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martes, 20 de junio de 2023

Rebecca Rolland, psicóloga y profesora de Harvard: “Estamos convirtiendo a los niños en personas que actúan de forma robótica”.

La también escritora acaba de publicar ‘El arte de hablar con niños’, una guía con claves para cambiar esas conversaciones del día a día solo centradas en la logística para fomentar así la creatividad y fortalecer el vínculo familiar

Muchas veces se nos olvida pasar más tiempo con los niños y hablar con ellos más. 

El don de Momo, el personaje creado por el escritor Michael Ende, era que sabía escuchar. De todas partes acudían al pequeño anfiteatro en el que vivía la pequeña para conversar. Al menos hasta que los hombres grises llegaron para arrebatarles el tiempo para la charla. Para la psicóloga estadounidense Rebecca Rolland (Atlanta, 43 años), también escritora y profesora de Educación en la Universidad de Harvard, en Boston, esto es un poco lo que pasa hoy, especialmente con los hijos e hijas. “Se tienen conversaciones superficiales y de tipo logístico, pero se emplea poco tiempo en conversaciones más profundas de escucha plena”, explica a EL PAÍS por correo electrónico.

Rolland, que además trabaja como especialista en patologías del lenguaje oral y escrito en el departamento de Neurología del Hospital Infantil de Boston, acaba de publicar en España El arte de hablar con niños (editorial Diana). En el libro, publicado el año pasado en Estados Unidos, la autora puntualiza que si se aprovechan las pequeñas conversaciones del día a día y se eliminan robatiempos, término que utiliza en su libro por ejemplo para referirse al abuso de la tecnología, se logrará que esas charlas se conviertan en grandes oportunidades de aprendizaje, de desarrollo de la creatividad y también reforzaremos el vínculo con los hijos.

Sonia López Iglesias, psicopedagoga: “En la adolescencia los padres construyen la relación que tendrán con sus hijos adultos” 
PREGUNTA. ¿Por qué diría que necesitamos un manual para hablar con niños?

RESPUESTA. Todos queremos lo mejor para nuestros hijos e hijas y, en definitiva, para la sociedad. Nos esforzamos al máximo para ello: les llevamos a hacer actividades, hacemos los deberes con ellos, vamos a los eventos que organizan en la escuela, etcétera. Pero no tenemos en cuenta la clave más importante para su desarrollo, que son las conversaciones que tenemos a diario con ellos. A menudo, estas conversaciones son de tipo logístico. Están muy centradas en cómo vamos de un sitio a otro, en cuáles son nuestros horarios y, en general, en cómo pasar el día a día. Hay mucha investigación al respecto que dice que si aprovechamos estas conversaciones del día a día y hacemos que sean grandes oportunidades de aprendizaje, de desarrollo de la creatividad para los niños y también de refuerzo del vínculo, estas conversaciones pueden ser utilizadas de forma mucho más eficaz y podemos mejorar nuestras vidas. Yo espero que este manual pueda ayudar a los padres a ello.

P. ¿Cuánto de desconectados estamos de la infancia?
R. Creo que con nuestras vidas laborales tan ajetreadas, damos mucha importancia a los logros y al rendimiento de los niños, pero se nos olvida muchas veces lo que es ser niño o ser niña. A veces estamos muy alejados de la experiencia de los niños y de las niñas, que puede ser simplemente dejar la mente en blanco o caminar e ir mirando lo que vamos viendo. Lo que sí que nos da esperanza es que tenemos una gran oportunidad porque es maravilloso hablar con los niños. Ellos tienen un sentido natural de jugar, de sorprenderse y ven el mundo desde una perspectiva muy diferente. A nosotros se nos ha olvidado eso porque hemos aprendido mucho sobre el mundo. Por ejemplo, los niños se preguntan muchas veces: ¿por qué no nos volvemos cada vez más jóvenes? o ¿qué pasaría si viviéramos en Marte? Muchas veces se nos olvida hacer estas preguntas tan importantes y, al pasar más tiempo con los niños y hablar con ellos más, no solo les ayudamos a ellos, sino que también despertamos de nuevo nuestra capacidad de sorprendernos.

P. Justo se han cumplido 50 años de la publicación de Momo, de Michael Ende. Cuando se lee, parece premonitorio de muchas cosas que vivimos actualmente… ¿Quiénes diría que son hoy los hombres grises que nos roban el tiempo?
R. Hay muchas cosas que les roban tiempo a los niños. En parte es porque les llenamos la agenda con muchísimas cosas que hacer. En lugar de hablar con ellos, les llenamos de experiencias y no les damos tiempo para que reflexionen. Les estamos convirtiendo en personas que actúan de forma robótica, y no son personas creativas o no siguen sus intereses. Otro componente muy claro es que hay niños que están muy centrados en las redes sociales y en el uso de internet. Por supuesto, se puede dar un buen empleo a la tecnología con los niños, pero cuando se centran demasiado en buscar o en ver una imagen perfecta tras otra no se dan cuenta de cuánto tiempo pasan haciendo eso. Por ejemplo, conozco el caso de un niño que se relacionaba solo a través de las redes. Y creo que no podemos hacer que pierdan esas experiencias de niños y que su vida se pueda centrar solamente en los likes que reciben.

P. En su libro subraya que la sociedad quiere que los niños crezcan demasiado deprisa, ¿es esto un síntoma de cómo vivimos?
R. Sin duda, ahora mismo vivimos en una cultura muy centrada en el rendimiento y en la eficiencia, y en muchas ocasiones queremos que los niños encajen en un molde perfecto con la mejor de las intenciones. Considero que nos preocupa que se queden atrás, pero tenemos que subrayar que el desarrollo de los niños y de las niñas tiene lugar a lo largo del tiempo. Los menores aprovechan más actividades que están relacionadas con el juego y con el descubrimiento —que les permite desvelar cosas por sí mismos—, que no que les enseñemos un montón de cosas, sobre todo si no están listos para ello. Entonces, si les metemos mucha presión al principio, tienden a volverse ansiosos porque no están listos para las cosas que estamos haciendo. Y, además, sienten el estrés que nosotros sentimos; lo trasladamos. Es importante que nos reiniciemos y que respetemos sus ritmos naturales.

P. También propone en sus páginas un acto de rebelión: sacar tiempo para hablar con conciencia. ¿Cómo ayuda ese tipo de conversaciones al desarrollo de los hijos?
R. Esto es importantísimo. Es un cambio fundamental en el sentido en el que los niños se desarrollan y se relacionan con nosotros. Estamos creando pequeños momentos para los menores que se van acumulando a lo largo del tiempo, y eso construye su amabilidad, su confianza y su creatividad. Les estamos inspirando para que piensen por sí mismos y reconozcan que, efectivamente, tienen buenas ideas, que sus reflexiones, sus contribuciones son valiosas y que deben continuar con ellas. Creo que ahora mismo estamos en una crisis de conversación. Los niños se sienten muy aislados, a veces deprimidos o estresados, y necesitamos esos pequeños momentos de charla para poder salir de ese ciclo.

P. ¿Cómo conseguir marcar la diferencia en nuestras conversaciones? ¿Qué recomendaciones daría?
R. Empezaría por la lectura curiosa. Hacer esto durante cinco o diez minutos, un par de veces al día, con los niños es fantástico. Nos sentamos, independientemente de la edad que tengan, a su lado y los observamos. Así sabremos qué les gusta, qué les parece interesante o qué no. A lo mejor, un niño pequeño está jugando con piedrecitas y un adolescente está jugando a los videojuegos. Se trata de sentarnos a su lado y ver qué tienen en la mente. Qué les gusta, qué les fascina. Y, después, les preguntamos cosas acerca de esta curiosidad.
 
P. ¿Sabemos escuchar?
R. Creo, sin duda, que escuchar es uno de los retos más importantes. A menudo no escuchamos muy bien o de forma reflexiva y no solemos enseñar a los niños a escuchar tampoco bien o de forma efectiva. A veces, creemos que estamos escuchando, pero realmente nuestra cabeza está en otro sitio. Si enseñamos a los niños a escuchar, podrán escuchar mejor a sus compañeros y compañeras, también a nosotros y a sus profesores. Así, podremos crear una cultura de comunicación mucho más amplia.

P. ¿Hay alguna técnica para captar la atención de quien no nos está escuchando?
R. Sí, yo diría que sí. Primero, usando el humor. Si yo pienso que alguien no me está escuchando, puedo soltar una tontería que no tenga nada que ver con la conversación y ver cuánto tiempo tarda en darse cuenta de que has dicho una tontería. Por ejemplo, si estás hablando de los deberes y de repente te pones a hablar de elefantes, pues puedes tratar de medir cuánto tiempo tarda el niño en darse cuenta de que no estás hablando de lo mismo. Otra idea es pedirle a alguien que repita lo que estaba diciendo la otra persona, o lo que creen que estaba diciendo la otra persona: “Si verdaderamente estabas escuchando, dime qué has escuchado”, y luego hacer una pregunta. Muchas veces nos falta esto. No enseñamos a los niños a hacer preguntas de escucha. Creo que enseñar a los niños hacer este tipo de preguntas y modelarlo es una forma maravillosa de enseñarles a escuchar.

sábado, 4 de marzo de 2023

FORMACIÓN. Así es el camino que lleva a poder estudiar en Cambridge.

Matricularse en una de las mejores universidades del mundo no solo es cuestión de dinero. El proceso es extremadamente competitivo y la excelencia académica es clave

Prestigio, historia, excelencia y exclusividad: así podría definirse a la Universidad de Cambridge, que con más de 800 años de antigüedad (y 121 premios Nobel) se sitúa de manera constante entre los mejores centros de educación superior del mundo. Cruzar sus puertas como estudiante es todo un reto, pero también un logro en sí mismo: de los aproximadamente 22.000 alumnos que solicitaron matricularse este curso, solo 3.600 (algo más del 16 %) obtuvieron una plaza que, una vez egresados, abrirá muchas puertas. De la proyección internacional de esta institución, cuarta mejor universidad del mundo según el Academic Ranking of World Universities de Shanghái, es buena muestra el hecho de que uno de cada cinco estudiantes de primer curso son internacionales, y que entre sus más de 20.000 alumnos hay representantes de 140 países.

Uno de ellos es el francés Matteo Amar, estudiante de Matemáticas en Cambridge y exalumno de la British School of Barcelona (BSB). En su trayectoria hacia la universidad británica, Amar obtuvo la calificación más alta de Europa en Matemáticas en los exámenes finales de Bachillerato A Levels (según el currículo británico) certificada por Pearson Edexcel. “El proceso de solicitud es bastante largo e incluye una carta de presentación, un examen de entrada y una entrevista. Pero el trabajo real se hace antes de postularte, porque tienes que construir tu currículum alrededor de lo que le gusta a Cambridge”, afirma. “Yo, por ejemplo, decidí aplicar cuando estaba en tercero de la ESO, y desde entonces empecé a leer libros de Matemáticas y a participar en competiciones, para enseñarles de manera tangible que de verdad me gustan y que soy un apasionado”. Su recorrido académico lo atestigua: hizo el Bachillerato en cuarto de la ESO y después continuó especializándose durante los dos años siguientes.

Prepararse para una universidad como Cambridge, Oxford o cualquiera de las pertenecientes a la famosa Ivy League norteamericana es, efectivamente, todo un proceso que empieza a cultivarse desde muchos años antes, y en el que aspectos como la educación bilingüe juegan un papel fundamental: “La educación bilingüe hace que tu cerebro funcione de manera diferente, y facilita que los alumnos estén abiertos a nuevas ideas, puntos de vista y modos de ver el mundo”, sostiene James Petrie, director de Secundaria y Bachillerato en BSB. Allí los alumnos tienen, además, la oportunidad de desarrollar habilidades como el liderazgo, la organización, la curiosidad, la imaginación o la reflexión, y a partir de los 15 años reciben orientación personalizada sobre los posibles estudios superiores y los procesos de selección de algunas de las principales universidades.

Un proceso largo y competitivo
Matricularse en un grado de la Universidad de Cambridge es un proceso que, técnicamente, empieza en UCAS, el portal de acceso a las universidades del Reino Unido. Allí, los candidatos rellenan una solicitud que incluye una carta de motivación y el expediente académico de los dos últimos años (en el caso de España, el correspondiente al Bachillerato), y escogen hasta cinco universidades distintas. Es importante tener en cuenta que universidades como Cambridge y Oxford requieren que las solicitudes se envíen más temprano que para las demás (en el mes de octubre en vez de enero). “Cambridge no tiene un sistema o proceso aparte, pero sí tiene pasos adicionales, ya que la mayoría de grados requieren pasar por un examen de acceso específico y al menos una entrevista. Algunos grados son muy competitivos y el test sirve de filtro para decidir cuáles de ellos pasarán a la fase de la entrevista”, explica Sam Twells, gerente de admisiones para Europa de la institución inglesa.

Una de las principales características del sistema de UCAS es que no se prioriza ninguna de las universidades elegidas por el alumno, y que estas tampoco saben a qué otras instituciones está optando cada candidato. Todas ellas reciben la solicitud y deben evaluarla de acuerdo a sus propios méritos, sin sopesar ningún factor externo. Después, tanto Cambridge como Oxford exigen la realización de una prueba de admisión que se lleva a cabo internacionalmente gracias a una red de centros autorizados repartidos por todo el mundo: “Se trata de exámenes específicos para el grado que el candidato querría estudiar, y están diseñados para evaluar las habilidades, aptitudes y conocimiento que nosotros consideramos que un estudiante de primer año debería poseer”, argumenta Twells. La puntuación máxima varía en cada caso: en Ingeniería, por ejemplo, el máximo en la primera sección del test es 18 puntos, y los candidatos de la Unión Europea deberían de obtener al menos un 7 para ser tenidos en cuenta. Una puntuación que no parece excesiva, pero que resulta engañosa: los mejores estudiantes no suelen obtener más de un 9 sobre 18.

Entre un 70 y un 80 % de los candidatos que se examinen pasarán a la fase de entrevistas. Y si el grado en cuestión carece de examen de acceso, será la propia solicitud de UCAS la que actúa como un primer filtro. La carta de motivación (personal statement) es la presentación del alumno ante la universidad y, como tal, resulta fundamental: “Uno de los aspectos más valiosos del personal statement es el conocer sus aspiraciones académicas en un sentido amplio. Esperamos ver pruebas de que el estudiante ha ido más allá del currículum de su centro educativo; que ha explorado áreas de su interés y temas que quiere estudiar en la universidad. Y eso puede suceder por medio de lecturas adicionales, olimpiadas académicas, competiciones de ensayos, asistir a exposiciones en un museo, a una proyección cinematográfica o incluso suscribirse a algún podcast o ver determinadas series documentales”, recuerda Twells.

Un proceso que Claudia De Greef, estudiante de cuarto de Medicina en Cambridge y exalumna de BSB, siguió al pie de la letra: tras superar con éxito el examen de admisión (en su caso, el Biomedical Admission Test, BMAT), se sometió a tres entrevistas con cinco profesores diferentes: “El BMAT estaba compuesto de tres secciones: una evaluaba las habilidades cognitivas, otra el conocimiento científico y la última era un ensayo. Y en las entrevistas, me hacían preguntas complejas en las que tenía que explicar mi proceso de pensamiento para llegar a una conclusión”, cuenta.

La excelencia de las universidades ‘top’
Oxford, Cambridge, Harvard, MIT, Brown... ¿Por qué hay ciertas universidades que año tras año copan las más altas posiciones en la mayoría de rankings universitarios mundiales? Para Juan Juliá, vicepresidente adjunto de CRUE Universidades Españolas, el motivo principal radica en que se trata de universidades “que desarrollan una importante y destacada labor académica, especialmente si nos fijamos en su producción científica. Esto les da una gran notoriedad y proyección internacional y contribuye a una muy merecida reputación”. El modelo académico de Cambridge, además, potencia el estudio independiente y la atención personalizada de los alumnos en tutorías que reúnen a un grupo reducido de alumnos varias veces por semana.

“Como estudiante de Humanidades, la mayor parte de mi trabajo consiste en escribir ensayos de entre 1.500 y 2.000 palabras, para los que primero tengo que leer extensamente sobre el tema, investigar y agrupar ideas”, describe Jude Petrie, alumno de Historia y Ciencias Políticas en Cambridge. “Las horas presenciales se limitan a un par de ponencias a la semana y 12 sesiones de supervisión intensivas durante las ocho semanas que dura el trimestre (…), en las que comentamos en profundidad las ideas para los ensayos y recibimos un feedback general sobre el progreso de estos”. Su calificación en la asignatura de Política en el examen de Bachillerato A Levels fue también la más alta de Europa.

Ese prestigio duradero del que gozan instituciones como Cambridge y Oxford se explica, para Twells, por el largo periodo histórico en el que ambas fueron las dos únicas universidades de Inglaterra, lo que les permitió acaparar financiación y atraer a gran parte de los académicos y eruditos. Adquirieron así una reputación que sigue sirviendo de imán para atraer las mentes más brillantes, un aspecto “que también se debe a la existencia de un sistema que permite acoger a estudiantes y docentes de todo el mundo, y que les hace sentirse bien acerca de la idea de venir a Cambridge a estudiar o enseñar. Y una gran parte de la culpa de eso la tiene el sistema de colleges”, argumenta Twells. “Son como microcosmos dentro de la universidad, un crisol que consigue atraer ideas y debates alrededor de muchas disciplinas, temas de interés y áreas de investigación diferentes. Y el hecho de que sean comunidades pequeñas las convierte en entornos más acogedores para estudiantes y docentes”, añade.

Juliá, por su parte, llama la atención sobre un hecho nada banal: hablamos, en este caso, de universidades que cuentan con un nivel de recursos que está a años luz del que disponen las instituciones académicas españolas, y que les permite jugar con ventaja a la hora de atraer talento y desarrollar una intensa y relevante producción científica en infraestructuras de primer nivel. “[Estas universidades] cuentan con presupuestos que se mueven entre los 2.000 y 4.000 millones de euros anuales, cuando las universidades españolas mejor dotadas se mueven entre los 300 y 400 millones de euros; es decir, entre cinco y 10 veces menos”, recuerda. También influye positivamente el contar con un marco legislativo mucho más flexible y un entorno científico tecnológico mucho más desarrollado.

Destacar estos elementos es, para Juliá, poner también el foco sobre los aspectos que deberían mejorarse para que la universidad española pueda ser verdaderamente competitiva en estos entornos internacionales: más presupuesto; un marco regulador que permita captar más talento; infraestructuras más desarrolladas; estrategias de acción internacional “y también una mayor autonomía que, unida a una buena rendición de cuentas, propicie una gobernanza más ágil y eficaz”. Algo que, apunta, no se conseguiría solo con un aumento presupuestario, sino que haría falta una mayor implicación del tejido productivo en la I+D, donde España presenta el mayor diferencial de gasto en relación al resto de países de la OCDE.

¿Cuánto cuesta estudiar en Cambridge?
El Brexit ha tenido también un impacto negativo en la vida de los alumnos comunitarios que desean estudiar en universidades de Reino Unido, ya que ahora son considerados estudiantes internacionales y han de afrontar una carga económica más elevada que, en cualquier caso, incluye tres partes: la propia matrícula de los estudios que se cursen; la cuota que le pagan al college donde estén radicados; y los gastos básicos que se tengan.

Así, el coste de las matrículas para 2023 fluctuará entre los 27.700 euros de un numeroso conjunto de grados, como los relacionados con Humanidades o Economía, y los casi 72.400 de los estudios de Medicina y Veterinaria. A eso habrá que añadir los gastos básicos (que, aunque dependen del estilo de vida, se estiman en no menos de 13.500 euros al año) y las cuotas de los colleges, que se sitúan en torno a otros 11.000. En total, entre 52.000 y 97.000 euros anuales.

¿Hay becas disponibles? Sí, aunque no numerosas, como explica Twells: “En Cambridge tenemos un número bastante limitado de becas y de apoyo financiero para estudiantes internacionales de grado, que se ofrecen en dos niveles: primero, a nivel de universidad, y a través del Cambridge Trust, tenemos unas 30 becas parciales que cubren 11.000 euros cada año de los gastos de matrícula. Y luego hay también un pequeño número de becas que ofrecen determinados colleges” para las que recomienda consultar la página web de cada uno de ellos (Cambridge tiene 31 diferentes).

La importancia de los ‘rankings’
Los rankings mundiales más reconocidos, como los de Times Higher Education, QS o Shanghái, constituyen un importante elemento de referencia que contribuye cada vez más a mejorar la visibilidad y reputación de las universidades que figuran en ellos. Es importante resaltar, no obstante, que estos se basan principalmente en la producción y notoriedad científica que posee cada universidad (especialmente el de Shanghái), y que, aunque algunos de ellos incluyen opiniones de expertos, empleadores y estudiantes, “no resultan plenamente fiables a la hora de evaluar la excelencia académica global, y menos en algunos aspectos como la calidad de su función docente, el grado de compromiso social (…) o su contribución al bienestar social y la igualdad de oportunidades”, advierte Juliá. A este respecto, llama la atención observar que el 40 % de los estudiantes de Oxford (y el 28 % de los de Cambridge) provienen de la educación privada, cuando solo el 7 % de los alumnos en Reino Unido se forma en este tipo de centros.

En España, el U-ranking, que elabora el IVIE en colaboración con la Fundación BBVA, analiza más de 3.500 grados universitarios y evalúa las universidades españolas a partir de una veintena de indicadores que incluyen los resultados de investigación, docencia e innovación.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Por qué te tienes que apuntar a este curso en septiembre. Razones para aprender con los programas abiertos gratuitos (MOOC) que ofrecen las mejores universidades del mundo

Aunque cada vez se habla más de los MOOC, todavía hay algunas cosas sobre lo que son (y lo que no) que no terminan de estar claras. Por esa razón, aún son muchos los que todavía no se han lanzado, y siguen buscando respuestas a preguntas como: ¿son tan buenos como dicen? Pero, ¿de verdad no tienen coste? Y, sinceramente, ¿hacerlos vale para algo? Por ello, hay que explicar que es exactamente un MOOC, dado que conocer su naturaleza (y, sobre todo, su propósito) permitirá entender mucho mejor los porqués de todas las respuestas…

El término MOOC es el acrónimo de Massive Open Online Course, lo que traducido al castellano sería algo así como Cursos en Línea Masivos y Abiertos. De esta forma, estamos hablando de cursos de formación a los que todos podemos acceder desde casa y que por lo general no tienen coste aunque la calidad que ofrecen es, casi siempre, de un nivel altísimo. Dicho lo cual, vayamos a por nuestras tres preguntas:

¿Son tan buenos como dicen?
¿Alguna vez soñaste con poder estudiar en Harvard? ¿En el famoso MIT? ¿O en las universidades de Stanford y Oxford? Todas ellas entre las diez más prestigiosas del mundo, con unas matrículas de coste muy elevado a las que, históricamente, tan solo podían acceder los bolsillos de unos pocos privilegiados…

Hoy, afortunadamente, algo así ya es historia gracias a los MOOC, disponibles en plataformas como Coursera (de la Universidad de Stanford),  edX (del MIT, Harvard, Berkeley, entre otras), Udacity, Khan Academy (la primera, creada por un ex alumno del MIT) o Miriada X, con quienes todas ellas (y muchos otras miles de universidades de todo el mundo) han abierto, por fin, sus puertas.

No obstante, confieso que soy plenamente consciente de que lo lógico, al leer algo así, es que surja la desconfianza: ¿Qué puede llevar a ese tipo de instituciones a poner una parte de su oferta formativa al alcance de todos? ¿A enfrentarse a los costes de este tipo de proyectos y a un posible riesgo de “canibalización” con sus programas de pago?

La respuesta es francamente sencilla: a todas ellas les compensa porque los MOOC son una herramienta de marketing muy (muy) eficaz que permite dar a conocer la institución, el estilo y la forma de impartir la formación. Es la razón por la que no podrían arriesgarse a hacer algo de baja calidad que no generase matrículas y que, por si fuera poco, pusiera en riesgo la reputación de la institución. De hecho, puedo asegurar que, tras haber hecho ya unos cuantos, al acabar sientes algo tan familiar que te apetece seguir estudiando, allí, en “tu casa” y con tu gente.

¿De verdad no tienen coste?
Debo matizar que muchas de las instituciones que se lanzan a este tipo de proyectos lo hacen también con fines sociales, en particular, para garantizar el acceso al aprendizaje de una mayor parte de la sociedad, lo que explica que en muchos de los casos se trate de formación gratuita.

No obstante, también es frecuente encontrar universidades y escuelas de negocios que solicitan una cantidad “simbólica” para cubrir (al menos en una pequeña parte) el coste del desarrollo y de la impartición de las clases dado que, como es lógico, por detrás hay una inversión que alguien tiene que asumir.

Estamos hablando de cantidades que no suelen superar los 50 euros y, aunque me consta que para muchos bolsillos algo así puede ser un mundo, me he permitido el calificativo de “simbólico” por la comparación con las varias decenas de miles de euros que puede llegar a costar un programa convencional en sus instalaciones.

Cargar algún tipo de importe es una tendencia actual y creciente. en el mundo de los MOOC. Una modalidad es ofrecer el curso gratis y cobrar cuando se solicita la certificación (y se supera una prueba de conocimientos). Otra es implantar  suscripciones temporales, al estilo Netflix.

Aunque cueste creérselo, se trata de un pago que suele repercutir positivamente sobre la motivación del alumno, y el esfuerzo para terminarlo, dado que este pago incluye el acceso al certificado oficial, y como dice la sabiduría popular: “Lo que no se paga no se valora”. Lo que explica las enormes tasas de abandono que tienen estos programas (en torno al 90%).

¿Hacerlos vale para algo?
Llegamos así al momento de hablar de los diplomas, certificados que acreditan que un estudiante ha terminado el curso, habiendo adquirido, como mínimo, los conocimientos básicos del programa. Pues bien, aquí las cosas funcionan como en la educación “de siempre”, lo que explica la metodología utilizada para este tipo de programas.

En pocas palabras, si aprendes y lo demuestras te puedes llevar el título a casa mientras que si, por el contrario, durante la explicación, te dormiste en los laureles y necesitas el certificado, te tocará repetir y tendrás que volver a empezar. Por esa razón, los MOOC se imparten a través de una plataforma que incorpora el material audiovisual que permite observar y escuchar al profesor mientras explica la lección, herramienta a la que se le añaden, entre otros, aplicaciones como foros y (o) pruebas de validación de conocimientos, lo que permite asegurar tanto la transmisión del conocimiento como que este llega, como se espera, al receptor.

Por todo ello, cuando un alumno aprueba un MOOC, este puede pedir un certificado oficial que acredite la formación, en cuyo caso la institución podría requerirle el pago de las tasas, práctica habitual en “el mundo tradicional” porque la preparación y entrega del diploma tiene un coste del que alguien debe hacerse cargo.

Y llegamos así a la pregunta: ¿vale la pena el esfuerzo (en tiempo, dinero, etcétera)? La respuesta es un rotundo “sí” retomando las respuestas a los puntos anteriores. Estamos hablando de formación de alta calidad, pero sujeta a unas tasas de abandono enormes, lo que habla muy bien de todos aquellos que consiguen llegar al final y, en particular, de su interés por estar al día y su capacidad de esfuerzo.

Y sabiendo todo esto, ¿alguien sigue teniendo dudas sobre si merecen o no la pena? Yo ya llevo ocho y pronto iré a por el noveno…

https://elpais.com/elpais/2017/09/12/talento_digital/1505217430_427077.html?id_externo_rsoc=FB_CM

domingo, 5 de febrero de 2017

CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN RUSA, Richard Pipes: “No hubo nada positivo ni grandioso en la Revolución Rusa”. El historiador, una de las máximas autoridades sobre la URSS, condena radicalmente todo cuanto guarda relación con ese periodo.

Considerado una de las máximas autoridades (1) en estudios de historiografía soviética a escala mundial, Richard Pipes (Cieszyn, Polonia, 1923), catedrático emérito de la Universidad de Harvard, es autor de más de 25 volúmenes de historia, entre los que destaca La Revolución Rusa, monumental estudio de mil páginas, originalmente publicado en 1990, considerado uno de los análisis más rigurosos y exhaustivos jamás escritos sobre la Revolución Rusa, cuyo centenario se conmemora en 2017. Pese a su innegable brillantez, el libro no fue recibido de manera unánimemente favorable, dado el radicalismo con que Pipes condena cuanto guarda relación con el fenómeno histórico que estudia. La entrevista tiene lugar en su casa de Harvard, una mansión de aspecto profesoral situada en una calle recogida, un día lluvioso. Pipes, de 93 años, es un hombre lúcido y afable, de conversación tranquila. En el vestíbulo de su casa se acumulan cajas llenas de papeles manuscritos, las notas de toda una vida dedicada a la investigación, que pronto serán trasladadas a la biblioteca de Harvard con la idea de reunirlas en un archivo que llevará el nombre del prestigioso profesor.

PREGUNTA. El año 2017 marca el centenario de la Revolución Rusa, uno de los acontecimientos clave del siglo XX. ¿Cuál es el legado de un fenómeno de semejante envergadura histórica?
RESPUESTA. Millones de cadáveres. La Revolución Rusa fue uno de los sucesos más trágicos del siglo XX. No hubo absolutamente nada positivo ni grandioso en aquel acontecimiento. Entre otras cosas, arrastró a la humanidad a la II Guerra Mundial. Los sóviets establecieron un régimen de terror sin precedentes. No tuvieron ningún escrúpulo a la hora de establecer una alianza con los nazis en la II Guerra Mundial. Hitler no se hubiera atrevido a iniciar las hostilidades si Rusia no hubiera estado a su lado.

P. ¿Cómo se hizo historiador?
R. La historia me ha interesado desde niño. Mis padres, judíos polacos, abandonaron el país huyendo de los nazis. Uno de mis últimos recuerdos es cuando vi a Hitler desde el balcón de mi casa, desfilando triunfalmente por las calles de Varsovia, días después del comienzo de la ocupación de Polonia. Cuando llegamos a EE UU me matriculé en un college de Ohio. Durante la guerra me destinaron a una unidad especial de estudios y aprendí ruso en tres meses. Ingresé en Harvard en 1946, y allí me matriculé en Historia, especializándome en estudios soviéticos, que entonces era un campo muy abierto en el que hacían falta especialistas. La historia explica cómo hemos llegado al lugar donde nos encontramos. Si se quiere entender EE UU, comprender la textura de la mentalidad del país, es absolutamente imprescindible estudiar su historia. La historia nos explica el medio en el que nos movemos y vivimos.

P. El curso de la Revolución Rusa lo determinaron las figuras formidables de Lenin y Stalin, que usted estudia en profundidad. ¿Podría compararlas?
R. Stalin tomó a Lenin como modelo, pero sus personalidades eran totalmente distintas. Lenin inicia la revolución y Stalin acaba con ella. Los dos fueron responsables de la muerte de muchos seres humanos, aunque la balanza se inclina pavorosamente del lado de Stalin por lo que al número de víctimas se refiere. Básicamente, Lenin era indiferente a la vida humana; si tenía que disponer la muerte de alguien, lo hacía sin problemas, pero Stalin disfrutaba decretando el exterminio de millones de personas. Tenía instintos sádicos. Lenin era un idealista, fanático en grado superlativo, creía a ciegas que la abolición del capitalismo y el advenimiento del socialismo extenderían la revolución por todo el mundo. Su muerte tiene algo de trágico: murió decepcionado, perfectamente consciente de que el sueño de la revolución había fracasado. Stalin, sin embargo, llegó a ver cómo la revolución se extendía a gran parte de Europa. Muchos lugares del mundo abrazaron el comunismo estando él en el poder, pero el régimen que creó traicionó el espíritu de la revolución. Una diferencia importante con respecto a Lenin era que poseía un ego desaforado.

P. Cuando compara a Stalin con Hitler, parece que se desdibujan las diferencias, pese a que sus ideologías eran antagónicas.
R. Los dos fueron responsables directos de la muerte de millones de personas, que perpetraron en nombre de sus ideologías, que se sustentaban sobre premisas radicalmente distintas. El nazismo se apoyaba en la sangre, y el comunismo, en la fe, pero en cuanto a la persecución que cada uno de los dos regímenes llevó a cabo no hubo apenas diferencias. Ambos construyeron campos de exterminio. Stalin también persiguió a gente en virtud de su origen nacional. Y es un hecho que acabaron colaborando. En el balance final, los dos regímenes tienen mucho en común.

P. ¿Cómo explica que Alexandr ­Solzhenitsin, cuya repulsa al régimen soviético es comparable a la suya, estuviera en total desacuerdo con sus tesis sobre la Revolución Rusa?
R. La raíz de nuestra discrepancia estriba en que para él la Revolución Rusa fue una violación de la historia, un atentado contra el espíritu ruso, mientras que en mi opinión la Revolución Rusa hundía sus raíces en el pasado del país, está profundamente imbricada con su historia.

P. Usted sostiene que en la historia del pueblo ruso hay una larga tradición de admiración por los líderes fuertes, autócratas.
R. Los rusos no soportan la debilidad. Les gustan los líderes fuertes. Hay una razón histórica por detrás de todo esto: el Estado ruso no ha sido nunca suficientemente coherente, y la única manera de darle coherencia es mediante la intervención de un líder potente. Todos los héroes de la historia rusa son personalidades fuertes: Iván el Terrible, Pedro el Grande, Alejandro III, Stalin, y ahora Putin, un autócrata que cuenta con la aprobación del 85% de la población.

P. ¿En qué consistió su trabajo como asesor de Ronald Reagan?
R. Me nombró miembro del Consejo Nacional de Seguridad para cuestiones relacionadas con la Unión Soviética y Europa Oriental.

P. ¿Qué era el Equipo B, creado por usted?
R. Un equipo de trabajo integrado por expertos que realizaban labores de inteligencia para la CIA en relación con el futuro de la Unión Soviética. Complementaba el trabajo del Equipo A, que realizaba directamente la CIA.

P. ¿Cree que Reagan aceleró la caída del imperio soviético?
R. Sí, aunque el régimen soviético cayó por razones internas, no por influencia externa de ninguna clase. ­Reagan no provocó el colapso, el colapso vino de dentro.

P. Reagan fue su presidente favorito. ¿Qué opinión le merece Obama?
R. Es un hombre débil, y su política exterior, muy desacertada.

P. ¿Qué piensa de Donald Trump?
R. Tengo una opinión muy baja de él. Me gustaría que me decepcionara y resultara ser mejor de lo que creo que es; tiene un ego desaforado, que me recuerda mucho a ciertos dictadores europeos. Es totalmente distinto a todos los presidentes americanos que yo haya estudiado jamás. Soy republicano, pero en las últimas elecciones voté demócrata. Ahora mismo EE UU atraviesa una crisis gravísima, de la que la elección de Trump es un síntoma inequívoco. Hace 20 o 30 años eso no hubiera podido suceder. Me resulta incomprensible que la gente le haya votado y no sé qué esperan que haga. Ser presidente de EE UU requiere ciertas cualidades de las que Trump carece.

P. ¿Qué va a pasar?
R. Lo van a echar, es capaz de violar la Constitución.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/01/27/babelia/1485532487_550316.html

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(1) Lo he colgado en mi blog como ejemplo de encumbramiento de una persona a un nivel que objetivamente no parece merecer por méritos como historiador. ¿Cómo hace tranquilamente todas esas afirmaciones sin relación causal con los hechos? Y recibe, además, honores por ello de la Universidad clasificada con el número uno en la casi totalidad de clasificaciones internacionales de calidad de universidades.
Sin duda, la primera razón es que el sesgo de sus publicaciones esta escorado a la derecha, hacia los poderosos y en eso trabajó directamente para Reagan en el llamado por él, grupo B, con la función de procurar argumentos ideológicos para su puesta en práctica en la Guerra Fría.

Ignora los antecedentes.
Pipes, de origen judío, tiene que huir de Polonia, su país, cuando es invadida por los alemanes y, con seguridad, gracias a ello, se salvó de morir asesinado, de hambre o por gas tóxico en un campo de concentración, como le ocurrió a 6 millones de personas de su etnia. Pues bien, aún así, afirma que la II G. M. la provocaron los soviéticos, cuando lo que hicieron fue defenderse de la invasión, como muestran el desarrollo de los acontecimientos y los hechos.

La afirmación de que la revolución rusa no tuvo nada de positivo, hecha por un historiador, no se comprende más que admitiendo que se ignoran los hechos y se defienden ideas preconcebidas. En primer lugar se ignoran voluntariamente el régimen de servilismo imperante en Rusia, donde las personas eran compradas y vendidas como si fueran propiedades del patrón. La miseria, el hambre, el maltrato, las injusticias y abusos, campaban a sus anchas. Hay numerosos testimonios de ello,... "los relatos de Chéjov constituyen a juicio de muchos, los más perfectos que nos regala la literatura universal. Entre ellos, en “Los campesinos” (1897), Nikolái Chikildéiev, camarero en Moscú, enferma gravemente y se ve obligado a ir a vivir con su familia a la aldea, donde morirá en poco tiempo. Conocemos así las condiciones de vida del campo ruso bajo el zarismo en su real dureza. No es la miseria física sólo y el hambre saciada con mendrugos de pan remojados en agua. Más allá de ella, es la ignorancia extrema, la brutalidad del hombre con la mujer y del fuerte con el débil siempre, el infierno del alcohol (calderos de vodka), y el destino de los niños nacidos entre la podredumbre, enfermos de alma y cuerpo."...

Se ignoran los antecedentes como la llamada revolución de 1905, donde en una manifestación pacífica, de familias enteras, que pedían mejoras laborales, fueron asesinados por el ejercito más de 2000 obreros y campesinos, niños y mujeres, ignorándose la cifra exacta.

Se ignora también la desastrosa marcha de la guerra ruso-japonesa. En febrero de 1905, el ejército ruso fue derrotado en Mukden, perdiendo alrededor de 90.000 hombres. Ante estas derrotas, el ministro Serguéi Witte emprendió rápidamente las negociaciones de paz con Japón, firmando el 5 de septiembre el Tratado de Portsmouth con mediación de Estados Unidos y donde el Imperio Ruso se reconocía derrotado. ...

Ignora lo que aportó la revolución y lo que supuso.
Le podemos contestar con las palabras de otro profesor universitario, en este caso de la U. de Coimbra.
"¿Puede el capitalismo promover el bienestar de las grandes mayorías sin que esté en el terreno de la lucha social una alternativa creíble e inequívoca al capitalismo? Este fue el problema de que la Revolución Rusa resolvió, y la respuesta es no.

La Revolución Rusa mostró a las clases trabajadoras de todo el mundo, y muy especialmente a las europeas, que el capitalismo no era una fatalidad, que había una alternativa a la miseria, a la inseguridad del desempleo inminente, a la prepotencia de los patrones, a los gobiernos que servían a los intereses de las minorías poderosas, incluso cuando decían lo contrario. Pero la Revolución Rusa ocurrió en uno de los países más atrasados de Europa y Lenin era plenamente consciente de que el éxito de la revolución socialista mundial y de la propia Revolución Rusa dependía de su extensión a los países más desarrollados, con sólida base industrial y amplias clases trabajadoras. En aquel momento, ese país era Alemania.

El fracaso de la Revolución alemana de 1918-1919 hizo que el movimiento obrero se dividiera y buena parte de él pasase a defender que era posible alcanzar los mismos objetivos por vías diferentes a las seguidas por los trabajadores rusos."... (Boaventura de Sousa Santos)

La existencia de la URSS dió lugar al reformismo, sobre todo en Europa. "...el reformismo dio origen a la socialdemocracia europea, un sistema político que combinaba altos niveles de productividad con altos niveles de protección social. Fue entonces cuando las clases trabajadoras pudieron, por primera vez en la historia, planear su vida y el futuro de sus hijos. Educación, salud y seguridad social públicas, entre muchos otros derechos sociales y laborales. Quedó claro que la socialdemocracia nunca caminaría hacia una sociedad socialista, pero parecía garantizar el fin irreversible del capitalismo salvaje y su sustitución por un capitalismo de rostro humano.

Entretanto, del otro lado de la “cortina de hierro”, la República Soviética (URSS), pese al terror de Stalin, o precisamente por su causa, revelaba una pujanza industrial portentosa que transformó en pocas décadas una de las regiones más atrasadas de Europa en una potencia industrial que rivalizaba con el capitalismo occidental y, muy especialmente, con Estados Unidos, el país que emergió de la Segunda Guerra Mundial como el más poderoso del mundo." (Boaventura de Sousa Santos).

La guerra fría fue la que "determinó el perdón, en 1953, de buena parte de la inmensa deuda de Alemania occidental contraída en las dos guerras que infligió a Europa y que perdió." (Aquí muestra, al contrario de Pipes que llega a acusar a la URSS, que las dos guerras mundiales las provocó Alemania)(idem)

"Los últimos años mostraron que, con la caída del Muro de Berlín, no colapsó solamente el socialismo, sino también la socialdemocracia. Quedó claro que las conquistas de las clases trabajadoras en las décadas anteriores habían sido posibles porque la URSS y la alternativa al capitalismo existían. Constituían una profunda amenaza al capitalismo y éste, por instinto de supervivencia, hizo las concesiones necesarias (tributación, regulación social) para poder garantizar su reproducción. Cuando la alternativa colapsó y, con ella, la amenaza, el capitalismo dejó de temer enemigos y volvió a su voracidad depredadora, concentradora de riqueza, rehén de su contradictoria pulsión para, en momentos sucesivos, crear inmensa riqueza y luego después destruir inmensa riqueza, especialmente humana." (Idem)

Ignora el presente y el posible futuro
"Desde la caída del Muro de Berlín estamos en un tiempo que tiene algunas semejanzas con el período de la Santa Alianza que, a partir de 1815 y tras la derrota de Napoleón, pretendió barrer de la imaginación de los europeos todas las conquistas de la Revolución Francesa. No por coincidencia, y salvadas las debidas proporciones (las conquistas de las clases trabajadoras que todavía no fue posible eliminar por vía democrática), la acumulación capitalista asume hoy una agresividad que recuerda al periodo pre Revolución rusa. Y todo lleva a creer que, mientras no surja una alternativa creíble al capitalismo, la situación de los trabajadores, de los pobres, de los emigrantes, de los jubilados, de las clases medias siempre al borde de la caída abrupta en la pobreza no mejorará de manera significativa. Obviamente que la alternativa no será (no sería bueno que fuese) del tipo de la creada por la Revolución rusa. Pero tendrá que ser una alternativa clara. Mostrar esto fue el gran mérito de la Revolución rusa." (Boaventura de Sousa Santos)

Otro profesor de Historia, Josep Fontana, lo tilda de energúmeno, no de historiador, había sido reclutado por Bush padre para el grupo B. Sus afirmaciones son relatos inventados para la Guerra Fría.

miércoles, 20 de julio de 2016

DANI RODRICK / PROFESOR DE ECONOMÍA INTERNACIONAL EN HARVARD. “Las élites políticas deben moderar el capitalismo”

¿Por qué la pifian los economistas? Dice Dani Rodrick (Estambul, 1957) que tiene mucho que ver la fe ciega que a veces les profesan a determinados modelos, porque la misma política puede resultar positiva en un momento de la historia en un país, pero fallar estrepitosamente en el mismo sitio un tiempo después. Rodrick, profesor de Economía Internacional en la Universidad de Harvard, ha sido muchas veces un verso suelto en el debate económico global, como cuando empezó a cuestionar la globalización financiera o consideraba que había llegado el momento de replantearse las políticas industriales. “Esas son batallas relativamente fáciles de ganar, en el momento en el que una idea se convierte en mayoritaria, es porque ya está equivocada”, comenta divertido en su despacho en el campus.

En el primer minuto de la entrevista cita el gran suceso político del momento: Donald Trump. Rodrick llegó a Estados Unidos como estudiante y ha vivido en sus dos costas, pero este trozo del mundo no se conoce de veras, dice, si no se ha vivido también en esa gigantesca parte central. Por eso renuncia a descifrar el origen del trumpismo —tampoco los nativos saben explicar el porqué—, aunque sí subraya un mensaje sobre la primera potencia del mundo: “Algo que explica el éxito de Estados Unidos es que, en última instancia, el pragmatismo vence”.

La política económica estadounidense, piensa, ha bailado al son que convenía en cada momento. “Ha sido proteccionista cuando ha funcionado, orientada al libre mercado cuando era necesario, reinventó el capitalismo en los treinta con el new deal, se volvió keynesiana en los años sesenta y también lo hizo más recientemente después de la crisis financiera”, explica el profesor. Su último libro, Las leyes de la economía (Deusto, 2016), habla precisamente de lo relativo de los grandes dogmas económicos.

¿Y sobrevivirá ese pragmatismo norteamericano si Trump, el candidato republicano, se convierte en el presidente? “Mi esperanza es que sí”, dice Rodrick, “creo que su ideología es la reacción a otra opuesta: en los últimos 20 o 30 años en Estados Unidos ha arraigado un tipo de fundamentalismo del mercado que ha sido un cierto abandono de ese talante pragmático, desde Reagan, que fue a su vez reacción a las políticas de los cincuenta y los sesenta”, señala. A su juicio, “la noción de libre mercado se ha convertido en un fetiche en este país”. Un augurio optimista, dice, es que las élites se den cuenta de lo ocurrido y regresen a políticas más moderadas.

La desigualdad ha crecido a pasos agigantados en las tres últimas décadas en Estados Unidos, el país que se ha vanagloriado de esa clase media que conducía coches Ford. La pérdida de muchos empleos en favor de mercados de mano de obra más barata ha abonado las críticas a la globalización. Y tanto Trump, aspirante republicano a la Casa Blanca, como Bernie Sanders, el izquierdista rival de Hillary Clinton entre los demócratas, han apuntado con el dedo a los tratados de libre comercio. El TTIP, que es el pacto que Estados Unidos y Europa negocian, también ha provocado reacciones incendiarias en el Viejo Continente.

“El rechazo a la globalización es real”, afirma, “y si las élites políticas no se dan cuenta de que necesitamos nuevas normas, esta reacción puede llevarnos en una dirección hacia un proteccionismo significativo. La historia del capitalismo muestra que este es modulable, que las élites siempre lo han ido rediseñando y moderando para que dé respuestas”.

¿Tan malo sería ese giro proteccionista? “La economía global está ya muy abierta”, considera. “Si no firmásemos el TTIP o el Acuerdo Transpacífico (TPP), creo que no pasará nada malo, a diferencia de muchos economistas que creen que esos acuerdos son imperativos”. De hecho, alerta: “Ponemos en riesgo la globalización si presionamos para más acuerdos porque enciende el rechazo a ella”. Sin embargo, la apertura comercial mundial es la que ha permitido a muchos países salir de la pobreza y ha dado alas al crecimiento económico. “Sería una gran pérdida recuperar barreras arancelarias que nos devolvieran a los años cincuenta, sesenta o, aún peor, de los treinta”.

La globalización es una de las tres patas del trilema económico, el concepto que Rodrick acuñó en un artículo en el año 2000 y que resultó rematadamente premonitorio de lo que una década después ocurriría con la crisis griega. El economista ve incompatible que democracia, globalización y soberanía del Estado-nación puedan convivir. “La eurozona es la aplicación real de ese concepto. Está tratando simultáneamente de ser un mercado único y democrático que conserva los Estados-nación y con una unión política integrada…”, dice. “Este trilema está en el corazón del problema estructural de la zona euro. Soy menos optimista con Europa”, remata.

“Hay un gran desequilibrio entre la integración económica, que ha ido muy lejos, y la política, que es muy incompleta”, continúa, “y no veo aún líderes políticos en Europa capaces de reformularlo”. Para el profesor, el Banco Central Europeo y su plan de estímulos “es un punto brillante dentro de las políticas económicas europeas”.

Del libro de Rodrick es fácil inferir que la ideología política contamina también el análisis económico. “Pero es una vía de doble sentido: los líderes pueden apropiarse de ideas económicas y convertirlas en ideologías que sus creadores nunca pretendieron. Siempre pensamos en Adam Smith como el pensador que nos enseñó las bondades de la economía de mercado, pero su conocimiento era sofisticado, no hubiera perdonado este fundamentalismo del mercado”.

La historia reciente anima a cuestionar el llamado Consenso de Washington. “El error está en suponer que un modelo funciona en todos los países y en todos los momentos”. Además, advierte de que se ha olvidado algo: “Aquellos 10 principios fueron la codificación de las políticas que las economías latinoamericanas ya habían adoptado. Se llama Consenso de Washington porque la reunión tuvo lugar allí donde aquellos tecnócratas latinoamericanos describieron lo que en realidad ya estaban haciendo”.

http://economia.elpais.com/economia/2016/06/23/actualidad/1466677071_692718.html

domingo, 17 de julio de 2016

La (verdadera) ciencia de la felicidad. El secreto es simple: sexo, ejercicio, música y charla. Lo demás son patrañas que solo sirven para engrosar unas pocas cuentas corrientes y vaciar todas las demás.

¿Tenían razón los hedonistas? “La naturaleza”, escribió el filósofo y economista inglés Jeremy Bentham (1748-1832), padre del utilitarismo, “ha situado a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer; a ellos corresponde en exclusiva señalar lo que debemos hacer, así como determinar lo que acabaremos haciendo”. Desde luego, la cuestión del placer y la búsqueda de la felicidad ha supuesto siempre una enorme atracción para los filósofos, de Platón a Nietzsche, de Aristóteles a Mill, de Epicuro a Hume. Y también parece irresistible para la gran masa de gente que no se dedica a la filosofía profesional, a juzgar por los grandes éxitos de ventas que está consiguiendo un enjambre de autoproclamados chamanes, presuntos profetas e irrebatibles cantamañanas que conforman lo que ya se conoce como “la industria de la felicidad”. Pero la ciencia de la felicidad es otra cosa. Lee en Materia las reflexiones de uno de los mejores psicólogos experimentales de nuestro tiempo, el psicólogo de Harvard Dan Gilbert.

Gilbert se basa en lo que se debe basar un pensador moderno: en los datos, los experimentos y las teorías que nos revelan la realidad de nuestra mente. El mundo es como es, no como nos gustaría que fuera, y esto vale tanto para los planetas y los átomos como para la asombrosa sociedad de 200.000 millones de neuronas que llevamos dentro del cráneo. Y los datos dicen que el secreto de la felicidad está en cuatro actividades cotidianas al alcance de cualquier bolsillo: sexo, ejercicio, música y conversación. Y no, leer libros de autoayuda no aparece en la lista. Esas obras solo reportan felicidad –en efectivo— a quienes las escriben.

El ruido que hacen los beocios sobre esta materia ha alcanzado tal nivel de decibelios que mucha gente piensa que la psicología es una pseudociencia. No lo es. La psicología es una parte fundamental de las llamadas ciencias cognitivas, una aleación de neurobiología, genética, biología molecular, física, matemáticas, computación, inteligencia artificial y –sí— psicología experimental que, en nuestros días, supone nuestra mejor esperanza de entender el cerebro humano, el objeto más complejo del que tenemos noticia en el universo.

Lo que ocurre, como siempre, es que hay un montón de gente dispuesta a pervertir la psicología a mayor gloria de su propio bolsillo, y otro montón aún mayor que prefiere creerse sus falacias y patrañas en vez de guiarse por el mejor instrumento de conocimiento que tenemos –y tendremos—, que es la ciencia. Lee lo que dice Gilbert y sé feliz si puedes. Confórmate con la verdad.

http://elpais.com/elpais/2016/07/15/ciencia/1468582643_207029.html

jueves, 25 de junio de 2015

Seis claves para ser feliz, según la Universidad de Harvard. Existe una asignatura sobre la dicha en el prestigioso centro educativo. "La alegría también se aprende, como el golf o el esquí"

Cada vez parece más claro que la nueva fiebre del oro no tiene que ver con hacerse millonario ni con encontrar la fuente de la eterna juventud. El tesoro más codiciado de nuestros tiempos es  atesorar felicidad,  un concepto abstracto, subjetivo y difícil de definir, pero que está en boca de todos. Incluso es materia de estudio en la prestigiosa Universidad de Harvard.

Durante varios años, algunos de los estudiantes de Psicología de esta universidad americana han sido un poco más felices, no solo por estudiar en una de las mejores facultades del mundo, sino porque, de hecho, han aprendido a través de una asignatura. Su profesor, el doctor israelí  Tal Ben-Shahar, es experto en Psicología Positiva, una de las corrientes más extendidas y aceptadas en todo el mundo y que él mismo define como “la ciencia de la felicidad”. De hecho, sostiene que la alegría se puede aprender, del mismo modo que uno se instruye para esquiar o a jugar al golf: con técnica y práctica.

Con su superventas  Being Happy y sus clases magistrales, los principios extraídos de los estudios de Tal Ben Shahar han dado la vuelta al mundo bajo el lema de “no tienes que ser perfecto para llevar una vida más rica y más feliz”. El secreto parece estar en aceptar la vida tal y como es, lo cual, según sus palabras, “te liberará del miedo al fracaso y de unas expectativas perfeccionistas”.

Aunque por su clase de Psicología del Liderazgo (Psychology on Leadership) han pasado más de 1.400 alumnos, aún así cabría hacerse la siguiente pregunta: ¿Alguna vez se tiene suficiente felicidad? "Es precisamente la expectativa de ser perfectamente felices lo que nos hace serlo menos”, explica.

Estos son sus seis consejos principales para sentirse afortunado y contento:

1. Perdone sus fracasos.
Es más: ¡celébrelos! “Al igual que es inútil quejarse del efecto de la gravedad sobre la Tierra, es imposible tratar de vivir sin emociones negativas, ya que forman parte de la vida, y son tan naturales como la alegría, la felicidad y el bienestar. Aceptando las emociones negativas, conseguiremos abrirnos a disfrutar de la positividad y la alegría”, añade el experto. Se trata de darnos el derecho a ser humanos y de perdonarnos la debilidad. Ya en el año 1992, Mauger y sus colaboradores estudiaron los efectos del perdón, encontrando que los bajos niveles de este hacia uno mismo se relacionaban con la presencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.

2. No dé lo bueno por hecho: agradézcalo.
Cosas grandes y pequeñas. "Esa manía que tenemos de pensar que las cosas vienen dadas y siempre estarán ahí tiene poco de realista".

3. Haga deporte.
Para que funcione no es necesario machacarse en el gimnasio o correr 10 kilómetros diarios. Basta con practicar un ejercicio suave como caminar a paso rápido durante 30 minutos al día para que el cerebro secrete endorfinas, esas sustancias que nos hacen sentir drogados de felicidad, porque en realidad son unos opiáceos naturales que produce nuestro propio cerebro, que mitigan el dolor y causan placer, según detalla el entrenador de easyrunning y experto corredor Luis Javier González.

4. Simplifique, en el ocio y el trabajo.
“Identifiquemos qué es lo verdaderamente importante, y concentrémonos en ello”, propone Tal Ben-Shahar. Ya se sabe que “quien mucho abarca, poco aprieta”, y por ello lo mejor es centrarse en algo y no intentarlo todo a la vez. Y no se refiere solo al trabajo, sino también al área personal y al tiempo de ocio: “Mejor apagar el teléfono y desconectar del trabajo esas dos o tres horas que se pasa con la familia”.

5. Aprenda a meditar.
Este sencillo hábito combate el estrés. Miriam Subirana, doctora por la Universidad de Barcelona, escritora y profesora de meditación y mindfulness, asegura que “a largo plazo, la práctica continuada de ejercicios de meditación contribuye a afrontar mejor los baches de la vida, superar las crisis con mayor fortaleza interior y ser más nosotros mismos bajo cualquier circunstancia”. El profesor de Harvard añade que es también un momento idóneo para manejar nuestros pensamientos hacia el lado positivo, aunque  no hay consenso en que el optimismo llegue a garantizar el éxitosí le aportará un grato momento de paz.

6. Practique una nueva habilidad: la resiliencia.
La felicidad depende de nuestro estado mental, no de la cuenta corriente. Concretamente, “nuestro nivel de dicha lo determinará aquello en lo que nos fijemos y en las atribuciones del éxito o el fracaso”. Esto se conoce como locus de control o "lugar en el que situamos la responsabilidad de los hechos", un término descubierto y definido por el psicólogo Julian Rotter a mediados del siglo XX y muy investigado en torno al carácter de las personas: los pacientes depresivos atribuyen los fracasos a sí mismos, y el éxito, a situaciones externas a su persona; mientras que la gente positiva tiende a colgarse las medallas, y los problemas, “casi mejor que se los quede otro”. Sin embargo, así perdemos la percepción del fracaso como "oportunidad", que tiene mucho que ver con la resiliencia, un concepto que se ha hecho muy popular con la crisis, y que viene prestado originariamente de la Física y de la Ingeniería, con el que se describe la capacidad de un material para recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. "En las personas, la resiliencia trata de expresar la capacidad de un individuo para enfrentarse a circunstancias adversas, condiciones de vida difíciles, o situaciones potencialmente traumáticas, y recuperarse saliendo fortalecido y con más recursos” ("No tira la toalla" "Conmigo no han podido"), afirma el médico psiquiatra Roberto Pereira, director de la Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar.



Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/06/16/buenavida/1434480172_001091.html

domingo, 25 de agosto de 2013

Iñaki Ábalos, Un arquitecto de mundo

Tras las huellas de Josep Lluís Sert y Rafael Moneo, Iñaki Ábalos estrena la dirección de la escuela de arquitectura de Harvard, una posición desde la que influirá en los edificios del futuro

El flamante nuevo director de  la Graduate School of Design (GSD), el de­­partamento de arquitectura de la Universidad de Harvard Iñaki Ábalos, nació en San Sebastián en 1956 y estudió en Madrid. Ahora vive entre esta ciudad y Cambridge, en Massachusetts, pero tiene casa en Ca­­narias y construye en China. Tal vez por eso se considera más un arquitecto de un tiempo que de un lugar. “Hay que luchar contra la boina: el asentamiento en un lugar no te da certidumbre. La formación de un arquitecto es infinitamente más interesante si es capaz de tener el mundo en la cabeza”, opina. Cree que sus edificios, como la estación del AVE en Logroño o la remodelación de la Fundación Tàpies que concluyó en Barcelona, son un cruce de espacio y tiempo: “Una perspectiva de 100 años iguala muchas cosas. Nos da lo mismo que el Círculo de Bellas Artes de Madrid esté hecho en la misma época que el pabellón Mies van der Rohe de Barcelona. Nos gustan los dos muchísimo”.

Así, para el autor de edificios en Las Palmas y Vitoria y de ensayos, como La buena vida, donde revisa las casas de Andy Warhol o Pablo Picasso, dirigir la influyente escuela estadounidense supone decidir, en cierta medida, cómo será la arquitectura del futuro. Y aunque considera que “España domina la cultura arquitectónica mundial”, parece que el presente de alguien como él, que comenzó a construir en un pueblo de 13.000 habitantes como Coria (Cáceres), es ya planetario. Con su socia, la polaca Renata Sentkiewicz, acaba de ganar el concurso para levantar un Museo de Arte Contemporáneo en Zhuhai (al sur de China, junto a Macao), y no lejos de allí, en Guangzhou, diseña una isla universitaria, un campus dedicado a la investigación. Así, con la cabeza y la atención a ambos lados del globo, Ábalos sabe contener su inquietud. Disfruta la tranquilidad de unas vacaciones en la isla de La Palma, donde tiene una casa, pero confiesa que adora y añora el ruido. Con las ventanas abiertas en su piso de la calle del Barquillo de Madrid explica que en Boston echa en falta el barullo, pero que irse a América ya no supone convertirse en indiano. Él no deja de viajar por el mundo. Y regresa a Madrid una vez al mes.

Ábalos tiene claro lo que grandes de la arquitectura española, Josep Lluís Sert  y Rafael Moneo, aportaron al cargo que estrena. “Sert no podía entender el salto que existe en América entre la arquitectura y la ciudad – allí ideada por urbanistas que son expertos en geografía o economía, pero ajenos al diseño–. Por eso legó un departamento de urbanismo asociado a la arquitectura que a partir de Harvard se expandió por otras universidades”, cuenta. Luego explica por qué Moneo fue otro director clave en Harvard: “Cuando el posmodernismo comenzó a interesarse por la arquitectura histórica, él tenía un pasado: se había formado en la historia de la arquitectura y de hecho vive la arquitectura como un presente continuo”. Así, opina que aportó naturalidad y cercanía entre la historia y las nuevas disciplinas. Además, dice Ábalos, todo lo que hace lo hace con dedicación intensiva: “Dejó huella y disciplinó mucho la escuela”.

El departamento de arquitectura que ahora dirige Ábalos siempre ha querido tener vinculación con Europa –desde que comenzó con el alemán Walter Gropius y con la práctica. No es una escuela teórica, como Princeton, por ejemplo. Pero su nuevo director está convencido de que Europa sigue siendo la cantera de la arquitectura del mundo. Asegura que a principios del siglo pasado, América era la producción, y Europa, el valor añadido, pero que hoy América da el valor añadido y lo que se construye en Europa se convierte en referente.

P. ¿Qué aportará usted a Harvard?
R. Ninguna revolución. Pero sí aquello por lo que me han llamado: combino la práctica y la investigación, y tengo experiencia: sé quién es quién.

P. ¿Eso es fundamental para enseñar arquitectura?
R. Lo es para gestionar un departamento. Creo que lo que les interesa de mi trayectoria es lo que he llamado termodinámica: integrar conocimientos científicos en la arquitectura de una forma imaginativa, no meramente técnica, sino cultural. Hace 15 años que defiende esa combinación de cultura y ciencia. “No quiero sonar pedante, pero el filósofo Bruno Latour dice que ‘todos tenemos que ponernos la bata blanca’. Los laboratorios han dejado de estar apartados de la vida. Los conocimientos de hoy hacen que la forma en la que entendíamos la arquitectura hace tres lustros haya quedado obsoleta. Necesitamos poder integrar imaginación y ciencia”.

La pregunta entonces es qué pasará con los otros pilares de la arquitectura: la tradición o el lugar. “No hay arquitectura vernácula en el mundo que no sea una lección maestra de adaptación climática. La termodinámica siempre ha estado ahí. Defiendo arquitecturas pasivas capaces de no consumir energía finita para ofrecer confort. Defiendo afinar la intuición de la tradición con nuevos instrumentos”, explica.

P. ¿Cómo hacer que la termodinámica no se convierta en una nueva etiqueta de moda, como sucedió con “lo ecológico”, transformado en adjetivo antes que en hecho?
R. Produciendo obras de arquitectura memorables, sólidas y adaptadas a las necesidades reales de la sociedad.

P. ¿Un ejemplo concreto?
R. Me lo pones difícil.

P. Lo digo porque usted y su anterior socio Juan Herreros firmaron unas torres, llamadas bioclimáticas, en Vitoria que necesitaban aire acondicionado para evitar el calor.
R. Tuvieron la más alta calificación energética. Son una arquitectura bastante pasiva basada en los datos climáticos de Vitoria.

P. Las fachadas son de vidrio.
R. Vitoria puede tener más vidrio que casi ninguna otra ciudad en España. Y además las viviendas ventilan: todas tienen dos o tres fachadas. Si en un momento dado hay tres días de sol excesivo, puedes tener calor, pero es lo más bioclimático que puedes hacer.

Siendo un emigrante de lujo, Ábalos vive mal que los españoles tengan que emigrar. No creo que las crisis sean una gran oportunidad. Son una gran desgracia. En el caso de la arquitectura española, que vivía un momento dorado, una desgracia mayor. Pero considera que una vez que los arquitectos españoles han asumido que su crisis será más larga que la crisis económica española, han reaccionado bien. Sus despachos pequeños y más artesanales que los del mundo anglosajón les han permitido adaptarse: “No creo que haya un estudio en Europa de primera línea en el que al menos el 20% de sus colaboradores no sean españoles”, explica. Y sostiene que el mundo académico más prestigioso también se ha aprovechado de la formación politécnica que se ha dado en España. Alejandro Zaera tiene su mismo cargo en Princeton e Iñaki Alday en la Universidad de Virginia… “Lo llaman la Armada Española. Creo que España domina en este momento la cultura arquitectónica mundial”.

Ante el mínimo escepticismo de su interlocutora, Ábalos se explica: “Somos muchos los que estamos formando a la élite. Y vienen más. Estar en las posiciones clave de las universidades más importantes es decidir cuáles son las líneas que va a seguir la arquitectura en el mundo. Mucha gente no es consciente de hasta qué punto diez escuelas de arquitectura del mundo dirigen la cultura arquitectónica. Desde dentro te das cuenta de cómo los programas de estudio del resto del mundo se van adaptando”.

Iñaki Ábalos habla de una cultura arquitectónica mundial no dogmática. “Las líneas más interesantes son las que abren nuevas vías y permiten pensar que la diferencia puede ser un valor. No estamos ante ningún catecismo. Reina la apertura mental y hay que estar atento a cómo las diferencias pueden contribuir al debate”, razona. Al tiempo que critica  el anteproyecto para la Ley de Servicios Profesionales, que prepara el Ministerio de Economía, en el que se relativiza la importancia de la cultura arquitectónica cediendo la construcción a otros profesionales. “Me siento humillado. Me parece absolutamente incomprensible que se esté intentando arramblar con la profesión, posiblemente con la de cocinero, más prestigiosa que ha dado este país con una ley tan ciega al valor que aporta la arquitectura”. Habla de valor económico: “¿Por qué la gente va a Barcelona, París o Nueva York?”, pregunta.

Y asume que el hecho de que los arquitectos molesten a los políticos –Esperanza Aguirre dijo hace un año que “a los arquitectos habría que matarlos”– se debe a que el arte nunca es cómodo. Y menos para los políticos. “En general, no les hacemos un servicio a ellos. Tratamos de hacerlo a la sociedad, y eso muchas veces pasa por no hacérselo al político”.

P. ¿Usted cree que la sociedad piensa que trabajan para ella? Han recibido más críticas por su endogamia y prepotencia que ningún otro colectivo…
R. La crítica que recibe la arquitectura, merecida en gran parte, se focaliza en la gestión de la arquitectura que se ha hecho en España en las últimas dos décadas. De los nombres que son criticados es dificilísimo encontrar uno español.

P.  ¿Calatrava? Que esté ejerciendo desde España. Todos sabemos dónde está el despilfarro.
P. En España ha habido mucho. Al margen de los grandes nombres.
R. Bueno… si alguien hace un aeropuerto sin tener ni un solo avión, no es un problema del arquitecto que ha diseñado el edificio de la terminal. La arquitectura española se caracteriza por una cierta contención formal y por una buena gestión de las limitaciones económicas, como mínimo por eso. Mientras los arquitectos españoles trabajaban con presupuestos bajos, que otros países admiran, aquí había otros tirando el dinero por un agujero negro.

Aunque no se vaya a hacer las Américas como un indiano, Ábalos está acostumbrado a las mudanzas. Creció en San Sebastián y estudió Arquitectura en Madrid. “Éramos cinco hermanos, yo el pequeño, estudiando la carrera en Madrid. Tampoco teníamos tantos recursos, de modo que nos trasladamos toda la familia”. Cuenta que tiene un hermano arquitecto diez años mayor que él, “el que me influyó”. Y que, como le gustaba dibujar, para convencerle le pasó la obra completa de Le Corbusier: “Un marciano haciendo platillos volantes fantásticos”. Por entonces dudó entre estudiar Literatura, Filosofía o Arquitectura, y ahí le convenció su padre. Le dijo que los literatos tenían una profesión para ganarse la vida, como Juan Benet, que le gustaba y era ingeniero.

Recién salido de la escuela, se encontró con la profunda crisis que asolaba la construcción. Corría el año 1979 y un delineante de su hermano, Jesús Estévez, “que ha fallecido hace poco y era de Coria, llamó diciendo que en su pueblo tenía clientes”. Los emigrantes estaban regresando, muchos desde Suiza. Tenían dinero, querían construirse casas, y Ábalos se fue para allá.

Se quedó tres años siguiendo el consejo de Frank Lloyd Wright: “Haz tus primeras casas lejos de donde vives”. “No había vivido nunca en un pueblo y la dehesa extremeña me entusiasmó. En un bar conocí a un señor en zapatillas que hablaba muy bien. Le pregunté a qué se dedicaba y me dijo que era Rafael Sánchez Ferlosio, el autor de El Jarama y Alfanhuí –los libros que entonces todo el mundo leía–. Me invitó a su palacio, que estaba en ruinas, junto a la catedral. Allí iba también el notario, que era muy culto. De repente estaba rodeado de gente mucho más interesante que en la capital…”.

Ábalos se fue de Coria porque “la etapa se agotó”. Y aunque hace cinco años concluyó una relación profesional con Juan Herreros que se prolongó más de dos décadas, no cree haber agotado más etapas que la mayoría de la gente. “Los arquitectos jóvenes son inseguros, necesitan trabajar en equipo. Recomendaría a todo el mundo poner a prueba sus ideas asociándose. Juan y yo aprendimos mucho el uno del otro y somos amigos. Pero según creces te haces más independiente. Llegó un momento en que tuvimos que decidir si queríamos tener una aventura distinta”. Y la iniciaron en 2008.

Arriesgar, en realidad, es una constante en la vida de Ábalos, que, con tres matrimonios y tres hijos, ha sido más estable profesional que personalmente. “Hoy ninguna profesión ejercida con intensidad es muy compatible con la vida familiar. Y aunque no estoy de acuerdo con eso, es difícil cambiarlo. Lo único que puedes contraponer es la máxima intensidad en los pocos momentos que tienes. Es mucho peor en otras sociedades, como la asiática. He tenido mejores y peores momentos con mis hijos, pero según crecen van aproximándose a mí. Todos tenemos nuestro papel. Hay quien está muy cerca y precisamente por estar tan cerca, los niños se intentan alejar…”. Todas las parejas de Ábalos han sido arquitectas. Sin embargo, ahora su pareja profesional, Renata Sentkiewicz es, por primera vez, su pareja personal. “Quizá en mi acercamiento a mis anteriores parejas tenía otros vínculos, pero me acerqué a Renata trabajando; su capacidad como técnica y diseñadora es impresionante”, señala Ábalos, que se considera arquitecto por encima de profesor.

P. ¿Y qué le hace pensar que sabe formar arquitectos?
R. Que aprendo enseñando.

Explica que un buen profesor “debe saber adaptarse, luego hay muchas formas de ser bueno”. Cuenta que su generación tuvo la fortuna de tener maestros que enseñaban a ser, a comportarse, a entender el mundo. Con [Alejandro de la] Sota casi aprendías de sus chistes. Pero la obra también habla. Mi pasión por los rascacielos y por la arquitectura americana viene de [Francisco Javier Sáenz de] Oiza. De las veces que visité el BBVA en construcción”, cuenta. Y lamenta que la visita de obra se esté perdiendo. “La internacionalización de la profesión te obliga a pensar estrategias que garanticen la calidad a distancia”. El control de calidad se hace entonces por partes, con prefabricados. “Nos guste o no, el muro cortina es la lengua franca de la arquitectura, lo que permite garantizar el mismo resultado en todo el mundo. Por eso se hacen las grandes oficinas con este material, porque el vidrio también ha aumentado sus prestaciones, aunque todavía le quede camino por recorrer”.

Los grandes estudios son pocos y se reparten el mundo porque, supuestamente, ofrecen servicios completos. “Pero son poquísimas las obras de esos grupos que perdurarán. Construyen con eficacia, pero no son memorables, no tienen valor cultural”, añade. En medio de ese panorama, el nuevo director de la Escuela de Arquitectura de Harvard cree que esa tendencia se va a revertir. “Los clientes cada vez son más conscientes de que las grandes corporaciones resuelven los problemas, pero no aportan valor. Y, a su vez, es muy difícil que un arquitecto demuestre su valor haciendo bares. Por eso creo que el futuro pasa por la escala intermedia: la colaboración entre los pequeños arquitectos creativos y las grandes oficinas puede permitirles a los dos sobrevivir”.
Fuente: El País Semanal.