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sábado, 4 de mayo de 2024

Por qué la hipertensión afecta la salud. Y cómo controlarla.

Para algunas personas, los cambios en el estilo de vida pueden ser tan eficaces como la medicación, dicen los expertos.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), casi la mitad de los adultos estadounidenses padecen hipertensión, pero solo una cuarta parte de los hipertensos la tienen bajo control.


La hipertensión “es una crisis de salud pública latente”, dijo Rishi K. Wadhera, profesor asociado de medicina en la Escuela de Medicina de Harvard y autor de un nuevo estudio que demuestra que los chequeos de la presión arterial no han vuelto a ser lo que eran antes de la pandemia de coronavirus.

La hipertensión puede aumentar el riesgo de infarto de miocardio, ictus, complicaciones en el embarazo y otros problemas de salud, pero los síntomas son “a menudo silenciosos”, dijo Wadhera.

“Me preocupa que pase desapercibida para muchos pacientes”, añadió.

Esto es lo que hay que saber sobre el tema y cómo controlar la presión arterial.

¿Qué es la presión arterial? ¿Y cuál es un nivel normal?
La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes arteriales del corazón, explicó Jim Liu, cardiólogo del Centro Médico Wexner de la Universidad Estatal de Ohio. La presión arterial siempre se mide con dos cifras: la cifra superior, conocida como presión sistólica, mide esa fuerza cuando el corazón se contrae. La cifra inferior, conocida como presión diastólica, mide la fuerza cuando el músculo cardiaco se relaja. Se mide en unidades conocidas como milímetros de mercurio, o mm Hg.

Puedes tomarte la presión en una consulta médica o en una farmacia, o puedes hacerlo tú mismo con un tensiómetro doméstico. La Asociación Estadounidense del Corazón y el Colegio Estadounidense de Cardiología definen la presión arterial normal como inferior a 120/80 mm Hg. Los CDC definen la presión arterial alta como igual o superior a 130/80 mm Hg.

Una presión arterial muy alta puede provocar síntomas como fuertes dolores de cabeza, dolor torácico y mareos. Para muchas personas, sin embargo, la presión arterial aumenta muy gradualmente como para notar estos problemas, dijo Liu.

¿Por qué es perjudicial la hipertensión?
La hipertensión obliga al corazón a trabajar más para bombear sangre. Con el tiempo, el corazón, sobrecargado, puede empezar a flaquear lentamente y a esforzarse por bombear sangre al resto del organismo, una afección denominada insuficiencia cardiaca.

La fuerza y la fricción de la hipertensión también pueden dañar el delicado revestimiento de las arterias, explicó Liu. Los desgarros de la pared arterial permiten que el colesterol LDL —también conocido como colesterol “malo”— se adhiera y forme grumos, o placas, en esos huecos. Esto puede bloquear el flujo sanguíneo y, en algunos pacientes, provocar un infarto de miocardio.

La obstrucción de las arterias que llevan sangre al cerebro puede provocar un ictus. Los daños a largo plazo en los vasos sanguíneos del cerebro también pueden provocar una enfermedad denominada demencia vascular, según Liu.

¿Qué provoca la hipertensión?
Todas las arterias se endurecen con el tiempo, lo que hace que la presión arterial aumente de forma constante con la edad. Se calcula que, a los 75 años, el 80 por ciento de los hombres y el 86 por ciento de las mujeres estadounidenses tienen hipertensión.

Se han relacionado múltiples factores de riesgo con la hipertensión, como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la obesidad y el estrés crónico. La falta de ejercicio y las dietas ricas en sodio y alimentos procesados también se han asociado a un mayor riesgo de hipertensión.

¿Cómo se puede reducir la presión arterial?
Para algunas personas, los cambios en el estilo de vida pueden ser tan eficaces como la medicación, dijo Martha Gulati, directora de cardiología preventiva del Smidt Heart Institute del Cedars-Sinai de Los Ángeles. Recomienda hacer al menos 30 minutos de ejercicio moderado al día y dormir entre siete y nueve horas por la noche, dos hábitos asociados a una presión arterial más baja. Mantener o alcanzar un peso corporal saludable también puede reducir la presión arterial, afirmó Gulati.

Es importante evitar los productos que contienen nicotina. El consumo de nicotina eleva la presión arterial, estrecha los vasos sanguíneos y puede contribuir al endurecimiento de las arterias, según la Asociación Estadounidense del Corazón.

Algunas investigaciones sugieren que seguir una dieta baja en sodio podría reducir la presión arterial entre dos y ocho mmHg en algunos pacientes, y que adoptar la dieta DASH —que enfatiza el consumo de frutas, verduras y productos lácteos bajos en grasa— podría reducir la presión arterial entre ocho y 14 puntos. Abstenerse de beber alcohol o limitar su consumo a no más de una copa al día para las mujeres y dos copas para los hombres podría reducir la presión arterial entre dos y cuatro puntos.

Las personas que no pueden reducir su presión arterial a niveles normales mediante cambios en su estilo de vida necesitarán medicación, según Gulati. Los diuréticos ayudan a eliminar el sodio y el agua del organismo, reduciendo así la presión arterial. Los inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina (IECA) y los antagonistas de los receptores de la angiotensina II (ARA) relajan los vasos sanguíneos, aunque actúan de distinta manera. Los antagonistas del calcio ayudan a relajar las células musculares de los vasos sanguíneos y algunos ralentizan el ritmo cardíaco. Las personas que no consiguen reducir la presión arterial con estos fármacos pueden necesitar medicamentos adicionales. Los médicos tienen en cuenta la edad, el estado de salud y los factores de riesgo del paciente antes de decidir qué medicación recetarle.

“La presión arterial es el factor de riesgo más modificable de cardiopatía y accidente cerebrovascular”, dijo Gulati. “Con cambios en el estilo de vida y medicamentos, nuestros pacientes pueden controlarla, así como a la salud de su corazón”.

miércoles, 29 de marzo de 2023

-- El alcohol, incluso en pocas cantidades, puede dañar tu salud.

_- Tras décadas de investigación confusa y, a veces, contradictoria, la evidencia reciente deja claro que beber un poco puede tener consecuencias negativas en el organismo. Lamento aguarte la fiesta, pero esa copa (o dos) de vino todas las noches no está mejorando tu salud.

Después de décadas de investigación confusa y, a veces, contradictoria (demasiado alcohol es malo para ti, pero un poco es bueno; algunos tipos de alcohol son mejores que otros; es broma, toda clase de alcohol es malo), el panorama está más claro: incluso las pequeñas cantidades de alcohol pueden tener consecuencias para la salud.

Una investigación publicada en noviembre reveló que entre 2015 y 2019, el consumo excesivo de alcohol provocó cerca de 140.000 muertes por año en Estados Unidos. Alrededor del 40 por ciento de esas muertes presentaron causas agudas, como accidentes automovilísticos, envenenamientos y homicidios. Pero la mayoría fueron causadas por padecimientos crónicos atribuidos al alcohol, como enfermedades del hígado y del corazón, así como cáncer.

Cuando los expertos hablan de las terribles consecuencias para la salud vinculadas al consumo excesivo de alcohol, la gente a menudo asume que se refieren a personas que tienen un trastorno por consumo de alcohol. Pero los riesgos para la salud derivados de beber también pueden provenir de un consumo moderado.

“El riesgo comienza a aumentar muy por debajo de los niveles que la gente piensa: ‘Ay, esa persona tiene un problema con el alcohol’”, dijo Tim Naimi, director del Instituto Canadiense para la Investigación del Uso de Sustancias de la Universidad de Victoria. “El alcohol es perjudicial para la salud a partir de niveles muy bajos”.

Si te preguntas si debes reducir tu consumo de alcohol, esto es lo que debes saber sobre cuándo y cómo el alcohol afecta tu salud.

¿Cómo sé si estoy bebiendo demasiado?
Técnicamente, “consumo excesivo de alcohol” significa cualquier cosa por encima de los límites diarios recomendados por las Pautas Alimentarias de Estados Unidos. Eso es más de dos bebidas al día para hombres y más de una bebida al día para mujeres.

También hay nueva evidencia “de que existen riesgos incluso dentro de estos niveles, especialmente para ciertos tipos de cáncer y algunos tipos de enfermedades cardiovasculares”, dijo Marissa Esser, quien dirige el programa de alcohol en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) de Estados Unidos.

Los límites diarios recomendados tampoco deben promediarse a lo largo de una semana. En otras palabras, si te abstienes de lunes a jueves y tomas dos o tres copas por noche el fin de semana, esas copas del fin de semana cuentan como consumo excesivo. Son tanto las copas acumuladas a lo largo del tiempo como la cantidad de alcohol presente en el organismo en cada ocasión lo que puede causar daños.

¿Por qué el alcohol es tan dañino?
Los científicos creen que el principal modo en que el alcohol causa problemas de salud es dañando el ADN. Cuando bebes alcohol, tu cuerpo lo metaboliza en acetaldehído, un químico tóxico para las células. El acetaldehído “daña tu ADN y evita que tu cuerpo repare el daño”, explicó Esser. “Una vez que tu ADN está dañado, una célula puede crecer sin control y crear un tumor canceroso”.

El alcohol también crea estrés oxidativo, otro tipo de daño en el ADN que puede ser particularmente nocivo para las células que recubren los vasos sanguíneos. El estrés oxidativo puede conducir a la rigidez de las arterias, lo que resulta en una presión arterial más alta y enfermedad de las arterias coronarias.

“Afecta fundamentalmente al ADN, y es por eso que afecta a tantos sistemas de órganos”, dijo Naimi. A lo largo de una vida, el consumo crónico “con el tiempo daña los tejidos”.

¿No se supone que el alcohol es bueno para el corazón?
El efecto que tiene el alcohol en el corazón confunde porque algunos estudios han afirmado que pequeñas cantidades de alcohol, particularmente el vino tinto, pueden ser beneficiosas. Investigaciones anteriores sugirieron que el alcohol aumenta el HDL, el colesterol “bueno”, y que el resveratrol, un antioxidante que se encuentra en las uvas (y el vino tinto), tiene propiedades protectoras para el corazón.

Sin embargo, “existe mucha evidencia reciente que realmente ha desafiado la idea de cualquier tipo de lo que llamamos un efecto cardioprotector o saludable del alcohol”, dijo Mariann Piano, profesora de Enfermería en la Universidad de Vanderbilt.

La idea de que una dosis baja de alcohol era buena para el corazón surgió probablemente del hecho de que las personas que beben pequeñas cantidades suelen tener otros hábitos saludables, como hacer ejercicio, comer mucha fruta y verdura y no fumar. En los estudios de observación, los beneficios para el corazón de esos comportamientos podrían haberse atribuido erróneamente al alcohol, según Piano.

Investigaciones más recientes han descubierto que incluso los niveles bajos de consumo de alcohol aumentan ligeramente el riesgo de hipertensión arterial y cardiopatías, y que el riesgo aumenta drásticamente para las personas que beben en exceso. La buena noticia es que cuando se deja de beber o se reduce el consumo, la presión arterial disminuye. El alcohol también está relacionado con un ritmo cardíaco anormal, conocido como fibrilación auricular, que aumenta el riesgo de coágulos sanguíneos e ictus.

¿Para qué tipos de cáncer aumenta el riesgo de alcohol?
Casi todo el mundo conoce la relación entre fumar cigarrillos y el cáncer, pero pocas personas se dan cuenta de que el alcohol también es un carcinógeno potente. Según una investigación de la Sociedad Estadounidense Contra el Cáncer, el alcohol contribuye a más de 75.000 casos de cáncer por año y casi 19.000 muertes por la misma causa.

Se sabe que el alcohol es una causa directa de siete tipos de cáncer: cabeza y cuello (cavidad oral, faringe y laringe), esófago, hígado, mama y colon rectal. La investigación sugiere que también puede haber un vínculo entre el alcohol y otros tipos de cáncer, incluidos el que afecta a la próstata y al páncreas, aunque la evidencia es menos clara.

En el caso de algunos cánceres, como el de hígado y el colon rectal, el riesgo solo comienza cuando se bebe en exceso. Pero en el caso del cáncer de mama y de esófago, el riesgo aumenta, aunque ligeramente, con cualquier consumo de alcohol. Los riesgos aumentan cuanto más bebe una persona.

“Si alguien bebe menos, corre menos riesgo que si bebe mucho”, afirma Farhad Islami, director científico sénior en la Sociedad Estadounidense Contra el Cáncer. “Incluso dos copas al día, una copa al día, puede asociarse a un pequeño riesgo de cáncer en comparación con los no bebedores”.

¿Qué enfermedad representa el mayor riesgo? 
En Estados Unidos, la causa individual más común de muerte relacionada con el alcohol es la enfermedad hepática alcohólica, que mata a unas 22.000 personas al año. Si bien el riesgo aumenta a medida que las personas envejecen y la exposición al alcohol se acumula, más de 5000 estadounidenses de entre 20, 30 y 40 años mueren anualmente a causa de una enfermedad hepática causada por el alcohol.

La enfermedad hepática causada por el alcohol tiene tres etapas: hígado graso alcohólico, cuando la grasa se acumula en el órgano; hepatitis alcohólica, cuando comienza la inflamación, y cirrosis alcohólica o cicatrización del tejido. Las dos primeras etapas son reversibles si deja de beber por completo; la tercera etapa no lo es.

Los síntomas de la enfermedad hepática alcohólica incluyen náuseas, vómitos, dolor abdominal e ictericia, un tinte amarillo en los ojos o la piel. Sin embargo, los síntomas rara vez surgen hasta que el hígado se ha dañado gravemente.

El riesgo de desarrollar enfermedad hepática alcohólica es mayor en los bebedores empedernidos, pero un informe indicó que cinco años de beber solo dos bebidas alcohólicas al día pueden dañar el hígado. El 90 por ciento de las personas que toman cuatro bebidas al día muestran signos de hígado graso alcohólico.

¿Cómo calculo mi riesgo de tener problemas de salud relacionados con el alcohol?
No todos los que beben terminan por desarrollar estas enfermedades. Los factores del estilo de vida, como la dieta, el ejercicio y el tabaquismo, se combinan para aumentar o reducir el riesgo. Además, algunas de estas afecciones, como el cáncer de esófago, son bastante raras, por lo que aumentar ligeramente el riesgo no tendrá un gran impacto.

“Todos los factores de riesgo son importantes”, dijo Esser. “En salud pública sabemos que la cantidad de factores de riesgo que uno tiene irían juntos a un mayor riesgo de una afección”.

Una enfermedad preexistente también podría interactuar con el alcohol y afectar tu salud. Por ejemplo, “las personas que tienen hipertensión probablemente no deberían beber o definitivamente beber muy muy poco”, dijo Piano.

Los genes también influyen. Por ejemplo, dos variantes genéticas, ambas más frecuentes en personas de ascendencia asiática, afectan al modo en que se metabolizan el alcohol y el acetaldehído. Una variante genética hace que el alcohol se descomponga en acetaldehído más rápidamente, inundando el organismo con la toxina. La otra variante ralentiza el metabolismo del acetaldehído, lo que significa que la sustancia química permanece más tiempo en el organismo y prolonga los daños.

Entonces, ¿debería bajar el consumo o dejar de beber?
No es necesario que dejes de beber por completo para ayudar a tu salud. Incluso reducir un poco puede ser beneficioso, especialmente si actualmente bebes por encima de los límites recomendados. El riesgo “realmente se acelera una vez que tomas un par de tragos al día”, dijo Naimi. “Entonces, las personas que beben cinco o seis tragos al día, si pueden reducir a tres o cuatro, se beneficiarán mucho”.

Quienes beben poco diariamente quizás también se beneficiarían al reducir un poco el consumo. Trata de pasar algunas noches sin alcohol: “Si te sientes mejor, tu cuerpo está tratando de decirte algo”, dijo George Koob, director del Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo.

En particular, ninguno de los expertos con los que hablamos propuso abstenerse por completo, a menos que tengas un trastorno por consumo de alcohol o exista una situación de embarazo. “No voy a recomendar que la gente deje de beber por completo”, dijo Koob. “Tuvimos la ley seca, no funcionó”.

Sin embargo, en general, su consejo es: “Beba menos, viva más”, dijo Naimi. “Eso es básicamente a lo que se reduce”.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Cuatro deportes para controlar la tensión arterial (y dos actividades en las que no confiar demasiado). Ni la hipertensión es excusa para dejar de hacer ejercicio.

Existe un tratamiento para la hipertensión arterial que no requiere receta. Es más, no cuesta ni un euro aunque lo tomes toda la vida –y, teniendo en cuenta que es la cronificación de una tensión arterial alta, tendrás que tratarte si la sufres–. Se llama deporte y debería estar en la primera línea de ataque contra esta enfermedad, junto a otras acciones típicas como adelgazar, reducir la sal de las comidas y la costumbre de beber alcohol (si no eliminar ambas sustancias por completo). Pero no hace falta llegar al diagnóstico, la actividad física ayuda a controlar la tensión arterial en todos los casos.

Las investigaciones más recientes apuntan a varios factores que explican por qué la actividad física es tan eficaz: las adaptaciones cardiovasculares naturales producidas por el ejercicio de resistencia, una mejora de la sensibilidad a la insulina (cuando la sensibilidad se convierte en resistencia es cuando aparece la diabetes) y una bajada natural de las catecolaminas, unas neurohormonas que pueden elevar la tensión arterial en concentraciones altas. Pero para que esta "polipíldora" sea eficaz, y que el deporte esté exento de riesgos, hay que cumplir algunas condiciones: hacerlo con una intensidad moderada, de entre el 50% y 70% de la frecuencia cardiaca máxima; entre 45 y 60 minutos diarios, ya sean continuos o intermitentes; y de 3 a 5 días a la semana. Ahora bien, no todo el deporte vale. Si lo que quieres es controlar la hipertensión o sencillamente mantener la tensión arterial a raya, el ejercicio aeróbico es mejor que el de fuerza, según señala un documento de consenso de la Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED-FEMEDE). Y hay cuatro que destacan entre todas las opciones.

Ciclismo, para cuidar la tensión sin acelerar tanto el pulso
Pedalear sin ansias competitivas, al buen trantrán, y midiendo bien la intensidad es una de las mejores maneras de controlar la presión arterial. Así lo señalan desde la Fundación Española del Corazón, mientras dejan claro que subirse al sillín es una decisión que está bien consultar con el médico. Hacer una prueba de esfuerzo en un cicloergómetro –una bicicleta estática, en términos académicos– y con ergoespirometría, que mide el consumo de gases, es un consejo nada despreciable. En todo caso, el ciclismo "taquicardiza" menos (el pulso no se acelera tanto) que actividades como la carrera o la natación, lo que convierte a la bicicleta en una opción más accesible que otras. "Una buena alternativa para comenzar es hacerlo con un rodillo o una bici estática en casa, e ir aumentando progresivamente el volumen o la intensidad, siempre con la supervisión de tu médico", dice Alberto Sacristán, médico de familia experto en actividad física y director de SportSalud. Entre sus ventajas está el escaso impacto que tiene en las articulaciones, que lo convierte en una gran opción para las personas con problemas de equilibrio, que deben evitar opciones que no tengan tanto riesgo de caída.

Una ventaja de saber nadar bien
La natación es un deporte bastante particular porque elimina el impacto contra el suelo, lo que alivia la carga de las articulaciones con mayor eficacia que el ciclismo. Sin embargo, "para que sea cardiosaludable debes saber nadar razonablemente bien. De lo contrario, el esfuerzo físico que conlleva y el estrés adicional de mantenerte flotando pueden hacer que se convierta en una práctica peligrosa ante determinados problemas de salud", advierten desde la Fundación Española del Corazón. Antes de zambullirte también conviene pasar una prueba de esfuerzo. Salvo que haya alguna enfermedad articular, lo más indicado es ir alternando los diferentes estilos, y que el último que se incorpore a la rutina sea el de mariposa porque es el que mayor esfuerzo reclama. Por otra parte, la natación gana un punto de emoción cuando se hace en aguas abiertas, pero es recomendable comenzar en una piscina, donde la ayuda de emergencia será inmediata. También conviene tener en cuenta que el calor de las que están cubiertas aumenta el riesgo de que las personas susceptibles tengan síncopes (pérdida de conocimiento) provocados por una bajada de tensión.

Correr, o más bien trotar No hace falta hacerlo a ritmo de atleta olímpico. De hecho, las mayores reducciones en la presión arterial se registran a intensidades entre el 50% y 70% del consumo máximo de oxígeno. En otras palabras: más que correr, lo que hay que hacer es trotar a paso ligero. Para determinar qué significa "paso ligero", así como si este ejercicio es idóneo (sobre todo, en casos de obesidad, cardiopatías o de otras enfermedades articulares) lo primero que hay que hacer es, de nuevo, ponerse en manos de los profesionales de la medicina del deporte. Se trata de determinar lo que la SEMED denomina "respuesta tensional al esfuerzo", o sea, hasta qué nivel de intensidad se puede ejercitar uno. También es recomendable comentarle al facultativo si estás tomando medicamentos que puedan alterar la frecuencia cardiaca "como los betabloqueantes", según advierten desde el Colegio de Farmacéuticos de Barcelona. Lo mejor es acudir a un entrenador para que determine cuál es el ritmo idóneo al que trotar y cuánto tiempo hacerlo cada día, de manera que las piernas se habitúen a la actividad física y no te hagan dar marcha atrás.

Caminar sin sufrir, una opción para (casi) todos
Es la actividad física más elemental, y eso es bueno porque, "en principio, está recomendada para cualquier persona, de cualquier edad, sexo y condición. Produce menos impacto que correr, no es tan extenuante y es fácil realizarla acompañados de amigos o de familia", asegura Sacristán. Él aconseja utilizar un calzado deportivo cómodo y procurar andar a un ritmo vivo, pero que permita mantener una conversación sin perder el aliento. "Si no estamos habituados, es importante empezar poco a poco. Primero, 15 minutos diarios. A las 3 semanas, subir a 20 minutos y así, progresivamente, hasta llegar a una hora de caminata. Si no puedes dedicarle una hora seguida, divídela en dos partes de 30 minutos, una por la mañana y otra por la tarde. Por supuesto, puedes aumentar el tiempo cuanto quieras, incluso añadir cuestas o subir escaleras para fortalecer las piernas".

Puestos a caminar, desde el departamento de Salud del Gobierno Vasco se decantan por hacerlo a nivel del mar, ya que la presión arterial desciende a medida que lo hace la altitud. El consejo solo vale para algunas personas, sí, pero lo que todas deberían evitar es hacer lo contrario; el senderismo de montaña a grandes altitudes es desaconsejable para las personas que tienen un caso de hipertensión grave.

Yoga, bajo la sombra de la duda
Dado que el yoga es una actividad sin impacto que suele recomendarse de forma generalizada, son muchos los estudios que intentan comprobar su idoneidad en pacientes con hipertensión. Hasta ahora, los intentos han sido poco productivos: los resultados son poco concluyentes, muestran una mejoría escasa o solo ven conveniente el yoga sin asanas (básicamente, la respiración consciente y la medicación). Poca cosa, teniendo en cuenta la gran cantidad de variedades que existen. Lo poco representativo de las muestras o la corta duración de los ensayos hacen necesarios más análisis para poder establecer su idoneidad en personas con hipertensión y, en cualquier caso, "no es recomendable practicar posturas sobre la cabeza, como Salamba Sirsasana, en caso de presión arterial alta", explica la conocida yogui Xuan-Lan en el libro Yoga para mi bienestar. La Sociedad Americana del Corazón, no obstante, atribuye un nivel de evidencia media o baja a estas estrategias.

Las pesas, solo como complemento
El ejercicio de fuerza ha sido mucho menos estudiado que el de resistencia en los pacientes con hipertensión. Desde la SEMED apuntan que "parece que los entrenamientos de fuerza isotónica e isométrica también provocan una respuesta favorable en los hipertensos. Sin embargo, ejecutados con cargas máximas provocan grandes incrementos en la presión arterial sistólica y diastólica", aseguran desde la SEMED. O sea, que si tu batalla es contra la tensión arterial, deja el ejercicio de fuerza, dinámico o isométrico, solo como "actividad complementaria al trabajo aeróbico y con cargas que no superen el 50%-70% de 1RM" (1RM es la carga máxima que puede movilizar un individuo). Es decir, que si con un brazo no puedes levantar más allá de una mancuerna de 10 kilos, lo recomendable sería no cargar más allá de entre 5 y 7,5 kilos.

https://elpais.com/elpais/2020/03/10/buenavida/1583841333_737503.html

El desarrollo de la ley Celaá planteó en 2021 un acercamiento “socioafectivo y de género” a las matemáticas y llovieron las chanzas en los medios de comunicación, las redes sociales (“Mamá, la integral y yo somos pareja”, ironiza un tuit) y entre los políticos de derechas. Sin embargo, las pruebas de diagnóstico educativo del informe PISA, hechas públicas en diciembre, han puesto de manifiesto que existe un gran problema de ansiedad matemática que sufren no solo los 31.000 examinados en España ―el 37% de estos escolares de 15 o 16 años dijo padecerla, frente al 17% de media en la 0CDE―, sino la sociedad en su conjunto. España se posiciona así como el segundo país con el porcentaje de ansiedad más alto de Europa, solo por detrás de Italia (39%), frente al 14% en Portugal o el 12% en Dinamarca. Diversos estudios internacionales demuestran que muchos padres que se consideran “de letras” contagian su desazón a los hijos, que se agobian delante de una ecuación, y muchos maestros (sobre todo ellas) reconocen su temor de enseñar, por ejemplo, cálculo o geometría en 5° o 6° de primaria. Por eso, cada vez más iniciativas tratan de poner freno a esta angustia entre maestros, estudiantes de Educación y familias interesadas.

“Si soy profesora de primaria y estoy dando clase de Ciencias Sociales y digo ‘pero luego hay que hacer mates’, transmito la actitud de que a mí tampoco me apetece mucho”, reflexiona la ingeniera Belén Palop, profesora de Didáctica de las Matemáticas en la Universidad Complutense de Madrid. “Y luego tenemos la parte de que si un niño suspende Lengua o Música está mal, pero si es Matemáticas se disculpa: ‘No pasa nada cariño, a mí tampoco se me daba bien’. Socialmente está permitido. Colocamos en otro lado las mates”.

El 46% de los escolares españoles expresaron en el cuestionario de PISA que les causaba “mucha tensión” los deberes de Matemáticas e “indefensión” al 39%, mientras que al 76% le preocupaba sacar mala nota en esta asignatura. Los países con bajas tasas de ansiedad han obtenido buenos resultados matemáticos en PISA (Corea), Suiza o Estonia.

El ansia paraliza más a las chicas (un 50% más), que en sus valoraciones demuestran siempre menos autoconfianza que ellos ―aunque sean ellas las que han hecho bien el ejercicio― y rinden menos ante la presión de los exámenes. Su inseguridad las lleva también ―pese a que abandonan menos los estudios y sacan mejor expediente― a no decantarse por carreras técnicas, que suelen tener unos sueldos más altos que los de las ramas de las ciencias sociales y humanidades.

Para mejorar en matemáticas es necesario no creer que ser bueno es un don innato e invariable. Lo que los expertos llaman tener “mentalidad de crecimiento”, es decir, sostener que las habilidades y la inteligencia de uno se puede desarrollar con el tiempo. “Los españoles tenemos una mentalidad de crecimiento en el deporte ―si sales a correr, mejoras tu forma física―, en la alimentación… y absolutamente fija en las matemáticas”, prosigue Palop. “Soy así. No las entiendo ni las entenderé. Con seis años, se dice: ‘No eres bueno en matemáticas’; cuando en inglés te dirían que aún no le has cogido el tranquillo”.

En 2012, Patricia Pérez Tyteca analizó para su tesis doctoral el nivel de ansiedad matemática que mostraban los alumnos de la Universidad de Granada en carreras que incluían esta materia. No era un drama en Estadística, ingenierías, Química o Arquitectura. Mientras que expresaban una “ansiedad media” los que cursaban Biología, el doble grado de Ciencias Políticas y Derecho (que incluye mucha estadística) y Educación Primaria; y una “ansiedad medio-alta” los inscritos en Geología, Enfermería y Educación Infantil. Este desasosiego de los futuros maestros alarma a Pérez Tyteca y a todos los expertos. “Son los sujetos que se encargarán de la educación matemática de los niños, debiendo inculcarles el gusto y la sensación de comodidad con la materia tan fundamental a la hora de evitar futuros problemas de ansiedad”, subraya en su tesis la hoy profesora de la Universidad de Alicante.

Las iniciativas para quitar la ansiedad a los docentes no son nuevas, pero sí se van multiplicando, porque la ley Celaá explicita la necesidad de trabajar el sentimiento socioafectivo como uno de los seis bloques del currículo de matemáticas, pero los manuales de texto no explican cómo y los maestros, ya per se temerosos, tienen muchas dudas.

Rocío Garrido, vicedecana de Ordenación Académica de la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Madrid, imparte talleres desde 2018. Empezaron “haciendo acompañamiento” a los maestros y con el tiempo se han abierto a los estudiantes de los grados de Educación y a los claustros de colegios públicos y privados de la capital. Están al quite de quien expresa su ansiedad. Incluso, dos veces al mes celebran Picamates, un evento al que puede ir cualquiera que esté interesado. “En un contexto mucho más informal, ponemos algo de picoteo, llevamos juegos, materiales de papiroflexia, elementos de realización de 3D o escape rooms, nuestra acción estrella”. Garrido está convencida de que en un ambiente más distendido “es más fácil dejarse llevar, olvidarse de la frustración y buscar la solución matemática”. Pero en Picamates ponen a las personas “en contextos de frustración para poder acompañarlas”.

“Todo lo socioafectivo está muy manido porque estamos relacionando trabajarlo con bajar el nivel”, se lamenta Garrido. “Nosotros creemos que incluso si El desarrollo de la ley Celaá planteó en 2021 un acercamiento “socioafectivo y de género” a las matemáticas y llovieron las chanzas en los medios de comunicación, las redes sociales (“Mamá, la integral y yo somos pareja”, ironiza un tuit) y entre los políticos de derechas. Sin embargo, las pruebas de diagnóstico educativo del informe PISA, hechas públicas en diciembre, han puesto de manifiesto que existe un gran problema de ansiedad matemática que sufren no solo los 31.000 examinados en España ―el 37% de estos escolares de 15 o 16 años dijo padecerla, frente al 17% de media en la 0CDE―, sino la sociedad en su conjunto. España se posiciona así como el segundo país con el porcentaje de ansiedad más alto de Europa, solo por detrás de Italia (39%), frente al 14% en Portugal o el 12% en Dinamarca. Diversos estudios internacionales demuestran que muchos padres que se consideran “de letras” contagian su desazón a los hijos, que se agobian delante de una ecuación, y muchos maestros (sobre todo ellas) reconocen su temor de enseñar, por ejemplo, cálculo o geometría en 5° o 6° de primaria. Por eso, cada vez más iniciativas tratan de poner freno a esta angustia entre maestros, estudiantes de Educación y familias interesadas.

“Si soy profesora de primaria y estoy dando clase de Ciencias Sociales y digo ‘pero luego hay que hacer mates’, transmito la actitud de que a mí tampoco me apetece mucho”, reflexiona la ingeniera Belén Palop, profesora de Didáctica de las Matemáticas en la Universidad Complutense de Madrid. “Y luego tenemos la parte de que si un niño suspende Lengua o Música está mal, pero si es Matemáticas se disculpa: ‘No pasa nada cariño, a mí tampoco se me daba bien’. Socialmente está permitido. Colocamos en otro lado las mates”.

El 46% de los escolares españoles expresaron en el cuestionario de PISA que les causaba “mucha tensión” los deberes de Matemáticas e “indefensión” al 39%, mientras que al 76% le preocupaba sacar mala nota en esta asignatura. Los países con bajas tasas de ansiedad han obtenido buenos resultados matemáticos en PISA (Corea), Suiza o Estonia.

El ansia paraliza más a las chicas (un 50% más), que en sus valoraciones demuestran siempre menos autoconfianza que ellos ―aunque sean ellas las que han hecho bien el ejercicio― y rinden menos ante la presión de los exámenes. Su inseguridad las lleva también ―pese a que abandonan menos los estudios y sacan mejor expediente― a no decantarse por carreras técnicas, que suelen tener unos sueldos más altos que los de las ramas de las ciencias sociales y humanidades.

Para mejorar en matemáticas es necesario no creer que ser bueno es un don innato e invariable. Lo que los expertos llaman tener “mentalidad de crecimiento”, es decir, sostener que las habilidades y la inteligencia de uno se puede desarrollar con el tiempo. “Los españoles tenemos una mentalidad de crecimiento en el deporte ―si sales a correr, mejoras tu forma física―, en la alimentación… y absolutamente fija en las matemáticas”, prosigue Palop. “Soy así. No las entiendo ni las entenderé. Con seis años, se dice: ‘No eres bueno en matemáticas’; cuando en inglés te dirían que aún no le has cogido el tranquillo”.

En 2012, Patricia Pérez Tyteca analizó para su tesis doctoral el nivel de ansiedad matemática que mostraban los alumnos de la Universidad de Granada en carreras que incluían esta materia. No era un drama en Estadística, ingenierías, Química o Arquitectura. Mientras que expresaban una “ansiedad media” los que cursaban Biología, el doble grado de Ciencias Políticas y Derecho (que incluye mucha estadística) y Educación Primaria; y una “ansiedad medio-alta” los inscritos en Geología, Enfermería y Educación Infantil. Este desasosiego de los futuros maestros alarma a Pérez Tyteca y a todos los expertos. “Son los sujetos que se encargarán de la educación matemática de los niños, debiendo inculcarles el gusto y la sensación de comodidad con la materia tan fundamental a la hora de evitar futuros problemas de ansiedad”, subraya en su tesis la hoy profesora de la Universidad de Alicante.

Las iniciativas para quitar la ansiedad a los docentes no son nuevas, pero sí se van multiplicando, porque la ley Celaá explicita la necesidad de trabajar el sentimiento socioafectivo como uno de los seis bloques del currículo de matemáticas, pero los manuales de texto no explican cómo y los maestros, ya per se temerosos, tienen muchas dudas.

Rocío Garrido, vicedecana de Ordenación Académica de la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Madrid, imparte talleres desde 2018. Empezaron “haciendo acompañamiento” a los maestros y con el tiempo se han abierto a los estudiantes de los grados de Educación y a los claustros de colegios públicos y privados de la capital. Están al quite de quien expresa su ansiedad. Incluso, dos veces al mes celebran Picamates, un evento al que puede ir cualquiera que esté interesado. “En un contexto mucho más informal, ponemos algo de picoteo, llevamos juegos, materiales de papiroflexia, elementos de realización de 3D o escape rooms, nuestra acción estrella”. Garrido está convencida de que en un ambiente más distendido “es más fácil dejarse llevar, olvidarse de la frustración y buscar la solución matemática”. Pero en Picamates ponen a las personas “en contextos de frustración para poder acompañarlas”.

“Todo lo socioafectivo está muy manido porque estamos relacionando trabajarlo con bajar el nivel”, se lamenta Garrido. “Nosotros creemos que incluso se puede subir el nivel con ese acompañamiento socioafectivo [a los profesores]”. La vicedecana cree que esta es una formación “insuficiente y aislada”, pues la UAM la hace “de forma altruista: no está reglado”.

Curiosidad, admiración y seguridad

En la Universidad Complutense, sin embargo, Palop sí ha logrado, junto al profesor y mago Nelo Maestro, incluir un programa sin notas para los alumnos de primer curso del grado de Educación que ha tenido gran éxito. Tanto, que se plantean abrir un segundo grupo más adelante. “Vamos buscando el acrónimo CASA: curiosidad, admiración, seguridad y alegría. Queremos que se frustren, que se peleen con los problemas, pero que vean esa parte bonita de las matemáticas. Y esto, ¿por qué pasa?”, razona. Porque, sostiene, cualquiera puede mejorar en una disciplina. “Nadie va al gimnasio y, porque el primer día no pueda con las pesas, piensa que no sirve. ¿Y por qué sí con las matemáticas”.

Garrido y Palop se deshacen en elogios ante el desarrollo del nuevo currículo de matemáticas de Aragón, que plantea muy bien ese acercamiento socioafectivo. En esa comunidad se crearon grupos mixtos de profesores en activo de colegios, institutos y la Universidad de Zaragoza. Su currículum no solo enumera los saberes y competencias que hay que dominar, sino todo tipo de actividades para lograrlo y artículos y webs de referencia. “En primaria y secundaria se hace mucho énfasis en actividades de medida. Se le da sentido a la fracción midiendo tiras de papel. A partir de ahí, se comparan, se agregan…”, pone de ejemplo Pablo Beltrán-Pellicer, profesor de Didáctica de las Matemáticas en la Universidad de Zaragoza. “Desde el punto de vista socioafectivo, se trabaja en grupo, que no en equipo. No hay un resultado final cooperativo, sino que se ayudan entre ellos, hablan de matemáticas… todos participan”.

“Las cosas que se recogen en el socioafectivo ya están recogidas en currículos anteriores. Lo que pasa es que estaban en un bloque de contenidos transversal que se ignoraba bastante”, reconoce Beltrán-Pellicer. El investigador ve “ciertas reticencias” en los alumnos y profesores a “cambiar la cultura del aula” que comprende, acostumbrados a “esperar la explicación del profe y limitar. No es fácil”.

En el plano familiar, Beltrán-Pellicer alaba el proyecto del Servicio de Orientación Educativa del Gobierno de Canarias, que desde 2018 celebra talleres formativos presenciales para padres. En ellos, los profesores les cuentan lo que ven en clase con sus hijos: resolución de problemas, algoritmos flexibles en primaria o álgebra manipulativa en secundaria, convencidos de que la familia y la escuela no pueden trabajar de forma aislada.

viernes, 17 de julio de 2015

_- Blood Pressure, the Mystery Number

_- Almost half a century after rigorous studies showed medicines that lower blood pressure prevent heart attacks, strokes and deaths, researchers still do not know just how low blood pressure should go.

More than 58 million Americans take these drugs, but this fundamental question remains unresolved. “We all know treating hypertension is good, but we don’t know how aggressive we should be,” said Dr. Michael Lauer, the director of the Division of Cardiovascular Sciences at the National Heart, Lung and Blood Institute.

The institute is seeking definitive answers as part of its mission to drive down deaths from cardiovascular disease, continuing the decades-long plunge in mortality rates from this leading killer.

On the summer solstice, the sun's warm rays bathe the Northern hemisphere longer than any other day of the year. This happens because the tilt of the Earth’s axis is at a point where it makes its deepest bow to the star.Introducing Summer of Science The results of a large and rigorous study, called Sprint, are expected in 2017. Researchers are following 9,000 middle-age and older adults with high blood pressure. Half were randomly assigned to get their systolic pressure — the top number that measures pressure when the heart contracts — to below 120 while the others were to get to below 140. The study will measure not just heart attacks, strokes and kidney disease, but also effects on the brain. Do people think better and avoid dementia with lower pressure?

MENDING HEARTS
Articles in this series will explore new approaches to treating heart disease.
PART 1
A Sea Change in Treating Heart Attacks
PART 2
Building a Better Valve
PART 3
Putting Stents to the Test
PART 4
Blood Pressure, the Mystery Number

A Possibly Lifesaving Guide to Heart Attacks
In the meantime, doctors are making decisions in a fog of uncertainty.

What about a patient like Glenn Lorenzen, 67, whose systolic pressure was a frightening 220 in October? On a chilly day in December at the cardiovascular clinic at the Boston Veterans Affairs hospital, he had received the good news that drugs and weight loss had lowered his reading to 124. Should he be happy? Should he aim to be below 120? Or should he ease up on the medications a bit and let his pressure drift toward 140 or even 150?

One school of thought says blood pressure rises with age to push more blood into the brain. Another says high blood pressure damages the brain, perhaps causing silent ministrokes.

“We don’t know which is right,” said David Reboussin, a biostatistician at Wake Forest University who is a principal investigator for the new federal study.

The trend in geriatrics is to let pressure drift up, although not above 150, said Dr. Alfred Cheung, a study investigator who is a nephrologist and professor of medicine at the University of Utah.

“It’s not based on hard data,” he said.

The lack of evidence is at the heart of a dispute that is partly an artifact of the way thinking on blood pressure evolved.

When drugs to lower blood pressure came on the market in the 1950s, many doctors did not know if they should prescribe them. They thought systolic pressure should be 100 plus a person’s age. The conventional wisdom was that blood vessels stiffen with age, so higher pressure helped push blood through them.

That view was discredited in 1967 when a rigorous study comparing the drugs with a placebo ended early because those taking the medicines had so many fewer strokes and heart attacks. The drugs became mainstays in medicine, credited with saving millions of lives.

Many early clinical trials did not even address systolic pressure, the focus today. Instead, they looked at diastolic pressure, the lower number, representing pressure on blood vessels when the heart relaxes between beats.

“The general thinking — incorrectly — was that as you get older, the systolic naturally goes up” to supply the brain with blood, said Dr. William C. Cushman, the chief of preventive medicine at the V.A. Medical Center in Memphis.

It was only in 1991 that the first study on systolic pressure was published. It and subsequent research concluded that the treatment goal should be a level below 150 in order to prevent heart attacks, heart failure and strokes. Almost no studies examined the outcomes at lower goals.

So doctors and guideline makers have a conundrum, Dr. Cushman said. “The epidemiology is consistent that having a systolic pressure of 120 or even below 120 is associated with reduced cardiovascular mortality. But that doesn’t necessarily mean that treating with medications to reach that level will give you that benefit.” The concern is that drugs always have more effects than the one they are being used for. So a blood pressure lowered with drugs is not necessarily the same as one that is naturally lower.

Guidelines from experts are all over the map. A panel appointed by the National Heart, Lung and Blood Institute suggests a systolic pressure below 150 for those older than 60. The American Heart Association and other groups say it should be under 140.

European guidelines call for a systolic pressure less than 150 except for older adults, but they also take into account a person’s risk of heart disease when deciding how low that number should go. And epidemiological studies that follow large groups of people over time have found that people whose systolic pressure is naturally 120 or lower have the lowest risk of heart attacks and strokes.

The guidelines from the Heart, Lung and Blood Institute panel constituted one of the most ambitious efforts to build a consensus for blood pressure levels. The mission was to use data from rigorous studies rather than expert opinion, the older standard.

Previous guidelines by a similar committee convened by the National Institutes of Health had set a goal of systolic pressure below 140. The new guideline called for a pressure below 150 for people age 60 and older. “That is where the benefit was seen,” in clinical trials, said Dr. Suzanne Oparil, the director of the vascular biology and hypertension program at the University of Alabama in Birmingham and chairwoman of that committee.

Dr. J. Michael Gaziano, a Harvard professor of medicine, criticizes the system for grading blood pressure improvements. Credit Kayana Szymczak for The New York Times
But when the committee’s report was published in December 2013, it immediately came under fire and five out of the 12 committee members published their own report, advocating blood pressure below 140.

“A minority group on the guidelines panel felt it was insane to raise the target to 150 in the segment of the population at highest risk from hypertension,” said Dr. Jackson T. Wright, Jr. of Case Western Reserve University, who was among the dissenters.

And it’s not just the question of the right goal for systolic pressure. Blood pressure and cholesterol levels are now treated very differently. Cholesterol guidelines take into account a patient’s overall risk of a heart attack. But with blood pressure, at least for United States guidelines, the only thing that matters is blood pressure levels and not other factors like family history or cholesterol levels.

That was how the studies were designed, though, Dr. Cushman said. Cholesterol trials took other risks into account. Blood pressure trials looked at only blood pressure. But clearly some people are at lower risk than others even though they have the same blood pressure. Yet all are treated the same. Should that change?

That sort of inconsistency leaves many physicians in a quandary. Mr. Lorenzen’s doctor at the Boston V.A., Dr. J. Michael Gaziano, a Harvard professor of medicine, considers a patient’s overall risk and is an evangelist for losing weight and exercising to boost the effects of blood pressure drugs. He lives that way himself, following a Mediterranean diet low on meat and engaging in running and cross-country skiing.

“You’re the thinnest person I know,” Mr. Lorenzen told Dr. Gaziano on the recent visit.

Mr. Lorenzen, who has had two heart attacks, is still heavy, but he is one of Dr. Gaziano’s star pupils. He has lost 60 pounds and exercises most days. When his pressure used to be 200 and above, he said he felt glum and his head hurt “like a wicked sunburn.” Although high blood pressure is often called the silent killer, when pressures go very high, people may feel effects from increased pressure in the brain, Dr. Gaziano said.

“Your blood pressure is headed in a good direction, better than I would have expected,” Dr. Gaziano told him. “The medicine alone wouldn’t do it. I have a feeling your exercise and weight reduction have played a significant role.”

“I get an A,” Mr. Lorenzen said proudly.
Fuente: NYT. http://www.nytimes.com/2015/06/23/health/blood-pressure-the-mystery-number.html?em_pos=small&emc=edit_hh_20150623&nl=health&nlid=31217582&ref=headline&_r=0

(Atención la traducción al ser automática deja mucho que desear y exige ser "creativo" en su comprensión)
Casi medio siglo después de que rigurosos estudios que mostraron a medicamentos que disminuían la presión arterial con el fin de prevenir ataques cardíacos, accidentes cerebro vasculares y muertes, los investigadores todavía no saben qué nivel de presión es la que debe tener la presión arterial.

Más de 58 millones de estadounidenses toman estos medicamentos, pero esta pregunta fundamental sigue sin resolverse. "Todos sabemos tratar la hipertensión y sabemos que es bueno, pero no sabemos qué nivel de deberíamos tener", dijo el Dr. Michael Lauer, director de la División de Ciencias Cardiovasculares del Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre.

El instituto está buscando respuestas definitivas como parte de su misión de reducir las muertes por enfermedades cardiovasculares, continuando el proceso de décadas en las tasas de mortalidad de esta causa de muerte.

En el solsticio de verano, los cálidos rayos del sol bañan el hemisferio norte más tiempo que cualquier otro día del año. Esto sucede debido a la inclinación del eje de la Tierra está en un punto en el que hace su arco más profundo a la star.Introducing Verano de la Ciencia Los resultados de un estudio amplio y riguroso, llamada Sprint, se espera que en 2017. Los investigadores están siguiendo 9000 media edad y adultos mayores con hipertensión arterial. La mitad fueron asignados al azar para conseguir su presión sistólica - el número más alto que mide la presión cuando el corazón se contrae - a por debajo de 120, mientras que los otros eran para llegar a continuación 140. El estudio medirá no sólo los ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y enfermedad renal, sino también efectos sobre el cerebro. ¿La gente piensa mejor y evitar la demencia con la presión más baja?

Mending Hearts
Artículos de esta serie explorarán nuevos enfoques para el tratamiento de enfermedades del corazón.
PARTE 1
Un cambio radical en el tratamiento de ataques al corazón
PARTE 2
La construcción de una válvula de Mejor
PARTE 3
Poner stents a la prueba
PARTE 4
La presión arterial, el Número de Misterio

Una guía Posiblemente Salvamento y Socorrismo de ataques al corazón
Mientras tanto, los médicos están tomando decisiones en una niebla de incertidumbre.

¿Qué pasa con un paciente como Glenn Lorenzen, de 67 años, cuya presión sistólica era un aterrador 220 en octubre? En un día frío en diciembre en la clínica cardiovascular en el hospital de Asuntos de Veteranos de Boston, que había recibido la buena noticia de que las drogas y la pérdida de peso había bajado su lectura a 124. ¿Debería ser feliz? Debería apuntar a estar por debajo de 120? ¿O debería aliviar hasta en los medicamentos un poco y dejar que su presión de la deriva hacia el 140 o incluso 150?

Una escuela de pensamiento dice la presión arterial aumenta con la edad para impulsar más sangre en el cerebro. Otro dice la presión arterial alta daña el cerebro, tal vez causando miniderrames silenciosos.

"No sabemos que es correcto", dijo David Reboussin, un experto en bioestadística en la Wake Forest University, que es un investigador principal del nuevo estudio federal.

La tendencia en geriatría es dejar que la presión de la deriva hacia arriba, aunque no por encima de 150, dijo el Dr. Alfred Cheung, un investigador del estudio que es un nefrólogo y profesor de medicina en la Universidad de Utah.

"No se basa en datos duros", dijo.

La falta de pruebas está en el centro de una controversia que es en parte un artefacto de la forma de pensar sobre la presión arterial evolucionado.

Cuando los medicamentos para bajar la presión arterial aparecieron en el mercado en la década de 1950, muchos médicos no sabían si debían prescribirlos. Pensaron presión sistólica debe ser 100 más la edad de una persona. La sabiduría convencional es que los vasos sanguíneos se endurecen con la edad, por lo que una mayor presión ayudó a impulsar la sangre a través de ellos.

Ese punto de vista fue desacreditado en 1967, cuando un estudio riguroso comparó los fármacos con un placebo terminado antes de tiempo porque los que tomaban las medicinas tenían bastantes menos accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos. Las drogas se convirtieron en pilares de la medicina, acreditados con el ahorro de millones de vidas.

Muchos ensayos clínicos iniciales ni siquiera abordaron la presión sistólica, el foco en la actualidad. En cambio, se veían a la presión diastólica, el número más bajo, lo que representa la presión en los vasos sanguíneos cuando el corazón se relaja entre latidos.

"El pensamiento general - erróneo - era que a medida que envejece, la sistólica naturalmente sube" para suministrar sangre al cerebro, dijo el doctor William C. Cushman, el jefe de medicina preventiva de la VA Medical Center en Memphis.

No fue sino hasta 1991 que se publicó el primer estudio sobre la presión sistólica. Él y la investigación posterior concluyó que el objetivo del tratamiento debe ser un nivel por debajo de 150 con el fin de prevenir los ataques al corazón, insuficiencia cardíaca y accidentes cerebrovasculares. Casi sin estudios relacionaron los resultados a los objetivos más bajos.

Así que los médicos y los responsables de las guías tienen un enigma, dijo el doctor Cushman. "La epidemiología es coherente ya que si se tiene una presión sistólica de 120 o incluso por debajo de 120 se asocia con una mortalidad cardiovascular reducida. Pero eso no significa necesariamente que el tratamiento con medicamentos para llegar a ese nivel le dará ese beneficio. "La preocupación es que las drogas siempre tienen más efectos que lo que se están utilizando para. Así que el lograr una presión sanguínea más baja con fármacos no tiene necesariamente el mismo resultado que una persona que tiene la presión naturalmente inferior.

Directrices de expertos están por todo el mapa. Un panel designado por el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre sugiere una presión sistólica por debajo de 150 para los mayores de 60. La Asociación Americana del Corazón y otros grupos dicen que debe estar bajo 140.

Directrices europeas exigen una presión sistólica de menos de 150, excepto para los adultos mayores, sino que también tienen en cuenta el riesgo de enfermedades del corazón de una persona al momento de decidir lo baja que debe ser ese número. Y los estudios epidemiológicos que siguen a grandes grupos de personas a través del tiempo han encontrado que las personas cuya presión sistólica es de forma natural 120 o inferior tienen el menor riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.

Las directrices desde el panel del instituto del Corazón, los Pulmones y la Sangre constituyeron uno de los esfuerzos más ambiciosos para construir un consenso para los niveles de presión arterial. La misión consistía en utilizar los datos de estudios rigurosos, más que la opinión de expertos, el estándar más empleado.

Directrices anteriores por un comité similares convocado por los Institutos Nacionales de Salud habían fijado la meta de la presión sistólica por debajo de 140. La nueva directriz pidió una presión por debajo de 150 para las personas de 60 años o mayores. "Ahí es donde se ve el beneficio", en los ensayos clínicos, dijo la doctora Suzanne Oparil, el director de la biología vascular y el programa de la hipertensión en la Universidad de Alabama en Birmingham y presidenta de dicha comisión.

Dr. J. Michael Gaziano, profesor de medicina de Harvard, critica el sistema de clasificación de las mejoras de la presión arterial. Acreditó Kayana Szymczak para The New York Times
Pero cuando el informe del comité se publicó en diciembre de 2013, de inmediato fue atacado y cinco de los 12 miembros del comité publicaron su propio informe, abogando por la presión arterial por debajo de 140.

"Un grupo minoritario en el panel de directrices sentía que era una locura elevar el objetivo a 150 en el segmento de la población con mayor riesgo de hipertensión," dijo el Dr. Jackson T. Wright, Jr., de la Universidad Case Western Reserve, que estaba entre los disidentes.

Y no es sólo la cuestión de la meta correcta para la presión sistólica. Los niveles de presión arterial y el colesterol son tratados de manera muy diferente. Directrices de colesterol tienen en cuenta el riesgo global de un paciente de un ataque al corazón. Pero con la presión arterial, por lo menos para las pautas de los Estados Unidos, la única cosa que importa es los niveles de presión arterial y no otros factores como los niveles de historia familiar o de colesterol.

Así fue como se diseñaron los estudios, sin embargo, dijo el Dr. Cushman. Ensayos de colesterol tomaron otros riesgos en cuenta. Ensayos de presión de sangre miraron sólo la presión arterial. Pero está claro que algunas personas tienen un riesgo menor que otros aunque tengan la misma presión arterial. Sin embargo, todos son tratados igual. En caso de que cambie?

Ese tipo de inconsistencia deja a muchos médicos en un dilema. Médico del Sr. Lorenzen en el Boston VA, el Dr. J. Michael Gaziano, profesor de medicina de Harvard, considera que riesgo general tiene un paciente y es un predicador para que pierdan peso y hagan ejercicio con el fin de  aumentar los efectos de los medicamentos sobre la presión arterial. Él lo practica de esa manera consigo mismo, siguiendo una dieta mediterránea baja en carne y participa en esquí de fondo.

"Eres una persona más delgada lo sé," dijo el Sr. Lorenzen Dr. Gaziano sobre la reciente visita.

Sr. Lorenzen, que ha tenido dos ataques al corazón, sigue siendo alta, pero es uno de los alumnos  estrellas del Dr. GAZIANO. Ha perdido 60 libras y hace ejercicios la mayoría de los días. Cuando su presión solía ser 200 o más, dijo que se sentía triste y le dolía la cabeza ", como una quemadura de sol impío." A pesar de que a la presión arterial alta a menudo se le llama el asesino silencioso, cuando las presiones están muy alta, las personas pueden sentir los efectos de aumento de la presión en el cerebro, dijo el doctor Gaziano.

"Su presión arterial va en una buena dirección, mejor de lo que hubiera esperado," le dijo el Dr. Gaziano. "El medicamento solo no lo haría. Tengo la sensación de que su reducción de peso y el ejercicio han desempeñado un papel importante ".

"Tengo una A," dijo el Sr. Lorenzen orgulloso.

miércoles, 30 de abril de 2014

Fuster: “El paciente que no se cuide podrá ser rechazado por el sistema” Solo un 20% de los enfermos intervenidos controlan cuatro factores de riesgo un año después

Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en España, pero su prevención no está resultando nada fácil. Y ello no sucede porque no se sepa qué hay que hacer.

En un curso magistral que ha dado en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, Valentín Fuster, director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), resumió en siete los factores de riesgo (tabaco, colesterol, hipertensión, diabetes, sedentarismo, obesidad y edad) y, no sin cierto desánimo, admitió que los ensayos muestran que “solo los profesionales y los obsesivos” parecen dispuestos a cambiar sus hábitos. Ante una “epidemia silenciosa” que “la gente no se cree”, puede llegar a suceder que “el paciente sea rechazado por los sistemas sanitarios”, advirtió. Algo que ya empieza a barajarse en países como Reino Unido o Suecia, añadió.

Los ensayos empiezan a mostrar esta impermeabilidad de los pacientes a los consejos médicos. Por ejemplo, en una revisión de estudios hecha con personas que ya han tenido un infarto, publicada en abril, Fuster y otros investigadores constataron que un año después del suceso, solo el 20% había conseguido controlar cuatro de los factores (se medía tabaquismo, colesterol, hipertensión y azúcar).

Y si esto sucede entre quienes ya le han visto las orejas al alobo, la idea de que quienes se consideran impunes cambien sus hábitos le parece al cardiólogo una entelequia. “No queremos creer lo que nos está ocurriendo. No va a haber un cambio de hábitos, porque la población no se cree vulnerable. Por eso hay una epidemia”, dijo Fuster. En la misma línea de reconocer una situación peligrosa, Fuster fue tajante: "No me digan que en España se sigue la dieta mediterránea".

Aunque todavía no hay datos, la misma idea subyace en el estudio Focus 1 que está realizando el equipo del investigador. Su objetivo es medir por qué las personas que han tenido un accidente cardiaco o cerebrovascular no toman la medicación que evitaría una recaída. El tratamiento básico es, en principio, sencillo: tres pastillas –anticoagulante, antihipertensión y anticolesterol-. La evidencia de que el cumplimiento terapéutico (lo que se denomina adherencia) es escaso llevó al CNIC, en colaboración con laboratorios Ferrer, que colaboraron en la preparación del encuentro de Santander al que fue invitado EL PAÍS, a desarrollar la polypill, una píldora que incluye los tres compuestos en un solo comprimido. “No se trata de ponerlos todos juntos”, advirtió Fuster. La idea es facilitar que se siga el tratamiento, y que sea más barato –“hemos aprendido que lo que encarece el medicamento es la distribución”, dijo el médico-. La polypill, de momento, está permitida en siete países latinoamericanos. Se espera que el año que viene se apruebe en Europa, y que al siguiente esté también en EE UU.

Esta idea de una pastilla a dosis fijas contradice uno de los principios que parecen regir la nueva medicina: los tratamientos personalizados, admitió Fuster. De alguna manera, las enfermedades cardiovasculares son algo “difuso” y, por lo que dijo el médico, de momento escapan a las nuevas tendencias: ni la genética como factor predictivo, ni el uso de células madre ni los tratamientos individualizados han demostrado de momento una gran utilidad. Sigue habiendo que acudir a la anatomía y la fisiología clásicas.

En la misma línea, Fuster defendió el uso de los nuevos anticoagulantes que se dan a dosis única y no hay que regularlos en función de analíticas periódicas a los pacientes. Es un debate que en España enciende a los especialistas entre defensores del Sintrom y los del Dabigratán. El problema de este último, más nuevo y cómodo para el paciente, es, por un lado, su precio. De hacho los médicos de primaria acaban de emitir un comunicado protestando porque no les dejan recetarlos en todas las comunidades. Por otro, que hay que ser muy riguroso con los horarios ya que si no hay riesgo de sobredosis, admitió Fuster. Por eso él, que tiene a sus pacientes en EE UU, es claro: a los que usen los anticoagulantes antiguos y les va bien, que sigan con ellos; a los nuevos pacientes, que empiecen con los nuevos. Si pueden pagárselo, algo que en países con sistemas de sanidad privados es muy importante...
Fuente: El País.

lunes, 25 de marzo de 2013

España duplica el consumo de sal por persona que aconseja la OMS

El exceso de ingesta del sodio causa 2,3 millones de muertes al año en el mundo
50.000 ictus e infartos están relacionados con el consumo excesivo. 
El 72% del producto llega por alimentos preparados

Los españoles toman de media 9,8 gramos de sal al día, según el Libro Blanco de la Nutrición de la Federación Española de Nutrición (FEN) que se presentó a primeros de mes. Esta cantidad es prácticamente el doble que los 5 gramos (una cucharada sopera) que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). O, medido por el componente que es de verdad peligroso, 2 gramos de sodio al día. En esto no hay grandes diferencias entre las dietas. Un estudio que se acaba de presentar en el congreso de la Asociación Americana del Corazón calcula que 2,3 millones de personas mueren al año en el mundo por complicaciones relacionadas con la ingesta excesiva del sodio de este compuesto. Y no se trata solo de personas de países ricos.

Esta situación es todo un problema de salud pública. Por una vez, el riesgo no está en la obesidad, ya que la afirmación de que la sal engorda es un “mito”, como señala el reciente libro Comer o no comer, de Antonio Ortí. La causa es otra: “La sal lleva a la hipertensión, y este a las enfermedades cardiovasculares”, afirma Enrique Gavá, presidente de la sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología. Gavá no se atreve a dar una estimación del coste en vidas que este consumo puede tener en España, pero hay varias cifras que se pueden manejar. Por ejemplo, en noviembre del año pasado, la secretaria general de Sanidad, Pilar Farjas, afirmó al presentar una campaña para reducir el consumo de sal y grasas que la reducción del consumo de sal a los niveles recomendados por la OMS podría evitar cada año 20.000 accidentes cerebrovasculares y 30.000 eventos cardíacos.

Otro posible cálculo de su efecto lo da el propio Gavá: “En España hay ocho millones de hipertensos, que son ocho millones de candidatos a tomar menos sal”, dice. Algo complicado cuando se trata del “segundo país de Europa en consumo” de este producto.

La gravedad de esta ingesta excesiva es tal que la OMS ha bajado el límite diario aconsejado, que estaba en seis gramos. Con ello se dificulta aún más el conseguir un consuno aceptable. Y esto no es fácil. Según un portavoz de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), el 72% de la sal se adquiere por las comidas preparadas; es decir, no son la sal que uno echa a una ensalada. Y eso es difícil de medir. “Muchos pacientes me dicen que no toman sal, pero se refieren a la sal añadida”, dice Gavá.

El problema no es nuevo, pero “falta concienciación”, señala el cardiólogo. Como en otros asuntos, el mensaje oficial no cala. “La reducción del consumo de sal es un objetivo prioritario dentro de la Estrategia Naos debido a que la sal es un alimento de consumo básico en nuestra dieta, y a que su ingesta excesiva está relacionada con el riesgo de hipertensión arterial y otras enfermedades asociadas de alta mortalidad y discapacidad, como la enfermedad cerebrovascular y las enfermedades cardiovasculares”, indica el portavoz de Aesan. Aquella estrategia Naos (nutrición, actividad física, obesidad y sedentarismo) tiene ya casi 10 años, pero sus logros no son todo lo buenos que se esperaba. Se basa en una reducción voluntaria casi al 100% del contenido de sal en productos preparados, desde bebidas a congelados o pan, y por eso las patronales del sector firmaron los acuerdos correspondientes...
Leer más aquí en El País.


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