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miércoles, 17 de septiembre de 2025

Cómo China usó a empresas como Apple para superar a EE.UU. y convertirse en líder mundial de la tecnología

Una mujer ensambla manualmente piezas para teléfonos móviles en una fábrica

Fuente de la imagen,Feng Shufeng/VCG vía Getty Images

Pie de foto,Según el periódico japonés Nikkei Asia, 87% de los proveedores de Apple tienen plantas de producción en China.

Que empresas tecnológicas estadounidenses como Apple fabricaran sus productos en China parecía hasta hace poco una jugada empresarial maestra.

La ecuación era sencilla: producir en China es más barato y, por ende, mayor es el margen de ganancia.

Pero, quizás sin darse cuenta, las empresas estadounidenses alimentaron por años a sus rivales del futuro.

Produciendo teléfonos móviles, vehículos eléctricos y un largo etcétera para compañías extranjeras, China fue desarrollando unas capacidades industriales, tecnológicas y humanas con las que hoy difícilmente cualquier otro país puede competir.

Si las empresas estadounidenses utilizaban a China para producir barato, China las estaba utilizando de vuelta para apuntalar su desarrollo tecnológico.

No fue casualidad. Kyle Chan, investigador posdoctoral de la Universidad de Princeton, explica que China hizo un esfuerzo muy deliberado para atraer y utilizar empresas como Apple para mejorar toda su economía.

"Nunca fue tan sencillo como decir: 'Vale, vengan a fabricar aquí y se hacen ricos y todos quedamos contentos'. No. En realidad, es como: 'Tienen que contribuir algo al desarrollo de China'".

"Y no solo Apple, sino también Volkswagen, Bosch, Intel, SK Hynix y Samsung", dice Chan.

Los expertos coinciden en que el centro de gravedad de la industria de la tecnología se ha ido desplazando.

Los días en que Estados Unidos era prácticamente el único país con la capacidad de producir tecnología capaz de cambiar la historia de la humanidad terminaron, y lo que hay ahora es una feroz competencia en todos los sectores.

"Ya no se trata de una carrera de un solo caballo", le dice a BBC Mundo Han Shen Lin, director para China de la consultora estadounidense The Asia Group.

¿Cómo pasó?

Una multitud fotografía con cámaras y iPhones las que parecen ser las versiones  más recientes del iPhone de Apple

Fuente de la imagen,David Paul Morris/Bloomberg vía Getty Images

Pie de foto,

Apple mudó su producción a China a inicios de los 2000.

En su libro Apple in China: The Capture of the World's Greatest Company ("Apple en China: La captura de la empresa más grande del mundo"), Patrick McGee expone, con base en más de 200 entrevistas a extrabajadores de la compañía, que la decisión de Apple de producir más del 90% de sus productos en China produjo grandes ganancias, pero no solo eso.

"La fortuna de Apple y su sofisticada producción desempeñaron un papel fundamental en la financiación, la capacitación, la supervisión y el abastecimiento de los fabricantes chinos, habilidades que ahora Pekín está utilizando como arma contra Occidente", plantea McGee, que excorresponsal del Financial Times en Silicon Valley.

En esa línea, el profesor Chan explica que, con el tiempo, los proveedores extranjeros que hacían parte de la cadena de producción del iPhone y otros dispositivos de Apple empezaron a ser sustituidos por proveedores chinos.

"Empezando por lo básico, como las partes de cristal —los lentes, las pantallas—, luego pasando por los módulos de la cámara y, finalmente, los chips mismos".

Según un análisis de 2024 hecho por el periódico japonés Nikkei Asia, 87% de los proveedores de Apple tienen plantas de producción en China, y más de la mitad tienen su sede principal en China o Hong Kong.

Aunque Apple ha tratado de diversificar los países donde se fabrican los insumos para sus dispositivos, sigue dependiendo ampliamente de fabricantes chinos y, además, de trabajadores chinos que cobran entre US$1 y US$2 la hora.

McGee se atreve a afirmar que, si quisiera, el gobierno chino podría detener la producción de Apple de la noche a la mañana.

Dos hombres observan un teléfono móvil mientras uno de ellos lo sostiene

Fuente de la imagen,VCG/VCG vía Getty Images

Pie de foto,
El gobierno estadounidense ha acusado a la gigante china Huawei (a la izquierda, su director ejecutivo, Yu Chengdong) de espionaje y robo de propiedad intelectual.

Además de convertirse en el proveedor por excelencia de Apple, China aprendió a desarrollar sus propios teléfonos, vehículos eléctricos y hasta modelos de inteligencia artificial, tan sofisticados como los estadounidenses.

Los ingenieros y las millonarias inversiones de Apple y otras empresas occidentales transfirieron conocimiento y capacidades cruciales para innovar a manos chinas, con lo cual contribuyeron directamente a la emergencia gigantes tecnológicos como Huawei, Xiaomi y BYD, dice McGee en "Apple en China".

Y así llegamos a este momento, en el que, aunque EE.UU. sigue estando a la vanguardia, China tiene sus propios gigantes con los que correr la carrera.

En palabras de Han Shen Lin, "Estados Unidos sigue liderando en las tecnologías fundamentales y los chips avanzados, pero China está acortando distancias rápidamente en innovación y escalabilidad en la capa de aplicaciones".

Kyle Chan agrega: "China ha empezado a sobrepasar a EE.UU. en algunas áreas. Y la gran historia aquí es la velocidad con la que lo está haciendo".

La batalla por la IA

Un sector que refleja como pocos la competencia voraz entre Estados Unidos y China es el de la Inteligencia Artificial, la actual joya de la corona de la industria tecnológica.

A pesar de que China ha invertido decididamente en el desarrollo de la IA por décadas, Estados Unidos parecía estar muy por delante con GPT-3, el revolucionario modelo de lenguaje lanzado por la compañía estadounidense OpenAI en 2020,

Y los posteriores lanzamientos de las distintas versiones de ChatGPT, cada una mejor que la anterior, conquistaron el mundo.

Pero entonces, cuando pocos lo esperaban, en enero de este año apareció en el panorama DeepSeek, un chatbot chino muy parecido a ChatGPT. Desarrollarlo, según sus creadores, costó una pequeña fracción de lo que le costó su competidor.

Donald Trump se refirió a la noticia como "un llamado de atención" para la industria tecnológica en EE.UU.

Una mano sostiene un teléfono en cuya pantalla se observa el logo de Deepseek mientras en el fondo se ve el logo de Tesla.

Fuente de la imagen,Cheng Xin/Getty Images

Pie de foto,
Tesla, la empresa de vehículos eléctricos de Elon Musk, anunció que usará la IA de Deepseek para el asistente de voz de sus autos en China.

"Lo importante no era solo que, de repente, un modelo chino fuera casi tan bueno como los mejores modelos estadounidenses, ni que se hubiera logrado con menos recursos informáticos y, según ellos, a un costo mucho menor, sino también —y esto es realmente crucial— que se haya hecho desafiando las restricciones a la exportación de chips para IA", afirma Chan.

Desde 2022, EE.UU. impide que clientes chinos compren los codiciados chips H100 de Nvidia, los más avanzados que existen para entrenar sistemas de IA.

En su lugar, Nvidia produce versiones menos potentes de sus chips específicamente dirigidas a sus clientes en China.

Por eso, para Chan, el lanzamiento de un chatbot chino que le pudiera competir a su contraparte estadounidense era un asunto "patriótico". "Para los chinos, se trataba de un desafío a la supremacía estadounidense", considera.

Deepseek afirma que entrenó su modelo de lenguaje usando los chips desmejorados de Nvidia que se venden en el mercado chino, pero hay rumores de que el fundador de la compañía habría comprado una gran cantidad de chips H100 y los habría combinado con otros menos sofisticados.

En abril, el presidente Donald Trump prohibió las exportaciones del chip H20, el más avanzado que para entonces se permitía vender a China, alegando riesgos para la seguridad nacional.

Recientemente, permitió que se reanuden a cambio de que la empresa le dé al gobierno estadounidense el 15% de sus ventas en China, un acuerdo sin precedentes en el que, además, recaen dudas sobre su legalidad.

Las restricciones de EE.UU. a las exportaciones han obligado a las compañías chinas a buscar alternativas.

Para el profesor Chan, medidas como estas "son efectivas en el corto plazo en términos de ralentizar el desarrollo de China, pero en el mediano a largo plazo, impulsan los esfuerzos de ese país para producir su propia tecnología y cadena de suministro independientes".

Un ejemplo de ello es lo que ocurrió con Huawei, que en 2019 fue añadida a la "Lista de Entidades" que participan en "actividades contrarias a la seguridad nacional o los intereses de la política exterior de EE.UU." tras acusaciones de espionaje, robo de propiedad intelectual y vigilancia de datos.

Debido a ello, los teléfonos móviles de la compañía dejaron de poder usar el sistema operativo Android, de Google.

"Después de sufrir el golpe, Huawei pasó varios años desarrollando su propio sistema operativo y sus propios chips SoC. No creo que lo hubieran hecho a tan gran escala si no hubieran sido sancionados tan duramente por Estados Unidos y, esencialmente, siendo obligados a hacerlo", señala Chan.

Las ventajas de China

Un automóvil amarillo en un centro comercial está rodeado de personas. El el fondo, un letrero de Xiaomi

Fuente de la imagen,CFOTO/Future Publishing vía Getty Images

Pie de foto
Además de teléfonos móviles, gigantes asiáticas como Xiaomi y Huawei han dado el paso hacia al producción de vehículos eléctricos. 

Estados Unidos llegó a ser el líder de la tecnología por la fortaleza de su sector privado, por los grandes incentivos económicos que hay en el país para innovar, por la gran cantidad de energía que produce, entre otras condiciones.


Entonces, ¿cuáles son las ventajas de China?

Los expertos apuntan, por un lado, a su decidida apuesta por una política industrial que invierte recursos del Estado para desarrollar aquellos sectores que considera estratégicos.

Chan plantea en diálogo con BBC Mundo que, mientras que en EE.UU. las inversiones se mueven rápidamente de acuerdo con el mercado, en China el gobierno se atiene a sus planes a largo plazo e invierte consistentemente en ellos, incluso si no le generan réditos inmediatos.

Además, "China tiene un sistema que fomenta una competencia interna muy, muy feroz, en el que los gobiernos locales respaldan sus propias empresas locales y se crea una especie de torneo", dice Chan.

Esa intensa competencia interna produce unos jugadores que logran ser competitivos no solo en China sino también a nivel global.

Otra palabra que mencionan repetidamente los expertos para explicar las ventajas que tiene China en la carrera tecnológica es "magnitud", la magnitud de su población y de los datos que hay sobre esa población.

"China puede poner a prueba tecnologías emergentes con toda su población", señala Han Shen Lin, director para China de The Asia Group.

Por ejemplo, "la capacidad de los fabricantes de medicamentos chinos para reclutar pacientes mucho más rápidamente y aprovechar las bases de datos nacionales centralizadas de pacientes ha acelerado mucho el ritmo de los ensayos clínicos y el descubrimiento de fármacos en China, especialmente en el ámbito de la oncología", decribe Chan.

Todo eso parece poner a China en una posición al menos tan privilegiada como la de EE.UU. para definir el futuro de la tecnología.

Al preguntarle a Lin qué pistas de ese futuro observa en su vida en Shanghái, afirma: "Lo que más me sorprende es cómo la tecnología avanzada se integra a la perfección en la vida cotidiana, desde la logística basada en inteligencia artificial hasta el pago sin efectivo en todo tipo de transacciones".

Sin embargo, advierte que el camino que sigue China no es uno sin riesgos.

"Sin la colaboración y la aceptación de muchos países a nivel global, especialmente en materia de cuáles son los estándares, China corre el riesgo de quedar encerrada una cámara de eco".

Y agrega: "Por ello, China ha ampliado su alcance en el Sur Global mediante iniciativas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y ha tratado de dominar los organismos que definen los estándares en organizaciones multilaterales como la ONU". 

lunes, 11 de julio de 2022

Cómo China logró reducir casi a la mitad la contaminación del aire en 7 años

Fotografías en las que una densa capa de contaminación no deja ver el sol en pleno día eran habituales la pasada década en China. Ya no.

El país redujo la cantidad de partículas dañinas en el aire un 40% entre 2013 y 2020, según el informe presentado en junio por el Instituto de Política Energética (EPIC) de la Universidad de Chicago, que realiza mediciones satelitales.

Es el mayor descenso de polución en el ambiente en un país en un lapso tan corto.

De hecho, a Estados Unidos le llevó tres décadas alcanzar un objetivo similar desde la histórica Ley de Aire Limpio de 1970.

¿Cómo lo ha logrado China en tan poco tiempo?

Al borde de lo irrespirable
Para responder a esa pregunta primero nos tenemos que remontar a 2013, cuando la contaminación del aire en el país asiático alcanzaba niveles extremos.

Ese año (2013) China registró un promedio de 52,4 microgramos (µg) por metro cúbico (m3) de partículas contaminantes PM2.5, diez veces más que el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la actualidad.

Las partículas finas PM2.5, que provienen de la combustión de materiales o combustibles fósiles, son muy dañinas para la salud por su alta capacidad de penetración en las vías respiratorias.

"En aquel momento Pekín experimentó lo que llamamos un 'airpocalipsis', con eventos de contaminación extrema que concienciaron a la gente sobre el problema", explica a BBC Mundo Christa Hasenkopf, directora de programas de calidad del aire del EPIC y coautora del estudio.

Ante la gravedad de la situación, el gobierno chino declaró la guerra a la polución del aire.

A finales de 2013 activó el Plan de Acción Nacional de Calidad del Aire para reducir la contaminación en un período de cuatro años con un generoso presupuesto de US$ 270.000 millones, a los que se sumaron otros US$ 120.000 del ayuntamiento de Pekín.

La batalla contra el carbón
Ese plan fijó objetivos específicos para reducir la polución un 35% en los siguientes cuatro años.

Y el enemigo número uno fue precisamente el mineral que hizo posible la rápida industrialización china desde el último cuarto del siglo XX y principal fuente de energía del país: el carbón.

El gobierno prohibió la construcción de nuevas plantas de carbón en las ciudades y regiones más contaminadas y forzó a las existentes a reducir emisiones o cambiarse al gas natural.

Solo en 2017 se clausuraron 27 minas de carbón en la provincia de Shanxi, la mayor productora de este mineral en China.

En enero de 2018 cerró la última planta de carbón en Pekín, mientras el gobierno chino canceló los planes de construcción de otras 103 centrales.

Aunque el carbón sigue siendo la principal fuente de electricidad de China, ha pasado del 67,4% de la producción total en 2013 al 56,8% en 2020, según datos oficiales del país.

Para compensar la descarbonización, el gobierno chino también aumentó la generación de energía de fuentes renovables.

Lo hizo hasta el punto de que en 2017 las renovables representaron una cuarta parte del total de la generación eléctrica del país, superando incluso a Estados Unidos, donde la cuota fue del 18% ese mismo año.

También ha promovido activamente la energía nuclear: entre 2016 y 2020 duplicó su capacidad hasta 47 gW con 20 nuevas plantas y para 2035 planea alcanzar los 180 gigavatios, casi el doble de la potencia actual de Estados Unidos.

Restricciones a automóviles
Otra de las medidas fue reducir la capacidad de producción de hierro y acero en la industria: solo entre 2016 y 2017 rebajó 115 millones de toneladas.

Y, por supuesto, puso en el punto de mira a los vehículos con motor de combustión.

En Pekín, Shanghai, Guangzhou y otras ciudades grandes se restringió la cantidad de automóviles en circulación con cuotas diarias y se limitó el número de matrículas nuevas cada año.

Esto no impidió que los automóviles en activo en China pasaran de 126 millones en 2013 a 273 millones en 2020, según datos oficiales.

Eso sí, con menos emisiones: el gobierno endureció los estándares y a finales de 2017 suspendió la producción de 553 modelos de vehículos locales y extranjeros que contaminaban demasiado.

Énfasis en las principales ciudades
"Estimamos que China en su conjunto ganará 2 años en su esperanza de vida promedio si los ciudadanos continúan respirando un aire más limpio en relación con los niveles de 2013", indicó la directora de programas de calidad del aire del EPIC.

Hasenkopf destacó que la mayoría de las principales ciudades del país han logrado reducir su polución más que la media nacional del 40% entre 2013 y 2020.

En Shanghai las partículas decrecieron un 44%, en Guangzhou un 50%, en Shenzen un 49% y en Pekín un 56%.

"Los ciudadanos de las cuatro ciudades respiran un aire significativamente más puro", indicó.

Y más planes
Al programa de cuatro años de 2013 siguieron otros dos planes trienales para combatir la contaminación del aire, uno en 2018 y otro en 2020, que han endurecido aún más las medidas de control de emisiones.

Por otro lado, las restricciones y confinamientos por la covid-19 redujeron la actividad industrial y el transporte, lo que se tradujo en un descenso de la polución.

Preguntada por si quizá esto había influido en el resultado del estudio, Hasenkopf respondió que el impacto de la pandemia no se evaluó de forma específica.

Aseguró, sin embargo, que "los datos de 2020 en China parecen encajar en general con una tendencia constante de disminución de los niveles de contaminación desde 2014", por lo que restó importancia al factor covid.

China comparada con el mundo
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Pese a los esfuerzos de los últimos años, China aún tiene mucho camino por recorrer para limpiar los cielos de sus ciudades.

La polución en Pekín es de 37,9 µg/m3 en promedio, cifra muy superior a los 6,3 µg/m3 de Nueva York, 9 de Londres, 6,9 de Madrid o 20,7 de Ciudad de México, según los datos satelitales más recientes.

Aún así, el estudio de la Universidad de Chicago estima que los habitantes de la capital china vivirán un promedio de 4,4 años más que en 2013 gracias a las recientes reducciones de partículas contaminantes.

En otros lugares la situación es mucho peor: en Nueva Delhi la contaminación alcanza 107,6 µg/m3, más de veinte veces el límite de 5 µg/m3 recomendado por la OMS.

Las medidas en Pekín y otras ciudades contrastan con las soluciones draconianas en ciudades como Nueva Delhi: en esta foto de 2020, un camión cisterna del ayuntamiento vaporiza agua en las calles en un intento de neutralizar partículas contaminantes del aire.

Bangladesh, India, Nepal y Pakistán son los países donde el aire es más irrespirable, mientras China, que en la pasada década se incluía entre los cinco primeros, ocupa hoy el puesto número 9 con 31,6 µg/m3, según los últimos datos satelitales de 2020.

Estados Unidos promedia 7,1 µg/m3. Y en la región latinoamericana Guatemala, Bolivia, El Salvador y Perú están entre los países con mayor contaminación ambiental con niveles entre 20 y 30, mientras el resto se sitúan en su mayoría entre 10 y 20.

Lo cierto es que no mucha gente en el planeta puede decir que respira aire puro: el 97% de la población mundial vive en lugares donde la calidad del aire rebaja los estándares de la OMS.

"Vivimos vidas más cortas por la contaminación del aire que respiramos: estimamos que debido a esta se pierden más de dos años de esperanza de vida promedio en el mundo", afirma Hasenkopf.

"Esta carga en nuestras vidas es mayor que la del VIH/Sida, la malaria o la guerra", sentencia.

La coautora del estudio asegura que el mejor recurso para reducir la contaminación del aire no son los avances tecnológicos, sino "una voluntad política y social sostenida para impulsar, financiar y hacer cumplir las políticas de aire limpio".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-62018447

sábado, 9 de julio de 2022

_- El revolucionario legado a la física de Chien-Shiung Wu, la "Marie Curie china"


_- Para la física Chien-Shiung Wu no había tiempo que perder, aunque eso significara sacrificar un viaje a Europa y Asia que había planeado con su esposo, el también físico Luke C. L. Yuan.

Los pasajes ya estaban reservados, pero el experimento que tenía en mente se había vuelto una de sus prioridades, así que le pidió que se fuera sin ella.

Era el año de 1956 y algo extraordinario estaba por conseguir esta investigadora y profesora de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos.

Se trataba del llamado "Experimento de Wu", "uno de los más importantes del siglo XX", dice el físico teórico de partículas Miguel Ángel Vázquez-Mozo.

"El trabajo que la hizo famosa cambió la comprensión de los científicos sobre el universo", escribió su nieta, Jada Yuan, en el artículo del Washington Post: Discovering Dr. Wu.

Su meticulosidad, precisión y elegancia científica eran ya bien conocidos. De hecho, entre los físicos de su época había un dicho: "Si el experimento lo hizo Wu es correcto".

La han llamado la "Marie Curie china", "la Reina del Núcleo Atómico", "la Primera Dama de la Física".

"Nunca ganó el Nobel, pero su nombre se menciona con frecuencia junto a gigantes de la física que lo ganaron, como Curie, Einstein, Fermi y Feynman", señala Yuan.

Libros prestados
Wu nació en Shanghái, en 1912, en una época en que a no todas las niñas se les permitía estudiar.

Aún así, asistió a la escuela para niñas que sus padres lograron fundar.

A los 11 años, fue enviada a un internado para continuar con su formación.

"Tuvo suerte", escribió Yuan. Y es que fue la hija del medio, entre dos hermanos, que nacieron "de padres políticamente progresistas, verdaderos revolucionarios, que abogaban por los derechos de las mujeres y la educación de las niñas".

Wu estaba empezando a formarse como maestra.

"Por la noche, sin embargo, tomaba prestados libros de física y matemáticas de sus compañeras de clase y los estudiaba en secreto. ¿Por qué física? Nunca me lo dijo, pero en la década de 1920 surgieron emocionantes descubrimientos en Europa y Estados Unidos, impulsados por la teoría de la relatividad de Einstein", relata su nieta.

Y una mujer también entró en su radar, según cuenta Xiaomeng Han en el artículo Chien-Shiung Wu - A Heroic Experimental Physicist, de uno de los sitios web de la Universidad de Harvard:

"Inspirada por la historia de Marie Curie e impresionada por el rápido progreso de la física moderna", decidió emprender la travesía transatlántica hacia Estados Unidos en 1936.

Dos años antes, había obtenido la licenciatura en Ciencias en la Universidad Nacional Central de Nanking.

Pero quedarse no era una opción: "no había ningún lugar en China para obtener un doctorado en física atómica", cuenta Yuan.

Tenía 24 años y, desde el barco, vio por última vez a sus padres.

La hipótesis
Wu prosiguió sus estudios en la Universidad de California Berkeley y, en 1943, se convirtió en una de las primeras investigadoras de física de Princeton.

En 1944, se unió al equipo de investigadores de la Universidad de Columbia y, posteriormente, trabajó en el Proyecto Manhattan.

En la primavera de 1956, uno de sus colegas, Tsung-Dao Lee, le comentó que junto a otro físico, Chen-Ning Yang, tenía una hipótesis relacionada con una noción conocida como conservación de la paridad.

"Planteaban que los sistemas de partículas fundamentales de la naturaleza, sensibles a la fuerza nuclear débil, se comportaban de manera distinta a los de propiedades equivalentes reflejados en un espejo hipotético o, más apropiadamente, los girados 180 grados", explica Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física Atómica y Nuclear y profesor Emérito de la Universidad de Sevilla.

Cuestionaban así si la paridad se conservaba en las interacciones débiles, lo cual era osado, pues desde 1925, los físicos habían supuesto que nuestro mundo es indistinguible de su imagen espejo y la teoría científica predominante reflejaba esa suposición, indica la Sociedad Estadounidense de Física (APS, por sus siglas en inglés).

"Yang dijo después que mi abuela era la única persona que comprendía la urgencia y la importancia de probar su teoría", escribió Yuan.

Espejito, espejito…
Vázquez-Mozo, quien es profesor del departamento de Física Fundamental de la Universidad de Salamanca, le explica a BBC Mundo que macroscópicamente, si miramos el mundo en un espejo no veríamos ningún fenómeno que las leyes de la naturaleza prohíban.

"Si eres diestra y te reflejas en un espejo, te verás escribiendo como zurda. No hay una ley de la naturaleza que diga que todo el mundo tiene que ser diestro. Estás viendo algo que es diferente, pero que también es posible".

"La idea de que el mundo cuando lo reflejas en un espejo sigue siendo posible es algo que, de alguna manera, se dio por sentado y no solo en el mundo que vemos a nuestro alrededor, sino en el mundo microscópico de las partículas elementales".

Pero lo que Lee y Yang plantearon es que nadie lo había probado experimentalmente: "nadie ha comprobado que cambiar derecha por izquierda, lo que uno hace cuando refleja algo en un espejo, no tenga consecuencias en la física subatómica".

La desintegración beta
Indagaron en dónde se podía apreciar que "derecha e izquierda son intercambiables o no en el mundo subatómico" y entre los escenarios que evaluaron, apuntaron a la desintegración beta, "que es un proceso nuclear en el que un protón, por ejemplo, emite un electrón y se convierte en un neutrón".

"Y ¿Quién era la eminencia en esa época del estudio experimental de la desintegración beta? Wu".

El experimento ameritó que se utilizaran técnicas de criogenia.

"Lo que demostró el experimento de Wu es que hay ciertos fenómenos en el mundo subatómico que cuando los vemos reflejados en un espejo son imposibles".

"Esta es la razón por la que la simetría de paridad no está preservada en la física de las partículas elementales".

La naturaleza a nivel microscópico sí distingue derecha de izquierda.

"Wu tiene el gran mérito de pensar y diseñar el experimento, tuvo el coraje de hacer un experimento que muy pocos grupos pensaban hacer porque todo el mundo daba por sentado que la paridad se preservaba en el mundo subatómico".

"La mayor parte de los grupos experimentales decían para qué voy a hacer un experimento de algo que ya sé".

De acuerdo con Lozano, ese experimento sigue siendo "admirable después de tantas décadas".

Y es que demuestra "una habilidad experimental excepcional y un afán de rigor fuera de toda duda", le indica Lozano a BBC Mundo.

Para Nochebuena, la científica ya contaba con resultados, pero continuó, junto a su equipo, verificándolos los siguientes días.

Trascendencia
El profesor señala que "poco a poco, se fue descubriendo que las consecuencias de esa sutil violación de la simetría explicaban no solo muchos fenómenos observados, sino algo tan esencial sobre por qué hay algo en lug

"O, al menos, por qué nuestro universo es de materia sin apenas rastro de antimateria".

"Esa violación de simetría predicha por Lee y Yang, pero demostrada por Wu es lo que, salvo dudas sutiles que nadie explica, permite que existamos".

Los resultados de las mediciones de Wu "hicieron añicos un concepto fundamental de la física nuclear que había sido universalmente aceptado durante 30 años, allanando así el camino para una reconsideración de las teorías físicas y conduciendo a nuevos descubrimientos de gran alcance, sobre todo una mejor comprensión de las características de las partículas elementales, y una teoría más unificada de las fuerzas fundamentales", señala la APS.

En 1957, Lee y Yang ganaron el Nobel por ese trabajo teórico. Wu no fue incluida.

"¿Fue Chien-Shiung Wu víctima de algún tipo de discriminación? Sostengo que sí, pero si tal injusticia sucedió, se trató de compensar con creces. Madame Wu recibió puestos, honores y, sobre todo cariño por todo el mundo", reflexiona Lozano.

Wu murió en 1997, en Estados Unidos. Había visitado China años antes.

"En China, mi abuela era una estrella de rock. Luego, a principios de 2021, también se convirtió en una especie de estrella de rock aquí, cuando el Servicio Postal de Estados Unidos emitió una estampilla conmemorativa Forever en su honor", escribió Yuan.

Sin límites
Wu y su esposo tuvieron a Vincent, quien también es físico.

"Mi abuela tenía esa curiosidad que también veo en mi padre, esa idea de que el mundo físico que te rodea es algo que se puede descifrar, (…) que debes ser lo suficientemente trabajador para descubrirlo, que tienes que querer ser ese detective", le dice Yuan a BBC Mundo.

Ante su ambicioso experimento, "nunca se dejó intimidar por la logística o el pensamiento convencional" o porque muchos lo vieran como "imposible".

Yuan, quien creció en otra parte de EE.UU., pasó muchas vacaciones en el apartamento de sus abuelos en Nueva York.

Recuerda los hermosos elementos de la cultura china, objetos de jade tallado, pinturas de pergaminos, porcelanas.

Cuenta que a su abuela le gustaba tener invitados y reunir a la familia, que la ayudaba con la tarea, "quería que me fuera bien en matemáticas y en ciencias", y que le insistía que practicara el violín.

Le hubiese gustado ver su reacción a su decisión de hacerse periodista "en vez de científica".

"Creo que me hubiese mostrado mucho apoyo por haber encontrado una pasión y ese fue una especie de legado para mí: " Nunca me hizo ver que había límites para mí, como mujer, sino que todo era posible si lo quería hacer, si quería trabajar duro, si lo quería intentar".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-61872901

sábado, 12 de diciembre de 2020

El socialismo chino y el mito del fin de la historia

Por Bruno Guigue | 29/11/2018 | Economía
Fuentes: Le grand soir
Traducido del francés para Rebelión por Caty R.

En 1992 el politólogo estadounidense Francis Fukuyama se atrevió a anunciar el «fin de la historia». «Con el hundimiento de la URSS, dijo, la humanidad entra en una nueva era. Conocerá una prosperidad sin precedentes». Aureolada con su victoria sobre el imperio del mal, la democracia liberal proyectaba su luz salvadora sobre el planeta asombrado. Desembarazada del comunismo, la economía de mercado debía esparcir sus bondades por todos los rincones del globo, unificando el mundo bajo los auspicios del modelo estadounidense (1). La desbandada soviética parecía validar la tesis liberal según la cual el capitalismo -y no su contrario el socialismo- se adaptaba al sentido de la historia. Todavía hoy la ideología dominante reitera esta idea simple: si la economía planificada de los regímenes socialistas cayó, es porque no era viable. El capitalismo nunca estuvo tan bien y ha conquistado el mundo.

Los partidarios de esta teoría están tanto más convencidos en cuanto que el sistema soviético no es el único argumento que habla en su favor. Las reformas económicas emprendidas por la China popular a partir de 1979, según ellos, también confirman la superioridad del sistema capitalista. ¿Acaso no han acabado los comunistas chinos, para estimular su economía, admitiendo las virtudes de la libre empresa y el beneficio, incluso pasando por encima de la herencia maoísta y su ideal de igualdad?

Lo mismo que la caída del sistema soviético demostraría la superioridad del capitalismo liberal sobre el socialismo dirigista, la conversión china a las recetas liberales parece asestar el golpe de gracia a la experiencia «comunista».

Un doble juicio de la historia, al fondo, ponía el punto final a una competición entre los dos sistemas que atravesaron el siglo XX.

El problema es que esa narración es un cuento de hadas. Occidente repite encantado que China se desarrolla convirtiéndose en «capitalista». Pero los hechos desmienten esa simplista afirmación. Incluso la prensa liberal occidental ha acabado admitiendo que la conversión china al capitalismo es un cuento. Los propios chinos lo dicen y dan argumentos sólidos. Como punto de partida del análisis hay que empezar por la definición habitual del capitalismo: un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción e intercambio. Ese sistema fue erradicado progresivamente en la China popular en el período maoísta (1950-1980) y efectivamente se reintrodujo en el marco de las reformas económicas de Deng Xiaoping a partir de 1979. De esta forma se inyectó una dosis masiva de capitalismo en la economía, pero -la precisión es importante- esa inyección tuvo lugar bajo la impulsión del Estado. La liberalización parcial de la economía y la apertura al comercio internacional muestran una decisión política deliberada.

Para los dirigentes chinos se trataba de incrementar los capitales extranjeros para acrecentar la producción interna. Asumir la economía de mercado era un medio, no un fin. En realidad el significado de las reformas se entiende sobre todo desde un punto de vista político «China es un Estado unitario central en la continuidad del imperio. Para preservar su control absoluto sobre el sistema político, el partido debe alinear los intereses de los burócratas con el bien político común, a saber la estabilidad, y proporcionar a la población una renta real aumentando la calidad de vida. La autoridad política debe dirigir la economía de manera que produzca más riqueza de forma más eficaz. De donde se derivan dos consecuencias: la economía de mercado es un instrumento, no una finalidad; la apertura es una condición de eficacia y conduce a esta directiva económica operativa: alcanzar y superar a Occidente» (2)

Es por lo que la apertura de China a los flujos internacionales fue masiva pero rigurosamente controlada. El mejor ejemplo lo proporcionan las Zonas de Exportación Especiales (ZES). «Los reformadores chinos quieren que el comercio refuerce el crecimiento de la economía nacional, no que la destruya», señalan Michel Aglietta y Guo Bai. En los ZES un sistema contractual vincula a las empresas chinas y las empresas extranjeras. China importa los componentes de la fabricación de bienes de consumo industriales (electrónica, textil, química). La mano de obra china hace el ensamblaje, después las mercancías se venden a los mercados occidentales. Este reparto de las tareas está en el origen de un doble fenómeno que no ha dejado de acentuarse desde hace 30 años: el crecimiento económico de China y la desindustrialización de Occidente. Medio siglo después de las «guerras del opio» (1840-1860) que emprendieron las potencias occidentales para despedazar China, el Imperio del Medio tomó su revancha.

Porque los chinos aprendieron la lección de una historia dolorosa, «esta vez la liberalización del comercio y las inversiones es competencia de la soberanía de China y están controladas por el Estado. Lejos de ser los enclaves que solo benefician a un puñado de «compradores», la nueva liberalización del comercio fue uno de los principales mecanismos que han permitido liberar el enorme potencial de la población» [3]. Otra característica de esta apertura, a menudo desconocida, es que beneficia esencialmente a la diáspora china, que entre 1985 y 2005 poseía el 60 % de las inversiones acumuladas, frente al 25 % por los países occidentales y el 15 % por Singapur y Corea del Sur. La apertura al capital «extranjero» fue en primer lugar un asunto chino. Movilizando los capitales disponibles, la apertura económica creó las condiciones de una integración económica asiática de la que la China popular es la locomotora industrial.

Decir que China se convirtió en «capitalista» después de haber sido «comunista» indica, pues, una visión ingenua del proceso histórico. Que haya capitalistas en China no convierte el país en «capitalista», si se entiende con esta expresión un país donde los dueños de capitales privados controlan la economía y la política nacionales. En China es un partido comunista con 90 millones de afiliados, que irriga al conjunto de la sociedad, el que tiene el poder político. ¿Hay que hablar de sistema mixto, de capitalismo de Estado? Es más conforme a la realidad, pero todavía insuficiente. Cuando se trata de clasificar el sistema chino, el apuro de los observadores occidentales es evidente. Los liberales se dividen en dos categorías: los que reprochan a China que siga siendo comunista y los que se alegran de que se haya hecho capitalista. Unos solo ven «un régimen comunista y leninista» disfrazado, aunque ha hecho concesiones al capitalismo ambiental [4]. Para otros China se ha vuelto «capitalista» por la fuerza de las cosas y esa transformación es irreversible.

Sin embargo algunos observadores occidentales intentan captar la realidad con más sutileza. Así Jean-Louis Beffa, en una publicación económica mensual, afirma directamente que China representa «la única alternativa creíble al capitalismo occidental». «Después de más de 30 años de un desarrollo inédito, escribe, ¿no es hora de concluir que China ha encontrado la receta de un contramodelo eficaz al capitalismo occidental? Hasta ahora no había surgido ninguna solución alternativa y el hundimiento del sistema comunista en torno a Rusia en 1989 consagró el éxito del modelo capitalista. Pero la China actual no lo suscribe. Su modelo económico híbrido combina dos dimensiones que saca de fuentes opuestas. La primera procede del marxismo leninismo, está marcada por un poder controlado del partido y un sistema de planificación vigorosamente aplicado. La segunda se refiera más a las prácticas occidentales, que se centra en la iniciativa individual y en el espíritu emprendedor. Cohabitan así el control del PCC sobre los negocios y un sector privado abundante» [5].

Este análisis es interesante pero vuelve a las dos dimensiones -pública y privada- del régimen chino, puesto que es la esfera pública, obviamente, la que está al mando. Dirigido por un poderoso partido comunista, el Estado chino es un Estado fuerte. Controla la moneda nacional, incluso la deja caer para estimular las exportaciones, lo que Washington le reprocha de forma recurrente. Controla casi la totalidad del sistema bancario. Vigilados de cerca por el Estado, los mercados financieros no desempeñan el papel desmesurado que se arrogan en Occidente. Su apertura a los capitales, por otra parte, está sometida a condiciones draconianas impuestas por el Gobierno. En resumen, la conducción de la economía china está en la férrea mano de un Estado soberano y no en la «mano invisible del mercado» querida por los liberales. Algunos se lamentan. Un liberal autorizado, un banquero internacional que enseña en París revela que «la economía china no es una economía de mercado ni una economía capitalista. Tampoco un capitalismo de Estado, porque en China es el propio mercado el que está controlado por el Estado» [6]. Pero si el régimen chino tampoco es un capitalismo de Estado, ¿entonces es «socialista», ya que es el propietario de los medios de producción o al menos ejerce el control de la economía? La respuesta a esta pregunta es claramente positiva.

La dificultad del pensamiento dominante para nombrar el régimen chino, como vemos, viene de una ilusión contemplada desde hace mucho tiempo: al abandonar el dogma comunista China entraría por fin en el maravilloso mundo del capitalismo ¡Sería estupendo poder decir que China ya no es comunista! Convertida al liberalismo, esta nación entraría en el derecho común. Con la vuelta al orden de las cosas, la capitulación validaría la teología del homo occidentalis. Pero sin duda se ha malinterpretado la célebre fórmula del reformador Deng Xiaoping: «poco importa que el gato sea blanco o negro si caza ratones».

Eso no significa que de igual el capitalismo o el socialismo, sino que se juzgará a cada uno por sus resultados. Se ha inyectado una fuerte dosis de capitalismo en la economía China, controlada por el Estado, porque era necesario estimular el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero China permanece en un Estado fuerte que dicta su ley a los mercados financieros y no al revés. Su élite dirigente es patriota. Incluso aunque conceda una parte del poder económico a los capitalistas «nacionales», no pertenece a la oligarquía financiera globalizada. Adepta a la ética de Confucio, dirige un Estado que solo es legítimo porque garantiza el bienestar de 1.400 millones de chinos.

Además, no hay que olvidar que la orientación económica adoptada en 1979 ha sido posible por los esfuerzos realizados en el período anterior. Al contrario que los occidentales, los comunistas chinos subrayan la continuidad -a pesar de los cambios efectuados- entre el maoísmo y el posmaoísmo. «Muchos tuvieron que sufrir por el ejercicio del poder comunista. Pero la mayoría se adhiere a la apreciación emitida por Deng Xiaoping, el cual tenía alguna razón para querer a Mao Zedong: 70 % positivo y 30 % negativo. Hoy existe una frase muy extendida entre los chinos que revela su opinión sobre Mao Zedong: Mao nos puso de pie, Deng nos hizo ricos. Y esos chinos consideran perfectamente normal que el retrato de Mao figure en los billetes de banco. Todo el apego que todavía hoy tienen los chinos a Mao Zedong se debe a que lo identifican con la dignidad nacional recuperada» [7].

Es cierto que el maoísmo acabó con 150 años de decadencia, de caos y de miseria. China estaba fragmentada, devastada por la invasión japonesa y la guerra civil. Mao la unificó. En 1949 era el país más pobre del mundo. Su PIB per cápita era alrededor de la mitad del de África y menos de tres cuartas partes del de la India. Pero de 1950 a 1980, durante el período maoísta, el PIB creció de forma regular (2,8 % de media anual), el país se industrializó y la población pasó de 552 a 1.017 millones de habitantes. Los progresos en materia de salud fueron espectaculares y se erradicaron las principales epidemias. El indicador que resume todo, la esperanza de vida pasó de 44 años en 1950 a 68 años en 1980. Es un hecho indiscutible. A pesar del fracaso del «Gran salto adelante» y a pesar del embargo occidental -que siempre se olvida mencionar- la población china ganó 24 años de esperanza de vida con Mao. Los progresos en materia de educación fueron masivos, especialmente en la primaria: el porcentaje de población analfabeta pasó del 80 % en 1950 al 16 % en 1980. Finalmente las mujeres chinas -que «sostienen la mitad del cielo», decía Mao- fueron educadas y liberadas de un patriarcado ancestral. 

En 1950 China estaba en ruinas. Treinta años después todavía era un país pobre desde el punto de vista del PIB por habitante. Pero era un Estado soberano unificado, equipado y dotado de una industria naciente. El ambiente era frugal, pero la población estaba nutrida, cuidada y educada como no había estado en el siglo XX.

Esta revisión del período maoísta es necesaria para comprender la China actual. Fue entre 1950 y 1980 cuando el socialismo puso las bases del desarrollo futuro. En los años 70, por ejemplo, China recogía el fruto de sus esfuerzos en materia de desarrollo agrícola. Una silenciosa revolución verde había hecho su camino aprovechando los trabajos de una Academia China de Ciencias Agrícolas creada por el régimen comunista. A partir de 1964 los científicos chinos obtienen sus primeros éxitos en la reproducción de variedades de arroz de alto rendimiento. La restauración progresiva del sistema de riego, los progresos realizados en la reproducción de semillas y la producción de abonos nitrogenados transformaron la agricultura. Como los progresos sanitarios y educativos, esos avances agrícolas hicieron posibles las reformas de Deng que han constituido la base del desarrollo posterior. Y ese esfuerzo de desarrollo colosal solo podía ser posible bajo el impulso de un Estado planificador. La reproducción de las semillas, por ejemplo, necesitaba inversiones imposibles en el marco de las explotaciones individuales [8].

En realidad la China actual es hija de Mao y Deng, de la economía dirigida que la unificó y de la economía mixta que la ha enriquecido. Pero el capitalismo liberal al estilo occidental no aparece en China. La prensa burguesa cuenta con lucidez la indiferencia de los chinos hacia nuestros caprichos. Se puede leer en Les Echos, por ejemplo, que los occidentales «han cometido el error de pensar que en China el capitalismo de Estado podría ceder el paso al capitalismo de mercado». ¿Qué se reprocha en definitiva a los chinos?

La respuesta no deja de sorprender en las columnas de un semanario liberal: «China no tiene la misma noción del tiempo que los europeos y los americanos. ¿Un ejemplo? Nunca una empresa occidental financiaría un proyecto que no fuera rentable. No es el caso de China, que piensa a largo plazo. Con su poder financiero público acumulado desde hace dos decenios, China no se preocupa prioritariamente de una rentabilidad a corto plazo si sus intereses estratégicos lo exigen». Después el analista de Les Echos concluye: «Así es mucho más fácil que el Estado mantenga el control de la economía. Lo que es impensable en el sistema capitalista tal y como lo practica Occidente no lo es en China». ¡No se puede decir mejor! (9).

Obviamente este destello de lucidez es poco habitual. Cambia la letanía acostumbrada según la cual la dictadura comunista es abominable, Xi Jinping es dios, China se desmorona bajo la corrupción, su economía se tambalea, su deuda es abismal y su tasa de crecimiento se halla a media asta. Un escaparate de tópicos y falsas evidencias en apoyo de la visión que dan de China los medios dominantes que pretenden entender a China según categorías preestablecidas muy apreciadas en el pequeño mundo mediático. ¿Comunista, capitalista, un poco de ambos u otra cosa? En las esferas mediáticas pierden los chinos. Es difícil admitir, sin duda, que un país dirigido por un partido comunista haya conseguido en 30 años multiplicar por 17 su PIB por habitante. Ningún país capitalista lo ha conseguido nunca.

Como de costumbre los hechos son testarudos. El Partido Comunista de China no renuncia a su papel dirigente en la sociedad y proporciona su armazón a un Estado fuerte. Heredero del maoísmo, este Estado conserva el control de la política monetaria y del sistema bancario. Reestructurado en los años 90, el sector público sigue siendo la columna vertebral de la economía china, representa el 40 % de los activos y el 50 % de los beneficios generados por la industria, predomina en el 80-90 % en los sectores estratégicos: siderurgia, petróleo, gas, electricidad, energía nuclear, infraestructuras, transportes, armamento. En China todo lo que es importante para el desarrollo del país y para su proyección internacional está estrechamente controlado por el Estado soberano. Un presidente de la República china nunca malvendería al capitalismo estadounidense una joya industrial comparable a Alstom, ofrecida por Macron envuelta en papel de regalo.

Si se lee la resolución final del Decimonoveno Congreso del Partido Comunista Chino (octubre de 2017), se comprueba la amplitud de los desafíos. Cuando dicha resolución afirma que «el Partido debe unirse para alcanzar la victoria decisiva de la edificación integral de la sociedad de clase media, hacer que triunfe el socialismo chino de la nueva era y luchar sin descanso para lograr el sueño chino de la gran renovación del país», hay que tomar esas declaraciones en serio. En Occidente la visión de China está oscurecida por las ideas recibidas. Se imagina que la apertura a los mercados internacionales y la privatización de numerosas empresas hacen doblar las campanas por el «socialismo chino». Nada más lejos de la realidad. Para los chinos esa apertura es la condición del desarrollo de las fuerzas productivas, no el preludio de un cambio sistémico. Las reformas económicas han permitido salir de la pobreza a 700 millones de personas, es decir, el 10 % de la población mundial. Pero se inscriben en una planificación a largo plazo en la que el Estado chino conserva el control. Hoy nuevos desafíos esperan al país: la consolidación del mercado interior, la reducción de las desigualdades, el desarrollo de las energías verdes y la conquista de las altas tecnologías.

Al convertirse en la primera potencia económica del mundo, la China popular elimina el pretendido «fin de la historia». Envía al segundo puesto a un Estados Unidos moribundo minado por la desindustrialización, el sobreendeudamiento, el desmoronamiento social y el fracaso de sus aventuras militares. Al contrario que Estados Unidos China es un imperio sin imperialismo. Ubicado en el centro del mundo, el Imperio del Medio no necesita expandir sus fronteras. Respetuosa del derecho internacional, China se conforma con defender su esfera de influencia natural. No practica el «cambio de régimen» en el extranjero. ¿No quieren vivir como los chinos? No importa, ellos no pretenden convertirlos. Centrada en sí misma, China no es conquistadora ni proselitista. Los occidentales libran una batalla contra su propio declive mientras los chinos hacen negocios para desarrollar su país. 

En los últimos treinta años China no ha hecho ninguna guerra y ha multiplicado su PIB por 17. En el mismo período Estados Unidos ha emprendido una decena de guerras y ha precipitado su decadencia. Los chinos han erradicado la pobreza mientras Estados Unidos desestabiliza la economía mundial y vive a crédito. En China retrocede la miseria mientras en Estados Unidos avanza. Nos guste o no el «socialismo chino» humilla al capitalismo occidental. Decididamente el «fin de la historia» puede ocultar otro.

Notas :

[1] Francis Fukuyama, La fin de l’Histoire et le dernier homme, 1993, Flammarion.

[2] Michel Aglietta et Guo Bai, La Voie chinoise, capitalisme et empire, Odile Jacob, 2012, p.17.

[3) Ibidem, p. 186.

[4] Valérie Niquet, «La Chine reste un régime communiste et léniniste», France TV Info, 18 octobre 2017.

[5] Jean-Louis Beffa, «La Chine, première alternative crédible au capitalisme», Challenges, 23 juin 2018.

[6] Dominique de Rambures, La Chine, une transition à haut risque, Editions de l’Aube, 2016, p. 33.

[7] Philippe Barret, N’ayez pas peur de la Chine !, Robert Laffont, 2018, p. 230.

[8] Michel Aglietta et Guo Bai, op. cit., p.117.

[9] Richard Hiaut, «Comment la Chine a dupé Américains et Européens à l’OMC», Les Echos, 6 juillet 2018.


Fuente: https://www.legrandsoir.info/le-socialisme-chinois-et-le-mythe-de-la-fin-de-l-histoire.html

viernes, 4 de diciembre de 2020

_- Una China sin pobreza extrema

_- Por Xulio Ríos | 02/12/2020 | Mundo

Fuentes: Observatorio de la Política China 

La noticia se dio a conocer días atrás. China informaba de que los últimos y más remotos distritos del país se habían liberado de la pobreza extrema. Culmina así un largo camino de varias generaciones que permitió a cientos de millones de personas sacudirse el subdesarrollo y la miseria más oprobiosa.

Cuesta creer no que China lo haya logrado, cosa que muchos daban por segura a la vista del progreso alcanzado en los últimos años, sino que tal anuncio no tuviera el eco en todo el mundo que sin duda merece: lo logrado por China equivale a más del 70 por ciento de reducción de la pobreza global y lo ha alcanzado 10 años antes del plazo establecido por la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. En China, el umbral de pobreza se fija en un ingreso anual de 4.000 yuanes (510 euros) o 1,9 euros por día (según las normas internacionales es de 1,8 euros).

Quedan naturalmente desigualdades y desequilibrios por resolver, pero también en esto se marca tendencia. Con los esfuerzos continuos para aliviar la pobreza, el coeficiente de Gini de China, el indicador de la brecha de riqueza, se redujo a 0,465 en 2019 desde el máximo de 0,491 en 2008. En el período del XIII Plan Quinquenal (2016-2020), la brecha del ingreso disponible per cápita entre los residentes urbanos y rurales siguió estrechándose, con una tasa de 2,64:1 en 2019, que representó un mejoramiento con respecto a 2,73:1 registrado en 2015. El PIB per cápita de China superó los 10.000 dólares y su población de ingresos medios suma más de 400 millones de personas.

En términos de desequilibrios, por ejemplo, en 2019, el PIB total de tres provincias en el noreste de China, que sufrió el debilitamiento de la economía y el éxodo de población, solo representó alrededor del 47 por ciento del PIB de la provincia más rica de China, Guangdong, según datos oficiales.

En ambos aspectos se constata una realidad compleja que obligará a una acción sostenida durante años para lograr una mayor cohesión territorial y justicia social.

Pero que China haya logrado erradicar la pobreza extrema pone de manifiesto, primero, que esto es posible. Ciertamente exige perseverancia y voluntad política y también definir un modelo que permita atajar el problema con respuestas adaptadas a las condiciones locales. China, por ejemplo, priorizó la fórmula del desarrollo: infraestructuras, comercio, empleo, innovación, tecnologías, educación, servicios públicos, etc. El desarrollo es la llave maestra para acabar con la pobreza, asegura la experiencia del PCCh.

También debemos reconocer que su éxito agranda nuestro fracaso. Tanto predicar las bondades del mercado y de las sociedades liberales que sonroja nuestra incapacidad para liberarnos de esta lacra. Y no hace sino aumentar, al igual que los desequilibrios y las desigualdades. Involucionamos a pasos agigantados. Quizá porque realmente es consustancial al sistema. En China, ha sido la acción decidida del Estado –y no del mercado- la que ha permitido alcanzar este trascendental éxito.

China, además, lo logró sin el concurso de ONGDs y en lo esencial a partir de medios propios, utilizando sobre todo mucha planificación y un peculiar sistema de apadrinamiento interno con fuerte inversión pública y definición de objetivos con el protagonismo de las regiones más desarrolladas del este del país e incluso de muchas empresas, sobre todo estatales, pero también privadas. Todos estos actores, destinaron durante años parte de sus recursos y beneficios a auspiciar el desarrollo de las zonas más empobrecidas. Sería muy conveniente profundizar en su modelo y establecer un diálogo Oriente-Occidente sobre desarrollo y pobreza para mejorar un sistema de ayuda internacional que a duras penas ha podido aligerar tímidamente la miseria de tantas comunidades empobrecidas que no han podido sacudirse las taras estructurales y sistémicas que les abocan a tal situación.

Pero puede que con esto pase lo mismo que con la gestión de la pandemia. Los imperativos de la geopolítica y de la ideología parecen imponerse al reconocimiento de la evidencia. No interesa hablar del tema. China ha conseguido erradicar la pobreza extrema en plena pandemia mientras los contagios, muertes y colas del hambre crecen en Europa o en EEUU. Pero se auscultará al detalle la afirmación y se le restará valor, primero reduciéndola a mera propaganda; segundo, cuestionando los datos y la propia sostenibilidad de la proeza una vez se prescinda de los subsidios gubernamentales.

Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

Fuente:


Y a la vez, China pone su bandera en la Luna, https://www.bbc.com/mundo/noticias-55196150

domingo, 22 de noviembre de 2020

Qian Xuesen: la tremenda metida de pata de EE.UU. que amenaza su supremacía en el espacio (y en la Tierra)

Qian Xuesen en una fotografía en blanco y negro.

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,Qian produjo una investigación fundamental sobre la propulsión de cohetes.

En Shanghái hay un museo completo que contiene 70.000 artefactos dedicados a un hombre, "el científico del pueblo" Qian Xuesen.

Qian es el padre del programa espacial y de misiles de China.


Su investigación ayudó a desarrollar los cohetes que lanzaron el primer satélite de China al espacio; los misiles, se convirtieron en parte del arsenal nuclear del gigante asiático.

Por eso es venerado como un héroe nacional.

Pero en otra superpotencia, en la que estudió y trabajó durante más de una década, sus importantes contribuciones rara vez se recuerdan.

Superdotado
Qian nació en 1911, cuando la última dinastía imperial de China estaba a punto de ser reemplazada por una república.
Sus padres tenían una buena educación y su padre, después de trabajar en Japón, estableció el sistema educativo nacional de China.

Era evidente desde una edad temprana que Qian era un superdotado, y finalmente se graduó como el mejor de su clase en la Universidad Jiao Tong de Shanghái, ganando una excepcional beca para el Instituto de Tecnología de Massachusetts en Estados Unidos (MIT, por sus siglas en inglés).

En 1935, el joven, esbelto y bien vestido, llegó a Boston.

Por su evidente inteligencia, se ganó una beca para estudiar en el MIT.

Qian pudo haber experimentado algo de xenofobia y racismo, dice Chris Jespersen, profesor de historia en la Universidad de North Georgia.

Pero había "también un sentimiento de esperanza y fe en que China [estaba] cambiando de manera fundamentalmente significativa", y ciertamente habría estado entre las personas que respetaban sus conocimientos.

Chiflados y fantasiosos
Del MIT, Qian se trasladó al Instituto de Tecnología de California (Caltech), para estudiar con uno de los ingenieros aeronáuticos más influyentes del momento: el emigrado húngaro Theodore von Kármán.

Allí, Qian compartió una oficina con otro científico prominente, Frank Malina, quien era un miembro clave de un pequeño grupo de innovadores conocido como Suicide Squad o Escuadrón Suicida.

El grupo se había ganado este apodo por sus intentos de construir un cohete en el campus, y porque algunos de sus experimentos con sustancias químicas volátiles salieron muy mal, le explicó a la BBC Fraser Macdonald, autor de "Escape from Earth: A Secret History of the Space Rocket".

Aunque subraya que nadie murió.

Un día, Qian se vio envuelto en una discusión de un problema matemático complicado con Malina y otros miembros del grupo y pronto se volvió parte integral de él, produciendo una investigación fundamental sobre la propulsión de cohetes.

En ese momento, la ciencia espacial era "cosa de chiflados y fantasiosos", dice Macdonald.

"Nadie se tomaba en serio; ningún ingeniero con inclinaciones matemáticas habría arriesgado su reputación diciendo que ese era el futuro".

Pero eso cambió rápidamente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

El escuadrón en la guerra
El Escuadrón Suicida llamó la atención del ejército de EE.UU., que pagó por la investigación del despegue asistido por jet, en el que se ponían propulsores en las alas de los aviones para permitirles despegar desde pistas cortas.

La financiación militar también ayudó a establecer el Jet Propulsion Lab (JPL) en 1943, bajo la dirección de Theodore von Kármán.

Qian, junto con Frank Malina, estaba en el corazón del proyecto.

Como la República de China era un aliado de Estados Unidos, no había problema con que un científico chino fuera clave del programa espacial estadounidense.

Qian recibió autorización de seguridad para trabajar en la investigación de armas clasificadas e incluso sirvió en la Junta Asesora Científica del gobierno de EE.UU.

Al final de la guerra, era uno de los principales expertos del mundo en propulsión a chorro, y fue enviado con Theodore von Kármán en una misión extraordinaria a Alemania, ocupando el rango temporal de teniente coronel.

Su objetivo era entrevistar a ingenieros nazis, incluido Wernher von Braun, el científico de cohetes más importante de Alemania. Estados Unidos quería saber exactamente qué sabían los alemanes.

Pero a finales de la década, la brillante carrera de Qian en EE.UU. se detuvo repentinamente y su vida comenzó a desmoronarse.

Los malos
En China, el presidente Mao declaró la creación de la República Popular comunista en 1949, y rápidamente los chinos empezaron a ser vistos en Estados Unidos como "los malvados", dice Chris Jespersen.

"En EE.UU. pasamos por períodos en los que estamos enamorados de China, luego sucede algo y lo vilipendiamos", le dice a la BBC el historiador.

Mao proclamando el establecimiento de la República Popular de China el 1 de octubre de 1949
Los acontecimientos en su tierra natal frenaron a su vida en EE.UU.

El nuevo director del JPL llegó a creer que había una red de espías en el laboratorio y compartió sus sospechas sobre algunos miembros del personal con el FBI. "Observó que todos eran chinos o judíos", dice Fraser Macdonald.

La Guerra Fría estaba en marcha y las cazas de brujas anticomunistas de la era McCarthy estaban a la vuelta de la esquina.

Fue en esa atmósfera que el FBI acusó a Qian, Frank Malina y otros de ser comunistas y una amenaza para la seguridad nacional.

Sus culpas
Los cargos contra Qian se basaron en un documento de 1938 del Partido Comunista de Estados Unidos que mostraba que había asistido a una reunión social que el FBI sospechaba que era una reunión del Partido Comunista de Pasadena.

Aunque Qian negó ser miembro del partido, una nueva investigación indica que se unió al mismo tiempo que Frank Malina en 1938.

Pero esto no lo convierte necesariamente en marxista: ser comunista en este momento era una declaración de antirracismo, aclara Fraser Macdonald.

El grupo quería resaltar la amenaza del fascismo, dice, así como el horror del racismo en Estados Unidos. Usaban las reuniones comunistas para discutir campañas contra, por ejemplo, la segregación en la piscina local de Pasadena, en las que había una tarde reservada para los negros. Esa noche, lavaban la piscina para que los blancos pudieran usarla tranquilos el resto de la semana.

Zuoyue Wang, profesor de historia en la Universidad Politécnica del Estado de California, Pomona, señala que no hay evidencia de que Qian haya espiado para China o haya sido un agente de inteligencia cuando estuvo en Estados Unidos.

Sin embargo, fue despojado de su autorización de seguridad y puesto bajo arresto domiciliario. Los colegas de Caltech, incluido Theodore von Kármánn, escribieron en vano al gobierno alegando la inocencia de Qian.

En 1955, cuando Qian había pasado cinco años bajo arresto domiciliario, el presidente Eisenhower tomó la decisión de deportarlo a China.

El científico partió en barco con su esposa y dos hijos nacidos en Estados Unidos y les dijo a los reporteros que nunca volvería a poner un pie en suelo estadounidense.
Cumplió su promesa.

A otra cosa...
"Era uno de los científicos más destacados de Estados Unidos. Había contribuido mucho y podría haber contribuido mucho más. Así que para él no fue solo una humillación, sino también una traición", dice el periodista y escritor Tianyu Fang.

Traicionado y dolido... pero, afortunadamente, en China todas las noches salía la misma Luna a la que los humanos querían llegar.

Qian llegó como un héroe a China, pero no fue admitido de inmediato en el Partido Comunista chino.

Su historial no era impecable.
Su esposa era la hija aristocrática de un líder nacionalista, y hasta que Qian cayó en desgracia había estado viviendo feliz en Estados Unidos, incluso había dado los primeros pasos para solicitar la ciudadanía.

Cuando finalmente se convirtió en miembro del partido en 1958, se acogió a él y siempre trató de permanecer en el lado correcto del régimen. Así sobrevivió a las purgas y a la Revolución Cultural, y pudo seguir una carrera extraordinaria.

Volando alto
Cuando llegó a China había poca comprensión de la ciencia espacial, pero 15 años después supervisó el lanzamiento del primer satélite chino al espacio.

A lo largo de las décadas, formó a una nueva generación de científicos y su trabajo sentó las bases para que China enviara a sus propios astronautas a la Luna.

Irónicamente, el programa de misiles que Qian ayudó a desarrollar en China resultó en armas que luego fueron disparadas contra Estados Unidos.

Misiles "gusano de seda" de Qian fueron disparados contra estadounidenses en la Guerra del Golfo de 1991, señala Fraser Macdonald, y en 2016 contra el USS Mason por rebeldes hutus en Yemen.

"Es una extraña circularidad: EE.UU. expulsó esa experiencia que se volvió en su contra".

El tiro por la culata
Al adoptar una línea dura contra el comunismo interno, indica, el país deportó "los medios por los cuales uno de sus principales rivales comunistas podría desarrollar sus propios misiles y programa espacial... un extraordinario error geopolítico".

Un exsecretario de la Marina estadounidense, Dan Kimball, luego director de la empresa de propulsión de cohetes Aerojet, alguna vez declaró que era "la cosa más estúpida que ha hecho este país".

En opinión de Fraser Macdonald, la historia de Qian es una advertencia sobre lo que sucede cuando se expulsa el conocimiento.

"Durante toda la historia, la ciencia estadounidense ha sido impulsada por personas que vienen de afuera... pero en estos tiempos conservadores esa es una historia que se vuelve más difícil de celebrar".

Además, cuando se celebra, unos prevalecen sobre otros.

La contribución al programa espacial de los nazis llevados en secreto a EE.UU., como Wernher von Braun, es aplaudida y sus logros reconocidos de una manera que no se reconocen los de Qian y otros del JPL, subraya Macdonald.

"La idea de que el primer programa espacial viable de Estados Unidos fue iniciado por socialistas locales, ya sean judíos o chinos, no es realmente una historia que Estados Unidos quiere escuchar", dice.

La otra cara de la Luna
La vida de Qian duró casi un siglo.
En ese tiempo, China pasó de ser un economía insignificante a una superpotencia en la Tierra y en el espacio.
Qian fue parte de esa transformación.

La cara oculta de la Luna: en 2019, la sonda china Chang'e-4 fue la primera en la historia en alunizó en el lado oscuro de nuestro satélite.

Pero su historia podría haber sido una de las que enorgullecen a EE.UU., aquellas sobre alguien con talento que, sin importar sus orígenes, logra prosperar.

El año pasado, cuando China hizo historia y alunizó en el otro lado de la Luna, en el cráter Von Kármán que lleva el nombre del ingeniero aeronáutico que fue mentor de Qian.

Un guiño, quizás, al hecho de que el anticomunismo estadounidense ayudó a impulsar a China al espacio.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-54811226

viernes, 14 de agosto de 2020

La Revolución Cultural china. Últimos movimientos antes del caos bajo las estrellas (1962-66). Fernando Prieto | Mundo |

Fuentes: Observatorio de la Polítia China

A pesar de que la Revolución Cultural comenzó en 1966 es importante retroceder al periodo inmediatamente anterior, que comprende los años 1962-66, ya que lo que ocurrió entonces fue el detonante de la tormenta que se desataría en agosto de 1966.

El Movimiento de Educación Socialista
El Movimiento de Educación Socialista fue impulsado por Mao Zedong en 1962 para frenar el revisionismo que comenzaba a vislumbrar en China. El objetivo fundamental era acabar con los retazos capitalistas que aún pervivían entre el campesinado y los representantes locales del Partido Comunista de China (PCCh). Esta campaña nacional fue la última evidencia que necesitaba Mao para comprobar que tanto su sucesor, Liu Shaoqi, como buena parte de los miembros más preponderantes del Politburó, se encontraban lejos de haber asimilado el Pensamiento Mao Zedong, lo que quedaba de manifiesto en las decisiones erráticas que, según el criterio del propio Mao, tomaron cuando les dejó vía libre para actuar al situarse en un segundo plano.

Al saberse rodeado de potenciales contrarrevolucionarios decidió organizar un grupo de poder al margen de la estructura tradicional política, lo que durante la Revolución Cultural pasaría a ser una auténtica estructura paralela que suplantaría al PCCh.

Los preparativos para que se desatara la Revolución Cultural tuvieron lugar en varios frentes durante el año 1965, fundamentalmente en Shanghái y en Beijing, encabezados por Jiang Qing, cuarta esposa de Mao, y Lin Biao respectivamente. El éxito de ambos preparó el camino para que un año más tarde diera comienzo el nuevo movimiento ideado por Mao.

“La destitución de Hai Rui”, la obra de teatro de la discordia
Jiang Qing fue enviada por su marido, Mao -con el que tenía una relación matrimonial nula, viviendo en distintos domicilios, pero manteniendo una lealtad hacia él inquebrantable-, a Shanghái, una decisión que no fue tomada al azar. Jiang fue una actriz de prestigio en dicha ciudad durante los años ‘30, antes de desplazarse a finales de la década a Yan’an, donde se encontraba la resistencia comunista y donde se casaría con Mao en 1939. Confió en su esposa porque su misión no podía transcurrir por los cauces tradicionales del PCCh. Además, Shanghái era un bastión del maoísmo, dirigido por Ke Qingshi, líder ultraizquierdista cuya lealtad a Mao era incuestionable. Precisamente fue él quien presentó a Jiang Qing a sus dos mejores propagandistas, Yao Wenyuan y Zhang Chunqiao, un radical que tendría un papel creciente durante la Revolución Cultural.

El objetivo de Jiang era prender la mecha de un debate que, en principio, sería literario pero que terminaría siendo político.

Wu Han fue un historiador y vicealcalde de Beijing que escribió en 1960 una obra de teatro titulada “La destitución de Hai Rui”, un éxito que contó con la aprobación inicial de Mao y que contaba la historia de Hai Rui, un ministro de la dinastía Ming que tuvo el valor de criticar al emperador, por lo que fue apartado de su cargo. De hecho la figura de Hai Rui fue recuperada del pasado como modelo a seguir en 1959, cuando Mao instó a los miembros del PCCh a actuar como él.

Aunque a simple vista no existía ningún motivo para que todos los focos se centrarán sobre la misma, Jiang se puso en contacto con un periodista de la izquierda revolucionaria, Yao Wenyuan, para que escribiera un artículo en un periódico de Shanghái en el que denunciara la obra de Wu Han, acusándole de ocultar, en el personaje de Hai Rui, una defensa de la labor privada en su apoyo al campesinado. El comité del PCCh en Beijing, encabezado por Peng Zhen, no tardó en reaccionar, y ordenó que se retirara. Mao no actuó, permitiendo que, temporalmente, se considerara una disputa literaria, dentro del ámbito cultural.

Meses después, en invierno de 1965, Mao decidió que había llegado el momento de convertir la disputa literaria en política. Afirmó que el artículo de Yao Wenyuan no había focalizado el verdadero problema, que se encontraba en el propio título de la obra: Hai Rui fue depuesto por el emperador, en ningún caso destituido. Por tanto, la verdadera intención de Wu Han fue reflejar en el papel de Hai Rui a Peng Dehuai, antiguo jefe del Estado Mayor destituido por Mao en la conferencia de Lushan de 1959 tras realizar una serie de críticas que no fueron de su agrado. Sus críticas se difundieron y nuevamente Peng Zhen trató de evitar su difusión por todos los medios, pero fue imposible. Sabedor de lo delicado de su postura decidió tomar la iniciativa e impulsar, por medio del Grupo para la Revolución Cultural que lideraba, la elaboración del que fue conocido como “compendio/esbozo de febrero”, redactado durante los primeros días de febrero y que tenía por finalidad mostrar una serie de directrices para combatir las ideas burguesas, además de diferenciar las disputas culturales de las políticas, en clara alusión a Wu Han.

La respuesta de Jiang Qing no se hizo esperar: organizó un foro cultural dentro del Ejército Popular de Liberación (EPL), de cuyas actas se elaboró un documento en el que se llamaba a preparar una revolución cultural socialista. La respuesta fue de una gran contundencia, por lo que el movimiento de Peng quedó en nada. Mao esperó al mes de mayo de 1966 para lanzar su ofensiva contra el centro neurálgico del PCCh en Beijing, encabezado por el propio Peng. En una reunión del Comité Permanente Mao expuso que era necesario purgar a Peng y sus más allegados, y por tanto presumibles seguidores de sus políticas, dentro del PCCh.

El 16 de mayo se emitió una circular del Comité Central en la que se anunciaba la abolición del Grupo para la Revolución Cultural que encabezaba Peng Zhen y la formación de uno nuevo liderado por miembros del sector más radical del PCCh (Jiang Qing, Chen Boda o Zhang Chunqiao). Además, se formó el Grupo para la Investigación de Casos Centrales, cuyo fin era la investigación de conductas que atentaran contra el PCCh, lo que en la práctica significaba que sería el órgano encargado de impulsar, junto al Grupo para la Revolución Cultural, el caos revolucionario que estaba a punto de comenzar.

El foco se traslada al ámbito universitario
En mayo Kang Sheng envió a su esposa, Cao Yiou, a la Universidad de Beijing para, como ya hiciera Jiang Qing a petición de Mao, preparar un nuevo movimiento que no debía realizarse por medio de los cauces habituales del PCCh. En este caso la misión de Cao era ponerse en contacto con la secretaria del PCCh en el Departamento de Filosofía, Nie Yuanzi, una izquierdista radical con la que coincidió en el periodo de Yan’an, quien debería ser la pionera de un movimiento universitario.

Su primera acción, el 25 de mayo, fue desplegar una pancarta en grandes caracteres en el edificio que albergaba la cantina principal de la universidad, cuyo mensaje criticaba a los dirigentes del PCCh, especialmente al director. La acción provocó que otros estudiantes siguieran su ejemplo, lo que preocupó a las autoridades del PCCh, que trataron de convencer a Nie para que la retirara. El 1 de junio Mao dio el visto bueno a la pancarta, pidiendo que se publicara en la Agencia de Noticias Xinhua y en todos los medios, buscando así que tuviera difusión a nivel nacional (el día 2 de junio el Diario del Pueblo se hizo eco), lo que terminaría consiguiendo.

El apoyo de Mao a la pancarta de Nie fue determinante para que se extendiera el fervor revolucionario en el ámbito universitario, y pronto afectó a las escuelas de primaria y secundaria, lo que desembocaría en la suspensión temporal de las clases en universidades y escuelas de todo el país el 13 de junio. Los alumnos contaban así con la bendición del Gran Timonel para que se dedicaran a tiempo completo a la revolución cultural.

Con los campus universitarios en completa eurupción y el comité municipal del PCCh en Beijing purgado en bloque desde el 3 de junio, había llegado el momento de que se tomaran decisiones desde el centro del PCCh. Tanto Liu Shaoqi como Deng Xiaoping, los encargados de tomar decisiones ante las habituales ausencias de Mao, se mostraban perplejos ante el avance de los acontecimientos, incapaces de comprender qué estaba ocurriendo. Mao, que se encontraba en Hangzhou, se inhibió y puso en manos de Deng y Liu la resolución de los conflictos en los campus. De este modo quería comprobar si eran capaces de adoptar medidas que no entraran en conflicto con el marxismo-leninismo y sus propios postulados.

La idea de enviar cuadros del PCCh para pacificar la situación no fue descartada por Mao, pero dejó entrever que sería positivo siempre y cuando se hiciera con calma y después de analizar la situación. Se enviaron, pues, equipos formados por miembros de la Liga de la Juventud Comunista de China y los citados cuadros a todos los campus de Beijing y de otras grandes ciudades. Pronto surgieron los enfrentamientos, pues los equipos acusaron a los jóvenes rebeldes de “elementos antipartido”, mientras que estos fueron tachados de colaboradores, en el caso de Beijing, del depuesto comité municipal, encabezado por Peng Zhen. Enviar a los equipos precipitadamente, estigmatizando a todos aquellos que se rebelaban contra un sistema universitario chino donde primaba el nepotismo, se frenaba la originalidad y cuyo método de enseñanza seguía siendo el “relleno de pato” (método consistente en la memorización, dejando al margen la creatividad), fue, acorde al desarrollo posterior de los acontecimientos, un error de Liu y Deng.

Mao y el río Yangtsé
Otro de los momentos clave que marcaron los meses anteriores al comienzo formal de la Revolución Cultural tuvo lugar en el río Yangtsé. El 16 de julio, durante más de una hora, Mao nadó en el río, un acto cargado de simbolismo que representaba tanto su regreso a la política diaria como una demostración de fuerza y vitalidad.

Con su regreso a la capital comunicó a Liu que el haber enviado cuadros a los campus fue un error, mientras que Jiang Qing se desplazó a los campus para alentar a los más radicales. A comienzos del mes de agosto incluso se sumó a las pancartas de grandes caracteres, en la que aparecía escrito “¡bombardeemos los cuarteles generales!”, demostrando que confiaba más en las masas para dirigir la revolución que en el propio PCCh. De hecho, en el mes de agosto Mao comunicó a Lin Biao que sería su sucesor en detrimento de Liu Shaoqi.

La figura de Lin Biao
Si nos remontamos al año 1965 podemos decubrir los movimientos de Lin Biao para garantizarse el control del EPL, lo que le serviría para alzarse como una figura fundamental en los primeros años de la Revolución Cultural. Lin jugó sus cartas desde Beijing, tratando de asentar su posición dentro del PCCh y del EPL.

En calidad de ministro de Defensa entró en conflicto con el jefe del Estado Mayor, Luo Ruiqing, sobre la línea que debía seguir el EPL: para Lin era fundamental que los militares se formaran políticamente, que recibieran una educación política fundamentada en los principios del marxismo-leninismo y el maoísmo, mientras que Luo optaba porque el ejército siguiera siendo una fuerza profesional, alejada de las disputas políticas. La situación era delicada y Mao optó por dar la razón a Lin Biao, aceptando sus quejas sobre la falta de regularidad en los informes que debería hacerle llegar y los intentos de Luo por lograr su cese como ministro. Apartó a Luo Ruiqing de la jefatura del Estado Mayor y dio su visto bueno, de este modo, a la politización del EPL, lo que puede traducirse en una maniobra más de Mao para reducir las posibilidades de un golpe de Estado, algo en lo que llevaba pensando varios años y que al contar con un ejército politizado sería más complicado de llevar a cabo. Como afirmó Lin:

“Mientras que debería destinarse una cantidad concreta de tiempo para el entrenamiento, la producción militar, etc., no debería permitirse que dichas actividades invadiesen la política. Por otro lado, sí debe permitirse que la política invada las otras actividades”.

El control de la Oficina General del Comité Central del PCCh
Uno de los últimos movimientos previos al comienzo oficial de la Revolución Cultural tuvo como protagonista al propio Mao. En noviembre de 1965 destituyó al director de la Oficina General del Comité Central del PCCh, Yang Shangkun, por haber realizado escuchas de sus conversaciones privadas, sin su consentimiento, a comienzos de la década de los ’60, algo de lo que tenía constancia desde hacía varios años. La verdadera razón que motivó su destitución precisamente en aquél momento estaba relacionada con la posición que ocupaba, un puesto clave para conocer el tránsito de información, por lo que eligió en su lugar a Wang Dongxing, director de la Oficina Central de Vigilancia, quien estuvo a cargo de su seguridad personal y que se caracterizó por su fidelidad sin fisuras.

De este modo podemos observar cómo desde distintos frentes se fueron asentando los pilares sobre los que se sostendría la estructura de la incipiente Revolución Cultural. 1966 fue el comienzo de una nueva era dentro de la República Popular China.

Fernando Prieto es historiador especializado en Asia Oriental y máster en Economía y Negocios de China e India

Fuente:
https://politica-china.org/areas/sociedad/la-revolucion-cultural-ultimos-movimientos-antes-del-caos-bajo-las-estrellas-1962-66