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miércoles, 24 de enero de 2024

Boris Cyrulnik, neuropsiquiatra: “Hay traumas sobre los que el paciente no puede hablar, que se superan con el deporte”

El etólogo francés, considerado uno de los padres del concepto de resiliencia, ahonda en su nuevo libro en el poder curativo del deporte no profesional

Boris Cyrulnik (Burdeos, 1937) ha dedicado su vida a explicar cómo las personas pueden recomponerse después de un trauma. El suyo lo despertó una noche, cuando apenas tenía seis años. Cuatro oficiales alemanes armados rodearon su cama y lo detuvieron. Tardó en comprender el motivo. Ni siquiera sabía muy bien qué significaba la palabra judío, cuenta en su libro Sálvate, la vida te espera. “Linterna en una mano, revólver en la otra, sombrero de fieltro, gafas oscuras, cuello del gabán levantado… De modo que es así como se viste uno cuando quiere matar a un niño”, escribe.

Pero no lo mataron, ni siquiera lo retuvieron por mucho tiempo. Cyrulnik estuvo escondiéndose de la Gestapo los siguientes años. Sus padres corrieron peor suerte, ambos fueron deportados a Auschwitz. No los volvió a ver. Él escapó de Burdeos y se puso a trabajar en una granja usando un nombre falso mientras Francia continuaba ocupada por los nazis. Todos estos acontecimientos lo empujaron a estudiar neuropsiquiatría, la ciencia del alma, como él mismo la define. “Cuando un científico elige estudiar un tema, muchas veces lo hace partiendo de su propia experiencia”, explica en una videollamada. Él lo hizo para entender qué le pasó, pero también para rebelarse contra ello. “Tras la guerra me decían: no tienes familia, no has ido a la escuela, eres un caso perdido. Así que me opuse a esa profecía”.

Este etólogo y neuropsiquiatra ha alcanzado fama mundial por ser considerado uno de los padres de la resiliencia, un concepto que él define como la capacidad de sobreponerse al trauma. Es consejero oficioso del presidente francés Emmanuel Macron, para quien analiza desde las necesidades de la escuela infantil hasta la ampliación del permiso de paternidad. También es un escritor prolífico, con más de 20 libros dedicados a profundizar en el concepto de resiliencia desde un enfoque humanista y científico. En el último, El deporte que nos cura (editorial Gedisa), reflexiona sobre el papel social del juego, el ejercicio físico y la espectacularización del deporte.

Según Cyrulnik, el deporte puede ayudarnos a curar heridas. “Hay temas que son difíciles de afrontar, hay traumas sobre los que el paciente no puede hablar en un momento determinado, pero se pueden superar con el deporte”, señala. Por eso, en sus grupos de estudio, explica, siempre había un neurólogo, un psicólogo, un biólogo y un deportista. También, en ocasiones, metía a un músico o a un cómico, pues estas son también disciplinas con las que se puede afrontar el trauma. “Eran grupos muy heterogéneos”, reconoce con una sonrisa.

Tras la guerra me decían: no tienes familia, no has ido a la escuela, eres un caso perdido. Así que me opuse a esa profecía Boris Cyrulnik

Esto se entiende en cualquier lugar, pero en los contextos más conflictivos, donde muchos chavales huyen de la violencia a través del deporte, es donde su poder como herramienta de resiliencia es más evidente. Cyrulnik ha trabajado en las favelas de Brasil y en los barrios más marginales de Colombia. “Los niños se sobreponían a contextos muy duros, y los músicos y los futbolistas eran los modelos a seguir”, reflexiona. “Es una herramienta muy útil en la prevención de la delincuencia”.

La represión en estos contextos, explica, tenía el efecto contrario: el héroe del barrio era aquel que se enfrentaba a la policía. Pero con campañas que fomentaban el deporte, el relato cambiaba; el héroe pasaba a ser el mejor futbolista, el mejor corredor. En los dos casos, al final, se parte del mismo mecanismo, pues “un grupo humano, un barrio, un pueblo, necesita un héroe, que lo representa y tiene la función de revalorizar al grupo”.

El deporte de barrio y el profesional
Cuando somos pequeños jugamos, como juegan muchos mamíferos, explica Cyrulnik en su libro. Es una forma de entrenar ante escenarios venideros. De entrenar la caza, la huida, la guerra. “Pero desde el momento en el que los jóvenes desarrollan la capacidad de la ficción, el placer cambia de fuente. Ya no hay placer en correr, sino en correr más rápido que el otro”, explica. Así es como empieza el deporte, creando un marco de convenciones. Un conjunto de reglas para encarrilar el juego. Eso es, opina el etólogo, lo que nos diferencia de los animales.

Adolescentes juegan al fútbol en la favela Morro, de Río de Janeiro, Brasil

Fueron los griegos los primeros en codificar esas reglas. Y en asociar la belleza de los cuerpos a la práctica del deporte con los Juegos Olímpicos. De hecho, los atletas solían competir desnudos y empapados en aceite. La belleza formaba parte de un discurso social. Y el deporte era un vehículo para exhibirla. Puede que eso encuentre algún eco en la manera en la que se concibe actualmente el deporte, con futbolistas que exhiben su cuerpo como un reclamo publicitario más; o con gimnasios abarrotados en una visión utilitaria, individualista y práctica del ejercicio. El deporte entendido como un fin para conseguir un cuerpo canónico, no como un medio para socializar y divertirse.

Un grupo humano, un barrio, un pueblo, necesita un héroe, que lo representa y tiene la función de revalorizar al grupo

Boris Cyrulnik

Cyrulnik prefiere el deporte de equipo, aquel que tiene un componente más social, pues cree que las mentes solo se modelan en conjunto. Pero advierte igualmente de que la actividad física es siempre recomendable. “Tenemos que practicar deporte, cualquier deporte, porque vivimos en una sociedad sedentaria. Si no, podemos pasarnos todo el día sentados en la mesa o detrás de una pantalla”, lamenta.

También señala que el deporte de base es mejor que el profesional. Dice del primero “que forma parte de la cultura”, mientras que el segundo “forma parte del espectáculo”. Cree que en este hay un componente social, que la partida no termina en el campo, sino en el bar. Cyrulnik entiende que es una forma de crear vínculos, de moralizar y de ficcionar pequeñas epopeyas sin necesidad de violencia. Las propiedades curativas de las pachangas de barrio pasan por moverse, socializar y sentirse parte de un grupo. Y serían superiores a consumir las gestas ajenas con pasividad catódica. Por mucho que esto pueda hacernos sentir parte de un grupo, o que también tenga un componente social gracias a un interés común.

Sus reparos hacia el deporte profesional van más allá y se convierten en una crítica al capitalismo voraz. “A partir del siglo XX, las organizaciones que crearon los acontecimientos deportivos empezaron a estructurarse como una empresa”, señala. “Hoy está todo muy espectacularizado y todo acaba al servicio del marketing”.

Y la resiliencia se hizo pop
Cuando Cyrulnik empezó a hablar de resiliencia, en los años noventa, tenía que repetir la palabra ante la incomprensión de sus interlocutores. Hoy es imposible escapar de ella, se ha convertido en una palabra totémica que repiten políticos, influencers y empresarios. “He vivido esto con mucho placer, y también con un poco de ansiedad”, reconoce.

El término tiene su origen en la física. Es la capacidad de la que está dotada un material para resistir un impacto y retomar su forma original. Se convirtió en una metáfora perfecta. Una idea viral. Su búsqueda ofrece más de 47 millones de resultados en Google, más de 10.000 libros en Amazon. Cuando un concepto alcanza tal grado de popularidad, es posible que empiece a diluirse su significado, que se pervierta la idea inicial para resignificarlo a voluntad de quien la pronuncia. O para vender camisetas.

Algunos políticos utilizan la palabra resiliencia con connotaciones totalmente distintas. Es casi un contrasentido, lo usan para decir a la gente: ‘resuelve tus problemas por ti mismo’ Boris Cyrulnik

“Creo que alguien con los pies en el suelo, clase obrera, puede entender muy bien qué significa la resiliencia”, concede el neuropsiquiatra. “Pero la gente alejada de esta realidad, algunos políticos, por ejemplo, pueden utilizarla con connotaciones totalmente distintas. Es casi un contrasentido, lo usan para decir a la gente: ‘resuelve tus problemas por ti mismo’. Eso es lo opuesto a resiliencia, que es un concepto que parte de la necesidad del otro”.

La resiliencia se basa en la cooperación. En la idea de que nuestro cerebro es una escultura, y que, a pesar de los golpes, podemos volver a moldearlo, a devolverle su forma original, con ayuda del otro. Y esto vale para el deporte y para cualquier otro ámbito. Por eso el etólogo avisa de la deriva de una sociedad cada vez más individualista. “Es una ilusión pensar que te vas a comprender a ti mismo mediante el aislamiento. Es un pensamiento cartesiano, una idea individualista. Cuando trabajé en Japón me decían que esta visión es muy típica de Occidente”, argumenta Cyrulnik.

El autor concluye alabando la cooperación, aunque sea para competir o para confrontar ideas. Reivindica la discusión desde el respeto. Lo hace partiendo de un símil deportivo, pero extrapola después su discurso a algo más grande. “Necesito a otra persona para estimular el cerebro, para ampliar conocimientos. Para entenderme a mí mismo tengo que discutir con alguien”, apunta. “Por eso necesitamos rituales para vivir en sociedad. Rituales políticos, de conversación, de comportamiento para contener nuestra competitividad y nuestra rabia. Para confrontar narrativas e ideologías”.

Cuando abandonamos estos rituales, señala, la brutalidad se abre camino. En estos años, Cyrulnik no ha conseguido entender los mecanismos que empujan a una sociedad a la guerra. Y su incomprensión no solo se refiere al pasado. “Tampoco puedo entender lo que se escucha ahora mismo”, dice en referencia a las guerras actuales. “Son las mismas discusiones. Se pronuncian en otros idiomas, pero son los mismos argumentos”. Lo que Cyrulnik sí ha empezado a entender es cómo la gente puede sobrevivir a estos acontecimientos. Y el deporte parece jugar un papel clave en todo esto.

lunes, 4 de septiembre de 2023

El árbol de baobab



Adansonia grandidieri
Existe un árbol gigantesco en África cuyo tronco es tan voluminoso que no lo puede abarcar una sola persona con los brazos abiertos. Produce un fruto que parece un melón pequeño. Llega a crecer hasta los 25 metros de altura y la circunferencia de su tronco puede superar los 10 metros y alcanzar los 28 metros cuadrados. Pues bien, hay un proverbio en Ghana que tiene que ver con este árbol y que me parece muy certero y muy hermoso: “La sabiduría es como el árbol de baobab, nadie puede abarcarlo individualmente”.

Creer que cada uno, de forma aislada, puede llegar a poseer todo el conocimiento existente sobre cualquier tema es tan ridículo como imposible. Y más sobre todos los temas. Por eso, cada vez más claramente, se hace indispensable la interdisciplinariedad. En mi Facultad de Educación se está haciendo un hermoso proyecto en el que están participando cuatro equipos profesionales. Se trata de dos aulas blancas, que servirán para la investigación educativa. Hay un equipo de arquitectura, otro de biología, un tercero de informática y el cuarto de pedagogía. Es este último el que planteará las ideas, los otros tres tratarán de llevarlas a la práctica en sus respectivas parcelas.

Se trata de dos aulas contiguas completamente vacías, blancas, con jardineas colgantes, con cámaras ocultas para grabar, con puertas móviles que pueden convertirse en casitas… Funcionará como un laboratorio de relaciones didácticas y sociales.

Sobre esta cuestión de la verdad compartida, me gusta contar una leyenda persa que dice que al comienzo de los tiempos, los dioses repartieron la verdad dando a cada persona un trocito, de manera que, para reconstruirla, hace falta poner el trozo de cada uno. No hay trozo despreciable, no hay trozo insignificante, el de todos y el de cada uno es necesario. Verdad y comunicación serían las dos caras de la misma moneda.

Todo lo aprendemos entre todos. La formación de equipo es, a mi modo de ver, fundamental para enseñar y para aprender. También para investigar. Se aprende mejor con el trabajo cooperativo. También se enseña mejor. Y solo así se puede investigar.

Interrogarse mutuamente, cuestionarse, dialogar, explicar, criticar, observar, intercambiar, compartir, contrastar, preguntar, escuchar, debatir… son verbos que necesitamos conjugar en la práctica del aprendizaje, de la enseñanza y de la investigación. Lo cual significa tener capacidad de escucha cuando otro habla y capacidad de expresión cuando nosotros lo hacemos. Y, en ambos casos, la humildad necesaria que exige tanto la enseñanza como el aprendizaje.

Esta necesidad que planteo de la cooperación para el aprendizaje se hace también patente en la dimensión afectiva. Necesitamos de los otros para ser nosotros mismos. No hay yo si no existe un tú. En el aprendizaje cooperativo no somos robots que interactúan, somos seres sintientes que se comunican. Por eso es fundamental cultivar la empatía. En el año 2006, el presidente Barak Obama ofreció un discurso en el acto de graduación de la Universidad de Northwestern. Y en él afirmó: “ En este país se habla mucho del déficit federal, pero yo creo que deberíamos hablar más del déficit de empatía, de la habilidad de ponernos a nosotros mismos en los zapatos del otro”. De eso habla el estupendo libro de Andrea Giráldez Hayes y Emma-Sue Prince titulado “Habilidades para la vida, Aprender a ser y aprender a convivir en la escuela” que tuve el honor de prologar.

Lo hemos visto muchas veces en concursos o juegos televisivos que consisten en acertar alguna pregunta entre tres o cuatro opciones. Suele haber varios comodines, uno de hacer una llamada, otro de eliminar el 50% de las repuestas y uno es el del publico. Todos los asistentes dan una respuesta y se le ofrece al concursante el porcentaje de respuestas en cada opción. No he visto nunca que el público diese una respuesta incorrecta.

Se confirma esta hipótesis en otra experiencia. Se pregunta cuántos kilos pesa una vaca que los espectadores tienen delante. El peso más aproximado sale de la media de las apreciaciones de todos los participantes.

Voy a compartir con los lectores una actividad que muestra las ventajas del trabajo cooperativo. La tomo de mi libro “Ideas en acción”. Un libro que nace en la cafetería de mi Facultad cuando, poco antes de jubilarme, una profesora y amiga me dice:

– Antes de irte (no supe si era de este mundo o de la Facultad), ¿por qué no recopilas esas prácticas que haces en tus clases y conferencias para que otros podamos realizarlas en las nuestras?”.

La sugerencia no cayó en saco roto. Escribí ese libro, que editó Homo Sapiens (Rosario. Argentina) Un libro que es más para hacer que para leer. En él presenté setenta ejercicios para la enseñanza y el desarrollo emocional. Ejercicios que están agrupados en los siguientes bloques: lenguaje, enseñanza y aprendizaje, evaluación, diversidad, observación, organización, dirección, creatividad, género, comunicación, diálogo, solución de conflictos, y educación emocional. Ahora estoy pensando en otro tomo que se titularía “Más ideas en acción“ porque son muchas más las que he puesto alguna vez en práctica.

Digo en la introducción del libro: “Lo que uno hace se recuerda con mayor eficacia que lo que uno ve que otros hacen. Lo que uno ve que otros hacen, a su vez, se recuerda mejor que lo que se escucha a otros contar sobre lo que otros han hecho. Los que solo oyen, recuerdan con menor eficacia. Por eso estos ejercicios son para hacer, para ensayar, para experimentar, para vivir. Y, por qué no, para divertirse”.

En la actividad participan cinco personas que se sientan en torno a una mesa. Les entrego a cada uno, al azar, tres piezas de un puzle. La tarea consiste en que cada uno construya con tres piezas (no necesariamente con las tres que les he dado) un cuadrado de igual tamaño .

La consigna podría ser la siguiente: “Se trata de ver quién lo hace primero. Y ese recibirá el premio que corresponde al ganador”. Lo que prima en la sociedad neoliberal es el individualismo exacerbado (cada uno a lo suyo para ganar a los demás) y la competitividad extrema. También la obsesión por el resultado y, por supuesto, el relativismo moral. Si quieres conseguir algo, vale todo. La consigna de construir un cuadrado con tres piezas llevaría a competir, a engañar, a utilizar la fuerza para hacerse con las tres piezas y terminar el primero para recibir la recompensa.

Y ahí está la clave. Porque lo que realmente deben hacer es una actividad que tiene un fin compartido y un trabajo cooperativo. La consigna es la siguiente. “Tenéis que formar cinco cuadrados iguales, cada uno con tres piezas. Los cinco cuadrados iguales tienen que formarse siguiendo estas dos consignas: en silencio y entregando a cualquiera de los cuatro compañeros la pieza que él necesite para hacer un cuadrado. Lo que se propone, pues, es lo siguiente: qué necesitan mis compañeros para que todos salgamos ganando.

El ejercicio está bien concebido porque hay alguna formación de un cuadrado de tres piezas igual que los demás que es falsa, de modo que, si no se deshace, el ejercicio no se puede terminar de forma exitosa. Es decir que existe un éxito individual que bloquea el éxito colectivo.

Imaginamos que cuatro tienen ya construido su cuadrado y que el quinto miembro del grupo se queda con tres piezas que no sabe ensamblar para que formen un cuadrado. La tentación del resto es hacerlo por ella, en lugar de confiar en su capacidad y esperar a que busque la solución. Una solución que, por cierto, siempre acaba encontrando.

Esa actitud de qué es lo que necesitan los otros para que todos salgamos ganando, para que podamos conseguir fines compartidos y para trabajar armoniosa y eficazmente es un modo de proceder alejado de las consignas de la cultura neoliberal.

Cuento a propósito de esta actitud solidaria una simpática anécdota. Los monjes trapenses de un abadía tenían una norma por la cual si algún hermano necesitaba algo no lo podía pedir para él mismo, tenía que verlo el compañero y pedirlo para él. En cierta ocasión los monjes se sentaron para tomar el desayuno. Tenían servido el café. Uno de ellos ve con asombro y con asco que tiene ahogado un ratón en su taza. Como los dos compañeros no lo pueden ver y él no puede pedir que le cambien el tazón, piensa que se va a quedar sin desayunar. Pero, como el hambre aguza el ingenio, se le ocurre una forma de tomar su café sin faltar a la regla. Llama al que sirve en el comedor y le dice:

– Por favor, hermano, a estos dos compañeros (señala a un lado y a otro), no les han servido ratón esta mañana.

jueves, 21 de abril de 2022

Para los fabricantes de armas, la guerra en Ucrania es un gran negocio

Ni siquiera el 1 % del material militar de la OTAN se utilizará para ayudar a Ucrania, pero la invasión rusa ha proporcionado un pretexto para incrementar masivamente el gasto militar; una gran noticia para las ganancias de los fabricantes de armas.

Asistimos actualmente a una asombrosa paradoja. Los medios occidentales se han hecho eco de toda clase de expertos militares y servicios de inteligencia que destacan cómo se sobrestimó el poderío militar de Rusia antes de la invasión; cómo su ejército ha resultado ser más débil de lo previsto en todos los niveles, incluidas sus capacidades logísticas y el despliegue de armamento sofisticado; y cuánto ha dañado la criminal agresión de Vladímir Putin contra Ucrania a la propia Rusia, a su economía y su potencial militar. No obstante, varios gobiernos de la OTAN han aprovechado la oportunidad de esta guerra, que a todas luces debilita a Rusia, para emprender un frenético aumento del gasto militar.

Los complejos militar-industriales de todas partes se frotan las manos. Los jefazos de los ejércitos de la OTAN vuelven a recurrir al viejo truco de sobrestimar las amenazas, como solían hacer periódicamente con respecto a la Unión Soviética durante la guerra fría, a fin de promover el rearme. Este término es totalmente inapropiado, en primer lugar porque los ejércitos de la OTAN nunca se desarmaron, sino que más bien estuvieron siempre armados hasta los dientes durante la guerra fría y desde entonces han venido manteniendo niveles de armamento excesivos. Aparte de ello, toda entrega de armas defensivas que se hace a la resistencia ucrania no representa más que una mínima porción del gasto militar actual, sin llegar siquiera al 1 % de todo el gasto de la OTAN que ha estado solicitando el presidente de Ucrania.

No contento con el gigantesco gasto militar actual de EE UU, que ascendió a 782.000 millones de dólares el año pasado ‒tras un incremento de 4.000 millones con respecto al de 2020, que a su vez representó, según el Instituto Internacional de Investigación sobre la paz de Estocolmo (SIPRI), el 39 % del gasto militar mundial, más del triple que el de China (252.000 millones) y más de 12 veces el de Rusia (61.700 millones)‒ Joe Biden solicita ahora 813.000 millones para el próximo ejercicio (773.000 millones para el Pentágono y otros 40.000 millones para programas relacionados con la defensa de la Oficina Federal de Investigación (FBI), el Departamento de Energía y otras agtencias). Según el subsecretario de Defensa, el contralor Michael J. McCord, “este presupuesto se ultimó antes de la invasión de Ucrania por Putin, así que no contiene nada en concreto que se haya modificado, porque ya era demasiado tarde para cambiar nada, aunque quisiéramos, a fin de tener en cuenta las implicaciones de la invasión”.

Alemania también ha aprovechado la oportunidad de la guerra para deshacerse de lo que quedaba de su limitación autoimpuesta después de 1945 en el ámbito militar. Esto ha vuelto a producirse por decisión de un gobierno presidido por un canciller socialdemócrata (SPD), Olaf Scholz, quien ha contado con el precedente de la participación alemana en el bombardeo de Serbia cuando el canciller era Gerhard Schröder, también del SPD, un personaje que después de dejar la cancillería pasó a cerrar tratos altamente remunerados con la industria del gas de Rusia. Berlín ha decidido un fuerte incremento de 110.000 millones de dólares (100.000 millones de euros) de su gasto militar y un aumento permanente masivo a más del 2 % del PIB, frente al 1 % de 2005 y al 1,4 % de 2020. Con ello, Alemania sobrepasará a Gran Bretaña, que el año pasado fue el segundo país de la OTAN y el tercero del mundo en gasto militar.

No es extraño que este nuevo incremento frenético del gasto militar haga felices a los fabricantes que producen medios de destrucción. Un informe reciente del diario francés Le Monde mostró un ejemplo instructivo del efecto financiero de todo esto: citando a Armin Papperger, el jefe de Rheinmetall, uno de los principales fabricantes de armas de Alemania, quien en enero se quejó de la renuencia de los fondos de inversión a colaborar con su empresa, el diario informó de que la atmósfera ha cambiado ahora radicalmente. Añade que el Commerzbank, uno de los principales bancos alemanes, ha anunciado su decisión de dedicar una parte de sus inversiones a la industria de armamento.

En Francia, donde la presión ciudadana originó una tendencia creciente a la desinversión de la industria de armamento por motivos de responsabilidad ética ‒especialmente a la luz de la repugnante contribución de las armas occidentales a la destrucción de Yemen por el ejército de Arabia Saudita‒, Guillaume Muesser, director de asuntos de defensa y económicos de la Asociación de la Industria Aeroespacial, explicó a Le Monde que “la invasión de Ucrania ha cambiado el tablero de juego. Demuestra que la guerra sigue en el orden del día, ante nuestras puertas, y que la industria de defensa es muy útil”.

No es difícil imaginar la euforia que prevalece actualmente entre los fabricantes de máquinas de muerte en EE UU, como Lockheed Martin, la empresa armamentística más grande del mundo. Alemania ha decidido comprar sus aviones F-35 indetectables por radar, cuya capacidad de llevar bombas atómicas se ha señalado explícitamente como un argumento decisivo para optar por ellos, pese a que Alemania no posee armas nucleares propias. El coste de cada uno de estos aviones asciende a casi 80 millones de dólares. El precio de cada acción de Lockheed Martin se disparó a 469 dólares el 7 de marzo, tras el anuncio de Alemania, cuando el pasado 2 de noviembre era de 327 dólares, lo que supone un aumento del 43,4 % en tan solo cuatro meses.

El cambio de estado de ánimo a escala global desde finales del año pasado es abrumador. El pasado mes de diciembre, un llamamiento firmado por más de 50 Premios Nobel reclamó la adopción de lo que llamaron “una propuesta sencilla a la humanidad”:

Los gobiernos de todos los Estados miembros de Naciones Unidas deben negociar una reducción conjunta de su gasto militar del 2 % cada año durante cinco años. La justificación de esta propuesta es simple: 1. Los países rivales reducen su gasto militar, de manera que aumenta la seguridad de cada uno de ellos, mientras que se mantiene la disuasión y el equilibrio. 2. El acuerdo contribuye a reducir la animosidad, minimizando así el peligro de guerra. 3. Los países disponen de vastos recursos: un dividendo de paz de nada menos que 1 billón de dólares de aquí a 2030. Proponemos que la mitad de los recursos liberados gracias a este acuerdo se destinen a un fondo global, bajo la supervisión de Naciones Unidas, para abordar los graves problemas comunes de la humanidad: pandemias, cambio climático y pobreza extrema.

Puede que esta propuesta se considere ingenua o utópica, pero el caso es que ya está prevista en la Carta de Naciones Unidas entre las funciones de la Asamblea General:

La Asamblea General podrá considerar los principios generales de la cooperación en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, incluso los principios que rigen el desarme y la regulación de los armamentos, y podrá también hacer recomendaciones respecto de tales principios a los Miembros o al Consejo de Seguridad o a este y a aquellos.

La invasión rusa de Ucrania debería dar un toque de atención al movimiento antiguerra mundial, algunos de cuyos principales componentes han dejado de lado objetivos pacifistas de esta clase para centrarse exclusivamente en la oposición política a gobiernos occidentales. La actual utilización oportunista de la guerra como pretexto para un aumento importante de la belicosidad y el gasto militar contraviene fundamentalmente las lecciones que habría que extraer de la tragedia en curso.

Lejos de justificar tales actitudes, la invasión rusa de Ucrania ha demostrado el alto riesgo que se deriva de las posturas militaristas. Y ningún aumento del gasto militar alterará la relación de fuerzas básica con Rusia, un país que posee más cabezas nucleares que EE UU, Gran Bretaña y Francia juntas, y cuyo presidente no ha dudado en blandir la amenaza de recurrir a su fuerza nuclear.

El movimiento antiguerra debería apoyar el llamamiento de los Premios Nobel y lanzar una campaña mundial coordinada exigiendo que la Asamblea General de Naciones Unidas incluya las propuestas de dicho llamamiento en su orden del día. Ahora está más claro que nunca que no puede haber ningún progreso serio en la lucha contra el cambio climático en particular, de la que depende el futuro de la humanidad, sin una reducción masiva y una reconversión del gasto militar, que es a su vez un importante factor de contaminación, muerte y miseria.

Fuente: https://www.jacobinmag.com/2022/04/arms-weapons-manufacturers-ukraine-war-military-spending

Traducción: viento sur

sábado, 13 de marzo de 2021

75º ANIVERSARIO DEL FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL ¿Qué estamos olvidando en la celebración del fin de la Segunda Guerra Mundial? El historiador británico Keith Lowe invita a reflexionar sobre la manera de recordar la Segunda Guerra Mundial y alerta sobre el carácter divisivo de las últimas conmemoraciones

Celebración en Londres 1945.

Entre los numerosos actos anulados esta primavera debido a la pandemia de coronavirus, hay uno que destaca.

El 75º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, que se conmemora este mes de mayo, iba a ser un acontecimiento verdaderamente internacional. En Berlín habían declarado el 8 de mayo como fiesta nacional y estaba prevista una gran celebración. En Londres iba a haber tres días de festividades, que incluían un desfile de veteranos de guerra por el Mall. En todo el continente se habían planeado miles de fiestas callejeras, conciertos, festivales y servicios religiosos conmemorativos. Casi todo esto ha quedado suprimido.

Para los veteranos y los supervivientes de la guerra, esta habría sido quizá la última oportunidad de participar en una gran celebración de este tipo. El próximo aniversario redondo del Día de la Victoria no se producirá hasta 2025, una fecha en la que ya muy pocos de ellos seguirán estando con nosotros.

Sin embargo, por tristes que sean todas esas cancelaciones, quizá ahora podamos aprovechar para reflexionar sobre nuestra manera de recordar la Segunda Guerra Mundial. En los últimos años, las conmemoraciones se han vuelto divisivas y dañinas.

El año pasado, en la conmemoración del Día-D en Portsmouth, hubo que levantar un muro de acero alrededor del espacio reservado a los actos, porque a los organizadores les preocupaba que fueran activistas a manifestarse contra Donald Trump. A Vladimir Putin ni le invitaron, y la reacción de las autoridades rusas ante el desprecio fue decir que, de todas formas, el Día D no era digno de conmemoración, porque, a esas alturas de la guerra, los héroes rusos ya habían ganado todas las batallas verdaderamente importantes.

También en otras partes de Europa ha habido tensiones similares que han empañado las celebraciones. El pasado mes de enero, el presidente polaco, Andrzej Duda, desistió de acudir a Jerusalén, a una ceremonia en recuerdo del Holocausto. Le enfadó saber que Putin iba a pronunciar un discurso pero a él no le habían concedido el mismo honor. Putin replicó boicoteando una ceremonia equivalente en Polonia, para conmemorar el 75º aniversario de la liberación de Auschwitz.

Celebración del Día de la Victoria en los Campos Elíseos de París. GETTY IMAGES

Muchos grupos de víctimas también han empezado a hacer el boicot a este tipo de ceremonias. En Croacia, los serbios, judíos y gitanos se niegan desde hace varios años a asistir a las conmemoraciones del Holocausto, en señal de protesta por el ascenso de la extrema derecha croata. En Hungría y Austria, los grupos judíos hicieron lo mismo en 2014 y 2018, alegando que los populistas de sus respectivos países estaban utilizando las ceremonias para sus propios fines.

El Parlamento Europeo está ya tan preocupado por hechos así que, el pasado septiembre, aprobó una resolución extraordinaria sobre los actos en recuerdo de la guerra. En ella condenaba la tendencia creciente en toda Europa a glorificar a los fascistas, los comunistas y sus numerosos colaboradores en tiempos de guerra. Ahora bien, mientras que responsabilizaba en concreto a las autoridades rusas, el texto no mencionaba a ninguno de los Estados miembros de la UE que han hecho lo mismo.

En semejante atmósfera, no celebrar nada este mes de mayo tal vez no sea mala idea. El Día de la Victoria, confinados en nuestros hogares, quizá deberíamos aprovechar para examinar qué es exactamente lo que estamos recordando y —también muy importante— qué estamos olvidando.

En Gran Bretaña, hoy en día, vemos la guerra como una sencilla batalla entre el bien absoluto y el mal absoluto. Hemos dejado de valorar las difíciles decisiones morales que tuvimos que tomar en el proceso, especialmente en relación con las campañas de bombardeos o nuestro abandono del Este de Europa en 1945.

No todos nuestros veteranos de guerra fueron santos y héroes, como ellos mismos reconocen antes que nadie. El año pasado, durante la conmemoración del Día D, el veterano de guerra británico Harry Bellinge aseguró a un periodista de la BBC que gran parte de lo que se recuerda hoy es, en realidad, “pura palabrería”. “No me den las gracias, y no digan que soy un héroe”, insistió. “Todos los héroes están muertos”.

El veterano estadounidense Leonard Creo estaba de acuerdo. Cuando le entrevisté en Navidades, justo antes de que falleciera, me dijo que las conmemoraciones no le interesaban, porque el culto al heroísmo de la Segunda Guerra Mundial le parecía absurdo. “Vemos una adulación creciente cada día que pasa, porque cada vez somos menos”, explicó. “Pronto sabrán quién es el último. Y entonces le atribuirán todo a un solo tipo que quizá fue cocinero, o administrativo, o lo que fuera”.

Festejos en Nueva York el 8 de mayo de 1945. GETTY IMAGES
En la Europa continental existe también el culto al mártir. En el continente murieron al menos 35 millones de personas, y los recuerdos de la matanza siguen suscitando fuertes sentimientos en todas partes. Pero, también en este caso, no todas las víctimas fueron completamente puras.

Grecia sufrió terriblemente bajo la ocupación alemana. Pero muchos murieron a manos de sus propios compatriotas en la salvaje guerra civil que estalló después.

En Francia, 1944-1945 no fue solo un año de liberación, sino también un periodo de rapado de cabezas y venganza contra los colaboracionistas.

Uno de los países que más sufrió en la guerra fue Ucrania, con uno de cada cinco habitantes muerto. Los partisanos ucranianos ejercieron una resistencia heroica contra los nazis y contra los soviets, pero también llevaron a cabo una campaña asesina contra las minorías polacas y judías. ¿Debemos considerarlos héroes, mártires o monstruos?(1)

Quienes sobrevivieron a 1945 recuerdan la complejidad moral de aquella época. Su generación sabía que la guerra no era algo glorioso, sino algo terrible de lo que ninguna nación salió con sus principios intactos. Ese fue el motivo por el que, a partir de ese año, nuestros abuelos apartaran sus discrepancias para fundar todo un abanico de instituciones mundiales, entre ellas Naciones Unidas y la Unión Europea. Una de esas instituciones —la Organización Mundial de la Salud, creada en 1948— está hoy en primera línea de la lucha contra el coronavirus.

Los próximos meses estarán probablemente entre los más difíciles de los últimos 75 años. Nuestros líderes nacionales ya están comparando la situación actual con la última guerra mundial. Quizá ha llegado el momento de que sigan el ejemplo de nuestros abuelos y aprendan a trabajar unidos una vez más.

Si somos capaces de superar esta crisis con dignidad y cooperación —y, cosa fundamental, sin revivir los viejos resentimientos—, entonces es posible que también nosotros tengamos algo que merezca la pena contar a nuestros nietos.

Keith Lowe es autor de Continente Salvaje: Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Su nuevo libro, Prisoners of History, se publicará en julio. @KeithLoweAuthor.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

https://elpais.com/cultura/2020/05/07/babelia/1588862273_511285.html (1). Lo que no se debe es englobar a todos los ucranios responsabilizándolos por igual a los resistentes nazis como a los que asesinaron a judíos o polacos y colaboraron activamente con los ocupantes nazis. Hay una obligación de diferenciar y distinguir, nunca todos son iguales.

viernes, 4 de septiembre de 2020

_- Lynn Margulis, la bióloga que demostró que la cooperación lleva al éxito.

_- La cooperación como herramienta de evolución y desarrollo humano frente a la competición

Ha habido muchas mujeres que, a pesar de realizar grandes contribuciones a la ciencia con impacto, no han sido reconocidas por la historia. Una de ellas es Lynn Margulis (1938-2011), la brillante bióloga que descubrió la endosimbiosis.

Esta teoría describe el origen de las células eucariotas como consecuencia de sucesivas incorporaciones simbiogenéticas de diferentes células procariotas. Cuando en 1967 se publicó en el artículo “El Origen de la Mitosis en las Células” en Journal of Theoretical Biology, tras haber sido rechazado anteriormente en quince revistas, chocó con varios puntos del paradigma neodarwiniano. Sufrió numerosos ataques y descalificaciones pese a tener una teoría consolidada explicativa de la proliferación de la vida multicelular y su maravillosa diversidad. Hoy en día es uno de los documentos más importantes de la biología del siglo XX, ya que supuso un giro fundamental en la comprensión de la evolución de las especies.

Durante toda su carrera, mientras que la mayoría de las personas biólogas enfatizaban el papel de la competición en el proceso evolutivo, ella acentuaba la cooperación, superando la arraigada creencia de que sólo sobrevive la más fuerte. De ahí su famosa frase: “La vida es una unión simbiótica y cooperativa que permite triunfar a los que se asocian”.

A pesar de las dificultades, interpuestas por sus propios colegas de profesión, y a que durante años se la mantuviera a la sombra de su marido, siempre fue una apasionada de su trabajo y nunca dejó de investigar. Además, muchas de las personas que la conocieron resaltan de ella su carácter amable y siempre dispuesto al intercambio de ideas.

Al igual que estos días reconocemos y alabamos a cientos de trabajadoras normalmente minusvaloradas del ámbito sanitario, el sector más feminizado actualmente con un 76,9% de empleadas mujeres, es una cuestión de justicia reconocer y destacar las aportaciones de tantas mujeres que han logrado una sociedad mejor. Lynn Margulis hizo aportaciones fundamentales para la ciencia moderna y trabajó solidariamente a pesar de los ataques. Recordar su historia es importante para dejar de frenar el progreso por querer invisibilizar el trabajo de las mujeres.

Fuente:
https://eldiariofeminista.info/2020/04/13/lynn-margulis-la-biologa-que-demostro-que-la-cooperacion-lleva-al-exito/

jueves, 2 de mayo de 2019

_- “La base de un cerebro sano es la bondad, y se puede entrenar”

_- Richard Davidson, doctor en Neuropsicología, investigador en neurociencia afectiva

Nací en Nueva York y vivo en Madison (Wisconsin), donde soy profesor de Psicología y Psiquiatría en la universidad. La política debe basarse en lo que nos une, sólo así podremos reducir el sufrimiento en el mundo.

Creo en la amabilidad, en la ternura y en la bondad, pero debemos entrenarnos en ello

Yo investigaba los mecanismos cerebrales implicados en la depresión y en la ansiedad.

...Y acabó fundando el Centro de Investigación de Mentes Saludables.

Cuando estaba en mi segundo año en Harvard se cruzó en mi camino la meditación y me fui a la India a investigar cómo entrenar mi mente. Obviamente mis profesores me dijeron que estaba loco, pero aquel viaje marcó mi futuro.

...Así empiezan las grandes historias.

Descubrí que una mente en calma puede producir bienestar en cualquier tipo de situación. Y cuando desde la neurociencia me dediqué a investigar las bases de las emociones, me sorprendió ver cómo las estructuras del cerebro pueden cambiar en tan sólo dos horas.

¡En dos horas!

Hoy podemos medirlo con precisión. Llevamos a meditadores al laboratorio; y antes y después de meditar les tomamos una muestra de sangre para analizar la expresión de los genes.

¿Y la expresión de los genes cambia?

Sí, y vemos como en las zonas en las que había inflamación o tendencia a ella, esta des­ciende abruptamente. Fueron descubrimientos muy útiles para tratar la depresión. Pero en 1992 ­conocí al Dalái Lama y mi vida cambió.

Un hombre muy nutridor.

“Admiro vuestro trabajo, me dijo, pero considero que estáis muy centrados en el estrés, la ansiedad y la depresión; ¿no te has planteado enfocar tus estudios neurocientíficos en la amabilidad, la ternura y la compasión?”.

Un enfoque sutil y radicalmente distinto.

Le hice la promesa al Dalái Lama de que haría todo lo posible para que la amabilidad, la ternura y la compasión estuvieran en el centro de la investigación. Palabras jamás nombradas en ningún estudio científico.

¿Qué ha descubierto?

Que hay una diferencia sustancial entre empatía y compasión. La empatía es la capacidad de sentir lo que sienten los demás. La compasión es un estadio superior, es tener el compromiso y las herramientas para aliviar el sufrimiento.

¿Y qué tiene que ver eso con el cerebro?

Los circuitos neurológicos que llevan a la empatía o a la compasión son diferentes.

¿Y la ternura?

Forma parte del circuito de la compasión. Una de las cosas más importantes que he descubierto sobre la amabilidad y la ternura es que se pueden entrenar a cualquier edad.

Los estudios nos dicen que estimulando la ternura en niños y adolescentes mejoran sus resultados académicos, su bienestar emocional y su salud.

¿Y cómo se entrena?

Les hacemos llevar a su mente a una persona próxima a la que aman, revivir una época en la que esta sufrió y cultivar la aspiración de librarla de ese sufrimiento. Luego ampliamos el foco a personas que no les importan y finalmente a aquellas que les irritan. Estos ejercicios reducen sustancialmente el bullying en las escuelas.

De meditar a actuar hay un trecho.

Una de las cosas más interesantes que he visto en los circuitos neuronales de la compasión es que la zona motora del cerebro se activa: la compasión te capacita para moverte, para aliviar el sufrimiento.

Ahora quiere implementar en el mundo el programa Healthy minds (mentes sanas).

Fue otro de los retos que me lanzó el Dalái Lama, y hemos diseñado una plataforma mundial para diseminarlo.

El programa tiene cuatro pilares: la atención; el cuidado y la conexión con los otros; la apreciación de ser una persona saludable (encerrarse en los propios sentimientos y pensamientos es causa de depresión)...

...Hay que estar abierto y expuesto.

Sí. Y por último tener un propósito en la vida, algo que está intrínsecamente relacionado con el bienestar.

He visto que la base de un cerebro sano es la bondad, y la entrenamos en un entorno científico, algo que no se había hecho nunca.

¿Cómo se puede aplicar a nivel global?

A través de distintos sectores: educación, sanidad, gobiernos, empresas internacionales...

¿A través de los que han potenciado este mundo oprimido en el que vivimos?

Tiene razón, por eso soy miembro del consejo del Foro Económico Mundial de Davos, para convencer a los líderes de que hay que hacer accesible lo que sabe la ciencia sobre el bienestar.

¿Y cómo les convence?

Mediante pruebas científicas. Les expongo, por ejemplo, una investigación que hemos realizado en distintas culturas: si interactúas con un bebé de seis meses a través de dos marionetas, una que se comporta de forma egoísta y otra amable y generosa, el 99% de los niños prefieren el muñeco cooperativo.

Cooperación y amabilidad son innatas.

Sí, pero frágiles, si no se cultivan se pierden, por eso yo, que viajo muchísimo (una fuente de estrés), aprovecho los aeropuertos para enviar mentalmente a la gente con la que me cruzo buenos deseos, y eso cambia la calidad de la experiencia. El cerebro del otro lo percibe.

Apenas un segundo para seguir en lo suyo.

La vida son sólo secuencias de momentos. Si encadenas esas secuencias, la vida cambia.

El mindfulness es hoy un negocio.

Cultivar la amabilidad es mucho más efectivo que centrarse en uno mismo. Son circuitos cerebrales distintos. A mí no me interesa la meditación en sí misma sino cómo acceder a los circuitos neuronales para cambiar tu día a día, y sabemos cómo hacerlo.

https://www.lavanguardia.com/lacontra/20170327/421220248157/la-base-de-un-cerebro-sano-es-la-bondad-y-se-puede-entrenar.html

miércoles, 7 de febrero de 2018

_- Qué es el “educacionismo”, la sutil forma de discriminación que nos marca desde niños. Melissa Hogenboom, BBC Future

_- El "educacionismo" sostiene que las personas con más educación tienen sesgos implícitos hacia quienes reciben menos educación


La primera vez que Lance Fusarelli puso un pie en un campus universitario, se sintió rodeado de gente que parecía saber más que él sobre sociedad, urbanismo y "todo lo que era diferente".

Él atribuye esas diferencias a su educación. No creció en la pobreza, sino en un pueblo de clase trabajadora de una pequeña zona rural de Pensilvania, Estados Unidos, pero fue el primero de su familia en ir a la universidad.

Su madre se quedó embarazada y tuvo que abandonar la escuela, y su padre trabajó en una mina de carbón desde la adolescencia. Vivió en un entorno en el que pocos estudiaban más allá de la secundaria.

Fusarelli cuenta ahora con una buena educación y es profesor y director de programas de posgrado en la Universidad Estatal de Carolina del Norte.

De vez en cuando, recuerda cómo se sintió en aquellos primeros días, cuando un compañero corrigió de manera inocente su gramática imperfecta: "No pretendía ser ofensivo, éramos buenos amigos, simplemente creció en un ambiente diferente".

Aunque Fusarelli ascendió en el mundo académico a pesar de su pasado, sus experiencias ponen de relieve la división social que existe en la educación.

Quienes tienen menos educación debido a su desventaja social sufren un sutil, pero profundo sesgo.
Un estudio publicado recientemente en el Journal of Experimental Social Psychology (Revista de Psicología Social Experimental) llamó a ese fenómeno "educacionismo" y, por primera vez, halló evidencias inequívocas de lo que Fusarelli y muchos otros llevaban tiempo sospechando: las personas que reciben más educación tienen sesgos implícitos hacia quienes reciben menos.

Y eso tiene consecuencias desafortunadas e indeseadas, que a menudo provienen de la brecha entre ricos y pobres.

"El racismo de la inteligencia"
Es un problema de "nivel social" que crea una división significativa. "Necesita ser abordado", explica Toon Kuppens, de la Universidad de Groningen, Países Bajos.

La idea de que la gente tiene prejuicios hacia quienes recibieron menos educación no es nueva.

En los 80, el sociólogo francés Pierre Bourdieu lo llamó el "racismo de la inteligencia... de la clase dominante", la cual serviría para justificar su posición en la sociedad.

Bourdieu dijo que el sistema educativo fue inventado por las clases dominantes.

La educación también sirve para dividir a la sociedad de muchas maneras. Los niveles educativos más altos están vinculados a mejores ingresos, salud, bienestar y empleo.

El estatus educativo también revela divisiones políticas. Aquellos que tienen calificaciones más bajas, fueron más favorables a la hora de votar que Reino Unido abandonara la Unión Europea, por ejemplo.

 Pese a todo, raramente se confronta el tema, dice Kuppens, aunque existen numerosos estudios sobre prejuicios por género, etnia y edad.

Kuppens y sus colegas hicieron una serie de experimentos. Preguntaron a varias personas cómo se sentían hacia otras, pero también les hicieron preguntas indirectas sobre los trabajos y la formación académica de varios individuos.

Los resultados fueron claros: las personas con un mayor nivel educativo son mejor aceptadas por todos, y además no son "inherentemente más tolerantes" hacia los menos educados, como normalmente se cree, dice Kuppens.

Es más, según el especialista, una de las razones por las que existe sesgo es que el nivel educativo se percibe como algo que la gente puede controlar.

La tiranía de la meritocracia
Los bajos niveles educativos están ligados a la pobreza .Quienes provienen de entornos pobres, rápidamente quedan por detrás de sus compañeros de colegio y muy pocos van a la universidad.

Y está cada vez más claro que hay razones complejas detrás de este fenómeno.

Jennifer Sheehy-Skeffington, de la London School of Economics, Reino Unido, dice que la falta de recursos es "psicológicamente restrictiva".

También sostiene que hay una sensación de estigma y vergüenza que crea una baja autoestima, un patrón que, asegura, es más probable que ocurra en ideologías meritocráticas, donde los logros de los individuos son vistos en base a su inteligencia y trabajo duro.

La pobreza afecta incluso a la toma de decisiones.
"Las habilidades cognitivas que se necesitan para tomar buenas decisiones financieras no están fácilmente disponibles cuando uno se enfrenta el estrés de darse cuenta de que lo está haciendo peor que otros", dice Sheehy-Skeffington.

Eso no significa que los procesos mentales se bloqueen, sino que los individuos se enfocan más en las amenazas del presente que en concentrarse en esa tarea.

En su análisis sobre la psicología de la pobreza, Sheehy-Skeffington descubrió que aquellos con pocos ingresos tienen una menor sensación de control sobre su futuro: "Si piensas que no puedes controlar tu futuro, tiene sentido invertir la poca energía o dinero que tengas en mejorar la situación actual".

Este tipo de trabajos revelan un ciclo difícil de romper.
El buen rendimiento mental se ve afectado cuando enfrentamos dificultades financieras, y cuando existen esas dificultades, la capacidad para planificar el futuro y tomar decisiones importantes también se ve afectada negativamente.

Y eso se refleja en el sistema educativo; quienes viven enfocados en el presente tienen menos incentivos para tener un buen desempeño en la escuela o pensar en educación superior.

Pero un equipo de investigadores fue más allá, argumentando que el sistema educativo está "motivado para mantener el status quo", donde los hijos de padres con alto nivel educativo van a la universidad, y los hijos de quienes recibieron menos educación ingresan a cursos de formación profesional y otros certificados de aprendizaje.

Esto fue mostrado en un estudio de 2017 liderado por el psicólogo Fabrizio Butera, de la Universidad de Lausana, en Suiza. Su equipo demostró que los "examinadores" puntuaban menos a individuos cuando les decían que el alumno provenía de un entorno menos privilegiado.

"Perpetuar el status quo es una forma de mantener el privilegio de esas clases", dice Butera.

"Daños ocultos" y posibles soluciones
Incluso si los individuos de una clase trabajadora llegan a la educación superior, a menudo tienen que "descartar partes originales de su identidad para poder moverse socialmente", explica Erica Southgate, de la Universidad de Newcastle, en Australia.

La investigadora ha estudiado los estigmas a los que se enfrentan los individuos que se convierten en los primeros de su familia en estudiar educación superior, y descubrió que en materias como medicina prevalece la presunción, por parte de los alumnos, de que todos provienen de un entorno social similar.

"No se trata tanto del estigma evidente, sino de los daños ocultos de la clase social que siguen emergiendo".

Pero entonces, ¿qué podría romper la brecha educativa?
Las formas de calificar pueden ser determinantes. El equipo de Butera demostró que entregar a los niños los resultados de los exámenes reduce la motivación.

Y sin puntajes calificados, se reduce también la comparación social, que a menudo afecta al rendimiento, de acuerdo con el trabajo de Sheehy-Skeffington.

Si se aportan comentarios detallados sobre cómo mejorar, en lugar de dar simples notas, uno puede "enfocarse en la evaluación como una herramienta de educación" y no de selección, explica Butera.

En otras palabras, los niños aprenden a ampliar sus conocimientos, en lugar de aprender a superar los exámenes.

"Una solución viable es crear un entorno en donde la evaluación forme parte del proceso de aprendizaje", señala Butera. "Esto parece reducir las desigualdades de género y clase social, y promover una cultura de solidaridad y cooperación".

Para Fusarelli, lo más importante es que tanto padres como profesores esperen lo mejor de los niños a una edad temprana para reforzar la idea de que "pueden hacerlo y ser exitosos".

Pero los sesgos del sistema educativo no van a desaparecer de un día para otro. Es más, la mayoría de nosotros ni siquiera nos daremos cuenta de que existen.

La actitud meritocrática de que quienes trabajan duro tendrán éxito sigue siendo dominante, a pesar de las pruebas que demuestran que hay muchos factores que exceden al control de las personas que pueden obstaculizar su potencial.

Y, por desgracia, son aquellos que están mejor educados —y quienes deberían ser sensibles con la discriminación— quienes pueden beneficiarse —a menudo sin ser conscientes de ello— de la misma desigualdad que contribuyen a crear.

http://www.bbc.com/mundo/vert-fut-42654382
Los alumnos pobres repiten cuatro veces más que los de familias con más recursos.

https://elpais.com/sociedad/2019/12/04/actualidad/1575482923_262875.html

lunes, 23 de octubre de 2017

_- Enfrentados en la Tierra, asociados en el cosmos: por qué pese a su rivalidad geopolítica Rusia y Estados Unidos cooperan en la exploración espacial

_- A finales de julio pasado, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley imponiendo sanciones a Rusia por acusarle de interferir en las elección presidencial estadounidense de 2016, por la anexión de Crimea y por sus operaciones militares en el este de Ucrania.

La legislación tenía un apoyo tan contundente tanto en el Partido Republicano como en el Partido Demócrata que el presidente Donald Trump -quien era contrario a estas medidas-, no tuvo más alternativa que darle el visto bueno, pues si las frenaba el Congreso las habría aprobado pasando por encima de su veto.

La respuesta de Moscú no se hizo esperar. Poco después 755 funcionarios estadounidenses fueron expulsados de Rusia, cuyo gobierno también cerró dos propiedades de la misión diplomática estadounidense en el país.

Este episodio ilustra las crecientes tensiones en las relaciones entre Washington y Moscú que, varias décadas después del fin de la Guerra Fría, siguen encontrándose en aceras opuestas en gran cantidad de temas geopolíticos, desde Siria hasta Ucrania, pasando por Irán, la ampliación de la OTAN, el control de armamento o la crisis en Venezuela.

Putin ordena expulsión de 755 empleados de la embajada y otros consulados de Estados Unidos en Rusia en respuestas a sanciones de Washington


Pero, mientras las tensiones se acumulan sobre asuntos terrenales, Washington y Moscú tienen planes de trabajar conjuntamente en la exploración del espacio exterior. Hace un par de semanas, la agencia espacial rusa, Roscosmos, anunció la firma de un acuerdo con su contraparte estadounidense, NASA, para trabajar juntos en un programa que tiene por objetivo construir un Portal de Espacio Profundo (PEP).

Desde 2012, la NASA había revelado su intención de contar con esta suerte de estación espacial habitable que sería colocada entre la luna y la tierra y que serviría como un primer paso para avanzar en la exploración del sistema solar y, más concretamente, el planeta Marte.

"Los socios tienen la intención de desarrollar los estándares técnicos internacionales que serán utilizados después, en particular para crear una estación espacial en la órbita de la Luna", dijo en un comunicado Roscosmos.

No sería esta la primera vez que ambos países cooperan en asuntos que van más allá de la órbita terrestre, pues desde hace más de dos décadas están asociados en la Estación Espacial Internacional (EEI), proyecto en el que también participan Canadá, Japón y 11 países de la Unión Europea. Pero, ¿qué es lo que hace que estos dos países que han sido rivales geopolíticos durante décadas puedan trabajar juntos en la exploración espacial?

Carrera espacial
Anton Fedyashin, profesor sobre historia de Rusia en la American University de Washington, señala que la llamada carrera espacial -la competencia que durante la Guerra Fría enfrentó a Estados Unidos y a la extinta Unión Soviética por la supremacía en la exploración espacial- sentó las bases para lo que ocurre ahora. "La principal razón para la cooperación entre Rusia y EE.UU. en el espacio es que son los países más avanzados en la exploración espacial, con una experiencia de unas seis décadas. Son dos gigantes desde el punto de vista de esta tecnología", le dijo Fedyashin a BBC Mundo.

Añadió que los progresos de otros países como China también pueden contribuir al deseo de Washington y Moscú de cooperar mutuamente con el fin de mantener su supremacía en este campo. El Palacio Lunar con el que China avanza en sus planes de instalar una estación espacial en la Luna

Interdependencia
El primer gran momento en la cooperación en este sector entre Washington y Moscú se produjo en 1975, durante el Proyecto de pruebas Apolo-Soyuz, cuando la cápsula estadounidense Apolo y la soviética Soyuz realizaron el primer acoplamiento espacial entre naves de países distintos. La verdadera cooperación, sin embargo, no se iniciaría sino hasta la década de 1990.

"EE.UU. y Rusia fusionaron sus programas sobre vida en el espacio en 1994, con la decisión de invitar a Rusia a asociarse a la Estación Espacial Internacional, por lo que ninguno de los dos países ha hecho nada por su cuenta en lo relativo a sostener la vida humana en el espacio, con muy pequeñas excepciones durante los últimos 23 años", le dijo a BBC Mundo John M. Logsdon, fundador y exdirector del Instituto de Política Espacial de la Universidad George Washington. Fedyashin destaca que esta cooperación tiene un aspecto muy pragmático que tiene que ver con que una vez que Estados Unidos canceló su programa de transbordadores espaciales, la única forma que tienen sus astronautas de llegar al espacio es usando cohetes rusos.

"Por eso pese a que algunos senadores en Washington quisieron poner fin a esa cooperación, desde un punto de vista estrictamente práctico no se puede hacer y si se impone esa restricción se limitaría severamente el acceso de Estados Unidos al espacio exterior", apuntó.

Logsdon cataloga a la industria espacial rusa como "muy capaz" y destaca su larga experiencia en vuelos espaciales de larga duración. Sin embargo, más allá de los elementos científicos y tecnológicos, hay otro factor fundamental que hace que a ambos países les resulte conveniente esta cooperación: el elevado costo de estos proyectos.

"Los rusos necesitan a Estados Unidos por el dinero. Estados Unidos paga por el transporte de sus astronautas y sus materiales al espacio exterior, algo que no puede hacer por si mismo", señaló Fedyashin.

Esta cooperación también parece beneficiar a una NASA que en la actualidad dispone de un presupuesto mucho menor que en el pasado, pues representa apenas una décima parte de lo que fue en el máximo momento del proyecto Apolo en términos de su peso en el gasto público total de EE.UU.

Blindados
El entramado de relaciones tejidas por las comunidades científicas de Estados Unidos y Rusia también abona el terreno para nuevos proyectos conjuntos. "La exploración espacial es un área en la que se ha podido avanzar de forma cooperativa pese a las tensiones en otros aspectos de las relaciones bilaterales. Ambos países ven los beneficios de trabajar juntos en este campo y de construir un muro alrededor de esa cooperación para evitar que se vea afectada por las tensiones políticas", afirmó Logsdon.

Fedyashin considera que lo logrado por los participantes de los programas espaciales de ambos países es un ejemplo de lo que se puede conseguir con una cooperación respetuosa y mutuamente beneficiosa.

"Cuando ves como los astronautas hablan entre sí es un mundo completamente distinto. Ellos son socios, amigos, ellos cooperan. Es una historia extraordinaria. Ellos han avanzado con sus proyectos, poniendo énfasis en el valor de la exploración espacial para la humanidad como un todo", apuntó.

Luna que se quiebra
Pese a lo avanzado hasta ahora. No son pocas las sombras que se ciernen sobre las posibilidades de que ambas potencias sigan trabajando juntas en el espacio. Pavel Luzin, doctor en Relaciones Internacionales y director de la consultora de riesgo geopolítico Under Mad Trends, asegura que -pese al trabajo conjunto en la EEI- desde mediados de la década pasada la cooperación entre Rusia y Estados Unidos ha experimentado un declive.

"¿Las causa de esto? Rusia está perdiendo la oportunidad para su desarrollo tecnológico e industrial. Su sector espacial es ineficaz y Moscú no es capaz de proponer y ejecutar proyectos avanzados en el espacio", dijo Luzin en un email en respuesta a una consulta de BBC Mundo.

Agregó que, mucho antes de la guerra en Ucrania de 2014, el liderazgo político ruso asumió una política contra Occidente, lo que -en su opinión- llevó al Congreso de Estados Unidos a cuestionar en septiembre de 2013 la dependencia de los cohetes estadounidenses Atlas V de los motores RD-180, de fabricación rusa.

Los cohetes espaciales estadounidenses Atlas V dependen de los motores rusos RD-180. El experto advirtió que esta interdependencia tecnológica desaparecerá en el futuro. "En los próximos años Estados Unidos dispondrá de, al menos, dos nuevas naves espaciales tripuladas y se volverá independiente de Rusia. Esta posibilidad es una pesadilla para el Kremlin incluso a pesar de su continuada política antioccidental", apuntó.

Según Luzin, los vuelos hacia la EEI representan más del 50% del programa civil de exploración espacial de Rusia. Al mismo tiempo, Logsdon advierte que la futura colaboración en el Portal de Espacio Profundo tampoco está garantizada. "Ese anuncio ha sido ampliamente malinterpretado. Creo que principalmente debido a que Roscosmos ofreció más de lo que es realidad. Esto está en una etapa muy inicial de planificar el próximo paso en el espacio. Esto es un acuerdo para pensar acerca de trabajar juntos si este portal espacial sigue adelante", dijo.

"El portal espacial no está aún aprobado en Estados Unidos, ni tiene un presupuesto. En este momento es solo un concepto", advirtió. Así, pese a los largos años de trabajo conjunto acumulado entre la NASA y Roscosmos, el futuro de la cooperación entre ambas agencias por los momentos no parece estar en el espacio, sino simplemente suspendido en el aire.

Fuente: BBC

jueves, 5 de octubre de 2017

_- “Los alumnos que no compiten tienen una mejor salud mental”. El pionero del aprendizaje cooperativo David Johnson aclara por qué todas las escuelas deberían implantar ese modelo

_- En los años 60 David Johnson (Indiana, 1940) y su hermano Roger comenzaron una cruzada contra el aprendizaje competitivo e individualista que imperaba en las escuelas de Estados Unidos.
Su objetivo era dar la vuelta a la creencia de que solo los más aptos sobreviven y demostrar que el aprendizaje cooperativo era la clave para encajar en la sociedad, encontrar un empleo en el futuro y saber sobreponerse a la ansiedad. Fundaron el Centro de Aprendizaje Cooperativo de la Universidad de Minnesota y desde entonces han publicado más de 100 investigaciones y han formado a más de un millón de profesores de diferentes partes del mundo. Hoy tienen centros formativos en Shanghái, Japón, Noruega o España, donde se enseña una metodología desarrollada por ellos y construida sobre cinco pilares.

Considerados los padres del aprendizaje cooperativo, los hermanos Johnson fueron los primeros en recopilar y contrastar más de 550 estudios publicados sobre el tema desde 1898 para elaborar después sus propias investigaciones, un trabajo por el que han recibido más de una decena de premios, entre ellos el Brock International Prize for Education en 2007, concedido por la Universidad de Oklahoma.

David Johson, profesor de Psicología Educacional en la Universidad de Minnesota, contestó a las preguntas de este diario en el I Congreso de Innovación Educativa celebrado hace dos semanas en Zaragoza y organizado por el Gobierno de Aragón, un foro de dos días al que acudieron 1.400 profesores para intercambiar experiencias sobre las últimas metodologías en el aula.

Pregunta. ¿Qué es el aprendizaje cooperativo y por qué se debería usar en las escuelas?
Respuesta. Mucha gente tiene una idea equivocada. Juntar a personas en la misma habitación, sentarlas en círculo y decirles que son un grupo no quiere decir que vayan a cooperar de forma efectiva. Es necesario que se den cinco elementos esenciales que son los que integran nuestra metodología.
El más importante es la interdependencia positiva, que implica que todos los integrantes del grupo perciban que el éxito individual no se dará si no triunfan todos. Si uno falla, todos pierden. La clave es entender que los esfuerzos individuales no serán en beneficio propio, sino del grupo. Este método de trabajo consigue que las personas se preocupen por el éxito de los demás, un elemento básico para la convivencia.
Si las escuelas promueven la cultura de ser el número uno, a la vez están animando a esos mismos alumnos a desalentar y obstruir los esfuerzos de los otros. En las competiciones solo ganan unos pocos.

P. Sus estudios han demostrado que la competitividad entre alumnos no mejora los resultados académicos. ¿Por qué sigue instalado ese sistema en las escuelas?
R. A mediados de los sesenta cuando Roger y yo comenzamos a interesarnos por el tema, la competitividad y el individualismo dominaban los sistemas de enseñanza en primaria, secundaria y en la Universidad. Era el llamado darwinismo social, que consiste en aplicar la teoría de la evolución de Darwin al campo educativo: los estudiantes tienen que aprender a sobrevivir en un mundo en el que unos se comen a otros y solo los más aptos sobreviven. En ese momento, el aprendizaje cooperativo era relativamente desconocido e ignorado por los educadores. Afortunadamente, hoy es una de las metodologías escogidas en todos los niveles educativos. Es muy raro encontrar a un profesor que no conozca este tipo de aprendizaje.

P. ¿Cuál es el principal problema que se da en las aulas?
R. Se ignora completamente la interacción entre los estudiantes. Los programas de formación del profesorado destinan la mayor parte del tiempo a enseñar a los docentes a lidiar con los alumnos y les muestran cómo deben reaccionar a los materiales de clase. Sin embargo, la interacción entre los alumnos es esencial y dice mucho de cómo aprenderán o de cuánta autoestima serán capaces de adquirir. No tiene sentido que los estudiantes compitan entre ellos para ver quién saca un sobresaliente y se sitúa por encima de los demás. Ese modelo ha caducado y hasta las empresas tecnológicas como IBM contratan a los que saben trabajar en grupo. A principios de los 2000 una investigación de una consultora señaló que el principal motivo por el que los estadounidenses dejan su trabajo es la falta de habilidades sociales de su jefe. El individualismo ya no vale.

P. ¿Por qué se les considera los padres del aprendizaje cooperativo? ¿Qué han aportado que no hicieran las investigaciones previas?
R. Se nos puede considerar los pioneros del aprendizaje cooperativo de la edad moderna, pero antes de nosotros hubo decenas de autores. El filósofo romano Séneca abogaba por este tipo de aprendizaje con afirmaciones como Qui docet discet, que quiere decir que el que enseña aprende dos veces. En el movimiento por la escuela pública de los Estados Unidos de comienzos del siglo XIX también hubo una fuerte defensa de esta corriente. No es algo nuevo. El hecho de enfrentarse a puntos de vista opuestos genera incertidumbre y conduce a la persona a buscar más información para conseguir una conclusión más refinada y razonada. Además, nuestros estudios demuestran que el alumno debe reestructurar la información para retenerla en la memoria y una forma de lograrlo es explicar algo en voz alta a un tercero.

P. De sus estudios se desprende que el aprendizaje cooperativo exige más esfuerzo y pese a ello resulta más atractivo para los estudiantes.
R. Los beneficios se pueden dividir en tres grandes grupos:
1. Un mayor esfuerzo para el logro, 
2. Una mejora de las relaciones interpersonales y 
3. También de la salud psicológica. 

El cooperativo es más complejo que el individualista porque el alumno tiene que conectar al mismo tiempo con la tarea que debe realizar y con el grupo.

Los miembros del equipo tienen que aprender 
1. A liderar, 
2. A decantarse por un punto de vista, 
3. A comunicar y 
4. A manejar los conflictos.

Nuestras investigaciones demuestran que trabajan más duro cuando lo hacen en grupo que en solitario. Y obtienen más beneficios.

1.Aumenta la retención de información, 
2. Tienen mayor capacidad para desarrollar argumentos, 
3. Mayor motivación para seguir aprendiendo después de clase y 
4. Mejores estrategias para la resolución de problemas.

P. Parece que los estudiantes que cooperan saben manejar mejor su carácter y tienen mayor resistencia a la ansiedad. ¿Por qué?
R. Cada vez que dos estudiantes trabajan juntos, la relación cambia:
1. Se entienden mejor,
2. Se aceptan y
3. Se apoyan mutuamente tanto en lo académico como en lo personal.

Cuando no compiten,
1. Mejora su salud mental;
2. Ganan autoestima y
3. Mejora su habilidad para lidiar con el estrés.

El grado de vinculación emocional entre los estudiantes tiene un profundo efecto en su comportamiento en el aula.
Cuanto más positiva es esa relación, menores son las tasas de absentismo y de abandono. El sentimiento de responsabilidad sobre el grupo incentiva las ganas de emprender proyectos de mayor dificultad y mejora la motivación y la persistencia para alcanzar una meta conjunta. El grupo se siente unido frente a ataques externos o críticas y crece el compromiso por el crecimiento personal y académico del resto de miembros del equipo.
Los niños que requieren tratamiento psicológico suelen tener menos amigos y sus amistades son menos estables a largo plazo.
La esencia de la salud psicológica es la habilidad de construir, mantener y modificar las relaciones con los demás para conseguir determinados objetivos. Los que no son capaces de gestionarlo suelen presentar mayores niveles de ansiedad, depresión, frustración y sentimientos de soledad. Son menos productivos y más inefectivos en combatir la adversidad.

https://elpais.com/economia/2017/10/02/actualidad/1506942650_496359.html

miércoles, 9 de marzo de 2016

ENTREVISTA A ÁNGEL OLARÁN: “La pobreza no se va a erradicar porque no interesa”.

El misionero vasco llegó hace cuatro décadas a África para “servir a los demás”.

Está convencido de que hay medios para salir de la pobreza pero falta voluntad.


Sentados en el sofá de su pequeña oficina rodeados de papeles y diverso material recaudado por distintas ONG españolas, el misionero vasco Ángel Olarán (Hernani, 1938) conversa con la calma de quien lo ha visto casi todo en este mundo de injusticias y solidaridad, de ricos y pobres, de hambre y abundancia, de dualidades infinitas.

Tras más de 40 años en África, primero en Tanzania y después en Etiopía, el religioso comparte sus vivencias personales, experiencia y opiniones sobre los problemas del llamado Tercer Mundo, sobre los valores y las maneras de afrontarlos y sobre la imparable globalización y sus consecuencias. Y lo hace sin grandes juegos de palabras, desde la sencillez y con la humildad de quien se considera “un emigrante más” en África.

El misionero hernaniarra dejó su trabajo en un banco cuando tenía 30 años para marcharse a África y “servir a los demás”. Está convencido de que es posible erradicar el hambre y la pobreza extrema, el primero de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de los que tanto se habla últimamente tras la Cumbre para la Financiación del Desarrollo de Addis Abeba y la Conferencia de Naciones Unidas prevista para final de septiembre en Nueva York. Unas reuniones internacionales a las que Olarán mira con cierto recelo por “la cantidad de dólares que se derrochan”.

Prefiere poner el foco de atención en lo inmediato: el acceso al agua y la reforestación para asegurar la alimentación de las poblaciones rurales, en este caso de Wukro, un municipio situado en la región del Tigray al norte de Etiopía, en el que Abba Malaku (padre Ángel), como le llaman allí, lleva residiendo más de dos décadas.

El agua se ha convertido en una especie de obsesión para Ángel y no es de extrañar, tras vivir de cerca la crudeza de las sucesivas sequías que han azotado a esta zona de Etiopía. La última ha sido declarada este mismo verano por Naciones Unidas y sus consecuencias aún se desconocen. Quizá por este motivo, los proyectos hidrológicos y aquellos relacionados con la agricultura y la biodiversidad son tratados con especial cariño por el misionero vasco, que llegó a Etiopía en 1992 con la misión de poner en marcha una Escuela de Secundaria.

Para ello, la Administración local le cedió una superficie de ocho hectáreas, en la que solo había una acacia. Olarán relata la anécdota sobre esta simbólica planta: “Los lugareños la llamaban ‘el espino del Derg` haciendo un paralelismo entre las propiedades invasoras de la acacia que no dejaba brotar ninguna otra vegetación a su alrededor destruyendo el campo y el régimen comunista del Derg que destruía los pocos servicios públicos que había”.

Afortunadamente, aquel capítulo es historia. Hoy en día la Escuela de Secundaria o St. Mary’s College, que acoge un centro de formación agraria, florece con más de 700 estudiantes, de los cuales más del 50% son chicas. Sin duda, un proyecto de desarrollo educativo con éxito, cuya clave, remarca el misionero vasco, es “la motivación de profesores y personal administrativo y la colaboración permanente con la administración local, además de la contribución de los donantes”.

El misionero hernaniarra recuerda el “desolador” paisaje de principio de los años noventa, cuando llegó a Etiopía. Entonces, había tan solo un médico para atender a 300.000 personas, la electricidad era un invento que apenas había llegado a esta región, los servicios de agua eran mínimos, el asfalto en las calles de Wukro era inexistente, no había ni vehículos de motor ni una sola bicicleta y las casas no tenían ventanas y sus techos eran de uralita.

Pero lo peor, remata Olarán, era la “severa” malnutrición que sufría la población, sobre todo infantil: “Había niños que no podían ni sostener la cabeza, rechazaban la comida y no tenían ni fuerza para llorar, la situación era dramática”. Ayudó a atender a cientos de niños malnutridos y más de 1300 huérfanos cuyos familiares murieron por la guerra con Eritrea, el VIH y el hambre.

La sociedad del Primer Mundo es víctima de su propio desarrollo
Uno visita hoy Wukro y la transformación es total. Algunos proyectos de medio ambiente y reforestación implementados por Olarán en el Tigray han sido premiados y son referencia a nivel nacional en Etiopía. Asimismo, expertos en Desarrollo han calificado Wukro como un “oasis”. Sin embargo, como subraya el misionero vasco, todavía queda mucho por hacer, especialmente en las zonas rurales en las que las familias sobreviven del campo. No hay que olvidar que más del 85% de la población etíope vive en zonas rurales.

Precisamente, el objetivo de los proyectos de Olarán, en los que también participa la Fundación Etiopía Utopía, es conseguir que estas familias tengan tres cosechas al año. ¿Cómo? Almacenando el agua de la lluvia en embalses y pozo, construyendo canales e interviniendo en los torrentes.

De ahí que el religioso insista tanto en sus proyectos hidrológicos y de reforestación con el fin de no perder ni una gota de agua y llegar al objetivo último: la seguridad alimentaria. Tarea nada fácil, por lo que los problemas persisten. “Había y hay escasez de alimentos”, subraya. "Hemos pasado de las hambrunas de los años setenta, ochenta y noventa a lo que hoy en pleno siglo XXI llaman hambre crónico”. Dicho esto, sentencia: “la pobreza no se va a erradicar, porque simplemente no interesa. Medios hay para erradicarla, pero eso significa una distribución justa de la riqueza”. Esto se resume en dos palabras: justicia social, un concepto que para Abba Malaku tiene mayor prioridad que la caridad.

La crisis de “más y mejor” en el Primer Mundo
Ángel Olarán es de esas personas que pueden presumir de tener un discurso propio. Pertenece a una institución eclesiástica y sirve a la orden católica de los Misioneros de África (Padres Blancos), pero si tiene que señalar a los responsables de la pobreza, no duda en hacerlo. Tampoco pestañea al criticar actitudes o acciones reprochables de cualquier institución, incluida la Iglesia Católica, como “los lujos de algunos en las altas esferas”.

En cualquier caso, el religioso prefiere ser pragmático y centrarse en lo que más le preocupa. En este sentido, hace una llamada de atención general ante la “dramática” reducción de fondos para financiar los proyectos de cooperación al desarrollo.

En los 20 años que lleva trabajando en Wukro, Olarán y la Oficina de proyectos de St. Mary han puesto en marcha más de una veintena de proyectos con presupuestos dispares, desde 10.000 hasta 900.000 euros. Estos fondos han sido financiados por ONGs alemanas, suizas, españolas, vascas de distinto tamaño y tanto religiosas como no. Los proyectos han sido destinados a la educación. a los niños huérfanos. a la agricultura y al medio ambiente; a los grupos vulnerables, como las trabajadoras sexuales o las personas mayores y a la salud, con mejoras y puesta en marcha de unidades de tuberculosis y VIH en el hospital de Wukro.

Actualmente, los fondos se han reducido tanto que incluso la continuidad de algunos proyectos peligra. “Un proyecto de 50.000 euros hoy nos parece increíble”, sonríe el religioso, que es consciente de la crisis económica que atraviesa el Primer Mundo, pero aún así anima a seguir realizando donaciones, porque “lo que no se da, no llega nunca al que más lo necesita”.

Precisamente, tiene una visión muy particular de la crisis económica de "los [países] ricos", desencadenada, a su juicio, por un “sistema global” que es “criminal”. “La sociedad del Primer Mundo es víctima de su propio desarrollo” porque “le está llevando a un individualismo brutal” y de pérdida de valores. Olarán considera que en los países ricos se ha entrado en una espiral de consumismo y de necesidades superfluas, que ha hecho que los estilos de vida y valores se deterioren.

“En el Primer Mundo interesa vivir en la ignorancia” para no tener que renunciar a esas necesidades. “Pero la realidad es que el planeta no puede soportar el ritmo de vida actual de las sociedades avanzadas. Si el Primer Mundo sigue con la filosofía de más y mejor, la pobreza tiene que existir, porque no hay medios para todos, no hay materia prima para que todo el mundo tenga los coches que tiene Europa o para que haya la electricidad que hay en Estados Unidos, etc. Hemos llegado al punto de que hasta la materia prima se cotiza en bolsa. Para vivir todos al ritmo del Primer Mundo, harían falta tres planetas que produzcan toda la materia prima necesaria”, sentencia.

Olarán lo tiene claro. La solución a muchos problemas —de los países pobres— “viene de fuera”. “El comercio internacional siempre va a favor de quien hace las leyes y quien hace las leyes son los de arriba, cuando hay una relación bilateral para el desarrollo, siempre es a favor del Primer Mundo, éste siempre tiene que sacar algún beneficio”, critica.

Un ejemplo que pone el hernaniarra de la crueldad del sistema económico internacional y la globalización económica es el Congo: “Hay más de medio centenar de multinacionales en este país tratando de sacar tajada del cobalto y otros minerales, mientras que nosotros cambiamos de teléfono móvil —que es para lo que se utilizan esos minerales— como de chaqueta, ignorando que los niños congoleños mueren extrayendo este mineral. Un móvil es un ataúd para los congoleños”.

En este punto, el misionero vasco opina que pese a la miseria, en este escenario global de crisis, “lo’ bueno’ o ‘malo’ es que la gente de aquí [África] está acostumbrada a no tener, no tienen tantas ambiciones materiales, tienen un gran apoyo familiar, estructuras comunitarias de base fuerte y un mayor sentido de la solidaridad”. Algo que en el Primer Mundo se está perdiendo, lamenta, al tiempo que concluye que esto debería llevarnos a una reflexión.

Cooperación con mayúsculas
Entre pregunta y pregunta, Olarán acude a ayudar al personal de la oficina de St. Mary que le reclama para la firma de algún convenio con una ONG y el Ayuntamiento de Wukro. A sus 77 años, el religioso vasco se mantiene en forma y sin perder un atisbo de motivación para seguir trabajando en lo que ha sido y es su vida: la ayuda humanitaria, entendida como una vía para lograr justicia social y no quedarse en la mera caridad, aunque “ésta última —apunta— nunca hay que negar si se necesita”.

Ahora que se apela tanto a la necesidad de redefinir los enfoques de la cooperación al desarrollo, Ángel Olarán propone un enfoque basado en la cooperación con mayúsculas, es decir, que exista colaboración real entre las partes implicadas en los proyectos y participación de las poblaciones destinatarias de la ayuda. Esto es lo que explica precisamente el éxito de los proyectos de St. Mary y la gran transformación de Wukro. Todos los agentes de una comunidad deben estar implicados en el desarrollo de un proyecto para que realmente sea sentido como propio y, en consecuencia, “sostenible”, término que tanto se utiliza en los últimos tiempos y que podría termina desgastándose de tanto usarse.

Abba Malaku concluye la entrevista con una reflexión que resume lo que representa su persona y su forma de hacer: “Se dice que la Iglesia es la voz de los que no tienen voz, pero yo creo que los que no tienen voz, tendrían que ser la voz de la Iglesia. Pero hoy por hoy esa gente no tiene voz en la Iglesia. No se cuenta con ellos, ni se discute con ellos, no se programa con ellos. Son algo así como el objeto de nuestra caridad, y yo creo que tendrían que ser sujetos de desarrollo”, lo que se traduce simplemente en justicia social.
http://elpais.com/elpais/2015/09/04/planeta_futuro/1441370516_372313.html

domingo, 9 de febrero de 2014

¿Una posible idea a imitar? Nace en París el primer supermercado colaborativo de Europa. (En España tenemos a Eroski, ¿es lo mismo, es diferente, es mejor?)


"No estábamos satisfechos de la oferta alimentaria. Así que decidimos crear nuestro propio supermercado. No una tienda pequeña sino un supermercado deslumbrante. We can do it". Así relatan sus promotores cómo surgió la idea de La Louve (La loba), el primer supermercado colaborativo de Europa que abrirá sus puertas en junio de 2015 en París. Falta bastante para el día D, y aun así, la historia de la gestación de este proyecto da para mucho y, si me apuran, para una película francesa, por supuesto. Leer más en El País.
El vídeo muestra un supermercado cooperativo que lleva tiempo funcionando con éxito en New York
Aquí Eroski.

miércoles, 7 de agosto de 2013

La evolución castiga a los egoístas. Melissa Hogenboom. BBC

El egoísmo no aporta ninguna ventaja evolutiva.

Al contrario, ser colaborador compensa a largo plazo

Esta es la idea que sugiere una nueva investigación, y que desafía teorías anteriores que indicaban justo lo contrario.

Un equipo de científicos analizó un modelo del "dilema del prisionero", un problema fundamental de la teoría de juegos, que es el estudio matemático de las estrategias en procesos de decisión.

Los investigadores sostienen que su trabajo, publicado en la revista Nature Communications, muestra que la especie humana se habría extinguido si sólo exhibiera características egoístas.

La teoría de los juegos plantea escenarios con situaciones de conflicto o cooperación. Esto permite a los científicos desentrañar complejas estrategias de decisión y establecer por qué emergen cierto tipo de comportamientos entre los individuos.

Prisión o libertad
Humanos y animales no sobrevivirían siendo egoístas en un entorno cooperativo, dicen los científicos.

Un equipo de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, usó el modelo del dilema del prisionero, en el que dos sospechosos que son interrogados en celdas separadas deben decidir si traicionar o no al otro.

En este modelo se ofrece a cada persona la libertad a cambio de delatar al otro, lo que hará que sea encarcelado por seis meses.

Sin embargo, esto ocurrirá sólo si el oponente elige no delatar.

Si los dos "prisioneros" eligen confesar (traición), los dos deberán pasar tres meses en prisión, pero si los dos deciden no hablar (cooperación) los dos obtendrán una pena de sólo un mes de cárcel.

El matemático estadounidense John Nash demostró que la estrategia óptima para el dilema del prisionero es no cooperar.

"Durante muchos años mucha gente se ha preguntado por qué, si Nash está en lo correcto, vemos cooperación en el reino animal, en los humanos y en el mundo de los microbios", dice Christoph Adami, autor del estudio e investigador de la Universidad Estatal de Michigan.

Extinción por maldad
La respuesta, según Adami, es que no se ha tenido en cuenta la comunicación.

Para evolucionar, la cooperación es clave.

"Los dos prisioneros interrogados no pueden hablar entre ellos. Si lo hicieran, harían un pacto y estarían en libertad en un mes. Pero si no se comunican entre ellos, se ven tentados a delatarse", explica el investigador.

"Ser mezquino puede dar ventajas en el corto plazo, pero ciertamente no a largo plazo. Nos extinguiríamos."

Estos hallazgos contradicen los de un estudio de 2012 que sostiene que las personas egoístas sacan ventaja de compañeros más cooperativos.

¿EL GEN EGOÍSTA?
En 1974, Richard Dawkins publicó su visión de la teoría de la selección natural de Darwin centrada en los genes.

Dawkins sostiene que no son los grupos u organismos los que se adaptan para evolucionar, sino los genes individuales y que el cuerpo de cada ser vivo es una máquina de supervivencia para sus genes.

Andrew Coleman, de la Universidad de Leicester, explica que este nuevo estudio sugiere que la cooperación ayuda a que un grupo evolucione, pero no contradice la teoría evolutiva del gen egoísta.

En todo caso, dice Coleman, ayuda a que sobrevivan los genes egoístas al obtener las ventajas de habitar grupos cooperativos.

Denominada "estrategia mezquina y egoísta", se basa en que el participante conozca previamente la decisión de su oponente y adapte la suya en consecuencia.

Pero en un entorno evolutivo, conocer la decisión de un oponente no representaría una ventaja por mucho tiempo, ya que éste desarrollaría el mismo mecanismo de reconocimiento para conocer al otro, explica Adami.

Esto es exactamente lo que su equipo observó: que cualquier ventaja obtenida de la traición tiene una vida corta.

En su trabajo utilizaron un poderoso modelo computarizado para analizar cientos de miles de juegos, simulando un intercambio simple de acciones que tuvieron en cuenta comunicaciones previas.

"Lo que modelamos en la computadora eran cosas muy generales, decisiones entre dos comportamientos diferentes. Las llamamos cooperación y traición. Pero en el mundo animal hay toda clase de comportamientos que son binarios, por ejemplo volar o pelear", le dijo Adami a la BBC.

"Es casi como lo que tuvimos durante la Guerra Fría, una carrera armamentística. Pero estas carreras armamentísticas ocurren todo el tiempo en la biología evolutiva."

Y al final, según el investigador, prevalecen los grupos más colaboradores.

Insectos sociales
A propósito de este nuevo estudio, Adrew Coleman, de la Universidad de Leicester en el Reino Unido, opina que "pone freno a las interpretaciones excesivamente entusiastas" de la anterior teoría, que proponía la ventaja de las estrategias manipulativas y egoístas.

"Incluso a Darwin desconcertaba la cooperación que se observa en la naturaleza. Estaba particularmente fascinado por los insectos sociales", explica Coleman.

"Uno puede pensar que la selección natural debe favorecer a los individuos que son explotadores y egoístas, pero de hecho, después de décadas de investigación, sabemos que esta es una visión de las cosas muy simplificada, sobre todo si tenemos en cuenta la teoría del gen egoísta en la evolución."

"No son los individuos los que deben sobrevivir, sino los genes, y los genes utilizan organismos individuales – animales o humanos– como vehículos para propagarse", agrega el científico.

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