Las recientes elecciones presidenciales austriacas han sido ya casi olvidadas: finalmente, y por una pequeña diferencia, el candidato verde, apoyado por socialdemócratas y democratacristianos, consiguió derrotar al candidato de la extrema derecha, y buena parte de Europa se sintió aliviada. Esta vez se había conjurado el peligro de tener que convivir con un país miembro de la UE presidido por un extremista xenófobo y racista. Ya durante los años ochenta Austria eligió presidente a Kurt Waldheim, pese a que se había hecho público su pasado como oficial alemán durante la II Guerra Mundial y se sospechaba que podía haber participado en crímenes de guerra en la terrible ocupación de Salónica (Grecia), de donde fueron deportados 60.000 judíos, en su mayoría sefardíes, que nunca volvieron.
El caso, con todo, era distinto, porque Waldheim, ese mismo Waldheim nazi y posible asesino de guerra, acababa de dejar la secretaría general de la ONU después de ejercerla de 1972 a 1981, sin que nadie se hubiera molestado en investigar su pasado. Sea como sea, Austria se encontró bastante aislada y el presidente Waldheim, pese a su exquisito lenguaje diplomático, solo fue invitado a un país europeo: Ciudad del Vaticano.
En esta ocasión, hubiera sido más complicado: ¿Cómo relacionarse con un presidente, sin antecedentes penales, pero abiertamente racista? Porque el caballero sonriente y de suave lenguaje que aparecía en las fotos, Norbert Hofer, de 45 años, es también un tipo que quiere echar de Austria a todos los musulmanes, al que le gusta llevar una pistola Glock bajo la chaqueta y que disfruta compartiendo con sus hijos prácticas de tiro. El mismo que “comprendió” que haya aumentado el número de licencias de armas en Austria “dadas las actuales incertidumbres”.
Pasaron las presidenciales y todo pareció ya tranquilo. Pero no debería ser así. Austria tiene algunos elementos que la hacen digna de un estudio más detallado. Por ejemplo, es el primer país de Europa en el que se bajó la edad del voto, en todo tipo de elecciones, de 18 a 16 años. En los comicios de 2008 votaron por primera vez 200.000 jóvenes de 16 y 17 años y se supone que en estas elecciones la cifra habrá sido parecida. Sería realmente interesante llegar a saber qué votaron exactamente esos cuasi adolescentes, cuántos se sintieron atraídos por el mensaje de Hofer y por el del principal líder de su partido, Heinz-Christian Strache, de 57 años, un dirigente al que le gusta mucho rodearse de militantes muy jóvenes.
Interesa también, y mucho, analizar la reacción de la UE ante lo ocurrido. En 2000, cuando el OVP, partido democratacristiano de Wolfgang Schussell, aceptó formar Gobierno con el Partido de la Libertad (dirigido entonces por el famoso Jorg Haider), hasta José María Aznar se unió a quienes dentro del Partido Popular Europeo pedían que se castigara con la expulsión cualquier alianza con fascistas. En esta ocasión, la reacción ha sido casi nula. De la primera a la segunda vuelta de la presidenciales, portavoces de la UE se negaron a “comentar asuntos internos de un país miembro” (como si nadie recordara lo sucedido en la Grecia de Syriza). “Al fin y al cabo, Tsipras nunca propuso llevar pistola ni poner vallas alrededor de la UE”, ironizan un pequeño grupo de europarlamentarios que sí protestó por tanta hipocresía. Ya nadie recuerda que la UE nació como producto de ideales antifascistas. Nadie recuerda el Manifiesto de Ventotene inspirado por Altiero Spinelli. Porque si alguien lo volviera a leer, se quedaría asombrado de semejante pasividad.
https://federalistainfo.files.wordpress.com/2012/10/manifesto1941es.pdf
Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/05/27/actualidad/1464360375_608065.html
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