Mostrando entradas con la etiqueta pobreza extrema. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pobreza extrema. Mostrar todas las entradas

viernes, 4 de diciembre de 2020

_- Una China sin pobreza extrema

_- Por Xulio Ríos | 02/12/2020 | Mundo

Fuentes: Observatorio de la Política China 

La noticia se dio a conocer días atrás. China informaba de que los últimos y más remotos distritos del país se habían liberado de la pobreza extrema. Culmina así un largo camino de varias generaciones que permitió a cientos de millones de personas sacudirse el subdesarrollo y la miseria más oprobiosa.

Cuesta creer no que China lo haya logrado, cosa que muchos daban por segura a la vista del progreso alcanzado en los últimos años, sino que tal anuncio no tuviera el eco en todo el mundo que sin duda merece: lo logrado por China equivale a más del 70 por ciento de reducción de la pobreza global y lo ha alcanzado 10 años antes del plazo establecido por la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. En China, el umbral de pobreza se fija en un ingreso anual de 4.000 yuanes (510 euros) o 1,9 euros por día (según las normas internacionales es de 1,8 euros).

Quedan naturalmente desigualdades y desequilibrios por resolver, pero también en esto se marca tendencia. Con los esfuerzos continuos para aliviar la pobreza, el coeficiente de Gini de China, el indicador de la brecha de riqueza, se redujo a 0,465 en 2019 desde el máximo de 0,491 en 2008. En el período del XIII Plan Quinquenal (2016-2020), la brecha del ingreso disponible per cápita entre los residentes urbanos y rurales siguió estrechándose, con una tasa de 2,64:1 en 2019, que representó un mejoramiento con respecto a 2,73:1 registrado en 2015. El PIB per cápita de China superó los 10.000 dólares y su población de ingresos medios suma más de 400 millones de personas.

En términos de desequilibrios, por ejemplo, en 2019, el PIB total de tres provincias en el noreste de China, que sufrió el debilitamiento de la economía y el éxodo de población, solo representó alrededor del 47 por ciento del PIB de la provincia más rica de China, Guangdong, según datos oficiales.

En ambos aspectos se constata una realidad compleja que obligará a una acción sostenida durante años para lograr una mayor cohesión territorial y justicia social.

Pero que China haya logrado erradicar la pobreza extrema pone de manifiesto, primero, que esto es posible. Ciertamente exige perseverancia y voluntad política y también definir un modelo que permita atajar el problema con respuestas adaptadas a las condiciones locales. China, por ejemplo, priorizó la fórmula del desarrollo: infraestructuras, comercio, empleo, innovación, tecnologías, educación, servicios públicos, etc. El desarrollo es la llave maestra para acabar con la pobreza, asegura la experiencia del PCCh.

También debemos reconocer que su éxito agranda nuestro fracaso. Tanto predicar las bondades del mercado y de las sociedades liberales que sonroja nuestra incapacidad para liberarnos de esta lacra. Y no hace sino aumentar, al igual que los desequilibrios y las desigualdades. Involucionamos a pasos agigantados. Quizá porque realmente es consustancial al sistema. En China, ha sido la acción decidida del Estado –y no del mercado- la que ha permitido alcanzar este trascendental éxito.

China, además, lo logró sin el concurso de ONGDs y en lo esencial a partir de medios propios, utilizando sobre todo mucha planificación y un peculiar sistema de apadrinamiento interno con fuerte inversión pública y definición de objetivos con el protagonismo de las regiones más desarrolladas del este del país e incluso de muchas empresas, sobre todo estatales, pero también privadas. Todos estos actores, destinaron durante años parte de sus recursos y beneficios a auspiciar el desarrollo de las zonas más empobrecidas. Sería muy conveniente profundizar en su modelo y establecer un diálogo Oriente-Occidente sobre desarrollo y pobreza para mejorar un sistema de ayuda internacional que a duras penas ha podido aligerar tímidamente la miseria de tantas comunidades empobrecidas que no han podido sacudirse las taras estructurales y sistémicas que les abocan a tal situación.

Pero puede que con esto pase lo mismo que con la gestión de la pandemia. Los imperativos de la geopolítica y de la ideología parecen imponerse al reconocimiento de la evidencia. No interesa hablar del tema. China ha conseguido erradicar la pobreza extrema en plena pandemia mientras los contagios, muertes y colas del hambre crecen en Europa o en EEUU. Pero se auscultará al detalle la afirmación y se le restará valor, primero reduciéndola a mera propaganda; segundo, cuestionando los datos y la propia sostenibilidad de la proeza una vez se prescinda de los subsidios gubernamentales.

Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

Fuente:


Y a la vez, China pone su bandera en la Luna, https://www.bbc.com/mundo/noticias-55196150

lunes, 3 de febrero de 2020

Madrid. Relator de DD.HH. de la ONU visita el único Centro de Empoderamiento para Trabajadoras del Hogar y Cuidados en España, en riesgo de cierre.

Rebelión

El Relator Especial sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos de la ONU, visita el próximo domingo, 2 de febrero, el Centro de Empoderamiento de Trabajadoras del Hogar y Cuidados de Madrid que gestiona la asociación SEDOAC (Servicio Doméstico Activo), en riesgo de cierre después de que el Ayuntamiento de Madrid lo dejara sin subvención en los nuevos presupuestos.

El Centro, situado en el barrio de Orcasitas de la capital, es el primero y único en España dedicado al asesoramiento socio-laboral, jurídico, psicológico y formativo destinado a las trabajadoras del hogar, durante sus seis primeros meses de funcionamiento ha atendido a más de 350 casos y registrado más de 2.000 asistentes a sus actividades formativas.

Alston, un experto independiente designado por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas para examinar la situación de un país o un asunto, ha mostrado su interés en conocer directamente los testimonios de las trabajadoras domésticas en España y las razones por las que el Gobierno no ha ratificado el Convenio 189 de la OIT sobre trabajo doméstico, que tiene ya siete años de vigencia. Este convenio recoge las bases para que los países mejoren en sus regulaciones internas las condiciones de trabajo de estas personas, como son la libertad de asociación y la libertad sindical, el derecho de negociación colectiva o la protección efectiva contra toda forma de abuso, acoso y violencia.

Cabe señalar que en España el 42% de las afiliadas al Sistema Especial de Empleados de Hogar son mujeres de nacionalidad extranjera, que el salario que se percibe en el sector es un 59% inferior al salario medio y que el importe medio de las pensiones es también el más bajo de todo el Sistema de la Seguridad Social, según datos del último informe de UGT. Desde SEDOAC, asociación con la que colabora Alianza por la Solidaridad-Action Aid, señalan que desde noviembre de 2019, el número de afiliadas en España ha caído en lugar de aumentar, hecho que ha incrementado la economía sumergida porque estas mujeres no dejan de trabajar, lo que conlleva a unas condiciones laborales peores.

El éxito del Centro, que ahora busca cómo mantener las asesorías individualizadas, grupales y las actividades formativas, en los seis meses que ha permanecido abierto con una ayuda pública, se ha debido, según sus responsables, a varios factores: es el único en Madrid que se ha adaptado a los horarios de las trabajadora del hogar, abriendo los fines de semana; ha sido totalmente gratuito; ha funcionado como un lugar de encuentro y formación para mujeres migrantes que debido a su trabajo no tienen un círculo de apoyo social; ha contado con profesionales (abogadas, psicóloga, técnicas, monitoras…) especializadas; y ha contado con suficientes recursos para organizar actividades destinadas a las personas sobre las que descansa buena parte de los cuidados de personas de la tercera edad, dependientes, niños y hogares españoles.

La salvadoreña Carolina Elías, presidenta de SEDOAC y coordinadora del CETHYC, señala: “Para nosotras es muy importante que el Relator de Naciones Unidas nos visite y conozca de cerca nuestra realidad, sobre todo ahora que el Ayuntamiento de Madrid nos ha retirado la subvención. Las trabajadoras del hogar somos un sector invisibilizado y esperamos que esta visita sirva para que el nuevo Gobierno ratifique ya el Convenio 189 de la OIT, tal como anunció, para mejorar y dignificar las condiciones de cientos de miles de trabajadoras del hogar y cuidados en España”.

martes, 29 de mayo de 2018

Dale una caña… y un pez

“Dale un pez a un hombre y comerá hoy, dale una caña y enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”.

Ya, pero los proverbios chinos encierran a veces grandes mentiras. La pobreza extrema encierra a la gente en un círculo vicioso tan perverso que resulta casi imposible romperlo. Ganando un euro al día no puedes ahorrar para afrontar los imprevistos; tampoco tienes acceso a la información, ni tiempo para estudiar las oportunidades que podrían mejorar tu situación; al no poder alimentar bien al niño su salud se resiente, y al final tienes que vender la caña para comprar las medicinas al niño. Enseñar a un pobre a ordeñar una vaca no basta: falta la vaca.

El experimento a gran escala organizado por el MIT y otras universidades de Estados Unidos y Francia ofrece unos datos sólidos que pueden ser muy útiles para reconducir las políticas de ayuda internacional de los gobiernos y las ONG occidentales, por lo general bien intencionadas pero poco eficaces.

Enseñar a un pobre a ordeñar una vaca no basta: falta la vaca
Un programa típico para una familia incluye, como en el ejemplo anterior,
1. facilitarle un poco de ganado y
2. la formación necesaria para gestionarlo;
3. también una pequeña cantidad de dinero (unos 50 euros al mes) para ayudarles a alimentarse,
4. o su equivalente en comida;
5. un plan de ahorro obligatorio;
6. una mínima educación en salud y prevención de enfermedades,
7. un mínimo acceso a algún servicio sanitario y
8. una visita semanal del personal de asistencia social para revisar los resultados del programa y solventar los problemas que vayan surgiendo.
Toda esta acción coordinada no solo tiene un coste asumible, sino que a la larga resulta hasta rentable.

Las catástrofes naturales como el terremoto de Nepal demuestran que buena parte de la población de cualquier país occidental está dispuesta a aportar dinero para aliviar las crisis humanitarias. Pero la situación de los mil millones de habitantes del planeta en situación de extrema pobreza se puede considerar una crisis humanitaria permanente, y es una que no puede resolverse con parches y limosnas gubernamentales. Se requiere una acción coordinada, inteligente y sostenida en el tiempo. Si las poblaciones occidentales y sus gobiernos se convencen de que hay una metodología eficaz para romper el círculo vicioso de la extrema pobreza, es probable que los fondos necesarios acaben llegando. Si los programas funcionan, el dinero se podrá considerar una inversión para el futuro.

La gran fuerza del experimento del MIT y sus socios académicos es que es ciencia seria
No es solo el tamaño de la muestra –21.000 personas en seis países—, sino que las intervenciones se han hecho con una metodología importada de la epidemiología y las investigaciones de salud pública, con ensayos randomizados y los grupos de control necesarios.

Junto a la población intervenida siempre ha habido otra abandonada a su albur, y los datos se han extraído de ambas en paralelo. Las evidencias sobre la eficacia del programa son por tanto científicamente impecables. A partir de ahora la pregunta debe ser: si disponemos de una herramienta eficaz y costeable para extraer a la gente de la miseria, ¿qué argumentos hay para no usarla?

 https://elpais.com/elpais/2015/05/14/ciencia/1431615451_988418.html?rel=mas

jueves, 16 de junio de 2016

“La palabra desigualdad sigue dando miedo”. Martin Ravallion, exdirector del Departamento de Investigación del Banco Mundial, ahonda en un nuevo libro sobre el acercamiento político a la pobreza.

El economista e investigador australiano Martin Ravallion ha dedicado su carrera a estudiar las estructuras económicas que hay detrás de la pobreza.
El último trabajo del exdirector del Departamento de Investigación del Banco Mundial es un manual que ahonda en esta cuestión. Para Ravallion, la conexión es obvia, pero asegura que aún hace falta comprender mejor cómo sin la economía no se puede erradicar la pobreza. Si no se entiende el desafío al que se enfrentan los ciudadanos más desfavorecidos, las políticas sociales que pretenden ayudarlos pueden condenarlos a permanecer en el último eslabón de la sociedad. Ravallion acaba de recibir el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Cooperación al Desarrollo, que recogerá el martes 21 de junio en Madrid.

Pregunta. Afirma que los economistas no saben lo bastante sobre la pobreza, ¿qué aspecto es el menos entendido?
Respuesta. La pobreza no ha recibido suficiente atención. Yo sabía que la economía me ayudaría a entenderla, pero la mayoría de los economistas no se interesan por este asunto. Uno de los mayores errores es la visión de que los pobres no saben lo que es mejor para ellos, y culparlos de su situación. Esas personas están constantemente tomando decisiones difíciles que afectan a sus familias, a sus hijos. Tanto los medios de comunicación como los políticos deben tener más respeto hacia ellos, porque si no se les respeta se pueden cometer muchos errores que lleven a implementar políticas que les fuercen a hacer cosas que no les favorecen y que, incluso, pueden resultar en un empeoramiento de su situación. Otro error mayúsculo es pensar que la lucha contra la desigualdad y la pobreza tendrá inevitablemente un coste en el crecimiento económico. Esto suele ser una excusa para no tomar medidas.

P. ¿Se sigue aceptando la pobreza como parte inevi­table del sistema económico?
R. Hace 200 años se consideraba que la pobreza era necesaria. Hoy nos hemos dado cuenta de que, por lo menos en el caso de la pobreza extrema, se puede erradicar. Ocurrió en Europa Occidental y en EE UU. El crecimiento económico fue importante, pero iba acompañado de seguridad, de reducción de riesgo y de una serie de políticas sociales que apuntalan esa economía, como la educación y la igualdad de oportunidades. Pero en la actualidad, en la mayoría de los países, ricos y pobres, la desigualdad es demasiado alta. Las personas pobres tienen tantas ideas como las ricas, solo que no pueden financiarlas: es la desigualdad lo que obstaculiza sus oportunidades económicas.

P. En su trabajo se refiere a que el extremo más pobre de la economía cada vez es más “pegajoso”. ¿Qué consecuencias tiene esto en la lucha contra la pobreza?
R. En los 100 años que se tardó en erradicar la pobreza extrema en Europa Occidental y EE UU ocurrieron dos cosas: cada vez había menos personas viviendo por debajo de ese umbral, y el límite inferior se elevaba. Ahora, en los países en vías de desarrollo el progreso ocurre de una forma más rápida pero no afecta a los más pobres. La única explicación es que en el pasado las políticas sociales fueron más efectivas a la hora de llegar a los pobres, y eso es una cuestión de capacidad administrativa y de voluntad política. Deberíamos aprender de países como los escandinavos: hay que empezar aplicando políticas sociales universales que afecten a toda la sociedad.

P. ¿Cómo convencería a quienes creen que los pobres son responsables de su situación de que las políticas sociales universales son necesarias?
R. Es necesario entender las situaciones límite a las que se enfrentan las personas y el contexto en el que viven. Los políticos desconocen lo que es vivir en la pobreza. Los economistas hablan en términos abstractos, pero deberían ver lo que realmente implica, para internalizar los problemas que acarrea. Si hicieran esto empatizarían mucho más y serían menos proclives a culpar a los pobres de sus problemas. Nadie puede creer que la pobreza, en cualquier parte del mundo, sea culpa de quien la padece. Pero siempre hay quien encuentra una excepción y lo utiliza como arma política. Estoy convencido de que las sociedades son fundamentalmente progresistas y avanzan.

P. ¿Por qué sigue habiendo pobreza en países tan ricos como EE UU?
R. Es pobreza pero tiene estándares distintos; la línea que marca el umbral es 12 veces más elevada que en África. Según se desarrolla una economía, también lo hace su definición de pobreza. La trayectoria de crecimiento económico en EE UU hasta 1980 contribuyó enormemente a la reducción de este índice, pero a finales de los setenta se estancó. Hubo un cambio deliberado durante la Administración de Reagan para invertir menos dinero en áreas como la educación. Cada vez era más difícil que un niño pobre pudiera seguir estudiando, lo que disparó la desigualdad. El crecimiento sólo afectó a la parte más alta del espectro económico, dejó atrás a los desfavorecidos, y entonces empezamos a ver un estancamiento en la lucha contra la pobreza.

P. ¿Considera que EE UU no ha hecho lo bastante?
R. No se han implementado suficientes medidas sociales para luchar contra la pobreza. En EE UU descubrieron muy tarde, a finales de los noventa, que si combinas todas las políticas sociales acabas con una tasa de impuestos elevadísima que grava a las personas más desfavorecidas. Esto quiere decir que aunque logren una nueva fuente de ingresos, pierden todo beneficio por los impuestos. Es lo que se llama la trampa de la pobreza: destruye los incentivos para que los más pobres escapen de su situación por sus propios medios. Las políticas sociales inteligentes son las que construyen esos incentivos. Pero debemos tener cuidado de no caer en el paternalismo, asegurarnos de que pensamos en esto desde la perspectiva de una persona sin medios, no desde la de un político que se dedica a hacer juicios de lo que debería o no hacer la gente.

P. ¿Cuál es el mayor obstáculo en la lucha contra la pobreza?
R. El desafío está en la desigualdad, no todo el mundo ve que la brecha es demasiado grande. Aunque aumenta el número de políticos que se da cuenta de que el elevado índice de desigualdad está destruyendo oportunidades económicas, que ven que la clase media se queda atrás y que no reducimos los índices de pobreza; sobre esto no hay todavía un consenso. La palabra desigualdad sigue dando miedo, mientras que pobreza no. Una de las cosas que se pueden hacer es desmontar el término y sacar a la luz aspectos específicos en materia de educación y salud. Si decimos que la diferencia en la esperanza de vida entre ricos y pobres en EE UU es de 15 años, la desigualdad queda retratada en términos que van más allá de riqueza o dinero. Quizá esto ayude a que el término asuste menos.

El otro gran reto es la pobreza relativa. En un periodo de 10 a 40 años podemos haber erradicado la pobreza extrema en casi todo el mundo y eso es algo fantástico, porque es el peor tipo de pobreza. Pero seguirá habiendo pobres y la desigualdad continuará siendo un grandísimo problema.

http://economia.elpais.com/economia/2016/06/09/actualidad/1465484253_626652.html