viernes, 31 de marzo de 2023

Ningún 'comprabebés' es mejor que Anita.

Comerciar con el ser humano es una aberración. Sólo no lo es para quienes consideran que el dinero es el dios ante el que se arrodillan la razón y la biología, la mente y el cuerpo

— Ana Obregón reaviva la polémica sobre la gestación subrogada en España: ilegal salvo que tengas dinero para hacerlo fuera.

El contrato de gestación es ilícito en virtud de la indignidad de su contenido ontológico
Francisco Lledó

Anita no es peor que cualquier otro compra bebés.

Las circunstancias concretas no alteran el juicio sobre la conveniencia de permitir que el dinero compre a mujeres pobres para sustituir lo que la naturaleza no permite o, incluso, para satisfacer los deseos de las que pueden pero no quieren. En esto deberían coincidir todos aquellos que no adoran al dios dinero ni al dios deseo.

Ordalías televisivas. Juicios tumultuarios. Linchamientos. Todo tan entretenido como en los albores de la humanidad. Juzgar y condenar es el hobby perfecto de toda sociedad. En bandería es más fácil perder el sentido del análisis ético y del principio moral para caer en un despelleje vil e irracional de personas concretas, sin ser capaces de centrar el verdadero problema y sin reconocer que una vez hallada la solución moral ésta debe ser universalmente válida. Imperativo categórico: Actúa de modo y manera que la máxima de tu voluntad pueda ser elevada a ley de categoría universal. Resumen, lo que valga para uno, vale para todos; lo que no valga para uno, no vale para ninguno. Tomen nota. Cuando se alcance el principio general, y sólo entonces, se podrá aplicar al caso particular.

Comprar gestaciones no es moral. La biología humana no puede ser sujeto de compraventa. Los bebés no se compran ni se venden. Los gametos no se compran y se venden. Los úteros no se compran ni se alquilan. Los órganos no salen a subasta. Los cuerpos de las mujeres no son objetos sujetos a negocios jurídicos de compra, venta y alquiler. Subrogar es un acto por el que una persona sustituye a otra en los derechos y obligaciones propios de determinada relación jurídica; la maternidad no es una mera relación jurídica. Como bien dice Lledó: “el contrato de gestación es un contrato ilícito en virtud de la indignidad de su contenido ontológico, al pretender erigir a la persona en objeto del contrato, cual si se tratara de algo material y patrimonializable”. Un bebé no es patrimonializable, no puede pasar a forma parte de los bienes de otro. Por ese motivo la ley española (14/2006) considera en su artículo 10 que “será nulo de pleno derecho el contrato por el que se convenga la gestación, con o sin precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del contratante o de un tercero”. Da igual desde dónde se contemple -desde el feminismo, desde la religión, desde la legalidad, desde la filosofía, desde la ética laica- comprar crías humanas no es aceptable. Comerciar con el ser humano es una aberración. Sólo no lo es para quienes consideran que el dinero es el dios ante el que se arrodillan la razón y la biología, la mente y el cuerpo; sólo no lo es para los que creen que su mero deseo hace girar al mundo. Narcisistas y adoradores de Mammón.

El hecho es uno y su moralidad o aceptación no depende de las circunstancias que lo rodean, de si nos cae bien el colectivo que lo realiza o no, de la edad, de la riqueza del actuante, de su desesperación o de la magnitud de sus ansías. Nada de eso altera el juicio moral y ético sobre un acto. El caso de Ana Obregón ha desatado una oleada de críticas de proporciones bestiales, incluso de sectores a los que no se vio criticar así ni a Miguel Bosé ni a Ricky Martin ni a Kike Sarasola ni a Miguel Poveda o Tamara Gorro. Muchos de los que berrean hoy contra Anita no lo harían si se tratara de un matrimonio de hombres o de una pareja heterosexual que no consiguiera concebir. Mas todos esos casos son iguales: la obtención por dinero de lo que la biología no permite alcanzar. Así que a muchos no es que les importa la ilicitud de la utilización espuria del cuerpo de las mujeres o la explotación de su necesidad sino que están criticando otras cositas contra las que, ahí sí, yo me voy a manifestar.

La edad de una mujer. A Anita le ha caído la del pulpo, según chillan algunos, no por explotar a otras mujeres sino por su edad (68). La propia Ana Rosa Quintana se ha despachado poniendo el foco en ese aspecto y no en la compra mediante precio de un bebé que no se puede obtener de otra manera. Este aspecto es importante porque cuando un hombre de esa edad o superior consigue engendrar de forma natural, no se produce este debate. También se la liaron a una médica gallega, Lina Álvarez, porque parió, ella sí, a una hija a los 62 con ayuda de la ciencia. Lo gestó y lo parió pero dijeron que era muy mayor. Eso es edadismo. A Obregón me la critican por lo que ha hecho y no por la edad de la mujer que lo ha hecho. Lo contrario es machismo. A Lina no me la critican porque no ha explotado a nadie y porque si no lo hacen con los ancianos que fecundan jovencitas, tampoco lo hacen con ella. Además si consideran que una mujer mayor de 60 no puede cuidar a un niño ¡dejen de tirar de las abuelas para ello!

No existe un derecho a cumplir los deseos. No existe un derecho a tener hijos. La biología se niega a que en muchos casos el amor sea fértil, por mil causas, incluido el hecho de que dos hombres pueden amarse pero no pueden procrear. Así son las cosas. Si lo admiten para unos, tendrán que admitirlo para todos y con todas las consecuencias, incluida la de que en unos años ni una mujer de clase alta estropee su cuerpo o su carrera con un embarazo. Si lo rechazan para este caso, tendrán que rechazarlo igualmente para el caso del matrimonio hetero que lo ha probado todo y que se acaba yendo a comprar el cuerpo de una ucraniana para tener un bebé blanquito y rubio. Lo que no pueden hacer es la trampa que intenta el PP y la espabilada de Villacís: vale sí, pero sólo si lo gesta un unicornio. Porque lo cierto es que la existencia de mujeres que ofrezcan su cuerpo durante nueve meses -con todas las consecuencias físicas derivadas de ello- y regalen un parto es igual de creíble que la de los seres mitológicos con cuerno.

En España lo que acaba de hacer Obregón, como tantos otros, no es lícito. Lo que sucede es que por vía de hecho acaba siéndolo. Recuerden la que se lió cuando la ministra Delgado intentó paralizar la filiación de los bebés procedentes de vientres de alquiler. Se la liaron parda. El mayor interés del menor es lo que se alega, porque un bebé tiene derecho a tener unos padres y un nombre y una nacionalidad. Mientras exista ese coladero, la legislación española será papel mojado y sólo se aplicará a los pringados. Acaba la policía de actuar en dos casos en una semana para impedir casos de bebés de vientre de alquiler en territorio patrio. Eran pringadetes, claro, habían pagado 3.000 euros por el bebé, pero su acto era exactamente igual de execrable que el de quien ha pagado 170.000.

Una mujer no es un vientre. El ser humano no se patrimonializa.

Ningún compra bebés, ningún explota mujeres, es mejor que Anita.

CÓMO HACER BOLLOS SUECOS DE CANELA O CARDAMOMO EN CASA

Se han hecho tan populares en las cafeterías de especialidad españolas que ya podrían empadronarse. Aquí tienes una receta para preparar estos dulces con cardamomo o canela de la forma más sencilla posible.

La burbuja de las cafeterías de especialidad trae consigo una forma de presentar la repostería un tanto diferente a la que se realiza tradicionalmente en España. Países como Suecia y Dinamarca han servido de referente en cuanto a los dulces que se preparan, tomando especial notoriedad los bollos o rollos de canela o de cardamomo. Estas deliciosas bombas de mantequilla, azúcar, cardamomo y harina son relativamente sencillas de preparar (aunque, como cualquier masa de este tipo, requieren algo de tiempo y dedicación).

Tener un robot de cocina facilita el proceso de amasado, ya que hay que invertir tiempo y energía para desarrollar adecuadamente el gluten (aunque también puedes dejar que el tiempo amase por ti). El objetivo es conseguir una masa que sea elástica, que al estirarla sea translúcida y sin grietas. Si no conseguimos este grado, tampoco pasa nada; mientras no sea un mazacote agrietado, todo irá bien.

Sobre su presentación, hay una determinada forma de enrollarlos y recibe el nombre de nordic knot: con la masa en tiras ya cortadas, la estiramos de los extremos mientras la balanceamos para que golpee la mesa. Con nuestra mano dominante, colocamos un extremo en nuestro dedo corazón, sujetándola con el pulgar, y usamos el dedo índice como apoyo. Rodeamos estos dos dedos con la porción de masa dos veces y, con la porción que queda libre, nos la llevamos al centro y la pasamos por arriba, metiéndola en el hueco. Quedarán espacios sin rellenar, pero con la fermentación posterior y el cocinado se rellenarán. También podemos darle una forma circular siguiendo el mismo método anterior y, all final, simplemente unir los extremos. Dicho esto: dadle la forma que queráis y os sea más sencilla: esta es la parte más entretenida del proceso.

Estos bollos congelan realmente bien, así que podéis darles forma y congelarlos en una bandeja para, posteriormente, guardarlos en bolsas. También podéis cocinarlos todos y congelar los que no vayáis a comeros, bañándolos antes de meterlos en el horno o microondas con un almíbar de azúcar, miel y agua para que se rehidraten. Por supuesto, podéis cambiar las especias: es una masa muy versátil que admite tanto chocolate u otras especias -canela o clavo, por ejemplo- como salados: eliminad el azúcar de la ecuación y meted aceitunas, tomate, tomillo o queso. Como siempre, lo que tengáis en mente y al alcance, siempre que no vaya a cambiar la estructura de la masa, es válido.

Dificultad

Como toda repostería, tiene trabajo si quieres ser perfeccionista. Por lo tanto, viva el caos.

Ingredientes para la masa

Para 35 unidades de 55-65 g cada una
825 g de harina de trigo para repostería
375 g de leche
185 g de mantequilla a temperatura ambiente
150 g de azúcar blanco
50 g de levadura fresca (o 16,5g de levadura seca de panadería)
18 g de cardamomo molido (o canela)
1 cucharadita de esencia de vainilla
3 pellizcos de azafrán en hebras
10 g de sal fina
Para el relleno

175 g de mantequilla tostada y atemperada
50 g de mantequilla sin tostar a temperatura ambiente
175 g de azúcar blanco o moreno
20 g de cardamomo molido (o canela)
Una pizca de sal

Para servir

50 g de azúcar blanco
10 g de cardamomo molido (o canela)
30 g de miel

Preparación

Calentar 175 g de mantequilla hasta que se tueste y torne color caramelo. Retirar y refrigerar para que endurezca (esto lo podemos hacer con unos cuantos días de antelación).

Añadir los 375 g de leche a un cazo pequeño junto a las hebras de azafrán y calentar para que active los aromas y se tiña la leche (no debe hervir ni estar demasiado caliente al tacto).

Añadir todos los ingredientes de la masa en un cuenco -o el recipiente de un robot de cocina- y mezclar a muy baja potencia para que se integren. Una vez conseguido esto, subir a potencia media (o si lo hacemos a mano, amasar con energía). Trabajar entre 15 y 30 minutos, hasta que el gluten esté bien desarrollado.

Espolvorear la mesa con un poco de harina y extender la masa de forma rectangular. Cubrir con papel film y refrigerar 45 minutos para que se relaje.

Mientras tanto, mezclar los ingredientes del relleno y dejar a temperatura ambiente.

Pasado el tiempo, sacar la masa del frigorífico, quitar el papel film y extender sobre la mesa con un poco más de harina. Dar forma rectangular.

Añadir la mezcla del relleno sobre la masa, extendiéndola por completo. Doblarla sobre sí misma. Amasar con un rodillo para darle una forma rectangular, trabajando las esquinas.

Cortar tiras de entre 40 y 60 gramos cada una y darles forma (ver vídeo).

Poner la bandeja con los bollos en un lugar cálido y dejar que leuden unos 45 minutos. Precalentar el horno a 200ºC con ventilación y un poco de vapor (si no tenemos esta opción, poner una bandeja con agua caliente a altura baja dentro del horno).

Cocinar los bollos de cardamomo durante 10 – 11 minutos a altura baja, justo encima de la bandeja con agua (si se usa).

Mezclar los ingredientes para servir en un cazo a fuego medio hasta que se integren y pincelar directamente los bollos al sacarlos del horno. Esperar 10 minutos y servir.

Si haces esta receta, comparte el resultado en tus redes sociales con la etiqueta #RecetasComidista. Y si te sale mal, quéjate a la Defensora del Cocinero enviando un mail a defensoracomidista@gmail.com.

jueves, 30 de marzo de 2023

_- Si comer sano reduce la mortalidad, ¿por qué no nos obligan a hacerlo? Pese a los riesgos para la salud pública de muchos alimentos, el respeto a la libertad de elegir o el peso de la industria alimentaria provocan que no haya soluciones simples

_- Pese a los riesgos para la salud pública de muchos alimentos, el respeto a la libertad de elegir o el peso de la industria alimentaria provocan que no haya soluciones simples

La revista de la Asociación Estadounidense del Corazón publicaba hace unos días un artículo en el que estimaba los beneficios de cumplir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el consumo de sal. Solo en Australia, donde se llevó a cabo el estudio, reducir en un 30% la ingesta de sodio que se toma con la sal de aquí a 2025 evitaría 1.700 muertes prematuras cada año y 7.000 diagnósticos de enfermedad cardiaca, renal y de cáncer de estómago. Otro análisis de 2021, publicado en la revista Circulation, calculaba que alcanzar los objetivos de la Iniciativa para la Reducción de la Sal y el Azúcar en EE UU, que requiere un descenso del 20% de los alimentos envasados y un 40% en las bebidas azucaradas, supondría una reducción de 490.000 muertes por enfermedad cardiovascular y 750.000 casos de diabetes a lo largo de varias décadas.

Los beneficios de la reducción de azúcar, sal, grasa y alimentos ultraprocesados en general serían claros y muchas transformaciones sociales muestran lo que se pueden conseguir con políticas públicas decididas. La mejora de las carreteras y los vehículos, unida a las campañas de concienciación y el fomento del uso de medidas de seguridad como el cinturón, hicieron posible reducir en un 80% la mortalidad en carretera en España en 30 años. Si los daños de una mala alimentación son igual de diáfanos, ¿sería posible alcanzar los objetivos que prevén los estudios obligando a la gente a comer bien?

Manuel Franco, epidemiólogo de la Universidad de Alcalá y profesor de la Universidad Johns Hopkins (EE UU), destaca que este tipo de cambios en la reducción de la sal o del azúcar tienen que ser poblacionales. “Debe producirse en el entorno, que no tenga que tomar yo la decisión de elegir entre un alimento con mucha sal y uno con poca cada vez que voy a comer, porque eso no va a funcionar. La gente, y sobre todo la que tiene menos recursos, tiene poco tiempo para cocinar y para elegir comida sana, así que es necesario que haya unas políticas que hagan que la decisión ya esté tomada”, explica.

El éxito de esas medidas poblacionales lo estudió Franco junto a varios colaboradores en una experiencia histórica drástica. Tras la caída de la Unión Soviética, en 1991, EE UU endureció el embargo contra Cuba y aquella combinación de desgracias provocó una intensa crisis económica en la isla conocida como el Periodo Especial. Los cubanos pasaron de consumir 3.000 calorías diarias a unas 2.200 y la escasez de combustibles los obligó a caminar a todos lados o a utilizar la bicicleta. En un estudio publicado en la revista British Medical Journal, Franco mostró que aquel cambio radical de estilo de vida, que los isleños recuerdan como un periodo desgraciado, produjo beneficios para su salud. La combinación de dieta y ejercicio provocó una pérdida generalizada de cinco kilos por persona en todo el país que mejoró muchos indicadores importantes de salud. El análisis de la salud de los cubanos entre 1980 y 2010 mostró que esa bajada de peso dejaría en la mitad las muertes por diabetes, en un tercio las causadas por enfermedad coronaria y reduciría los casos de ictus.

Pese a los resultados positivos de aquel experimento involuntario, es improbable que ninguna sociedad apoyase un Gobierno que la sometiese a un periodo especial, por mucho que le prometiese mejoras para la salud, ni que ningún Gobierno se atreviese a plantear ese proyecto. Además, según apunta el nutricionista Juan Revenga, “existe una industria muy potente alrededor de estos productos que perjudican nuestra salud, de la que dependen muchos empleos, y que existe porque se compran los productos y se compran porque nos gustan”.

En los últimos años, impulsados por una conciencia social y política sobre el impacto de la alimentación sobre la salud, se han tomado algunas medidas que han reducido el consumo de elementos como la sal o el azúcar que, junto con la grasa, hacen tan atractivos los alimentos procesados. La Asociación Española de Bebidas Refrescantes (ANFABRA) ha prometido una reducción acumulada del 53% en el contenido de azúcar de sus productos entre 2020 y 2025. El Gobierno puso el año pasado un límite a la cantidad de sal en el pan que, se estima, reducirá en un 20% el consumo medio de los españoles de este ingrediente, que es algo superior a los nueve gramos diarios. Incluso con la reducción, la cantidad quedaría por encima de los entre dos y cinco gramos diarios que recomienda la OMS.

Respecto al azúcar, en 2021, el Gobierno incrementó el IVA de las bebidas azucaradas y edulcoradas del 10% al 21%. Un análisis de los efectos de la medida del Centro de Políticas Económicas de ESADE mostró que, aunque no tuvo repercusión en los hogares de ingresos medios y altos, supuso una reducción del consumo de 11 litros de bebidas azucaradas por hogar, un 13%, entre el tercio de hogares con menor nivel económico, y un 10,5% menos en el consumo de aperitivos. El valor de los impuestos para cambiar comportamientos ha mostrado también su utilidad con el tabaco, con ejemplos como Colombia, donde tras triplicar la tasa por cada cajetilla se produjo un descenso del consumo del 34%.

Beatriz Blasco Marzal, directora general de Anfabra, considera que la autorregulación “ha mostrado que se puede avanzar” sin quedarse en “medidas parciales”, como califica los impuestos a las bebidas refrescantes. Blasco asegura que en su sector, que supone un 2,1% de la ingesta calórica de los españoles, están “comprometidos con la reducción del consumo de azúcar en la población”, y recuerda que las bebidas con poco o nada de azúcar ya supone el 60% de su negocio. Además, menciona otras medidas tomadas por la industria por iniciativa propia que, al menos en parte, reconocen que sus productos no son completamente saludables. “Nosotros tenemos el compromiso de no dirigir publicidad de nuestros productos a menores de 13 años, no vender ningún tipo de refresco en centros de educación primaria y solo bebidas bajas en calorías o sin calorías en los de secundaria”, señala.

Ramón Ortega, profesor de Bioética, Antropología de la Salud y Comunicación humana, ha explorado otras técnicas para condicionar los comportamientos de grupos de personas respecto a la alimentación sin coartar su libertad, calificadas como paternalismo libertario. “El paternalismo está muy presente en nuestras vidas. Un caso es el cinturón de seguridad, que nos obligan a usar por nuestro bien, pero sin dejarnos la libertad de elegir, o la prohibición de ciertas sustancias como la heroína”, explica Ortega. El paternalismo libertario estaría en un punto intermedio que consistiría en explotar los sesgos cognitivos de la población para que incrementar la probabilidad de que la gente tome una decisión que se considera beneficiosa para ellos sin obligarles directamente.

“Un ejemplo es lo que se hizo en los comedores de Google. Allí, para reducir el consumo de refrescos y de otras bebidas azucaradas disponibles en sus máquinas dispensadoras, las colocaron en un lugar menos visible que el agua”, cuenta Ortega. “Con esa medida lograron que se aumentase en un 47% el consumo de agua”, añade. Otros ejemplos de estos empujones por nuestro bien, descritos por Ortega en un artículo reciente en The Conversation, son ofrecer por defecto carne y pescado con ensalada en los comedores de los colegios, pero dando también la posibilidad de pedir patatas fritas, o, como se hizo en Argentina, retirar los saleros de las mesas de los restaurantes y que sea el cliente quien lo pida si quiere.

El investigador de la Universidad Nebrija reconoce que estos empujones “se hacen desde una cierta manipulación, sin buscar la aceptación de una medida de forma racional”. Sin embargo, considera que es una alternativa a medidas más restrictivas de salud pública cuando la salud de la comunidad se considera un objetivo superior a la autonomía del individuo. Además, recuerda que desde la industria alimentaria también se utilizan esos sesgos cognitivos para orientar nuestro comportamiento, “como cuando se colocan alimentos básicos como la carne o el pescado al fondo del supermercado para hacernos pasar antes por delante de otros productos como los dulces o las patatas fritas”.

Cuando se plantea la posibilidad de alejar de los ciudadanos las tentaciones en forma de alimentos poco saludables, se apela con frecuencia a la libertad de elección de los consumidores y de las empresas para ofrecer sus productos. Sin embargo, la libertad ya está condicionada. La gran cantidad de azúcar, sal y grasas en los alimentos procesados, con frecuencia en combinaciones que no se encuentran en la naturaleza, producen intensos efectos en nuestro cerebro que hacen que después una comida sin mucha sal no nos sepa a nada o que el agua nos resulte anodina frente a las bebidas con sabor a azúcar. Algunos investigadores como Ashley Gearhardt, de la Universidad de Míchigan (EE UU) y Johannes Hebebrand, de la de Duisburgo-Essen (Alemania) han analizado la capacidad adictiva de algunos alimentos.

Gearhardt plantea que ciertos productos, como la pizza, las patatas fritas o las hamburguesas, comparten algunas características con sustancias adictivas que hacen difícil controlar su ingesta, aunque sepamos que no nos hacen bien. Entre otras cosas, la industria de la alimentación ha modificado alimentos que se encuentran en la naturaleza para que tengan una absorción más rápida y generen una sensación de placer más intensa, de un modo similar a lo que sucede con la hoja de coca cuando se procesa para producir cocaína. Hebebrand, que discrepa sobre el término adicción a la comida, considera que el consumo excesivo de determinados productos se debe a su omnipresencia en lugares como los supermercados y a la gran variedad, que mantiene el interés de los consumidores por esos productos poco saludables.

Manuel Franco cree que volver a disfrutar de alimentos con menos sal y azúcar y menos procesados será un camino largo: “No nos vamos a convertir todos en flexitarianos de la noche a la mañana, ni vamos a disfrutar de repente con el pan sin sal, ni vamos a poder dedicar tres horas al día a comprar y cocinar, porque eso requeriría un cambio brutal en la economía y la sociedad”. Además, la industria, que en algunos casos ha manipulado la ciencia, como hizo la del tabaco para tapar sus efectos nocivos, “no solo es muy potente, sino que nos da de comer”, prosigue Franco. “Podemos vivir sin tabaco, pero no sin industria alimentaria, así que hay que convivir mientras vamos impulsando cambios”, reconoce. Revenga, que cuestiona incluso el valor de medidas como la reducción de sal en los procesados, “porque pueden dar la sensación de que es seguro consumir un producto que sigue siendo insano”, cree que uno de los pasos importantes para cambiar a nivel social es “que se empiece a enseñar en la escuela lo que sabían tan bien nuestras madres: a comprar y a cocinar, que ya nadie sabe”.

Lo que las películas me enseñaron a ver

Cate Blanchett me sedujo en Tár. El desastre ecológico de la década de 1980 en Ruido de fondo me resultó inquietantemente familiar en nuestra época de cambio climático. Me sorprendió lo oscura que fue Pinocho, de Guillermo del Toro, en comparación con la versión animada de Disney que vi de niña en el sur de Jersey a principios de los sesenta.

Como todos los años, vi los Globos de Oro y veré los premios Oscar en marzo. Me da curiosidad saber si mis películas favoritas ganarán el premio a la mejor película u otros galardones.

A mucha gente le gusta el cine, pero a menudo le sorprende que a mí también me guste, porque soy legalmente ciega. No veo una película igual que una persona vidente, pero la experiencia abre todo un mundo para mí.

Al igual que muchas otras personas que son legalmente ciegas, como yo lo he sido toda mi vida, sí tengo algo de visión. Veo colores, veo movimiento y veo caras, aunque no reconozco de quién son a menos de que estén muy cerca. Puedo escribir en mi iPad y mi computadora, y leer en mi Kindle si agrando la letra lo suficiente. Puedo ver películas o la televisión si estoy cerca de la pantalla.

Debo mi condición de cinéfila a mis padres, que ya fallecieron. Ellos me querían. No habían conocido a ninguna persona ciega o con baja visión antes de que yo naciera y, quizá por eso, nunca me pusieron límites estrictos sobre lo que debía o no debía hacer. “Queríamos que hicieras y disfrutaras lo más posible de lo que hacían los demás niños”, me decía mi madre. Y así, el cine.

Cada año, mis padres me llevaban a ver a un oftalmólogo. Era un hombre amable que me veía entera, no solo un par de ojos estropeados. “Su visión siempre será deficiente”, les dijo a mis padres, “pero Kathi aún está aprendiendo a usar la visión que tiene”.

Ver películas, me aconsejó el buen doctor, me animaría a asimilar imágenes. A fijarme en los rostros y los gestos de la gente, en el aspecto de los paisajes, las casas y otros espacios y lugares.

Mis padres, cinéfilos, no necesitaron ningún estímulo para exponerme a la gran pantalla. En mi pequeña ciudad, todos los sábados por la tarde, los niños hacían fila para ir al cine. Con un cuarto de dólar en la mano, iba con mis amigos a ver el estreno más reciente junto con los avances y los dibujos animados que le precedían.

Mi abuela me decía que sonriera cuando me tomaba una foto, pero yo no tenía ni idea de lo que era una sonrisa. No sabía de qué hablaba mi padre cuando me decía que no torciera el labio. Más tarde me emocioné al descubrir cómo era sonreír y bailar cuando vi a Dick Van Dyke y Julie Andrews en Mary Poppins. Me estremecí al mirar los ojos deliciosamente malvados de Cruella de Vil en 101 dálmatas.

En el cine, por primera vez, cerca de la gigantesca pantalla del proyector, pude ver puños cerrados, muecas, sonrisas, asentimientos, así como otras expresiones y gestos. Antes, no habría tenido ni idea de lo que era un truco de vida, o life hack. Pero eso ha sido el cine para mí.

En la vida real, a menudo tengo problemas para reconocer el ambiente en el que estoy porque rara vez veo las expresiones faciales, los gestos o lo que llevan puesto las personas a menos que esté muy cerca de ellas. A menudo me pierdo información visual que da pistas a las personas videntes sobre las personas con las que salen, se enamoran, se casan, tienen hijos, socializan y trabajan. No puedo ver cómo se gesticula para llamar la atención de un mesero cuando cenas en un restaurante o cuando alguien coquetea conmigo o pone los ojos en blanco.

No pretendo ver lo que ven las personas videntes en las películas, pero veo lo suficiente. A veces también utilizo la audiodescripción, una forma de narración que permite a los ciegos y a las personas con baja visión acceder a los elementos visuales de las películas y otros medios.

Sí, muchas veces no puedo saber qué arma se utiliza en un asesinato misterioso o el tamaño del anillo de compromiso que un enamorado ha escondido en el postre de su persona amada. Pero lo que más me gusta es la experiencia cinematográfica: la sensación de que las imágenes se mueven por la pantalla mientras nosotros nos desplazamos por el espacio y el tiempo. Y, como las películas se proyectan en una pantalla grande, con primeros planos de parejas enamoradas, números musicales, batallas y escenas callejeras, puedo ver lo que de otro modo rara vez soy capaz.

Mi vida cotidiana, como la de todas las personas que he conocido, no es como la de las películas. No estoy, como Norma Desmond, preparándome para mi escena en primer plano. He tenido algunos romances encantadores, pero nunca tan mágicos como en Historias de Filadelfia. Tengo momentos de pavor existencial. Pero no soy Laurence Olivier en Hamlet.

Sin embargo, el mundo imaginario de las películas me ha ayudado al darme vistazos insustituibles, incluso mágicos, de cómo funciona el mundo. Viendo películas comprendí por primera vez a lo que se refería la gente cuando afirmaba que alguien sonreía, gruñía o se encogía de hombros. Hoy no me desconcierta que me pidan que sonría para una foto. Algún día aprenderé a poner los ojos en blanco.

Las películas han sido un anillo decodificador que me ha ayudado a dar sentido al mundo. Me han enseñado a ir más allá, a imaginar más allá del arcoíris y la luz de la luna salvaje, e incluso a enorgullecerme de cómo las veo de formas que no todo el mundo ve. El desenfoque, la necesidad de acercarse mucho, de prestar una atención exquisita puede ser hermoso.

Kathi Wolfe es autora del poemario Love and Kumquats.

https://www.nytimes.com/es/2023/01/15/espanol/opinion/peliculas-debil-visuales.html

miércoles, 29 de marzo de 2023

Memoria, golpe e intelectuales

Vamos a dejar las cosas en claro, decía Osvaldo Bayer: Ni Hitler fue un accidente de trabajo, ni las dictaduras de las fuerzas armadas en la Argentina se dieron por casualidad, sino que fueron el resultado de una sociedad insolidaria, superficial, egoísta, falta de ética, exitista, donde el poder económico impuso a sangre y fuego el plan económico diseñado en Estados Unidos, que daba espacio, también a sus apetencias de riqueza y control.

Se cumplieron 47 años del sanguinario golpe de Estado en Argentina, que dejó más de 30 mil desaparecidos y al que pocos intelectuales enfrentaron. Las estadísticas sobre intelectuales asesinados, secuestrados, apresados o expulsados del país por la Junta Militar argentina, desde marzo de 1976, no explican en absoluto la sistemática destrucción de una cultura, porque –como sucede a menudo, como en este caso-, ocultan más de lo que revelan.

Explicar que en el lapso de 18 meses centenares de físicos, químicos y matemáticos, de periodistas y ensayistas, de narradores y poetas fueron arrancados de sus camas en medio de la noche, arrastrados desde el vestíbulo de los cinematógrafos hasta los automóviles policiales (o militares) ante el estupor y el silencio de las muchedumbres o abandonados en tierras baldías y pasajes sin salida con 40 balazos en el cuerpo, es explicar demasiado poco.

Idéntica suerte padecieron, en el mismo lapso, miles de jefes obreros, de huelguistas, de estudiantes, de marginales sin nombre. Hay infinitas formas de tormento que tampoco aparecen en las estadísticas, y testimonios de horror que se habrán perdido para siempre en las mordazas de los oprimidos.

Listas negras que incluían a Julio Cortázar, María Elena Walsh, Héctor Alterio, Federico Luppi y Mercedes Sosa; planes para perpetuarse en el poder; órdenes para cambiar de manos la única fábrica argentina de papel para periódicos; instrucciones para contestar las preguntas de los organismos internacionales sobre las personas desaparecidas figuran en unos 1.500 archivos secretos que halló personal de la Fuerza Aérea en 2013.

Las aguas quedaron divididas de una vez para siempre en la Argentina: de un lado se situaron los escritores que, como Jorge Luis Borges o Víctor Massuh (un especialista en filosofía de la religión a quien la Junta Militar encomendó la Embajada ante la Unesco), sostenían que la matanza era una cruzada de caballeros y la aniquilación nacional de la cultura, una obra necesaria de salud pública.

Junto a ellos se colocó el coro de los que asintieron en silencio o se amurallaron tras la convicción de que aún son posibles las torres de incontaminada literatura en estas tierras de desastre: Manuel Mujica Láinez, Eduardo Mallea, Victoria Ocampo, Sara Gallardo, Silvina Bullrich. Del otro lado fueron cayendo los impuros, los que creen que en la literatura o en la vida no está comprometida solo una parte del ser: Julio Cortázar, David Viñas, Daniel Moyano, Antonio Di Benedetto, Haroldo Conti.

Cortázar fue el argentino que se puso a la par de un intelectual como Thomas Mann, quien había conmovido al mundo con sus denuncias a los crímenes del nazismo, con sus vibrantes discursos de la serie «Oíd, alemanes».

En 1979, cuando Cortázar hace esa declaración sobre los asesinatos de la dictadura, la opinión pública del exterior había sido sacudida por el informe de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA acerca de la verdad de la cruel represión argentina. Un documento oficial, incontrastable, redactado por representantes de los países americanos, que descarta totalmente la teoría de los dos demonios. La dikctadura repondía “los argentinos somos derechos y humanos”. Las paredes respondían “los argentinos somos deshechos humanos”.

Bastaría leer las declaraciones de Mujica Láinez, en el diario español La Vanguardia del 10 de octubre de 1979, donde rechazaba las aseveraciones de Cortázar que había acusado al gobierno de Videla de cometer un genocidio cultural en la Argentina, con el asesinato de escritores, la quema de libros y las listas prohibitivas de hombres y mujeres de la cultura.

Como ejemplo de que en la Argentina no sucedía eso, Mujica Láinez señaló: «En la Argentina estamos allí muy tranquilos. Estamos todos, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, todos los grandes. –y agregó con humorismo– Nada nos hubiera costado ir a París, como los reprimidos de otros países, nadie nos lo impide, nos dan el pasaporte en cuanto lo pidamos». El 11 de octubre de 1979 el escritor colombiano Gabriel García Márquez, en el diario El País de Madrid, le escribió una carta abierta a Mujica Láinez.

Gabo decía: «si interpretamos bien sus palabras, hay que entender que sólo ustedes, los escritores grandes, están muy tranquilos en la Argentina. Sin embargo hay dos, que yo considero muy grandes y que no están tan tranquilos como ustedes: me refiero a Rodolfo Walsh y a Haroldo Conti que hace ya varios años que fueron secuestrados por patrullas de la represión oficial y que nunca más se ha sabido de ellos. Usted y todos los escritores grandes que cita, serían todavía mucho más grandes si sacrificaran un poco de su tranquilidad y su grandeza y le pidieran al gobierno argentino un par de esos pasaportes tan fáciles para Rodolfo Walsh y Haroldo Conti».

Ninguno de los “grandes escritores” fue capaz de denunciar en el exterior el tema de los desaparecidos o de la represión cultural. Silvina Bullrich atacó también a Cortázar, escribiendo que «ni Borges, ni Mallea, ni Sábato se fueron». Asimismo, Ernesto Sábato escribió en Clarín, el 5 de julio de 1980: «En la Argentina la inmensa mayoría de sus escritores, de sus pintores, de sus músicos, de sus hombres de ciencia, pensadores, están en el país, y trabajan. Cometen una gran injusticia los que están afuera del país pensando que acá no pasa nada y que es un tremendo cementerio».

El viernes 25 de marzo de 1977, cuando la Junta Militar argentina cumplió un año en el poder, Rodolfo Walsh distribuyó en la puerta de la Casa de Gobierno, en la sede de la embajada estadounidense, en las oficinas de la Curia Eclesiástica y en las agencias internacionales de noticias una Carta Abierta que es, desde entonces, un clásico en la literatura política de América Latina, y uno de los más incontestables documentos de denuncia contra los horrores del régimen.

Sobre esta realidad llegamos en Argentina a este 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, y en feriado nacional, no laborable e inamovible desde que la promulgó por ley del Congreso el presidente Néstor Kirchner.

Un 24 de marzo cuando el país aún cruje por la asfixia del Fondo Monetario Internacional y sus cómplices de la oligarquía agropecuaria y empresarial, esos que remarcan los precios de los alimentos todos los días, los que se quedan con el capital acumulado, los que achican los salarios como nunca antes, esos que se amparan en el lawfare de una justicia putrefacta –desde antes y después de la dictadura- a medida de los poderosos. Esos que odian todo lo que suene a progresismo pero se valen de él cuando lo ven temeroso y concesivo …

Hoy se tiende a colocar el eje en la recuperación de las libertades democráticas. Pero las libertades democráticas, si no van acompañadas de un mínimo hecho de justicia social, son por demás limitadas. Sin duda, valiosas, importantes, por las cuales vale la pena seguir peleando todo lo necesario, pero falta completarlas con otro ciclo, el de la justicia que falta en el país, de la cual obviamente se habla muy poco, y se ve mucho menos.

Aquellos grupos económicos organizaron el golpe de 1976 con la intención de destruir el aparato productivo desarrollado a partir de la década peronista de 1945 a 1955 que transformó al “granero”, que ayer (y todavía hoy) desean las potencias y los agroexportadores locales, en una Nación con sustitución de exportaciones, valor agregado industrial y derechos laborales y sociales.

Los grupos golpistas son las corporaciones dueñas del país actual, que tras impulso recibido durante el gobierno neoliberal y entreguista de Mauricio Macri, empobrecen, hambrean, endeudan al pueblo, manejan el mercado y producen una inflación que ya convirtió en “lujos” a la leche y el pan, el gas, el agua y la electricidad.

Esta democracia tiene límites muy serios, muy profundos, que de alguna manera hasta hace unos años todavía reconocía formas de “salvataje”, bajo algún mecanismo de fórmula reformista, un paso previo, un escalón para mejorar la situación. Pero ese escalón no es para subir, ese escalón es para bajar.

Por eso es necesario valorar cómo fue que el Estado argentino llegó a pedir perdón por todos los crímenes cometidos durante la dictadura, para luego escribir la política de Estado -Memoria, Verdad y Justicia- y anuló las leyes de impunidad y los indultos y se descolgaron los cuadros de los genocidas y se abrieron las puertas de los tribunales para juzgar los crímenes de lesa humanidad y las puertas de las cárceles para que ingresen, tras un juicio justo, (algunos de) los mayores criminales de la historia. Fue con y por la lucha popular.

Sobre este mundo llegamos hasta aquí y sobre este país que también cruje por la asfixia a la que lo somete el FMI y sus cómplices de cabotaje, esos que remarcan los precios de los alimentos a cuatro manos, esos que se quedan con el capital acumulado

Ocurre que hay una consigna que está dando vueltas. Que estos 40 años de democracia, con un 43 y pico de pobreza en el país, no es la razón por la que las y los 30.000 compañeros desaparecidos dieron todo lo que tenían. Que acá hay otras cuestiones que están pasando, de las cuales no se habla.

La socialdemocracia insiste en colocar el eje en la recuperación de las libertades democráticas. Pero las libertades democráticas, si no van acompañadas de un mínimo hecho de justicia, llamémosle justicia social, son libertades muy limitadas por cierto. Valiosas, importantes que deben completarse con otro ciclo, el de la justicia que falta en el país, de la cual obviamente se habla muy poco, y se ve mucho menos.

El paso del tiempo, lo que va comprobando, es que ese escalón no es para subir, ese escalón es para bajar. Y cada vez estamos bajando más y más escalones. Entonces, lo que nos tenemos que poner a pensar es, qué está pasando.

La memoria significa precisamente eso, preguntarnos el por qué de la violencia de abajo en respuesta a la violencia de arriba, el estudio de la sociedad argentina y sus reiteradas traiciones a la democracia y al pueblo. Dilucidar el por qué del fracaso de esa violencia realizada desde abajo, y el por qué de la increíble y tal vez ya insuperable crueldad de la represión militar argentina.

Para los socios del Pen Club, inventar demonios es mucho más fácil que preguntarse el por qué de las órdenes brutales de represión. La memoria en nosotros es imprescindible para que no se nos vuelva a sorprender con la desaparición y la tortura en la defensa de denominados valores occidentales y cristianos, decía Osvaldo Bayer.

El poeta español León Felipe ya lo decía: Los mismos hombres, las mismas guerras, los mismos tiranos, las mismas cadenas, los mismos farsantes, las mismas sectas ¡y los mismos, los mismos poetas! ¡Qué pena, que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente:

-- El alcohol, incluso en pocas cantidades, puede dañar tu salud.

_- Tras décadas de investigación confusa y, a veces, contradictoria, la evidencia reciente deja claro que beber un poco puede tener consecuencias negativas en el organismo. Lamento aguarte la fiesta, pero esa copa (o dos) de vino todas las noches no está mejorando tu salud.

Después de décadas de investigación confusa y, a veces, contradictoria (demasiado alcohol es malo para ti, pero un poco es bueno; algunos tipos de alcohol son mejores que otros; es broma, toda clase de alcohol es malo), el panorama está más claro: incluso las pequeñas cantidades de alcohol pueden tener consecuencias para la salud.

Una investigación publicada en noviembre reveló que entre 2015 y 2019, el consumo excesivo de alcohol provocó cerca de 140.000 muertes por año en Estados Unidos. Alrededor del 40 por ciento de esas muertes presentaron causas agudas, como accidentes automovilísticos, envenenamientos y homicidios. Pero la mayoría fueron causadas por padecimientos crónicos atribuidos al alcohol, como enfermedades del hígado y del corazón, así como cáncer.

Cuando los expertos hablan de las terribles consecuencias para la salud vinculadas al consumo excesivo de alcohol, la gente a menudo asume que se refieren a personas que tienen un trastorno por consumo de alcohol. Pero los riesgos para la salud derivados de beber también pueden provenir de un consumo moderado.

“El riesgo comienza a aumentar muy por debajo de los niveles que la gente piensa: ‘Ay, esa persona tiene un problema con el alcohol’”, dijo Tim Naimi, director del Instituto Canadiense para la Investigación del Uso de Sustancias de la Universidad de Victoria. “El alcohol es perjudicial para la salud a partir de niveles muy bajos”.

Si te preguntas si debes reducir tu consumo de alcohol, esto es lo que debes saber sobre cuándo y cómo el alcohol afecta tu salud.

¿Cómo sé si estoy bebiendo demasiado?
Técnicamente, “consumo excesivo de alcohol” significa cualquier cosa por encima de los límites diarios recomendados por las Pautas Alimentarias de Estados Unidos. Eso es más de dos bebidas al día para hombres y más de una bebida al día para mujeres.

También hay nueva evidencia “de que existen riesgos incluso dentro de estos niveles, especialmente para ciertos tipos de cáncer y algunos tipos de enfermedades cardiovasculares”, dijo Marissa Esser, quien dirige el programa de alcohol en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) de Estados Unidos.

Los límites diarios recomendados tampoco deben promediarse a lo largo de una semana. En otras palabras, si te abstienes de lunes a jueves y tomas dos o tres copas por noche el fin de semana, esas copas del fin de semana cuentan como consumo excesivo. Son tanto las copas acumuladas a lo largo del tiempo como la cantidad de alcohol presente en el organismo en cada ocasión lo que puede causar daños.

¿Por qué el alcohol es tan dañino?
Los científicos creen que el principal modo en que el alcohol causa problemas de salud es dañando el ADN. Cuando bebes alcohol, tu cuerpo lo metaboliza en acetaldehído, un químico tóxico para las células. El acetaldehído “daña tu ADN y evita que tu cuerpo repare el daño”, explicó Esser. “Una vez que tu ADN está dañado, una célula puede crecer sin control y crear un tumor canceroso”.

El alcohol también crea estrés oxidativo, otro tipo de daño en el ADN que puede ser particularmente nocivo para las células que recubren los vasos sanguíneos. El estrés oxidativo puede conducir a la rigidez de las arterias, lo que resulta en una presión arterial más alta y enfermedad de las arterias coronarias.

“Afecta fundamentalmente al ADN, y es por eso que afecta a tantos sistemas de órganos”, dijo Naimi. A lo largo de una vida, el consumo crónico “con el tiempo daña los tejidos”.

¿No se supone que el alcohol es bueno para el corazón?
El efecto que tiene el alcohol en el corazón confunde porque algunos estudios han afirmado que pequeñas cantidades de alcohol, particularmente el vino tinto, pueden ser beneficiosas. Investigaciones anteriores sugirieron que el alcohol aumenta el HDL, el colesterol “bueno”, y que el resveratrol, un antioxidante que se encuentra en las uvas (y el vino tinto), tiene propiedades protectoras para el corazón.

Sin embargo, “existe mucha evidencia reciente que realmente ha desafiado la idea de cualquier tipo de lo que llamamos un efecto cardioprotector o saludable del alcohol”, dijo Mariann Piano, profesora de Enfermería en la Universidad de Vanderbilt.

La idea de que una dosis baja de alcohol era buena para el corazón surgió probablemente del hecho de que las personas que beben pequeñas cantidades suelen tener otros hábitos saludables, como hacer ejercicio, comer mucha fruta y verdura y no fumar. En los estudios de observación, los beneficios para el corazón de esos comportamientos podrían haberse atribuido erróneamente al alcohol, según Piano.

Investigaciones más recientes han descubierto que incluso los niveles bajos de consumo de alcohol aumentan ligeramente el riesgo de hipertensión arterial y cardiopatías, y que el riesgo aumenta drásticamente para las personas que beben en exceso. La buena noticia es que cuando se deja de beber o se reduce el consumo, la presión arterial disminuye. El alcohol también está relacionado con un ritmo cardíaco anormal, conocido como fibrilación auricular, que aumenta el riesgo de coágulos sanguíneos e ictus.

¿Para qué tipos de cáncer aumenta el riesgo de alcohol?
Casi todo el mundo conoce la relación entre fumar cigarrillos y el cáncer, pero pocas personas se dan cuenta de que el alcohol también es un carcinógeno potente. Según una investigación de la Sociedad Estadounidense Contra el Cáncer, el alcohol contribuye a más de 75.000 casos de cáncer por año y casi 19.000 muertes por la misma causa.

Se sabe que el alcohol es una causa directa de siete tipos de cáncer: cabeza y cuello (cavidad oral, faringe y laringe), esófago, hígado, mama y colon rectal. La investigación sugiere que también puede haber un vínculo entre el alcohol y otros tipos de cáncer, incluidos el que afecta a la próstata y al páncreas, aunque la evidencia es menos clara.

En el caso de algunos cánceres, como el de hígado y el colon rectal, el riesgo solo comienza cuando se bebe en exceso. Pero en el caso del cáncer de mama y de esófago, el riesgo aumenta, aunque ligeramente, con cualquier consumo de alcohol. Los riesgos aumentan cuanto más bebe una persona.

“Si alguien bebe menos, corre menos riesgo que si bebe mucho”, afirma Farhad Islami, director científico sénior en la Sociedad Estadounidense Contra el Cáncer. “Incluso dos copas al día, una copa al día, puede asociarse a un pequeño riesgo de cáncer en comparación con los no bebedores”.

¿Qué enfermedad representa el mayor riesgo? 
En Estados Unidos, la causa individual más común de muerte relacionada con el alcohol es la enfermedad hepática alcohólica, que mata a unas 22.000 personas al año. Si bien el riesgo aumenta a medida que las personas envejecen y la exposición al alcohol se acumula, más de 5000 estadounidenses de entre 20, 30 y 40 años mueren anualmente a causa de una enfermedad hepática causada por el alcohol.

La enfermedad hepática causada por el alcohol tiene tres etapas: hígado graso alcohólico, cuando la grasa se acumula en el órgano; hepatitis alcohólica, cuando comienza la inflamación, y cirrosis alcohólica o cicatrización del tejido. Las dos primeras etapas son reversibles si deja de beber por completo; la tercera etapa no lo es.

Los síntomas de la enfermedad hepática alcohólica incluyen náuseas, vómitos, dolor abdominal e ictericia, un tinte amarillo en los ojos o la piel. Sin embargo, los síntomas rara vez surgen hasta que el hígado se ha dañado gravemente.

El riesgo de desarrollar enfermedad hepática alcohólica es mayor en los bebedores empedernidos, pero un informe indicó que cinco años de beber solo dos bebidas alcohólicas al día pueden dañar el hígado. El 90 por ciento de las personas que toman cuatro bebidas al día muestran signos de hígado graso alcohólico.

¿Cómo calculo mi riesgo de tener problemas de salud relacionados con el alcohol?
No todos los que beben terminan por desarrollar estas enfermedades. Los factores del estilo de vida, como la dieta, el ejercicio y el tabaquismo, se combinan para aumentar o reducir el riesgo. Además, algunas de estas afecciones, como el cáncer de esófago, son bastante raras, por lo que aumentar ligeramente el riesgo no tendrá un gran impacto.

“Todos los factores de riesgo son importantes”, dijo Esser. “En salud pública sabemos que la cantidad de factores de riesgo que uno tiene irían juntos a un mayor riesgo de una afección”.

Una enfermedad preexistente también podría interactuar con el alcohol y afectar tu salud. Por ejemplo, “las personas que tienen hipertensión probablemente no deberían beber o definitivamente beber muy muy poco”, dijo Piano.

Los genes también influyen. Por ejemplo, dos variantes genéticas, ambas más frecuentes en personas de ascendencia asiática, afectan al modo en que se metabolizan el alcohol y el acetaldehído. Una variante genética hace que el alcohol se descomponga en acetaldehído más rápidamente, inundando el organismo con la toxina. La otra variante ralentiza el metabolismo del acetaldehído, lo que significa que la sustancia química permanece más tiempo en el organismo y prolonga los daños.

Entonces, ¿debería bajar el consumo o dejar de beber?
No es necesario que dejes de beber por completo para ayudar a tu salud. Incluso reducir un poco puede ser beneficioso, especialmente si actualmente bebes por encima de los límites recomendados. El riesgo “realmente se acelera una vez que tomas un par de tragos al día”, dijo Naimi. “Entonces, las personas que beben cinco o seis tragos al día, si pueden reducir a tres o cuatro, se beneficiarán mucho”.

Quienes beben poco diariamente quizás también se beneficiarían al reducir un poco el consumo. Trata de pasar algunas noches sin alcohol: “Si te sientes mejor, tu cuerpo está tratando de decirte algo”, dijo George Koob, director del Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo.

En particular, ninguno de los expertos con los que hablamos propuso abstenerse por completo, a menos que tengas un trastorno por consumo de alcohol o exista una situación de embarazo. “No voy a recomendar que la gente deje de beber por completo”, dijo Koob. “Tuvimos la ley seca, no funcionó”.

Sin embargo, en general, su consejo es: “Beba menos, viva más”, dijo Naimi. “Eso es básicamente a lo que se reduce”.

martes, 28 de marzo de 2023

La filosofía de un monje, aplicada a la vida romántica. Aprender a amarte a ti mismo, algo para lo que se entrena en el monasterio, te enseña a amar a los demás.

Aprender a amarte a ti mismo, algo para lo que se entrena en el monasterio, te enseña a amar a los demás.

Hace 10 años, a los 25, no había salido en una cita —ni siquiera había considerado la posibilidad de un romance— en más de tres años. Durante ese tiempo, había ejercido como monje hindú, meditando, estudiando las antiguas escrituras, viajando y trabajando por toda la India y Europa con mis compañeros monjes.

Los monjes son famosos por su celibato, pero el celibato no solo significa abstenerse de las relaciones sexuales. Significa que no interactúas con otras personas de un modo que pueda considerarse romántico. La palabra sánscrita para monje, brahmacharyi, significa “el uso correcto de la energía”.

No es que el romanticismo y la energía sexual estén mal. Pero mi práctica enseña que todos tenemos una cantidad limitada de energía, que puede dirigirse en múltiples direcciones o en una sola. Cuando la energía está dispersa, es difícil crear impulso o impacto.

Como monjes, nos entrenaron para dirigir nuestra energía hacia la comprensión de nuestra psique, a cómo vemos el mundo e interactuamos con él. Si no has desarrollado una comprensión profunda de tus motivaciones y obstáculos, es más difícil avanzar por la vida con paciencia y compasión.

Intentamos evitar cualquier cosa que nos distrajera de esta misión de autorrealización, ya fueran los videojuegos, salir de fiesta con los amigos o tener citas. Cuando regresé a Londres como monje, uno de mis antiguos amigos me dijo: “Solíamos ser compinches para salir. Pero tú ya no bebes. Ya no ligas con chicas. ¿Qué vamos a hacer ahora?”.

Convertirme en monje cambió profundamente mi orientación. Durante la universidad en Londres, había dedicado tanto tiempo a una relación a distancia con una novia que me perdí la mayoría de las clases. El celibato me permitió utilizar ese tiempo y ese espacio para comprenderme a mí mismo, y desarrollar la capacidad de aquietar mi mente.

Pensé que sería monje para siempre, pero decidí que ya no era el camino que debía seguir. Cuando dejé el ashram para siempre, llevaba tres años sin ver la tele, ver una película o escuchar música. No sabía quién había ganado la Copa del Mundo ni quién era el primer ministro de Inglaterra. Y, al parecer, no tenía ni idea de cómo impresionar a una mujer.

Había olvidado que ni siquiera debía intentar impresionar a una mujer. A los pocos meses de salir del ashram, ya estaba volviendo a las normas sociales del romanticismo, intentando causar la mejor primera impresión… y fracasando.

“¿Crees que tengan algo vegano en el menú?”, preguntó mi cita.

Estábamos en Locanda Locatelli, uno de los mejores restaurantes de Londres, pero como vegana, ella parecía más preocupada que entusiasmada.

“Son famosos por su pasta fresca”, dije, intentando parecer optimista, pero nos había apuntado a un menú degustación especial y no sabía cuántas opciones tendría.

“La pasta fresca suele llevar huevo, pero ya veremos”, dijo.

Radhi y yo habíamos organizado juntos, como voluntarios, un acto benéfico. Ella pensó que la gente debía animarse a asistir desde el momento en que salían de la estación de metro, así que organizamos que un artista callejero tocara el tambor con su bote de basura junto a la salida, al lado de un cartel de nuestro evento. Radhi había sido el alma de nuestro equipo y yo ya sabía que me caía bien. Una vez organizado el evento, empecé a planear la fecha, reservando el restaurante con un mes de antelación.

Tenía poco dinero —daba clases particulares a estudiantes universitarios— y la había llevado a ver Wicked antes de la cena. La noche me iba a costar casi una semana de salario, y quería que fuera perfecta.

Cuando nos acomodamos en los asientos de cuero, me estremecí; los veganos no suelen apreciar los asientos de cuero. Pero las luces eran tenues, el ambiente era precioso y yo aún esperaba oír lo impresionada que estaba.

“El servicio es increíble, ¿verdad?” Le dije. “Y esta pasta...”.

Sonrió amablemente, pero no estaba comiendo mucho.

Después de cenar, la llevé a casa y la dejé en la puerta de su departamento. Me dio las gracias y se despidió amistosamente, pero la velada había fracasado. Estaba claro que yo no tenía ni idea de lo que hacía.

Me había unido a los monjes porque quería encontrar mi propósito y servir a los demás. No dejé el monasterio porque rechazara algo de lo que había estudiado. Al contrario, me fui porque quería llevar al mundo lo que había aprendido.

Empezaba a hacerlo ahora que estaba de vuelta en Londres, impartiendo pequeños talleres sobre la intersección de la filosofía oriental y la vida moderna a cualquiera que se presentara. Pero aún no había descubierto cómo trasladar lo aprendido a mi búsqueda de pareja.

Los monjes nunca tratan de impresionar a nadie. Como monje, te esfuerzas por dominar tu ego y tu mente. Creemos que el amor es su propio rompecabezas, pero cuando exploras los oscuros senderos de tu propia mente, como los monjes están entrenados para hacer, desarrollas paciencia, comprensión y compasión hacia ti mismo, que luego puedes llevar a todas tus relaciones. Pasar por el proceso de aprender a amarte a ti mismo, algo para lo que también entrenan los monjes, te enseña a amar a los demás.

Lo del restaurante lujoso fue una maniobra de fanfarronería. Mi ego quería encantar a Radhi, quería que dijera: “Vaya, gracias por traerme aquí. ¿Cómo conseguiste esta reservación?”, en lugar de lo que realmente dijo: “Yo estaría perfectamente feliz de ir a una tienda de comestibles y comprar un poco de pan”.

Mi ego quería quedar bien y ganar su admiración, pero me distrajo de lo que realmente quería, que era conocer a Radhi y que ella me conociera a mí.

Antes de convertirme en monje, mis hábitos de citas no me llevaron a ninguna parte. Impulsado por mi inseguridad o mi necesidad de sentirme valorado, hacía cosas bonitas por las mujeres para que me validaran. Cuando me hice monje, dejé felizmente atrás esa dinámica, pero ahora, por costumbre, había vuelto a ella.

Mis maestros monjes nunca trataron de impresionarme y nunca quisieron que yo les impresionara a ellos. Cuando recordaba todo lo que había aprendido de ellos, a través de horas de clase, estudio e historias, un simple gesto destacaba como representativo de gran parte de la filosofía: la reverencia. Cuando veíamos a un monje superior, nos inclinábamos ante él. Mi maestro siempre me devolvía la reverencia.

Era mayor que yo, más sabio y más mundano, más compasivo y puro, y se inclinaba por respeto y conexión. Yo no tenía que hacer nada ni ser nadie para que él se inclinara ante mí. Nuestras reverencias decían que no importa quién seas, ni tu posición o procedencia, nunca eres mejor ni peor que nadie, y no intentas serlo.

Esa era la creencia subyacente que quería transmitir a Radhi, una creencia sobre la que esperaba construir nuestra relación. No estamos aquí para impresionarnos mutuamente. Estamos aquí para conectar. Para reconocernos y aceptarnos mutuamente. La reverencia fue la mayor lección que había aprendido sobre el amor.

Radhi me contaría más tarde que a su comunidad le preocupaba que saliera con un antiguo monje. A su abuela le preocupaba que la dejara y volviera al ashram. Sus amigos suponían que yo me oponía a ver la tele o ir al cine, y se imaginaban que lo único que podíamos hacer juntos era sentarnos a meditar.

Incluso a la propia Radhi le preocupaba que al pasar tiempo juntos me alejara de mi práctica espiritual. Pero el entrenamiento monacal es un entrenamiento de la mente. Ser monje puede haberme cerrado a ciertas cosas —no he vuelto a comer carne ni a beber alcohol, por ejemplo—, pero me abrió la mente a la comprensión y la aceptación.

Respeté que cada uno avanzara a su ritmo, a su tiempo. Mi camino no era correcto ni incorrecto; no era ni demasiado lento ni demasiado rápido. Aprendí a ver la esencia de un monje en todas las personas que conocía. Todo el mundo tiene una parte de sí mismo que es compasiva, amorosa y hermosa.

Vi esa esencia en Radhi desde el momento en que nos conocimos. No necesitaba ir a un ashram para adquirirla. Ella era más monje de lo que yo nunca sería, y no necesitábamos un restaurante lujoso para conectar. Para nuestra siguiente cita, la llevé a un circuito de cuerdas al aire libre, donde nos ayudamos mutuamente a columpiarnos de los árboles, escalar muros y caminar por estrechas vigas de equilibrio. Nos hacíamos reverencias, a nuestra manera.

Radhi y yo estamos juntos desde entonces. Llevé la lección de la reverencia y todo lo que aprendí de los monjes a nuestra relación, y ahora enseño esas lecciones a los demás. Los monjes, que no dicen nada sobre el amor romántico, me habían enseñado todo lo que necesitaba saber sobre ello.

Jay Shetty conduce el pódcast On Purpose y es autor del libro 8 Rules of Love, que se publicará a finales de enero.

lunes, 27 de marzo de 2023

Una (arriesgada) conjetura sobre las externalidades del CERN. A vueltas con la física de partículas

Fue meses antes del hallazgo del bosón de Higgs.

El pasado septiembre de 2011 se informó de un resultado inesperado, absolutamente inesperado, que revolucionaba la física contemporánea: en oposición a los resultados de todos los experimentos anteriores, los neutrinos podían moverse a velocidades superiores a la velocidad de la luz, una afirmación que apuntaba directamente al corazón de la relatividad especial, una teoría cuyas predicciones han sido confirmadas innumerables veces y que está en la base de la electrodinámica cuántica, capaz esta última de generar predicciones con una precisión sin precedentes en la historia de la ciencia [1].

Una breve historia de este resultado «crucial»: el experimento Opera se realizó entre el CERN (Ginebra) y el laboratorio subterráneo de Gran Sasso, bajo los Apeninos, a unos 730 kilómetros de distancia (la existente, aproximadamente, entre las ciudades españolas de Barcelona y Santander). Los aceleradores del CERN enviaron haces de neutrinos hacia Opera. Como este tipo de partículas apenas interactúa con la materia, los neutrinos atraviesan el subsuelo -digamos- sin inmutarse. Los científicos midieron -con sistemas de GPS y relojes sincronizados- la distancia entre el haz emisor de neutrinos y el punto de detección en Opera y el tiempo empleado en el recorrido. Con ello, calcularon la velocidad.

Lo que en septiembre pasado se anunció fue que, según los registros, los neutrinos enviados desde el CERN viajaban a una velocidad superior a la de la luz, adelantándose a ésta en unas 60 nanosegundos (60 mil millonésimas de segundo: 0,00000006 seg). Si se pudiese celebrar una imposible carrera entre partículas, los neutrinos hubieran ganado a los fotones por unos 20 metros de distancia en un recorrido de 730.000 m.

Los resultados suponían una contradicción con datos anteriores, de altísima precisión, sobre la velocidad de los neutrinos [2]. Los científicos implicados en Opera no se quedaron de brazos cruzados tras el anuncio de los «superneutrinos»: repasaron, una y otra vez, los parámetros del experimento realizado y diseñaron nuevas comprobaciones para contrastar, positiva o negativamente, los realizados. Cambiaron, por ejemplo, las características de los haces de partículas que partían del CERN para mejorar la medida del tiempo. Empero, el resultado que obtuvieron seguía siendo el mismo. ¡Irrumpáin los superneutrinos superlumínicos! ¡Más allá de c, el movimiento era posible!

Sheldon Lee Glashow, Premio Nobel de Física en 1979 junto a Steven Weinberg y Abdus Salam, uno de los grandes especialistas internacionales en física de partículas, se manifestaba sobre el resultado el pasado diciembre de 2011: «Si fuera correcto [el experimento] y los neutrinos fueran 25 partes por millón más rápidos que la luz, significaría que casi todos lo que sabemos está equivocado, saltaría por los aires un siglo de física. Partamos de la base de que la Teoría de la Relatividad Especial de Einstein es, al menos, aproximadamente correcta, y si tiene un fallo debe ser pequeño, porque hemos hecho muchas pruebas, en muchas direcciones y resulta siempre correcta».

Su primera reacción ante los resultados la narraba del modo siguiente: «Me enteré en Italia y cuando llegué a casa, en Boston, vino mi colega Andy Cohen y recordamos aquel trabajo de hace 50 años. Al rehacer los cálculos aplicados a los neutrinos comprobamos que, siendo superlumínicos, no podrían emitir luz como los protones». Sin embargo, añadía, emitirían pares de partículas electrón-positrón, «perderían su energía» y, por ello, no hubieran llegado al detector Opera. Además, otros numerosos experimentos diferentes habían observado «millones de interacciones de neutrinos en los que debería haber aparecido esa emisión de pares electrón-positrón». Nunca había aparecido.

¿Debía haber entonces algún error en Opera? Eso pensaba Lee Glashow. Acertó. «El de Opera es un equipo muy competente, muy bueno», pero el realizado era un experimento muy, pero que muy complicado. ¡No sólo la física teórica es sofisticada! «Han eliminado una potencial fuente de error, con el nuevo haz de los neutrinos que parte del CERN, pero aún tiene que revisar cuestiones sobre la medida de la distancia recorrida y del tiempo empleado». Mientras tanto, señalaba Lee Glashow, se repetiría el experimento en USA, en el detector Minos, y se estaban repasando los datos de un experimento similar en Japón.

Lee Glashow recordaba una situación parecida de los años ochenta con el gran físico canario Blas Cabrera como protagonista «[…] me viene una a la memoria: en los años ochenta el físico español Blas Cabrera, trabajando en Stanford, anunció haber detectado un monopolo magnético [una teórica partícula subatómica]. No hubo otro, pese a que el experimento se hizo con muchísima más precisión, y no se encontró el error». La conclusión extraída por el Premio Nobel a sus 79 años de edad: «Si es así, me retiro. No estoy preparado para renunciar a la conservación de energía y momento» [3]

La cronología final de los resultados y declaraciones puede ser expuesta así:

23 de septiembre de 2011. Dario Autiero, en nombre de los colaboradores del experimento Opera (Instituto Nacional de Física Nuclear italiano), anuncia en el CERN haber medido una velocidad de los neutrinos superior a la de la luz (contra lo establecido en la teoría de la relatividad especial de Einstein).

Octubre de 2011. Se acumulan comentarios científicos sobre el asunto; la inmensa mayoría son críticos con el supuesto hallazgo.

Noviembre de 2011. Opera repite el experimento: obtiene los mismos resultados sobre los, supuestamente, neutrinos superlumínicos.
Febrero de 2012. Los autores del «experimento crucial» admiten dos fallos en su detector. ¿Dónde se ubicaron? En una conexión de fibra óptica y en un temporizador. ¡La materia! ¡Ay la materia!

Marzo de 2012. Dimiten el portavoz de la colaboración Opera, Antonio Ereditato, y Dario Autiero, el coordinador científico del experimento. Ese mismo mes, Icarus, otro experimento de neutrinos del laboratorio de Gran Sasso, anuncia que han medido la velocidad de los neutrinos: c no es superada.

Junio 2012. Cuatro experimentos de Gran Sasso, incluidos Opera [4] e Icarus, han repetido las mediciones. Según los resultados de todos ellos, la velocidad de los neutrinos es coherente con c, con la velocidad de la luz.

El CERN quedaba algo tocado indirectamente. Lo conseguido sobre el bosón de Higgs lo ha vuelto a poner en el primer plano de la comunidad científica internacional.

Pablo García, un físico de partículas del Ciemat, y miembro también del CERN, ha declarado: «Uno puede argüir precipitadamente que es un error imperdonable, pero en realidad esto pone de manifiesto la complejidad del experimento y lo difícil que es tener bajo control todos los detalles ; de hecho, forma parte de la vida cotidiana del científico enfrentarse a estas situaciones en las que la emergencia de un efecto desconocido pone a prueba la solidez de tu trabajo» [la cursiva es mía]

Resumiendo: los mismos científicos de Opera que anunciaron el resultado encontraron dos fallos al repasar su trabajo. Uno residía en un dispositivo clave para sincronizar los GPS; el segundo se ubicaba en la conexión por fibra óptica entre el receptor de GPS y el reloj principal de la toma de datos.

Más allá de la sin duda enorme complejidad de la «cosa en sí», una conjetura extracientífica sobre lo sucedido: no debería extrañarnos que ambos fallos tuvieran algo que ver, más o menos directamente, con la presencia de externalidades en el CERN, con las condiciones de trabajo de técnicos y trabajadores que no forman parte de la plantilla del Laboratorio europeo sino de empresas contratadas (o de subcontratas de subcontratas) para realizar determinadas tareas por importantes o cruciales que esas puedan ser. ¡Externalizar es la divisa esencial del capitalismo realmente existente nos ubiquemos donde nos ubiquemos! También en este ámbito. Por ejemplo, ¿cómo y quiénes realizaron las conexiones de fibra óptica?

Superficialmente, se dirá, «externalizar» ciertas tareas sale más a cuenta y ese tipo de cuentas, como es sabido, cuentan mucho. El gran físico español Álvaro de Rújula habló de ello hace meses refriéndose a una circunstancia muy similar. De tal modo, podría inferirse con la prudencia siempre debida, que el capitalismo sin bridas en el que (mal)vivimos no es tampoco afable con la ciencia básica ni con la experimentación que le es anexa. ¿Por qué tendría que serlo?



Notas:

[1] Según la teoría de la relatividad especial, existe una velocidad límite. Sólo puede ser alcanzada por partículas de masa cero. Si los neutrinos perteneciesen a esta categoría (y no es el caso), deberían moverse con velocidad c, la de la luz, no más rápido. Dado que sabemos que tienen una masa mayor que cero, deberían ir más despacio que los fotones, en ningún caso más deprisa.

[2] Las observaciones más notables a este respecto son las de los neutrinos emitidos por supernova 1987A, una explosión estelar que se observó en el cielo. Se pudo entonces registrar la llegada de unos neutrinos de energía muy inferior a los de Opera y con velocidad acorde con la teoría de la Relatividad
 
[3] El paso -«no estoy preparado para renunciar a la conservación de energía y momento»- muestra la grandeza científica de Sheldon Lee Glashow y la enorme dificultad que representa revisar principios científicos más asentados, especialmente por científicos no jóvenes.

[4] Hay más nudos en esta historia: parte de los miembros de Opera no quisieron firmar en su momento el artículo científico con los resultados de los neutrinos superlumínicos y fueron constantes, según diversas informaciones, los debates internos acerca de si fue o no apresurada la presentación pública inicial de los resultados.

_- Señales de desesperación.

_- Los partidos de la derecha española, que se autocalifican de constitucionalistas de manera excluyente, no aceptan la fórmula parlamentaria y el sistema electoral de la Transición.

Barómetro de marzo — El CIS dobla la ventaja del PSOE sobre el PP y sitúa a Vox por encima de Unidas Podemos en plena crisis del 'solo sí es sí'


En la reciente moción de censura se ha resucitado una antigua propuesta, central en el programa de Ciudadanos cuando era liderado por Albert Rivera, de introducir en la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (LOREG) una barrera del 5% a nivel estatal para tener representación en el Congreso de los Diputados. La propuesta está siendo secundada en sus terminales mediáticas como acredita el artículo de Luis María Anson de ayer viernes en La Razón.

La finalidad de la propuesta es clara: se trata de no permitir que los partidos nacionalistas, regionalistas o provinciales estén presentes en el Congreso de los Diputados y participen, en consecuencia, en la investidura del presidente del Gobierno.

La fundamentación de dicha propuesta, en palabras del candidato en la moción de censura, Ramón Tamames, reside en que dichos partidos tienen una “sobrerrepresentación” injustificable en términos democráticos. Lo repitió en varias ocasiones.

La propuesta es un indicador de desesperación, de la nula confianza en ganar las elecciones generales con base en la fórmula parlamentaria y el sistema electoral diseñado en la Constitución y en el Real Decreto-ley de marzo de 1977, que sigue siendo el mismo en lo que a la composición y forma de elección de los diputados se refiere.

Los partidos de la derecha española, que se autocalifican de constitucionalistas de manera excluyente, resulta que no aceptan la fórmula parlamentaria y el sistema electoral de “La Transición”. El sistema parlamentario y el sistema electoral se definieron entre finales de 1976 y finales de 1978 y no se ha introducido ninguna modificación sustantiva en los mismos desde entonces. Fueron las Cortes del Régimen del General Franco las que definieron el Congreso de los Diputados en la Ley para la Reforma Política de 1976 y fue el Gobierno preconstitucional presidido por Adolfo Suárez el que definió en marzo de 1977 el sistema para la elección de los mismos. Las Cortes Generales que no fueron convocadas como Cortes constituyentes, pero que acabaron siéndolo como consecuencia del resultado electoral del 15 de junio de 1977, hicieron suya la composición del Congreso de los Diputados de la Ley para la Reforma Política y el sistema electoral del Real Decreto-ley del Gobierno presidido por Adolfo Suárez.

Todas las elecciones generales celebradas hasta la fecha lo han sido con el mismo marco normativo. Todas sin excepción.

A través de dicho marco normativo se expresa una “desviación calculada del principio de igualdad”, que beneficia a los dos partidos mayoritarios de ámbito estatal, perjudica a los partidos minoritarios y es neutral para los partidos nacionalistas vascos y catalanes. PP en la derecha y PSOE en la izquierda han sido y continúan siendo los beneficiarios del sistema electoral. El coste en votos por escaño es menor, mucho menor que para los demás. No es así en el caso de los partidos nacionalistas catalanes y vascos. El argumento de la sobrerrepresentación de estos últimos es sencillamente falso.

La barrera del 5% a nivel estatal carece, en consecuencia, de fundamentación democrática. Sería, por el contrario, un instrumento antidemocrático, que pretendería mutilar el cuerpo electoral español, del que también forman parte los ciudadanos catalanes y vascos que votan a partidos nacionalistas.

Dado que la circunscripción electoral es la provincia por mandato constitucional, la barrera electoral únicamente puede establecerse en ella. Sin reforma de la Constitución no es posible hacerlo.

Partidos que se autocalifican de constitucionalistas de manera excluyente se niegan a aceptar el régimen parlamentario y el sistema electoral diseñado en la Constitución. Mientras el sistema funcionó de manera bipartidista, la derecha española representada en régimen de monopolio por el PP no tuvo problema alguno para aceptar el sistema electoral. Desde que dejó de funcionar de esa manera, se resiste a aceptarlo.

Es algo parecido a lo que ocurre con la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Las mismas normas que sirvieron para su renovación en 2013, cuando Mariano Rajoy era presidente, han dejado de serlo, cuando el presidente es Pedro Sánchez.

La derecha española únicamente acepta la democracia a beneficio de inventario. Si estoy en el Gobierno, la acepto. Si no estoy en el Gobierno y no tengo esperanza de estarlo en las próximas elecciones, impugno el sistema y pretendo que se retoque para poder ganar.

La resistencia numantina a la renovación del CGPJ y la pretensión de introducir la barrera del 5% a nivel estatal son señales indicadoras de la desesperación de la derecha española ante la perspectiva de no poder gobernar tras las próximas elecciones.

Hay más, pero creo que con estas dos son suficientes por hoy.

Javier Pérez Royo.

domingo, 26 de marzo de 2023

‘El murmullo’, de Belén Gopegui: sobre los manuales de socioayuda.

La escritora Belén Gopegui, en 2021 en Madrid.


Entrevista escritora Belen Gopegui.
Jardines del museo del traje.

Foto: Inma Flores
Belén Gopegui analiza el género de la autoayuda como si fuera ficción narrativa y lo subvierte cambiando la escala individual y narcisista por otra política y de acción común

Las tesis doctorales tienen mala prensa en el negocio editorial. Cuando una editorial no académica acepta su publicación, suele exigir, para no ahuyentar a los lectores, una reducción de páginas, el desbastamiento del estilo y el disimulo —o supresión— de su aparato erudito. Por eso, adquiere una significación singular que la novelista Belén Gopegui no solo no haya maquillado en este ensayo su tesis Ficción narrativa, autoayuda y antagonismo. Un caso de escritura (2018), sino, muy al contrario, haya exhibido su condición originaria incluyendo, a manera de prólogo, la defensa dirigida al tribunal. El gesto inusual se añade a dos audacias que ya estaban en la tesis: de un lado, el tema y el enfoque: los libros de autoayuda, leídos como textos de ficción; y de otro, la incorporación de un texto creativo, Desesperación silenciosa de la vida diaria. Manual de uso —publicado ya en Debolsillo en 2020—, en el que se subvierten las características del género para encauzarlo hacia unos efectos que rebasan al lector individual y apelan a una comunidad intersubjetiva, esto es, que aspira a transformar la autoayuda en socioayuda. Esta yux­ta­po­si­ción de ensayo analítico y pastiche crítico de la autoayuda logra una unidad de propósito meridianamente clara y beligerante: la defensa de la acción organizada de los dañados y descontentos para combatir las taras gigantescas del capitalismo de consumo en que vivimos.

Conviene advertir que en el ensayo no hay ingenuidad ni idealismo vacuo, sí la profunda convicción de que esta sociedad atomizada y crecientemente deshumanizada es la que produce, a través de causas intermedias (un mercado laboral enfermizo; unos modelos de felicidad falaces; una gestión anómala de los méritos y las recompensas…), una ingente masa de frustración y sufrimiento, y eso me parece poco discutible. Los libros de autoterapia o autoayuda suelen implicar que la razón de esa desdicha reside en el mismo sujeto, en su disfuncionalidad (afectiva, caracterial, conductual) a la hora de adaptarse al medio, y no en las circunstancias objetivas que lo rodean, por lo que le ofrecen baterías de instrucciones, consejos y exhortaciones con el fin de que él o ella cambien y todo siga como hasta ahora. La decisión metodológica de Gopegui de leer estos libros como ficciones narrativas le permite interrogarlos acerca de quién habla, a quién se dirigen y sobre todo qué cuentan o, más lúcidamente, qué cuentan con lo que cuentan y también con lo que omiten. El análisis pone de manifiesto cómo este tipo de best sellers consoladores contribuyen a perpetuar unos modelos de subjetividad dóciles y autopunitivos a la vez que un sistema socioeconómico que tritura a los más vulnerables.

Gopegui no se limita a lanzar cuestiones, sino que se muestra propositiva: su propuesta consiste en alentar la organización colectiva, la trabazón de voluntades anónimas

Desde una perspectiva marxista, a Gopegui le interesa señalar los mecanismos de producción de subjetividad (basta pensar en la fábrica de subjetividades estereotipadas en que se han convertido ciertas redes sociales), del mismo modo que alerta sobre la producción del sufrimiento, sobre qué y quiénes obtienen algún rédito con la desdicha de otros, frente a quienes reparan únicamente en la circulación o distribución del infortunio. Y en ese señalamiento hay una acusación: ¿podemos aceptar que lo que son problemas o conflictos sociales sean tratados como trastornos psíquicos?, ¿es no ya legítimo sino ético considerar que los desafíos colectivos que demandan una acción política (la vivienda, el empleo, la educación, la sanidad, la integración) sean tratados como quebrantos individuales? Estas cuestiones se clavan en el corazón de la estructura de nuestra realidad y de nuestras posibilidades de futuro. Pero Gopegui no se limita a lanzarlas, sino que se muestra propositiva: su propuesta consiste en alentar la organización colectiva, la trabazón de voluntades anónimas, lo que denomina la confabulación de quienes no se conforman y aspiran a mitigar el sufrimiento de la gente. Y, siendo ella escritora, concreta esa propuesta en una subversión del género de la autoayuda, donde la dinámica narcisista de disfunción individual y corrección es reemplazada por la dinámica política de disfunción social y acción comunitaria.

Dicha subversión ocupa la segunda parte del ensayo y es una pieza literariamente muy original que ilustra el principio de utilidad de la escritura en el que confía la autora. Gopegui idea un narrador coral y anónimo compuesto por ancianos que crea un manual para superar la desesperación silenciosa leve. En el manual se alternan los pasajes especulativos, que remiten a la primera mitad del libro, con los narrativos, a través de los que dan vida a dos personajes, Elda y Alfonso, ambos víctimas de situaciones opresivas, que poco a poco van a descubrir la fuerza de sumarse a una red de solidaridad, las posibilidades que se abren cuando llegan refuerzos, que no son solo emocionales sino personas dispuestas a adoptar un compromiso. Ni en el ensayo ni en este manual de ancianos se exagera la fe —o la esperanza— en que los abusos y atropellos de lo real encuentren solución a través de la acción social colectiva, pero se asume, en un trasfondo levemente apocalíptico, que no hay otra vía para contrarrestarlos. A pesar de que sea una vía lenta, muy lenta, por momentos conflictiva, pero en la que no deja de oírse el murmullo de quienes arrastran consigo el hábito de callar y la resignación de padecer. Como el viejo poeta, no es difícil detestar el tiempo en que nos ha tocado nacer, pero detestarlo no basta. Hay que cambiarlo.

https://elpais.com/babelia/2023-01-21/el-murmullo-sobre-los-manuales-de-socioayuda.html

sábado, 25 de marzo de 2023

5 consejos para negociar un aumento de sueldo

Aunque puedes recibir algunos aumentos de salario conforme avanza tu antigüedad en un empleo, probablemente no se mantienen al día con el incremento del costo de vida.

Eso se traduce en que a muchas personas les resulta difícil cubrir sus necesidades.

Ya sea que trabajes en el sector público o privado, tener una conversación sobre un aumento salarial con el jefe muchas veces no garantiza la obtención de más dinero.

Pero quizás debas replantearte cuáles son las mejores estrategias para hacerlo.

Hablamos con reclutadores, un gerente y un psicólogo laboral para poder darte cinco consejos sobre cómo negociar mejor para obtener un aumento.

1. Elige el momento adecuado
Jill Cotton, experta en tendencias profesionales en el sitio de empleo Glassdoor, dice que programar una charla con anticipación os permitirá a ti y a tu jefe tener tiempo para prepararla. Así es más probable que tengas una conversación productiva.

"No le sueltes esto a tu jefe de inmediato", dice Cotton. "Sé sincero y di que quieres agendar una conversación que sea específicamente para hablar sobre el sueldo".

Como gerente de un local de comida en Reino Unido, Rowsonara Begum dice que la petición de un aumento también debe darse en el momento adecuado para el negocio.

Si los empleados eligen un momento en el que el negocio está funcionando bien, tendrán más posibilidades de negociar con éxito más dinero.

Rowsonara Begum acconseja a los trabajadores que buscan un aumento salarial que lo pidan en un buen momento.

2. Trae pruebas de tu buen desempeño
Si estás pidiendo un aumento de sueldo, debes tener muchas pruebas de por qué te lo mereces.

"Debes saber lo que has logrado o lo que has hecho para desarrollarte profesionalmente. Haz una lista de todas las ventajas de lo que has hecho", dice Shan Saba, director en la empresa de contratación británica Brightwork.

Esta evidencia también ayuda a tu jefe a racionalizar por qué debería pagarte más, según Stephanie Davies, psicóloga laboral.

"El cerebro necesita un 'por qué': ¿por qué debería pagarte esa cantidad?", dice.

Sin embargo, no se trata solo de traer una lista de todas las cosas que has hecho. También debes tener claro lo que quieres alcanzar.

"Si tienes aspiraciones de ascender en tu organización, ten un plan de lo que estás buscando hacer durante el próximo año".

3. Ten confianza
Cuando le pides más dinero a tu jefe, es útil tener confianza y saber lo que vales.

Eso es algo que Begum ha notado, a partir de tener estas conversaciones con empleados.

Los expertos dicen que tener y mostrar confianza a la hora de pedir un aumento es importante.

"Aquí en Salisbury (Inglaterra), es bastante difícil conseguir el personal que necesitamos", dice.

"También se ha vuelto más difícil reclutar en el extranjero. Así que los trabajadores tienen poder de negociación porque saben que hay escasez".

A menudo, las personas no se sienten seguras porque existe un "estigma" en torno a hablar de salarios, dice Jill Cotton, pero es "una parte importante del trabajo".

A las mujeres y las personas pertenecientes a minorías a menudo les puede resultar especialmente difícil pedir aumentos, añade la psicóloga Stephanie Davies.

Su consejo para ellos es que tengan un mentor o modelo a seguir, alguien que pueda guiarlos a través de esas conversaciones.

4. Ten un cifra en mente
La mayoría de los expertos están de acuerdo en que es mejor tener en mente una cifra exacta antes de embarcarse en una conversación sobre sueldo.

Investiga, aconseja James Reed, presidente de la firma de reclutamiento Reed.

Si quieres pedir más dinero, asegúrate de haber investigado lo suficiente.

"Puedes entrar a internet y mirar anuncios de trabajo y ver qué ofertas hay de trabajos similares y cuáles son los salarios", dice.

Cotton advierte que la cifra debe ser realista.

"A todos nos encantaría que nos pagaran millones cada año. Pero nos pagan para cumplir un rol con el conjunto de habilidades que tenemos", dice.

5. No te rindas
Si los pasos anteriores no resultan en un aumento de sueldo, no te desanimes.

"A veces, estas conversaciones pueden llevar un tiempo, incluso meses, pero es importante mantener abierta la comunicación", señala Begum.

El sueldo tampoco es el principio y el fin, añade Reed.

El conseguir un aumento puede tomar algo de tiempo, la clave es no rendirse.

"No se trata necesariamente solo de dinero. Es posible que puedas obtener más vacaciones o más flexibilidad en las horas de trabajo", y agrega que también podrías negociar más capacitación y desarrollo de aptitudes.

Y si sientes que no estás obteniendo lo que quieres de tu empleador, recuerda que existen otras oportunidades.

"Siempre puedes buscar en otra parte, esa es la gran lección", subraya Davies.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-64312983

viernes, 24 de marzo de 2023

Mienten: el sistema bancario no es sólido. Los bancos están quebrados y bajo una regulación defectuosa

Las autoridades de Estados Unidos y Europa no paran de repetir en los últimos días que el sistema bancario es sólido y que no hay que preocuparse porque están preparadas para evitar que pueda tener problemas.

Es mentira.
Los bancos de todo el mundo están quebrados por definición. Es materialmente imposible que puedan devolver a sus clientes el dinero que estos tienen depositado en sus cuentas por la sencilla razón de que no lo tienen. Si los bancos no caen es porque consiguen hacer creer a sus clientes que pueden tener confianza en ellos y no ir rápidamente a retirar su dinero. Cuando la pierden, como ha pasado últimamente con varios bancos de Estados Unidos o con el Credit Suisse, enseguida se vienen abajo.

Pero ni siquiera eso es lo peor.
Como añadidura, las inversiones que los bancos llevan a cabo con el dinero de sus clientes son cada día más arriesgadas. Lo colocan (sin informarles, en la inmensa mayoría de las ocasiones) en negocios puramente especulativos y, una buena parte de ellos, incluso en la sombra; es decir, al margen de todo tipo de control. Tanto, que ni siquiera los incluyen en sus balances, tal y como reconoció el Banco Internacional de Pagos en un informe reciente en el que señalaba que los bancos tienen deuda oculta por valor diez veces mayor que el de su capital.

En concreto, la banca internacional realiza la mayor parte de su inversión en los llamados derivados. Dicho de la manera más sencilla y clara, estos son simplemente unos productos financieros concebidos para apostar tomando préstamos porque, efectivamente, el sistema financiero se ha convertido en un inmenso casino, tal y como lo definió el premio de Economía del Banco de Suecia Maurice Allais.

Aunque es muy difícil saber exactamente la cifra de ese negocio, pues la mayoría de los intercambios se realiza de forma privada, las estimaciones van desde los 600 billones (millones de millones) de dólares del Banco Internacional de Pagos, hasta los 1.000 billones. Esta es la auténtica bomba de relojería sobre la que está sentada la banca internacional. La que aún no ha explotado pero que explotará irremisiblemente y con consecuencias difíciles de imaginar si los gobiernos y bancos centrales siguen permitiendo ese negocio, como hasta ahora.

Supuestamente, quienes operan con derivados lo hacen para defenderse ante el cambio en algún tipo de circunstancia (tipo de interés, prima de riesgo, quiebra, incumplimiento de pago…). La realidad, sin embargo, es que se utilizan para especular, aprovechando los cambios en esas mismas circunstancias que los grandes operadores pueden provocar a su conveniencia. Y eso es lo que puede dar lugar a gravísimos problemas si el riesgo inherente a esas operaciones se desajusta en algún momento y perjudica al mismo tiempo a varios operadores. Algo que ocurrirá antes o después necesariamente, por ley de los grandes números y por la naturaleza intrínseca del negocio: si alguien pide prestado para comprar un seguro (un derivado) por el cual cobrará si arde la casa de su vecino y, puesto que la casa no es suya, le interesa que arda cuanto antes para cobrarlo. Y de ahí a que sea él mismo quien la incendie puede haber muy poca distancia.

Todos los bancos del mundo están involucrados en este tipo de operaciones (por no hablar del tráfico de armas o de personas o del lavado de dinero que para ellos es peccata minuta o calderilla) y eso quiere decir que unos alimentan constantemente el riesgo que afecta a los demás. Antes o después, cuando se vea afectado uno de los grandes bancos, el sistema comenzará a arder en mucha mayor medida en que ya lo hizo en 2007-2008. Créanme, lo que han visto hasta ahora no es nada en relación con lo que, antes o después, va a producirse.

El riesgo diario de crisis bancaria tiene también que ver con la naturaleza del negocio bancario.

La gente cree que los bancos ganan dinero aceptando depósitos de sus clientes, pero eso no es así. El negocio de la banca es dar préstamos y la clave está en que eso puede hacerlo sin disponer de recursos previos: el dinero que prestan a sus clientes lo crean de la nada, mediante simples anotaciones contables.

Es verdad que los bancos centrales les obligan a mantener en sus cajas una parte de los depósitos o del capital, pero es un porcentaje no mayor del 1% en Europa, es decir, insignificante. Y, además, pueden disponer de él una vez que ya han dado los préstamos, simplemente pidiendo prestado a los bancos centrales.

Ese privilegio es el que hace que la economía mundial descanse (si es que se puede utilizar esta palabra en este caso) sobre otra bomba: la de la deuda.

¿Qué banco va a renunciar a hacer negocio haciendo crecer la deuda si puede obtener el dinero para ganar dinero con ella sin coste alguno?

La consecuencia es doble. Una, que los bancos influyen para que las políticas económicas frenen la generación de ingreso y obliguen a gobiernos, empresas y hogares a endeudarse sin parar, lo cual frena la economía y hace que siempre vaya a trompicones. Otra, que la deuda, gracias al tipo de interés compuesto, crece exponencialmente (una deuda al 4% se duplica en 18 años y al 7% en 10), mientras que la economía normal, la productiva, no puede crecer así, sino más lentamente y con altos y bajos. Eso produce algo que sabemos desde los códigos babilónicos: periódicamente las deudas estallan, es imposible pagarlas y todo se viene abajo, salvo que se anulen por completo.

Y, para terminar, hay un último problema. 
Funcionando sobre estas bases que acabo de señalar, los bancos se han convertido en el principal factor de perturbación y crisis de las economías modernas. Las autoridades lo saben perfectamente y tratan de establecer controles y normas que impidan que se salgan de madre cada dos por tres a base de inversiones arriesgadas, deuda incontrolable o sencillamente de estafas, como las que provocaron la crisis de 2007. Pero los bancos son las instituciones más poderosas del planeta y no se dejan atar fácilmente.

En Estados Unidos son copropietarios de la Reserva Federal, es decir, participan en la toma de las decisiones, de modo que pueden evitar fácilmente que se adopten las que no les conviene o reducen sus beneficios. En Europa, el Banco Central Europeo está dirigido por exdirectivos de los grandes bancos y quienes no lo han sido saben que pueden terminar en ellos una vez que concluyan allí su actividad (véanse los consejos de administración privados en donde han acabado los antiguos gobernadores del Banco de España, sin ir más lejos).

Sirva un solo ejemplo de lo que digo: para evitar que la quiebra de hecho de los bancos se refleje claramente, se les permite que valoren sus activos, en sus balances o a la hora de pedir préstamos o ayudas, a los precios que más les convengan y no a los actuales, los de mercado. Una práctica fraudulenta que obviamente no se permitiría a ninguna empresa o persona individual.

Gracias al poder que tiene, la banca actúa sabiendo que cualquiera que sea su mala práctica recibirá la ayuda necesaria cuando, por su causa, se encuentre en dificultades. Ayuda que, naturalmente, se le da siempre a cuenta del resto de contribuyentes.

Y el poder absoluto del que goza le permite, además, poner a su disposición a las auditoras, medios de comunicación, políticos y académicos en todo el mundo con el único fin de tapar su praxis peligrosa y fraudulenta y el riesgo que constantemente genera al resto de la economía.

No exagero: la auditora KPMG dio su visto bueno a las cuentas de los bancos Silicon Valley Bank y Signature solo dos semanas antes de su caída; la revista Forbes acababa de incluir a Silicon Valley entre los mejores bancos del planeta, y los más grandes del mundo (Deutsche Bank, HSBC, Santander, Citibank…) han sido condenados y multados en numerosas ocasiones (eso sí, con cantidades irrisorias) por lavado de dinero, fraude fiscal, fraudes bancarios, obstrucción a la justicia, mal asesoramiento a sus clientes, manipulación de tipos de interés… o han sido considerados responsables de la crisis de 2007-2008, sin que nada les haya pasado después.

Las reformas legales que se debían haber puesto en marcha después de esa última crisis y que las autoridades anunciaron a bombo y platillo o no se han aplicado o se han aplicado con alcance muy insuficiente. Los bancos pueden más que los gobiernos y les obligan a dejarlos actuar bajo una regulación defectuosa, porque les permite actuar como he explicado. Sabemos que, hasta ahora, los han dejado actuar prácticamente a sus anchas. La incógnita es si, cuando todo estalle, van a disponer de agua suficiente para aplacar el incendio. Lagarde dijo ayer que sí pero sabe perfectamente que si la crisis proviene de los derivados será materialmente imposible apagar el fuego.

Sólo los ingenuos y mal informados pueden creerse lo que nos están diciendo los irresponsables dirigentes de los gobiernos y bancos centrales: el sistema bancario no es sólido sino una bomba que va a explotar, lo malo de la crisis bancaria está por llegar, es inevitable si persisten en las medidas que están tomando y, como explico en mi último libro Más difícil todavía, lo malo es que no solo será bancaria sino que afectará a todas las empresas y al conjunto de la economía.

Infórmense bien, lean, descubran las numerosas alternativas que los economistas críticos ofrecen para que el sistema bancario sea estable, seguro y accesible, y no dejen que les quiten su dinero delante de sus narices.

Juan Torres López.