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sábado, 28 de diciembre de 2024

_- Hay que cambiar por completo de sistema socioeconómico y de mentalidad

_- Fuentes: Rafael Poch de Feliu Blog personal


Entrevista al periodista Rafael Poch de Feliu. Si se quiere legar a las futuras generaciones un planeta habitable en sus equilibrios más fundamentales.

Tras más de dos años del inicio de la guerra de Ucrania, ¿Cuáles consideras que son las principales consecuencias que ha tenido a nivel mundial y en Europa en particular?
La guerra de Ucrania no es una, sino tres. Por orden de relevancia cronológica: la guerra de la OTAN contra Rusia, la guerra civil entre ucranianos y la guerra de Rusia contra Ucrania. Está última no habría sido posible sin las otras dos. Este hecho no excusa la grave responsabilidad de Rusia por su invasión de febrero de 2022 violadora del derecho internacional, sino que la sitúa en su contexto y medida real. En mi opinión la responsabilidad general por esa triple guerra es occidental en un 70% y ruso-ucraniana en el restante 30%. Podemos discutir ese reparto, y conviene hacerlo, pero lo que no podemos hacer es renunciar a la realidad y abrazar los cuentos que se nos ofrecen desde las instituciones, think tanks y medios de comunicación europeos, sobre la “lucha entre democracia y autocracia” y la “agresión rusa no provocada”.

El principal vector del conflicto arranca del cierre en falso de la guerra fría, hace tres décadas y se trata de infringir una “derrota estratégica” a Rusia. Si en Gaza todo el mundo informado entiende que la violencia no comenzó el 7 de octubre de 2023 sino setenta años antes, en Ucrania se desconoce su contexto. En 1992 en Washington se decidió que Estados Unidos había vencido en la guerra fría y que por tanto podía imponer su dominio hegemónico en solitario. El asunto funcionó al precio de toda una serie de guerras desastrosas entre Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria y demás, con el resultado de más de cuatro millones de muertos, unos 40 millones de desplazados y sociedades enteras dislocadas. Tras la gran juerga privatizadora-depredadora de los noventa en Rusia, la élite de ese país quiso restablecer su papel soberano en el mundo. La élite rusa creía que sería admitida en pie de igualdad en la internacional capitalista de depredadores pero el capital occidental solo le ofrecía un papel de “burguesía compradora”, subsidiaria-intermediaria en el comercio internacional de recursos y materias primas que Rusia, séptima parte de la superficie terrestre, posee en enorme abundancia. La identidad secular de Rusia como gran potencia impedía aceptar ese papel de vasallo y ese es el choque fundamental del que se deducen los demás, entre ellos la presión militar, el avance de la OTAN hacia el este, las sanciones, y la guerra.

El segundo elemento de la situación es la pujanza china y el cambio que determina en la correlación de fuerzas general en el mundo. Algunos de los antiguos enanos del Sur hoy son gigantes y tienen capacidad para ser soberanos. La suma de ambos factores, el ruso y el chino, abre posibilidades sin precedentes para acabar con el dominio occidental del mundo en solitario y afirmar algo más compartido, lo que obliga a una profunda reforma de las instituciones internacionales diseñadas por Occidente tras la segunda guerra mundial a la medida de su dominio: ONU, FMI, Banco Mundial, OMS, OMC, etc, etc. La crisis general del mundo actual, consiste, fundamentalmente, en que Occidente intenta resolver por medios militares el problema del declive de su dominio mundial indiscutible durante los últimos siglos. Ese es un problema general del Norte global, es decir que también afecta a Rusia, porque todo el mundo entiende que, pese a su actual recuperación, no volverá a ser la potencia que fue con la URSS, pero sobre todo es un problema de Occidente.

«La élite rusa creía que sería admitida en pie de igualdad en la internacional capitalista de depredadores pero el capital occidental solo le ofrecía un papel de “burguesía compradora”, subsidiaria-intermediaria en el comercio internacional de recursos y materias primas».

Esto me parece que es lo que la mayoría de la población del mundo deduce de lo que se está viendo en Ucrania, tal como lo reflejan las votaciones en la ONU. Se condena la invasión rusa pero fuera de Occidente nadie apoya las sanciones contra Rusia, pues se entiende que cualquiera que pretenda ser soberano, dueño de su destino en el mundo, sufrirá esa medicina de Occidente. Y eso explica también que se estén creando mecanismos económicos y alianzas alternativas que, gracias al peso específico de China, permiten a la mayoría mundial independizarse del corsé occidental y ensayar otras fórmulas: Brics, Organización de Cooperación y Seguridad de Shanghai, integración euroasiática, etc., etc. Esa es la principal consecuencia mundial que se desprende del pulso de Ucrania.

Respecto a Europa, mas allá del enorme desastre que supone una nueva gran guerra en suelo europeo, que ya se ha cobrado varios centenares de miles de muertos ucranianos y rusos, pero que si se extiende puede producir muchos más en Europa central/oriental, la principal consecuencia es la sumisión de la Unión Europea a Estados Unidos. Con la guerra Washington ha conseguido romper dos procesos que le dejaban fuera de todo control del viejo continente, lo que restaría mucho a su potencia global. El principal es la integración euroasiática lanzada por China, desde el Pacífico hasta el Atlántico. En esa Eurasia, Estados Unidos no figura geográficamente y actualmente la Unión Europea se está enemistando estúpidamente con su principal socio comercial. El segundo es la complementariedad de los recursos energéticos y científicos rusos con la tecnología y el capital europeo, alemán en primer lugar. Recordemos que Rusia “no ha cortado el gas a la UE” como se dice, sino que ha sido ésta la que ha renunciado a la energía rusa, con la ayuda de Estados Unidos reventando gaseoductos, por cierto… Sobre esos dos vectores, la Unión Europea se convertía en la península occidental de la gran Eurasia y accedía a una autonomía estratégica dentro de ese gran conglomerado, cosa contra la que alertaban muchos documentos y estrategas de Estados Unidos desde mediados de los noventa. Pero la actual generación de políticos europeos ha demostrado ser muy inepta, algo que precisa estudio, así que en lugar de eso hoy tenemos una UE sometida a Estados Unidos en el papel del “ayudante del Sheriff, lo que es un desastre para el futuro económico y político de Europa, como estamos empezando a ver.

En lo relativo a los avances bélicos y las relaciones diplomáticas de los contendientes, ¿Cuál es la situación actual de la guerra? 
La situación pinta mal para Ucrania. Estados Unidos prioriza la ayuda militar a Israel y a los preparativos en el frente chino, pero no puede atender a los tres. La ayuda militar de Estados Unidos a Ucrania va a la baja. Así que se trata de transferir el asunto a la UE, pero ésta carece de la capacidad militar productiva necesaria para tomar el relevo. Alemania ha transferido un sistema de defensa antiaérea a Ucrania de los ocho que tiene. Francia podría transferir dos sistemas de los diez que dispone, pero para proteger Ucrania de la aviación y los misiles rusos eficazmente se necesitan muchas decenas, dicen los militares. No existe capacidad europea para eso. Se necesitan muchos años. No digo que Rusia no tenga problemas, pero de momento las sanciones han incentivado la diversificación de proveedores y potenciado la industria local, algo que desde luego yo mismo no esperaba. No se sabe si será sostenible a largo plazo, pero la economía rusa crecerá este año más que cualquier otra europea, alrededor del 4,2%.

«Los voluntarios rusos cobran un salario de 2.100 dólares al mes y reciben al alistarse un bono de 4.100 dólares. Si mueren en combate, sus familias cobran hasta 150.000 dólares, 50.000 inmediatamente y el resto en diversos plazos. Si son heridos pueden cobrar hasta 75.000 dólares».

Por otro lado, Ucrania tiene un serio problema de falta de efectivos. Según el Financial Times, que citaba en agosto al jefe de la comisión de desarrollo económico del parlamento ucraniano, Dmitri Nataluji, unos 800.000 hombres ucranianos en edad militar “han pasado a la clandestinidad”, cambiando de domicilio y trabajando en negro para no dejar registro laboral y eludir la movilización. Los efectos de la carnicería que está sufriendo Ucrania son inconmensurables. El 78% de los ciudadanos declaraba en junio del año pasado tener parientes próximos y amigos que han resultado muertos o heridos en la guerra. Desde su independencia el país ha perdido 15 o 20 millones de habitantes, nadie conoce muy bien la cifra exacta. Por cierto, es Rusia el país que tiene más emigrantes ucranianos. Mientras tanto, Putin ha administrado con habilidad su picadora de carne rusa. Los voluntarios rusos cobran un salario de 2.100 dólares al mes y reciben al alistarse un bono de 4.100 dólares. Si mueren en combate, sus familias cobran hasta 150.000 dólares, 50.000 inmediatamente y el resto en diversos plazos. Si son heridos pueden cobrar hasta 75.000 dólares. En todas partes los pobres son los que ponen más soldados de las guerras, pero en Rusia este sistema llena las oficinas de reclutamiento y resuelve de momento el consenso de una sociedad aún menos dispuesta a “morir por la patria” que la ucraniana. 2100 dólares es cinco o seis veces el salario medio en las regiones pobres del país. Con ese dinero un soldado resuelve la economía de su familia y la de sus parientes cercanos, como quien dice. Ahora mismo en regiones pobres como Tuva o Buriatia se vive una explosión en los depósitos bancarios que duplican la media rusa…Todo eso permite a Putin mantener la guerra sin necesidad de una movilización general que crearía problemas y protestas entre la mayoría sensata de las clases intermedias. Naturalmente todo esto cambiaría si la OTAN interviniera con tropas en suelo ruso y se confirmara el escenario patriótico de una nueva gran invasión occidental de la madre Rusia como las de Napoleón y Hitler, pero de momento las cosas están así.

¿Qué puedes contarnos sobre la situación de la represión interna en Ucrania?
Desconozco la situación concreta porque no he estado allí desde 2014, pero es obvio que estar activamente contra la guerra en Ucrania o discutir la narrativa étnico-nacionalista anti rusa que rompe el consenso entre regiones ucranianas, es tan peligroso como en Rusia. Han suprimido partidos políticos, toda la izquierda, y medios de comunicación críticos o que no se alinean con el “patriotismo” oficial etno-nacionalista que antes solo era ideología habitual en Ucrania occidental y que hoy es ideología de estado en Kíev. Se ha ilegalizado a la Iglesia Ortodoxa dependiente del Patriarcado de Moscú que era la mayoritaria en el país. Muchos disconformes o excesivamente independientes han sido detenidos, en algunos casos eliminados, y muchos más están callados. La situación no parece muy diferente a la de Rusia, pero repito que no he estado allí.

¿Cuáles han sido las principales reacciones internacionales a la guerra? ¿Qué posiciones presentan respecto de ella las principales potencias mundiales?
En el Sur global, Ucrania tiende a ser vista como un instrumento del hegemonismo occidental, independientemente del grado de disconformidad hacia la invasión rusa. En China son conscientes de que la presión de la OTAN contra Rusia forma parte de lo que desde hace años se prepara y anuncia contra ella. En los inicios de la guerra, cuando Occidente exigía a China que se sumara a las sanciones contra Rusia, la comentarista de la televisión china Liu Xin enunció así la cuestión: “Lo que nos están diciendo es, ayúdennos a luchar contra su amigo para que luego podamos concentrarnos mejor en luchar contra usted” . Todo esto hace que la causa ucraniana carezca de apoyos fuera del “occidente ampliado”: Unión Europea, Canadá, Australia y los aliados asiáticos de Occidente como Japón y Corea del Sur.

«Trump dice que expulsará a los emigrantes ilegales que son varios millones y que solucionará la guerra de Ucrania en “24 horas”. Su declaración de guerra comercial “contra todos” se volverá contra su país y creará más inflación, deuda y caída del nivel de vida para la mayoría».

En Europa este conflicto ha dado alas a antiguas víctimas de la URSS en Europa del Este como Polonia y las repúblicas bálticas, que tienen un gran peso en la narrativa de la Unión Europea y de la OTAN. La influencia en ambos clubs de Bruselas de esos países estrechamente vinculados a Estados Unidos, se deriva de su extrema beligerancia contra Rusia. Gente como la nueva responsable de la política exterior, la estoniana Kaja Kallas, y el nuevo responsable de la defensa común, el lituano Andrius Kubilius, sueñan con la disolución de Rusia en pequeños estados y representan la garantía de una línea de confrontación que costará mucho revertir. Sería anecdótico si no fuera porque esa línea ha encontrado terreno fértil en Alemania, donde los nietos de quienes perdieron en Stalingrado, la von der Leyen es una de ellos, recuperan viejos agravios hacia los “subhumanos” soviéticos que les derrotaron. En este conflicto, Alemania es un país clave que debería acostarse en el diván del Doctor Freud. El timorato Canciller Scholz ha tirado por la borda lo que quedaba de la cultura socialdemócrata en materia de relaciones exteriores, pero expresa algunas dudas desde la debilidad de su precario gobierno de coalición. Naturalmente, la invasión rusa aceleró este revanchismo pero ya antes de 2022 la historia europea se estaba reescribiendo, según el guión de los años cincuenta de esa caverna ex nazi de Alemania reciclada en la posguerra como luchadora contra el comunismo, y sus colaboracionistas y víctimas de la URSS de Europa del Este. En ese cuadro, Francia no está ni se la espera y los escandinavos sorprenden por su beligerancia, algo que alguien debería explicar. De momento los únicos que expresan posiciones de sentido común son el derechista Viktor Orban en Hungría, cuya posición hacia la masacre de Israel en Gaza es indecente, y los eslovacos, ambos tachados de “pro rusos” en la UE por su oposición a la espiral de escalada bélica.

¿Cómo crees que influenciará en la guerra la elección de Trump como presidente de Estados Unidos? 
Lo más probable es que Trump genere un desastre en su país. Tiene olfato e instinto político para ganar elecciones, jugando con el interés de los mega ricos y los bajos instintos del populacho, pero dudo que sepa gobernar. Ha nombrado para su administración a gente dispar dispuesta a profundizar el suicidio de Israel en Oriente Medio, luchar contra Irán y China. Al mismo tiempo quiere colocar a Tulsi Gabbard, que acusó a Estados Unidos de apoyar a terroristas en Siria y de provocar la invasión rusa de Ucrania al ignorar los intereses de seguridad de Moscú, como directora nacional de inteligencia supervisadora de las agencias imperiales. Trump dice que expulsará a los emigrantes ilegales que son varios millones y que solucionará la guerra de Ucrania en “24 horas”. Su declaración de guerra comercial “contra todos” se volverá contra su país y creará más inflación, deuda y caída del nivel de vida para la mayoría. Así que lo más probable es que en lugar de “hacer América grande de nuevo”, genere un gran desbarajuste que acelere el declive mundial de Estados Unidos. Puede ser una especie de “Yeltsin americano”, el presidente ruso responsable del desastre de los años noventa, que meta a Washington en un conflicto abierto con Irán y China. El principal think tank del Pentágono, la RAND Corporation, dice que Estados Unidos no podrá ganar ese pulso. Habrá que ver, pero de momento lo que es seguro es que la ayuda militar y económica a Ucrania se va a reducir mucho.

Para acabar, ¿qué futuro crees que le depara a Ucrania? ¿Y a Europa?

Hay que empezar a preguntarse por las consecuencias de una derrota occidental en Ucrania. Eso no solo podría descomponer a la OTAN, sino que tendría seguramente consecuencias fuera de Europa, por ejemplo en la AUKUS, esa especie de OTAN del Pacífico orientada contra China que Washington anima, y en general para toda la red sobre la que se sostiene el poder imperial de Estados Unidos en el mundo. Algunos países que tienen bases militares de Estados Unidos, y son muchos, dejarían de confiar en ellas como protección. A su vez tal derrota aceleraría los impulsos de desdolarización de la economía mundial que ya están en marcha. Por todo eso Occidente se resistirá mucho a admitir una derrota. En el caso de que no escale hacia una guerra mayor, mucho dependerá de cómo se cierre el conflicto, de la habilidad e inteligencia de las partes. De cualquier forma, las guerras solo dejan heridas humanas. De momento lo que se dibuja es una Ucrania vencida, resentida, y, física, geográfica y demográficamente, mutilada.

«Siempre hemos tenido guerras, pero nunca había sido tan grande la contradicción entre la estupidez guerrera de las potencias y la urgente necesidad de que se pongan de acuerdo para afrontar los problemas del cambio global que amenazan directamente a la humanidad».

Respecto a Rusia, hay que preguntarse qué significaría su victoria. Desde luego de puertas afuera saldría fortalecida en su prestigio y credibilidad, pero me pregunto cómo administraría el Kremlin los territorios arrebatados a Ucrania.¿Habrá consenso allá hacia una anexión? ¿Habrá resistencia armada, clandestinidad, “terrorismo” y “antiterrorismo”? Seguramente en Crimea y el Donbas hay bastante consenso, pero ¿en las provincias de Jersón y Zaporozhye, por ejemplo? ¿Será la victoria estable para Rusia, o será un cáncer? Mucho dependerá de cómo se cierre el conflicto, pero la brecha, el odio y el resentimiento hacia Rusia de buena parte de toda una generación de ucranianos, deberá ser incluida en la cuenta.

En el orden interno, la guerra y la confrontación con Occidente ya están transformando las opciones del régimen ruso. Su contrato social con la población se está abriendo a un mayor reparto de la renta, sus posiciones internacionales se están “sovietizando” en el sentido de que se acercan a las de la antigua URSS, y se pone aún más coto a la disidencia. Habrá que ver. De momento, si se impone en la guerra de una forma convincente para su población, el régimen bonapartista de Putin conseguirá posponer algunos años más sus contradicciones internas, su falta de pluralismo y de mecanismos de alternancia y relevo en el poder, lo que genera una oposición enfocada hacia el derribo frontal y total del régimen por falta de espacios y canales de consenso y reforma, los problemas de la sucesión del caudillo, etc.

Todos esos problemas siguen ahí y resurgirán algún día. Pero todo lo mencionado me parece anecdótico al lado de lo principal: siempre hemos tenido guerras, pero …

«nunca había sido tan grande la contradicción entre la estupidez guerrera de las potencias y la urgente necesidad de que se pongan de acuerdo para afrontar los problemas del cambio global que amenazan directamente a la humanidad«

En el siglo XXI debemos mirar todas estas guerras desde la evidencia que se desprende de una observación más amplia y fundamental de nuestra realidad como especie. Los problemas del cambio global aumentan conforme no se encaran con una estrecha concertación internacional y estamos perdiendo un tiempo precioso del que no disponemos.

Si se quiere legar a las futuras generaciones un planeta habitable en sus equilibrios más fundamentales, hay que cambiar por completo de sistema socioeconómico y de mentalidad.

Entrevista realizada y publicada por Diario Socialista. https://diariosocialista.net/2024/11/24/si-se-quiere-legar-a-las-futuras-generaciones-un-planeta-habitable-en-sus-equilibrios-mas-fundamentales-hay-que-cambiar-por-completo-de-sistema-socio-economico-y-de-mentalidad/ ) 

Publicada en el blog personal de Rafael Poch de Feliu:

jueves, 11 de agosto de 2022

_- Entrevista a Rafael Poch de Feliu

_- ¿Quién tiene la culpa de la guerra en Ucrania?
Rusia se lleva la máxima condena por haber desencadenado la invasión en febrero, violando la integridad territorial de Ucrania con un discurso de su presidente que de hecho niega la soberanía de ese país considerado “artificial”. La oposición liberal rusa y el establishment occidental afirman que el motivo es que el régimen ruso busca consolidarse en el orden interno con lo que creía iba a ser una “corta guerra victoriosa”. Tiene sentido, pero esta versión silencia por completo los antecedentes de la invasión: más de veinticinco años ignorando los intereses de seguridad de Rusia y construyendo un esquema de seguridad europeo sin Rusia y contra Rusia. En diciembre Moscú presentó una lista de puntos para corregir eso advirtiendo de que si no se le hacía caso se tomarían “medidas militares”. Estados Unidos y la OTAN no hicieron caso y aceptaron el escenario bélico.

La responsabilidad del gobierno de Ucrania tiene que ver con su llegada al poder en 2014. Aquella mezcla de revuelta popular de un sector de la sociedad y de operación de cambio de régimen auspiciada por Estados Unidos y la Unión Europea, rompió el equilibrio entre las dos identidades nacionales que hasta entonces convivían democráticamente en el país, alternándose en su gobierno. Tomó el poder el nacionalismo ucraniano dominante en Ucrania occidental, furibundamente anti-ruso y decidido a imponer una identidad nacional contra Rusia y pro OTAN. Eso tenía consecuencias en el uso de la lengua rusa, que era la predominante en el país, y en la versión del pasado como una sucesión de desastres responsabilidad de los rusos. Ni la gran minoría rusa del país, ni otras minorías nacionales, ni la mayoría ruso-parlante del Este del país, aceptaron esa imposición, lo que dio lugar a diversos niveles de protestas contra el nuevo orden. En algunos lugares, como Járkov, se reprimieron con poca violencia, en otros con mucha violencia, por ejemplo en Odesa y Mariúpol, con grandes manifestaciones y muertos, y en otros se produjo un levantamiento armado, el caso del Donbás, al que el gobierno de Kíev respondió lanzando una “operación antiterrorista” que ha durado ocho años y ocasionado 14.000 muertos en los dos bandos, con la mayoría de las víctimas civiles en poblaciones contrarias al gobierno de Kiev. En ese clima de guerra civil, Rusia se anexionó Crimea, el territorio más disconforme y rusófilo de Ucrania. Fue la maniobra de consolación de Moscú ante el serio revés de la pérdida de Ucrania. Desde entonces la OTAN ha estado armando a Ucrania para una revancha militar contra Rusia. Sin estar Ucrania en la OTAN, la OTAN si estaba en Ucrania y entre otras cosas formó a 80.000 soldados ucranianos entre 2015 y 2020. Kíev aprobó también una nueva doctrina militar que preveía la reconquista de Crimea y en septiembre de 2021 se firmó una alianza con Estados Unidos sobre ese guion. Así que cuando Putin dice que “el ataque contra Crimea y el Donbás era solo una cuestión de tiempo”, el asunto parece tener fundamento. Son, podríamos decir, las circunstancias del crimen de Rusia en Ucrania.

La Unión Europea es responsable por haberse negado a incluir a Rusia en el acuerdo económico que propuso a Ucrania en 2013 de forma excluyente, pese a que el 40% del comercio ucraniano era con Rusia. El rechazo de aquel acuerdo desencadenó la revuelta contra el gobierno ucraniano, tan corrupto y oligárquico como el que le sucedió (por eso digo que lo de 2014 fue una “revolución fallida”), pero que solo se diferenciaba en la disciplina exterior. Azuzada por los bálticos y los polacos, estrictamente alineados con Estados Unidos, la Unión Europea ha sido incapaz de formular una política autónoma. En 2008 se invitó formalmente a Ucrania a adherirse a la OTAN cuando solo el 20% de los ucranianos deseaban tal adhesión, frente a un 35% que prefería una alianza militar con Rusia y otro 30% la neutralidad. Después de 2014 Francia y Alemania dejaron languidecer los acuerdos de Minsk para una solución pacifica de la guerra civil en el Donbás, acuerdos que Estados Unidos rechazaba, y, como consecuencia, también Kíev, que los había suscrito... Así que aunque los niveles de responsabilidad de cada uno de los participantes sean diferentes y puedan ser objeto de discusión, no veo parte inocente en este conflicto más allá de la sufrida población civil.

¿Qué consecuencias puede tener esta guerra para Rusia?
No veo desenlace positivo alguno para Rusia. Las cosas pueden ir mal o muy mal para Moscú. En la mejor de las suposiciones, si Rusia consigue imponerse militarmente en todo el sureste de Ucrania, llegando hasta Odesa y dejando a Ucrania sin acceso al mar Negro, lo que es mucho suponer, el resultado no será estable. La incorporación de más territorios a Rusia —estoy pensando en la región de Jersón— o la organización de administraciones rusófilas será contestada. Por pequeña que sea, cualquier resistencia armada obligará a esas administraciones a ejercer la represión.

Por otro lado, todo lo que Rusia buscaba; alejar las infraestructuras y fronteras de la OTAN de su territorio, desmilitarización de Ucrania, rebajar la hostilidad hacia Rusia del gobierno ucraniano y mermar la influencia de la extrema derecha en él (lo que llaman “desnazificación”), todo eso ha empeorado. Está claro que lo que quede de Ucrania será aún más hostil a Rusia que lo que había. Finlandia aporta 1.300 kilómetros más de frontera directa con la OTAN. Si todo eso es un desastre, el desprestigio sin precedentes de Rusia en Occidente y la revigorización de aquella OTAN en “muerte cerebral” (Macron dixit), aún lo es más.

Las sanciones contra Rusia no tienen precedentes para un país tan grande e importante y le harán mucho daño, pero no creo que la dobleguen. Los casos de Cuba, Corea del Norte e Irán, sugieren que las sanciones hacen daño pero no doblegan. Y lo peor es que no están enfocadas a una negociación, sino que son incondicionales. La presidenta de la Comisión Europea, la incompetente y acérrima atlantista Ursula von der Leyen, ha dicho que el objetivo de las sanciones es, “desmantelar, paso a paso, la potencia industrial de Rusia”. Occidente quiere un cambio de régimen en Rusia y lo va a obtener. No porque vaya a saltar Putin, su apoyo popular es del 70% aunque puede ser efímero, sino porque el régimen ruso se va a endurecer, reformulando definitivamente sus alianzas internacionales. Las sanciones van a cambiar la vida de la clase media rusa, cierto consenso de la juventud con el Kremlin hacia la tesis de que esta guerra es una respuesta del país a una “amenaza existencial”, la reacción a la inusitada rusofobia imperante en Europa, todo eso, transformará la vida y la mentalidad de muchos rusos en una dirección muy negativa. Ese va a ser el verdadero cambio de régimen a medio plazo. Resumiendo, Rusia ha perdido Ucrania definitivamente y, seguramente, a más largo plazo, estamos asistiendo al principio del fin de Putin.

¿Cómo puede quedar la Unión Europea después de todo esto?
Mucho más sometida a Estados Unidos en política exterior y de defensa. La UE mantenía un fluido comercio energético con Rusia, era el principal socio comercial de China y la OTAN se encontraba en “muerte cerebral”. Ahora todo eso se ha revertido gracias a la guerra. Asistimos al fin de los propósitos integradores de Rusia en Alemania, así como a lo que quedaba de la voluntad francesa de una mayor autonomía exterior y militar europea. Se consolida un eje de los vasallos de Estados Unidos en Europa, con Inglaterra, los bálticos, Polonia, etc., alternativo a los tímidos impulsos autonomistas franco-alemanes. Como resultado, una Unión Europea subalterna de la OTAN, perjudicada por sus propias sanciones contra Rusia y mucho más implicada en la presión geopolítica de Washington contra China. Por primera vez, la primera visita asiática del canciller alemán no ha sido a China, principal socio comercial de la UE, sino a Japón. Ahora, en junio, la OTAN va a incorporar definitivamente preparativos militares de guerra contra China en su “nuevo concepto estratégico” que se aprobará en la cumbre de Madrid.

¿Qué puede decir de la actitud de China?
Cuando firmaron en febrero su gran acuerdo “sin límites” con Rusia, encaminado a contener la influencia de EE. UU., los chinos no sabían que Putin preparaba una invasión de Ucrania. Ante la situación creada, Pekín ha subrayado el respeto a la soberanía e integridad de Ucrania y al mismo tiempo se opone a la “seguridad contra Rusia y a expensas de Rusia” que se ha instalado en Europa. Su viceministro de exteriores, Le Yucheng ha dicho que “la OTAN debería haber respetado su promesa de no expandirse al Este” y que “los países pequeños no deben ser usados como peones por los grandes”. En la ONU se ha abstenido y no apoya los vetos a Rusia, sin reconocer por ello los referéndums de Crimea y Donbás, por miedo a que algún día haya un referéndum parecido en Taiwán que se vuelva contra ella.

China no ha cedido a las presiones europeas de sumarse a las sanciones contra Rusia que la UE le exigió en la tensa cumbre del pasado 1 de abril. La presentadora de televisión china Liu Xin resumió así la petición de Estados Unidos y la Unión Europea: “ayúdame a luchar contra tu socio ruso para que luego pueda concentrarme mejor contra ti”. Un mes después de aquella cumbre, el presidente Xi Jinping le dijo al canciller Olaf Scholz que “la seguridad europea debe estar en manos de los europeos”, un apremio a que se emancipe de una vez.

El castigo occidental a Rusia es un espejo para China, pero China es otra cosa. Tiene una economía diez veces mayor que la rusa, pero menos autosuficiente y fuertemente integrada con el resto del mundo. Las sanciones pueden hacerle mucho más daño, pero también dañarían a quienes las impongan y a los 120 países que mantienen intensas relaciones comerciales con ella. Sería una conmoción mundial. China dispone de las mayores reservas en divisas del mundo: 3,25 billones de dólares, gran parte de ellas almacenadas en Estados Unidos y la UE. Se las pueden confiscar, como han hecho con los 300.000 millones de los rusos, pero ¿con qué consecuencias? En veinte años las reservas chinas en dólares se han reducido preventivamente del 79% al 60% del total, pero no es fácil reducir rápidamente el monto de las reservas en dólares ni construir sistemas de pagos alternativos fuera del alcance de las sanciones occidentales. Con todas estas incógnitas sin despejar, se constata la escalada militar occidental alrededor de Taiwán. Todo muy preocupante.

¿Hay posibilidades de negociación de paz a un plazo razonable en Ucrania, o la guerra va para largo?
Para ello debería haber interés y claridad militar. Rusia solo negociará cuando alcance un mínimo de objetivos en el campo de batalla, por ejemplo el control total del Donbás, del que ya no está tan lejos. Estados Unidos y la Unión Europea de momento prefieren poner los esfuerzos en sangrar a Rusia en una larga guerra de desgaste. La ayuda estadounidense de 53.000 millones a Ucrania, equivalente casi al presupuesto militar ruso, lanza una señal inequívoca al respecto. El gobierno ucraniano, que ahora mismo está siendo derrotado en toda regla en Ucrania oriental, no puede negociar sin ser acusado de traición por la ultraderecha nacionalista. O sea, de momento tenemos varios meses de guerra garantizados por delante.

Se está responsabilizando a Rusia de agravar la frágil situación alimentaria de muchos países del sur al impedir la exportación de grano ucraniano por el bloqueo militar de los puertos del mar Negro.

Rusia y Ucrania suministran el 30% de la exportación global de trigo. Ambas son también grandes exportadoras de cebada, maíz, semillas de girasol y aceite de girasol. Gran parte de esa exportación va al sur, en Asia, Oriente Medio, África del Norte y subsahariana, donde se localizan algunos de los países más pobres del mundo, que ya estaban al límite por los efectos de las subidas de precios, los estreses producidos por la pandemia y las habituales lacras; guerra, corrupción, desigualdad, mala administración… Desde la OTAN se dice que el bloqueo ruso de los puertos ucranianos es el motivo del aumento cuantitativo del hambre que pronostica el Programa Alimentario de la ONU: 47 millones más de hambrientos, pasando su número total de los 276 millones de este año a 323 millones. Pero Rusia exporta mucho más que Ucrania: el 20% del trigo, harinas y derivados, frente al 8,5% de Ucrania. Por eso, lo que no dice la OTAN, la UE y EE. UU. —y con ellos el grueso de nuestros medios de comunicación— es que en la génesis de ese peligro las sanciones occidentales contra Rusia son mucho más significativas que el bloqueo ruso de puertos ucranianos.

Las sanciones impiden la exportación del grano ruso. Los barcos no pueden acceder al puerto ruso de Novorosiisk, en la costa oriental del mar Negro, desde el que se exporta el 50% del grano ruso, porque las compañías de seguros no cubren el tráfico de esos barcos y los que llevan bandera rusa no pueden usar las infraestructuras portuarias en Occidente. Además, Rusia no puede cobrar ese comercio de grano, porque los sistemas de pago están bloqueados y los bancos internacionales cerrados para su actividad. Un segundo aspecto por el que las sanciones agravan la situación tiene que ver con los fertilizantes. Su precio se ha incrementado a causa del aumento del precio del gas con el que se producen. Rusia y Bielorrusia son el primer y el sexto productor mundial de ellos, respectivamente. Juntas representan el 20% de la producción global. Y ambas están sometidas a sanciones.

Así que no puede decirse, como afirman la UE/OTAN y EE. UU., que el responsable sea Rusia, o solo Rusia.

Es más exacto decir que las sanciones occidentales contra su adversario geopolítico en este conflicto son un factor de incremento del hambre más importante que el bloqueo de los puertos ucranianos. Pese a eso, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen —de nuevo este funesto personaje—, dijo el 24 de mayo en Davos que “Rusia está bombardeando silos en Ucrania, bloqueando barcos cargueros ucranianos llenos de trigo y girasol y acaparando su propia exportación de alimentos como una forma de chantaje. Eso es usar el hambre y el grano como recurso de poder”. La ministra de exteriores canadiense, Mélanie Joly, ha dicho que “debemos garantizar que esos cereales se envían al mundo, de lo contrario millones de personas pasarán hambre”. Si tanto les preocupa el hambre, deberían empezar por replantearse sus sanciones…

Lo que en realidad se abre paso con estas declaraciones es una campaña para romper militarmente con barcos de guerra el bloqueo ruso de la costa ucraniana, alegando “catástrofe humanitaria”. Es decir, de nuevo el conocido recurso de la “catástrofe humanitaria” para promocionar una escalada militar.

¿Cómo ve esta guerra en el marco del mundo actual?
Siempre digo que es una dramática pérdida de tiempo. Los problemas del siglo, en primer lugar el calentamiento global, no son estáticos, sino que se incrementan con el tiempo si no se afrontan. En lugar de movilizar a sus sociedades para afrontar los retos del siglo y la preservación del planeta, las elites las están movilizando para la lucha contra sus rivales geopolíticos. La consecuencia será que el incremento de la temperatura supere los dos grados este siglo, lo que anuncia grandes catástrofes Todo eso se está gestando ahora con las actuales guerras, por lo que es una dramática pérdida de tiempo.

[Fuente: Pasos a la Izquierda]

miércoles, 16 de febrero de 2022

Hacia una crisis de misiles nucleares en Europa.

Mientras se incuban los mayores peligros militares, nos arrullan con los desmanes de Putin

“Cuando le señalan la Luna, el necio mira el dedo", reza la conocida máxima atribuida a Confucio. Su contenido es muy simple: ajenos a lo crucial, nos centramos en tonterías. Y lo crucial es el enorme peligro de repetir en Europa algo parecido a una “crisis de los misiles de Caribe” de 1962, ahora con Ucrania en el centro.

Desde hace años la potencia militar más fuerte y agresiva del mundo, Estados Unidos, está rodeando militarmente a Rusia y a China. Como esos dos países son grandes potencias nucleares de vocación imperial, los peligros de la operación son obvios para cualquiera con sentido común. No lo hay en Bruselas, ni en las mentes de nuestros disciplinados políticos, expertos y periodistas “atlantistas”.

Una buena muestra es la respuesta del redomado irresponsable secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, a los tímidos coqueteos de algunos socialdemócratas alemanes de que convendría acabar con la presencia de las armas nucleares de Estados Unidos en suelo alemán: “Por supuesto, Alemania puede decidir si deja de albergar armas nucleares, pero la alternativa es que acabaríamos teniéndolas en otros países de Europa, más al este de Alemania”.

Utilizando una “lógica poscolonial” y reclamando su “esfera de interés vital”, Rusia se considera “legitimada para controlar esa área y los países postsoviéticos europeos que no pueden elegir otro destino” ni “emanciparse de la condición geopolítica que les impone Moscú”, señala Carmen Claudín, analista del CIDOB. “No puede haber un Yalta.2”, dice el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. “Es la propia política del Kremlin la que ha antagonizado a sus vecinos postsoviéticos, multiplicando los sentimientos antirrusos”, sentencia Claudín. Pero esta última verdad cambia poco lo esencial.

Negando el “derecho” de Rusia a oponerse a la ampliación de una alianza militar hostil junto a sus fronteras, Washington y sus defensores atlantistas europeos, ignoran doscientos años de la propia historia de Estados Unidos, reclamando e imponiendo su esfera de influencia en el hemisferio occidental. Claro que Ucrania, o Georgia, tienen derecho a pedir su ingreso en la OTAN y el estacionamiento de bases y armas en su territorio. En 1962, también la República de Cuba tenía derecho a reclamar el estacionamiento de misiles soviéticos a 170 kilómetros de territorio estadounidense. Washington se había ganado a pulso el “sentimiento antiamericano” de todo el subcontinente con sus invasiones, golpes de estado e implacable dominio del que Cuba había conseguido liberarse. Y por supuesto, también la URSS, amenazada por misiles nucleares estacionados en Turquía, tenía derecho a estacionarlos en Cuba. Pero es que en aquel caso, como en el actual, no era una cuestión de derechos, sino de medir las consecuencias. Como ahora la situación en Europa, la crisis de los misiles de Cuba fue extremadamente peligrosa. Estados Unidos advirtió que el asunto era casus belli: llevando hasta el extremo aquellos derechos, se habría destruido el planeta. Como dice con raro buen sentido Jack Matlock, ex embajador de Estados Unidos en Moscú, “como nuestro Congreso nunca aprobó una ley de la gravedad, ¿podemos ignorarla?”.

Ante esta situación, los políticos, expertos y periodistas “atlantistas” europeos, prefieren mirar el dedo: la “agresividad” de Putin y los nefastos abusos, fechorías y crímenes del régimen ruso. No son tonterías para los rusos que algún día deberán resolverlas, pero sí lo son para nosotros, en la situación concreta y actual que nos afecta.

Es obvio que existe una relación entre la política exterior rusa y la política interior del régimen ruso. La amenaza exterior tiene una gran funcionalidad para acallar a la oposición como “agente extranjero”, incluida la barbaridad cometida con la sociedad “Memorial”, por ejemplo. Pero es que, ¿acaso esa relación solo existe en Rusia? En Estados Unidos observamos incluso una relación aún más decisiva entre la economía, el dictado del complejo militar industrial sobre las decisiones del Congreso, y la política exterior de guerra eterna. Los misiles contra Sudan intentaron resolver el “caso Lewinski”, la leyenda de la intervención rusa en las elecciones de Estados Unidos ha sido arma en la pelea interna que divide al establishment norteamericano en un ambiente de manifiesto macartismo. Los atentados del 11 de septiembre neoyorquino se usaron para desencadenar una nueva catástrofe alrededor de los recursos de Irak… No solo hay disidentes, y tortura, en China y Rusia, ahí están Guantánamo y Assange, y también hay “agentes extranjeros” entre nosotros.

Bajo cada video que el canal ruso de televisión RT sube en YouTube, aparece el mensaje: “RT está financiada, total o parcialmente por la administración pública rusa”. “Medio controlado por el estado de Rusia”, reza el mensaje que sale en la página de RT en Instagram, propiedad de Facebook y que podría aplicarse exactamente igual a la Deutsche Welle, Voice of America, BBC, etc., etc. La versión alemana de RT, el único canal en el que los críticos de la ampliación de la OTAN podían expresarse y que cuestionaba la versión atlantista de la “revolución ucraniana” de 2014, los claroscuros del caso Skripal o los dudosos ataques con gas venenoso atribuidos a el Assad en Siria, ha resultado ser demasiado efectiva (quinto puesto en el ámbito “noticias” y “política” entre los canales vistos en Alemania) y se le ha negado la licencia de emisión, con lo que se limita a la transmisión por satélite. En septiembre el canal de video de RT-Alemania, que tenía más de 600.000 abonados y registraba más de 547 millones de consultas, fue borrado de YouTube. Mientras en Occidente, las democracias de baja intensidad no cesan de perder sustancia, los monopolios digitales de Estados Unidos, directamente sometidos al Big Brother de la NSA y otros servicios, como demostró Snowden, nos protegen así ante la propaganda rusa con el paternal mensaje: “Esta no es la propaganda que deberías consumir, consume la buena: CNN/ BBC/MSNBC, etc.” y nuestros periodistas y expertos nos arrullan mirando el dedo de los desmanes de Putin.

Tras ser ignorada durante décadas, Rusia ha presentado propuestas de acuerdos bilaterales con garantías de seguridad firmes, lejos de las promesas que no se cumplieron a lo largo de los últimos treinta años. Garantías de que Ucrania no ingresará en la OTAN, y que no se colocarán armas contra ella en su entorno inmediato.

“Esperamos conversaciones constructivas con un resultado final claro en los términos que garanticen una seguridad igual para todos” “Han llegado hasta el umbral de nuestra casa. ¿Creen que somos tan ilusos como para ignorar las amenazas planteadas a Rusia?. Ese es el problema: simplemente ya no tenemos terreno para retroceder”, ha dicho.

El sujeto de su reclamación no es la Unión Europea, ni la OTAN, sino que se ha dirigido directamente a quien manda en este asunto: Estados Unidos. Quiere acuerdos bilaterales con Washingtion y en segundo término con Berlín y París. El 21 de diciembre, el presidente ruso habló con el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, y con el presidente francés, Emmanuel Macron. La apuesta de Rusia es enérgica. Entre el 10 y el 13 de enero tendrán lugar las conversaciones, ¿qué pasará si no llegan a buen puerto?

Ante el Colegio del Ministerio Ruso de Defensa, una audiencia de generalotes, Putin dijo a finales de diciembre que si las conversaciones no logran resultados, Rusia adoptará “medidas militares apropiadas” de respuesta. Nuestros papagayos se preguntan por el contenido de tales “medidas”y han lanzado la voz de alerta ante la fantasmagórica “invasión de Ucrania”, un escenario fuera de toda realidad. La respuesta del Kremlin será otra: el despliegue de misiles nucleares tácticos en Bielorrusia y Kaliningrado. Con su estupidez, la Unión Europea regresa al continente a los principios de los ochenta, la crisis de los euromisiles. La unilateral retirada de Estados Unidos del acuerdo INF ha hecho posible esta locura.

No habrá seguridad europea que no sea común e integre los intereses de todos los países europeos, no la habrá sin Rusia, y desde luego no la habrá contra Rusia. Pese a los esfuerzos de nuestros políticos, expertos y periodistas.

Rafael Poch de Feliu

[Fuente: Ctxt]

viernes, 23 de abril de 2021

Caldeando el ambiente en Ucrania y Taiwán

Mundo 

Para delimitar las responsabilidades del incremento de la tensión militar solo hay que fijarse en dos cosas: la iniciativa y la geografía.

La administración de Biden está caldeando el ambiente militar en una acción en dos frentes, contra Rusia en Ucrania y el Mar Negro, y contra China en el espacio de Taiwán, en el Mar de China meridional. Todo ello está dando lugar a medidas de respuestas rusas y chinas en cada uno de esos teatros, pero no hay nada de “responsabilidades compartidas” en este asunto. Lo que hay es, en primerísimo lugar, una temeraria irresponsabilidad de Estados Unidos.

Para convencerse de ello no hay más que atender a dos aspectos: la iniciativa, de dónde proviene el impulso inicial que provoca la tensión, y la geografía, es decir dónde se localiza el escenario.

Sobre el impulso, se trata de la iniciativa de Estados Unidos y sus vasallos europeos de agobiar a Rusia avanzando su maquinaria militar hasta sus mismas fronteras. Eso comenzó en los años noventa cuando la OTAN incumplió los acuerdos establecidos, muchos de ellos no firmados, que rodearon a la unificación alemana. Que a la política de paz y desarme de Gorbachov, con retirada y disolución del Pacto de Varsovia, siguiera la ampliación de la OTAN como bloque anti ruso, despreciando la Carta de la OSCE de noviembre de 1990, es algo que entra de pleno en los anales de la infamia geopolítica.

Que un bloque que gasta en armas y ejércitos 954.000 millones de dólares clame contra la amenaza de Rusia, que gasta 66.000 millones, más de catorce veces menos, es algo que solo una profunda corrupción mediática permite hacer pasar por normal. Que las maniobras de 30.000 soldados de 26 países (Defender Europe, 2021) que ahora mismo están teniendo lugar pasen como “respuesta” y “defensa”, pertenece a la misma categoría.

Y respecto a la geografía: que todo eso suceda en el entorno inmediato de Rusia, un país que ha sido repetidamente invadido por Occidente a lo largo de su historia, acaba de situar, de forma incontestable, el tema de las responsabilidades. Y lo mismo vale para China, con el vasallo japonés (unos 20 millones de chinos muertos en el conjunto de Asia Oriental durante su última expansión imperial) en el papel que ahora mismo Alemania (26 millones de muertos en la URSS con su invasión hitleriana) desempeña en Europa.

La instrumentada radicalización de Zelensky
En la actual operación de caldeamiento Ucrania y Taiwán son los instrumentos. El Presidente Volodymir Zelensky ganó las elecciones de 2019con la esperanzadora promesa de acabar con las hostilidades en el Este de Ucrania y con la virulenta línea antirrusa de su predecesor pero desde entonces la economía ha continuado deteriorándose y su popularidad se ha hundido. Casi diez millones de jóvenes ucranianos han emigrado al extranjero (Rusia y Occidente) en busca de trabajo y huyendo del alistamiento militar (Ucrania declara oficialmente 9.000 desertores). Con ese panorama, las tornas han girado y Zelensky está más abierto que nunca a la instrumentalización exterior.

Ucrania ha dejado claro su rechazo a seguir participando en el foro de Minsk, un marco negociador con Rusia, Alemania y Francia creado en 2015 sin Estados Unidos (peligroso precedente para el tutelaje continental de Washington). Zelensky también se ha retirado, en febrero, de los acuerdos de 1991 sobre aviación civil y uso del espacio aéreo ex soviético, ha reducido el comercio con Rusia a su mínima expresión y ha cerrado medios de comunicación en ruso en su país, entre ellos la cadena de televisión 112, una de las más plurales. Paralelamente, el número de vuelos de aviones militares de la OTAN junto a las fronteras rusas se ha incrementado un 30% en lo que llevamos de año y también la presencia de barcos de guerra americanos en el Mar Negro ha aumentado.

La administración de Biden incluye algunos de los personajes que fueron protagonistas en todo aquello que el cambio de gobierno en Kiev del 2014 tuvo de golpe de Estado, entre ellos Victoria Nulan (la autora del famoso “fack the EU”) y el propio actual secretario de Estado, Antony Blinken, gente que parece considerar inacabada aquella operación que desencadenó la reincorporación de Crimea a Rusia y la revuelta armada de las regiones del Este.

En este contexto y circunstancias, Zelensky ha sido inducido a incrementar su beligerancia. Mientras fluyen millones de dólares en ayuda militar, desde febrero se suceden los incidentes militares en las regiones del Este. En marzo Zelensky proclamó planes para recuperar Crimea militarmente y en abril se ha dirigido a Estados Unidos y la OTAN con la solicitud de ingreso en ese bloque militar. Biden ha respondido declarando su “apoyo inquebrantable a las aspiraciones euro atlánticas” de Ucrania. “Hemos recibido una fuerte señal de solidaridad de nuestros socios internacionales que apoyan resueltamente la integridad territorial y soberanía de Ucrania ante la escalada rusa”, ha dicho el portavoz de exteriores del gobierno de Kíev.

Lo que está en juego en esta escenificación es hundir el casi acabado gaseoducto Nord Stream 2, que es el principal nexo económico de Alemania con Rusia. Un conflicto militar en Ucrania reavivado, en el que Rusia siempre será presentada como responsable (ya lo está siendo por mover tropas dentro de sus fronteras en reacción a todo lo descrito) pondría el motivo perfecto. Alemania es el país clave para cortar el vector de integración euroasiática que Pekín y Moscú promueven. “En la administración Biden hay interés en fomentar la tensión en Ucrania instrumentalizando a ese país”, ha dicho el diputado ruso Konstantin Zatulin.

Jugando con Taiwán
En cuanto al frente chino, sin llegar a cuestionar su compromiso de 1979 que reconoce que Pekín es el gobernante legítimo de toda China, incluida Taiwán, la administración Biden está igualmente buscando provocar respuestas de China. Biden ha sido el primer presidente en invitar a su investidura al embajador virtual de Taiwán en Estados Unidos, Hsiao Bi-Khim.

Los funcionarios del gobierno de EE.UU. reciben regularmente a visitantes taiwaneses en sedes oficiales y visitan las “representaciones económicas y culturales” de Taiwán en Estados Unidos que actúan como embajadas de facto. El embajador de Estados Unidos en Japón recibió demostrativamente en marzo en su residencia a su homologo taiwanés. El mismo mes el embajador de Estados Unidos en Palau (estado insular) visitó Taiwán. Fue la primera visita de un embajador en activo a la isla en 40 años. Palau es uno de los quince estados que mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán en lugar de con Pekín.

El Instituto Americano de Taiwán, que es la virtual embajada de EE.UU. allá, celebró un congreso bilateral para debatir la cooperación en foros internacionales (en los que Taiwán no está reconocida como Estado ni miembro). El secretario de Estado Blinken ha presionado al gobierno de Paraguay (otro de los quince países que aún reconocen a Taiwán) para que mantenga su reconocimiento. El 10 de marzo Blinken se refirió a Taiwán como “país”: “a country that can contribuye to the World”, dijo.

Todo esto ha dado lugar a notas de protesta de China que ha recordado que, “el principio de una sola China es el fundamento político de las relaciones entre China y EE.UU.”.

Los medios de comunicación occidentales han enfatizado la noticia de que China envió aviones de guerra que entraron en la Zona aérea de defensa de Taiwán (ADIZ), pero esa maniobra frecuentemente presentada como “violación del espacio aéreo taiwanés” no tiene respaldo jurídico. El ADIZ es una figura declarada unilateralmente por Taiwán y no reconocida por el derecho internacional (que no le reconoce condición de Estado) por lo que los aviones chinos se mantuvieron estrictamente hablando en espacio aéreo internacional. Desde que Biden asumió la presidencia, ha enviado tres veces barcos de guerra a patrullar por el estrecho de Taiwán. Se trata de aguas internacionales, exactamente igual que el espacio aéreo de ADIZ, sin embargo solo en el caso de los aviones chinos se habla de “actitud agresiva”, etc.

Pekín siempre ha advertido de que una independencia de Taiwán sería motivo de acción militar. No hay ninguna duda de que, pese a todo lo dicho, cualquier acción de fuerza de China hacia Taiwán sería demoledora para su reputación, incluso si se reconociera que el derecho internacional está de su parte. Estados Unidos está jugando con fuego ahí, incrementando la ambigüedad de su actitud hacia Taiwán. No creo que Washington quiera provocar una intervención militar china contra Taiwán. Lo que hace es meterle el dedo en el ojo al dragón, exactamente lo mismo que practica en Ucrania con el oso ruso. Biden está actuando muy provocativamente en ambos frentes, lo que es sumamente peligroso. Caldear el ambiente militarmente aumenta la probabilidad de una guerra por nadie deseada. Las demostraciones y paseos de barcos y aviones de guerra junto al territorio del otro son una manera de proclamar y demostrar la voluntad y disposición de uno de ir a un conflicto militar si el otro no cede. Aunque nadie lo deseé, eso incrementa la mera posibilidad de accidentes e incidentes susceptibles de degenerar en un conflicto militar. Hoy esa situación no se está dando en el Caribe, ni en el Mar del Norte, ni frente a las costas de California, ni en territorio de Canadá o México, sino que se vive, diariamente, en el espacio Báltico, en Ucrania y el Mar Negro, en el Mar de China meridional y en Taiwán. La geografía lo dice todo. ¿Para cuando el primer incidente militar?

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