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domingo, 26 de mayo de 2024

Oliver Stone presenta el documental "Lula" en el Festival de Cine de Cannes 2024 «El ‘lawfare’ es la forma que tiene el establishment de deshacerse de las personas a las que no quiere»

Fuentes: El diario


El cineasta ha presentado su documental sobre Lula da Silva en el Festival de Cannes, donde se ha mostrado crítico contra EEUU y ha alertado sobre los riesgos de la democracia

A Oliver Stone siempre le ha interesado la política de los países de Latinoamérica. Lo ha demostrado dedicándoles muchos de sus documentales. Quizás el que mejor muestre ese interés es Al sur de la frontera, donde viajó por diferentes lugares entrevistando a sus líderes en un momento donde parecía que las fuerzas de poder del sur del continente viraban hacia la izquierda. Fue allí donde entrevistó a Lula da Silva, entonces presidente de Brasil por primera vez.

Stone se quedó enganchado con aquel político que había salido de una fábrica metalúrgica. Su éxito demostraba que un obrero podía gobernar un país y hacer políticas para cambiar la vida de los trabajadores. También que la unión sindical era necesaria frente al avance del neoliberalismo. Otro de los motivos por el que a Stone le interesa la política de Latinoamérica es por las injerencias que EEUU ha tenido siempre. El cineasta ha denunciado constantemente el apoyo de su país a los golpes de Estado que sufrieron los Gobiernos de izquierdas durante la Operación Cóndor.

Para Stone, lo que sufrió Lula da Silva en la operación Lava Jato, que le llevó a la cárcel acusado de corrupción, fue algo parecido a un golpe de Estado. Posteriormente fue declarado inocente, pero el daño ya se había hecho. Habían acabado con el líder de izquierdas incomodo para el poder y también con su sucesora, Dilma Rousseff. Ahora los golpes de Estado se dan sin violencia. Las armas son el poder judicial y la prensa. Llámenlo máquina del fango o lawfare.*

10 meses antes de volver a ser reelegido, Oliver Stone se volvió a reunir con el presidente de Brasil para contar su historia y lo sufrido, y lo recoge en el documental Lula, que se ha presentado fuera de concurso en el Festival de Cannes y por el que ha sido criticado por ser “demasiado entusiasta con Lula”. “Ha sido la BBC, por supuesto”, dice Stone con mala leche en un encuentro reducido con periodistas en un hotel de Cannes.

No niega la fascinación, pero confiesa que el interés en este documental viene de otro sitio, de la proximidad de EEUU en “ese proceso de lawfare que sigue ocurriendo en Brasil”. “Se dice en la película, aparte de la guerra esta es la mejor forma de utilizar la ley como sustituto de medios más violentos. Es una forma de eliminar las opciones democráticas elegidas por las personas”, dice Stone, a lo que su codirector Rob Wilson, a su lado, añade que supone “usar violencia sin violencia”.

¿Cree entonces Stone que el lawfare es una de las grandes amenazas para las democracias, incluso las europeas? “Por supuesto que sí, es la forma de deshacerse de las personas que el establishment no quiere. Es el establishment el que puede lograrlo porque tiene a la policía, tiene a los medios de comunicación, tiene al ejército y al sistema judicial como en Brasil”, dice sin pensarlo.

Esto no trata solo de Brasil, mira lo que pasó en Egipto, se deshicieron de Morsi, y esto sigue y sigue, y EEUU no va a parar (Oliver Stone — Cineasta)

Para Stone otro de los triunfos del establishment y de “los caudillos” es haber creado “el miedo al socialismo”. “Ocurrió en Chile cuando el golpe de Estado. Mucha gente ha sido asesinada en nombre del miedo al comunismo, al socialismo o el miedo a la izquierda”, subraya y añade que desde 1917 “estamos luchando contra los rusos en nuestra cabeza”. Un miedo que define como “irracional”. Su codirector apunta de dónde viene ese miedo: “Solo hay que seguir el dinero”.

La película muestra cómo EEUU estuvo involucrado en la operación contra Lula, y por eso Stone tiene claro que “esto no trata solo de Brasil, mira lo que pasó en Egipto, se deshicieron de Morsi, y esto sigue y sigue, y EEUU no va a parar”.

La decepción de Obama

Uno de los testimonios de Lula que más sorprende en el documental es su opinión de su relación con Obama que explica que fue complicada y que las relaciones de Brasil con EEUU son peores con los líderes demócratas que con los republicanos. En paralelo se ve al expresidente alabando al líder brasileño, un comentario que Stone define como “desagradable”. “Cuando le veo decir esas cosas me desanimo. Es tan falso… Ni se disculpó con Dilma cuando se descubrió que la habían espiado. Este es el tipo de comportamiento hipócrita. Era muy bueno siendo un actor hipócrita. Obama hizo campaña como un tipo de candidato diferente al que terminamos eligiendo. Hubo mucha decepción entre sus votantes por las cosas que hizo cuando asumió el cargo”, critica.

Obama era muy bueno siendo un actor hipócrita. Hizo campaña como un tipo de candidato diferente al que terminamos eligiendo (Oliver Stone — Cineasta)

Oliver Stone vincula el momento actual de su país con una de sus obsesiones, el asesinato de Kennedy que le llevó a firmar una obra maestra como JFK y a realizar un documental que alimentaba la teoría de que fue un asesinato para eliminar a un político incómodo para el poder. “El 63 fue un punto de inflexión. Fuimos a Vietnam, y desde entonces hemos tenido guerra tras guerra. Realmente nunca hemos dejado de ir a la guerra desde el año 19. Desde el final de Vietnam hasta el 89 hubo un paréntesis, pero ese año fuimos a Panamá y ese fue el comienzo de esta maldita enfermedad. Luego vino Irak y después otra vez Irak. Es un estado de emergencia, un estado de tensión que parece gustarle a EEUU”, señala.

Una tensión que, para Stone, beneficia “a un lobby industrial militar que gana dinero con la tensión”. “La tensión es importante. Crear tensión con China. Crear tensión con Rusia, apoyar a Ucrania y dar un golpe de Estado en Ucrania. Genial. Así introducen a sus proestadounidenses en Ucrania y ya tienes tensión acumulada. ¿Y ahora qué pasa si vamos a la tercera guerra mundial? Vamos a lamentarnos. Es peligroso. Vivimos hablando de guerras. No solo en Ucrania, en Gaza, en todas partes. Es la tercera guerra mundial, y eso es lo que me preocupa”. No ve solución posible, porque “el mundo no va a cambiar hasta que EEUU cambie”. O quizás sí ve una: “Una revolución, eso es lo que necesita el mundo, pero una diferente, no como la última”.

(*) En España así han acabado con Pablo Iglesia y su formación, Podemos, han sido acusados falsamente de 21 delitos.  El Lawfare o máquina del fango ha actuado a fondo. Al final las acusaciones han quedado en nada, pero los medios interesados han utilizado esas falsas acusaciones para difamar y acabar con la formación que consideran incómoda, inadmisible. Las armas han sido el poder judicial y la prensa y medios, radio y tv. Lo han conseguido, la opción elegida democráticamente por el pueblo ha sido eliminada. Un golpe de estado no violento.
 
Fuente: 

viernes, 2 de septiembre de 2016

Brasil :: Nuevo golpe contra la democracia: Impeachment contra Dilma. La condena a una gobernante digna e inocente por una banda de corruptos




Érase una vez una nación grande por su extensión y por su pueblo alegre, pese a ser víctima de injusticias. En su mayoría, sufría en la miseria, en las grandes periferias de las ciudades y en el interior profundo. Por siglos había sido gobernado por una pequeña elite rica que nunca se interesó por el destino del pueblo pobre. Como dijo un historiador mulato, fue socialmente “capado y recapado, sangrado y resangrado”. Pero lentamente estos pobres fueron organizándose en movimientos de todo tipo, acumulando poder social y alimentando un sueño de otro Brasil. Consiguieron transformar el poder social en poder político. Ayudaron a fundar el Partido de los Trabajadores. Un de sus miembros, sobreviviente de la gran adversidad y tornero mecánico, llegó a ser presidente. A pesar de las presiones y concesiones que sufrió de los adinerados nacionales y trasnacionales, consiguió abrir una significativa brecha en el sistema de dominación, lo cual le permitió realizar políticas sociales humanizadoras. Una población equivalente a la Argentina entera salió de la miseria y del hambre. Miles consiguieron su casita, con luz y energía. Negros y pobres tuvieron acceso, antes era imposible, a la enseñanza técnica y superior. Más que todo, entonces, sintieron rescatada su dignidad siempre negada. Se convirtieron en parte de la sociedad. Hasta podían, en cuotas, comprar un auto y tomar avión para visitar parientes distantes. Esto irritó a la clase media, porque veía sus espacios amenazados. De ahí nació la discriminación y el odio contra el pueblo.

Ocurrió que, en los 13 años de gobierno Lula-Dilma, Brasil ganó respeto mundial. Pero la crisis económica y financiera, por ser sistémica, nos afectó, provocando dificultades económicas y desempleo, lo que llevó al gobierno a tomar medidas severas. La corrupción endémica en el país se densificó en la Petrobras, envolviendo a altos cargos del PT, pero también de los otros principales partidos. Un juez parcial, con trazos de justiciero, hizo foco, prácticamente, sólo en el PT. Especialmente los medios masivos, empresariales y conservadores, consiguió crear el estereotipo del PT como sinónimo de corrupción -lo cual no es cierto, porque confunde la parte con el todo. Pero la corrupción condenable sirvió de pretexto para que las elites adineradas y sus aliados históricos planeasen un golpe parlamentario, porque mediante elecciones jamás triunfarían. Temiendo que la política orientada hacia los más pobres se consolidase, decidieron liquidarla. El método usado antes contra Vargas y Jango ahora fue retomado con el mismo pretexto: “combatir la corrupción” -en realidad, para ocultar la propia corrupción. Los golpistas usaron el Parlamento, del cual el 60% está bajo acusaciones criminales y le faltaron el respeto a los 54 millones de votos que eligieron a Dilma Rousseff.

Importa dejar en claro que atrás de este golpe parlamentario anidan los intereses mezquinos y anti-sociales de los dueños del poder, mancomunados con la prensa que distorciona los hechos y siempre se asocia a todos los golpes, juntamente con los partidos conservadores, con parte del Ministerio Público y de la Policía Militar (que substituye a los tanques) y una parte también de la Corte Suprema que, indigna, no se ajusta a la impacialidad. El golpe no es sólo contra la gobernante, si no contra la democracia de carácter participativo y social. Intentan llevarnos de vuelta al neoliberalismo más descarado, atribuyéndole casi todo al mercado que es siempre competitivo y nada cooperativo (por eso, conflictivo y anti-social). Para esto, se decidió demoler las políticas sociales, privatizar la salud, la educación, el petróleo y atacar las conquistas sociales de los trabajadores.

Contra la presidenta no se identificó ningún crimen. De errores administrativos tolerables, también cometidos por gobiernos anteriores, se derivó la irresponsabilidad gubernamental contra la cual se aplicó en impeachment. Por un pequeño accidente de bicicleta, se condena a la presidenta a muerte, castigo totalmente desproporcionado. De los 81 senadores que la juzgarán, más de 40 están procesados o investigados por otros crímenes. La obligan a sentarse en el banco de los acusados, donde sus verdugos deberían estar. Entre ellos hay 5 ex ministros.

La corrupción no es sólo monetaria. La peor corrupción es la de las mentes y los corazones llenos de odio. Los senadores pro-impeachment tienen la mente corrompida, porque saben que están juzgando a una inocente. Pero la ceguera y los intereses corporativos prevalecen sobre los intereses de todo un pueblo.

Aquí vale la dura sentencia del apóstol Pablo: “ellos encierran la verdad en la injusticia. Es lo que atrae la ira de Dios” (Romanos 1,18). Los golpistas llevarán en la cabeza, por toda la vida, la señal de Caín, que asesinó a su hermano Abel. Ellos asesinaron a la democracia. Su memoria estará maldita por el crimen que cometieron. Y la ira divina pesará sobre ellos.

Fuente:
http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/08/26/brasil-la-condena-a-una-gobernante-digna-e-inocente-por-una-banda-de-corruptos/

miércoles, 10 de diciembre de 2014

El capital según Carlos Fuentes. La voluntad política puede ganar la partida al peso de la maldición histórica

En 1865, Karl Marx afirmó que fue leyendo a Balzac como más aprendió sobre el capitalismo y el poder del dinero. En 2014 uno tendería a decir lo mismo: basta con actualizar los autores y los países. En La voluntad y la fortuna, un magnífico lienzo publicado en 2008, pocos años antes de su muerte, Carlos Fuentes hace un retrato edificante del capitalismo mexicano y de las violencias sociales y económicas por las que atraviesa su país, a punto de convertirse en la narconaciónque hoy cubre las primeras planas de los periódicos.

También nos cruzamos con personajes pintorescos, con un presidente que se comunica al estilo Coca-Cola y que en último término no es más que un patético arrendatario del poder frente a aquel, eterno, del capital, representado por un multimillonario todopoderoso que se parece mucho al magnate de las telecomunicaciones Carlos Slim, poseedor de la mayor fortuna del mundo. Unos cuantos jóvenes vacilan entre la resignación, el sexo y la revolución. Terminarán siendo asesinados por una mujer bella y ambiciosa que quiere su herencia y no necesita la ayuda de un Vautrin para cometer su crimen, prueba clara de que el nivel de violencia ha subido desde 1820. La transmisión patrimonial —objeto de deseo para todos los que están al margen del círculo familiar privilegiado, y a la vez una fuerza destructora de la personalidad individual para todos los que pertenecen a él— se encuentra en el corazón de la meditación del novelista.

Vemos también la influencia nefasta de los gringos, esos estadounidenses que poseen “el 30% del territorio mexicano” y de su capital, y hacen que la desigualdad sea incluso un poco más insoportable. Las relaciones de propiedad son siempre relaciones complejas, difíciles de organizar de manera pacífica en el marco de una misma comunidad política: nunca es sencillo pagarle la renta a un propietario ni ponerse de acuerdo tranquilamente sobre las modalidades institucionales que rodean esa relación y sobre la continuidad de la situación misma. Pero cuando es un país entero el que le paga rentas y dividendos a otro, aquello se vuelve francamente complicado. A menudo siguen ciclos políticos interminables que alternan fases de ultraliberalismo triunfante, autoritarismo y breves periodos de expropiación caótica, que desde siempre han minado el desarrollo de América Latina.

Y sin embargo el progreso social y democrático sigue siendo posible en el continente. Más al sur, en Brasil, Dilma Roussef acaba de ser reelecta por poco gracias al voto de las regiones pobres y de los sectores sociales más necesitados, que, a pesar de las decepciones y de los rechazos que sufrieron por parte del Partido de los Trabajadores (en el poder desde la elección de Lula en 2002), siguen apegados a los avances sociales de los cuales se han beneficiado y que temían ver suprimidos por el regreso de la “derecha” (en realidad, el partido socialdemócrata, porque en América Latina casi todo el mundo dice ser de izquierda, a condición, al menos, de que no le cueste demasiado caro a las élites).

De hecho, la estrategia de inversión social adoptada por Lula y Roussef, con la creación de la “bolsa familia” (una suerte de ayuda familiar reservada a los más pobres), y sobre todo el incremento del salario mínimo, permitieron una reducción notable de la pobreza en el transcurso de los últimos 15 años. Estos frágiles logros sociales ahora están amenazados por factores internacionales que afectan gravemente a la economía brasileña y la empujan a la recesión (la caída de los precios de las materias primas, particularmente del petróleo; los avatares de la política monetaria estadounidense; la austeridad europea), y sobre todo por las enormes desigualdades que aún lastran al país.

Volvemos a encontrar el peso de la maldición de la historia de la que nos habla Carlos Fuentes. Brasil fue el último país en abolir la esclavitud, en 1888, en un momento en que los esclavos todavía representaban cerca de un tercio de la población, y las clases poseedoras no han hecho nada para revertir esa desigualdad heredada.

La calidad de los servicios públicos y de las escuelas primarias y secundarias abiertas a todos sigue siendo baja. El sistema fiscal brasileño es terriblemente regresivo y a menudo financia gastos públicos que también lo son. Las clases populares pagan impuestos indirectos muy elevados, con tasas que llegan hasta el 30% en el caso de la electricidad, mientras que las grandes herencias pagan un impuesto irrisorio del 4%. Las universidades públicas son gratuitas, pero no benefician más que a una pequeña minoría privilegiada. Con Lula se instauraron tímidos mecanismos de acceso preferencial a las universidades para las clases populares y las poblaciones negra y mestiza (lo cual causó debates interminables sobre los problemas acarreados por la autodeclaración racial en los censos y en los documentos administrativos), pero su presencia en las aulas sigue siendo irrisoria.

Se necesitarán muchos combates más para romper la maldición de la historia y mostrar que la voluntad política puede ganarle a la buena y mala fortuna.

Thomas Piketty, autor de El capital en el siglo XXI (FCE, 2014, presentado ayer en la FIL de Guadalajara, México), es director de estudios en la École de Hautes Études en Sciences Sociales y profesor en la École d'Economie de Paris (piketty.pse.ens.fr).
Fuente: 5 DIC 2014 - El País.

domingo, 22 de enero de 2012

Lula: Los ricos también se benefician cuando los pobres dejan de serlo

"El expresidente de Brasil contó durante su visita a Colombia detalles de la política social que hoy es ejemplo en el mundo.

Le recomendó a Colombia no dejar en manos de intermediarios la administración de los recursos públicos.

A Luiz Inácio Lula da Silva no se le olvida que lo que hizo el primer día de su gestión como presidente de Brasil fue reunir a todos sus ministros, subirlos a un avión y llevarlos a los lugares más pobres del país.

Quería que el presidente del Banco Central o su ministro de Hacienda “vieran a ese país que no se queja, que no hace manifestaciones, pero que está ahí, que es real y verdadero. Eso quizá haya ayudado a cambiar las cosas”.

Da Silva conocía muy bien esos sectores. Salió de una de esas zonas donde es común que los niños vayan a la cama sin comer o pasen un domingo sin almuerzo. “Conocí el pan por primera vez a los 7 años –recordó el exmandatario–. Hasta esa edad, el café que me tomaba por la mañana era con harina de yuca. Sé que es la desesperación de una madre que está delante de un fogón sin gas y sin lo más elemental para hacer una comida para sus hijos”.

Durante su visita al país, el expresidente de Brasil compartió no sólo su historia de vida, sino los resultados de su política social que sacó a 28.000.000 de brasileros de la pobreza y que redujo drástricamente los niveles de desnutrición y desescolarización de los niños y jóvenes de su país.

Brasil es una de las diez economías más importantes del mundo, pero para Lula esto de poco ayuda si no hay democracia ni políticas de distribución del crecimiento para evitar que el dinero siga en manos de pocos “y el pueblo siga pobre y desnutrido”.

“Cuando empecé mi gobierno, el 10 por ciento de la población más rica cogía la mitad del dinero del país y le dejaban a los más pobres apenas el 10 por ciento”, recordó el exmandatario quien logró cambiar estas cifras aumentando el salario mínimo en un 62 por ciento en cinco años, aún con voces en contra que le advertían que lo único que lograría era el crecimiento de la inflación.

“Y la inflación no aumentó”, dice ahora con satisfacción. Esta sola decisión sacó a millones de brasileros de la pobreza.

Es más, asegura que con la crisis del 2008 Brasil salió adelante gracias a esta población. “El consumo creció siete veces más, sobre todo en los sectores populares. Los pobres comenzaron a ser tratados como ciudadanos”. Para Luiz Inácio Lula da Silva hubo varias estrategias clave para conseguir los resultados. Una fue bancarizar la población pobre: en un año 45.000.000 de brasileros tenían cuentas bancarias activas, y esto ayudó a hacer viable la segunda estrategia: no dejarles a intermediarios la administración ni la entrega de estos recursos públicos.

“No creo que deba existir la figura del intermediario, porque la mitad de la plata se queda con él.
En Brasil las personas que reciben beneficios del gobierno no tienen contacto con intermediarios. Reciben una tarjeta magnética con la que puede ir al banco y sacar el dinero. Eso es sagrado”, recalcó el expresidente.

Y una tercera estrategia que garantiza el éxito es tener registros de calidad y hacer seguimiento a los programas y beneficiarios. Equipos del gobierno viajaron a lugares remotos en donde encontraron habitantes que ni siquiera tenían actas de nacimiento; eran ciudadanos que no existían. Ellos son hoy beneficiarios del programa bolsa familia, que entrega tarjetas a las mujeres del hogar para que cuenten con el dinero para la alimentación y la educación de su familia.

“Son 13 millones de tarjetas. Las personas van al banco y no les deben favores a alcaldes ni a gobernadores ni al presidente.

Me decían que estaba desperdiciando el dinero, que estaba creando vagabundos que no trabajaban. Había personas que criticaban que los pobres compraran lápices o zapatos para los niños y no comida.

Eso es fácil decirlo para alguien que los tiene, pero no para los que nunca lo han tenido.
Quienes nunca han pasado hambre ni necesidades no saben qué son 80 dólares en manos de una madre de familia”.

Combatir el hambre fue una prioridad del gobierno de Lula da Silva, al punto de crear un ministerio dedicado exclusivamente para esta tarea. En seis años la desnutrición de Brasil se redujo un 73 por ciento y la mortalidad infantil en un 45 por ciento.

La política es ejemplo en el mundo. Esta apuesta incluye restaurantes populares, programas de lactancia materna, promoción de la agricultura familiar, distribución de alimentos a los más pobres, la entrega de microcréditos y fomento de la economía local a través de la compra al pequeño productor para abastecer los programas de alimentación del gobierno, entre otros.

“La garantía para la buena alimentación de la población debería ser la prioridad de todos los hombres públicos y de los ciudadanos de buena voluntad. No es normal –dijo– que un gobernante del mundo no ponga la lucha contra el hambre como una prioridad de sus presupuestos, así como en sus políticas”.

La generación de millones de empleos formales para padres de familia buscó reducir el trabajo infantil y por el contrario, llevar a estos niños y jóvenes a las 214 escuelas de educación básica nuevas, así como a las 14 universidades federales construidas durante su periodo. Hoy hijos de albañiles estudian carreras como medicina en estas universidades.

Estos resultados, aseguró, son una muestra de que “no hay nada más barato que invertir en los pobres” y deja atrás la teoría de que hay que esperar al desarrollo para ser inclusivos. En el caso de Brasil, la inclusión llevó al desarrollo. “Los ricos también se benefician cuando los pobres dejan de serlo”, dijo.

“Hasta le pagamos la deuda el Fondo Monetario Internacional. Después de dos años de gobierno le devolvimos 16.000 millones de dólares que le debíamos. Hoy el FMI nos debe 14.000 millones de dólares que les prestamos para ayudar a la crisis de los países ricos”.

viernes, 21 de mayo de 2010

Irán-Brasil-Turquía

Irán ¿a "una comunidad internacional" post-occidental? (Alain Gresh)
"Las grandes potencias desacreditadas" ante el público al hacer caso omiso de la iniciativa iraní-turco-brasileño", dijo Ali Akbar Salehi, jefe de la Energía Atómica de Irán (AFP, 19 de mayo). Es "una afrenta a las potencias emergentes", insistió por su parte el ex embajador de Francia en Teherán, Francois Nicoullaud, en RFI, 19 de mayo Para el New York Times el columnista Roger Cohen ("Mueven America Latina las reglas del juego", 20 de mayo), "Brasil y Turquía son los países emergentes post-occidental. Y seguirán surgiendo. Hillary Clinton debería ser menos irresponsable en torpedear los esfuerzos de Brasilia y Ankara, con hipocresía, haciendo un sincero homenaje a sus esfuerzos. La capacidad de los Estados Unidos para imponer su solución, dice, está seriamente erosionada.
Los tres respondieron a la presentación por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la resolución de la ONU del endurecimiento de las sanciones contra Irán. El acuerdo tripartito firmado en Teherán no ha terminado de levantar olas. Su importancia no puede subestimarse, ya que con él se firmó, probablemente, el final de la "comunidad internacional" detrás de la cual están los Estados Unidos y la Unión Europea para llevar a cabo su política protegida.
Tomó 17 o 18 horas de conversaciones en Teherán entre los Ministros de Relaciones Exteriores de Brasil, Turquía e Irán para llegar a un acuerdo sobre un texto. Los debates han sido difíciles. El primer ministro turco había amenazado con no unirse a los negociadores e incluso con romper el diálogo si la república islámica no adoptaba compromisos específicos y no fijaba plazos para su ejecución. Por último, todo tuvo sentido: Sr. Erdogan hizo el viaje a Teherán y selló, 17 de mayo, su acuerdo con el presidente Lula da Silva y Mahmoud Ahmadinejad en un texto de diez puntos que establece un camino para resolver la crisis nuclear iraní.
Horas antes de la firma, la secretaria de Estado Hillary Clinton llamó a su homólogo turco para tratar de disuadirlo, había predicho que la mediación fallaría y le había dicho a los periodistas: "Cada paso ha demostrado claramente al mundo que Irán no se involucra en la forma que buscamos y que el país continúa con su programa nuclear"(citado por Stephen Kinzer," Irán acuerdo nuclear ", The Guardian, 17 de mayo de 2010).
Por su parte, el canciller francés, Bernard Kouchner, había acusado al Presidente Lula de inducirlo a error por parte de Irán, lo que provocó una fuerte réplica de la demandante: "Nadie puede venir a darme lecciones sobre las armas nucleares. (...) Cada país es responsable de su política internacional y Brasil es consciente de su edad" En el propio Brasil, algunos periódicos y los neoconservadores estadounidenses hacen Campaña contra Lula comparandolo a Neville Chamberlain, los británicos firmaron el Pacto de Munich de 1938!
Más allá del acuerdo en sí, es el papel jugado por dos potencias emergentes, cerca de los Estados Unidos, lo que llama la atención. Por primera vez, tal vez desde el final de la Guerra Fría, ante una gran crisis internacional, no son ni los EE.UU. ni los europeos quienes han desempeñado un papel destacado en las negociaciones para resolver el impasse... Seguir aquí en francés original, "Le Monde Diplomatique".