IPS Cuba
La iniciativa se presentó el 11 de julio en la estatal Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, en la provincia de Matanzas.
La herramienta podrá ser un insumo para el quehacer de extensionistas y especialistas del sector agropecuario, para instituciones de la ciencia y la docencia y también para quienes gestionan proyectos vinculados al desarrollo agrícola o toman decisiones desde lo local. Foto: IPS_Cuba
La Habana, 20 jul.- Lombricultura, cercas vivas, policultivos, así como la producción y uso de microorganismos nativos, son algunas técnicas compiladas en un novedoso catálogo audiovisual cubano para que las y los agricultores conciban un diseño y manejo integral y sostenible de sus fincas.
La nueva herramienta comunicativa se presentó, el 11 de julio, en la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, en la occidental provincia de Matanzas.
Se trata del primer Catálogo Audiovisual de Tecnologías Agroecológicas elaborado en el país caribeño de 11,2 millones de habitantes.
Lo componen 10 cápsulas que en su conjunto suman unos 50 minutos de video, rodados en fincas demostrativas vinculadas a dicha institución científica.
Las cintas también muestran peculiaridades sobre la producción cunícola y la caprina, la morera, los
pastos y los sistemas silvopastoriles para la producción animal.
Como elemento novedoso, la herramienta ofrece diversas oportunidades para interactuar con su contenido de disímiles formas, a través del celular, una computadora o televisor, y también desde el acceso a las redes sociales en internet, lo cual facilita y democratiza su socialización.
Además de productoras y productores, el Catálogo podrá ser utilizado por especialistas del sector agropecuario, instituciones de la ciencia y la docencia, así como por quienes gestionan proyectos vinculados al desarrollo agrícola o toman decisiones desde lo local.
Su creador, el director de cine y fotógrafo guatemalteco radicado en Cuba Alejandro Ramírez (1973) contó con la ayuda de experimentados campesinos y especialistas de Indio Hatuey para mostrar la utilidad de la aplicación de prácticas agroecológicas.
Además de las y los especialistas y productores de la Estación Experimental matancera, esta primera entrega del Catálogo fue posible gracias a diversas instituciones internacionales comprometidas con el fortalecimiento de la agricultura sostenible en el país.
Entre ellos se encuentra la organización internacional Oxfam, el Comité Católico Francés contra el Hambre y por el Desarrollo, además del proyecto Apocoop, que promueve la gestión cooperativa en el sector agropecuario cubano, para lograr una transformación de una agricultura estatalizada y centralizada hacia modelos más descentralizados y apoyados en el sector cooperativo y privado.
Este último proyecto es impulsado por la no gubernamental y cubana Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y la organización humanitaria internacional Oxfam, con financiamiento de la Agencia Suiza para el Desarrollo (Cosude).
También sobresalió la contribución financiera de la Embajada de Holanda en Cuba, una pequeña nación europea que ha desarrollado una agricultura eficaz y sostenible mediante innovaciones, enfoques y tecnologías novedosas.
De acuerdo con el equipo realizador, el Catálogo debe enriquecerse con una próxima compilación que pondrá el foco en las mujeres productoras y promotoras de prácticas agroecológicas.
Fernando Donis, ingeniero químico y productor de la finca agroecológica Cayo Piedra, en Matanzas, y uno de los protagonistas del material audiovisual, opina que “la agroecología es la solución no solo de Cuba, sino del mundo entero, que ha ido en esa dirección, en función de una agricultura menos agresiva”.
Las amenazas cada vez más reales del cambio climático y el calentamiento global llevan a especialistas a alertar que la producción de alimentos sobre bases agroecológicas resulta un asunto estratégico.
A primera entrega del Catálogo es posible por el compromiso de varios actores con la agricultura sostenible. Foto: IPS_Cuba
Estudios científicos demuestran que los sistemas de producción agropecuaria que siguen este enfoque en su diseño y manejo, resultan más resilientes que los convencionales.
Durante los últimos años, las autoridades e instituciones cubanas comenzaron a dar los primeros pasos en cuanto a la adopción de la Agricultura de Conservación, un nivel superior de la agroecología que, además de cultivos sin químicos, diversifica con especies las fincas y conserva los suelos con cero labranza y cobertura vegetal.
Dicho proceso responde a la necesidad de aumentar significativamente la producción agrícola en Cuba, un tema declarado por el gobierno como de seguridad nacional. (2018)
Respaldo internacional
- Oxfam es una ONG que trabaja en Cuba desde el año 1993 a través de socios locales que apoyan planes de desarrollo justos y sostenibles.
- Acompaña a gobiernos locales, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, instituciones académicas y comunidades para fortalecer y apoyar el desarrollo sustentable y equitativo para mujeres y hombres.
- Apuesta asimismo por la participación ciudadana, el desarrollo local, la seguridad alimentaria, la justicia de género y los derechos de las mujeres, la gestión y reducción de riesgos, y la respuesta humanitaria adecuada ante desastres naturales.
- Aunque su mayor atención está en las provincias orientales de Cuba, Oxfam trabaja con centros de investigación y organizaciones socias locales para ampliar sus capacidades y las de las comunidades, promoviendo la participación, producción y comercialización sustentable de alimentos, la igualdad de género y la reducción de riesgos derivados de desastres naturales.
Fuente:
http://www.ipscuba.net/economia/catalogo-compila-buenas-practicas-agroecologicas-en-cuba/
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martes, 14 de agosto de 2018
domingo, 4 de octubre de 2015
Quince años y para siempre
José Graziano da Silva
IPS
Los próximos 15 años serán decisivos para el futuro de nuestro planeta. Durante este período, nos enfrentaremos a algunos de los mayores desafíos del siglo XXI, en medio de una transición continua y profunda en la economía global. Somos la primera generación que puede acabar con el hambre y hacer que la seguridad alimentaria y nutricional sea verdaderamente universal. Y tal vez también somos la última generación en condiciones de evitar daños irreversibles provocados por el cambio climático.
IPS
Los próximos 15 años serán decisivos para el futuro de nuestro planeta. Durante este período, nos enfrentaremos a algunos de los mayores desafíos del siglo XXI, en medio de una transición continua y profunda en la economía global. Somos la primera generación que puede acabar con el hambre y hacer que la seguridad alimentaria y nutricional sea verdaderamente universal. Y tal vez también somos la última generación en condiciones de evitar daños irreversibles provocados por el cambio climático.
La superación del hambre y la pobreza extrema son los retos más importantes. Hoy en día casi 800 millones de personas no tienen suficiente alimento para comer a pesar de que se produce suficiente comida en el mundo para alimentar a todos. Es evidente que necesitamos soluciones urgentes para superar los cuellos de botella estructurales que impiden que los que padecen hambre tengan acceso a los alimentos.
En otras palabras, la inclusión social debe convertirse en la columna vertebral del desarrollo. Sin embargo, no vamos a lograr ni la inclusión social ni el desarrollo, a menos que nuestras decisiones estén guiadas por la sostenibilidad.
Somos la primera generación que puede acabar con el hambre y hacer que la seguridad alimentaria y nutricional sea verdaderamente universal. Y tal vez también somos la última generación en condiciones de evitar daños irreversibles provocados por el cambio climático.
El marco político necesario para avanzar en la dirección correcta requiere un grado sin precedentes de compromiso político.
Entre el 25 y el 27 de septiembre, en una cumbre en Nueva York, se dio un importante paso en este sentido, cuando la comunidad internacional respaldó los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, con una agenda ambiciosa para cambiar el mundo para mejor en los próximos 15 años.
Este nuevo pacto global para el futuro incluye crucialmente acabar con la pobreza y el hambre para el año 2030, la mitigación y adaptación al cambio climático y la búsqueda de formas más sostenibles de hacer que la oferta satisfaga a la demanda.
Las decisiones que tomamos como consumidores se han vuelto tan importantes para el futuro como los que tomamos como productores.
Además de los cerca de 800 millones de personas que sufren desnutrición crónica, la malnutrición es también un problema importante con unos dos mil millones de personas que sufren de deficiencias de micronutrientes y 500 millones de personas que sufren de obesidad, esta última una enfermedad que va en aumento en muchos países de ingresos medios y altos.
El mundo que se prevé a través de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible no es una quimera inalcanzable. No es una utopía; podemos hacerlo realidad.
La solución está en el problema. A medida que la riqueza sigue ganando distancia a la justicia, la supervivencia depende más y más del imperativo de la cooperación.
O construimos un futuro para todos, o no habrá futuro aceptable para nadie. Cualquier duda al respecto palidece ante el éxodo que estamos presenciando, donde los refugiados arriesgan sus vidas en un intento desesperado por encontrar una vida mejor en otro lugar.
Más de 70 por ciento de la inseguridad alimentaria en el mundo se concentra en las zonas rurales de los países pobres y en desarrollo.
Una de las soluciones es reconocer y apoyar el papel que la agricultura familiar a pequeña escala puede desempeñar para lograr hambre cero de una manera sostenible.
Para lograr esto, necesitamos políticas públicas que desarrollen las capacidades de las personas, apoyar la producción, facilitar el acceso al crédito financiero, la tecnología y otros servicios y promover la cooperación internacional.
Para erradicar el hambre y la pobreza debemos empezar por ir más allá de hacer frente a situaciones de emergencia cuando se producen y en su lugar dirigir nuestros esfuerzos a hacer frente a las condiciones que las causan.
El costo del fracaso está claro. Si prevalece enfoque de negocio como el que ha habido hasta ahora, en 2030 todavía tendremos 650 millones de personas que padecerán hambre.
Hemos estimado que para acabar con el hambre para el año 2030 se requieren una combinación de inversiones en protección social y agricultura y desarrollo rural de unos 267.000 millones de dólares. Esto significa alrededor de 160 dólares al año para cada persona que sufre hambre.
Esto es más o menos el precio de un teléfono celular. Se trata de una cantidad relativamente pequeña a pagar con el fin de liberar al mundo del flagelo del hambre y de hacerlo durante nuestras vidas.
José Graziano da Silva, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2015/09/quince-anos-y-para-siempre/
En otras palabras, la inclusión social debe convertirse en la columna vertebral del desarrollo. Sin embargo, no vamos a lograr ni la inclusión social ni el desarrollo, a menos que nuestras decisiones estén guiadas por la sostenibilidad.
Somos la primera generación que puede acabar con el hambre y hacer que la seguridad alimentaria y nutricional sea verdaderamente universal. Y tal vez también somos la última generación en condiciones de evitar daños irreversibles provocados por el cambio climático.
El marco político necesario para avanzar en la dirección correcta requiere un grado sin precedentes de compromiso político.
Entre el 25 y el 27 de septiembre, en una cumbre en Nueva York, se dio un importante paso en este sentido, cuando la comunidad internacional respaldó los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, con una agenda ambiciosa para cambiar el mundo para mejor en los próximos 15 años.
Este nuevo pacto global para el futuro incluye crucialmente acabar con la pobreza y el hambre para el año 2030, la mitigación y adaptación al cambio climático y la búsqueda de formas más sostenibles de hacer que la oferta satisfaga a la demanda.
Las decisiones que tomamos como consumidores se han vuelto tan importantes para el futuro como los que tomamos como productores.
Además de los cerca de 800 millones de personas que sufren desnutrición crónica, la malnutrición es también un problema importante con unos dos mil millones de personas que sufren de deficiencias de micronutrientes y 500 millones de personas que sufren de obesidad, esta última una enfermedad que va en aumento en muchos países de ingresos medios y altos.
El mundo que se prevé a través de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible no es una quimera inalcanzable. No es una utopía; podemos hacerlo realidad.
La solución está en el problema. A medida que la riqueza sigue ganando distancia a la justicia, la supervivencia depende más y más del imperativo de la cooperación.
O construimos un futuro para todos, o no habrá futuro aceptable para nadie. Cualquier duda al respecto palidece ante el éxodo que estamos presenciando, donde los refugiados arriesgan sus vidas en un intento desesperado por encontrar una vida mejor en otro lugar.
Más de 70 por ciento de la inseguridad alimentaria en el mundo se concentra en las zonas rurales de los países pobres y en desarrollo.
Una de las soluciones es reconocer y apoyar el papel que la agricultura familiar a pequeña escala puede desempeñar para lograr hambre cero de una manera sostenible.
Para lograr esto, necesitamos políticas públicas que desarrollen las capacidades de las personas, apoyar la producción, facilitar el acceso al crédito financiero, la tecnología y otros servicios y promover la cooperación internacional.
Para erradicar el hambre y la pobreza debemos empezar por ir más allá de hacer frente a situaciones de emergencia cuando se producen y en su lugar dirigir nuestros esfuerzos a hacer frente a las condiciones que las causan.
El costo del fracaso está claro. Si prevalece enfoque de negocio como el que ha habido hasta ahora, en 2030 todavía tendremos 650 millones de personas que padecerán hambre.
Hemos estimado que para acabar con el hambre para el año 2030 se requieren una combinación de inversiones en protección social y agricultura y desarrollo rural de unos 267.000 millones de dólares. Esto significa alrededor de 160 dólares al año para cada persona que sufre hambre.
Esto es más o menos el precio de un teléfono celular. Se trata de una cantidad relativamente pequeña a pagar con el fin de liberar al mundo del flagelo del hambre y de hacerlo durante nuestras vidas.
José Graziano da Silva, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2015/09/quince-anos-y-para-siempre/
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jueves, 25 de julio de 2013
Cinco ideas para alimentar al mundo en el futuro. Melissa Hogenboom. BBC
¿Cómo alimentar mejor a una creciente población en medio de cambios climáticos?
Según los cálculos de los expertos, la producción mundial de comida tendrá que aumentar al menos en un 60% para 2050 para poder alimentar a la creciente población, que se estima alcanzará para entonces los nueve mil millones.
Pero producir la comida suficiente será un desafío.
"No se trata simplemente de duplicar lo que estamos haciendo, porque no hay suficiente territorio como para hacer eso", le dijo a la BBC el profesor de genética de cultivos Sean Mayes.
"Ni hay ni podrá haber una única solución. Tenemos que seguir tantos caminos como podamos", declaró.
Y aquí les presentamos cinco propuestas innovadoras que los científicos creen que podrían ayudar.
Los científicos predicen que a medida que aumentan las temperaturas las sequías y las inundaciones seguirán afectando la producción mundial de alimentos.
Esto, combinado con la limitación de la cantidad de tierras cultivables, hace que encontrar maneras de hacer la agricultura más eficaz sea cada vez más urgente.
Un equipo científico de la universidad estadounidense de California Riverside, acaba de presentar un compuesto químico que podría proteger las cosechas de los efectos de la sequía.
La sustancia, llamada quinabactin, imita a una hormona que se presenta de manera natural en las plantas y que les ayuda a lidiar con adversidades como el calor.
"Cuando la rocías sobre las plantas retrasa el marchitamiento, reduce la pérdida de agua y mejora la tolerancia al estrés", dijo el líder de la investigación, Sean Cutler. Su estudio fue publicado a principios de julio en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences.
Cutler cree que este químico se podría producir a bajo costo en grandes cantidades.
Sin embargo, tiene un efecto secundario adverso: reduce el crecimiento de la planta.
Según el investigador, ese es un precio que tal vez haya que pagar.
"La sequía es una de las grandes causas de pérdida de cultivos cada año así que la necesidad de innovaciones como ésta va a ir en aumento", comentó.
"Rociar un químico es una estrategia, pero hay muchas otras que se están desarrollando en paralelo", dijo.
"En el futuro es probable que haya mejores cosechas en circunstancias adversas, a medida que converjan estas estrategias". Fuente: BBC ciencias.
Según los cálculos de los expertos, la producción mundial de comida tendrá que aumentar al menos en un 60% para 2050 para poder alimentar a la creciente población, que se estima alcanzará para entonces los nueve mil millones.
Pero producir la comida suficiente será un desafío.
"No se trata simplemente de duplicar lo que estamos haciendo, porque no hay suficiente territorio como para hacer eso", le dijo a la BBC el profesor de genética de cultivos Sean Mayes.
"Ni hay ni podrá haber una única solución. Tenemos que seguir tantos caminos como podamos", declaró.
Y aquí les presentamos cinco propuestas innovadoras que los científicos creen que podrían ayudar.
- 1. Sustancias que potencian cosechas
- 2. Imprimir comida
- 3. Fabricar seres vivos nuevos
- 4. Producir alimentos transgénicos
- 5. Rescatar semillas del pasado
Los científicos predicen que a medida que aumentan las temperaturas las sequías y las inundaciones seguirán afectando la producción mundial de alimentos.
Esto, combinado con la limitación de la cantidad de tierras cultivables, hace que encontrar maneras de hacer la agricultura más eficaz sea cada vez más urgente.
Un equipo científico de la universidad estadounidense de California Riverside, acaba de presentar un compuesto químico que podría proteger las cosechas de los efectos de la sequía.
La sustancia, llamada quinabactin, imita a una hormona que se presenta de manera natural en las plantas y que les ayuda a lidiar con adversidades como el calor.
"Cuando la rocías sobre las plantas retrasa el marchitamiento, reduce la pérdida de agua y mejora la tolerancia al estrés", dijo el líder de la investigación, Sean Cutler. Su estudio fue publicado a principios de julio en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences.
Cutler cree que este químico se podría producir a bajo costo en grandes cantidades.
Sin embargo, tiene un efecto secundario adverso: reduce el crecimiento de la planta.
Según el investigador, ese es un precio que tal vez haya que pagar.
"La sequía es una de las grandes causas de pérdida de cultivos cada año así que la necesidad de innovaciones como ésta va a ir en aumento", comentó.
"Rociar un químico es una estrategia, pero hay muchas otras que se están desarrollando en paralelo", dijo.
"En el futuro es probable que haya mejores cosechas en circunstancias adversas, a medida que converjan estas estrategias". Fuente: BBC ciencias.
domingo, 21 de julio de 2013
Los juegos del hambre, EE UU. Los republicanos cuestionan las ayudas a la alimentación, pero no las de las empresas agrícolas.
Algo terrible le ha pasado al alma del Partido Republicano. Hemos ido más allá de una mala doctrina económica. Hemos ido incluso más allá del egoísmo y los intereses creados. A estas alturas, hablamos de una mentalidad que se regodea infligiendo más sufrimiento a los que ya están destrozados.
La causa de estos comentarios es, como tal vez habrán imaginado, el monstruoso proyecto de ley agraria que la Cámara de Representantes aprobó la semana pasada.
Durante décadas, los proyectos de ley agraria han tenido dos componentes principales. Uno de ellos ofrece subvenciones a los agricultores; el otro ofrece ayuda alimentaria a los estadounidenses con problemas económicos, principalmente en forma de cupones para alimentos (ahora conocidos oficialmente como Programa de Asistencia Alimentaria Complementaria, o SNAP, por sus siglas en inglés).
Hace mucho tiempo, cuando las subvenciones ayudaban a muchos agricultores pobres, se podía defender todo el paquete como una forma de apoyar a los necesitados. Con el paso de los años, sin embargo, los dos componentes corrieron diferente suerte. Los subsidios agrarios se convirtieron en un programa lleno de fraudes que beneficia principalmente a las corporaciones y a los individuos con dinero. Mientras que los cupones para comida se convirtieron en una parte esencial de la red de seguridad social.
Así que los republicanos de la Cámara han votado a favor de mantener los subsidios agrarios —en una escala más alta que la propuesta tanto por el Senado como por la Casa Blanca—, mientras que los cupones para alimentos se suprimen del proyecto de ley.
Para apreciar plenamente lo que acaba de aprobarse presten atención a la retórica que los conservadores suelen usar para justificar la eliminación de los programas de Seguridad Social. Dice algo así: “Ustedes son libres de ayudar a los pobres a título personal. Pero el Gobierno no tiene derecho a robar el dinero a los ciudadanos” —frecuentemente, en este punto añaden las palabras “a punta de pistola”— “y obligarlos a dárselo a los pobres”.
Sin embargo, por lo visto, es perfectamente correcto robar el dinero a los ciudadanos a punta de pistola y obligarles a dárselo a las empresas agrícolas y a los ricos.
Ahora bien, algunos enemigos de los cupones para alimentos no citan la filosofía libertaria; en vez de eso, citan la Biblia. El representante por Tennessee Stephen Fincher, por ejemplo, citaba el Nuevo Testamento: “Aquel que no esté dispuesto a trabajar no comerá”. Y cómo no, resulta que Fincher ha recibido personalmente millones de dólares en subvenciones agrarias. Dado este impresionante doble rasero —no creo que la palabra “hipocresía” le haga justicia—, parece casi delusorio hablar de hechos y cifras. Pero supongo que debemos hacerlo. De modo que aquí están: el uso de cupones para alimentos ha aumentado, en efecto, durante los últimos años, y el porcentaje de la población que los recibe ha pasado del 8,7% en 2007 al 15,2%, según los datos más recientes. Sin embargo, no hay ningún misterio en esto. El SNAP se supone que ayuda a las familias con problemas económicos, y últimamente muchas familias los han padecido.
De hecho, el uso del SNAP tiende a seguir la trayectoria de las medidas generales contra el desempleo, como el U6, que tienen en cuenta a los subempleados y a los trabajadores que temporalmente han dejado de buscar trabajo activamente. Y el U6 se ha multiplicado por más de dos durante la crisis, desde, aproximadamente, el 8% antes de la Gran Recesión hasta el 17% a principios de 2010. Es cierto que el paro, en general, ha bajado ligeramente desde entonces, mientras que las cifras de los cupones para comida han seguido aumentando; pero suele pasar algún tiempo antes de que se sienta el efecto, y probablemente también sea cierto que algunas familias se hayan visto obligadas a usar los cupones para alimentos por los drásticos recortes en los subsidios por desempleo.
¿Y qué hay de la teoría, habitual en los círculos de derechas, de que es justo al contrario; que si tenemos tanto paro es por unos programas gubernamentales que, a efectos prácticos, pagan a la gente por no trabajar? (¡los comedores de beneficencia causaron la Gran Depresión!). La primera respuesta que a uno se le ocurre es que tienen que estar de broma. ¿De verdad creen que los estadounidenses llevan una vida de ocio con 134 dólares al mes, el subsidio medio del SNAP?
Aun así, finjamos que nos lo tomamos en serio. Si hay poco trabajo porque las ayudas gubernamentales inducen a la gente a quedarse en casa, si reducimos la mano de obra, debería funcionar la ley de la oferta y la demanda: al retirar a todos esos trabajadores, escasearía la mano de obra y subirían los salarios, especialmente los de los trabajadores peor pagados, que tienen más probabilidades de recibir ayuda. En realidad, claro está, los sueldos están estancados o bajando; y esto se cumple especialmente en los grupos que más se benefician de los cupones para alimentos.
Entonces, ¿qué está pasando aquí? ¿Es solo racismo? No cabe duda de que a los antiguos bulos racistas —como la imagen de Ronald Reagan del “muchachote fornido” usando los cupones de comida para comprar una chuleta— todavía se les da cierto pábulo—. Pero hoy en día, casi la mitad de los receptores de cupones para alimentos son blancos no hispanos; en Tennessee, la tierra de Fincher, el que citaba a la Biblia, la cifra es del 63%. Así que no tiene nada que ver con la raza.
¿De qué se trata, entonces? Por alguna razón, uno de los dos grandes partidos de nuestro país se ha infectado de una mezquindad casi patológica, de desprecio por los que el presentador de la CNBC Rick Santelli, en la famosa perorata que señaló el nacimiento del Tea Party, llamaba “perdedores”. Si uno es estadounidense y pasa por una mala racha, estas personas no quieren ayudarle; quieren darle otra patada más. No acabo de entenderlo del todo, pero es terrible contemplarlo.
Paul Krugman, premio Nobel de 2008, es profesor de Economía de Princeton. 2013 New York Times. Fuente: El País.
La causa de estos comentarios es, como tal vez habrán imaginado, el monstruoso proyecto de ley agraria que la Cámara de Representantes aprobó la semana pasada.
Durante décadas, los proyectos de ley agraria han tenido dos componentes principales. Uno de ellos ofrece subvenciones a los agricultores; el otro ofrece ayuda alimentaria a los estadounidenses con problemas económicos, principalmente en forma de cupones para alimentos (ahora conocidos oficialmente como Programa de Asistencia Alimentaria Complementaria, o SNAP, por sus siglas en inglés).
Hace mucho tiempo, cuando las subvenciones ayudaban a muchos agricultores pobres, se podía defender todo el paquete como una forma de apoyar a los necesitados. Con el paso de los años, sin embargo, los dos componentes corrieron diferente suerte. Los subsidios agrarios se convirtieron en un programa lleno de fraudes que beneficia principalmente a las corporaciones y a los individuos con dinero. Mientras que los cupones para comida se convirtieron en una parte esencial de la red de seguridad social.
Así que los republicanos de la Cámara han votado a favor de mantener los subsidios agrarios —en una escala más alta que la propuesta tanto por el Senado como por la Casa Blanca—, mientras que los cupones para alimentos se suprimen del proyecto de ley.
Para apreciar plenamente lo que acaba de aprobarse presten atención a la retórica que los conservadores suelen usar para justificar la eliminación de los programas de Seguridad Social. Dice algo así: “Ustedes son libres de ayudar a los pobres a título personal. Pero el Gobierno no tiene derecho a robar el dinero a los ciudadanos” —frecuentemente, en este punto añaden las palabras “a punta de pistola”— “y obligarlos a dárselo a los pobres”.
Sin embargo, por lo visto, es perfectamente correcto robar el dinero a los ciudadanos a punta de pistola y obligarles a dárselo a las empresas agrícolas y a los ricos.
Ahora bien, algunos enemigos de los cupones para alimentos no citan la filosofía libertaria; en vez de eso, citan la Biblia. El representante por Tennessee Stephen Fincher, por ejemplo, citaba el Nuevo Testamento: “Aquel que no esté dispuesto a trabajar no comerá”. Y cómo no, resulta que Fincher ha recibido personalmente millones de dólares en subvenciones agrarias. Dado este impresionante doble rasero —no creo que la palabra “hipocresía” le haga justicia—, parece casi delusorio hablar de hechos y cifras. Pero supongo que debemos hacerlo. De modo que aquí están: el uso de cupones para alimentos ha aumentado, en efecto, durante los últimos años, y el porcentaje de la población que los recibe ha pasado del 8,7% en 2007 al 15,2%, según los datos más recientes. Sin embargo, no hay ningún misterio en esto. El SNAP se supone que ayuda a las familias con problemas económicos, y últimamente muchas familias los han padecido.
De hecho, el uso del SNAP tiende a seguir la trayectoria de las medidas generales contra el desempleo, como el U6, que tienen en cuenta a los subempleados y a los trabajadores que temporalmente han dejado de buscar trabajo activamente. Y el U6 se ha multiplicado por más de dos durante la crisis, desde, aproximadamente, el 8% antes de la Gran Recesión hasta el 17% a principios de 2010. Es cierto que el paro, en general, ha bajado ligeramente desde entonces, mientras que las cifras de los cupones para comida han seguido aumentando; pero suele pasar algún tiempo antes de que se sienta el efecto, y probablemente también sea cierto que algunas familias se hayan visto obligadas a usar los cupones para alimentos por los drásticos recortes en los subsidios por desempleo.
¿Y qué hay de la teoría, habitual en los círculos de derechas, de que es justo al contrario; que si tenemos tanto paro es por unos programas gubernamentales que, a efectos prácticos, pagan a la gente por no trabajar? (¡los comedores de beneficencia causaron la Gran Depresión!). La primera respuesta que a uno se le ocurre es que tienen que estar de broma. ¿De verdad creen que los estadounidenses llevan una vida de ocio con 134 dólares al mes, el subsidio medio del SNAP?
Aun así, finjamos que nos lo tomamos en serio. Si hay poco trabajo porque las ayudas gubernamentales inducen a la gente a quedarse en casa, si reducimos la mano de obra, debería funcionar la ley de la oferta y la demanda: al retirar a todos esos trabajadores, escasearía la mano de obra y subirían los salarios, especialmente los de los trabajadores peor pagados, que tienen más probabilidades de recibir ayuda. En realidad, claro está, los sueldos están estancados o bajando; y esto se cumple especialmente en los grupos que más se benefician de los cupones para alimentos.
Entonces, ¿qué está pasando aquí? ¿Es solo racismo? No cabe duda de que a los antiguos bulos racistas —como la imagen de Ronald Reagan del “muchachote fornido” usando los cupones de comida para comprar una chuleta— todavía se les da cierto pábulo—. Pero hoy en día, casi la mitad de los receptores de cupones para alimentos son blancos no hispanos; en Tennessee, la tierra de Fincher, el que citaba a la Biblia, la cifra es del 63%. Así que no tiene nada que ver con la raza.
¿De qué se trata, entonces? Por alguna razón, uno de los dos grandes partidos de nuestro país se ha infectado de una mezquindad casi patológica, de desprecio por los que el presentador de la CNBC Rick Santelli, en la famosa perorata que señaló el nacimiento del Tea Party, llamaba “perdedores”. Si uno es estadounidense y pasa por una mala racha, estas personas no quieren ayudarle; quieren darle otra patada más. No acabo de entenderlo del todo, pero es terrible contemplarlo.
Paul Krugman, premio Nobel de 2008, es profesor de Economía de Princeton. 2013 New York Times. Fuente: El País.
viernes, 15 de marzo de 2013
“El actual modelo agrario es un suicidio colectivo”
El activista y campesino Jerónimo Aguado explica que es necesario recuperar la soberanía alimentaria perdida por las políticas neoliberales
Jerónimo Aguado es campesino y activista de la Plataforma Rural, organización integrada en el movimiento internacional La Vía Campesina, que forma una coalición de más 150 organizaciones, presente en 70 países y que cumplirá 22 años de andadura en abril.
Aguado es además educador de la Universidad Popular Paulo Freire y miembro del proyecto Amayuelas Municipio Ecológico. Practica la agricultura ecológica desde hace 25 años y lleva gran parte de su vida denunciando las políticas de la UE y la Organización Mundial del Comercio que ponen en riesgo la soberanía alimentaría de los pueblos.
Aguado participó recientemente en la presentación del libro de Walden Bello Foods Wars, (Guerras de alimentos) en Madrid, publicado por la editorial Virus y que cuenta con un epílogo realizado por Tom Kucharz (activista y experto en agroecología de Ecologistas en Acción), sobre la crisis alimentaria y su relación con el sistema capitalista.
Según Aguado “libros como éste dan coherencia y sentido a todas nuestras luchas”, en referencia al panorama internacional que documenta el profesor filipino Bello sobre la imposición de la agroecología y el modelo neoliberal, y sus consecuencias a escala planetaria.
Sin población rural agraria
La repercusión de estas políticas en el Estado español también es devastadora. “Se nos impide nuestro derecho a ser campesinos y campesinas”, denuncia Aguado. Y da un dato revelador: “Cuando nos incorporamos a la UE contábamos con un 20% de población activa dedicada al campo, ahora estamos rondando un 4%. Queremos paralizar esto, porque sin agricultores ni agricultoras no es posible la soberanía alimentaria”, afirma. Para eso ha sido fundamental organizarse como movimiento y en la actualidad La Vía Campesina en el Estado español está formada por campesinos sin tierra y pequeños agricultores.
Las organizaciones integradas en La Vía Campesina son la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), el Sindicato Obrero del Campo (SOC) y la Plataforma Rural, ésta última como organización asociada.
Según Aguado, estas organizaciones tienen grandes retos en el Estado español. “El primero, paralizar el desmantelamiento de la agricultura fruto del modelo agroalimentario impuesto a escala global”. Apunta que otro reto fundamental es abordar la necesitad de volver al campo en el Estado español, “de donde nunca tuvimos que salir”, y en el que se produce “lo básico para poder sobrevivir: los alimentos”, recuerda.
Abrazar la tierra
“La gente de La Vía Campesina decimos que hay que volver al campo para abrazar la tierra”, declara el activista de esa organización. Considera que esta frase tiene un doble sentido. Por un lado, volver a la práctica de “la agricultura de nuestros antepasados que no es la agricultura ecológica, ni siquiera la agroecología, es la agricultura campesina y local”, para ponerla al servicio de los pueblos. Eso quiere decir “el derecho de los pueblos a ser soberanos alimentariamente, ofreciendo alternativas al modelo neoliberal, que nos está colocando en una situación de suicidio colectivo”, dice Aguado.
Apunta también que el fenómeno de acaparamiento de tierras (expolio y compra de terrenos por las multinacionales) no se da sólo en África o Latinoamérica. “En el Estado español, grandes sociedades anónimas y terratenientes se están haciendo con grandes extensiones de tierras en el mundo rural”. Además, denuncia que estas transnacionales y agentes se apropian de los bienes comunes básicos para la agricultura, como el agua y las semillas, que gestionan grandes multinacionales como Monsanto.
“Es necesario desobeder las leyes impuestas por la OMC” Uno de los grandes retos de las organizaciones campesinas del Estado español, como La Vía Campesina, es abanderar la desobediencia de las leyes impuestas por la Organización Mundial del Comercio (OMC), apunta el campesino y representante de Plataforma Rural Jerónimo Aguado. “Nos impiden nuestro derecho a ser campesinos y campesinas y producir alimentos sanos y nutritivos. Además, nos tratan como delincuentes; las normas que nos ponen para producir alimentos son perversas”, asegura. María José Esteso Poves. Diagonal
Ilustración de la artista polaca,Pawla Kuczynskiego.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/global/actual-modelo-agrario-es-suicidio-colectivo.html
Jerónimo Aguado es campesino y activista de la Plataforma Rural, organización integrada en el movimiento internacional La Vía Campesina, que forma una coalición de más 150 organizaciones, presente en 70 países y que cumplirá 22 años de andadura en abril.
Aguado es además educador de la Universidad Popular Paulo Freire y miembro del proyecto Amayuelas Municipio Ecológico. Practica la agricultura ecológica desde hace 25 años y lleva gran parte de su vida denunciando las políticas de la UE y la Organización Mundial del Comercio que ponen en riesgo la soberanía alimentaría de los pueblos.
Aguado participó recientemente en la presentación del libro de Walden Bello Foods Wars, (Guerras de alimentos) en Madrid, publicado por la editorial Virus y que cuenta con un epílogo realizado por Tom Kucharz (activista y experto en agroecología de Ecologistas en Acción), sobre la crisis alimentaria y su relación con el sistema capitalista.
Según Aguado “libros como éste dan coherencia y sentido a todas nuestras luchas”, en referencia al panorama internacional que documenta el profesor filipino Bello sobre la imposición de la agroecología y el modelo neoliberal, y sus consecuencias a escala planetaria.
Sin población rural agraria
La repercusión de estas políticas en el Estado español también es devastadora. “Se nos impide nuestro derecho a ser campesinos y campesinas”, denuncia Aguado. Y da un dato revelador: “Cuando nos incorporamos a la UE contábamos con un 20% de población activa dedicada al campo, ahora estamos rondando un 4%. Queremos paralizar esto, porque sin agricultores ni agricultoras no es posible la soberanía alimentaria”, afirma. Para eso ha sido fundamental organizarse como movimiento y en la actualidad La Vía Campesina en el Estado español está formada por campesinos sin tierra y pequeños agricultores.
Las organizaciones integradas en La Vía Campesina son la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), el Sindicato Obrero del Campo (SOC) y la Plataforma Rural, ésta última como organización asociada.
Según Aguado, estas organizaciones tienen grandes retos en el Estado español. “El primero, paralizar el desmantelamiento de la agricultura fruto del modelo agroalimentario impuesto a escala global”. Apunta que otro reto fundamental es abordar la necesitad de volver al campo en el Estado español, “de donde nunca tuvimos que salir”, y en el que se produce “lo básico para poder sobrevivir: los alimentos”, recuerda.
Abrazar la tierra
“La gente de La Vía Campesina decimos que hay que volver al campo para abrazar la tierra”, declara el activista de esa organización. Considera que esta frase tiene un doble sentido. Por un lado, volver a la práctica de “la agricultura de nuestros antepasados que no es la agricultura ecológica, ni siquiera la agroecología, es la agricultura campesina y local”, para ponerla al servicio de los pueblos. Eso quiere decir “el derecho de los pueblos a ser soberanos alimentariamente, ofreciendo alternativas al modelo neoliberal, que nos está colocando en una situación de suicidio colectivo”, dice Aguado.
Apunta también que el fenómeno de acaparamiento de tierras (expolio y compra de terrenos por las multinacionales) no se da sólo en África o Latinoamérica. “En el Estado español, grandes sociedades anónimas y terratenientes se están haciendo con grandes extensiones de tierras en el mundo rural”. Además, denuncia que estas transnacionales y agentes se apropian de los bienes comunes básicos para la agricultura, como el agua y las semillas, que gestionan grandes multinacionales como Monsanto.
“Es necesario desobeder las leyes impuestas por la OMC” Uno de los grandes retos de las organizaciones campesinas del Estado español, como La Vía Campesina, es abanderar la desobediencia de las leyes impuestas por la Organización Mundial del Comercio (OMC), apunta el campesino y representante de Plataforma Rural Jerónimo Aguado. “Nos impiden nuestro derecho a ser campesinos y campesinas y producir alimentos sanos y nutritivos. Además, nos tratan como delincuentes; las normas que nos ponen para producir alimentos son perversas”, asegura. María José Esteso Poves. Diagonal
Ilustración de la artista polaca,Pawla Kuczynskiego.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/global/actual-modelo-agrario-es-suicidio-colectivo.html
domingo, 18 de diciembre de 2011
El Ministerio de Agricultura identifica 10 medidas con las que cree posible crear 321.000 empleos en dos años
Crear puestos de trabajo no es tarea tan difícil si nos atenemos al análisis sobre las oportunidades de empleo en el medio rural elaborado por un grupo de expertos compuesto por empresarios, catedráticos, una consultora, expertos en desarrollo rural e industria agroalimentaria bajo la coordinación de la Dirección General de Desarrollo Sostenible del Medio Rural. Las cifras manejadas no son nada despreciables. Nada menos que 321.000 empleos directos y estables en un periodo de dos años y hasta 559.500 en un plazo de seis.
Para el director general de Desarrollo Sostenible del Medio Rural, Jesús Casas, las bases más importantes para la creación de esos puestos de trabajo se hallan en una mayor coordinación entre todas las administraciones que afectan a los territorios, una mejor utilización de los recursos existentes, más simplificación de los procedimientos administrativos y nuevos marcos reguladores.
Desde la perspectiva financiera, la propuesta no contempla ayudas públicas directas, y las exigencias solamente se concretan en una reducción de diferentes impuestos como el IVA o el IRPF, que en las cuentas del Estado se compensarían con el aumento de las cotizaciones por el aumento del número de ocupados y por el afloramiento de mucho empleo sumergido.
Lo que se conoce como medio rural supone aproximadamente el 80% del territorio español y solamente el 35% de la población, con miles de pueblos en proceso de abandono por la carencia de infraestructuras y servicios, sobre todo en educación.
El análisis sobre las oportunidades para la creación de empleo en el medio rural se concreta en una decena de actividades.
Una primera actuación sería la rehabilitación de viviendas para impulsar su recuperación, pensando en la vuelta al medio de viejos vecinos, y para evitar el deterioro de ese patrimonio. Entre los apoyos reclamados se contempla una deducción del 10% en el IRPF por la compra de la misma, rebajas en el impuesto de transmisiones del 7% al 3%, ventajas fiscales en el IVA o deducciones del 10% del IRPF en los gastos de alquiler.
Una segunda medida es la rehabilitación energética de las viviendas, con lo que ello supondría para la mejora de la eficiencia de los combustibles. Los incentivos a esta actuación se centran también en un IVA reducido del 8% y una deducción del 10% en el IRPF por los gastos de rehabilitación.
Una tercera actuación es la apuesta por el desarrollo de servicios a las personas, desde los de guardería hasta la atención a los mayores, con ayudas fiscales y rebajas en las cotizaciones sociales, lo que supondría un afloramiento de empleo sumergido. Una cuarta sería el apoyo al desarrollo de una agricultura más competitiva, potenciar el relevo generacional, economías de escala, la comercialización en común, así como impulsar una ganadería extensiva.
Se ve como otra salida el desarrollo de una industria agroalimentaria artesanal que incorpore un valor añadido a los productos agrarios con marchamo de calidad y con apoyos públicos para su entrada en los mercados.
Con 27 millones de hectáreas forestales, se propugna un impulso a los servicios y aprovechamientos para dar más valor, proteger y restaurar esos espacios como productores de madera y por la fijación de 80 millones de toneladas de CO2. Se propone establecer el llamado céntimo forestal, una tasa del ... Leer más en El País.
Para el director general de Desarrollo Sostenible del Medio Rural, Jesús Casas, las bases más importantes para la creación de esos puestos de trabajo se hallan en una mayor coordinación entre todas las administraciones que afectan a los territorios, una mejor utilización de los recursos existentes, más simplificación de los procedimientos administrativos y nuevos marcos reguladores.
Desde la perspectiva financiera, la propuesta no contempla ayudas públicas directas, y las exigencias solamente se concretan en una reducción de diferentes impuestos como el IVA o el IRPF, que en las cuentas del Estado se compensarían con el aumento de las cotizaciones por el aumento del número de ocupados y por el afloramiento de mucho empleo sumergido.
Lo que se conoce como medio rural supone aproximadamente el 80% del territorio español y solamente el 35% de la población, con miles de pueblos en proceso de abandono por la carencia de infraestructuras y servicios, sobre todo en educación.
El análisis sobre las oportunidades para la creación de empleo en el medio rural se concreta en una decena de actividades.
Una primera actuación sería la rehabilitación de viviendas para impulsar su recuperación, pensando en la vuelta al medio de viejos vecinos, y para evitar el deterioro de ese patrimonio. Entre los apoyos reclamados se contempla una deducción del 10% en el IRPF por la compra de la misma, rebajas en el impuesto de transmisiones del 7% al 3%, ventajas fiscales en el IVA o deducciones del 10% del IRPF en los gastos de alquiler.
Una segunda medida es la rehabilitación energética de las viviendas, con lo que ello supondría para la mejora de la eficiencia de los combustibles. Los incentivos a esta actuación se centran también en un IVA reducido del 8% y una deducción del 10% en el IRPF por los gastos de rehabilitación.
Una tercera actuación es la apuesta por el desarrollo de servicios a las personas, desde los de guardería hasta la atención a los mayores, con ayudas fiscales y rebajas en las cotizaciones sociales, lo que supondría un afloramiento de empleo sumergido. Una cuarta sería el apoyo al desarrollo de una agricultura más competitiva, potenciar el relevo generacional, economías de escala, la comercialización en común, así como impulsar una ganadería extensiva.
Se ve como otra salida el desarrollo de una industria agroalimentaria artesanal que incorpore un valor añadido a los productos agrarios con marchamo de calidad y con apoyos públicos para su entrada en los mercados.
Con 27 millones de hectáreas forestales, se propugna un impulso a los servicios y aprovechamientos para dar más valor, proteger y restaurar esos espacios como productores de madera y por la fijación de 80 millones de toneladas de CO2. Se propone establecer el llamado céntimo forestal, una tasa del ... Leer más en El País.
sábado, 18 de julio de 2009
“No hay desarrollo planetario posible sin la agricultura como base”
Parte de una entrevista con Kanayo Nwanze, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, institución de la ONU.
La miseria en el mundo alcanzará un record histórico en 2009, ya que más de mil millones de personas -1.020 exactamente- sufrirán hambre, según estimaciones recientes de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Eso implica que un habitante de la tierra cada seis sufre graves carencias alimenticias. En una espiral explosiva, en sólo dos años, esa cifra aumentó en 200 millones...
“Encontrar soluciones viables para confrontar el hambre en el mundo implica darle medios suficientes a la agricultura”, subraya Kanayo Nwanze, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), institución especializada del sistema de Naciones Unidas con sede en Roma.
Su filosofía al frente de dicho organismo internacional quedó expresada en el discurso de asunción: “Nuestros imperativos serán ubicar la agricultura al centro de las preocupaciones de los gobiernos, reducir la pobreza y el hambre y lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)”...
P: ¿Qué prioridades concretas en tanto políticas de gobierno para salir de la miseria?
R: Inversiones en infraestructura y en agricultura. En África, menos del 5% de la tierra está irrigada. Muchos agricultores dependen casi exclusivamente de la lluvia. Si no se invierte en irrigación es casi inimaginable cualquier mejora real. Insisto: a veces se olvida que el desarrollo de Europa se hizo sobre la base de la agricultura. A partir de allí se pasó a la agroindustria y luego a otras esferas.
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