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sábado, 30 de agosto de 2025

PROFESORADO. Coral Regí, educadora: “Tenemos que ser más exigentes en la selección del profesorado”

Coral Regi
La experta en transformación educativa considera necesarios cambios en la formación, la incorporación a los centros y la carrera profesional de los docentes

Coral Regí estudió Biología, se hizo profesora, dirigió durante décadas la escuela concertada Virolai de Barcelona, ha formado parte de diversas instituciones, como el Consejo Escolar de Cataluña, y está considerada como una de las mayores expertas españolas en transformación educativa y reforma del profesorado. A los 68 años sigue implicada en numerosos proyectos en torno al mundo de la enseñanza, como Futurs de l’Educació o la Fundación Nueva Educación, de Chile, motivo por el cual la entrevista le coge asesorando colegios en este país latinoamericano, y responde por teléfono. Casi una de cada cuatro plazas de profesores de secundaria convocadas en España en junio quedó desierta. Pero más que ese porcentaje, a Regí le preocupa que el país no sea capaz de formar, seleccionar, y atraer a los perfiles más idóneos para ser educadores, que es como se define a sí misma.

Pregunta. ¿En qué dirección deben cambiar las oposiciones?
Respuesta. Deberíamos ser más exigentes en la selección. El acceso tiene que servir para que el docente demuestre tres cosas. Que tiene claro cómo es el perfil del alumno y el fin social de educación; que cuenta con recursos pedagógicos, porque su función es que los alumnos aprendan, no que él explique muy bien y, evidentemente, que conozca su materia. Y hemos de intentar que las personas que accedan a la función docente tengan claro que su perfil es de educador, no de profesor de una asignatura. Es un cambio de rol. Hay centros y profesores que tienen prácticas muy buenas para acoger y hacer un seguimiento de los alumnos, y están consiguiendo no tener fracaso escolar. Y eso debería ser lo habitual.

P. ¿Cómo debería ser la incorporación del profesorado a los centros educativos?
R. La mejor manera es con un sistema del estilo del programa Sensei que se ha probado en Cataluña, y que ahora ha quedado muy disminuido al acabarse la financiación europea con la que contaba. El programa localizó centros con buenas prácticas, con buenos profesionales, y puso a los profesores que acababan de ganar la oposición al lado de ellos durante un curso escolar, para que aprendieran en un modelo de inmersión. Claramente, debemos ir por ahí. Esa fase de prácticas, además, debería formar parte del proceso de selección del nuevo profesorado.

P. ¿Quiere decir que la evaluación de esas prácticas sea decisiva para el acceso y no más bien un trámite, como ahora?
R. Sí. Muchas veces los mismos educadores, los profesores que estamos en los centros, hacemos un magro servicio a nuestra profesión. Y eso empieza con los alumnos que hacen prácticas de magisterio en los centros de Infantil y Primaria. Tenemos un buenismo de decir: ‘Pobrecito, venga, va’. Y se aprueban las prácticas de la carrera a personas que no tienen el perfil de educador. Los profesionales tendríamos que ser muy exigentes en eso, porque son personas que van a estar educando a niños y niñas.

P. También considera necesario cambiar la formación que reciben en la universidad. ¿En qué sentido?
R. Lo primero es aumentar los niveles de exigencia para el acceso a Magisterio, incluyendo los exámenes para entrar como los que existen en Baleares y Cataluña, porque necesitamos los mejores maestros. Muchas veces los problemas que surgen en Secundaria derivan de una mala praxis, aunque se haya hecho con buena voluntad, en Infantil y Primaria. Respecto al profesorado de secundaria, yo creo que de una vez por todas debemos ir a algo más parecido a una carrera de educador que a una especialización posterior. Debemos ir a una formación más específica de profesional.

P. ¿Se refiere a una carrera universitaria específica de profesorado de Secundaria?
R. Sí, como la hay en muchos países. Hoy, la complejidad de nuestras aulas, y no digo que sea negativa, porque es positiva y una fuente de oportunidades, y el hecho de que todos y cada uno de los alumnos que tenemos en la clase merecen y necesitan lo mejor, requiere que tengamos unos profesionales que realmente funcionen.

P. Para atraer a los mejores perfiles, usted también considera necesario implantar una carrera profesional que implique mejoras salariales basadas en evaluaciones periódicas.
R. Hoy, el sueldo de un profesor cuando se incorpora a la carrera docente es bueno. El problema es que no hay un seguimiento de ese profesor a lo largo de los años que permita que vaya aumentando. Los sistemas que hay ahora, basados por ejemplo en la realización de cursos de formación, son un trámite. Ir a una carrera docente que efectivamente priorizara las buenas prácticas, con una evaluación real y coherente, vinculada al proyecto de centro, nos ayudaría mucho a tener buenos profesionales.

miércoles, 27 de agosto de 2025

Lo que los niños aprenden sin querer cuando no están en la escuela

Niños corriendo en un parque.

Fuente de la imagen,Getty Images

    • Autor,Joan Tahull Fort

Con la llegada de las vacaciones escolares, muchas familias y docentes se preguntan qué pasa con los aprendizajes cuando paran las clases. ¿Se pierde el tiempo? ¿Se estanca el desarrollo? ¿Conviene seguir con tareas o actividades académicas para "no perder el ritmo"?

Estas preguntas ignoran algo fundamental: el aprendizaje no se detiene cuando termina el año escolar. Simplemente, cambia.

Durante las vacaciones, lejos de las estructuras formales académicas, los niños y jóvenes siguen aprendiendo –y mucho–, aunque de manera más informal, espontánea y emocionalmente significativa.

En lugar de contenidos curriculares, lo que se cultiva en estos períodos de "descanso" son competencias igual de esenciales para la vida: habilidades sociales, autonomía, creatividad, gestión emocional, resolución de conflictos, conciencia del tiempo, sentir el aburrimiento…

Tiempo desestructurado y desarrollo cerebral
En nuestra sociedad, marcada por una obsesión con la productividad y el rendimiento, tendemos a ver el tiempo libre como un "vacío" que hay que llenar.

Sin embargo, la neurociencia y la psicología del desarrollo llevan años demostrando que el descanso, el juego libre y la socialización entre iguales son fundamentales para el desarrollo cognitivo, social y emocional en la infancia y la adolescencia.

Las vacaciones permiten algo que difícilmente ocurre en la escuela: el tiempo desestructurado.

Un espacio sin objetivos definidos, sin evaluación ni presión externa, donde los niños pueden explorar el mundo a su manera, seguir su curiosidad, aburrirse (el aburrimiento también enseña) y encontrar formas propias de resolver problemas cotidianos.

Lo que se aprende sin querer

niñas comiendo sandía

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,
Las vacaciones permiten algo que difícilmente ocurre en la escuela: el tiempo desestructurado. A continuación, enumero algunas de las habilidades y aprendizajes que se desarrollan naturalmente durante las vacaciones y son esenciales para la vida:

1. Negociar y convivir con los demás. Durante el año escolar, las interacciones suelen estar mediadas por normas y figuras adultas que regulan el comportamiento. En cambio, en vacaciones –especialmente cuando hay tiempo compartido con hermanos, primos, vecinos o amigos–, los niños descubren la necesidad de negociar, acordar reglas, ceder, resistir y colaborar. Aprenden a convivir entre iguales, a veces con conflictos, pero también con reconciliaciones.

2. Organizar el tiempo. Sin horarios rígidos, muchos niños y jóvenes aprenden a administrar su propio tiempo: cuándo levantarse, cuánto dedicar al juego, al descanso, a ayudar en casa o simplemente a estar en su mundo. Esta flexibilidad es clave para desarrollar autonomía y planificación personal.

También existe el riesgo de un uso excesivo de los dispositivos electrónicos, lo que puede provocar que los jóvenes pasen más tiempo del necesario frente a las pantallas, descuidando otras actividades importantes como el descanso, el ejercicio físico o la interacción social.

Cuando el móvil se convierte en el centro de la vida cotidiana de un adolescente, es fundamental abrir espacios de diálogo y reflexión. Encontrar un equilibrio entre la autonomía y ciertos marcos de contención puede ayudar a desarrollar un uso más consciente y saludable de la tecnología.

3. Explorar sus intereses. Las vacaciones son una oportunidad para que los niños se reconecten con lo que les gusta. Tal vez pasen la tarde dibujando sus personajes favoritos, haciendo legos, hojeando revistas o cómics, mirando hormigas en el patio, probando nuevos juegos con sus amigos o ayudando a preparar el desayuno con la abuela. Es un tiempo de exploración libre, sin exámenes ni presiones externas. Aprenden por curiosidad, por gusto, y porque cada día pueden descubrir algo nuevo a su manera y ritmo.

4. Desarrollar la creatividad. El tiempo libre favorece la creación de mundos imaginarios, historias inventadas, juegos espontáneos o manualidades improvisadas. Quién no recuerda su infancia, mirando las formas de las nubes e imaginando personajes, animales fantásticos o escenas que solo nosotros podíamos ver. Es en esos momentos aparentemente simples –dibujando, construyendo una cabaña o explicando historias– aparece la creatividad.

5. Manejar el aburrimiento. En un primer momento, cuando se terminan las actividades organizadas, aparece el clásico "me aburro". Para los adultos puede sonar como una queja o una señal de que algo falta, pero en realidad el aburrimiento es un motor. Enseña a los niños a tolerar la ausencia de estímulos inmediatos, a quedarse un rato con ellos mismos y a activar sus propios recursos internos. Al principio puede haber incomodidad, pero pronto aparece la chispa: un juego inventado, una historia… Muchos descubrimientos valiosos, ideas creativas y momentos de juego auténtico aparecen después del aburrimiento. Dar espacio a la pausa es dejar que surja la imaginación.

6. Conectar con su mundo emocional. Los niños tienen más tiempo para sentir, pensar y hablar sobre lo que les pasa. El descanso físico y mental abre un espacio para las emociones que estaban contenidas o silenciadas. A veces basta una tarde tranquila, una conversación sin prisa o simplemente estar presentes para que surjan preguntas, miedos, sueños o alegrías que durante el año quedaban en segundo plano. Y quienes convivimos con ellos lo sabemos: en vacaciones, los hijos crecen más y consolidan conocimientos. Consolidan habilidades y competencias que estaban, pero todavía no se manifestaban.

7. Vincularse con otros adultos y referentes. No todo pasa por la escuela o los padres. En vacaciones, los niños se relacionan con tíos, abuelos, vecinos, monitores o adultos en otros roles. Estos vínculos también enseñan: modelan formas de hablar, de actuar, de resolver problemas, y ofrecen una diversidad de perspectivas. Estos vínculos amplían su red de afectos y les dan un sentido de pertenencia más allá del núcleo familiar.


niño jugando en el jardín

Fuente de la imagen,Getty Images

 
Pie de foto,

Manejar el aburrimiento es una de las habilidades y aprendizajes que se desarrollan naturalmente durante las vacaciones

El valor del juego y la desestructura

El juego libre es una de las actividades más serias y formativas de la infancia y la juventud. No todo debe tener un propósito académico para ser valioso. Jugar es, en sí mismo, una forma profunda de aprendizaje. Es en el juego donde se experimentan roles, se ensayan normas, se gestiona la frustración y se valora la creatividad.

Además, el hecho de que muchas de estas experiencias ocurren fuera de estructuras rígidas no las hacen menos valiosas; al contrario, son complementarias. De hecho, la desestructuración del tiempo hace los aprendizajes más personalizados, más duraderos y conectados con la realidad emocional del niño.

¿Qué pueden hacer las familias?

No se trata de convertir las vacaciones en otra escuela paralela ni llenar la agenda con actividades formales. Lo ideal es encontrar un equilibrio entre cierta estructura (rutinas básicas y límites claros) y cierta libertad.

Algunas ideas para acompañar son:

Fomentar momentos de juego libre, incluso sin juguetes.

• Proponer tareas sencillas en casa que impliquen participación y responsabilidad.

• Conversar sobre lo que sienten, lo que les interesa, lo que sueñan.

• Dejar tiempo para el aburrimiento, sin llenarlo enseguida.

Aprender fuera del aula

Las vacaciones no son una pausa en el aprendizaje: son un escenario distinto, con otras reglas, donde aparecen nuevas formas de conocimiento fundamentales para la vida. Reducirlas a un simple tiempo "improductivo" es no ver todo lo que está sucediendo en la mente y en el ámbito emocional de los niños y adolescentes.

Seguramente, la lección más importante sea que aprender no siempre requiere un aula en una escuela. A veces, basta con un grupo de amigos, un árbol para trepar, una conversación, una tarde sin nada que hacer… Porque, como decía el pedagogo Francesco Tonucci, "los niños no necesitan más deberes, necesitan más vacaciones, más tiempo libre, más juego y más calle".

 *Joan Tahull Fort es profesor de sociología de la educación de la Universidad de Lleida. Este artículo apareció en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.

lunes, 7 de julio de 2025

¿Está garantizado el derecho a la educación en España?

Debemos tejer una alianza para conseguir una educación transformadora, comunitaria, democrática, equitativa, laica, inclusiva, coeducativa y de calidad

¿Está garantizado el derecho a la educación en España? En un primer momento podríamos pensar que sí, porque se nos facilita una plaza escolar en las etapas obligatorias, pero esto por sí solo no garantiza el derecho a la educación a lo largo de la vida. Hoy no tenemos asegurado ni el acceso a todas las etapas y espacios educativos, ni un proceso educativo con calidad, ni los resultados educativos. Es de extrema gravedad que las administraciones educativas desprotejan a miles de niñas, niños, adolescentes y jóvenes al vulnerar estos tres derechos educativos.

Empecemos por el primer derecho vulnerado, el acceso. Como decíamos anteriormente, en las etapas obligatorias se nos facilita una plaza escolar. Pero en las etapas no obligatorias y en la educación no formal, la privatización está ocupando un espacio que no le corresponde, impidiendo la cohesión social y la igualdad de oportunidades. En el primer ciclo de educación infantil, el 0-3, muchas familias no tienen acceso a una plaza pública y han de recurrir a las escuelas infantiles privadas con un sobrecoste añadido. En la Formación Profesional, la oferta privada está creciendo exponencialmente sin ningún pudor, ante la inacción, en muchos casos, de las administraciones educativas. Un tercio de esta oferta ya se encuentra en manos de empresas privadas, mientras que las plazas públicas sólo han aumentado un 7%. También la universidad pública está sufriendo esta ola privatizadora, en muy poco tiempo habrá más universidades privadas que públicas. Además, sufre una infrafinanciación estructural y sólo un 14% del gasto que dedican las familias a la universidad llega por el sistema de becas. El ocio educativo es inalcanzable para muchos niños y niñas, impidiendo así desarrollar todas las potencialidades que aportan estos espacios educativos.

El segundo derecho vulnerado es el del proceso educativo. En España, el 28% de la infancia sufre pobreza infantil, algo que debería abochornarnos como sociedad. Además, existen cerca de 2.000 centros segregados, el alumnado de los cuales no tiene presentes compartidos con sus iguales, ni experiencias educativas diversas. De nuevo las administraciones educativas dejan a su suerte a estos centros, y son sus profesionales y la comunidad educativa que con su sobreesfuerzo, se ven obligados a compensar lo que no hace el sistema.

El tercer derecho vulnerado son los resultados educativos. El gran exponente de esta vulneración es el abandono educativo temprano. Actualmente está en el 13%, mientras que la media europea es del 9,5%. Un elemento a destacar es que este abandono, en el alumnado de familias con estudios superiores sólo es de un 3%, sin embargo, para el alumnado que proviene de familias con estudios hasta el nivel de primaria o inferior se eleva hasta un 39%. Para dar respuesta a esta vulneración se debería apostar por incrementar la inversión en educación y situar la dignificación de la educación pública como el eje vertebrador de nuestro sistema.

La filósofa Marina Garcés, definió el modelo educativo que sí garantizaría estos tres derechos: “Educar no es aplicar un programa. Educar es acoger la existencia, elaborar la conciencia y disputar los futuros. Dentro y fuera de las escuelas, la educación es una invitación: la invitación a tomar el riesgo de aprender juntos, contra las servidumbres del propio tiempo”.

Delante de estas vulneraciones hemos de tejer complicidades entre el profesorado, familias, estudiantes, movimientos de renovación pedagógica, colegios profesionales y el sindicalismo de clase para conseguir una educación transformadora, comunitaria, democrática, equitativa, laica, inclusiva, coeducativa y de calidad. Nos jugamos un presente y un futuro digno para todas las personas.

Teresa Esperabé es secretaria general de la Federación de Enseñanza de CC OO.

domingo, 23 de febrero de 2025

Aprendizaje. Creer que la inteligencia innata determina el rendimiento educativo: la trampa que perjudica a muchos estudiantes

Atribuir mucha importancia al talento en detrimento de la dedicación y las técnicas de estudio no es coherente con lo que se sabe del funcionamiento del cerebro y limita el progreso de los alumnos.

Camino del colegio, Mar, de 11 años, alumna de la enseñanza pública en Valencia, no se lo piensa mucho antes de responder a la pregunta de por qué cree que algunos de sus compañeros sacan buenas notas y otros malas. “Porque son más inteligentes”. Se trata de una opinión arraigada entre muchos chavales, sus familias y, en menor medida, algunos docentes, que autolimita el progreso académico de los estudiantes, influye en su motivación, y se manifiesta con frecuencia en materias concretas, con afirmaciones como “no valgo para las matemáticas” o “no se me dan bien las lenguas extranjeras”. Y que, a pesar de su extensión, no es muy coherente con lo que la ciencia ha mostrado hasta ahora sobre cómo aprende el cerebro.

“Las habilidades innatas pueden dar ciertas ventajas, pero a la hora de aprender resulta más importante la experiencia”, asegura el psicólogo cognitivo de la educación Héctor Ruiz Martín. Salvo casos especiales, como las personas con trastornos intelectuales graves, prosigue, cualquier puede lograr niveles de competencia entre aceptables y excelentes en cualquier disciplina escolar. “Lo que más influye son otros factores, como la dedicación, las técnicas de estudio, la paciencia, los recursos didácticos y la perseverancia”.

Ruiz Martín, uno de los principales expertos españoles en prácticas de estudio ―investiga cuáles son más efectivas, como la técnica de la evocación, y cuáles aportan pocos beneficios, como releer los apuntes―, director de la International Science Teaching Foundation, y autor, entre otros libros, de Aprendiendo a aprender, matiza, sin embargo, que ello no significa que cualquiera pueda convertirse en el mejor del mundo en un campo simplemente a base de estudiar mucho. Pero sí que con la actitud y las estrategias adecuadas la inmensa mayoría de los estudiantes puede alcanzar resultados buenos o muy buenos, incluso si afrontan dificultades de partida, como la dislexia, que sí pueden requerir un esfuerzo mayor.

La argumentación de Ruiz Martín tiene, por un lado, una base biológica. El cerebro humano se modifica continuamente a partir de las experiencias que tenemos. Una propiedad, llamada neuroplasticidad, que constituye los cimientos del aprendizaje y nuestra principal facultad para adaptarnos al medio, explica. Las células cerebrales modifican continuamente sus conexiones ―llamadas sinapsis―. Y el aprendizaje se produce gracias a la creación de nuevas conexiones o mediante la modificación de las que ya tenemos.

La manera en que nuestro cerebro está, por decirlo así, cableado, en un momento dado, determina qué sabemos y qué podemos hacer, pero aprender consiste precisamente en modificar esos circuitos neuronales existentes, prosigue Ruiz Martín. El desempeño inicial de una persona en una disciplina concreta depende, por tanto, de cómo estén configurados de partida sus circuitos neuronales. “Pero con estudio, práctica y paciencia el cerebro se reconfigura para que seamos mejores en lo que tratamos de aprender”, asegura el psicólogo cognitivo.

Considerar el talento innato la causa principal del éxito o el fracaso educativo tiene consecuencias negativas porque afecta a la motivación. Y es difícil, cree Ana Prades, orientadora en un instituto público de Castellón, exagerar la importancia que la motivación tiene para el rendimiento educativo. “La motivación es el motor de todo aprendizaje, un proceso básico, a partir del cual arranca lo demás”, afirma. “En la motivación por aprender algo influye el interés. Pero hay un factor que es todavía más importante, porque modula el interés, que es la creencia de que puedes aprenderlo, lo que en psicología se llama autoeficacia”, prosigue Ruiz Martín.

Cuando la confianza de un estudiante en que podrá aprender algo es mayor, es más probable no solo que lo intente, sino que persevere, y no se eche atrás cuando cometa los errores que ―por si hacía falta, ha confirmado la investigación neurocientífica― suelen producirse al empezar a aprender algo nuevo.

Identificar bien la causa
La confianza en poder aprender algo se basa, a su vez, en elementos como las experiencias anteriores del estudiante con dicha disciplina, y sobre todo, en la forma en que ha interpretado dichos resultados. A qué considera que se debe un éxito o un fracaso. Si el estudiante suspende una asignatura y lo atribuye a su falta de capacidad ―“no se me dan bien las matemáticas” o “no soy inteligente”―, o a razones sobre las que, incluso si estuviera en lo cierto, no tiene margen de maniobra directo ―como que el examen era muy difícil o que el profesor le tiene manía―, es menos probable que mejore en la siguiente evaluación que si se plantea esforzarse más o estudiar con técnicas más efectivas.

La opinión de que la inteligencia innata es lo que más determina el rendimiento también está muy asentada en buena parte de los buenos estudiantes, dice Ruiz Martín. Una creencia que puede volverse en contra de aquellos que, no habiendo adquirido buenos hábitos de estudio, al llegar a cierto nivel de exigencia ―que con frecuencia coincide con la ESO― comienzan a tener peores resultados. Y si en ese momento, en vez de cambiar su forma de estudiar, siguen atribuyendo los resultados al talento, pueden acabar rebajando su opinión de sí mismos (su autoeficacia) e incluso fracasar.

Al mismo tiempo, un alumno o alumna con baja confianza en sus habilidades consigue unos pequeños éxitos educativos, gracias por ejemplo a elegir mejores técnicas de estudio, sus expectativas en que puede lograr otros retos de aprendizaje aumentarán, lo que puede generar un círculo virtuoso. “Suele decirse que si bien la motivación es importante para el éxito escolar, el éxito escolar es aún más importante para la motivación”, afirma el director de la International Science Teaching Foundation.

Un ejemplo concreto
Eso fue, de alguna forma, lo que le sucedió a Ana, que tiene 13 años y estudia segundo de la ESO en un instituto público valenciano. En quinto de primaria suspendió un examen de matemáticas e interiorizó, dice, “que no era buena” en la asignatura. Tres años después, en cambio, gracias a nuevas técnicas de estudio y a la perseverancia, saca sobresalientes en la materia, y asegura que ya no se pone nerviosa, “o no mucho”, en los exámenes de la asignatura.

Gabriela Spano, que lleva 26 años enseñando y es jefa de estudios en el centro público de Primaria y ESO Aurora Picornell, en el barrio de La Soledad de Palma, afirma que la creencia excesiva en la importancia de las habilidades innatas a la hora de determinar la marcha escolar, está muy generalizada y que, aunque es posible, no es fácil de cambiar. “El primer hándicap que tenemos a la hora de enseñar es que no explicamos a los alumnos cómo se aprende, qué mecanismos se ponen en marcha al aprender. Así que ellos lo atribuyen a las creencias culturales que corren a su alrededor, porque esto también está muy arraigado en las familias. Y creo que una de nuestras misiones es desmontar ese mito. Enseñarles cómo se aprende, porque lo harán más y mejor.”. Para ello, Spano ve necesario actuar en diversos frentes: “Poner en valor el error, por ejemplo, una de las cosas que nos hace aprender. Y el concepto de progreso; que no hay nada que tenga más valor que el que alguien progrese desde su línea base”.

domingo, 2 de febrero de 2025

Educación o catástrofe

El pasado 24 de enero se celebró el Día Internacional de la Educación. La fecha fue elegida el año 2018 en conmemoración de la firma de la Constitución de la UNESCO en 1946. Este día marca el nacimiento de la organización internacional dedicada a promover la educación, la ciencia y la cultura como instrumentos para construir la paz y la solidaridad entre los pueblos


Esta celebración pretende reafirmar el compromiso de los países a la hora de garantizar el acceso a la educación de calidad, inclusiva y equitativa, y garantizar las oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida. Yo creo que esas finalidades se consiguen a través de la escuela pública porque es la escuela de todos y de todas, para todos y para todas.

Se trata de reconocer el papel fundamental que desempeña la educación en la construcción de sociedades pacíficas y sostenibles. Esta fecha busca sensibilizar a la comunidad internacional sobre la importancia de la educación de calidad para todos, sin distinción de género, raza, religión y origen social. Esta conmemoración resalta cómo la educación contribuye a la igualdad de género, la reducción de la pobreza y la promoción de la paz, apoyando así la creación de sociedades más sostenibles y resilientes.

Un análisis somero de la marcha de nuestras sociedades habla bien a las claras del largo camino que nos queda por recorrer. Ahí están las guerras, la opresión, la desigualdad, la pobreza, la ignorancia, la desigualdad, el androcentrismo, el neofascismo…

Ese día tuve el honor de impartir una conferencia a los miembros de la FAMPA (Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos) de Ceuta. Su título fue “Educar en tiempos revueltos”. Quise dejar claro, desde el inicio, la diferencia entre educación, instrucción, socialización y adoctrinamiento. No es una cuestión baladí. Porque el lenguaje sirve algunas para entendernos y otras para confundirnos. No se puede confundir educación con instrucción. Porque el concepto de educación tiene dos componentes esenciales: uno de naturaleza crítica. La persona educada sabe pensar, analizar, discernir. Decía Paulo Freire que las persona educada ha pasado de una mentalidad ingenua a una mentalidad crítica. Y un segundo componente que es de naturaleza ética. No hay educación sin valores. La instrucción es la mera acumulación de conocimientos. Pero, si la persona instruida no tiene valores puede utilizar ese conocimiento para explotar, dominar y engañar el prójimo.

La socialización es el proceso de incorporación exitosa a la cultura. Lo cual no implica que se hayan adquirido los elementos básicos de la educación, ni el crítico ni el ético.

El adoctrinador no es un maestro, es un fanático. Impone los valores por la fuerza y, al imponerlos, los destruye. El poeta alemán Holderlin dice que los educadores forman a los educandos como los océanos forman a los continentes, retirándose. Si las aguas no retroceden, el continente no emerge. Pero el adoctrinador anega la tierra.

Hablé de los tiempos que corremos. Bien revueltos. Cargados de incertidumbre, de individualismo, de competitividad, de relativismo moral, de obsesión por la eficacia, de fake news, de bulos, de privatizaciones sin cuento, de capitalismo salvaje… Es decir, de todo lo que es ajeno o contrario de la educación. Por eso, la escuela tiene que ser una institución contrahegemónica…

La educación es lo más importante para los individuos, para las familias y para las sociedades. A través de la educación cada individuo puede alcanzar el máximo desarrollo sus capacidades. Las familias saben que si quieren dejar algo verdaderamente importante a sus hijos es una buena educación. Respecto a las sociedades quiero utilizar las palabras de Herbert Wells: La historia de la humanidad es una cerrera entre la educación y la catástrofe. O gana la educación o gana la catástrofe. Os invito a leer el libro “Escuela o barbarie”, de Carlos Fernández, Olga García y Enrique Galindo.

Pienso que la solución profunda a los problemas del mundo no está ni en los despachos ministeriales, ni en las multinacionales, ni el los cuarteles, ni en los bancos, ni en las iglesias. Está en las escuelas. Es en ellas donde se pueden formar ciudadanos críticos y solidarios.

La educación es también una actividad difícil por su propia naturaleza, por los “materiales” tan sensibles que trabaja (concepciones, idas, sentimientos, actitudes, valores…), por la diversidad infinita del alumnado, por el contexto tan adverso en el que se desarrolla.

La educación es, además, una tarea optimista. Porque parte del presupuesto innegable de que el ser humano puede mejorar, puede aprender. La educabilidad se rompe en el momento que pensamos que el otro no puede aprender y que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo. Y es optimista por los logros que alcanza y las emociones que genera.

La educación es una tarea colegiada. Como el auditorio estaba formado por padres y madres hice mucho hincapié en la importancia de la estrecha colaboración de la familia con la escuela. Insistí en la idea de que sin la familia o contra la familia no era posible llevar a cabo un proceso educativo de calidad.

Denuncié algunas falacias que puede tener la participación de las familias en las escuelas:

La participación regalada: considerar que la participación es un regalo que le hace quien tiene poder a quien no lo tiene. Y los regalos se hacen voluntariamente, si no se quiere no se hacen. Sin embargo la participación es un derecho y un deber.

La participación recortada: consiste esta falacia en limitar la participación de las familias a cuestiones o asuntos de escasa importancia: organizar una fiesta, solicitar unas porterías para el patio… sin posibilidad de intervenir en los contenidos del currículum, ni en su desarrollo y evaluación.

La participación aplazada: la trampa consiste en pensar que las personas no están preparadas para realizar una participación efectiva. No es así. Y si lo fuera, hay que recordar que a participar solo se aprende participando.

La participación condicionada: se puede participar pero con unas condiciones que establece quien tiene poder. Si esas condiciones no se cumplen, se interrumpe la posibilidad de intervenir.

La participación trucada: se trata de participar pero sin desvelar que el proceso tiene escondía una trampa. Se propone una votación pero, si el resultado no es favorable al poder se desestima el resultado de la misma.

La participación formalizada: se respetan todos los aspectos formales pero, en el fondo, no se busca una auténtica participación. Por ejemplo se fijan las horas prescritas de tutoría, pero se colocan a horas en la que es imposible que los padres acudan.

La participación feminizada: solo participan las madres. Los padres encuentran fáciles excusas para no asistir a las reuniones, a las tutorías o a las asambleas de la AMPA. Hace años dirigí una tesis sobre la participación de un AMPA en un Colegio de Málaga. Comenzó siendo una tesis sobre participación y acabó siendo una tesis sobre género, ya que solo había madres en el AMPA:

Les dije que todas las piedras que las familias arrojan al tejado de la escuela, caen sobre la cabeza de sus hijos.

Hablé, al final de algunas dificultades que podemos encontrar en el camino de la búsqueda de una educación de calidad. Una de ellas es el fatalismo. La actitud que consiste en pensar que nada puede cambiar, que nada puede mejorar. Desde esta perspectiva, todos los esfuerzos serían baldíos.

La cicatería de la política con los profesionales de la educación es otra dificultad importante. Los políticos tienen que elegir a los mejores para esta tarea tan importante, tiene que formarlos mejor y tiene que tratar al profesorado con mayor cuidado y respeto.

Otra dificultad consiste en el desaliento ante las dificultades y los fracasos. Es muy difícil nadar contracorriente. Los tiempos están muy revueltos pero la corriente solo arrastra a los peces muertos.

Existe un problema que bloquea cualquier mejora del sistema educativo. Hablo de la lógica de autoservicio. Un mecanismo que consiste en hacer hablar a la realidad para que nos de la razón. Y, según este mecanismo, los padres culpan a los profesores de las deficiencias, los profesores a los padres y a los alumnos, los alumnos a los profesores y todos a los políticos. No es ese el camino. La solución está en que cada estamento se plantee con rigor, generosidad y sacrifico qué es lo que puede hacer para mejorar la educación. Para mejorar el mundo.

martes, 28 de enero de 2025

EDUCACIÓN. La necesidad de enseñar a pensar.

Inteligencia Artificial en la educación
Sandra Navarro
¿Cómo reconocer esa seductora pero falsaria información disfrazada de verdad por la tecnología? La educación en el pensamiento crítico a todos los niveles, en aulas, familias y medios, enfrenta un riesgo formidable: la ausencia de certezas.

Aún no sabemos si la inteligencia artificial (IA) va a ayudarnos, va a ponernos trabas o ambas opciones a la vez. Su magnitud es tal que cada vez resulta más difícil distinguir entre lo verdadero y lo falso. Reflexiones y dilemas morales de este tipo ya se plantean a los alumnos en diferentes niveles educativos, a través de asignaturas como Filosofía, Ética o Lengua. La cuestión es cómo aplicar, de forma específica, estas enseñanzas frente a la desinformación que nos rodea.

Un equipo del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y de la Universidad de Columbia ha presentado, en una conferencia sobre Factores Humanos en Sistemas Informáticos, un programa generado mediante IA capaz de advertir de que una notica es falsa, y además explicar por qué. Pero, por otro lado, el uso indebido de esta tecnología también está al alcance de los poderosos.

Tema peliagudo donde los haya, pero con una ventaja frente a la educación sobre otros dilemas morales en los que pueden interferir creencias, diversidades culturales o también políticas. Esa ventaja es que no se trata de formar en si algo es bueno o malo, sino de enseñar a tener criterio para decidir lo que cada cual considere, analizar la fuente de donde viene cada información y contrastarla con otras fuentes.

Por lo tanto, avanza el apoyo a esa necesidad educativa ante la amenaza de falsedades masivas, generadas de forma muy creíble por los avances tecnológicos. La urgencia de poner este debate sobre la mesa, creando, por ejemplo, comisiones de expertos para analizar cómo desarrollar esa capacidad desde niños y jóvenes a personas mayores que no se manejan con las tecnologías, tiende a ser unánime entre los expertos.

No se trata de una necesidad que atañe solo a los colegios. En absoluto. La influencia de los padres, el entorno o la lectura, y con esta, la cultura, es determinante para aprender desde niños a cuestionar la información recibida y las posibilidades de que sea cierta o no.

Debate sin polaridad
“Sobre la sociedad digital y, en concreto, la inteligencia artificial, en el discurso, como siempre, unos están muy a favor y otros muy en contra, no aparecen sus múltiples caras, unos solo miran los peligros y otros, solo las ventajas”, resalta Miquel Martínez Martín, uno de los principales expertos españoles de educación en valores, a la que se ha dedicado durante tres décadas desde la Universidad de Barcelona.

El profesor recomienda prudencia en ese debate porque la IA “tiene efectos que seguro pueden ser negativos, pero también deberíamos todos ser, por así decirlo, un poco listos y saber ver qué oportunidades ofrece, qué objetivos nos puede ayudar a lograr. Es decir, en primer lugar, deberíamos ser receptivos a ella”. Respecto a la irrupción masiva de la desinformación y las fake news, Martínez opina que, en realidad, “la tarea de la educación y de los educadores es, en cierto modo, de resistencia, de estar siempre pendientes de lo que ocurre, precisamente para intentar contrarrestar los efectos nocivos, y atacar y volver a atacar en lo que haga falta”.

“Enseñar a tener espíritu crítico es un objetivo del proceso educativo y formativo, y, por lo tanto, forma parte del sistema. Pero este cubre solo una porción estrecha de este aprendizaje, que es muy transversal por su propia naturaleza, es un principio fundamental de la racionalidad humana”, destaca Alejandro Tiana, experto en Teoría e Historia de la Educación y en políticas educativas, ex rector de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), además de exsecretario de Estado de Educación y principal autor y coordinador de la reforma educativa que se aplica actualmente en España.

“Es lógico que ese sistema enseñe a ser críticos y esto se afronta de distintas maneras en el modelo curricular, que establece que el alumno debe aprender una serie de competencias sobre ello. Lo recogen también las directivas de la Unión Europea [UE] al indicar competencias que los países debemos incluir en la educación, en referencia al sentido crítico y al espíritu crítico”, añade.

Para Tiana, el desarrollo de estas competencias tiene una conexión clara con algunas áreas o materias, mientras otras presentan un espíritu más transversal. Por ejemplo, “en los currículos está incluido formar en Ética, sobre todo en la Secundaria, y en Primaria ya se apunta. Aunque algunas áreas tengan más conexión directa con el tema, en realidad hay muchas otras con las que también tiene que ver”.

Y pone varios ejemplos. “Muchas materias científicas hacen mención al desarrollo del espíritu crítico del método científico. Temas como el terraplanismo o el papel de las vacunas afectan a la Biología. Las reglas de pensamiento o el fondo del pensamiento crítico, claramente atañen a la Filosofía”. Además de estas cuestiones específicas, “planteamientos más amplios relacionados, por ejemplo, con las noticias falsas, encajan en Lengua”.

Según la regulación actual, esta materia recoge la competencia específica de “enseñar a seleccionar y contrastar información procedente de diferentes fuentes de manera progresivamente autónoma, evaluando su fiabilidad y pertinencia en función de los objetivos de lectura, para evitar los riesgos de manipulación y desinformación”, completa Tiana.

En el terreno de las aulas aporta su experiencia Noelia Esquivel Martínez, profesora de Primaria especializada en contenidos de memoria democrática. “Debemos tener claro que en los centros escolares, en general, no se trabajan de manera habitual cuestiones como estas que yo planteo, y lo mismo pasa con la formación del espíritu crítico. Seguimos todavía muy anclados en las materias tradicionales y, aunque la ley recoge ahora estas enseñanzas y este tipo de metodología, todavía en la escuela, en la realidad, cuesta mucho tratarlas de forma directa, hay mucha resistencia aún”, advierte la docente.

Y añade: “El nivel más propio para tratarlas es la Secundaria, aunque se pueden empezar a apuntar en quinto o sexto de Primaria. Además, el papel de las familias es fundamental, el tener reuniones con ellas y ver la manera de involucrarlas, porque son temas con los que los jóvenes se encuentran en todo tipo de entornos”.

Esquivel explica su propia forma de trabajar estos valores con sus alumnos: “Yo les guío, no les alecciono ni les doy clases magistrales. Muchas cosas las decidimos de forma colectiva, como algunos temas que debatimos, aunque yo les oriente en el aprendizaje. Se usan estrategias como las asambleas, por ejemplo, aunque para eso tienen que programarse momentos para ello, encajados en un horario, y que el centro trabaje una metodología en esa línea. Es un trabajo cooperativo”.

Fuentes fiables y seguras
Desde la perspectiva de Guadalupe Jover, profesora especialista en Lengua, con más de tres décadas de experiencia profesional, “al utilizar como única fuente de información el libro de texto, la escuela ha transmitido tácitamente la idea de que lo que estaba escrito era lo verdadero y solo había un relato posible para los hechos”.

Pero, especialmente desde la llegada de la tecnología digital, cada vez más centros proponen a los estudiantes consultar diferentes fuentes de información. “Para que este proceso sea formativo, los docentes han de intervenir brindando herramientas para calibrar qué fuentes son fiables, seguras, y cuáles no, por más que el algoritmo nos las coloque en primer lugar o tengan muchos likes”. Esta tarea requiere formación por parte de los profesores y un acompañamiento detenido a los alumnos para determinar la calidad de las fuentes e identificar sesgos “que nos llevan, a menudo de manera espontánea e irreflexiva, a dar por buenas determinadas afirmaciones y a desechar otras”, añade la profesora.

“Lo primero, por tanto, es desarrollar actitudes que refrenen la precipitación y nos ayuden a ponernos las gafas de la duda” para que los alumnos aprendan a hacerse preguntas de este tipo: “Esto ¿quién lo dice? ¿Dónde se ha publicado? ¿Cuál es su ideología? ¿Cuál es la intención comunicativa de su emisor? ¿Por qué lo dice precisamente ahora, en este medio y no en otro?” Para no caer en el otro extremo, el del escepticismo paralizante, esta actitud interrogativa necesita, según Jover, “la voluntad proactiva de contrastar fuentes para calibrar la fiabilidad de lo enunciado y deslindar también a qué propósito obedece”. Considera indispensable conocer, por ejemplo, la titularidad de los medios de comunicación y su orientación ideológica.

La profesora destaca la utilidad de cursos de mediación en resolución de conflictos, además de actividades como “leer un pequeño relato de un acontecimiento controvertido e instar al alumnado a convertirlo en una noticia”. “Superar el análisis descontextualizado de palabras y oraciones mediante el análisis crítico de textos contextualizados, reales, es clave en este camino, y las aportaciones de las diferentes ramas de la Lingüística, desde la pragmática al análisis crítico del discurso, brindan herramientas tan rigurosas como esclarecedoras”, añade.

“Cuando no sabes tener criterio propio sobre algo o te muestras escéptico o sin una postura clara, pierdes fuerza como persona en la sociedad y, por lo tanto, de alguna manera peligra la democracia”, tercia Martínez. “La capacidad de intervenir en los temas públicos, de participar en la toma de decisiones, es vital para la sociedad. Si no estás informado o estás mal informado, si caes en las redes de la desinformación, que son muy amplias, no vas a poder hacerlo”. Por lo tanto, “se debería trabajar todo aquello que contribuye al interés por la información, a que seamos capaces de tenerla, y a detectar la desinformación en entornos escolares, pero también en los familiares”.

Comprender lo que se lee
¿Cómo lograrlo? Para empezar, mediante el desarrollo de la comprensión lectora tanto de medios escritos como visuales. Igualmente, “en la familia se debe hacer ese trabajo de lectura compartida, plantearse preguntas, dialogar sobre los contenidos… Esto ayuda a establecer esa especie de fenómeno y de misterio que es la comprensión lectora”, añade Martínez. Algunas formas de trabajar esta capacidad básica pueden resultar aburridas, “por eso la tarea del educador es de resistencia, algunas tareas hay que hacerlas aunque cueste”.

“Las experiencias que forman el sentido ético y el pensamiento crítico tienen relación con fomentar la preocupación por comprender lo que hay a tu alrededor. Este es un primer elemento que, en la sociedad tecnológica, puede parecer un poco antiguo, pero no lo es”, advierte Martínez. Para este experto, aprender a discrepar o a discutir sobre un tema supone situarse en posiciones controvertidas, saber escuchar puntos de vista distintos, “respetar valores o creencias, aunque a continuación los rebatas”. “El mundo actual, con todos sus conflictos tanto en la desinformación como a nivel social y político, es un ejemplo estupendo pedagógicamente. Si tuviéramos que inventar un material pedagógico para trabajar los contravalores, no tendríamos más que encender la televisión o acceder a cualquier medio, incluidas las redes”.

“Pero, cuando educas en el sentido crítico, no lo haces sobre si esto es bueno o esto es malo, en el propósito, educas para que las personas piensen si les parece bueno o malo, para que se formen un criterio por sí solas teniendo en cuenta las fuentes de la información, cuestionándose la veracidad de los hechos”, apunta Tiana. No se trata de enseñar ideología, sino de analizar hechos e informaciones disponibles para construir un sistema propio de valores.

Esperanza Rodríguez Guillén —vicepresidenta de la Sociedad Española de Filosofía y presidenta de la Sociedad Española de Profesorado y Plataforma de Filosofía— está trabajando en una encuesta, dirigida a los docentes, sobre el uso de la IA en la escuela. “Si algo ha impulsado la necesidad de enseñar ética, es la presencia de la IA. Detrás de las redes sociales y las tecnologías de la comunicación, algunas empresas llegan a acuerdos para sacar grandes beneficios, generalmente a costa de usar algoritmos basados en datos personales, lo que implica un riesgo importantísimo”.

De acuerdo con Rodríguez, los conocimientos éticos y filosóficos ayudan a entender el mundo y a expresar mejor los conceptos. Pero, además, son tan importantes “porque todas las personas afrontan decisiones relevantes para su vida y con repercusiones en las vidas de los demás, y ni qué decir de las que tienen repercusiones sociopolíticas”. Esas determinaciones “se pueden tomar como más o menos se ha hecho siempre, siguiendo la norma establecida, lo general, o bien podemos intentar analizar qué decisión sería la más adecuada, poniéndonos en la piel del otro, porque también debemos educar la capacidad de empatía”.

domingo, 19 de enero de 2025

El cuento de Virtudes Choique

En la cultura neoliberal que nos invade, hay un precepto inquebrantable: ganar a los otros, competir con los demás, ser el primero… Precepto que viene acompañado de otros dos no menos importantes. 

El segundo precepto es que lo que importa son los resultados, no el esfuerzo, no la satisfacción del trabajo bien hecho, no el cumplimiento del deber. 

El tercero es que para ganar a los otros vale todo. ¿Quieres dinero? Vale todo, ¿Quieres poder? Vale todo, ¿Quieres fama? Vale todo. ¿Quieres ganar a los otros? Vale todo.

La competición está en todos los lugares y afecta a todas las personas. Y a todas las instituciones. En todos los momentos y circunstancias. Somos víctimas de la rankingmanía. No se trata de divertirse jugando o viendo jugar al fútbol sino de ganar la competición. No se trata de participar en Eurovisión sino de conseguir el primer puesto en el concurso. No importa tener el mejor sistema educativo que se puede tener con los medios con los que se cuenta, hay que estar en los primeros puestos de la prueba PISA.

En estas fechas de Navidad tenemos un ejemplo singular. Las ciudades se llenan de luces y adornos. Y ahí tenemos a los alcaldes alardeando de que su árbol es el más alto y de que sus luces son más numerosas, más brillantes y más bonitas que las de todas las ciudades el mundo.

El problema de competir es que nunca se parte de las mismas condiciones. De esa forma, las comparaciones siempre son injustas. Y lo son aunque (o precisamente porque) los instrumentos de evaluación estén elegidos y aplicados rigurosamente.

Por eso lo que cuenta son los resultados. Cuando los alumnos van a sus casas con los informes de las evaluaciones, los padres no les preguntan si el conocimiento adquirido les ha hecho mejores personas, si han disfrutado aprendiendo, si han agradecido lo que les han enseñado, no. Le preguntan por los resultados. Lo que importa es aprobar, no aprender, no ser mejores.

Este triple precepto neoliberal se practica en la escuela. No basta sacar buenas notas, hay que sacar mejores notas que los demás. Y para obtener buenas notas basta empollar el día anterior al examen e, incluso, hacerse unas chuletas para garantizar el resultado. También en la familia: he visto competir a hermanos, espoleados por las observaciones de los padres: ¡mira qué notas saca tu hermano!

Conozco un hermoso cuento escrito por Joaquín Durán que fue publicado en el libro «Cuentos para curar el empacho», Editora Patria Grande, Buenos Aires. 1986.Dice así:

Había una vez una escuela en medio de las montañas. Los chicos llegaban hasta allí a caballo, en burro y a pie. Como suele suceder en esta clase de escuelitas, tenía una sola maestra, una solita, que hacía sonar la campana y también hacía la limpieza; encima era una maestra llena de inventos, cuentos y expediciones.

Se llamaba Virtudes Choique. Vivía en la escuela. Cantaba con la guitarra.

Los chicos no se perdían un solo día de clase. Porque la señorita Virtudes tenía tiempo para ellos, sabía hacer mimos, y de vez en cuando jugaba con ellos.

La cuestión es que un día Apolinario Sosa volvió al rancho y dijo a sus padres:

–¡Miren lo que me ha puesto la maestra en el cuaderno!

El padre y la madre miraron, y vieron unas letras coloradas. Como no sabían leer, pidieron al hijo que lo hiciera:

–Señores padres: les informo de que su hijo Apolinario es el mejor alumno.

Sus padres abrazaron al hijo, porque si la maestra había escrito aquello, ellos se sentían bendecidos por Dios.

Sin embargo, al día siguiente, Juanita González llevó a su casa algo parecido:

–Señores padres: les informo de que su hija Juanita es la mejor alumna.

Así los 56 alumnos de la escuela llevaron una nota que aseguraba: «Su hijo es el mejor alumno». Y así hubiera quedado todo, si el hijo del farmacéutico no hubiera llevado su felicitación. Porque, el farmacéutico don Pantaleón Pérez, apenas se enteró de que su hijo era el mejor alumno, escribió una carta a la profesora Virtudes:

–Mi estimadísima, distinguidísima y hermosísima maestra: El sábado que viene voy a dar un asado en honor de mi hijo. Usted es la primera invitada. Le pido que avise a los demás alumnos, para que vengan con sus padres. Muchas gracias. Pantaleón Pérez.

Ese día, cada chico se fue corriendo a su casa para avisar del convite.

Todo el mundo bajó hasta la casa del farmacéutico. Ya estaba el asador y varias fuentes con pastelitos. Mientras la señorita Virtudes cantaba, el mate iba de mano en mano, y la carne se iba dorando.

Don Pantaleón dio unas palmadas y pidió silencio. Hizo ejem, ejem, y dijo:

–Señoras, señores, vecinos, niños. Los he reunido para festejar una noticia que me llena de orgullo: Mi hijo acaba de ser nombrado por la maestra, doña Virtudes Choique, el mejor alumno. Por eso, los invito a levantar la copa y brindar por este hijo que ha honrado a su padre, a su apellido, y a su país.

Contra lo esperado, nadie levantó el vaso. Nadie aplaudió. Nadie dijo ni mu.

Padres y madres empezaron a mirarse unos a otros. El primero en protestar fue el papá de Apolinario:

–Yo no brindo nada. Acá el único mejor es mi chico, Apolinario.

Pero ya empezaban los gritos de los demás, porque cada cual desmentía al otro diciendo que el mejor alumno era su hijo, cuando pudo oírse la voz firme de la señorita Virtudes:

–¡Cuidado con lo que están por hacer… !

Todos miraban fiero a la maestra. Por fin, uno dijo:

–Maestra, usted ha dicho mentiras. Usted ha dicho a todos lo mismo.

Virtudes dijo:

–Yo no he mentido. He dicho una verdad que pocos ven, y por eso no creen. Voy a darles ejemplos:

Cuando digo que Melchor es el mejor, no miento. Melchorcito no sabrá las tablas de multiplicar, pero es el mejor arquero de la escuela.

Y cuando digo que Apolinario Sosa es mi mejor alumno, tampoco miento. Y Dios es testigo que aunque es desprolijo, es el más dispuesto para ayudar en lo que sea…

¿Debo seguir explicando? Soy la maestra y debo construir el mundo con estos chicos. ¿Con qué levantaré la patria? ¿Con lo mejor o con lo peor?

Todos habían ido bajando la mirada. Entendieron que cada defecto tiene una virtud que le hace contrapeso. Y que es cuestión de subrayar, estimular y premiar lo mejor.

Ese día, comieron más felices que nunca.

Hasta aquí el cuento de Virtudes Choique. La maestra argentina quiso animar, motivar y estimular a los padres y a las madres de ese grupo de alumnos y ellos se pusieron a hacer lo que más y mejor sabían hacer: competir, compararse, celebrar que tenían en su casa al mejor. Lo que realmente importaba no es que su hijo fuera bueno sino que fuera el mejor.

Lo viví en mi adolescencia. La filosofía que imperaba en el aula era la de la competitividad. La clase se dividía en dos grupos que competían todo el mes para ganar una tarde libre de jueves. Los alumnos competíamos de dos en dos y, necesariamente, uno ganaba y otro perdía. La estrategia era competir, el objetivo era ganar.

Cuando pienso en la historia de Virtudes Choique se me viene a la mente la leyenda africana que, en lugar de la competitividad, pone el énfasis en la cooperación. Dice así:

Un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu africana. Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquel que llegara primero ganaría todas las frutas.

Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron a disfrutar del premio. Cuando el antropólogo les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía ganar todas las frutas, un niño respondió:

– UBUNTU, ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?

El antropólogo quedó impresionado por la sabia respuesta del pequeño. UBUNTU, en la cultura zulú y xhosa, significa: «yo soy porque nosotros somos”. Es una filosofía de vida, que consiste en creer que cooperando se consigue la armonía ya que se logra la felicidad de todos.

Esta es la pretensión. Avanzar hacia una cultura en la que cueste ser felices cuando hay tantas personas desgraciadas. Una cultura en la que resulte más lógico y más hermoso comerse la canasta de fruta entre todos y no en la que uno se harta de fruta mientas los demás se mueren de hambre.


lunes, 7 de octubre de 2024

_- Una tarea optimista

_- La educación es una tarea intrínsecamente optimista porque parte del siguiente presupuesto: el ser humano puede aprender, el ser humano puede mejorar. La educabilidad se rompe cuando pensamos que el otro no puede aprender y que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo. Es tan consustancial el optimismo a la educación como mojarse para el que va nadar. Sin optimismo podemos ser buenos domadores pero no buenos educadores.

La profesión docente es optimista, entre otros motivos, por las consecuencias que provoca. En su libro Mal de escuela dice Daniel Pennac: A mí me salvaron la vida tres profesores que tenían una característica común: nunca soltaban a su presa”. No dice que le salvaron una asignatura, ni el curso. Le salvaron la vida.

Las sementeras de la educación producen cosechas inexorables de gratitud, de aprendizajes y de bondad. Puede que esas cosechas no sean inmediatas e, incluso, que no sean conocidas, pero se producirán. No siempre con la misma intensidad, con la misma visibilidad, con la misma inmediatez. Veamos algunos ejemplos:

El 19 de enero de 1824, estando en la cumbre de su gloria, Simón Bolívar le escribió desde Pativilca (Perú) una carta a su antiguo maestro. En ella reconoce que fue precisamente ese maestro que sembró en su corazón los anhelos y el compromiso por la libertad y la justicia, quien espoleó su corazón para lo grande y lo sacó de una vida frívola y sin sentido. Dice en esa carta:

“Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto, aunque sentado en una de las playas de Europa. No puede usted figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que nos ha dado: no he podido borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha regalado”.

Albert Camus que, cuando niño, vivió en Argelia una vida de trabajos y pobreza y que gracias a su esfuerzo y su talento consiguió el Premio Nobel de Literatura, quiso reconocer en una famosa carta que todo se lo debía a un maestro especial, el señor Germain. Por cierto, acaba de aparecer un libro con toda la correspondencia entre maestro y discípulo. Dice en esta famosa carta:

“Esperé que se apagara un poco el ruido que ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero, cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin su esperanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que conceda demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generosos que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido”.

El campeón mundial de natación David Meca se encontró en el programa de televisión “Hay una carta para ti” con su antigua maestra, una persona mayor ya jubilada. Se fundieron en un abrazo emocionado. El campeón le dijo a su antigua maestra:

“Todas mis medallas son suyas. Yo era un niño que llevaba unos hierros en las piernas y me daba vergüenza salir a los recreos. No quería que nadie me viera. No confiaba en mí mismo. Me avergonzaba de mis piernas. Pero usted creyó en mí y, gracia a esa fe, yo también acabé creyendo en mis posibilidades Después vinieron los éxitos, las medallas de oro. Todas son suyas. Gracias”.

Mi médica de cabecera y a la vez querida amiga Francisca Muñoz le escribió a su profesor de Lengua y Literatura una carta de felicitación en la fecha de su jubilación. Una carta que, a mi juicio, justifica toda una vida profesional. Cito cuatro párrafos de la extensa carta en la que explica por qué fue tan decisiva su influencia:

Porque con él aprendimos que lo realmente importante de las palabras eran las personas que las utilizábamos, lo que nos comunicaban, lo que entendíamos o dudábamos, más aún, lo que sentíamos ante ellas y por ellas, lo que pensábamos cuando las dábamos y las recibíamos. “Lo más importante del comentario de texto es la opinión personal”, decía mientras nosotros le mirábamos de reojo sudando una respuesta personal e intransferible que no estaba escrita en ningún sitio.

Porque nos enseñó que el receptor (nosotros) y el emisor (un prestigioso autor) éramos equiparables, personas cómplices en un intercambio continuo y que el valor del mensaje no estaba en su estructura sino en el interior del que lo emitía y en el del que lo recibía, en la emoción que suscitaba o en la idea que hacía surgir en nuestros cerebros casi recién estrenados y así, reconocidos y validados; en nosotros, medio niños, medio pobres, medios.

Permitidme la inmodestia. Contaré algo que me sucedió no hace mucho en una conferencia para Directores y Directoras de Andalucía que impartí en Linares (Jaén). Y lo haré a través de las palabras de Javier Soligó, uno de los directores asistentes:

Su respuesta fue afirmativa a mis preguntas sobre si el Colegio del que había hablado estaba en Madrid y, concretamente, en la zona de La Vaguada. Entonces mis palabras empezaron a brotar entre respiraciones aceleradas: “Yo soy aquel alumno que tú encontraste sentado en las escaleras del colegio, que estaba expulsado indefinidamente por la profesora de Dibujo Técnico en 2o de BUP y que sin tener por qué me pasaste la mano por el hombro, me metiste en tu despacho y me escuchaste durante varios minutos y aunque sólo charlé en esa y en otras dos o tres ocasiones contigo, guardo en mi uno de los mejores momentos que pasé en el colegio, no ya por lo que me dijiste, que no lo recuerdo, sino por esos momentos de dulzura y comprensión que aderezaron esos frustrantes y amargos momentos que pasa uno en la adolescencia… Y ahora cuando te estaba escuchando, era como revivir aquellos momentos sin saberlo. Hoy ha sido para mí como un reencuentro con el primer amor. . .

Estoy seguro de que todos y todas tenemos hermosas experiencias que contar, pero estamos más dados a comentar los problemas, las dificultades y las circunstancias adversas que nos encontramos en el ejercicio de la profesión.

En el libro “La pedagogía del optimismo” leí hace tiempo un pensamiento que cito de memoria: Es cierto que los optimistas ven una luz donde no existe pero, ¿por qué los pesimistas quieren ir a apagarla inmediatamente? No es cierto que un pesimista sea un optimista bien informado, como algunos dicen. No es cierto, a mi juicio, que el optimismo sea identificable con la ingenuidad y, menos, con la estupidez. Es una cuestión de actitud. Y, en esta profesión, de lógica y de coherencia.

En una cena celebrada en la ciudad de Potosí, la Ministra de Educación me dijo: “Profesor, los habitantes de esta ciudad tienen fama de ser muy pesimistas. Tanto que, que se les ha acuñado el siguiente dicho: cuando un potosino se desmaya, no vuelve en sí, vuelve en no”. Ese es el problema: ver solo los agujeros en el queso, detenerse solo en el lado negativo de la realidad y de las personas. Volver en no.

Cuando Emilio Lledó se jubiló dijo que había dejado atrás una fuente inagotable de felicidad y de vida. Eso significa que había practicado la enseñanza desde una perspectiva optimista. Qué triste y qué diferente la historia de quien, al llegar ese momento, siente que se libra de una tortura. Es la actitud. Todos conocemos a personas que van tachando los días que les quedan para terminar con la tortura de estar viviendo en una cárcel.

Hay una base de optimismo en la perdurabilidad del trabajo de los profesores y las profesoras. Decía Rubem Alves, en su hermoso libro La alegría de enseñar (¿por qué hablamos de carga docente?): “Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna manera seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra… Por eso el profesor nunca muere”. No me olvido de las dificultades intrínsecas y extrínsecas que tiene el ejercicio de esta profesión, pero es en ellas donde más importante y necesaria se hace la actitud optimista, como dice Luis Rojas Marcos en su libro “La fuerza del optimismo”.

jueves, 19 de septiembre de 2024

Jesús Rogero y Daniel Turienzo, expertos en Educación: “La escuela en España nunca estuvo mejor”.

Desde la supuesta superioridad de la escuela privada frente a la pública hasta el mito de que el esfuerzo personal determina el éxito del alumnado, pasando por la caída del nivel que no respaldan los datos, los dos expertos desmontan en su libro 'Educafakes' “mentiras o medias verdades” asentadas en la sociedad.

— ¿La meritocracia son los padres? Cómo el sistema educativo falla a las clases bajas frente a las altas

En una época de bulos, desinformación y medias verdades, Jesús Rogero y Daniel Turienzo se han embarcado en la casi utópica tarea de argumentar. De intentar desmontar mitos educativos, cuestiones más o menos asentadas en el imaginario público –o en parte de él al menos– sobre la escuela que sin embargo no tienen respaldo en los datos o la realidad. En Educafakes (Capitán Swing), Rogero –profesor de Sociología de la Universidad Autónoma– y Turienzo –maestro y también profesor en la Universidad Camilo José Cela– abordan 50 “mentiras o medias verdades sobre la educación española”: desde la supuesta superioridad de la escuela privada frente a la pública hasta el mito de que el esfuerzo personal determina el éxito del alumnado, pasando por la caída del nivel que no respaldan los datos o el imposible de que la escuela no tenga ideología.

Los alumnos de la privada llegan 'dopados' a la Selectividad: sus sobresalientes del Bachillerato ceban la nota final

Rogero y Turienzo desmontan ideas establecidas, ponen datos sobre la mesa, intentan argumentar y ofrecer información. Lo hacen, explican, porque al final estas ideas “tienen efecto en la realidad educativa, en la vivencia del sistema educativo por parte de docentes, de familias y de alumnado, y también en el diseño de políticas educativas, en cuáles son las prioridades en esta materia”. También, subrayan, porque hay muchos intereses “políticos, económicos o religiosos” detrás de estas ideas, como el que tiene la escuela concertada en asociarse con el concepto de “libertad”.

El libro está escrito a modo de manual, para consultar cada mito de manera individual. Se articula en seis bloques: nivel educativo y exigencia; esfuerzo y talento; financiación de la educación; separación del alumnado y segregación; libertad en la educación; y política educativa. Pese a que Rogero y Turienzo quieren “abrir debates”, son conscientes de que el nivel de enconamiento de la conversación pública es tal que será difícil convencer a nadie por muchos datos que se aporten.

¿Cuál es el objetivo final de difundir este tipo de ideas?

Jesús Rogero: Hay una multiplicidad de intereses. No hay, creo, una conspiración perfectamente organizada para transmitir equis ideas. Pero sí hay ideas que interesan a determinados sectores. Por ejemplo, el tema de asociar la idea de libertad educativa con la posibilidad de elegir un centro privado subvencionado con fondos públicos. Evidentemente hay intereses económicos y políticos detrás, hay un status quo de una escuela privada concertada a la que interesa esa asociación de ideas.

Daniel Turienzo: Hay una diferencia entre los mitos. Hay algunos que ni siquiera son propios de España. Por ejemplo, el famoso de la caída del nivel educativo. Es un debate que se ha tenido en Francia, en Inglaterra, en Estados Unidos. Hay otros que ni siquiera son de nuestro momento histórico. Son universales, como que la generación que llega es peor que las precedentes. No sabemos muy bien por qué se asientan, pero sí que hay algunos que tienen un objetivo determinado.

Que la educación deba estar desligada de la ideología es falaz y esconde intereses. Las leyes educativas y el sistema tienen un sentido ideológico. Durante el régimen franquista los objetivos del sistema educativo partían de una ideología autoritaria, patriarcal, etcétera. En la época democrática, en todas las leyes hay unos principios y valores comunes que enseñar al alumnado

En España, por ejemplo, en un momento en que era muy frecuente encontrar artículos que, salvo a las desigualdades estructurales, le echaban la culpa de los males del sistema educativo a todo, a la formación de los docentes, a la actuación de las familias. No podemos decir que sea orquestado, pero se veía cómo reiterativamente se buscaban las causas en las ideas más peregrinas antes que en los problemas estructurales: la inversión, los recursos.

Vamos a abordar algunos de estos mitos que aparecen en el libro. Pero antes, ¿cuál es su favorito? O el que les parece más sangrante. Los que abordan lo relativo al esfuerzo y el mérito, el de la segregación en el aula o el de las ratios son de los más largos en el libro. ¿Los consideran más importantes?

Jesús Rogero: No es tanto porque sean más importantes, sino porque son más complejos. No es fácil elegir un un fake. Hay uno clásico que dice que los resultados académicos dependen del esfuerzo y del talento individual. No es específico de España, es compartido universalmente. Pero hay elementos coyunturales de una realidad socioeconómica, una estructura económica del territorio y otros muchísimos factores que influyen más allá del esfuerzo, como el origen familiar.

En el libro hablamos de hasta qué punto influye esto. Más allá de lo que el estudiante pueda esforzarse, mostramos cómo con el mismo esfuerzo, y capacidades cognitivas –lo que comúnmente llamamos inteligencia–, en diferentes contextos socioeconómicos los estudiantes logran resultados muy diferentes. La investigación se ha encargado repetidamente de demostrar el peso de ese origen socioeconómico en los resultados académicos. Ese sería uno de los de los más importantes. A nosotros nos gustaría abrir ese debate, porque se habla mucho de la cultura del esfuerzo, de la exigencia, pero creemos que es fundamental asentar esto antes de ver cómo abordamos la realidad educativa.

Daniel Turienzo: Ese mito es muy importante porque tiene repercusiones en otros. Por ejemplo, los que hablan de las diferencias entre la escuela pública y la escuela concertada, que tienen mucho que ver con el origen de los estudiantes. O cuando hablamos de las diferencias entre nativo e inmigrante y obviamos las diferencias socioeconómicas. Ese mito es tan importante porque es fundacional. Hay algunos mitos que son más auxiliares, pero este es central. A mí me gusta mucho el de que la juventud actual es más inculta e incapaz que las generaciones anteriores. Me gusta porque es un mito muy reiterativo, nos lo encontramos generación a generación y siempre los padres lo han dicho de los hijos.

Jesús Rogero: Otro más: nos parece importante esta idea [que se vende] de [que hay que] separar ideología y educación, que la educación debe estar desligada de la ideología. Sencillamente es imposible. El sistema educativo está diseñado con un propósito ideológico y los fines de las leyes educativas y del propio sistema tienen un sentido ideológico.

"Podemos elegir cualquier indicador: abandono educativo temprano, repetición, tasa de graduación, tasa de promoción. No hay ninguno que nos permita decir que la escuela antes era mejor. ¿Cuándo era mejor? Reto a cualquiera que me lo diga."

Durante el régimen franquista los objetivos del sistema educativo eran unos y partían de una ideología concreta, autoritaria, patriarcal, etcétera. En la época democrática, en todas y cada una de las leyes hay una serie de principios y valores comunes que son también ideológicos y que el sistema educativo debe encargarse de proveer y difundir y enseñar al alumnado. Que la educación debe estar al margen de la ideología es una idea falaz que en ocasiones esconde intereses.

Hay mucha gente, incluidos profesores, diciendo que el nivel ha bajado y que la educación es hoy peor que ayer. ¿Por qué es falso?

Daniel Turienzo: Ya a nivel de medios y recursos la escuela es mejor. Tenemos más medios que en otros momentos de la historia. Y lo que es para mí más importante son los indicadores que manejamos, sean del tipo que sean. Esto es rotundo: la inmensa mayoría nos dice que la escuela nunca estuvo mejor. Podemos elegir cualquier indicador: abandono educativo temprano, repetición, tasa de graduación, tasa de promoción. No tenemos ninguno que nos permita decir que antes era mejor. Y, sobre todo, es difícil elegir el momento histórico que era mejor.

Yo reto a cualquiera que me diga: 'No, mira, la educación buena era la de 1996'. Pero si miramos cualquier indicador de esa época, la realidad es que las cosas van mejor hoy. Hemos conseguido que la escuela sea una escuela de masas, una escuela más inclusiva. Reconociendo las necesidades y todo el margen de mejora que hay, que es mucho, no podemos decir que hubiera un momento en el que la educación, de manera rotunda, categórica y en todo su esplendor, fuera mejor que ahora.

Otros dos, no directamente relacionados entre sí pero sí con una lógica similar, son que, a partir de cierto punto, ni subir la inversión ni bajar las ratios tiene un gran efecto en cuanto a resultados. ¿Por qué son falsos?

Jesús Rogero: Este es de los que más daño han hecho. Son mitos que van de la mano. Decir que a partir de un umbral la inversión ya no es significativa en cuanto a su impacto en el aprendizaje y que las ratios en realidad tampoco es como decir que aumentar la inversión o reducir las ratios no son medidas tan necesarias. Hay que matizar. En el libro aportamos argumentos y datos para fundamentar que son dos elementos importantísimos para la mejora educativa, y más en el caso español, que todavía tiene margen de mejora en financiación, particularmente en algunas regiones como la Comunidad de Madrid o Catalunya. Con las ratios es verdad que generalizar dificulta mucho el debate, ahí sí que conviene entrar al detalle de dónde es mejor reducir las ratios, pero es evidente, con la investigación en la mano, que es una medida altamente eficaz y necesaria si se hace con sentido.

Daniel Turienzo: Nosotros intentamos complejizar el debate, sobre todo con las ratios. No es lo mismo reducir dos alumnos en todas las aulas que reducir diez alumnos en un aula masificada. Queremos ese debate: cómo lo hacemos, cómo es más eficaz, más eficiente, cuáles son sus posibilidades. Nosotros, de hecho, apostamos abiertamente por reducir en aquellos sitios donde hay más necesidades o en las realidades más complejas, más que un descenso generalizado.

Otra idea que generó mucha controversia en su momento fue cuando la exministra Isabel Celaá dijo que los niños no son de los padres y fue muy criticada. ¿Por qué dicen que tenía razón?

Jesús Rogero: Es un tema muy espinoso y donde hay muchos equívocos interesados. Los niños y las niñas tienen derechos independientemente de en qué familia vivan y tienen derecho a la educación, y el derecho a la educación tiene un contenido, no abstracto. Y el Estado tiene el deber de garantizarlo. Eso es lo que pretendía decir Celaá. Pero el titular era que los niños no son de los padres y se montó el lío. Las familias no pueden impedir que esos niños y niñas ejerzan ese derecho. Pero es un tema controvertido y se está utilizando estos últimos años políticamente de una manera bastante peligrosa.

Daniel Turienzo: Esta idea de que el menor es el sujeto de derecho no es nuestra ni de la ministra viene recogida ya en la Carta de Derechos del Niño. Esos valores en los que tenemos que socializar al niño recaen sobre el menor, no sobre las familias. El niño tiene derecho a ser educado en la justicia, en la igualdad, en la democracia, en toda una serie de principios a los que la familia no puede voluntariamente renunciar.

Un debate muy presente respecto a los bulos o fakes es hasta dónde hay que ir para desmentirlos. Porque se generan a una gran velocidad y a veces nos pasamos el día corriendo detrás a desmontarlos, pero según terminas con uno aparece otro y se acaban quedando ahí, es imposible apagar todos los fuegos.

Daniel Turienzo: Lo que pasa es que algunos están vinculados entre sí y otros se reproducen mucho. No sabemos cuál es el interés o por qué pasa. Pero uno de los elementos que vemos en muchas publicaciones, que es como un argumento circular que siempre se repite, es la idea de que ante un problema social la educación lo tiene que resolver. Reducimos la educación a la educación escolar, obviando toda la obligación que tiene la sociedad en la educación de las nuevas generaciones. Y encomendamos eso a los docentes.

El razonamiento es perfecto: el problema de que exista acceso al porno en niños menores de siete años es que los docentes no están suficientemente preparados o es la escuela. ¿El problema de la evasión fiscal? Eso se se resuelve a través de la educación. Al final depositamos en la escuela demasiadas expectativas, y además son exponenciales, porque los problemas sociales se generan continuamente. Y esto lleva a que muchas personas, cuando les preguntan por el sistema educativo, dicen que la educación española no es muy buena, porque al final yo veo continuamente que hay un montón de problemas y me dicen que la educación no es capaz de resolverlos.

Jesús Rogero: Hay otro, que también es como forma parte de casi el sentido común de la de la ciudadanía en general, que es que la educación privada concertada es más exigente que la pública. Nos interesaba recuperar este tipo de mitos o ideas preconcebidas y decir, ¿esto es así? Vamos a verlo, ¿no?

Ya que saca el tema, no me lo deje colgando. ¿Cuál es la respuesta a esa afirmación?

Jesús Rogero: Hay que ver cómo traducimos esa idea de exigencia en datos. ¿Con exigencia nos referimos a que es más difícil superar un curso? ¿A que hay más distancia entre las notas que ponen en bachillerato esos centros y una evaluación ciega como es la prueba de acceso a la universidad? ¿O la exigencia es la cantidad de deberes que se mandan para casa? Nosotros analizamos estos tres indicadores y vemos que en ninguno de ellos [la escuela privada] es más; de hecho parece que al revés. Aquí tenemos datos para comprobar esta idea y vemos que no es así. Si alguien ofrece mejores datos y argumentos, estaremos encantados de escucharlos.

El de la jornada continua o partida es un debate complejo que de manera interesada se polariza. Pero hay que escuchar todos los agentes implicados y superar ese debate dicotómico para intentar analizar en su conjunto los horarios escolares, las jornadas laborales, los derechos del menor, las actividades extraescolares, el tiempo de comedor, el número de calorías que se ingieren en el comedor, la pausa de comedor, la hora de inicio en secundaria, el número de horas lectivas...

Han dicho que su objetivo es, en parte al menos, abrir debates. Pero el debate educativo público es, en general, de trazo muy grueso.

Daniel Turienzo: Se vuelven dicotómicos: jornada continua o jornada partida, reducimos ratios o no. Pero creemos que la riqueza y el objetivo de este libro no es hacer la Biblia de las políticas públicas, es abrir esos debates.

Menciona el debate sobre la jornada partida o contínua, que se ha quedado fuera del libro pese a ser uno de los temas más polémicos, al menos entre familias y profesorado. ¿Por qué?

Daniel Turienzo: Es un tema que hemos abordado otras veces en artículos. Hay que escuchar todos los agentes implicados y superar ese debate dicotómico de continua o partida para intentar analizar en su conjunto los horarios escolares, haciendo alusión a las jornadas, los horarios laborales, los derechos del menor, las actividades extraescolares, el tiempo de comedor, el número de calorías que se ingieren en el comedor, la pausa de comedor, la hora de inicio en secundaria, el número de horas lectivas... Es un debate muy complejo que de manera interesada por parte de todos los actores, se suele polarizar.


¿Hay más interés social por la Educación en los últimos años? No sé si es deformación profesional, pero yo veo mucho debate público.

Jesús Rogero: Me da la sensación de que hay interés por el mundo educativo, pero hay ciertos bloques cada vez más inmóviles en determinados planteamientos. Cada vez es más difícil hablar de forma sosegada y argumentada sobre educación. Y esto es un problema y es una motivación por la que Dani y yo escribimos este libro, para abrir debates, para seguir reflexionando sobre educación. Hay gente que te dice si merece la pena el esfuerzo de escribir este libro con la polarización que hay. Nosotros estamos convencidos de que precisamente por eso hay que abrir canales de comunicación y debate. Las posturas cada vez son más enconadas y pueden bloquear un debate que sigue siendo muy necesario.

El que está firmemente convencido de algo, dada la polarización, es difícil que esté abierto a escuchar nuevos argumentos. Pero hay temas que se obvian en el debate, se dan por sentados y eso hace que todos juguemos en ese marco. Un marco que a lo mejor se basa en una creencia que es incierta. Ahí tenemos margen de mejora

Da la sensación de que es muy a menudo es un diálogo de sordos. ¿Aspiran realmente a convencer a alguien con argumentos?

Daniel Turienzo: Va a ser difícil convencer a muchos. El que está firmemente convencido de algo, dada la polarización, es más difícil que esté abierto a escuchar nuevos argumentos. Pero sí creo que abrimos algunos temas que no se debaten frecuentemente. El hecho de que algunos asuntos se obvien en el debate, se dé la realidad por sentada, hace que todos juguemos en ese marco. Un marco que a lo mejor se basa en una creencia que es incierta. Ahí es donde tenemos margen de mejora, sobre todo en aquellos mitos de los que no se habla.

El debate está tan enconado, es tan tenso en ocasiones, que se critica a todo el que opina solo por ser quien es. A los profesores de universidad porque no han pisado un aula. A los profesores porque solo hablan desde su experiencia personal. Ustedes vienen cada uno de un bando, si se me permite la expresión. Un maestro y un profesor de universidad. ¿Qué está pasando entre los expertos?

Jesús Rogero: En el libro abordamos el papel de los expertos. Hay mucha crítica cuando alguien que no está directamente en la realidad cotidiana del aula vierte una opinión o plantea que hay que hacer cierta política pública. Esa visión de economistas, politólogos, sociólogos, pedagogos, etcétera., y desde la investigación educativa académica, es una perspectiva muy necesaria en el debate educativo, pero no puede ser la única. Es fundamental que cuando decidimos qué política educativa vamos a desarrollar estén las voces de todos los actores: familias, docentes, alumnado –que muchas veces se nos olvida– y también expertos en educación. Y luego entramos a los argumentos, los datos, etcétera. Pero es preocupante que por el hecho de que una opinión o un planteamiento proceda de determinadas personas no se tengan en cuenta.

Daniel Turienzo: Es triste, pero muchas veces se niega al otro. Igual que en ocasiones se niega la capacidad del experto para aportar, se niega la capacidad de los docentes no universitarios para ser expertos. Se produce la paradoja de que quienes ejecutan un trabajo no son percibidos como agentes intelectuales válidos para opinar sobre ello. Es necesario avanzar en ese sentido, crear grupos de investigación conjuntos, considerar a los docentes como parte básica de la investigación, valorar los aportes que se hacen desde la academia y ser capaces de incorporarlos al día a día de la docencia.