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sábado, 4 de marzo de 2023

FORMACIÓN. Así es el camino que lleva a poder estudiar en Cambridge.

Matricularse en una de las mejores universidades del mundo no solo es cuestión de dinero. El proceso es extremadamente competitivo y la excelencia académica es clave

Prestigio, historia, excelencia y exclusividad: así podría definirse a la Universidad de Cambridge, que con más de 800 años de antigüedad (y 121 premios Nobel) se sitúa de manera constante entre los mejores centros de educación superior del mundo. Cruzar sus puertas como estudiante es todo un reto, pero también un logro en sí mismo: de los aproximadamente 22.000 alumnos que solicitaron matricularse este curso, solo 3.600 (algo más del 16 %) obtuvieron una plaza que, una vez egresados, abrirá muchas puertas. De la proyección internacional de esta institución, cuarta mejor universidad del mundo según el Academic Ranking of World Universities de Shanghái, es buena muestra el hecho de que uno de cada cinco estudiantes de primer curso son internacionales, y que entre sus más de 20.000 alumnos hay representantes de 140 países.

Uno de ellos es el francés Matteo Amar, estudiante de Matemáticas en Cambridge y exalumno de la British School of Barcelona (BSB). En su trayectoria hacia la universidad británica, Amar obtuvo la calificación más alta de Europa en Matemáticas en los exámenes finales de Bachillerato A Levels (según el currículo británico) certificada por Pearson Edexcel. “El proceso de solicitud es bastante largo e incluye una carta de presentación, un examen de entrada y una entrevista. Pero el trabajo real se hace antes de postularte, porque tienes que construir tu currículum alrededor de lo que le gusta a Cambridge”, afirma. “Yo, por ejemplo, decidí aplicar cuando estaba en tercero de la ESO, y desde entonces empecé a leer libros de Matemáticas y a participar en competiciones, para enseñarles de manera tangible que de verdad me gustan y que soy un apasionado”. Su recorrido académico lo atestigua: hizo el Bachillerato en cuarto de la ESO y después continuó especializándose durante los dos años siguientes.

Prepararse para una universidad como Cambridge, Oxford o cualquiera de las pertenecientes a la famosa Ivy League norteamericana es, efectivamente, todo un proceso que empieza a cultivarse desde muchos años antes, y en el que aspectos como la educación bilingüe juegan un papel fundamental: “La educación bilingüe hace que tu cerebro funcione de manera diferente, y facilita que los alumnos estén abiertos a nuevas ideas, puntos de vista y modos de ver el mundo”, sostiene James Petrie, director de Secundaria y Bachillerato en BSB. Allí los alumnos tienen, además, la oportunidad de desarrollar habilidades como el liderazgo, la organización, la curiosidad, la imaginación o la reflexión, y a partir de los 15 años reciben orientación personalizada sobre los posibles estudios superiores y los procesos de selección de algunas de las principales universidades.

Un proceso largo y competitivo
Matricularse en un grado de la Universidad de Cambridge es un proceso que, técnicamente, empieza en UCAS, el portal de acceso a las universidades del Reino Unido. Allí, los candidatos rellenan una solicitud que incluye una carta de motivación y el expediente académico de los dos últimos años (en el caso de España, el correspondiente al Bachillerato), y escogen hasta cinco universidades distintas. Es importante tener en cuenta que universidades como Cambridge y Oxford requieren que las solicitudes se envíen más temprano que para las demás (en el mes de octubre en vez de enero). “Cambridge no tiene un sistema o proceso aparte, pero sí tiene pasos adicionales, ya que la mayoría de grados requieren pasar por un examen de acceso específico y al menos una entrevista. Algunos grados son muy competitivos y el test sirve de filtro para decidir cuáles de ellos pasarán a la fase de la entrevista”, explica Sam Twells, gerente de admisiones para Europa de la institución inglesa.

Una de las principales características del sistema de UCAS es que no se prioriza ninguna de las universidades elegidas por el alumno, y que estas tampoco saben a qué otras instituciones está optando cada candidato. Todas ellas reciben la solicitud y deben evaluarla de acuerdo a sus propios méritos, sin sopesar ningún factor externo. Después, tanto Cambridge como Oxford exigen la realización de una prueba de admisión que se lleva a cabo internacionalmente gracias a una red de centros autorizados repartidos por todo el mundo: “Se trata de exámenes específicos para el grado que el candidato querría estudiar, y están diseñados para evaluar las habilidades, aptitudes y conocimiento que nosotros consideramos que un estudiante de primer año debería poseer”, argumenta Twells. La puntuación máxima varía en cada caso: en Ingeniería, por ejemplo, el máximo en la primera sección del test es 18 puntos, y los candidatos de la Unión Europea deberían de obtener al menos un 7 para ser tenidos en cuenta. Una puntuación que no parece excesiva, pero que resulta engañosa: los mejores estudiantes no suelen obtener más de un 9 sobre 18.

Entre un 70 y un 80 % de los candidatos que se examinen pasarán a la fase de entrevistas. Y si el grado en cuestión carece de examen de acceso, será la propia solicitud de UCAS la que actúa como un primer filtro. La carta de motivación (personal statement) es la presentación del alumno ante la universidad y, como tal, resulta fundamental: “Uno de los aspectos más valiosos del personal statement es el conocer sus aspiraciones académicas en un sentido amplio. Esperamos ver pruebas de que el estudiante ha ido más allá del currículum de su centro educativo; que ha explorado áreas de su interés y temas que quiere estudiar en la universidad. Y eso puede suceder por medio de lecturas adicionales, olimpiadas académicas, competiciones de ensayos, asistir a exposiciones en un museo, a una proyección cinematográfica o incluso suscribirse a algún podcast o ver determinadas series documentales”, recuerda Twells.

Un proceso que Claudia De Greef, estudiante de cuarto de Medicina en Cambridge y exalumna de BSB, siguió al pie de la letra: tras superar con éxito el examen de admisión (en su caso, el Biomedical Admission Test, BMAT), se sometió a tres entrevistas con cinco profesores diferentes: “El BMAT estaba compuesto de tres secciones: una evaluaba las habilidades cognitivas, otra el conocimiento científico y la última era un ensayo. Y en las entrevistas, me hacían preguntas complejas en las que tenía que explicar mi proceso de pensamiento para llegar a una conclusión”, cuenta.

La excelencia de las universidades ‘top’
Oxford, Cambridge, Harvard, MIT, Brown... ¿Por qué hay ciertas universidades que año tras año copan las más altas posiciones en la mayoría de rankings universitarios mundiales? Para Juan Juliá, vicepresidente adjunto de CRUE Universidades Españolas, el motivo principal radica en que se trata de universidades “que desarrollan una importante y destacada labor académica, especialmente si nos fijamos en su producción científica. Esto les da una gran notoriedad y proyección internacional y contribuye a una muy merecida reputación”. El modelo académico de Cambridge, además, potencia el estudio independiente y la atención personalizada de los alumnos en tutorías que reúnen a un grupo reducido de alumnos varias veces por semana.

“Como estudiante de Humanidades, la mayor parte de mi trabajo consiste en escribir ensayos de entre 1.500 y 2.000 palabras, para los que primero tengo que leer extensamente sobre el tema, investigar y agrupar ideas”, describe Jude Petrie, alumno de Historia y Ciencias Políticas en Cambridge. “Las horas presenciales se limitan a un par de ponencias a la semana y 12 sesiones de supervisión intensivas durante las ocho semanas que dura el trimestre (…), en las que comentamos en profundidad las ideas para los ensayos y recibimos un feedback general sobre el progreso de estos”. Su calificación en la asignatura de Política en el examen de Bachillerato A Levels fue también la más alta de Europa.

Ese prestigio duradero del que gozan instituciones como Cambridge y Oxford se explica, para Twells, por el largo periodo histórico en el que ambas fueron las dos únicas universidades de Inglaterra, lo que les permitió acaparar financiación y atraer a gran parte de los académicos y eruditos. Adquirieron así una reputación que sigue sirviendo de imán para atraer las mentes más brillantes, un aspecto “que también se debe a la existencia de un sistema que permite acoger a estudiantes y docentes de todo el mundo, y que les hace sentirse bien acerca de la idea de venir a Cambridge a estudiar o enseñar. Y una gran parte de la culpa de eso la tiene el sistema de colleges”, argumenta Twells. “Son como microcosmos dentro de la universidad, un crisol que consigue atraer ideas y debates alrededor de muchas disciplinas, temas de interés y áreas de investigación diferentes. Y el hecho de que sean comunidades pequeñas las convierte en entornos más acogedores para estudiantes y docentes”, añade.

Juliá, por su parte, llama la atención sobre un hecho nada banal: hablamos, en este caso, de universidades que cuentan con un nivel de recursos que está a años luz del que disponen las instituciones académicas españolas, y que les permite jugar con ventaja a la hora de atraer talento y desarrollar una intensa y relevante producción científica en infraestructuras de primer nivel. “[Estas universidades] cuentan con presupuestos que se mueven entre los 2.000 y 4.000 millones de euros anuales, cuando las universidades españolas mejor dotadas se mueven entre los 300 y 400 millones de euros; es decir, entre cinco y 10 veces menos”, recuerda. También influye positivamente el contar con un marco legislativo mucho más flexible y un entorno científico tecnológico mucho más desarrollado.

Destacar estos elementos es, para Juliá, poner también el foco sobre los aspectos que deberían mejorarse para que la universidad española pueda ser verdaderamente competitiva en estos entornos internacionales: más presupuesto; un marco regulador que permita captar más talento; infraestructuras más desarrolladas; estrategias de acción internacional “y también una mayor autonomía que, unida a una buena rendición de cuentas, propicie una gobernanza más ágil y eficaz”. Algo que, apunta, no se conseguiría solo con un aumento presupuestario, sino que haría falta una mayor implicación del tejido productivo en la I+D, donde España presenta el mayor diferencial de gasto en relación al resto de países de la OCDE.

¿Cuánto cuesta estudiar en Cambridge?
El Brexit ha tenido también un impacto negativo en la vida de los alumnos comunitarios que desean estudiar en universidades de Reino Unido, ya que ahora son considerados estudiantes internacionales y han de afrontar una carga económica más elevada que, en cualquier caso, incluye tres partes: la propia matrícula de los estudios que se cursen; la cuota que le pagan al college donde estén radicados; y los gastos básicos que se tengan.

Así, el coste de las matrículas para 2023 fluctuará entre los 27.700 euros de un numeroso conjunto de grados, como los relacionados con Humanidades o Economía, y los casi 72.400 de los estudios de Medicina y Veterinaria. A eso habrá que añadir los gastos básicos (que, aunque dependen del estilo de vida, se estiman en no menos de 13.500 euros al año) y las cuotas de los colleges, que se sitúan en torno a otros 11.000. En total, entre 52.000 y 97.000 euros anuales.

¿Hay becas disponibles? Sí, aunque no numerosas, como explica Twells: “En Cambridge tenemos un número bastante limitado de becas y de apoyo financiero para estudiantes internacionales de grado, que se ofrecen en dos niveles: primero, a nivel de universidad, y a través del Cambridge Trust, tenemos unas 30 becas parciales que cubren 11.000 euros cada año de los gastos de matrícula. Y luego hay también un pequeño número de becas que ofrecen determinados colleges” para las que recomienda consultar la página web de cada uno de ellos (Cambridge tiene 31 diferentes).

La importancia de los ‘rankings’
Los rankings mundiales más reconocidos, como los de Times Higher Education, QS o Shanghái, constituyen un importante elemento de referencia que contribuye cada vez más a mejorar la visibilidad y reputación de las universidades que figuran en ellos. Es importante resaltar, no obstante, que estos se basan principalmente en la producción y notoriedad científica que posee cada universidad (especialmente el de Shanghái), y que, aunque algunos de ellos incluyen opiniones de expertos, empleadores y estudiantes, “no resultan plenamente fiables a la hora de evaluar la excelencia académica global, y menos en algunos aspectos como la calidad de su función docente, el grado de compromiso social (…) o su contribución al bienestar social y la igualdad de oportunidades”, advierte Juliá. A este respecto, llama la atención observar que el 40 % de los estudiantes de Oxford (y el 28 % de los de Cambridge) provienen de la educación privada, cuando solo el 7 % de los alumnos en Reino Unido se forma en este tipo de centros.

En España, el U-ranking, que elabora el IVIE en colaboración con la Fundación BBVA, analiza más de 3.500 grados universitarios y evalúa las universidades españolas a partir de una veintena de indicadores que incluyen los resultados de investigación, docencia e innovación.

sábado, 11 de junio de 2016

La memoria no basta en la universidad de los genios (?). Entre los 11.820 estudiantes de grado de Cambridge solo hay 45 españoles. Dos de ellos cuentan cómo consiguieron entrar

La filosofía de la  Universidad de Cambridge se puede resumir en una frase: Think outside the box; en español, piensa fuera de lo convencional. Aquí la memorización no sirve para aprobar exámenes. Es la capacidad analítica del alumno y su propia investigación lo que se valora. Por eso, no es raro escuchar una noche cualquiera en pubs como The Eagle a dos estudiantes debatir acaloradamente sobre ciencia con unos apuntes por delante. Cerca de ellos, un cartel informa de que en esa mesa se hizo público el descubrimiento del ADN en 1953.

Ese afán por potenciar el pensamiento crítico está presente desde las pruebas de admisión a la universidad. Se necesita un nueve de media en  bachillerato, pero una vez superada esa criba, es la habilidad para resolver problemas lo que abre las puertas del campus británico.

El estudiante cordobés Rogelio Luque tuvo que enfrentarse en la entrevista de ingreso a una pregunta que no estaba escrita en ningún libro: cómo afectaría un virus ficticio a los diferentes grupos de población. “Ese supuesto no formaba parte del temario de bachillerato. Querían ver mi capacidad para llegar a conclusiones interesantes a partir de unos datos”, cuenta Luque una mañana de finales de mayo frente a King’s College. Estamos en una de las residencias de estudiantes más populares de las 31 que conforman el campus. Es su tercer año en Cambridge y a mediados de junio se graduará en Filosofía de las Ciencias con 22 años.

Cuando se pasea por Cambridge uno tiene la sensación de estar en un decorado, en una especie de cuento donde todo está perfectamente cuidado. Todos los edificios son de la misma altura, la hierba se recorta cada día y los estudiantes van de un sitio a otro con sus libros colocados en las cestas de sus bicicletas. Parece que todo estuviera hecho para reflexionar sin distracciones.

El campus se expande por toda la ciudad. Se puede llegar a cualquier sitio andando y por el camino ver la ventana de la habitación de Darwin, el manzano de Newton y no es raro cruzarse con Stephen Hawking. Es como si el peso de la historia obligara a los alumnos a querer parecerse a todos los genios que han pasado por Cambridge. De allí han salido 92 premios Nobel

“No me preocupa el futuro. Aquí nos enseñan a trabajar duro y a conseguir cualquier meta que nos propongamos”. El 99% de los alumnos de Cambridge se gradúa, de ellos el 91% encuentra trabajo en los seis meses posteriores a la graduación. A la alta tasa de inserción laboral se suma el prestigio que le otorgan algunos de sus ex pupilos, entre ellos John Harvard, el primer benefactor de la Universidad de Harvardque posteriormente tomó su apellido.

Cambridge, fundada en 1209, es la segunda universidad pública más antigua de Reino Unido por detrás de Oxford. Está considerada la cuarta mejor universidad del mundo, según el  World University Ranking 2015-2016 de  The Timesy el tercer ecosistema universitario más innovador después de  Stanford y el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Sus estándares de excelencia hacen complicado el acceso. De las 16.431 solicitudes que recibió el pasado curso de 120 países, el 80% pasaron a la fase de entrevista y 3.449 estudiantes fueron admitidos, un 21% del total. Una media de cinco académicos deciden sobre cada una de las candidaturas.

Entre los 11.820 alumnos de grado de esta universidad, solo 45 son españoles. “El estudio es muy intenso, tenemos que entregar dos o tres ensayos por semana. Esa es una de las cosas que miran en la entrevista, no solo buscan genios, sino gente trabajadora que pueda aguantar ese ritmo”, cuenta Luque, que estudió bachillerato en un colegio británico de Córdoba. El llamado personal statatement, un escrito de unos dos folios en los que el aspirante explica por qué quiere estudiar esa carrera en Cambridge es otro de los puntos cruciales. "No solo vale con ser bueno, quieren saber que eres un apasionado y eso también hay que demostrarlo en la entrevista", añade Luque.

¿Qué diferencia a Cambridge de otras universidades? Los alumnos de grado tienen prohibido trabajar. El sistema está diseñado para que los estudiantes concentren toda su energía en la labor académica y para ello disponen de una sólida red de apoyo. Durante toda la carrera tienen asignado un director de estudios que les ayuda a escoger las asignaturas y les asesora en su trayectoria. También un tutor con el que pueden consultar cualquier cuestión que se salga del ámbito académico. La figura del supervisor es otra de las distinciones, un profesor que se reúne con grupos de cuatro alumnos después de cada clase magistral para resolver sus dudas y profundizar en la materia. Tienen unas cinco por semana.

“La ventaja es que nadie se queda atrás. Es un método basado en la enseñanza personalizada y si aparece algún problema se detecta muy pronto y se actúa”, cuenta Paloma González, profesora de Neurociencia en Cambridge.

Otra de sus peculiaridades es su sistema de evaluación. Los estudiantes se lo juegan todo en los exámenes finales, en los que no ponen su nombre y se identifican con un número. Los profesores corrigen las pruebas de forma aleatoria y nunca saben si están corrigiendo o no a sus alumnos. Es su forma de asegurar que la evaluación sea objetiva, sin importar si el estudiante tiene mayor afinidad con el docente o si sus comentarios en clase son o no ingeniosos. “Aunque los ensayos que entregan durante el curso no cuentan para la nota final, si no siguen el ritmo de trabajo es improbable que superen el examen con buena nota”, explica Ángeles Carreres, profesora de lengua española en la universidad británica.

Como la mayoría de universidades públicas en Reino Unido, el coste de la matrícula es de 9.000 libras al año (11.500 euros), a las que se suman otras 8.500 (10.800 euros) para cubrir los costes del college -todos los estudiantes están obligados a residir en uno- y la manutención. Los alumnos europeos con rentas familiares por debajo de 54.600 euros al año pueden solicitar ayudas a la universidad de hasta 4.500 euros. Cambridge destinó destinó un total de 7,6 millones de euros en el curso 2014-2015  en becas para 2.200 alumnos de grado.

El catalán Roc Fargas, alumno de segundo del grado de Música de 20 años, es uno de los perceptores de esa ayuda. “Lo mejor de estudiar aquí es que todo está centrado en el alumno. Quieren que aprendamos y no que memoricemos”, cuenta sentado en el escritorio de su habitación un día antes de uno de sus exámenes. Sus apuntes son muy distintos a los de sus colegas en España. Los textos son producto de sus investigaciones y sus consultas a más de una veintena de libros de la biblioteca.

Fargas estudió bachillerato en una escuela de Bristol y su nota media fue sobresaliente. "Haber estudiado en el sistema británico es un aliciente para ser admitido en Cambridge porque la enseñanza permite profundizar mucho más en las áreas que te interesan", explica. Él cursó tres asignaturas: matemáticas, física y música. Quiere ser director de orquesta.

En su entrevista le presentaron una partitura y le preguntaron para qué instrumento había sido compuesta. “La respuesta obvia era piano, pero supe que la partitura era barroca, y en esa época solo existía el clavecín”. Fargas dio en el clavo.

PASOS PARA SOLICITAR PLAZA
“Si eres brillante, entusiasta y tienes talento académico, Cambridge podría ser para ti”, se lee en la web de la universidad. La fecha límite para solicitar plaza para cursar un grado es el 15 de octubre. Es imprescindible tener una nota media de bachillerato de nueve como mínimo y haber obtenido al menos un nueve en dos asignaturas relacionadas con la especialidad que se quiere cursar en Cambridge.

La solicitud se presenta cuando el alumno está cursando segundo de Bachillerato y se adjuntan las notas obtenidas en primero y su previsión de las de segundo.

Estos son los pasos a seguir:
Elegir uno de los 29 grados que ofrece la universidad y uno de los 31 college (residencias de estudiantes). Realizar la inscripción a través de la web ucas.

Cumplimentar toda la documentación requerida por Cambridge: el personal statement (un escrito de por qué se quiere cursar ese grado), las cartas de recomendación de los profesores, etc.

Si el candidato es preseleccionado, será convocado a la fase de entrevista.

La universidad le comunicará si ha sido aceptado.
Guía para estudiar un grado en Reino Unido

http://economia.elpais.com/economia/2016/06/01/actualidad/1464788603_229862.html

miércoles, 25 de mayo de 2016

El matemático al que los dioses susurraban fórmulas imposibles. Una película relata la vida de Srinivasa Ramanujan, un matemático indio autodidacta que revolucionó esta ciencia a principios de siglo.

En 1913, el matemático G. H. Hardy recibió una carta con un contenido increíble. El autor era un joven indio, Srinivasa Ramanujan, capaz de producir fórmulas inverosímiles pese a no haber recibido una educación formal en matemáticas puras. Aunque al principio respondió con escepticismo, Hardy acabó llevando a Ramanujan desde Madrás, en el sur de la India, al Trinity College de Cambridge (Reino Unido) para tratar de desentrañar el secreto de aquel genio autodidacta.

Aquel fue, según diría después Hardy, el único suceso romántico de su vida. Su encuentro sirvió para mostrar al mundo trabajos como las fórmulas que permitían calcular a gran velocidad los infinitos decimales del número pi. Hoy, un siglo más tarde, el legado de la breve vida de Ramanujan sigue influyendo en matemáticas, física o computación.

La historia de ese encuentro es la que se cuenta ahora en El Hombre que conocía el infinito, una película que se estrenará el 13 de mayo y que protagonizan Jeremy Irons (Hardy) y Dev Patel (Ramanujan). Desde sus orígenes, se relata este encuentro improbable, entre un indio religioso, casado con una niña de 10 años y practicante de una religión que no le dejaba cruzar el mar, con un racionalista ateo miembro de la élite intelectual eurocentrista de la época.

“No creo en la sabiduría inmemorial de Oriente, pero creo en ti”, le dice en un momento Hardy a Ramanujan. El indio sentía que un ser superior, su diosa, le susurraba las fórmulas que resolvían problemas imposibles. Hardy, fascinado por su talento natural, trataba de que él mismo reconstruyese el camino por el que alguien sin su inspiración pudiese llegar a las mismas conclusiones.

Además de los retos científicos, la película muestra el rechazo al que tuvo que enfrentarse Ramanujan en Inglaterra. Solo el empeño de Hardy, y el apoyo de unos pocos miembros del claustro del Trinity como J. E. Littlewood, le permitieron ser reconocido en un mundo que aún justificaba el colonialismo en la existencia de razas inferiores como las del matemático indio.

El ejemplo de Ramanujan puede utilizarse para apoyar la hipótesis de que el lenguaje matemático es algo inscrito en el cerebro de todos los seres humanos. Como Mozart hacía con la música, Ramanujan tenía la capacidad de hacer brotar de su interior fórmulas que sirven para explicar la naturaleza. Millones de años de evolución habrían creado las estructuras neuronales que sirven para entender el mundo y, en el caso de Ramanujan, permiten describirlo con las ecuaciones más sofisticadas.

El brillo del matemático indio fue breve. Sus resultados y el apoyo de Hardy le llevaron a la Royal Society y a ser miembro del claustro del Trinity College, pero no disfrutaría mucho de esos honores. En 1920, con 32 años y solo siete después de la carta que le llevó a Inglaterra, una tuberculosis que algunos atribuyen en parte a su trabajo extenuante acabó con su vida.

http://elpais.com/elpais/2016/04/29/ciencia/1461947303_754418.html?rel=lom


El hombre que conocía el infinito (Biografía,Drama)

jueves, 23 de agosto de 2012

Los economistas neoliberales culpables. Entrevista a Robert Wade, profesor de Economía Política y Desarrollo.

“Se comportan como lobbistas, pero se los presenta públicamente como investigadores neutrales”, afirma Robert Wade.

 Las teorías económicas ortodoxas y sus voceros son parte responsable del estallido financiero que comenzó en 2008. Economistas de todo el mundo, enrolados en la corriente neoclásica, reconocieron en distintas oportunidades la incapacidad de sus modelos para anticipar y comprender la crisis, mientras que otros apuntaron los cañones hacia los responsables de la política económica. No obstante, la legitimidad de sus visiones permanece prácticamente inalterada. El reconocido profesor de Economía Política y Desarrollo en la London School of Economics Robert Wade advierte que la inmunidad e impunidad de esas ideas responde a distintos factores que van desde la belleza y elegancia con la que se presentan las máximas neoclásicas hasta el patronazgo corporativo de muchos “prestigiosos” académicos.
“Los economistas que no vieron la creciente fragilidad financiera son los mismos que reclaman menos regulación de los gobiernos a través de los medios. Se los presenta públicamente como investigadores académicos, pero son lobbistas que ocultan al público sus relaciones con Wall Street”, afirmó Wade durante una entrevista con Cash.

Wade considera que los modelos dominantes deben ser abandonados, pero es pesimista sobre la posibilidad de que las ideas neoliberales sean desplazadas por las teorías heterodoxas. “Para eso se necesitaría un cambio radical que permita superar los obstáculos que impiden la cooperación entre los Estados, como sucedió en Bretton Woods después de dos guerras mundiales, la Gran Depresión y el nazismo”, afirma. El economista nacido en Nueva Zelanda visitó Buenos Aires para participar del IV Congreso de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA). “El desarrollo es muy difícil y no va a suceder con el libre mercado. Las ideas dominantes en la materia son una receta para mantener al mundo polarizado”, consideró el ganador del premio Leontief en 2008.

 ¿Por qué considera que la disciplina económica contribuyó a llegar a la crisis actual?
 –La élite de economistas británicos admitió que la profesión contribuyó al crac financiero y la recesión al no poder comprender los mecanismos que pusieron a la economía global en riesgo y defendiendo la capacidad del capitalismo para sostener un equilibrio de pleno empleo. Los economistas neoclásicos tuvieron un rol activo en la construcción de la fragilidad financiera. Escondieron e ignoraron el riesgo que estaba a simple vista. En noviembre de 2008, la reina de Inglaterra visitó la London School of Economics y, después de escuchar un informe sobre la crisis, preguntó a los economistas más reconocidos del país por qué nadie vio venir la crisis. En julio del año siguiente, 33 economistas británicos le escribieron una respuesta donde concluían que “el fracaso para anticipar la crisis, su duración y gravedad se debió a la incapacidad de la imaginación colectiva de mucha gente brillante para comprender los riesgos del sistema como un todo”. Más allá de ese reconocimiento, no dijeron nada sobre por qué fallaron en ver ese todo. No miraban los crecientes niveles de endeudamiento porque sus modelos macroeconómicos no incluyen al sector financiero.

¿Qué significa que no contemplan al mercado financiero?
 –Desde esa visión, el sector financiero es neutral, pasivo y se acomoda a las necesidades de la economía real evitando y controlando los niveles de endeudamiento. Sus modelos no contemplan la posibilidad de default de un deudor, no la conciben. En esas teorías, es posible conocer el futuro y, por lo tanto, las corporaciones y los bancos pueden manejar los riesgos y prevenir problemas. A su vez, para conseguir ese objetivo se necesita una intervención limitada del Estado. Todo se construye con supuestos muy locos. Consideran que el mercado ajusta automáticamente en un equilibrio de pleno empleo. Con esos modelos, en 2007 la OCDE proyectaba que la economía global no sería afectada por la desaceleración de Estados Unidos, ya que Europa tomaría la posta del crecimiento y el desempleo seguiría descendiendo. Todos los que advirtieron que se venía una crisis que iba más allá del mercado inmobiliario norteamericano son heterodoxos que difieren de esa visión, ya que ponen al crédito y las deudas en el centro de su abordaje macroeconómico.

¿Cómo es posible que esas ideas sigan ocupando un lugar dominante?
 –Una razón por la cual estas ideas siguen siendo dominantes es porque son presentadas con mucha elegancia y belleza. Presentan a la economía como los físicos presentaban el universo a fines del siglo XIX: a través de formulaciones matemáticas de alcance universal, minimizando el rol de las instituciones y el Estado. Es una visión conservadora. Esos economistas contribuyeron a la crisis al crear y sostener, falsamente, la confianza en la capacidad del mecanismo de mercado capitalista para equilibrarse automáticamente.

¿La elegancia de las ideas neoclásicas es suficiente para explicar su hegemonía?
 –No, existen otras causas, como el financiamiento por parte de grandes corporaciones de los think tanks que reclaman la reducción del rol del Estado y el financiamiento de economistas académicos neoclásicos que esconden al público sus conflictos de intereses.

¿Qué quiere decir con conflictos de intereses?
 –Los economistas que no vieron la creciente fragilidad financiera son los mismos que reclaman menos regulación de los gobiernos a través de los medios. Se los presenta públicamente como investigadores académicos, pero son lobbistas que ocultan al público sus relaciones con Wall Street. Cuando una compañía farmacéutica financia una investigación científica, lo más probable es que los resultados sean favorables a sus intereses y, si no lo son, seguramente la información no se publicará. Lo mismo sucede con muchos economistas reconocidos. Una investigación reciente relevó un gran número de casos de economistas académicos especializados en finanzas de renombre que salen en los programas de televisión, escriben en los diarios, hablan por las radios y son invitados a dar su testimonio ante el Congreso de Estados Unidos, sobre temas vinculados con la regulación financiera y al mismo tiempo cobran grandes sumas de dinero de entidades financieras en Wall Street para decir lo que dicen sin revelarlo.

De 19 casos analizados por los economistas Gerald Epstein y Jessica Carrick-Hagenbarth, de la Universidad de Massachusetts, quince tienen alguna afiliación con el sector financiero privado que no revelaron. Son lobbistas del sector financiero.
 –Claro, se comportan como lobbistas, pero se los presenta públicamente como investigadores neutrales. En sus artículos y apariciones públicas, esos economistas no revelan sus vínculos con instituciones financieras privadas que podrían influir en sus recomendaciones políticas. Son economistas muy reconocidos, como Frederic Mishkin, que en 2006 puso su nombre en un informe sobre la situación financiera de Islandia que no escribió, lo hizo sin conocer nada del país, sin visitarlo, pero aseguraba que estaba en excelentes condiciones. El profesor de la Columbia Business School y ex gobernador del Consejo de Administración de la Reserva Federal recibió 124.000 dólares de la Cámara de Comercio de Islandia por ese trabajo. Para ese momento, hasta el FMI advertía en informes privados a los que Mishkin tenía acceso que Islandia estaba en problemas.

¿Los exponentes de la teoría dominante han realizado algún replanteo a partir del estallido de la crisis? 
–Algunos economistas no neoclásicos se consolaban con la esperanza de que la crisis cambiara los modelos macroeconómicos dominantes para incorporar elementos como un sector financiero que no sea neutral. Pero lo cierto es que esos modelos no pueden hacerlo y deben ser abandonados. En 2010, el presidente de la FED, Ben Bernanke, admitió que los modelos fallaron, pero afirmó que no hay necesidad de cambiarlos. Según explicó, la crisis se debió a fallas en la administración económica antes que en la ciencia económica. Para Bernanke, el único inconveniente es que los modelos tradicionales no fueron diseñados para tiempos de crisis sino momentos de bonanza.

¿Cómo es posible tener ideas y razonamientos tan estúpidos?
Ese argumento ignora la noción básica de que la dinámica de una crisis comienza en los buenos tiempos, como advirtieron hace muchos años Hyman Minsky o Charles Kindleberger. En cambio, para Bernanke, la crisis de 2008 llegó como resultado de un acto divino, como un shock externo, y por lo tanto no lo predijeron los modelos.

¿Tampoco habrá cambios en la forma en la que se estudia en las universidades?
–En la universidad de Cambridge, los estudiantes de grado no tienen que leer la Teoría General de Keynes. Es muy chocante que no se lea a los autores clásicos. Desde la visión dominante, el conocimiento es acumulativo y, por lo tanto, no vale la pena leer nada que tenga más de 5 años de antigüedad, ya que eso incorpora lo mejor de lo que existió antes. Si no pasa con autores de hace quince años, mucho menos va a suceder con autores como Smith, cuyas obras tienen más de doscientos años. Para avanzar en su vida académica, un profesor debe publicar en las revistas consideradas más prestigiosas. Esas publicaciones son neoclásicas o están especializadas en econometría y no publican nada de autores keynesianos o heterodoxos. La revista postkeynesiana más importante ocupa el puesto 113 en los rankings, solo un peldaño arriba de la revista sobre temas inmobiliarios financieros. Nada de eso va a cambiar. La crisis tiene un gran costo sobre la vida de la gente, pero no creo que sea lo suficientemente grande como para sobreponerse a los obstáculos que existen para la cooperación entre los Estados. La teoría económica ortodoxa ocupa un lugar dominante desde hace casi medio siglo.

¿Qué implicanciones políticas ha tenido para países como Argentina o Brasil?
–El retroceso del rol del Estado y el desmantelamiento de la política industrial encuentran en los modelos neoclásicos el respaldo teórico necesario para impulsar sus intereses.

Durante la Revolución Industrial, Inglaterra usó una variedad de herramientas para proteger sus industrias, desde el uso de tarifas hasta el secuestro de expertos de otros países para que trabajen para ellos. Cuando lograron una posición dominante comenzaron a abogar por el libre mercado.

Estados Unidos y Alemania hicieron lo mismo durante el siglo XIX y luego empezaron a predicar el libremercado.

El Banco Mundial y la OCDE tomaron la posta y al mismo tiempo se logró establecer reglas formales de disciplinamiento a nivel global a través de organismos como la Organización Mundial de Comercio. Así, después de la crisis en Estados Unidos y Europa, la respuesta de muchos países fue recortar todavía más las funciones del Estado para liberar el poder de la empresa y la innovación en el sector privado.

El desarrollo es muy difícil y no va a suceder con el libre mercado. Las ideas dominantes sobre desarrollo son una receta para mantener al mundo polarizado.

 http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-6208-2012-08-21.html

Alumnos de Economía de Harvard critican el pensamiento único y exigen mayor diversidad en los estudios.

Ya en el año 2000 aparecen voces críticas en Francia contra la enseñanza de la Economía por parte de estudiantes y profesores mediante un manifiesto, ver comentarios aquí.

También en la U. de Notre Dame en los EE. UU. ha surgido un movimiento contestatario y en la U. de Cambridge. O entre los "normalistas" franceses.

lunes, 13 de septiembre de 2010

La obra de Maurice Herbert Dobb



Mediados los años treinta, y tras haber pasado una temporada en Gran Bretaña, le preguntaron a Michal Kalecki su opinión sobre los ingleses. Kalecki respondió que sólo había conocido dos verdaderos gentlemen en Inglaterra, y que uno de ellos era comunista y el otro italiano. El italiano, incidentalmente, era Piero Sraffa. El comunista era Maurice Herbert Dobb, de cuya muerte, el 17 de agosto, nos han informado unas escuetas líneas en este periódico.

Dobb era un caballero, en efecto, pero esto no le impidió ser un militante del Partido Comunista durante medio siglo, ni adquirir reputación mundial como uno de los principales economistas marxistas. Su dilatada presencia en Cambridge, donde realizó sus estudios,y ejerció la mayor parte de su docencia (era fellow del Trinity College), fue sin duda uno de los elementos fundamentales de su reconocimiento ínternacional como un gran economista. Fue también motivo de que se convirtiera, en palabras de Paul Sweezy, en una demostración viviente de que las contradicciones se dan en la realidad y no sólo en la mente humana. Dobb consiguió ser simultáneamente un economista marxista y un miembro activo de la escuela de Cambridge.

La amplitud de su obra hace difícil trazar un panorama de sus escritos, pero sería posible quizás agruparlos en torno a una serie de temas. Con la excepción de Salarios ( 1927), obra de carácter excepcionalmente monográfico, los escritos de Dobb podrían catalogarse en tres apartados fundamentales: teoría económica, problemas del socialismo e historia del desarrollo capitalista.

La publicación, en 1946, de Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, provocó una polémica (recogida bajo el título La transición del feudalismo al capitalismo), en la que participaron economistas e historiadores (Sweezy, Hilton, Lefebvre, Hill, Takahashi y_el propio Dobb),sobre el problema crucial de los factores determinantes de la transición. Dobb regresaría sobre el tema en unas conferencias de 1962 (publicadas en el, volumen Ensayos sobre capitalismo, desarrollo y planificación). La polémica y los problemas que suscitó siguen sorprendentemente actuales hoy día y constituyen un punto de referencia ineludible para cualquier debate en profundidad sobre la transición entre dos modos de producción distintos.

Militancia
Al escribir sobre problemas del socialismo Dobb tiene una faceta indudablemente militante, que se refleja en textos como Argumentos sobre el socialismo o El nuevo socialismo, que cumplen sobre todo una función propagandística. Es interesante observar cómo, pese a que El nuevo socialismo está fechado en 1970, Dobb se limita a formular una crítica del excesivo centralismo de la planificación soviética tradicional, en un marco próximo al de las propuestas de reforma que se generalizan en los países del Este. Pero no llega a cuestionar la institucionalidad política de estos países, pese a que la primavera de Praga había puesto en primer plano precisamente este problema tan sólo dos años antes. Y pese, sobre todo, a que es difícil imaginar algo más incompatible con su propio temperamento de académico de Cambridge que una dictadura de partido único.

El desarrollo de la economía soviética desde 1917 (1948) constituye en realidad la continuación y ampliación de una obra veinte años anterior. La versión española está realizada sobre la edición puesta al día en 1966. Pero quizá las obras de Dobb sobre problemas del socialismo que posean un mayor interés sustancial sean los artículos sobre cálculo económico en una economía socialista y sobre problemas teóricos de la planificación.

En estos escritos la obra de Dobb recupera su aspecto más teórico. Junto con Economía política y capitalismo (1937) y Economía del bienestar y economía del socialismo (1969), constituyen las principales obras de Dobb como crítico e historiador de la teoría económica, hasta la aparición, en 1973, de su libro Teorías del valory la distribución desde Adam Smith. Es en este libro (probablemente su obra teórica más importante) donde es posible ver a Dobb con más claridad como una contradicción viviente.

Teorías es una discusión de las doctrinas económicas a la luz de la obra de Sraffa Producción de mercancías por medio de mercancías (1960). Esto supone un intento de mostrar la posible armonía de la tradición marxista y de la tradición ricardiana recuperada por Sraffa, intento ciertamente audaz, pero que sólo parece viable gracias a la insólita rapidez con la que Dobb pasa a través de la teoría, del valor trabajo de Marx.

Libro crucial
La publicación de Teorías pasó prácticamente desapercibida en España, aunque esto sólo puede parecer extraño a quien no sepa que, diez años después de la aparición de la edición castellana del libro de Sraffa, son legión los economistas que ignoran su misma existencia. Sin embargo, Teorías es un libro crucial, pues pocas personas como, Dobb (que colaboró con Sraffa en la preparación de la edición de las obras y correspondencia de David Ricardo) estaban en condiciones de comprender la importancia del neorricardianismo como crítica definitiva de la teoría económica neoclásica, a la vez que su in compatibilidad, al menos en apariencia, con la teoría marxiana del valor trabajo. En Inglaterra, la opción entre neorricardianismo y marxismo ha dividido a los economistas que podríamos llamar radicales, cuyas posturas oscilan entre el neorricardianismo ortodoxo de Nell hasta el marxismo no menos ortodoxo de Rowthorn, pasando por el singular eclecticismo de Hodgson. La vi veza y la importancia de la discusión evidencian la gravedad de la pérdida que, para el marxismo y la teoría económica en general, supone la desaparición de Maurice Dobb.

https://elpais.com/diario/1976/09/12/cultura/211327210_850215.html