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lunes, 18 de marzo de 2024

La extrema derecha contra los derechos de las trabajadoras en Europa



Contra la igualdad salarial, contra unas condiciones de trabajo y de vida dignas para las mujeres, y sin respaldar siquiera la lucha contra la violencia y la trata de seres humanos: ese ha sido el balance de las votaciones de la extrema derecha en el Parlamento Europeo durante esta legislatura.

En 2020 la Confederación Europea de Sindicatos calculaba que, de no cambiar las políticas de la Unión Europea, la diferencia salarial entre hombres y mujeres en Europa desaparecería… en 2104. Afortunadamente, desde entonces se han propuesto y adoptado algunas políticas de igualdad de género a escala europea. Sin embargo, cuando se presentaron al Parlamento Europeo, algunos se opusieron, no a los detalles con sugerencia de enmiendas, sino a los textos en su conjunto.

Políticas específicas de género
Este es el caso, en primer lugar, de la directiva sobre igual salario por igual trabajo, a la que los eurodiputados nacionalistas y de extrema derecha de los grupos Conservadores y Reformistas Europeos e Identidad y Democracia se opusieron, o se abstuvieron, en un informe que se presentó al Parlamento en 2022 (la directiva sometida a examen se aprobó la pasada primavera).

Lo mismo ha ocurrido con los aspectos de género de la crisis energética. En enero, el Parlamento respaldó por amplia mayoría un informe que valoraba la necesidad de políticas específicas de género, pero se opusieron de nuevo los eurodiputados de extrema derecha. Entre ellos había representantes del Vlaams Belang belga, miembro del grupo ID.

Este comportamiento de voto se mostraba ciego a la necesidad social de Europa entera que abordaba el informe. El Instituto Sindical Europeo demostró recientemente que casi el 80% de los 432.000 millones de euros asignados y destinados a blindar los hogares de la UE (entre septiembre de 2021 y enero de 2023) no se habían dirigido a ese fin, beneficiándose en gran medida los sectores más ricos de la sociedad, mientras que los más pobres, entre ellos muchas mujeres, quedaban a la intemperie.

En cuanto a la pobreza de las mujeres, hemos visto el mismo patrón. En 2022 se elaboró un informe que fue aprobado por el Parlamento, con un fuerte apoyo de los eurodiputados. Pero tampoco hubo apoyo de la extrema derecha, que se abstuvo o votó en contra.

Este comportamiento tampoco fue diferente cuando se trató de promover a las mujeres en los consejos de administración de las empresas. Cuando el Parlamento abordó esta cuestión en 2022, una vez más no suscitó el apoyo de la extrema derecha, no sólo en este o aquel elemento, sino en general (una vez más, la directiva salió adelante a finales de ese año).

Violencia y trata
La situación es aún peor. En esta legislatura también se han redactado, debatido y aprobado informes sobre la lucha contra la violencia y la trata de seres humanos. En cuanto a la violencia, la Organización Internacional del Trabajo y sus distintos grupos -representantes de trabajadores, empresarios y gobiernos- ya habían trabajado en un convenio para 2019 (190) sobre la lucha contra la violencia y el acoso en el trabajo. Cuando la cuestión de su adopción por los Estados miembros de la UE llegó recientemente a las comisiones del Parlamento Europeo, una vez más suscitó un fuerte apoyo, pero no de la extrema derecha.

En cuanto a la lucha contra el trata de seres humanos, cabía imaginar que habría unanimidad, y en enero el Parlamento y el Consejo de la UE aprobaron la revisión de normas en ese sentido. Sin embargo, el eurodiputado Tom Vandendriessche, principal candidato en junio del Vlaams Belang, no sólo se opuso a la iniciativa en comisión. También le reprendieron por utilizar la palabra holandesa omvolking -normalmente traducida como «gran substitución»- en un debate sobre migración celebrado ese mismo mes en Estrasburgo. Su homóloga alemana, Umvolkung, empleada por Alternative für Deutschland, la escogieron en 2019 los lingüistas alemanes como «no-palabra» anual por su contenido inhumano.

A menos de 100 días de las elecciones al Parlamento, tenemos que ser mucho más conscientes de los riesgos que representa la extrema derecha para todos nosotros, especialmente para las mujeres. Les debemos a todas esas mujeres y hombres que lucharon por sus derechos y por los nuestros compartir e intensificar la lucha. Nadie debe decir, el 10 de junio, cuando se conozcan todos los votos: wir haben es nicht gewusst (“no lo sabíamos”).

Marie-Hélène Ska. Secretaria General de la confederación sindical belga ACV-CSC.

 Texto original: Social Europe, 8 de marzo de 2024 

viernes, 23 de diciembre de 2022

La Europa del euro sembró la semilla de la extrema derecha y ya no puede frenarla

30 Sep 2022 La Europa del euro sembró la semilla de la extrema derecha y ya no puede frenarla🔊 Escuchar Publicado en Público.es el 30 de septiembre de 2022

¿Cómo es posible que en un periodo de tiempo tan relativamente pequeño hayan podido expandirse tanto e incluso normalizarse las ideas extremistas, claramente antidemocráticas, en la Europa que se jactaba de ser la cuna y el futuro de la civilización más humanista y ejemplar?

Mi opinión es que eso ha tenido mucho que ver con el modo en que se ha ido construyendo la Unión Europea y, sobre todo, la zona monetaria del euro. Que, a su vez, es una de las expresiones más perfectamente acabadas del capitalismo neoliberal de nuestro tiempo.

Desde el punto de vista económico, no creo que sea necesario insistir en que las previsiones sobre los beneficios del euro no se han cumplido y, por tanto, que se ha producido una gran frustración social, aunque no se hable de ello.

Bastantes estudios empíricos (como este) han mostrado que el euro no ha generado efectos positivos singulares sobre la tasa de crecimiento económico en los países que lo asumieron. Lo cual es relevante pues se estimaba que ese sería el motor de los avances generales en inversión, empleo y bienestar. Es también una evidencia que la deuda se ha desbocado en todos los países y que no se ha logrado la convergencia de las economías que se anunció como una consecuencia segura de su puesta en marcha.

Todo lo cual, por cierto, era previsible, tal como anunciaron muchos economistas al señalar que la unión monetaria del euro estaba mal diseñada desde el principio. Paul Krugman dijo que los criterios de convergencia eran una «solemne tontería» y Joseph Stiglitz escribió todo un libro para demostrar «cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa». No se reconoció, pero se supo desde su inicio que el euro nunca podría generar las ventajas que se le asociaban, porque se diseñó sin las instituciones y mecanismos de ajuste imprescindibles para hacer frente a los desequilibrios y shocks de tan diferente tipo que hoy día pueden afectar a las economías.

Durante algunos años, y a costa de generar burbujas y un endeudamiento que terminarían siendo letales, aumentó la convergencia entre las economías que formaban parte del euro pero comprobándose, al mismo tiempo, que más acercamiento en términos de PIB per capita no llevaba consigo ni semejante generación de valor añadido, ni armonía estructural ni, por supuesto, más equidad. Y cuando estallaron, las crisis fueron devastadoras; como no podía ser de otro modo, precisamente porque se carecía de mecanismos adecuados de ajuste y estabilización. Es más, el euro había dejado sin apenas capacidad de maniobra macroeconómica a los gobiernos y lo poco que estos podían hacer para luchar contra ellas era, para colmo, procíclico; es decir, que agudizaba los problemas.

Se sabía perfectamente que los cambios que llevaría consigo la implantación del euro no serían los fantásticos que se vendían a la opinión pública, sin ningún tipo de debate plural, para que aceptara sin rechistar su creación. Y se sabía que iban a generar mucha frustración ciudadana y descontento. Así lo reconoció en 1998 Etienne Davignon, presidente del grupo financiero más poderoso de Bélgica, en una entrevista en El País: «Los Gobiernos temen explicar a sus opiniones públicas la magnitud de los cambios que se avecinan. Es peligroso».

Tan claro debían tener los dirigentes europeos que la ciudadanía podría considerar peligroso al euro e indeseable asumir sus implicaciones, que lo legislaron sin contemplar la posibilidad material de poder salir de él. La trampa mejor urdida de la historia porque ¿quién en su sano juicio aceptaría incorporarse a algo de donde no esté contemplado que pueda salir si le va mal? Pues sí, los europeos que se incorporaron a una zona euro en cuyas normas no se contempla que algún país pueda abandonarla.

Pero ni siquiera todo esto ha sido lo peor que ha llevado consigo el euro y lo que, a mi juicio, ha producido la frustración, el desengaño y el desapego a las democracias que ha hecho crecer a la extrema derecha en Europa.

El euro ha impuesto políticas europeas en sustitución de las nacionales. Y el problema ha surgido porque la Unión Europea es un sujeto que adopta políticas sin ser político, utilizando el juego de palabras que me permito tomar prestado de Vivien Ann Schmidt (aquí). Es decir, sin tener una polis que lo condicione cuando crea conveniente. O, dicho de otro modo, porque no es una democracia y, por tanto, porque no proporciona ni el espacio ni los procedimientos (ni democráticos ni de cualquier otro tipo) que permitan canalizar las preferencias, las frustraciones, el descontento o la voluntad ciudadanas. La Europa del euro toma las decisiones que afectan a la ciudadanía, a veces muy gravemente, sin discusión ciudadana posible.

En la Europa del euro, la ciudadanía no se puede pronunciar ni deliberar, apenas puede influir, no tiene capacidad para controlar o censurar, y nunca puede decidir. Todo lo que afecta a sus condiciones de vida le viene dado; o mejor dicho, impuesto. Y en el único y cada vez más reducido espacio en donde a duras penas puede hacer algo de todo ello, en el de su respectiva nación, resulta que lo puede hacer en cada vez menor medida, en menos materias y siempre con la espada de Damocles sobre su cabeza: ¿lo permitirá o no lo permitirán Bruselas o Frankfurt, la Comisión Europea o el Banco Central Europeo, respectivamente?

Y la cuestión ni siquiera termina con ese achicamiento progresivo del espacio democrático que produce el euro. Como los partidos o los gobiernos nacionales no pueden decidir con autonomía porque no disponen ya de capacidad de maniobra suficiente, es materialmente imposible que pueden cumplir las promesas que han de ofrecer a sus potenciales electores y sin las cuales nunca podrán ganar las elecciones. Eso ha hecho que la política nacional se haya convertido en una farsa, en un sainete de compromisos que todo el mundo sabe que no se harán efectivos, salvo que respondan a la voluntad expresa de Bruselas, la cual ningún partido en su sano juicio (como reconociera Davignon) se atreverá a presentar ante sus electores como propia, si quiere conseguir su voto.

En el polo justamente opuesto de las instituciones del euro, los gobiernos nacionales han de limitarse -como también dice Vivien Schmidt- a hacer política sin hacer políticas, sin poder adoptarlas. Pero, entonces, ¿en qué queda la democracia?

Pues, realmente, en casi nada. El euro, esa es la realidad, vacía de democracia la política que se hace bajo su imperio.

Se sabía desde el principio que la Europa de los tratados del euro iba a ser incompatible con la constitución de algo parecido a un supra estado democrático. Nunca se pretendió. Lo que posiblemente no se tuvo en cuenta (o sí, quién sabe) es que convertir a la Unión Europea del euro en una no-democracia tan poderosa y determinante de lo que ocurre en las naciones que la conforman iba a debilitar en grado extremo a las democracias nacionales, o incluso a desmantelarlas, como dice Habermas que ha sucedido en Europa.

La Europa del euro ha desnaturalizado e inutilizado a las ya de por sí menguadas democracias nacionales en Europa y se ha construido a ella misma sobre la base de considerar innecesarias y prescindibles a la voz, las preferencias y la decisión de la ciudadanía; es decir, a la Democracia. ¿Quién se puede extrañar, entonces, que cada vez más gente y partidos simpaticen, voten, se unan, justifiquen, convivan sin problemas, o tengan por aliados para gobernar a quienes la rechazan expresamente?

Juan Torres López.

sábado, 29 de octubre de 2022

_- ¿Puede colapsar la economía alemana?

_- Publicado en Público el 23 de septiembre de 2022

Tranquilidad, amiga lectora o amigo lector. La economía alemana no colapsará. Si hicieron lo imposible para evitar que cayeran los bancos por ser demasiado grandes, muchos más cielos y tierras moverían para que Alemania no se vaya al garete. Aunque, eso sí, yo creo que se va a cerrar una época y que a la nación que viene imponiendo los intereses de su gran industria al resto de Europa se le viene abajo el modelo económico en el que ha basado su dominio durante las últimas décadas.

Hace unos días en The Wall Street Journal se decía que entramos en una «era de desindustrialización en Europa». Es algo que ya se venía observando antes del confinamiento y que había llevado a que Alemania estuviera a solo una décima de entrar técnicamente en recesión a finales de 2019. Ahora, las cosas se le han puesto mucho peor y casi nadie bien informado duda de que lo va a estar este mismo año.

Las causas de la crisis del modelo industrial que impuso la globalización de los últimos 40 años y que ya comenzaron a afectar a la industria alemana justo al salir de la anterior crisis económica son diversas y complejas y no las voy a tratar aquí. En este artículo solo pretendo señalar resumidamente lo que me parece que es la causa de que los cambios de tendencia en la industria mundial que se están produciendo y que se van a agudizar tras los cataclismos recientes (la crisis de la Covid-19 y la invasión de Ucrania) vayan a afectar de forma especialmente intensa y grave a Alemania.

Para decirlo de la manera más gráfica posible, se me ocurre utilizar un símil deportivo: la economía alemana viene compitiendo dopada desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Si de un deporte se tratara, hubiera sido descalificada hace tiempo.

Alemania se dopó para salvar las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial cuando otras potencias, e incluso pequeños países con los que luego, por cierto, los alemanes no han tenido clemencia alguna, le condonaron miles de millones de dólares de deudas. Gracias a que no pagó la totalidad de las que había generado (como tampoco reparaciones justas a los países a los que tanto daño causó) pudo disponer Alemania de los ingentes recursos necesarios para fortalecer su destrozado aparato productivo tras la guerra.

En segundo lugar, la economía alemana se ha dopado también con el diseño impuesto al proceso de integración europea.

Alemania es la responsable de que el proceso de unidad europea carezca de unión política y de que no haya llegado a ser una auténtica democracia, única forma de lograr que sus intereses (léase, los de las grandes empresas) puedan predominar sobre los del conjunto de Europa.

Alemania se ha dopado también con el mal diseño de la zona euro. Habiendo como hay argumentos teóricos y evidencia empírica abrumadores que señalaron y señalan que con el diseño proalemán aumentaría la divergencia y se producirían desequilibrios constantes y desindustrialización y decadencia productiva en las periferias, Alemania nunca cedió ante los intereses de su gran industria.

Alemania se dopó con un modelo de integración monetaria cuyas condiciones arbitrarias son incumplibles para todos los países pero que permiten castigar y someter a los que tienen menos poder de decisión. La prueba evidente de ello es que de 2000 a 2010, Alemania incumplió 14 veces las reglas de límite de déficit y deuda y España e Irlanda solo cuatro y cinco y nunca antes de la crisis de 2007. Pero solo los más débiles han pagado las consecuencias de sus incumplimientos.

Alemania se ha dopado con un euro que le permite mantener superávits exteriores sin tener que realizar ningún ajuste, mientras que obliga a que los hagan los deficitarios. Una aberración porque, en el seno de una unión monetaria, se debe actuar en ambos lados si no se quiere prolongar y aumentar el desequilibrio. Y se ha dopado también al evitar por todos los medios que la unión se dote de los mecanismos de ajuste (como una hacienda y política fiscal comunes) que sabemos son imprescindibles para que pueda ser exitosa una unión monetaria.

Alemania se ha dopado imponiendo en plena crisis políticas restrictivas que hundieron artificial e innecesariamente a los países periféricos. Ahora sabemos que otros lideres políticos como el propio Obama, los economistas más prestigiosos del mundo e incluso gobernadores de bancos centrales, como el de Austria, se lo advirtieron a Merkel sin que esta le hiciera caso alguno (un balance con muchos datos de esta época aquí).

La economía alemana se ha dopado con un excedente comercial que utilizó para financiar burbujas, para lo cual fue necesario que quienes tanto defienden la austeridad y el rechazo a la deuda obligaran a endeudarse al resto de Europa imponiéndoles condiciones y políticas que no podían tener otro efecto posible. Y eso, además, renunciando a utilizar ese excedente en la economía de su propio país para hacerla más sostenible y mejorar las condiciones de vida de su gente.

Alemania ha dopado a su economía con una política energética antieuropea, geoestratégicamente peligrosa y económicamente ineficiente a largo plazo, como ahora estamos y vamos a seguir comprobando dramáticamente.

Y se ha dopado también al mantener su supremacía comercial con una cotización del euro y un acercamiento a Rusia y China que solo respondía a los intereses de su gran industria y no a los del conjunto europeo.

Para metabolizar tanto dopaje, Alemania ha recurrido a un relato que falsifica su propia historia y los hechos más evidentes. Por ejemplo, cuando Merkel y otros líderes alemanes imponían la austeridad y las políticas deflacionistas a los demás países diciendo que era porque no querían que volviera a darse la hiperinflación que trajo a Hitler.

Una auténtica falacia porque está perfectamente estudiado (y los alemanes deberían saberlo mejor que nadie) que el nazismo vino de la mano de las políticas de austeridad alemanas y no de la inflación y que vino de la mano de los grandes capitales, cuyo interés egoísta es justamente el que vuelve a ser una amenaza para la democracia europea. O se dopa cuando extiende la idea de que los pueblos del sur somos vagos, a pesar de que trabajamos más horas de promedio que los alemanes, y más proclives a endeudarnos, cuando ya he dicho que esto ocurre como efecto derivado de las políticas que Alemania impone en su beneficio y que ni siquiera es algo exclusivo de las periferias, porque la propia Alemania se han endeudado más que nadie cuando le ha sido necesario. O cuando dice que las demás economías viven de los subsidios, cuando Alemania es quien más ayudas públicas viene dando a sus empresas.

Ahora, la guerra de Ucrania ha hecho saltar por los aires ese modelo dopado y la Alemania que apostó por dividir a los europeos como modo de garantizar su predominio le reclama su apoyo. Sin que de momento, por cierto, haya ni un ápice de autocrítica.

Alemania se ha comportado como el alumno listillo de la clase que se cree que engaña a todos cuando, en realidad, se estaba haciendo trampas jugando al solitario. Ha bastado que a Estados Unidos le interese, porque necesita reducir a Rusia y la mejor manera es enfrentarla militarmente con Europa, para que el dopaje que sostiene al modelo económico alemán haya quedado al descubierto, su economía por los suelos y la no-Europa diseñada por el capital alemán sin autonomía ni capacidad de decisión alguna.

Termino por el principio. La economía alemana no colapsará, aunque será otra a partir de ahora, porque no es eso lo que busca la gran potencia imperial. Lo que Estados Unidos necesita es que Europa se convierta en un gran cuartel, su economía en una subsidiaria de su industria militar alimentada con el dinero de los gobiernos y su proyecto de protagonismo político global como primus inter pares en un simple papel mojado.

El que quiso ser un renovado sueño de la Europa panalemana, el de la gran y superior Alemania dominando al continente, va a terminar siendo algo peor que una quimera. Ha sido la droga alemana que ha dividido y enfermado a toda Europa y que nos ha puesto en manos de Estados Unidos por mucho tiempo y al borde de una guerra de consecuencias todavía inimaginables. 

https://juantorreslopez.com/puede-colapsar-la-economia-alemana/

viernes, 25 de febrero de 2022

Rusia invade Ucrania: lo que sabemos hasta ahora

Putin ha lanzado en la madrugada de este jueves una ofensiva contra Ucrania, una acción que ha suscitado ya la condena internacional

Esto es lo que sabemos hasta ahora.

El presidente ruso, Vladímir Putin, ha lanzado una ofensiva militar contra Ucrania esta madrugada. "He tomado la decisión de iniciar una operación militar especial", ha dicho en una declaración televisada poco antes de las 3:00 GMT –4.00, hora peninsular española– . El objetivo, ha defendido el mandatario ruso, es "desmilitarizar y desnazificar" Ucrania y "proteger a las personas que han sido objeto de intimidación y genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años". Tanto Ucrania, como la UE, la OTAN y EEUU, desmienten este genocidio, del que Putin no ha mostrado pruebas en su alocución televisada. "No tenemos planes de ocupar territorios ucranianos", ha dicho Putin. Sin embargo, ante las repetidas advertencias de países como EEUU sobre un ataque "inminente", Moscú había negado hasta ahora tener planes para invadir Ucrania.

Los líderes de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk en el Donbás, al este de Ucrania, habían dado este miércoles un paso que allanaba el camino a una confrontación militar reclamando ayuda al Kremlin "para repeler la agresión de las Fuerzas Armadas de Ucrania y así evitar víctimas civiles y prevenir una catástrofe humana". Putin ha justificado la operación por esta solicitud. Este lunes, había reconocido la independencia de ambos territorios, controlados por separatistas prorusos, firmó un tratado de cooperación militar con ellos y había dado órdenes para enviar tropas para el "mantenimiento de la paz" en el Donbás. Esta zona vive un conflicto armado desde abril de 2014 entre las milicias prorusas y el Ejército ucraniano, que, según la ONU, ha causado más de 14.000 muertos. Se considera que la acción rusa ha terminado de enterrar los acuerdos de Minsk, el frágil proceso de paz para el mantenimiento del alto el fuego en el Donbás.

El Gobierno ucraniano ha activado la ley marcial en todo el país y ha asegurado que Ucrania se "defenderá" de la "invasión a gran escala desde múltiples direcciones" que ha lanzado Rusia y "ganará". El presidente Volodímir Zelenski ha anunciado que su país rompe relaciones diplomáticas con Moscú tras la agresión militar y ha asegurado que el "enemigo ha sufrido graves pérdidas y sufrirá aún más". Anteriormente, el presidente ordenó al Ejército causar "las mayores pérdidas posibles al invasor". El mandatario, informa Reuters, ha dicho que se darán armas a quien esté dispuesto a luchar. El ministerio de Exteriores ucraniano ha asegurado en un tuit a las 12:08 hora local que la situación "está bajo control". A las 15:31, las fuerzas armadas han informado de que seguía habiendo fuertes batallas a lo largo de toda la línea de contacto en el Donbas, pero no "se permitió ningún" avance ruso. "El mundo puede y debe detener a Putin. El momento de actuar es ahora", ha dicho el ministro de Exteriores, Dmitro Kuleba.

Ucrania ha informado al menos 40 muertos y varias decenas de heridos, según Alexéi Arestóvich, asesor presidencial, quien no ha especificado si entre las víctimas hay civiles, según informa la agencia AP.

Según las autoridades ucranianas, la oleada inicial de ataques parece incluir misiles de crucero, artillería y ataques aéreos que han golpeado la infraestructura militar y las posiciones fronterizas, incluidas las bases aéreas, recoge The Guardian. El Ministerio de Defensa ruso ha afirmado más tarde haber "neutralizado" las bases aéreas y las defensas aéreas de Ucrania. "La infraestructura de las bases aéreas del Ejército ucraniano está fuera de servicio", dice en un comunicado citado por la agencia Interfax.

La mayoría de los ataques aéreos se han concentrado en el este, pero también se ha informado de ataques en el oeste de Ucrania, incluidas las ciudades de Lutsk e Ivano-Frankivsk. También se ha informado de que las tropas rusas estaban cruzando la frontera al este de Járkov y de que estaban entrando en Ucrania desde Crimea, anexionada por Rusia en 2014, lo que sugiere un ataque a tres bandas desde el norte, el sur y el este, según informa The Guardian. Los separatistas apoyados por Rusia han lanzado ataques en las regiones escindidas de Lugansk y Donetsk, que reclaman pero solo controlan parcialmente, según informan los medios estatales rusos. El alcance total de la operación militar no está claro aún.

Se han escuchado explosiones cerca de las principales ciudades ucranianas, incluida la capital, Kiev, Mariúpol y Járkov, según las crónicas de periodistas de medios internacionales que se encuentran en el país. Este jueves se han formado atascos en la capital, donde viven tres millones de personas. También hay imágenes de ciudadanos buscando refugio en estaciones y colas para autobuses, cajeros automáticos y gasolina. Ucrania es un país de más de 600.000 kilómetros cuadrados y con una población de cerca de 44 millones de personas. Aunque lo reclaman, los separatistas no controlan todas las regiones de Donetsk y Lugansk, al este, sino aproximadamente un tercio, unos 16.000 kilómetros cuadrados, según algunas estimaciones. Ucrania, que es el país de menores ingresos de Europa, comparte frontera con Rusia (este), Bielorrusia (norte), Moldavia, Hungría, Eslovaquia, Polonia y Rumania (oeste) y limita con el mar Negro.

Ya hay informaciones de personas que empiezan a huir de sus hogares buscando seguridad. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, ha advertido de que las consecuencias humanitarias para la población civil "serán devastadoras". "En la guerra no hay vencedores, sino incontables vidas que quedarán destrozadas". Acnur explica que está trabajando con los gobiernos de los países vecinos, "pidiendo que mantengan las fronteras abiertas para aquellas personas que buscan seguridad y protección" y que ha intensificado sus operaciones y reforzado su capacidad en Ucrania y en los países limítrofes.

El Servicio de Fronteras de Ucrania ha asegurado que militares de Bielorrusia han ayudado a Rusia durante unos ataques que "sufrió la frontera estatal ucraniana" esta madrugada. Los ataques de tropas rusas "con ayuda de Bielorrusia" han tenido lugar con artillería, equipos pesados y armas de tiro, señala este órgano en un comunicado publicado en Facebook. El presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, ha dicho en una reunión con militares, citada por la agencia oficial Belta, que las tropas de su país no "tienen ninguna participación en esta operación" lanzada por Rusia en Ucrania. El servicio de fronteras ucraniano ha asegurado que las tropas rusas han cruzado el punto fronterizo de Vilcha, en la región de Kiev, a 50 kilómetros de la frontera con Bielorrusia.

Ucrania ha ordenado el cierre de su espacio aéreo para vuelos civiles tras el inicio de la operación militar de Rusia en el país. Y Rusia cierra el espacio aéreo a las aeronaves civiles desde el jueves en su frontera occidental con Ucrania y Bielorrusia, según un aviso emitido por las autoridades de aviación rusas, informa EFE. La Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA), en respuesta "al conflicto en desarrollo en Ucrania", ha pedido a los operadores aéreos evitar zonas del espacio aéreo de Ucrania, Rusia, Moldavia y Bielorrusia por "alto riesgo".

El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha afirmado que Europa vive "el peor momento desde el fin de Segunda Guerra Mundial". Junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentará a los líderes europeos un nuevo paquete de sanciones. "Estamos viviendo una agresión sin precedentes", ha afirmado Von der Leyen, "cuyo objetivo es la inestabilidad en Europea y del orden mundial". La primera ronda de sanciones de la UE ha afectado a un total de 23 personalidades, cuatro empresas y 351 diputados de la Duma, sancionados en la primera ronda europea de respuesta a Rusia. Los jefes de Estado y de Gobierno han anunciado "medidas más restrictivas" por "la agresión sin precedentes" de Rusia. Informa Andrés Gil.

El primer ministro británico, Boris Johnson, ha asegurado que "Occidente no se quedará a la espera" mientras Rusia ataca Ucrania, en una conversación con Zelenski. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha acusado al líder ruso de lanzar un ataque "no provocado e injustificado" contra Ucrania y de apostar por una "guerra premeditada" que provocará una "catastrófica pérdida de vidas y sufrimiento".

La OTAN ha anunciado que reforzará su flanco oriental –con mayor presencia en los países próximos a Ucrania y a Rusia, como los países bálticos, además de Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y el Mar Negro– sin desplegar tropas dentro de Ucrania. Los países occidentales habían dejado ya claro en los últimos meses que no enviarán tropas de combate a Ucrania. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha pedido a Rusia que retire sus fuerzas de Ucrania y que elija "el camino de la diplomacia". Este viernes se celebrará una cumbre virtual de líderes de la OTAN después de que vayas aliados hayan manifestado varios aliados sentirse amenazados. Informa Andrés Gil.

"Presidente Putin, en nombre de la humanidad, llévese sus tropas de vuelta a Rusia. Este conflicto debe terminar ahora", ha pedido el secretario general de la ONU, António Guterres, que ha asegurado que "esta guerra no tiene ningún sentido". "Este es el momento más triste de mi mandato como secretario general de Naciones Unidas", ha declarado Guterres al término de una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad, que él mismo había abierto pidiendo al presidente ruso que no lanzase una ofensiva en Ucrania.

Tras reunirse el Consejo de Seguridad Nacional presidido por Felipe VI, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, ha exigido a Putin el cese de las hostilidades sobre Ucrania y ha advertido de que sus acciones "no pueden quedar impunes". Por ahora el Ejecutivo solo habla de las sanciones sobre Rusia a expensas de la reunión extraordinaria del Consejo Europeo para estudiar la respuesta a lo que Sánchez ha denominado una "violación flagrante" de legalidad internacional. Informa Irene Castro.

Amnistía Internacional (AI) ha pedido que se respete "sin fisuras" el derecho internacional de derechos humanos y el derecho humanitario, y ha asegurado que seguirá de cerca la situación para denunciar las violaciones "por todas las partes". "Nuestros peores temores se han hecho realidad. Tras semanas de escalada, ha comenzado una invasión rusa que probablemente tendrá las consecuencias más horribles para las vidas humanas y los derechos humanos", ha declarado la secretaria general, Agnès Callamard. "Deben protegerse las vidas, los hogares y las infraestructuras de los civiles; no deben producirse ataques indiscriminados ni el uso de armas prohibidas, como las municiones de racimo". Este artículo está en permanente actualización.

https://www.eldiario.es/internacional/rusia-invade-ucrania-ahora_1_8777001.html

Más en El País.

miércoles, 16 de febrero de 2022

Hacia una crisis de misiles nucleares en Europa.

Mientras se incuban los mayores peligros militares, nos arrullan con los desmanes de Putin

“Cuando le señalan la Luna, el necio mira el dedo", reza la conocida máxima atribuida a Confucio. Su contenido es muy simple: ajenos a lo crucial, nos centramos en tonterías. Y lo crucial es el enorme peligro de repetir en Europa algo parecido a una “crisis de los misiles de Caribe” de 1962, ahora con Ucrania en el centro.

Desde hace años la potencia militar más fuerte y agresiva del mundo, Estados Unidos, está rodeando militarmente a Rusia y a China. Como esos dos países son grandes potencias nucleares de vocación imperial, los peligros de la operación son obvios para cualquiera con sentido común. No lo hay en Bruselas, ni en las mentes de nuestros disciplinados políticos, expertos y periodistas “atlantistas”.

Una buena muestra es la respuesta del redomado irresponsable secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, a los tímidos coqueteos de algunos socialdemócratas alemanes de que convendría acabar con la presencia de las armas nucleares de Estados Unidos en suelo alemán: “Por supuesto, Alemania puede decidir si deja de albergar armas nucleares, pero la alternativa es que acabaríamos teniéndolas en otros países de Europa, más al este de Alemania”.

Utilizando una “lógica poscolonial” y reclamando su “esfera de interés vital”, Rusia se considera “legitimada para controlar esa área y los países postsoviéticos europeos que no pueden elegir otro destino” ni “emanciparse de la condición geopolítica que les impone Moscú”, señala Carmen Claudín, analista del CIDOB. “No puede haber un Yalta.2”, dice el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. “Es la propia política del Kremlin la que ha antagonizado a sus vecinos postsoviéticos, multiplicando los sentimientos antirrusos”, sentencia Claudín. Pero esta última verdad cambia poco lo esencial.

Negando el “derecho” de Rusia a oponerse a la ampliación de una alianza militar hostil junto a sus fronteras, Washington y sus defensores atlantistas europeos, ignoran doscientos años de la propia historia de Estados Unidos, reclamando e imponiendo su esfera de influencia en el hemisferio occidental. Claro que Ucrania, o Georgia, tienen derecho a pedir su ingreso en la OTAN y el estacionamiento de bases y armas en su territorio. En 1962, también la República de Cuba tenía derecho a reclamar el estacionamiento de misiles soviéticos a 170 kilómetros de territorio estadounidense. Washington se había ganado a pulso el “sentimiento antiamericano” de todo el subcontinente con sus invasiones, golpes de estado e implacable dominio del que Cuba había conseguido liberarse. Y por supuesto, también la URSS, amenazada por misiles nucleares estacionados en Turquía, tenía derecho a estacionarlos en Cuba. Pero es que en aquel caso, como en el actual, no era una cuestión de derechos, sino de medir las consecuencias. Como ahora la situación en Europa, la crisis de los misiles de Cuba fue extremadamente peligrosa. Estados Unidos advirtió que el asunto era casus belli: llevando hasta el extremo aquellos derechos, se habría destruido el planeta. Como dice con raro buen sentido Jack Matlock, ex embajador de Estados Unidos en Moscú, “como nuestro Congreso nunca aprobó una ley de la gravedad, ¿podemos ignorarla?”.

Ante esta situación, los políticos, expertos y periodistas “atlantistas” europeos, prefieren mirar el dedo: la “agresividad” de Putin y los nefastos abusos, fechorías y crímenes del régimen ruso. No son tonterías para los rusos que algún día deberán resolverlas, pero sí lo son para nosotros, en la situación concreta y actual que nos afecta.

Es obvio que existe una relación entre la política exterior rusa y la política interior del régimen ruso. La amenaza exterior tiene una gran funcionalidad para acallar a la oposición como “agente extranjero”, incluida la barbaridad cometida con la sociedad “Memorial”, por ejemplo. Pero es que, ¿acaso esa relación solo existe en Rusia? En Estados Unidos observamos incluso una relación aún más decisiva entre la economía, el dictado del complejo militar industrial sobre las decisiones del Congreso, y la política exterior de guerra eterna. Los misiles contra Sudan intentaron resolver el “caso Lewinski”, la leyenda de la intervención rusa en las elecciones de Estados Unidos ha sido arma en la pelea interna que divide al establishment norteamericano en un ambiente de manifiesto macartismo. Los atentados del 11 de septiembre neoyorquino se usaron para desencadenar una nueva catástrofe alrededor de los recursos de Irak… No solo hay disidentes, y tortura, en China y Rusia, ahí están Guantánamo y Assange, y también hay “agentes extranjeros” entre nosotros.

Bajo cada video que el canal ruso de televisión RT sube en YouTube, aparece el mensaje: “RT está financiada, total o parcialmente por la administración pública rusa”. “Medio controlado por el estado de Rusia”, reza el mensaje que sale en la página de RT en Instagram, propiedad de Facebook y que podría aplicarse exactamente igual a la Deutsche Welle, Voice of America, BBC, etc., etc. La versión alemana de RT, el único canal en el que los críticos de la ampliación de la OTAN podían expresarse y que cuestionaba la versión atlantista de la “revolución ucraniana” de 2014, los claroscuros del caso Skripal o los dudosos ataques con gas venenoso atribuidos a el Assad en Siria, ha resultado ser demasiado efectiva (quinto puesto en el ámbito “noticias” y “política” entre los canales vistos en Alemania) y se le ha negado la licencia de emisión, con lo que se limita a la transmisión por satélite. En septiembre el canal de video de RT-Alemania, que tenía más de 600.000 abonados y registraba más de 547 millones de consultas, fue borrado de YouTube. Mientras en Occidente, las democracias de baja intensidad no cesan de perder sustancia, los monopolios digitales de Estados Unidos, directamente sometidos al Big Brother de la NSA y otros servicios, como demostró Snowden, nos protegen así ante la propaganda rusa con el paternal mensaje: “Esta no es la propaganda que deberías consumir, consume la buena: CNN/ BBC/MSNBC, etc.” y nuestros periodistas y expertos nos arrullan mirando el dedo de los desmanes de Putin.

Tras ser ignorada durante décadas, Rusia ha presentado propuestas de acuerdos bilaterales con garantías de seguridad firmes, lejos de las promesas que no se cumplieron a lo largo de los últimos treinta años. Garantías de que Ucrania no ingresará en la OTAN, y que no se colocarán armas contra ella en su entorno inmediato.

“Esperamos conversaciones constructivas con un resultado final claro en los términos que garanticen una seguridad igual para todos” “Han llegado hasta el umbral de nuestra casa. ¿Creen que somos tan ilusos como para ignorar las amenazas planteadas a Rusia?. Ese es el problema: simplemente ya no tenemos terreno para retroceder”, ha dicho.

El sujeto de su reclamación no es la Unión Europea, ni la OTAN, sino que se ha dirigido directamente a quien manda en este asunto: Estados Unidos. Quiere acuerdos bilaterales con Washingtion y en segundo término con Berlín y París. El 21 de diciembre, el presidente ruso habló con el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, y con el presidente francés, Emmanuel Macron. La apuesta de Rusia es enérgica. Entre el 10 y el 13 de enero tendrán lugar las conversaciones, ¿qué pasará si no llegan a buen puerto?

Ante el Colegio del Ministerio Ruso de Defensa, una audiencia de generalotes, Putin dijo a finales de diciembre que si las conversaciones no logran resultados, Rusia adoptará “medidas militares apropiadas” de respuesta. Nuestros papagayos se preguntan por el contenido de tales “medidas”y han lanzado la voz de alerta ante la fantasmagórica “invasión de Ucrania”, un escenario fuera de toda realidad. La respuesta del Kremlin será otra: el despliegue de misiles nucleares tácticos en Bielorrusia y Kaliningrado. Con su estupidez, la Unión Europea regresa al continente a los principios de los ochenta, la crisis de los euromisiles. La unilateral retirada de Estados Unidos del acuerdo INF ha hecho posible esta locura.

No habrá seguridad europea que no sea común e integre los intereses de todos los países europeos, no la habrá sin Rusia, y desde luego no la habrá contra Rusia. Pese a los esfuerzos de nuestros políticos, expertos y periodistas.

Rafael Poch de Feliu

[Fuente: Ctxt]

lunes, 27 de diciembre de 2021

_- Paul Collowald, pionero de la UE: “Vi nacer Europa; ahora es frágil”

_- A los 98 años, este veterano europeísta es uno de los últimos testimonios del nacimiento del proyecto común en las ruinas de la II Guerra Mundial

Quedan pocos como Paul Collowald (Wissembourg, 98 años), testimonio, en un continente en ruinas tras la II Guerra Mundial, del nacimiento de lo que acabaría siendo la Unión Europea (UE). Collowald, francés de Alsacia y sobre todo europeo, cubrió como periodista los primeros balbuceos del proyecto común y después ocupó puestos relevantes en las instituciones comunitarias. Ahora vive en Waterloo. Por la pandemia, conversamos por teléfono.

Pregunta. Una fecha y un encuentro marcaron su vida.
Respuesta. Sí, el 12 de agosto de 1949. Aquel día me presentaron a Robert Schuman, el ministro francés de Asuntos Exteriores. Yo era un joven periodista que cubría la primera sesión de la Asamblea del Consejo de Europa en Estrasburgo. Schuman acudía a una recepción con un grupo de jóvenes. Le saludé y, terminada la reunión, fuimos caminando y conversando hacia la Prefectura, donde él se hospedaba.

P. ¿Qué le dijo?
R. “Estoy bastante preocupado”, me dijo. “No hay que volver a empezar con el tratado de Versalles y la humillación que supuso. Habrá que encontrar soluciones europeas”. Ahí escuché de su boca la palabra: Europa.

P. Poco después se publicaría la declaración Schuman, texto fundacional de la reconciliación franco-alemana y de la actual UE. ¿Por qué le impactó tanto aquel momento?
R. Por vivir yo en la frontera. Hubo anexiones sucesivas de Alsacia por Alemania. Mis antepasados conocieron la guerra de 1870, la de 1914-1918, y aún viviríamos la de 1940-1944. Es terrible. Cuando me di cuenta de que por fin había una respuesta precisa e inteligente para salir del círculo vicioso de guerras, guerras, guerras, entendí que esto me daba perspectivas. ¡Es importante tener perspectivas!

P. ¿Cómo había vivido usted la guerra?
R. Si yo hubiese residido en Burdeos, en Lyon o Marsella, mi juventud habría sido muy distinta. Pero Alsacia y Lorena eran territorios anexionados por Alemania.

P. Y se acercó a la resistencia.
R. Formaba parte de una red que distribuía folletos llamando a resistir y que ayudaba a pasar hacia Suiza para escapar a la Wehrmacht, el ejército alemán.

P. Pero lo acabaron reclutando.
R. A los padres de los chicos que se evadían los enviaban a campos de reeducación. Mi padre era funcionario. Mi madre estaba enferma. Tenía tres hermanas pequeñas. Una noche dije a mis padres: “He reflexionado, tengo la posibilidad de escapar, pero no os quiero exponer a los campos de reeducación”. Fui movilizado. Me enviaron a Polonia. Jamás había empuñado un fusil.

P. ¿Cómo fueron las cosas en Polonia?
R. Estaba en el cuerpo de ingenieros: construíamos puentes, nunca disparé. Los soviéticos avanzaban y avanzaban. La Wehrmacht reculaba y reculaba. Durante la retirada el sargento con el que estaba fue herido. Entramos en una granja. Mientras todos dormían tomé una de las grandes decisiones de mi vida. Tiré el uniforme militar, me puse un mono azul que encontré y me marché en dirección al Elba. En la otra orilla estaban los americanos.

P. ¿Qué aprendió de aquellos años?
R. Después de lo que vi, pensé que todo lo que pudiese contribuir a soluciones pacíficas sería formidable. La declaración Schuman del 9 de mayo de 1950 explica toda mi vida.

P. Usted estuvo presente en la creación.
R. Vi nacer Europa, en efecto. No había ninguna referencia histórica semejante. Desde 1870 se habían sucedido las guerras y el final de estas guerras no había conducido a la paz. Ahora llevamos más de 70 años de paz.

P. Ahora vuelven las fronteras, el nacionalismo.
R. Me veo obligado a pronunciar una palabra que está en la base de todo: solidaridad. Lo de ahora no es la guerra, pero afrontamos las complicaciones sociales, económicas y políticas que implica la covid-19. Aunque alego circunstancias atenuantes: se trata de decidir entre 27, mientras al principio solo éramos seis.

P. ¿Ve un peligro de que Europa se vuelva insignificante ante Estados Unidos y China?
R. No diría insignificante no, pero sí débil. Europa es frágil debido a la falta de solidaridad.

sábado, 24 de julio de 2021

Pablo de Greiff, exrelator de la ONU: “La Fundación Franco es una anomalía en Europa”

El experto, que ha asesorado al Gobierno en la nueva ley de memoria, advierte del riesgo de manipular la historia y negar que la Guerra Civil comenzase con un golpe de Estado

Su nombre se repitió el martes en multitud de ocasiones en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros en la que Félix Bolaños, ministro de la Presidencia, presentó la nueva ley de memoria. La razón es que el demoledor informe que Pablo de Greiff redactó en 2014 tras visitar España como relator especial de la ONU ha sido fundamental en la redacción de la norma que el Gobierno llevará a las Cortes. En los últimos meses, De Greiff ha sido consultado en varias ocasiones por el secretario de Estado para la memoria democrática, Fernando Martínez, y ha ido recibiendo los borradores del texto. El martes, tras la presentación del documento, el experto en derechos humanos charló con EL PAÍS desde Nueva York, donde es profesor de Derecho en la NYU.

Pregunta. ¿Cuáles eran las principales carencias o defectos de la ley de memoria de 2007?
Respuesta. España podía haber hecho mucho más en ese momento. La interpretación de la ley de amnistía hacía al sistema judicial completamente inaccesible a los ciudadanos y creo que eso era un error. La ley privatizaba la búsqueda de restos y hacía que toda la carga recayera en los familiares de las víctimas, cuando era el Estado quien debía asumirla, y permitía que no hubiera equidad dependiendo del territorio donde se encontraran las fosas. La anulación de las sentencias era algo fundamental y al Gobierno le faltó determinación. Uno siempre vuelve de estas misiones con una imagen particularmente dolorosa. La mía en España fue la de una mujer que tenía la misma edad de mi madre y que me explicó que a ella le habían dicho que a sus padres los habían fusilado por ser asesinos. Ella, que tenía cinco años cuando ocurrió, lloraba diciéndome que lo había creído hasta que supo que los habían matado por ser maestros y pertenecer a un sindicato de maestros. Esa carga sobre los ciudadanos es cruel. Siempre pensé que la anulación de las sentencias era un tema relativamente fácil de solucionar. Varios países que pasaron por ese mismo proceso lo habían hecho. Para las familias era crucial sobre todo en un contexto en el que las víctimas del otro lado han sido homenajeadas y beneficiadas económicamente mientras ellos eran olvidados y represaliados. Ha habido una asimetría brutal en el tratamiento de las víctimas, y la ley no hacía lo suficiente para restablecer ese balance.

P. ¿Qué cambios de la nueva ley le parecen más importantes?
R. La ley expresa la voluntad del Gobierno de hacerse cargo de las exhumaciones y centralizar el proceso. Y que se cree un fiscal especial también es muy importante porque abre posibilidades que hasta ahora las víctimas no tenían. Veremos qué atribuciones y recursos se le da.

P. Otra de las novedades de la norma es que prevé la extinción de fundaciones como la que lleva el nombre de Franco. ¿Es su existencia una anomalía en Europa?
R. Absoluta. En el entorno europeo no hay nada parecido y existe una legislación que impide la apología del odio y criminaliza el negacionismo. La nueva ley acerca a España en este sentido al contexto europeo, donde no cabe una Fundación Hitler o una Fundación Mussolini.

P. El líder de la oposición en España, Pablo Casado, ha sugerido en el Parlamento que la Guerra Civil no comenzó por un golpe de Estado.
R. Wow. La democracia necesita tener respeto por la verdad. Nada me aterra más en este momento que la forma en que se está manipulado la Historia a nivel político en tantos lugares del mundo. Es una amenaza brutal. Y es especialmente triste porque están utilizando métodos democráticos para socavar la democracia. Nos debe preocupar a todos, independientemente de si uno es de izquierdas o de derechas.

El País.

jueves, 8 de julio de 2021

_- Europa pierde el norte y los responsables tienen nombre y apellidos

_- El anuncio de un nuevo paquete de inversiones en Estados Unidos por valor de 1,8 billones dólares y el de la posibilidad de que su gobierno suspenda temporalmente las patentes de las vacunas contra el coronavirus vuelve a mostrar que Europa ha perdido el norte y que se queda definitivamente atrás.

El nuevo plan que se acaba de anunciar, un mes después de otro de 2 billones de dólares dedicados a infraestructuras, se dedicará ahora a desarrollar el cuidado infantil de alta calidad permitiendo que las familias paguen solo una cantidad en función de sus ingresos, a financiar bajas médicas remuneradas, establecer la pre-escolaridad universal y gratuita y a satisfacer necesidades alimentarias de niños de bajo ingreso, entre otros objetivos de política familiar. Una nueva inyección de gasto que se sumaría a los 4,3 billones de dólares que se llevan ya desembolsados entre acciones legislativas (3,8 billones) y administrativas (0,5) de los 6,8 billones comprometidos y a los 2,9 billones (de los 6 comprometidos) de la Reserva Federal (https://www.covidmoneytracker.org/). Y ni siquiera se puede pensar que se haya acabado el estímulo si se tiene en cuenta que, según David M. Cutler y Lawrence H. Summers, el coste total de la pandemia en Estados Unidos sería de unos 16 billones de dólares (The COVID-19 Pandemic and the $16 Trillion Virus).

No hay comparación posible con lo que está haciendo la Unión Europea. Aquí nos hemos quedado atrás, no sólo en la cantidad de los estímulos aprobados frente a la crisis, sino también en la agilidad a la hora de ponerlos en práctica y en los principios que mueven la actuación de los responsables políticos, como muestra que la administración Biden se plantee suspender las patentes de vacunas cuando aquí los grandes partidos apuestan por todo lo contrario.

No se puede decir que Europa no haya adoptado medidas excepcionales porque sí que las ha tomado pero lo ha hecho con tal conservadurismo y lentitud que apenas han comenzado a ser efectivas. Y, lo que es peor, las ha diseñado y se dispone a ponerlas en marcha sin apartar la mirada del espejo retrovisor, es de decir, sin perder de vista el fundamentalismo presupuestario que tanto daño ha hecho en otras crisis, e incluso en los periodos de bonanza y crecimiento.

La Unión Europea ya fracasó en la anterior crisis de 2007-2008, cuando estableció medidas de ajuste y recortes depresivas en medio de la recesión, provocando torpemente una segunda recaída de la actividad y el empleo y el descontrol de la deuda, y no parece que sus responsables hayan aprendido nada de aquello, a pesar de tantos análisis como han demostrado que se actuó sin base científica, influido por sesgos ideológicos e interpretando mal los datos que se tenían delante.

La pertinaz insistencia en el error que viene caracterizando a los responsables de la Unión Europea es el resultado de una percepción ideologizada de los problemas económicos al servicio de los grandes intereses económicos que ha consolidado unas instituciones que impiden o hacen muy difícil salir del bucle en el que se encuentran. Es como si, a base de tanto servilismo, la Unión Europea se hubiera inmunizado al revés: haciendo imposible que surjan los anticuerpos que permitan cambios de rumbo y ... seguir aquí,

https://juantorreslopez.com/europa-pierde-el-norte-y-los-responsables-tienen-nombre-y-apellidos/

miércoles, 31 de marzo de 2021

¿Existe un proyecto de Europa social?


“Contra los gobiernos de izquierdas, en los países débiles y dependientes de la zona euro, la táctica de la presión financiera resultó eficaz. El proyecto del Eurogrupo basado en la disciplina económica y política, se impuso” (Adam Tooze, 2018) [i]

Las cúpulas sindicales europeas habían asistido, desarmadas y desunidas, al sacrificio ritual del gobierno y el pueblo griego[ii]. Nada podían sacar los trabajadores europeos del triunfo de la Austeridad, y parecía demostrarse que la Confederación de Sindicatos Europeos estaba perdiendo la capacidad de influir en Bruselas. En 2016, el Observatorio Social Europeo, en el marco del proyecto “Fiscal Austerity and Welfare Reforms”, promovió un estudio sobre el impacto de las políticas de austeridad en cinco países de la UE, Irlanda, Italia, Finlandia, Alemania y la República Checa, representativos de los diversos tipos de capitalismo existentes en la Unión Europea: anglosajón, bienestar meridional, socialdemocracia nórdica, corporativismo del bienestar, neoliberalismo con apoyo popular. Varios en el seno del euro (3) y otros no asociados al euro (2)[iii].

Las conclusiones del estudio confirmaban las aprensiones sindicales. Los dos países bajo sospecha, por la magnitud de su crisis bancaria, Irlanda e Italia, fueron sometidos a una fuerte devaluación salarial y de sus estándares de bienestar. La República Checa, fuera del euro, se libró por la devaluación monetaria, con menos cifras de desempleo alcanzó idénticas consecuencias. Descontando Finlandia, los países habían abandonado la negociación laboral colectiva, excepto Alemania, donde la unificación de los dos estados ya había provocado, en 2003, una devaluación salarial y del bienestar.

Como dijo Philip Lambert, del Grupo Verde Europeo, el problema con la doctrina económica oficial es que nos enfrenta con una religión[iv]. Es difícil rebatir a los funcionarios de Bruselas, porque presentan sus dictámenes como si fueran dogmas. Además, como todas las religiones oficializadas, procura adaptarse al poder dominante: los salarios deben soportar los gastos de bienestar, vía impuestos indirectos y sobre las rentas del trabajo, porque son sus beneficiarios. La devaluación salarial, beneficia al país porque aumentan las exportaciones; una reflexión mercantilista que favorece la acumulación de riqueza. Pero ignora la pobreza, que es su contrapartida, pues deprime la demanda de consumo; aumenta las cifras del desempleo y las del paro juvenil, y, además, la austeridad amplía la deuda pública. El mercantilismo, además, favorece a países insolidarios, como Irlanda, que son pequeños y practican el dumping fiscal, manteniendo su deuda en niveles manejables porque atraen los impuestos de las grandes corporaciones, y a Finlandia, Alemania y otros estados del norte, que se han afirmado como acreedores. Conclusión, la crisis financiera dañó la solidaridad inter-europea, repercutiendo, además, en la unidad y solidaridad entre los trabajadores y los sindicatos de la Unión.

El nacionalismo sindical acaba dañando incluso a sus defensores.
A partir de 2016, aprovechando que la Comisión había iniciado en 2015, conversaciones para proponer un acuerdo-declaración del “Pilar Europeo de los derechos sociales”, los sindicatos volvieron a presentarse, unidos, a las conversaciones con Bruselas. El Brexit facilitó la aprobación del “Pilar” en enero de 2017, y éste fue proclamado el 17 de noviembre del mismo año. El European Trade Union Council (ETUC) retomó la unidad de acción y encargó a su Instituto (ETUI) la celebración de una conferencia, cuya finalidad era actualizar la estrategia sindical, para hacer frente a una recuperación de la recesión que no creaba empleo.

Durante tres días de junio de 2018 se discutieron cuatro conjuntos de temas correlacionados, que la dirección de la ETUC consideraba prioritario presentar en las negociaciones con la Unión, los gobiernos que la integran y las empresas de sus países: a) el libre movimiento de capitales y sus consecuencias sobre los mercados y el empleo; b) el cambio climático y la transición energética; c) la transición demográfica y los sistemas de seguridad social; y, por último, d) la digitalización de la economía y sus efectos disruptivos sobre los procesos de producción y el empleo.

En el discurso inaugural, el director de ETUI advertía a los convocados la complejidad del reto: “Tenemos solo un futuro juntos, por lo tanto, no tiene sentido afrontar por separado los cuatro ejes de este futuro, e ignorar sus interrelaciones. Todos los temas en discusión están conectados”. Luca Visentini, secretario general de la ETUC, señaló el entramado de instituciones que, desde su punto de vista, deben construir el futuro de Europa: los sindicatos, la sociedad civil y las instituciones de la Unión Europea. Y añadía, los sindicatos “no podemos oponernos al cambio, debemos tener una estrategia para ponerlo al servicio de la mejora de la vida de los ciudadanos. No podemos caer en la trampa de convertirnos en un movimiento de oposición al cambio” [v].

Los líderes políticos y sindicales intervinientes invocaron el “Pilar Social” de 2017, como base de las negociaciones con Bruselas. Los representantes de la “International Trade Union Confederation” (ITUC), saludaron los tópicos de la conferencia: “Los sindicatos estamos llamando a una transición justa, lo que incluye pensiones seguras, ingresos que soporten el nivel de vida, e inversión que crea empleos.[vi]”. E insistieron en que el mundo necesita el compromiso de Europa con el “Pilar europeo de derechos sociales”, integrándolo en el pacto de la UE. Resaltando la importancia que se concede al bienestar europeo en el mundo sindical global, como ejemplo de convivencia social.

El representante de la Comisión, Andrus Ansip, se dirigió a los sindicatos europeos, recalcando la necesidad de ver en la automatización una herramienta de ayuda al trabajo: “La innovación digital es una herramienta clave para la promoción del avance socioeconómico, y para el desarrollo de los países emergentes. El avance tecnológico continuará con o sin nosotros (la UE), aunque las personas que corren el riesgo de perder su empleo a causa de la digitalización necesitan y les debemos nuestra ayuda”. La respuesta corrió a cargo de los conferenciantes jóvenes, que reprocharon al comisario la ausencia de programas de formación y recualificación, y denunciaron la falta de congruencia entre los problemas concretos, y las herramientas disponibles en la mayoría de los países europeos y en los programas de ayudas de la Unión Europea.

La digitalización impregnó los debates, con las habilidades de adaptación al cambio: “Las habilidades digitales son esenciales para entrar y afirmarse en el mercado laboral y en la vida diaria, y si no asumimos el problema las personas se convierten en marginales digitales, tanto en el mercado laboral como en la sociedad”[vii].

Al cierre, la Sra. Jacki Davis, resumió la conferencia en cinco mensajes:
1) Los sindicatos tienen, lo primero, que imaginar el futuro, y considerar lo que realmente está ocurriendo; no trazar límites entre cada uno de los problemas, y valorar, al mismo tiempo, cómo afectan a los viejos derechos que siempre se han defendido.

2) Encauzar el reto de la diversidad y fragmentación, no conocida anteriormente, de la fuerza de trabajo. Ya no hay un mundo del trabajo, hay mundos del trabajo.

3) Entender cómo cambian los términos de la negociación laboral a causa de las trasformaciones en los mundos del trabajo, enfocarlos a nivel local, nacional y europeo, y saber qué tópicos enfrentan desde cada nivel. Sabiendo cuan trascendente es para el futuro social de todos los europeos la concertación entre los sindicatos de la Unión.

4) Identificar las interconexiones entre los problemas, en cada negociación. “Las cuestiones de gobernanza, políticas sociales e industriales, políticas familiares y del mercado laboral, deben ser discutidas conjuntamente”. La experiencia de las derrotas que han llevado al debilitamiento sindical actual, lo confirman sin ninguna duda.

5) Desmitificar los tópicos, como: una política solo de cualificación de los trabajadores, y que proporcione nuevos empleos digitales o verdes, resolverá todos los problemas, o que la innovación beneficia a todo el mundo. Aprender y afirmar las verdades que, dolorosamente, se han aprendido en la recesión: “la formación para mejorar las habilidades es solo parte de la respuesta”. “No todos los empleos verdes y digitales son buenos empleos”. “La educación y la capacitación son clave, pero no suficiente”. “La digitalización proporciona nuevas oportunidades, pero no a todo el mundo.”

Cerró la Conferencia con la siguiente reflexión: “Necesitamos evitar que nos lleven a la aceptación de soluciones simplistas que no contemplan los riesgos reales y los desafíos que los trabajadores de hoy deben afrontar” (p. 56).
Más Europa. El papel de los sindicatos europeos en la construcción de la Unión
Como esperaban los dirigentes sindicales europeos, la Comisión europea no atendió las demandas de la Conferencia de la ETUC, por la sencilla razón de la debilidad sindical demostrada en 2010 y 2015. Como dice un comunicado sindical de 2017, la retórica europeísta del “Pilar europeo de derechos sociales” no es suficiente, y el gobierno de Jean-Claude Junker no ha realizado ningún esfuerzo por ir más allá de lo declarativo. Los sindicatos son conscientes de que para influir en la Comisión necesitan reponer sus fuerzas debilitadas, lo cual es muy difícil, sin neutralizar la competencia entre empresas que se apoyan en el dumping fiscal y social. La clave está en conseguir que la legislación comunitaria armonice los impuestos y los derechos sociales. Para promover esos fines, se necesita una estrategia de democracia en el trabajo, que rompa el círculo vicioso que impide llegar a la Comisión con la opinión sindical. La extensión al conjunto de Europa de la cogestión alemana, bien argumentada, aportaría el potencial movilizador necesario.

Los sindicatos europeos han vivido los dos años posteriores a la conferencia continental, hasta la llegada de los acontecimientos dramáticos de la pandemia, con un sentimiento de frustración, que no solo proviene de la escasa atención otorgada a sus demandas. Una vez finalizados los discursos de julio de 2018, cada central nacional volvió a sus cuarteles, negociado con sus gobiernos, defendido la viabilidad de sus empresas nacionales, e intentado que los vientos de recuperación de finales de la década tuvieran un reflejo en lo social. Especialmente duros, fueron los recortes al bienestar europeo provocados por la racionalización capitalista de las entidades bancarias, han dañado la cobertura social para los trabajadores desplazados por la crisis; provocado la reestructuración de los sistemas de pensiones de los mayores y el abandono de los jóvenes a la precariedad de los nuevos empleos en plataformas (Kowalsky, 2019).

Agobiados por la baja afiliación sindical, las cúpulas nacionales han dejado que se deteriorara la calidad de la negociación con el poder político principal, la Comisión[viii]. Una de las políticas sindicales estrella, diseñada para Europa, la democracia en el trabajo, más concretamente, la ampliación de los derechos de cogestión al conjunto de los países de la Unión, y su obligatoriedad, ha quedado relegada a simples peticiones, en pliegos redactados por el grupo de delegados y técnicos del ETUC en Bruselas. En esta cuestión, perciben el estancamiento de Europa, ensimismada en su autocomplacencia y perpleja por el Brexit. La nueva Ley de Sociedades europea, que se quería negociar junto a la democracia en el trabajo, ha pasado por Bruselas, sin mención a la cogestión obrera.

El capitalismo, como es lógico, no tiene interés en la democracia del trabajo, al contrario, su preocupación es evitarla y, si puede, revertir las islas existentes en Alemania y los países nórdicos. Los asesores y líderes sindicales, presentes en Bruselas, temen que el capitalismo autoritario conquiste a los países del este. Ven el repliegue en el frente nacional de los sindicatos, en esas circunstancias, muy peligroso. Mientras Bruselas favorece los contratos basura y el desarrollo empresarial de plataformas de subcontratación de falsos autónomos, lo cual, para ellos, es incompatible con la democracia. La competencia de China, junto a la falta de respuesta social europea, fortalece el Thatcherismo del “no hay alternativa”. Al mismo tiempo, vemos que la reacción a la pérdida de derechos alimenta el populismo, haciendo que el proyecto europeo sea cada vez más estrecho y falto de sentido social. (Kowalsky, 2019).

Los poderes europeos crecen, pero se alejan de la democracia, y se dirigen hacia áreas donde no hay posibilidad de interferencia democrática. El poder de la Comisión creció en 2011, y las elites tecnocráticas no dejan margen a las fuerzas pro-europeas para hacer oír su voz en temas controvertidos. No discuten, evaden el discurso sindical, que proclama en el vacío, que el principal problema para el avance de la democracia es la falta de democracia en el trabajo. Un asunto que aparece en varias directivas, todas ellas anteriores a la austeridad de 2010:

Directiva 2002/14/EC (European Community): procedimientos de consulta e información a los representantes de los trabajadores. Recast Directive 2009/38/EC sobre derecho a la consulta e información en las compañías trasnacionales europeas. Directiva 2001/86EC sobre representación de los trabajadores en el comité de dirección de las compañías europeas y Directiva 2005/56/EU sobre absorción europea de compañías y respeto a los derechos de información, consulta y representación de los trabajadores.

Todas esas directivas, junto a la Creación del European Works Council en 1994, debían haber sido incorporadas en 2018 a la revisión de la normativa de la compañía europea, pero tal cosa no ocurrió. Las grandes empresas europeas han encontrado un territorio de ambigüedad suficiente para burlar las normas, por medio de adquisiciones, absorciones o, simplemente, convirtiendo las empresas nacionales que ya son continentales en compañías europeas. De esta forma, Bruselas ha cerrado la ventana de oportunidad, de la revisión legal de la compañía europea, y los sindicatos asisten impotentes al frenazo de los avances, negociados en la primera década del siglo por la EC y ETUC: no existe la tasa sobre transacciones financieras, ni la Agencia de rating europea, ni los impuestos sobre los oligopolios digitales[ix]. Tampoco se avanza en la participación de los trabajadores en los comités de dirección de las compañías europeas.

Tampoco avanza la democracia parlamentaria europea. La discrepancia entre los procedimientos de los Estados y los de la Unión es “chocante”. La Comisión no responde ante el Parlamento Europeo, y éste no legisla, solo recomienda. En enero de 2013, el Parlamento europeo aprobó una resolución de recomendación para la Comisión, sobre la obligación de consulta e información a los trabajadores, previa a los acuerdos empresariales de reestructuración: En 2016, la ETUC presentaba su propuesta de participación en los comités de dirección de las empresas, cuyo fin era ampliar al conjunto de la Unión Europea el derecho de cogestión. Dejaba claro, en primer lugar, que los derechos reclamados son de control y supervisión, cuyo ámbito alcanza a la formulación estratégica y al derecho de veto sobre las decisiones que dañen los derechos de los trabajadores. En ningún caso se solicita la participación en las decisiones del día a día de los negocios, y se mantiene el comité de empresa para la negociación laboral.

La propuesta de modificación de la ley de sociedades, presentaba una composición de participación en el comité directivo, basada en el tamaño de las empresas: Pequeñas empresas (50-250 empleados), dos o tres representantes; medianas (250 a mil empleados), participación sindical de un tercio de los miembros del comité; grandes compañías con más de mil empleados, paridad entre la representación laboral y la de los accionistas.

En marzo de 2018, se reunió la conferencia de expertos de la UE sobre legislación y derechos laborales (ECE), sin que se llegara a ningún acuerdo. Ni tan siquiera se discutió la homologación de derechos laborales entre los estados de la Unión. La posición expresada por los principales partidos de la Unión fue un conjunto de propósitos, vacíos de contenido sustancial (ETUC 2018). La Comisión no ha hecho ningún esfuerzo, desde la aprobación del Pilar Social Europeo, para avanzar en la democracia económica. El resultado es que “las propuestas legislativas concernientes a empresas y negocios son genuinamente europeas”. “Sin embargo, las propuestas relacionadas con los derechos de los trabajadores son meras extensiones de las normas nacionales”, el país de origen marca el derecho a la democracia en las empresas. El resultado es una presión creciente para dejarlo reducidos al marco nacional, sin afectar a la actividad contratista de las empresas fuera de éste (Kowalsky, 2019). El no avance de la democracia europea, para los trabajadores y sus sindicatos, se convierte así en el corolario de la falta de progreso de la democracia económica en el continente, y en cada país. Así consta en la carta que el Comité del ETUC envió a la comisaria Thyssen y al presidente Junker en junio de 2018.

Claramente, el movimiento sindical europeo es muy débil para enfrentarse en solitario a una política que daña, irremediablemente, la percepción democrática de Europa. Cierto que algún líder, de uno de los grandes partidos europeos, apoya la posición marcada por ETUC, como Jéremy Corbin, pero el Brexit desdibuja la posición laborista. También la comparten Bernie Sander, Elizabeth Warren y Tammy Baldwin, pero todos ellos están en USA. En la actual Unión Europea, los Verdes de Alemania se manifestaron en 2019 a favor de ampliar los derechos de cogestión obrera en su país y defienden, además, que la democracia económica es la formula idónea para el desarrollo del Modelo Social Europeo. En enero de 2019, el Parlamento Europeo, a instancia de la ETUC, volvió a recomendar el paquete escalado (número de representantes laborales en la dirección, según tamaño de las compañías) para las Compañías europeas; pero la oposición de la Comisión y los Gobiernos fue suficiente. El rol de la ETUC es crítico para el logro de estas metas. Sin una acción coordinada de sindicatos y gobiernos de izquierdas, en toda Europa, las posiciones conquistadas por las fuerzas conservadoras durante la recesión no cederán, y aún así no será fácil. Por lo tanto, el principal reto para el movimiento sindical europeo es la consecución de la hegemonía suficiente, para la construcción de una visión alternativa y sostenible de la empresa y la democracia europea. Con ese objetivo, las centrales obreras necesitan ganar apoyos en la sociedad civil para el fortalecimiento de los derechos de representación laboral en la gobernanza de las empresas de Europa, en la perspectiva de la construcción de una democracia del trabajo, o económica.[x]

Notas:
[i] Tooze, A (2018) Crash, Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo. Critica-Planeta, Barcelona
[ii] J. Habermas, declaraciones a The Guardian 16 julio 2015.
[iii] “Balancing protection and investment: structural reforms in five countries” 2008-2014 (Agostini et als., 2016).
[iv] Lambert llamó a la Comisaria Malström, de Comercio, sacerdote neoliberal. The world(s) of work in transition (2018) ETUI Conference. ETUI, aisbl, Bruselas.
[v] The world(s) of work in transition (2018) ETUI Conference…
[vi] Sharan Burrow, secretaria ITUC, p. 11 The world(s) of work….(2018)
[vii] Zornitsa Roussinova, ministra de trabajo de Bulgaria, p. 25 The world(s) of work…
[viii] The world(s) of work in transition (2018) ETUI Conference… p. 49
[ix] Kowalsky (2019: p. 35)
[x] Kowalsky, 2019. Ver Sara Lafuente, https://fsc.ccoo.es/963338df0700e2a2215b2d177484bf32000050.pdf
José Candela Ochotorena, Doctor en Economía y en Historia Contemporánea, es miembro de Economistas Frente a la Crisis.

Fuente: https://economistasfrentealacrisis.com/existe-un-proyecto-de-europa-social/

lunes, 28 de diciembre de 2020

Rafael Poch. Indicadores de la incertidumbre

Se ha dicho hasta la saciedad, pero hay que repetirlo: Estados Unidos atraviesa la crisis interna más grave desde su guerra civil. Más de 73 millones de estadounidenses votaron a Trump, Biden no va a controlar las cámaras y es un genuino blandengue del ciego establishment. Así que es posible que el trumpismo continúe sin Trump, como el carlismo sobrevivió a Don Carlos María Isidro, dividiendo y desangrando a la sociedad española en tres kafkianas guerras civiles en nuestro siglo XIX. Además de la actualidad del “síndrome Qing” en Estados Unidos, las elecciones han constatado que el Partido Demócrata no tiene nada que proponer al movimiento popular, reaccionario, antiinstitucional y oscurantista, sobre el que ha navegado Trump y que seguirá ahí.

Y hay que repetirlo porque la situación allá es uno de los indicadores de la incertidumbre global. En Europa, donde los fenómenos de Estados Unidos nos llegan algunos años después, no parecen haber entendido nada de todo el asunto. Las élites europeas no vieron venir la elección de Trump en 2016, malinterpretaron el brexit y este año han vuelto a malinterpretar la política de Estados Unidos, dice Alastair Crooke. Han respirado aliviadas por la victoria de Biden y todavía no ven la relación entre la rebelión popular trumpista y las airadas protestas que se producen en Europa en el marco de la pandemia, contra el confinamiento, y contra la miseria y desigualdad (social y entre países) que esta dispara. Mientras tanto, hace ya bastante tiempo que tenemos en Europa una buena colección de movimientos y fenómenos populares reaccionarios en marcha; desde el lepenismo francés hasta los Ley y Justicia polacos, pasando por los procés y los Vox españoles, sin olvidar a sus parientes alemanes, holandeses, austríacos, húngaros, rusos, fineses, escandinavos, griegos o italianos. El trumpismo está instalado entre nosotros pero seguimos mirando a Estados Unidos como otro planeta. Somos los musulmanes de un yihadismo incomprensible.

Los más lúcidos observadores de Estados Unidos –también allá hay bichos raros como el exembajador Chas W. Freeman– consideran que la actual crisis en su país denota el colapso de la división de poderes, del sistema de controles y contrapesos, y su sustitución por la arbitrariedad y el capricho de un gobierno presidencial a la Calígula, fiscalizado por el complejo militar-industrial-congresual y la influencia extranjera (ciertamente no rusa o china, sino israelí y saudí).

Como el Partido Demócrata en Estados Unidos, la Europa institucional no parece tener nada que proponer a la actual ola de carlismo ultramontano, nada con lo que salirle al paso. Es todo el ensamblaje institucional occidental el que parece inoperante. Se ha mostrado de nuevo impotente e ineficaz ante la pandemia y muestra sus limitaciones, cinismos y defectos. El ocaso de una política ordenada y comprensible en Washington, dice Freeman, “contribuye a la implosión del sistema de normas internacionales creado por los valores de la Ilustración que desembocó en dos siglos de hegemonía occidental”.

A diferencia de Asia Oriental, en Occidente es imposible planificar a veinte años, a una generación vista. A lo más que se llega es a los quinquenios que imponen los ritos electorales, lo que impide toda estrategia en un siglo precisamente caracterizado por sus retos de ciclo medio y largo, como la crisis climática, el desarme de recursos de destrucción masiva o los grandes movimientos de población en dirección a los oasis sociales y ambientales llamados a convertirse en fortalezas ante la amenaza exterior. Si alguien se atreviera desde el gobierno a enfocar esos asuntos lo único seguro es que perdería las siguientes elecciones. Por eso, la mezcla de capitalismo y democracia inventada por Occidente se desprestigia en el mundo, pero quienes asedian esa contradictoria amalgama –sea desde los gobiernos de las potencias no occidentales, sea desde los movimientos populares– ponen mucho más en cuestión su segundo componente que el primero.

No hay modelos con los que emular, competir o rivalizar. Puede que América suscite lástima o indignación, pero desde luego no esperanza. Respecto a China, su ecléctico e incomprensible sistema económico y político carece de todo atractivo fuera de sus fronteras y acaso es únicamente inspirador para dictadores, dice Freeman.

La actitud de Washington de considerar las relaciones internacionales como mera competición y rivalidad entre potencias contradice la interdependencia global y niega la diplomacia. La Unión Europea es un gigante en potencia pero un impotente en la práctica y no parece que el asunto tenga remedio. Los principios de soberanía nacional y del derecho internacional se violan rutinariamente. Los acuerdos internacionales se incumplen o abandonan y Estados Unidos se retira de las organizaciones internacionales que no puede controlar. “Esta generación de políticos americanos no parece entender que si no estás en la mesa formas parte del menú”: Potencias con aspiración a ejercer una hegemonía regional asoman por doquier ocupando los vacíos que ocasiona el declive gran-imperial.

La clase media occidental se desmoraliza, se pauperiza y se instala en el pesimismo. Y todo eso ocurre cuando se desconoce qué pasará con la pandemia, si su virus continuará azotando y mutando tras las vacunas. Si la inmunidad no es duradera, ¿se convertirá la enfermedad en una compañera duradera de la humanidad…?

De lo que no hay duda es de que nos adentramos en un mundo de incertidumbres bajo el signo de la fractura y el desacoplamiento económico y político. Una humanidad fragmentada que contrasta mucho con la naturaleza, integrada y global, de los retos planetarios que no permiten soluciones particulares o regionales.

[Fuente: ctxt]

viernes, 12 de junio de 2020

Lo que resulta insoportable a las derechas españolas. Les resulta insoportable que el proyecto de reconstrucción "europea y nacional" que se va a poner en práctica esté dirigido por un gobierno presidido por Pedro Sánchez.

Javier Pérez Royo

Los españoles hemos sido convocados a unas elecciones legislativas o generales en cuatro ocasiones entre diciembre de 2015 y noviembre de 2019. Tras las elecciones de 2015 no se alcanzó la investidura de un candidato como Presidente del Gobierno y hubo disolución automática y una nueva convocatoria, que se celebró en julio de 2016. Mariano Rajoy sería investido Presidente gracias a la abstención del PSOE, sin la cual la mayoría parlamentaria hubiera sido contraria a su investidura.

En 2015/2016 Rajoy había dilapidado el capital político, 186 escaños, de las elecciones de 2011. El PP continuaba siendo el primer partido del país, pero "la derecha" española que el PP desde las elecciones de 1993 representaba prácticamente en régimen de monopolio, había dejado de ser mayoritaria en el Congreso de los Diputados. Por eso fue posible el éxito de la moción de censura "constructiva" presentada por Pedro Sánchez en 2018, que exige la aprobación por mayoría absoluta (art. 113 CE).

Pedro Sánchez se vería obligado a disolver las Cortes Generales en 2019 ante la imposibilidad de conseguir la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, y convocaría elecciones generales en abril de 2019. En estas elecciones el PSOE pasaría a ser el primer partido del país, aunque con 123 escaños. Pero, a diferencia de lo que le ocurrió a Mariano Rajoy en 2016, Pedro Sánchez si tenía la posibilidad de articular una mayoría parlamentaria sin la necesidad de la abstención del PP, que le permitiera no solo alcanzar la investidura, sino que le protegiera, además, frente a una posible moción de censura.

Por razones nunca explicadas, Pedro Sánchez optó por no articular una mayoría de investidura con base en el resultado de las elecciones de abril de 2019, intentando conseguirla a través de la abstención del PP y Ciudadanos. El fracaso en el intento conduciría a nuevas elecciones en noviembre de 2019, en las que nuevamente el PSOE no solamente sería el primer partido, sino que seguiría disponiendo de la posibilidad de articular una mayoría de investidura sin necesidad de la abstención del PP.

La derecha española "agotó" su programa de dirección política del país en la legislatura 2011-2015. Dicho agotamiento se tradujo, además, en la fragmentación del espacio político de la derecha, que de estar ocupado en régimen de monopolio por el PP, pasó a una situación de mucha fluidez, en la que el PP se mantiene como primer partido de la derecha, pero teniendo que competir muy duramente con Ciudadanos en un primer momento y con Vox a continuación. Y en todo caso, quedando como opción minoritaria tanto social como políticamente. Las "tres derechas" no suman para convertirse en el Gobierno de la Nación.

El cuerpo electoral español ha reiterado desde 2015 que la "idea de la España Constitucional" que proponen PP, Ciudadanos y Vox, que es una "idea anti nacionalista", de la que quedan excluidos todos los que no están dispuestos a la "esterilización" de la autonomía de Catalunya bien mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución o la amenaza de hacerlo, es una propuesta minoritaria. Hay una mayoría clara del cuerpo electoral contraria a esa idea. Resulta que los partidos que las "tres derechas" consideran que no son "constitucionales" son mayoría en la España Constitucional.

El intento de apropiarse de manera exclusiva y excluyente de la Constitución, visto con la perspectiva que nos proporciona el tiempo, ha sido un error. Los ha conducido a estar en minoría. Y en una minoría no bien avenida. No ha habido en estos años ningún intento de alcanzar un acuerdo de naturaleza programática entre ellos, sino que simplemente se han "repartido" el poder, cuando han conseguido sumar los escaños suficientes en Comunidades Autónomas y municipios. No hay en el horizonte señal indicadora alguna de un programa para la dirección política del país. Las tres derechas carecen de una "alternativa de gobierno".

Y sin un programa "recognoscible", por utilizar el término con el que el Tribunal Constitucional identificó el contenido esencial de los derechos fundamentales, en el que ciudadanos de derecha y de centro puedan reconocerse, es muy difícil, por no decir imposible, competir con posibilidades de éxito. Competir de manera democrática. Con aceptación de las reglas de juego establecidas constitucionalmente.

Dichas reglas exigen reconocer que el presidente del Gobierno investido por el Congreso de los Diputados tiene "legitimidad" democrática para dirigir políticamente el país. Tiene "legitimidad" para hacer uso de la forma constitucionalmente prevista de los instrumentos de protección excepcional o extraordinaria del Estado, como es el estado de alarma, cuando la naturaleza de una emergencia sanitaria como la generada por la COVID-19 así lo aconseja. Tiene "legitimidad" para participar como Gobierno de un Estado miembro en la configuración de la política de la Unión Europea, singularmente importante en la encrucijada en que nos encontramos.

Las derechas españolas tenían que haber aceptado que Pedro Sánchez es el presidente de Gobierno "legítimo" del Estado español. Tenían que haber aceptado que ellas no disponen de una mayoría alternativa en el Congreso para acceder al Gobierno de manera constitucional y que, en consecuencia, su deber de ejercer la oposición tiene que moverse dentro de las posibilidades y límites que la Constitución contempla. Uno de los cuales son los cuatro años de duración de la legislatura.

Esto es lo que las derechas españolas no han hecho. Intentaron torpedear la investidura de Pedro Sánchez haciendo una llamada expresa a la "rebelión" de algún diputado "valiente" socialista y, una vez que no lo consiguieron, han aprovechado una "tragedia nacional", como son el número de fallecidos por la COVID-19, para intentar "reventar" políticamente la legislatura. Dentro de las Cortes Generales, como hemos tenido ocasión de ver en los plenos del Congreso de los Diputados de estas últimas semanas. Desde el Gobierno de alguna Comunidad Autónoma como la de Madrid. Con maniobras judiciales y en el interior de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que se califican por sí mismas.

Las derechas no tienen prisa por gobernar, sino por destruir al Gobierno, por impedir que se pueda poner en práctica el programa de gobierno que se votó mayoritariamente en la investidura, ajustado a las exigencias que la pandemia generada por la COVID-19 está imponiendo y va a seguir imponiendo por bastante tiempo.

Lo que aterra a las derechas es que un Gobierno no presidido por ellas sea el que dirija la "reconstrucción" del país, a la que inevitablemente habrá que proceder tras el impacto de la pandemia. Europa tuvo que reconstruirse tras la Segunda Guerra Mundial. Ahí empezó a prefigurarse políticamente Europa, aunque con una dimensión más económica que política. De esa prefiguración quedó excluida España por razones conocidas.

Europa va a tener que reconstruirse a partir de ahora mismo, dada la magnitud de la catástrofe todavía no cuantificada en su integridad, pero que, aunque distinta, no va a ser menor que la de los años cuarenta. La participación de un gobierno presidido por Pedro Sánchez representando a España en esta reconstrucción "europea y nacional" es lo que resulta insoportable a las "derechas españolas".

https://www.eldiario.es/contracorriente/derechas_6_1032106800.html

jueves, 14 de mayo de 2020

_- El ‘putsch’ de Karlsruhe. La sentencia del Tribunal Constitucional alemán es un golpe a la comunidad de derecho que es la Unión Europea

_- La sentencia del Tribunal Constitucional alemán, con sede en Karlsruhe, es un putsch. Un golpe a la comunidad de derecho que es la Unión Europea. En términos domésticos, un intento de golpe de Estado, pero contra Europa, pues Europa no es un Estado. Esa es la calificación que amerita un tribunal inferior cuando contraviene la resolución de otro superior en la materia, el TJUE con sede en Luxemburgo (la del 11-12-2018, que validó las compras de bonos públicos por el BCE) intentando usurpar su competencia como último intérprete del derecho comunitario.

Y lo hace, no en presunta defensa de la Constitución local (su domaine réservé), sino atribuyéndose la competencia de dirimir sobre el Tratado de la Unión: su artículo 5, que consagra el principio de proporcionalidad. En términos jurídicos, pero eso equivaldría a invadir Polonia. Además, los togados de Karlsruhe prevarican: dictan una resolución que es injusta a sabiendas porque no son legos en la materia. Y lo hacen además en beneficio de los ultras de Alternativa para Alemania, los fachas demandantes.

Sangran por los celos nacionalistas de haber perdido la prejudicial sobre las OMT de 2012, las compras de bonos sureños del famoso “haré lo necesario para salvar al euro” de Mario Draghi.

Deben ser sometidos a disciplina, esa asignatura en la que como alemanes deberían mostrar excelencia. Debe cuadrarlos la Comisión, de oficio, por incumplidores (artículo 258 del TFUE). O a instancia de cualquiera de los 27 Gobiernos (artículo 259). Y al cabo, si no deponen su rebeldía, debe sujetarlos el propio TJUE, obligando a Alemania a “adoptar las medidas necesarias para la ejecución” de su decisión (artículo 260) de diciembre de 2018.

O sucede esto —o bien el castigo del BCE al Buba si rompe su disciplina colectiva en el BCE (artículo 271)— o se acaba la Unión como comunidad de derecho, como unión, y como europea.

Económicamente hay más tela que cortar. El tribunal alemán muestra un cinismo insuperable al asegurar que su resolución no atenta contra el Programa de Compra de Emergencia de Bonos Públicos contra la Pandemia, del BCE (750.000 millones de euros). Que su decisión “no concierne a las medidas de asistencia adoptadas por la UE o el BCE en el contexto de la actual crisis del coronavirus”.

Nos toman por imbéciles.
Porque sí, sí, sí atentan contra ese programa, pues vulneran a los vulnerados de la recesión. ¿Por qué? Porque Karlsruhe aparenta centrarse solo en pedir explicaciones de si la expansión cuantitativa de Draghi (el Programa de Compra de Bonos Públicos) fue desproporcionada, al no detallar si consideró también sus efectos adversos.

Y presume de que no lo sería —a la espera de demostración ajena— porque las compras no serían ilimitadas; no se adquiriría más de un 33% de cada emisión, y no se compraría deuda de cada país más que en proporción exacta a su cuota de capital en el BCE.

El conjunto de esas salvaguardas es lo que el BCE de Christine Lagarde acaba, sabio, de flexibilizar. Si no vale el último Draghi, tampoco la primera Lagarde. Karlsruhe, símbolo hoy de prevaricación y supremacismo.

https://elpais.com/economia/2020-05-06/el-putsch-de-karlsruhe.html

miércoles, 4 de marzo de 2020

Los olvidados parentescos de la CDU alemana

Si la extrema derecha se está abriendo paso tan fácilmente en el escenario político alemán, es precisamente porque siempre estuvo cómodamente instalada en el centro mismo del Estado.

En febrero los cristianodemócratas alemanes votaron junto con los neonazis y compañeros de viaje de la Alternative für Deutschland (AfD) para elegir al presidente de la región de Turingia. Anatema. El establishment alemán reaccionó con escándalo. El episodio ha hecho correr mucha tinta. Se ha hablado de la “ruptura de un tabú” y del fin del ”cordón sanitario” que, según decían, aislaba a los ultras de los partidos del centro. Lo principal no se ha dicho. A lo que hemos asistido no ha sido a un escándalo, sino a un colosal ejercicio de hipocresía y amnesia sobre la propia genealogía.

La extrema derecha alemana dispone del mayor grupo parlamentario ultra de Europa, 94 diputados en el Bundestag. Tiene una presencia, en ascenso, en todos los 21 parlamentos regionales y de ciudades-estado excepto el de Hesse. Si se está abriendo paso con tanto éxito y facilidad en el contexto de la crisis de la UE y de los grandes partidos históricos (CDU y SPD), no es por casualidad ni en virtud de algún indescifrable misterio, sino porque el extremismo de derechas siempre estuvo implantado en el mismo centro del Estado alemán. Y eso desde la posguerra hasta el día de hoy.

Galería de ilustres
Los ex nazis tuvieron una implicación central en la construcción de la República Federal Alemana. Su participación en el sistema de partidos de posguerra, y en especial de la CDU, fue fundamental, pero ese parentesco, sin el cual la actual derecha alemana es incomprensible, es ignorado por sus protagonistas.

Así, el ex presidente de la región de Hesse Roland Koch afirma tranquilamente en un artículo que su partido, la CDU, “fue fundado como bastión contra el fascismo y el comunismo” y la presidenta del partido Annegret Kramp-Karrenbauer (Frau KK) ha dimitido de su puesto mencionando la “poco clara relación de sectores de la CDU con la AfD”. ¿Poco clara? ¿Ignora Frau KK la historia de su partido en su propia región, el Sarre, de la que fue presidenta durante siete años?

La relación histórica de la CDU con la extrema derecha no es “poco clara”. Al contrario, es clarísima: en el primer grupo parlamentario de la CDU del Sarre, constituido en 1955, más de la mitad de los diputados de la CDU eran antiguos nazis. En 1957 el presidente del grupo parlamentario cristiano-demócrata del Sarre era Erwin Albrecht, un ex juez carnicero nazi, responsable de 31 sentencias de muerte contra judíos de Praga. ¿Ecos de la política alemana de provincias en los lejanos años cincuenta? En absoluto. La implicación de los ex nazis en la CDU y en los puestos de mayor responsabilidad de la RFA es enorme y alcanza hasta los más altos puestos del Estado.

Kurt Georg Kiesinger (CDU) fue presidente del gobierno de Baden Württemberg (1958-1966) Canciller Federal (1966-1969) y presidente de la CDU (1967-1971). Desde 1933 fue miembro del partido nazi y de las SA. Walter Scheel, del partido liberal FDP, fue Presidente de la República (1974-1979), ministro en sucesivos gobiernos y vicecanciller pese a haber sido miembro del partido nazi. Hans Karl Filbinger (CDU), ex juez nazi, fue presidente del gobierno de Baden-Württemberg (1966-1978) y vicepresidente de la CDU. Karl Carstens (CDU), miembro de las SA y del partido nazi, fue presidente del Bundestag (1976-1979) y presidente de la República (1979-1984). El liberal Hans-Dietrich Genscher (FDP), el ministro más longevo de la RFA con socialdemócratas y democristianos, presidente de su partido, también fue miembro del partido nazi. Richard Stücklen, cofundador de la CSU bávara, fue ministro de comunicaciones (1957-1969) y presidente de la CDU (1967-1971). Había adquirido su carnet del partido nazi en 1933.

Hans Globke, el número dos del canciller Adenauer, secretario de estado y eminencia gris de la cancillería, el hombre que puso en marcha la nueva policía política de la RFA, el Verfassungsschutz, y organizó el embrión de los futuros servicios secretos (BND), era un jurista nazi que participó en la redacción de las leyes racistas que determinaban quien era judío sobre las que luego se basarían los carniceros del holocausto. El asunto era tan flagrante que el fiscal general de Hesse, Fritz Bauer (aquí sobre la trayectoria de esa personalidad excepcional), inició en 1961 un sumario contra él que el propio Adenauer detuvo.

Konrad Adenauer, primer canciller federal, fundador de la CDU y padre de la patria no fue un nazi, pero en 1932 abogaba por una coalición de todas las fuerzas “conservadoras” y de “centro”, categorías en las que englobaba al partido nazi. “En mi opinión nuestra única salvación es un monarca, un Hohenzoller e incluso Hitler”, escribió en 1933 en una carta a Dora Pferdemenges. Pocos como su protegido Globke encarnan la continuidad administrativa de las elites nazis en la RFA: Globke recibió seis condecoraciones nazis entre 1934 y 1942 y otras siete de la RFA entre 1956 y 1963  (aquí la lista completa)

Reinhard Gehlen (1902-1979), un ex general nazi de la Wehrmacht, fue quien dirigió los servicios secretos alemanes hasta 1968. El responsable del departamento “Contraespionaje Unión Soviética) de esos servicios, fue Heinz Felfe, ex funcionario de la Gestapo y ex Obersturmführer de las SS. En total más de doscientos de los más altos cargos de la RFA fueron ex miembros del partido nazi, de las SA o de las SS.

La autoamnistía de Dreher
Esa situación fue posible gracias a la estrategia americana de posguerra de aprovechar a los cuadros nazis para los combates de la guerra fría. Eso determinó que en Alemania Occidental, en términos generales, no hubiera desnazificación. Los juicios aliados en Alemania contra los nazis fueron poca cosa. El tribunal interaliado de Nuremberg que se proponía llevar a juicio a cinco mil personas, no juzgó más que a 210. En diversos juicios, norteamericanos, británicos y franceses condenaron a 5000 personas, de las que apenas 700 lo fueron a la pena capital. Más del 90% de los miembros de las SS ni siquiera llegaron a ser juzgados. El nuevo Estado alemán protegió y amnistió a los ex nazis que frecuentemente movían los hilos de tales decisiones.

Personaje clave en el embrollo jurídico de esta gran amnistía fue el ex fiscal nazi de Insbruck, Eduard Dreher, que hizo carrera en la justicia de la RFA hasta llegar a ser subsecretario de Estado y director del Departamento de Derecho Penal. Dreher fue el redactor de la Einführungsgesetz zum Gesetz über Ordnungswidrigkeiten (Egowig) del año 1968, una astucia jurídica que modificó los plazos de prescripción de los delitos nazis al calificar como homicidios y no como asesinatos las conductas de los cómplices. Ese cambio aparentemente anodino significó que los delitos nazis de todos aquellos que aparecían como “cómplices” prescribieran en 1960. Y exceptuando a la minoría de más altos jerarcas, todos eran meros “cómplices” que obedecían órdenes.

La ley de Dreher impidió así, por ejemplo, abrir causas contra la Oficina Central de Seguridad del Reich e impidió sentar en el banquillo de los acusados a los miembros de dicha oficina que organizaron las masacres de Polonia y la Unión Soviética, gente responsable de la muerte de millones de judíos, comunistas, gitanos y sacerdotes. Dreher murió en 1996, fue enterrado con honores militares y su nombre figura hoy en la edición comentada al derecho penal de la RFA más popular de Alemania (48 ediciones): Dreher/Trönde, Strafgesetzbuch. Und Nebengesetze, 1997.

Pensionistas de uno u otro signo
Aquella ausencia de desnacificación de los orígenes de la RFA, fue, en gran parte, una renacificación. No en el sentido de que las cámaras de gas siguieran vigentes, sino en el de una puesta al día ideológica que trazó un signo de igualdad entre nazismo y comunismo. Todo eso tiene consecuencias en el día de hoy, sin embargo el asunto no se menciona al abordar el actual avance de la extrema derecha filonazi en Alemania, como apunta la brillante publicista germano oriental Daniela Dahn en su último libro (Der Schnee von gestern ist die Sintflut von heute). 

Los parentescos y continuidades administrativas entre la Alemania nazi y la actual líder (de capa caída) de la Unión Europea, explican enormidades como el hecho de que los veteranos de las SS cobren puntualmente pensiones del Estado alemán, mientras que muchas víctimas del nazismo, entre ellas supervivientes del holocausto tengan que batallar para reclamarlas.

Ex miembros letones de las SS como Karlis Ciceronoks o Janis Mikelsons, reciben cada mes su pensión de 277 euros, además tienen asistencia médica en Alemania y el Estado alemán les pagará el entierro cuando llegue su hora, pese a no haber cotizado nunca en el sistema de pensiones alemán. Los legionarios de las Waffen-SS letonas, de los que un total de 1500 continúan recibiendo pensión alemana, tuvieron un gran papel en la eliminación de 70.000 judíos en Letonia (el 94% de la comunidad), de decenas de miles en Minsk, o en Lituania (más de 200.000), o Ucrania, entre ellos parientes de Rute Vaskonika, una superviviente del ghetto de Riga que lleva siete años reclamando una pensión a Alemania, informaba hace unos años el programa de televisión  Kontraste

En Bélgica casi un centenar de antiguos miembros belgas de las SS reciben pensiones alemanas de entre 425 y 1275 euros mensuales, mientras que ciudadanos belgas que durante la guerra fueron deportados a Alemania como trabajadores forzados reciben una indemnización mensual de 50 euros de parte del gobierno alemán. Cuando tres diputados belgas se dirigieron a las autoridades alemanas para “acabar con esta situación inadmisible”, los alemanes se negaron a entregar al gobierno belga la lista de los ex SS belgas pensionistas, explicó el año pasado el diputado Olivier Maingain a la  Deutsche Welle .

“¿Cómo se explica esta increíble frialdad ante las víctimas y esta ausencia de toda responsabilidad histórica, si no es en un antisemitismo estructural?”, se pregunta Daniela Dahn. ¿Cómo se explica esta política de pensiones, si no en una fidelidad administrativa que ha sobrevivido más de 75 años al decreto del Führer en la materia, ordenando cubrir a todos los miembros extranjeros de las SS?

El parentesco histórico del establishment alemán con el régimen anterior se pone en evidencia en la supuesta, e infame, equidistancia proclamada ante los totalitarismos de uno u otro signo. En el acuerdo de reunificación alemana de agosto de 1990 se dedica al nazismo el término “régimen nazi” (NS-regime) mientras que al de Alemania del Este se le dedica el término “régimen injusto” (SED-Unrechtregime). Que no es un detalle, sino toda una mentalidad, lo evidencia el diferente trato que el sistema de indemnizaciones decidido entonces para cada caso: por un mes en una cárcel de Alemania del Este, 550 marcos de indemnización, por un mes en un campo de concentración nazi, 150 marcos. Aquí es donde hay que situar los aspavientos y las “rupturas de tabú” evocadas a propósito de las elecciones en Turingia.

“Mucho antes de que el extremismo de derechas alcanzara el centro de la sociedad, estaba en el centro del Estado”, dice Daniela Dahn. “El antifascismo nunca fue razón de Estado en la RFA. El principal responsable del fortalecimiento del actual extremismo de derechas en las regiones del Este de Alemania es la propia clase política del Oeste”.

(Publicado en Ctxt) Rafael Poch de Feliu. Blog personal