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lunes, 11 de julio de 2022

Cómo China logró reducir casi a la mitad la contaminación del aire en 7 años

Fotografías en las que una densa capa de contaminación no deja ver el sol en pleno día eran habituales la pasada década en China. Ya no.

El país redujo la cantidad de partículas dañinas en el aire un 40% entre 2013 y 2020, según el informe presentado en junio por el Instituto de Política Energética (EPIC) de la Universidad de Chicago, que realiza mediciones satelitales.

Es el mayor descenso de polución en el ambiente en un país en un lapso tan corto.

De hecho, a Estados Unidos le llevó tres décadas alcanzar un objetivo similar desde la histórica Ley de Aire Limpio de 1970.

¿Cómo lo ha logrado China en tan poco tiempo?

Al borde de lo irrespirable
Para responder a esa pregunta primero nos tenemos que remontar a 2013, cuando la contaminación del aire en el país asiático alcanzaba niveles extremos.

Ese año (2013) China registró un promedio de 52,4 microgramos (µg) por metro cúbico (m3) de partículas contaminantes PM2.5, diez veces más que el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la actualidad.

Las partículas finas PM2.5, que provienen de la combustión de materiales o combustibles fósiles, son muy dañinas para la salud por su alta capacidad de penetración en las vías respiratorias.

"En aquel momento Pekín experimentó lo que llamamos un 'airpocalipsis', con eventos de contaminación extrema que concienciaron a la gente sobre el problema", explica a BBC Mundo Christa Hasenkopf, directora de programas de calidad del aire del EPIC y coautora del estudio.

Ante la gravedad de la situación, el gobierno chino declaró la guerra a la polución del aire.

A finales de 2013 activó el Plan de Acción Nacional de Calidad del Aire para reducir la contaminación en un período de cuatro años con un generoso presupuesto de US$ 270.000 millones, a los que se sumaron otros US$ 120.000 del ayuntamiento de Pekín.

La batalla contra el carbón
Ese plan fijó objetivos específicos para reducir la polución un 35% en los siguientes cuatro años.

Y el enemigo número uno fue precisamente el mineral que hizo posible la rápida industrialización china desde el último cuarto del siglo XX y principal fuente de energía del país: el carbón.

El gobierno prohibió la construcción de nuevas plantas de carbón en las ciudades y regiones más contaminadas y forzó a las existentes a reducir emisiones o cambiarse al gas natural.

Solo en 2017 se clausuraron 27 minas de carbón en la provincia de Shanxi, la mayor productora de este mineral en China.

En enero de 2018 cerró la última planta de carbón en Pekín, mientras el gobierno chino canceló los planes de construcción de otras 103 centrales.

Aunque el carbón sigue siendo la principal fuente de electricidad de China, ha pasado del 67,4% de la producción total en 2013 al 56,8% en 2020, según datos oficiales del país.

Para compensar la descarbonización, el gobierno chino también aumentó la generación de energía de fuentes renovables.

Lo hizo hasta el punto de que en 2017 las renovables representaron una cuarta parte del total de la generación eléctrica del país, superando incluso a Estados Unidos, donde la cuota fue del 18% ese mismo año.

También ha promovido activamente la energía nuclear: entre 2016 y 2020 duplicó su capacidad hasta 47 gW con 20 nuevas plantas y para 2035 planea alcanzar los 180 gigavatios, casi el doble de la potencia actual de Estados Unidos.

Restricciones a automóviles
Otra de las medidas fue reducir la capacidad de producción de hierro y acero en la industria: solo entre 2016 y 2017 rebajó 115 millones de toneladas.

Y, por supuesto, puso en el punto de mira a los vehículos con motor de combustión.

En Pekín, Shanghai, Guangzhou y otras ciudades grandes se restringió la cantidad de automóviles en circulación con cuotas diarias y se limitó el número de matrículas nuevas cada año.

Esto no impidió que los automóviles en activo en China pasaran de 126 millones en 2013 a 273 millones en 2020, según datos oficiales.

Eso sí, con menos emisiones: el gobierno endureció los estándares y a finales de 2017 suspendió la producción de 553 modelos de vehículos locales y extranjeros que contaminaban demasiado.

Énfasis en las principales ciudades
"Estimamos que China en su conjunto ganará 2 años en su esperanza de vida promedio si los ciudadanos continúan respirando un aire más limpio en relación con los niveles de 2013", indicó la directora de programas de calidad del aire del EPIC.

Hasenkopf destacó que la mayoría de las principales ciudades del país han logrado reducir su polución más que la media nacional del 40% entre 2013 y 2020.

En Shanghai las partículas decrecieron un 44%, en Guangzhou un 50%, en Shenzen un 49% y en Pekín un 56%.

"Los ciudadanos de las cuatro ciudades respiran un aire significativamente más puro", indicó.

Y más planes
Al programa de cuatro años de 2013 siguieron otros dos planes trienales para combatir la contaminación del aire, uno en 2018 y otro en 2020, que han endurecido aún más las medidas de control de emisiones.

Por otro lado, las restricciones y confinamientos por la covid-19 redujeron la actividad industrial y el transporte, lo que se tradujo en un descenso de la polución.

Preguntada por si quizá esto había influido en el resultado del estudio, Hasenkopf respondió que el impacto de la pandemia no se evaluó de forma específica.

Aseguró, sin embargo, que "los datos de 2020 en China parecen encajar en general con una tendencia constante de disminución de los niveles de contaminación desde 2014", por lo que restó importancia al factor covid.

China comparada con el mundo
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Pese a los esfuerzos de los últimos años, China aún tiene mucho camino por recorrer para limpiar los cielos de sus ciudades.

La polución en Pekín es de 37,9 µg/m3 en promedio, cifra muy superior a los 6,3 µg/m3 de Nueva York, 9 de Londres, 6,9 de Madrid o 20,7 de Ciudad de México, según los datos satelitales más recientes.

Aún así, el estudio de la Universidad de Chicago estima que los habitantes de la capital china vivirán un promedio de 4,4 años más que en 2013 gracias a las recientes reducciones de partículas contaminantes.

En otros lugares la situación es mucho peor: en Nueva Delhi la contaminación alcanza 107,6 µg/m3, más de veinte veces el límite de 5 µg/m3 recomendado por la OMS.

Las medidas en Pekín y otras ciudades contrastan con las soluciones draconianas en ciudades como Nueva Delhi: en esta foto de 2020, un camión cisterna del ayuntamiento vaporiza agua en las calles en un intento de neutralizar partículas contaminantes del aire.

Bangladesh, India, Nepal y Pakistán son los países donde el aire es más irrespirable, mientras China, que en la pasada década se incluía entre los cinco primeros, ocupa hoy el puesto número 9 con 31,6 µg/m3, según los últimos datos satelitales de 2020.

Estados Unidos promedia 7,1 µg/m3. Y en la región latinoamericana Guatemala, Bolivia, El Salvador y Perú están entre los países con mayor contaminación ambiental con niveles entre 20 y 30, mientras el resto se sitúan en su mayoría entre 10 y 20.

Lo cierto es que no mucha gente en el planeta puede decir que respira aire puro: el 97% de la población mundial vive en lugares donde la calidad del aire rebaja los estándares de la OMS.

"Vivimos vidas más cortas por la contaminación del aire que respiramos: estimamos que debido a esta se pierden más de dos años de esperanza de vida promedio en el mundo", afirma Hasenkopf.

"Esta carga en nuestras vidas es mayor que la del VIH/Sida, la malaria o la guerra", sentencia.

La coautora del estudio asegura que el mejor recurso para reducir la contaminación del aire no son los avances tecnológicos, sino "una voluntad política y social sostenida para impulsar, financiar y hacer cumplir las políticas de aire limpio".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-62018447

sábado, 9 de julio de 2022

_- El revolucionario legado a la física de Chien-Shiung Wu, la "Marie Curie china"


_- Para la física Chien-Shiung Wu no había tiempo que perder, aunque eso significara sacrificar un viaje a Europa y Asia que había planeado con su esposo, el también físico Luke C. L. Yuan.

Los pasajes ya estaban reservados, pero el experimento que tenía en mente se había vuelto una de sus prioridades, así que le pidió que se fuera sin ella.

Era el año de 1956 y algo extraordinario estaba por conseguir esta investigadora y profesora de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos.

Se trataba del llamado "Experimento de Wu", "uno de los más importantes del siglo XX", dice el físico teórico de partículas Miguel Ángel Vázquez-Mozo.

"El trabajo que la hizo famosa cambió la comprensión de los científicos sobre el universo", escribió su nieta, Jada Yuan, en el artículo del Washington Post: Discovering Dr. Wu.

Su meticulosidad, precisión y elegancia científica eran ya bien conocidos. De hecho, entre los físicos de su época había un dicho: "Si el experimento lo hizo Wu es correcto".

La han llamado la "Marie Curie china", "la Reina del Núcleo Atómico", "la Primera Dama de la Física".

"Nunca ganó el Nobel, pero su nombre se menciona con frecuencia junto a gigantes de la física que lo ganaron, como Curie, Einstein, Fermi y Feynman", señala Yuan.

Libros prestados
Wu nació en Shanghái, en 1912, en una época en que a no todas las niñas se les permitía estudiar.

Aún así, asistió a la escuela para niñas que sus padres lograron fundar.

A los 11 años, fue enviada a un internado para continuar con su formación.

"Tuvo suerte", escribió Yuan. Y es que fue la hija del medio, entre dos hermanos, que nacieron "de padres políticamente progresistas, verdaderos revolucionarios, que abogaban por los derechos de las mujeres y la educación de las niñas".

Wu estaba empezando a formarse como maestra.

"Por la noche, sin embargo, tomaba prestados libros de física y matemáticas de sus compañeras de clase y los estudiaba en secreto. ¿Por qué física? Nunca me lo dijo, pero en la década de 1920 surgieron emocionantes descubrimientos en Europa y Estados Unidos, impulsados por la teoría de la relatividad de Einstein", relata su nieta.

Y una mujer también entró en su radar, según cuenta Xiaomeng Han en el artículo Chien-Shiung Wu - A Heroic Experimental Physicist, de uno de los sitios web de la Universidad de Harvard:

"Inspirada por la historia de Marie Curie e impresionada por el rápido progreso de la física moderna", decidió emprender la travesía transatlántica hacia Estados Unidos en 1936.

Dos años antes, había obtenido la licenciatura en Ciencias en la Universidad Nacional Central de Nanking.

Pero quedarse no era una opción: "no había ningún lugar en China para obtener un doctorado en física atómica", cuenta Yuan.

Tenía 24 años y, desde el barco, vio por última vez a sus padres.

La hipótesis
Wu prosiguió sus estudios en la Universidad de California Berkeley y, en 1943, se convirtió en una de las primeras investigadoras de física de Princeton.

En 1944, se unió al equipo de investigadores de la Universidad de Columbia y, posteriormente, trabajó en el Proyecto Manhattan.

En la primavera de 1956, uno de sus colegas, Tsung-Dao Lee, le comentó que junto a otro físico, Chen-Ning Yang, tenía una hipótesis relacionada con una noción conocida como conservación de la paridad.

"Planteaban que los sistemas de partículas fundamentales de la naturaleza, sensibles a la fuerza nuclear débil, se comportaban de manera distinta a los de propiedades equivalentes reflejados en un espejo hipotético o, más apropiadamente, los girados 180 grados", explica Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física Atómica y Nuclear y profesor Emérito de la Universidad de Sevilla.

Cuestionaban así si la paridad se conservaba en las interacciones débiles, lo cual era osado, pues desde 1925, los físicos habían supuesto que nuestro mundo es indistinguible de su imagen espejo y la teoría científica predominante reflejaba esa suposición, indica la Sociedad Estadounidense de Física (APS, por sus siglas en inglés).

"Yang dijo después que mi abuela era la única persona que comprendía la urgencia y la importancia de probar su teoría", escribió Yuan.

Espejito, espejito…
Vázquez-Mozo, quien es profesor del departamento de Física Fundamental de la Universidad de Salamanca, le explica a BBC Mundo que macroscópicamente, si miramos el mundo en un espejo no veríamos ningún fenómeno que las leyes de la naturaleza prohíban.

"Si eres diestra y te reflejas en un espejo, te verás escribiendo como zurda. No hay una ley de la naturaleza que diga que todo el mundo tiene que ser diestro. Estás viendo algo que es diferente, pero que también es posible".

"La idea de que el mundo cuando lo reflejas en un espejo sigue siendo posible es algo que, de alguna manera, se dio por sentado y no solo en el mundo que vemos a nuestro alrededor, sino en el mundo microscópico de las partículas elementales".

Pero lo que Lee y Yang plantearon es que nadie lo había probado experimentalmente: "nadie ha comprobado que cambiar derecha por izquierda, lo que uno hace cuando refleja algo en un espejo, no tenga consecuencias en la física subatómica".

La desintegración beta
Indagaron en dónde se podía apreciar que "derecha e izquierda son intercambiables o no en el mundo subatómico" y entre los escenarios que evaluaron, apuntaron a la desintegración beta, "que es un proceso nuclear en el que un protón, por ejemplo, emite un electrón y se convierte en un neutrón".

"Y ¿Quién era la eminencia en esa época del estudio experimental de la desintegración beta? Wu".

El experimento ameritó que se utilizaran técnicas de criogenia.

"Lo que demostró el experimento de Wu es que hay ciertos fenómenos en el mundo subatómico que cuando los vemos reflejados en un espejo son imposibles".

"Esta es la razón por la que la simetría de paridad no está preservada en la física de las partículas elementales".

La naturaleza a nivel microscópico sí distingue derecha de izquierda.

"Wu tiene el gran mérito de pensar y diseñar el experimento, tuvo el coraje de hacer un experimento que muy pocos grupos pensaban hacer porque todo el mundo daba por sentado que la paridad se preservaba en el mundo subatómico".

"La mayor parte de los grupos experimentales decían para qué voy a hacer un experimento de algo que ya sé".

De acuerdo con Lozano, ese experimento sigue siendo "admirable después de tantas décadas".

Y es que demuestra "una habilidad experimental excepcional y un afán de rigor fuera de toda duda", le indica Lozano a BBC Mundo.

Para Nochebuena, la científica ya contaba con resultados, pero continuó, junto a su equipo, verificándolos los siguientes días.

Trascendencia
El profesor señala que "poco a poco, se fue descubriendo que las consecuencias de esa sutil violación de la simetría explicaban no solo muchos fenómenos observados, sino algo tan esencial sobre por qué hay algo en lug

"O, al menos, por qué nuestro universo es de materia sin apenas rastro de antimateria".

"Esa violación de simetría predicha por Lee y Yang, pero demostrada por Wu es lo que, salvo dudas sutiles que nadie explica, permite que existamos".

Los resultados de las mediciones de Wu "hicieron añicos un concepto fundamental de la física nuclear que había sido universalmente aceptado durante 30 años, allanando así el camino para una reconsideración de las teorías físicas y conduciendo a nuevos descubrimientos de gran alcance, sobre todo una mejor comprensión de las características de las partículas elementales, y una teoría más unificada de las fuerzas fundamentales", señala la APS.

En 1957, Lee y Yang ganaron el Nobel por ese trabajo teórico. Wu no fue incluida.

"¿Fue Chien-Shiung Wu víctima de algún tipo de discriminación? Sostengo que sí, pero si tal injusticia sucedió, se trató de compensar con creces. Madame Wu recibió puestos, honores y, sobre todo cariño por todo el mundo", reflexiona Lozano.

Wu murió en 1997, en Estados Unidos. Había visitado China años antes.

"En China, mi abuela era una estrella de rock. Luego, a principios de 2021, también se convirtió en una especie de estrella de rock aquí, cuando el Servicio Postal de Estados Unidos emitió una estampilla conmemorativa Forever en su honor", escribió Yuan.

Sin límites
Wu y su esposo tuvieron a Vincent, quien también es físico.

"Mi abuela tenía esa curiosidad que también veo en mi padre, esa idea de que el mundo físico que te rodea es algo que se puede descifrar, (…) que debes ser lo suficientemente trabajador para descubrirlo, que tienes que querer ser ese detective", le dice Yuan a BBC Mundo.

Ante su ambicioso experimento, "nunca se dejó intimidar por la logística o el pensamiento convencional" o porque muchos lo vieran como "imposible".

Yuan, quien creció en otra parte de EE.UU., pasó muchas vacaciones en el apartamento de sus abuelos en Nueva York.

Recuerda los hermosos elementos de la cultura china, objetos de jade tallado, pinturas de pergaminos, porcelanas.

Cuenta que a su abuela le gustaba tener invitados y reunir a la familia, que la ayudaba con la tarea, "quería que me fuera bien en matemáticas y en ciencias", y que le insistía que practicara el violín.

Le hubiese gustado ver su reacción a su decisión de hacerse periodista "en vez de científica".

"Creo que me hubiese mostrado mucho apoyo por haber encontrado una pasión y ese fue una especie de legado para mí: " Nunca me hizo ver que había límites para mí, como mujer, sino que todo era posible si lo quería hacer, si quería trabajar duro, si lo quería intentar".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-61872901

sábado, 12 de diciembre de 2020

El socialismo chino y el mito del fin de la historia

Por Bruno Guigue | 29/11/2018 | Economía
Fuentes: Le grand soir
Traducido del francés para Rebelión por Caty R.

En 1992 el politólogo estadounidense Francis Fukuyama se atrevió a anunciar el «fin de la historia». «Con el hundimiento de la URSS, dijo, la humanidad entra en una nueva era. Conocerá una prosperidad sin precedentes». Aureolada con su victoria sobre el imperio del mal, la democracia liberal proyectaba su luz salvadora sobre el planeta asombrado. Desembarazada del comunismo, la economía de mercado debía esparcir sus bondades por todos los rincones del globo, unificando el mundo bajo los auspicios del modelo estadounidense (1). La desbandada soviética parecía validar la tesis liberal según la cual el capitalismo -y no su contrario el socialismo- se adaptaba al sentido de la historia. Todavía hoy la ideología dominante reitera esta idea simple: si la economía planificada de los regímenes socialistas cayó, es porque no era viable. El capitalismo nunca estuvo tan bien y ha conquistado el mundo.

Los partidarios de esta teoría están tanto más convencidos en cuanto que el sistema soviético no es el único argumento que habla en su favor. Las reformas económicas emprendidas por la China popular a partir de 1979, según ellos, también confirman la superioridad del sistema capitalista. ¿Acaso no han acabado los comunistas chinos, para estimular su economía, admitiendo las virtudes de la libre empresa y el beneficio, incluso pasando por encima de la herencia maoísta y su ideal de igualdad?

Lo mismo que la caída del sistema soviético demostraría la superioridad del capitalismo liberal sobre el socialismo dirigista, la conversión china a las recetas liberales parece asestar el golpe de gracia a la experiencia «comunista».

Un doble juicio de la historia, al fondo, ponía el punto final a una competición entre los dos sistemas que atravesaron el siglo XX.

El problema es que esa narración es un cuento de hadas. Occidente repite encantado que China se desarrolla convirtiéndose en «capitalista». Pero los hechos desmienten esa simplista afirmación. Incluso la prensa liberal occidental ha acabado admitiendo que la conversión china al capitalismo es un cuento. Los propios chinos lo dicen y dan argumentos sólidos. Como punto de partida del análisis hay que empezar por la definición habitual del capitalismo: un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción e intercambio. Ese sistema fue erradicado progresivamente en la China popular en el período maoísta (1950-1980) y efectivamente se reintrodujo en el marco de las reformas económicas de Deng Xiaoping a partir de 1979. De esta forma se inyectó una dosis masiva de capitalismo en la economía, pero -la precisión es importante- esa inyección tuvo lugar bajo la impulsión del Estado. La liberalización parcial de la economía y la apertura al comercio internacional muestran una decisión política deliberada.

Para los dirigentes chinos se trataba de incrementar los capitales extranjeros para acrecentar la producción interna. Asumir la economía de mercado era un medio, no un fin. En realidad el significado de las reformas se entiende sobre todo desde un punto de vista político «China es un Estado unitario central en la continuidad del imperio. Para preservar su control absoluto sobre el sistema político, el partido debe alinear los intereses de los burócratas con el bien político común, a saber la estabilidad, y proporcionar a la población una renta real aumentando la calidad de vida. La autoridad política debe dirigir la economía de manera que produzca más riqueza de forma más eficaz. De donde se derivan dos consecuencias: la economía de mercado es un instrumento, no una finalidad; la apertura es una condición de eficacia y conduce a esta directiva económica operativa: alcanzar y superar a Occidente» (2)

Es por lo que la apertura de China a los flujos internacionales fue masiva pero rigurosamente controlada. El mejor ejemplo lo proporcionan las Zonas de Exportación Especiales (ZES). «Los reformadores chinos quieren que el comercio refuerce el crecimiento de la economía nacional, no que la destruya», señalan Michel Aglietta y Guo Bai. En los ZES un sistema contractual vincula a las empresas chinas y las empresas extranjeras. China importa los componentes de la fabricación de bienes de consumo industriales (electrónica, textil, química). La mano de obra china hace el ensamblaje, después las mercancías se venden a los mercados occidentales. Este reparto de las tareas está en el origen de un doble fenómeno que no ha dejado de acentuarse desde hace 30 años: el crecimiento económico de China y la desindustrialización de Occidente. Medio siglo después de las «guerras del opio» (1840-1860) que emprendieron las potencias occidentales para despedazar China, el Imperio del Medio tomó su revancha.

Porque los chinos aprendieron la lección de una historia dolorosa, «esta vez la liberalización del comercio y las inversiones es competencia de la soberanía de China y están controladas por el Estado. Lejos de ser los enclaves que solo benefician a un puñado de «compradores», la nueva liberalización del comercio fue uno de los principales mecanismos que han permitido liberar el enorme potencial de la población» [3]. Otra característica de esta apertura, a menudo desconocida, es que beneficia esencialmente a la diáspora china, que entre 1985 y 2005 poseía el 60 % de las inversiones acumuladas, frente al 25 % por los países occidentales y el 15 % por Singapur y Corea del Sur. La apertura al capital «extranjero» fue en primer lugar un asunto chino. Movilizando los capitales disponibles, la apertura económica creó las condiciones de una integración económica asiática de la que la China popular es la locomotora industrial.

Decir que China se convirtió en «capitalista» después de haber sido «comunista» indica, pues, una visión ingenua del proceso histórico. Que haya capitalistas en China no convierte el país en «capitalista», si se entiende con esta expresión un país donde los dueños de capitales privados controlan la economía y la política nacionales. En China es un partido comunista con 90 millones de afiliados, que irriga al conjunto de la sociedad, el que tiene el poder político. ¿Hay que hablar de sistema mixto, de capitalismo de Estado? Es más conforme a la realidad, pero todavía insuficiente. Cuando se trata de clasificar el sistema chino, el apuro de los observadores occidentales es evidente. Los liberales se dividen en dos categorías: los que reprochan a China que siga siendo comunista y los que se alegran de que se haya hecho capitalista. Unos solo ven «un régimen comunista y leninista» disfrazado, aunque ha hecho concesiones al capitalismo ambiental [4]. Para otros China se ha vuelto «capitalista» por la fuerza de las cosas y esa transformación es irreversible.

Sin embargo algunos observadores occidentales intentan captar la realidad con más sutileza. Así Jean-Louis Beffa, en una publicación económica mensual, afirma directamente que China representa «la única alternativa creíble al capitalismo occidental». «Después de más de 30 años de un desarrollo inédito, escribe, ¿no es hora de concluir que China ha encontrado la receta de un contramodelo eficaz al capitalismo occidental? Hasta ahora no había surgido ninguna solución alternativa y el hundimiento del sistema comunista en torno a Rusia en 1989 consagró el éxito del modelo capitalista. Pero la China actual no lo suscribe. Su modelo económico híbrido combina dos dimensiones que saca de fuentes opuestas. La primera procede del marxismo leninismo, está marcada por un poder controlado del partido y un sistema de planificación vigorosamente aplicado. La segunda se refiera más a las prácticas occidentales, que se centra en la iniciativa individual y en el espíritu emprendedor. Cohabitan así el control del PCC sobre los negocios y un sector privado abundante» [5].

Este análisis es interesante pero vuelve a las dos dimensiones -pública y privada- del régimen chino, puesto que es la esfera pública, obviamente, la que está al mando. Dirigido por un poderoso partido comunista, el Estado chino es un Estado fuerte. Controla la moneda nacional, incluso la deja caer para estimular las exportaciones, lo que Washington le reprocha de forma recurrente. Controla casi la totalidad del sistema bancario. Vigilados de cerca por el Estado, los mercados financieros no desempeñan el papel desmesurado que se arrogan en Occidente. Su apertura a los capitales, por otra parte, está sometida a condiciones draconianas impuestas por el Gobierno. En resumen, la conducción de la economía china está en la férrea mano de un Estado soberano y no en la «mano invisible del mercado» querida por los liberales. Algunos se lamentan. Un liberal autorizado, un banquero internacional que enseña en París revela que «la economía china no es una economía de mercado ni una economía capitalista. Tampoco un capitalismo de Estado, porque en China es el propio mercado el que está controlado por el Estado» [6]. Pero si el régimen chino tampoco es un capitalismo de Estado, ¿entonces es «socialista», ya que es el propietario de los medios de producción o al menos ejerce el control de la economía? La respuesta a esta pregunta es claramente positiva.

La dificultad del pensamiento dominante para nombrar el régimen chino, como vemos, viene de una ilusión contemplada desde hace mucho tiempo: al abandonar el dogma comunista China entraría por fin en el maravilloso mundo del capitalismo ¡Sería estupendo poder decir que China ya no es comunista! Convertida al liberalismo, esta nación entraría en el derecho común. Con la vuelta al orden de las cosas, la capitulación validaría la teología del homo occidentalis. Pero sin duda se ha malinterpretado la célebre fórmula del reformador Deng Xiaoping: «poco importa que el gato sea blanco o negro si caza ratones».

Eso no significa que de igual el capitalismo o el socialismo, sino que se juzgará a cada uno por sus resultados. Se ha inyectado una fuerte dosis de capitalismo en la economía China, controlada por el Estado, porque era necesario estimular el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero China permanece en un Estado fuerte que dicta su ley a los mercados financieros y no al revés. Su élite dirigente es patriota. Incluso aunque conceda una parte del poder económico a los capitalistas «nacionales», no pertenece a la oligarquía financiera globalizada. Adepta a la ética de Confucio, dirige un Estado que solo es legítimo porque garantiza el bienestar de 1.400 millones de chinos.

Además, no hay que olvidar que la orientación económica adoptada en 1979 ha sido posible por los esfuerzos realizados en el período anterior. Al contrario que los occidentales, los comunistas chinos subrayan la continuidad -a pesar de los cambios efectuados- entre el maoísmo y el posmaoísmo. «Muchos tuvieron que sufrir por el ejercicio del poder comunista. Pero la mayoría se adhiere a la apreciación emitida por Deng Xiaoping, el cual tenía alguna razón para querer a Mao Zedong: 70 % positivo y 30 % negativo. Hoy existe una frase muy extendida entre los chinos que revela su opinión sobre Mao Zedong: Mao nos puso de pie, Deng nos hizo ricos. Y esos chinos consideran perfectamente normal que el retrato de Mao figure en los billetes de banco. Todo el apego que todavía hoy tienen los chinos a Mao Zedong se debe a que lo identifican con la dignidad nacional recuperada» [7].

Es cierto que el maoísmo acabó con 150 años de decadencia, de caos y de miseria. China estaba fragmentada, devastada por la invasión japonesa y la guerra civil. Mao la unificó. En 1949 era el país más pobre del mundo. Su PIB per cápita era alrededor de la mitad del de África y menos de tres cuartas partes del de la India. Pero de 1950 a 1980, durante el período maoísta, el PIB creció de forma regular (2,8 % de media anual), el país se industrializó y la población pasó de 552 a 1.017 millones de habitantes. Los progresos en materia de salud fueron espectaculares y se erradicaron las principales epidemias. El indicador que resume todo, la esperanza de vida pasó de 44 años en 1950 a 68 años en 1980. Es un hecho indiscutible. A pesar del fracaso del «Gran salto adelante» y a pesar del embargo occidental -que siempre se olvida mencionar- la población china ganó 24 años de esperanza de vida con Mao. Los progresos en materia de educación fueron masivos, especialmente en la primaria: el porcentaje de población analfabeta pasó del 80 % en 1950 al 16 % en 1980. Finalmente las mujeres chinas -que «sostienen la mitad del cielo», decía Mao- fueron educadas y liberadas de un patriarcado ancestral. 

En 1950 China estaba en ruinas. Treinta años después todavía era un país pobre desde el punto de vista del PIB por habitante. Pero era un Estado soberano unificado, equipado y dotado de una industria naciente. El ambiente era frugal, pero la población estaba nutrida, cuidada y educada como no había estado en el siglo XX.

Esta revisión del período maoísta es necesaria para comprender la China actual. Fue entre 1950 y 1980 cuando el socialismo puso las bases del desarrollo futuro. En los años 70, por ejemplo, China recogía el fruto de sus esfuerzos en materia de desarrollo agrícola. Una silenciosa revolución verde había hecho su camino aprovechando los trabajos de una Academia China de Ciencias Agrícolas creada por el régimen comunista. A partir de 1964 los científicos chinos obtienen sus primeros éxitos en la reproducción de variedades de arroz de alto rendimiento. La restauración progresiva del sistema de riego, los progresos realizados en la reproducción de semillas y la producción de abonos nitrogenados transformaron la agricultura. Como los progresos sanitarios y educativos, esos avances agrícolas hicieron posibles las reformas de Deng que han constituido la base del desarrollo posterior. Y ese esfuerzo de desarrollo colosal solo podía ser posible bajo el impulso de un Estado planificador. La reproducción de las semillas, por ejemplo, necesitaba inversiones imposibles en el marco de las explotaciones individuales [8].

En realidad la China actual es hija de Mao y Deng, de la economía dirigida que la unificó y de la economía mixta que la ha enriquecido. Pero el capitalismo liberal al estilo occidental no aparece en China. La prensa burguesa cuenta con lucidez la indiferencia de los chinos hacia nuestros caprichos. Se puede leer en Les Echos, por ejemplo, que los occidentales «han cometido el error de pensar que en China el capitalismo de Estado podría ceder el paso al capitalismo de mercado». ¿Qué se reprocha en definitiva a los chinos?

La respuesta no deja de sorprender en las columnas de un semanario liberal: «China no tiene la misma noción del tiempo que los europeos y los americanos. ¿Un ejemplo? Nunca una empresa occidental financiaría un proyecto que no fuera rentable. No es el caso de China, que piensa a largo plazo. Con su poder financiero público acumulado desde hace dos decenios, China no se preocupa prioritariamente de una rentabilidad a corto plazo si sus intereses estratégicos lo exigen». Después el analista de Les Echos concluye: «Así es mucho más fácil que el Estado mantenga el control de la economía. Lo que es impensable en el sistema capitalista tal y como lo practica Occidente no lo es en China». ¡No se puede decir mejor! (9).

Obviamente este destello de lucidez es poco habitual. Cambia la letanía acostumbrada según la cual la dictadura comunista es abominable, Xi Jinping es dios, China se desmorona bajo la corrupción, su economía se tambalea, su deuda es abismal y su tasa de crecimiento se halla a media asta. Un escaparate de tópicos y falsas evidencias en apoyo de la visión que dan de China los medios dominantes que pretenden entender a China según categorías preestablecidas muy apreciadas en el pequeño mundo mediático. ¿Comunista, capitalista, un poco de ambos u otra cosa? En las esferas mediáticas pierden los chinos. Es difícil admitir, sin duda, que un país dirigido por un partido comunista haya conseguido en 30 años multiplicar por 17 su PIB por habitante. Ningún país capitalista lo ha conseguido nunca.

Como de costumbre los hechos son testarudos. El Partido Comunista de China no renuncia a su papel dirigente en la sociedad y proporciona su armazón a un Estado fuerte. Heredero del maoísmo, este Estado conserva el control de la política monetaria y del sistema bancario. Reestructurado en los años 90, el sector público sigue siendo la columna vertebral de la economía china, representa el 40 % de los activos y el 50 % de los beneficios generados por la industria, predomina en el 80-90 % en los sectores estratégicos: siderurgia, petróleo, gas, electricidad, energía nuclear, infraestructuras, transportes, armamento. En China todo lo que es importante para el desarrollo del país y para su proyección internacional está estrechamente controlado por el Estado soberano. Un presidente de la República china nunca malvendería al capitalismo estadounidense una joya industrial comparable a Alstom, ofrecida por Macron envuelta en papel de regalo.

Si se lee la resolución final del Decimonoveno Congreso del Partido Comunista Chino (octubre de 2017), se comprueba la amplitud de los desafíos. Cuando dicha resolución afirma que «el Partido debe unirse para alcanzar la victoria decisiva de la edificación integral de la sociedad de clase media, hacer que triunfe el socialismo chino de la nueva era y luchar sin descanso para lograr el sueño chino de la gran renovación del país», hay que tomar esas declaraciones en serio. En Occidente la visión de China está oscurecida por las ideas recibidas. Se imagina que la apertura a los mercados internacionales y la privatización de numerosas empresas hacen doblar las campanas por el «socialismo chino». Nada más lejos de la realidad. Para los chinos esa apertura es la condición del desarrollo de las fuerzas productivas, no el preludio de un cambio sistémico. Las reformas económicas han permitido salir de la pobreza a 700 millones de personas, es decir, el 10 % de la población mundial. Pero se inscriben en una planificación a largo plazo en la que el Estado chino conserva el control. Hoy nuevos desafíos esperan al país: la consolidación del mercado interior, la reducción de las desigualdades, el desarrollo de las energías verdes y la conquista de las altas tecnologías.

Al convertirse en la primera potencia económica del mundo, la China popular elimina el pretendido «fin de la historia». Envía al segundo puesto a un Estados Unidos moribundo minado por la desindustrialización, el sobreendeudamiento, el desmoronamiento social y el fracaso de sus aventuras militares. Al contrario que Estados Unidos China es un imperio sin imperialismo. Ubicado en el centro del mundo, el Imperio del Medio no necesita expandir sus fronteras. Respetuosa del derecho internacional, China se conforma con defender su esfera de influencia natural. No practica el «cambio de régimen» en el extranjero. ¿No quieren vivir como los chinos? No importa, ellos no pretenden convertirlos. Centrada en sí misma, China no es conquistadora ni proselitista. Los occidentales libran una batalla contra su propio declive mientras los chinos hacen negocios para desarrollar su país. 

En los últimos treinta años China no ha hecho ninguna guerra y ha multiplicado su PIB por 17. En el mismo período Estados Unidos ha emprendido una decena de guerras y ha precipitado su decadencia. Los chinos han erradicado la pobreza mientras Estados Unidos desestabiliza la economía mundial y vive a crédito. En China retrocede la miseria mientras en Estados Unidos avanza. Nos guste o no el «socialismo chino» humilla al capitalismo occidental. Decididamente el «fin de la historia» puede ocultar otro.

Notas :

[1] Francis Fukuyama, La fin de l’Histoire et le dernier homme, 1993, Flammarion.

[2] Michel Aglietta et Guo Bai, La Voie chinoise, capitalisme et empire, Odile Jacob, 2012, p.17.

[3) Ibidem, p. 186.

[4] Valérie Niquet, «La Chine reste un régime communiste et léniniste», France TV Info, 18 octobre 2017.

[5] Jean-Louis Beffa, «La Chine, première alternative crédible au capitalisme», Challenges, 23 juin 2018.

[6] Dominique de Rambures, La Chine, une transition à haut risque, Editions de l’Aube, 2016, p. 33.

[7] Philippe Barret, N’ayez pas peur de la Chine !, Robert Laffont, 2018, p. 230.

[8] Michel Aglietta et Guo Bai, op. cit., p.117.

[9] Richard Hiaut, «Comment la Chine a dupé Américains et Européens à l’OMC», Les Echos, 6 juillet 2018.


Fuente: https://www.legrandsoir.info/le-socialisme-chinois-et-le-mythe-de-la-fin-de-l-histoire.html

viernes, 4 de diciembre de 2020

_- Una China sin pobreza extrema

_- Por Xulio Ríos | 02/12/2020 | Mundo

Fuentes: Observatorio de la Política China 

La noticia se dio a conocer días atrás. China informaba de que los últimos y más remotos distritos del país se habían liberado de la pobreza extrema. Culmina así un largo camino de varias generaciones que permitió a cientos de millones de personas sacudirse el subdesarrollo y la miseria más oprobiosa.

Cuesta creer no que China lo haya logrado, cosa que muchos daban por segura a la vista del progreso alcanzado en los últimos años, sino que tal anuncio no tuviera el eco en todo el mundo que sin duda merece: lo logrado por China equivale a más del 70 por ciento de reducción de la pobreza global y lo ha alcanzado 10 años antes del plazo establecido por la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. En China, el umbral de pobreza se fija en un ingreso anual de 4.000 yuanes (510 euros) o 1,9 euros por día (según las normas internacionales es de 1,8 euros).

Quedan naturalmente desigualdades y desequilibrios por resolver, pero también en esto se marca tendencia. Con los esfuerzos continuos para aliviar la pobreza, el coeficiente de Gini de China, el indicador de la brecha de riqueza, se redujo a 0,465 en 2019 desde el máximo de 0,491 en 2008. En el período del XIII Plan Quinquenal (2016-2020), la brecha del ingreso disponible per cápita entre los residentes urbanos y rurales siguió estrechándose, con una tasa de 2,64:1 en 2019, que representó un mejoramiento con respecto a 2,73:1 registrado en 2015. El PIB per cápita de China superó los 10.000 dólares y su población de ingresos medios suma más de 400 millones de personas.

En términos de desequilibrios, por ejemplo, en 2019, el PIB total de tres provincias en el noreste de China, que sufrió el debilitamiento de la economía y el éxodo de población, solo representó alrededor del 47 por ciento del PIB de la provincia más rica de China, Guangdong, según datos oficiales.

En ambos aspectos se constata una realidad compleja que obligará a una acción sostenida durante años para lograr una mayor cohesión territorial y justicia social.

Pero que China haya logrado erradicar la pobreza extrema pone de manifiesto, primero, que esto es posible. Ciertamente exige perseverancia y voluntad política y también definir un modelo que permita atajar el problema con respuestas adaptadas a las condiciones locales. China, por ejemplo, priorizó la fórmula del desarrollo: infraestructuras, comercio, empleo, innovación, tecnologías, educación, servicios públicos, etc. El desarrollo es la llave maestra para acabar con la pobreza, asegura la experiencia del PCCh.

También debemos reconocer que su éxito agranda nuestro fracaso. Tanto predicar las bondades del mercado y de las sociedades liberales que sonroja nuestra incapacidad para liberarnos de esta lacra. Y no hace sino aumentar, al igual que los desequilibrios y las desigualdades. Involucionamos a pasos agigantados. Quizá porque realmente es consustancial al sistema. En China, ha sido la acción decidida del Estado –y no del mercado- la que ha permitido alcanzar este trascendental éxito.

China, además, lo logró sin el concurso de ONGDs y en lo esencial a partir de medios propios, utilizando sobre todo mucha planificación y un peculiar sistema de apadrinamiento interno con fuerte inversión pública y definición de objetivos con el protagonismo de las regiones más desarrolladas del este del país e incluso de muchas empresas, sobre todo estatales, pero también privadas. Todos estos actores, destinaron durante años parte de sus recursos y beneficios a auspiciar el desarrollo de las zonas más empobrecidas. Sería muy conveniente profundizar en su modelo y establecer un diálogo Oriente-Occidente sobre desarrollo y pobreza para mejorar un sistema de ayuda internacional que a duras penas ha podido aligerar tímidamente la miseria de tantas comunidades empobrecidas que no han podido sacudirse las taras estructurales y sistémicas que les abocan a tal situación.

Pero puede que con esto pase lo mismo que con la gestión de la pandemia. Los imperativos de la geopolítica y de la ideología parecen imponerse al reconocimiento de la evidencia. No interesa hablar del tema. China ha conseguido erradicar la pobreza extrema en plena pandemia mientras los contagios, muertes y colas del hambre crecen en Europa o en EEUU. Pero se auscultará al detalle la afirmación y se le restará valor, primero reduciéndola a mera propaganda; segundo, cuestionando los datos y la propia sostenibilidad de la proeza una vez se prescinda de los subsidios gubernamentales.

Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

Fuente:


Y a la vez, China pone su bandera en la Luna, https://www.bbc.com/mundo/noticias-55196150

domingo, 22 de noviembre de 2020

Qian Xuesen: la tremenda metida de pata de EE.UU. que amenaza su supremacía en el espacio (y en la Tierra)

En Shanghái hay un museo completo que contiene 70.000 artefactos dedicados a un hombre, "el científico del pueblo" Qian Xuesen.

Qian es el padre del programa espacial y de misiles de China.

Su investigación ayudó a desarrollar los cohetes que lanzaron el primer satélite de China al espacio; los misiles, se convirtieron en parte del arsenal nuclear del gigante asiático.

Por eso es venerado como un héroe nacional.

Pero en otra superpotencia, en la que estudió y trabajó durante más de una década, sus importantes contribuciones rara vez se recuerdan.

Superdotado
Qian nació en 1911, cuando la última dinastía imperial de China estaba a punto de ser reemplazada por una república.
Sus padres tenían una buena educación y su padre, después de trabajar en Japón, estableció el sistema educativo nacional de China.

Era evidente desde una edad temprana que Qian era un superdotado, y finalmente se graduó como el mejor de su clase en la Universidad Jiao Tong de Shanghái, ganando una excepcional beca para el Instituto de Tecnología de Massachusetts en Estados Unidos (MIT, por sus siglas en inglés).

En 1935, el joven, esbelto y bien vestido, llegó a Boston.

Por su evidente inteligencia, se ganó una beca para estudiar en el MIT.

Qian pudo haber experimentado algo de xenofobia y racismo, dice Chris Jespersen, profesor de historia en la Universidad de North Georgia.

Pero había "también un sentimiento de esperanza y fe en que China [estaba] cambiando de manera fundamentalmente significativa", y ciertamente habría estado entre las personas que respetaban sus conocimientos.

Chiflados y fantasiosos
Del MIT, Qian se trasladó al Instituto de Tecnología de California (Caltech), para estudiar con uno de los ingenieros aeronáuticos más influyentes del momento: el emigrado húngaro Theodore von Kármán.

Allí, Qian compartió una oficina con otro científico prominente, Frank Malina, quien era un miembro clave de un pequeño grupo de innovadores conocido como Suicide Squad o Escuadrón Suicida.

El grupo se había ganado este apodo por sus intentos de construir un cohete en el campus, y porque algunos de sus experimentos con sustancias químicas volátiles salieron muy mal, le explicó a la BBC Fraser Macdonald, autor de "Escape from Earth: A Secret History of the Space Rocket".

Aunque subraya que nadie murió.

Un día, Qian se vio envuelto en una discusión de un problema matemático complicado con Malina y otros miembros del grupo y pronto se volvió parte integral de él, produciendo una investigación fundamental sobre la propulsión de cohetes.

En ese momento, la ciencia espacial era "cosa de chiflados y fantasiosos", dice Macdonald.

"Nadie se tomaba en serio; ningún ingeniero con inclinaciones matemáticas habría arriesgado su reputación diciendo que ese era el futuro".

Pero eso cambió rápidamente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

El escuadrón en la guerra
El Escuadrón Suicida llamó la atención del ejército de EE.UU., que pagó por la investigación del despegue asistido por jet, en el que se ponían propulsores en las alas de los aviones para permitirles despegar desde pistas cortas.

La financiación militar también ayudó a establecer el Jet Propulsion Lab (JPL) en 1943, bajo la dirección de Theodore von Kármán.

Qian, junto con Frank Malina, estaba en el corazón del proyecto.

Como la República de China era un aliado de Estados Unidos, no había problema con que un científico chino fuera clave del programa espacial estadounidense.

Qian recibió autorización de seguridad para trabajar en la investigación de armas clasificadas e incluso sirvió en la Junta Asesora Científica del gobierno de EE.UU.

Al final de la guerra, era uno de los principales expertos del mundo en propulsión a chorro, y fue enviado con Theodore von Kármán en una misión extraordinaria a Alemania, ocupando el rango temporal de teniente coronel.

Su objetivo era entrevistar a ingenieros nazis, incluido Wernher von Braun, el científico de cohetes más importante de Alemania. Estados Unidos quería saber exactamente qué sabían los alemanes.

Pero a finales de la década, la brillante carrera de Qian en EE.UU. se detuvo repentinamente y su vida comenzó a desmoronarse.

Los malos
En China, el presidente Mao declaró la creación de la República Popular comunista en 1949, y rápidamente los chinos empezaron a ser vistos en Estados Unidos como "los malvados", dice Chris Jespersen.

"En EE.UU. pasamos por períodos en los que estamos enamorados de China, luego sucede algo y lo vilipendiamos", le dice a la BBC el historiador.

Mao proclamando el establecimiento de la República Popular de China el 1 de octubre de 1949
Los acontecimientos en su tierra natal frenaron a su vida en EE.UU.

El nuevo director del JPL llegó a creer que había una red de espías en el laboratorio y compartió sus sospechas sobre algunos miembros del personal con el FBI. "Observó que todos eran chinos o judíos", dice Fraser Macdonald.

La Guerra Fría estaba en marcha y las cazas de brujas anticomunistas de la era McCarthy estaban a la vuelta de la esquina.

Fue en esa atmósfera que el FBI acusó a Qian, Frank Malina y otros de ser comunistas y una amenaza para la seguridad nacional.

Sus culpas
Los cargos contra Qian se basaron en un documento de 1938 del Partido Comunista de Estados Unidos que mostraba que había asistido a una reunión social que el FBI sospechaba que era una reunión del Partido Comunista de Pasadena.

Aunque Qian negó ser miembro del partido, una nueva investigación indica que se unió al mismo tiempo que Frank Malina en 1938.

Pero esto no lo convierte necesariamente en marxista: ser comunista en este momento era una declaración de antirracismo, aclara Fraser Macdonald.

El grupo quería resaltar la amenaza del fascismo, dice, así como el horror del racismo en Estados Unidos. Usaban las reuniones comunistas para discutir campañas contra, por ejemplo, la segregación en la piscina local de Pasadena, en las que había una tarde reservada para los negros. Esa noche, lavaban la piscina para que los blancos pudieran usarla tranquilos el resto de la semana.

Zuoyue Wang, profesor de historia en la Universidad Politécnica del Estado de California, Pomona, señala que no hay evidencia de que Qian haya espiado para China o haya sido un agente de inteligencia cuando estuvo en Estados Unidos.

Sin embargo, fue despojado de su autorización de seguridad y puesto bajo arresto domiciliario. Los colegas de Caltech, incluido Theodore von Kármánn, escribieron en vano al gobierno alegando la inocencia de Qian.

En 1955, cuando Qian había pasado cinco años bajo arresto domiciliario, el presidente Eisenhower tomó la decisión de deportarlo a China.

El científico partió en barco con su esposa y dos hijos nacidos en Estados Unidos y les dijo a los reporteros que nunca volvería a poner un pie en suelo estadounidense.
Cumplió su promesa.

A otra cosa...
"Era uno de los científicos más destacados de Estados Unidos. Había contribuido mucho y podría haber contribuido mucho más. Así que para él no fue solo una humillación, sino también una traición", dice el periodista y escritor Tianyu Fang.

Traicionado y dolido... pero, afortunadamente, en China todas las noches salía la misma Luna a la que los humanos querían llegar.

Qian llegó como un héroe a China, pero no fue admitido de inmediato en el Partido Comunista chino.

Su historial no era impecable.
Su esposa era la hija aristocrática de un líder nacionalista, y hasta que Qian cayó en desgracia había estado viviendo feliz en Estados Unidos, incluso había dado los primeros pasos para solicitar la ciudadanía.

Cuando finalmente se convirtió en miembro del partido en 1958, se acogió a él y siempre trató de permanecer en el lado correcto del régimen. Así sobrevivió a las purgas y a la Revolución Cultural, y pudo seguir una carrera extraordinaria.

Volando alto
Cuando llegó a China había poca comprensión de la ciencia espacial, pero 15 años después supervisó el lanzamiento del primer satélite chino al espacio.

A lo largo de las décadas, formó a una nueva generación de científicos y su trabajo sentó las bases para que China enviara a sus propios astronautas a la Luna.

Irónicamente, el programa de misiles que Qian ayudó a desarrollar en China resultó en armas que luego fueron disparadas contra Estados Unidos.

Misiles "gusano de seda" de Qian fueron disparados contra estadounidenses en la Guerra del Golfo de 1991, señala Fraser Macdonald, y en 2016 contra el USS Mason por rebeldes hutus en Yemen.

"Es una extraña circularidad: EE.UU. expulsó esa experiencia que se volvió en su contra".

El tiro por la culata
Al adoptar una línea dura contra el comunismo interno, indica, el país deportó "los medios por los cuales uno de sus principales rivales comunistas podría desarrollar sus propios misiles y programa espacial... un extraordinario error geopolítico".

Un exsecretario de la Marina estadounidense, Dan Kimball, luego director de la empresa de propulsión de cohetes Aerojet, alguna vez declaró que era "la cosa más estúpida que ha hecho este país".

En opinión de Fraser Macdonald, la historia de Qian es una advertencia sobre lo que sucede cuando se expulsa el conocimiento.

"Durante toda la historia, la ciencia estadounidense ha sido impulsada por personas que vienen de afuera... pero en estos tiempos conservadores esa es una historia que se vuelve más difícil de celebrar".

Además, cuando se celebra, unos prevalecen sobre otros.

La contribución al programa espacial de los nazis llevados en secreto a EE.UU., como Wernher von Braun, es aplaudida y sus logros reconocidos de una manera que no se reconocen los de Qian y otros del JPL, subraya Macdonald.

"La idea de que el primer programa espacial viable de Estados Unidos fue iniciado por socialistas locales, ya sean judíos o chinos, no es realmente una historia que Estados Unidos quiere escuchar", dice.

La otra cara de la Luna
La vida de Qian duró casi un siglo.
En ese tiempo, China pasó de ser un economía insignificante a una superpotencia en la Tierra y en el espacio.
Qian fue parte de esa transformación.

La cara oculta de la Luna: en 2019, la sonda china Chang'e-4 fue la primera en la historia en alunizó en el lado oscuro de nuestro satélite.

Pero su historia podría haber sido una de las que enorgullecen a EE.UU., aquellas sobre alguien con talento que, sin importar sus orígenes, logra prosperar.

El año pasado, cuando China hizo historia y alunizó en el otro lado de la Luna, en el cráter Von Kármán que lleva el nombre del ingeniero aeronáutico que fue mentor de Qian.

Un guiño, quizás, al hecho de que el anticomunismo estadounidense ayudó a impulsar a China al espacio.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-54811226

viernes, 14 de agosto de 2020

La Revolución Cultural china. Últimos movimientos antes del caos bajo las estrellas (1962-66). Fernando Prieto | Mundo |

Fuentes: Observatorio de la Polítia China

A pesar de que la Revolución Cultural comenzó en 1966 es importante retroceder al periodo inmediatamente anterior, que comprende los años 1962-66, ya que lo que ocurrió entonces fue el detonante de la tormenta que se desataría en agosto de 1966.

El Movimiento de Educación Socialista
El Movimiento de Educación Socialista fue impulsado por Mao Zedong en 1962 para frenar el revisionismo que comenzaba a vislumbrar en China. El objetivo fundamental era acabar con los retazos capitalistas que aún pervivían entre el campesinado y los representantes locales del Partido Comunista de China (PCCh). Esta campaña nacional fue la última evidencia que necesitaba Mao para comprobar que tanto su sucesor, Liu Shaoqi, como buena parte de los miembros más preponderantes del Politburó, se encontraban lejos de haber asimilado el Pensamiento Mao Zedong, lo que quedaba de manifiesto en las decisiones erráticas que, según el criterio del propio Mao, tomaron cuando les dejó vía libre para actuar al situarse en un segundo plano.

Al saberse rodeado de potenciales contrarrevolucionarios decidió organizar un grupo de poder al margen de la estructura tradicional política, lo que durante la Revolución Cultural pasaría a ser una auténtica estructura paralela que suplantaría al PCCh.

Los preparativos para que se desatara la Revolución Cultural tuvieron lugar en varios frentes durante el año 1965, fundamentalmente en Shanghái y en Beijing, encabezados por Jiang Qing, cuarta esposa de Mao, y Lin Biao respectivamente. El éxito de ambos preparó el camino para que un año más tarde diera comienzo el nuevo movimiento ideado por Mao.

“La destitución de Hai Rui”, la obra de teatro de la discordia
Jiang Qing fue enviada por su marido, Mao -con el que tenía una relación matrimonial nula, viviendo en distintos domicilios, pero manteniendo una lealtad hacia él inquebrantable-, a Shanghái, una decisión que no fue tomada al azar. Jiang fue una actriz de prestigio en dicha ciudad durante los años ‘30, antes de desplazarse a finales de la década a Yan’an, donde se encontraba la resistencia comunista y donde se casaría con Mao en 1939. Confió en su esposa porque su misión no podía transcurrir por los cauces tradicionales del PCCh. Además, Shanghái era un bastión del maoísmo, dirigido por Ke Qingshi, líder ultraizquierdista cuya lealtad a Mao era incuestionable. Precisamente fue él quien presentó a Jiang Qing a sus dos mejores propagandistas, Yao Wenyuan y Zhang Chunqiao, un radical que tendría un papel creciente durante la Revolución Cultural.

El objetivo de Jiang era prender la mecha de un debate que, en principio, sería literario pero que terminaría siendo político.

Wu Han fue un historiador y vicealcalde de Beijing que escribió en 1960 una obra de teatro titulada “La destitución de Hai Rui”, un éxito que contó con la aprobación inicial de Mao y que contaba la historia de Hai Rui, un ministro de la dinastía Ming que tuvo el valor de criticar al emperador, por lo que fue apartado de su cargo. De hecho la figura de Hai Rui fue recuperada del pasado como modelo a seguir en 1959, cuando Mao instó a los miembros del PCCh a actuar como él.

Aunque a simple vista no existía ningún motivo para que todos los focos se centrarán sobre la misma, Jiang se puso en contacto con un periodista de la izquierda revolucionaria, Yao Wenyuan, para que escribiera un artículo en un periódico de Shanghái en el que denunciara la obra de Wu Han, acusándole de ocultar, en el personaje de Hai Rui, una defensa de la labor privada en su apoyo al campesinado. El comité del PCCh en Beijing, encabezado por Peng Zhen, no tardó en reaccionar, y ordenó que se retirara. Mao no actuó, permitiendo que, temporalmente, se considerara una disputa literaria, dentro del ámbito cultural.

Meses después, en invierno de 1965, Mao decidió que había llegado el momento de convertir la disputa literaria en política. Afirmó que el artículo de Yao Wenyuan no había focalizado el verdadero problema, que se encontraba en el propio título de la obra: Hai Rui fue depuesto por el emperador, en ningún caso destituido. Por tanto, la verdadera intención de Wu Han fue reflejar en el papel de Hai Rui a Peng Dehuai, antiguo jefe del Estado Mayor destituido por Mao en la conferencia de Lushan de 1959 tras realizar una serie de críticas que no fueron de su agrado. Sus críticas se difundieron y nuevamente Peng Zhen trató de evitar su difusión por todos los medios, pero fue imposible. Sabedor de lo delicado de su postura decidió tomar la iniciativa e impulsar, por medio del Grupo para la Revolución Cultural que lideraba, la elaboración del que fue conocido como “compendio/esbozo de febrero”, redactado durante los primeros días de febrero y que tenía por finalidad mostrar una serie de directrices para combatir las ideas burguesas, además de diferenciar las disputas culturales de las políticas, en clara alusión a Wu Han.

La respuesta de Jiang Qing no se hizo esperar: organizó un foro cultural dentro del Ejército Popular de Liberación (EPL), de cuyas actas se elaboró un documento en el que se llamaba a preparar una revolución cultural socialista. La respuesta fue de una gran contundencia, por lo que el movimiento de Peng quedó en nada. Mao esperó al mes de mayo de 1966 para lanzar su ofensiva contra el centro neurálgico del PCCh en Beijing, encabezado por el propio Peng. En una reunión del Comité Permanente Mao expuso que era necesario purgar a Peng y sus más allegados, y por tanto presumibles seguidores de sus políticas, dentro del PCCh.

El 16 de mayo se emitió una circular del Comité Central en la que se anunciaba la abolición del Grupo para la Revolución Cultural que encabezaba Peng Zhen y la formación de uno nuevo liderado por miembros del sector más radical del PCCh (Jiang Qing, Chen Boda o Zhang Chunqiao). Además, se formó el Grupo para la Investigación de Casos Centrales, cuyo fin era la investigación de conductas que atentaran contra el PCCh, lo que en la práctica significaba que sería el órgano encargado de impulsar, junto al Grupo para la Revolución Cultural, el caos revolucionario que estaba a punto de comenzar.

El foco se traslada al ámbito universitario
En mayo Kang Sheng envió a su esposa, Cao Yiou, a la Universidad de Beijing para, como ya hiciera Jiang Qing a petición de Mao, preparar un nuevo movimiento que no debía realizarse por medio de los cauces habituales del PCCh. En este caso la misión de Cao era ponerse en contacto con la secretaria del PCCh en el Departamento de Filosofía, Nie Yuanzi, una izquierdista radical con la que coincidió en el periodo de Yan’an, quien debería ser la pionera de un movimiento universitario.

Su primera acción, el 25 de mayo, fue desplegar una pancarta en grandes caracteres en el edificio que albergaba la cantina principal de la universidad, cuyo mensaje criticaba a los dirigentes del PCCh, especialmente al director. La acción provocó que otros estudiantes siguieran su ejemplo, lo que preocupó a las autoridades del PCCh, que trataron de convencer a Nie para que la retirara. El 1 de junio Mao dio el visto bueno a la pancarta, pidiendo que se publicara en la Agencia de Noticias Xinhua y en todos los medios, buscando así que tuviera difusión a nivel nacional (el día 2 de junio el Diario del Pueblo se hizo eco), lo que terminaría consiguiendo.

El apoyo de Mao a la pancarta de Nie fue determinante para que se extendiera el fervor revolucionario en el ámbito universitario, y pronto afectó a las escuelas de primaria y secundaria, lo que desembocaría en la suspensión temporal de las clases en universidades y escuelas de todo el país el 13 de junio. Los alumnos contaban así con la bendición del Gran Timonel para que se dedicaran a tiempo completo a la revolución cultural.

Con los campus universitarios en completa eurupción y el comité municipal del PCCh en Beijing purgado en bloque desde el 3 de junio, había llegado el momento de que se tomaran decisiones desde el centro del PCCh. Tanto Liu Shaoqi como Deng Xiaoping, los encargados de tomar decisiones ante las habituales ausencias de Mao, se mostraban perplejos ante el avance de los acontecimientos, incapaces de comprender qué estaba ocurriendo. Mao, que se encontraba en Hangzhou, se inhibió y puso en manos de Deng y Liu la resolución de los conflictos en los campus. De este modo quería comprobar si eran capaces de adoptar medidas que no entraran en conflicto con el marxismo-leninismo y sus propios postulados.

La idea de enviar cuadros del PCCh para pacificar la situación no fue descartada por Mao, pero dejó entrever que sería positivo siempre y cuando se hiciera con calma y después de analizar la situación. Se enviaron, pues, equipos formados por miembros de la Liga de la Juventud Comunista de China y los citados cuadros a todos los campus de Beijing y de otras grandes ciudades. Pronto surgieron los enfrentamientos, pues los equipos acusaron a los jóvenes rebeldes de “elementos antipartido”, mientras que estos fueron tachados de colaboradores, en el caso de Beijing, del depuesto comité municipal, encabezado por Peng Zhen. Enviar a los equipos precipitadamente, estigmatizando a todos aquellos que se rebelaban contra un sistema universitario chino donde primaba el nepotismo, se frenaba la originalidad y cuyo método de enseñanza seguía siendo el “relleno de pato” (método consistente en la memorización, dejando al margen la creatividad), fue, acorde al desarrollo posterior de los acontecimientos, un error de Liu y Deng.

Mao y el río Yangtsé
Otro de los momentos clave que marcaron los meses anteriores al comienzo formal de la Revolución Cultural tuvo lugar en el río Yangtsé. El 16 de julio, durante más de una hora, Mao nadó en el río, un acto cargado de simbolismo que representaba tanto su regreso a la política diaria como una demostración de fuerza y vitalidad.

Con su regreso a la capital comunicó a Liu que el haber enviado cuadros a los campus fue un error, mientras que Jiang Qing se desplazó a los campus para alentar a los más radicales. A comienzos del mes de agosto incluso se sumó a las pancartas de grandes caracteres, en la que aparecía escrito “¡bombardeemos los cuarteles generales!”, demostrando que confiaba más en las masas para dirigir la revolución que en el propio PCCh. De hecho, en el mes de agosto Mao comunicó a Lin Biao que sería su sucesor en detrimento de Liu Shaoqi.

La figura de Lin Biao
Si nos remontamos al año 1965 podemos decubrir los movimientos de Lin Biao para garantizarse el control del EPL, lo que le serviría para alzarse como una figura fundamental en los primeros años de la Revolución Cultural. Lin jugó sus cartas desde Beijing, tratando de asentar su posición dentro del PCCh y del EPL.

En calidad de ministro de Defensa entró en conflicto con el jefe del Estado Mayor, Luo Ruiqing, sobre la línea que debía seguir el EPL: para Lin era fundamental que los militares se formaran políticamente, que recibieran una educación política fundamentada en los principios del marxismo-leninismo y el maoísmo, mientras que Luo optaba porque el ejército siguiera siendo una fuerza profesional, alejada de las disputas políticas. La situación era delicada y Mao optó por dar la razón a Lin Biao, aceptando sus quejas sobre la falta de regularidad en los informes que debería hacerle llegar y los intentos de Luo por lograr su cese como ministro. Apartó a Luo Ruiqing de la jefatura del Estado Mayor y dio su visto bueno, de este modo, a la politización del EPL, lo que puede traducirse en una maniobra más de Mao para reducir las posibilidades de un golpe de Estado, algo en lo que llevaba pensando varios años y que al contar con un ejército politizado sería más complicado de llevar a cabo. Como afirmó Lin:

“Mientras que debería destinarse una cantidad concreta de tiempo para el entrenamiento, la producción militar, etc., no debería permitirse que dichas actividades invadiesen la política. Por otro lado, sí debe permitirse que la política invada las otras actividades”.

El control de la Oficina General del Comité Central del PCCh
Uno de los últimos movimientos previos al comienzo oficial de la Revolución Cultural tuvo como protagonista al propio Mao. En noviembre de 1965 destituyó al director de la Oficina General del Comité Central del PCCh, Yang Shangkun, por haber realizado escuchas de sus conversaciones privadas, sin su consentimiento, a comienzos de la década de los ’60, algo de lo que tenía constancia desde hacía varios años. La verdadera razón que motivó su destitución precisamente en aquél momento estaba relacionada con la posición que ocupaba, un puesto clave para conocer el tránsito de información, por lo que eligió en su lugar a Wang Dongxing, director de la Oficina Central de Vigilancia, quien estuvo a cargo de su seguridad personal y que se caracterizó por su fidelidad sin fisuras.

De este modo podemos observar cómo desde distintos frentes se fueron asentando los pilares sobre los que se sostendría la estructura de la incipiente Revolución Cultural. 1966 fue el comienzo de una nueva era dentro de la República Popular China.

Fernando Prieto es historiador especializado en Asia Oriental y máster en Economía y Negocios de China e India

Fuente:
https://politica-china.org/areas/sociedad/la-revolucion-cultural-ultimos-movimientos-antes-del-caos-bajo-las-estrellas-1962-66

lunes, 1 de junio de 2020

Los olvidados



Foto: Una cola de personas con mascarillas para recibir ayuda alimentaria en el asentamiento informal de Itireleng, cerca del suburbio de Laudium en Pretoria, Sudáfrica. REUTERS / Siphiwe Sibeko

Desde que se comprobó el enorme impacto económico de la propagación del coronavirus, los países más ricos del mundo, en donde se concentra sólo la tercera parte de la población mundial, no han parado de adoptar medidas de apoyo a sus economías. Alemania, uno de los más poderosos, ha podido poner en marcha programas de ayuda a sus hogares y empresas por un valor equivalente a casi la mitad de su Producto Interior Bruto, un esfuerzo posiblemente nunca registrado. Con menos intensidad, todos los países ricos lo vienen haciendo, pues en todos ellos prima la idea de que hay que hacer lo que haga falta para evitar el colapso económico, incluso a costa de un incremento récord de su deuda.

Sin embargo, se está hablando muy poco de la situación en la que se encuentran las dos terceras partes de la humanidad, los países pobres o ahora llamados «emergentes»; una denominación, por cierto, bastante inadecuada pues la realidad es que no terminan de emerger nunca, sino más bien todo lo contrario.

La situación en todos ellos empieza a ser ser dramática, a pesar de que la pandemia les ha afectado más tarde y no ha registrado todavía el pico del daño más elevado que, sin lugar a duda, va a terminar provocando.

Las salidas de capital desde esos países más pobres en el primer mes de la pandemia fueron ya el doble de las que se produjeron en el primero posterior al estallido de la crisis de 2008 y las inversiones hacia esos países también se están desplomando, lo que aventura que la pérdida de liquidez y recursos va a ser ahora mucho mayor que entonces.

En esta crisis no sólo tendrán que hacer frente a gastos sanitarios de carácter extraordinario para combatir la pandemia, sino que se encontrarán en unas condiciones económicas propias y de entorno mucho más complicadas y difíciles por diversas razones.

En primer lugar, las economías más pobres del mundo van a perder una parte muy importante de sus ingresos por exportaciones debido a la caída de los precios (un 37% en lo que va de año) de los productos básicos en los que suelen estar especializadas y porque la demanda de importaciones se está reduciendo en todo el mundo a consecuencia de la pérdida de ingresos y de la paralización de los transportes. Además, y a diferencia de lo que pasó en 2008, la demanda exterior de China está siendo menor, de modo que no ayudará tanto como antes a «tirar» de las economías más atrasadas. Y, para colmo, muchas de las cadenas globales de suministro se encuentran no sólo detenidas sino algunas literalmente destrozadas a causa de los confinamientos.

En segundo lugar, los países emergentes hacen frente a la crisis en peores condiciones que en otras ocasiones porque las políticas aplicadas tras la de 2008 los han hecho todavía más vulnerables desde el punto de vista financiero. Ahora disponen de menos reservas, la deuda ha aumentado y una mayor parte de ella ha pasado a estar en manos de acreedores más exigentes y peligrosos, y a estar registrada en dólares. Y al deteriorarse las condiciones financieras mundiales van a tener muchos problemas para poder renovar la deuda, no ya en 2021 sino incluso este año (en 2020 la totalidad de los países emergentes deberán pagar 1,6 billones de deuda, de los cuales casi la tercera parte corresponde a los más pobres de entre los países pobres).

La depreciación casi generalizada de sus monedas empeora todo lo anterior y aumenta una factura ya de por sí muy difícil de afrontar.

En tercer lugar, también van a sufrir ahora mucho más que en 2008 porque la salida a esa última crisis llevó consigo el debilitamiento de sus sectores públicos y, en particular, de sus sistemas fiscales, siguiendo los dictados que constantemente imponen los grandes organismos internacionales; y también porque en todo el mundo han aumentado los flujos de capital ilícito, las finanzas a la sombra, la evasión de capitales y las inversiones especulativas que hacen que todas las economías -pero en mayor medida la ya de por sí más vulnerables- se encuentren ahora en condiciones de creciente fragilidad.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) calcula, en el informe del que he sacado los datos anteriores (aquí), que las malas condiciones económicas generales y todas esas circunstancias a las que acabo de hacer referencia pueden hacer que los países emergentes pierdan este año unos 800.000 millones de dólares de ingresos, una buena parte de ellos por la caída de las remeses que les proporciona su población emigrante hacia los países más ricos.

La tentación de estos últimos es olvidarse, como siempre viene ocurriendo, de los más pobres ahora que están concentrados en salvar a sus propias economías, a sus empresas y hogares, con las ayudas que, con más o menos generosidad, pueden proporcionarles gracias a que son eso, los países más ricos del mundo.

Una actitud no sólo egoísta, sino a la larga suicida.

Nuestro planeta, la economía mundial en su conjunto, no está formada por un montón de cajones estancos. Se pueden cerrar las fronteras para que no pasen personas, capitales o mercancías, pero no para evitar que las crisis se propaguen de un lugar a otro. Las economías dependen entre sí y es imposible que las más ricas salgan adelante, que puedan sortear sus propias crisis y gozar de mínima estabilidad, si las demás se vienen abajo. El colapso de las economías en los países pobres producirá caídas en las exportaciones e importaciones globales, cortes de suministros, impagos en cadena, tensiones sociales, flujos migratorios y multitud de otros problemas que terminarán por afectar a quienes ahora creen que puede ponerse a salvo salvándose sólo a ellos mismos. Lo mismo que a Alemania o a Holanda no le servirá de mucho salvar a sus empresas proporcionándoles ayudas multimillonarias si las economías del resto de Europa a quienes les venden sus mercancías se vienen abajo o terminan boicoteando sus productos para censurar su política egoísta, tampoco los países más ricos del planeta podrán salir adelante si se siguen olvidando de los más pobres.

Los problemas globales que estamos viviendo en nuestro planeta necesitan, quizá más que nunca, perspectivas y soluciones globales, instituciones y políticas a escala planetaria capaces de proporcionar, eso sí, los recursos y condiciones que hagan posible que se den respuestas en lo espacios y a las gentes concretas que sufren las adversidades y las carencias particulares.

Nos estamos centrando en lo que pasa en los países que disponen de recursos para hacer frente a la pandemia y nos olvidamos de la mayor parte de la humanidad, sin percatarnos que eso nos supone a medio plazo un peligro quizá mucho mayor.

Es imprescindible garantizar que los países más pobres dispongan de liquidez suficiente para enfrentarse a la pandemia, hay que establecer controles a los movimientos de capital para evitar que los flujos especulativos los arruinen, evitar que se ahoguen en la deuda suspendiendo el pago y estableciendo con urgencia un proceso internacional de reestructuración y jubileo, hay que aumentar la ayuda al desarrollo y, lo más importante, hay que reconsiderar las condiciones tan injustas e ineficientes en que se desenvuelve el comercio y las finanzas internacionales.

A los países ricos les pasa lo que decía Francis Bacon que ocurre a los seres egoístas: son capaces de provocar un incendio en casa del vecino para freírse un huevo.

Incendiamos de pobreza a la inmensa mayoría de la población mundial para freír en su sufrimiento el huevo de nuestros privilegios de ricos, sin darnos cuenta de que las llamas se propagan sin remedio y que nos asfixiaremos todos si no las apagamos cuanto antes de la única forma en que puede apagarse el incendio de la pobreza, con justicia, respeto, ayuda mutua y solidaridad.

Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, ‘Economía para no dejarse engañar por los economistas’ y ‘La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?’

Fuente:

https://blogs.publico.es/juantorres/2020/05/26/los-olvidados/

domingo, 19 de abril de 2020

“Por primera vez nadie espera que las soluciones vengan de Estados Unidos”.

(ENTREVISTA EN El Diario.es)
Rafael Poch ha sido corresponsal de La Vanguardia y colabora con Ctxt
Foto, Boris Svartzman

El inicio de la crisis del coronavirus en China fue descrita por algunos medios como “el Chernobyl chino”, sugiriendo el inicio de la decadencia de la potencia asiática. Un par de meses después, parece todo lo contrario…

Hay que ser muy prudentes, porque de este virus nos falta mucha información, pero de momento el Chernobyl no es tanto chino como americano. Hace unas semanas, cuando el principal foco era Europa, escribí que el siguiente problema gordo podía ser el de Estados Unidos, y eso es lo que tenemos ahora. En Estados Unidos se están confirmando las cosas más locas que se pensaban sobre ellos, como que es un país que pone el dinero por delante de la gente, que es incapaz de cesar sus sanciones que la crisis convierten en aun más criminales, o que tienen unos responsables políticos absolutamente disparatados, como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que tiene una población de ancianos muy abultada y que no ha hecho prácticamente nada, o el de Georgia, Brian Kemp. Y eso por no hablar del principal incompetente y negacionista que está en la Casa Blanca, lo que no le impide ofrecer mil millones a una empresa alemana para hacerse con la exclusiva de posibles remedios.… Y mientras eso pasa en Estados Unidos, en China parece que de momento están saliendo. La actitud exterior china no solo no ha sido negacionista sino que ha dado información muy fluida a la OMS y ha hecho una labor de ayuda extraordinaria brindando a los demás un tiempo que no todos han sabido aprovechar para prepararse. Esta es una crisis en la que por primera vez nadie espera que las soluciones vengan de Estados Unidos, y parece que algunas incluso van a venir de China.

¿Por qué cree que se no se espera que las soluciones vengan de EE.UU? ¿Muestra una decadencia del país como potencia única o es por otras razones?

La crisis ha puesto en evidencia una situación que ya teníamos, que es una tendencia a cierto relevo de potencias. No en el sentido de que China vaya a ser la próxima superpotencia hegemónica, no está claro que China quiera ser eso, pero sí en el sentido de que el vector que ya conocíamos de que la potencia estadounidense se iba relativizando mientras la china se iba aumentando. Esta pandemia nos ha ofrecido una fotografía de eso. Y todo aquello que barruntábamos, de repente, lo vemos.

Antes sugería que quizás China no quiere ser esa potencia a la que parece estar llamada a convertirse. ¿Por qué?

Por tradición secular, China ha sido un país y una cultura introspectiva, más bien cerrada en sí misma. No ha sido una potencia expansiva. Sí, ha tenido cierta expansión imperial en su inmediato entorno, pero no ha sido un imperio de comercio de gran distancia ni nada de eso, como fueron las potencias europeas. Y el motivo podría ser la gran fragilidad interna que siempre ha tenido China, un país en el que siempre han coincidido las sequías con las inundaciones y, en fin, que siempre ha tenido enormes problemas de gobernabilidad interna. También cierta idea de superioridad y autosuficiencia, de “nuestra civilización como la más perfecta por lo que hay que concentrarse en defenderse de los bárbaros”, lo que la Muralla China representa.

Pero todo esto puede ser música celestial si lo cotejamos con los imperativos de la globalización, cuando hablamos de una potencia industrial y de exportación, que necesita materias primas para funcionar, y eso cambia mucho las cosas. Desde el momento que eres la fábrica del mundo tienes que abandonar esa introspección y necesitas proyección exterior.

En Europa se ha instalado cierta idea fatalista de que, si vamos a competir con China, hace falta que demos un giro tecnocrático. ¿Es así?

Antes hablábamos de Chernobyl. En estos momentos Europa está en la UCI, clarísimamente. También ha ofrecido una fotografía en esta crisis de todas las miserias e insuficiencias que la Unión Europea demostró durante la crisis del 2008. El egoísmo de Alemania, la incapacidad de hacer una política solidaria dentro de un esquema diseñado como una autopista de la globalización neoliberal. Eso es muy difícil de transformar porque los tratados que regulan los principios neoliberales de la UE son inamovibles y están blindados contra el cambio, lo que agudiza la crisis interna.

Una crisis que parece recurrente entre el norte y el sur europeo.

En el caso de Alemania las posiciones han sido espectaculares, en una de las últimas reuniones, la del 26 de marzo, ante una presión considerable en pro de medidas solidarias, Merkel realizó una maniobra indecente. En manos de los cinco presidentes de las instituiciones de la UE (Consejo, Parlamento, Comisión, BCE y Eurogrupo) la posición de países como Francia, España e Italia en favor de los llamados coronabonos parecía ineludible, así que hizo que la decisión se tomara en el Eurogrupo donde los adversarios de esa política tenían más peso, con Holanda y Alemania en primer lugar. Este truco de Merkel lo explicaba el indecente Der Spiegel el dia 27. Este tipo de recursos ahora cada vez huelen más y son los que llevan a la UE a la UCI. La Comisión Europea, entre 2011 y 2018, exigió en 63 ocasiones a los países miembros que recortaran sus gastos en sanidad o privatizaran ámbitos enteros de su sistema público de sanidad. La contabilidad es de Martin Schirdewan, coopresidente del grupo de la Izquierda unitaria europea. Esto es muy difícil de olvidar…

Así como en la crisis pasada no parecía tan factible, en la actual crisis se habla en voz alta de la posibilidad de una ruptura de la UE. ¿Cree que es posible?

Creo que estamos hablando de cosas que en cierta manera ya han sucedido. Siempre pongo el ejemplo de la Sociedad de Naciones (1919), la antecesora de la ONU. Fue un acontecimiento histórico, por primera vez las naciones del mundo intentaban ponerse en común, conscientes de que debían tratar problemas generales. La práctica demostró que no pintaba nada, fue impotente ante las catástrofes del periodo de entreguerras y no digamos en la génesis de la Segunda Guerra Mundial, así que se acabó disolviendo en 1946 sin que nadie lo notara. Pero luego se creó la ONU. ¿Por qué? Porque la necesidad de una coordinación entre estados para un gobernanza mundial existía, permanecía y se incrementaba trasla experiencia de la guerra mundial. Pues yo creo que con la UE pasará lo mismo, no sirve para nada, está complicando las cosas con el corsé del euro y de sus irreformables tratados germánicos de cemento armado, nos ha quitado soberanía y democracia, es imposible de cambiar con el actual esquema pero, al mismo tiempo, la necesidad de una integración entre las naciones de Europa es por todos reconocida y fundamental.

¿Las democracias liberales están peor preparadas para afrontar una crisis como la del coronavirus o no tiene nada que ver con sistema político?

La pregunta es: ¿Para vencer al coronavirus tenemos que ser un régimen autoritario de partido único o mandar a centenares de miles de uigures a campos de reeducación? Pues creo que es una idea disparatada. Porque de momento, insisto en el “de momento”, quien lo ha hecho bien no es solo China sino Asia Oriental en general. Y ahí tenemos regímenes políticos muy diferentes: Japón, Taiwan, Corea del Sur… Y en China ha habido medidas de tipo autoritario (cuando el autoritarismo era necesario) pero también otras que simplemente tienen que ver con el buen gobierno y con anteponer la sanidad pública y los intereses de la población a la economía. Eso ha ocurrido bajo diferentes métodos. Ahora, sí que es necesaria cierta disciplina cívica y cierto regreso a una gobernanza estatal efectiva, cosas que en occidente se han perdido en beneficio de la gobernanza empresarial.

Uno de los debates es sobre las medidas de protección a la salud en contraposición con el impacto económico que podían generar. Y se le pueden sumar también los derechos. ¿Cree que en Europa se ha resuelto bien esta cuestión?

Respecto a las libertades, en condiciones de pandemia la solidaridad pasa por el distanciamiento social. Parece contradictorio, pero no, es absolutamente claro. El confinamiento por tanto no solo no es autoritario sino que es altruista y solidario. Ahora bien, el dilema entre la economía y la salud no es ninguna tontería. El actual parón va a provocar un colapso mayor. Otra cosa es que el capitalismo siempre prime la economía en detrimento de la población. Pero en una posición 100% humanista, atenta a los intereses de la población, la pregunta continúa siendo válida: ¿Hasta qué punto este confinamiento llevado más allá de lo razonable no se puede volver contra nosotros? Estamos ante sociedades de clase y los de abajo son los que más van a sufrir. El dilema este es muy serio, independientemente de que Trump, Bolsonaro o Merkel, a otro nivel, le hayan dado una respuesta asquerosa desde el principio.

En un sistema comunista también habría este dilema, ¿no?

Claro. Por eso hay que buscar un balance. Pero es muy difícil porque esta pandemia, sin ser históricamente nueva, es novedosa porque hace tantos años que no ocurría algo así, y nunca en una sociedad tan moderna, que estamos en terreno desconocido.

Rusia ha apostado por unas medidas mucho más blandas que China o el sur de Europa en relación con el coronavirus. Parece que se ha alineado más con los países negacionistas. ¿Por qué cree que ha sido así?

Hay un punto de misterio en la respuesta rusa a esta pandemia, aún no está claro si es que han tenido suerte, si han acertado mucho en las medidas preventivas, o si han sido de una incompetencia increíble. O podría ser una combinación de todas estas. En primer lugar, las características de la sociedad rusa dan ventajas: hay menos sociabilidad que en España o Italia, tienen un espacio físico enorme, las redes viarias son menos fluidas, hay mucho comercio con China, pero es sobre todo de petróleo y gas… todo esto ayuda a que el impacto sea menor. Además Rusia cerró ya en enero la frontera con China, y desde febrero los pasajeros a Moscú eran controlados por equipos médicos, y a quien daba fiebre se le confinaba en casa. Todo eso ocurrió.

Más allá de lo que dice el Gobierno de Putin, entonces, ¿la clave es que Rusia apostó por la prevención?

Sobre todo fueron medidas muy prontas, ya desde enero. A partir de ahí, la vida en Moscú ha continuado con menos cambios que aquí hasta hace bien poco. Pero tienen pocos casos y por eso, a la pregunta de si se falsea la información, pues es totalmente plausible. Yo sostengo que en este tipo de crisis la estadística se convierte en un recurso de Estado: cada uno cuenta los muertos como quiere. Y eso es aplicable tanto a China como a Rusia, a Estados Unidos, Alemania o España.

Hay quien sostiene que la crisis del coronavirus puede generar un giro hacia posiciones más solidarias o de defensa de los servicios públicos. ¿Lo ve de forma tan optimista?

Yo lo que veo claro es que las cosas van a cambiar. Pero, ¿En qué línea? Esta es la cuestión. ¿Hay oportunidades para un cambio negativo o positivo? ¿Puede acabar esto en una guerra? Por qué no. ¿Puede acabar en una revuelta social o en un despertar social contra el neoliberalismo? Pues también, puede ser. Ahora bien, también es posible una utopía de estas orwellianas, con más control social, a partir de los precedentes liberticidas creados por la emergencia. Recordemos la nueva y desastrosa ola imperalista abierta por el 11-S neoyorkino: la “guerra contra el terror”, es decir millones de muertos, Guantánamo y la NSA en nuestro teléfono móvil y nuestro ordenador. Mucho depende de la capacidad y exigencia de las sociedades para cambiar las cosas. Yo creo que el futuro está bastante abierto y tenemos que reconocer que simplemente no sabemos qué va a pasar. Hay condiciones para el desastre y también para un cambio socioeconómico que encare los retos del siglo (clima, recursos de destrucción masiva y desigualdad), pero no habrá “vuelta a la normalidad” porque ha sido esta normalidad la que ha creado el problema.

(Publicada en Diario.es y ampliada)

sábado, 31 de agosto de 2019

Rusia y China alertan de una escalada militar tras el ensayo de un nuevo misil por EE UU. Moscú y Pekín desaprueban la primera prueba de un misil de crucero de los estadounidenses desde la ruptura a principios de agosto de un acuerdo de desarme de la Guerra Fría

El Kremlin ha condenado este martes la prueba de Estados Unidos de un misil de crucero terrestre con un rango superior a 500 kilómetros. El ensayo tuvo lugar menos de tres semanas después de que expirara el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés), que prohibía que Rusia y EE UU almacenaran, probaran o desplegaran misiles terrestres, convencionales o nucleares, de alcance intermedio (de entre 500 y 5.000 kilómetros). Pekín también ha mostrado su descontento con la prueba del Pentágono.

El ensayo de Washington demuestra una vez más que “los estadounidenses buscaron desde un principio terminar con el INF”, según dijo un portavoz del Kremlin en declaraciones a la prensa.

Al denunciar el INF —firmado por Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov en 1987—, Estados Unidos acusó a Moscú de violar el tratado durante los ensayos del misil Novator 9M729. El Kremlin lo ha negado reiteradamente y ha continuado con el desarrollo y despliegue de estos proyectiles. El presidente ruso, Vladímir Putin, además de acusar a Washington de incumplir el acuerdo con la instalación en 2015 del sistema antimisiles Aegis en Rumania.

El viceministro de Exteriores, Serguéi Riabkov, opinó que ahora estas pruebas muestran que el Pentágono llevaba largo tiempo desarrollando el nuevo misil, ya que es altamente improbable que en un “plazo de tiempo tan corto” los estadounidenses pudieran haber preparado el ensayo del lunes.

Lo más lamentable para el diplomático ruso es que con ello Washington desvela sus intenciones de “extender el potencial desestabilizador” a un campo que, hasta hace poco, estaba firmemente regulado, como es el de los misiles terrestres de medio alcance. La situación es simplemente “lamentable”, manifestó Riabkov. Todo esto estaría demostrando que la Casa Blanca preparó con mucha antelación su renuncia al tratado INF, tanto su aspecto propagandístico como el militar y técnico, señaló.

El viceministro subrayó que Putin reiteró el lunes, durante su visita al presidente francés, Emmanuel Macron, en París, que Rusia no desplegará misiles de medio alcance mientras Washington no lo haga.

Por su parte, el Gobierno chino advirtió contra "una escalada de enfrentamientos militares". La prueba realizada por EE UU frente a las costas de California "tendrá graves consecuencias negativas para la seguridad regional e internacional", indicó ante la prensa el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Geng Shuang.

La prueba estadounidense, realizada con éxito, se llevó a cabo desde la isla de San Nicolás, frente a la costa de California, a las 14. 30 hora local (23.30 en la España peninsular), según el Pentágono, que precisó que se trata de una “variante de un misil de crucero de ataque tierra-tierra Tomahawk”. El INF no prohibía el desarrollo y uso de misiles de medio alcance que fueran lanzados desde embarcaciones o aeronaves.

Las pruebas tanto de Rusia como de Estados Unidos muestran que la carrera armamentística entre ambos países está en auge y que en el futuro próximo seguirá acelerándose, con las consiguientes amenazas que ello conlleva.

jueves, 17 de enero de 2019

La actualidad de China

Un mundo en crisis, una sociedad en gestación
 
Este es un libro distinto sobre China: un libro fascinante que surge de la experiencia de años de vivir en el país, de recorrerlo de punta a cabo, de hablar con las gentes más diversas, en un esfuerzo por ir “más allá del tópico y del prejuicio” que dominan en cuanto se escribe sobre él. Un libro que nos habla tanto de los rascacielos de Shanghai como de los jubilados que se reúnen para jugar con sus pájaros amaestrados, de las nuevas armas espaciales o de los problemas del Tíbet. Y también de las “fronteras”: las páginas que Poch-de-Feliu dedica a Vietnam, a Mongolia o a esa Corea del Norte que se niega a desmoronarse, como predicen los “entendidos” desde hace décadas, sorprenderán al lector desinformado por los medios de comunicación. Pero lo que al autor le interesa sobre todo que entendamos es “la actualidad de China”, la importancia que para nosotros tiene el alumbramiento de esta nueva sociedad, porque “todos los problemas de la crisis mundial están contenidos en ella” y nuestro propio porvenir está en juego en su futuro”.
Josep Fontana

miércoles, 5 de diciembre de 2018

_- Entrevista al periodista Rafael Poch de Feliu. “La izquierda debe salir de esa cárcel conceptual en la que está metida”.

_- ¿En qué situación se encuentra la Unión Europea en esta coyuntura mundial de ‘cambio’ y ‘desorden’? ¿Qué papel juega en este tránsito tras la Guerra Fría de un mundo unipolar -con una potencia hegemónica- a otro multipolar?
La crisis que parece desintegradora de la UE, la sensación de que cada vez está más dividida entre los intereses y tendencias del Norte y del Sur, del Este y del Oeste, de Francia y Alemania, así como de algunas regiones, con el resultado de una parálisis fenomenal, ejemplariza, precisamente, ese desorden más general y forma parte de él. En esas condiciones se está mostrando completamente incapaz de configurarse como actor autónomo, como uno de esos actores de ese “mundo multipolar”, con varios centros de decisión que teóricamente sería la alternativa al hegemonismo de una sola potencia que se resiste a morir. La UE cada vez sale menos en la foto del mundo de mañana. Hasta ahora solo la hemos visto en el papel del “ayudante del sheriff”. Su vasallaje de Estados unidos no tiene precedentes. Recordemos la guerra de Vietnam; ni siquiera el Reino Unido envió allí tropas, algunos gobiernos -el de Olof Palme en Suecia- se enfrentaron a Washington y toda Europa era un mar de crítica. Ahora, todos están en Afganistán, una guerra criminal y sin sentido imposible de ganar, casi todos han pasado por Irak y nadie levanta la voz…

Con la segunda guerra de Irak hubo aquel pequeño plante de Francia y Alemania en 2003, pero más allá de eso hubo, como ahora se sabe, una plena cooperación a nivel de servicios secretos y demás. En Libia la iniciativa fue francesa, seguramente para borrar los rastros de la financiación de la campaña de Sarkozy. Luego hemos tenido el caso del espionaje de la NSA a sus aliados y a todo el mundo. En Berlín el teléfono de Merkel se espía desde la embajada de Estados Unidos, a menos de un kilómetro de la cancillería. En París la embajada es el edificio contiguo al Elíseo…Todo esto es del dominio público, ha generado documentos gracias a los Snowden y Assange, los héroes de nuestro tiempo que diría Lérmontov, y no ha pasado nada. Ahora Trump, el presidente broncas, está trabajando activamente para emancipar a la UE de esas tutelas. Todo está resquebrajado y Trump aun lo tritura más; el G-7, la OMC, la OTAN, la OPEP, hay que darle las gracias a Trump por ello, pero no parece que la UE esté en posición de sacar provecho… Así que la Unión Europea, a la que se daba como seguro poder ascendente, está sumida en una seria y paralizante crisis desintegradora pero no es el único aspirante a un papel en el mundo multipolar que se encuentra en esa situación.

Los avances de América Latina sacudiéndose gran parte del tradicional tutelaje del vecino del norte conocen inquietantes reacciones en países clave como Brasil, Argentina y la caótica Venezuela chavista, que cometió, a diferencia de la Rusia de Putin, el imperdonable delito de repartir entre los pobres renta petrolera. Es cierto que un país tan importante como México ha conocido un cambio con la holgada victoria de López Obrador, pero el nuevo presidente no parece tener propósitos de encabezar un liderazgo hacia la soberanía continental semejante a los de Lula y Chávez en la década anterior. Oriente Medio está más desorganizado y tenso que nunca, con la novedad de que ninguna potencia externa –y desde luego tampoco Estados Unidos gran factor de caos allá– es capaz de intervenir con eficacia determinando el curso de los acontecimientos. Rusia se ha restablecido militarmente, pero en todo lo demás, en su estructura económica y en su régimen político, sigue siendo un país atrasado. Y en Asia, más allá de la evidencia del ascenso chino, son fundadas las dudas de que ese paquidermo llamado Organización de Cooperación de Shanghai pueda llegar a bailar un vals y ser verdaderamente operativo en la esfera internacional… Así que podemos concluir que la tendencia mundial, la evolución de la correlación de fuerzas entre potencias y regiones, erosiona ciertamente al hegemonismo, pero, que al mismo tiempo, los aspirantes al relevo multipolar, quizá con la excepción de China, están bastante averiados.

La Unión Europea se ha convertido en una construcción oligárquica y antidemocrática que poco o nada tiene que ver con los teóricos principios fundacionales. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Aclaremos primero eso de los “principios fundacionales”. La integración europea fue, sin duda, un producto de la guerra fría. Como explicaba Eric Hobsbawm, el proyecto evidenciaba la fuerza del miedo que mantenía unida a la alianza antisoviética: miedo a la URSS, pero también miedo de Francia a Alemania, de Alemania a una condena eterna a la falta de soberanía, y miedo de ambos a Estados Unidos, a la certeza de que Washington ponía siempre su propia agenda por delante de los intereses de sus aliados europeos. En cualquier caso, todo venía cosido por (y no habría sido posible sin) la convicción de Estados Unidos de que una Europa (lo mismo vale para Japón) económicamente fuerte e integrada, era la mejor estrategia para la “contención” contra la URSS. En ese marco, lo único que les quedaba a los franceses era vincularse con Alemania en un cuadro superior de integración que imposibilitara el conflicto. De ahí sale el proyecto francés de Unión Europea. Ese impulso de paz continental es positivo y hay que cuidarlo, pero sin idealizar todo eso del “continente de paz”, porque no se puede olvidar la guerra incesante que esa Europa ha venido practicando en el mundo no europeo y colonial después de la Segunda guerra mundial, por no hablar de la desintegración inducida de Yugoslavia, del actual conflicto en Ucrania, ambos con claras responsabilidades de la UE, y del papel de “ayudante del sheriff”. Ese es el “continente de paz” realmente existente. Dicho esto, particularmente desde Maastricht ésta UE ha sido, ciertamente, la autopista de la globalización oligárquica y neoliberal en esta parte del mundo.

¿Cómo hemos llegado?
Pues sin la menor democracia: se ha ido construyendo un corsé de tratados e instituciones a cargo de funcionarios y organismos al servicio del interés empresarial, con gran peso de la economía exportadora alemana, que ha encerrado a los estados y a las ciudadanías en una especie de cárcel.

Esta última década, o mejor dicho desde 1992, cuando la gente ha podido votar sobre diferentes aspectos en referéndum, los postulados del establishment han sido derrotados, desde el Brexit a Grecia, pasando por la ratificación/rechazo de los diferentes Tratados de la Unión.

¿Tiene futuro una Unión que se construye continuamente en contra de la opinión mayoritaria de la gente?
Todo menos el Brexit ha sido ignorado. Los marcos de la soberanía y de la democracia son estatales. La ciudadanía es estatal, no existe el “pueblo europeo”, sino la suma de los pueblos español (multinacional), francés, alemán, polaco, etc. Sin embargo todo se decide en instancias tecnocráticas que están por encima de la soberanía y de la democracia, inalcanzables para la ciudadanía. “No hay democracia fuera de los tratados europeos”, dijo Jean-Claude Juncker hace año y medio. ¿Tiene futuro esto? Yo creo que depende de la gente, de su acción en los estados nacionales. No creo en una “rebelión europea” a la Varufakis, sino en la suma de transformaciones en los Estados, porque es en ellos donde está el marco ciudadano.

Con alguna excepción, la izquierda europea es incapaz de ofrecer una alternativa real que haga frente al actual estatus-quo. ¿Qué responsabilidad tiene la izquierda en esta situación?

En general la izquierda en Europa no cuestionó la integración europea, cultivó el mito del “continente de paz” por miedo al nacionalismo y quedó prisionera de su marco, es decir de la versión local de la globalización capitalista neoliberal “made in USA”. Ahora asiste al espectáculo de que el grueso de la rebelión contra el orden establecido lo capitaliza la extrema derecha. Supongo que la izquierda debería dar una patada a la puerta de esa cárcel conceptual en la que está metida y debería reivindicar el soberanismo para cambiar las cosas en cada país y luego en la Unión Europea. Algo de eso está pasando en Francia con la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon y en Alemania con el recién creado movimiento Aufstehen, iniciativa de Oskar Lafontaine, el político europeo de izquierdas más sólido, desgraciadamente en vías de retiro…En España estamos retrasados en ese debate. En Catalunya en lugar de desembocar en la extrema derecha el descontento ha desembocado en la payasada del “procés” y se ha perdido gran parte del positivo impulso del 15-M.

¿Por qué se siguen aplicando recetas capitalistas neoliberales que no funcionan y que tienen graves consecuencias para la mayoría de la gente? ¿Hay condiciones objetivas para construir una alternativa real de izquierdas que haga de contrapeso a quienes imponen estas políticas, tal y como las había para el llamando ‘mundo occidental’ cuando existía la URSS?
Esas recetas funcionan perfectamente para lo que fueron diseñadas: engordar a los ricos, maximizar el beneficio e incrementar la explotación vía deslocalización, privatización, desregularización y emigración de mano de obra. Hasta que la mayoría social perjudicada no les dé un puñetazo en el morro no se inmutarán. Fue el miedo a la insurrección y a la inestabilidad lo que impuso el estado social en Europa tras el shock de la Segunda guerra mundial. Claro, el adversario soviético y su tan poco atractivo modelo, también influyó. Desde el hundimiento del bloque del Este se sienten más fuertes y además con la integración de todo aquello en la economía mundial y el ingreso de India y China en ella, se ha duplicado el número de obreros en el mundo, añadiendo unos 1.400 millones más. La correlación de fuerzas entre capital y trabajo ha cambiado en beneficio del primero. ¿Cómo modificar todo esto en un sentido de mayor justicia social? ¿Cómo crear una fuerza que asuste tanto que obligue a imponer reformas sociales? Son preguntas enormes cuya respuesta está en la historia de la humanidad.

Mientras tanto la extrema derecha está creciendo en los diferentes procesos electorales. ¿Cuáles son los motivos? ¿Hasta qué punto influye la inmigración -o, mejor dicho, la gestión que se está haciendo de este tema?
Desde finales del siglo XX, una creciente desigualdad territorial y social, crisis y conflictos, así como la circulación de la información que estimula la comparación y las ganas de irse, aceleraron y mundializaron las emigraciones. Una encuesta realizada en 2014 por la OIT en 150 países, sugiere que más de una cuarta parte de los jóvenes de la mayoría de las regiones del mundo quiere residir permanentemente en otro país. Nada más comprensible en un planeta en el que 1.200 millones de personas viven en la extrema pobreza y donde a una quinta parte de la población le corresponde sólo el 2% del ingreso global, mientras el 20% más rico concentra el 74% de los ingresos. El vector de esta política apunta hacia una división del mundo en dos categorías, dos castas geográfico-sociales, en la que el estrato superior que podría implicar al 20% de la población del planeta podría vivir en un cuadro de relativa distribución, suficiente para generar un consenso y una fuerza militar capaz de mantener al 80% restante en una posición totalmente subyugada y paupérrima. Evocando este escenario, el sociólogo Immanuel Wallerstein observa con razón que, “el orden mundial que Hitler tuvo en mente no era muy diferente”.

El actual flujo migratorio hacia esta Unión Europea de 500 millones de habitantes es insignificante, pero el futuro y el calentamiento global cambiarán las cosas. Lo que hemos visto hasta ahora ha bastado para cambiar la geografía política de algunos países en beneficio de la extrema derecha. Para la izquierda el problema es irresoluble si no se enmarca en una acción general de transformación del mundo, sin una acción antibelicista, contra el comercio injusto, contra el crecimiento y por el multilateralismo en las relaciones internacionales. Encerrarse en el feliz mundo “sin fronteras” y en el “open arms” que nos vendieron los gringos junto con su globalización, un mundo en el que los estados son sustituidos por ONG´s y la política por la manipulable ideología de los derechos humanos, equivale a practicar una caridad que hace la cama a la ultraderecha. Pero,

¿cómo meter todo esto en un programa y al mismo tiempo evitar el escándalo de las muertes en el Mediterráneo?
Llevas tiempo denunciando la deriva militarista de la Unión Europea y su estrategia de búsqueda de culpables para explicar su fracaso. Rusia es un claro ejemplo. Salvando las distancias y dejando claro que todas las comparaciones son odiosas, ¿estamos ante una nueva ‘Guerra Fría?

Durante 25 años, occidente estuvo metiéndole el dedo en el ojo al oso ruso. La cosa funcionó mientras la clase dirigente rusa se dedicó a la gran juerga de privatizar y enriquecerse, pero pasado eso, a partir de 2008, el oso lanza zarpazos cuando le atosigan y además se ha crecido militarmente. El problema es que Occidente no acepta la recuperación del oso y así hemos llegado a esta segunda guerra fría sin justificación ideológica, pues ya no hay diferencias ni enfrentamientos entre sistemas socioeconómicos. En esta dialéctica la UE en crisis desintegradora encuentra un enemigo hacia el que dirigir su fracaso, mientras que Rusia asume grandes riesgos porque si vuelve a ser humillada su régimen podría hundirse como un castillo de naipes. La situación es particularmente peligrosa porque Estados Unidos fue destruyendo y retirándose de los acuerdos que ordenaban y prevenían desastres nucleares durante la guerra fría y hoy apenas hay canales. Eso hace más imprevisibles posibles incidentes, en el Báltico, Ucrania o Siria, que impliquen a los ejércitos de las potencias nucleares que allí están en contacto. Una solución sería volver a los documentos de 1990 (La Carta de París de la OSCE) sobre seguridad en Europa, que prometían un esquema de seguridad integrado, sin perjuicio de la seguridad del otro, en el continente. La OTAN violó aquello. Todo lo demás, incluida la actual chulería militar rusa, es consecuencia.

La victoria de Trump supone la victoria de la política del ‘Me first’. Trump ha declarado una guerra comercial a los ‘competidores’ de Estados Unidos. ¿Qué consecuencias puede tener esta guerra comercial, tanto a nivel global -postura de China, potencia emergente- como de la UE?
Trump llegó a la Casa Blanca en ese momento. Su “America First” combinaba un refuerzo del proteccionismo desmarcado del discurso liberal con cierta idea de una administración tripartita de los asuntos mundiales en rivalidad con China y Rusia. Trump partió del presupuesto de que el principal adversario de Estados Unidos a medio plazo era China e intentó repetir la jugada de Henry Kissinger de 1972, pero invirtiendo sus términos: si en la época de Nixon se trataba de llegar a acuerdos con China para confrontar a la URSS y alterar así la correlación de fuerzas en perjuicio de quien se consideraba enemigo principal, Trump deseaba un acuerdo con Rusia para debilitar a China.

Eso no va a funcionar, porque nadie se fía de Trump ni sabe cuanto va a durar en el cargo. Supongo que con los competidores europeos se llegará a acuerdos. El problema es con China, y no es comercial -porque el 40% de la exportación china al resto del mundo procede de multinacionales americanas y europeas instaladas en China- sino que tiene que ver el hecho de que el ascenso de China en el mundo solo puede ser detenido por la guerra. De momento guerra comercial, pero no olvidemos que ya con Obama se realizó el llamado “pivot to Asia”, es decir desplegar el grueso de la capacidad militar aeronaval de Estados Unidos alrededor de China. Pekín ha respondido con una estrategia comercial inclusiva, la llamada “nueva ruta de la seda”, pero también está dejando claro que no permitirá atropellos militares en sus fronteras. El actual fortalecimiento militar aeronaval de China en su frontera, en el Mar de China meridional, tiene por objetivo complicar para los militares de Estados Unidos cualquier posibilidad de victoria militar regional (que no global) en esa zona.

La “guerra comercial” forma parte de un pulso general contra el ascenso de China, cuya política internacional, hay que decirlo, no es militarista ni excluyente, sino más bien integradora y prudente.

Publicada por Gorka Quevedo en Alda, revista de ELA. Septiembre/octubre 2018.

Fuente:
https://rafaelpoch.com/2018/11/30/la-izquierda-debe-salir-de-esa-carcel-conceptual-en-la-que-esta-metida/amp/?__twitter_impression=true