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jueves, 4 de abril de 2019

España, Zambra y Baladre publican el libro colectivo, “Si no hubiera privilegios no habría miserias”. Redes contra la pobreza, la otra cara del bienestar. Enric Llopis

Redes contra la pobreza, la otra cara del bienestar

En el estado español 12,3 millones de personas (el 26% de la población) se hallaba en riesgo de pobreza y/o exclusión social en 2017, según los datos de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (Indicador Arope); la amenaza de penuria afectaba más a las mujeres (medio millón más que en el caso de los hombres) y mayoritariamente al colectivo entre 16 y 29 años; entre las personas extranjeras –procedentes de fuera de la UE- el porcentaje de riesgo se acerca al 60%. ¿Se trata de un fenómeno sistémico o inherente a la crisis? Cuando se inició la recesión en 2007, las personas en riesgo en el estado español ya eran 10,5 millones (23% de la población).

“La desigualdad ha aumentado de manera sostenida, tanto en la época (previa) de crecimiento económico como en la crisis posterior”, apunta el informe “El estado de la pobreza” (2018) publicado por la Red. Según el Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil (enero 2019), el 23% de los 593.500 hogares sin ingresos en España tienen al menos un menor a su cargo. El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social informa, asimismo, que 780.000 personas percibieron una renta mínima de inserción de las comunidades autónomas en 2017 (una media de 452 euros mensuales). ¿Qué idea proyectan los medios informativos de las ayudas públicas? “La ampliación del subsidio a parados mayores de 52 años costará 388 millones este año”, titulaba el 19 de marzo el diario El País.

Textos para la Acción Social Crítica y Transformadora. Es el subtítulo de “Si no hubiera privilegios no habría miserias”, libro publicado en 2019 por Zambra y Baladre en colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza, que retrata diferentes experiencias de lucha social y trabajo comunitario además de cuestionar “saberes expertos y profesionales” como el Trabajo Social. Coordinado por Noelia Bribián, Enrique García-Escamilla, Ángela Sanz y Manolo S. Bayona, el texto de 190 páginas explica la actividad de Baladre, Coordinación de colectivos contra la precariedad, el empobrecimiento y la exclusión surgida en 1982; uno de los ejes en la acción y las reflexiones de Baladre es la Renta Básica de las Iguales (RBis) para todas las personas, que impugna “la centralidad del empleo en nuestras vidas” y el heteropatriarcado capitalista, para hacer posible “la autonomía de las gentes de abajo”.

En la propuesta de la RBis, el 80% de la renta es percibida directamente por cada persona, mientras que el 20% restante se destina a un Fondo de la Renta Básica con el que se financiarían la sanidad, la educación, la vivienda y los servicios sociales; la comunidad es la que define y gestiona el Fondo y, por tanto, los servicios públicos. El objetivo es que el Fondo se aproxime al 100% de la RBis, y que el porcentaje que reciben las personas tienda a cero. Colectivos que participan en Baladre han habilitado, asimismo, Oficinas de Derechos Sociales (ODS) o Puntos de Información y Denuncia (PID). La Coordinación emite un programa de radio semanal –“Nosotras las personas- a través de Radio Pimienta (103.1 FM), emisora comunitaria del norte de Tenerife, y cuenta con un proyecto editorial (“Los arroyos cuando bajan. Los desafíos del zapatismo”, de Raúl Zibechi y “Soberanías. Una propuesta contra el capitalismo” son dos de los últimos libros publicados). Baladre también forma parte de la campaña Amnistía Social Ya!

Erletxea se define como una “colmena” y herramienta de transformación social “que aguijonea al poder local en Irún”. Desde 2014 utilizan un local en la calle Mayor de Irún como oficina de información sobre ayudas sociales (“de información y agitación social”, matizan los activistas), principalmente la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), la Ayuda de Emergencia Social (AES) y la Prestación Complementaria de Vivienda (PCV). En el mismo local (“colmena”) se reúne Stop Desahucios Bidasoa, plataforma que surge en 2012 y en la que también participan activistas de Erletxea. “Labores de acompañamiento a situaciones de gran dureza han llevado a tener que encararse con directivos de sucursales bancarias, denuncia al Departamento de Bienestar Social del Ayuntamiento, políticas, técnicas y trabajadoras sociales y al Servicio Vasco de Empleo (Lanbide)”, afirman en un artículo publicado en el libro de Zambra-Baladre. Erletxea se ha sumado a espacios de confluencia como Korapilatuz, abierto a profesionales y entidades de la Intervención Social en la comarca del Bidasoa; y a la iniciativa Herri Ziztadak.

En 1994 nace en Salamanca la Asociación de Desarrollo Comunitario Buenos Aires (Asdecoba), que trabaja en el campo de la exclusión social y actualmente desarrolla programas de orientación e inserción laboral, educación para mayores de 16 años e intervención sociolaboral con inmigrantes. A ello se suma el trabajo en la asamblea vecinal y, con la infancia, la labor en la guardería para menores de 0 a 8 años (atención a 30 niños y niñas en dos aulas) y la ludoteca (participan 40 menores de tres a ocho años); otras iniciativas destacadas en la página Web son Educación de Calle para Jóvenes y la vivienda para personas mayores en el medio rural, en la que se ofrece alojamiento y cuidados.

El colectivo Asdecoba se define como “un espacio comunitario frente al empobrecimiento y en defensa de las personas”. El origen del barrio salmantino de Buenos Aires data de 1983; la barriada se construyó en una zona segregada de la ciudad, a la que llegaron 350 familias -una parte importante, trasladadas del centro histórico- para hacer efectivo el derecho a la vivienda. Pasadas tres décadas, “la pobreza pasó a tener un techo y un lugar donde ocultarse” en el barrio, concluye la asociación, que forma parte -junto a Adecasal, la empresa de economía social Algo Nuevo (dedicada al catering), Escuelas Campesinas de Salamanca y la empresa Todo Servicios Múltiples (que cultiva, transforma y comercializa productos de sus huertas)- de la iniciativa “Cinco colectivos en red”.

Además del artículo firmado por Asdecoba, el libro de Zambra-Baladre incluye un texto de Penélope Blasco Calderón, en el que resume seis años de experiencia en el Centro de Día de inserción sociolaboral para jóvenes del Barrio de Orba (Parke Alkosa), que trabaja anualmente con cerca de 40 muchachos; a este centro de día se agrega otro para menores entre cinco y 14 años, de 24 plazas, que presta apoyo educativo y de integración (los dos se financian mediante una orden de ayudas de la Generalitat Valenciana). “En los últimos años hemos realizado acuerdos y convenios con institutos, servicios sociales municipales y familias, para que algunas menores puedan realizar el horario lectivo en el centro haciendo algo de educación de base y formación en talleres”, explica Penélope Blasco; de este modo, se ha proporcionado una alternativa al absentismo y las expulsiones “constantes” del sistema educativo.

Entre otras “barreras”, la trabajadora social y activista destaca que quienes realizan la “intervención” social no la definen (lo hace la Administración); además el modelo vigente se basa en el trabajo con “casos” individualizados y en buscar la responsabilidad en el individuo “des-integrado”; “esta mirada profundamente capitalista y deshumanizante hace que los jóvenes perciban el empobrecimiento como fracaso y el consumo ostentoso como la esencia del ser”, añade Penélope Blasco. El barrio de Orba o Parque Alcosa está adscrito al municipio de Alfafar –en la comarca valenciana de l’Horta-, del que le separan dos kilómetros. La barriada es producto del “desarrollismo” franquista (la construcción de las primeras viviendas se inició mediada la década de los 60) y la migración desde la España interior; los años 70 fueron de autoorganización y asambleas vecinales para conseguir las infraestructuras básicas, en una barriada donde se hizo popular la consigna “mucho paro, algo de droga y muy poco Rock and roll”.

La Koordinadora de Kolectivos tiene su origen en 1985, y actualmente centra su trabajo en tres áreas: empleo, “acción social” y formación; así, a partir de un convenio con el Ayuntamiento de Alfafar, la Kooperativa Social del Parke realiza tareas de mantenimiento en el municipio y hace posible que 11 personas tengan un puesto de trabajo; otras iniciativas son el “ropero solidario”, un banco de los alimentos, talleres de edición musical, bicicletas y repaso escolar (en el centro de día para menores), programas formativos para impulsar cooperativas, desarrollar trabajos de mantenimiento y, en relación con la población condenada, la gestión de trabajos en beneficio de la comunidad.

El libro “Si no hubiera privilegios no habría miserias” incluye además otras experiencias, como “Ningunas Santas” de San Luis (Argentina), el “Ganchillo Social” de Zaragoza, la Fundación EDES, que trabaja con personas discapacitadas en el mundo rural, o la Red Canaria en Defensa del Sistema Público de Servicios Sociales.

jueves, 13 de octubre de 2016

El impulso de las cooperativas para transformar la economía

La Marea

La última crisis ha disparado la creación de empresas sociales. Algunas surgen por pura supervivencia, pero otras obedecen a la voluntad de cambiar el sistema.

Las cooperativas están tomando en la actualidad un nuevo impulso al calor de la crisis. Desde 2008 el número de este tipo de empresas ha crecido un 75%. Además, según el Ministerio de Empleo, la estabilidad laboral en estas empresas es bastante por encima del resto del tejido empresarial. Algunas de estas cooperativas –cerca del centenar, según estima la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado– han sido construidas a partir de compañías arruinadas, cuyo control han tomado los propios trabajadores. Hay ejemplos de empresas recuperadas en una gran variedad de sectores. Por ejemplo, Ibersolar, una empresa de ingeniería de energías renovables de Barcelona, tuvo que anunciar un ERE a principios de 2009 cuando la crisis y los recortes golpearon al sector. Algunos de sus trabajadores entonces constituyeron una cooperativa que, bajo el nombre de Arkenova, hoy sigue funcionando. En el caso del fabricante de muebles Cuin Factory de Vilanova i la Geltrú (Barcelona), ante la amenaza de cierre el dueño se asoció con sus empleados para reflotar el negocio como cooperativa.

Y es que la filosofía básica del cooperativismo se basa en que la empresa es propiedad de sus trabajadores, o de los consumidores, en vez de contar con accionistas que, a menudo, tienen un mero interés financiero en lograr la máxima rentabilidad de su inversión. La responsabilidad es compartida ya que las cooperativas son gobernadas de forma asamblearia donde cada socio tiene un voto. En Argentina o Chile, países muy acostumbrados a las crisis económicas, ha habido cientos de casos de empresas recuperadas por sus trabajadores, y este modelo se está extendiendo en España. Pero, ¿qué hay detrás de este repunte? ¿Una fórmula forzosa ante la crisis o un verdadero espíritu cooperativista?

Lo cierto es que, en cualquier caso, el empleo cooperativo suele ser estable y de mayor calidad, con un 80% de contratos indefinidos. “El modelo está salvando la situación de crisis de manera muy distinta a las empresas del capital”, defiende María del Mar García, vicepresidenta de la Federación Andaluza de Cooperativas de Trabajo Asociado (FAECTA), quien a duras penas puede disimular su pasión por el sector. “En las cooperativas el trabajador es también el dueño, así que siempre se buscan vías alternativas al despido, más o menos imaginativas, no tenemos las cifras económicas como único objetivo”, explica. Andalucía es la región líder en cooperativismo de toda España: el 19,5% de este tipo de empresas están radicadas allí y dan trabajo a más de 62.000 andaluces y andaluzas. Sin embargo, según denuncian las asociaciones, la Junta no hace los esfuerzos suficientes para impulsar el modelo. “En Andalucía, por ejemplo, el 90% de la ayuda a domicilio la gestiona Clece [empresa de la constructora ACS, que cotiza en el Ibex 35], que ha tenido despidos mientras que suele acaparar las licitaciones públicas. Se deberían incluir cláusulas sociales en los concursos, ya que competimos en un mercado donde sólo impera lo económico”, lamenta García. “La Junta asegura que nuestro modelo es el que hay que fomentar pero impide que las pequeñas empresas accedan a los recursos”, agrega.

No todo han sido, sin embargo, méritos para el cooperativismo. A finales de 2013 Fagor, el buque insignia del grupo cooperativista vasco Mondragón, echó el cierre. La compañía, en la que trabajaban 5.600 personas, arrastraba una deuda de 859 millones de euros. Su quiebra fue presentado desde algunos sectores y medios como el fracaso de todo un modelo, incapaz, supuestamente, de sobrevivir en tiempos de neoliberalismo, sobre todo por no poder tomar con rapidez decisiones drásticas, como los despidos masivos. Más de dos años después, el debate ha quedado cerrado por los positivos números del sector. De hecho, las cooperativas de trabajo asociado, entre ellas las del grupo Mondragón, crecían el año pasado a un ritmo del 11%.

El papel de las personas
Sin embargo, muchas de las grandes cooperativas han perdido, en cierto modo, la esencia. Así lo cree Koldo Saratxaga, una especie de gurú de este sector tras los 14 años que estuvo al frente de Irizar, una de las empresas del grupo vasco, en los que logró sacarla de los números rojos y convertirla en un ejemplo de éxito. Para él, el modelo económico de una compañía cada vez cuenta menos. “Los estilos al final tienen que ver con las personas. Una de las razones por las que dejé Irizar, teniendo mucha categoría y ganando mucho dinero, fue por el estilo de relaciones”, asegura. “He visto muchas cooperativas, he estado en el grupo más grande del mundo y me he dado cuenta de que éstas en su gran mayoría al final funcionan como una S.A., es decir, siguiendo un modelo de arriba a abajo, con su director general, etc.”, critica. Saratxaga opina que, pese a que en un principio los promotores empiezan a trabajar de forma colaborativa y horizontal, posteriormente “se va sumando gente, porque es necesario, pero nos encontramos a nivel social una deficiencia de sentido cooperativo”. Es ahí donde, para este veterano, entran en juego los valores, algo que para él es la clave: “Se aprecian los conocimientos, los estudios, los idiomas, pero no se destacan los valores necesarios para trabajar en una cooperativa”, lamenta.

En cualquier caso, Mondragón ofrece una alternativa nada desdeñable dado el estado actual del mercado laboral. El grupo engloba a más de 30.000 socios y socias de diferentes cooperativas –soberanas y democráticas, aunque con algunas reglas comunes, como la limitación de sueldos de los directivos–, que facturan 11.875 millones de euros. En 2015 realizaron inversiones de cerca de 250 millones de euros y hacen el 71% de sus ventas en el mercado internacional. Además, el grupo cooperativo actúa como un Estado en miniatura: los socios destinan el 6,5% del salario bruto a un fondo de previsión, destinado a pensiones, desempleo o asistencia sanitaria privada. Cuando llegan vacas flacas, suele buscarse cualquier alternativa antes que el despido. De hecho, en 2013 los 8.500 socios de Eroski, cooperativa integrante de Mondragón, acordaron una bajada de sueldos general. Eso sí, la decisión recayó sólo en un 21% de la plantilla, ya que la cadena de hipermercados tiene hasta 40.000 trabajadores.

Pese a las ventajas del sector cooperativo con respecto a la empresa tradicional en términos democráticos y al cuestionamiento de la maximización del beneficio por encima de todo que tiene lugar en la mayoría de ellas, no todas tienen una dimensión política o un afán superador del sistema económico actual. De hecho, desde sectores más politizados afean a las cooperativas grandes que, en sus procesos de crecimiento e internacionalización, sufran una pérdida drástica de las esencias y caigan en la lógica de la deslocalización para producir en países donde las libertades sindicales son más reducidas. Aquí es donde entran en juego entidades de la economía social y solidaria como el Mercado Social de Madrid o la Xarxa d’Economia Solidària de Catalunya (XES), redes que aspiran a unir producción, distribución y consumo al mismo tiempo que participan en el debate político y los movimientos sociales. Para Fernando Paniagua, miembro de la XES, el cooperativismo no se puede considerar un fin en sí mismo, sino que es más bien una herramienta. “Permite empezar a caminar, a montar proyectos con formas distintas de gestionar lo económico. Pensar que porque la sociedad se organice en cooperativas vamos a superar un sistema injusto y depredador como el capitalismo es ingenuo”, sentencia.

El cooperativismo parece haber cobrado nueva fuerza tras el hundimiento del bloque soviético y la posterior crisis del modelo neoliberal. “Venimos de un siglo XX con recetas finalistas de revolución que han ido fracasando, así que creo que es mucho más constructivo dotarnos de herramientas que podamos usar como laboratorios, tanto en los terrenos del consumo, como en el de la precariedad, más allá de un sistema que nos convierte en marca y emprendedores”, profundiza. El movimiento de economía social y solidaria engloba, además de a cooperativas, a asociaciones, ONG y economías informales, esto es, las que logran la satisfacción de necesidades sin intermediación monetaria. “El objetivo es acercarse a lo económico de una forma distinta a la relación capital-trabajo, poniendo en el centro de la vida una economía a la escala de las personas”, agrega.

La XES se basa en tres ejes principales: la visibilización, sobre todo mediante la Fira d’Economia Solidària de Catalunya, los encuentros de intercooperación, que trabajan en la cohesión de las diferentes iniciativas, y el balance social, que vendría a ser un “termómetro” de las distintas iniciativas que la integran. El objetivo es generar un ecosistema cada vez más independiente, aunque reconocen que no lo tienen nada fácil. “El consumo responsable tiene una gran fuerza de transformación, pero es cierto que cuando se producen alternativas serias el sistema éste reacciona de la forma más violenta posible”, concede Paniagua. Como ejemplo, pone el de Som Energia, una cooperativa eléctrica, que se ha topado de lleno con el impuesto al sol [el gravamen del autoconsumo de la energía que se produce desde paneles solares] del Gobierno de Mariano Rajoy. “Las fronteras están aquí, pero bueno, podemos a día de hoy gestionar nuestro dinero en bancas éticas como Fiare o Coop57, lo que puede suponer al menos retirar parte del dinero del movimiento especulativo”, señala. También hay otras iniciativas destacables en territorio comanche, como Som Connexió, en las telecomunicaciones, a las que se suman las ya clásicas cooperativas agroecológicas, por ejemplo. “Ahora lo que tenemos que hacer es ir detectando agujeros en nuestras cadenas económicas e ir generando nuevos proyectos, con la idea del ensayo-aprendizaje”, continúa.

Los problemas de crecer
La prueba de fuego de las iniciativas que plantean una alternativa al capitalismo clásico es cómo afrontar el crecimiento sin perder las esencias del modelo. Un negocio grande requiere otro modelo de organización que una cooperativa pequeña que agrupa a cultivadores de aceitunas, por ejemplo. Así lo expresan en la revista de ideología anarquista Todo por hacer: “Hoy Mondragón es una empresa con una división del trabajo muy particular, con trabajadores/as socios/as cooperativistas, asalariados/as comunes y equipos ejecutivos/as completamente separados del proceso productivo. Se ha dado un salto cualitativo dirigiéndose hacia la internacionalización de la corporación, con filiales en países conocidos por sus estupendas condiciones laborales como son Brasil, Polonia, India o China”.

Desde los círculos cooperativistas menos rupturistas sostienen, sin embargo, que es posible acometer ese proceso sin perder la coherencia. “Es cierto que lo local es uno de nuestros mayores valores, pero la internacionalización actual no tiene por qué llevar aparejada la desestructuración del modelo, o salirse de los cánones”, opina García, de FAECTA, y asegura que lo importante es “conservar los valores”. Aun así, reconoce que en el plano práctico “nadie es totalmente puro”. Saratxaga tiene mucha experiencia en este terreno. “He creado ocho empresas en todo el mundo, como México o Brasil, y nadie ha puesto pegas. Hacíamos asambleas, repartíamos el 30% de los beneficios… y sólo recuerdo problemas en Marruecos, donde los gestores trataban mal a los empleados. Eran unos caciques, lo veía cada vez que iba a los consejos allí, pero al final logramos cambiarlos”, recuerda. “Después hemos vivido allí asambleas maravillosas, hemos practicado una transparencia total”, agrega.

No son tan optimistas en la XES, donde continuamente tienen debates sobre su modelo. “A día de hoy es muy difícil crecer en volumen de negocio o trabajadores sin perder la potencia de transformación social que tienen. No quiere decir que no se pueda, pero de momento no hemos sido capaces”, reconoce Paniagua. Lo local y el avance sostenido, lento y sólido, es la receta de estos cooperativistas-activistas. “Salir al entorno capitalista es muy difícil, las reglas de mercado están diseñadas para destruir todo lo que trate de romperlas. El mercado es tramposo, habla de manos invisibles y es el más intervenido, juega con la evasión fiscal, bordea irregularidades… Las reglas no son las mismas para todos, así que no queda otra que construir poco a poco, desde abajo, en un movimiento de largo recorrido”, desarrolla. Otra vuelta de tuerca son las llamadas cooperativas integrales. En 2010, el llamado “Robin Hood de la banca”, Enric Duran, que logró obtener 492.000 euros en créditos de 39 entidades bancarias durante la burbuja inmobiliaria que luego dedicó a iniciativas anticapitalistas, impulsó la creación de la Cooperativa Integral Catalana (CIC), un modelo que se ha replicado en otros lugares del Estado, como Aragón, Andalucía o Castilla y León. Este concepto pretende superar las cooperativas de un único proyecto o ámbito de actuación y aunar bajo el mismo paraguas jurídico a productores, consumidores y una mezcla de ambos, a los que llaman “prosumidores”. El objetivo: independizarse lo máximo posible del sistema capitalista, mediante el contacto directo de los diferentes elementos de la cadena económica y la utilización de una moneda social.

Juanito Piquete es músico de punk y, como socio de la CIC, también trata de construir “desde la base” y desde hoy ese otro mundo que imagina en sus canciones. “Tratamos de construir una economía que no esté relacionada con el sistema, y lo hacemos mediante herramientas como la moneda social, el crédito mutuo o el trueque, que están basadas en la economía real del territorio”, explica. Pese a la radicalidad de la propuesta, el cooperativismo “no es un fin en si mismo”, advierte este socio de la CIC. “Son herramientas que nos permiten hoy tener una realidad regida por la reflexión individual y colectiva pero también por la acción, por la posibilidad de poner en práctica todo ese afán coordinador que está surgiendo en todos los lugares del mundo”, concluye. Piquete defiende que la CIC no sólo es una vía revolucionaria sino también una alternativa ante la pobreza generada en España tras el comienzo de la crisis.
Fuente:
http://www.lamarea.com/2016/09/23/cooperativas-transformar-la-economia/

Este reportaje forma parte del dossier sobre cooperativas de #LaMarea41, a la venta en quioscos y en tienda online.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Un capitalismo más humano pide paso. 43.000 compañías pertenecen a la economía social, que emplea a 2,2 millones de personas

¿Cuántas cooperativas han caído durante la crisis? Puede que sea una pregunta irritante. “¿Le respondo con otra ¿cuántas sociedades de capital han caído? Es asombroso que sobre ellas no se ponga el mismo foco”, se queja José María Pérez de Uralde, jurista y presidente del centro de investigación sobre economía social Ciriec. Cooperativas, sociedades laborales, mutualidades, centros especiales de empleo, empresas de inserción, cofradías y algunas fundaciones constituyen un universo económico gigantesco que va unos pasos más atrás del capitalismo más genuino, buscando, además de ganar dinero, otros objetivos sociales. Son cerca de 43.000 en todo el país, y facturan el equivalente al PIB de Galicia (52.541 millones, según los últimos datos de la Agencia Tributaria correspondientes a 2013). De ellas dependen 2,2 millones de puestos de trabajo, la mitad en el campo.

Volviendo a la pregunta inicial. ¿Qué les ha ocurrido? Que entre 2009 y 2014 han perdido 159.000 puestos de trabajo y más de 2.000 organizaciones han desaparecido. “Pero la morbilidad ha sido mucho menor que en el resto del tejido económico”, recalca Pérez. El catedrático de la Universidad de Valencia José Luis Monzón señala con datos de la EPA y del Ministerio de trabajo que en los periodos más duros de la crisis, de 2009 a 2013, en el sector privado los asalariados cayeron un 18,5% y en el sector cooperativo un 8%, diez puntos menos. “Eso pone en evidencia que tienen una mayor resistencia a las crisis. Han hecho ajustes voluntarios tanto de plantilla, a través de pactos, como de reducción de jornada o salario, intentando mantener el máximo del empleo”.

Ignacio Ugalde, director de Recursos Humanos de Fagor Ederlan Tafalla, una cooperativa navarra dedicada a la fabricación de piezas para la automoción, lo ha padecido. “En 2008 nos convertimos en una cooperativa de trabajo asociado. Más de la mitad de los 700 empleados dijimos que sí, y tuvimos que aportar unos 13.000 euros cada uno. Pero después llegó la crisis, y decidimos bajarnos el sueldo un 6,35%. Además ampliamos capital, a razón de 3.000 euros por persona. Afortunadamente nos ha salido bien, pero aquí nadie viene a hacerse rico”.

Grandes sectores económicos del país están copados por el negocio de las cooperativas. El ejemplo de funcionamiento para la mayoría está en Mondragón, la localidad vasca de apenas 22.000 habitantes que es la capital de un grupo de 103 sociedades, con 125 fábricas, una docena de centros de investigación y casi 40.000 socios. Son el pulmón industrial vasco gracias a un ecosistema propio: cuentan con un hospital, una universidad, una mutua y hasta un banco. En 2015 facturaron 11.368 millones de euros, un 2,8% más que el año anterior. Su modelo es complejo pero parte de los principios clásicos del cooperativismo: cada persona, sea directivo o empleado de base, tiene un voto. Todo se decide en asamblea y ningún alto cargo cobra un salario que multiplique por seis el de un puesto más modesto. Por comparar, en las empresas del Ibex-35 el salario más alto llega a multiplicar por 104 el sueldo promedio.

Junto a Mondragón otros siete grupos —la Fundación Espriú (salud), Clade Grup (multisectorial), Unide (alimentación), el Grupo Cooperativo Cajamar (crédito) Atlantis (seguros), Ilunion (multisectorial y el Grupo Gredos San Diego— tienen en nómina a más de 128.000 personas. Otras corporaciones son líderes en su nicho de mercado: en Valencia Anecoop factura 577 millones de euros gracias a comercializar 746.342 millones de toneladas de fruta. En Ourense, Coren, con 6.000 ganaderos asociados, produce huevos, aves y cerdo por valor de 950 millones de euros.

“Nos consideramos ya como un sector económico y social suficientemente importante y reconocido como para tener un espacio propio donde se construyen las políticas públicas. Llevamos tiempo reclamando un lugar en ese diálogo”. Lo pide el presidente de la Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES), Juan Antonio Pedreño, que defiende que es posible un nuevo modelo económico donde las preocupaciones de las personas se tengan algo más en cuenta. “Una de las razones por las que las cooperativas han destruido menos empleo es que hay un mayor compromiso. Son empresas democráticas que no reparten en función del capital aportado, sino en función del tiempo de dedicación de las personas”. Además del caso vasco señala que la cultura de la economía social está muy arraigada en Cataluña, Navarra, Andalucía y desde hace pocos años en Murcia. “Pero si hacemos una radiografía de Europa solo en el sur, Francia, Italia, Portugal y Turquía son intensivas en la creación de empleo cooperativo. En el resto del continente hay cooperativas muy grandes de vivienda, de crédito, de consumo… pero con socios que no son trabajadores”. Pedreño también preside la patronal europea Social Economy Europe (SEE), una institución que ha conseguido que la Eurocámara aprobase el pasado mes de marzo un informe que incluye a este sector en la planificación de las políticas económicas y presupuestarias de la UE dentro de la Estrategia UE 2020. “Apostamos por un plan de acción social que esperamos aprobar en los próximos dos o tres meses”.

Pero el camino hacia el éxito está sembrado de cactus. Ilunion, el conglomerado empresarial de la ONCE compuesto por 90 sociedades, la mayoría centros especiales de empleo, registró unas pérdidas de 1,4 millones en 2015 y tiene una deuda neta de unos 200 millones. Su cifra de negocio el año pasado alcanzó los 723 millones de euros. Alejandro Oñoro, su consejero delegado, cree que la clave está en equilibrar el objetivo social con el económico. “Intentamos ser un grupo sostenible y muy rentable desde el punto de vista social. Trabajamos para revertir los malos datos de últimos de años anteriores. Hemos mejorado en casi 11 millones las pérdidas de 2014”.
Un capitalismo más humano pide paso


El caso Ilunion
El holding ha apostado muy fuerte por el sector hotelero, los servicios industriales —tienen un proyecto con Ford en el que trabajan 1.100 personas—, y son primeros en España en lavandería, con 200 millones de kilos gestionados al año y más de 4.000 trabajadores, el 82% con discapacidad. En el último año han contratado a 1.430 personas hasta alcanzar un total 24.604; el 39% tiene alguna discapacidad. “La rentabilidad social y económica van en paralelo. No puedo llegar al consejo de administración y decir: “Este año nos ha ido bien pero no hemos creado empleo. De hecho, intentamos dar pasos más allá”. En esos pasos está el integrar a colectivos con mayores complicaciones, como el de personas con enfermedades mentales. Ilunion está cerca de conseguir ese equilibrio económico, pero la duda es si habría sido posible construir la marca sin el respaldo de una organización como la ONCE. “Desde luego habría sido difícil, los comienzos son complicados, pero sí, hay instituciones en España que lo han hecho muy bien empezando de cero. Es importante el apoyo de las Administraciones. El que tengamos empresas rentables con personas con discapacidad es absolutamente posible”, cree Oñoro, quien percibe que desde el punto de vista de los clientes está creciendo la sensibilidad hacia ese tipo de iniciativas.

Ese sector económico alternativo al puro capitalismo enfrenta otros problemas. En el balance que publica cada año la Agencia Tributaria, la cuenta agregada de pérdidas y ganancias de empresas encuadradas en la economía social cerraron 2013 con un resultado neto negativo de 343 millones de euros, la mayoría de las pérdidas (195 millones) generadas por las cooperativas. El buenismo conceptual de la economía social choca con un mercado competitivo que genera gigantescas tensiones. La burocratización de las organizaciones, la falsa seguridad de que el puesto de trabajo es para toda la vida —uno de los problemas que sufrió Fagor electrodomésticos antes de su caída— y la escasez de incentivos para ganar competitividad acechan.

“Las cooperativas, si se desvinculan de su finalidad social, pueden morir de éxito”, reflexiona José Luis Monzón, que también dirige el Observatorio Español de Economía Social. “Piense en las teorías del isomorfismo organizativo, que nos dicen que todo cuerpo vivo tiende a adoptar la forma dominante de su entorno para evitar perecer. Según esta teoría, a la larga, o degeneran en estructuras capitalistas puras o mueren… pero la experiencia nos dice que eso no es así”. Pone un ejemplo: “La función del gerente de una cooperativa no es la misma que la del trabajador de a pie. En teoría, ese empleado tendrá una mayor tendencia a maximizar la parte de beneficios que se reparte entre los socios y a disminuir la tasa de inversión, mientras que el director es consciente de que como no haga inversiones, la empresa se irá a pique. Pero los equilibrios funcionan: al final los trabajadores no son tan irresponsables, porque las empresas de la economía social son igualitarias en el mejor sentido de palabra”.

El caso teórico se puede comprobar fácilmente en muchas sociedades laborales y cooperativas que han superado obstáculos gracias al diálogo. Ignacio Ugalde, que además de cooperativista es presidente de Cepes Navarra, parte de ese principio: “Cada uno de los trabajadores hace suyo el negocio, eso es impensable en una sociedad anónima. La participación, el trabajo en equipo, el poder de decisión, las políticas de conciliación, la promoción interna… eso es más fácil en la cultura cooperativa, que las palabras acompañen a los hechos. En Navarra, por ejemplo, la economía social genera el equivalente al 11% del PIB y el 7,5% del empleo privado”, ilustra.

Luis Mari Imaz, director de Mondragon Assembly, que fabrica paneles solares, piezas para la automoción y dispositivos médicos, cuenta que los más de cien socios de su empresa (75 de ellos ingenieros superiores) que puntualmente reciben información sobre la cartera de pedidos, las magnitudes económicas, la marcha de sus filiales o la evolución económica a medio plazo. Durante seis años votaron bajarse un 10% el sueldo para mantener a la cooperativa del grupo, Fagor Electrodomésticos (de la que previamente también habían recibido aportaciones solidarias) y en 2014, durante otro momento de dificultad, renunciaron a una paga. La mayor parte de los beneficios de la sociedad se reinvierten. “Nuestra gran competencia es China, tenemos que ir una generación por delante de ellos y destinar los recursos necesarios para desarrollar nuevos productos. Lo hemos asumido todos. Esto es como el ajedrez, si no te mueves de tu baldosa te comen en un par de movimientos”. En sus filiales en Alemania, Francia, México China y Brasil no hay socios, “el sistema no se entiende”, dice Imaz, pero entre el resto de trabajadores, hasta completar una plantilla de casi 300, reparten el 10% de los beneficios anuales para incentivar el sentimiento de pertenencia a la empresa.

El régimen fiscal, que data de 1991, es otro caballo de batalla. Reconoce beneficios tributarios en el impuesto de sociedades hasta un tipo del 20% (frente al 30% máximo) con una bonificación de hasta el 50% de la cuota resultante. “Es el chocolate del loro”, cree Monzón. “Las cooperativas por la normativa de desgravaciones apenas pueden beneficiarse de las deducciones que tienen las grandes empresas”.

El tamaño importa
Otro de los problemas tiene que ver con el tamaño, ya que la mayoría son microempresas de entre 10 y 12 empleados. Los 426 ganaderos de la láctea Feiraco, por ejemplo, llevan años dándole vueltas a un proyecto de fusión con otras tres organizaciones para producir leche con más rentabilidad (ahora pagan el litro a 24 céntimos). Pero no es fácil. “Hay explotaciones que no tienen relevo generacional, algunas subsisten sin inversiones adecuadas, otras desaparecen. Ojalá se consolide nuestro proyecto de una gran cooperativa. Pero reconozco que somos poco ágiles, para unirnos necesitamos el voto favorable de dos tercios de las asambleas. Aún así, hemos decidido que la empresa resultante no sea una sociedad anónima porque queremos seguir perteneciendo a la economía social. Porque el bienestar no se consigue con más dinero en el bolsillo, sino construyendo algo que perdure”, señala su presidente, José Montes. Las mutualidades, sociedades sin ánimo de lucro que ejercen en el campo de los seguros complementando el sistema de previsión de la Seguridad Social, son otro núcleo duro de la economía social que ve el futuro con cierto optimismo. Han crecido en primas y patrimonio incluso durante los años de plomo de la crisis.

Pedro Muñoz, presidente de la Confederación Española de Mutualidades, busca una explicación en su eficiencia y en su condición de entidades sin ánimo de lucro. “En los fondos de pensiones [privados] las comisiones de gestión llegan a ser del 1,5%, a lo que hay que sumar los costes por depositaría y corretaje. Nosotros, en cambio, tenemos costes bajos”. Y un mercado fiel. Sólo la mutualidad de la abogacía cerró 2015 con un patrimonio de 6.288 millones; le sigue LagunAro, la mutualidad de previsión del grupo Mondragón, con 5.291 millones.

Muñoz cree sin embargo que se le ha hecho juego sucio a la economía social beneficiando a aseguradoras privadas con cambios legislativos. “La actuación de los poderes públicos y los sindicatos no ha sido favorable. Lo único que pedimos es neutralidad, no queremos ninguna ventaja sobre nadie”.

EL FIASCO DE LAS CAJAS
La palabra era adoración. Los representantes de los poderes públicos se deshicieron durante años en elogios sobre la implicación social de las cajas de ahorros, unas instituciones cuyo gobierno estaba supuestamente en manos de impositores, instituciones públicas (desde Ayuntamientos a todo tipo de organizaciones sociales, educativas y culturales), Cámaras de Comercio o en representantes de los propios trabajadores. La base no podía ser mayor. El resto de la historia —desde simples torpezas en la gestión hasta el fraude más descarado en entidades como Caja Madrid o la CAM— es conocido. Sólo resistieron honrosas excepciones, como puede ser La Caixa o Kutxa, hoy transformadas en bancos controlados por sus fundaciones.

“Es innegable que tienen una acción social y un fundamento que se basaba en la devolución al territorio de parte del negocio que generaban”, señala el presidente de la patronal de la economía social Cepes, Antonio Pedreño. “Pero que tuviesen una dotación para obra social no significa que fuesen entidades de economía social”, puntualiza.

Para el catedrático José Luis Monzón, que reconoce que durante casi una década se mantuvo cierta ambigüedad al considerar las cajas como entes de la economía social, “no lo son” porque carecen de funcionamiento democrático. Tampoco las fundaciones lo serían. “Por razones políticas o sociológicas se las considera como parte de la economía social, pero desde un punto de vista de coherencia práctica, intelectual, una fundación no lo es”.

Teorías aparte, lo cierto es que ninguna organización está libre de padecer del virus corrupción. “Hace muchísimo tiempo que no aparecen casos en este sector. ¿Por qué? Porque tienen mecanismos asamblearios donde hay que dar cuenta, donde se introducen variables que condicionan y limitan la capacidad de actuación de las personas. Esas barreras hacen que sea más difícil que se produzcan fraudes o ocultación de documentos”, cree Pedreño. Esa fortaleza y el hecho de que internalicen costes sociales que de otro modo tendrían que ser atendidos por el Estado es el argumento que utiliza la patronal para reclamar más presencia pública y nuevas compensaciones fiscales. “Lo único que hemos conseguido es que entre las medidas firmadas en los pactos para la formación de un nuevo Gobierno, —primero entre PSOE y Ciudadanos y ahora entre PP y Ciudadanos—, figure una sola línea que dice que el próximo Ejecutivo apostará por la reducción de trabas administrativas y el fomento del sector”.

En su carta a los Reyes Magos envidada a los partidos políticos ante la formación, sea cuando sea, de un Gobierno en España, Cepes solicita que las cooperativas y los autónomos formen parte de las mesas de diálogo social. También reclaman que este tipo de empresas no puramente capitalistas sean incluidas en la agenda de políticas públicas vinculadas con el desarrollo económico de España.

http://economia.elpais.com/economia/2016/09/02/actualidad/1472829250_222038.html?rel=lom

domingo, 7 de diciembre de 2014

Renacer del movimiento cooperativo en Barcelona

Nosotros, http://www.laborda.coop/

Según la Alianza Cooperativa Internacional , "una cooperativa es una asociación autónoma de personas que se han unido de forma voluntaria para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales en común, mediante una empresa de propiedad conjunta y gestión democrática".

Nosotros, el grupo impulsor de la primera promoción cooperativa de viviendas en cesión de uso La Borda, queremos armonizar la necesidad para acceder a una vivienda de carácter social, económico y ambientalmente sostenibles, al tiempo promover el acceso a las habitaciones sin pasar por circuitos convencionales del mercado inmobiliario.

Pensamos que es imprescindible generar formas de titularidad colectiva que pongan el foco en el uso efectivo de la vivienda, y no en su valor de cambio en el mercado capitalista. Al mismo tiempo, queremos fomentar formas de convivencia más comunitarias que faciliten la interrelación entre vecinos y vecinas, y favorezcan el reparto del trabajo doméstico y de cuidados a través de espacios comunes.

«Hablaremos del derecho a la vivienda como forma de acceso a unos recursos cruciales para garantizar nuestra independencia socioeconómica y, con ella, un conjunto relevante de" certezas "que nos permitan construir trayectorias vitales realmente propias. Hablaremos del derecho a la vivienda, por lo tanto, como reapropiación de una parte determinante del espacio público, un espacio público de lo que, precisamente, estamos privados»

David Casassas en "El capitalismo se impone a la democracia: reapropiarnos de nuestras vidas" Fuente: http://sants.coop/

sábado, 18 de enero de 2014

Mondragón busca reinventarse tras la crisis de Fagor y Eroski

"La Corporación no está en riesgo. Sigue siendo un proyecto con futuro". Así lo aseguraba hace apenas dos meses Txema Gisasola, hasta ayer presidente de la Corporación Mondragón (MCC), grupo que aborda un proceso de redefinición de su futuro arrastrado por las crisis de dos de sus emblemas: Fagor Electrodomésticos y Eroski.

MCC presume de ser la primera entidad cooperativa del mundo, la mayor corporación industrial de Euskadi y la séptima de España y, sobre todo, de personificar un modelo de economía social alternativo al sistema liberal capitalista cuestionado por la crisis económica a partir de 2008.

La recesión, no obstante, no ha perdonado al grupo y le ha llevado a vivir dos hitos inéditos en sus sesenta años de andadura: la entrada de una de sus compañías -la más importante, Fagor Electrodomésticos- en concurso de acreedores; y la dimisión de su presidente.

Txema Gisasola presentó ayer su renuncia "por motivos personales" tras una gestión de sólo un año y medio marcada por el hundimiento de Fagor Electrodomésticos, la compañía que él había dirigido entre 2006 y 2012, los años en los que se precipitó su declive.

La corporación, asentada en el guipuzcoano valle del Alto Deba, agrupa a 110 cooperativas dedicadas a muy diversos sectores, que sumaron en 2012 una facturación de casi 13.000 millones de euros y emplea a más de 80.000 personas.

La agrupación, que representa el 3,2 % del PIB del País Vasco, ha basado su fortaleza en la diversificación de negocios, de manera que el músculo de sectores aún hoy muy dinámicos, como el de la automoción, le había permitido hasta ahora hacer frente a las dificultades de las áreas más afectadas por la crisis.

Sin embargo, el hundimiento de Fagor ha puesto al descubierto los límites de la capacidad solidaria de las cooperativas, después de que la Corporación denegara a esta compañía los 50 millones de euros que reclamó para hacer frente a un plan de viabilidad -había inyectado anteriormente 300 millones-, lo que condujo a la empresa de Arrasate al concurso de acreedores.
continuar leyendo en El País.

lunes, 4 de noviembre de 2013

miércoles, 15 de agosto de 2012

Mondragón. El pueblo vasco que tiene el secreto contra la crisis en España, el modelo cooperativo.(1)

Las historias de éxito económico son raras en la España actual, una nación golpeada por la recesión y la crisis bancaria.
 Pero si nos adentramos en las montañas del País Vasco hasta arribar al pequeño municipio de Arrasate, encontraremos una y muy ejemplar. Mondragón es la traducción al español de Arrasate, como se llama oficialmente el municipio y como se lo conoce en euskera.
 En esta localidad se pueden encontrar las oficinas centrales de Mondragón, considerada la cooperativa de trabajadores más grande del mundo.
 La tasa de desempleo en el País Vasco es del 15% y en la provincia de Guipuzcoa, donde se encuentra Mondragón, es aún más baja. Si se compara con la desocupación en toda España, que es de 25%, esa cifra es realmente alentadora.
 La cooperativa de Mondragón es un grupo conformado por alrededor de 250 compañías y organizaciones, entre las que se incluye la Asamblea de Mondragón en Guipuzcoa, que emplea a unas 85 personas. Y que incluye a una Universidad politécnica.
 Esta empresa produce máquinas para fabricar componentes industriales. Un ejemplo de su producción es una planta del tamaño de una habitación para elaborar paneles solares.
 Según el director comercial de la compañía, Iñaki Legarda, los subsidios gubernamentales para el sector de las energías renovables se han reducido en toda Europa.
 "Solíamos vender bastante a los mercados español y europeo", precisó Legarda, pero ahora la firma tiene otros mercados: Sudáfrica, Brasil, China y el norte de África.
 Dos de sus más ambiciosos proyectos se están desarrollando en Kazajstán y en Lituania.

 El voto del pueblo
Debido a la caída de las ventas en España, la Asamblea de Mondragón tuvo que despedir a varios de sus trabajadores en 2008 y 2009. Pero esos empleados fueron contratados por otras compañías que integran la cooperativa.
Los trabajadores han sido protegidos de las peores consecuencias de la crisis financiera que golpea a España. En 2012, la fortuna volvió a sonreírle a la firma y sus extrabajadores regresaron a sus antiguos puestos laborales. "Felizmente, hoy en día tenemos trabajo para todos", comentó Legarda. "De hecho, estamos empleando a operarios de otras compañías del grupo que están pasando por momentos difíciles".
 Fagor Arrasate es otra empresa de Mondragón que emplea a alrededor de 600 personas. Se encarga de elaborar máquinas que fabrican componentes de automóviles. La mayoría de los trabajadores de la firma son socios y accionistas en el negocio.
 Los socios, algunos de los cuales son gerentes, tienen derecho a voto en una asamblea general que toma decisiones clave en el desarrollo empresa. Otro tipo de medidas tienen que ser aprobadas por un consejo de administración que es elegido por la asamblea.
 Anoitz, un ingeniero de 34 años que trabaja en Fagor Arrasate, opinó: "Si muchas personas piensan cómo superar un problema, la solución es mejor". Un ejemplo que Anoitz ofrece para ejemplificar cómo funciona la empresa es que si el negocio no anda bien, los trabajadores pueden votar para reducir sus propios salarios.
 Asimismo, el sueldo de los jefes en Mondragón no puede superar seis veces el promedio del salario de un empleado.

Cultura igualitaria
Oskar Goitia, director de Mondragón Automoción -un conglomerado de compañías del sector automotor de Mondragón- dijo que el modelo de negocios requiere "consenso".
Ninguna de las compañías que integran Mondragón han caído en quiebra. Admite que "lleva un poco más de tiempo explicar los planes y los proyectos". "Pero una vez se llega a un acuerdo, es mucho más fácil porque todo el mundo empuja hacia la misma dirección".
 Las compañías que integran Mondragón no son inmunes a la crisis de la eurozona, pero ninguna de ellas ha quebrado. Y aunque se prevé que este año la economía vasca se contraerá un 1,2% de su Producto Interno Bruto y la española lo hará entre el 1,5% y el 1,8%, muchas de las compañías de la cooperativa están haciendo su negocio lejos de casa.
 Sin embargo, de acuerdo con Manuel Escudero, un economista de la Escuela de Negocios Deusto en Bilbao, el modelo de Mondragón es difícil de exportar.
 El experto explicó que la región disfruta de "una profunda cultura igualitaria". Esto, según Escudero, es lo que las personas que han viajado a Mondragón para conocer la fórmula de la cooperativa no han podido repetir en otras partes. BBC. Más sobre Mondragón en el blog.

(1) La profundidad y extensión de la crisis ha hecho mella también en Mondragón. Su buque insignia, Fagor, ha cerrado por problemas económicos, particularmente consideramos después de leer mucha prensa, que debido a mala gestión. En la polémica desatada unos consideran que ha fracasado el modelo y otros, por simplificar, considera que es la gestión... (Ver más aquí y aquí)

lunes, 5 de abril de 2010

Cooperativas Mondragón: la Democracia Económica es viable

Erik Olin Wright, destacado sociólogo de izquierda de EU, en la introducción del libro “Emancipatory Real Utopias” (Utopías reales emancipatorias, de muy próxima aparición) dice que hubo un tiempo en que: “tanto los críticos como los defensores del capitalismo creyeron que ‘otro mundo era posible’. Generalmente se le llamaba ‘socialismo’. La mayor parte de las personas en el mundo de hoy, especialmente en las regiones desarrolladas, han dejado de creer en esa posibilidad. El capitalismo reina triunfante y el pesimismo ha remplazado el optimismo de la voluntad que Gramsci dijo una vez era esencial para transformar el mundo”.
Así introduce Wright el propósito de su libro: contribuir a reconstruir el sentido de posibilidad del cambio social emancipatorio, investigando las posibilidades reales de instituciones radicalmente diferentes que puedan potencialmente adelantar los propósitos igualitarios históricamente asociados con la idea del socialismo. Para ilustrar de qué se trata todo esto, el autor proporciona cuatro ejemplos de utopías reales: la presupuestación participativa de Porto Alegre, Brasil; Wikipedia; las Cooperativas Mondragón (CM), y el Ingreso Básico Incondicional. Dice que las CM demuestran la falsedad de la sabiduría prevaleciente de que “en una economía de mercado, las empresas cuya propiedad y administración está en manos de los trabajadores sólo son viables si son pequeñas y la fuerza de trabajo es homogénea. Podrán llenar nichos en la economía capitalista, pero no serán capaces de producir bienes complejos con tecnología intensiva en capital, para lo cual se requieren relaciones de poder jerárquicas y relaciones de propiedad capitalistas”. Lo marcado en cursivas se puede expresar también diciendo que, según la sabiduría prevaleciente, la democracia económica es incompatible con la producción industrial moderna.
Otro profesor universitario de EU, David Schweickart, que ha dedicado toda su vida intelectual a escribir sobre las alternativas al capitalismo, en “After Capitalism” (Después del capitalismo: Rowman & Littlefield Publishers, Nueva York, 2002) toma la Democracia Económica (DE) como el elemento central de lo que podrá ser la sociedad poscapitalista. Para Schweickart, la DE tiene tres elementos esenciales, el segundo de los cuales comparte con el capitalismo: 1. control democrático por los trabajadores de todas las empresas productivas; 2. el mercado como mecanismo principal de interacción entre empresas y de éstas con los consumidores; 3. control social de la inversión. Para mostrar la viabilidad del control de los trabajadores, Schweickart se refiere a las cooperativas de madera chapada en el noroeste de EU, a las 20 mil cooperativas de producción que existen en Italia, a las CM que son más productivas y más rentables que las empresas capitalistas, y a otras experiencias. Dice Schweickart que:
No es sorprendente que las empresas autoadministradas por los trabajadores sean eficientes. Puesto que el ingreso de éstos está atado directamente a la salud financiera de la empresa, todos los trabajadores tienen un interés en seleccionar buenos administradores. Puesto que la mala administración no es difícil de detectar para quienes observan de cerca y sienten rápidamente sus efectos, la incompetencia no se tolera por mucho tiempo. Aún más, puesto que los individuos tienen interés de asegurarse que sus compañeros de trabajo trabajen eficazmente y en no aparecer ellos mismos como flojos, se requiere menos supervisión.
El autor presenta la experiencia de las CM como la prueba empírica más cercana de que la DE funciona. Cuenta así la historia de lo que sucedió. En 1943, el cura rojo (José María Arizmendiarrieta) que apenas se salvó de ser ejecutado por Franco durante la guerra civil, consternado porque creía que Dios da a casi todos igual potencial pero ningún joven de clase obrera de Mondragón había llegado a la universidad, fundó en dicho pueblo (del País Vasco español) una escuela para niños de la clase obrera, estructurada para promover la maestría técnica y los valores sociales y espirituales. Once de sus primeros 20 estudiantes lograron graduarse de ingenieros. En 1956 cinco de ellos con otros 18 trabajadores establecieron, a instancias del cura, una cooperativa para fabricar estufas y calentadores. En 1958 se estableció otra cooperativa para fabricar máquinas-herramientas. En 1959, otra vez a instancias de Arizmendiarrieta, se estableció un banco cooperativo (Caja Laboral), lo que resultó ser una innovación decisiva, dice Schweickhart, pues el banco se convirtió en el punto central del sector cooperativo, proveyendo capital y experiencia técnica a las cooperativas que deseaban expandirse y a las que deseaban afiliarse. La Corporación Mondragón (su nombre oficial actual) se expandió más allá del pueblo, narra Schweickhart, y desarrolló una amplia gama de estructuras de apoyo: varias instituciones educativas, entre ellas una universidad técnica (Eskola Politeknoia), institutos de investigación (Ikerlan e Ideko), una organización de seguridad social (Lagun Aro) y una cadena de tiendas para el consumidor (Eroski). Schweickhart valora así el estado actual de CM:

CM es hoy el poder económico dominante en la región vasca de España. Su división de bienes de capital es líder en máquinas herramientas de corte en toda España y en igual situación se encuentra la división que fabrica refrigeradores, lavadoras y lavavajillas. Ikerlan es la única empresa de investigación que cumplió las especificaciones técnicas de la NASA y, por tanto, pudo realizar un proyecto en el trasbordador espacial Columbia en 1993. La Eskola Politeknoia es considerada por muchos como el mejor instituto técnico de España. En pocas palabras, tenemos aquí una corporación comparable en tamaño y en sofisticación tecnológica a una empresa multinacional capitalista, pero que tiene una estructura interna radicalmente diferente. Esta corporación cooperativa, propiedad de los trabajadores y administrada por ellos, es en esencia una federación de cooperativas, cada una propiedad plena de sus trabajadores. Los trabajadores de cada cooperativa eligen, en la asamblea general anual, a su mesa directiva que a su vez nombra a los administradores y elige delegados al Congreso de CM, en el cual se evalúa el plan para las CM que, una vez aprobado, es obligatorio para todas las cooperativas... Seguir aquí.
Una persona excepcional para el nacimiento y éxito de las cooperativas de Mondragón fue, sin duda, José Mª Arizmendiarrieta Madariaga, sacerdote vasco que ha sido la eminencia gris y humana de todo el movimiento cooperativo surgido de Mondragón.