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lunes, 8 de abril de 2024

_- Por qué leer libros es tan importante para cultivar la inteligencia de nuestros hijos. Las pantallas recreativas minan el desarrollo de los jóvenes: leer es la única forma de desarrollar un lenguaje avanzado que permita construir algún pensamiento complejo

Leer libros

_- Sometidos al yugo adictivo de las omnipresentes pantallas recreativas (películas, series de televisión, videojuegos, redes sociales...), nuestros hijos leen cada vez menos y, por tanto, cada vez peor, porque, como demuestran decenas de estudios, la capacidad lectora depende directamente del tiempo de práctica. En España, según las últimas evaluaciones internacionales Pisa, el 75% de los alumnos de 13 años de secundaria no pasan del nivel “básico”, que como mucho les permite comprender enunciados sencillos y explícitos; el 51% tienen incluso un nivel “bajo” y dificultades con los textos más básicos. Solo el 5% de los lectores son “avanzados”, capaces de identificar y resumir las ideas implícitas en un texto no trivial. Estas cifras son comparables a la media de la OCDE. Desde 2015, los alumnos españoles de secundaria han perdido un año de aprendizaje. Esto significa que los jóvenes de 13 años en 2022 tenían el mismo nivel que sus homólogos de 12 años siete años antes.

Muchos observadores parecen satisfechos con esta evolución, alegando que hay que avanzar con los tiempos y que los niños de hoy simplemente aprenden “de otra manera”. Mientras que en tiempos pasados se utilizaba la palabra escrita, en el mundo moderno se recurre a los medios audiovisuales. Por desgracia, este argumento pasa por alto las características específicas de la palabra escrita. En primer lugar, está el lenguaje. El libro está desprovisto de contexto. Solo tiene palabras como soporte. La imagen (o el vídeo) de un paisaje, de un objeto, de una emoción, de una escena de la vida, etcétera, habla por sí sola, por así decirlo, al menos en parte. El libro tiene que describirlo todo. Esto explica por qué, por término medio, la complejidad léxica y gramatical de los corpus textuales es mucho mayor que la de los corpus orales. Amplios estudios de contenido han demostrado que hay más riqueza lingüística en un álbum de preescolar (el más sencillo de los libros) que en todos los corpus orales corrientes: discusiones entre adultos cultos o adultos y niños, películas, series, dibujos animados, programas de televisión... Esto significa que la exposición a la palabra escrita es la única manera de desarrollar un lenguaje avanzado, sin el cual no puede construirse ningún pensamiento complejo.

A menudo, oigo decir que las generaciones más jóvenes nunca han leído tanto, gracias a internet. Lamentablemente, la afirmación es engañosa. Entre los jóvenes de 8 a 18 años, la lectura digital representa entre el 2% y el 3% del tiempo de pantalla, mientras que las actividades audiovisuales (películas, series, vídeos, etcétera) suponen entre el 40% y el 50%. Además, este tiempo de lectura incluye muy pocos libros y muchos contenidos lingüística y conceptualmente pobres. En definitiva, el tiempo de lectura en internet (redes sociales, blogs, correos electrónicos y todo lo demás) y, más en general, el tiempo total de pantalla recreativa están negativamente correlacionados con las competencias lingüísticas y la capacidad de lectura de los niños. Lo mismo ocurre con los conocimientos. Cuanto más leen los niños y los adolescentes, más amplia es su cultura general, en relación con los niños de entornos socioeconómicos comparables que están expuestos a contenidos audiovisuales (películas, series, entre otros). Los niños que leen tienen muchas más probabilidades de saber, por ejemplo, qué es un carburador o un tipo de interés; de decir que Japón fue aliado de Alemania y no de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial, y de afirmar que hay más musulmanes que judíos en el planeta.

En España la diferencia de competencias entre el 25% más aventajado y el 25% menos aventajado en secundaria es de cuatro años de aprendizaje Además de estas repercusiones culturales y lingüísticas, existen beneficios documentados en cuanto a coeficiente intelectual, concentración, imaginación, creatividad, capacidad de síntesis y de expresión (tanto oral como escrita). En otras palabras, mientras que las pantallas recreativas minan concienzudamente el desarrollo de nuestros hijos, la lectura construye meticulosamente su inteligencia. Pero eso no es todo. La lectura de novelas también estructura fuertemente nuestras habilidades emocionales y sociales. Si veo a Don Quijote en la televisión, no tengo acceso a la complejidad de sus pensamientos. En cambio, cuando leo la novela, me meto literalmente en la cabeza del personaje y puedo comprender el funcionamiento interno de sus pensamientos y acciones. Mejor aún, puedo experimentar estos últimos. Los investigadores se refieren a la lectura como un auténtico “simulador emocional”, en el sentido de que las situaciones vividas realmente y las experimentadas literariamente activan los mismos circuitos cerebrales. Cuando busco el significado de la palabra traición en un diccionario, entiendo intelectualmente lo que significa; pero cuando leo Madame Bovary, no solo lo entiendo, sino que experimento la traición desde el punto de vista tanto del traidor como del traicionado. Penetro en los mecanismos subyacentes y siento los estados emocionales asociados. Al final, los lectores de ficción tienen una mayor empatía y capacidad para comprender a los demás y a sí mismos.

En última instancia, todos estos beneficios influyen enormemente en la trayectoria educativa y profesional de los niños. El impacto es significativo tanto a nivel individual como colectivo. Numerosos estudios demuestran que el desarrollo económico de un país, el número de patentes desarrolladas y su PIB están estrechamente relacionados con los resultados educativos. Se trata de una cuestión crucial en un contexto de creciente competencia internacional, sobre todo si tenemos en cuenta, en vista de las evaluaciones Pisa ya mencionadas, que las diferencias de rendimiento, no solo en lectura, sino también en matemáticas, son cada vez mayores entre las naciones de la OCDE y los países asiáticos.

A menudo oigo que los más jóvenes nunca han leído tanto gracias a internet. Por desgracia, la lectura digital es un 3% de su tiempo de pantalla

Por supuesto, podemos vivir sin la lectura. No es esa la cuestión. Lo importante es que entonces perdemos una parte esencial de nuestra humanidad. No es casualidad que los libros hayan sido el blanco de tiranos de todo tipo desde el principio de los tiempos. Los nazis quemaron más de 100 millones de libros y, como ha demostrado el filólogo Victor Klemperer, se embarcaron en un proceso de empobrecimiento del lenguaje digno de la neolengua de Orwell en 1984. Hitler decía que la literatura era veneno para el pueblo. En Un mundo feliz, de Huxley, solo una pequeña casta posee aún las herramientas del pensamiento y del lenguaje. El resto está compuesto por técnicos celosos, formateados para adaptarse con la mayor precisión a las necesidades económicas, atiborrados de entretenimientos absurdos, privados de las herramientas fundamentales de la inteligencia y felices con una servidumbre que ya ni siquiera son capaces de percibir. La lectura es el antídoto más seguro contra esta pesadilla porque, a través de su efecto en el desarrollo intelectual, emocional y social de nuestros hijos, dibuja el camino más seguro hacia la emancipación. Como dijo Ray Bradbury, autor de la novela futurista Fahrenheit 451: “No hay que quemar libros para destruir una cultura. Basta con conseguir que la gente deje de leerlos”.

Ante este desastre incipiente, muchos culpan a la escuela. Sin embargo, el entorno familiar desempeña en esto un papel esencial, sobre todo a través de la lectura compartida, que es la única manera de que los niños adquieran progresivamente el lenguaje avanzado de la palabra escrita y, en última instancia, una vez adquiridas las bases de la descodificación, lean por sí mismos. Esto no quiere decir que la escuela sea ineficaz. Lo que significa es que el tiempo escolar disponible y el número de niños por profesor no permiten un trabajo óptimo. Todos los estudios demuestran que, en lo que respecta a la lengua y la lectura, la escuela no con­sigue compensar las desigualdades sociales. En España, según los datos procedentes de Pisa, la diferencia de competencias entre el cuarto más aventajado y el menos aventajado de los alumnos de secundaria representa cuatro años de aprendizaje. Es una diferencia descomunal. El problema solo puede resolverse mediante una acción focalizada, temprana y masiva dirigida a los niños menos favorecidos. También necesitamos un amplio programa de información para los padres, sobre todo para los desfavorecidos. Cuando explicamos a estos últimos la importancia de hablar con sus hijos, de leerles cuentos desde muy pequeños, de llevarlos a la biblioteca, los efectos en el lenguaje, el desarrollo cognitivo, la concentración o el vínculo familiar son considerables. Todo es cuestión de voluntad política. Los costes ocasionados se verían ampliamente compensados por el ahorro posterior (logopedia, fracaso escolar, etcétera).


Este es un texto escrito para Ideas por Michel Desmurget (Francia, 1965), neurocientífico, al hilo del lanzamiento de su último libro, Más libros y menos pantallas. Cómo acabar con los cretinos digitales, de la editorial Península.

sábado, 6 de abril de 2024

De donde nace el resentimiento.

Vania o Iván, ruso o riojano, es un pobre hombre que no entiende el presente y que se siente estafado
 
Escena de la obra 'Vania x Vania'.

Últimamente escucho teorizar sobre las razones que provocan que haya hombres que se sienten excluidos, ninguneados, alimentados por el resentimiento, las ideas conspiranoicas, el rencor hacia las mujeres, la nostalgia de un pasado que creyeron sólido. Pero lo teórico, sea de orden sociológico o filosófico, se mueve con frecuencia en terrenos demasiados abstractos. Lo que hace la ficción es el mecanismo contrario: en vez de observar a un colectivo, concentra la mirada en seres humanos concretos; por eso cuando hablamos de verdad literaria nos referimos a estar sintiendo en ella los latidos de un corazón. He estado viendo las dos asombrosas versiones que sobre El tío Vania de Chéjov ha escrito y dirigido Pablo Remón,interpretadas por un excelente reparto, y en ellas he encontrado tanto los ecos de la verdad chejoviana como una manera poco frecuentada de contar el presente. Hay algo paralelo en aquel 1900 en que Chéjov estrenó su función y este 2024 que ahora nos atenaza. Un escritor tan intuitivo como él debió presentir, a cuatro años de su muerte, que un cambio brutal se iba a producir en Rusia, dado que sus personajes parecen estar al borde siempre de un abismo vital: no paran de rumiar deseos incumplidos, frustraciones, son protagonistas de biografías nada épicas que en algún momento de la juventud prometieron cierta grandeza. 

El tío Vania de esta doble función se convierte en un tío Iván del campo español, un hombre que se ve entrando en la vejez habiendo errado todos los tiros. No es un estúpido, intuimos en él trazas de hombre sensible, pero la suerte no le ha sonreído: las mujeres hermosas lo han rehuido y ha vivido alimentando los proyectos de otros, resignándose a una existencia estrecha que ahora le pesa como una losa. A pesar de que las tierras que administra no le han permitido vivir holgadamente, él ha perdido la vida ayudando a su cuñado, el pomposo intelectual, con la creencia de que valía la pena financiar a quien posee el conocimiento. Vania sobrelleva con humildad esa existencia de escasas emociones hasta que un verano aparecen por allí pontificando, dándoselas de no se sabe qué, el hombre de letras y su hermosa mujer, y entonces todas las rutinas que sostienen su día a día se desmoronan: el rencor le empuja a hacer recuento de su vida miserable. 

El tío Vania, tan nuestro como ruso, está interpretado por Javier Cámara, que lo ha convertido en campesino riojano, dejándose mecer por sus propios recuerdos hasta el punto de que en cada función el cómico se nutre del espíritu de su padre, el hombre que fuera músico y agricultor en Albelda de Iregua, y quién sabe si es hasta posible que gracias a ese juego actoral algo se le haya desvelado del alma paterna, eso algo misterioso que jamás entendemos de los padres, y que aquí se nos descubre gracias a amalgamar el discurso de un campesino ruso con el de un agricultor español. 

Vania o Iván, ruso o riojano, es un pobre hombre que no entiende el presente y que observa la injusta diferencia entre aquellos que llegan de la ciudad, sea Madrid o San Petersburgo, sintiéndose profundamente estafado. Es al considerar el notable contraste entre los forasteros y los que se quedan cuando a este soñador frustrado la realidad se le desmorona. La literatura, al menos la buena, no juzga, sino que asiste asombrada a la comedia humana, mostrándose compasiva con la peripecia del que lleva las de perder, incluso en sus irritantes errores. Viendo este Vania entra uno de lleno en el corazón de un resentido.

Dice Vania, “Día y noche, como un espíritu maligno, me sofoca la idea de que he gastado mi vida sin remedio. No tengo un pasado, todo él lo he derrochado tontamente en fruslerías, y el presente me aterra por lo absurdo”. Cuando escucho una disertación sobre a qué responde la rabia de los que se creen olvidados, procuro imaginar los delirios de un hombre concreto.

ELVIRA LINDO 

viernes, 15 de marzo de 2024

Recuérdame DAVID HARKINS

Puedes llorar porque se ha ido, o puedes
sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos
y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;
tu corazón puede estar vacío
porque no la puedes ver,
o puede estar lleno del amor
que compartisteis.

Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el
vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a ella le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

domingo, 31 de diciembre de 2023

Nadie había encontrado el lenguaje para contar esta historia ‘Diario de un peón’.

Diario de un peón’, de Thierry Metz, un libro que es a la vez crónica y poema, narra el trabajo de los más pobres, el trabajo más duro, el de un obrero.

Este es un libro que cuenta una historia que nadie había contado hasta ahora. El librito, sereno y apasionado a la vez, es Diario de un peón, de Thierry Metz. Narra, día a día, el trabajo de los más pobres, el trabajo más duro, el de un peón. Pero este libro, único en su especie, es a la vez crónica y poema. En cierto modo, es un milagro, ya que, en principio, un hombre que trabaja siete u ocho horas al día en una obra, cargando sacos de cemento, descargando bloques de hormigón y cavando zanjas, no tiene ni tiempo ni oportunidad para escribir. A veces lo vemos trabajando de lejos, en la calle o al borde de la carretera. Reconocemos su silueta, pero no sabemos nada de su existencia ni de sus cualidades interiores. Y es que, desde la noche de los tiempos, la escritura ha sido el privilegio de unos pocos, un pequeño grupo de escribas, hombres de letras.

Thierry Metz es un poeta francés contemporáneo; murió en 1997, a los 40 años. Era hijo de un repartidor parisino. En casa de sus padres no había un solo libro. Tampoco había dinero. Thierry Metz bregó toda su vida como peón, jornalero, trabajador agrícola y albañil. Se mataba a trabajar y, durante los periodos de desempleo, escribía.

Metz nos dice cómo el esfuerzo transforma el cemento, el golpe del pico, la jornada de trabajo, en pan, pan de verdad 

Y nos ha legado, entre otros, este libro sereno y apasionado a la vez, Diario de un peón, que relata en un lenguaje nuevo, encendido y conciso, lo que nadie había relatado antes. Y es una de las obras más logradas y admirables jamás escritas. Arthur Rimbaud escribió en un momento de rebeldía: “Siento horror por todos los oficios”. Thierry Metz no sentía horror por su oficio. No lo idealizaba, sino que expresaba toda su crudeza en una prosa densa y clara. Sabía perfectamente que era prescindible, que le utilizaban, que utilizaban a los obreros; era consciente del desequilibrio de su situación y no pretendía escapar de los condicionantes sociales escribiendo. Pero por mucho que le disgustara el materialismo vulgar, pese a la dureza del trabajo y de la injusticia social, no se olvidaba del sol, ni del áspero mango de la herramienta, ni del profundo silencio de sus compañeros, ni de la intensidad del más repetitivo de los trabajos, el inmenso esfuerzo realizado por el mayor número de personas desde tiempos inmemoriales y que constituye el motor esencial de la historia de la humanidad. 

Así, desde el prosaísmo infinito de sus obras, Thierry Metz descubrió una forma de susurrarnos, en un lenguaje modesto pero altivo, meditativo y concreto, el enigma de nuestra condición: “Me gusta creer que, tal vez un buen día, un dios sin nombre se sentará en este montoncito de tierra y ocupará su sitio en la tumba iluminada de mis esfuerzos con palabras cotidianas, meros gorriones. Recobrará el aliento y volverá adonde tienen lugar las cosas, a los desiertos donde se hallan los hombres y sus obras. ‘¡Viernes!’ Ese será su nombre”.

Descubrió una forma de susurrarnos, en un lenguaje modesto pero altivo, meditativo, el enigma de nuestra condición 

En este breve pasaje de Diario de un peón, se ve enseguida por qué Thierry Metz no podía contentarse con ser un simple narrador; habría traicionado su vocación de poeta, habría debido quemar las fórmulas del lenguaje que le había salvado; pero tampoco podía ser solo poeta, habría tenido que olvidar a los suyos, los albañiles y porteadores que, desde Mesopotamia, trajinan en las obras del mundo. Y por eso tuvo que elevar el lenguaje a un punto de equilibrio al que nadie lo había llevado antes que él; tuvo que escribir a la vez un poema y un relato, sin separar el uno del otro, sin dejar nunca que el relato cayera junto al saco de cemento, y sin dejar nunca que el poema volara con los pajarillos. Era necesario que las dos partituras se convirtieran en una, que las contradicciones de la vida social se fundieran en la escritura, y que el dolor del esfuerzo redundara un poco en la belleza del mundo.

Pero le costó caro, demasiado caro, un precio muy alto, querer seguir viviendo entre los suyos, en un mundo de polvo y ladrillos, de sed y dolor, y buscar, en esta dura estancia, el oro del tiempo. Hace falta un esfuerzo inconmensurable, es una tarea imposible; pero la tenaz determinación de Thierry Metz nos ha dejado un librito único, tristemente único, en el que un joven fornido, lleno de esperanza, de palabras, de fuerza y también de tristeza, ha intentado decirnos a gritos, pero en un lenguaje muy dulce y hermoso, a través de la dureza del trabajo, de la desigualdad de condiciones y de la modestia de los salarios, hasta qué punto las palabras de cada día y de cada uno son poesía, y cómo el esfuerzo o el hastío, mediante una transubstanciación muy real, transforman el cemento, el golpe del pico, la jornada de trabajo, en pan, pan de verdad. Pero por el camino, el jefe saca tajada; y la poesía, ¿qué saca?

Éric Vuillard, escritor y cineasta, ganó el premio Goncourt en 2017 por su novela ‘El orden del día’.

‘Diario de un peón’. Thierry Metz. Traducción de Vanesa García Cazorla. Periférica, 2023. 128 páginas. 15 euros.

sábado, 7 de enero de 2023

_- José Manuel Fajardo: “El mal social se nutre de la gente corriente” El escritor afincado en Lisboa vuelve con una novela breve que desgrana el proceso que lleva a las personas a sacar lo peor de ellos mismos

_- El escritor afincado en Lisboa vuelve con una novela breve que desgrana el proceso que lleva a las personas a sacar lo peor de ellos mismos


Lleva escribiendo desde los ocho años. Quizá por eso José Manuel Fajardo (Granada, 65 años) ha llegado siempre demasiado pronto a casi todo. Escribía novelas históricas como Carta del fin del mundo (1996) antes de que el género viviera el bum de los últimos años. Con Una belleza convulsa (2001), sobre el secuestro de un periodista a manos de ETA, se adelantó 15 años al fenómeno que supuso Patria, de Fernando Aramburu. “Así me va”, bromea el escritor, que ha publicado una novela breve en la que une dos ciudades y dos tiempos distintos a través de la fina línea del odio. El libro, editado por el Fondo de Cultura Económica, se llama precisamente así: Odio. Granadino de nacimiento aunque criado desde los cuatro años en Madrid. Fajardo ha vivido en el País Vasco, donde escribía de terrorismo en El Mundo, hasta que la presión del entorno de ETA le hizo tomar la decisión de salir de España. ”Apliqué la técnica del yudo: utilizar la energía del enemigo contra él. Estaba agobiado y enfurecido. Así que un día me dije que tenía que pensar en mi carrera de escritor’, y decidí hacer lo que siempre había soñado: irme a París a vivir como escritor”. Recuerda. Diez años después se mudó a Lisboa, donde vive desde hace doce.

Pregunta. Llevaba diez años sin publicar. Pero ¿cuánto tiempo llevaba sin escribir?

Respuesta. He estado cinco sin escribir ficción. Tuve un frenazo inesperado, porque, después de publicar mi anterior novela, Mi nombre es Jamaica, en 2010, cerré en cierto modo un ciclo de escritura que había durado 20 años, con libros muy distintos pero que daban vueltas a las mismas ideas y preocupaciones, y me encontré en busca de un territorio nuevo. Pensé que sobre esos aspectos de la extraña construcción de España a través de amputarnos miembros de la sociedad, a fuerza de exilios, abandonos y persecuciones, ya había dicho todo lo que tenía que decir. Y me costó un tiempo encontrar un nuevo territorio.

P. ¿Llegó demasiado pronto a la novela histórica?
R. En realidad yo nunca he tenido voluntad de escribir novela histórica, yo escribo historias que ocurren en determinado momento histórico. A mí la literatura me gusta como descubrimiento, me gusta escribir desde donde no sé si soy capaz de hacerlo. Cuando ya sé que puedo escribir desde un cierto punto ya no quiero seguir ahí, quiero descubrir nuevos territorios de escritura. Eso para mí hace que la literatura siga siendo divertida y una fuente de conocimiento.

P. Da la sensación de que Odio está escrito de un tirón, igual que se lee. ¿Cómo fue el proceso?
R. Me encanta que dé esa sensación, porque es completamente falsa. La novela está escrita a lo largo de cinco años. Muy despacio, porque me costó mucho dar con la estructura. Hay una parte que transcurre en el Londres de finales del siglo XIX, pero yo no quería escribir una novela más sobre el Londres victoriano. Me rompí mucho la cabeza hasta que me di cuenta de que la intención fundamental era escribir sobre el odio en épocas distintas. Cuando comprendí que esa era la estructura que debía tener el libro, fue cuando ya di con la forma de escribirlo. Y eso me ha costado tiempo.

P. Todo empezó con un cuento, ¿verdad?
R. El origen es un cuento que escribí a petición de Fernando Marias, que era un buen amigo. A él le gustó mucho, pero me dijo que ahí había una novela, y que yo tenía que escribirla. Así que disciplinadamente me puse a darle la vuelta a esa tortilla. Quería entrar en la época del Londres victoriano y enfrentarla como en un juego de espejos al París del presente, para relatar cómo nuestro lado oscuro se manifiesta a lo largo del tiempo. Porque el odio de hoy no es una novedad. Es un odio viejo, que viene de muy atrás, y para poder entenderlo me pareció una buena idea presentarlo así.

El escritor y periodista José Manuel Fajardo, en Madrid. JUAN BARBOSA

P. Dice que quería escribir un libro que fuera como un directo a la mandíbula. ¿Lo ha conseguido?
R. Lo que buscaba era divertirme mucho escribiéndolo. Mi idea era hacer una de esas novelas cortas que a mí me encantan. Yo soy devoto de Pedro Páramo o La balada del café triste o Bartleby, el escribiente, libros que son como diamantes, pequeños, brillantes, tallados y duros. Espero haberlo logrado, pero eso lo tiene que decir el lector. Quería que fuera un libro de impacto y para eso tenía que ser breve.

P. Ninguno de los dos protagonistas son personas especialmente desgraciadas, ¿por qué los ha escogido?
R. Porque el mal social se nutre de la gente corriente. Cuando una sociedad se desquicia, no lo hace por los desesperados. Estos viven en la marginalidad y su resentimiento y odio pueden hacer ruido, pero raramente perturban el orden social, o pueden hundir la sociedad en un abismo. Esto sucede cuando las personas que no están desesperadas se psicopatizan, cuando se dejan llevar por miedos más fantasmales que reales y empiezan a temer que van a perder lo que tienen o lo que no han llegado a tener y creen que ya no van a conseguir. Empiezan a sentirse frustrados en sus deseos y a considerar que la violencia está legitimada como herramienta. Entonces esas personas normales, que no han sido víctimas de grandes afrentas, empiezan a comportarse como marginados, a convertirse en seres furibundos y a odiar a quienes son más débiles que ellos. Cuando encuentran esa espita para dar salida a su odio es cuando una sociedad se desmorona. Es lo que pasó con los fascismos del siglo XX y es un poco lo que está ocurriendo en el mundo de hoy. El libro nace por mi preocupación por este auge de la irracionalidad, el odio y la violencia que está tocando a ese tipo de personas a las que en realidad no les está pasando nada, pero viven, gritan, se enfurecen y odian como si de verdad les estuviera pasando algo.

Me preocupa este auge de la violencia que está tocando a ese tipo de personas a las que en realidad no les está pasando nada, pero se enfurecen y odian como si de verdad les estuviera pasando algo

P. ¿Cuál es el germen del odio?
R. El odio es muchas veces heredado. En la novela los padres de los protagonistas son dos misóginos y estos también lo son. En gran medida de lo que hablo es del odio al otro, al que no tiene tu color de piel, al que no tiene tu religión, no tiene tu estatus social o no es de tu país, es decir, el que es distinto. Y el primer otro que todos encontramos es el otro sexo. La primera otredad. Según un informe de la ONU de 2019, más del 90% de los homicidios en el mundo los cometen hombres. Cómo no va a existir la violencia de género. La violencia tiene género, y es esencialmente masculina. La misoginia es la primera escuela del odio al otro, y después ya puede convertirse en odio racista, xenófobo...

El primer otro que todos encontramos es el otro sexo. La misoginia es la primera escuela del odio al otro, y después ya puede convertirse en odio racista, xenófobo...

P. ¿Se ha dado cuenta de que dedica muchas más palabras a describir la fealdad y la miseria que la belleza?
R. En este libro es inevitable porque estoy hablando de la fealdad humana. La descripción es un agente activo de la narración, para mí. En estos lugares de la novela la descripción juega como espejo del alma de los personajes, esa fealdad que los rodea es el reflejo de lo que está creciendo dentro de ellos. Yo creo que, al igual que la belleza puede ser sanadora, si vives rodeado de fealdad, si comes en unos platos de plástico y vives rodeado de mugre, si todo a tu alrededor es tosco, eso enferma, eso hace que te vuelvas miserable.

P. ¿Cómo ve España cuando vuelve a su país?
R. Encuentro un país que me fascina y del que no me sé desentender. Yo creo que para mi salud espiritual y mental es bueno que viva fuera de España, porque me desespera a veces tanto que, si viviera inmerso en la sopa nacional, acabaría de los nervios de nuevo y no tengo ganas. Me da pena, porque yo luché de joven por la democracia. Es una tristeza ver cómo ahora vuelven los discursos franquistas después de habernos librado de toda esa pobreza de espíritu, porque esa dictadura, además de terrible, era mediocre, gris, sucia, con una moral infame. Me vuelve loco pensar que todo esto pueda volver.



lunes, 2 de enero de 2023

Cien años de José Hierro, de la cárcel al Premio Cervantes.

En el centenario de su nacimiento, varios libros y una exposición en la Biblioteca Nacional repasan la vida y obra de uno de los autores clave del siglo XX español. Preso del franquismo, premio Cervantes y académico remolón, conoció el mayor de los éxitos con su último libro: ‘Cuaderno de Nueva York’

Unos meses antes de su muerte, me solicitaron de este periódico una semblanza de José Hierro (1922-2002), ingresado en estado muy grave en el hospital de una ciudad no lejos de la mía. Eufemismos aparte, se me pedía una necrológica para esa noche. Por si acaso. Aunque eran usos habituales, procedentes de un mundo sin Wikipedia, redacté aquella nota sintiéndome un villano. No me alivió la analogía con el Pereira de la novela de Tabucchi, quien acopiaba información para su periódico a fin de que los obituarios que había de componer sobre muertos aún vivos no le pillaran de improviso. Aquel escrito mío no tuvo que publicarse, aunque la prórroga que se le concedió al poeta duró poco.

Hasta aquí mi pellizco de mala conciencia. Lo recuerdo ahora porque, pese a que llevaba dadas muchas vueltas en torno a su poesía, tuve la incomodidad añadida de escribir de alguien que, en su sencillez, me resultaba inescrutable. Veinte años después he avanzado poco, al punto de que, antes que aclarar los misterios que lo envuelven, me limitaré a desplegarlos.

Siendo un adolescente pasó por numerosas cárceles franquistas por colaborar con una agrupación de ayuda a los presos, entre ellos su padre El primero de tales misterios consiste en que, siendo Hierro autor de 15 o 20 poemas en rigor excepcionales, cuando se habla de él suelen enfatizarse ciertos rasgos inesenciales que, quizá por consabidos, parecen impostados: el chinchón, la escritura en un bar acunado por el sonsonete de las tragaperras, las zapatillas incompatibles con el estatus académico, su modo aparatoso de quitarse importancia, los cigarros a hurtadillas en los paréntesis de la botella de oxígeno, sus artes culinarias (¡ah!, esas paellas que acaso aprendiera a preparar cuando el malogrado José Luis Hidalgo, con el señuelo de un trabajo inexistente, lo reclamó a su lado en Valencia para alejarlo de Santander, donde pesaba mucho su pasado carcelario). Él no puso ningún reparo en dar pasto a esa imagen, como si quisiera abroquelar la poesía tras un anecdotario de llaneza campechana.

El segundo misterio se produce por su empecinamiento en vestirse con el uniforme de la grey: “Yo, José Hierro, un hombre / como hay muchos”. En la poética que redactó para la Antología consultada (1952) de Francisco Ribes, afirmó, en línea con los socialrealistas, que el poeta debería cantar “lo que tiene de común con los demás hombres, lo que los hombres todos cantarían si tuviesen un poeta dentro”, privilegiando el documento sobre el monumento: “Si algún poema mío es leído por casualidad dentro de cien años, no lo será por su valor poético, sino por su valor documental”. Qué placer comprobar que se equivocaba. Y cuando esa caracterización se hizo imposible de sostener, especialmente a partir de Libro de las alucinaciones (1964), recurrió a una dicotomía entre los poemas que llamaba reportajes y los que llamaba alucinaciones, aunque las a menudo contradictorias definiciones que da de ellos confunden más que aclaran, me malicio que a sabiendas. Lo evidente es que algunos de esos reportajes generan en nuestro interior deslumbramiento espiritual y ofuscación de los sentidos. Quien lo dude, lea su poema ‘Réquiem’ (Cuanto sé de mí, 1957), donde la asepsia notarial, fría como las luces de un tanatorio, origina una llamarada que se propaga hasta incendiarlo todo.

Un tercer misterio afecta a su insistencia en considerarse un poeta agotado desde los primeros compases, como si su poesía fuera un remanente fósil del poeta que fue un día. Dado a conocer en 1947 con Tierra sin nosotros y Alegría (premio Adonáis), para entonces tenía casi rematado su libro Con las piedras, con el viento…, publicado en 1950 porque perdió el manuscrito y hubo de rehacerlo a partir de una copia incompleta de 1947 que conservaba el matrimonio Ribes-Escolano. En el prólogo, un Hierro aún veinteañero afirmaba que la poesía “en mí se va apagando”, y en ‘El canto seco’, de Quinta del 42 (1952), el poeta de 30 años escribe: “No cantaré ya nunca más. El canto / se me ha secado en la garganta”; versos, por cierto, que remiten inequívocamente al Antonio Machado de ‘A Xavier Valcarce’. Y así muchas veces. Desde Libro de las alucinaciones pasaron cerca de tres décadas hasta Agenda (1991). Su idea de poeta amortizado le hacía sorprenderse del éxito del reeditadísimo y terminal Cuaderno de Nueva York (1998), que contiene una vanitas titulada ‘Vida’ que, en modo soneto, hubiera firmado un Quevedo en estado de gracia: “Después de todo, todo ha sido nada, / a pesar de que un día lo fue todo. / Después de nada, o después de todo / supe que todo no era más que nada”.

La música de su poesía es un misterio: Hierro oye primero los sones y secuencias rítmicas del poema futuro. Solo después habilita una letra El último misterio, este auténticamente gozoso, es el de la música de su poesía. Hierro oye primero los sones y secuencias rítmicas del poema futuro; solo después habilita una letra, que corre a zaga de la música callada. Cuando semántica y fonética alcanzan a concertarse, surge el poema memorable. A este proceso, escoltado por algún añadido de acarreo, dedica Lorenzo Oliván Las palabras vivas, con la sabiduría de quien, poeta como es, no confunde la carraca métrica con la espiración rítmica.

El mismo Oliván es el antólogo de los poemas de Vida: Biografía y antología de José Hierro, cuyo título va más lejos que su contenido, pues no se nos ofrece una biografía atenida a las convenciones del género, sino un conjunto de textos de Jesús Marchamalo que conforman una semblanza incitadora del poeta. En ella se adivina el genio creador de un muchacho que conoció el dolor y la alegría; residió, poco más que adolescente, en numerosas cárceles franquistas por colaborar con una agrupación de ayuda a los presos —entre ellos su padre, que salió de la cárcel para prepararse a morir—, y peregrinó de un empleo a otro manteniendo la fidelidad a esa vocación que, de puertas afuera, parecía llevar al desgaire, como si se excusara por ser lo que de ningún modo hubiera renunciado a ser. De orden heterogéneo, pero con valiosos trabajos y material iconográfico —al igual que Vida—, es el catálogo coordinado por Juan José Lanz para la exposición del centenario en la Biblioteca Nacional, que cierra este rastreo por el territorio de un autor fundamental de nuestra poesía.

https://elpais.com/babelia/2022-12-28/cien-anos-de-jose-hierro-de-la-carcel-al-premio-cervantes.html

miércoles, 25 de mayo de 2022

Cómo leer a Shakespeare mejora nuestro mundo interior y nuestras inversiones en Bolsa

Una de las novelas más populares de los últimos tiempos es Hamnet, de Maggie O’­Farrell, que narra la vida de Shakespeare y la pérdida de su hijo de 11 años, que acabaría inspirándole la obra Hamlet. Las constantes reediciones de este libro del dramaturgo inglés son la prueba de que el genio de Stratford-upon-Avon, que abordó los principales conflictos del ser humano, sigue plenamente vigente. Un motivo por el que sus obras no dejan de representarse y adaptarse en todos los formatos es que los temas que tratan son universales y atemporales. Parece que hablan de nosotros. A partir de alguna de sus inspiraciones, veamos cómo enfoca Shakespeare el arte de vivir, aplicado a los tiempos actuales:

“Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito”.  Este pasaje de Hamlet, que inspiró el título de una obra divulgativa de Stephen Hawking, ha adquirido un sentido especial en tiempos de pandemia. De la misma forma que como personas se sintieron atrapadas por las restricciones de movimientos, otras encontraron la Libertad en su interior, descubriendo premisas de las que no eran conscientes.

En su libro La libertad interior, El periodista Gaspar Hernández afirma que la Libertad se conquista descubriendo nuestra esencia. Cuando conocemos ese territorio, no hay cárcel posible, porque la imaginación, nuestro universo interior, no tiene límites. Una persona abierta siempre encontrará su lugar en el mundo.

“Los amigos que tienes y cuya amistad ya ha puesto una prueba, engánchalos a tu alma con ganchos de acero.” En la misma obra, Shakespeare reflexiona sobre un componente fundamental de la felicidad: la capacidad de crear vínculos de calidad que se convertirán en nuestra red de protección en tiempos de dificultad.

Nuevamente, la crisis generada por la covid-19 nos ha hecho darnos cuenta de la importancia de las relaciones personales más allá de la familia. Quienes cultivan un círculo de amistades sólidas tienen una mayor resiliencia ante los desafíos que la vida nos pone en el camino. Una investigación promovida por La Universidad de Harvard a lo largo de ocho décadas con un grupo de 700 voluntarios, que entraron en el estudio de adolescentes, demostró que las personas con lazos afectivos más fuertes tienen una vida más larga y de mayor calidad.

“El que va demasiado aprisa llega tan tarde como el que va muy despacio”. Este pasaje que en  Romeo y Julieta hace referencia al amor resulta significativo en nuestra era, donde se aspira a lo instantáneo.  Acostumbrados a comprar con un “click”. y especialmente los más jóvenes han perdido el músculo de la paciencia, que es vital para los proyectos verdaderamente importantes.

No precipitarse como Sugiere Shakespeare, es esencial en todos los campos, También en el de las inversiones. En un análisis interno de la empresa de servicios financieros Fidelity, las carteras de Bolsa más rentables resultaron ser las de quienes no habían hecho movimientos en los últimos 10 años; algunos incluso habían muerto y sus herederos no habían actuado sobre ellas. En el extremo opuesto están los inversores que se mueven emocionalmente, comprando cuando están altas y vendiéndolas, por puro pánico, cuando caen.

“Sabemos lo que somos; pero no lo que podemos ser”. Regresamos a la idea con esta máxima propia de los libros reales de desarrollo personal. Esta es la idea central del Exitoso hábito atómico, De James Clear, que sostiene que el único cambio real es el que parte de la transformación de nuestra identidad. Al mismo tiempo, decidimos si quieres estar vivo o si tienes el diario necesario y una forma normal. Reflexión de esta con integración con una frase de su obra La Tempestad: “Lo que es pasado es prólogo”. Grabada en los Archivos Nacionales de Washington DC, también se aplica a nuestra historia personal. Todo lo que hemos vivido hasta ahora explica quiénes somos y el punto al que hemos llegado. sin embargo, al igual que el cuerpo de un libro empieza después del prólogo, el capítulo I de nuestra vida tiene lugar cada día, si tomamos el pasado como aprendizaje y dejamos de lado el victimismo. El orientalista Alan Watts lo llevaba al extremo al afirmar, contra a todo determinismo, que nadie tiene la obligación de ser quien era hace cinco minutos.

Las 17 vidas de Maggie
– Maggie O’Farrell sorprendió con su libro autobiográfico yo yo yo, donde la autora explicaba 17 encuentros con la muerte que le enseñaron a vivir, como su viaje de pesadilla en un avión con destino a Hong Kong que estuvo a punto de estrellarse. Parte de la idea de que nadie enseña a los niños que un día van a morir. Lo van comprendiendo y asimilando a medida que crecen.

Sobre la lección que suponen los acontecimientos dramáticos, afirma: “Las cosas de la vida que no están planeadas son más importantes y, a la larga, más formativas. Es preciso esperar lo inesperado, aceptarlo (…) lo mejor no es siempre lo más fácil”.

Francesc Miralles es escritor y Periodista experto en psicología. El País Semanal.

jueves, 17 de febrero de 2022

Isaac Rosa gana el premio Biblioteca Breve de novela con una picaresca antidistópica que imagina otro mundo posible


‘Lugar seguro’ retrata con ironía a tres generaciones de una familia que se aprovecha de las grietas del sistema en su beneficio.

Isaac Rosa ha ganado este lunes el 64º premio Biblioteca Breve con Lugar seguro, una novela que retrata con ironía a una familia de picaros en un escenario social que se prepara para el apocalipsis. “Un retrato genial de tres generaciones de granujas de una misma familia que se aprovechan de las grietas del sistema en su propio beneficio”, ha destacado el jurado. El premio que convoca y dota con 30.000 euros la editorial Seix Barral, uno de los más importantes del panorama literario en español, ha distinguido la obra de Rosa entre 858 manuscritos en un acto en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

“Desde aquí, en línea recta hacia el sudoeste, podría llegar a mi casa avanzando bajo tierra”, comienza la obra de Rosa (Sevilla, 48 años), que expone un día en la vida de Segismundo García, un comercial venido a menos que cree haber encontrado el negocio que lo sacará de su crítica situación: la construcción y venta de búnkeres low-cost dirigidos a las clases más humildes. Esto cuando la construcción de refugios entre la clase alta se ha convertido en una tendencia para protegerse de futuros desastres. El lugar seguro al que alude el título es el nombre de la empresa y aquello que ofrece su protagonista: “un sálvese quien pueda”, en palabras del autor, en medio de la obsesión por el fin del mundo y la creciente mercantilización del miedo y la inseguridad.

El padre del protagonista, que lleva el mismo nombre, acaba de salir de la cárcel por un fraude con una red de clínicas dentales; y el hijo, Segis, recurre a la tecnología para crear negocios que se aprovechan de los vacíos legales. “Los tres Segismundos vienen de abajo y se estrellan una y otra vez, los llamamos pillos; pero cuando triunfan los consideramos emprendedores, modelos de éxito”, reflexiona el autor. Rosa mantiene que su protagonista, un tipo cínico, irónico y descreído, es sin embargo un personaje “imprescindible” para aquello que intenta transmitir con su novela: “Un futuro en el que, sin haber desaparecido los actuales problemas, sí se abre paso una posible alternativa que no conduce al abismo”.

Este es el desafío de la obra: “Ser capaz de imaginar otro futuro”; de aquí que se despliegue de fondo un movimiento ciudadano que plantea una alternativa a la visión escéptica del protagonista. Pero hay que ser cautelosos, sugiere Rosa: “Quería contar esa posibilidad desde los ojos de alguien descreído porque es la manera de no caer en la idealización o ingenuidad, y la forma de mostrar las limitaciones de cualquier intento de cambio”.

Isaac Rosa, que ha hecho referencia durante la presentación a algunas influencias como la del relato El nadador, de John Cheever, ha publicado nueve novelas y ha ganado importantes premios, como el Rómulo Gallegos, el de la Fundación José Manuel Lara o el Premio Andalucía de la Crítica. Lugar seguro, considera su autor, es su novela “más divertida”: “Se puede leer como una comedia amarga, que son las que me gustan”, ha comentado.

El objetivo del premio Biblioteca Breve desde su fundación, en 1958, ha sido estimular “una auténtica vocación renovadora”, así como abordar “la problemática literaria y humana estrictamente de nuestro tiempo”, según dejó sentado en su primer veredicto el editor Carlos Barral. Lugar seguro, que estará en librerías desde el 9 de marzo, ha sido distinguida por un jurado conformado por Pere Gimferrer, Benjamín Prado, Elena Ramírez, Andrea Stefanoni y Juan Manuel Gil, el último galardonado, con la obra Trigo limpio. El Biblioteca Breve tiene una amplia tradición en el panorama literario en español. Ha reconocido a autores como Juan Marsé, Gioconda Belli, Carlos Fuentes o al Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, cuya obra, La ciudad y los perros, obtuvo el premio en 1962, y fue determinante en el desarrollo del boom latinoamericano.

https://elpais.com/noticias/premio-biblioteca-breve/

jueves, 10 de febrero de 2022

'Ulises' de James Joyce: cómo pasó de ser "obscena" y "tonta" a "la mejor novela del siglo XX"


En la primavera de 1921, la librera parisina Sylvia Beach se jactó de sus planes de publicar una novela que consideraba una obra maestra que estaría "clasificada entre los clásicos de la literatura inglesa".

"'Ulises' hará que mi librería sea famosa", escribió sobre la aclamada y desafiante novela de James Joyce, escrita durante siete años en tres ciudades que describen los eventos de un sólo día en Dublín.

Y así fue.
El 2 de febrero de 1922, Beach publicó la primera edición del libro "Ulises", justo a tiempo para el 40 cumpleaños de Joyce.

Estilísticamente denso en partes, cuenta las historias de tres personajes centrales: Stephen Dedalus, Leopold Bloom y su esposa, Molly, y ahora se celebra como uno de los textos más influyentes del mundo.

Fue incluso declarada por un panel de prestigiosos escritores y académicos como la mejor novela escrita en inglés del siglo XX.

Pero no siempre fue así.
'Tontería'
El poeta, dramaturgo y crítico literario británico-estadounidense T.S. Eliot declaró en 1923 que Ulises era "la expresión más importante que ha encontrado la era actual", "de la que ninguno de nosotros puede escapar".

Pero el camino hacia la publicación no fue fácil.

La novela generó controversia y fue rechazada por muchos, incluso algunos miembros de la comunidad literaria.  La librería parisina de Sylvia Beach fue un paraíso para los expatriados estadounidenses durante las décadas de 1920 y 1930.

La destacada escritora vanguardista británica Virginia Woolf describió la novela como una "tontería".

Tras la serialización de algunos pasajes en la revista estadounidense Little Review en 1920, hubo un juicio por obscenidad que concluyó con una multa a los editores y la orden de suspender su publicación. La novela también fue censurada en Reino Unido.

No obstante Beach, propietaria de Shakespeare & Company en la Rue Dupuytren, estaba decidida a publicarla en forma de libro, lo cual hizo, financiándolo en parte con su propio dinero con la promesa de suscriptores.

Al escribir sobre cómo lo logró, contó que tuvo que "apartar cada centavo para pagar" la imprenta del libro.

La decisión de Beach de publicar la convirtió en una "heroína cultural de la vanguardia", señaló Keri Walsh, directora del Instituto de Estudios Irlandeses de la Universidad Fordham de Nueva York.

"Había una sensación de que éste iba a ser uno de los libros que definirían el modernismo, por lo que entendió que se aseguraría su propio lugar en la historia literaria al ser su editora", le dijo Walsh a BBC News NI.  

Sylvia Beach y James Joyce.
Joyce y Beach se conocieron en 1920, poco después de que él se mudara a París.

Hacía tiempo que había dejado Irlanda en un exilio autoimpuesto, y había vivido en Trieste y Zúrich antes de llegar a la capital francesa.

Beach describió ese encuentro como un momento poderoso, contó Walsh.

"Joyce estaba muy cansado en este momento. Había pasado tanto tiempo luchando para terminar de escribir 'Ulises', superar [la Primera Guerra Mundial] y sobrevivir, que sintió que ella podía proporcionarle a él y su familia algún tipo de estabilidad y apoyo".

"Ella era mucho más que una editora: banquera, agente, administradora, amiga de la familia. Durante mucho tiempo esa relación funcionó bien".

Pero luego de disputas sobre los derechos de publicación, la relación entre Joyce y Beach se agrió y esta última finalmente cedió los derechos de la novela, escribe Walsh en "Las cartas de Sylvia Beach".  Una de las primeras ediciones de "Ulises".

La casa editorial Random House publicó "Ulises" en 1934 después de que el año anterior se anulara la prohibición estadounidense de publicación.

Así se comercializó a una audiencia más grande, pero pasaron 20 años antes de que los escritores comenzaran a reconocer su valor, dice John McCourt, profesor de inglés en la Universidad de Macerata en Italia.

Si bien Joyce estaba profundamente frustrado por la recepción que había recibido "Ulises", era implacable, agrega el profesor McCourt.

"No permitía que se cambiara ni una coma para ajustarla más a lo que el público que consideraba aceptable".

Aunque "Ulises" había sido prohibido en Estados Unidos y Reino Unido, nunca lo fue formalmente en la Irlanda natal de Joyce.

Las autoridades irlandesas creían que tan pocos leerían la novela que no necesitaban prohibirla, argumenta McCourt. 
James Joyce y su esposa Nora Barnacle, 1930.

"Joyce era como un forastero que exploraba Irlanda", dice.

"En cuanto a la recepción en su país, los irlandeses se resintieron profundamente porque, desde el exterior, se atrevía a criticar a la Irlanda de 1922, su nacionalismo y los límites de ese Estado cerrado que fue montado y dominado por Iglesia católica".

'La seguridad de la distancia'
El autor tenía una relación enormemente complicada con su país de nacimiento, y viceversa.

Se fue en 1904, cuando tenía poco más de 20 años de edad, e hizo cuatro visitas posteriores, pero después de 1912 nunca más regresó.

Y, sin embargo, sus obras están ambientadas en Irlanda, con Dublín en muchos sentidos como un personaje en sí mismo.  El río Liffey en Dublín, presente en varias obras de Joyce.

Joyce quería cambiar Irlanda transformando la forma en que los irlandeses se veían a sí mismos, argumenta el profesor McCourt.

"Estaba muy conectado con Irlanda. Sabía que no iba a hacer amigos a través de sus libros, no podría haberlo hecho si se hubiera quedado en Irlanda".

"Tuvo que hacerlo desde lo que él llamó 'la seguridad de la distancia' en su novela cómica 'Finnegans Wake'".

Sin embargo, hubo algunos que reconocieron la importancia de Joyce, apunta el profesor McCourt.

Entre ellos el ministro del gobierno irlandés, Desmond Fitzgerald, quien lo visitó en París y propuso que fuera nominado para el Premio Nobel de Literatura.

Pero, en general, la hostilidad hacia Joyce continuó hasta su muerte en 1941 en Zúrich, al punto de que no hubo representación oficial irlandesa en su funeral.  Escultura de James Joyce que está detrás de su tumba en el cementerio de Fluntern en Zúrich.

Fanáticos
La marea de la opinión tardó mucho en cambiar.

El primer Bloomsday —una celebración que tiene lugar cada 16 de junio, que es el día de 1904 en el que transcurre la novela—, se celebró en 1954.

El nombre del evento viene del personaje central de Ulises Leopold Bloom, cuya vida y los pensamientos desde las 8 de la mañana hasta las primeras horas de la mañana siguiente son el tema de la novela.

Anualmente, los entusiastas se disfrazan como los personajes de la obra o al menos con ropa del estilo de la época.

Muchos toman el mismo desayuno que Bloom ese mañana —que incluye hígado y riñones asados en mantequilla, tostadas y, por supuesto, una taza de té— y, si están en Dublín, peregrinan a los distintos lugares de la novela, o asisten a charlas o representaciones.  La farmacia Sweny, donde el protagonista de Ulises compra una medicina y jabón de limón, se ha mantenido intacta.

En junio de 1962, el Museo James Joyce fue inaugurado por Beach en la Torre Martello en el suburbio de Sandycove, al sur de Dublín.

En 1982 se organizaron eventos en el país para conmemorar el centenario del nacimiento de Joyce.

Un informe de The New York Times sobre la "celebración nacional" del día reflejó el cambio en la opinión pública.

"En su centenario, Dublín honra al Joyce que alguna vez despreció", decía su titular.

Ahora, cien años después de la publicación de "Ulises", Joyce es reverenciado en casa y en el extranjero.

Desafiante
Ese cambio en las actitudes ha sido tan radical que McCourt argumenta que Joyce se ha convertido en un "producto de consumo, en muchos sentidos anulando, borrando con aerógrafo, el hecho de que gran parte de lo que escribe sobre Irlanda es negativo".

"No veo nada de malo en que la gente se disfrace, pero no convirtamos a Joyce en algo inofensivo", opina McCourt, autor de "Consumiendo Joyce: 100 años de Ulises en Irlanda".  Fanáticos de la novela se disfrazan para celebrar Bloomsday cada año.

"Su libro tiene ese filo cortante. Te obliga a buscar un equilibrio. Su novela no debería ser un vehículo para la nostalgia de un Dublín mágico del pasado en el que todos vestían trajes eduardianos y se divertían".

"Joyce retrata un Dublín muy diferente, muy pobre e introvertido".

Irlanda apenas ahora está aprendiendo a lidiar con ese legado, argumentan algunos expertos.

"[Ulises] no estaba realmente en el dominio público, estaba en el dominio de los académicos, de una élite", explica Darina Gallagher, directora del Centro James Joyce en Dublín.

"Realmente no conocíamos a los personajes de la novela. Sólo los estamos conociendo ahora, explorando y encontrando un legado en ellos, lo cual es fascinante".

Una exploración que definitivamente vale la pena, asegura el escritor irlandés Colm Tóibín.  "Joyce toma una epopeya, la 'Odisea' de Homero, y la torna ordinaria. Y al hacerlo, crea una enorme cantidad de energía alrededor de un día común y corriente, en el que varias personas se encuentran o se evitan en Dublín.

"Hay tanto de lo que llamamos 'vida' en el libro y cosas que reconocemos, que hace del libro uno increíblemente humano, en el sentido de que sus dimensiones son las nuestras.

"Es una novela para este momento y está teniendo su centenario como documento vivo. Quien lo lee sabe que trata cuestiones realmente grandes que aún nos preocupan".

Aunque muchos que aseguran haberlo leído, comenta Tóibín, realmente no lo han hecho: "Ulises"tiene la reputación de ser una lectura desafiante y, a veces, impenetrable.

Consejos para leer "Ulises"
"Aférrate al ahora, al aquí, a través del cual el futuro se sumerge en el pasado", es la cita de "Ulises" en este cartel en Dublín.  

De Darina Gallagher, Centro James Joyce, Dublín
No le tengas miedo.
Lee "Retrato del artista adolescente", pues puede ayudarte con los personajes.

Del escritor Colm Tóibín
Hay una gran cantidad de escritura crítica sobre "Ulises", y lo mejor con la mayor parte es no leerla, porque realmente está escrita para especialistas o para académicos.
Penguin publicó un libro del crítico Terrence Killeen que está lleno de conocimiento pero escrito de manera muy clara. Además, le encanta la novela y esa admiración es contagiosa. Killleen te lleva a través del libro de una manera que creo que buena para abordar esta obra: episodio por episodio y durante un largo invierno.

De John McCourt, Universidad de Macerata, Italia
Nadie está completamente preparado para leer el libro.
Si sabes algo de música, será de gran ayuda.
Si sabes algo sobre Irlanda y su historia, ayuda.
No intentes leerlo demasiado rápido.
Léelo en voz alta, ya que cobra vida.

De Dan Mulhall, embajador de Irlanda a EE.UU.
Cuanto más he profundizado en él, más lo he disfrutado.
Si estás en busca una lectura fácil, no es para ti.
Es desafiante, pero vale la pena, porque tiene una gran profundidad.
Si descubres que un episodio es demasiado difícil, no te desanimes y sigue adelante.
Esta no es una novela de detectives en la que tienes que obtener las pistas en el capítulo 3 para poder leer el capítulo 4.

De Keri Walsh, Instituto de Estudios Irlandeses, Universidad de Fordham, Nueva York
Forma un grupo de lectura. Cobra vida si lo lees junto con otros.
Léelo y detente en pasajes cortos a la vez.
Tómatelo con calma.

viernes, 17 de diciembre de 2021

_- Ken Follett, autor de Los pilares de la tierra: "El mundo está en más peligro ahora de lo que ha estado en toda mi vida"

_- Una nueva novela del británico Ken Follett (Gales, 1949) es siempre un acontecimiento editorial.

Y el lanzamiento a comienzos de noviembre de "Nunca", su más reciente thriller, no defraudó: millones de ejemplares publicados simultáneamente en 40 idiomas diferentes y excelentes críticas.

El de Follett es un caso especial dentro de la literatura popular: empezó como escritor de novelas de suspenso para luego convertirse en novelista histórico con "Los pilares de la tierra", su bestseller sobre la construcción de catedrales en la Edad Media, con el que inició una tetralogía sobre la imaginaria ciudad de Kingsbridge.

BBC Mundo habló con el afamado autor en el marco del Hay Festival de Arequipa.

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En América Latina usted es conocido sobre todo por sus novelas históricas, pero en sus inicios fue escritor de suspense. Ahora, con "Nunca", regresa al thriller después de muchos años. ¿Qué lo hizo volver al suspense?

Primero que nada, pensé que era una buena idea: una historia sobre una crisis global que se va construyendo de manera muy lenta, paso a paso, en la que líderes mundiales van tomando pequeñas decisiones que no consideran muy peligrosas, pero cada vez la crisis se escala más y más hasta que se convierte en un desastre.

Lo otro es que pienso que como creador debo cambiar, reinventarme de tanto en tanto.

Es una buena idea cambiar y buscar nuevos retos. Realmente disfruté escribiendo "Nunca" y espero que los lectores también lo hagan.

Usted ha dicho que se inspiró en algunos hechos previos a la Primera Guerra Mundial...

Sí, estudié sobre el estallido de la Primera Guerra Mundial cuando estaba escribiendo "La caída de los gigantes", el primer libro de mi trilogía sobre el siglo XX, y lo que me sorprendió de manera muy fuerte de esos eventos, en especial en julio de 1914, es que nadie quería una guerra mundial.

Los líderes de los grandes países europeos involucrados no pretendían una guerra, tomaron decisiones que los condujeron a una, pero todas parecían decisiones pequeñas, racionales.

Si lo pensamos, la Primera Guerra Mundial empezó con un asesinato en Sarajevo, que no era un lugar muy importante; el asesino era un nacionalista serbio, que tampoco era un movimiento muy destacado. La víctima era el sobrino del emperador. Fue un incidente relativamente menor y sin embargo fue el punto de ignición.

Y entonces me pregunté ¿puede pasar de nuevo? Una tercera guerra mundial, no por un accidente nuclear o un presidente loco, sino por una secuencia de eventos.

Sin revelar mucho, ¿Qué nos puede contar sobre "Nunca"?
Está situada en muchos lugares y hay muchos "puntos de ignición" actuales donde algo puede pasar...

Entrevisté a personas involucradas en la diplomacia y la política internacional, y mencionaron muchos: Irán, Cachemira, Taiwán, Hong Kong, el norte de África...

Algunas crisis son resueltas, pero cuando no lo son, una reacción es escalarlas. Y un peligro pequeño deviene en uno medio y luego en uno mayor. A medida que cada país responde, la respuesta de todos estos países la aumenta, hasta que existe la amenaza de la Tercera Guerra Mundial...

Y no le vamos contar a los lectores lo que pasa, sólo lo sabrán cuando lleguen a las últimas páginas.

En esta novela hay personajes femeninos muy fuertes: Tamara, Pauline Green, Kiah... Es algo que se repite en sus libros, incluso cuando no era común hacerlo, como "En el ojo de la aguja", publicada en 1979

Hace 44 años fui el primer autor en hacer de una mujer la heroína de un libro de suspenso. Ahora es algo común, pero estoy casi seguro de que nadie lo había hecho antes. Me pareció algo natural, y mucho más interesante que el espía despiadado fuera detenido por una mujer.

Pero no lo hice por razones políticas sino literarias, para hacer una mejor historia. La hizo muy fresca y diferente.
Por eso lo sigo haciendo, porque es un mejor relato si los participantes en el drama son a veces hombres y a veces mujeres.

¿Cómo crea sus personajes? ¿Se inspira en personas reales? Por ejemplo alguien como Ragna en "Las tinieblas y el alba" o Jack en "Los pilares de la tierra"...

Nunca uso personas reales como modelos. Y la razón es que una persona real posiblemente no pueda hacer todas las cosas que mis personajes hacen en el relato.

Entonces lo que hago es inventar un personaje que se integre a la historia que tengo en la cabeza.

Claro que tomo pedacitos de alguna gente... Jack, por ejemplo: hay una especie de picardía en él que se halla en niños y jóvenes y que yo encuentro bastante atractiva.

En sus novelas usted usualmente pinta un vasto tapiz de las sociedades y en él teje los hilos de personajes individuales de diferentes clases sociales. Pasa en "Never", donde tenemos desde la persona más humilde, Kiah, hasta la más poderosa, que es Pauline Green, presidenta de Estados Unidos. Y en "Las tinieblas y el alba", donde va desde Edgar, el constructor de botes, hasta el propio Rey.

Sí, me gusta retratar a toda la sociedad.

Por supuesto, en una novela como "Las tinieblas y el alba", el interés principal es el destino de cuatro o cinco personajes, pero también nos interesa cómo funciona la Inglaterra anglosajona frente a algunas amenazas, en especial de los vikingos.

Para mostrar toda una sociedad a través de destinos individuales, tienes que tener las diferentes secciones de esa sociedad. Los poderosos y los desposeídos. Y mostrarlos interactuando, lo que a la vez muestra cómo es ese grupo social.

¿Y alguna vez se ha sentido tentado a escribir algo menos monumental, más íntimo?

Mmm, no, realmente nunca he tenido esa tentación.

Por supuesto, muchas novelas de los últimos cien años hacen eso, mirar de cerca las vidas íntimas de unas cuantas personas o incluso de una sola, y todo gira alrededor de la sicología individual.

A mí me interesa mucho más cómo interactúan las personas con aquellos que los rodean, sus familias o aquellos con quienes trabajan... Me interesan las relaciones de amor, de poder y así. No tanto lo que ocurre en la mente individual.

En eso usted es más cercano a los novelistas del siglo XIX...

Absolutamente. Esas son las novelas que amo, las que he leído más. Pero si usted mira la lista de bestsellers, la mayoría son más similares a las novelas del siglo XIX que las avant garde de los siglos XX y XXI.

Hablando de manera general, lo que la mayoría de las personas disfrutamos son novelas con un argumento, que cuenten una historia y con personajes de diferentes secciones de la sociedad.

Usted ha dicho que siempre tiene un plan muy claro cuando está escribiendo sus novelas, pero ¿lo ha sorprendido alguno de sus personajes haciendo algo que no esperaba?

No realmente. Eso no me ocurre. Muchos escritores hablan sobre eso y sé que le pasa a algunos de mis colegas, pero a mí no me sucede.

Me preocuparía mucho si fuera sí. (Risas) Prefiero mantenerlos bajo control.

Una de sus novelas más populares en América Latina es "Los Pilares de la Tierra". ¿Qué lo hizo escribir un libro sobre la construcción de catedrales en la Edad Media?

Las catedrales mismas, me maravillan. Y están llenas de enigmas. Me decía: esto fue muy difícil de construir, muy costoso y quienes lo hicieron tenían herramientas muy primitivas. ¿Por qué edificaron estas enormes y hermosas iglesias para que duraran cientos de años? El dinero no les sobraba. Las catedrales fueron construidas por personas que vivían en chozas y dormían en el piso. Ni siquiera tenían camas, que eran para los ricos.

La segunda pregunta fue: ¿Cómo las hicieron?
Empecé a leer libros sobre las catedrales, sobre las sociedades medievales y comencé a pensar que podía ser un relato extraordinario.

Así es cómo se desarrolla una idea para una buena novela. Y cuando algo me agarra ya no puedo parar.

Algunas personas me pidieron que le preguntara si tenía en mente alguna catedral en especial cuando empezó a escribir la novela

La primera catedral a la que miré con esos ojos es la de Peterborough, en el este de Inglaterra.

Yo era entonces reportero y fui a esa ciudad por una historia.

Luego de hacer unas entrevistas tenía una hora antes del tren de regreso, así que fui a visitar la catedral. Fue la primera vez que me sentí estremecido por la belleza, tamaño y atmósfera de una catedral medieval.

Después de eso seguí interesándome y leyendo sobre el tema hasta que, finalmente, escribí la novela.

Ahora que menciona que fue reportero, ¿es verdad la leyenda de que empezó a escribir novelas porque su carro se averió?

Ja, sí es verdad. Mi carro se averió y no tenía dinero para repararlo. Costaba 200 libras. Fui al banco a pedir un préstamo y me lo negaron.

Recién había llegado a Londres por un nuevo trabajo y mi hija estaba recién nacida. Casa nueva, bebé nuevo, no tenía dinero de sobra.

Otro reportero de la redacción había escrito una novela y le habían pagado. Los demás periodistas estábamos muy interesados en saber cómo había encontrado el tiempo para escribirla, quién se la había publicado y -lo más importante- cuánto le habían pagado. Y la respuesta fue: 200 libras.

Entonces le dije a mi primera esposa, "ya sé cómo voy a reparar el carro: voy a escribir una novela". Ella me respondió "sí, claro" (risas).

¿Y consiguió las 200 libras?

Sí. Escribí la novela, la envié a la misma editorial y me dieron 200 libras de adelanto, así que pude reparar mi carro.

El libro no era muy bueno y no tuvo mucho éxito, pero me hizo pensar que podía escribir más. La segunda novela tampoco tuvo éxito.

De hecho, ninguno de mis primeros diez libros tuvo mucho reconocimiento, pero el número 11 fue "El ojo de la aguja".

¿Esperaba que "Los Pilares de la tierra" tuviera tanto éxito?

Tenía la esperanza de que lo fuera. Definitivamente no estaba solo dirigida a una audiencia pequeña que se interesara en historia. Quería escribir una novela popular.

Algunos de mis editores estaban preocupados, pero yo no.

¿Cómo es su proceso para escribir novelas tan vastas como "Los pilares de la tierra" o "Nunca"? ¿Contrata investigadores?

Empiezo haciendo un plan y voy haciendo la mayor parte de la investigación al mismo tiempo.

En esta etapa no tengo ninguna ayuda. Leo libros, indago en mapas, miro fotografías... A veces entrevisto algunas personas, como lo hice para "Nunca".

Eso me toma entre seis meses y un año.

Luego escribo un primer borrador, lo que me toma otro año, y cuando lo finalizo busco expertos en el tema que estoy tratando. Para "Los Pilares", por supuesto, fueron expertos en la época medieval y la construcción de catedrales.

Les pago para leer el borrador y escribirme un reporte con cualquier error que vean o cuando encuentran algo improbable. Entonces lo cambio.

¿Cómo es su rutina diaria para escribir?
Me gusta levantarme temprano. Normalmente empiezo a las 6 de la mañana, luego me detengo para desayunar, sigo escribiendo, paro para almorzar y usualmente termino hacia las 4 de la tarde. Por las mañanas estoy lleno de energía e ideas.

¿Escribe a mano o en el computador?
En el computador.

¿Y revisa de inmediato o lo hace después?
Cada mañana reviso lo que hice el día anterior. Y siempre hago dos borradores, el primero que ya mencioné, que revisan los expertos, los editores y a algunas personas que me pueden ayudar a escribir un mejor libro. Luego reescribo toda la obra.

No la edito con un lápiz rojo: la vuelvo a escribir, porque al hacerlo me doy cuenta de cómo puedo hacer las frases más claras, o vívidas o conmovedoras.

¿Qué escritores lo han influido?
Cuando tenía 12 años leí una novela de James Bond, "Vive y deja morir". Me deslumbró. Lo amé, me leí todos los libros de Ian Fleming.

Y diez años después, cuando comencé a escribir novelas, recordé la sensación que tenía cuando iba a leer una nueva novela de James Bond. Era fantástico, sabía que la iba a disfrutar muchísimo.

Y me di cuenta que lo que tenía que hacer como escritor era lograr que mis lectores se sintieran así. Hacerlos decir, ¡"maravilloso, tengo una nueva novela de Ken Follett para leer"!

En ese sentido Fleming me influenció mucho.

Mi manera de escribir no se parece nada a la suya y no escribo novelas con un héroe como James Bond. Traté de hacerlo en mis inicios. Algunas de mis novelas fracasadas eran así.

¿Hay algún escritor al que siempre regresa?

Me gustan mucho los escritores ingleses y franceses del Siglo XIX. Charles Dickens, George Elliot, Jane Austen, Anthony Trollope y Eizabeth Gaskell.

Siempre vuelvo a Dickens. De hecho Acabo de leer Edwin Drood, su última novela, la cual dejó sin terminar. Es un misterio y nadie sabe quién es el asesino.

¿Hay algún escritor latinoamericano que le interese?

Muchos. Primero que todo García Márquez. Todos leímos "Cien años de soledad", pero escribió muchos otros libros extraordinarios como "El amor en tiempos del cólera".

Me encantó "La tía Julia y el escribidor", de Vargas Llosa, y "Doña Flor y sus dos maridos", de Jorge Amado, es muy buena. También recuerdo una novela mexicana maravillosa, "Como agua para el chocolate", de Laura Esquivel.

Hay una escena extraordinaria en la que una mujer está haciendo un pastel de bodas. Está enamorada del novio pero él se va a casar con otra. Mientras está haciendo el pastel se pone a llorar y sus lágrimas caen en la masa. Y cuando los invitados empiezan a comer el pastel, todos se ponen a llorar.

Es algo que sólo pudo escribir un latinoamericano. Quisiera ser capaz de escribir una escena así.

Usted ha estudiado y escrito a fondo sobre el siglo XX y en una entrevista reciente con Le magazine Littéraire de Francia dijo que no cree que la historia se repita, pero que tiene ecos.. Mucha gente ve similitudes entre lo que ocurre ahora y lo que pasó a principios del siglo pasado y el ascenso de populismos de derecha. ¿Ve también esos ecos?

Oh sí. Y me asusta.

El ascenso al poder de Donald Trump recuerda de manera horrible a la Alemania de principios de los años 30. La manera en que se dijeron mentiras al público y éste se las creyó, el no querer mostrarse en desacuerdo con su líder porque no era bueno para el país. La mezcla de autoritarismo y nacionalismo, los ataques a la prensa y a los jueces...

Todo fascista ataca a la prensa y a los jueces porque nos brindan protección contra este tipo de tiranía. Eso también lo están tratando de hacer en Polonia, Hungría. Es muy peligroso.

Finalmente, usted ha escrito sobre la humanidad en distintos momentos de la historia. Ahora publica una novela sobre la posibilidad de una guerra nuclear. ¿Es optimista o pesimista sobre nuestro futuro con el ascenso delos populismos, el cambio climático, la pandemia?...

Por temperamento soy un optimista y creo que las cosas van a salir bien, pero ahora mismo siento que el mundo está en más peligro de lo que lo ha estado en toda mi vida. Y como usted lo dice, no es solo una amenaza.

Toda mi vida vivimos con la amenaza nuclear, pero ahora tenemos también la amenaza del clima y la pandemia, los virus.

Son tres maneras diferentes como la humanidad puede ser destruida. Estamos en más peligro ahora. Y no sé si vamos a ser capaces de resolver estos problemas.

Este artículo forma parte de la versión digital del Hay Festival Arequipa, un encuentro de escritores y pensadores que se realizó en esa ciudad peruana entre el 1 y el 7 de noviembre.

sábado, 11 de diciembre de 2021

El fenómeno planetario Irene Vallejo o cómo Ovidio llamó al placer por su nombre

‘El infinito en un junco’ salta a decenas de países como en su día lo hizo ‘El mundo de Sofía’ y abre el debate sobre la traducción de los clásicos

El éxito de Irene Vallejo no solo sigue imparable en España con más de 400.000 ejemplares vendidos, sino que empieza a multiplicarse en decenas de países de varios continentes en un fenómeno que se compara ya al de aquel El mundo de Sofía, el repaso de la filosofía desde la mirada de una adolescente que situó al noruego Jostein Gaarder en la cima mundial del best seller de calidad. Con esa prosa cálida y luminosa que la ha conectado con el público y el ambicioso recorrido por la narración literaria como nutriente que es El infinito en un junco (Siruela), la zaragozana de 42 años afronta asombrada —cuenta— una escalada que jamás imaginó para un ensayo que aspiraba simplemente a publicar.

“Ni siquiera es un sueño cumplido”, cuenta, “porque jamás me habría atrevido a ir tan lejos en mis fantasías. Cuando lo escribía, sin contacto alguno con ninguna editorial, a la intemperie, pensaba que un ensayo sobre el mundo clásico y la reivindicación de las humanidades tenía papeletas para interesar a pocos en el mejor de los casos”. Pero suma en poco tiempo nueve ediciones en Holanda, varias en Italia, en Portugal, en Francia; recién salido en Serbia, en Polonia, en Taiwán y en plena circulación en América Latina, ya son más de 35 los países que lo han acogido y acumula montones de críticas positivas e invitaciones infinitas. La experiencia no es solo motivo de asombro y aplauso ante un acontecimiento que jamás habían vivido en Siruela, su editorial, sino que abre un debate vivo y enriquecido cada día sobre los límites de las traducciones para llevar una obra tan cargada de citas y referencias clásicas a los idiomas e idiosincrasias de tantos países. Los traductores no han dejado de contactarla con desafíos interesantes.

“Hemos librado una pequeña batalla para que la traducción de los clásicos que cito sea fiel a la mía y no a esas traducciones establecidas, algunas del siglo XIX, cargadas de una corrección y elegancia que no recoge las barbaridades y palabras malsonantes que usaban los clásicos. Yo hice mis propias traducciones del latín y del griego, libres y literarias, y en algunos países no están acostumbrados, pero hemos conseguido que lo asumieran como parte del contenido del libro”, dice Vallejo.

Por ejemplo: Monica R. Bedana, la traductora para el edición italiana, relata cómo su primera versión “hizo saltar las alarmas de la editorial”. “Chocaba especialmente el registro empleado en las citas latinas y griegas y me plantearon cambiarlas, sacarlas de las ediciones italianas más reconocidas, como se suele hacer en los ensayos al uso”. Bedana hizo la prueba insertando las citas que proponían en algunos capítulos de una nueva versión. “El resultado fue un engendro. Era otro libro, ya no era El infinito en un junco, sino un libro inútil, algo mil veces visto. Nos reímos después del susto y volvieron a mi primera entrega”, cuenta.

Arquíloco, poeta díscolo que se ufanaba de salir corriendo en la batalla —un tabú para un soldado de la antigua Grecia como él, como es lógico— o que hablaba explícitamente de deseo y de sexo, ha sido siempre edulcorado por la traducción convencional, algo que Vallejo se ha saltado en su obra. Como detalla Bedana, para el mundo editorial italiano “Arquíloco no puede decir ‘culo’, aunque en realidad lo diga: siempre serán ‘posaderas’ las suyas; tampoco dirá ‘sobaco’, sino ‘axila’; por no hablar de los ‘coños’ de Ovidio en el Ars amandi, que se volverán, rigurosamente, ‘partes pudendas’. Marcial no se ‘cagará en todo’; como mucho, ‘se quejará con fuerza”.

Pero si Vallejo había optado por reflejar la verdadera voluntad de Ovidio cuando habló de la necesidad de esperar al orgasmo de las mujeres o de Safo cuando mencionó las relaciones eróticas en lugar del “internado para señoritas” con el que lo había edulcorado un filólogo alemán, así lo han respetado en general sus traductores y ella lo agradece. “Es una traducción muy exigente porque es un libro que abre la puerta a muchos libros”, asegura ella. “Cómo nos acercamos a los clásicos, si los vemos como fueron y sin tantas capas de interpretación y en un pedestal, sin aceptar que dijeran ciertas cosas, es una de las dimensiones importantes de mi libro”.

Tono accesible y oral
Uno de los dos traductores al portugués, Àlex Tarradellas, reconoce que también se abrió el debate sobre la traducción de las citas clásicas que usa Vallejo, pero la dificultad de consultar tantos libros con las bibliotecas cerradas por la pandemia y la propia lógica de la obra les ayudaron a tomar la decisión. “El tono accesible y oral que le da Irene a sus traducciones no coincidía con muchas de estas versiones y el cambio de tono habría podido chocar al lector. Optamos por traducirlo todo”. Para él fueron algunos falsos amigos del portugués y el español los que representaron “un peligro constante”. El “caudal” español, por ejemplo, acabó en “fertilidade”.

La traductora francesa Anne Plantagenet optó en ocasiones por recurrir a traducciones oficiales de clásicos y en otras por mantener la voz de Vallejo, pero destaca sobre todo las razones por las que ha conectado con los lectores galos: “El público francés está muy acostumbrado a una literatura que mezcla la investigación, los temas graves o eruditos, o de sociedad, con lo íntimo”, relata. Y ahí están Annie Ernaux o Emmanuel Carrère como grandes baluartes del género. “Y cuando la voz íntima es muy bonita, evidente, inmediatamente reconocible y familiar, puede llevar al lector a cualquier sitio. La voz de Irene es la voz encantadora de la madre que cuenta historias por la noche antes de dormir. Eso y la modernidad de la estructura explican para mí su éxito”. Annakarin Thoburn, que lo ha traducido al sueco, ha necesitado sacar de la biblioteca más de cien libros para acometer el proyecto que más ha tardado en trabajar, y no por la cantidad de páginas. “Ha sido un viaje largo, emocionante, cautivador, desafiante...”, cuenta. “He descubierto muchos libros que después he seguido leyendo. Irene describe de forma muy hermosa este amor por los libros, como objetos mágicos, y eso también lo he podido vivir durante el trabajo”.

Sin traducciones, pero con igual expectación, el junco ha saltado a Latinoamérica, que lo ha acogido, asegura Vallejo, con la conexión de quien ha compartido el amor por la narración que palpita en la obra y que también se vive en el continente. La literatura está llena de metáforas relacionadas con lo textil, como “bordar un discurso, nudo, desenlace, hilo de una historia o de Ariadna, el tejido que Penélope hace y deshace...”, y en las comunidades indígenas los tejidos y nudos se han utilizado históricamente como forma de expresión e identidad, incluso para enviarse mensajes. “Si en mi libro propongo que las mujeres que tejían fueron fundamentales para la narración de historias e hicieron saltar sus metáforas al mundo literario, en estas comunidades me he encontrado historias concretas y bonitas en este mismo sentido que me dan mucho material”.

El infinito en un junco, titulado en otras versiones como Papirus, El infinito en un papiro, La eternidad en un junco..., lanza así a la autora a un universo que en ocasiones quema, como Gaarder llegó a confesar. Ella, por el momento, avanza sin miedo: “Asumo que tiene riesgos, pero nunca he sentido más presión que cuando escribía sin saber si podría publicar, cuando dudaba de si este sueño era demasiado grande y a mi alrededor me preguntaban por qué no buscaba un trabajo de verdad. Intentaré que esto se traduzca en libertad creativa”. Hoy por hoy, en suma, lo disfruta.

El País

sábado, 27 de noviembre de 2021

_- Almudena Grandes muere a los 61 años

 

_- Uno de los nombres más importantes de la literatura española contemporánea murió este sábado a consecuencias de un cáncer.

Se trata de la novelista Almudena Grandes, a quien le diagnosticaron la enfermedad hace poco más de un año.

La escritora y columnista habitual del diario El País, de 61 años, falleció en su casa, en Madrid.

Autora de obras como "Las edades de Lulú" (1989), "Malena es un nombre de tango" (1994) o "El corazón helado" (2007), entre muchos otros, recibió diversos reconocimientos a lo largo de su amplia trayectoria, como el Premio Nacional de Narrativa, en 2018, o el Premio de Periodismo Internacional 2020 del Club Internacional de Prensa.

Larga trayectoria
Almudena Grandes nació el Madrid el 7 de mayo de 1960, en el barrio de Chamartín.

Comenzó a escribir desde muy pequeña, con apenas 9 años.

Luego de titularse en geografía e historia en la Universidad Complutense de Madrid, Grandes comenzó a trabajar escribiendo textos para enciclopedias.

Almudena Grandes se consolidó como una de las exponentes más importantes de la literatura española.

Pero al poco tiempo saltó a la fama tras publicar su primera novela, "Las edades de Lulú", una obra erótica que fue llevada al cine por el director y guionista Bigas Luna, y que, debido a su gran éxito, ha sido traducida a más de 20 idiomas.

En los años siguientes, continuó escribiendo libros que la hicieron consolidarse como una de las exponentes más importantes de la literatura española actual. .

Conocida por sus posiciones ideológicas de izquierda, participó activamente de la discusión política española, y dedicó muchos años de su vida a investigar el régimen de Francisco Franco y la herencia que este había dejado.

En 2010 empezó una ambiciosa serie de novelas titulada "Episodios de una Guerra Interminable", que inauguró con "Inés y la alegría".

Le siguieron "El lector de Julio Verne" (2012), "Las tres bodas de Manolita" (2014) y "Los pacientes del doctor García" (2017, Premio Nacional de Narrativa).

El 2020, publicó su último libro, "La madre de Frankenstein" (2020), donde indagó en la biografía de Aurora Rodríguez Carballeira, una de las la parricidas más famosas del siglo XX español, que tiroteó a su hija para no perder su control sobre ella.

Tras su muerte, el mundo literario español está de luto, así como también la izquierda y sindicatos, entre otros.

El País. 
La autora de los ‘Episodios de una guerra interminable’ fallece en Madrid a los 61 años de un cáncer. Otras de sus novelas más celebradas por la crítica fueron: ‘Los aires difíciles’, ‘Atlas de geografía humana’ o ‘El corazón helado’. En esta última, por primera, vez se detenía en las vidas de aquellos exiliados republicanos y sus posteriores generaciones de inadaptados

Todos los artículos de la autora en EL PAÍS

 PD. Sin ninguna duda es una inmensa perdida no solo para la literatura sino para todos los demócratas y todas las personas de buena voluntad de España y del mundo.

martes, 7 de septiembre de 2021

Ian Gibson: “Sigo llorando por Lorca y por mi hermano”

La mentira ofende a quien la escucha y hace vulgar a quien la dice. A. Chéjov. (1)

La pasión por Federico García Lorca hizo a un casi adolescente Ian Gibson (Dublín, 82 años) un irlandés con alma española. Y ahora es español, así que se siente libre para opinar sobre este país del poeta. En 1978, con su libro El asesinato de Lorca bajo el brazo, vino a Madrid sin saber dónde guardar las mantas que traía como equipaje básico. Desde hace años vive en Lavapiés, que para él es la más bella de las capitales del mundo.

Pregunta. Ahora escribe de su infancia…
Respuesta. Es un libro pequeño; se llama provisionalmente Nunca en domingo. Mi familia era metodista, muy puritana, y el domingo no podíamos hacer nada. ¡No podíamos ni usar la canoa preciosa que teníamos! El domingo no podíamos pasarlo bien ni comprar nada. Crecí con esto, con las prohibiciones.

P. Y contra eso ha sido su vida.
R. Contra eso. España me ayudó a ser algo más libre, pero vine con esas voces interiores: “Eso no lo puedes hacer”. El tema sexual era tabú en Irlanda. Me liberó la escuela, un internado de cuáqueros, los más liberales de las islas británicas. Ese es el arranque del libro, que escribo en español.

P. ¿Por qué ha tardado tanto tiempo en contar ese tiempo de prohibiciones?
R. No me atreví a contar todo en una novela, Viento del sur, pero oculté todo el trasfondo irlandés. Inventé los nombres. Pero esta vez lo digo todo.

P. ¿Qué verdad le ha dolido más?
R. La relación con mi madre, tan difícil. Fui el segundo. Mi hermano Allan me llevaba cinco años. Él era el hijo preferido, y yo me sentí rechazado por mi madre. Ese es el meollo. Fue un matrimonio muy infeliz. Ella despreciaba a mi padre, lo decía: “No lo aguanto. Quiero que se muera”. Quería decir esto en letra de molde, para aliviar esta amargura…

“Crecí con las prohibiciones de una familia metodista muy puritana

P. ¿Ha llorado escribiéndolo?
R. Mucho, sí. Soy bastante llorón. Un poco cobarde también. Mi tendencia a irme corriendo en vez de afrontar un peligro, contra la que he luchado desde niño.

P. ¿Por qué ha llorado más?
R. Por la muerte de mi hermano. No solo resultó ser gay, sino con una tendencia sadomasoquista muy fuerte, y se volvió loco. Terminó sus días en una clínica. Fue terrible para la familia tener este problema en casa. Me ayudó a entender a Lorca. Tener un gay en la Irlanda de los cincuenta era terrible para una familia puritana. Para mi padre, tener un hijo gay fue terrible; eso y la riña con mi madre acabaron con su corazón y su vida.

P. Nunca ha dicho nada de esa vinculación de Lorca con su hermano en su experiencia personal.
R. No, pero le dediqué a Allan Lorca y el mundo gay. Le puse: “No pudo con sus dramones”. Dramón era la palabra que usaba Federico para referirse a sus malos ratos, a sus amores contrariados, de los que la gente no sabía. Allan me contaba sus penas, aquellos dramones.

P. ¿Le habló de Lorca a su hermano?
R. Él no sabía nada de España, y yo llevaba mucho tiempo fuera cuando ocurrió todo esto. Cuando empecé a estudiar a Lorca no se hablaba de su sexualidad, sobre todo aquí. La familia no dejaba acceso a los documentos. Ni Francisco ni Isabel García Lorca, sus hermanos, permitían tocar el tema.

P. ¿Y Lorca sí hablaba de su homosexualidad?
R. Según con quién. Al final de su vida se fue liberando, pero, como cada vez era más famoso, huía más de la pregunta. Para eso tenía mucha mano izquierda. Y la derecha política, por cierto, todavía hoy hace mofa por ese asunto.

En España la asignatura pendiente es la memoria histórica”

P. ¿Lorca fue para usted una chispa humana o literaria?
R. Todo junto. Cuando entré en la obra empecé a pensar: “Aquí hay mucho que no sabes. De la muerte, de las circunstancias”. Era un pozo sin fondo. Tiene la muerte, tiene Nueva York, tiene el surrealismo... Aun hoy hay mucho por hacer, por ejemplo, cuando una diputada de Vox dice que el poeta les daría su voto (1). Aquí la asignatura pendiente es la memoria histórica. Esa ignorancia lleva a decir a políticos de derechas que están hasta el moño de la fosa del abuelo, refiriéndose al dictador.

P. ¿Qué sentimiento le produjo aquella alusión a Lorca?
R. Demuestra incultura y maldad con respecto al poeta más conocido, más amado y más llorado. ¡Decir que Lorca fue apolítico! ¡En su tiempo era imposible ser apolítico! ¡El poeta que escribió el Romance de la Guardia Civil, el firmante de manifiestos antifascistas!

P. ¿Por Lorca ha llorado?
R. Sí, claro; me sigue conmoviendo. Anoche leí 1910 (Intermedio), uno de sus poemas en Nueva York, donde habla de la vega de Granada, su paraíso perdido, y me hizo llorar por la fuerza de las imágenes. Y este libro de infancia, al tratar de mi hermano, también me hace llorar. Me siento como un niño, llorando. La sensación de que nunca he alcanzado la madurez. Eso llevo dentro, y eso me llevó a Lorca, pero también a Dalí, y a Machado… Y ahora a mi infancia.

https://elpais.com/cultura/2021-09-04/ian-gibson-sigo-llorando-por-lorca-y-por-mi-hermano.html#?rel=lom