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miércoles, 2 de mayo de 2018

“Existe una verdad periodística” Soledad Gallego-Díaz defiende el oficio como principal soporte de la democracia.


Soledad Gallego-Díaz (Madrid, 1951) se dio ayer cuenta de que lleva muchos años en el oficio y de que ha tenido “mucha suerte” al trabajar en lo que le gusta. Convencida de que el periodismo tiene “una función social imprescindible para las democracias avanzadas”, defiende a capa y espada la “verdad periodística”. “El periodismo trata de hechos, no de opiniones. Consiste en contar hechos y a partir de ahí formular opiniones. Los hechos tienen una verdad demostrable y no existen verdades alternativas ni hechos alternativos”. En un momento en el que proliferan los bulos y las mentiras fabricadas para moldear las opiniones, Gallego-Díaz sostiene que nada desprestigia más el oficio que la oleada de noticias falsas y considera que la manera de luchar contra este fenómeno es “el periodismo independiente”. Contraria a legislar contra las fake news, aboga por la transparencia para saber de dónde salen, quiénes las financian y cómo se distribuyen.

“Estamos”, dice, “en un momento muy interesante. Hoy existen grandes posibilidades gracias a los medios técnicos, pero estos medios entrañan una serie de peligros”. Y uno de esos riesgos es confundir el periodismo con la comunicación. “El periodismo exige cumplir una serie de reglas. Es quizá menos brillante que la comunicación pero es más importante para el desarrollo de la democracia”. Después de años de crisis, en los que los reporteros han contado lo mal que vivía la gente, cree que ha llegado el momento de contar cómo viven “los superricos”.

Vinculada a EL PAÍS, durante casi cuatro décadas, Gallego-Díaz ha sido corresponsal en Bruselas, París, Londres, Buenos Aires y Nueva York, además de Defensora del lector. Actualmente escribe un artículo semanal, es analista de la cadena SER y socia de Ctxt. Sus inicios profesionales discurrieron en la agencia Pyresa y ayer quiso rendir homenaje a aquellos profesionales, “extraordinariamente valientes”, que en países como México o Guatemala se juegan la vida por contar “las cosas que pasan” en circunstancias difíciles. Del trabajo del que se siente más orgullosa, con el que más ha disfrutado y en el que más pasión ha volcado es el de la construcción europea. “La UE es un proyecto decisivo. Ha cometido errores y a veces tiene atracones de ideología que le producen enfermedades, pero es el mecanismo más inteligente para hacer frente al futuro”.

https://elpais.com/elpais/2018/04/03/opinion/1522779450_614829.html

lunes, 25 de julio de 2016

Frente al sursumcorda. El problema no son las abstenciones en la constitución de la Mesa del Congreso, sino que se pretenda mantener el voto secreto y confundir a los ciudadanos.

Ahora que los planes de estudio ya no incluyen la asignatura de Historia de la Filosofía asombra acordarse de la cantidad de ideas que aquellos libros de texto dejaron en las cabezas de los estudiantes. Por ejemplo, aquello que decía Platón de que la astucia es solo la mímica de la sabiduría y que lleva muy fácilmente a la bellaquería.

Astucia es lo que dicen que desplegaron algunos parlamentarios en la votación de la Mesa del Congreso ocurrida esta semana. El problema no es que algunos se abstuvieran -allá cada partido con sus análisis y sus necesidades-, sino que pretendan mantener su voto en secreto y confundir a los ciudadanos.

El secreto en el voto parlamentario se ideó para proteger la independencia del diputado, es decir para que pueda romper la disciplina de partido, si su conciencia lo exige. Responde a la idea de que los diputados no están ligados a un mandato partidista, como demuestra que, según la Constitución, pueden abandonar su grupo sin perder el escaño.

Así que el secreto en el voto no se pensó nunca como un método para reírse de los ciudadanos ni para engañarles. Ocultar quienes fueron los 10 diputados nacionalistas e independentistas que, por instrucciones de sus partidos, votaron a favor del PP en la configuración de la Mesa del Congreso no es una astucia, sino una bellaquería, que dirían los griegos.

¿Una cosa fea, pero sin importancia? Según se mire, porque hay tal cantidad de cosas “feas” que pululan en la práctica de la política y a las que no se les da la menor importancia que puede ser que se nos haya nublado la vista y ya no seamos capaces de distinguir entre banalidades y ruindades. Al día siguiente del voto secreto de los diez diputados, el consejero de la Generalitat Oriol Junqueras pretendía mantener en secreto su entrevista con la vicepresidenta en funciones para acordar la renovación de un tramo de la deuda de la Generalitat. “Ni confirmo ni “desconfirmo”, dijo, como si fuera banal ocultar una entrevista que es perfectamente legítima y como si su actitud no implicara la voluntad de confundir.

Puesto a tener la vista nublada, habrá que recordar que va empezar una nueva legislatura en la que, según todos los cálculos, va a gobernar el mismo partido que acabó la legislatura anterior con la acusación de haberse financiado ilegalmente

Va a empezar la legislatura con un Congreso presidido por una ex ministra que cree, asombrosamente, que los gobiernos en funciones no están sometidos a ningún control parlamentario.

Con una ley de Seguridad Ciudadana que, en solo un año, ha impuesto 40.000 sanciones administrativas, entre ellas 6.217 multas a ciudadanos por “faltar el respeto” a agentes del orden, lo que en algunos casos significa sacar una foto a un coche de policía mal aparcado, en otros, filmarles cuando atosigan a un vendedor ambulante y en otros, finalmente, escribir en Facebook que los policías de tu pueblo son unos vagos. Al editorialista de The New York Times no le pareció que el ministro del Interior, promotor de la ley, fuera astuto, sino que, habiendo leído seguramente a Platón, lo situó como un peligro para la democracia y para la libertad de expresión.

Va a empezar la legislatura con la extendida práctica en el partido de gobierno de negar la evidencia sin el más mínimo sofoco y en todas las ocasiones en que haga falta: frente a los propios electores, frente a la oposición, frente a la Unión Europea y frente al sursumcorda. Y con la extendida creencia por parte de demasiados políticos de la oposición de que no se puede hacer nada para evitarlo y que negar y disfrazar la verdad es un juego sin consecuencias. ¿Banalidades?

http://elpais.com/elpais/2016/07/22/opinion/1469180334_912202.html

lunes, 27 de junio de 2016

Los jóvenes austriacos de 16 años. Austria, país que rebajó en 2008 la edad para votar, ha estado a punto de elegir a un presidente xenófobo, Norbert Hofer Otros

Las recientes elecciones presidenciales austriacas han sido ya casi olvidadas: finalmente, y por una pequeña diferencia, el candidato verde, apoyado por socialdemócratas y democratacristianos, consiguió derrotar al candidato de la extrema derecha, y buena parte de Europa se sintió aliviada. Esta vez se había conjurado el peligro de tener que convivir con un país miembro de la UE presidido por un extremista xenófobo y racista. Ya durante los años ochenta Austria eligió presidente a Kurt Waldheim, pese a que se había hecho público su pasado como oficial alemán durante la II Guerra Mundial y se sospechaba que podía haber participado en crímenes de guerra en la terrible ocupación de Salónica (Grecia), de donde fueron deportados 60.000 judíos, en su mayoría sefardíes, que nunca volvieron.

El caso, con todo, era distinto, porque Waldheim, ese mismo Waldheim nazi y posible asesino de guerra, acababa de dejar la secretaría general de la ONU después de ejercerla de 1972 a 1981, sin que nadie se hubiera molestado en investigar su pasado. Sea como sea, Austria se encontró bastante aislada y el presidente Waldheim, pese a su exquisito lenguaje diplomático, solo fue invitado a un país europeo: Ciudad del Vaticano.

En esta ocasión, hubiera sido más complicado: ¿Cómo relacionarse con un presidente, sin antecedentes penales, pero abiertamente racista? Porque el caballero sonriente y de suave lenguaje que aparecía en las fotos, Norbert Hofer, de 45 años, es también un tipo que quiere echar de Austria a todos los musulmanes, al que le gusta llevar una pistola Glock bajo la chaqueta y que disfruta compartiendo con sus hijos prácticas de tiro. El mismo que “comprendió” que haya aumentado el número de licencias de armas en Austria “dadas las actuales incertidumbres”.

Pasaron las presidenciales y todo pareció ya tranquilo. Pero no debería ser así. Austria tiene algunos elementos que la hacen digna de un estudio más detallado. Por ejemplo, es el primer país de Europa en el que se bajó la edad del voto, en todo tipo de elecciones, de 18 a 16 años. En los comicios de 2008 votaron por primera vez 200.000 jóvenes de 16 y 17 años y se supone que en estas elecciones la cifra habrá sido parecida. Sería realmente interesante llegar a saber qué votaron exactamente esos cuasi adolescentes, cuántos se sintieron atraídos por el mensaje de Hofer y por el del principal líder de su partido, Heinz-Christian Strache, de 57 años, un dirigente al que le gusta mucho rodearse de militantes muy jóvenes.

Interesa también, y mucho, analizar la reacción de la UE ante lo ocurrido. En 2000, cuando el OVP, partido democratacristiano de Wolfgang Schussell, aceptó formar Gobierno con el Partido de la Libertad (dirigido entonces por el famoso Jorg Haider), hasta José María Aznar se unió a quienes dentro del Partido Popular Europeo pedían que se castigara con la expulsión cualquier alianza con fascistas. En esta ocasión, la reacción ha sido casi nula. De la primera a la segunda vuelta de la presidenciales, portavoces de la UE se negaron a “comentar asuntos internos de un país miembro” (como si nadie recordara lo sucedido en la Grecia de Syriza). “Al fin y al cabo, Tsipras nunca propuso llevar pistola ni poner vallas alrededor de la UE”, ironizan un pequeño grupo de europarlamentarios que sí protestó por tanta hipocresía. Ya nadie recuerda que la UE nació como producto de ideales antifascistas. Nadie recuerda el Manifiesto de Ventotene inspirado por Altiero Spinelli. Porque si alguien lo volviera a leer, se quedaría asombrado de semejante pasividad.

https://federalistainfo.files.wordpress.com/2012/10/manifesto1941es.pdf

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/05/27/actualidad/1464360375_608065.html

lunes, 18 de enero de 2016

¿Quién teme unas nuevas elecciones?

A la vista de lo sucedido en Cataluña, parece que el elemento principal para que un partido en minoría acepte un acuerdo de gobierno con otro es el coste que le puede reportar unas nuevas elecciones. Las opciones que tomen los distintos grupos en los próximos días en el escenario político español se mueven en esas mismas coordenadas.

¿Le interesan unas nuevas elecciones, por ejemplo, al Partido Popular o a Mariano Rajoy? No es su peor opción, aunque no puede esperar más que una ligera mejora. Obviamente, al PP le interesa más llegar a un acuerdo con el PSOE y Ciudadanos. Es mucho suponer, sin embargo, que esté dispuesto a renunciar, a cambio, a buena parte de las reformas que ha ido aprobando en los últimos cuatro años. A la hora de negociar, la cosa se le pondría difícil. Es más probable que el PP aceptara sustituir a Rajoy (compensándole con el control del partido) y abrir el debate constitucional que cambiar radicalmente sus políticas. Así que el PSOE, una vez metido en negociaciones, tendría grandes dificultades para cumplir una parte sustancial de su programa socialdemócrata.

En cualquier caso, Pedro Sánchez parece dispuesto a resistir. Su mejor opción es un acuerdo con Podemos, que aglutine a otros pequeños grupos, y le dé el Gobierno de la nación, imprescindible para consolidarse como líder socialista. Es evidente que no todo su partido le acompaña, pero los secretarios generales socialistas disponen de más capacidad de maniobra de lo que se cree. Incluso si el acuerdo “de izquierda” fuera imposible, el PSOE podría batallar en una nueva campaña, demostrando que los socialistas no cedieron ante la derecha y que si no existe gobierno de izquierda es responsabilidad de Podemos.

Los críticos de Sánchez no tienen garantizado que puedan echarle antes de unas nuevas elecciones, porque lo lógico sería que no se convocara el congreso del partido, sino unas nuevas primarias para candidato presidencial. Sánchez volvería a presentarse y cualquier otro candidato estaría sometido, inevitablemente, a la sospecha de encarnar la “gran coalición”.

¿Y a Podemos? Sus primeras declaraciones parecen indicar que mira con buenos ojos unas nuevas elecciones, aunque algunos creen que su anhelo más escondido es que el PSOE permita un nuevo gobierno conservador. Es posible que el entorno de Pablo Iglesias confíe todavía en que las presiones sobre Sánchez le hagan cambiar de posición y que por eso continúa con su estrategia de ataque. Será interesante saber cómo reacciona si Sánchez demuestra que es capaz de resistir y le presenta un acuerdo social y de regeneración institucional.

Unas nuevas elecciones no ofrecen un beneficio tan evidente como pregona Podemos. Es cierto que Iglesias mantiene una fuerte alianza con Ada Colau (la alcaldesa de Barcelona es quien ha fulminado todas las pequeñas revueltas izquierdistas que se dibujaron en Podemos) y que tampoco existen problemas con Compromís, pero las relaciones con las Mareas gallegas se han complicado a cuenta de los grupos parlamentarios y del referéndum de autodeterminación, curiosamente más exigido como línea roja por los gallegos que por la propia Colau.

Albert Rivera, por último, tampoco es un entusiasta de nuevos comicios. Por el momento, se mueve con bastante habilidad, hasta el punto de conseguir un protagonismo insospechado en la elección del presidente del Congreso. Rivera se las arregla bien para colocarse en un pretendido “centro” que solo puede rendirle beneficios a medio plazo. A corto, sin embargo, no se vislumbra una mejora de Ciudadanos, así que probablemente esté tan interesado como Sánchez en lograr que se forme gobierno. El que sea, debe pensar Rivera.
SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 17 ENE 2016.

http://elpais.com/elpais/2016/01/15/opinion/1452884124_956931.html

jueves, 14 de enero de 2016

La furia del hombre paciente. El enfado de Susana Díaz y de otros barones estalló en el Comité Federal. El principal objetivo es ya desalojar a Pedro Sánchez del partido, del Gobierno, de la oposición y de donde haga falta

La estructura del PSOE parece decidida a acudir a unas nuevas elecciones y con un nuevo candidato/a a presidente del Gobierno. Un sector andaluz pretende incluso que se retrase todo lo posible la investidura de Mariano Rajoy para ganar tiempo y poder celebrar antes el congreso de partido. La recién elegida nueva secretaria general daría su apoyo condicionado a Rajoy durante dos años. El actual secretario general y reciente candidato, Pedro Sánchez, intenta evitar los dos escenarios por todos los medios, pero cuenta con pocas fuerzas, entre ellas unos diputados que ven con asombro que pueden tomar posesión del acta y verse sin escaño y expulsados de las listas dos meses después.

Es todo tan extraño que la situación solo encuentra explicación en rencores y desafíos. Para quienes siguieron con interés al PSOE durante décadas, solo cabe recurrir a libros de historia que expliquen anteriores periodos de confusión. Para quienes le votaron el 20-D, probablemente solo quepa enojo y rabia. Como afirma Patxi López “el PSOE está dando un espectáculo lamentable”.

El relato socialista comienza, dicen algunos, hace año y medio, cuando Susana Díaz y un grupo de barones apoyó a Pedro Sánchez como secretario general del partido, con la condición de que no se considerara candidato a la presidencia del Gobierno en las elecciones que tendría que convocar Mariano Rajoy en poco más de un año. Según ese relato, Sánchez ignoró ese acuerdo y en solo mes y medio tomó la iniciativa y anunció que se presentaba a la nominación como candidato presidencial socialista. A partir de ahí, el enfrentamiento fue total.

El relativo mal resultado electoral del PSOE pareció dar nuevos argumentos a los detractores de Sánchez, dispuestos en el mejor de los casos a dejarle como jefe de la oposición (dado que ninguno de los barones, empezando por Susana Díaz, es diputado en Cortes) mientras se organizaba la elección de un nuevo candidato y se provocaban nuevas elecciones. Una vez más, Pedro Sánchez tomó la iniciativa: no aceptaría ser jefe de la oposición absteniéndose frente a un Gobierno Rajoy e intentaría negociar con Podemos para alcanzar, él mismo, la presidencia del Gobierno. Si lo lograba, tendría garantizada su supervivencia política y la dirección del PSOE.

El enfado de Susana Díaz y de otros barones estalló en el comité Federal. El principal objetivo es ya desalojar a Pedro Sánchez del partido, del Gobierno, de la oposición y de donde haga falta. Algunos barones han enfriado su posición, a la vista de la furia y del encono personal con el que Díaz plantea ese relevo, pero aun así son bastantes los que trabajan en esa dirección. Para este sector del PSOE, lo primero es barrer a Sánchez y a su equipo, nombrar a otro secretario general, a otro/a candidato a presidente de Gobierno, ahora o dentro de un tiempo, y a otros diputados que integren el futuro grupo parlamentario. Y a partir de ahí, ya se verá.

Seguramente es cierto que todo lo que ocurre en el PSOE viene de lejos, de un deterioro largo y acentuado. Seguramente, nada de esto se explica sin conocer los resultados de Podemos y sin saber que el partido de Pablo Iglesias, que ayudó a investir a los presidentes socialistas de Asturias y de Extremadura, acaba de echar por tierra sus presupuestos autonómicos y que plantea negociaciones inflexibles, como son siempre las que se desarrollan entre grupos próximos ideológicamente. Nada de eso evita, sin embargo, el asombro por el feroz enfrentamiento interno y por la pérdida del sentido de la realidad de unos dirigentes que creen que, de un mes para otro, pueden cambiar de propuestas. En lugar de revolcarse en su furia, podrían recordar el dicho del poeta latino “Cuídate tú de la furia del hombre paciente” (el elector)


http://elpais.com/elpais/2015/12/30/opinion/1451500807_622757.html

martes, 13 de octubre de 2015

La extravagante idea de atender a los ciudadanos. Propuestas que en 1970 eran parte de un proyecto socialdemócrata nada revolucionario se han convertido hoy en ideas que se consideran radicales e irrealizables.

Bernie Sanders, el político norteamericano que inesperadamente ha saltado al ruedo como aspirante a la nominación demócrata, estuvo en 2010 más de ocho horas seguidas hablando en el Senado contra una ley que implicaba bajar los impuestos a quienes ingresaban más de 250.000 dólares anuales. En lugar de atraer la atención de Hollywood —James Stewart protagonizó en 1939 Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington) sobre un acto de filibusterismo parecido, película que, todo sea dicho estuvo prohibida en la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler y la España de Franco, hasta 1949—, Sanders fue duramente atacado. Pero algo cambió, porque el poco conocido senador de Vermont, asimilado al radicalismo de izquierda, atrajo la atención de los ciudadanos y sentó las bases de su nuevo y sorprendente recorrido. Su lema es una frase repetida cien veces: “No creo que sea una terrible idea radical decir que alguien que trabaja 40 horas a la semana no debería vivir en la pobreza”.

Lo llamativo del caso de Sanders, como el de Corbyn, en Gran Bretaña, es que si se analizan sus propuestas sociales (dejando al margen sus ideas en política exterior) se comprueba que lo que defienden hoy día es prácticamente igual a lo que formó parte de la corriente central del pensamiento del Partido Demócrata de Lyndon B. Johnson o del Partido Laborista, no ya de Clement Attlee, en los años 50, sino de Harold Wilson, en los 70. Propuestas que en 1970 eran parte de un proyecto socialdemócrata nada revolucionario se han convertido hoy en propuestas que se consideran radicales e irrealizables.

Lo curioso es que, aun hoy, cuando se pregunta a los ciudadanos, incluso en un país como Estados Unidos, la aplastante mayoría conecta con esas ideas: las corporaciones económicas tienen demasiado poder (74%); los bancos demasiado grandes deberían ser troceados (58%); los más ricos no pagan los impuestos que debieran (79%); los trabajadores necesitan estar mejor defendidos (70%); la creciente desigualdad es nociva. Según una reciente encuesta del Pew Center, por primera vez en la historia de Estados Unidos, la palabra “socialismo” provoca una visión positiva para el 49% de los menores de 30 años.

La única conclusión posible es que laboristas británicos, demócratas norteamericanos y socialdemócratas en general han estado muchos años a la defensiva, sin sangre en las venas, como aseguraba Tony Judt, aplastados por la propuesta de la derecha de que el incremento desproporcionado de la desigualdad no tenía la menor importancia, mientras todo el mundo disfrutara de crédito para financiar su consumo.

“Que las políticas atendieran a las preferencias de los ciudadanos parecía extravagante”, escribió José María Maravall (Las promesas políticas, 2013). En Estados Unidos, la mayoría de la población comenzó a pensar que su gobierno y su parlamento habían sido capturados por los poderosos. En Europa, la población empezó a no saber a quién podía pedir responsabilidades: ¿a su Gobierno? ¿A la Unión Europea?

Repentinamente, en Europa y en Estados Unidos asoman personalidades y movimientos políticos que reclaman la centralidad de esas ideas básicas: “Quien trabaja 40 horas a la semana no debería ser pobre”, “quien no tiene trabajo, sigue teniendo derechos sociales”. Casi todo lo que se hace desde hace muchos años, se lleva a cabo en contra de las opiniones públicas o gracias a su ignorancia premeditada, con argumentos tecnocráticos. “La democracia representativa se socava cuando los ciudadanos votan, pero apenas deciden”, termina su libro José María Maravall. “En mayo de 1968 se reclamaba: “sed realistas, pedir lo imposible”. Hoy día, por el contrario, se descalifican como irrealistas medidas que sí son posibles”. Y necesarias, querido profesor Maravall.
solg@elpais.es

http://elpais.com/elpais/2015/10/09/opinion/1444402505_828524.html

domingo, 24 de mayo de 2015

Admirables. La cultura anglosajona resalta las reglas básicas de toda actividad para no olvidarlas. Y eso vale también a la hora de gobernar

La cultura anglosajona tiene una tendencia muy sensata a recordar de vez en cuando los puntos más elementales de cualquier actividad, oficio o profesión. Un observador ajeno a esa cultura se puede quedar algo perplejo cuando en una reunión de expertos el ponente plantea inicialmente, con toda naturalidad, el abecé del tema a tratar, lo que se supone que se debió aprender en el primer día del primer mes del primer año de formación. Pero, si el observador no es demasiado arrogante, enseguida comprende la utilidad de repetir aquellas notas que permiten recordar de qué se trata todo el asunto, su sentido o razón de ser, es decir, aquello que se suele olvidar en cuanto se profundiza en complejidades.

Así que recurramos a la Guía del Buen Gobierno Local elaborada por la Asociación Municipal del Estado de Victoria, el más pequeño, pero el más densamente poblado de Australia. El abecé municipal australiano (muy útil, al margen de las competencias concretas de cada Ayuntamiento del mundo) empieza así: el Gobierno local tiene la obligación de informar, explicar y responder por las consecuencias de las decisiones que toma en nombre de la comunidad que representa. Las personas deben ser capaces de seguir y entender el proceso de toma de decisiones. Esto significa que tienen que ser capaces de ver con claridad cómo y por qué se tomó esa decisión —qué información, qué asesoramiento y qué consultas se efectuaron— y qué requisitos legislativos hubo que cumplimentar.

Parece que se empieza siempre por ahí: transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad del equipo municipal, con su alcalde a la cabeza, respecto a las decisiones que se adoptan y sobre sus consecuencias.

La segunda letra del abecé indica que el Gobierno local está obligado a atender las necesidades de la comunidad entera, guardando el equilibrio entre los distintos intereses en juego. Los distintos sectores de la comunidad deben sentir que han sido escuchados y que sus intereses fueron tomados en consideración, sean finalmente respetados totalmente, solo en parte o rechazados. Todos los grupos, y en particular los más vulnerables, deben tener la oportunidad de exponer sus razones. Es decir, el Gobierno local debe ser equitativo e inclusivo, de manera que ningún sector se sienta menospreciado o no escuchado.

Tercera letra: el Gobierno local debe hacer un seguimiento de las consecuencias de las decisiones que adopta a fin de poder evaluar si se alcanzan los objetivos planteados o en qué grado se cumplimentan.

Existe un cuarto elemento básico: el Gobierno municipal debe ser participativo. Cualquier persona afectada por o interesada en una decisión debe tener la oportunidad de participar en el proceso de toma de esa decisión. Se puede lograr de distintas maneras: asegurándose de que se les hace llegar la información necesaria, facilitando instrumentos para que se les pregunte su opinión o para que tengan la oportunidad de realizar sus recomendaciones o, incluso, incorporándoles a la toma de decisiones efectiva.

Finalmente, dice la guía australiana, conviene recordar que el alcalde, o alcaldesa, tiene una influencia considerable en el establecimiento de las normas de buena conducta y ética de los miembros del consejo. Como líder del gobierno municipal tienen un papel primordial en la vigilancia de su conducta.

¿A que resulta fácil ir hoy a votar y cumplir con el primer deber ciudadano?
El País.  24 MAY 2015 - 

jueves, 16 de abril de 2015

_- Los inesperados debates de la vieja señora. El Banco de Inglaterra promueve animadas discusiones sobre la creciente desigualdad

_- El Banco de Inglaterra, también conocido como la Vieja Señora de Threadneedle Street, tiene fama de hacer cosas inesperadas.
No respecto a la política monetaria (Gran Bretaña siempre ha estado fuera del euro), sino en otras esferas. Su actual gobernador, por ejemplo, seleccionado entre varios candidatos, se llama Mark Carney, tiene 50 años y, por primera vez en la historia, no es británico, sino canadiense. Cuando le nombraron, hace ya dos años, aseguró que proporcionaría estímulos a la economía británica para favorecer el crecimiento y que no cejaría hasta que el paro se situara por debajo del 7% (en febrero pasado fue del 5,7%). Además, no para de criticar la política económica europea.

En cualquier caso, con Carney o sin él, el Banco de Inglaterra llama casi siempre la atención por su abierto interés por el debate intelectual y político (casi como el Banco de España, ¿no?). Hace pocos meses convocó un seminario con el economista francés Thomas Piketty e invitó a un buen grupo de profesores británicos a discutir sobre la desigualdad. Un amplio resumen puede leerse en el Quarterly Bulletin 2015 de la entidad.

Una de las conclusiones más compartidas por los invitados fue que el acceso a una educación de calidad y gratuita es uno de los elementos fundamentales para impedir la desigualdad.
Educación de calidad de tres a cinco años, porque, según los profesores Blundell y Attanasio, que presentaron numerosos datos de Reino Unido, existe una estrecha relación entre el grado de desarrollo cognitivo de un niño o niña de cinco años y su vida posterior como adulto. Otros participantes criticaron duramente el sistema educativo universitario norteamericano, que está estrechamente vinculado con el aumento de la desigualdad en la sociedad estadounidense. El acceso igualitario (gratuito y muy amplio) a la educación universitaria, consensuaron, es fundamental en ese deseo de alcanzar un mayor equilibrio.

Los profesores también están muy de acuerdo en que hay que imponer altos impuestos en las herencias.
No se trata de que unos padres no puedan dejar un piso, o unos ahorros limitados, a sus hijos. Se trata de que, a cuenta de ese deseo, bastante natural, se han dejado de gravar fuertemente herencias que han alcanzado volúmenes exagerados, en algunos casos abrumadores. No hay nada que justifique que las nuevas generaciones no arranquen de un nivel más parecido, coincidieron.

En general, los asistentes se mostraron bastante de acuerdo en que los sistemas tributarios se basan fundamentalmente en la noción de que los ricos aceptan los impuestos a cambio de que se garantice el derecho a la propiedad.
Parece un acuerdo razonablemente honesto, pero el trato puede quedar en peligro si se produce una desigualdad exagerada, puntualizó el profesor Besley. Es lo que está ocurriendo en Estados Unidos, cuyo nivel de desigualdad no puede ser atribuido a la globalización, porque esa misma globalización no ha tenido el mismo efecto en Alemania, por ejemplo, que hasta ahora es mucho más igualitaria.

Uno de los intervinientes, profesor Lindert, explicó que no siempre la igualdad es producto de una política tributaria determinada. Hay casos que se deben más bien a “accidentes históricos”.
Por lo que se ve, algunas sociedades asiáticas presentan situaciones más igualitarias que otras, antes incluso de tomar en cuenta los impuestos, por alguno de esos “accidentes”. Un ejemplo seria Taiwán, que se mantiene cerrada a la inmigración (lo que hace que los salarios más bajos se mantengan inesperadamente altos) y que, al mismo tiempo, tiene un sistema educativo exitoso.

Buena parte del debate celebrado en el Banco de Inglaterra sería perfecto para ser trasladado a España, antes de que se celebren las elecciones municipales y autonómicas. Sería muy instructivo saber qué piensan, por ejemplo, los candidatos a presidentes de las comunidades de la educación de tres a cinco años, o de la gratuidad y alcance de la educación universitaria, porque de ellos va a depender, al menos en parte, ese apartado.
¿Tienen algo que decir los candidatos a alcaldes sobre los impuestos locales a las herencias? Recuerden lo que dicen los sabios: no se traguen el cuento de que se trata de defender el piso de sus hijos. Ni por asomo.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/04/02/opinion/1427992261_605151.html

lunes, 23 de marzo de 2015

¿Quién dijo miedo? Los ocho condenados a tres años de cárcel no amenazaron a los diputados catalanes ni ejercieron fuerza física

El Tribunal Supremo anuló esta semana una sentencia de la Audiencia Nacional y condenó a tres años de cárcel a ocho personas por un delito contra las instituciones del Estado. Las ocho participaron en la manifestación del 15 de junio de 2011 ante el Parlamento de Cataluña, bajo el lema “Aturem el Parlament. No deixarem que aprovin retallades” (Paremos al Parlamento. No dejaremos que aprueben recortes), que finalizó con incidentes.

¿Qué hicieron exactamente estos ocho jóvenes? ¿Conspiraron para asaltar el Parlamento catalán? ¿Agredieron a los diputados? ¿Les amenazaron con piedras, palos o pistolas? ¿Les dijeron que iba a darles un puñetazo? ¿Ejercieron la fuerza física contra ellos? No. Absolutamente nada de todo eso. Eran jóvenes que no formaban parte de un grupo organizado; participaban en una manifestación y, según la sentencia ha dejado claramente establecido, “levantaron los brazos”, “agitaron las manos abiertas”, “gritaron”, “siguieron” “recriminaron”, “dijeron” y “corearon”. Uno de ellos desplegó una pancarta y otro manchó con un espray la chaqueta de una diputada. Olga Álvarez, Rubén Molina y Carlos Munter, por ejemplo, “recriminaron las políticas de recortes y dijeron a un parlamentario que no les representaba”. Ciro Morales fue “una de las personas que rodearon a otro parlamentario, coreando lemas”.

Esos son los únicos hechos probados. Y, sin embargo, merecen nada menos que tres años de cárcel, una pena que implica que los acusados, ciudadanos españoles sin antecedentes penales, trabajadores sociales, estudiantes, parados o empleados precarios, deben ingresar en prisión. Tres años de cárcel, según el mismo Tribunal Supremo que en 1982 condenó con esa misma pena a dos de los capitanes que participaron en el asalto armado al Congreso de los Diputados o que estimó que bastaba con un único año para los seis tenientes que les acompañaron.

Todo estriba en la interpretación del artículo 498 del Código Penal que dice que serán castigados con pena de prisión de tres a cinco años los que emplearen fuerza, violencia, intimidación o amenaza grave para impedir que un parlamentario asista a sus reuniones (…).

La Audiencia y el voto particular formulado por el magistrado del Supremo Perfecto Andrés interpretan que agitar las manos abiertas, levantar los brazos o gritar no supone “fuerza, violencia, intimidación ni amenaza grave”. Es posible que en algunos momentos de la manifestación algunos parlamentarios se sintieran atemorizados, pero, en concreto, estos ocho procesados no hicieron nada que pudiera considerarse una amenaza, es decir, el anuncio de un mal o peligro grave. Por el contrario, la Audiencia aseguró que cuando algunos sectores de la población están en una situación de grave vulnerabilidad (los recortes supusieron un hachazo en las prestaciones sociales) y sufren un déficit material de representatividad, “porque no pueden hacer trascender su indignación y su explicable malestar en los medios de comunicación ni privados ni estatales”, no les queda otra posibilidad que el recurso al derecho constitucional de manifestación en la calle.

Perfecto Andrés, por su parte, afirma que no se trata de disculpar las acciones contempladas o privarles de significación. Pero no existe el requisito de ejercer “fuerza” sobre los parlamentarios. La intimidación, explica, supone inducir temor de una intensidad tal que obligue al afectado a modificar su comportamiento, algo que tampoco ocurrió. El Supremo, por el contrario, considera que “interponerse en el camino de dos diputados que solo pretendían acceder al órgano en el que habían de desplegar su función representativa, y hacerlo con los brazos en cruz, supone ejecutar un acto intimidatorio”.

¿Qué ha pasado en la sociedad española para que conductas como las que se describen se consideren tan graves que requieran un castigo tan severo? Quizás el miedo no sea lo que afligió a los diputados del Parlamento catalán, sino lo que está tomando al asalto en los últimos meses a todo el ordenamiento jurídico español. Quizás se tema que la desigualdad galopante termine por generar violencia (algo que no suele ocurrir con la pobreza). Quizás se pretenda desplegar todo un violento arsenal intimidatorio frente a los ciudadanos, a fin de advertirles y avisarles del mal o peligro grave que, al más mínimo gesto, les acecha. A ellos, no a los diputados.
 22 MAR 2015 -
http://elpais.com/elpais/2015/03/20/opinion/1426869530_962946.html

miércoles, 11 de febrero de 2015

Cambiar ‘hombres de negro’ por historiadores. Lo importante no es calcular la deuda, sino las fuerzas que se desencadenan sin nadie pretenderlo

Filósofos e historiadores aconsejan vivamente abandonar la idea de que hay algo liberador en las experiencias extremas, la creencia de que esas situaciones permiten ver la auténtica realidad o verdad. Olvídense, advierte, preocupado, Slavoj Zizek: esa idea lo que suele llevar dentro es el terror.

Así que hagamos caso a filósofos e historiadores y pensemos cómo alejar a Europa de situaciones extremas, cómo impedir que nuestros técnicos, expertos y economistas vuelvan a calcular mal y a lanzarnos alegremente a esas auténticas verdades que tanto les satisfacen. No es posible renegociar deudas, no entra en nuestros cálculos. Quizás, pero lo realmente importante no es eso, sino si esos expertos son capaces de calcular bien lo que son las dinámicas políticas o si están en las nubes numéricas y no saben nada de cómo se complica la historia, de cómo los movimientos producen fuerzas, de la facilidad con la que se malinterpreta lo que el otro piensa y el conjunto de fuerzas que se desencadena sin que nadie lo espere. De lo fácil, y lo estúpido, que es malinterpretar la dinámica griega y pensar que basta con asustarles un poco. De lo torpe y peligroso que puede resultar hacer caso a los presuntuosos técnicos que creen que no pasaría nada si Grecia saliera del euro, porque ahora sí que es perfectamente posible evitar el contagio a otros países.

Un estudio publicado este año en Estados Unidos demuestra que hasta fines de los setenta las menciones a historiadores y a economistas en los medios de comunicación americanos estaban más o menos empatadas. Incluso se sacaban a relucir citas de psicólogos, sociólogos, antropólogos y demógrafos. Pero en los años ochenta del siglo pasado las cosas empezaron a torcerse y para 2011 las diferencias eran ya abismales. Los economistas barrían y los pobres historiadores casi desaparecían.

Afortunadamente, en los últimos tiempos parece que algunos economistas empiezan a fijarse en los historiadores. Lo hace Thomas Piketty, pero también Kenneth Rogoff, que es catedrático de Economía y de Políticas Públicas en la Universidad de Harvard. Rogoff está empeñado en pedir un plan B para Grecia, una idea que parece sacada de los libros de historia de entreguerras. Rogoff, en un artículo publicado en Project Syndicate, insiste en que no se puede ignorar el significado de la victoria de Syriza y mucho menos olvidar que Estados Unidos creyó que no pasaba nada por dejar que cayera Bear Stearns y pocos meses después tenía entre manos la segunda Gran Depresión.

Mejor que sean políticos versados en historia quienes negocien tanto en Grecia como en la Unión Europea. Tiene razón Alexis Tsipras en negarse a negociar con la troika y en pedir hablar directamente con los jefes de Gobierno (algo que, por lo que parece, iba a suceder de todas formas porque el FMI ya no tiene tantas ganas de protagonismo europeo). La troika (técnicos del FMI, BCE y Comisión Europea), con sus hombres de negro, ha actuado, escribe Der Spiegel, como una especie de barrera entre las decisiones de la Unión Europea y los efectos, demoledores, de esas políticas. Mejor que hablen directamente personas que valoren la importancia de no colocar a nadie ante experiencias extremas y que sepan a qué se refiere Yanis Varufakis, el ministro griego de Finanzas, cuando recuerda que cuando regresa a su casa, tras las rondas de fracasadas negociaciones, se encuentra con un partido nazi que es la tercera fuerza política en su país.

Rogoff comprende que también hay que saber calcular la fuerza de las razones y de la intransigencia de los alemanes, pero, tomando en cuenta todo, le parece más sensato preparar un plan B que incluya concesiones para la parte más débil. Y los más débiles, como es evidente, son los griegos. Lamentablemente, no parecen vislumbrarse, por el momento, las alternativas. Más bien centellea en el aire el látigo del Banco Central Europeo, con un Mario Draghi que, a la hora de la verdad, parece dispuesto a demostrar a Alemania, en la espalda de Atenas, que su decisión de comprar bonos soberanos no es un símbolo de ablandamiento. ¿Y qué mejor demostración que golpear duro a los atenienses?
 8 FEB 2015 
http://elpais.com/elpais/2015/02/06/opinion/1423240352_721637.html

lunes, 26 de enero de 2015

La atractiva necesidad de refrescar la memoria. Las grandes transformaciones reales necesitan consenso entre grandes sectores de la sociedad

¿Se puede humanizar el análisis económico? ¿Es razonable pretender que se incluyan dentro de los elementos a tener en cuenta las consecuencias previsibles sobre la vida de las personas concernidas? Algunos piensan que pretender humanizar la relación coste-beneficio es muy encomiable, pero poco útil. Otros, que es imprescindible políticamente y que esa humanización debe fijar el objetivo de la actuación reguladora del Estado. Es lo que mantiene, por ejemplo, uno de los juristas más famosos de Estados Unidos, Cass Sunstein, catedrático de Harvard, 60 años, colaborador de Obama y, para algunos comentaristas conservadores, “el hombre más peligroso de América”, según el largo perfil que publica el último número de la revista de Leyes de esa universidad.

Sunstein cree que Franklin Delano Roosevelt pronunció el discurso más importante del siglo XX cuando propuso, en enero de 1944, quince meses antes de su muerte, una “segunda Carta de Derechos”, un texto que debería ser añadido a la Constitución de Estados Unidos, incorporando como derechos el acceso a un trabajo justamente remunerado, la sanidad, la educación, el techo, las pensiones...

Algo curiosamente parecido a lo que había significado el  Informe Beveridge  en Gran Bretaña y que allí daría origen, después de la II Guerra Mundial, al gobierno más extraordinariamente reformista de la historia, el que encabezó  Clement Atlee, con Aneurin Bevan como ministro de Salud y creador del sistema sanitario público más admirado del mundo: el National Health Service. Atención, todo aquel formidable cambio se produjo en los días en los que Gran Bretaña mantenía una deuda soberana equivalente al 250% de su PIB.

A Sunstein, que defiende la idea del “empujón del Estado”, le gusta “refrescar la memoria” y recordar a sus compatriotas que hubo épocas en las que se hablaba de asuntos como incorporar nuevos derechos sociales a la Constitución americana, sin que eso provocara ningún escándalo. Propuestas como las de Roosevelt, o el increíble plan que puso realmente en pie el atildado y tímido Atlee, serían calificadas ahora de locuras extravagantes.

Así que refrescar la memoria parece ser una recomendación sensata. Porque paralelamente parece que también se ha olvidado lo que significa la pobreza, no la miseria que lleva a la inanición e incapacita para pensar, sino la pobreza, la escasez e insuficiencia permanente de lo necesario. El estado en el que se encuentra, según Cáritas, uno de cada cinco españoles, por ejemplo, personas que o no encuentran trabajo o que trabajan, pero no ganan lo suficiente para vivir.

“Desengáñense, la pobreza no es soportable”, aseguraba la escritora norteamericana Barbara Ehrenreich, en su libro “Por cuatro duros”. La pobreza, explicaba en un famosísimo reportaje publicado en la revista Harper, produce angustia profunda, un considerable deterioro de la salud, privaciones crónicas, un estado permanente de emergencia que va creando un estilo de vida insoportable.

Bien, pero no queda más remedio. Ya se saldrá adelante. La cuestión es que eso lo dicen quienes están en otra situación y se creen con derecho a animar a quienes padecen esa angustia insoportable. Ehrenreich nos enseñó quiénes son esas personas que no vemos y a las que aconsejamos paciencia: el camarero de la hamburguesería de la esquina, la limpiadora de un hotel de segunda, el dependiente o el reponedor de un supermercado que visitamos casi diariamente. Los trabajos sin cualificar, los que se remuneran con salarios que no dan para vivir, suelen ser precisamente trabajos duros, que exigen un gran desgaste físico y provocan dolores crónicos. Ehrenreich se asombraba de cuántos trabajadores pobres necesitaban ibuprofeno para tirar día a día y de cuántos padecían una alimentación, no escasa, pero sí inadecuada, hecha de comida de sobre.

Las grandes transformaciones, las grandes transformaciones reales, requieren consenso. Acuerdo entre grandes sectores de la sociedad. Es innegable que la sociedad española necesita hoy una gran transformación y es absurdo exigir que todo vuelva a ser como era antes, porque antes, en realidad, la tasa de paro estructural rondaba en España el 17%. El problema, como dice Sunstein, es si esa trasformación se encara pensando que la humanización del análisis económico es una exigencia o, por el contrario, una debilidad. Si se cree que el otro puede resistir lo que, simplemente, no es soportable. solg@elpais.es
Fuente:  25 ENE 2015 -
http://elpais.com/elpais/2015/01/23/opinion/1422011932_798523.html
Más, http://economia.elpais.com/economia/2014/12/14/actualidad/1418584213_652493.html

lunes, 8 de diciembre de 2014

Elogio de la razón. No tenemos por qué ser una nación intelectual, pero tampoco comportarnos como idiotas

Hace cien años (los cumplirá en 2015) nació una revista, The New Republic, que se etiquetaba en Estados Unidos como “liberal” es decir, de izquierdas. Decidió abrir sus páginas con un elogio de la razón: “En estos tiempos de naufragio y ruina, el único poder que puede fortalecernos es un pensamiento inteligente y claro”. No era una declaración banal, escribe ahora, para celebrar el centenario, su actual editor literario, porque hay personas que prefieren el pensamiento ardiente al pensamiento claro; el pensamiento fiel al pensamiento sin más. “Hay personas que prefieren las autenticidades indiscutibles del corazón, sea corazón de individuo o corazón colectivo, a la razón”.

La revista, que fue comprada hace un año por el número dos de Facebook, Chris Hughes, que tiene 31 años y, por lo que se ve, larga memoria, ironiza con quienes creen que el pensamiento y la razón son cosa de elites e intelectuales. “No necesitamos ser una nación de intelectuales, pero no hay que ser una nación de idiotas”. También con quienes confunden razón y tecnocracia: los tecnócratas son gente muy poco dialogante, armada con sus estadísticas y su creencia absoluta en la mecánica de las causas y efectos. La razón necesita del diálogo y la duda y ofrece ejemplos en los que personas racionales logran romper con esa cadena de causa-efecto que seguramente rige la naturaleza, pero no, necesariamente, las sociedades humanas.

l pensamiento claro que reclamaba The New Republic es siempre incompatible con la dictadura y nunca propone soluciones finales, sino que confía en el gradualismo. En lo más duro de una batalla, busca siempre armisticios. Nos indica el peligro que rodea a quienes en lugar de hablar de cómo mejorar la prosperidad y libertad, se empeñan siempre en zanjar antes grandes cuestiones filosóficas, grandes cuestiones de principio e identidad que normalmente exigirán grandes sacrificios y seguramente acarrearan mucho dolor.

El mundo no ha sufrido nunca por un exceso de razón, decía Thomas Mann, convencido de que nada corta más rápidamente el diálogo y la conversación que las emociones.

Ahora que se abren nuevos periodos electorales, parece que aquel llamamiento de The New Republic tiene toda su vigencia. Lo que nos puede ayudar es la razón. Los ciudadanos razonablemente informados tienen ya en sus manos muchos elementos para actuar como seres racionales, que huyen de quienes ofrecen soluciones definitivas y que examinan con atención la de quienes proponen mejoras y repartos proporcionados. Para huir de quienes siempre creen que los grandes sacrificios son el mejor camino a donde sea.

Utilizar la razón exige ver lo que se tiene delante. Negarse a que se desvíe nuestra mirada hacia horizontes lejanos, que se vislumbran a través de caminos estrechos y, claro está, caminos que siempre son únicos y excluyentes. Antes de mirar hacia esos puntos lejanos hay que mirar hacia los abarrotados bancos de alimentos, a las familias sin ingresos que se pretende que subsistan con 400 euros, a los desahucios y las viviendas construidas con ayudas públicas que casi se regalan ahora a fondos de inversión buitre. Mirar cuidadosamente a los recortes en la sanidad pública (los segundos mayores de Europa). Al dinero, montañas de dinero, inyectado en el sistema financiero que los ciudadanos están condenados a pagar (ellos y sus hijos) porque, aunque los jueces determinen que todo es producto de fraudes y engaños, nadie dice saber cómo recuperarlo. A la situación del sistema educativo y en detallar cómo podría mejorar con mayores y mejores inversiones (algo que, incluso, acepta el gobierno conservador británico). A los trabajos que duran pocos días o semanas y que se retribuyen con salarios que no sacan de la pobreza.

Todo esto pertenece al mundo de la razón y del pensamiento claro y al mundo de la razón deben pertenecer las propuestas que se nos presenten para paliarlo, reconducirlo, mejorarlo o cambiarlo. El mundo de la razón exige un pensamiento lo más lejano que se pueda del pensamiento fiel. Fidelidades, ninguna. A nada. Cuanto más abierta esté la mente, mejor. No hay por qué comportarse como una nación de idiotas.
 7 DIC 2014 - El País.

lunes, 3 de noviembre de 2014

De 395 iniciativas parlamentarias, sólo dos tuvieron que ver con la pobreza infantil y fueron rechazadas

Una de las peores consecuencias de la interminable lista de casos de corrupción es que no se puede hablar de otra cosa, excepción hecha, tal vez, de Cataluña. Hipnotizados entre la impotencia y la atracción que ejercen las espectaculares llamadas a la “regeneración”, estamos paralizados, quizás a la espera de unas elecciones en las que poder decir algo. Pero hay cosas que no pueden esperar. Cosas de las que tenemos que hablar urgentemente, porque responden a necesidades ineludibles que, si no se corrigen rápido, tendrán consecuencias muy graves en nuestro futuro.

Necesitamos un debate serio sobre la corrupción, por supuesto, lo necesitamos por razones políticas, para infundir un cierto grado de confianza y autoestima en la sociedad y para que se implanten normas sociales y controles administrativos que detecten las redes de corrupción y los comportamientos inmorales de los dirigentes políticos y que obliguen a actuar en consecuencia, en el plano político y judicial. Pero necesitamos todavía con mayor urgencia un debate sobre los niveles de pobreza infantil a que hemos llegado y sobre sus terribles consecuencias.

La debilidad del debate público español es inquietante. Falta seriedad y precisión, exigencia en el debate parlamentario, incapaz de satisfacer ninguno de los elementos que estableció en su día el Índice de Calidad del Debate Democrático (el llamado DQI, siglas en inglés de Discourse Quality Index):
-elevado número de interlocutores,
-ausencia de discursos ofensivos,
-más amplia y mejor argumentación,
-mayor disponibilidad para el compromiso.
La debilidad del debate es tan grande que las propias autoridades no comprenden a veces el auténtico alcance de algunos de los problemas que afrontan.
¿Cómo es posible que en el Parlamento español, de 395 iniciativas en lo que va de legislatura, solo dos hayan estado directamente relacionadas con la pobreza infantil y que las dos hayan sido rechazadas?

Estamos hablando de que España es el país con mayor pobreza infantil de Europa, detrás de Grecia y Letonia, y que la tendencia no mejora. Hablamos de que la protección de los niños en España es ínfima, peor que la que obtienen los mayores de 65 años. De que los países de nuestro entorno, al margen de matices ideológicos, no han dudado un minuto en desplegar instrumentos para combatir esa feroz desigualdad. En el Reino Unido, por ejemplo, el Gobierno conservador se somete, periódica y voluntariamente, a un riguroso examen parlamentario para saber qué se ha logrado en esa lucha y qué hay que seguir mejorando... Más.  2 NOV 2014 - El País.

domingo, 18 de mayo de 2014

La batalla más formidable por la dignidad

Una de las más grandes luchas de la historia por los derechos civiles se está desarrollando ante nuestros ojos, casi sin que lo advirtamos. Es la lucha de centenares de miles de niñas y adolescentes por ir a la escuela y recibir una formación que les ayude a independizarse de las estructuras sociales y religiosas que les niegan el acceso a las reglas que rigen en beneficio de los hombres. Es una guerra invisible, una rebelión que se extiende poco a poco, y que, inexplicablemente, no ha logrado despertar nuestro interés, nuestro apoyo, pese a que se trata de la más formidable batalla que se pueda dar por la dignidad del ser humano, ya que la están librando tercas niñas pequeñas y arriesgadas maestras y maestros, que se juegan la vida ayudándoles a esconder libros bajo los burkas.

Gordon Brown, que fue primer ministro británico y que lleva algunos años encargado por la ONU de propagar la idea de la educación global, escribió el año pasado su denuncia: “Igual que los negros se levantaron en Estados Unidos contra la discriminación y lograron transformar poco a poco la sociedad con su público desafío, así las mujeres paquistaníes rehúsan ahora permanecer en silencio y tratan de que sus hijas acudan a la escuela”. Pero, por motivos que habrá algún día que explicar, la lucha contra la discriminación racial inundó los medios de comunicación del mundo entero, y la de las mujeres (y hombres) que luchan para acabar con la discriminación contra las mujeres pasa casi desapercibida.

Tienen que suceder cosas muy “espectaculares”, como el secuestro de más de 200 niñas nigerianas cristianas por un grupo que se llama Boko Haram, para que la comunidad internacional se disponga a hacer algo. Los presidentes de Nigeria y de varios países vecinos anunciaron que acudirían a la reunión convocada en París por el presidente francés, François Hollande, para coordinar esfuerzos y solicitar la ayuda que precisen. Está bien. Pero si se lee con atención la convocatoria, se trata de una reunión para luchar contra el terrorismo, algo, sin la menor duda, imprescindible, pero que no debería excluir el asunto fundamental: cómo defender los derechos civiles de las mujeres en esos países concretos. La lucha contra el terrorismo es una cosa y la defensa del derecho de las niñas a la educación es otra, porque muchas veces la presión y el maltrato no viene de ningún grupo terrorista próximo a Al Qaeda, sino de su propio entorno.

Por supuesto que los responsables de Boko Haram (que asesinó hace un mes a 59 escolares varones de otra escuela occidental) deben ser detenidos y juzgados. Pero cuando el grupo desaparezca, seguirán actuando los talibanes en Afganistán y en Pakistán, y seguirán en pie las estructuras tribales que permiten la violación de adolescentes como pago por deudas familiares y las tradiciones de India que animan a los padres a negar cualquier derecho a sus hijas.

¿Cuándo se va a celebrar una conferencia internacional sobre ese tema concreto? ¿Cuándo se van a poner todos los medios posibles para ayudar a esas niñas y adolescentes? ¿Cuándo se va a poner de acuerdo la comunidad internacional para sancionar a quienes no combatan el matrimonio infantil? ¿Cuándo se van a bloquear los visados de las autoridades de los países que no hacen nada para encontrar a los asesinos de las maestras y maestros que mueren cada mes por ayudar a las niñas a esconder los libros, como relataba Brown? ...
Fuente y leer más Soledad Gallego-Díaz El País.

lunes, 21 de abril de 2014

Los futuros posibles se pueden elegir. 1.700 ‘lobistas’ financieros luchan en la UE para convencernos de que solo hay una salida

En los mejores libros de Historia sobre el siglo XX se encuentra siempre la misma constatación: las cosas no tuvieron por qué ser como fueron. Siempre hubo datos para elegir entre varios caminos. Hace ya tiempo que muchos grandes economistas escriben sobre lo mismo: cuanto mejores investigaciones publican, más creen que, en palabras del francés Thomas Piketty (43 años), “hay varios futuros posibles, según el tipo de políticas e instituciones que elijamos”.

Piketty, cuyo libro El capital en el siglo XXI está considerado ya una de las mayores aportaciones a la comprensión del capitalismo, explicaba el pasado domingo en Negocios, entrevistado por Alicia González, que la Unión Europea representa un tercio del PIB mundial, y Estados Unidos, otro tanto. Si se propusieran de verdad batallar contra los paraísos fiscales e imponer sanciones sobre los países que no cooperen, lograrían regular las ingenierías financieras y controlar tanto el brutal fraude fiscal que padecemos como la increíble acumulación de riqueza privada que sigue produciéndose.

Thomas Piketty ha firmado, junto con otros colegas franceses, un Manifiesto por la Unión Política del Euro que parte de otro texto lanzado a fines de 2013 por el llamado Grupo de Glienicker, un puñado de economistas y juristas alemanes. Los dos aseguran que es imprescindible regular el capitalismo financiero mundializado.

No son manifiestos teóricos. El de Piketty contiene propuestas concretas. Una de ellas, fundamental. Y factible. “No se trata de poner en común la totalidad de nuestros impuestos y nuestros gastos públicos. Con demasiada frecuencia, la Europa actual se muestra estúpidamente intrusiva en cuestiones secundarias (el IVA de las peluquerías) y patéticamente impotente en temas importantes (como los paraísos fiscales o la regulación financiera) [...] Nuestra primera propuesta es que los países de la zona euro establezcan un impuesto común sobre los beneficios de las sociedades. Cada país puede seguir fijando su impuesto sobre sociedades sobre esa base común, con un índice mínimo del orden del 20% y retener un impuesto adicional federal del orden del 10%. Con eso, el presupuesto de la zona euro pasará del 0,5% al 1% del PIB”.

Con ese 1% del PIB, la zona euro podría impulsar el relanzamiento y la inversión, especialmente en medio ambiente, infraestructuras y formación. “Europa debe aportar justicia fiscal y voluntad política a la globalización”, escriben.

No es casualidad el momento elegido por estos economistas y juristas europeos para dar una sacudida a los ciudadanos. Se pueden hacer muchas cosas en Europa para salir de esta situación. Existen los datos y los distintos caminos. Pero se trata de una pelea. Hay decenas de economistas y juristas extremadamente prestigiosos que nos aseguran que no existe determinismo económico que nos lleve inevitablemente en una dirección y no en otra. Pero parece que tienen más éxito quienes quieren convencernos de que se hace lo único que se puede hacer.

El Corporate Europe Observatory (CEO), un grupo de estudios afincado en Bruselas, hizo público esta semana un informe titulado El poder de fuego del lobby financiero. Sus datos son reveladores: la industria financiera mantiene en la capital europea a 1.700 lobistas (siete veces más que cualquier otro grupo de presión, incluidos sindicatos y otros grupos de la sociedad civil). Gastan 120 millones de euros al año para contactar con quienes se supone que tienen que decidir, asesorar y escribir sobre asuntos tales como regulación financiera, agencias de valoración crediticia, reglas contables...

¿Importan las elecciones europeas del próximo mayo? Mucho. Importa lo que vayan a hacer nuestros eurodiputados y lo que nosotros les exijamos. Deberíamos saber si conocen el Manifiesto de Piketty y si lo suscriben...
Fuente: SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 20 ABR 2014. El País.
Thomas PikettyPágina Web oficial de Piketty

domingo, 2 de marzo de 2014

Nada más útil que un apagón estadístico. En el debate sobre el estado de la nación faltaron datos sobre la reforma laboral porque no existen

En el debate sobre el estado de la nación se dieron muchas cifras, pero brillaron por su ausencia algunas de las imprescindibles para saber qué está pasando en este país y cuál es el resultado real de las reformas que se han introducido. ¿Qué efectos, detallados, está suponiendo la reforma laboral? ¿Y las nuevas tasas judiciales? ¿Cómo afectan a los pensionistas los pagos sanitarios?

Lo más grave es que esos datos no se utilizaron en el debate simplemente porque muchos de ellos no existen. Porque en este país los Gobiernos siguen utilizando el apagón estadístico como una forma de impedir que se pueda valorar, de manera científica, el resultado de algunas de sus políticas, o decisiones que se toman a bombo y platillo, y que jamás pasan, después, los necesarios controles públicos de eficacia. Apagón estadístico hubo cuando, durante el Gobierno de Aznar se interrumpieron las estimaciones del Instituto de Estudios Fiscales respecto a economía sumergida, o cuando, bajo el de Zapatero, se suprimieron datos oficiales sobre la evolución del precio de la vivienda.

Apagón estadístico hay hoy, y muy grave, según llevan meses denunciando numerosos especialistas, sobre las consecuencias de la reforma laboral aprobada por el Gobierno de Rajoy. Samuel Bentolila y Marcel Jansen denunciaron ya en abril del año pasado en Nada es gratis, el interesante blog de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), que no se estaban publicando datos sobre algunas de las novedades introducidas por la reforma laboral y que se estaba suprimiendo “la oferta de datos imprescindibles para evaluarla”. Esta misma semana, Florentino Felgueroso, desde la misma Fedea, lamenta que la Encuesta de Coyuntura Laboral desapareciera a finales de 2012, cuando cumplía 16 años, como también dejó de realizarse en 2010 la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo (ECVT).

La obligación de los organismos públicos de proporcionar el máximo de datos posibles que permitan la valoración independiente de las reformas legislativas es un rasgo de identidad de las democracias avanzadas. Y es extremadamente útil, porque permite corregir a tiempo los efectos no deseados, modificar los elementos insuficientes y potenciar aquellos que más beneficios supongan para los objetivos propuestos. Las autoridades españolas parecen siempre dispuestas a cortocircuitar los datos que puedan alimentar esa crítica independiente sin comprender, o despreciando, que suelen llevar aparejadas aportaciones enriquecedoras.

En el caso de la reforma laboral es evidente que la recopilación exhaustiva de datos sobre los efectos que se vayan produciendo es un requisito imprescindible. Encuestas que no solo registren las altas y bajas, sino que acumulen información detallada sobre los nuevos contratos, comportamiento de las empresas según tamaños, organización de los trabajadores, sistemas de formación y promoción, discriminación de género… Todo lo que ayude a comprender cómo está funcionando un mercado laboral, que, con un 26% de paro, constituye, y va a seguir constituyendo durante bastantes años, el principal problema de este país.

No es un problema exclusivo del Ministerio de Trabajo, por mucho que en ese caso sea escandaloso. Lo increíble es que en España muchos de los datos que afectan a la vida de los ciudadanos son propiedad de los Gobiernos (nacional, autonómico o local) y que no hay manera de conseguir que se sistematicen y se hagan accesibles a nivel nacional (o federal, o como quieran llamarlo) tanto a esos ciudadanos como a los expertos. Lo ridículo es que en este país muchos especialistas se ven obligados a poner en pie sus propios sistemas de recogida de datos o a utilizar, de rebote, los servicios de estadística de otros países, que, naturalmente, nunca son tan potentes como los que pueden organizar las Administraciones públicas.

La única explicación es que los políticos tengan pánico a que los ciudadanos ejerzan su derecho a algo tan elemental como comparar. Comparar con datos es la manera de saber si las cosas van mejor o peor, no solo en las grandes cifras, sino en las más detalladas, que son las que reflejan, implacablemente, sus verdaderas condiciones de vida.
Fuente: El País. Soledad Gallego-Díaz

domingo, 12 de enero de 2014

Cómo pinchar un año cargado de ilusión. Hay quien plantea como argumento una emoción que es frecuentemente una tontería peligrosa

El año que empieza puede ser un año cargado de ilusión. Ilusión en el análisis económico español, ilusión en Cataluña, ilusión en la marcha de la Unión Europea… Y eso es, precisamente, lo malo. Ilusión significa, según el Diccionario de la Real Academia, “imagen sugerida por los sentidos que carece de verdadera realidad”. Es muy posible que en 2014 los ciudadanos tengamos que emplear muchas de nuestras escasas energías en vislumbrar cuál es la “verdadera realidad”, por encima del aluvión de ilusiones con que se nos abrumará.

En un estupendo artículo titulado Sobre todo, que no decaiga (EL PAÍS 29/12/2013), Manuel Cruz describía la maniobra favorita de los nacionalismos, que consiste en convertir un debate político en un conflicto ente emociones: una, por supuesto, es inequívocamente positiva, la ilusión; la otra, claramente negativa, el miedo. Así que cualquier intento de argumentar se convertirá en 2014 en la mala idea de un cenizo que quiere pinchar el globo de la ilusión o en una sombría amenaza.

Lo mismo se podría aplicar al análisis de la situación económica. El Gobierno está muy ilusionado con los nuevos apuntes macroeconómicos. Por supuesto, son calificados de agoreros quienes argumentan que el coste que está pagando una parte importante de la población es excesivo y que se trata, además, de un segmento de la sociedad que no tuvo responsabilidad en lo sucedido, puesto que se vio aplastada por un terremoto financiero provocado, precisamente, por los grandes predicadores de la ilusión. En los próximos meses veremos cómo surgen grandes apóstoles que nos piden, otra vez, compartir la visión, la fe y la confianza con la que ellos ya han sido bendecidos.

Pues bien, de eso se trata. De pinchar todos los globos de ilusión con que van a querer rodearnos. Pensémoslo bien. Cuando un político, un candidato, en Madrid, en Barcelona, en Sevilla o en último pueblo del último rincón se nos aproxime hablando de lo ilusionado que está, de la gran ilusión con la que encara el futuro, pongamos cara de pocos amigos, recordemos a María Moliner y a la Real Academia, y exijamos argumentos y “verdaderas realidades”. Recordemos que la ilusión no es un argumento, sino, frecuentemente, una tontería y que, a veces es, incluso, muy peligrosa.

Lo primero que tenemos a la vista son las elecciones europeas. Es un buen campo donde empezar a practicar con la aguja. Son unas elecciones importantes. Ya hemos visto lo que puede hacer la Unión Europea, las decisiones que adopta y las consecuencias que tienen para la vida cotidiana de los ciudadanos. Hasta hace poco, nos lo habían contado, pero seguíamos creyendo que la Unión tenía que ver sobre todo con el comercio. Ahora ya sabemos que los Presupuestos Generales del Estado pasan antes por Bruselas que por el Parlamento español y que se cambian y cortan de acuerdo con informes elaborados por técnicos comunitarios. Ahora ya sabemos lo que ha ocurrido en Grecia, y en Portugal; lo que es una troika y qué sucede cuando el presidente de la Comisión es alguien como el actual, José Manuel Barroso, al servicio de una desproporcionada dirección alemana, incapaz de defender el espacio común europeo.

Atentos cuando nos hablen de la ilusión de crear una Europa más próspera, más solidaria, más progresista. Déjense de fantasías y presenten propuestas concretas. Los pasos, incluso los pasitos. Eso es lo que hay que exigir. Por ejemplo, ¿va a defender su grupo la creación de un Fondo Europeo contra el Desempleo? ¿Luchará por conseguir eurobonos que, al menos, garanticen que una determinada parte de la deuda española, portuguesa o griega pague los mismos intereses que la alemana? ¿Qué hará para lograr que la Unión bancaria incluya un verdadero Fondo Europeo de Garantía de Depósitos y no esa aguada “coordinación” de la que ahora se habla? Ninguno de estos tres asuntos son ilusiones. Son cosas concretas que se pueden hacer a nivel europeo, que ya han sido planteadas y discutidas y que no se llevan a cabo por la resistencia, sobre todo, de Alemania.
Fuente: Soledad Gallego Díaz. El País.
solg@elpais.es
En el minuto 39:45 comienza con un solo de piano una bellísima versión con la voz de Ibraim y el piano extraordinario de Roberto Fonseca que merecen ser oídos. Una fusión de canción cubana y piano jaz inigualable, actual, magnífica lección de buena música.

lunes, 16 de diciembre de 2013

El debate que todo lo oscurece

Se nos distrae a los españoles con la excusa de Cataluña y se distrae a los catalanes con la excusa de España


A la vuelta de las vacaciones navideñas se pondrán en marcha las maquinarias electorales: en mayo se celebrarán las elecciones europeas y algunos no descartan la posibilidad de que se junten con unas elecciones andaluzas, en el caso de que la nueva presidenta de la Junta decida adelantarlas para someterse al voto directo de los ciudadanos.

Sea como sea, empezará un año delicado desde el punto de vista político: la recuperación económica, de producirse, no tendrá efectos apreciables sobre los ciudadanos; por el contrario, se empezará a notar cómo los recortes se han transformado en auténticas reformas estructurales que dañan el núcleo del sistema sanitario, educativo, judicial y asistencial. Cubriéndolo todo, e impidiendo casi cualquier otro análisis, se acelerará el debate catalán, colocado ya en el disparadero por la intención de Artur Mas de convocar antes de fin de año una consulta sobre la independencia.

La situación va a depender mucho de cómo se quiera conducir este último capítulo. De un lado, por parte de CiU, por supuesto, pero también por parte del PP. El presidente del Gobierno advirtió ya que la consulta catalana se sitúa fuera de la Constitución, por lo que ningún Gobierno español podrá nunca autorizarla. Rajoy cuenta con el apoyo del PSOE (295 diputados sobre un total de 350). Rubalcaba fue terminante al calificar la hipotética consulta de “referéndum de autodeterminación”.

A la vuelta de las vacaciones navideñas se pondrán en marcha las maquinarias electorales: en mayo se celebrarán las elecciones europeas y algunos no descartan la posibilidad de que se junten con unas elecciones andaluzas, en el caso de que la nueva presidenta de la Junta decida adelantarlas para someterse al voto directo de los ciudadanos
...Más en El País. SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ.

domingo, 6 de octubre de 2013

Adiós a la peor generación de directivos europeos. Durao Barroso pasará seguramente a la historia como una calamidad para la institución que representó

Si todo se desarrolla según lo previsto, el próximo presidente de la Comisión Europea debería ser el cabeza de lista del partido que resulte más votado en las elecciones europeas de la próxima primavera (mayo 2014). Por primera vez, los grandes grupos políticos (Popular o conservador, Socialista, Liberal, Verdes y sectores más a la izquierda) harán público quién es su candidato antes de las elecciones y por primera vez los jefes de Estado y de Gobierno estarán obligados por los Tratados, no a nombrar automáticamente al vencedor, pero sí a “tenerlo en cuenta” a la hora de designar al nuevo presidente de la Comisión.

De momento, parece que ya está claro que el candidato socialista será el alemán Martin Schulz, de 62 años, un hombre sin título universitario, pero gran especialista en Historia europea, que fue dueño de una librería durante 12 años, hizo su carrera política en la vida municipal y que actualmente preside el Parlamento de Bruselas. También es casi seguro que el candidato liberal será el belga Guy Verhofstadt, de 60 años, un licenciado en Derecho que prácticamente no llegó a ejercer nunca porque entró muy joven en política (le llamaban Baby Thatcher), y que llegó a ser primer ministro de su país. Muchos dan como probable que el candidato del Grupo Popular, conservador, termine siendo Michel Barnier, de 62 años, un elegante francés, diplomado por una Escuela de Negocios, actual comisario de Mercado Interior y exministro de Asuntos Exteriores de su país.

De acuerdo con las encuestas, el grupo que cuenta hoy con más apoyos en Europa es el Grupo Popular, por lo que Barnier se dibuja como un posible heredero del también conservador Durão Barroso. Pero no es posible descartar que Schulz, un político muy experimentado, consiga dar un vuelco a esos datos y forjar alianzas que le lleven a Bruselas. Y no conviene confundir al francés con su correligionario Durão Barroso.

Sea Barnier, sea Schulz, la gran noticia será precisamente la desaparición de José Manuel Durão Barroso al frente de la Comisión. El político portugués pasará seguramente a la historia de la Unión como una calamidad para la institución que representó. Bajo su mandato, la Comisión ha sido casi irrelevante desde el punto de vista político y la UE ha actuado de manera más intergubernamental que nunca, dominada sin reparos por Alemania. Un fracaso sin paliativos, aunque probablemente su dócil actitud le reporte beneficios personales y termine encontrando acogida en algún otro organismo internacional.

Además del presidente (o presidenta) de la Comisión, habrá que designar al sucesor o sucesora de Van Rompuy (el discretísimo político flamenco que fue designado primer presidente de la Unión Europea, que ha servido bien a sus jefes y del que los ciudadanos no hemos tenido la menor noticia) y de Catherine Ashton la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores, otro prodigio de invisibilidad, la peor “ministra de Exteriores” europea que se podrían imaginar los sufridos ciudadanos de la UE. Surgen ahora los nombres del ministro polaco Radek Sikorski, de 50 años, que estudió Filosofía y Políticas en Oxford, ejerció como periodista, y defiende posiciones próximas a los conservadores estadounidenses. O del sueco Carl Bildt, de 64 años, que, según algunas biógrafas no llegó a licenciarse en Derecho, pero que fue el primer político conservador que llegó en décadas a primer ministro en Suecia y un muy activo ministro de Asuntos Exteriores.

Quiere decirse con todo esto que las instituciones europeas han atravesado, en mitad de la peor crisis económica posible, la peor crisis de falta de protagonismo y de falta de capacidad política que se recuerda en la UE, ocupadas, para desgracia de los ciudadanos, por personajes sin carácter ni convicciones que han producido un daño considerable al proyecto europeo. Y que es urgente cambiar esa situación. Es urgente que los ciudadanos europeos nos vayamos fijando en los posibles candidatos porque ya sabemos, por las heridas que nos dejan en la piel, que quienes hacen política en Europa hacen política sobre nosotros, sobre nuestro futuro y nuestros derechos.
Fuente: Soledad Gallego-Díaz, El País.

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lunes, 17 de junio de 2013

No han aprendido nada. No se enmiendan

Nombrar a Enrique López desmiente que exista intención de atajar el desprestigio institucional

Parece que fue Jeremías, el profeta, quien primero trasladó el concepto de pecado de un pueblo a los individuos. Si fue así, Jeremías, además de dejar un libro bastante confuso y tan lleno de lamentaciones que parece actual, nos transmitió un legado apreciable. Son las personas las que asumen la responsabilidad por lo que hacen. Han sido el presidente del Gobierno, el ministro de Justicia y el presidente saliente del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, quienes han puesto su rúbrica al pie de un documento que certifica la vigencia de la apropiación partidista de las instituciones. Han sido ellos quienes han impuesto el nombramiento de Enrique López como magistrado del Tribunal Constitucional, en contra de toda prudencia o ponderación.

Las decisiones imprudentes tienen consecuencias, y en este caso son importantes. El nombramiento del señor López no es un problema menor, un caso poco pulcro que se pueda criticar un día y olvidar al siguiente, porque desmiente de manera radical que exista en el Gobierno la menor intención de atajar el creciente desprestigio de las instituciones.

Estaba en su mano hacer honor al compromiso manifestado por el Gobierno de que pensaba trabajar para la recuperación del buen crédito de las instituciones, muchas de las cuales tienen su fama seriamente dañada. Pero a la primera oportunidad lo han vuelto a hacer. No han aprendido nada. Nadie está dispuesto a enmendarse.

No se trata de atacar al señor López por su reconocida simpatía o su cercanía al Partido Popular. El problema no es ese. El problema es que un magistrado que no solo no tiene el reconocido prestigio jurídico que se exige para ser miembro del Constitucional, sino que es conocido precisamente por su discutible prestigio jurídico, va a ocupar uno de los 12 sillones del máximo tribunal español, el único que puede quitar la razón al Tribunal Supremo y el que interpreta el principal texto jurídico de este país, por encima de las decisiones de los Parlamentos o de los referendos populares.

Los títulos y la trayectoria profesional del señor López hicieron dudar a seis magistrados del Constitucional sobre su idoneidad y su grado de especialización jurídica, pero no hicieron recapacitar al señor Sala.

En sus 50 años de vida, Enrique López ha sido ponente en un total de 64 sentencias, según datos de jurisprudencia de la Audiencia Nacional, el único tribunal en el que ha ejercido esa labor, durante cuatros años y medio. Previamente, el señor Lopez ha sido juez instructor en juzgados de primera instancia de Coruña, Valladolid y León, y letrado y portavoz del Consejo General del Poder Judicial.

De las 64 sentencias en las que ha sido ponente, 28 fueron dictadas de conformidad entre el fiscal y los abogados defensores. De las 36 restantes, el propio señor López tuvo que dictar autos de aclaración en más de un 10% de los casos para corregir errores graves, no erratas, como declarar rebelde en los hechos probados al condenado o dictar una pena de cárcel no compatible con los hechos probados. Consta, por otra parte, que el Tribunal Supremo ha corregido un porcentaje sensible de las sentencias en las que el señor López fue ponente.

Podría argumentarse que el señor López no tiene gran experiencia jurídica, pero que su prestigio se basa en su labor docente. Pero la carrera docente del magistrado es fácil de resumir: profesor de Derecho Procesal de la Facultad de Derecho de Valladolid, 1990-1991; profesor asociado en el área de Derecho Penal de la Universidad de León (1996-1998) y profesor de Derecho Penal de la Universidad Europea de Madrid. En cuanto a sus publicaciones, consta un variado catálogo, coloquios como tertuliano y artículos en prensa. Su artículo más comentado en ámbitos jurídicos fue el publicado en junio de 2010 y titulado La justicia de los toros, en el que el autor establecía un paralelismo entre las corridas de toros y los procedimientos judiciales.

El problema no es el señor López, es el prestigio del Constitucional, su eficacia y su futuro. La amargura, la pena y el disgusto que causa ver arruinada y debilitada, una vez más, a una de las principales instituciones de este país.
SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 16 JUN 2013
Fuente: El País.
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