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martes, 1 de febrero de 2022

_- Las brigadistas judías en la Guerra Civil: de España, rumbo a la tragedia europea.

                Las llamadas mamás belgas, en la plaza de Cataluña a su llegada a Barcelona en mayo de 1937.

Sven Tuytens recupera en ‘Las mamás belgas’ a 30 voluntarias que ejercieron de enfermeras en la contienda española

Cuando Vera, Golda y Rachel Luftig se enteraron del bombardeo de Gernika, decidieron que debían comprometerse con la República Española. Rachel vendió su bicicleta y tanto ella como sus dos hermanas hicieron la maleta con lo justo para trasladarse desde Bélgica a la frontera pirenaica. No era su primer viaje, ni sería el último. A los Países Bajos habían llegado huyendo del antisemitismo que desde principios de la década de los treinta sacudía Polonia, su país de origen. De España, con la derrota a cuestas y zumbando, volverían al norte. Golda y Rachel acabaron en los campos de concentración con suertes dispares. Vera se libró de ellos sin dejar un constante activismo como espía contra el enemigo en plena ocupación nazi.

Las tres ejemplifican la incierta y trágica odisea del siglo XX. Ese paréntesis en la historia que se mueve entre los ideales y el apocalipsis. Comprendieron pronto que su condición de perseguidas las obligaría a no quedarse paradas. También, que España representaba el primer frente de una guerra total en el continente, con los judíos en el amenazante punto de mira. Por eso, junto a otras 30 mujeres residentes en Bélgica entonces, pero provenientes de la diáspora del este europeo ―Polonia, Checoslovaquia, Hungría o Rumania―, se decidieron a arrimar el hombro en pro de los republicanos durante la Guerra Civil. Así lo cuenta el libro Las mamás belgas, del periodista Sven Tuytens, publicado por la editorial El Mono Libre.

Querían luchar, fusil en mano, “pero el machismo de las facciones dominantes respecto a las Brigadas [Internacionales] en el bando republicano, los comunistas, ante todo, no lo permitían”, comenta Tuytens. Acabaron de enfermeras en Ontinyent (Valencia) en un hospital improvisado en un convento franciscano que llegó a tener 1.000 camas. El edificio sigue en pie, pero sin rastro del episodio.

Sin embargo, la memoria de Rosario Llin Belda, Rosariet, custodia aquellos días. “Yo había cumplido 15 años y entré a trabajar allí como voluntaria. Entonces tenía dos hermanas enfermas y me iba a ser más fácil conseguir comida y medicinas para ellas desde dentro”, comenta en su casa de Ontinyent, con 97 años a cuestas y suficiente lucidez sobre el pasado. “Las primeras dos semanas me las tiré limpiando el sudor a los doctores mientras operaban. Hasta que les dije: '¿Voy a estarme así toda la vida?' Porque yo quiero hacer algo”.

“Yo sí tengo una foto de su madre”
Miriam Luftig no partió a España con sus tres hermanas para enrolarse en las Brigadas Internacionales. Acababa de tener un hijo y decidió seguir en Amberes. Pero eso no quería decir que su destino fuera más seguro. "En una de esas razias, [redadas que los nazis hicieron en las ciudades belgas], cayó presa", cuenta Sven Tuytens, autor de Las mamás belgas. De ahí pasó a Malinas, una localidad ferroviaria desde donde partieron 25.000 judíos residentes en la zona hacia los campos de concentración y exterminio. "Los alemanes dejaron constancia rigurosa de todo, con nombres, procedencias y fotografías de los prisioneros", asegura el autor. Tuytens tuvo acceso a estos archivos en perfecto estado cuando investigaba para su libro. Un buen día, Jacob Baal-Schem se puso en contacto con él. Era el hijo de Miriam. Vivía en Tel Aviv y quería información sobre la familia Luftig para seguir el rastro de su madre: "Tengo 76 años y nunca he visto su fotografía", le confesaba a Sven. "Yo sí", respondió el periodista. La había encontrado en los archivos. Se la envió a Israel a su hijo, quien la enmarcó y hoy preside el salón de su casa, donde se la enseña a sus amigos y familiares. Su historia pone de relieve el verdadero valor de un retrato.

Trabajaban a destajo: “Llegué a ver como en dos horas curaron 28 hernias y una fimosis”, rememora. Montaron un quirófano en el coro de la iglesia y poco a poco fueron poniendo en marcha mejoras para sanar a los heridos. Llegaban en tromba y a centenares desde frentes encarnizados y masacres como la del bombardeo de Játiva. De esa forma se convirtió en un centro más que decente y con medios provistos por la Internacional Socialista. “Lo utilizaron con cierto propósito propagandista”, dice Tuytens, autor también de un documental titulado como el libro.

Contaba con máquinas de rayos X, avances en ortopedia, laboratorio y especialidad en venéreas: “A ese último espacio de enfermedades contagiosas ninguna queríamos entrar, la llamábamos la sala de los toreros”, recuerda Rosario. Ella pronto se convirtió en una especie de mascota. “Vera Luftig me adoptó, me protegían y me enseñaban. Eran todas excepcionales, muy agradables y muy trabajadoras”.

No solo Vera y las Luftig, también aquellas cerca de 30 mujeres ―21 de origen judío―, entre las que destacaban Genia Gross, Henia Hass, Lya Berger o las hermanas Anna y Adela Korn, todas ellas retratadas en el libro. Cada una, por diversos motivos y un muy arraigado ideal, formó parte de las Brigadas Internacionales. “Si algo destaco de su ejemplo fue ese compromiso generoso sin esperar nada a cambio, tan extraño en estos tiempos de narcisismo exacerbado por las redes sociales”, comenta Tuytens.

La asombrosa humildad del héroe es lo que deslumbró a este corresponsal en España de la radio y televisión pública belga para contar sus historias. Algunas, como Vera o Genia Gross, llegaron con sus esposos y novios en el frente. El de la primera, Emiel Akkerman, cayó muy pronto defendiendo Madrid. Maks Stark, en cambio, murió en Teruel. Genia lo supo cuando le enviaron devuelto el paquete con leche condensada que le había enviado. La primera pareja se había conocido en el Kultur Farein de Amberes y casado en 1934. Al principio ella no comprendió porqué Emiel quiso arriesgarse a ir a un país extraño: “No puedo quedarme de brazos cruzados mientras mujeres como tú o niños inocentes caen a diario asesinados”, le explicó.

Vera quedó tan impresionada por su experiencia que no solo se implicó ella, también lideró al grupo en que estaban sus hermanas. Pero cuando llegaron la división en el bando republicano ya agrietaba la victoria. “Se presentaron en Barcelona en mayo de 1937, pocos días antes de que los estalinistas aniquilaran al POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). La idea de la división como motivo de la derrota anda por todo el libro”, remata el autor.

Su trabajo en Ontinyent fue un capítulo activo en la cápsula de una vida plagada de vicisitudes no siempre buscadas, a las que no tuvieron más remedio que hacer frente. De las tres hermanas, Vera se comprometió como espía a favor de los soviéticos cuando los nazis tomaron Bélgica. “Eso la marcó también después en la Guerra Fría como sospechosa”, asegura Tuytens. Murió de cáncer en 1959. Rachel fue enviada al campo de Ravensbrück, pero sobrevivió. Golda, en cambio, acabó como sus padres: en Auschwitz-Birkenau, sin poder contarlo.

Allí ingresó Golda Luftig con el número 175. El siguiente, 176, se lo plantaron a su hijo, concebido precisamente en Ontinyent con el soldado Berliner, otro brigadista. El niño se llamaba Madrid.

https://elpais.com/cultura/2019/02/26/actualidad/1551171907_654454.html#?rel=mas

sábado, 31 de enero de 2015

El canto de las trincheras españolas. Un sello alemán edita la mayor antología de temas de la Guerra Civil del bando republicano

Dos kilos de historia. España en el corazón / Spain in my heart / Spanien in herzen es una caja que contiene un riquísimo libro tamaño elepé, siete CD y un DVD con el documental Madrid before Hanita, que revela un dato poco conocido: la participación en nuestra Guerra Civil de unos 300 voluntarios judíos que partieron desde Palestina, junto a un puñado de comunistas árabes y armenios, para unirse a las Brigadas Internacionales.

He escrito “nuestra Guerra Civil” y conviene corregir eso: el conflicto de 1936-1939 es hoy patrimonio de la memoria sentimental de toda la izquierda planetaria. Se trata como material sensible: Bear Family, la editorial alemana de España en el corazón, no ha dado cabida a las canciones del bando nacional. Urge mencionar que, en otro colosal proyecto de la misma compañía, Next stop is Vietnam: the war on record 1961-2008, sí se incluyeron canciones en contra y a favor de la intervención estadounidense en el Sudeste de Asia.

Con las leyes antinazis en la mano, puede que en Alemania no sea posible publicar el Cara al sol. Según Detlev Hoegen, director de Bear Family, ni se planteó: “Nunca fue una opción para nosotros el poner en circulación canciones del movimiento fascista español. No queríamos publicitar las canciones de los contrarios a la democracia. Nos enfocamos en las canciones de los defensores de la lucha legítima por la libertad”.

Aun con esa limitación, la cosecha de Bear Family es extraordinaria: se han juntado 127 grabaciones, incluyendo un corte con audio de Tierra de España, el documental de Joris Ivens. Musicalmente, abundan los coros. Se repiten piezas como el Himno de Riego, Valle del Jarama, Els segadors, El quinto regimiento, Los cuatro generales o Si me quieres escribir (que, por cierto, se cantaba en ambos bandos). Y se cuela una versión de Gallo rojo, gallo negro, aquí titulada Los dos gallos. A pesar de sus hechuras, nunca se cantó en las trincheras: fue compuesta por Chicho Sánchez Ferlosio a principios de los sesenta.

Se han rescatado numerosas pizarras hechas durante el conflicto, a veces con resultados escalofriantes. Como protagonista omnipresente está Ernst Busch, el tenor y actor alemán. Busch incluso grabó en Moscú las canciones que había aprendido en España; comienzan con rotundos recitados del actor Vasily Kachalov antes de que Busch cante. También estuvo detrás de una de las ediciones más raras de la discografía guerracivilista: Lieder der zeit-Spanien 1936-39, un álbum con tres pizarras registradas entre Barcelona y París; encargó cien ejemplares a la compañía Polydor, que quedaron inmovilizados hasta que el cantante, prisionero de los nazis, fue liberado en 1945.

La guerra inspiró a compositores como los españoles Rodolfo Halfter y Carlos Palacio, el mexicano Silvestre Revueltas o el alemán Hans Eisler. Posteriormente, la hoguera del recuerdo fue alimentada por folk singers que cultivaban el repertorio tradicional, del incansable Pete Seeger a Max Parker, que cayó prisionero de los franquistas y que en 1981 recreó el cancionero aprendido en las celdas de San Pedro de Cardeña.

La aportación de sus equivalentes españoles resulta deslucida. Aparecen Francisco Curto y el dúo Juan y José, que trabajaban con medios limitados; resultan superiores las grabaciones del chileno Rolando Alarcón y el mexicano Óscar Chávez. La selección pudo ser bastante más audaz: algunas interpretaciones de Paco Ibáñez o Joan Manuel Serrat habrían elevado el nivel general. Lo más moderno (2010) son las grabaciones lorquianas de Josephine Foster, la vocalista estadounidense afincada en España.

El libro de España en el corazón sí es un festín visual. Aparte de docenas de carteles, aquí se reproduce el fastuoso programa de la versión cinematográfica de Por quién doblan las campanas. Se recuperan las Estampas de la Revolución Española, colección de 31 acuarelas de José Luis Rey Vila, publicada por las Oficinas de Propaganda de CNT y FAI. También se suman fragmentos de reportajes y memorias de participantes, desde Hemingway a Arthur Koestler, pasando por las crónicas de Iliá Ehrenburg, tan efervescentes como dudosas.

Resulta evidente que España en el corazón tiene un destinatario internacional. El lector español rápidamente descubre que los textos complementarios no se caracterizan por el rigor histórico: hay despistes en las transcripciones, fallan algunas traducciones y se cuelan afirmaciones desconcertantes.

En el libro se insiste en que el Ministro de la Guerra durante la Revolución de Asturias fue Francisco Franco (y no). Se habla del Fuerte de San Cristóbal, infausta prisión navarra, como escenario de una victoria republicana. Al menos una vez, se describe UGT como organización anarcosindicalista. El muy legendario Gustavo Durán, el compositor que en 1936 se recicló en militar y llegó a coronel, es identificado como “un abogado francés y músico aficionado”.

Para el buscador atento, también aparecen sorpresas más agradables. Son conocidas las canciones firmadas a medias por el compositor ucraniano Lan Adomian y el poeta Miguel Hernández pero menos las aportaciones del cantante Ewan MacColl o de Lewis Allan, el letrista de Strange fruit. No faltan Paul Robeson y Woody Guthrie.

Mejor reconocerlo: la Guerra Civil forma parte del acervo global. Para el resto del mundo, más allá de la tragedia que ocurrió realmente en España, su importancia reside en la abundancia y la calidad de los visitantes, fueran famosos simpatizantes o anónimos militantes que se apuntaron a las Brigadas Internacionales (los interbrigadistas, como aquí se les denomina). Queramos o no, la Guerra Civil también es Marca España.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/20/actualidad/1419095619_920943.html

miércoles, 17 de julio de 2013

Londres celebra el 75º aniversario de la batalla del Ebro

Corría el mes de julio de 1938, y las aguas del Ebro refrescaban la ribera tarraconense ajenas al baño de sangre que habría de ensuciar la tierra. Los cultivos mediterráneos hacía ya tiempo que habían quedado descuidados por manos campesinas que ahora cambiaban arados por fusiles. Aragoneses y catalanes, jóvenes soldados empujados al frente por el hambre y la fuerza se vigilaban de lado a lado del río sin saber que estaban a punto de protagonizar la batalla más larga y sangrienta de la Guerra Civil Española.

Junto a ellos, unos extraños de aspecto descuidado, vestidos con la sencillez de los milicianos y con diversos acentos ingleses esperaban a entrar en combate. La mayoría de ellos habían cruzado la frontera clandestinamente, dejando atrás a sus familias, mujeres y amigos y dando todo por una causa que cada vez cobraba más fuerza en Europa: derrocar el fascismo. 90 de estos hombres, pertenecientes a los voluntarios británicos de las Brigadas Internacionales, jamás abandonarían esta tierra del sur de Cataluña debido a la crudeza en los combates de la última gran batalla del conflicto.

75 años han pasado desde que los últimos disparos se oyesen en los peñones del bajo Ebro, pero los recuerdos de los veteranos han seguido intactos hasta el fin de sus días, al igual que la insistencia en los ideales de lucha antifascista de las decenas de visitantes que quisieron acercarse el pasado sábado 6 de julio a los jardines londinenses de Jubilee. Allí, bajo la presencia del London Eye, entre banderas republicanas y catalanas y ornamentaciones florales rindieron homenaje a los 2.500 combatientes británicos que tomaron parte en la Guerra Civil Española, de los cuales un total de 526 dieron su vida por la causa republicana. De todos ellos, lamentablemente solo uno sigue vivo para recordar el desastre, y ese es Stan Hilton, un ex-marino mercante de Newhaven, que actualmente vive en Australia.

El papel de Cataluña en el conflicto que dividió España ha sido crucial en la celebración de este año al coincidir su fecha con la efeméride de la batalla del Ebro, en la que el ejército franquista ganó el peso que hizo que la guerra se decantase a su favor definitivamente. Durante el acto, y frente a la escultura que rinde homenaje a los combatientes, algunos de los participantes rindieron honores puño en alto, y pudieron apreciarse las canciones populares de la contienda interpretadas por un coro.

Asimismo, el director de Memorial Democràtic -la asociación para la memoria histórica del Gobierno catalán-, Jordi Palou-Loverdos, pronunció un discurso en el que destacó el papel de estos héroes anónimos e hizo hincapié en la importancia del recuerdo de su lucha. Al acto acudieron, entre otros, representantes de la delegación de Cataluña en Londres así como de la Asociación de Veteranos Judíos Británicos. Todos ellos se vieron arropados por una multitud deseosa de preservar el honor de quienes ofrecieron su vida por las libertades y la democracia.

La memoria histórica, bajo amenaza
En medio del debate surgido a raíz de la Ley de Memoria Histórica y que sigue creando controversia en España, la International Brigade Memorial Trust -organización en honor a los brigadistas, organizadora del evento- ha querido mostrar su preocupación ante lo que consideran “una amenaza” para el recuerdo de las víctimas del franquismo y el reconocimiento de la lucha antifascista. Lo ha hecho a raíz de que el Alto Tribunal de Justicia de Madrid ordenase retirar un monumento a las Brigadas Internacionales que fue instalado en 2011 en la Ciudad Universitaria de la capital, que había sido financiado precisamente por la IBMT. La decisión judicial se produjo el 3 de junio de este año a raíz de la denuncia presentada por un abogado “con supuestas conexiones con la extrema derecha”.

Los representantes de los brigadistas han querido alertar sobre este hecho, y por el momento han pedido al Gobierno británico una intervención para evitar este tipo de amenazas a la memoria histórica común. La moción de momento ha atraído la atención de hasta 48 miembros del parlamento, la mayoría laboristas aunque incluyendo a algunos conservadores. “El hecho de que todavía haya gente en Reino Unido y España que quiere denigrar el papel de las Brigadas Internacionales demuestra lo importante que es preservar su memoria y sus valores antifascistas y de solidaridad internacional”, ha asegurado Jim Jump, el secretario de la asociación.
Joaquín Vicente. El Ibérico.

Fuente: http://www.eliberico.com/actualidad/actualidad/reinounido/5781-londres-celebra-el-75-aniversario-de-la-batalla-del-ebro.html