Unas horas después de que el Gobierno andaluz saliese a defender el proceso de designación de la hermana del presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, como directora interina del Conservatorio Superior de Danza Ángel Pericet (Málaga) pese a no haber obtenido la mayor puntuación, Comisiones Obreras (CC OO) ha acusado al Gobierno regional de difamar y mentir sobre la aspirante que logró la mejor nota en las pruebas. La candidata, delegada sindical de CC OO, es Esperanza Utrera, que consiguió 49,5 sobre 50 puntos posibles en el concurso de méritos que se puso en marcha para cubrir el puesto de director interino del centro malagueño. Dolores Moreno fue la segunda, con 38,20 puntos, pero el pasado 14 de junio fue nombrada directora del conservatorio.
Esta mañana, el consejero de Presidencia, Elías Bendodo, afirmó que Esperanza Utrera fue "cesada" de otro centro y que por eso se escogió a la hermana del presidente. Sin embargo, consultada por este diario, Utrera aseguró que nunca fue despedida, sino que ella misma presentó su renuncia antes de terminar su cargo como directora interina “por la presión y el acoso que sufría por parte de sus compañeros". Fuentes cercanas a la inspección confirmaron a EL PAÍS que nunca fue cesada. CC OO considera que la Junta ha querido desacreditarla. "Jamás fue sancionada ni cesada y es una gran profesional que no puede ser interesadamente cuestionada ni difamada para favorecer a la hermana del presidente de la Junta", ha escrito en un comunicado el sindicato, que ha afirmado que estudia posibles acciones legales por "difamar" a quien logró la mayor puntuación para el puesto.
Antonio Félix Martín Bellido, secretario general de Enseñanza de CC OO en Málaga, considera que la Junta, con la convocatoria de la plaza, "pretendía dar imagen de transparencia a la asignación de la hermana del presidente". En su opinión, el Gobierno regional no esperaba "que una compañera del centro con mayor número de méritos y años como funcionaria de carrera, ante la insistencia de los compañeros del conservatorio, terminara presentando su candidatura al puesto".
Bellido ha calificado a Utrera de "profesional incuestionable con un recorrido de 25 años de servicio como funcionaria de carrera". "Es diplomada y graduada en Magisterio, diplomada en Pedagogía, licenciada en Psicología, titulada superior en Danza española, posee un máster en Políticas y prácticas de innovación educativa, ha participado en dos programas de doctorado, y está actualmente elaborando su tesis en comunicación y educación social", ha añadido.
La oposición política en Andalucía ha reclamado esta mañana al líder regional del PP que dé explicaciones sobre el procedimiento por el que se adjudicó a su hermana, Dolores Moreno, la plaza. El PSOE ve en la designación un "caso de nepotismo" y Adelante Andalucía considera que el dirigente del PP "debe despejar las incógnitas que penden sobre su persona".
Mónica Romero, otra aspirante a la plaza, registró el pasado julio una reclamación ante la Junta por la designación de Dolores Moreno. En ella denunció que el inspector asignado al centro, Juan Carlos Martínez, le había comentado por teléfono que se había realizado la convocatoria, en lugar de otorgar el puesto sin concurso, lo que era legalmente posible, "para no perjudicar a María Dolores [Moreno] Bonilla por ser quien es". También pidió, junto con Utrera, información sobre los criterios para atribuir la plaza a Moreno, que atesora 14 años de experiencia docente y que obtuvo la categoría de catedrática el pasado julio. En su respuesta a las docentes, la inspección reconoció haber "recabado información de otras fuentes" para tomar la decisión y se negó a "publicar la puntuación de los méritos y la información complementaria recabada" para escoger a la hermana del presidente.
En el informe de la Inspección, al que ha tenido acceso este diario, Juan Carlos Martínez reconoce que Utrera tiene la mayor calificación por méritos pero desestima su candidatura porque "responde a un perfil de dirección con unos antecedentes que desaconsejan su nombramiento". Martínez propone a la hermana del presidente autonómico como directora interina hasta que salga a concurso la plaza definitiva.
https://elpais.com/politica/2019/08/15/actualidad/1565891703_259887.html?rel=lom
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viernes, 16 de agosto de 2019
jueves, 4 de abril de 2019
España, Zambra y Baladre publican el libro colectivo, “Si no hubiera privilegios no habría miserias”. Redes contra la pobreza, la otra cara del bienestar. Enric Llopis
En el estado español 12,3 millones de personas (el 26% de la población) se hallaba en riesgo de pobreza y/o exclusión social en 2017, según los datos de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (Indicador Arope); la amenaza de penuria afectaba más a las mujeres (medio millón más que en el caso de los hombres) y mayoritariamente al colectivo entre 16 y 29 años; entre las personas extranjeras –procedentes de fuera de la UE- el porcentaje de riesgo se acerca al 60%. ¿Se trata de un fenómeno sistémico o inherente a la crisis? Cuando se inició la recesión en 2007, las personas en riesgo en el estado español ya eran 10,5 millones (23% de la población).
“La desigualdad ha aumentado de manera sostenida, tanto en la época (previa) de crecimiento económico como en la crisis posterior”, apunta el informe “El estado de la pobreza” (2018) publicado por la Red. Según el Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil (enero 2019), el 23% de los 593.500 hogares sin ingresos en España tienen al menos un menor a su cargo. El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social informa, asimismo, que 780.000 personas percibieron una renta mínima de inserción de las comunidades autónomas en 2017 (una media de 452 euros mensuales). ¿Qué idea proyectan los medios informativos de las ayudas públicas? “La ampliación del subsidio a parados mayores de 52 años costará 388 millones este año”, titulaba el 19 de marzo el diario El País.
Textos para la Acción Social Crítica y Transformadora. Es el subtítulo de “Si no hubiera privilegios no habría miserias”, libro publicado en 2019 por Zambra y Baladre en colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza, que retrata diferentes experiencias de lucha social y trabajo comunitario además de cuestionar “saberes expertos y profesionales” como el Trabajo Social. Coordinado por Noelia Bribián, Enrique García-Escamilla, Ángela Sanz y Manolo S. Bayona, el texto de 190 páginas explica la actividad de Baladre, Coordinación de colectivos contra la precariedad, el empobrecimiento y la exclusión surgida en 1982; uno de los ejes en la acción y las reflexiones de Baladre es la Renta Básica de las Iguales (RBis) para todas las personas, que impugna “la centralidad del empleo en nuestras vidas” y el heteropatriarcado capitalista, para hacer posible “la autonomía de las gentes de abajo”.
En la propuesta de la RBis, el 80% de la renta es percibida directamente por cada persona, mientras que el 20% restante se destina a un Fondo de la Renta Básica con el que se financiarían la sanidad, la educación, la vivienda y los servicios sociales; la comunidad es la que define y gestiona el Fondo y, por tanto, los servicios públicos. El objetivo es que el Fondo se aproxime al 100% de la RBis, y que el porcentaje que reciben las personas tienda a cero. Colectivos que participan en Baladre han habilitado, asimismo, Oficinas de Derechos Sociales (ODS) o Puntos de Información y Denuncia (PID). La Coordinación emite un programa de radio semanal –“Nosotras las personas- a través de Radio Pimienta (103.1 FM), emisora comunitaria del norte de Tenerife, y cuenta con un proyecto editorial (“Los arroyos cuando bajan. Los desafíos del zapatismo”, de Raúl Zibechi y “Soberanías. Una propuesta contra el capitalismo” son dos de los últimos libros publicados). Baladre también forma parte de la campaña Amnistía Social Ya!
Erletxea se define como una “colmena” y herramienta de transformación social “que aguijonea al poder local en Irún”. Desde 2014 utilizan un local en la calle Mayor de Irún como oficina de información sobre ayudas sociales (“de información y agitación social”, matizan los activistas), principalmente la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), la Ayuda de Emergencia Social (AES) y la Prestación Complementaria de Vivienda (PCV). En el mismo local (“colmena”) se reúne Stop Desahucios Bidasoa, plataforma que surge en 2012 y en la que también participan activistas de Erletxea. “Labores de acompañamiento a situaciones de gran dureza han llevado a tener que encararse con directivos de sucursales bancarias, denuncia al Departamento de Bienestar Social del Ayuntamiento, políticas, técnicas y trabajadoras sociales y al Servicio Vasco de Empleo (Lanbide)”, afirman en un artículo publicado en el libro de Zambra-Baladre. Erletxea se ha sumado a espacios de confluencia como Korapilatuz, abierto a profesionales y entidades de la Intervención Social en la comarca del Bidasoa; y a la iniciativa Herri Ziztadak.
En 1994 nace en Salamanca la Asociación de Desarrollo Comunitario Buenos Aires (Asdecoba), que trabaja en el campo de la exclusión social y actualmente desarrolla programas de orientación e inserción laboral, educación para mayores de 16 años e intervención sociolaboral con inmigrantes. A ello se suma el trabajo en la asamblea vecinal y, con la infancia, la labor en la guardería para menores de 0 a 8 años (atención a 30 niños y niñas en dos aulas) y la ludoteca (participan 40 menores de tres a ocho años); otras iniciativas destacadas en la página Web son Educación de Calle para Jóvenes y la vivienda para personas mayores en el medio rural, en la que se ofrece alojamiento y cuidados.
El colectivo Asdecoba se define como “un espacio comunitario frente al empobrecimiento y en defensa de las personas”. El origen del barrio salmantino de Buenos Aires data de 1983; la barriada se construyó en una zona segregada de la ciudad, a la que llegaron 350 familias -una parte importante, trasladadas del centro histórico- para hacer efectivo el derecho a la vivienda. Pasadas tres décadas, “la pobreza pasó a tener un techo y un lugar donde ocultarse” en el barrio, concluye la asociación, que forma parte -junto a Adecasal, la empresa de economía social Algo Nuevo (dedicada al catering), Escuelas Campesinas de Salamanca y la empresa Todo Servicios Múltiples (que cultiva, transforma y comercializa productos de sus huertas)- de la iniciativa “Cinco colectivos en red”.
Además del artículo firmado por Asdecoba, el libro de Zambra-Baladre incluye un texto de Penélope Blasco Calderón, en el que resume seis años de experiencia en el Centro de Día de inserción sociolaboral para jóvenes del Barrio de Orba (Parke Alkosa), que trabaja anualmente con cerca de 40 muchachos; a este centro de día se agrega otro para menores entre cinco y 14 años, de 24 plazas, que presta apoyo educativo y de integración (los dos se financian mediante una orden de ayudas de la Generalitat Valenciana). “En los últimos años hemos realizado acuerdos y convenios con institutos, servicios sociales municipales y familias, para que algunas menores puedan realizar el horario lectivo en el centro haciendo algo de educación de base y formación en talleres”, explica Penélope Blasco; de este modo, se ha proporcionado una alternativa al absentismo y las expulsiones “constantes” del sistema educativo.
Entre otras “barreras”, la trabajadora social y activista destaca que quienes realizan la “intervención” social no la definen (lo hace la Administración); además el modelo vigente se basa en el trabajo con “casos” individualizados y en buscar la responsabilidad en el individuo “des-integrado”; “esta mirada profundamente capitalista y deshumanizante hace que los jóvenes perciban el empobrecimiento como fracaso y el consumo ostentoso como la esencia del ser”, añade Penélope Blasco. El barrio de Orba o Parque Alcosa está adscrito al municipio de Alfafar –en la comarca valenciana de l’Horta-, del que le separan dos kilómetros. La barriada es producto del “desarrollismo” franquista (la construcción de las primeras viviendas se inició mediada la década de los 60) y la migración desde la España interior; los años 70 fueron de autoorganización y asambleas vecinales para conseguir las infraestructuras básicas, en una barriada donde se hizo popular la consigna “mucho paro, algo de droga y muy poco Rock and roll”.
La Koordinadora de Kolectivos tiene su origen en 1985, y actualmente centra su trabajo en tres áreas: empleo, “acción social” y formación; así, a partir de un convenio con el Ayuntamiento de Alfafar, la Kooperativa Social del Parke realiza tareas de mantenimiento en el municipio y hace posible que 11 personas tengan un puesto de trabajo; otras iniciativas son el “ropero solidario”, un banco de los alimentos, talleres de edición musical, bicicletas y repaso escolar (en el centro de día para menores), programas formativos para impulsar cooperativas, desarrollar trabajos de mantenimiento y, en relación con la población condenada, la gestión de trabajos en beneficio de la comunidad.
El libro “Si no hubiera privilegios no habría miserias” incluye además otras experiencias, como “Ningunas Santas” de San Luis (Argentina), el “Ganchillo Social” de Zaragoza, la Fundación EDES, que trabaja con personas discapacitadas en el mundo rural, o la Red Canaria en Defensa del Sistema Público de Servicios Sociales.
sábado, 1 de septiembre de 2018
Carne humana
El diario
- Todas las personas que quedan fuera del estrecho marco de lo aceptado, son estigmatizadas como inmundas, sucias, contaminantes y consideradas carne.
Matteo Salvini EFE
Según el diccionario, carne es la parte blanda del ser humano y de algunos animales, formada fundamentalmente por músculos del cuerpo. En una cultura antropocéntrica como la nuestra, los individuos no humanos son frecuentemente reducidos al estado de carne.
La valoración de la vida animal como simple carne supone la transformación de muchos seres vivos en una mercancía. Se cree que su vida tiene sentido solo porque es útil para los seres humanos y los mercados. Pero muchos seres humanos son considerados también carne. Carne viva con capacidad de trabajo, carne que puede ser explotada para hacer crecer la economía y engrosar las ganancias de otros que no se consideran carne ni cuerpo.
En esta fase neoliberal del capitalismo mundializado, y con los límites ecológicos sobrepasados, cada vez más personas formamos parte de esa masa de carne humana utilizada como recurso o como desecho para mantener una economía que, en vez de garantizar la satisfacción de las necesidades, tiene como finalidad maximizar las tasas de ganancia del capital y para ello devora minerales, petróleo, animales, plantas, tierra, agua, reduce personas a carne y expulsa residuos, gases contaminantes, plásticos, artefactos que ya no sirven y también carne humana.
La expresión 'carne de cañón' nació para designar a los soldados, normalmente de rango bajo, que se exponían al fuego de los enemigos sabiendo que su muerte era casi segura. Pero fue utilizada, también, como sinónimo de proletariado y como metáfora de la mano de obra barata y explotada. Marx utilizó esta expresión para referirse a las cuadrillas de trabajo y a la población obrera sobrante o fuerza de trabajo desempleada, estructuralmente necesarias en el capitalismo para garantizar el control de las condiciones laborales, que optimizan la acumulación de capital.
Los discursos del poder han recurrido siempre a deshumanizar y animalizar –en una cultura, insisto, donde lo animal es despreciado– a aquellos sectores a los que se quiere ignorar o explotar. Quitarles la cualidad humana, despreciarles y reducirlos a carne, es el paso previo para poder legitimar la explotación y, en regímenes autoritarios e inhumanos, el abandono e incluso el exterminio.
Primo Levi cuenta cómo los nazis, antes de matar judíos, gitanos, comunistas y homosexuales, les arrebataban la condición humana reduciéndoles a la pura condición de carne. La deshumanización justificaba su exterminio y la pasividad de muchas personas ante él. En nuestra sociedad tecnologizada, muchas personas siguen siendo tratadas como carne.
Las aparadoras del calzado, por ejemplo, se resisten y se organizan para no ser tratadas como tal . Llevan décadas trabajando como si no existiesen. Sin derechos, sin contratos. Ganando apenas 400 euros por 10 u 12 horas de trabajo que hacen en casa, aportando ellas la maquinaria y el coste del consumo eléctrico. Han contraído enfermedades derivadas del oficio: problemas de huesos o columna a causa de pasar horas en la misma posición, depresión por la situación en la que tradicionalmente se han encontrado u otras enfermedades derivadas del contacto con productos químicos tóxicos. Esconder el trabajo en casa sin que genere derechos es ser tratada como carne.
La plantilla de Iveco irá a la huelga en septiembre porque se está despidiendo a trabajadores por faltas de asistencia intermitentes y justificadas. Son gente enferma y personas que tienen lesiones derivadas de los ritmos excesivos del trabajo. Según los representantes sindicales, se trata de una plantilla joven y la empresa aplica los despidos sobre gente que puede tener futuras bajas. Explotar hasta la enfermedad y después despedir a quien enferma es también ser tratado como carne. El colmo de la explotación de la carne es que una empresa cárnica explote también carne humana a través de Servicarne , una falsa cooperativa en la que 1.350 falsos autónomos trabajaban en condiciones precarias y con una absoluta vulneración de sus derechos.
También son deshumanizados y reducidos a la más pura corporalidad las personas pobres. Adela Cortina acuñó el término "aporofobia" para definir el rechazo al pobre, el odio al "sin techo" y a quienes, por desposeídos, no tienen poder. Un artículo reciente , se hacía eco de un informe de la Fundación Rais en el que se concluía que un 80% de las personas sin hogar que se encuentran en la calle han sufrido acoso o agresiones de diversos tipos. Raúl o Alberto son algunas de ellas. Duermen alrededor de la Plaza Mayor de Madrid y, llevar sudaderas con la bandera de España, no les ha servido para esquivar las patadas o insultos de quienes deambulan por allí y les dicen que dan asco.
Susanne Soederberg, investigadora de la universidad canadiense de Queen, afirmaba a raíz de un estudio realizado que la población sobrante es el sector que más crece en el mundo. Todas las personas que quedan fuera del cada vez más estrecho marco de lo aceptado, son estigmatizadas como inmundas, sucias, contaminantes. Son consideradas exclusivamente carne.
Pero la situación más extrema de "sobrecorporalidad" en el momento actual, la están viviendo las personas, que previamente expulsadas de sus territorios, buscan otro lugar para vivir. El poder económico y político también trata como carne de cañón a quienes sufren en mayor medida las consecuencias del cambio climático, el despojo de los recursos y el territorio, el extractivismo; a quienes son expulsadas de sus territorios a causa de la pobreza, las guerras formales e informales que se desencadenan por el acaparamiento de tierra y recursos.
Están surgiendo liderazgos y partidos que han hecho del racismo su eje discursivo central. Amanecer Dorado, desató una ola de odio y violencia en Grecia, que logró ser temporalmente frenada en las urnas. FPÖ's de Austria, la AfD de Alemania, los Finns de Finlandia o los Sweden Democrats de Suecia, el gobierno xenófobo del húngaro Viktor Orbán o Donald Trump son algunos ejemplos de este eclosión.
En toda Europa crece el número de personas que creen que su pérdida de nivel de vida, su precariedad o las expectativas incumplidas están causadas por las personas migrantes que compiten con ellas. Éstas últimas son señaladas como culpables por los dedos de las mismas manos que precarizan a trabajadores y trabajadoras, especulan con la vivienda, el agua o la energía, aprueban tratados internacionales que arruinan territorios y sectores y hacen hasta de la comida y los cuerpos, un negocio. Todo vale con tal de escalar en las encuestas electorales. Y lo malo es que en algunos espacios, habitados por personas con incertidumbre y miedo, eso da votos. Es como si se tuviese la esperanza de poder escapar de ser tratado como carne, yendo contra la carne de otros que están peor que tú.
En fechas recientes, Matteo Salvini rechazaba que un barco en el que se hacinaban personas migrantes desembarcase en tierra italiana. Se jactaba de haber impedido que el Aquarius, repleto, decía textualmente, "de carne humana", soltase su carga "contaminante" en su país. También él tiene carne. La mostraba en las fotos, descamisado y con corbata verde , que vendió –como si fuese una burla más– para favorecer a una organización que se autodenomina "pro–vida". Sonreía en la foto con la tranquilidad de quien nunca ha abandonado un barco de personas al borde de la muerte en el mar.
Rivera también usó su propia carne como reclamo electoral . Pareciera que el cuerpo de quien ostenta, o pugna por ostentar el poder, es menos cuerpo y su carne, tan vulnerable, mortal y contingente como la del resto, es menos carne y da menos asco. En estos momentos, Rivera y Casado, a lo Salvini, rivalizan por ver quién enarbola con más fuerza la bandera del control de las fronteras, de los límites a la entrada de extranjeros pobres, del acrecentamiento de los beneficios económicos y electorales que genera tratar la migración como si fuese un problema de seguridad. Algunos medios de comunicación ofrecen datos falsos o medias verdades sobre la entrada de personas, inventan enfermedades y falsas amenazas que refuerzan la percepción de la gente. Se promete la vuelta a una España próspera y cañí que nunca existió.
Todas somos –podemos ser– trabajadoras que pierden derechos, personas que no pueden pagar la hipoteca, familias con dificultades para afrontar las matrículas de la universidad de las hijas, sujetos cuyo territorio se cede a una minera, gente que se tiene que marchar de su tierra porque deja de haber agua o posibilidades de supervivencia digna o mujeres obligadas a sostener cotidianamente la vida en un mundo que la ataca. Todas somos susceptibles de ser consideradas carne humana.
Todas somos –podemos ser– futuras refugiadas que tratan de saltar fronteras, ya sean territoriales, raciales, de género o económicas, para poder mantener vidas que merezcan la pena ser vividas. Y cuando lo seamos, a quienes defienden que lo primero son los españoles les importará bien poco lo que diga la partida de nacimiento. De Cuenca, Madrid, Granollers o Écija, si se trata de elegir entre los beneficios o las personas, la elección estará clara y seremos carne humana abandonable y culpable.
En estas circunstancias, es una locura confiar y seguir a quien señalan a otros como culpables, a quien esconde las posibilidades de medrar detrás de la persecución de los que tienen otro color de piel, no nacieron aquí, tienen menos que el resto, y no se resignan ante la desposesión y el despojo.
Es peligroso fiarse de los discursos que no hacen más propuestas que la de asegurar las fronteras y se limita a increpar, insultar y calumniar sin mesura; de quienes reclaman el poder para sí mismos haciendo promesas a todos los bandos, sin preocuparse de las contradicciones en las que se incurre. Fue la estrategia que a Hitler le fue funcional en un momento no tan diferente al que vivimos hoy y con adversarios políticos incapaces, o no dispuestos a oponer una resistencia verdadera.
Como explicaba Hannah Arendt –y nos recuerda permanentemente Santiago Alba Rico– el ser humano desnudo, sin atributos, sin nombre propio, protegido solo por los derechos humanos se convierte en carne de matadero. Pero, aunque cuando se arrincona y señala a alguien diferente, deshumanizado y solo, hace falta poco para que surja el linchamiento, en ese momento de inflexión, también puede ocurrir que brote la solidaridad, la compasión, el apoyo mutuo –una versión del amor– que iguala y rehumaniza. Para ello, es imprescindible que existan discursos y alternativas viables, reales y valientes que confronten con las promesas de la exclusión y la expulsión.
Luchar hoy es establecer lazos que permitan resistir frente a la ofensiva de quienes van a hacer lo que sea con tal de mantener sus privilegios. Tú, ellos y yo les importamos muy poco y por eso no queda ninguna opción más viable que la de cuidarnos unos a otros. El capitalismo global ha declarado la guerra a todo lo vivo. Cantaba Silvio Rodríguez que en esta contienda, la orden de fuego siempre la dan "disidentes de la cultura, la carne, la gente, el sueño y la vida que no sea virtual".
La tarea constituyente que tenemos por delante y que ya es inaplazable es la adquisición de la conciencia de que podríamos ser reducidos solo a carne útil y potencial desecho y que solo podremos superarlo poniendo las vidas, las luchas y las alternativas en común. Arrinconar a quienes disparan y reorganizar la vida para que quepamos todos, establecimiento lazos de solidaridad entre diferentes que nos igualen, adoptar una dignidad colectiva sin victimismos son pasos necesarios para superar esta situación de encrucijada sin dejarnos jirones de vida por el camino.
@yayo_herrero
Fuente: https://www.eldiario.es/zonacritica/Carne-humana_6_805679446.html
miércoles, 21 de septiembre de 2016
Elitismo educativo, escuelas concertadas y bilingüísmo
Publicado en 18 marzo, 2016
La educación española está marcada por una anomalía insólita en los países de nuestro entorno: el sistema de conciertos educativos. El 32% de los estudiantes españoles de primaria y secundaria estudian en colegios e institutos de gestión privada, en su mayor parte centros concertados subvencionados en su práctica totalidad con fondos públicos. Muy a grandes rasgos, la escuela concertada es un pilar de los privilegios de los que disfrutan las familias que ocupan aproximadamente el tercio superior de la distribución de rentas y cuyos intereses están manifiestamente sobrerrepresentados en las políticas públicas, los medios de comunicación y los programas de los partidos.
La historia española de la financiación con fondos públicos de la enseñanza de titularidad privada es bien conocida. En los años ochenta, el gobierno del PSOE estableció el sistema de conciertos educativos como una vía para asegurar una universalización rápida de la educación en un contexto en el que no existía suficiente oferta de educación pública. Esa medida, supuestamente transitoria, se encabalgó sobre una larga tradición franquista de subvención a fondo perdido a los colegios religiosos. Por eso los debates en torno a la escuela concertada se han desarrollado casi siempre en torno a la cuestión ideológica de la presencia de la religión en las aulas y el poder que el sistema de conciertos otorga a la iglesia.
En realidad, si ni los gobiernos del PSOE ni los del PP se han planteado jamás un proceso de incorporación de los centros concertados a la red pública no ha sido por razones religiosas sino políticas. La red de enseñanza concertada constituye un elemento central en el sistema de lealtades sociales que durante décadas ha vertebrado el régimen político español. Aún más, aunque la iglesia controla una parte significativa de la red concertada, la confesionalidad es una cuestión importante sólo para un porcentaje relativamente pequeño de las familias que acuden a esos centros. El sistema de conciertos educativos ha sido la forma en que el Estado ha asegurado a la clase media la transmisión de su patrimonio social y cultural, del mismo modo que la burbuja especulativa fue la forma en que le ofreció una vía individual de movilidad social intergeneracional a través de la transmisión del patrimonio inmobiliario. A menudo se señala que una vez igualadas las condiciones socioeconómicas la enseñanza concertada española no ofrece mejores resultados académicos. Es cierto, ofrece algo mucho más importante: la reproducción de las condiciones socioeconómicas.
El resultado es que en España la clase media real (no la aspiracional) disfruta de los privilegios sociales de la educación privada a un coste muy reducido. Este amplio grupo social ha podido esquivar una parte significativa de los problemas asociados a la escolarización de las clases populares y acumular un valioso capital social. El anecdotario sobre las vías de segregación que ponen en marcha los colegios concertados –que en teoría deberían garantizar las mismas condiciones de acceso que los colegios públicos– es inagotable. Abarcan desde los filtros económicos –como las famosas cuotas “voluntarias” o las actividades “complementarias” (añádanse cuantas comillas se considere necesario)– hasta la selección explícita y sin tapujos: en numerosos colegios concertados un criterio de admisión importante es ser hijo de un antiguo alumno.
¿Por qué desde la izquierda se pasa de puntillas sobre este problema? Me temo que la razón de esta timidez es muy antipática: la izquierda española está radicalmente atravesada por el clasemedianismo. La enseñanza concertada –sobre todo, por medio de las cooperativas de profesores o padres– se ha ido convirtiendo cada vez más en un refugio para familias laicas y progresistas con suficientes recursos económicos que buscan modelos educativos alternativos a los que ofrece la educación pública y una mayor capacidad de intervención en su comunidad educativa. No hay ningún motivo para dudar de la sinceridad de esas motivaciones, pero lo cierto es que la realidad de las cooperativas educativas laicas es también la de una profundísima segregación social.
Es un proceso aún minoritario y característico de las grandes ciudades, en especial en Madrid, Cataluña y País Vasco, pero apunta a una tendencia que posiblemente se acelerará en el futuro. El desembarco de la izquierda en la concertada con su discursos acerca de la innovación educativa, las pedagogías blandas o la transversalidad proporciona a esta red una cierta imagen de marca de la que carecía (hasta ahora su principal valor consistía sencillamente en que no era la pública). De hecho, la red de colegios laicos y progresistas es más elitista que la religiosa, que tienen su propio circuito low cost en el que tienen cabida algunos inmigrantes y personas procedentes de las clases populares.
Aún peor, la maquinaria segregadora de la concertada están contaminando cada vez más a la red pública. Empieza a ser frecuente que los centros públicos establezcan triquiñuelas en los procesos de admisión para promover una bunquerización social. Tanto en la Comunidad de Madrid como en el País Vasco, cada vez más centros públicos “prestigiosos” dan puntos en los procesos selectivos a los hijos de antiguos alumnos. Otros renuncian voluntariamente a tener comedor escolar para ahuyentar a los alumnos de bajos ingresos que optan a becas de comedor.
Pero seguramente la herramienta de discriminación social más ambiciosa que se ha ideado en España es el programa de bilingüismo de la Comunidad de Madrid (CAM), una auténtica pesadilla elitista. En la actualidad, la mayor parte de los colegios de educación primaria madrileños son bilingües –hay distritos enteros donde no hay ni un solo colegio no bilingüe– y los que no lo son sufren fortísimas presiones de la administración para que entren al redil. Hay que estar muy alienado por la anglofilia para no percibir que el programa bilingüe de la CAM es un delirio pedagógico sin parangón en ningún lugar del mundo, que ha convertido los centros educativos en academias de idiomas donde una parte significativa de las materias son imposibles de impartir porque alumnos y profesores no comparten las herramientas comunicativas mínimas. Es algo tan sencillo como que los profesores de primaria dan clase de ciencias naturales, historia o ciencias sociales en inglés (y sólo en inglés) a niños de 6, 7 u 8 años que… no hablan inglés.
Hay un dato curioso que permite entender el auténtico objetivo del bilingüísmo en los centros públicos de la CAM. En educación secundaria los resultados académicos de los estudiantes del programa bilingüe son peores en las materias impartidas en inglés pero mejores en matemáticas y lengua española. Es decir, aparentemente dar clase de ciencias en inglés, mejora tu rendimiento en lengua española. La explicación es que los programas bilingües expulsan a las familias más pobres y con menos recursos culturales y que obtienen peores resultados académicos. Al igual que la red de enseñanza concertada, los programas bilingües en educación primaria tiene un objetivo social: permiten que al llegar a la ESO los estudiantes puedan ser distribuidos en función de su nivel de inglés. Poco sorprendentemente, esta criba hace que los estudiantes de las aulas bilingües sean de piel más clara, más ricos y con mayor capital cultural que los demás.
El sistema educativo español, al menos en su tramo obligatorio, parece cada vez más el experimento de un discípulo loco de Bourdieu para observar la reproducción social a gran escala. Madrid es su laboratorio.
[Este texto es un extracto de un artículo más amplio (“Reescolarizar la escuela”) que he publicado en el número 16 de La maleta de Port Bou]
La educación española está marcada por una anomalía insólita en los países de nuestro entorno: el sistema de conciertos educativos. El 32% de los estudiantes españoles de primaria y secundaria estudian en colegios e institutos de gestión privada, en su mayor parte centros concertados subvencionados en su práctica totalidad con fondos públicos. Muy a grandes rasgos, la escuela concertada es un pilar de los privilegios de los que disfrutan las familias que ocupan aproximadamente el tercio superior de la distribución de rentas y cuyos intereses están manifiestamente sobrerrepresentados en las políticas públicas, los medios de comunicación y los programas de los partidos.
La historia española de la financiación con fondos públicos de la enseñanza de titularidad privada es bien conocida. En los años ochenta, el gobierno del PSOE estableció el sistema de conciertos educativos como una vía para asegurar una universalización rápida de la educación en un contexto en el que no existía suficiente oferta de educación pública. Esa medida, supuestamente transitoria, se encabalgó sobre una larga tradición franquista de subvención a fondo perdido a los colegios religiosos. Por eso los debates en torno a la escuela concertada se han desarrollado casi siempre en torno a la cuestión ideológica de la presencia de la religión en las aulas y el poder que el sistema de conciertos otorga a la iglesia.
En realidad, si ni los gobiernos del PSOE ni los del PP se han planteado jamás un proceso de incorporación de los centros concertados a la red pública no ha sido por razones religiosas sino políticas. La red de enseñanza concertada constituye un elemento central en el sistema de lealtades sociales que durante décadas ha vertebrado el régimen político español. Aún más, aunque la iglesia controla una parte significativa de la red concertada, la confesionalidad es una cuestión importante sólo para un porcentaje relativamente pequeño de las familias que acuden a esos centros. El sistema de conciertos educativos ha sido la forma en que el Estado ha asegurado a la clase media la transmisión de su patrimonio social y cultural, del mismo modo que la burbuja especulativa fue la forma en que le ofreció una vía individual de movilidad social intergeneracional a través de la transmisión del patrimonio inmobiliario. A menudo se señala que una vez igualadas las condiciones socioeconómicas la enseñanza concertada española no ofrece mejores resultados académicos. Es cierto, ofrece algo mucho más importante: la reproducción de las condiciones socioeconómicas.
El resultado es que en España la clase media real (no la aspiracional) disfruta de los privilegios sociales de la educación privada a un coste muy reducido. Este amplio grupo social ha podido esquivar una parte significativa de los problemas asociados a la escolarización de las clases populares y acumular un valioso capital social. El anecdotario sobre las vías de segregación que ponen en marcha los colegios concertados –que en teoría deberían garantizar las mismas condiciones de acceso que los colegios públicos– es inagotable. Abarcan desde los filtros económicos –como las famosas cuotas “voluntarias” o las actividades “complementarias” (añádanse cuantas comillas se considere necesario)– hasta la selección explícita y sin tapujos: en numerosos colegios concertados un criterio de admisión importante es ser hijo de un antiguo alumno.
¿Por qué desde la izquierda se pasa de puntillas sobre este problema? Me temo que la razón de esta timidez es muy antipática: la izquierda española está radicalmente atravesada por el clasemedianismo. La enseñanza concertada –sobre todo, por medio de las cooperativas de profesores o padres– se ha ido convirtiendo cada vez más en un refugio para familias laicas y progresistas con suficientes recursos económicos que buscan modelos educativos alternativos a los que ofrece la educación pública y una mayor capacidad de intervención en su comunidad educativa. No hay ningún motivo para dudar de la sinceridad de esas motivaciones, pero lo cierto es que la realidad de las cooperativas educativas laicas es también la de una profundísima segregación social.
Es un proceso aún minoritario y característico de las grandes ciudades, en especial en Madrid, Cataluña y País Vasco, pero apunta a una tendencia que posiblemente se acelerará en el futuro. El desembarco de la izquierda en la concertada con su discursos acerca de la innovación educativa, las pedagogías blandas o la transversalidad proporciona a esta red una cierta imagen de marca de la que carecía (hasta ahora su principal valor consistía sencillamente en que no era la pública). De hecho, la red de colegios laicos y progresistas es más elitista que la religiosa, que tienen su propio circuito low cost en el que tienen cabida algunos inmigrantes y personas procedentes de las clases populares.
Aún peor, la maquinaria segregadora de la concertada están contaminando cada vez más a la red pública. Empieza a ser frecuente que los centros públicos establezcan triquiñuelas en los procesos de admisión para promover una bunquerización social. Tanto en la Comunidad de Madrid como en el País Vasco, cada vez más centros públicos “prestigiosos” dan puntos en los procesos selectivos a los hijos de antiguos alumnos. Otros renuncian voluntariamente a tener comedor escolar para ahuyentar a los alumnos de bajos ingresos que optan a becas de comedor.
Pero seguramente la herramienta de discriminación social más ambiciosa que se ha ideado en España es el programa de bilingüismo de la Comunidad de Madrid (CAM), una auténtica pesadilla elitista. En la actualidad, la mayor parte de los colegios de educación primaria madrileños son bilingües –hay distritos enteros donde no hay ni un solo colegio no bilingüe– y los que no lo son sufren fortísimas presiones de la administración para que entren al redil. Hay que estar muy alienado por la anglofilia para no percibir que el programa bilingüe de la CAM es un delirio pedagógico sin parangón en ningún lugar del mundo, que ha convertido los centros educativos en academias de idiomas donde una parte significativa de las materias son imposibles de impartir porque alumnos y profesores no comparten las herramientas comunicativas mínimas. Es algo tan sencillo como que los profesores de primaria dan clase de ciencias naturales, historia o ciencias sociales en inglés (y sólo en inglés) a niños de 6, 7 u 8 años que… no hablan inglés.
Hay un dato curioso que permite entender el auténtico objetivo del bilingüísmo en los centros públicos de la CAM. En educación secundaria los resultados académicos de los estudiantes del programa bilingüe son peores en las materias impartidas en inglés pero mejores en matemáticas y lengua española. Es decir, aparentemente dar clase de ciencias en inglés, mejora tu rendimiento en lengua española. La explicación es que los programas bilingües expulsan a las familias más pobres y con menos recursos culturales y que obtienen peores resultados académicos. Al igual que la red de enseñanza concertada, los programas bilingües en educación primaria tiene un objetivo social: permiten que al llegar a la ESO los estudiantes puedan ser distribuidos en función de su nivel de inglés. Poco sorprendentemente, esta criba hace que los estudiantes de las aulas bilingües sean de piel más clara, más ricos y con mayor capital cultural que los demás.
El sistema educativo español, al menos en su tramo obligatorio, parece cada vez más el experimento de un discípulo loco de Bourdieu para observar la reproducción social a gran escala. Madrid es su laboratorio.
[Este texto es un extracto de un artículo más amplio (“Reescolarizar la escuela”) que he publicado en el número 16 de La maleta de Port Bou]
lunes, 6 de mayo de 2013
CRAIG CALHOUN / DIRECTOR GENERAL DE LA LONDON SCHOOL OF ECONOMICS “Con otros cinco años así, el euro no sobrevivirá”
"Los rescates solo han salvado a las elites bancarias en vez de a la gente corriente"
WALTER OPPENHEIMER Londres.
Sociólogo estadounidense formado en Oxford, Craig Calhoun (Watseka, Illinois, 1952) dirige desde septiembre la London School of Economics (LSE), y esta semana desembarca en Madrid de la mano de la Fundación Ramón Areces y al frente de un nutrido grupo de profesores de la LSE en una serie de clases magistrales sobre temas tan variopintos como la felicidad, las reformas estructurales, el futuro de la economía global o la educación.
Pregunta. ¿Será este ejército de profesores de la LSE capaz de explicar a los españoles qué tienen que hacer para salir del agujero?
Respuesta. ¡Ojalá conociera la respuesta mágica a esta pregunta! No, no creo que la idea sea decirles a los españoles qué han de hacer, sino mejorar el pensamiento acerca de cuestiones clave y abrir debates sobre ideas que pueden ser útiles.
P. Usted dirige una universidad, y en España todo el mundo quiere ser universitario. Cada cierto tiempo surge el debate sobre si hay o no demasiados estudiantes universitarios.
R. Ese mismo debate se ha dado en Inglaterra y, desde luego, en Estados Unidos. Hay muchas universidades. Hay muchos empleos en los que se exige educación universitaria. Hay una especie de titulitis. Usan las universidades como una forma de filtro para esos empleos, en lugar de formar a la gente para los empleos o para un despertar intelectual. Están reproduciendo la jerarquización en la sociedad. Y eso significa que no solo has de tener educación universitaria, sino que lo importante es a qué universidad has ido y qué has estudiado. La educación es valiosa en muchísimos sentidos, pero organizarla en función de jerarquía socava ese valor porque incentiva la idea de que se trata solo de controlar quién consigue qué oportunidades en la vida, en vez de dotar a la gente de conocimiento para que sea capaz de hacer cosas importantes.
P. Hay gente que relaciona la corrupción en España con el amiguismo, con la falta de meritocracia. Pero, ¿acaso no es la meritocracia un fenómeno jerárquico? ¿Es realmente justa? ¿Por qué se ha de valorar más la preparación que el esfuerzo de progresar desde una posición muy humilde a una posición intermedia?
R. Es una cuestión muy importante. Ciertas versiones de la meritocracia premian a la gente en función de su rendimiento real. Pero hay también quien la premia según a qué escuela has ido, con independencia de lo que realmente haces. Eso no es meritocracia. Es la ilusión de la meritocracia mediante el uso de títulos. Y eso es tan malo como la corrupción, porque premias a la gente en función de lo que ha pagado. Pero si las oportunidades de empleo son desiguales es casi natural utilizar la educación como filtro, y entonces detrás de las diferencias educativas hay diferencias de clase. ¿Quién accede a esas universidades? ¿Quién tiene esas posibilidades de triunfar? Las elites, la clase media alta. Es muy fácil hacer de la educación parte del sistema, que no cambia las cosas, sino que reproduce las jerarquías. En lugar de hacer algo que dé más fuerza a la gente, que cambie la sociedad, que haga que el futuro sea diferente.
P. Pero la LSE se ha convertido en un ejemplo de ese modelo, especialmente con los estudiantes extranjeros.
R. Eso es lo que nos preocupa. La misión de la LSE es potenciar el conocimiento y, luego, compartirlo para que permita a la gente hacer cosas. Y si lo único que hacemos es vender el nombre de una marca y no proveemos de conocimiento, y especialmente conocimiento que permita a la gente mejorar el mundo, es que hay algo que no funciona. Nos enfrentamos a ello constantemente. Pero es imposible distinguir entre los estudiantes que vienen aquí solo porque quieren tener un trabajo después de graduarse y los que quieren aprender y ser capaces de hacer grandes cosas. Todas las universidades afrontan esa tensión entre ser simplemente parte del sistema de reproducción del estatus de la élite y ser realmente capaces de poner el conocimiento a trabajar por el bien público.
P. Mucha gente aceptó tras la caída de la URSS que el libre mercado es el mejor sistema económico. Pero desde 2008 es difícil aceptar que el mercado sea justo, o, al menos, lo bastante justo.
R. Los mercados no tienen nada que ver con ser justos: son eficientes para ciertos objetivos. Y eso puede ser bueno. Pero, si se les deja solos, tienden a producir resultados desiguales. No puedes esperar que consigan ni justicia ni igualdad. Los mercados financieros, como hemos visto en los últimos cinco años, producen resultados aún más extremos. Si lo que uno busca es justicia tiene que añadir algo al sistema de mercado: una estructura de programas gubernamentales de bienestar, sindicatos, todo tipo de cosas, pero hay que añadir algo. Lo que hemos visto durante 20 años o más es la destrucción de instituciones sociales que compensaban las limitaciones de la sociedad del mercado capitalista. Y eso es malo.
P. En España se dice que Alemania ha adoptado una postura moral en esta crisis: castigar a los pecadores países católicos del sur. Pero la burbuja inmobiliaria nacional se creó a través del dinero de los bancos alemanes. ¿Cómo pueden olvidarlo?
R. Es muy interesante ver cómo desde 2008 ha vuelto el nacionalismo a Europa. En ambos lados. Con los alemanes diciendo: “Esos españoles”, y los portugueses, italianos, griegos; y los demás diciendo: “Esos alemanes”. Lo realmente interesante es cómo ha vuelto el nacionalismo y cómo vemos esas naciones en términos morales, en ambas direcciones. Es una señal de lo débil que era la solidaridad europea, incluso cuando todo el mundo la festejaba. Es un problema muy serio ver en términos morales cosas que son sobre todo producto de organizaciones económicas sistémicas. Es un completo espejismo buscar explicación a los hechos básicos con argumentos de moralidad individual sobre los alemanes o sobre los españoles, cuando el problema es la naturaleza del sistema y las soluciones han de venir a través de cambios en el modelo de integración económica, los incentivos que se ofrecen a la gente y las estructuras institucionales. Si hay una cuestión moral debería ser acerca de la moralidad social, de la forma en que funcionan las instituciones, y no acerca de la moralidad personal de los individuos.
P. ¿Qué sentido tiene una moneda con un tipo de cambio fijo, pero tipos de interés variables?
R. El problema es que la zona euro tiene tales diferencias internas que los tipos de interés varían. Pero no solo los tipos de interés: las condiciones de empleo, todo. Y no tiene suficiente integración como para apoyar una moneda común. Y, o empujas para tener mayor integración, o seguirá habiendo desigualdades entre las regiones. Es una elección entre que los más ricos subsidien a los más pobres o que los más pobres sufran. España no tiene herramientas efectivas para cambiar eso como economía nacional dentro de la zona euro.
P. ¿Cree que el euro sobrevivirá?
R. Probablemente. Pero como se ha visto con Chipre, cada vez que hay una crisis surge la posibilidad de que el euro no sobreviva. Creo que sobrevivirá, porque las regiones ricas se han comprometido a salvarlo y lo van a seguir subsidiando. Pero depende de que vuelva el crecimiento. Con otros cinco años así no creo que sobreviva.
P. ¿Puede desaparecer el Estado-nación?
R. A corto plazo, la globalización y las crisis globales refuerzan al Estado-nación, aunque eso no significa que haya unidad nacional dentro del Estado. Hay mayor conciencia de la identidad nacional, pero, al mismo tiempo, para alguna gente, es un problema: la identidad vasca, la catalana, la castellana, la que sea. Y la apelación al Estado-nación se convierte en fuente de tensiones y problemas. La idea de que el Estado-nación iba a desaparecer era un espejismo nutrido en la UE y, hasta cierto punto, en el mundo por las élites que se beneficiaban de viajar, de comprar segundas residencias, que disfrutaban de los beneficios de un sistema global. Europa, la UE, siempre ha funcionado mejor para las elites que para la gente corriente. Cuando llegó la crisis quedó mucho más claro: las diferencias han sido más extremas, y eso recuerda a la gente lo importante que es el Estado. No soy experto en España, pero creo que eso produce, por un lado, una especie de respuesta nacional, y por otro, una tremenda decepción en la nación, porque el Gobierno de España no es capaz de hacer más por los españoles. Y nos encontramos ante el fenómeno de una especie de nacionalismo sin optimismo. Lo opuesto al nacionalismo de hoy en China.
P. Mucha gente creía que con los cambios en China llegaría una revolución, que la gente con dinero exigiría también libertad.
R. Gran parte del proceso de hacerse rico en China empezó como alternativa a la movilización política por la libertad. En los noventa, el Gobierno chino empezó a crear más oportunidades de crecimiento de la economía para canalizar las aspiraciones de la gente, de hacerse más rica en lugar de aspirar a la libertad y a la democracia. Al mismo tiempo, la gente es más libre de lo que era antes, siempre y cuando no toquen ciertas cuestiones, como el poder del Partido Comunista. Pero eso trae gran desigualdad. Ahora, la cuestión para China es, primero, qué hacer con la desigualdad, con el hecho de que la mitad de la sociedad se haya hecho rica y la otra mitad no. Segundo, y esto es una gran cuestión, es que esa forma de hacerse rico produce grandes externalidades, como dicen los economistas. Es decir, las compañías y los accionistas se hacen ricos, pero algunos de los costes se quedan fuera. El gran ejemplo es la contaminación. Hay un problema terrible de contaminación. ¿Va el Gobierno chino a hacer algo? Si no hace nada habrá una revolución, porque la gente quiere respirar. No veo ninguna señal de un movimiento revolucionario, pero sí veo señales de suficiente presión, de suficiente demanda de la gente, para que el Gobierno empiece a hacer algo. Creo que en algunos aspectos es similar en Europa. En Europa la cuestión es cómo reconstruimos las instituciones desmanteladas durante la última generación. Hemos ido reduciendo la regulación, y los Gobiernos tienen ahora dificultades para afrontar los problemas económicos. No tenemos los sistemas de bienestar con que antes compartíamos la riqueza, y, durante la crisis, hemos visto que eso no preocupa a los multimillonarios. Es un desastre. El futuro de Europa depende de que seamos capaces de encontrar una salida a todo eso. Y no sé si seremos capaces. Apostaría antes por China que por Europa.
P. ¿Tienen los Gobiernos que inyectar dinero público para reactivar la economía o no?
R. Los Gobiernos europeos han empeorado la situación, aplicando una política de austeridad en vez de estimular la economía. Pero si quieres inyectar dinero te has de preguntar cómo. Es muy diferente dar dinero a los bancos que construir carreteras o escuelas. Ahora es muy necesario promover el crecimiento. Ha sido necesario durante cinco años. Necesitamos una economía de crecimiento, pero también un ajuste hacia sectores que crean puestos de trabajo. Si el crecimiento se basa en la banca y las finanzas no creará empleo suficiente para resolver el problema del paro juvenil que tiene España.
P. ¿Por qué hay que salvar un banco, pero no una planta de automóviles?
R. Eso nos preguntamos todos. Los bancos fueron salvados por una combinación de buenas y malas razones. La buena es que están tan interconectados que la crisis habría sido mucho peor si no eran rescatados. Pero hay diferentes formas de salvarlos. Y la mala razón es que la gente que tomó la decisión de salvarlos era demasiado cercana a la élite bancaria e hizo cosas que beneficiaban a esa élite. La gran beneficiada del rescate ha sido la gente que tenía mucho dinero en los bancos, que estaba atada al régimen crediticio. Básicamente, hemos evitado que los tenedores de bonos tuvieran que aceptar recortes en sus beneficios. No hemos salvado realmente a la gente corriente.
La sombra del franquismo
Con fama de radical, especialista en ciencias sociales y crítico de las privatizaciones, Craig Calhoun parece mirar mucho más a la izquierda que a la derecha. Aunque advierte de que no es “de ninguna manera” especialista en España, cree ver la sombra de Franco en los actuales problemas. “Después de la Gran Depresión y la II Guerra Mundial, los grandes países pusieron en marcha instituciones sociales para compartir los recursos y mitigar la desigualdad”, explica. Hasta que llegó la crisis del petróleo “y empezamos a ver una creciente dependencia de las finanzas y dejamos que las manufacturas se fueran a Asia, y llegaron las burbujas inmobiliarias”. “España es un caso particular y, en ciertos aspectos, extremo de todo eso, porque la muerte de Franco y la transición a la democracia coincidió con eso”, advierte. “La entrada de España en la nueva situación global tras un periodo de semirreclusión, con instituciones de alguna forma más débiles y con la apertura a ese régimen altamente financiero que estaba llegando, derivó en una especie de boom durante un tiempo muy bueno. Pero ahora sabemos lo frágiles que eran los cimientos. Y esa fragilidad tiene mucho que ver con el hecho de que el dinero con el que se hizo todo era sobre todo dinero prestado, deuda, y no había creado una industria productiva en mucho tiempo”. “Muchos españoles de clase media se hicieron mucho más ricos en ese periodo. Pero en todo el proceso había vulnerabilidades que no se habían previsto y que solo se han visto en los últimos cinco años”.
Fuente: El País. http://economia.elpais.com/economia/2013/05/03/actualidad/1367593325_500332.html
WALTER OPPENHEIMER Londres.
Sociólogo estadounidense formado en Oxford, Craig Calhoun (Watseka, Illinois, 1952) dirige desde septiembre la London School of Economics (LSE), y esta semana desembarca en Madrid de la mano de la Fundación Ramón Areces y al frente de un nutrido grupo de profesores de la LSE en una serie de clases magistrales sobre temas tan variopintos como la felicidad, las reformas estructurales, el futuro de la economía global o la educación.
Pregunta. ¿Será este ejército de profesores de la LSE capaz de explicar a los españoles qué tienen que hacer para salir del agujero?
Respuesta. ¡Ojalá conociera la respuesta mágica a esta pregunta! No, no creo que la idea sea decirles a los españoles qué han de hacer, sino mejorar el pensamiento acerca de cuestiones clave y abrir debates sobre ideas que pueden ser útiles.
P. Usted dirige una universidad, y en España todo el mundo quiere ser universitario. Cada cierto tiempo surge el debate sobre si hay o no demasiados estudiantes universitarios.
R. Ese mismo debate se ha dado en Inglaterra y, desde luego, en Estados Unidos. Hay muchas universidades. Hay muchos empleos en los que se exige educación universitaria. Hay una especie de titulitis. Usan las universidades como una forma de filtro para esos empleos, en lugar de formar a la gente para los empleos o para un despertar intelectual. Están reproduciendo la jerarquización en la sociedad. Y eso significa que no solo has de tener educación universitaria, sino que lo importante es a qué universidad has ido y qué has estudiado. La educación es valiosa en muchísimos sentidos, pero organizarla en función de jerarquía socava ese valor porque incentiva la idea de que se trata solo de controlar quién consigue qué oportunidades en la vida, en vez de dotar a la gente de conocimiento para que sea capaz de hacer cosas importantes.
P. Hay gente que relaciona la corrupción en España con el amiguismo, con la falta de meritocracia. Pero, ¿acaso no es la meritocracia un fenómeno jerárquico? ¿Es realmente justa? ¿Por qué se ha de valorar más la preparación que el esfuerzo de progresar desde una posición muy humilde a una posición intermedia?
R. Es una cuestión muy importante. Ciertas versiones de la meritocracia premian a la gente en función de su rendimiento real. Pero hay también quien la premia según a qué escuela has ido, con independencia de lo que realmente haces. Eso no es meritocracia. Es la ilusión de la meritocracia mediante el uso de títulos. Y eso es tan malo como la corrupción, porque premias a la gente en función de lo que ha pagado. Pero si las oportunidades de empleo son desiguales es casi natural utilizar la educación como filtro, y entonces detrás de las diferencias educativas hay diferencias de clase. ¿Quién accede a esas universidades? ¿Quién tiene esas posibilidades de triunfar? Las elites, la clase media alta. Es muy fácil hacer de la educación parte del sistema, que no cambia las cosas, sino que reproduce las jerarquías. En lugar de hacer algo que dé más fuerza a la gente, que cambie la sociedad, que haga que el futuro sea diferente.
P. Pero la LSE se ha convertido en un ejemplo de ese modelo, especialmente con los estudiantes extranjeros.
R. Eso es lo que nos preocupa. La misión de la LSE es potenciar el conocimiento y, luego, compartirlo para que permita a la gente hacer cosas. Y si lo único que hacemos es vender el nombre de una marca y no proveemos de conocimiento, y especialmente conocimiento que permita a la gente mejorar el mundo, es que hay algo que no funciona. Nos enfrentamos a ello constantemente. Pero es imposible distinguir entre los estudiantes que vienen aquí solo porque quieren tener un trabajo después de graduarse y los que quieren aprender y ser capaces de hacer grandes cosas. Todas las universidades afrontan esa tensión entre ser simplemente parte del sistema de reproducción del estatus de la élite y ser realmente capaces de poner el conocimiento a trabajar por el bien público.
P. Mucha gente aceptó tras la caída de la URSS que el libre mercado es el mejor sistema económico. Pero desde 2008 es difícil aceptar que el mercado sea justo, o, al menos, lo bastante justo.
R. Los mercados no tienen nada que ver con ser justos: son eficientes para ciertos objetivos. Y eso puede ser bueno. Pero, si se les deja solos, tienden a producir resultados desiguales. No puedes esperar que consigan ni justicia ni igualdad. Los mercados financieros, como hemos visto en los últimos cinco años, producen resultados aún más extremos. Si lo que uno busca es justicia tiene que añadir algo al sistema de mercado: una estructura de programas gubernamentales de bienestar, sindicatos, todo tipo de cosas, pero hay que añadir algo. Lo que hemos visto durante 20 años o más es la destrucción de instituciones sociales que compensaban las limitaciones de la sociedad del mercado capitalista. Y eso es malo.
P. En España se dice que Alemania ha adoptado una postura moral en esta crisis: castigar a los pecadores países católicos del sur. Pero la burbuja inmobiliaria nacional se creó a través del dinero de los bancos alemanes. ¿Cómo pueden olvidarlo?
R. Es muy interesante ver cómo desde 2008 ha vuelto el nacionalismo a Europa. En ambos lados. Con los alemanes diciendo: “Esos españoles”, y los portugueses, italianos, griegos; y los demás diciendo: “Esos alemanes”. Lo realmente interesante es cómo ha vuelto el nacionalismo y cómo vemos esas naciones en términos morales, en ambas direcciones. Es una señal de lo débil que era la solidaridad europea, incluso cuando todo el mundo la festejaba. Es un problema muy serio ver en términos morales cosas que son sobre todo producto de organizaciones económicas sistémicas. Es un completo espejismo buscar explicación a los hechos básicos con argumentos de moralidad individual sobre los alemanes o sobre los españoles, cuando el problema es la naturaleza del sistema y las soluciones han de venir a través de cambios en el modelo de integración económica, los incentivos que se ofrecen a la gente y las estructuras institucionales. Si hay una cuestión moral debería ser acerca de la moralidad social, de la forma en que funcionan las instituciones, y no acerca de la moralidad personal de los individuos.
P. ¿Qué sentido tiene una moneda con un tipo de cambio fijo, pero tipos de interés variables?
R. El problema es que la zona euro tiene tales diferencias internas que los tipos de interés varían. Pero no solo los tipos de interés: las condiciones de empleo, todo. Y no tiene suficiente integración como para apoyar una moneda común. Y, o empujas para tener mayor integración, o seguirá habiendo desigualdades entre las regiones. Es una elección entre que los más ricos subsidien a los más pobres o que los más pobres sufran. España no tiene herramientas efectivas para cambiar eso como economía nacional dentro de la zona euro.
P. ¿Cree que el euro sobrevivirá?
R. Probablemente. Pero como se ha visto con Chipre, cada vez que hay una crisis surge la posibilidad de que el euro no sobreviva. Creo que sobrevivirá, porque las regiones ricas se han comprometido a salvarlo y lo van a seguir subsidiando. Pero depende de que vuelva el crecimiento. Con otros cinco años así no creo que sobreviva.
P. ¿Puede desaparecer el Estado-nación?
R. A corto plazo, la globalización y las crisis globales refuerzan al Estado-nación, aunque eso no significa que haya unidad nacional dentro del Estado. Hay mayor conciencia de la identidad nacional, pero, al mismo tiempo, para alguna gente, es un problema: la identidad vasca, la catalana, la castellana, la que sea. Y la apelación al Estado-nación se convierte en fuente de tensiones y problemas. La idea de que el Estado-nación iba a desaparecer era un espejismo nutrido en la UE y, hasta cierto punto, en el mundo por las élites que se beneficiaban de viajar, de comprar segundas residencias, que disfrutaban de los beneficios de un sistema global. Europa, la UE, siempre ha funcionado mejor para las elites que para la gente corriente. Cuando llegó la crisis quedó mucho más claro: las diferencias han sido más extremas, y eso recuerda a la gente lo importante que es el Estado. No soy experto en España, pero creo que eso produce, por un lado, una especie de respuesta nacional, y por otro, una tremenda decepción en la nación, porque el Gobierno de España no es capaz de hacer más por los españoles. Y nos encontramos ante el fenómeno de una especie de nacionalismo sin optimismo. Lo opuesto al nacionalismo de hoy en China.
P. Mucha gente creía que con los cambios en China llegaría una revolución, que la gente con dinero exigiría también libertad.
R. Gran parte del proceso de hacerse rico en China empezó como alternativa a la movilización política por la libertad. En los noventa, el Gobierno chino empezó a crear más oportunidades de crecimiento de la economía para canalizar las aspiraciones de la gente, de hacerse más rica en lugar de aspirar a la libertad y a la democracia. Al mismo tiempo, la gente es más libre de lo que era antes, siempre y cuando no toquen ciertas cuestiones, como el poder del Partido Comunista. Pero eso trae gran desigualdad. Ahora, la cuestión para China es, primero, qué hacer con la desigualdad, con el hecho de que la mitad de la sociedad se haya hecho rica y la otra mitad no. Segundo, y esto es una gran cuestión, es que esa forma de hacerse rico produce grandes externalidades, como dicen los economistas. Es decir, las compañías y los accionistas se hacen ricos, pero algunos de los costes se quedan fuera. El gran ejemplo es la contaminación. Hay un problema terrible de contaminación. ¿Va el Gobierno chino a hacer algo? Si no hace nada habrá una revolución, porque la gente quiere respirar. No veo ninguna señal de un movimiento revolucionario, pero sí veo señales de suficiente presión, de suficiente demanda de la gente, para que el Gobierno empiece a hacer algo. Creo que en algunos aspectos es similar en Europa. En Europa la cuestión es cómo reconstruimos las instituciones desmanteladas durante la última generación. Hemos ido reduciendo la regulación, y los Gobiernos tienen ahora dificultades para afrontar los problemas económicos. No tenemos los sistemas de bienestar con que antes compartíamos la riqueza, y, durante la crisis, hemos visto que eso no preocupa a los multimillonarios. Es un desastre. El futuro de Europa depende de que seamos capaces de encontrar una salida a todo eso. Y no sé si seremos capaces. Apostaría antes por China que por Europa.
P. ¿Tienen los Gobiernos que inyectar dinero público para reactivar la economía o no?
R. Los Gobiernos europeos han empeorado la situación, aplicando una política de austeridad en vez de estimular la economía. Pero si quieres inyectar dinero te has de preguntar cómo. Es muy diferente dar dinero a los bancos que construir carreteras o escuelas. Ahora es muy necesario promover el crecimiento. Ha sido necesario durante cinco años. Necesitamos una economía de crecimiento, pero también un ajuste hacia sectores que crean puestos de trabajo. Si el crecimiento se basa en la banca y las finanzas no creará empleo suficiente para resolver el problema del paro juvenil que tiene España.
P. ¿Por qué hay que salvar un banco, pero no una planta de automóviles?
R. Eso nos preguntamos todos. Los bancos fueron salvados por una combinación de buenas y malas razones. La buena es que están tan interconectados que la crisis habría sido mucho peor si no eran rescatados. Pero hay diferentes formas de salvarlos. Y la mala razón es que la gente que tomó la decisión de salvarlos era demasiado cercana a la élite bancaria e hizo cosas que beneficiaban a esa élite. La gran beneficiada del rescate ha sido la gente que tenía mucho dinero en los bancos, que estaba atada al régimen crediticio. Básicamente, hemos evitado que los tenedores de bonos tuvieran que aceptar recortes en sus beneficios. No hemos salvado realmente a la gente corriente.
La sombra del franquismo
Con fama de radical, especialista en ciencias sociales y crítico de las privatizaciones, Craig Calhoun parece mirar mucho más a la izquierda que a la derecha. Aunque advierte de que no es “de ninguna manera” especialista en España, cree ver la sombra de Franco en los actuales problemas. “Después de la Gran Depresión y la II Guerra Mundial, los grandes países pusieron en marcha instituciones sociales para compartir los recursos y mitigar la desigualdad”, explica. Hasta que llegó la crisis del petróleo “y empezamos a ver una creciente dependencia de las finanzas y dejamos que las manufacturas se fueran a Asia, y llegaron las burbujas inmobiliarias”. “España es un caso particular y, en ciertos aspectos, extremo de todo eso, porque la muerte de Franco y la transición a la democracia coincidió con eso”, advierte. “La entrada de España en la nueva situación global tras un periodo de semirreclusión, con instituciones de alguna forma más débiles y con la apertura a ese régimen altamente financiero que estaba llegando, derivó en una especie de boom durante un tiempo muy bueno. Pero ahora sabemos lo frágiles que eran los cimientos. Y esa fragilidad tiene mucho que ver con el hecho de que el dinero con el que se hizo todo era sobre todo dinero prestado, deuda, y no había creado una industria productiva en mucho tiempo”. “Muchos españoles de clase media se hicieron mucho más ricos en ese periodo. Pero en todo el proceso había vulnerabilidades que no se habían previsto y que solo se han visto en los últimos cinco años”.
Fuente: El País. http://economia.elpais.com/economia/2013/05/03/actualidad/1367593325_500332.html
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