera mucho más contundente que todas las poses conocidas. No es que sea valioso, es que es esencial. Imaginen el Reino Unido sin la BBC, en manos de sus líderes de medios sensacionalistas. Si pese a ese tótem se dejan seducir por la basura xenófoba y alarmista, sin él la pesadilla en la que vivimos de resurgencias nacionalistas habría llegado para quedarse y reinar. La democracia nos concede un mecanismo de riesgo y rectificación, pero solo gracias a sus instituciones poderosas e independientes.

https://elpais.com/elpais/2018/07/30/opinion/1532939756_927372.html

lunes, 3 de diciembre de 2018

_- El parte de la victoria

_- Sobre las últimos “éxitos” del zombi europeo

En la negociación del Brexit, la Unión Europea tenía un solo objetivo principal: que el escenario de una salida del club se hiciera lo menos atractiva posible para otros socios escépticos. De forma declarada o difusa, en esa categoría entran muchos; desde Hungría hasta Italia, pasando por Polonia y acabando con Francia. Palabras mayores. Se trataba, pues, de lograr un Brexit complicado y penoso, con aspecto de castigo, de humillante escarmiento que conjure cualquier tentación de abandonar el club.

Una vez más, los políticos alemanes -al fin y al cabo esta UE es la suya- han sido quienes mejor han dibujado la situación. El manso Michel Barnier era el negociador jefe oficial, pero la que corta el bacalao es Sabine Weyand, la enérgica negociadora principal adjunta. Weyand es la “alemana adjunta al francés”, una figura muy familiar en Bruselas donde casi todos los cargos importantes que no están en manos teutonas tienen a un adjunto de esa nacionalidad controlando que las cosas se hagan bien. Pues bien, Weyand, directora de muchas de las negociaciones secretas con Theresa May, se ha jactado de que prácticamente todas las líneas rojas marcadas por el gobierno de May han sido quebradas por la UE.

“En una abrumadora proporción, la Unión Europea se ha impuesto”, ha resumido Jens Geier, jefe del grupo socialdemócrata alemán en el Parlamento Europeo. Tras su salida del club y durante varios años, la posición del Reino Unido será parecida a la de Suiza, explica este elocuente diputado: “tendrán que asumir el grueso de las reglas europeas pero sin tener ya la menor voz en Bruselas”. Este ha sido el parte de la victoria: “Nos hemos impuesto”.

Y el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, el hombre que dice que, “no hay democracia fuera de los tratados europeos” (tratados que no ha votado nadie y que no se pueden cambiar porque están blindados), ha remachado ese parte de victoria diciendo que el acuerdo alcanzado, “es el único posible” y amenazando a los británicos con que si lo rechazan, “quedarán decepcionados a los primeros segundos”.

La situación está imbuida en un ambiente coercitivo y facineroso del estilo de las “propuestas que no podrán rechazar” (las amenazas de muerte del Padrino) o de ese dicho de la mafia rusa según el cual la tarifa de ingreso en la hermandad es de un rublo pero la de baja cuesta dos… ¿Qué tipo de club es este que no se puede abandonar porque si te lo propones te amenazan? Todos se preguntan cómo reaccionará el Parlamento británico.

¿La Unión Europea no se da cuenta de que sus victorias no convencen (“vencen, pero no convencen”) y que eso incluye el riesgo de desatar a Némesis, la diosa de la justicia retributiva, entre las víctimas de sus excesos?

Con Italia está pasando algo semejante: ¿Qué sentido tiene disciplinar a Italia por prever un déficit del 2,4% del PIB en su ley de finanzas. La previsión francesa equivalente es del 2,8% y los italianos tienen a su favor que tras los desembolsos de la deuda su presupuesto es excedentario. El gobierno italiano no parece dispuesto a ceder. Si le retiran las subvenciones europeas, Italia, que es un contribuyente neto al presupuesto europeo, podría dejar de pagar su contribución y su gobierno contaría probablemente con un amplio apoyo popular…

Estas “victorias” agravan la enfermedad de fondo, es decir la desintegración paulatina de la UE como resultado de la aplicación de sus rígidas políticas neoliberales de piñón fijo germano e imposibles de cambiar sin desmontar todo el tinglado. Estas victorias incrementan todo aquello que está desintegrando la UE porque el europeismo impuesto bajo coacción es una potente fuente de euroescepticismo.

Si se atiende a los perjuicios que la Unión Europea germano-neoliberal ha ocasionado en los últimos veinte años a la mayoría de los europeos -incluidos buena parte de los alemanes- en términos de recortes sociales, incremento de la desigualdad y menoscabo de derechos, el euroescepticismo -esa palabra fea en el diccionario del establishment– no es más que un estado de lucidez. Otra cosa es que esa lucidez tenga consecuencias electorales y sociales ambiguas y que sea capitalizada por la derecha. La izquierda cedió a la derecha (por absentismo) todo el terreno que había para defender derechos y conquistas sociales desde los estados nacionales, hasta el punto de haber convertido la crítica a la UE neoliberal en casi una autopista de sentido único para la ultraderecha. Muchos años después, esa crítica sigue bastante carente de argumentos de izquierda, lo que deja a la venganza de Némesis huérfana y a la deriva. Porque la diosa acudirá a su cita, no lo duden.

P.S. Cuando Georgia atacó Osetia del Sur con la bendición de George W. Bush en agosto de 2008, la UE, vía Nicolas Sarkozy, aún pudo desempeñar un papel mediador entre Rusia y Georgia. Ahora con el incidente en el Mar de Azov (un mar de aguas poco profundas no apto para los barcos de guerra de la OTAN), la UE se ha puesto inmediatamente detrás de Ucrania. El presidente, Poroshenko, podría haber escenificado esta situación pensando en las elecciones ucranianas de marzo a las que concurre en muy mala posición y, obviamente, con la bendición del Pentágono. Mientras Moscú habla de “provocación” y Kiev de “agresión”, la UE se posiciona del lado de la tesis ucraniana (y de la OTAN y de Washington), con lo que cualquier papel mediador-apaciguador resulta imposible. ¿Más sanciones contra Rusia?

Publicado en Ctxt.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

La gran traición a Checoslovaquia


El Pacto de Münich, para resolver el problema checo, como ningún otro demostraría las falencias y las debilidades de la política anglo-francesa. Se dio hace 80 años, luego de que Alemania se anexara a Austria. Checoslovaquia, Estado multinacional que surgió como consecuencia de la desintegración del Imperio Austro-Húngaro, luego de la Primera Guerra Mundial, tenía garantizada su existencia por el Pacto de Asistencia Mutua, firmado en 1925 entre Francia y Checoslovaquia. Por otra parte, existía el Tratado Checo-Soviético, según el cual, en el caso de una agresión a Checoslovaquia, la URSS se comprometía a pelear contra el agresor si Francia cumplía con el Pacto de Asistencia Mutua. El 28 de abril de 1938, Gran Bretaña se comprometió a luchar junto a Francia en el caso de una guerra contra Alemania. Los Sudetes era una región montañosa de Checoslovaquia, fronteriza con Alemania, que Hitler reclamaba para sí por estar poblada en algunos sectores mayoritariamente por alemanes. En esta zona se encontraban las principales fortificaciones militares checoslovacas, por lo que Checoslovaquia quedaría totalmente desprotegida si perdía este estratégico territorio. Inglaterra y Francia, que no querían cumplir con sus compromisos, presionaban al gobierno checo para que, con respecto a los Sudetes, diera a Hitler todas las prerrogativas posibles. Se produjo, entonces, la siguiente situación ridícula: Konrad Helein, Führer de los alemanes de los Sudetes, exigía concesiones al borde de lo imposible al Presidente de Checoslovaquia, Edvard Beneš, que cedía por presiones anglo-francesas, entonces, Henlein, por indicaciones de Hitler, exigía más todavía.

En julio de 1938 arribó a Londres el capitán Wiedemann, enviado especial de Hitler. Informó al gobierno inglés que el Führer estaba iracundo y que, de no resolverse el problema de los Sudetes, habría consecuencias desastrosas. A lo que Lord Halifax, Canciller del Reino Unido, le respondió: “Trasmítale a él que espero vivir hasta el momento en que se realice la meta fundamental de todos mis esfuerzos: Ver a Hitler con el rey inglés juntos en el balcón del palacio de Buckingham”.

El 13 de septiembre de 1938, Chamberlain, Primer Ministro de Gran Bretaña, voló a entrevistarse con Hitler en su residencia del Berchtesgaden para “lograr un acuerdo anglo-alemán” que resolviera el problema checo. Le explicaba al rey de Inglaterra que se proponía plantear a Hitler que Alemania e Inglaterra debían ser “los pilares de la paz en Europa y los baluartes contra el comunismo”. Luego de tres horas de conversación, Chamberlain aceptó el traslado de los Sudetes a Alemania. Le pidió a Hitler tiempo para consultar con su gabinete y con París, a los que sostuvo que con la entrega de los Sudetes a Alemania se lograría el deseado arreglo con el Füher y “se podría amortiguar las dificultades existentes y también alcanzar acuerdos en otros problemas”. Francia e Inglaterra tomaron en cuenta al gobierno de Praga sólo para recomendarle que cediera a Alemania aquellas partes de los Sudetes donde vivían más del 50% de alemanes y que anulara los pactos de Checoslavaquia con Francia y la URSS; a cambio de todo eso, se comprometían a garantizar las nuevas fronteras. La respuesta debía ser inmediata, ya que Chamberlain debía encontrarse con Hitler el 22 de septiembre.

El Presidente Beneš, preguntó a la Unión Soviética si estaba dispuesta a ayudar a su país en el caso en que Francia no lo hiciera y si tendría el respaldo de Moscú en la Liga de Naciones en el caso en que Checoslovaquia solicitara ayuda a ese organismo. Al día siguiente, Beneš recibió la contestación afirmativa de ambas preguntas. Con este apoyo, Beneš rechazó la propuesta de Chamberlain. Inglaterra y Francia montaron en cólera y le presentaron un ultimátum a Beneš: “Si los checos se agrupan con los rusos, la guerra podría transformarse en una cruzada contra los bolcheviques. Entonces a los gobiernos de Inglaterra y Francia les sería muy difícil quedar al margen”. Los checos aceptaron el ultimátum la mañana del 21 de septiembre.

Hitler le exigió a Chamberlain, en la ciudad alemana de Godesberg, que antes del 28 de septiembre los Sudetes debían formar parte del Tercer Reich y, a pedido de Chamberlain, alargó el plazo hasta el 1 de octubre. Lord Halifax fue el encargado de entregar el memorándum a Jan Masaryk, el Embajador de Checoslovaquia. Se produjo el siguiente diálogo, Lord Halifax: “Ni el Primer Ministro inglés ni yo queremos darle consejo alguno con respecto al memorándum. Pero piénselo bien antes de responder negativamente a él. El Primer Ministro está persuadido de que Hitler sólo quiere los Sudetes, si lo consigue no reclamará nada más”; Masaryk: “¿Y usted cree eso?”; Lord Halifax: “Yo no le he dicho que el Primer Ministro esté convencido de eso”; Masaryk: “Si ni usted ni el Primer Ministro quieren darnos ningún consejo sobre el memorándum, entonces, ¿cuál es el papel del Primer Ministro?”; Lord Halifax: “El de correo y nada más”; Masaryk: “Debo entender que el Primer Ministro se ha convertido en recadero del asesino y salteador, Hitler”; Lord Halifax, un poco turbado: “Pues, si le parece, sí”.

Chamberlain envió a Beneš un mensaje en el que insistía que Praga debía cesar toda resistencia. La tarde de ese mismo día pronunció un discurso en el que sostuvo: “Qué horrible, qué increíble es que tengamos que abrir trincheras, ponernos máscaras antigás por la querella de un lejano país, de cuyo pueblo no sabemos nada”. Por noche, Alemania propuso la realización de una conferencia de cuatro potencias: Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. No fue tomada en cuenta la URSS, tampoco Checoslovaquia, que en esta conferencia perdió la quinta parte de su territorio, la cuarta parte de su población y la mitad de su industria pesada.

Chamberlain aceptó asistir a Münich el 28 de septiembre. A la delegación checa, que esperaba impaciente fuera del lugar de la reunión, se le comunicó verbalmente el destino nefasto de su país. Sus delegados reclamaron indignados por lo monstruoso, criminal y absurdo de la resolución, a lo que se les contestó: “¡Es inútil discutir! Está decidido”. En Münich se dieron los primeros pasos para la firma de una alianza entre Inglaterra y Alemania. El objetivo lo descubre el historiador conservador inglés Sir Wheeler Bennet: “Existía la oculta esperanza de que la agresión alemana, si se la lograba encauzar hacia el Este, consumiría sus fuerzas en las estepas rusas, en una lucha que agotaría a ambas partes beligerantes”.

Chamberlain regresó a Londres. Blandía con mucho orgullo un papel que, según dijo, “aseguraba la paz por una generación”. Para reafirmar sus palabras citó la frase de Henrique IV, de Shakespeare: “De la ortiga de los peligros sacaremos las flores de la salvación”. El periódico Izvestia de Moscú le recordó al día siguiente la réplica que sigue a la misma frase: “La empresa que has cometido es peligrosa, los amigos que me has enumerado son inseguros, y el mismo momento ha sido mal escogido. Toda tu conspiración es demasiado liviana como para pesar más que dificultades graves”.

El drama de Münich tiene su epílogo. El 15 de marzo de 1939, las tropas alemanas entraron a Praga ante la impotente mirada de Inglaterra y Francia, los “garantes” que no movieron un dedo para prestar la mínima ayuda a Checoslovaquia; política que hasta ahora no ha cambiado y sigue favoreciendo al agresor.

Actualmente estos dos países, y otros aliados, se suman a las agresiones imperiales que se llevan a cabo a lo largo de todo el planeta.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Arabia Saudí dirige una coalición que, con apoyo de EE.UU. y Reino Unido, ha contribuido a convertir Yemen en "la mayor crisis humanitaria del mundo". Amnistía, Greenpeace y Oxfam exigen al Gobierno que deje de vender armas a Arabia Saudí

Infolibre

La campaña 'Armas Bajo Control' ha celebrado la decisión del Ejecutivo de revisar las licencias de exportación de material bélico al país árabe, en la lista negra de la ONU por asesinato de menores

La campaña Armas Bajo Control se ha reunido este martes con el Gobierno para pedir que España deje de vender armas a Arabia Saudí, un país que se encuentra en la lista negra de la ONU debido a su participación en la guerra de Yemen.

Justamente, la campaña en la que participan Amnistía Internacional, FundiPau, Greenpeace y Oxfam Intermón lleva alertando desde hace tiempo sobre el "riesgo de la complicidad (de España) en la comisión de crímenes de derecho internacional" debido a la exportación de material bélico al país árabe. Más aun, porque el negocio no para de crecer. Entre 2013 y 2016 la exportación de armas a Arabia Saudí se multiplicó por 30, alcanzando un valor total de 1.361,42 millones de euros.

Las bombas saudíes empezaron a caer sobre la población yemení en 2015. El país más pobre de la región, sumido en una guerra civil, entró entonces en el punto de mira de una coalición de países árabes liderada por Arabia Saudí y apoyada logísticamente por EE.UU. y el Reino Unido. Y si bien el objetivo declarado es luchar contra las milicias huthis, Amnistía Internacional denuncia que es la población civil la que "se lleva la peor parte de la violencia". Los bombardeos y el bloqueo por mar y aire que impone la coalición ya han hecho de Yemen, en palabras de la ONU, "la mayor crisis humanitaria del mundo".

A principios de agosto, un bombardeo saudí impactó un autobús en la ciudad de Saada, en el norte de Yemen. Alrededor de 40 personas fueron asesinadas, en su mayoría niños, desencadenando la condena de las Naciones Unidas. Solo después de este ataque –apenas una mínima parte de las 6.592 muertes civiles registradas por el Alto Comisionado desde el inicio del conflicto– el Gobierno de España ha fijado su atención en la venta de armas a Arabia Saudí.

Las cuatro ONG que impulsan la campaña Armas Bajo Control en España se han reunido este martes Xiana Méndez Bértolo, Secretaria de Estado de Comercio, para "denunciar el riesgo de que se autoricen exportaciones de armas a países en conflicto o que violan los derechos humanos". La organización ha celebrado la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de revisar las licencias de exportaciones de material bélico tras el ataque en Sanaa. No obstante, han lamentado que la postura sobre la venta de armamento a Israel –que supuso 1,4 millones de euros en 2017– no esté entre los puntos a discutir.

Por otro lado, la campaña ha celebrado que la existencia de un debate abierto a la sociedad civil sobre el comercio de armas "por primera vez desde hace varias legislaturas". En octubre de 2016, un informe de la consultora Armament Research Services señalaba la aparición de armas españolas en el campo de battalla yemení. Un año despúes, el Gobierno entonces dirigido por Mariano Rajoy anunciaba que no dejaría de vender armas al país árabe puesto que existían condiciones de no reexportación y garantías de que el material no se usaba fuera de las fronteras de Arabia Saudí.

El Ministerio de Defensa ha paralizado este lunes la venta de 400 bombas de alta precisión al país árabe mientras se realiza la revisión, un paso que Armas Bajo Control ha recibido con optimismo a la vez que ha llamado al Gobierno a poner fin al "secretismo" de estos negocios. Según Defensa, se devolverán los 9,2 millones de euros abonados por estas armas. Una pequeña parte de los 270 millones en armamento que fueron a Arabia Saudí en 2017.

Fuente: http://www.infolibre.es/noticias/politica/2018/09/04/amnistia_greenpeace_oxfam_exigen_gobierno_que_deje_vender_armas_arabia_saudi_86398_1012.html

jueves, 14 de junio de 2018

María Teresa Turrión, la española que mece la cuna de los herederos británicos. La palentina se convierte, con el nacimiento del tercer hijo de los Duques de Cambridge, en la 'supernanny' del reino.

A pesar de su proverbial discreción, la palentina María Teresa Turrión Torrallo no ha podido evitar la proyección pública que entraña estar al cuidado de los hijos de los duques de Cambridge, el mayor de ellos destinado a ser un día rey de Reino Unido. A cargo del príncipe Jorge desde su nacimiento, hace cuatro años, y luego también de su hermana Carlota, la llegada de un tercer retoño (Luis) hace justo una semana acaba de convertirle en la supernanny del reino. Porque, aunque la familia siga creciendo, los padres de los pequeños príncipes han dejado claro que no quieren mayor ayuda que la de su niñera española.

La inamovible presencia de Turrión en el palacio de Kensington desde que Guillermo y Catalina fueron padres por primera vez, responde a la confianza depositada por la pareja real en esta niñera, hoy de 47 años, formada en el exclusivo Norland College. Fundado en 1892, en el centro de Bath se cursa uno de los títulos más exigentes del mundo en cuanto a cuidado infantil y provee de cuidadoras para sus hijos a lo más selecto de la aristocracia británica, amén de millonarios afamado como el Rolling Stone Mick Jagger. Entre las asignaturas que se imparten al alumnado, se incluyen clases de artes marciales y de reacción ante un posible ataque terrorista. La palentina fue una de sus diplomadas estrella y, tras trabajar para varias familias de la alta sociedad londinense, fue recomendada a los duques.

La primera imagen que la prensa británica obtuvo de la nanny Turrión fue la de su paseo por los jardines del palacio de Kensington —residencia oficial de los duques de Cambridge— empujando el carrito real de Jorge, el bebé recién nacido. Su atuendo parecía especialmente informal (jersey y pantalones, coleta recogiendo la melena), en una clara distinción entre el espacio privado y público de la familia real. A puerta cerrada, Jorge (4 años), Carlota (2 años) y pronto el recién nacido Luis son niños tratados como tales, “y con mucho amor”, según ha relatado a The Telegraph Kathryn Mews, una de las exalumnas de Norland y hoy autora de varios libros sobre crianza. Luego llegan algunas normas y explicaciones para conseguir que se comporten bien en público, una función en la que la niñera palentina ha sido clave para que los principitos hayan cumplido sus regias funciones sin estridencias.

Una de las imágenes más replicadas por la prensa británica, con Teresa Turrión Torrallo como protagonista, es aquella en la que aparece en pose cómplice y sonriente junto a Isabell II, reina pero también bisabuela de los niños a los que está contribuyendo a criar. La niñera luce para la ocasión un sobrero con la inicial grabada de la escuela Norland, asimismo visible en un emblema prendido de su blusa, que solo es mostrado en ocasiones especiales como pronto será el bautizo de Luis. Toda esa parafernalia le procura visibilidad, para que los menores de la familia real identifiquen a su protectora entre el mar de gente que suele trufar los actos oficiales.

En esas ocasiones, la prensa española ha estado especialmente pendiente de los atuendos de los pequeños royals: vestidos por su niñera con piezas de ropa infantil acuñada en San Sebastián, Valladolid o de firmas nacionales asentadas en Londres. Desde que Jorge lució a sus dos años un abrigo de la marca española Pepa&Co, los artículos sobre la moda lucida por los príncipes han sido recurrentes también en el Reino Unido, pero aceptados con gracia desde el palacio de Kensington. Una señal de que los pequeños y su niñera se llevan muy bien, gracias a la sabía combinación entre la ternura de la niñera para con los niños y al tiempo la capacidad de hacerse respetar, por muy azul que sea su sangre.

La principal inquietud de Kate Middleton, subrayan medios próximos a Kensington, es que María Teresa quisiera dejar sus funciones. Las niñeras que ejercen en familias aristocráticas o muy adineradas no suelen superar la barrera de los cinco años. Pero la super niñera de palacio es una persona descrita desde su entorno como "casada con su trabajo" y los Windsor esperan y confían en que siga en su puesto al menos hasta que el príncipe Jorge empiece la escuela secundaria.

Hace varias décadas, la que fuera niñera de Isabel II publicó un libro sobre sus experiencias que hizo que desde palacio borraran su nombre para siempre. Las apuestas apuntan, en cambio, que el futuro rey Jorge y sus hermanos pequeños siempre recordarán con cariño a María Teresa Turrión Torrallo.

https://elpais.com/elpais/2018/04/30/gente/1525109510_564720.html

viernes, 4 de mayo de 2018

_- La campaña desatada contra Jeremy Corbyn ha reforzado el prestigio del líder laborista.

_- Tomas F. Ruiz

Soy periodista español y llevo siete años residiendo en el Reino Unido. He vivido dos elecciones generales y otras dos municipales, de forma que he sido testigo en primera línea del irresistible ascenso que el líder laborista Jeremy Corbyn ha experimentado en los últimos tres años y al que los sondeos otorgan un amplio margen en su victoria electoral del próximo 3 de mayo.

Desde mi punto de vista, esta ascensión es producto de la honestidad y consecuencia que marca su trayectoria política, con ideas muy claras y contundentes sobre lo que le espera al Reino Unido en un futuro inminente. Parte de su incontenible popularidad la debe Corbyn a la política de destrucción del estado de bienestar que han protagonizado los conservadores, que en los trece años que llevan en el poder han hundido hasta límites inadmisibles el sistema de welfair (bienestar social) de que tanto se enorgullecía el ciudadano británico.

Por otra parte, los tiempos en que el descerebrado primer ministro Tony Blair hundió hasta niveles vergonzosos el prestigio del partido laborista han pasado ya a la historia como un capítulo negro y deplorable del laborismo británico. Empeñado en apoyar la política de invasiones y crímenes contra el derecho internacional que lidera EEUU, Tony Blair dinamitó las bases ideológicas de izquierdas que quedaban en el partido. El laborismo británico ha necesitado más de quince años para remontarse y aparecer de nuevo como una digna y consecuente opción política de izquierdas.

Su elección como líder laborista
La elección de Jeremy Corbyn como líder laborista en el 2.015 significó un giro ideológico radical del partido hacia posiciones mucho más izquierdistas. La situación económica y política, en manos de un partido conservador cada vez más errático y pervertido, comenzó a revelarse como catastrófica con la dimisión de Cameron y la designación de Teresa May como primera ministra. La apisonadora que esta terrible mandataria puso en marcha para aplastar derechos y negar beneficios fue determinante para su hundimiento político.

Una tras otra, el gobierno conservador ha ido cavándose su propia fosa: la política de recortes en todo tipo de servicios públicos, la pérdida del valor adquisitivo del ciudadano medio, las funestas consecuencias de la corrupción económica generalizada, con el incendio de la torre Grenfell como modelo más representativo, las erráticas versiones de envenenamiento montadas para justificar su agresiva política contra Rusia… Y precisamente el partido laborista, con Corbyn a la cabeza, ha sido el más beneficiado por esta catastrófica política conservadora, que ha levantado una ola de irritación en toda la Gran Bretaña como no se veía desde tiempos de la “dama de hierro”.

La “osadía” de Jeremy Corbyn
Corbyn ha sabido aprovechar esta situación para lanzar su mensaje revolucionario: el de una sociedad socialista diseñada para que todos dispongan de suficientes recursos, una nación en la que el reparto de la riqueza sea más equitativo y justo.

Había que ser atrevido, -“brave” en el idioma anglosajón- para proponer un modelo socialista precisamente en el país donde, potenciado por el liberalismo de Adam Smith, nació el capitalismo hace ya más de tres siglos. En la Inglaterra del siglo XIX, explotando salvajemente a una mano de obra totalmente desprotegida, es donde se gestaron los grandes capitales que conforman la codiciosa economía moderna.

Esta atrevida definición de “socialista”, expuesta de una forma absolutamente sincera y que se nutre del incuestionable origen obrero de su partido laborista, ha supuesto un reclamo tan poderoso para el pueblo británico que el partido laborista ha vuelto a recuperar su perdido prestigio.

El mensaje de este hombre ya entrado en años, tan pragmático y premonitor del futuro británico como visionario y prudente en su camino hacia el socialismo, ha calado especialmente entre los jóvenes del Reino Unido.

La campaña anti Corbyn
Apenas intuyeron la amenaza que Corbyn suponía para su partido, los conservadores iniciaron su estrategia: había que descabezar cuanto antes a este desvergonzado político que se atrevía a cuestionar las raíces de la economía capitalista, acabar como fuera con el carisma político de este Oliver Cromwell del siglo XXI.

La campaña levantada para desprestigiar a Jeremy Corbyn es digna de una mente tan retorcida como inteligente. Contando con la complicidad de una buena parte de la prensa, esta campaña se inició hace ya más de un año.

Buscando en su pasado, le han reprochado sus relaciones internacionales con países no alineados con Occidente, la Rusia soviética entre otros; lo han tachado de provocador, lo han acusado de “bolchevique”… No contentos con ello, lo vincularon a la parodia del caso Skipal (los rusos envenenados en Salisbury), le reprocharon que se opusiera a las armas nucleares, especialmente a la utilización de los misiles Trident (con cuya compra y mantenimiento muchos lords han hecho muy rentables negocios), lo tacharon de cómplice cuando alegó el derecho internacional y se opuso a los bombardeos de Siria que Teresa May ejecutó atendiendo a los criminales intereses de EEUU… Incluso lo han acusado de antisemita, montando toda una maniobra dentro de su propio partido para socavar su prestigio. Desde algunas rotativas lo acusaron también de haber sido un espía al servicio del Kremlin.

Corbyn se limitó a seguir su camino, lento pero seguro, para concienciar a la sociedad británica de que destruir la política de bienestar social, privatizar los servicios públicos básicos y negar a la población obrera, especialmente a la inmigrante, sus derechos laborales básicos no debía consentirse.

A pesar de toda esta mediática y maquiavélica campaña, orquestada para hundir y denigrar su imagen pública, el líder laborista sigue subiendo en el ranking de popularidad, continúa recibiendo el apoyo electoral de sus compañeros de partido y se ha convertido ya en el virtual próximo primer ministro británico.

Unos piensan que es su edad la que le da esa clarividencia y le permite diseñar sin ningún escrúpulo una nueva Gran Bretaña donde los beneficios estén mejor repartidos; otros que es su trayectoria intachable de socialista moderado, al estilo del honorable profesor Enrique Tierno Galvan (alcalde de Madrid), la que le permite ir avanzando, lenta pero decididamente, hacia una nación británica cada vez más progresista y solidaria.

La campaña de desprestigio montada contra Jeremy Corbyn ha conseguido precisamente lo contrario de lo que pretendía: hoy el partido laborista está más fuerte que nunca gracias a este hombre que, a sus 69 años ha inyectado la savia joven que necesitaba su envejecida y extraviada formación política.

sábado, 14 de octubre de 2017

Reino Unido: 10 cosas que hemos aprendido del congreso laborista

1 – El Partido Laborista está más unido de lo que lo ha estado durante veinte años. Probablemente hay que remontarse a 1997 para encontrar un congreso laborista con una ausencia tal de divisiones significativas. Después del primer año de Tony Blair como primer ministro, el congreso se convirtió en escaparate de divisiones, bien en el seno de la dirección (Blair versus Brown), o entre la dirección y los afiliados. Este año ha habido una explosión de armonía, lo que en buena medida se explica por el hecho de que...

2 – La oposición interna a Corbyn se ha derrumbado dentro del Partido.Eso no se debe a que todos esos diputados y afiliados del Partido que se mostraban escépticos respecto a él el año pasado hayan visto la luz. En privado, muchos de ellos albergan todavía dudas acerca del proyecto de Corbyn, aunque los resultados de las elecciones hicieron mucho por aquietar sus temores. Pero no hay ni rastro de agenda política alternativa alguna en el Partido por el momento y no hay ningún diputado que vaya más allá de un tibio esfuerzo por articular alguna. La única excepción la constituye Europa, respecto a la cual los europeístas han estado tratando de movilizarse contra la dirección, pero...

3 – El pro-corbynismo laborista se impone a su pro-europeísmo. Ese fue el significado de la decisión del congreso de este domingo pasado (24 de septiembre) de no llevar a cabo una “votación significativa” (por usar la frase acuñada por Keir Starmer en otro contexto, al referirse al voto final del Parlamento en torno al acuerdo del Brexit) sobre la permanencia en el mercado único. Parecía un clásico apaño de los del liderazgo de la época de Blair, pero los afiliados del Partido (siguiendo la consigna oficiosa de Momentum [primer y principal grupo favorable a Corbyn dentro del Partido Laborista]) votaron abrumadoramente a favor de no llevar a cabo una votación, lo mismo que los sindicatos, de modo que se trató de una auténtica decisión democrática. Cuando los miembros de tu partido te hacen ellos el apaño es que has conseguido un grado de control que habría envidiado hasta Blair. Pero, después de algún desahogo en Twitter el domingo por la noche, los europeistas del laborismo se quedaron en buena medida tranquilos…posiblemente porque saben que la política del Partido se escurre gradualmente de su lado. Corbyn se niega a descartar el mantener para bien al Reino Unido en el Área Económica Europea después del Brexit, quizás porque está más interesado en seguir siendo líder laborista y convertirse en primer ministro que en satisfacer su escepticismo de toda la vida respecto al mercado único.

4 – El laborismo tiene un verdadero problema para aceptar que perdió las elecciones generales. El Partido parece estar sufriendo colectivamente una suerte de disonancia cognitiva en este punto, para gran regocijo de algunos periodistas. Considerando que las expectativas de lo que iba a alcanzar el laborismo antes de las elecciones generales eran tan universalmente funestas (incluyendo a los corbynistas, aunque algunos de ellos parecen haberlo olvidado), resulta comprensible su alborozo. Pero también significa que….

5 – El laborismo parece complaciente y no ha ido pensando en serio qué necesita para ganar las próximas elecciones. El paso sensato para cualquier partido que ha perdido unas elecciones generales consiste en llevar a cabo una autopsia, averiguar qué es lo que ha ido mal, y crear una estrategia en torno a lo que se precisa para ganar esos escaños que faltan. Casi no ha habido en esta semana pruebas de que el Partido esté haciendo conjuntamente nada de esto. Por el contrario, se presume de modo generalizado que, ahora que ha quedado sentado que Corbyn no representa un riesgo electoral evidente, es probable que el laborismo venza la próxima vez, porque los tories van trastabilleando y todos los gobiernos acaban inevitablemente por caer. Bien puede ser que sea eso lo que suceda, pero no tenemos garantías, y un partido más empecinado estaría diciendo cosas destinadas a incrementar su atractivo electoral. Eso no ha sucedido hasta ahora en esta semana, aunque se nos dice que Corbyn recurrirá a su discurso posterior para dirigirse no sólo al Partido sino al país en su conjunto.

6 - Corbyn mantiene un dominio tal que no sólo no ha de afrontar desafío alguno a su liderazgo sino que no hay ni siquiera un sucesor evidente. En la mayoría de los partidos políticos, en cualquier momento dado, hay alguien al que se identifica como siguiente líder a la espera. A menudo sucede que no llegan jamás a líderes (Yvette Cooper ócupó esta casilla durante unos cuantos años en la época de Miliband), pero su presencia significa que el líder está siempre, en cierta medida, a prueba. Corbyn, sin embargo, resulta tan preeminente que el habitual parloteo acerca de quién podría ser el próximo líder es extremadamente tenue. El peligro estriba en que el Partido empieza a parecerse a un culto a la personalidad. No lo es, claro, pero aunque se reconozca que hay un elemento de ironía en el cántico del “Oh, Jeremy Corbyn” que se ha convertido en himno del congreso (¿substituirá a The Red Flag [himno laborista] al término de las sesiones de hoy?), hay algo un poquitín norcoreano en todo esto.

7 – El laborismo se entiende ahora acaso mejor como partido de los jóvenes que de clase trabajadora. Es esto algo que sabemos gracias a la demografía del voto, pero ha quedado espectacularmente ilustrado en Brighton por los miles de jóvenes que han acudido a los actos de The World Transformed [TWT – El mundo transformado], organizados por Momentum, un festival de política progresista alternativa que se celebra al tiempo que el congreso. Ha estado extremadamente bien organizado y se ha visto a gente que hacía colas que daban la vuelta para oír al género de oradores que solo atraían a un publico minúsculo en actos marginales hace sólo pocos años. Después de sólo dos años, TWT parece hoy parte integral de los congresos laboristas.

8 – El sector de negocios se está tomando al laborismo mucho más en serio. Después de la elección de Corbyn como líder del Partido, muchos cabilderos empresariales que habitualmente acudían al congreso han estado ausentes. Asumieron que no tenían que preocuparse de tener que prepararse para un gobierno laborista. Pero eso ha cambiado, y este año están aquí en bloque. Podrá ser que no les guste necesariamente mucho el laborismo, pero tienen la impresión de que hay que implicarse.

9 - Corbyn está mejorando muy mucho en el manejo de los medios. Le eligieron como líder a causa de su política, no porque diera bien en television, y hasta este año sus entrevistas radiotelevisivas se habían visto enturbiadas por sus meteduras de pata o su irritabilidad. Pero en los últimos seis meses ha mejorado enormemente, y no menos en la habilidad política esencial de saber cómo esquivar preguntas delicadas (¿se acuerdan de cómo se manejó con la pregunta de Andrew Marr sobre las huelgas ilegales?). Por lo que a esto respecta, está actuando en buena medida como un político convencional, sin haber tenido que sacrificar su reputación de autenticidad, un logro inusitado.

10 – La transformación del laborismo todavía no ha concluido. Puede que Corbyn haya conseguido un completo dominio sobre el Partido, pero volver a remoderlarlo constituye un trabajo todavía en marcha y, entre bambalinas, hay nervios considerables entre aquellos parlamentarios que menos simpatizan con Corbyn respecto a dónde va a acabar el Partido, y respecto a si van a acabar siendo desechados como candidatos. El Partido aprobó ayer algunos cambios en la reglamentación, pero el fundador [Jon Lansman] de Momentum ha dejado claro que le gustaría ir más allá, y la secretaria política de Corbyn, Katy Clark, está llevando a cabo una revisión de la democracia interna del Partido – que ha provocado sorprendentemente poca discusión en el congreso – que podría acabar siendo el vehículo mediante el cual se produzca esto. Andrew Sparrow corresponsal político del diario The Guardian y como tal acudió al congreso del Partido Laborista de esta semana en Brighton.

Fuente: The Guardian, 27 de septiembre de 2017 Traducción: Lucas Antón

http://www.sinpermiso.info/textos/reino-unido-10-cosas-que-hemos-aprendido-del-congreso-laborista

miércoles, 5 de julio de 2017

EEUU: Hay que aprender del éxito de Jeremy Corbyn y dirigirse a los votantes jóvenes.

Se podía haber llegado a pensar que las elecciones de noviembre habían trazado con claridad una línea en torno al centrismo demócrata. Pero la derrota de Jon Ossoff en el sexto distrito del Congreso en Georgia puede significar de veras su última aliento. Ni siquiera disponiendo de una cantidad de fondos seis veces mayor que la de su oponente y de un presidente republicano enloquecido e incompetente, pudo Ossoff conseguir que votara por él un número suficiente de republicanos ricos y de elevada formación como para darle la vuelta al distrito.

Cuando Bernie Sanders hizo notar que no estaba seguro de que Ossoff fuera de verdad progresista, no fue algo que resultara agradable de decir, pero tampoco era inexacto. El futuro del Partido Demócrata no se cifra en hombres como Ossoff. Tenemos que aprender de la remontada de Jeremy Corbyn en las elecciones del Reino Unido y empezar a poner nuestra fuerza y nuestro dinero en candidatos que estén de veras a la izquierda.

Nos mofamos de las historias de que el presidente número 45 sigue regalando a los que le visitan en su oficina un mapa que explica su victoria electoral, pero a muchos demócratas les preocupan los detalles de las elecciones y las razones de la derrota de Hillary Clinton. Está claro que el sexismo constituyó un factor significativo, como lo fue la intervención del ex-director del FBI, James Comey y la posible interferencia de Rusia. Pero los que dentro del Partido estén dispuestos a llevar a cabo una verdadera introspección han de reconocer que la ausencia de la aplastante victoria que se había anticipado debe achacarse a la incapacidad de que las políticas del Partido tuvieran eco entre la gente de los estados que decidieron las elecciones, lugares del centro del país que han visto como su medio de vida se ha consumido, en vez de florecer, bajo el capitalismo tardío.

Las promesas de Trump de que resolvería los problemas que asolan a sus comunidades – problemas tales como el desempleo, la pobreza y la crisis de los opiáceos – parecen ser promesas vacías. Pero los demócratas podrían haber hecho un trabajo bastante mejor demostrando que se preocupaban por las comunidades de la Norteamérica media: por ejemplo, apareciendo de verdad en ellas. Que Clinton se codee con estrellas de Hollywood tiene poco atractivo para los norteamericanos que están en el centro del país.

Tenemos que acudir a movimientos como la Marcha de Mujeres [Women´s March], que inspiró a un número sin parangón de personas a salir a la calle, y a la campaña Preséntate por Algo [Run for Something], que ayuda a la gente progresista a presentarse a las elecciones, y que ha conseguido una inmensa y entusiasta respuesta de nuevos candidatos. Son la mejor esperanza que tienen los demócratas de hacer efectivo el cambio en 2018 y más allá de esa fecha. Pero sólo si dan motivos para que vayan a votar los jóvenes que salieron a votar por Obama, pero no se molestaron en votar por Clinton.

Esto significa centrarse en cuestiones reales que significan mucho para los jóvenes: ayuda para las deudas por estudios, empleo regular, atención sanitaria que les permita la posibilidad de crear una familia.

Aunque su continuado compromiso con el Comité Nacional Demócrata [DNC] demuestra la ambición de Bernie Sanders de promover esta agenda, es momento de que se haga a un lado. Su negativa a inscribirse como miembro del Partido Demócrata invalida cualquier pretensión veraz de que tiene que estar al timón del mismo. Son legítimas muchas de sus críticas al Partido, pero si Sanders no está dispuesto a comprometerse a trabajar en su interior en favor del cambio, tiene que prestar su apoyo a alguien que esté dispuesto a hacerlo.

Elizabeth Warren es la elección evidente, comparada con los que se parecen a Nancy Pelosi o Joe Biden, es una “outsider”, pero sigue siendo una demócrata que ha demostrado su compromiso con el Partido. Su populismo económico encara muchos de las mismas preocupaciones que Trump pretendía que mitigaría, pero ella ofrece soluciones que mantengan a flote a la clase media haciendo que los ricos aporten más, en lugar de prometer impulsar el crecimiento por medio de una desregulación que sólo consigue que los megarricos lo sean todavía más. Y está claro su compromiso con valores sociales progresistas, al contrario de Sanders, cuya observación de que “no se puede excluir simplemente a la gente que no está de acuerdo con nosotros [respecto a los derechos reproductivos]” provocó la respuesta de mujeres de la izquierda que no quieren que sus derechos se consideren como objeto de regateo.

Cuando los republicanos del Senado presionan para sacar adelante un proyecto de ley que llevará a la muerte y bancarrota de muchos norteamericanos que tengan la desgracia de estar mal y ser de clase media, eso debería suponer hoy una clara oportunidad para que los demócratas afirmen que pueden ofrecer una alternativa mejor. Se perderá la oportunidad si seguimos debatiendo qué significa ser demócrata. El centro ha tenido su ocasión. Es momento de abrirle el camino a Warren, a la izquierda, a un partido que valore la diversidad y se dirija a los jóvenes.

Jean Hannah Edelstein periodista independiente radicada en Nueva York, es columnista del diario The Guardian.

Fuente: The Guardian, 25 de junio de 2017 

http://www.sinpermiso.info/textos/eeuu-hay-que-aprender-del-exito-de-jeremy-corbyn-y-dirigirse-a-los-votantes-jovenes

domingo, 26 de junio de 2016

El mundo debe dar gracias a Reino Unido. Los británicos nos han demostrado que la política no es, o no debería ser, un juego frívolo.

“Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”, dijo Churchill sobre el sacrificio de los aviadores de la RAF en la segunda guerra mundial. Podemos decir lo mismo hoy del sacrificio que ha hecho Reino Unido por la humanidad.

El consenso casi total en el mundo es que al votar en el referéndum del jueves a favor de la salida de la Unión Europea los británicos (o, mejor dicho, los ingleses) cometieron un error incomprensible, demencial y de épicas proporciones. Tras conocerse el resultado, las caras pálidas, los tonos de voz entrecortados e incluso las palabras asombrosamente sobrias —no victoriosas— de los dirigentes conservadores de la campaña por el Brexit dieron la impresión de que se habían despertado la mañana después de una noche de alcohol y desenfreno preguntándose: “¡Dios mío! ¿Qué hemos hecho?”.

Malo esto para Reino Unido, pero bueno para todos los demás. Los británicos se encuentran de repente en una crisis económica y política sin precedentes, tan gratuita como innecesaria, y de la que solo se pueden culpar ellos mismos. Como consecuencia, la democracia parlamentaria más antigua ha dado al mundo una lección de un incalculable valor, una lección en cómo no se deben hacer las cosas en un país que aspira a la cordura y la prosperidad.

Lo que nos ha demostrado Reino Unido es que la política no es, o no debería ser, un juego frívolo; que los líderes demagogos que para alimentar su vanidad y sus ansias de poder alientan la noción de que la sabiduría de las masas es la máxima virtud de la democracia deben ser escuchados con cautela; que las decisiones de Estado son todas debatibles pero exigen que aquellos que las tomen posean un mínimo de responsabilidad cívica y un mínimo conocimiento de cómo funciona el Estado; que cuando los políticos que gobiernan o aspiran a gobernar opinan por ejemplo sobre la economía, sepan de lo que hablen, o al menos sepan más que el grueso de la población.

En resumen, los que tienen en sus manos el poder de influir en las vidas de millones y millones de personas deben ser expertos. Los expertos fueron precisamente aquellos cuyos argumentos fueron rechazados por la mayoría británica que optó por seguir las seductoras melodías de los flautistas del Brexit, conduciéndolos, como el de Hamelín, a las cuevas del infierno.

El momento más revelador de la campaña del Brexit fue cuando una de sus principales figuras, Michael Gove, declaró: “La gente de este país está harta de los expertos”. Gove, que fue ministro de educación durante cuatro años en el gobierno de David Cameron, estaba respondiendo a las advertencias del Banco de Inglaterra, de los jefes de los sindicatos obreros, de los principales empresarios británicos, de Barack Obama y de prácticamente toda la gente informada y pensante del mundo que se expresó en contra de votar por la salida británica de la UE. Escuchen a sus corazones y a sus juicios, les decía Gove a los votantes, gente que en su gran mayoría, como la gente en todo el mundo, se interesa mucho más por el futbol, o por las telenovelas, o por los concursos de talento, o por las historias de las vidas íntimas de los famosos o, por supuesto, por sus familias y sus trabajos que por la política, un deporte minoritario vaya uno donde vaya. Esto, que tanto les cuesta aceptar a los ideólogos profesionales, no es ni bueno ni malo. Es lo que es, y lo que hay.

Y es el motivo por el cual el primer ministro Cameron pecó de una irresponsabilidad histórica y de una idiotez monumental al encomendar la decisión sobre el complejísimo tema, entendido por una ínfima fracción de la población, de si salir o permanecer en la UE era bueno o malo. Si hubiera sido fiel al principio de la democracia representativa, que los propios británicos patentaron en el siglo XVIII, hubiera dejado la decisión en las manos de los electos relativamente expertos diputados parlamentarios, más de tres cuartos de los cuales estaban a favor de la permanencia y ahora se encuentran en la surrealista tesitura de tener que obedecer el veredicto de las masas y solicitar formalmente a Bruselas la salida.

Dicen muchos de los comentaristas de élite que escriben para las élites que el Brexit es el síntoma más alarmante hasta la fecha de un fenómeno global contemporáneo “antiélites”. Se ha vuelto un tópico esto, repetido (por un columnista élite del New York Times, por ejemplo, el viernes) hasta el aburrimiento. Así explican día tras día en Estados Unidos y en Europa y en todas partes el ascenso de Donald Trump, primo hermano de los brexiters. Si tantos lo dicen algo de verdad debe tener, se supone, pero existe una explicación más sencilla de estos fenómenos, una a la que las élites opinadoras quizá se resistan por temor a ser tachadas de elitistas: que en cuestiones políticas y económicas nacionales la gente es fácilmente manipulable por los que tienen la cínica astucia de apelar a sus prejuicios y sus sentimientos más viscerales o tribales como, en el caso de los ingleses, el ancestral desdén y desconfianza que les inculcan desde la infancia hacia los deshumanizados “extranjeros”.

¿Por qué los londinenses y los escoceses, a excepción de casi todo el resto de Reino Unido, escucharon a los expertos, desoyeron a los populistas y votaron abrumadoramente a favor de la permanencia en Europa? Fácil. Porque los londinenses habitan en la ciudad más cosmopolita del mundo, conviven y trabajan con extranjeros todos los días y ven no solo que aportan mucho a la ciudad en lo económico y en lo social sino que son tan reconociblemente humanos como ellos mismos. En el caso de los escoceses, que han recibido enormes cantidades de inmigrantes en su tierra en los últimos años y que cuando son pobres son igual de pobres que los ingleses, hay una doble explicación. Una, que no se les adoctrina con sentimientos xenófobos desde una temprana edad, sino más bien todo lo contrario; y que el sistema de educación estatal en Escocia es, como el exministro Michael Gove bien sabe, muy superior al inglés. Los escoceses poseen en mayor abundancia que los ingleses las facultades mentales necesarias para saber distinguir entre los predicadores farsantes y los sinceros, entre las políticas que les convienen y las que no.

La saludable lección que el resto del mundo debe aprender del disparate en el que han caído los ingleses, entonces, es estar más alerta que nunca al populismo barato de aquellos que pretenden llegar al poder apelando a sus prejuicios y resentimientos. Con suerte, el resultado del referéndum británico, y las consecuencias desastrosas que arrastrará, hará más difícil que los votantes estadounidenses sucumban al flautista Trump, o los franceses a Marine Le Pen, del mismo modo que el apocalíptico fracaso del también disparatado proyecto chavista en Venezuela con suerte servirá de advertencia a los demás países de América Latina.

Si el mundo no aprende de estas lecciones quizá llegue el día en el que tengamos que replantearnos la idea de que la democracia es el sistema político menos malo que ha inventado la humanidad. Mi padre, que combatió en la RAF de 1939 a 1945, decía con frecuencia algo que recuerdo mucho estos días: que el mejor sistema de gobierno era la autocracia moderada por el asesinato. Siempre pensé que era una locura y que lo decía en broma. Ya no estoy tan seguro.

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/06/26/actualidad/1466928806_545463.html

martes, 8 de septiembre de 2015

¿Por qué los refugiados acuden a los “infieles”?

https://video-mad1-1.xx.fbcdn.net/hvideo-xfa1/v/t43.1792-2/10619329_989676824405527_765665321_n.mp4?efg=eyJybHIiOjE1MDAsInJsYSI6MTAyNH0%3D&rl=1500&vabr=650&oh=863b6fc23bb078e104d994587626f1a8&oe=55EF3D17
El pequeño Aylan Kurdi era parte del “enjambre” de Dave Cameron. Claro, le será un poco difícil a Dave sacudirse eso, porque Aylan no era negro ni café ni “manchado” por dictadores de la televisión adictos a la tecnología, sino –enfrentémoslo, porque de eso se trata– más bien como nuestros niños de tres años. Podría haber sido un Alan o un John... o un David. De haber sido arrojado a las costas de Hastings o de Bexhill, uno puede imaginar las demandas de los buenos ciudadanos de Sussex por una investigación pública.

Pero Dave Relaciones Públicas nos acababa de decir que Gran Bretaña no puede “recibir” más refugiados sirios. Lo siento, Aylan.

Sin embargo, a riesgo de contraer el cáncer del Daily Mail, existe una perspectiva un poco más amplia de la que necesitamos estar conscientes. Se supone que Europa y Occidente –lo que alguna vez llamamos la Cristiandad– son los chicos malos en Medio Oriente. Somos nosotros quienes bombardeamos, corrompemos e invadimos a los musulmanes de Medio Oriente. Nosotros, quienes apoyamos a los crueles dictadores de Medio Oriente (a menos que desobedezcan nuestros deseos). Somos nosotros quienes chupamos los tesoros fósiles de Medio Oriente, su petróleo y su gas natural. Somos los infieles, ¿o no?

Y cierto, millones de refugiados sirios se han asentado en miserables campamentos en los bordes de Líbano, Turquía y Jordania. Pero los cientos de miles de desposeídos que hoy se arremolinan deseando huir de sus torturadores no navegan en barcos con abolladuras hacia donde uno esperaría que fuesen: a la ummah, el corazón latente del islam, la tierra donde el profeta vivió y donde recibió la palabra de Dios que es conocida como el Corán. No, los destituidos de Medio Oriente no se dirigen a Arabia Saudita, a los ricos reinos del Golfo, para implorar ayuda de los constructores de las grandes mezquitas, los Guardianes de los Santos Lugares.

Los refugiados no arriban en tumulto a la costa de Jeddah en el Mar Rojo, demandando asilo y libertad en el reino que apoyó al talibán y del que surgió Osama bin Laden. No suplican a los guardias fronterizos sauditas que les permitan tomar el tren de Dhahran a Riad, en busca de solaz y seguridad para sus familias en brazos de un régimen cuya fe wahabita-salafista sunita ha proporcionado reclutas a pasto para el Isil. Y, podríamos añadir, esos sirios que huyen de Assad, más que de sus enemigos, tampoco se arrojan a los pies del “califato islámico” cuyos videoclips hieden a muerte y castigo, más que a piedad.

Un poco extraño, podríamos decir. Los historiadores necesitarán algún día ponderar la ironía de que, mientras cientos de miles de judíos dejaron Europa para ir a Medio Oriente, hace 70 años, cientos de miles de musulmanes escapan ahora de Medio Oriente hacia Europa. Pero de eso se trata, ¿cierto?

¿Por qué vienen acá?

No es porque crean que somos “blandengues”. No es porque quieran medrar con nuestra generosidad. Sospecho que es porque conocen lo suficiente de Europa y de nuestra historia, y de nosotros –no de nuestros políticos de hojalata o de Dave Supermercado y los ruidosos carroñeros laboristas que le gruñen a Corbyn, sino de los alemanes, franceses, italianos y suecos y, sí, los griegos e incluso los húngaros, y hasta de los británicos– para saber que somos buenas personas, gente amable. Creo que saben que, muy debajo de nuestro caparazón de cinismo y materialismo y nuestra falta de fe religiosa, la idea del humanismo está viva en Europa y que podemos ser personas decentes, buenas, consideradas y honestas.

Las implicaciones de todo esto son extraordinarias. Significa que, pese a nuestros líderes negligentes y cobardes, nuestros dementes Blairs, nuestros Daves Supermercado, nuestros tontos Milibands y nuestros deschavetados aliados de Europa oriental, somos una sociedad honorable y humana. No sólo hablo del Ángel de Alemania, sino de los voluntarios alemanes, algunos de ellos desempleados, que alimentan y reciben a los refugiados en Berlín. Me refiero a los 20 mil húngaros que marcharon en apoyo a estos afligidos extranjeros que han llegado a nuestras fronteras europeas. A los hombres y mujeres franceses que ayudan a alimentar al “enjambre” de Dave mientras se pudre en las “junglas” de Calais. Pienso en los jóvenes trabajadores de Médicos Sin Fronteras con quienes viajé a la frontera greco-macedonia, que distribuyeron agua, comida, ropa y afecto a las familias de Alepo, Idlib y Deraa –sí, y de Kandahar y Peshawar–, para quienes los refugiados eran más bien como Aylan el de tres años en su playa dorada: para esos jóvenes europeos, los refugiados eran iguales a nosotros. De hecho, “ellos” eran “nosotros”.

En la cada vez más oscura y profunda división entre la gente –los electores– de Europa y sus servilmente ambiciosos e inmorales líderes (excepto Merkel, claro), existe un desafío mucho más serio para el futuro. ¿Qué ocurre cuando nos damos cuenta de que nuestros representantes no nos representan? ¿Qué ocurre cuando recordamos que Dave Relaciones Públicas inclinó la bandera británica ante el difunto rey de Arabia Saudita? ¿Siquiera –en nuestro nombre– rendirá el mismo homenaje al pequeño Aylan?
The Independent
Fuente original:
http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2015/09/03/por-que-los-refugiados-acuden-a-los-201cinfieles201d-robert-fisk-5416.html

jueves, 5 de junio de 2014

“Cuanto más apática esté la gente más estallará la violencia”. Irvine Welsh, arremete contra la crisis sociopolítica en ‘Skagboys’, precuela de su famosa ‘Trainspotting’, uno de los libros de la Feria

“Te verde; cualquiera”, dice tras apurar un vaso de agua. No es la bebida que uno espera de este hombre corpulento bajo su camiseta negra, brazos tatuados, cabeza rapada, de habla cerrada casi como su boca, comisuras de los labios grabando su rostro hacia abajo. Menos aún si se sabe que es Irvine Welsh, el autor de Trainspotting (1993), retrato de esa simbiosis letal que fue el thatcherismo con el azote de una heroína que estalló de la nada en la Escocia de los años 80. Una instantánea que tuvo secuela, Porno (2002), y también precuela, Skagboys (Chicos de la heroína, en argot, 2012), que ahora llega a España (Anagrama).

“La policía sigue aporreando a los piquetes que quedan como si fueran crías de foca (…) Pienso que hemos perdido y se avecinan tiempos crudos”, escribe Mark Renton (jovencísimo Ewan McGregor en la adaptación al cine que Dany Boyle hizo de Trainspotting en 1996) en su diario de rehabilitación de drogadicto recordando su apaleada presencia junto a su padre en la huelga de mineros de Orgreave y que marca el inicio de una novela que narra la introducción en la heroína de su pandilla, pero con un componente sociopolítico más fuerte que en las dos entregas anteriores. “Quería explicar cómo los personajes de Trainspotting habían llegado hasta ahí, pero deseaba complementar las voces y las circunstancias familiares dando un pequeño sorbo al tema político”.
Más en El País.

jueves, 22 de mayo de 2014

Owen Jones: “La libertad de prensa es un mito”. El referente de la nueva izquierda británica clama contra los recortes que amenazan el estado del bienestar.

"Los sindicatos ya no movilizan como antaño"

En persona, Owen Jones, referente de la nueva izquierda británica, parece un ángel rubio con cara de niño, un niño que se muerde las uñas. Al autor de Chavs, la demonización de la clase obrera, un ensayo para comprender los efectos de la crisis, lo confunden con el protagonista de Solo en casa. Tras el chico travieso se oculta, en este caso, un activista que clama contra las desigualdades y los recortes que amenazan el estado del bienestar. Jones (Sheffield, 1984) ha pasado tres días en España, impartiendo conferencias, en Barcelona y en Madrid, como una auténtica estrella mediática. “No tanto”, aclaraba humilde ayer, antes de tomar la palabra en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, donde lo aguardaban un centenar de estudiantes.

Hace más de tres décadas, cuando se inauguró la facultad, esa misma tribuna la ocuparon trabajadores de Comisiones Obreras que alentaban a los jóvenes a luchar por la libertad. Ahora, el papel de agitador corre a cargo de un joven licenciado en Historia en Oxford y colaborador de The Guardian. “Los sindicatos y la izquierda han sufrido en este tiempo grandes fracasos, carecen del poder de movilización de antaño. Sin embargo, a las protestas de 2010 en Gran Bretaña se unieron muchos sindicalistas. Debemos volver a trabajar juntos”, contó tras la conferencia, frente a una taza de té.

Owen es justo lo contrario de un nostálgico del pasado. “Los trabajadores ahora reciben un mensaje a las seis de la mañana en el móvil en el que se les comunica si trabajan ese día; la Cruz Roja británica se organiza, como en la II Guerra Mundial, para dar de comer a los pobres y más de seis millones de personas se encuentran al borde de la pobreza en Europa”. La culpa, dice, la tienen las políticas neoliberales y la prensa que las secunda. “En Gran Bretaña no tenemos medios de comunicación libres, la libertad de prensa es un mito. Uno de los fracasos de los medios tiene que ver con las ayudas sociales que la prensa caricaturiza constantemente. Los propietarios de algunos medios son millonarios que aplican sus políticas contra los pobres”.

Para acabar con ese estado de cosas, Owen propone juntar fuerzas. “No podemos conseguir el cambio social sin demandas que nos unan a todos”. Su carta de los derechos de los trabajadores pasaría por reivindicaciones comunes, como un salario digno, programas eficaces de vivienda pública, justicia fiscal, control de los bancos y abolición de los paraísos fiscales. En su lucha por conseguirlo, visita escuelas publicas y barrios deprimidos. “Los chicos son muy listos, saben que no podrán conseguir un trabajo que no sea precario... Hay mucha ira en ellos pero nos falta esperanza. La nueva izquierda debe comprometerse con ellos”.

Los chavs, que él ha contribuido a popularizar —en la versión patria un equivalente a pokero o cani—, con sus atuendos deportivos, parecen más bien desarmados ideológicamente. El vocablo chavs entró en la academia en 2004, antes que se publicara su libro. “No tiene tanto que ver con el término sino con lo que representan, ese mundo donde los problemas sociales se convierten en fracasos personales y donde las desigualdades se justifican con un se lo merecen por vagos”. En septiembre vuelve a la carga con The establishment y cómo librarse de él.
Fuente: El País.
Más sobre Owen Jones, aquí
“Las cosas han empeorado desde que escribí Chavs”
Entrevista en la SER, http://www.cadenaser.com/sociedad/audios/owen-jones/csrcsrpor/20140525csrcsrsoc_5/Aes/

jueves, 3 de octubre de 2013

“En Reino Unido no regalan nada pero aprecian el buen trabajo”. Las pistas de los expatriados españoles para quienes quieran seguir su camino




  • Reino Unido: Fuga a Londres
  • Expatriados por la crisis
  • Ofertas de empleo en Reino Unido
  • La Gran Bretaña más gris de la era Thatcher. Chris Killip pone rostro a las víctimas obreras de la desindustrialización en una exposición de 107 obras en el Reina Sofía

    Las imágenes de la exposición
    La política de tierra quemada que Margaret Thatcher perpetró en el Reino unido entre 1979 y 1990 trasformó el paisaje de las zonas industriales hasta límites insospechados. Allá donde había una fábrica,una mina o un astillero solo queda un césped que recuerda a los campos de golf. Son ruinas que poco dicen de los hombres y mujeres que allí trabajaron y vivieron hasta quedarse en el paro y perder todo lo que tenían. Sus rostros es precisamente lo que más interesa a Chris Killip (Isla de Man, 1946), uno de los fotógrafos documentalistas más importantes del momento, junto a Martin Parr, Tom Wood o Paul Graham. La memoria humana de esos años, protagoniza la exposición Work que Chris Killip inaugura hoy en el Reina Sofía, en Madrid, del 2 de octubre al 24 de febrero, con un centenar largo de obras, en blanco y negro, que ya han sido expuestas en Museo Folkwang de Essen (Alemania) y en la que el artista quiere narrar la vida real en el Norte Inglaterra entre 1968 y 2004.

    Una hora antes de la presentación de la exposición Chris Killip, ahora profesor en Harvard (EEUU), pasea entre sus retratos reconociendo uno a uno a los protagonistas, como si el tiempo no hubiera pasado. Tranquilo y dicharachero parece que se hubiera vestido (camisa añil y chaqueta beige sobre pantalón negro con llamativos calcetines rojos) para restar dramatismo al blanco y negro de sus fotografías. Admirador de Bill Brandt, pionero en retratar la s desigualdades sociales de los británicos y las condiciones de vida de los mineros del norte de Inglaterra, Killip recuerda que se inició en el mundo de la fotografía con solo 18 años, en el campo de la publicidad. “Trabajaba de ayudante y tenía que pedir a quienes fotografiaba que sonrieran a la cámara. Era un trabajo mercenario que abandoné para siempre después de un viaje a Nueva York en el que en el MoMA pude ver la obra de Brandt, Walker Evans o August Sander”.

    A su vuelta decidió utilizar la cámara como herramienta política y comprometerse con los cambios de su entorno social. Comenzó haciendo retratos de gente común y conocidos suyos, como unos jovencísimo Martin Amis y Iam Dury. Pero la primera serie de esta etapa la realiza en su tierra de origen, la isla de Man, un territorio autónomo dependiente del Reino Unido en el que su familia tenía un pub. “Nací en el pub y desde pequeño me asomaba para ver cantar a los clientes. Es curioso ver como la música transforma a las personas. Nos habíamos visto desde siempre, pero no sabíamos nada los unos de los otros. Yo mismo descubrí que mi madre tocaba el piano y fumaba un día que volví a casa antes de tiempo del colegio porque me había puesto enfermo. Para conocer hay que volver una y otra vez a los mismos lugares. Y, de repente, ves. Les digo a mis alumnos que lo importante para ver es saber mirar”.

    Ute Eskildsen, comisaria de la exposición, explica que las fotografías de Killip documentan la tipografía de las áreas que retrata y narra la confrontación de los habitantes con las durísimas consecuencias de una política económica que dio la espalda a los intereses de la clase obrera británica. “Su trabajo”, añade Eskildsen se distingue por su empatía en una zona que sufre la revolución desindustrial y se enfrenta a la evolución de los empleos industriales tradicionales hacia el nuevo mundo de la alta tecnología”.

    La cámara de Killip se fija en todos aquellos que se quedaron en la cuneta de manera que el fotógrafo toma partido y se convierte en un excluido más. “La diferencia respecto a Evans o Brand”, advierte la comisaria “es que ellos retratan el drama de los obreros desde la distancia. Killip comparte su sufrimiento".

    Desde la isla de Man, la exposición se traslada a Huddersfield, en cuyas fábricas textiles se produce la primera aproximación de Killip a la Inglaterra industrial y después su trabajo se centra en el norte de Inglaterra, donde el carbón, las acerías y astilleros habían sido la forma de vida de varias generaciones. Sobre la serie Nordeste, realizada entre 1975 y 1988, cuenta que llegó a Newcastle en 1975 con una beca de dos años, pero se quedó durante dieciséis. “La clase trabajadora de esa zona descendía de campesinos que en el XIX habías sido desplazados por la mecanización o por los inmigrantes de la gran hambruna irlandesa. Era gente como la mía de la isla de Man, nunca habían conocido la revolución industrial. Mi trabajo es una crónica de la revolución desindustrial de esos pueblos”. Añade que nunca sospechó que todo aquello fuera a ser desmantelado. “No existen las fábricas, ni las minas, ni la mayor parte de las personas. Los restos de aquella vida han desaparecido y quiero que, cuando menos, permanezcan en la memoria”.

    João Fernandes, subdirector del Reina Sofía opina que en todas estas imágenes hay algo oculto. “Se puede ver la vida de la gente, la de los excluidos, la de quienes solo tienen su trabajo. La exposición es un valioso documento sobre el cambio perpetrado por el Thacherismo. La vida de la gente que recoge restos de carbón arrojado al mar o las protestas de los mineros ilustran sobre unos años en los que se actuó sin disimulos contra la clase trabajadora”.
    Fuente: El País.

    viernes, 30 de agosto de 2013

    Reino Unido no participará en una acción militar contra Siria. El Parlamento Británico vota en contra de la intervención. Cameron es derrotado.

    El Parlamento de Reino Unido rechazó la posibilidad de iniciar acciones militares contra el régimen de Siria tras el aparente ataque químico ocurrido la semana pasada en los suburbios de Damasco.

    La propuesta del primer ministro David Cameron de llevar a cabo un ataque a Siria fue rechazada con los votos de 285 parlamentarios. A favor votaron 272, es decir una diferencia de apenas 13 votos.

    No fue el primer ministro ni su gabinete, sino los parlamentarios sin cartera de su partido y la oposición los que definieron la política exterior británica este jueves.

    Puesto de manera elegante, el Parlamento expresó sus deseos y el primer ministró escuchó.

    Pero si lo piensa mejor, eso va a requerir algunas explicaciones, sobre todo ante Estados Unidos. ...

    Pero el rechazo parlamentario fue aún más allá. La Cámara de los Comunes también votó en contra de la moción del gobierno que pedía una acción militar en Siria si era respaldada por evidencia de los inspectores de armas de Naciones Unidas, que investigan las acusaciones de que el régimen del presidente Bashar al Asad usó armas químicas contra la población civil. El secretario de Defensa, Phillip Hammond, confirmó que Reino Unido se desvinculará de cualquier acción militar contra el régimen de Al Asad.

    "Creo que Estados Unidos y otros países seguirán adelante con la idea de responder al ataque químico". "Estarán decepcionados de que Reino Unido no participará. Pero creo que el hecho de que los británicos no participen no significa que no actuarán", dijo.

    A la pregunta de los periodistas de si todos los parlamentarios que rechazaron la moción habían dado "socorro" al presidente Al Asad, dijo que "la expresión fue inventada. El régimen de Al Asad va a estar ahora menos incómodo esta noche como resultado de la votación en el Parlamento".

    Culpó a la guerra en Irak en 2003 por "envenenar el pozo" de la opinión pública contra las intervenciones militares británicas en el Medio Oriente.

    El parlamentario opositor designado para temas de defensa, Jim Murphy, señaló que "el Parlamento es totalmente impredecible en algunas ocasiones y creo que muchas personas no creían que esto sucedería".

    Agregó que el hecho de que muchos parlamentarios conservadores no hayan apoyado a Cameron refleja el hecho de que "no estaban dispuestos a tomarle la palabra".

    "No va a haber participación británica en una acción militar en Siria, creo que eso es bueno, el sistema funciona", aseveró el parlamentario conservador Douglas Carswell, que votó en contra de la moción del gobierno.

    Comentarios:
    María José Arroyo
    HACE 2 HORAS
    Para mi es una gran noticia, me muestra que, aunque despacio el mundo va cambiando. La mayoría de las personas queremos la paz y la concordia entre los pueblos y esto se tiene que hacer notar.Cuando los de la cúpula del poder se queden solos, necesariamente se producirá el cambio que muchos esperamos.

    karel gerson palacios broncano
    HACE 4 HORAS
    Es duro ver hasta donde llegan los intereses de los seres humanos. En mi opinion la visión sobre la guerra de Siria ha sido muy manipulada y no creo que el presidente Asad haya perdido la cabeza para realizar ese ataque. Lo que pienso más probable y temerosamente es, hasta donde llegan los intereses de EEUU y demás para jugar con vidas de mujeres y niños. Yo creo que todo tiene un límite y ese límite esta siendo sobrepasado.
    Fuente: BBC.
    NOTA
    La mayoría de los comentarios van en el sentido de no a la guerra, quieren la paz. Los llamados "rebeldes" no han sido manifestantes pacíficos, no se trataba de manifestaciones sin violencia, al contrario hemos visto como arrojaban a hombres vivos desde azoteas, como el que dice luchar por la libertad le arrancó el corazón a un soldado aún vivo y comenzó a comerlo. ¿Son estos los que luchan por la libertad y la justicia? ¿Son esos métodos los que van a suponer la defensa de los derechos humanos?. Y además con los antecedentes de las guerras contra Yugoslavia, Kosovo, Irak, Líbia, Afganistán, donde, bajo el pretexto de defender a la población civil, se han cometido miles de asesinatos, hace muy dudoso que, una guerra contra Siria, no sea una guerra más en la escalada de defensa de intereses occidentales, sin importar para ello las muertes y destrucciones causada al país. Todos los países enumerados están objetivamente mucho peor y una enorme cantidad de población ni esta ya en este mundo. ¿Qué esperanza puede suponer una nueva intervención occidental con esos precedentes?.

    La votación del parlamento británico ha sido un éxito democrático, los diputados han votado siguiendo la voluntad del pueblo que los ha elegidos. (Lo que nunca ha ocurrido en nuestro país que siguen ciegamente las directrices de sus partidos aunque estén haciendo algo contrario a lo que prometieron en sus programas; recortes en educación, sanidad, pensiones, contrareforma laboral, venta del patrimonio y empresas públicas a sus amigos, llamándole privatizaciones, contrareforma de derechos civiles y políticos, legislación a favor de los poderosos y banqueros, amnistía para los defraudadores y corruptos, etc. El Estado se ha tomado por asalto y lo han convertido en el consejo de administración de los intereses del poderoso 1% de la población).

    La crisis económica ya supone sufrimiento para los más humildes de la población. Una nueva guerra, con sus gastos en vida y dinero no haría más que agravar la situación.

    Que se controlen las fronteras y no se dote de armas a la oposición, ni se pague a mercenarios, con ellos no gana ni la libertad, ni la justicia , ni la democracia. Hay otros medios pacíficos para influir sobre el gobierno sirio en la dirección de mayor apertura y mayor democracia. Por ejemplo; invirtiendo en educación, escuelas y universidades, dando becas a los estudiantes sirios brillantes, mejorando su salud, alimentación, seguridad, etc. Los que hagan eso se ganarán a la población de forma segura. ¿Por qué no se hace?

    Si occidente quiere hacer el bien, que luche contra el hambre y la muerte por ella de unos 7.000 niños diarios cuando sobran alimentos para hacerlo posible. Sería una lucha humanitaria magnífica, mejoraría la imagen de todos aquellos que lo hicieran, y es tan pacífico y fácil,...

    lunes, 22 de julio de 2013

    Fuga a Londres. Un viaje de ida, una maleta, un vuelo barato. Desde 2007, 100.000 españoles han huido a Reino Unido persiguiendo un empleo. Así es la odisea de nuestros emigrantes del siglo XXI en la capital británica.

    El Bradley’s se encuentra ubicado en una callejuela que nace de Oxford Street, por donde un rickshaw cruza el asfalto en la noche. La madera pintada de un rojo vivo le confiere al local el aspecto típico de un pub anglosajón, y al otro lasdo del cristal los clientes beben en vasos de pinta. En el interior se ven carteles de corridas de toros y banderillas y banderas de España y un escudo del Barça. Por una escalera estrecha y oscura se desciende hasta otra estancia en la que la música se encuentra aún más alta, la luz más tenue y se respira la humedad de los cuerpos hacinados. Isabel Sánchez viste chaqueta vaquera y falda negra; lleva el pelo suelto y tiene el rostro duro de una aragonesa. Aprieta los labios mientras seca unos vasos al otro lado de la barra y unos ingleses le piden una ronda y sirve una decena de chupitos de Jägermeister que luego hunden los clientes en un vaso con Red Bull. Tiene 25 años. Sus últimos meses en España resumen el 55% de paro juvenil. Le salió algún evento como azafata. Y el verano pasado le ofrecieron un puesto en una discoteca. Poco más. Estudió una diplomatura de Relaciones Laborales. Ha seguido un par de cursos del INEM. Y decidió comprarse un billete de ida el día en que le pidieron hacer en inglés la entrevista de trabajo para una tienda de ropa de Zaragoza. Aterrizó en la ciudad el 19 de diciembre de 2012. “Sabía que pasaría las Navidades sola”, dice. Sobre su voz se oye un ritmo de bongos y crecen los aullidos de Mick Jagger y el diablo se presenta poco a poco y el tema de los Stones llena la sala cuando los ingleses estallan: “¡Please to meet you!”.

    Bienvenidos a Londres, la capital de las oportunidades. Este es un viaje a uno de los rincones de Europa a los que huyen los españoles. Sobre todo jóvenes. La mayoría sin empleo. Donde un recién llegado “es como un puñetero recién nacido”, en palabras de un catalán con un año de bagaje. Una “ciudad de supervivientes”, según un politólogo que vivió otro par de años allí, en la que “no importa quién seas ni de dónde vengas; solo lo que vienes a hacer y las cartas con las que puedes negociar”. Un lugar en el que casi todos recuerdan cuándo aterrizaron.

    Entre España y Londres se mueven 315 aviones a diario. Por delante de París (141) y Berlín (38)
    El 8 de octubre de 2012, dice Jonathan Goya. Era lunes, un vuelo de EasyJet. Cerró el bar en quiebra que había montado en Coslada (Madrid). Y aterrizó con la intención de saldar los créditos impagados. Pasó mes y medio en casa de un amigo. Se pateó Londres sin una palabra de inglés. “Spain, crisis, corruption”, le decían al entregar currículos. Una conocida de su tierra le consiguió el primer empleo, un puesto de kitchen porter (lavaplatos) en el restaurante Pinchito, regentado por otro español que llegó en 1996. “No me avergüenzo, agradezco este trabajo”, dice Goya sentado en una de las mesas del local. Trabaja de lunes a sábado. Cobra 880 libras mensuales (1.000 euros). Y ahorra unas 350, que envía a casa regularmente en la maleta de algún conocido. Vive en la zona 3, a 13 kilómetros del centro; comparte habitación con una peluquera, come y cena en el Pinchito acompañado de una familia española (casi todos los empleados lo son). Estudia el idioma en una academia para personas con ingresos mínimos. Y continúa con sus entrenamientos de boxeo. Peleaba como amateur cuando abandonó España. Hace poco organizó un combate en la competición privada White Collar. El boxeador se lleva un porcentaje de la entrada. “Me partí la cara por 30 pounds”, resume la noche. Pero sonríe. Tiene 34 años. Dice que ha empezado a ver algo de luz. Y regresa al cubículo adonde le van llegando los platos sucios. En el neón sobre la fachada del restaurante se lee: “Tapas”. Más allá comienzan los rascacielos de la City bajo un cielo como una plancha de plomo.

    Londres no es ni mejor ni peor destino que otros. Pero está a dos horas y media y conectado por una lluvia de vuelos (315 conexiones diarias con España, frente a las 141 de París y las 38 de Berlín, según AENA). Hay tradición de españoles. Uno siempre encuentra un colchón. Y demanda un ejército para el sector servicios. La odisea londinense no es un fenómeno reciente, pero quienes llevan tiempo allí hablan de un aluvión de dos años a esta parte. No hay cifras oficiales. Sí estimaciones. Para trabajar en Reino Unido hay que darse de alta en el National Insurance (servicio de empleo). En 2007 se inscribieron 11.840 españoles. En 2011, última cifra publicada, sumaron 30.000 nuevas altas. Casi tres veces más. El dato acumulado en cinco años roza las 97.000 altas. En 2013 se habrá cruzado la barrera de los 100.000. No todos encontraron empleo, y muchos se habrán vuelto. Pero el registro refleja una tendencia; es, digamos, una declaración de intenciones.
    Imagen de la manifestación de expatriados organizada en Londres el 7 de abril con el lema ‘No nos vamos, nos echan’ / JORDI ADRIÀ

    “Trabajo hay. Pero son los que no quieren hacer los ingleses”, había avisado el encargado español de un pub. Lo difícil es dar el siguiente paso. A media tarde llegamos a la coqueta Alloa Road, al sur del Támesis, donde apenas circulan coches entre las hileras de viviendas estrechas y alargadas, y una joven abre una puerta y nos guía a la cocina, y sirve un té para entrar en calor y ofrece unas pastas del súper Tesco. En este hogar de escaleras empinadas y enmoquetadas, en las que los listones de madera crujen bajo los pies, viven dos madrileñas de 26 años (y otras cuatro personas de distinta nacionalidad). Ambas, amigas desde el colegio, llegaron hace dos años. Encontraron un hueco en una tienda de Zara donde no pedían apenas inglés. Paola del Río estuvo allí un mes y ahora trabaja en una empresa que canaliza inversiones hacia territorios offshore. Digamos que ha cumplido los pasos para alcanzar ese segundo escalón y trabajar, más o menos, de lo suyo (estudió Recursos Humanos y un máster en Asesoría Fiscal). Lucía Navarro está en ello. Tras 14 meses en el local de Inditex, donde la mitad de los 50 empleados eran españoles, y de cursar un diploma en la London School of Marketing, y de cuatro meses de becaria en una organización benéfica, cuando hablamos con ella está a punto de empezar con contrato fijo en un puesto relacionado con sus estudios de Empresariales en esta organización. Dice que más de una vez ha querido volver a casa. Cada vez que lo intenta, su padre le quita la idea de la cabeza. Suena el timbre y llegan dos amigas que viven a la vuelta de la esquina. La tertulia del té prosigue:
    –Es preferible quedarse aquí y trabajar medio explotado.
    –Londres abre la mente.
    –Yo creo que vamos a volver muy cualificados. Una generación muy fuerte.

    Hay otras formas de decirlo. “La ciudad es como un puto animal, man”, cuenta Israel Jamal, de 34 años, un diseñador de ropa que se vio a punto de tirar la toalla cuando se rompió las dos muñecas montando en bicicleta. “Es una batalla. Si no estás preparado, te come. Está hecha para que te alimentes de comida rápida, para que no tengas seguridad en ti mismo, para que gastes y gastes. Como no te cuides, el animal te come. Mucha gente se pierde. Pero esta ciudad, si tienes un sueño, es tu motor”. Uno ha de fijarse un objetivo. Y tenerlo siempre en mente. Lo cuenta Óscar Pérez, un ingeniero industrial tinerfeño que reconoce cómo alguna vez se ha visto sepultado bajo cajas de zapatillas en la tienda Sport Zone de Oxford Street, y se ha preguntado: “¿Por qué vine?”.

    Cuando acudimos a visitarlo al comercio, el encargado, de rasgos indios, lo contacta de malos modos por un walkie-talkie. Óscar aparece y basta una mirada reprobatoria para que el español regrese de un brinco al almacén. No está bien visto recibir visitas. Lo que contó, lo hizo luego, a la salida. Pérez apenas ha cotizado un par de años en España y en su relato las empresas quiebran o se queda a un paso de sacar una plaza pública. “Pensé en irme a Alemania. Pero preferí empezar por algo que conociera un poco”. Presentó su proyecto de fin de carrera en 2008. Era sobre energía fotovoltaica. En Londres debutó como vendedor de molinillos en Candem Town. Pasó por un catering. Y un bar. Repartió publicidad. Encontró su sitio en el local de deportes. Cuando lo entrevistamos, trabajaba cinco horas diarias. Cobraba un subsidio para cotizantes a tiempo parcial. El resto del día lo dedicaba a estudiar para examinarse del Advanced. “Me siento realizado entre comillas”, nos contó. “Porque tengo 34 años. Y no quiero pasarme la vida moviendo cajas”. Al poco del encuentro, dejó Londres. Le salió algo en España, nos contaron en la residencia en la que vivió durante un año. Un microcosmos español en una de las zonas más exclusivas de la ciudad.

    Cuando llegamos allí, la calle Belsize Park Gardens duerme con el sueño algodonado de los suburbios ricos de Londres. No se ve una rendija en el cielo oscuro y el frío se cuela en la vieja mansión victoriana. El edificio es simétrico, blanco, de tres alturas, con relieves de yeso en la fachada. Una casa idéntica a las vecinas, levantadas a mediados del siglo XIX. No hay timbre, sino una cerradura electrónica. Al otro lado del recibidor, dejando atrás la recepción, se encuentra la sala de estar, donde se concentra ahora mismo el calor humano. Al adentrarnos en la estancia, de aspecto señorial, gruesos cortinones y una enorme chimenea, en el televisor acribillan a balazos a Don Vito Corleone y, mientras las naranjas ruedan por el asfalto neoyorquino en versión original, la luz de la pantalla se refleja en los rostros de veteranos y recién llegados. Hay una decena de españoles en los sofás. Un profesor de magisterio musical que toca la guitarra en la calle para redondear los números; y un socorrista de Benidorm que ahora vigila una piscina del Ayuntamiento por 6,19 libras la hora (el salario mínimo). Y ahí están María Leiva y Nerea Díez, de 19 y 20 años, en Londres desde hace una semana, haciendo planes para mañana. Al parecer, hay jornada de puertas abiertas en las oficinas de reclutamiento de la cadena de comida Prêt-à-Manger. Quieren madrugar para llegar las primeras; las colas de aspirantes suelen dar la vuelta a la manzana. O eso les han dicho.

    Ángela García y Javier Lozano, sentados a su lado, nos guían hasta su dormitorio con lavabo de unos tres por cuatro metros. Han juntado las camas para crear el nido. Ella, diplomada en Magisterio Musical, estudió dos años de oposición para ser profesora de primaria en España y ahora cuida niños ingleses. Con su primer sueldo se compró un piano Casio, para no perder técnica. También imparte clases de música. Javier, exestudiante de Ingeniería Informática, se vino algo después y aquí sigue buscando empleo (poco después le salió un puesto de lavaplatos). Tienen 29 años, y cada cajón de una cómoda en la esquina contiene un universo. Desde calcetines hasta especias. Cocinan con ayuda de una kettle y una sandwichera de doble hueco para los platos a la plancha. Su nevera es la intemperie: sobre el marco de la ventana, en contacto con el cristal, se encuentran los productos perecederos: leche, yogures, fruta. De noche, los meten en bolsas y lo cuelgan hacia fuera, al modo de los pesos de un globo aerostático.

    La residencia Belsize tiene capacidad para 135 personas. Solía alojar a funcionarios británicos. Hoy, el 60% de sus inquilinos son españoles. En cierta medida recuerda a un limbo o un purgatorio de almas sin empleo. Así lo cuenta Renato Rossi, un italiano de 40 años que dirige el lugar: “Este es el punto de partida. Un lugar desde el que puedes progresar. Aunque hay muchos que se quedan estancados aquí. O se vuelven. En cualquier caso, el patrón ha cambiado. Los españoles solían venir de vacaciones-estudio, pasaban aquí seis semanas, de fiesta. Ahora viene gente con educación, solidaria y humana, que no encuentra posibilidades de florecer en su país. Personas mayores. Pasan aquí un año o más. Es algo cercano a la inmigración; aunque ellos no se dan cuenta”.

    Muchos españoles mantienen un acuerdo con la dirección para ahorrarse el alojamiento (unas 100 libras a la semana, desayuno y cena incluidos) a cambio de ayudar con el housekeeping. De noche, por ejemplo, hace guardia en la recepción Javier Orera, un zaragozano musculoso de 26 años. Mientras come patatas fritas, y sale a pedir silencio entre los compatriotas que fuman fuera, sigue un curso online de análisis de divisas. Para aprovechar las 20 horas a la semana que pasa ahí sentado. “No quería que se me derritiera el cerebro”. De día trabaja cocinando pollos en la cadena Nando’s desde que aterrizó hace casi dos años, tras acabar Empresariales, seguir un máster de Comercio Exterior y terminar unas prácticas. Asegura que ha llegado a tener picos de 80 horas de trabajo; 2.400 minutos a la semana entre pechugas. “Esta ciudad se encarga de echar a los débiles. A los que no soportan esto”, dice su novia, Nuria Fernández, de 28 años, los últimos tres aquí (se conocieron en Belsize). Con la carrera de Filología Inglesa y un máster de Formación de Profesorado, ha trabajado en pubs, restaurantes y en una guardería. Su objetivo, dicen, es volver a España con “un currículo tan lleno” que nadie pueda reclamar nada. Trabajar donde sea. Cuando se escriben estas líneas, se encuentran de regreso. Él, con un empleo en Barajas en una casa de cambio de divisas. Ella, de profesora de inglés en una academia y un colegio.
    Entre los huéspedes hay una periodista que pide anonimato. Tras pasar por varios medios, Efe y TVE entre ellos, se vio a sí misma: “Sin nada, muerta del asco, tirada en el sofá, echando currículos y paseando a mi perra”. Solo le llamaron de una tienda china de ropa. Una broma. Por eso cogió el avión. Quizá no trabaje en lo suyo. Pero se paga los cursos de inglés del método Callan y el alojamiento, gracias a un empleo en un McDonald’s de una zona árabe en la que huele a humo de shishas y pasean mujeres con burkas y Nike. Allí son siete españoles trabajando. Más el gerente, Miguel Seoane, de 43 años. Llegó en 1994 a Londres y se ha convertido en un faro al que sus empleados escriben por WhatsApp pidiéndole consejo. Si alguien le dice que se ve demasiado inocente para lidiar con los mandos intermedios (la mayoría paquistaníes), responde: “Espérate cuatro meses”. Y también ha dicho: “No le cojas cariño a nadie porque se acaban yendo”. Mientras atraviesa el bullicioso local, comenta: “Londres te puede escupir. Pero también te puede acoger en su seno”. Luego, sentado en la oficina de la hamburguesería, mientras Carmen Rubiano, extremeña de 31 años, extécnico de realización, come un chicken sandwich antes de ir a limpiar un colegio (su segundo empleo), Seoane dice que no se ve como inmigrante. Prefiere “ciudadano europeo”. Daniel Santana, de 24 años, un grancanario que estudió un ciclo medio de Comercio antes de llegar aquí, responde: “Yo sí. Huí para buscarme otra vida mejor”.

    En el caserón de Belsize, el desayuno se sirve a las siete. Una joven muestra el café y el zumo y el pan de molde, y dice un “Good morning” en el que se distingue el matiz del centro de la Península. Elena Cabello, de 27 años, de Toledo. A cambio de servir la primera comida, se ahorra el alojamiento. Trabajó un tiempo en La Caixa, enganchando contratos temporales. Y pronuncia con sorna: “Aquí estamos los del 85, la generación perdida”. Los hijos de la clase media y el milagro español. Tras el desayuno, Nerea, María y el sevillano Felipe García, de 18 años, otro recién llegado, se encuentran listos junto a la recepción. Salen en busca de empleo, y la calle les golpea con una bofetada. La zona residencial, muy cerca del zoo y de Regent’s Park, sigue durmiendo un sueño mullido, y un perro amigable sale a su encuentro y los acompaña casi hasta la puerta del restaurante Jamón Jamón, en el que trabajan un par de españolas. Enfrente se encuentra el metro. Un ascensor engulle a 30 personas trajeadas y se abre la puerta y los vomita en un túnel abovedado. En algún punto del viaje, Felipe repite una frase que alguien le dijo al llegar: “Aquí, o te mueves, o caducas”. El tren les deja en Victoria Station, donde se encuentran las oficinas de Prêt-à-Manger. Abren a las 9.00; son las 7.45 y en la puerta no hay nadie. Tras preguntar con dificultades a un par de personas, opinan que podrían ser los primeros. Muy pronto aparece otro con aspecto de español. Se miran de reojo. Daniel Flores, de 26 años, de Sevilla. En unos folios lleva escritas a mano las respuestas a la entrevista-formulario. Una chuleta. Llegan un par de personas más, pero eso será todo. La cola que da la vuelta a la manzana debió de ser un bulo. Y la jornada de puertas abiertas consiste en que te colocan frente a un ordenador y piden que respondas a cuestiones tipo: “Creo que disfrutaré trabajando en Prêt porque: a) Necesito dinero y un trabajo. b) Adoro trabajar con comida y de cara al cliente…”.

    Entra en el local otro tipo de aire español; rondará los 50. Lo guían hasta una pieza acristalada, donde se lleva a cabo la entrevista cara a cara. A la salida, cuenta emocionado que le han dado el empleo. Su primer contrato en Londres. Se identifica como J. L. Prefiere no dar su nombre porque sigue cobrando el paro español. Es de Barcelona, de 51 años. Dejó su puesto en una fábrica de impresión de papel cuando las cosas pintaban feas y siguió los pasos de su cuñado, que llegó hace un par de años, tras una situación similar. Caminamos hacia el barrio de Pimlico, donde trabaja su familiar. Lo encontramos vestido con un mono y una gorra. Ángel Velázquez, de 54 años; se encarga de limpiar las zonas comunes de un bloque de ladrillos. A la puerta del edificio, se inclina para recoger unas jeringuillas sobre la acera. Es la hora del almuerzo, y ambos marchan a la casa que comparten cerca del río. Dos habitaciones, salón y cocina. Calientan un potaje de emigrantes que recuerda al cocido. Se muestran resentidos con España. “Que le den por culo”, dicen, por ejemplo. Planean quedarse hasta la jubilación. Lo han pasado mal. Velázquez llegó solo, con una mochila, un paraguas y un mapa de Londres, en 2011. Sin palabra de inglés. Pagó a una agencia para facilitarle el alojamiento y los trámites para encontrar empleo. No le sirvió de nada. Si ha salido adelante ha sido gracias a la oficina de inmigración y la comunidad hispana de la zona. Menciona a un gallego que emigró aquí hace años. Y a un ecuatoriano, Lenin. Y el bar Art of Tapas, cuyo dueño, de Bilbao, le pagó durante un tiempo a cambio de que abriera.

    Al acabar los garbanzos, Velázquez nos guía hasta el bar. De camino, se encuentra con Albert, un barrendero municipal. Catalán. De 32 años. Llegado en 2012. Suelen compartir el café mañanero en el local del bilbaíno. Albert también habla de España como si fuera el infierno. “Ahí abajo”, suele referirse a su país de origen. Un tipo solitario con tanto tiempo de ocio (quiere ahorrar todo el dinero) que logró abrir un candado de combinación encontrado en la basura. Empezó de cero e hizo clic en el número 1.507. Ahora custodia una bici que ha ido componiendo con piezas abandonadas. “Ya no vuelvo. Quemé las naves. Estoy limpio de ahí abajo”, dice. Si uno pasea por la ciudad, quizá lo encuentre con la escoba entre el Buckingham Palace y el río; entre el Big Ben y Belgrave Street. Allí se despide, en la calle de la Bella Sepultura. (Reino Unido no es territorio Schengen)