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miércoles, 11 de agosto de 2021

El sentido de la vida.

Hay grados de ateísmo en la ciencia. Newton reconocía la existencia de Dios, Einstein lo identificaba con la elegancia matemática del Cosmos y Steven Weinberg rompe la báscula

Con Steven Weinberg (1933-2021), el mundo no solo ha perdido a uno de los grandes físicos de la historia, sino también a uno de los ateos más correosos de nuestro tiempo. “Cuanto más comprensible parece el universo, menos sentido parece tener”, escribió en su influyente libro de 1977 Los primeros tres minutos. Ese punto de vista desolador le procuró los vituperios del público y las críticas de sus propios colegas. Los creyentes, como es natural, lo vieron como una embestida a su Dios, su fe y su sed de trascendencia. Lo que inquietaba a los científicos, sin embargo, era una cuestión aparentemente similar, pero muy diferente en el fondo.

Hay grados de ateísmo en la ciencia. El grado cero es el de Newton, que pese a haber descubierto el mecanismo matemático que rige los cielos, era en realidad un fervoroso creyente que interpretó sus hallazgos como una prueba de la existencia de Dios: “Este precioso sistema del Sol, los planetas y los cometas solo puede emanar del consejo y el dominio de un ser inteligente y poderoso”, escribió en los Principia de 1687. Vale que en la época convenía tener cuidado con estas cosas, vistas las que habían pasado Kepler y Galileo con la santa madre Iglesia. En el siglo anterior, Copérnico ni siquiera se había atrevido a publicar en vida su modelo heliocéntrico. Cabrear a los obispos seguía sin parecer una buena idea en tiempos de Newton.

Darwin, que estudió teología en Cambridge y se vio obligado a abandonar poco a poco esa doctrina por culpa de sus propios hallazgos, teorizó correctamente que todos los seres vivos que pueblan la Tierra provienen “de uno o unos pocos organismos muy simples y primordiales” ―hoy los llamamos bacterias y arqueas―, pero nunca se atrevió a ir más allá, hasta la generación de la vida a partir de la materia inerte, y dejó así un margen de actuación para el Dios de los cristianos.

También puso un admirable cuidado estilístico en la floritura que cierra el Origen de las especies: “Hay grandeza en esta concepción de que la vida (…) fue originalmente alentada por el Creador en unas cuantas formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado (…) infinidad de formas cada vez más bellas y maravillosas”. También es verdad que, si el viejo Charles pretendía con ello aplacar a las fuerzas doctrinarias, no lo consiguió en absoluto. Las iniciativas judiciales de los creacionistas para excluir la evolución de la enseñanza pública siguen incluso hoy envenenando la educación en la América profunda.

El Dios de Einstein, que es el de Spinoza, tiene mucho más interés científico. El genio judío rechazó de plano el Dios personal de las religiones, que te guía, te observa y te castiga encaramado a tu hombro como el loro de los piratas, pero abrazó una especie de panteísmo que identificaba a Dios con la elegancia matemática del cosmos. Weinberg ha eliminado incluso a ese Dios de los científicos y lo ha sustituido por un ateísmo puro, la percepción de que el universo no tiene ningún sentido ni trascendencia. Ahí fuera no hay dioses, solo leyes de la naturaleza. Ay, cómo adoro a este hombre.



jueves, 26 de diciembre de 2013

Lo que quiero ahora

...El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan...

Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.

También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.
Ángeles Caso.
Este artículo está repetido con leves variaciones,(16-12-2012)... sin duda me gustó y me ha vuelto a gustar cuando lo he recibido de nuevo...
Leer más: http://www.lavanguardia.com/magazine/20120119/54245109494/lo-que-quiero-ahora-angeles-caso.html#ixzz2obI3Lpdp

lunes, 11 de noviembre de 2013

Aprendiendo a reír

Saber gozar del presente es un don precioso, comparable a un estado de gracia

Yo creía, y así lo escribí en mi último libro, que no había ninguna foto de la gran Marie Curie en la que apareciera sonriente. Antes al contrario: sus retratos la muestran invariablemente adusta, tensa, a menudo incluso trágica, una dura máscara de esfuerzo y dolor. Una lectora genial, sin embargo, me mandó hace poco una instantánea de Madame Curie, ya mayor y pareciendo aún mucho más vieja por los estragos causados por la radiactividad, muy cercana sin duda a la fecha de su muerte, vestida como siempre de negro y, también como siempre, sin maquillaje y con los cabellos recogidos de cualquier manera. Pero sonríe. ¡Sonríe! No es una risa franca, pero es un gesto indudablemente risueño. Y a mí me parece que esa pequeña curvatura de sus labios es un logro monumental de la científica. Quizá más importante para ella, incluso, que el descubrimiento del polonio y el radio.

“El joven que no llora es un salvaje, pero el viejo que no ríe es un necio”, decía el filósofo George Santayana. Es una frase profundamente conmovedora; y creo que he tenido que llegar a los alrededores de la vejez para poder comprenderla en toda su sabiduría. Las palabras de Santayana me recordaron uno de mis cuadros preferidos; se trata de un autorretrato de Rembrandt, el último del centenar de autorretratos que se hizo. Lo pintó más o menos un año antes de morir y es un cuadro casi monocromático, una explosión de ocres, de luces doradas y brillos que se apagan entre las sombras. Por entonces el artista debía de tener 62 años (murió a los 63), pero parece ancianísimo. Rembrandt fue un hombre muy vital y probablemente supo ser feliz en muchas ocasiones. Alcanzó un tremendo éxito como pintor siendo muy joven, tuvo varios amores, se casó en segundas nupcias con una mujer a la que adoraba. Pero luego la vida le pasó factura. Su inmenso talento le impidió seguir siendo el artista comercial que triunfa haciendo los retratos complacientes que le pide el mercado. Eligió pintar cada vez mejor y de manera más auténtica, y eso le hizo perder la clientela. Su éxito terminó, los encargos dejaron de llegar y se llenó de deudas. Para comer tuvo que venderlo todo, incluso su colección de arte. Cuando murió estaba en la más completa miseria.

El Rembrandt que pintó el último autorretrato era este hombre olvidado y arruinado. Y no sólo eso: para entonces había enterrado a su primera mujer, y luego también a su segunda y muy amada esposa, fallecida prematuramente pese a que era mucho más joven que él; por último, también había tenido que soportar la muerte de su hijo Titus. Y, sin embargo, pese a toda esta devastación, o seguramente por todo eso, el Rembrandt de este autorretrato sonríe. Asomado de escorzo a la ventana del lienzo, el pintor nos contempla y parece decirnos: mirad, esta es la vida, la gran broma pesada de la vida, así es la inocencia de los humanos, así el afán, el fulgor, el dolor. Es una sonrisa triste, pero serena e inmensamente sabia.

“El arte es una herida hecha luz”, decía el pintor francés Georges Braque. Otra frase certera que me viene a la cabeza cuando recuerdo este cuadro de Rembrandt. La luz otoñal del rostro del pintor emerge de las tinieblas del fondo, de la oscura herida de la vida, cauterizando y suavizando su dolor y el nuestro. Por lo menos, Rembrandt tuvo su arte hasta el final (el valor de seguir pintando, de no rendirse). Por lo menos, nosotros tenemos a Rembrandt. El arte nos salva, la belleza nos salva, y la vida, si se vive con conciencia de vivir e intentando aprender de lo vivido, quizá nos proporcione esa comprensión final, ese entendimiento apaciguado que permite que aflore la sonrisa.

En las Navidades de 1928, Marie Curie le mandó una carta a su hija Irene para felicitarle las fiestas. Y escribió: “Os deseo un año de salud, de satisfacciones, de buen trabajo, un año durante el cual tengáis cada día el gusto de vivir, sin esperar que los días hayan tenido que pasar para encontrar su satisfacción y sin tener necesidad de poner esperanzas de felicidad en los días que hayan de venir. Cuanto más se envejece, más se siente que saber gozar del presente es un don precioso, comparable a un estado de gracia”. Creo que estas palabras son el logro de una vida. Y la insólita sonrisa de Curie en la foto que me envió la generosa lectora es sin duda una consecuencia de estos pensamientos. Alcanzar esa maravillosa sencillez no es fácil, desde luego, así que habrá que aplicarse. Aquí estoy, en fin, intentando aprender a reír día tras día.
Fuente Rosa Montero, El País.
www.facebook.com/escritorarosamontero www.rosa-montero.com

miércoles, 26 de junio de 2013

"La vida es un minuto que pasa deprisa". Oscar Niemeyer.

Ver aquí el vídeo de la entrevista al arquitecto Oscar Niemeyer "La vida es un minuto que pasa deprisa" (Con más de 100 años)


« La vida es un soplo. Todo acaba. Me dicen que después que yo muera, otras personas verán mi obra. Pero esas personas también morirán. Y vendrán otras, que también se irán. La inmortalidad es una fantasía, una manera de olvidar la realidad. Lo que importa, mientras estamos aquí, es la vida, la gente. Abrazar a los amigos, vivir feliz. Cambiar el mundo. Y nada más. » / « Life is a blow. It all ends. I say that after I die, other people see my work. But those people will die. And come others will also. Immortality is a fantasy, a way to forget reality. What matters, while we're here, it is life, people. Hugging friends, live happily. Change the World. And nothing more. » / « A vida é um sopro. Tudo termina. Eu digo que depois que eu morrer, as outras pessoas vão ver o meu trabalho. Mas essas pessoas vão morrer. E outros virão, que também irá sair. A imortalidade é uma fantasia, uma maneira de esquecer a realidade. O que importa, já que estamos aqui, que é a vida, as pessoas. Abraçando amigos, viver feliz. Mudar o mundo. E nada mais. » Oscar Niemeyer.

« Soy un ser humano insignificante. Basta mirar al cielo para sentir que somos muy pequeños. Creo que el ser humano debería ser más sencillo, más modesto. Sentir placer en ayudar al otro. Sentir placer de participar en la lucha por un mundo mejor, más justo, sin miseria, sin competitividad. » / « I am a human being negligible. Just look at the sky to feel that we are very small. I think human beings should be simpler, more modest. Pleasure in helping others. Pleasure to participate in the struggle for a better, fairer, without misery, without competitive. » / « Eu sou um ser humano desprezível. Basta olhar para o céu para sentir que estamos muito pequeno. Acho que o homem deve ser mais simples, mais modesto. Prazer em ajudar o outro. Prazer de participar na luta por um mundo melhor, mais justo, sem miséria, sem competitividade. »

« No pensé que iba a vivir tanto, pero le confieso que todavía es insuficiente. No acostumbro a mirar demasiado el pasado, prefiero esforzarme por lo que aún falta por hacer. » / « I thought I would not live as long, but I confess that it is still insufficient. I do not usually look too much the past, I prefer strive for what needs to be done. » / « Eu não acho que eu ia viver tanto tempo, mas confesso que ainda é insuficiente. Eu não costumo olhar muito o passado, eu prefiro lutar pelo que resta a ser feito. »

El trabajo me distrae. A mi edad, más vale estar ocupado para no pasar el tiempo pensando en tonterías. » / « The work distracts me. At my age, it's better to not be busy time thinking about nonsense. » / « O trabalho me distrai. Na minha idade, é melhor não estar ocupado para gastar tempo pensando bobagem. »

« La vida siempre me pareció más importante que la arquitectura. » / « Life always seemed more important than the architecture. » / « A vida sempre parecia mais importante do que a arquitetura. »

« La belleza es importante. Si nos fijamos en las pirámides, vemos que fueron algo sin sentido, pero son tan hermosas, tan monumentales, que uno se olvida de su función y las contempla sorprendido. Si sólo nos preocupamos por la función, el resultado es una porquería. » / « Beauty is important. If you look at the pyramids, we see that they were meaningless, but they are so beautiful, so monumental that one forgets his role and contemplates surprised. If only we care about the function, the result is a mess. » / « Beleza é importante. Se você olhar para as pirâmides, vemos que eles eram sem sentido, mas eles são tão bonito, tão monumental que se esquece o seu papel e contempla surpreso. Se só nos preocupamos com a função, o resultado é uma bagunça. »

« Me gustaba dibujar. Recuerdo que de niño..., dibujaba con el dedo en el aire y mi madre me preguntaba: "¿Qué estas haciendo?", y yo decía: "Estoy dibujando". Así que el dibujo me llevó a la arquitectura. » / « I liked to draw. I remember as a child ..., drew a finger in the air and my mother asked me, "What are you doing?", And I said, "I'm drawing." So I took the drawing architecture. » / « Eu gostava de desenhar. Lembro-me como uma criança ..., passou um dedo no ar e minha mãe me perguntou: "O que você está fazendo?" E eu disse: "Eu estou desenhando." Então eu peguei a arquitetura de desenho. »

Su sentido de la estética, de la vida, de la amistad y solidaridad, su inteligencia y sensibilidad lo llevó a inscribirse en el Partido Comunista brasileño. Fue sin duda un genio, un genio bueno y hermoso, como una lluvia sabia, buena y hermosa que fertilizó no solo a Brasil, sino al mundo entero haciéndolo mejor, más humano, más habitable. (Comentario del autor)
Fuente: aquí.

martes, 5 de febrero de 2013

Placeres de la vida. El encanto del descubrimiento nuevo, de la aventura, de lo que nos sorprende por primera vez. La inocencia de la niñez.


Placeres de la vida...
Muy significativo, bonito y enternecedor...
Cada edad, procura un determinado placer...
Ahora comprobamos que muchos se meten en otros charcos más profundos y menos agradables... menos éticos ¡¡¡Qué lastima!!!