Puedes llorar porque se ha ido, o puedes
sonreír porque ha vivido.
Puedes cerrar los ojos
y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha
dejado;
tu corazón puede estar vacío
porque no la puedes ver,
o puede estar lleno del amor
que compartisteis.
Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el
vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a ella le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.
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viernes, 15 de marzo de 2024
domingo, 31 de diciembre de 2023
Nadie había encontrado el lenguaje para contar esta historia ‘Diario de un peón’.
‘Diario de un peón’, de Thierry Metz, un libro que es a la vez crónica y poema, narra el trabajo de los más pobres, el trabajo más duro, el de un obrero.
Este es un libro que cuenta una historia que nadie había contado hasta ahora. El librito, sereno y apasionado a la vez, es Diario de un peón, de Thierry Metz. Narra, día a día, el trabajo de los más pobres, el trabajo más duro, el de un peón. Pero este libro, único en su especie, es a la vez crónica y poema. En cierto modo, es un milagro, ya que, en principio, un hombre que trabaja siete u ocho horas al día en una obra, cargando sacos de cemento, descargando bloques de hormigón y cavando zanjas, no tiene ni tiempo ni oportunidad para escribir. A veces lo vemos trabajando de lejos, en la calle o al borde de la carretera. Reconocemos su silueta, pero no sabemos nada de su existencia ni de sus cualidades interiores. Y es que, desde la noche de los tiempos, la escritura ha sido el privilegio de unos pocos, un pequeño grupo de escribas, hombres de letras.
Thierry Metz es un poeta francés contemporáneo; murió en 1997, a los 40 años. Era hijo de un repartidor parisino. En casa de sus padres no había un solo libro. Tampoco había dinero. Thierry Metz bregó toda su vida como peón, jornalero, trabajador agrícola y albañil. Se mataba a trabajar y, durante los periodos de desempleo, escribía.
Metz nos dice cómo el esfuerzo transforma el cemento, el golpe del pico, la jornada de trabajo, en pan, pan de verdad
Este es un libro que cuenta una historia que nadie había contado hasta ahora. El librito, sereno y apasionado a la vez, es Diario de un peón, de Thierry Metz. Narra, día a día, el trabajo de los más pobres, el trabajo más duro, el de un peón. Pero este libro, único en su especie, es a la vez crónica y poema. En cierto modo, es un milagro, ya que, en principio, un hombre que trabaja siete u ocho horas al día en una obra, cargando sacos de cemento, descargando bloques de hormigón y cavando zanjas, no tiene ni tiempo ni oportunidad para escribir. A veces lo vemos trabajando de lejos, en la calle o al borde de la carretera. Reconocemos su silueta, pero no sabemos nada de su existencia ni de sus cualidades interiores. Y es que, desde la noche de los tiempos, la escritura ha sido el privilegio de unos pocos, un pequeño grupo de escribas, hombres de letras.
Thierry Metz es un poeta francés contemporáneo; murió en 1997, a los 40 años. Era hijo de un repartidor parisino. En casa de sus padres no había un solo libro. Tampoco había dinero. Thierry Metz bregó toda su vida como peón, jornalero, trabajador agrícola y albañil. Se mataba a trabajar y, durante los periodos de desempleo, escribía.
Metz nos dice cómo el esfuerzo transforma el cemento, el golpe del pico, la jornada de trabajo, en pan, pan de verdad
Y nos ha legado, entre otros, este libro sereno y apasionado a la vez, Diario de un peón, que relata en un lenguaje nuevo, encendido y conciso, lo que nadie había relatado antes. Y es una de las obras más logradas y admirables jamás escritas. Arthur Rimbaud escribió en un momento de rebeldía: “Siento horror por todos los oficios”. Thierry Metz no sentía horror por su oficio. No lo idealizaba, sino que expresaba toda su crudeza en una prosa densa y clara. Sabía perfectamente que era prescindible, que le utilizaban, que utilizaban a los obreros; era consciente del desequilibrio de su situación y no pretendía escapar de los condicionantes sociales escribiendo. Pero por mucho que le disgustara el materialismo vulgar, pese a la dureza del trabajo y de la injusticia social, no se olvidaba del sol, ni del áspero mango de la herramienta, ni del profundo silencio de sus compañeros, ni de la intensidad del más repetitivo de los trabajos, el inmenso esfuerzo realizado por el mayor número de personas desde tiempos inmemoriales y que constituye el motor esencial de la historia de la humanidad.
Así, desde el prosaísmo infinito de sus obras, Thierry Metz descubrió una forma de susurrarnos, en un lenguaje modesto pero altivo, meditativo y concreto, el enigma de nuestra condición: “Me gusta creer que, tal vez un buen día, un dios sin nombre se sentará en este montoncito de tierra y ocupará su sitio en la tumba iluminada de mis esfuerzos con palabras cotidianas, meros gorriones. Recobrará el aliento y volverá adonde tienen lugar las cosas, a los desiertos donde se hallan los hombres y sus obras. ‘¡Viernes!’ Ese será su nombre”.
Descubrió una forma de susurrarnos, en un lenguaje modesto pero altivo, meditativo, el enigma de nuestra condición
Descubrió una forma de susurrarnos, en un lenguaje modesto pero altivo, meditativo, el enigma de nuestra condición
En este breve pasaje de Diario de un peón, se ve enseguida por qué Thierry Metz no podía contentarse con ser un simple narrador; habría traicionado su vocación de poeta, habría debido quemar las fórmulas del lenguaje que le había salvado; pero tampoco podía ser solo poeta, habría tenido que olvidar a los suyos, los albañiles y porteadores que, desde Mesopotamia, trajinan en las obras del mundo. Y por eso tuvo que elevar el lenguaje a un punto de equilibrio al que nadie lo había llevado antes que él; tuvo que escribir a la vez un poema y un relato, sin separar el uno del otro, sin dejar nunca que el relato cayera junto al saco de cemento, y sin dejar nunca que el poema volara con los pajarillos. Era necesario que las dos partituras se convirtieran en una, que las contradicciones de la vida social se fundieran en la escritura, y que el dolor del esfuerzo redundara un poco en la belleza del mundo.
Pero le costó caro, demasiado caro, un precio muy alto, querer seguir viviendo entre los suyos, en un mundo de polvo y ladrillos, de sed y dolor, y buscar, en esta dura estancia, el oro del tiempo. Hace falta un esfuerzo inconmensurable, es una tarea imposible; pero la tenaz determinación de Thierry Metz nos ha dejado un librito único, tristemente único, en el que un joven fornido, lleno de esperanza, de palabras, de fuerza y también de tristeza, ha intentado decirnos a gritos, pero en un lenguaje muy dulce y hermoso, a través de la dureza del trabajo, de la desigualdad de condiciones y de la modestia de los salarios, hasta qué punto las palabras de cada día y de cada uno son poesía, y cómo el esfuerzo o el hastío, mediante una transubstanciación muy real, transforman el cemento, el golpe del pico, la jornada de trabajo, en pan, pan de verdad. Pero por el camino, el jefe saca tajada; y la poesía, ¿qué saca?
Pero le costó caro, demasiado caro, un precio muy alto, querer seguir viviendo entre los suyos, en un mundo de polvo y ladrillos, de sed y dolor, y buscar, en esta dura estancia, el oro del tiempo. Hace falta un esfuerzo inconmensurable, es una tarea imposible; pero la tenaz determinación de Thierry Metz nos ha dejado un librito único, tristemente único, en el que un joven fornido, lleno de esperanza, de palabras, de fuerza y también de tristeza, ha intentado decirnos a gritos, pero en un lenguaje muy dulce y hermoso, a través de la dureza del trabajo, de la desigualdad de condiciones y de la modestia de los salarios, hasta qué punto las palabras de cada día y de cada uno son poesía, y cómo el esfuerzo o el hastío, mediante una transubstanciación muy real, transforman el cemento, el golpe del pico, la jornada de trabajo, en pan, pan de verdad. Pero por el camino, el jefe saca tajada; y la poesía, ¿qué saca?
Éric Vuillard, escritor y cineasta, ganó el premio Goncourt en 2017 por su novela ‘El orden del día’.
‘Diario de un peón’. Thierry Metz. Traducción de Vanesa García Cazorla. Periférica, 2023. 128 páginas. 15 euros.
martes, 31 de octubre de 2023
Tiempo varado, poemas a modo de Haiku
Tiempo varado.
Vienen a continuación una serie de pequeños poemas
a modo de haikus.
Digo a modo de haikus porque, en puridad, me temo
que no pueden ser considerados como tales. Así es, si
se entiende por haiku al tipo de poema original de ese
nombre que ha de construirse con unas reglas que yo no
he respetado en la mayoría de los que habitan en estas
páginas. Por cierto, como me parece a mí que ocurre con
la inmensa mayoría de sus creadores contemporáneos
occidentales.
En el sentido más estricto, un haiku es un viejo poema
japonés que empezó a escribirse en el siglo XIII con tres
versos de cinco, siete y cinco sílabas y que debiera tener
dos partes. Una primera ubica espacial o temporalmente
al poema, y la segunda contiene una acción espontánea,
simple y que impacta en quien lo lee como una especie
de rayo inesperado. El purismo exigiría que el haiku contenga en esa primera parte un “kigo”, es decir, una referencia a la estación del año a la que se refiere el poema.
De no llevarla, sería un muki y no un haiku. También
habría de contener una escena cercana a lo cotidiano
y una sensación, expresadas con estilo muy sencillo y
directo, y todo ello compuesto con un corte gramatical o
cesura. Si de ambas cosas carece, de kigo y de esta última
cesura, y si además el poema habla de relación o convivencia entre personas, tampoco sería haiku en puridad,
sino un senryū, su hermano rebelde, según se dice.
Me parece que fue Roland Barthes, en su libro El
imperio de los signos, quien mejor, con más sencillez y
luminosidad, ejemplificó lo que es un haiku: “El haiku
reproduce el gesto indicativo del niño que muestra con
el dedo alguna cosa, diciendo tan solo: ¡esto!, ¡mira allá!,
¡oh!, ¡ah!”.
Los poemas de esta pequeña obra quizá puedan llamarse generosamente haikus si se atiende a que están
escritos siguiendo la simple regla de tener tres versos de
cinco, siete y cinco sílabas (espero que bien contadas) y
a que reflejan sentimientos o sensaciones sin demasiada
complejidad, de la manera más simple posible y queriendo jugar siempre con cierto doble sentido, provocar
la confusión y presentar con espontaneidad las heridas,
sorpresas, risas, amores, quebrantos o lamentos que seguramente todas las personas -como el autor en este caso llevamos dentro.
He tardado mucho tiempo en completar esta colección de haikus (¿se me permite, entonces, que los llame
así?) porque no los he podido escribir cuando me lo he
propuesto. Decía José Hierro que la poesía se escribe
cuando ella quiere y, al menos a mí, eso es lo que me
ocurre. Los haikus que siguen han salido por su propia cuenta y riesgo, a cualquier hora, y algunos en los
momentos en que menos podía yo pensar que se me iba
a ocurrir escribir un verso.
Aunque parezca ordenada, en la secuencia con que
los presento en estas páginas no hay orden ni concierto.
Y tampoco hay siempre tras ellos -o sí, esa es la gracia- personas, espacios o momentos reales. A mí me ocurre lo
que decía Graham Green que le pasa a todas las personas
reales: estamos repletos de seres imaginarios. Aunque, al
mismo tiempo, debo decir que cada haiku está donde ha querido estar y que yo lo he puesto donde ambos hemos
convenido que es su sitio. Lo mismo que todos llevan
consigo rostros, almas o situaciones reales, porque mis
seres imaginarios también están repletos de personas
reales. Aquí, cualquier verso puede ser, al mismo tiempo,
lo que dice o parece, y lo contrario; tener detrás a alguien,
o que ese alguien no sea nadie.
Es sabido que trasladar a versos los sentimientos es
algo así como desnudarse en público. A mí eso me produce, por un lado, cierto pudor, pues imagino mirándome
como un voyeur a quien, tras cada verso, tan sólo quiera
ver lo que del mí real pueda haber. Aunque, por otro,
me divierte imaginar las confusiones que ese afán por
descubrir provocará, sin duda, en quien quiera ir más allá
de lo que son siempre los versos, un sueño, una fantasía,
la palabra que se dice y no se dijo o la que, dicha, cobra
ahora otro sentido; un juego, la emoción y la magia que
permite a cada cual ver en ellos lo que cada quien quiere
ver. Según el sofista Gorgias, un engaño. Pero, cuidado.
Un engaño, decía, en el que quien engaña es más honesto
que quien no engaña, y quien se deja engañar más sabio
que quien no se deja.
Casi todo lo que he hecho en mi vida (desde luego,
lo más importante e incluso lo que más sacrificio, renuncias, dolor o coste me ha supuesto) lo he realizado siempre por amor, solamente por el gusto de hacerlo o por
ambas cosas a la vez, es decir, sin tener más ambición que
la de sentirme libre y feliz viviendo la experiencia que,
en cada caso, conllevase mi elección. A mí, sin duda, me
ha pasado lo que Jean Paul Sartre dijo (no me atrevería
yo a decir si con acierto) que le ocurre a todos los seres
humanos: he vivido condenado a ser libre.
Publicando modestamente estos versos modestos
vuelvo de nuevo a perseguir simplemente ese placer de
hacer algo sólo por el gusto de hacerlo. Si bien ahora, eso
sí, desearía que semejante satisfacción fuese compartida
y que, a quien los lea, le gusten estos haikus y los disfrute.
Aunque simplemente sea por el mero hecho de leerlos, o
quizá de leerme.
Juan Torres López.
Sevilla, octubre de 2023.
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lunes, 2 de enero de 2023
Cien años de José Hierro, de la cárcel al Premio Cervantes.
En el centenario de su nacimiento, varios libros y una exposición en la Biblioteca Nacional repasan la vida y obra de uno de los autores clave del siglo XX español. Preso del franquismo, premio Cervantes y académico remolón, conoció el mayor de los éxitos con su último libro: ‘Cuaderno de Nueva York’
Unos meses antes de su muerte, me solicitaron de este periódico una semblanza de José Hierro (1922-2002), ingresado en estado muy grave en el hospital de una ciudad no lejos de la mía. Eufemismos aparte, se me pedía una necrológica para esa noche. Por si acaso. Aunque eran usos habituales, procedentes de un mundo sin Wikipedia, redacté aquella nota sintiéndome un villano. No me alivió la analogía con el Pereira de la novela de Tabucchi, quien acopiaba información para su periódico a fin de que los obituarios que había de componer sobre muertos aún vivos no le pillaran de improviso. Aquel escrito mío no tuvo que publicarse, aunque la prórroga que se le concedió al poeta duró poco.
Hasta aquí mi pellizco de mala conciencia. Lo recuerdo ahora porque, pese a que llevaba dadas muchas vueltas en torno a su poesía, tuve la incomodidad añadida de escribir de alguien que, en su sencillez, me resultaba inescrutable. Veinte años después he avanzado poco, al punto de que, antes que aclarar los misterios que lo envuelven, me limitaré a desplegarlos.
Siendo un adolescente pasó por numerosas cárceles franquistas por colaborar con una agrupación de ayuda a los presos, entre ellos su padre El primero de tales misterios consiste en que, siendo Hierro autor de 15 o 20 poemas en rigor excepcionales, cuando se habla de él suelen enfatizarse ciertos rasgos inesenciales que, quizá por consabidos, parecen impostados: el chinchón, la escritura en un bar acunado por el sonsonete de las tragaperras, las zapatillas incompatibles con el estatus académico, su modo aparatoso de quitarse importancia, los cigarros a hurtadillas en los paréntesis de la botella de oxígeno, sus artes culinarias (¡ah!, esas paellas que acaso aprendiera a preparar cuando el malogrado José Luis Hidalgo, con el señuelo de un trabajo inexistente, lo reclamó a su lado en Valencia para alejarlo de Santander, donde pesaba mucho su pasado carcelario). Él no puso ningún reparo en dar pasto a esa imagen, como si quisiera abroquelar la poesía tras un anecdotario de llaneza campechana.
El segundo misterio se produce por su empecinamiento en vestirse con el uniforme de la grey: “Yo, José Hierro, un hombre / como hay muchos”. En la poética que redactó para la Antología consultada (1952) de Francisco Ribes, afirmó, en línea con los socialrealistas, que el poeta debería cantar “lo que tiene de común con los demás hombres, lo que los hombres todos cantarían si tuviesen un poeta dentro”, privilegiando el documento sobre el monumento: “Si algún poema mío es leído por casualidad dentro de cien años, no lo será por su valor poético, sino por su valor documental”. Qué placer comprobar que se equivocaba. Y cuando esa caracterización se hizo imposible de sostener, especialmente a partir de Libro de las alucinaciones (1964), recurrió a una dicotomía entre los poemas que llamaba reportajes y los que llamaba alucinaciones, aunque las a menudo contradictorias definiciones que da de ellos confunden más que aclaran, me malicio que a sabiendas. Lo evidente es que algunos de esos reportajes generan en nuestro interior deslumbramiento espiritual y ofuscación de los sentidos. Quien lo dude, lea su poema ‘Réquiem’ (Cuanto sé de mí, 1957), donde la asepsia notarial, fría como las luces de un tanatorio, origina una llamarada que se propaga hasta incendiarlo todo.
Un tercer misterio afecta a su insistencia en considerarse un poeta agotado desde los primeros compases, como si su poesía fuera un remanente fósil del poeta que fue un día. Dado a conocer en 1947 con Tierra sin nosotros y Alegría (premio Adonáis), para entonces tenía casi rematado su libro Con las piedras, con el viento…, publicado en 1950 porque perdió el manuscrito y hubo de rehacerlo a partir de una copia incompleta de 1947 que conservaba el matrimonio Ribes-Escolano. En el prólogo, un Hierro aún veinteañero afirmaba que la poesía “en mí se va apagando”, y en ‘El canto seco’, de Quinta del 42 (1952), el poeta de 30 años escribe: “No cantaré ya nunca más. El canto / se me ha secado en la garganta”; versos, por cierto, que remiten inequívocamente al Antonio Machado de ‘A Xavier Valcarce’. Y así muchas veces. Desde Libro de las alucinaciones pasaron cerca de tres décadas hasta Agenda (1991). Su idea de poeta amortizado le hacía sorprenderse del éxito del reeditadísimo y terminal Cuaderno de Nueva York (1998), que contiene una vanitas titulada ‘Vida’ que, en modo soneto, hubiera firmado un Quevedo en estado de gracia: “Después de todo, todo ha sido nada, / a pesar de que un día lo fue todo. / Después de nada, o después de todo / supe que todo no era más que nada”.
La música de su poesía es un misterio: Hierro oye primero los sones y secuencias rítmicas del poema futuro. Solo después habilita una letra El último misterio, este auténticamente gozoso, es el de la música de su poesía. Hierro oye primero los sones y secuencias rítmicas del poema futuro; solo después habilita una letra, que corre a zaga de la música callada. Cuando semántica y fonética alcanzan a concertarse, surge el poema memorable. A este proceso, escoltado por algún añadido de acarreo, dedica Lorenzo Oliván Las palabras vivas, con la sabiduría de quien, poeta como es, no confunde la carraca métrica con la espiración rítmica.
El mismo Oliván es el antólogo de los poemas de Vida: Biografía y antología de José Hierro, cuyo título va más lejos que su contenido, pues no se nos ofrece una biografía atenida a las convenciones del género, sino un conjunto de textos de Jesús Marchamalo que conforman una semblanza incitadora del poeta. En ella se adivina el genio creador de un muchacho que conoció el dolor y la alegría; residió, poco más que adolescente, en numerosas cárceles franquistas por colaborar con una agrupación de ayuda a los presos —entre ellos su padre, que salió de la cárcel para prepararse a morir—, y peregrinó de un empleo a otro manteniendo la fidelidad a esa vocación que, de puertas afuera, parecía llevar al desgaire, como si se excusara por ser lo que de ningún modo hubiera renunciado a ser. De orden heterogéneo, pero con valiosos trabajos y material iconográfico —al igual que Vida—, es el catálogo coordinado por Juan José Lanz para la exposición del centenario en la Biblioteca Nacional, que cierra este rastreo por el territorio de un autor fundamental de nuestra poesía.
https://elpais.com/babelia/2022-12-28/cien-anos-de-jose-hierro-de-la-carcel-al-premio-cervantes.html
Unos meses antes de su muerte, me solicitaron de este periódico una semblanza de José Hierro (1922-2002), ingresado en estado muy grave en el hospital de una ciudad no lejos de la mía. Eufemismos aparte, se me pedía una necrológica para esa noche. Por si acaso. Aunque eran usos habituales, procedentes de un mundo sin Wikipedia, redacté aquella nota sintiéndome un villano. No me alivió la analogía con el Pereira de la novela de Tabucchi, quien acopiaba información para su periódico a fin de que los obituarios que había de componer sobre muertos aún vivos no le pillaran de improviso. Aquel escrito mío no tuvo que publicarse, aunque la prórroga que se le concedió al poeta duró poco.
Hasta aquí mi pellizco de mala conciencia. Lo recuerdo ahora porque, pese a que llevaba dadas muchas vueltas en torno a su poesía, tuve la incomodidad añadida de escribir de alguien que, en su sencillez, me resultaba inescrutable. Veinte años después he avanzado poco, al punto de que, antes que aclarar los misterios que lo envuelven, me limitaré a desplegarlos.
Siendo un adolescente pasó por numerosas cárceles franquistas por colaborar con una agrupación de ayuda a los presos, entre ellos su padre El primero de tales misterios consiste en que, siendo Hierro autor de 15 o 20 poemas en rigor excepcionales, cuando se habla de él suelen enfatizarse ciertos rasgos inesenciales que, quizá por consabidos, parecen impostados: el chinchón, la escritura en un bar acunado por el sonsonete de las tragaperras, las zapatillas incompatibles con el estatus académico, su modo aparatoso de quitarse importancia, los cigarros a hurtadillas en los paréntesis de la botella de oxígeno, sus artes culinarias (¡ah!, esas paellas que acaso aprendiera a preparar cuando el malogrado José Luis Hidalgo, con el señuelo de un trabajo inexistente, lo reclamó a su lado en Valencia para alejarlo de Santander, donde pesaba mucho su pasado carcelario). Él no puso ningún reparo en dar pasto a esa imagen, como si quisiera abroquelar la poesía tras un anecdotario de llaneza campechana.
El segundo misterio se produce por su empecinamiento en vestirse con el uniforme de la grey: “Yo, José Hierro, un hombre / como hay muchos”. En la poética que redactó para la Antología consultada (1952) de Francisco Ribes, afirmó, en línea con los socialrealistas, que el poeta debería cantar “lo que tiene de común con los demás hombres, lo que los hombres todos cantarían si tuviesen un poeta dentro”, privilegiando el documento sobre el monumento: “Si algún poema mío es leído por casualidad dentro de cien años, no lo será por su valor poético, sino por su valor documental”. Qué placer comprobar que se equivocaba. Y cuando esa caracterización se hizo imposible de sostener, especialmente a partir de Libro de las alucinaciones (1964), recurrió a una dicotomía entre los poemas que llamaba reportajes y los que llamaba alucinaciones, aunque las a menudo contradictorias definiciones que da de ellos confunden más que aclaran, me malicio que a sabiendas. Lo evidente es que algunos de esos reportajes generan en nuestro interior deslumbramiento espiritual y ofuscación de los sentidos. Quien lo dude, lea su poema ‘Réquiem’ (Cuanto sé de mí, 1957), donde la asepsia notarial, fría como las luces de un tanatorio, origina una llamarada que se propaga hasta incendiarlo todo.
Un tercer misterio afecta a su insistencia en considerarse un poeta agotado desde los primeros compases, como si su poesía fuera un remanente fósil del poeta que fue un día. Dado a conocer en 1947 con Tierra sin nosotros y Alegría (premio Adonáis), para entonces tenía casi rematado su libro Con las piedras, con el viento…, publicado en 1950 porque perdió el manuscrito y hubo de rehacerlo a partir de una copia incompleta de 1947 que conservaba el matrimonio Ribes-Escolano. En el prólogo, un Hierro aún veinteañero afirmaba que la poesía “en mí se va apagando”, y en ‘El canto seco’, de Quinta del 42 (1952), el poeta de 30 años escribe: “No cantaré ya nunca más. El canto / se me ha secado en la garganta”; versos, por cierto, que remiten inequívocamente al Antonio Machado de ‘A Xavier Valcarce’. Y así muchas veces. Desde Libro de las alucinaciones pasaron cerca de tres décadas hasta Agenda (1991). Su idea de poeta amortizado le hacía sorprenderse del éxito del reeditadísimo y terminal Cuaderno de Nueva York (1998), que contiene una vanitas titulada ‘Vida’ que, en modo soneto, hubiera firmado un Quevedo en estado de gracia: “Después de todo, todo ha sido nada, / a pesar de que un día lo fue todo. / Después de nada, o después de todo / supe que todo no era más que nada”.
La música de su poesía es un misterio: Hierro oye primero los sones y secuencias rítmicas del poema futuro. Solo después habilita una letra El último misterio, este auténticamente gozoso, es el de la música de su poesía. Hierro oye primero los sones y secuencias rítmicas del poema futuro; solo después habilita una letra, que corre a zaga de la música callada. Cuando semántica y fonética alcanzan a concertarse, surge el poema memorable. A este proceso, escoltado por algún añadido de acarreo, dedica Lorenzo Oliván Las palabras vivas, con la sabiduría de quien, poeta como es, no confunde la carraca métrica con la espiración rítmica.
El mismo Oliván es el antólogo de los poemas de Vida: Biografía y antología de José Hierro, cuyo título va más lejos que su contenido, pues no se nos ofrece una biografía atenida a las convenciones del género, sino un conjunto de textos de Jesús Marchamalo que conforman una semblanza incitadora del poeta. En ella se adivina el genio creador de un muchacho que conoció el dolor y la alegría; residió, poco más que adolescente, en numerosas cárceles franquistas por colaborar con una agrupación de ayuda a los presos —entre ellos su padre, que salió de la cárcel para prepararse a morir—, y peregrinó de un empleo a otro manteniendo la fidelidad a esa vocación que, de puertas afuera, parecía llevar al desgaire, como si se excusara por ser lo que de ningún modo hubiera renunciado a ser. De orden heterogéneo, pero con valiosos trabajos y material iconográfico —al igual que Vida—, es el catálogo coordinado por Juan José Lanz para la exposición del centenario en la Biblioteca Nacional, que cierra este rastreo por el territorio de un autor fundamental de nuestra poesía.
https://elpais.com/babelia/2022-12-28/cien-anos-de-jose-hierro-de-la-carcel-al-premio-cervantes.html
sábado, 9 de abril de 2022
_- A 80 años de la muerte de Miguel Hernández. Para la libertad, sangro, lucho, pervivo
Miguel comenzó a publicar a los veinte años y murió a los treinta y uno, en solo una década su intensa aventura lírica sobresale por su capacidad creadora del poeta, logrando una obra extensa y hermosa, que ostenta hoy un lugar privilegiado en la historia de la poesía.
En Orihuela
Nació en 1910 en Orihuela, tercer hijo de un criador de ganado, asiste a las escuelas del Ave María y al Colegio de Santo Domingo de los jesuitas a donde concurre gratuitamente a las aulas de Santo Domingo, donde accede a la lectura de los clásicos del siglo de oro español. Allí conoce a su gran amigo José Marín Gutiérrez, su primer mentor literario, quien firmó sus poemas con el seudónimo de Ramón Sijé. A los 15 años su padre lo retira del colegio para que contribuya con el sustento familiar ocupándose del pastoreo de cabras. No es difícil comprender como sus padres casi analfabetos veían las inquietudes literarias como fuera de lugar. El joven aprovecha el tiempo vacío, mientras cuidaba el rebaño, para leer y escribir sus primeros poemas.
Junto a Ramón Sijé, Manuel Molina y los hermanos Carlos y Efrén Fenoll, en cuya panadería se reunían, tenía lugar la tertulia del pequeño grupo de aficionados a las letras, discutiendo de poesía y recitando versos. Allí conoció la obra de los poetas modernos como Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. De ese tiempo son sus primeras colaboraciones en periódicos de Orihuela, Alicante y Murcia.
En diciembre de 1931, Miguel viaja por primera vez a Madrid con un puñado de poemas, donde se expresa la influencia religiosa de su formación inicial y con unas recomendaciones que al final de poco le sirvieron. Aunque un par de revistas literarias, La Gaceta Literaria y Estampa, publicaron algunas de sus poesías, después de semanas, tuvo que volverse a Orihuela con una sensación de amargura por el fracaso, pero que no lo doblega. Conoce a quien sería su esposa, Josefina Manresa, una joven modista, hija de un guardia civil, nacida en la provincia de Jaén, aunque vive en Orihuela.
El Rayo que no cesa
En la primavera de 1934 emprendió un segundo viaje a Madrid, donde fue creando su círculo de amigos: Rafael Alberti, Luis Cernuda, Delia del Carril, María Zambrano, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda. Mientras tanto, evolucionó desde una postura formalista, esteticista y hermética, desarrollada en Perito en lunas hasta un interés explícito por la vida, el amor y la muerte. Miguel se formó en un ambiente de catolicismo rector, tanto por el ambiente general de la sociedad oriolana cuanto por sus años en el colegio de jesuitas. En la estancia en Madrid, lo impulsan otros vientos, otros horizontes, otra manera de mirar el mundo. Escribe, “me libré de los templos, sonreídme/ donde me consumía con tristeza de lámpara/ encerrado en el poco aire de los sagrarios” El amor deja de pertenecer al universo del pecado para franquear las puertas de la felicidad, del goce natural, de la naturaleza, volviendo así a su formación infantil en los campos: “Salté al monte de donde procedo”
Se vivía un momento excepcional de la producción literaria, donde los poetas de la generación del 27 crearon sus más significativas obras. La llamada generación del 27 integrada por un conjunto de escritores/as y poetas españoles que se dieron a conocer en el panorama cultural en 1927 con motivo del homenaje a los 300 años de la muerte de Luis de Góngora. Entre ellos estaban Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, León Felipe, Vicente Alexaindre, Jorge Guillen, María Teresa León y Concha Medez-Cuesta. La proclamación de la II República en abril de 1931 puso fin al oscurantismo de la España gobernada por el dictador Miguel Primo de Rivera tras encabezar, el 13 de septiembre de 1923, un golpe de Estado que contó con el apoyo del rey Alfonso XIII y la jerarquía eclesiástica.
En la generación del 27, entre aquéllos ya por entonces jóvenes maestros encuentra Miguel apoyo. En enero del 36 se publicó su segundo libro El rayo que no cesa en la colección Héroe dirigida por sus amigos poetas Concha Méndez y Manuel Altolaguirre. Que presenta al poeta ya dueño de una voz personal.
En la dedicatoria del libro, está el carácter de todo el libro, la glorificación y la pena por el amor perdido. “A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya”. Dirigida a su musa, la artista Maruja Mallo.
“Umbrío por la pena, casi bruno/porque la pena tizna cuando estalla/donde yo no me hallo no se halla/hombre más apenado que ninguno”.
En este libro se publica su famosa Elegía dedicada a su amigo Ramón Sijé, ante su temprana muerte a los 22 años, en diciembre del 35, el poema es un canto de dolor y de amor fraterno. En ella hay una visión de la muerte enemiga y un profundo sentido de la tierra a la que el amigo muerto se une, que le lleva a la sublimación del reencuentro en la naturaleza. “Volverás a mi huerto y a mi higuera/ por los altos andamios de las flores/ pajareará tu alma colmenera/de angelicales ceras y labores. /Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores”. Su biógrafo, José Luis Ferris, nos dice: “el poemario amoroso de El rayo que no cesa, es un libro hermosísimo y redondo esencial en la vida y obra de Miguel»
Vientos de pueblo, poesía de guerra
El 18 de julio de 1936 Miguel Hernández tenía 25 años y se encontraba en Madrid cuando decide tomar parte activa con las armas y una poesía combativa que duele y perdura en el tiempo más que las heridas de las balas. A dos meses de iniciada la asonada franquista en Marruecos escribe: ”Sentado sobre los muertos/que se han callado en dos meses/beso zapatos vacíos/y empuño rabiosamente/la mano del corazón/ el alma que lo sostiene/Que mi voz suba a los montes/y baje a la tierra y truene/eso pide mi garganta/desde ahora y desde siempre”.
El 36 fue también un año doloroso para la cultura: asesinan a Federico García Lorca en Víznar, mueren Valle-Inclán y Miguel de Unamuno y José María Hinojosa es fusilado en Málaga.
A comienzos del otoño del 36 Miguel se afilia al Partido Comunista e ingresa voluntario en el ejército de la República, al Quinto Regimiento de Zapadores le destinan a la 1ª Compañía del Cuartel General de Caballería. Así, fue pasando por diversos frentes: Teruel, Andalucía y Extremadura. En febrero del 37 es destinado al periódico «Frente Sur». En plena guerra pasa brevemente por Orihuela para casarse, el 9 de marzo de 1937, con Josefina Manresa. Pasa a ocuparse de las labores de cultura y propaganda mientras desarrolla una intensa labor literaria. Pública en numerosos periódicos y revistas, aparecen unas de sus piezas teatrales. Participa en el II Congreso de Intelectuales en defensa de la Cultura, en Madrid y en Valencia, donde conoce al poeta peruano Cesar Vallejo, uno de los mayores innovadores de la poesía universal del siglo XX, al que lo unen múltiples coincidencias personales.
En ese tiempo se edita el Romancero de la guerra civil, que contiene 35 poemas de diferentes autores reconocidos, jóvenes, milicianos y espontáneos cantores populares. Entre los que se halla Migue Hernández, junto a Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre y Vicente Aleixandre Intensamente unidos por y contra la guerra, con una fuerza expresiva de hondo calado en la moral de combatientes y civiles.
En septiembre de 1937 pasa unos días en Rusia, invitado al V Festival de Teatro Soviético. El 19 de diciembre de 1937 nace su primer hijo Manuel Ramón.
Ese mismo año se edita su libro Viento del pueblo que subtitula como Poesía de Guerra “Vientos del pueblo me llevan: Cantando espero a la muerte, / que hay ruiseñores que cantan/ encima de los fusiles / y en medio de las batallas”.
Miguel canta en medio de las batallas, un poeta que crea con el alma mientras suenan los obuses y se rompen las entrañas. Como confiesa en la dedicatoria del libro a Vicente Aleixandre: «A nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres. (…) Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”.
La poesía de guerra de Miguel Hernández contiene un carga de heroísmo y amargura a la vez Las circunstancias de la guerra civil lo inducen a una poesía no sólo testimonial, sino beligerante. Según José Manuel Caballero Bonald “se trata de uno de los libros más emocionantes, limpios y fervorosos que ha producido la poesía española en la primera mitad del siglo XX”.
En su viaje a Jaén en el órgano Altavoz del frente publica el poema Andaluces de Jaén, que popularizó el cantautor Paco Ibáñez. “Andaluces de Jaén/aceituneros altivos/decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos?/No los levantó la nada/ni el dinero, ni el señor/sino la tierra callada/el trabajo y el sudor”.
El hombre acecha es el segundo libro de poesía de guerra, escrito entre 1937 y 1938. Está compuesto por 19 poemas precedidos por una dedicatoria a Pablo Neruda, está atravesado por el dolor y el penar que siente el poeta orcelitano, son poemas de ira y rabia ante la derrota de los republicanos.
Dando un giro respecto a Vientos de pueblo, está escrito en varios tonos desde lo épico de: “Herido estoy, miradme: necesito más vidas/La que contengo es poca para el gran cometido/de sangre que quisiera perder por las heridas/Decid quién no fue herido/Mi vida es una herida de juventud dichosa/¡Ay de quien no está herido, de quien jamás se siente/herido por la vida, ni en la vida reposa/herido alegremente! hasta lo íntimo de Canción última: Pintada, no vacía/pintada está mi casa/del color de las grandes/pasiones y desgracias”.
Dijo Juan Ramón Jiménez, con su acritud habitual: «Los poetas no tenían convencimiento de lo que decían. Eran señoritos, imitadores de guerrilleros, y paseaban sus rifles y sus pistolas de juguete por Madrid, vestidos con monos azules muy planchados. El único poeta, joven entonces, que peleó y escribió en el campo y en la cárcel fue Miguel Hernández».
Desde el comienzo de la guerra, en Miguel se expresan el deseo de libertad para su pueblo y su odio a la violencia y la muerte, a medida que se acerca el final de la contienda, dos hechos cercanos en el tiempo lo acongoja y se reflejan en su poesía, la derrota de los republicanos y la muerte de su hijo.
Cancionero y romancero de ausencias
En enero de 1939 nació su segundo hijo, Manuel Miguel. En la primavera de 1939, ante la desbandada general del frente republicano, Hernández cruzó la frontera hacia Portugal, pero fue devuelto a las autoridades españolas por la policía del dictador portugués Oliveira de Salazar, apresado y devuelto a Madrid y en la cárcel de Torrijos hecho prisionero. En la prisión compuso la mayor parte del Cancionero y romancero de ausencias, considerado como el punto más alto de su creación literaria, escrito en trozos de papel higiénico, se publicó en Buenos Aires, Argentina, después de su muerte. Contiene entre otros, Hijo de la luz y la sombra, Tristes guerras, Menos tu vientre, Llegó con tres heridas y Nanas de la cebolla.
En prisión durante el mes de septiembre de 1939, escribe Nana a mi niño, luego retitulado Nanas de la cebolla, dedicado a su hijo Manuel Miguel, tras recibir una carta de su esposa, en la que le decía que no comía más que pan y cebolla. Según la crítica literaria Concha Zardoya estas «Nanas» es la más trágica canción de cuna de la poesía española.
“Frontera de los besos/serán mañana/cuando en la dentadura/sientas un arma/Sientas un fuego/correr dientes abajo/buscando el centro /.Vuela niño en la doble luna del pecho/Él, triste de cebolla/Tú, satisfecho/No te derrumbes/No sepas lo que pasa/ni lo que ocurre”.
Miguel modula una voz que construye en el discurso un espacio de supervivencia frente a las prácticas deshumanizadoras del sistema carcelario. Sostiene Bagué Quílez que el libro se despliega a lo largo de los cuatro ejes principales del libro: la elegía por la muerte del primer hijo, el ciclo amoroso, el examen de conciencia y la esperanza en el futuro, gracias al nacimiento del nuevo hijo.
Boca que arrastra mi boca/ boca que me has arrastrado/boca que vienes de lejos/ a iluminarme de rayos/Alba que das a mis noches/ un resplandor rojo y blanco/Boca poblada de bocas/pájaro lleno de pájaros.
En el que fue probablemente su último poema, fechado en mayo de 1941, nos dice: De aquel querer mío/¿Qué queda en el aire? /Sólo un traje frío/donde ardió la sangre.
Luego de un periplo que, como dijo con amargura, lo llevo “haciendo turismo” por las cárceles de Madrid, Ocaña, Alicante, hasta que en su indefenso organismo se declaró una tuberculosis pulmonar aguda que se extendió a ambos pulmones, a las 5.32 de la mañana del sábado 28 de marzo de 1942 falleció, en la enfermería de una prisión de Alicante. Tenía 31 años y cumplía una condena a 30 años de cárcel, tras serle conmutada la pena de muerte a la que había sido condenado por su participación como voluntario en las filas republicanas durante la Guerra Civil Española y conocido como Poeta de la Revolución. Poco antes de su prematura muerte escribió en los muros de la cárcel de Alicante: “Adiós, hermanos, camaradas y amigos. Despedidme del sol y de los trigos”. Se apagaba así la vida de uno de los mayores poetas en lengua castellana del siglo XX.
Llegó con tres heridas, la de la vida, la del amor, la de la muerte
El franquismo quiso infringir otra herida, la del olvido eterno. En la primavera de 1939 fueron destruidos los 50.000 ejemplares recién terminados del Hombre que acecha, solo se salvaron dos copias que permitieron recién en 1981 la edición completa del libro. Sus obras fueron prohibidas, y su nombre borrado por completo en la posguerra. Los poetas de la generación del 36, de la cual Miguel es considerado el iniciador, integrada entre otros por Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero y Dionisio Ridruejo y los novelistas Camilo José Cela, Carmen Laforet, Gonzalo Torrente Ballester, Jorge Campos y Miguel Delibes, fue llamada por mucho tiempo como la generación fantasma.
Joan Manuel Serrat fue para muchos jóvenes de nuestro país, quien dio a conocer a través de su música, algunos de los más bellos e intensos versos del poeta orcelitano. Paradojalmente el cantautor catalán reconoció que, como muchos de sus compatriotas, conoció a Hernández y otros poetas silenciados por la dictadura española, a través de ediciones publicadas en Argentina.
El reconocimiento mundial a su obra y la admiración por la ética y compromiso de su vida, desata el odio de la elite reaccionaria, incluso en estos días. En febrero de 2020, antes de que la pandemia confinase al mundo entero, el Ayuntamiento de Madrid encabezado por la presidenta de la comunidad Isabel Díaz Ayuso del Partido Popular, decidió resignificar el memorial de las víctimas de la guerra civil del cementerio de la Almudena. De esta manera, argumentando que no respetaba la ley de memoria histórica y de que no era imparcial, se eliminaron los 3.000 nombres de represaliados por el franquismo. Retiraron la placa que presidia el monumento en la que se leían los versos de Miguel Hernández:
“Para la libertad/Sangro, lucho, pervivo/Para la libertad/ Mis ojos y mis manos/Como un árbol carnal/ generoso y cautivo/ Doy a los cirujanos”.
Actos tan miserables como este, no podrán mellar el legado de quien «Humanamente es un ejemplo de coherencia, integridad y literariamente es un poeta necesario porque supo ocupar el espacio que en un momento de la historia casi nadie supo ocupar, fundió la poesía de compromiso con la poesía de calidad literaria». Luis Ferris.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
https://rebelion.org/para-la-libertad-sangro-lucho-pervivo/
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lunes, 16 de agosto de 2021
Me vuelves Lorca. Miguel Ángel Santos Guerra
Los pasados días 6, 7 y 8 de agosto tuve la suerte de vivir una experiencia extraordinaria. Una de esas experiencias que te llenan de sonrisas, de encuentros, de emociones, de hermosos aprendizajes y de maravillosos recuerdos. Mi mujer y yo fuimos hasta Laroles guiados por la mano de nuestros amigos Carmen y Rafa. Compartir es uno de los verbos que mejor conjuga la amistad.
En ese pequeño pueblo de la Alpujarra granadina llamado Laroles (Ayuntamiento de Nevada) se celebraba ese fin de semana la séptima edición del Festival “Me vuelves Lorca”, dedicada este año a la mujer artista. Un Festival que mezcla teatro, música y danza y que llena el pueblo de gentes ávidas de beber el agua limpia y fresca de la cultura.
Hay muchas facetas dignas de ser reseñadas en esta experiencia cultural. Se trata de un conjunto de actividades que se desarrolla al aire libre en la antigua era del pueblo. Así es: en el Teatro de la Era, según dicen las entradas. Una era donde antes había trillos, aparvaderas y máquinas de limpiar y ahora hay artistas que despiertan la admiración y el aplauso de residentes y turistas. Los pueblos también necesitan cultura. ¡Ay, mi querido y abandonado mundo rural! Viví mis primeros años en un pequeño pueblo de la provincia de León, llamado Grajal de Campos. Un pueblo con un impresionante castillo árabe del XVI, un palacio renacentista y una historia que se remonta a los hermanos Graco de la Roma imperial. Castigados por un olvido ancestral, los vecinos de estas localidades que conforman el Ayuntamiento de Nevada (Laroles tiene unos 600 habitantes; Picena, 247; Mairena, 209; y Júbar, 46) tienen que salir del pueblo para ver una obra de teatro o para disfrutar de un concierto. Es un pequeño milagro que puedan disfrutar en su era, convertida en anfiteatro, de espectáculos de gran calidad.
Quiero dejar constancia de que la impulsora y alma mater de la iniciativa es una ciudadana británica, Anna Kemp, licenciada en literatura inglesa por la Universidad de Oxford, que aterrizó en tierras alpujarreñas cuando trabajaba como script (secretaria de rodaje) de la película “Al sur de Granada” de Fernando Colomo, basada en la novela autobiográfica de Gerald Brenan. Se enamoró de esta tierra y creo que fue correspondida desde el primer momento, en un flechado singular. Compró una casa y se hizo alpujarreña de mente y corazón. Su capacidad emprendedora no tiene limites, ni siquiera los impuestos por la pandemia.
Es de celebrar que haya tenido lugar este año la séptima edición del Festival ya que, si se hacen las cosas bien, las raíces van profundizando en la tierra fértil de la cultura popular. Es importante empezar, es más difícil mantenerse y seguir mejorando la idea inicial. He visto muchos números cero de revistas, de Festivales, de Celebraciones… Hace falta perseverancia, tesón, espíritu de superación y creatividad a raudales para sorprender al espectador cada año… En ediciones anteriores el Festival duraba tres fines de semana consecutivos. Este año, dadas las restricciones de la pandemia, se ha hecho una “edición bonsái”, dice Anna, condensando las actividades en un fin de semana.
Por el nombre del Festival pueden descubrir el lector y la lectora que la figura del poeta granadino es el epicentro de tantas ideas y emociones. La figura de Lorca lo impregna todo, desde el nombre del Festival, hasta la tierra granadina que lo alberga; desde la inspiración libertaria a la sensibilidad exquisita… Es más, el espíritu del Festival es eco de aquellas obras de teatro (cómo no recordar La Barraca) que Federico representaba con estudiantes en los pueblos de su tierra.
En esta séptima edición el eje central ha sido el estreno de la obra “Lluvias enlazadas”, escrita por Anna Kemp (qué mérito la búsqueda y la cuidada y elegante escritura en un idioma que es el suyo), después de realizar una exhaustiva investigación sobre poemas, cartas, textos biográficos y memorias. La obra cuenta la vida de tres mujeres de la generación del 27, injustamente silenciadas durante muchos años: Carmen Conde (Darlene Rodríguez), Concha Méndez (Macarena Sanz) y Ernestina de Champourcin (Lara Sanz). Estas mujeres estuvieron muy cerca de García Lorca durante su estancia en la Residencia de Estudiantes. Su juventud transgresora, sus luchas personales para emanciparse, el impacto del exilio en sus vidas y carreras literarias, sus relaciones personales…se muestran de manera intensa y atractiva en los diálogos chispeantes y en la trama teatral. La excelente interpretación de las actrices llenó de vibraciones positivas la atmósfera alpujarreña y tocó los corazones de los asistentes.
“Y vosotros, queridos actores, artistas por encima de todo. Artistas de los pies a la cabeza, puesto que por amor y vocación habéis subido al mundo fingido y doloroso de las tablas”, les dice Federico García Lorca a estas jóvenes actrices pertenecientes a la internacional y supergalardonada compañía “Teatro en Vilo”, fundada en Londres en 2012 y afincada ahora en Madrid.
El teatro es poesía que se levanta del libro y se hace humana, dijo en una ocasión García Lorca, y nunca dejó de confiar en la capacidad del teatro para enseñar y deleitar, según el viejo modelo clásico.
Con notas y palabras se fue tejiendo el hermoso tapiz de la obra representada en el formato de teatro leído. Los integrantes de Malandro Club, Gorka Hermosa (acordeón), Alberto Vaquero (trompeta) y Javi Mayor (contrabajo), llenaron la noche de hermosos ritmos.
El segundo día nos llenó de ritmo, arte y mensajes feministas el conjunto Amparanoia.Música vibrante y mensajes contundentes. Amparo Sánchez nos recordó que no hay mayor opresión que aquella en la que el oprimido mete en su cabeza los esquemas del opresor.
El último día, domingo, hubo doble sesión. Un estupendo e incisivo monólogo de Esperanza Pedreño sobre la mujer y la madre y un creativo entramado de historias iimprovisadas, divertidas e interactivas a cargo del grupo Jamming. El humor es una forma de bondad. Las risas de los asistentes se mezclaban con las estrellas en la noche de Laroles. Hasta un cometa volante hizo presencia para celebrar con el público las emociones del Festival.
Otra dimensión de interés de la experiencia es el turismo que la iniciativa promueve. Se llenan los hoteles, y las casas rurales, se llena de bañistas la piscina municipal, se llenan los restaurantes de comensales y se incrementa el comercio. Después de una larga reclusión estamos deseosos de conquistar el mundo. Nosotros nos alojamos en el Hotel rural Real y fuimos atendidos con exquisita amabilidad por el incansable Ramón que, con el esternón roto en un accidente de tráfico, practicó en solitario a la perfección todos los verbos de la hostelería: limpiar, planchar, servir, hacer camas, atender, abrir, dialogar, informar, sonreír, regalar… ¿Hay quien dé más?
Una actividad de este tipo solo puede montarse y mantenerse desde el trabajo generoso de un equipo bien organizado y dirigido. Eso lo consigue Anna con su capacidad de liderazgo y su simpatía contagiosa. Me gustó ver a un grupo de jóvenes atender las necesidades de la organización, manteniendo a rajatabla todas las indicaciones sanitarias para evitar el contagio.
Es una constante en las sucesivas ediciones del Festival “Me vuelves Lorca”, por lo que he visto en esta y por lo que me han contado de las anteriores, ofrecer calidad en los espectáculos. Es un círculo virtuoso: la calidad da prestigio al Festival y ese prestigio facilita la aceptación de los invitados de más categoría. Estoy seguro de que los contactos y la habilidad de Anna tienen mucho que ver en la entusiasta presencia de los importantes artistas participantes.
Me gustó que las autoridades políticas (Diputación de Granada y Ayuntamiento de Nevada) estuviesen comprometidas con la experiencia y se hiciesen presentes en el Teatro de la Era. Es saludable que el poder apueste por la cultura en los pueblos.
Y he aquí otra característica del Festival. Tiene un necesario, oportuno y profundo sentido feminista. Es la gran revolución pendiente. Laroles se ha convertido en nuestra matria emocional.
Miguel Ángel Santos Guerra, El Adarve. https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2021/08/14/me-vuelves-lorca/
En ese pequeño pueblo de la Alpujarra granadina llamado Laroles (Ayuntamiento de Nevada) se celebraba ese fin de semana la séptima edición del Festival “Me vuelves Lorca”, dedicada este año a la mujer artista. Un Festival que mezcla teatro, música y danza y que llena el pueblo de gentes ávidas de beber el agua limpia y fresca de la cultura.
Hay muchas facetas dignas de ser reseñadas en esta experiencia cultural. Se trata de un conjunto de actividades que se desarrolla al aire libre en la antigua era del pueblo. Así es: en el Teatro de la Era, según dicen las entradas. Una era donde antes había trillos, aparvaderas y máquinas de limpiar y ahora hay artistas que despiertan la admiración y el aplauso de residentes y turistas. Los pueblos también necesitan cultura. ¡Ay, mi querido y abandonado mundo rural! Viví mis primeros años en un pequeño pueblo de la provincia de León, llamado Grajal de Campos. Un pueblo con un impresionante castillo árabe del XVI, un palacio renacentista y una historia que se remonta a los hermanos Graco de la Roma imperial. Castigados por un olvido ancestral, los vecinos de estas localidades que conforman el Ayuntamiento de Nevada (Laroles tiene unos 600 habitantes; Picena, 247; Mairena, 209; y Júbar, 46) tienen que salir del pueblo para ver una obra de teatro o para disfrutar de un concierto. Es un pequeño milagro que puedan disfrutar en su era, convertida en anfiteatro, de espectáculos de gran calidad.
Quiero dejar constancia de que la impulsora y alma mater de la iniciativa es una ciudadana británica, Anna Kemp, licenciada en literatura inglesa por la Universidad de Oxford, que aterrizó en tierras alpujarreñas cuando trabajaba como script (secretaria de rodaje) de la película “Al sur de Granada” de Fernando Colomo, basada en la novela autobiográfica de Gerald Brenan. Se enamoró de esta tierra y creo que fue correspondida desde el primer momento, en un flechado singular. Compró una casa y se hizo alpujarreña de mente y corazón. Su capacidad emprendedora no tiene limites, ni siquiera los impuestos por la pandemia.
Es de celebrar que haya tenido lugar este año la séptima edición del Festival ya que, si se hacen las cosas bien, las raíces van profundizando en la tierra fértil de la cultura popular. Es importante empezar, es más difícil mantenerse y seguir mejorando la idea inicial. He visto muchos números cero de revistas, de Festivales, de Celebraciones… Hace falta perseverancia, tesón, espíritu de superación y creatividad a raudales para sorprender al espectador cada año… En ediciones anteriores el Festival duraba tres fines de semana consecutivos. Este año, dadas las restricciones de la pandemia, se ha hecho una “edición bonsái”, dice Anna, condensando las actividades en un fin de semana.
Por el nombre del Festival pueden descubrir el lector y la lectora que la figura del poeta granadino es el epicentro de tantas ideas y emociones. La figura de Lorca lo impregna todo, desde el nombre del Festival, hasta la tierra granadina que lo alberga; desde la inspiración libertaria a la sensibilidad exquisita… Es más, el espíritu del Festival es eco de aquellas obras de teatro (cómo no recordar La Barraca) que Federico representaba con estudiantes en los pueblos de su tierra.
En esta séptima edición el eje central ha sido el estreno de la obra “Lluvias enlazadas”, escrita por Anna Kemp (qué mérito la búsqueda y la cuidada y elegante escritura en un idioma que es el suyo), después de realizar una exhaustiva investigación sobre poemas, cartas, textos biográficos y memorias. La obra cuenta la vida de tres mujeres de la generación del 27, injustamente silenciadas durante muchos años: Carmen Conde (Darlene Rodríguez), Concha Méndez (Macarena Sanz) y Ernestina de Champourcin (Lara Sanz). Estas mujeres estuvieron muy cerca de García Lorca durante su estancia en la Residencia de Estudiantes. Su juventud transgresora, sus luchas personales para emanciparse, el impacto del exilio en sus vidas y carreras literarias, sus relaciones personales…se muestran de manera intensa y atractiva en los diálogos chispeantes y en la trama teatral. La excelente interpretación de las actrices llenó de vibraciones positivas la atmósfera alpujarreña y tocó los corazones de los asistentes.
“Y vosotros, queridos actores, artistas por encima de todo. Artistas de los pies a la cabeza, puesto que por amor y vocación habéis subido al mundo fingido y doloroso de las tablas”, les dice Federico García Lorca a estas jóvenes actrices pertenecientes a la internacional y supergalardonada compañía “Teatro en Vilo”, fundada en Londres en 2012 y afincada ahora en Madrid.
El teatro es poesía que se levanta del libro y se hace humana, dijo en una ocasión García Lorca, y nunca dejó de confiar en la capacidad del teatro para enseñar y deleitar, según el viejo modelo clásico.
Con notas y palabras se fue tejiendo el hermoso tapiz de la obra representada en el formato de teatro leído. Los integrantes de Malandro Club, Gorka Hermosa (acordeón), Alberto Vaquero (trompeta) y Javi Mayor (contrabajo), llenaron la noche de hermosos ritmos.
El segundo día nos llenó de ritmo, arte y mensajes feministas el conjunto Amparanoia.Música vibrante y mensajes contundentes. Amparo Sánchez nos recordó que no hay mayor opresión que aquella en la que el oprimido mete en su cabeza los esquemas del opresor.
El último día, domingo, hubo doble sesión. Un estupendo e incisivo monólogo de Esperanza Pedreño sobre la mujer y la madre y un creativo entramado de historias iimprovisadas, divertidas e interactivas a cargo del grupo Jamming. El humor es una forma de bondad. Las risas de los asistentes se mezclaban con las estrellas en la noche de Laroles. Hasta un cometa volante hizo presencia para celebrar con el público las emociones del Festival.
Otra dimensión de interés de la experiencia es el turismo que la iniciativa promueve. Se llenan los hoteles, y las casas rurales, se llena de bañistas la piscina municipal, se llenan los restaurantes de comensales y se incrementa el comercio. Después de una larga reclusión estamos deseosos de conquistar el mundo. Nosotros nos alojamos en el Hotel rural Real y fuimos atendidos con exquisita amabilidad por el incansable Ramón que, con el esternón roto en un accidente de tráfico, practicó en solitario a la perfección todos los verbos de la hostelería: limpiar, planchar, servir, hacer camas, atender, abrir, dialogar, informar, sonreír, regalar… ¿Hay quien dé más?
Una actividad de este tipo solo puede montarse y mantenerse desde el trabajo generoso de un equipo bien organizado y dirigido. Eso lo consigue Anna con su capacidad de liderazgo y su simpatía contagiosa. Me gustó ver a un grupo de jóvenes atender las necesidades de la organización, manteniendo a rajatabla todas las indicaciones sanitarias para evitar el contagio.
Es una constante en las sucesivas ediciones del Festival “Me vuelves Lorca”, por lo que he visto en esta y por lo que me han contado de las anteriores, ofrecer calidad en los espectáculos. Es un círculo virtuoso: la calidad da prestigio al Festival y ese prestigio facilita la aceptación de los invitados de más categoría. Estoy seguro de que los contactos y la habilidad de Anna tienen mucho que ver en la entusiasta presencia de los importantes artistas participantes.
Me gustó que las autoridades políticas (Diputación de Granada y Ayuntamiento de Nevada) estuviesen comprometidas con la experiencia y se hiciesen presentes en el Teatro de la Era. Es saludable que el poder apueste por la cultura en los pueblos.
Y he aquí otra característica del Festival. Tiene un necesario, oportuno y profundo sentido feminista. Es la gran revolución pendiente. Laroles se ha convertido en nuestra matria emocional.
Miguel Ángel Santos Guerra, El Adarve. https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2021/08/14/me-vuelves-lorca/
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martes, 16 de marzo de 2021
_- Inventario.
_- INVENTARIO, Por Jacques Prévert.
Una piedra
dos casas
tres ruinas
cuatro sepultureros
un jardín
flores
una rata de albañal
una docena de ostras un limón un pan
un rayo de sol
un escenario marino
seis músicos
una puerta con felpudo
un señor condecorado con la legión de honor
otra rata de albañal
un escultor que esculpe Napoleones
la flor que se llama caléndula
dos enamorados en un gran lecho
un recaudador de impuesto una silla tres pavos
un eclesiástico un forúnculo
una avispa
un riñón flotante
una caballeriza para caballos de carrera un hijo indigno dos frailes dominicos tres langostas un traspuntín
dos rameras un tío Cipriano
una Mater Dolorosa tres padres chochos dos cabras del señor Seguin
un tacón Luis XV
una butaca Luis XVI
un aparador Enrique II dos aparadores Enrique III tres aparadores Enrique IV
un cajón suelto
un ovillo de hilo dos horquillas un señor de edad
una Victoria de Samotracia un contador dos ayudantes de contador un hombre de mundo dos cirujanos tres vegetarianos
un caníbal
una expedición colonial un cabalo entero una media pinta de buena sangre una mosca tsé-tsé
una langosta a la americana un jardín a la francesa
dos patatas a la inglesa
un par de impertinentes un lacayo un huérfano un pulmón de acero
un día de gloria
una semana de bondad
un mes de María
un año terrible
un minuto de silencio
un segundo de descuido
y...
cinco o seis ratas de albañal
un niño que llega llorando a la escuela
un niño que sale riendo de la escuela
una hormiga
dos pedernales
diecisiete elefantes un juez de instrucción en vacaciones sentado en una silla plegadiza
un paisaje con mucha hierba verde
una vaca
un toro
dos bellos amores tres grandes armonios un ternero a la Marengo
un sol de Austerlitz
un sifón de agua de Seltz
un vino blanco con limón
un Pulgarcito un gran perdón un calvario de piedra una escala de cuerda
dos hermas latinas tres dimensiones doce apóstoles mil y una noches treinta y
dos posiciones seis partes del mundo cinco puntos cardinales diez años
de buenos y leales servicios siete pecados capitales dos dedos de la mano diez gotas antes de cada comida treinta días de arresto quince de
ellos en el calabozo cinco minutos de entreacto
y...
muchas ratas de albañal
Una piedra
dos casas
tres ruinas
cuatro sepultureros
un jardín
flores
una rata de albañal
una docena de ostras un limón un pan
un rayo de sol
un escenario marino
seis músicos
una puerta con felpudo
un señor condecorado con la legión de honor
otra rata de albañal
un escultor que esculpe Napoleones
la flor que se llama caléndula
dos enamorados en un gran lecho
un recaudador de impuesto una silla tres pavos
un eclesiástico un forúnculo
una avispa
un riñón flotante
una caballeriza para caballos de carrera un hijo indigno dos frailes dominicos tres langostas un traspuntín
dos rameras un tío Cipriano
una Mater Dolorosa tres padres chochos dos cabras del señor Seguin
un tacón Luis XV
una butaca Luis XVI
un aparador Enrique II dos aparadores Enrique III tres aparadores Enrique IV
un cajón suelto
un ovillo de hilo dos horquillas un señor de edad
una Victoria de Samotracia un contador dos ayudantes de contador un hombre de mundo dos cirujanos tres vegetarianos
un caníbal
una expedición colonial un cabalo entero una media pinta de buena sangre una mosca tsé-tsé
una langosta a la americana un jardín a la francesa
dos patatas a la inglesa
un par de impertinentes un lacayo un huérfano un pulmón de acero
un día de gloria
una semana de bondad
un mes de María
un año terrible
un minuto de silencio
un segundo de descuido
y...
cinco o seis ratas de albañal
un niño que llega llorando a la escuela
un niño que sale riendo de la escuela
una hormiga
dos pedernales
diecisiete elefantes un juez de instrucción en vacaciones sentado en una silla plegadiza
un paisaje con mucha hierba verde
una vaca
un toro
dos bellos amores tres grandes armonios un ternero a la Marengo
un sol de Austerlitz
un sifón de agua de Seltz
un vino blanco con limón
un Pulgarcito un gran perdón un calvario de piedra una escala de cuerda
dos hermas latinas tres dimensiones doce apóstoles mil y una noches treinta y
dos posiciones seis partes del mundo cinco puntos cardinales diez años
de buenos y leales servicios siete pecados capitales dos dedos de la mano diez gotas antes de cada comida treinta días de arresto quince de
ellos en el calabozo cinco minutos de entreacto
y...
muchas ratas de albañal
miércoles, 21 de octubre de 2020
_- Por un dólar: Conversación con Louise Glück [Premio Nobel de Literatura 2020]
_- Este artículo apareció originalmente en 2009 en American Poet, la revista bianual de la Academy of American Poets.
Dana Levin: Quería empezar preguntándote por tu libro, A Village Life [Una vida de pueblo] (Farrar, Straus and Giroux, 2009). El tiempo se percibe espacial en el libro, como si todas las variadas voces del libro estuvieran hablando, y sucediendo todos los acontecimientos, en un momento temporal simultáneo.
Louise Glück: Hay algo tan extraño en esos poemas que he sido incapaz de ponerles un dedo encima. No se trata, desde luego, de una cualidad a voluntad o deliberada, sino que tiene que ver con esa simultaneidad. Y me sorprende que el libro tenga algo en común con "Landscape", un poema de Averno, en el que los estadios de una vida se representan por medio de secciones individuales, pero los elementos narrativos e incluso el punto de vista se mueven de sección a sección, y sin embargo lo que se representa es el conjunto de una vida. Se me ocurrió que A Village Life implica ese horrible axioma de que, al final de tu vida, el conjunto de tu vida afluye hacia atrás. Eso es lo que se me antoja que es el libro: el conjunto de una vida, pero no progresiva, no narrativa: simultánea. Y no hay drama concomitante en la idea de morir. Va más allá del drama de la pérdida del mundo; es sólo una larga exhalación.
DL: ¿Qué te enseñó estéticamente el libro?
LG: Creo que no lo sabré siquiera hasta que intente hacer algo distinto. Me acuerdo de haber hablado con Richard Siken después de Averno. No estaba escribiendo, y estaba empezando a inquietarme por ello. Paso por periodos —periodos largos— sin escribir. Y a veces ese no es el centro de mi inquietud. No es que no tenga ansiedad, es que mi ansiedad está en alguna otra parte; luego, de golpe, me quedo preocupada por mi silencio y con bastante pánico. Estaba entrando en ese periodo y dijo Richard: 'Tu próximo libro tiene que ser completamente distinto, algo así como jugar en el barro'. Y esa fue exactamente mi sensación, que había hecho todo lo que podía en el momento con poemas que operaban en un eje vertical de transcendencia y aflicción. Y este nuevo manuscrito tenía que ser más panorámico, de algún modo, e informal, con una especie de superficie que no fuera hermosa. De modo que me enseñó a escribir una superficie no hermosa. Vaya triunfo [risa sardónica].
Sólo el ser capaz de escribir un poema más largo, creo, fue interesante…Me produjo un tremendo placer escribir esos poemas. Me encantaba estar en ese mundo. Y llegar hasta allí casi sin esfuerzo. Bueno, durante un periodo corto. Ya sabes, ahora no puedo ir …
DL: Nunca se puede volver a Brigadoon.
LG: ¡No, nunca! No puedo volver a ninguno de estos lugares, a ninguno de ellos. Nunca releo mi obra anterior, así que no sé siquiera qué pensar de ella.
DL: Cada uno de tus libros presenta una voz reconociblemente tuya, y sin embargo se pueden rastrear también cambios formales diferenciados de una recopilación a otra. ¿Han sido un propósito consciente esos cambios de enfoque?
LG: Creo que el único propósito consciente es el de querer sorprenderse. La medida en que sueno a mí misma parece una especie de maldición.
DL: [risas] Eso me recuerda a[l actor] Wallace Shawn cuando decía, 'Creo que hay algo imbécil en el yo, en que todos los días tengas que levantarte y ser la misma persona'.
LG: ¡Sí! Esa es la limitación. Me alegro de que pueda parecer también una virtud.
DL: Sé que te tomas la enseñanza como una cosa muy seria y que durante más de una década has sido defensora pública de la obra de escritores que empezaban. ¿Cómo afectan a tu vida la labor de mentor y la enseñanza?
LG: Ay, cómo empezar. Se asume que esto es un acto de generosidad por mi parte: enseñar y editar. No puedo argumentar enérgicamente otra cosa. No creo que nadie haga algo que le lleve tanto tiempo, fuera de la Iglesia Católica, sin un motivo de interés propio. Lo que hago con los escritores jóvenes lo hago porque es alimento para mí. Y a veces les digo a los ganadores de estos concursos que soy Drácula y me estoy bebiendo su sangre.
Siento de modo bastante apasionado que en la medida en que seguido viva, si es que lo he seguido, como escritora y en que he cambiado como escritora, eso le debe mucho a la intensidad con la que me he sumergido en la obra, a veces muy ajena, de gente más joven que yo, gente que crea sonidos que no he oído. Eso es lo que tengo que conocer.
Prácticamente todos los escritores jóvenes por cuyo trabajo me he apasionado me han enseñado algo. De ti he aprendido una forma de hacer que un poema siga en marcha. Versos largos. No se trata de que escribiera algo que suene a ti, pero desde luego andaba intentándolo. Cuando leí el trabajo de Peter Streckfus y caí completamente hechizada por su obra, me encontré escribiendo un poema que pensaba que le había robado. Y me sentí alarmada y leí cuidadosamente el libro entero que ganó el [premio de] Yale ese año, así como el manuscrito, y no pude encontrar lo que yo había escrito en su obra, pero sentí que tenía que llamarle y disculparme.
DL: ¿Cómo se lo tomó él?
LG: La actitud de Peter hacia lo que yo considero que es robo es muy distinta. Lo que dijo es: 'Ah, creo que esto es maravilloso. Eso es lo que hacen los escritores. Estamos en un diálogo'. Y yo le dije: 'Peter, no lo entiendes: ¡he robado!' Pero, ya sabes, no lo había hecho en ningún sentido literal. Las palabras eran mías. Pero sabía de dónde venía el impulso, el estímulo. Y luego traté de hacer cosas con eso que de hecho no había visto en la obra de Peter, de manera que sentía que era mío.
DL: ¿Esperaste o te imaginaste alguna vez el gran número de lectores y el actual éxito del que goza tu obra? Cuándo echas la vista atrás a tu carrera a la trayectoria de tu carrera pública, ¿qué piensas o qué sientes?
LG: No tengo percepción de tener muchos lectores ni mucho éxito.
DL: Yo puedo dar testimonio: es algo que está ahí.
LG: Cuando voy a una lectura, cuando hago una lectura…en primer lugar, estás de pie en la parte de delante de la sala, y ves los asientos vacíos. Y ves sólo los asientos vacíos. Se debe a que te ha criado una madre que te decía: '¿Por qué sólo 98? ¿Por qué no los 100?'
DL: ¡Yo también tenía una madre así!
LG: Sí, lo sé. De manera que ves los asientos vacíos, y la gente que se marcha durante la lectura, y ves que se van y piensas: no son sencillamente más que representaciones más francas del sentimiento de la sala entera. Que todo el mundo se quiere ir, pero sólo unos cuantos atrevidos se van. Y así es cómo se siente una. ¿Y éxito? He tenido casi las mismas reseñas terribles, condescendientes o las que te condenan con una desmayada alabanza: 'Bueno, si les gusta este tipo de cosa, aquí tienen más de ello'.
De manera que no tengo sensación de éxito. Cuando me dicen que tengo gran número de lectores, pienso, 'Ah, bien, va a resultar que soy [Henry Wadsworth] Longfellow': alguien fácil de entender, que es fácil que te guste, el tipo de experiencia diluida accesible para muchos. Y yo no quiero ser Longfellow. Lo siento, Henry, pero no. En la medida en que asimilo el éxito, pienso, ay, es un fallo de la obra.
DL: ¿Como que si supieran más no te leerían en absoluto?
LG: Cuando sepan más, no me leerán nada en absoluto.
DL: Bueno tengo ahora mismo un estudiante al que le gusta hablar de la cuota de inscripción [para participar en un premio]; ya sabes, ¿cuánto cuesta participar con este poema? Y hace poco me dijo: 'La cuota de participación de un poema de Louise Glück es como de un dólar, pero una vez te metes, el territorio es complejo'. Y es verdad: no es difícil entrar en tus poemas, pero enseguida demuestran ser muy complicados psicológicamente y complicados formalmente, en particular en cómo funcionan juntos los poemas para crear un conjunto mayor. Mi estudiante pretendía seguir la pista de todo el corpus de tu obra, pero parece que no deja de leer Ararat. Está ahí perdido, aunque no pagó más que un dólar para entrar. Voy a tener que recuperarle para que podamos seguir adelante.
LG: Bueno, eso estaría bien si fuera cierto. Espero que sea verdad.
DL: Última pregunta. Estamos viviendo en tiempos extraordinarios y lo sé por mí misma, que lidio a menudo con esto: ¿qué significa estar personal y psicoanalíticamente orientada en la página en un momento en que están pasando tantas cosas en la cultura, socio-políticamente, medioambientalmente. Muchos de mis estudiantes hacen un esfuerzo mental por ver cómo encaja la experiencia personal en la expresión pública y viceversa, en las cuestiones del público y de la oportunidad y la importación cultural. ¿Tienes algo pensado sobre esto?
LG: No creo que contestes necesariamente estas cuestiones lidiando conscientemente con ellas. Creo que pesan sobre ti, y que las soluciones se resuelven hasta cierto punto inconscientemente. Se manifiestan esas soluciones parciales en tu trabajo. Yo nunca pienso en el público. Odio esa palabra. Pienso en un lector. Creo que mis poemas buscan un lector, y que los completa el lector. Pero es el lector singular, y que esa persona exista de forma múltiple o no no establece ninguna diferencia espiritual, aunque tenga una repercusión práctica. Lo que me importa es la sutileza y profundidad de la respuesta del lector y si estas se demuestran duraderas. La idea de ampliar el público de la poesía me parece ridícula.
Creo que el poema es una comunicación entre una boca y un oído, no una boca y un oído reales sino una mente que envía un mensaje y una mente que lo recibe. Para mí, la experiencia auditiva de un poema se transmite visualmente. Lo oigo con los ojos y me disgusta leer en alto y (salvo en muy raras ocasiones) que me lean. El poema se convierte, cuando se lee en alto, en una forma mucho más sencilla, secuencial: la malla se convierte en una vía de dirección única. En cualquier caso, el conocimiento, o la esperanza de que el lector existe, es un gran consuelo.
Louise Glück poeta neoyorquina de reconocida trayectoria literaria, profesora del Williams College de Massachusetts y de la Universidad de Yale, ha recibido en 2020 el Premio Nobel de Literatura. Dana Levin poeta y profesora de Escritura Creativa en la Universidad Maryville de San Luis, Misuri, ha recibido importantes premios y becas por sus libros de poesía.
Dana Levin: Quería empezar preguntándote por tu libro, A Village Life [Una vida de pueblo] (Farrar, Straus and Giroux, 2009). El tiempo se percibe espacial en el libro, como si todas las variadas voces del libro estuvieran hablando, y sucediendo todos los acontecimientos, en un momento temporal simultáneo.
Louise Glück: Hay algo tan extraño en esos poemas que he sido incapaz de ponerles un dedo encima. No se trata, desde luego, de una cualidad a voluntad o deliberada, sino que tiene que ver con esa simultaneidad. Y me sorprende que el libro tenga algo en común con "Landscape", un poema de Averno, en el que los estadios de una vida se representan por medio de secciones individuales, pero los elementos narrativos e incluso el punto de vista se mueven de sección a sección, y sin embargo lo que se representa es el conjunto de una vida. Se me ocurrió que A Village Life implica ese horrible axioma de que, al final de tu vida, el conjunto de tu vida afluye hacia atrás. Eso es lo que se me antoja que es el libro: el conjunto de una vida, pero no progresiva, no narrativa: simultánea. Y no hay drama concomitante en la idea de morir. Va más allá del drama de la pérdida del mundo; es sólo una larga exhalación.
DL: ¿Qué te enseñó estéticamente el libro?
LG: Creo que no lo sabré siquiera hasta que intente hacer algo distinto. Me acuerdo de haber hablado con Richard Siken después de Averno. No estaba escribiendo, y estaba empezando a inquietarme por ello. Paso por periodos —periodos largos— sin escribir. Y a veces ese no es el centro de mi inquietud. No es que no tenga ansiedad, es que mi ansiedad está en alguna otra parte; luego, de golpe, me quedo preocupada por mi silencio y con bastante pánico. Estaba entrando en ese periodo y dijo Richard: 'Tu próximo libro tiene que ser completamente distinto, algo así como jugar en el barro'. Y esa fue exactamente mi sensación, que había hecho todo lo que podía en el momento con poemas que operaban en un eje vertical de transcendencia y aflicción. Y este nuevo manuscrito tenía que ser más panorámico, de algún modo, e informal, con una especie de superficie que no fuera hermosa. De modo que me enseñó a escribir una superficie no hermosa. Vaya triunfo [risa sardónica].
Sólo el ser capaz de escribir un poema más largo, creo, fue interesante…Me produjo un tremendo placer escribir esos poemas. Me encantaba estar en ese mundo. Y llegar hasta allí casi sin esfuerzo. Bueno, durante un periodo corto. Ya sabes, ahora no puedo ir …
DL: Nunca se puede volver a Brigadoon.
LG: ¡No, nunca! No puedo volver a ninguno de estos lugares, a ninguno de ellos. Nunca releo mi obra anterior, así que no sé siquiera qué pensar de ella.
DL: Cada uno de tus libros presenta una voz reconociblemente tuya, y sin embargo se pueden rastrear también cambios formales diferenciados de una recopilación a otra. ¿Han sido un propósito consciente esos cambios de enfoque?
LG: Creo que el único propósito consciente es el de querer sorprenderse. La medida en que sueno a mí misma parece una especie de maldición.
DL: [risas] Eso me recuerda a[l actor] Wallace Shawn cuando decía, 'Creo que hay algo imbécil en el yo, en que todos los días tengas que levantarte y ser la misma persona'.
LG: ¡Sí! Esa es la limitación. Me alegro de que pueda parecer también una virtud.
DL: Sé que te tomas la enseñanza como una cosa muy seria y que durante más de una década has sido defensora pública de la obra de escritores que empezaban. ¿Cómo afectan a tu vida la labor de mentor y la enseñanza?
LG: Ay, cómo empezar. Se asume que esto es un acto de generosidad por mi parte: enseñar y editar. No puedo argumentar enérgicamente otra cosa. No creo que nadie haga algo que le lleve tanto tiempo, fuera de la Iglesia Católica, sin un motivo de interés propio. Lo que hago con los escritores jóvenes lo hago porque es alimento para mí. Y a veces les digo a los ganadores de estos concursos que soy Drácula y me estoy bebiendo su sangre.
Siento de modo bastante apasionado que en la medida en que seguido viva, si es que lo he seguido, como escritora y en que he cambiado como escritora, eso le debe mucho a la intensidad con la que me he sumergido en la obra, a veces muy ajena, de gente más joven que yo, gente que crea sonidos que no he oído. Eso es lo que tengo que conocer.
Prácticamente todos los escritores jóvenes por cuyo trabajo me he apasionado me han enseñado algo. De ti he aprendido una forma de hacer que un poema siga en marcha. Versos largos. No se trata de que escribiera algo que suene a ti, pero desde luego andaba intentándolo. Cuando leí el trabajo de Peter Streckfus y caí completamente hechizada por su obra, me encontré escribiendo un poema que pensaba que le había robado. Y me sentí alarmada y leí cuidadosamente el libro entero que ganó el [premio de] Yale ese año, así como el manuscrito, y no pude encontrar lo que yo había escrito en su obra, pero sentí que tenía que llamarle y disculparme.
DL: ¿Cómo se lo tomó él?
LG: La actitud de Peter hacia lo que yo considero que es robo es muy distinta. Lo que dijo es: 'Ah, creo que esto es maravilloso. Eso es lo que hacen los escritores. Estamos en un diálogo'. Y yo le dije: 'Peter, no lo entiendes: ¡he robado!' Pero, ya sabes, no lo había hecho en ningún sentido literal. Las palabras eran mías. Pero sabía de dónde venía el impulso, el estímulo. Y luego traté de hacer cosas con eso que de hecho no había visto en la obra de Peter, de manera que sentía que era mío.
DL: ¿Esperaste o te imaginaste alguna vez el gran número de lectores y el actual éxito del que goza tu obra? Cuándo echas la vista atrás a tu carrera a la trayectoria de tu carrera pública, ¿qué piensas o qué sientes?
LG: No tengo percepción de tener muchos lectores ni mucho éxito.
DL: Yo puedo dar testimonio: es algo que está ahí.
LG: Cuando voy a una lectura, cuando hago una lectura…en primer lugar, estás de pie en la parte de delante de la sala, y ves los asientos vacíos. Y ves sólo los asientos vacíos. Se debe a que te ha criado una madre que te decía: '¿Por qué sólo 98? ¿Por qué no los 100?'
DL: ¡Yo también tenía una madre así!
LG: Sí, lo sé. De manera que ves los asientos vacíos, y la gente que se marcha durante la lectura, y ves que se van y piensas: no son sencillamente más que representaciones más francas del sentimiento de la sala entera. Que todo el mundo se quiere ir, pero sólo unos cuantos atrevidos se van. Y así es cómo se siente una. ¿Y éxito? He tenido casi las mismas reseñas terribles, condescendientes o las que te condenan con una desmayada alabanza: 'Bueno, si les gusta este tipo de cosa, aquí tienen más de ello'.
De manera que no tengo sensación de éxito. Cuando me dicen que tengo gran número de lectores, pienso, 'Ah, bien, va a resultar que soy [Henry Wadsworth] Longfellow': alguien fácil de entender, que es fácil que te guste, el tipo de experiencia diluida accesible para muchos. Y yo no quiero ser Longfellow. Lo siento, Henry, pero no. En la medida en que asimilo el éxito, pienso, ay, es un fallo de la obra.
DL: ¿Como que si supieran más no te leerían en absoluto?
LG: Cuando sepan más, no me leerán nada en absoluto.
DL: Bueno tengo ahora mismo un estudiante al que le gusta hablar de la cuota de inscripción [para participar en un premio]; ya sabes, ¿cuánto cuesta participar con este poema? Y hace poco me dijo: 'La cuota de participación de un poema de Louise Glück es como de un dólar, pero una vez te metes, el territorio es complejo'. Y es verdad: no es difícil entrar en tus poemas, pero enseguida demuestran ser muy complicados psicológicamente y complicados formalmente, en particular en cómo funcionan juntos los poemas para crear un conjunto mayor. Mi estudiante pretendía seguir la pista de todo el corpus de tu obra, pero parece que no deja de leer Ararat. Está ahí perdido, aunque no pagó más que un dólar para entrar. Voy a tener que recuperarle para que podamos seguir adelante.
LG: Bueno, eso estaría bien si fuera cierto. Espero que sea verdad.
DL: Última pregunta. Estamos viviendo en tiempos extraordinarios y lo sé por mí misma, que lidio a menudo con esto: ¿qué significa estar personal y psicoanalíticamente orientada en la página en un momento en que están pasando tantas cosas en la cultura, socio-políticamente, medioambientalmente. Muchos de mis estudiantes hacen un esfuerzo mental por ver cómo encaja la experiencia personal en la expresión pública y viceversa, en las cuestiones del público y de la oportunidad y la importación cultural. ¿Tienes algo pensado sobre esto?
LG: No creo que contestes necesariamente estas cuestiones lidiando conscientemente con ellas. Creo que pesan sobre ti, y que las soluciones se resuelven hasta cierto punto inconscientemente. Se manifiestan esas soluciones parciales en tu trabajo. Yo nunca pienso en el público. Odio esa palabra. Pienso en un lector. Creo que mis poemas buscan un lector, y que los completa el lector. Pero es el lector singular, y que esa persona exista de forma múltiple o no no establece ninguna diferencia espiritual, aunque tenga una repercusión práctica. Lo que me importa es la sutileza y profundidad de la respuesta del lector y si estas se demuestran duraderas. La idea de ampliar el público de la poesía me parece ridícula.
Creo que el poema es una comunicación entre una boca y un oído, no una boca y un oído reales sino una mente que envía un mensaje y una mente que lo recibe. Para mí, la experiencia auditiva de un poema se transmite visualmente. Lo oigo con los ojos y me disgusta leer en alto y (salvo en muy raras ocasiones) que me lean. El poema se convierte, cuando se lee en alto, en una forma mucho más sencilla, secuencial: la malla se convierte en una vía de dirección única. En cualquier caso, el conocimiento, o la esperanza de que el lector existe, es un gran consuelo.
Louise Glück poeta neoyorquina de reconocida trayectoria literaria, profesora del Williams College de Massachusetts y de la Universidad de Yale, ha recibido en 2020 el Premio Nobel de Literatura. Dana Levin poeta y profesora de Escritura Creativa en la Universidad Maryville de San Luis, Misuri, ha recibido importantes premios y becas por sus libros de poesía.
Fuente:
poet.org,
The Academy of American Poets, 8 de octubre de 2020
lunes, 19 de octubre de 2020
Serrat elige sus versos favoritos de Benedetti. 'Babelia' adelanta en exclusiva el prólogo de 'Mario Benedetti, antología poética', en la que el cantante selecciona los poemas que representan "todos los Benedettis que Mario cargaba en su mochila".
A mi gusto.
Una antología de la poesía de Mario Benedetti
Los poemas seleccionados para esta antología lo han sido por razones exclusivamente personales y subjetivas, con la idea de mostrar un panorama global de la obra de Mario Benedetti al dictado exclusivo de mi gusto.
Lo más probable es que el lector versado en el poeta eche de menos poemas a su entender fundamentales y se encuentre con otros que a su modo ver son perfectamente prescindibles. Yo también lamento haber dejado algunos en el tintero, pero las dimensiones del volumen dictan su rigor.
No es fácil escoger lo más representativo entre la extensa obra de uno de los poetas más leídos en castellano, pero confío en que aquí estén representados todos los Benedettis que Mario cargaba en su mochila —el oficinista rutinario, el montevideano de clase media, el periodista comprometido, el viajero curioso, el militante de la patria doméstica, el exiliado y el desexiliado, y también el intelectual parcial, el luchador político y, por supuesto, el poeta minucioso y trabajador que nunca dejó de ser—, con la esperanza de que esta selección pueda resultarle tan útil al lector familiarizado con el mundo literario del poeta uruguayo como a aquel que llegue por primera vez a sus versos.
Sigue esta antología un orden cronológico, lo cual, en el caso de Benedetti, alguien en quien la vida y la obra poética caminaban al mismo paso, parecería el método más seguro y natural.
Internarse en su poesía equivale a seguirle los pasos a la peripecia humana de su autor y, por supuesto, a las circunstancias políticas y sociales que la fundamentan [...]. Buena parte de la biografía de Benedetti se encuentra tenaz y correlativamente replanteada en su poesía, tal vez como un procedimiento para conocerse mejor y para conocer también mejor a los demás.
José Manuel Caballero Bonald (prólogo a Antología poética, Madrid, Alianza, 1984)
Mario Benedetti fue, junto a Idea Vilariño, Juan Carlos Onetti e Ida Vitale, entre otros, uno de los exponentes más destacados de la llamada «generación crítica uruguaya». Hijo de inmigrantes de origen italiano, nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, Uruguay, población que debe su nombre y su origen a ser paso obligado por el que carretas y ganado vadeaban el río Negro de una a otra ribera.
mi padre se llamaba Brenno Mario Edmundo Renato
Nazareno Rafael Armando
y a mí me llamaron Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno
pero cuando ocho años después nació mi hermano ya
había crisis de nombres y sólo le llamaron Adolfo Raúl
(«Agenda», Adioses y bienvenidas)
A los dos años, la familia se trasladó a Tacuarembó y de ahí, cuando Mario tenía sólo cuatro, se instalaron en una Montevideo apacible, provinciana y doméstica que cobijó su infancia y que será el escenario de su vida y su literatura:
en el Deutsche Schule aprendí alemán
y a recibir derbe Ohrfeige (tr. bofetones) a la menor
rrtum (tr. equivocación)
cuando me ordenaron saludar a lo nazi
el viejo me sacó de una oreja
sin que yo asumiera mi terrible culpa [...]
después fui contable / vendedor de repuestos / corredor
de libros / cajero / sobre todo taquígrafo una profesión
entonces cotizada porque aún no habían nacido las
grabadoras
(«Agenda», Adioses y bienvenidas)
Viaja a Argentina, donde reside entre 1939 y 1941, para trabajar como taquígrafo para una editorial. Es entonces cuando, leyendo a Baldomero Fernández Moreno, descubre su vocación de poeta.
En 1945 inicia el largo y difícil camino literario tras integrarse en el equipo de redacción del semanario Marcha, en Montevideo, donde se convirtió en periodista junto al maestro Carlos Quijano. Al año siguiente se casa con Luz López Alegre, a la que conocía desde la niñez y que sería para siempre su compañera y la dueña de todos sus poemas de amor.
Tardé seis años en decírselo y ella un minuto y medio en aceptarlo [...]. Casarse con alguien que lleva una luz y la alegría en su nombre parece una buena inversión.
En su obra, siempre llena de compromiso social, no falta nunca la imprescindible presencia del amor, el tema más universal de la poesía; bálsamo o veneno, el amor, siempre un apogeo de las relaciones humanas.
Usted y yo sabemos
que en el fondo
el amor
el amor
es una cosa seria.
(«Interview», Poemas de hoyporhoy)
Generación tras generación, los enamorados colocaron en sus labios algunos de los versos aprendidos del poeta y los grabaron junto a sus nombres en las cortezas de los árboles de todos los parques. Las muchachas llenaron cuadernos con poemas de Benedetti y, desde el paredón de la fábrica, replicaba aquel que aprendimos huérfanos o en pareja y que aún hoy repetimos como una letanía. Esencias de un perfume que al sentirlo de nuevo nos devuelve el tiempo en que, felices o no, fuimos presente; versos que son sólo nuestros, que se hilvanan en la entretela del alma y que uno acaba amando como se ama a sí mismo.
quiero morir de siesta
muslo a tu muslo
boca a tu boca
para saber quién sos
(«Ay del sueño», Geografías)
Pero al tiempo que el amor, a lo largo de toda su vida, por razones literarias o personales, la nostalgia y el exilio estarán presentes en la obra de Benedetti. A veces la nostalgia provocará el exilio, y otras será el exilio el que avive la nostalgia.
La nostalgia que provoca el exilio
En sus dos primeros libros de poemas, Sólo mientras tanto y Poemas de la oficina, la nostalgia de una Montevideo cercana y a la vez remota y perdida será la que provoque el exilio interior del poeta a consecuencia de un personal desencuentro con un tiempo y una sociedad provinciana que le resultan mediocres y poco estimulantes.
Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.
(«Elegir mi paisaje», Sólo mientras tanto)
Con Benedetti llega al Río de la Plata el prosaísmo o realismo crítico, es decir, el acercamiento del habla coloquial y de la vida diaria a la escritura, la deliberada aproximación a la prosa, la construcción de una épica de lo cotidiano.
Era un escritor que rehuía los «grandes temas» y se acercaba a la gente común y corriente con delicadeza y ternura, a los oficinistas, los taquígrafos, los empleados del montón, las familias sin historia [...] con una prosa y unos versos sencillos, claros, directos, impecables. Era una voz nueva y sorprendente, sobre todo en la literatura de la época, porque rehuía el relumbrón y el aspaviento y transmitía sinceridad y limpieza moral.
Mario Vargas Llosa («Mario Benedetti: cien años», El País, 2019)
Poco a poco, los estímulos de la realidad empujan a Benedetti a una poesía en la que lo político y lo social se hacen más visibles y, como otros muchos intelectuales latinoamericanos, participa simultáneamente de la práctica política y del ejercicio de la literatura. La nostalgia montevideana del pasado será sustituida por la nostalgia de un futuro posible, fundamentada en un hecho histórico que resultó crucial para Latinoamérica: la revolución cubana. En esta sementera crecerá en adelante su poemario.
Hasta la eclosión de la Revolución en Cuba yo no era un tipo preocupado por lo que sucedía en América Latina y estaba absolutamente alienado a los problemas culturales europeos.
La visión del poeta será cada vez más dinámica y participativa. Se hace cargo no sólo de sus conflictos personales, sino también de aquellos que surgen en la sociedad y el mundo que le han tocado en suerte. Desde sus constantes estancias en el extranjero, verá el Uruguay con nostalgia, lo que confirma el amor que siente por su patria, de la que, paradójicamente, a cada regreso sentirá la irresistible necesidad de escapar.
Miré
admiré
traté de comprender
creo que en buena parte he comprendido
y es estupendo
todo es estupendo
sólo allá lejos puede uno saberlo
[...]
Pero ahora no me quedan más excusas
porque se vuelve aquí siempre
se vuelve.
(«Noción de patria», Noción de patria)
Llegaron años muy difíciles para América Latina. Tiempos de duros enfrentamientos y de brutal represión, presagio del horror que traerían las dictaduras que estaban por venir. El cuestionamiento del orden establecido hace que su poesía, como ocurre con otros escritos suyos más directos y polémicos, se torne «sospechosa».
El poeta participa activamente en política hasta que el 27 de junio de 1973 Juan María Bordaberry instaura en el país una dictadura cívico-militar que prohíbe los partidos políticos, ilegaliza los sindicatos y censura la prensa.
Se persigue y encarcela a los opositores al régimen.
Benedetti renuncia a su cargo en la Universidad y abandona Uruguay.
El exilio que provoca la nostalgia
Comienza un largo exilio de doce años que llevará a Benedetti a Buenos Aires, ciudad que también se ve obligado a abandonar tras ser amenazado de muerte por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), para viajar luego a Perú, de donde no tarda en ser deportado de nuevo a Buenos Aires.
El escritor que vive desgajado de su suelo y de su cielo, de sus cosas y de su gente no es alguien que aborda el exilio como un tema más, sino un exiliado que, además, escribe.
(«Dicen que la avenida está sin árboles», El País, 1982)
Ha llegado ahora el tiempo en el que el exilio provoca la nostalgia. El exilio que va a ser la temática fundamental de su poesía. El exilio que supone una mutilación no sólo para el desterrado sino también para el país que le ve partir.
Creo que mi ciudad ya no tiene consuelo
entre otras cosas porque me ha perdido
(«Ciudad en que no existo», La casa y el ladrillo)
Benedetti regresa a Cuba ahora como exiliado, y se reincorpora al Consejo de Dirección de Casa de las Américas hasta que en 1980 decide instalarse en Palma de Mallorca, porque, según él mismo dijo, la isla era uno de los lugares más baratos de España.
Mientras, este mismo año, al otro lado del mar, el Gobierno cívico-militar uruguayo convoca un plebiscito con el objetivo de crear una nueva Constitución que legitime el régimen, pero la propuesta fue rechazada por la población con casi un cincuenta y siete por ciento de los votos válidos en contra, lo que, a la postre, desencadenó el proceso de apertura democrática.
Por razones obvias
no fue
exactamente
una toma de conciencia
colectiva sino apenas la suma
de seiscientas mil
tomas de conciencia individuales
(«Tríptico del plebiscito», Viento del exilio)
A pesar de ello, durante los tres años siguientes, Mallorca seguirá siendo su residencia hasta que, en 1983, a causa del asma, decide trasladarse a Madrid.
Continúa fundando patrias interinas. Buenos Aires, Lima, La Habana y por último Madrid marcan su huella en él, sumando exilios y nostalgias propios y ajenos, pues sólo en los demás se reconoce uno mismo.
País lejos de mí / que está a mi lado
país no mío que ahora es mi contorno
[...]
acaso el tiempo enseñe
que ni esos muchos ni yo mismo somos
extranjeros recíprocos extraños
y que la grave extranjería es algo
curable o por lo menos llevadero
acaso el tiempo enseñe
que somos habitantes
de una comarca extraña
donde ya nadie quiere
decir país
no mío
(«Comarca extraña», Geografías)
Fue en Madrid, en su piso del barrio de Prosperidad, donde nos conocimos, y donde acordamos hacer un disco a cuatro manos. Canción a canción, a caballo entre Madrid y Barcelona, lo fuimos preparando con poemas elegidos de mutuo acuerdo que Mario corrigió y adaptó a rimas y ritmos más tradicionales para ser cantados. Eran versos publicados con anterioridad, a excepción de la canción que le da título al disco El sur también existe, escrita especialmente para la ocasión.
No toda la poesía vale para ser cantada ni todos los poetas sirven para escribir canciones, de la misma manera que detrás de un buen autor de canciones no hay necesariamente un buen poeta. Pero en el caso de Mario Benedetti, letrista de canciones por derecho y al tiempo buen poeta, entre poesía y canción no media una frontera clara.
Circulan más de doscientas versiones de canciones registradas con letra de Benedetti. Somos muchos los que, con mayor o menor fortuna, nos hemos atrevido a ponerle música y a cantar sus versos, unos por libre y otros con la complicidad del autor. A Mario le gustaba escuchar sus versos convertidos en canción porque apreciaba su importancia divulgadora y el valor de la música como soporte de la idea. En las canciones está presente todo su argumentario vital. Todo aquello que define su obra poética.
Entretanto, Benedetti sigue escribiendo. Sabe que la vuelta se acerca y su poemario se construye ahora como un tránsito entre el allá y el aquí, un itinerario que da cuenta de su estar en ninguna parte.
El desexilio
Desexilio es un término que acuñó el propio Benedetti para referirse a su vuelta al Uruguay; un regreso que plantea la confrontación de lo imaginado con la realidad, el dilema entre irse y quedarse.
El desexilio será un problema casi tan arduo como en su momento lo fue el exilio, y hasta puede que más complejo. [...] Se emigraba por varias razones, pero, sobre todo, para evitar la prisión y la tortura y, en definitiva, para salvar la vida. [...] El desexilio pasará a ser una decisión individual. [...]. Unos volverán y otros no, y cada uno tendrá sus razones, pero ¿hasta qué punto los que se quedaron o pudieron quedarse van a comprender el exilio cuando sepan todos sus datos? [...] ¿Y hasta qué punto los que regresen comprenderán ese país distinto que van a encontrar?
(El País, 1983)
Con la restauración de la democracia en 1985, Benedetti regresa a Uruguay. A partir de ese momento su vida transcurrirá entre Montevideo y Madrid.
En el exilio se trataba de mantener viva la memoria; en cambio ahora, en el desexilio, el poeta se enfrenta a sus propios recuerdos. En el exilio había habitado un territorio donde lo posible era real, y construía, a través del relato, un futuro más justo, más humano y solidario. Pero con la llegada del fin de siglo, se produce el descrédito social de los valores humanistas y los sueños son empujados hacia un paraje donde no cabe la esperanza ni la revolución. Sólo hay desencanto y la curiosa nostalgia del exilio en plena patria.
Más de una vez me siento expulsado y con ganas
de volver al exilio que me expulsa
y entonces me parece que ya no pertenezco
a ningún sitio
a nadie
¿será un indicio de que nunca más podré no ser un exiliado?
(«Pero vengo», Las soledades de Babel)
El regreso marca también la vuelta a sus orígenes poéticos. Y ahora, como entonces, será la nostalgia la que provoque el exilio. A partir de aquí, Benedetti resume buena parte de sus preocupaciones existenciales y estéticas en una suerte de demanda contra el olvido.
todo se hunde en la niebla del olvido
pero cuando la niebla se despeja
el olvido está lleno de memoria b («Ah las primicias», El olvido está lleno de memoria)
Cuando se fueron de Madrid, en 2003, ya Luz no escuchaba el teléfono, no sabía qué hacer con los recados. Él la cuidaba con una delicadeza incendiada por el aturdimiento. Esa mañana del regreso definitivo a Uruguay ella se dejó las llaves dentro de la casa. Era la metáfora de la despedida. Después de tantos viajes de ida y vuelta, tras el exilio y el desexilio, ya iba a ser Montevideo, de donde partió huyendo, el amparo final, el salto a la esperanza y al vacío. Y las llaves se quedaron en Madrid, ya no habría vuelta.
Juan Cruz («Érase una vez Mario Benedetti», El País, 2019)
Si en el crepúsculo
el sol era memoria
ya no me acuerdo
(Rincón de haikus)
El 17 de mayo de 2009, tras meses de desvarío, triste y solitario, el poeta del amor y del exilio muere a causa del asma, esa vieja enemiga que le había acompañado a lo largo de la vida y que le hacía odiar los frutos secos tanto como odiaba el pescado por las espinas que esconde. Se iba el poeta comprometido con su tiempo y con el mundo, siempre contemporáneo de su pueblo, el escritor que supo como pocos aunar en su obra la vida misma de su país y su problemática personal.
Benedetti fue un hombre extremadamente tímido que se lamentaba de la mala educación con que lo había tratado la vida. Era como un niño en busca de amparo, desconfiado de un pasado que lo había convertido en una especie de exiliado permanente, pero que sobrellevaba el pesimismo y el desencanto con grandes dosis de tenacidad y humor.
un pesimista
es sólo un optimista
bien informado
(Rincón de haikus)
Mario Benedetti ha sido uno de los escritores más fecundos y populares de América Latina. Un hombre de aspecto frágil y sencillo, de gesto y voz mesurada, que acercó a la gente su palabra despojada de solemnidad. Escribió, a contramano de las modas imperantes y de la crítica, historias que son las peripecias del hombre medio. Visitó todos los géneros literarios: la novela, el relato, el teatro, pero fue la poesía su género predilecto, el que marcó más intensamente su vocación y el más abundante y popular de su obra. Probablemente Benedetti sea el poeta más leído en nuestro idioma y, con toda seguridad, el más cantado.
Una antología de la poesía de Mario Benedetti
Los poemas seleccionados para esta antología lo han sido por razones exclusivamente personales y subjetivas, con la idea de mostrar un panorama global de la obra de Mario Benedetti al dictado exclusivo de mi gusto.
Lo más probable es que el lector versado en el poeta eche de menos poemas a su entender fundamentales y se encuentre con otros que a su modo ver son perfectamente prescindibles. Yo también lamento haber dejado algunos en el tintero, pero las dimensiones del volumen dictan su rigor.
No es fácil escoger lo más representativo entre la extensa obra de uno de los poetas más leídos en castellano, pero confío en que aquí estén representados todos los Benedettis que Mario cargaba en su mochila —el oficinista rutinario, el montevideano de clase media, el periodista comprometido, el viajero curioso, el militante de la patria doméstica, el exiliado y el desexiliado, y también el intelectual parcial, el luchador político y, por supuesto, el poeta minucioso y trabajador que nunca dejó de ser—, con la esperanza de que esta selección pueda resultarle tan útil al lector familiarizado con el mundo literario del poeta uruguayo como a aquel que llegue por primera vez a sus versos.
Sigue esta antología un orden cronológico, lo cual, en el caso de Benedetti, alguien en quien la vida y la obra poética caminaban al mismo paso, parecería el método más seguro y natural.
Internarse en su poesía equivale a seguirle los pasos a la peripecia humana de su autor y, por supuesto, a las circunstancias políticas y sociales que la fundamentan [...]. Buena parte de la biografía de Benedetti se encuentra tenaz y correlativamente replanteada en su poesía, tal vez como un procedimiento para conocerse mejor y para conocer también mejor a los demás.
José Manuel Caballero Bonald (prólogo a Antología poética, Madrid, Alianza, 1984)
Mario Benedetti fue, junto a Idea Vilariño, Juan Carlos Onetti e Ida Vitale, entre otros, uno de los exponentes más destacados de la llamada «generación crítica uruguaya». Hijo de inmigrantes de origen italiano, nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, Uruguay, población que debe su nombre y su origen a ser paso obligado por el que carretas y ganado vadeaban el río Negro de una a otra ribera.
mi padre se llamaba Brenno Mario Edmundo Renato
Nazareno Rafael Armando
y a mí me llamaron Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno
pero cuando ocho años después nació mi hermano ya
había crisis de nombres y sólo le llamaron Adolfo Raúl
(«Agenda», Adioses y bienvenidas)
A los dos años, la familia se trasladó a Tacuarembó y de ahí, cuando Mario tenía sólo cuatro, se instalaron en una Montevideo apacible, provinciana y doméstica que cobijó su infancia y que será el escenario de su vida y su literatura:
en el Deutsche Schule aprendí alemán
y a recibir derbe Ohrfeige (tr. bofetones) a la menor
rrtum (tr. equivocación)
cuando me ordenaron saludar a lo nazi
el viejo me sacó de una oreja
sin que yo asumiera mi terrible culpa [...]
después fui contable / vendedor de repuestos / corredor
de libros / cajero / sobre todo taquígrafo una profesión
entonces cotizada porque aún no habían nacido las
grabadoras
(«Agenda», Adioses y bienvenidas)
Viaja a Argentina, donde reside entre 1939 y 1941, para trabajar como taquígrafo para una editorial. Es entonces cuando, leyendo a Baldomero Fernández Moreno, descubre su vocación de poeta.
En 1945 inicia el largo y difícil camino literario tras integrarse en el equipo de redacción del semanario Marcha, en Montevideo, donde se convirtió en periodista junto al maestro Carlos Quijano. Al año siguiente se casa con Luz López Alegre, a la que conocía desde la niñez y que sería para siempre su compañera y la dueña de todos sus poemas de amor.
Tardé seis años en decírselo y ella un minuto y medio en aceptarlo [...]. Casarse con alguien que lleva una luz y la alegría en su nombre parece una buena inversión.
En su obra, siempre llena de compromiso social, no falta nunca la imprescindible presencia del amor, el tema más universal de la poesía; bálsamo o veneno, el amor, siempre un apogeo de las relaciones humanas.
Usted y yo sabemos
que en el fondo
el amor
el amor
es una cosa seria.
(«Interview», Poemas de hoyporhoy)
Generación tras generación, los enamorados colocaron en sus labios algunos de los versos aprendidos del poeta y los grabaron junto a sus nombres en las cortezas de los árboles de todos los parques. Las muchachas llenaron cuadernos con poemas de Benedetti y, desde el paredón de la fábrica, replicaba aquel que aprendimos huérfanos o en pareja y que aún hoy repetimos como una letanía. Esencias de un perfume que al sentirlo de nuevo nos devuelve el tiempo en que, felices o no, fuimos presente; versos que son sólo nuestros, que se hilvanan en la entretela del alma y que uno acaba amando como se ama a sí mismo.
quiero morir de siesta
muslo a tu muslo
boca a tu boca
para saber quién sos
(«Ay del sueño», Geografías)
Pero al tiempo que el amor, a lo largo de toda su vida, por razones literarias o personales, la nostalgia y el exilio estarán presentes en la obra de Benedetti. A veces la nostalgia provocará el exilio, y otras será el exilio el que avive la nostalgia.
La nostalgia que provoca el exilio
En sus dos primeros libros de poemas, Sólo mientras tanto y Poemas de la oficina, la nostalgia de una Montevideo cercana y a la vez remota y perdida será la que provoque el exilio interior del poeta a consecuencia de un personal desencuentro con un tiempo y una sociedad provinciana que le resultan mediocres y poco estimulantes.
Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.
(«Elegir mi paisaje», Sólo mientras tanto)
Con Benedetti llega al Río de la Plata el prosaísmo o realismo crítico, es decir, el acercamiento del habla coloquial y de la vida diaria a la escritura, la deliberada aproximación a la prosa, la construcción de una épica de lo cotidiano.
Era un escritor que rehuía los «grandes temas» y se acercaba a la gente común y corriente con delicadeza y ternura, a los oficinistas, los taquígrafos, los empleados del montón, las familias sin historia [...] con una prosa y unos versos sencillos, claros, directos, impecables. Era una voz nueva y sorprendente, sobre todo en la literatura de la época, porque rehuía el relumbrón y el aspaviento y transmitía sinceridad y limpieza moral.
Mario Vargas Llosa («Mario Benedetti: cien años», El País, 2019)
Poco a poco, los estímulos de la realidad empujan a Benedetti a una poesía en la que lo político y lo social se hacen más visibles y, como otros muchos intelectuales latinoamericanos, participa simultáneamente de la práctica política y del ejercicio de la literatura. La nostalgia montevideana del pasado será sustituida por la nostalgia de un futuro posible, fundamentada en un hecho histórico que resultó crucial para Latinoamérica: la revolución cubana. En esta sementera crecerá en adelante su poemario.
Hasta la eclosión de la Revolución en Cuba yo no era un tipo preocupado por lo que sucedía en América Latina y estaba absolutamente alienado a los problemas culturales europeos.
La visión del poeta será cada vez más dinámica y participativa. Se hace cargo no sólo de sus conflictos personales, sino también de aquellos que surgen en la sociedad y el mundo que le han tocado en suerte. Desde sus constantes estancias en el extranjero, verá el Uruguay con nostalgia, lo que confirma el amor que siente por su patria, de la que, paradójicamente, a cada regreso sentirá la irresistible necesidad de escapar.
Miré
admiré
traté de comprender
creo que en buena parte he comprendido
y es estupendo
todo es estupendo
sólo allá lejos puede uno saberlo
[...]
Pero ahora no me quedan más excusas
porque se vuelve aquí siempre
se vuelve.
(«Noción de patria», Noción de patria)
Llegaron años muy difíciles para América Latina. Tiempos de duros enfrentamientos y de brutal represión, presagio del horror que traerían las dictaduras que estaban por venir. El cuestionamiento del orden establecido hace que su poesía, como ocurre con otros escritos suyos más directos y polémicos, se torne «sospechosa».
El poeta participa activamente en política hasta que el 27 de junio de 1973 Juan María Bordaberry instaura en el país una dictadura cívico-militar que prohíbe los partidos políticos, ilegaliza los sindicatos y censura la prensa.
Se persigue y encarcela a los opositores al régimen.
Benedetti renuncia a su cargo en la Universidad y abandona Uruguay.
El exilio que provoca la nostalgia
Comienza un largo exilio de doce años que llevará a Benedetti a Buenos Aires, ciudad que también se ve obligado a abandonar tras ser amenazado de muerte por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), para viajar luego a Perú, de donde no tarda en ser deportado de nuevo a Buenos Aires.
El escritor que vive desgajado de su suelo y de su cielo, de sus cosas y de su gente no es alguien que aborda el exilio como un tema más, sino un exiliado que, además, escribe.
(«Dicen que la avenida está sin árboles», El País, 1982)
Ha llegado ahora el tiempo en el que el exilio provoca la nostalgia. El exilio que va a ser la temática fundamental de su poesía. El exilio que supone una mutilación no sólo para el desterrado sino también para el país que le ve partir.
Creo que mi ciudad ya no tiene consuelo
entre otras cosas porque me ha perdido
(«Ciudad en que no existo», La casa y el ladrillo)
Benedetti regresa a Cuba ahora como exiliado, y se reincorpora al Consejo de Dirección de Casa de las Américas hasta que en 1980 decide instalarse en Palma de Mallorca, porque, según él mismo dijo, la isla era uno de los lugares más baratos de España.
Mientras, este mismo año, al otro lado del mar, el Gobierno cívico-militar uruguayo convoca un plebiscito con el objetivo de crear una nueva Constitución que legitime el régimen, pero la propuesta fue rechazada por la población con casi un cincuenta y siete por ciento de los votos válidos en contra, lo que, a la postre, desencadenó el proceso de apertura democrática.
Por razones obvias
no fue
exactamente
una toma de conciencia
colectiva sino apenas la suma
de seiscientas mil
tomas de conciencia individuales
(«Tríptico del plebiscito», Viento del exilio)
A pesar de ello, durante los tres años siguientes, Mallorca seguirá siendo su residencia hasta que, en 1983, a causa del asma, decide trasladarse a Madrid.
Continúa fundando patrias interinas. Buenos Aires, Lima, La Habana y por último Madrid marcan su huella en él, sumando exilios y nostalgias propios y ajenos, pues sólo en los demás se reconoce uno mismo.
País lejos de mí / que está a mi lado
país no mío que ahora es mi contorno
[...]
acaso el tiempo enseñe
que ni esos muchos ni yo mismo somos
extranjeros recíprocos extraños
y que la grave extranjería es algo
curable o por lo menos llevadero
acaso el tiempo enseñe
que somos habitantes
de una comarca extraña
donde ya nadie quiere
decir país
no mío
(«Comarca extraña», Geografías)
Fue en Madrid, en su piso del barrio de Prosperidad, donde nos conocimos, y donde acordamos hacer un disco a cuatro manos. Canción a canción, a caballo entre Madrid y Barcelona, lo fuimos preparando con poemas elegidos de mutuo acuerdo que Mario corrigió y adaptó a rimas y ritmos más tradicionales para ser cantados. Eran versos publicados con anterioridad, a excepción de la canción que le da título al disco El sur también existe, escrita especialmente para la ocasión.
No toda la poesía vale para ser cantada ni todos los poetas sirven para escribir canciones, de la misma manera que detrás de un buen autor de canciones no hay necesariamente un buen poeta. Pero en el caso de Mario Benedetti, letrista de canciones por derecho y al tiempo buen poeta, entre poesía y canción no media una frontera clara.
Circulan más de doscientas versiones de canciones registradas con letra de Benedetti. Somos muchos los que, con mayor o menor fortuna, nos hemos atrevido a ponerle música y a cantar sus versos, unos por libre y otros con la complicidad del autor. A Mario le gustaba escuchar sus versos convertidos en canción porque apreciaba su importancia divulgadora y el valor de la música como soporte de la idea. En las canciones está presente todo su argumentario vital. Todo aquello que define su obra poética.
Entretanto, Benedetti sigue escribiendo. Sabe que la vuelta se acerca y su poemario se construye ahora como un tránsito entre el allá y el aquí, un itinerario que da cuenta de su estar en ninguna parte.
El desexilio
Desexilio es un término que acuñó el propio Benedetti para referirse a su vuelta al Uruguay; un regreso que plantea la confrontación de lo imaginado con la realidad, el dilema entre irse y quedarse.
El desexilio será un problema casi tan arduo como en su momento lo fue el exilio, y hasta puede que más complejo. [...] Se emigraba por varias razones, pero, sobre todo, para evitar la prisión y la tortura y, en definitiva, para salvar la vida. [...] El desexilio pasará a ser una decisión individual. [...]. Unos volverán y otros no, y cada uno tendrá sus razones, pero ¿hasta qué punto los que se quedaron o pudieron quedarse van a comprender el exilio cuando sepan todos sus datos? [...] ¿Y hasta qué punto los que regresen comprenderán ese país distinto que van a encontrar?
(El País, 1983)
Con la restauración de la democracia en 1985, Benedetti regresa a Uruguay. A partir de ese momento su vida transcurrirá entre Montevideo y Madrid.
En el exilio se trataba de mantener viva la memoria; en cambio ahora, en el desexilio, el poeta se enfrenta a sus propios recuerdos. En el exilio había habitado un territorio donde lo posible era real, y construía, a través del relato, un futuro más justo, más humano y solidario. Pero con la llegada del fin de siglo, se produce el descrédito social de los valores humanistas y los sueños son empujados hacia un paraje donde no cabe la esperanza ni la revolución. Sólo hay desencanto y la curiosa nostalgia del exilio en plena patria.
Más de una vez me siento expulsado y con ganas
de volver al exilio que me expulsa
y entonces me parece que ya no pertenezco
a ningún sitio
a nadie
¿será un indicio de que nunca más podré no ser un exiliado?
(«Pero vengo», Las soledades de Babel)
El regreso marca también la vuelta a sus orígenes poéticos. Y ahora, como entonces, será la nostalgia la que provoque el exilio. A partir de aquí, Benedetti resume buena parte de sus preocupaciones existenciales y estéticas en una suerte de demanda contra el olvido.
todo se hunde en la niebla del olvido
pero cuando la niebla se despeja
el olvido está lleno de memoria b («Ah las primicias», El olvido está lleno de memoria)
Cuando se fueron de Madrid, en 2003, ya Luz no escuchaba el teléfono, no sabía qué hacer con los recados. Él la cuidaba con una delicadeza incendiada por el aturdimiento. Esa mañana del regreso definitivo a Uruguay ella se dejó las llaves dentro de la casa. Era la metáfora de la despedida. Después de tantos viajes de ida y vuelta, tras el exilio y el desexilio, ya iba a ser Montevideo, de donde partió huyendo, el amparo final, el salto a la esperanza y al vacío. Y las llaves se quedaron en Madrid, ya no habría vuelta.
Juan Cruz («Érase una vez Mario Benedetti», El País, 2019)
Si en el crepúsculo
el sol era memoria
ya no me acuerdo
(Rincón de haikus)
El 17 de mayo de 2009, tras meses de desvarío, triste y solitario, el poeta del amor y del exilio muere a causa del asma, esa vieja enemiga que le había acompañado a lo largo de la vida y que le hacía odiar los frutos secos tanto como odiaba el pescado por las espinas que esconde. Se iba el poeta comprometido con su tiempo y con el mundo, siempre contemporáneo de su pueblo, el escritor que supo como pocos aunar en su obra la vida misma de su país y su problemática personal.
Benedetti fue un hombre extremadamente tímido que se lamentaba de la mala educación con que lo había tratado la vida. Era como un niño en busca de amparo, desconfiado de un pasado que lo había convertido en una especie de exiliado permanente, pero que sobrellevaba el pesimismo y el desencanto con grandes dosis de tenacidad y humor.
un pesimista
es sólo un optimista
bien informado
(Rincón de haikus)
Mario Benedetti ha sido uno de los escritores más fecundos y populares de América Latina. Un hombre de aspecto frágil y sencillo, de gesto y voz mesurada, que acercó a la gente su palabra despojada de solemnidad. Escribió, a contramano de las modas imperantes y de la crítica, historias que son las peripecias del hombre medio. Visitó todos los géneros literarios: la novela, el relato, el teatro, pero fue la poesía su género predilecto, el que marcó más intensamente su vocación y el más abundante y popular de su obra. Probablemente Benedetti sea el poeta más leído en nuestro idioma y, con toda seguridad, el más cantado.
Joan Manuel Serrat
sábado, 1 de agosto de 2020
_- Luis de Góngora
_- Luis de Góngora, de su Polifemo.
«¡Oh bella Galatea, más suave que los claveles que tronchó la aurora; blanca, más que las plumas de aquel ave que dulce muere y en las aguas mora;
«¡Oh bella Galatea, más suave que los claveles que tronchó la aurora; blanca, más que las plumas de aquel ave que dulce muere y en las aguas mora;
miércoles, 1 de abril de 2020
Abril es el mes más cruel, T. S. Eliot, 1922
April is the cruellest month, breeding / Lilacs out of the dead land, mixing / Memory and desire, stirring / Dull roots with spring rain. (T. S. Eliot, 1922).
Abril es el mes más cruel: engendra / lilas de la tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces con lluvias primaverales. (Agustín Bartra, 1977).
Abril es el mes más cruel, hace brotar / lilas en tierra muerta, mezcla / memoria y deseo, remueve / lentas raíces con lluvia primaveral. (Juan Malpartida, 2001).
Abril es el más cruel de los meses, pues engendra / lilas en el campo muerto, confunde / memoria y deseo, revive / yertas raíces con lluvia de primavera. (Andreu Jaume, 2015).
Fuente: El País.
Abril es el mes más cruel: engendra / lilas de la tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces con lluvias primaverales. (Agustín Bartra, 1977).
Abril es el mes más cruel, hace brotar / lilas en tierra muerta, mezcla / memoria y deseo, remueve / lentas raíces con lluvia primaveral. (Juan Malpartida, 2001).
Abril es el más cruel de los meses, pues engendra / lilas en el campo muerto, confunde / memoria y deseo, revive / yertas raíces con lluvia de primavera. (Andreu Jaume, 2015).
Fuente: El País.
viernes, 24 de enero de 2020
NIEVE DE VERANO. Nuevos poemas. Por Robert Hass. NYT
SUMMER SNOW
New Poems
By Robert Hass
Poetry has a way of waiting for its readers to catch up with it. For a long time, I avoided the poetry of Robert Hass. In 1997, as I was starting college, he was finishing his term as United States poet laureate, the most famous poet in America. Poetry was still a very new and subversive revelation to me — I was all about poems that were funny, pissed off and right to the point, or so I thought. What did I want with Hass, a guy my dad’s age who wrote about nature, family and maybe politics, slow subjects to my racing mind.
Now, Hass is almost 80 and I am entering middle age; I’ve got two kids, have had my brushes with fortune and misfortune, am deeply angry and dismayed about the state of America, and I find that Hass’s poems move at exactly the speed I need and make a hell of a lot of sense. He writes poetry for grown-ups, and, alas, I have become one.
“Summer Snow,” Hass’s first gathering of new poems since 2010’s “The Apple Trees at Olema: New and Selected Poems,” is a book that looks meaningfully back on the long life it took to write it. It recalls and mourns lost mentors and friends, rounds up decades of memories (“That voice, coming to me / Across forty years”), and rages in a quiet way against America’s long-held warmongering habits (“The drones themselves are startling”). Over almost 200 pages of new poems, Hass checks in with himself and his readers, as though he’s providing a public update on his private thoughts in sequences of linked poems, sometimes dubbed “Notebooks” or “Notes”; fireside chats with titles that tell you exactly what they’re about (“An Argument About Poetics Imagined at Squaw Valley After a Night Walk Under the Mountain”); and a handful of lyrics and incantatory songs (“In the dream the woman in the elevator took out her eye. / It was a moon in the dream”). It’s a big book, but never feels exhaustive or overstuffed. Some may find that Hass has grown too comfy in his effusive style and his old lefty politics, but to me it all sounds like mastery, like singular virtuosity attained on a very popular instrument — common American speech.
Hass has always been a talky poet. His poems operate by digression, veering off of subjects as seemingly innocuous as rain, flowers, Los Angeles (“the dry riverbed of some ancient river / grown from a little northernmost outpost / of the Spanish empire”), and “pictures of wooly mammoths and saber-toothed tigers.” Almost without meaning to — or seeming to mean to — he winds his way to lines like this, from “A Talk at Sewanee,” a poem that consists of a recalled (and most likely embellished) lecture given by the novelist Ellen Douglas: “It’s brutal, the way some lives / Seem to work and some don’t.” The value and the power of this line aren’t in its revelation of an obvious truth, but in the depths of empathy indicated in the tone. The unthinking cruelty of fate is too vast and unfathomable to summarize or explain, so Hass just sits with it with us, aghast, stumped and sad, but also unwilling to leave us behind or be left alone with all that weight.
These poems confront mortality — or what Hass calls “Life in its exuberance rushing straight uphill toward death” — on almost every page. “Summer Snow” is rife with elegies. It’s something of a Who’s Who of great writers who have died in recent decades: fiction writers including Ellen Douglas and Ursula K. Le Guin (who was also a poet), and poets including Tomaz Salamun, Stanley Kunitz and especially Hass’s longtime friend, the Nobel laureate Czeslaw Milosz, whose poems Hass helped translate.
Death is poet catnip: Mention it in a poem and suddenly everything is dramatic and important, which is one reason young poets pour death onto their poems like salt onto flavorless food — it ratchets up the stakes real quick. And not all poets grow up and out of this habit, even if they grow old. What I mean is that many poets never learn how to articulate death’s banality, one of the main subjects of “Summer Snow.”
The part of this book I keep coming back to, which won’t let go of me, is a group of six poems gathered under the header “Patches of Snow in July” that meditate on the experience of death at various life stages. With simple, descriptive titles like “Death in Infancy” and “Those Who Die in Their Twenties,” these pieces are stunned gasps of empathy, reaching far into other lives. “Almost as if one should not speak of it, / who has not, as a parent, had the shock of it. / Too late to tell them that life is a breath,” Hass writes of parents who have watched an infant die. Hass recalls meeting “a solemn and delicate little boy” who died in childhood who “had learned to look at things. / Also to treat information with great seriousness / … The hole in his heart was not what killed him; / it was the way that his lungs had to labor / because of the defect.” Of poets who die in middle age, he says, “All of them suddenly become the work / they managed to get done.” Yes, life is a breath, and what kills us is never actually what kills us, and the fabric of our days dissolves, leaving only paltry lists of achievements.
Of course I had no idea what Hass was talking about when I was 20, no idea that he had anything to offer me. But he does now, and when I return to this book in 20 years, or in 40 if I’m so lucky, it will still be waiting for me, with something new to say.
SUMMER SNOW
New Poems
By Robert Hass
NIEVE DE VERANO
Nuevos poemas
Por Robert Hass
La poesía tiene una forma de esperar a que sus lectores la alcancen. Durante mucho tiempo evité la poesía de Robert Hass. En 1997, cuando comenzaba la universidad, estaba terminando su mandato como poeta laureado de los Estados Unidos, el poeta más famoso de América. La poesía seguía siendo una revelación muy nueva y subversiva para mí: me refería a poemas que eran divertidos, cabreados y al grano, o eso pensaba. ¿Qué quería con Hass, un chico de la edad de mi padre que escribió sobre naturaleza, familia y tal vez política, temas lentos para mi mente acelerada?
Ahora, Hass tiene casi 80 años y estoy entrando en la mediana edad; Tengo dos hijos, he tenido problemas con la fortuna y la desgracia, estoy profundamente enojado y consternado por el estado de América, y descubro que los poemas de Hass se mueven exactamente a la velocidad que necesito y tienen mucho sentido. Escribe poesía para adultos y, por desgracia, me he convertido en uno.
"Summer Snow", la primera reunión de nuevos poemas de Hass desde "Los manzanos de Olema en 2010: poemas nuevos y seleccionados", es un libro que recuerda significativamente la larga vida que llevó escribirlo. Recuerda y llora a mentores y amigos perdidos, reúne décadas de recuerdos ("Esa voz, viniendo a mí / A lo largo de cuarenta años"), y se enfurece de manera silenciosa contra los hábitos de guerra de larga data de Estados Unidos ("Los drones mismos son sorprendentes" ) En casi 200 páginas de nuevos poemas, Hass se registra consigo mismo y con sus lectores, como si estuviera proporcionando una actualización pública de sus pensamientos privados en secuencias de poemas vinculados, a veces denominados "Cuadernos" o "Notas"; chats junto al fuego con títulos que le dicen exactamente de qué se tratan ("Un argumento sobre la poética imaginada en Squaw Valley después de una caminata nocturna bajo la montaña"); y un puñado de letras y canciones encantadoras ("En el sueño, la mujer en el ascensor sacó su ojo. / Era una luna en el sueño"). Es un libro grande, pero nunca se siente exhaustivo o sobrecargado. Algunos pueden encontrar que Hass se ha vuelto demasiado cómodo en su estilo efusivo y su vieja política zurda, pero para mí todo suena como dominio, como un virtuosismo singular alcanzado en un instrumento muy popular: el discurso estadounidense común.
Hass siempre ha sido un poeta parlanchín. Sus poemas operan por digresión, desviándose de temas aparentemente inocuos como la lluvia, las flores, Los Ángeles ("el lecho seco de un río antiguo / crecido de un pequeño puesto más al norte / del imperio español"), y "imágenes de mamuts lanudos y tigres con dientes de sable ". Casi sin querer, o pareciendo querer decirlo, se dirige a líneas como esta, de" A Talk at Sewanee ", un poema que consiste en una conferencia recordada (y muy probablemente adornada). por la novelista Ellen Douglas: "Es brutal, la forma en que algunos viven / Parecen funcionar y otros no". El valor y el poder de esta línea no están en su revelación de una verdad obvia, sino en la profundidad de la empatía. indicado en el tono. La crueldad irreflexiva del destino es demasiado vasta e insondable para resumir o explicar, por lo que Hass simplemente se sienta con nosotros, horrorizado, perplejo y triste, pero también no está dispuesto a dejarnos atrás o quedarse solo con todo ese peso.
Estos poemas confrontan la mortalidad, o lo que Hass llama "La vida en su exuberancia corriendo cuesta arriba hacia la muerte", en casi todas las páginas. "Summer Snow" está plagada de elegías. Es una especie de Quién es Quién de los grandes escritores que han muerto en las últimas décadas: escritores de ficción como Ellen Douglas y Ursula K. Le Guin (quien también fue poeta), y poetas como Tomaz Salamun, Stanley Kunitz y especialmente el viejo amigo de Hass, el Premio Nobel Czeslaw Milosz, cuyos poemas Hass ayudó a traducir.
La muerte es popa: menciona en un poema y de repente todo es dramático e importante, razón por la cual los poetas jóvenes vierten la muerte en sus poemas como la sal en la comida sin sabor: aumenta las apuestas muy rápido. Y no todos los poetas crecen y abandonan este hábito, incluso si envejecen. Lo que quiero decir es que muchos poetas nunca aprenden a articular la banalidad de la muerte, uno de los temas principales de "Summer Snow".
La parte de este libro a la que sigo volviendo, que no me dejará ir, es un grupo de seis poemas reunidos bajo el encabezado "Parches de nieve en julio" que meditan sobre la experiencia de la muerte en varias etapas de la vida. Con títulos simples y descriptivos como "Muerte en la infancia" y "Aquellos que mueren en sus veintes", estas piezas son boquiabiertos de empatía, que llegan hasta otras vidas. “Casi como si uno no debería hablar de eso, / quien no, como padre, tuvo la conmoción. / Demasiado tarde para decirles que la vida es un respiro ”, escribe Hass sobre los padres que han visto morir a un bebé. Hass recuerda haber conocido a "un niño pequeño solemne y delicado" que murió en la infancia y que "había aprendido a mirar las cosas". / También para tratar la información con gran seriedad / ... El agujero en su corazón no fue lo que lo mató; / fue la forma en que sus pulmones tuvieron que trabajar / debido a la defecación
De los poetas que mueren en la mediana edad, dice: "Todos de repente se convierten en el trabajo / lograron hacer". Sí, la vida es un aliento, y lo que nos mata nunca es lo que realmente nos mata, y la estructura de nuestro días se disuelve, dejando solo insignificantes listas de logros.
Por supuesto, no tenía idea de qué estaba hablando Hass cuando tenía 20 años, ni idea de que tenía algo que ofrecerme. Pero lo hace ahora, y cuando vuelva a este libro en 20 años, o en 40 si tengo tanta suerte, todavía me estará esperando, con algo nuevo que decir.
https://www.nytimes.com/2020/01/07/books/review/robert-hass-summer-snow-new-poems.html
New Poems
By Robert Hass
Poetry has a way of waiting for its readers to catch up with it. For a long time, I avoided the poetry of Robert Hass. In 1997, as I was starting college, he was finishing his term as United States poet laureate, the most famous poet in America. Poetry was still a very new and subversive revelation to me — I was all about poems that were funny, pissed off and right to the point, or so I thought. What did I want with Hass, a guy my dad’s age who wrote about nature, family and maybe politics, slow subjects to my racing mind.
Now, Hass is almost 80 and I am entering middle age; I’ve got two kids, have had my brushes with fortune and misfortune, am deeply angry and dismayed about the state of America, and I find that Hass’s poems move at exactly the speed I need and make a hell of a lot of sense. He writes poetry for grown-ups, and, alas, I have become one.
“Summer Snow,” Hass’s first gathering of new poems since 2010’s “The Apple Trees at Olema: New and Selected Poems,” is a book that looks meaningfully back on the long life it took to write it. It recalls and mourns lost mentors and friends, rounds up decades of memories (“That voice, coming to me / Across forty years”), and rages in a quiet way against America’s long-held warmongering habits (“The drones themselves are startling”). Over almost 200 pages of new poems, Hass checks in with himself and his readers, as though he’s providing a public update on his private thoughts in sequences of linked poems, sometimes dubbed “Notebooks” or “Notes”; fireside chats with titles that tell you exactly what they’re about (“An Argument About Poetics Imagined at Squaw Valley After a Night Walk Under the Mountain”); and a handful of lyrics and incantatory songs (“In the dream the woman in the elevator took out her eye. / It was a moon in the dream”). It’s a big book, but never feels exhaustive or overstuffed. Some may find that Hass has grown too comfy in his effusive style and his old lefty politics, but to me it all sounds like mastery, like singular virtuosity attained on a very popular instrument — common American speech.
Hass has always been a talky poet. His poems operate by digression, veering off of subjects as seemingly innocuous as rain, flowers, Los Angeles (“the dry riverbed of some ancient river / grown from a little northernmost outpost / of the Spanish empire”), and “pictures of wooly mammoths and saber-toothed tigers.” Almost without meaning to — or seeming to mean to — he winds his way to lines like this, from “A Talk at Sewanee,” a poem that consists of a recalled (and most likely embellished) lecture given by the novelist Ellen Douglas: “It’s brutal, the way some lives / Seem to work and some don’t.” The value and the power of this line aren’t in its revelation of an obvious truth, but in the depths of empathy indicated in the tone. The unthinking cruelty of fate is too vast and unfathomable to summarize or explain, so Hass just sits with it with us, aghast, stumped and sad, but also unwilling to leave us behind or be left alone with all that weight.
These poems confront mortality — or what Hass calls “Life in its exuberance rushing straight uphill toward death” — on almost every page. “Summer Snow” is rife with elegies. It’s something of a Who’s Who of great writers who have died in recent decades: fiction writers including Ellen Douglas and Ursula K. Le Guin (who was also a poet), and poets including Tomaz Salamun, Stanley Kunitz and especially Hass’s longtime friend, the Nobel laureate Czeslaw Milosz, whose poems Hass helped translate.
Death is poet catnip: Mention it in a poem and suddenly everything is dramatic and important, which is one reason young poets pour death onto their poems like salt onto flavorless food — it ratchets up the stakes real quick. And not all poets grow up and out of this habit, even if they grow old. What I mean is that many poets never learn how to articulate death’s banality, one of the main subjects of “Summer Snow.”
The part of this book I keep coming back to, which won’t let go of me, is a group of six poems gathered under the header “Patches of Snow in July” that meditate on the experience of death at various life stages. With simple, descriptive titles like “Death in Infancy” and “Those Who Die in Their Twenties,” these pieces are stunned gasps of empathy, reaching far into other lives. “Almost as if one should not speak of it, / who has not, as a parent, had the shock of it. / Too late to tell them that life is a breath,” Hass writes of parents who have watched an infant die. Hass recalls meeting “a solemn and delicate little boy” who died in childhood who “had learned to look at things. / Also to treat information with great seriousness / … The hole in his heart was not what killed him; / it was the way that his lungs had to labor / because of the defect.” Of poets who die in middle age, he says, “All of them suddenly become the work / they managed to get done.” Yes, life is a breath, and what kills us is never actually what kills us, and the fabric of our days dissolves, leaving only paltry lists of achievements.
Of course I had no idea what Hass was talking about when I was 20, no idea that he had anything to offer me. But he does now, and when I return to this book in 20 years, or in 40 if I’m so lucky, it will still be waiting for me, with something new to say.
SUMMER SNOW
New Poems
By Robert Hass
NIEVE DE VERANO
Nuevos poemas
Por Robert Hass
La poesía tiene una forma de esperar a que sus lectores la alcancen. Durante mucho tiempo evité la poesía de Robert Hass. En 1997, cuando comenzaba la universidad, estaba terminando su mandato como poeta laureado de los Estados Unidos, el poeta más famoso de América. La poesía seguía siendo una revelación muy nueva y subversiva para mí: me refería a poemas que eran divertidos, cabreados y al grano, o eso pensaba. ¿Qué quería con Hass, un chico de la edad de mi padre que escribió sobre naturaleza, familia y tal vez política, temas lentos para mi mente acelerada?
Ahora, Hass tiene casi 80 años y estoy entrando en la mediana edad; Tengo dos hijos, he tenido problemas con la fortuna y la desgracia, estoy profundamente enojado y consternado por el estado de América, y descubro que los poemas de Hass se mueven exactamente a la velocidad que necesito y tienen mucho sentido. Escribe poesía para adultos y, por desgracia, me he convertido en uno.
"Summer Snow", la primera reunión de nuevos poemas de Hass desde "Los manzanos de Olema en 2010: poemas nuevos y seleccionados", es un libro que recuerda significativamente la larga vida que llevó escribirlo. Recuerda y llora a mentores y amigos perdidos, reúne décadas de recuerdos ("Esa voz, viniendo a mí / A lo largo de cuarenta años"), y se enfurece de manera silenciosa contra los hábitos de guerra de larga data de Estados Unidos ("Los drones mismos son sorprendentes" ) En casi 200 páginas de nuevos poemas, Hass se registra consigo mismo y con sus lectores, como si estuviera proporcionando una actualización pública de sus pensamientos privados en secuencias de poemas vinculados, a veces denominados "Cuadernos" o "Notas"; chats junto al fuego con títulos que le dicen exactamente de qué se tratan ("Un argumento sobre la poética imaginada en Squaw Valley después de una caminata nocturna bajo la montaña"); y un puñado de letras y canciones encantadoras ("En el sueño, la mujer en el ascensor sacó su ojo. / Era una luna en el sueño"). Es un libro grande, pero nunca se siente exhaustivo o sobrecargado. Algunos pueden encontrar que Hass se ha vuelto demasiado cómodo en su estilo efusivo y su vieja política zurda, pero para mí todo suena como dominio, como un virtuosismo singular alcanzado en un instrumento muy popular: el discurso estadounidense común.
Hass siempre ha sido un poeta parlanchín. Sus poemas operan por digresión, desviándose de temas aparentemente inocuos como la lluvia, las flores, Los Ángeles ("el lecho seco de un río antiguo / crecido de un pequeño puesto más al norte / del imperio español"), y "imágenes de mamuts lanudos y tigres con dientes de sable ". Casi sin querer, o pareciendo querer decirlo, se dirige a líneas como esta, de" A Talk at Sewanee ", un poema que consiste en una conferencia recordada (y muy probablemente adornada). por la novelista Ellen Douglas: "Es brutal, la forma en que algunos viven / Parecen funcionar y otros no". El valor y el poder de esta línea no están en su revelación de una verdad obvia, sino en la profundidad de la empatía. indicado en el tono. La crueldad irreflexiva del destino es demasiado vasta e insondable para resumir o explicar, por lo que Hass simplemente se sienta con nosotros, horrorizado, perplejo y triste, pero también no está dispuesto a dejarnos atrás o quedarse solo con todo ese peso.
Estos poemas confrontan la mortalidad, o lo que Hass llama "La vida en su exuberancia corriendo cuesta arriba hacia la muerte", en casi todas las páginas. "Summer Snow" está plagada de elegías. Es una especie de Quién es Quién de los grandes escritores que han muerto en las últimas décadas: escritores de ficción como Ellen Douglas y Ursula K. Le Guin (quien también fue poeta), y poetas como Tomaz Salamun, Stanley Kunitz y especialmente el viejo amigo de Hass, el Premio Nobel Czeslaw Milosz, cuyos poemas Hass ayudó a traducir.
La muerte es popa: menciona en un poema y de repente todo es dramático e importante, razón por la cual los poetas jóvenes vierten la muerte en sus poemas como la sal en la comida sin sabor: aumenta las apuestas muy rápido. Y no todos los poetas crecen y abandonan este hábito, incluso si envejecen. Lo que quiero decir es que muchos poetas nunca aprenden a articular la banalidad de la muerte, uno de los temas principales de "Summer Snow".
La parte de este libro a la que sigo volviendo, que no me dejará ir, es un grupo de seis poemas reunidos bajo el encabezado "Parches de nieve en julio" que meditan sobre la experiencia de la muerte en varias etapas de la vida. Con títulos simples y descriptivos como "Muerte en la infancia" y "Aquellos que mueren en sus veintes", estas piezas son boquiabiertos de empatía, que llegan hasta otras vidas. “Casi como si uno no debería hablar de eso, / quien no, como padre, tuvo la conmoción. / Demasiado tarde para decirles que la vida es un respiro ”, escribe Hass sobre los padres que han visto morir a un bebé. Hass recuerda haber conocido a "un niño pequeño solemne y delicado" que murió en la infancia y que "había aprendido a mirar las cosas". / También para tratar la información con gran seriedad / ... El agujero en su corazón no fue lo que lo mató; / fue la forma en que sus pulmones tuvieron que trabajar / debido a la defecación
De los poetas que mueren en la mediana edad, dice: "Todos de repente se convierten en el trabajo / lograron hacer". Sí, la vida es un aliento, y lo que nos mata nunca es lo que realmente nos mata, y la estructura de nuestro días se disuelve, dejando solo insignificantes listas de logros.
Por supuesto, no tenía idea de qué estaba hablando Hass cuando tenía 20 años, ni idea de que tenía algo que ofrecerme. Pero lo hace ahora, y cuando vuelva a este libro en 20 años, o en 40 si tengo tanta suerte, todavía me estará esperando, con algo nuevo que decir.
https://www.nytimes.com/2020/01/07/books/review/robert-hass-summer-snow-new-poems.html
miércoles, 1 de enero de 2020
_- Jacques Prevert, Cet amour. Este amor
_- Cet amour
Cet amour
Si violent
Si fragile
Si tendre
Si désespéré
Cet amour
Beau comme le jour
Et mauvais comme le temps
Quand le temps est mauvais
Cet amour si vrai
Cet amour si beau
Si heureux
Si joyeux
Et si dérisoire
Tremblant de peur comme un enfant dans le noir
Et si sûr de lui
Comme un homme tranquille au milieu de la nuit
Cet amour qui faisait peur aux autres
Qui les faisait parler
Qui les faisait blêmir
Cet amour guetté
Parce que nous le guettions
Traqué blessé piétiné achevé nié oublié
Parce que nous l’avons traqué blessé piétiné achevé nié oublié
Cet amour tout entier
Si vivant encore
Et tout ensoleillé
C’est le tien
C’est le mien
Celui qui a été
Cette chose toujours nouvelle
Et qui n’a pas changé
Aussi vrai qu’une plante
Aussi tremblante qu’un oiseau
Aussi chaude aussi vivant que l’été
Nous pouvons tous les deux
Aller et revenir
Nous pouvons oublier
Et puis nous rendormir
Nous réveiller souffrir vieillir
Nous endormir encore
Rêver à la mort,
Nous éveiller sourire et rire
Et rajeunir
Notre amour reste là
Têtu comme une bourrique
Vivant comme le désir
Cruel comme la mémoire
Bête comme les regrets
Tendre comme le souvenir
Froid comme le marbre
Beau comme le jour
Fragile comme un enfant
Il nous regarde en souriant
Et il nous parle sans rien dire
Et moi je l’écoute en tremblant
Et je crie
Je crie pour toi
Je crie pour moi
Je te supplie
Pour toi pour moi et pour tous ceux qui s’aiment
Et qui se sont aimés
Oui je lui crie
Pour toi pour moi et pour tous les autres
Que je ne connais pas
Reste là
Lá où tu es
Lá où tu étais autrefois
Reste là
Ne bouge pas
Ne t’en va pas
Nous qui nous sommes aimés
Nous t’avons oublié
Toi ne nous oublie pas
Nous n’avions que toi sur la terre
Ne nous laisse pas devenir froids
Beaucoup plus loin toujours
Et n’importe où
Donne-nous signe de vie
Beaucoup plus tard au coin d’un bois
Dans la forêt de la mémoire
Surgis soudain
Tends-nous la main
Et sauve-nous.
https://genius.com/artists/Jacques-prevert
Este amor
Este amor
Tan violento
Tan frágil
Tan tierno
Tan desesperado
Este amor
Hermoso como el día
Y malo como el tiempo
Cuando hace mal tiempo
Este verdadero amor
Este hermoso amor
Tan feliz
Muy contento
Y tan risueño
Temblando de miedo
como un niño en la oscuridad
Y tan seguro de sí mismo
Como un hombre tranquilo en medio de la noche
Este amor que asustó a otros
Que los hizo hablar
Que los hizo palidecer
Este amor visto
Porque estábamos viendo
Golpeado herido pisoteado acabado negado olvidado
Porque golpeado heridos pisoteados acabado negado olvidado
Todo este amor
Tan vivo todavía
Y todo soleado
Es el tuyo
Es el mio
Que fue
Esta siempre nueva cosa
Y que no ha cambiado
Tan cierto como una planta
Tembloroso como un pájaro
Tan cálido
tan vivo como el verano
Ambos podemos ir y volver
Podemos olvidar
Y luego volvemos a dormir
Despertar sufrir envejecer
quedarnos dormidos de nuevo
Soñar con la muerte
Despertarnos sonreir y reir
Y rejuvenecer
Nuestro amor sigue ahí
Terco como un borrico
Vivo como el deseo
Cruel como la memoria
Bestia como el arrepentimiento
Tierno como el recuerdo
Frío como el mármol
Hermoso como el día
Frágil como un niño
Nos mira sonriendo
Y nos habla sin decir nada.
Y lo escucho temblar
Y lloro por ti
Lloro por mi
Te suplico
Por ti por mí y por todos los que se aman
Y que se han amado
Sí, le grito
Por ti por mí y por todos los demás
Que no conozco
Quédate ahí
Donde estas
Donde estuviste una vez
Quédate ahí
No te muevas
No te vayas
Los que nos amamos
Te hemos olvidado
Tu no nos olvides
Solo te tenemos a ti en la tierra
No nos dejes enfriar
Mucho más aún
Y en cualquier lugar
Danos una señal de vida
Mucho después en la esquina de un bosque.
En el jardín de la memoria
De pronto
Extiende tu mano
Y sálvanos.
Cet amour
Si violent
Si fragile
Si tendre
Si désespéré
Cet amour
Beau comme le jour
Et mauvais comme le temps
Quand le temps est mauvais
Cet amour si vrai
Cet amour si beau
Si heureux
Si joyeux
Et si dérisoire
Tremblant de peur comme un enfant dans le noir
Et si sûr de lui
Comme un homme tranquille au milieu de la nuit
Cet amour qui faisait peur aux autres
Qui les faisait parler
Qui les faisait blêmir
Cet amour guetté
Parce que nous le guettions
Traqué blessé piétiné achevé nié oublié
Parce que nous l’avons traqué blessé piétiné achevé nié oublié
Cet amour tout entier
Si vivant encore
Et tout ensoleillé
C’est le tien
C’est le mien
Celui qui a été
Cette chose toujours nouvelle
Et qui n’a pas changé
Aussi vrai qu’une plante
Aussi tremblante qu’un oiseau
Aussi chaude aussi vivant que l’été
Nous pouvons tous les deux
Aller et revenir
Nous pouvons oublier
Et puis nous rendormir
Nous réveiller souffrir vieillir
Nous endormir encore
Rêver à la mort,
Nous éveiller sourire et rire
Et rajeunir
Notre amour reste là
Têtu comme une bourrique
Vivant comme le désir
Cruel comme la mémoire
Bête comme les regrets
Tendre comme le souvenir
Froid comme le marbre
Beau comme le jour
Fragile comme un enfant
Il nous regarde en souriant
Et il nous parle sans rien dire
Et moi je l’écoute en tremblant
Et je crie
Je crie pour toi
Je crie pour moi
Je te supplie
Pour toi pour moi et pour tous ceux qui s’aiment
Et qui se sont aimés
Oui je lui crie
Pour toi pour moi et pour tous les autres
Que je ne connais pas
Reste là
Lá où tu es
Lá où tu étais autrefois
Reste là
Ne bouge pas
Ne t’en va pas
Nous qui nous sommes aimés
Nous t’avons oublié
Toi ne nous oublie pas
Nous n’avions que toi sur la terre
Ne nous laisse pas devenir froids
Beaucoup plus loin toujours
Et n’importe où
Donne-nous signe de vie
Beaucoup plus tard au coin d’un bois
Dans la forêt de la mémoire
Surgis soudain
Tends-nous la main
Et sauve-nous.
https://genius.com/artists/Jacques-prevert
Este amor
Este amor
Tan violento
Tan frágil
Tan tierno
Tan desesperado
Este amor
Hermoso como el día
Y malo como el tiempo
Cuando hace mal tiempo
Este verdadero amor
Este hermoso amor
Tan feliz
Muy contento
Y tan risueño
Temblando de miedo
como un niño en la oscuridad
Y tan seguro de sí mismo
Como un hombre tranquilo en medio de la noche
Este amor que asustó a otros
Que los hizo hablar
Que los hizo palidecer
Este amor visto
Porque estábamos viendo
Golpeado herido pisoteado acabado negado olvidado
Porque golpeado heridos pisoteados acabado negado olvidado
Todo este amor
Tan vivo todavía
Y todo soleado
Es el tuyo
Es el mio
Que fue
Esta siempre nueva cosa
Y que no ha cambiado
Tan cierto como una planta
Tembloroso como un pájaro
Tan cálido
tan vivo como el verano
Ambos podemos ir y volver
Podemos olvidar
Y luego volvemos a dormir
Despertar sufrir envejecer
quedarnos dormidos de nuevo
Soñar con la muerte
Despertarnos sonreir y reir
Y rejuvenecer
Nuestro amor sigue ahí
Terco como un borrico
Vivo como el deseo
Cruel como la memoria
Bestia como el arrepentimiento
Tierno como el recuerdo
Frío como el mármol
Hermoso como el día
Frágil como un niño
Nos mira sonriendo
Y nos habla sin decir nada.
Y lo escucho temblar
Y lloro por ti
Lloro por mi
Te suplico
Por ti por mí y por todos los que se aman
Y que se han amado
Sí, le grito
Por ti por mí y por todos los demás
Que no conozco
Quédate ahí
Donde estas
Donde estuviste una vez
Quédate ahí
No te muevas
No te vayas
Los que nos amamos
Te hemos olvidado
Tu no nos olvides
Solo te tenemos a ti en la tierra
No nos dejes enfriar
Mucho más aún
Y en cualquier lugar
Danos una señal de vida
Mucho después en la esquina de un bosque.
En el jardín de la memoria
De pronto
Extiende tu mano
Y sálvanos.
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