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miércoles, 1 de mayo de 2024

Pedro Sánchez frente al desprecio

«Toda forma de desprecio, si interviene en la política, prepara o instaura el fascismo» 
(Albert Camus)


Las críticas que la derecha está dedicando a la carta que el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ha escrito a la ciudadanía tienen casi siempre tres variantes de un rasgo común -el desprecio- que muestran mejor que nada la naturaleza de la sociedad capitalista en la que vivimos.

La primera es basarse en juicios de intenciones. Se afirma generalizadamente, como si de un coro perfectamente orquestado se tratara, que el presidente no la ha escrito con sentimientos sinceros sino como una artimaña para volver con más fuerza a sus actividades a partir del lunes.

Es cierto, por un lado, que esa respuesta es lógica cuando viene de un adversario. Sin decirlo, trata de provocar el efecto que se desea que ocurra. En este caso, que Pedro Sánchez se vaya y no refuerce su posición política gozando de más simpatía, apoyo y movilización por parte de su electorado si finalmente no dimitiera. Lo que muestra, en realidad, esta reacción de la derecha política y mediática, pronunciándose como si supiera a ciencia cierta lo que hay en el cerebro y el corazón de Pedro Sánchez, es un miedo profundo a que finalmente no se vaya.

Sin embargo, recurrir al juicio de intenciones frente a los adversarios políticos es una práctica mucho más grave y deleznable. Es una de la más grandes muestras de desprecio a un ser humano porque con ella se consigue que nadie pueda defenderse de la infamia y la calumnia. Algo fundamental en esta época en la que vivimos, en la que la polarización, la promoción del odio y el rechazo de cualquier ser humano que no sea idéntico a nosotros se ha convertido en la lógica que gobierna las relaciones sociales. Una estrategia ahora esencial para conservar los privilegios, tal y como explico en un nuevo libro que estará en librería el próximo 15 de mayo y que ya se puede reservar.

La segunda característica de la reacción de la derecha ante la carta de Sánchez es la falta de piedad, el desprecio al dolor ajeno. Algo que tampoco es nuevo sino también una constante de la política de nuestros días.

Al margen de su sentido religioso, la piedad viene a ser el sentimiento humano que nos lleva a cuidar, ayudar, perdonar, comprender o asistir a quien padece sufrimiento o angustia. Una virtud de la que también hoy día carecen quienes dominan el mundo. Si no fuese así, se habría evitado ya hace mucho tiempo -porque hay recursos de sobra para ello- el hambre y la miseria en la que viven cientos de millones de personas. No habría terrorismo, ni los conflictos entre naciones se resolverían con matanzas de población y genocidios, ni mediante las guerras tan crueles que estamos viviendo.

Finalmente, la derecha mediática y política desprecia o incluso se ríe a tumba abierta de las alusiones al amor que Pedro Sánchez hace en su carta.

Es curioso, penosamente curioso, que las dos acciones que quizá pueden propiciar más bienestar al ser humano, la política y el amor, estén hoy día tan despreciadas. En la Grecia clásica se llamaba idiotas a quienes se despreocupaban de los asuntos públicos, de la política. En nuestros días, a base de convertirla en fango sucio, hay posiblemente más idiotas que nunca. Nos tenemos que hacer idiotas para no morirnos de asco. Y quizá sea porque los idiotas tampoco analizan ni razonan por lo que no apreciamos el amor y lo banalizamos. Porque, como escribió el filósofo y literato francés Alain Badiou en su Elogio del amor, «amar es una forma de pensar».

No es difícil deducir que el desprecio como rasgo común brota, en suma, de una poderosa raíz: la inhumanidad.

¿La reforzamos o, por el contrario, nos congraciarnos con nuestra auténtica naturaleza de seres adictos al amor que «dependemos, para la armonía biológica de nuestro vivir, de la cooperación y la sensualidad, y no de la competencia y la lucha,» como escribió el biólogo chileno Humberto Maturana? Esa, creo yo, es la cuestión.

https://juantorreslopez.com/pedro-sanchez-frente-al-desprecio-y-la-inhumanidad/