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domingo, 3 de diciembre de 2023

Veredicto sobre Henry Kissinger

Henry Kissinger, uno de los carniceros más prolíficos del siglo XX, murió como vivió: querido por los ricos y los poderosos, independientemente de su afiliación partidaria.

Henry Kissinger ha muerto. Los medios de comunicación ya están produciendo encendidas denuncias y cálidos recuerdos a partes iguales. Quizá ninguna otra figura de la historia estadounidense del siglo XX sea tan polarizadora, tan vehementemente vilipendiada por unos como venerada por otros.

Sin embargo, hay un punto en el que todos podemos estar de acuerdo: Kissinger no dejó un cadáver exquisito. Puede que los obituarios lo describan como afable, catedrático, incluso carismático. Pero seguramente nadie, ni siquiera aduladores de carrera como Niall Ferguson, se atreverá a elogiar al titán caído como un personaje atractivo.

Cómo han cambiado los tiempos.

En la época en que Kissinger era consejero de Seguridad Nacional, Women’s Wear Daily publicó un titubeante perfil del joven estadista describiéndole como «el símbolo sexual de la administración Nixon». En 1969, según el perfil, Kissinger asistió a una fiesta llena de miembros de la alta sociedad de Washington con un sobre con la inscripción «Top Secret» bajo el brazo. Los demás invitados a la fiesta apenas podían contener su curiosidad, así que Kissinger desvió sus preguntas con una ocurrencia: el sobre contenía su ejemplar de la última revista Playboy (al parecer, a Hugh Hefner le hizo mucha gracia y se aseguró de que el consejero de seguridad nacional recibiera una suscripción gratuita).

Lo que el sobre contenía en realidad era un borrador del discurso de Nixon sobre la «mayoría silenciosa», un discurso ahora famoso que pretendía trazar una nítida línea entre la decadencia moral de los liberales antibelicistas y la inquebrantable realpolitik de Nixon.

Durante la década de 1970 —mientras organizaba bombardeos ilegales en Laos y Camboya y permitía el genocidio en Timor Oriental y Pakistán Oriental— Kissinger era conocido entre la alta sociedad de Beltway como «el playboy del ala occidental». Le gustaba que le fotografiaran, y los fotógrafos le complacían. Era una fija en las páginas de cotilleos, sobre todo cuando sus escarceos con mujeres famosas saltaban a la luz pública, como cuando él y la actriz Jill St. John hicieron saltar inadvertidamente la alarma de su mansión de Hollywood una noche, cuando se escabulleron a su piscina («Le estaba enseñando ajedrez», explicó Kissinger más tarde).

Mientras Kissinger galanteaba con el jet set de Washington, él y el presidente —una pareja tan firmemente unida por la cadera que Isaiah Berlin los bautizó como «Nixonger»— estaban ocupados ideando una marca política basada en su supuesto desdén por la élite liberal, cuya moralidad efímera, afirmaban, solo podía conducir a la parálisis. Kissinger desdeñaba ciertamente el movimiento antibelicista, menospreciando a los manifestantes como «universitarios de clase media-alta» y advirtiendo: «Los mismos que gritan “Poder para el pueblo” no van a ser los que se hagan cargo de este país si se convierte en una prueba de fuerza». También despreció a las mujeres: «Para mí las mujeres no son más que un pasatiempo, un hobby. Nadie dedica demasiado tiempo a un pasatiempo». Pero es indiscutible que Kissinger sentía afición por el liberalismo dorado de la alta sociedad, las fiestas exclusivas y las cenas de filetes y los flashes.

Y para que no lo olvidemos, la alta sociedad le correspondía. Gloria Steinem, compañera ocasional de cenas, llamó a Kissinger «el único hombre interesante de la administración Nixon». La columnista de chimentos Joyce Haber lo describió como «mundano, chistoso, sofisticado y un caballero con las mujeres». Hef le consideraba un amigo, y en una ocasión afirmó en prensa que una encuesta entre sus modelos reveló que Kissinger era el hombre más deseado para citas en la mansión Playboy.

Este encaprichamiento no terminó con los años setenta. Cuando Kissinger cumplió noventa años en 2013, a la celebración de su cumpleaños con alfombra roja asistió una multitud bipartidista que incluía a Michael Bloomberg, Roger Ailes, Barbara Walters e incluso al «veterano de la paz» John Kerry, junto con otras 300 personalidades. Un artículo de Women’s Wear Daily —que continuó con su cobertura de Kissinger en el nuevo milenio— informaba de que Bill Clinton y John McCain pronunciaron los brindis de cumpleaños en un salón de baile decorado en chinoiserie, para complacer al invitado de honor de la noche (McCain, que pasó más de cinco años como prisionero de guerra, describió su «maravilloso afecto» por Kissinger, «debido a la guerra de Vietnam, que fue algo que tuvo un enorme impacto en la vida de ambos»). A continuación, el propio cumpleañero subió al escenario, donde «recordó a los invitados el ritmo de la historia» y aprovechó la ocasión para predicar el evangelio de su causa favorita: el bipartidismo.

La capacidad de Kissinger para el bipartidismo era célebre (los republicanos Condoleezza Rice y Donald Rumsfeld asistieron al principio de la velada, y más tarde la demócrata Hillary Clinton entró por una entrada de carga con los brazos abiertos, preguntando: «¿Listos para el segundo asalto?»). Durante la fiesta, McCain se deshizo en elogios hacia Kissinger: «Ha sido consultor y asesor de todos los presidentes, republicanos y demócratas, desde Nixon». Probablemente, el senador McCain habló en nombre de todos los presentes en el salón de baile cuando continuó: «No conozco a nadie más respetado en el mundo que Henry Kissinger».

Sin embargo, gran parte del mundo vilipendiaba a Henry Kissinger. El exsecretario de Estado evitó incluso visitar varios países por miedo a que le detuvieran y le acusaran de crímenes de guerra. En 2002, por ejemplo, un tribunal chileno le exigió que respondiera a preguntas sobre su papel en el golpe de estado de 1973 en ese país. En 2001, un juez francés envió agentes de policía a la habitación del hotel de Kissinger en París para entregarle una solicitud formal de interrogatorio sobre el mismo golpe, durante el cual desaparecieron varios ciudadanos franceses (aparentemente imperturbable, el estadista convertido en asesor privado remitió el asunto al Departamento de Estado y embarcó en un avión con destino a Italia). Por la misma época, anuló un viaje a Brasil después de que empezaran a circular rumores de que sería detenido y obligado a responder a preguntas sobre su papel en la Operación Cóndor, la trama de los años setenta que unió a las dictaduras sudamericanas para hacer desaparecer a los opositores exiliados de las demás. Un juez argentino que investigaba la operación ya había nombrado a Kissinger como posible «acusado o sospechoso» en una futura acusación penal.

Pero en Estados Unidos, Kissinger era intocable. Allí, uno de los carniceros más prolíficos del siglo XX murió como vivió: querido por los ricos y poderosos, independientemente de su afiliación partidista. La razón del atractivo bipartidista de Kissinger es sencilla: fue un estratega de primer orden del imperio estadounidense del capital en un momento crítico del desarrollo de ese imperio.

Veredicto sobre Henry Kissinger

No es de extrañar que el establishment político considerara a Kissinger un activo y no una aberración. Encarnaba lo que los dos partidos gobernantes tienen en común: el compromiso de mantener el capitalismo y la determinación de garantizar condiciones favorables para los inversores estadounidenses en la mayor parte del mundo posible. Ajeno a la vergüenza y a la inhibición, Kissinger fue capaz de guiar al imperio estadounidense a través de un periodo traicionero de la historia mundial, en el que el ascenso de Estados Unidos hacia el dominio global parecía, de hecho, a veces al borde del colapso.

En un periodo anterior, la política de preservación capitalista había sido un asunto relativamente sencillo. Las rivalidades entre las potencias capitalistas avanzadas conducían periódicamente a guerras espectaculares que establecían jerarquías entre las naciones capitalistas, pero que hacían relativamente poco por interrumpir la marcha hacia adelante del capital en todo el mundo. Como ventaja añadida, dado que estas conflagraciones eran tan destructivas, ofrecían oportunidades periódicas para renovar la inversión, una forma de retrasar las crisis de sobreproducción endémicas del desarrollo capitalista.

Es cierto que, a medida que las metrópolis capitalistas afirmaban el control sobre los territorios que se apoderaban en todo el mundo, el imperialismo atrajo la oposición masiva de los oprimidos. Surgieron movimientos anticoloniales para desafiar los términos del desarrollo global en todos los lugares donde se estableció el colonialismo pero, con algunas excepciones notables, estos movimientos fueron incapaces de repeler a las agresivas potencias imperiales. Incluso cuando las luchas anticoloniales tuvieron éxito, soltar las cadenas de una potencia imperial a menudo significaba exponerse a la invasión de otra (en las Américas, por ejemplo, la retirada de los españoles de sus colonias de ultramar significó que Estados Unidos asumiera el papel de nuevo hegemón regional a principios del siglo XX, afirmando su dominio sobre lugares que, como Puerto Rico, los dirigentes estadounidenses consideraban «extranjeros en un sentido doméstico»). Durante todo este tiempo, el colonialismo —al igual que el capitalismo— a menudo parecía en gran medida inquebrantable.

Pero tras la Segunda Guerra Mundial, el eje de la política mundial cambió.

Cuando el humo se dispersó finalmente sobre Europa, reveló un mundo casi irreconocible para las élites. Londres estaba en ruinas. Alemania estaba hecha pedazos, dividida por dos de sus rivales. Japón fue anexionado de hecho por Estados Unidos, para rehacerlo a su imagen y semejanza. La Unión Soviética había generado una economía industrial a una velocidad inigualable, y ahora tenía un verdadero peso geopolítico. Mientras tanto, Estados Unidos, en pocas generaciones, había desplazado a Gran Bretaña como potencia militar y económica sin rival en la escena mundial.

Pero lo más importante fue que la Segunda Guerra Mundial proporcionó una señal definitiva a los pueblos de todo el mundo colonizado de que el colonialismo era insostenible. El dominio de Europa agonizaba. Un periodo histórico caracterizado por las guerras entre las potencias del Primer Mundo (o Norte Global) dio paso a un periodo de conflictos anticoloniales sostenidos en el Tercer Mundo (o Sur Global).

Estados Unidos, tras emerger de la Segunda Guerra Mundial como nuevo hegemón mundial, habría salido perdiendo de cualquier realineamiento global que restringiera la libre circulación del capital inversor estadounidense. En este contexto, el país asumió un nuevo papel geopolítico. En el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, la era de Kissinger, Estados Unidos se convirtió en el garante del sistema capitalista mundial.

Pero garantizar la salud del sistema en su conjunto no siempre equivalía a asegurar el dominio de las empresas estadounidenses. Más bien, el Estado estadounidense necesitaba administrar un orden mundial propicio para el desarrollo y el florecimiento de una clase capitalista internacional. Estados Unidos se convirtió en el principal arquitecto del capitalismo atlántico de posguerra, un régimen comercial que vinculaba los intereses económicos de Europa Occidental y Japón a las estrategias empresariales estadounidenses. En otras palabras, para preservar un orden capitalista mundial que defendía ante todo a las empresas estadounidenses —no a las empresas—, Estados Unidos necesitaba fomentar el desarrollo capitalista exitoso de sus rivales. Esto significaba generar nuevos centros capitalistas, como Japón, y facilitar el restablecimiento de economías europeas sanas.

Sin embargo, como sabemos, las metrópolis europeas se estaban escindiendo rápidamente de sus colonias. Los movimientos de liberación nacional amenazaban los intereses centrales que Estados Unidos se había comprometido a proteger, perturbando el mercado mundial unificado que el país quería coordinar. Por tanto, la promoción de los intereses estadounidenses adquirió una dimensión geopolítica más amplia. La élite del poder en Washington se comprometió a derrotar los desafíos a la hegemonía capitalista en cualquier parte del mundo donde surgieran. Para ello, el estado de seguridad nacional estadounidense desplegó una variedad de medios: apoyo militar a regímenes reaccionarios; sanciones económicas; intromisión electoral; coacción; manipulación comercial; comercio táctico de armas y, en algunos casos, intervención militar directa.

A lo largo de su carrera, lo que más preocupó a Kissinger fue la posibilidad latente de que los países subordinados pudieran actuar por su cuenta para crear una esfera alternativa de influencia y comercio. Estados Unidos no dudó en poner fin a tales iniciativas independientes cuando surgieron. Si un país se resistía al camino que le marcaban las condiciones del desarrollo capitalista mundial, los estadounidenses lo sometían a garrotazos. No se podía tolerar el desafío, no con tanta riqueza y poder político en juego. Durante su vida, Kissinger fue sinónimo de esta política. Comprendía sus objetivos y requisitos estratégicos mejor que nadie entre la clase dirigente estadounidense.

Por tanto, las políticas concretas que Kissinger aplicó no tenían tanto que ver con la promoción de los beneficios de las empresas estadounidenses como con la garantía de unas condiciones saludables para el capital en general. Este es un punto importante, a menudo descuidado en los estudios simplistas sobre el imperio estadounidense. Con demasiada frecuencia, los radicales asumen un vínculo directo entre los intereses de determinadas corporaciones estadounidenses en el extranjero y las acciones del Estado estadounidense. Y en algunos casos, esta suposición puede verse respaldada por la historia, como la destitución por el Ejército estadounidense en 1954 del reformador social guatemalteco Jacobo Árbenz, llevada a cabo en parte debido a las presiones de la United Fruit Company.

Pero en otros casos, sobre todo los que encontramos en los espinosos enredos de la carrera de Kissinger, esta suposición oscurece más de lo que revela. Tras el golpe de estado contra el chileno Salvador Allende, por ejemplo, la administración Nixon no presionó a sus aliados de la junta derechista para que devolvieran las minas previamente nacionalizadas a las empresas estadounidenses Kennecott y Anaconda. Devolver las propiedades confiscadas a las empresas estadounidenses era poca cosa. El objetivo principal de «Nixonger» se cumplió en el momento en que Allende fue apartado del poder: la vía democrática de Chile hacia el socialismo ya no amenazaba con generar una alternativa sistémica al capitalismo en la región.

Contrariamente a la sabiduría convencional, la comprobación del expansionismo soviético apenas fue un factor importante que diera forma a la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría. Los planes estadounidenses de respaldar el capitalismo internacional por la fuerza se decidieron ya en 1943, cuando aún no estaba claro si los soviéticos sobrevivirían siquiera a la guerra. E incluso al principio de la Guerra Fría, la Unión Soviética carecía de la voluntad y la capacidad para expandirse más allá de sus satélites regionales. Los movimientos de Stalin para estabilizar el «socialismo en un solo país» surgieron como una estrategia defensiva, y Rusia se comprometió con la distensión como la mejor apuesta para su existencia continuada, exigiendo únicamente un anillo de estados tapón que la protegieran de las invasiones occidentales.

Por esta razón, una generación de militantes de izquierda de América Latina, Asia y Europa (basta con preguntar a los griegos) interpretan la llamada Guerra Fría como una venta en serie de Moscú a los movimientos de liberación de todo el mundo. A pesar del histrionismo público de Kissinger en apoyo de la «civilización de mercado occidental», la amenaza de la expansión soviética solo se utilizó realmente en la política exterior estadounidense como herramienta retórica.

Es comprensible, pues, que el formato de la economía mundial no cambiara tan drásticamente tras la caída de la Unión Soviética. La neoliberalización de los años 90 representó una intensificación del programa global que Estados Unidos y sus aliados habían perseguido todo el tiempo. Y hoy, el Estado estadounidense continúa en su papel de garante global del capitalismo de libre mercado, incluso cuando los gobiernos del Tercer Mundo, temerosos de las repercusiones geopolíticas, realizan contorsiones políticas para evitar enfrentarse frontalmente al capital estadounidense. Por ejemplo, a partir de 2002, Washington empezó a respaldar los esfuerzos para derrocar al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, aunque los gigantes petroleros estadounidenses siguieran perforando en Maracaibo y el crudo venezolano siguiera llegando a Houston y Nueva Jersey.

La doctrina Kissinger persiste en la actualidad: si los países soberanos se niegan a integrarse en los planes más amplios de Estados Unidos, el Estado de seguridad nacional estadounidense actuará rápidamente para socavar su soberanía. Esto es lo de siempre para el imperio estadounidense, independientemente del partido que ocupe la Casa Blanca, y Kissinger, mientras vivió, fue uno de los principales administradores de este statu quo.

Obituario con hurras

Henry Kissinger por fin ha muerto. Decir que era un mal hombre roza el cliché, pero no deja de ser un hecho. Y ahora, por fin, se ha ido.

Aun así, nuestro alivio colectivo no debe desviarnos de una valoración más profunda. A fin de cuentas, Kissinger debe ser rechazado por algo más que por su singular aceptación de la atrocidad en nombre del poder estadounidense. Como progresistas y socialistas, debemos ir más allá de ver a Kissinger como un sórdido príncipe de las sombras imperialistas, una figura a la que solo se puede hacer frente litigiosamente, en la fría mirada de un tribunal imaginario. Su repugnante frialdad y su despreocupación por sus resultados, a menudo genocidas, no deben impedirnos verle como era: una encarnación de las políticas oficiales estadounidenses.

Al mostrar que el comportamiento de Kissinger es parte integrante del expansionismo estadounidense en general, esperamos reunir una crítica política y moral de la política exterior estadounidense, una política exterior que subvierte sistemáticamente las ambiciones populares y socava la soberanía en defensa de las élites, tanto extranjeras como nacionales.

La muerte de Kissinger ha librado al mundo de un gestor homicida del poder estadounidense, y tenemos la intención de bailar sobre su tumba. Desde Jacobin Magazine han preparado un libro para esta ocasión, un catálogo de los oscuros logros de Kissinger en el transcurso de una larga carrera de carnicería pública. En él, algunos de los mejores historiadores radicales del mundo dividen en episodios digeribles la historia más larga del ascenso estadounidense en la segunda mitad del siglo XX.

En un momento del libro, el historiador Gerald Horne cuenta una anécdota sobre la vez que Kissinger estuvo a punto de ahogarse mientras navegaba en canoa bajo la mayor catarata del mundo. Es una historia divertida, que resulta aún más estimulante al saber que el tiempo ha logrado por fin lo que las cataratas Victoria no consiguieron hace tantas décadas. Pero para que no lo celebremos demasiado pronto, debemos recordar que el Estado de seguridad nacional estadounidense que lo produjo sigue vivito y coleando. Fuente:

sábado, 1 de octubre de 2022

_- IN MEMORIAM OPINIÓN. José García Buitrón, el médico que no toleraba el desamparo de la gente. El exresponsable de la Oficina Nacional de Coordinación de Trasplantes falleció el sábado en Madrid.

_- YOLANDA DÍAZ
20 SEPT 2022 -


La unanimidad es una circunstancia extraña en nuestros días. Pocas personas, José García Buitrón [Toreno (León), 77 años, fallecido el sábado en Madrid] era una de ellas, logran hoy concitar ese sentimiento de concordia, de adhesión. Quizás por aquel afán suyo de crear comunidad, por su vitalismo, por su bondad, por la sensatez y la alegría que entregaba tan generosamente a los demás. Todas eran virtudes irresistibles, transformadoras, para cualquiera que tuviese la suerte de acercarse a él y conocerlo. 

Siempre me ha parecido que Josito, Buitrón, era el producto más depurado de esa Coruña librepensadora e ilustrada, progresista, republicana, que empapó los siglos XIX y XX con su compromiso cívico, en vanguardia siempre de las grandes conversaciones sociales de nuestro tiempo. La ciudad de los ateneos, de las escuelas, de las sociedades obreras y culturales ―una de las primeras de España en plantarle cara al absolutismo― fue también el lugar que mi amigo escogió para vivir y trabajar.

Ese nervio ciudadano atravesaba, de parte a parte, el pensamiento de José, un médico inquieto, un hombre de ciencia, comprometido con las causas justas y, muy singularmente, con la defensa de una sanidad pública y de calidad. Nos enseñó que la confianza en lo público es un patrimonio colectivo, intocable, que ningún modelo de negocio debe arruinar o condicionar.

No toleraba el desamparo de las personas, la desigualdad, la pobreza. Tampoco la resignación ni la mentira. Por tal motivo Buitrón era el lector más inflexible del relato democrático contemporáneo, ese que oculta las precariedades del sistema, vanagloriándose de lo logrado y relegando la voluntad ciudadana a una cita con las urnas cada cuatro años. Él nunca se conformó y su trayectoria profesional y política así lo demuestran.

Hoy, en la hora de su muerte, resulta inevitable pensar en todas las vidas que él contribuyó a salvar, con sus propias manos. El rastro de gratitud, cariño y admiración que deja. Desde aquel trasplante pionero en Galicia, en el año 1981, y durante toda su carrera como cirujano, gerente del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) y responsable de la Oficina de Coordinación de Trasplantes.

En cada logro profesional, en cada órgano vital restablecido, el doctor Buitrón encontraba un pretexto para sanar nuestro cuerpo social. Porque la salud de una única persona era, para él, la salud de la comunidad misma, la expresión de una convivencia, el hilo de oro que teje las redes de afecto y de solidaridad que nos unen y vinculan como seres humanos. Por eso, el doctor Buitrón volcaba en cada caso clínico toda la responsabilidad y la empatía que dignifican y hacen imprescindible a la profesión médica. En Galicia o al otro lado del océano. Allí donde pudiese ayudar, aportar o echar una mano.

Nos vimos hace muy poco, en O Courel. Nos acompañó en un encuentro de Sumar, dispuesto, como siempre estaba Buitrón, al diálogo, a la escucha, a compartir su sabiduría y su criterio político. Hablábamos muy a menudo, intercambiábamos mensajes, me enviaba artículos y reflexiones personales, pero, sobre todo, me cuidaba. Lo hizo la misma mañana en la que nos dijo adiós para siempre. Será muy difícil hacerse a la idea de que su entusiasmo, sus consejos, su firme defensa de la vida, aquel Yolandiña pronunciado entre risas y bromas, no me van a acompañar más.

La muerte de alguien a quien queremos fractura una parte de nosotras mismas, quizás la más valiosa. Pero cuando ese alguien es un amigo tan excepcional como José García Buitrón nos asiste, en medio del dolor, una certeza: él me quería en su vida y yo lo quería en la mía. No importa dónde esté, en qué lugar alejado de su casa de Eirís. Importa el orgullo de haberlo tenido cerca, su memoria, su lección de amor y el ejemplo de una vida que nunca se agotará en nuestro recuerdo.

Yolanda Díaz es vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social 



miércoles, 15 de agosto de 2018

Samir Amin falleció a los 86 años de un tumor cerebral.

El prestigioso economista egipcio Samir Amin falleció ayer a los 86 años en París debido a un tumor cerebral. Fue uno de los pensadores neomarxistas más influyentes de su generación y dedicó gran parte de su obra al estudio de la relación entre los potenciales centrales y los países subdesarrollados.

Nació en El Cairo en 1931 y pasó su infancia y adolescencia en Port Said. Cursó el bachillerato en el Liceo Francés de esta ciudad y en 1947 partió a París para iniciar sus estudios universitarios. En 1952 obtuvo su diploma en Ciencias Políticas y al año siguiente su licenciatura en Economía. En junio de 1957 presentó su tesis de doctorado titulada “Los orígenes del subdesarrollo - la acumulación capitalista a escala mundial”. En 1988 publicó “La desconexión”, donde planteó la necesidad de que los países subdesarrollados se “desconecten” del sistema capitalista mundial para poner en pie un internacionalismo de los pueblos frente al capitalismo.

Página 12 publicó una entrevista a Amin el pasado 7 de junio donde fue crítico sobre el futuro del capitalismo. “Es preciso saber que la supervivencia del capitalismo es imposible sin crecimiento y no veo posibilidad de otra fase del capitalismo con un crecimiento sostenido. Lo que no significa que el régimen vaya a morir lenta y silenciosamente de muerte natural. Al contrario, el capitalismo senil se vuelve más agresivo con contradicciones internas más grandes. Para los pueblos, la crisis sistémica del capitalismo implica la creciente desigualdad en la distribución de los beneficios y de las riquezas dentro de las sociedades, que se acompaña de un profundo estancamiento, por un lado, y la profundización de la polarización global, por el otro”, aseguró. 

Fuente:
https://www.pagina12.com.ar/134872-murio-el-economista-egipcio-samir-amin

lunes, 25 de septiembre de 2017

_- En la muerte de Antoni Domènech (1952-2017)

_- Daniel Raventós 

21/09/2017

El 17 de septiembre murió Antoni Domènech y el 20 tuvo lugar su sepelio. Dos días después hubiera cumplido 65 años. En este acto hablaron, por este orden: Ernest Urtasun y David López, por la familia, y sus amigos Concha RoldánDavid Casassas y Daniel Raventós. Reproducimos a continuación, traducidas y con los enlaces a los textos originales, las palabras que éste último dirigió a los asistentes en la despedida de Antoni Domènech, editor general de Sin Permiso. SP

Tener que hablar unos minutos en este acto por la muerte de Toni es duro para mí, como lo es para los miembros de su familia, pero lo hago porque nada me podría impedir dirigir estas breves palabras de homenaje que me han pedido que haga.

Tiempo habrá de hacer actos en recuerdo de su inmenso legado académico y también político, ambos difícilmente separables, pero hemos acordado con su compañera María Julia, su hija Marta, su yerno David, su hermana Roser, sus sobrinos Ernest y Eduard, y su cuñado Xavier, que hoy sea una despedida del Toni más político, porque así lo hubiera deseado él, como todos sus más íntimos estamos convencidos. No será pues hoy que me extenderé sobre su lúcida y aguda opinión sobre las miserias académicas, que comportaban como él decía sin concesiones a la galería hacer "amiguetes" (fer amiguets, suena más duro en la lengua en la que nosotros hablábamos) de forma creciente. No éramos ninguno de los dos demasiado comprensivos con determinadas tonterías que además afectan al erario público y a miles de estudiantes. Pero él menos. Era muy inclemente con quienes confundían un buen currículum académico con una buena y meritoria investigación. Me comentaba muchas veces, aunque no me está permitido decir nombres ¡lástima!: "el currículum se puede fabricar con contactos, devolución de favores, citas cruzadas y mezquindades similares ... pero sólo los necios y pobres de espíritu pueden confundir estos juegos de manos con una genuina investigación." He elegido "necios y pobres de espíritu" para no tener que escribir más duras y merecidas palabras que Toni disparaba sin manías.

Y ¿qué decir en pocas palabras de su pensamiento político? Mencionaré sólo 6 aspectos que no abarcan ni mucho menos todo su inmenso legado, pero que lo definen creo que muy bien. Y preferiré decirlo más con sus palabras que con las mías. Las suyas son mejores.

1. Enemigo implacable del posmodernismo y de su no inútil sino perniciosa aportación a las ciencias sociales y, por supuesto, a la política.

Le gustaba emplear una frase de su amigo Mario Bunge algo ampliada y modificada con el fin de liquidarse en un plis-plas al postmodernismo: "El postmodernismo, como los artículos adulterados, corrompen la cultura, ponen en peligro la búsqueda de la verdad y hacen perder tiempo a todos". Cuando quería dedicar páginas eruditas a la miseria postmoderna lo hacía con menos clemencia.

2. Algún medio de comunicación y en este caso creo que sin la menor mala intención, sino simplemente ignorancia extrema, ha llegado a decir que Toni continuó su formación con Wolfgang Harich y… ¡Walter Ulbricht!, que como todos sabéis fue del 50 al 71 el principal dirigente del Partido en el poder en la estalinista RDA. Harich pasó 8 años en las cárceles de la RDA de 1956 a 1964 por haber firmado un manifiesto democrático. En las cárceles del régimen de Ulbrich. Comprobar cómo salió de la cárcel Harich, 8 años después de haber entrado, conmocionó mucho a Toni, como me contó varias veces. Con Harich tenía una especial admiración. “Si tu dices que tengo memoria, tendrías que haber conocido a Wolfgang, ¡aquello sí que era una memoria prodigiosa!”. Y me contaba unas anécdotas sobre esta memoria de Harich que no tienen desperdicio.

En diciembre de 2005 escribía: “Todos los totalitarismos de la pasada centuria –el nazi-fascista y el estalinista del segundo cuarto del siglo XX y el neoliberal del último cuarto— se han apoyado de uno u otro modo en filosofías relativistas: en filisteísmos epistemológicos o éticos.”

En una entrevista de finales de 2006 decía:

“Muy pronto los dirigentes comunistas más cultos y valiosos, como Joaquín Maurín y Andreu Nin (ambos procedentes del anarcosindicalismo), se percataron de la naturaleza sectaria y políticamente tornadiza del fenómeno estalinista y de la involución burocrático-tiránica de la URSS, y se alejaron o fueron expulsados del pequeño Partido Comunista de España. Pero ese pequeño partido sectario, que había saludado el advenimiento de la II República el 15 de abril de 1931 con la estólida consigna de ‘abajo la república burguesa’, creció exponencialmente a partir del golpe de Estado del 18 de julio de 1936.

El grueso de las corrientes socialistas –socialdemocracia clásica (Bernstein, Rosa Luxemburgo, Kautsky, Largo Caballero), anarquismo (Bakunin, Kropotkin, Durruti), comunismos de izquierda (Trostsky, Korsch, Andreu Nin) o de derecha (Paul Levi, Bujárin, el último Gramsci, Joaquín Maurín)— no sobrevivieron entre 1930 y 1950 a la máquina trituradora combinada del fascismo, el estalinismo y la guerra fría.”

3. Defensor e innovador muy original del republicanismo democrático. Éste, en mi opinión, es el legado más importante y propio de Toni, si tuviera que escoger solamente uno. Sus libros están dedicados al republicanismo y una buena parte de sus artículos, por no decir la inmensa mayoría, también. Imposible ni siquiera de forma groseramente esquemática apuntar ahora algo al respecto que le haga una mínima justicia, pero una cita de una entrevista hace poco más de 4 años puede servir:

“Si queremos ser fieles al espíritu ético-moral del republicanismo democrático clásico y del socialismo marxista clásico que se deriva de él, nuestra tarea es civilizar al Estado, democratizarlo en serio. El Estado es un monstruo burocrático a medio civilizar, porque las repúblicas democráticas que trajo a Europa el movimiento obrero después del final de la I Guerra Mundial fueron truncadas por el fascismo, por un lado, y el estalinismo, por el otro.”

4. Defensor del derecho de autodeterminación de las naciones. Tema muy actual. Hoy, día de su sepelio, algunas calles de Barcelona están llenas de gente concentrada para protestar por el atropello de las libertades democráticas por parte del Gobierno del partido Popular. Cuando en el año 2012, una persona (iba a poner el nombre, pero no vale la pena) le pidió a Toni la firma de un documento supuestamente federalista, la respuesta fue:

“Gracias, amigo C. Ya lo había recibido por otros lados. Pero yo no puedo suscribir un manifiesto pretendidamente federal que no reconoce claramente de entrada, sin reservas, el derecho de autodeterminación de los pueblos de España, referéndum incluido. No es ni política ni intelectualmente creíble un ‘federalismo’ así, y estoy convencido de que no hará sino cargar de razón democrática a los independentistas. Con respeto y afecto.”

¡Qué habría dicho del mezquino manifiesto “1-O estafa antidemocrática. No participes. No votes!” que hace pocos días acaba de salir! O del manifiesto firmado por profesores de universidades españolas en contra del derecho de autodeterminación de Catalunya. No es difícil de imaginar, en realidad es muy fácil.

5. Toni fue un gran admirador de Robespierre y de su papel en la Revolución francesa. Toni no se cansaba de repetirlo. Catalogar de burguesa la Revolución francesa era para Toni no haber entendido una palabra de aquella revolución. De ahí su admiración por el gran historiador de la revolución y seguramente el mejor conocedor de Robespierre, Albert Mathiez. Para Toni la consideración de la revolución francesa como revolución burguesa era una muestra de la vulgarización de determinado marxismo mainstream. Mainstream lo pongo yo para ser cortés. Toni decía “descerebrado”.

6. Y para terminar en algún lugar:

La construcción de Sin Permiso desde hace más de 12 años fue un legado al que más esfuerzos político dedicó en su última etapa. Él era el editor general y aunque había momentos en que podía dedicarse más y otros, especialmente en los 5 o 6 últimos meses de su vida, mucho menos, siempre ejercía el papel de editor general. Sin Permiso fue algo de lo que se sintió muy feliz de haber empezado y muy orgulloso del éxito que fue teniendo a lo largo del paso de los años. ¿Qué era Sin Permiso para Toni? Él mismo lo contaba en una presentación que hizo de la revista en Buenos Aires y que tiene el valor añadido de representar una muestra de su forma de entender la política:

“SinPermiso está abierto a quienes piensan, con Rosa, con Mariátegui y con Gramsci, que la verdad es "revolucionaria", lo que era su forma, quizá no tan anticuada, de decir que honrar la verdad está por encima de todo.

Abierto a quienes piensan, con Brecht, que cuando la verdad está demasiado amenazada como para defenderse, debe pasar a la ofensiva

Abierto a quienes piensan, con Benjamin, que ni siquiera nuestros muertos están a salvo de la victoria del enemigo

Abierto a quienes piensan, con Cervantes, que la historia es la madre de la verdad

Abierto a quienes piensan, con Machado, que ni el pasado ha muerto ni está el mañana –ni el ayer— escrito. (…)

SinPermiso está abierto en general al pensamiento laico, enemigo por igual de la obscuridad de las jergas sectarias, académicas o no, y de la infertilidad de las escolásticas dogmáticas.” …

Un pequeño comentario muy personal. Como amigo ya no podré disfrutar de nuestras conversaciones, de nuestras comidas (era un cocinero que dejaba boquiabiertos a otros excelentes cocineros y cocineras), de “nuestros” vinos (no puedo poner las marcas preferidas para que no parezca publicidad encubierta) y de los muchísimos momentos que nos reímos gracias a personas que involuntariamente nos aportaron material para tal fin. Y debe entenderse que no diga nombres. Habría muchos y nadie quedaría contento de ser citado. Aunque a algunos, siempre bromeábamos, deberíamos agradecerles los grandes momentos de desproporcionadas risas que nos proveyeron de forma completamente involuntaria. ¡Muy involuntaria!

Uno de sus admirados héroes, el dirigente de los pobres libres en la larga democracia ática, Pericles, en el discurso fúnebre de Tucídides, éste le hace decir unas palabras que eran muy queridas y citadas por Toni:

“Disfrutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos. En cuanto al nombre, puesto que la administración se ejerce en favor de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia; respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo.

Tenemos por norma respetar la libertad...”

Descanse en paz.

http://www.sinpermiso.info/textos/en-la-muerte-de-antoni-domenech-1952-2017

sábado, 29 de octubre de 2016

Tom Hayden: ¡Presente!

Ricardo Alarcón de Quesada

¿Por dónde comenzar? ¿Qué decir ante la dura noticia de su muerte?

Trabajábamos juntos, a la distancia, en la nueva edición de Listen Yankee! Why Cuba matters fruto, en parte, de largas conversaciones entre dos viejos amigos y que es también parcialmente, una suerte de memorias a cuatro manos.

Porque nuestra amistad perduró intacta desde los años sesenta cuando nos tocó dirigir dos organizaciones gloriosas, Students for a Democratic Society (SDS) y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).

Nos unieron la lucha y los ideales y sobre todo la terca convicción de que un mundo mejor era posible y que valía la pena dedicar la vida a conquistarlo.

Mucho habría que decir sobre Tom Hayden. Su larga trayectoria que tantas veces lo envió a prisión desde los días iníciales en que marchó al Sur a defender los derechos de los negros hasta colocarse a la cabeza del movimiento contra la guerra de VietNam que tuvo su punto culminante en la insurgencia juvenil de Chicago en 1968. Un camino que continuó después y lo llevó a ocupar cargos electivos por el Partido Demócrata sin abandonar sus sueños de juventud.

Porque para él los sesenta no quedaron atrás y sin él jamás se podrá hablar de esos años imborrables.

Dilatada fue también su obra publicada, sus numerosos libros, ensayos y discursos desde la declaración de Port Huron, manifiesto fundacional del SDS y su texto sobre la rebelión afroamericana en New Jersey, hasta los más recientes, en los que nunca faltó su solidaridad con Cuba y con nuestros Cinco Héroes antiterroristas por cuya causa fue incansable batallador.

Su vida y su pensamiento seguirán siendo inspiración para las nuevas generaciones. Porque él fue, es y será, lo que quiso el fundador de la FEU, un eterno joven rebelde. Hasta la victoria siempre Tom, compañero del alma, compañero.

miércoles, 13 de julio de 2016

Muere Virgilio Peña, combatiente republicano, preso 40.843 en Buchenwald


Virgilio Peña, en una imagen de 2005 en la exposición 'Imágenes y Memoria de Mauthausen', en Sevilla.
El fallecido, de 102 años, compartió barracón con Semprún en el campo de concentración tras luchar en la guerra civil española y en la Resistencia francesa

A sus 102 años, al combatiente republicano español Virgilio Peña le llegó el reconocimiento de Francia a finales del mes pasado, solo dos semanas antes de morir. Nombrado caballero de la Orden Nacional de la Legión el pasado 24 de junio, falleció este miércoles en Billère (Pau). Comunista desde su adolescencia, combatió en la guerra civil española y luego en la Resistencia francesa hasta que fue deportado al campo de concentración de Buchenwald. Allí compartió el barracón número 40 con Jorge Semprún, el político y escritor español muerto hace cinco años.

Virgilio Peña, en una imagen de 2005 en la exposición 'Imágenes y Memoria de Mauthausen', en Sevilla. PÉREZ CABO

Hijo de la churrera del pueblo y de un campesino, Virgilio Peña nació en enero de 1914 en Espejo (Córdoba). A los diez años perdió a su padre, pero de él le quedó grabado su activismo sindical en el medio rural y su ideología comunista. A los 17 ya militaba en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), de tendencia marxista y revolucionaria.

Los primeros vientos de guerra le llegaron con 22 años y, pese al peligro que implicaba, colgó del balcón de su casa la bandera republicana. De allí la arrancaron los fascistas que tomaron su pueblo el primer día del golpe de Estado, el 18 de julio de 1936. Como miliciano, Peña combatió para que en los pueblos próximos como Villa del Río o Bujalance no ocurriera lo mismo.

Dos meses después y cientos de muertos ante sus ojos, el 25 de septiembre recuperó con otros milicianos y militares republicanos el control de su pueblo. Enrolado en el Ejército regular en una unidad de transmisiones, participó en decenas de batallas, incluidas las de Teruel y el Ebro, y fue herido en dos ocasiones.

Perdida la guerra, Peña fue uno de los 500.000 españoles de La Retirada, la columna de derrotados que entre enero y febrero de 1939 llenó en pésimas condiciones las playas del sureste francés de combatientes leales a la República. Mientras muchos compatriotas se quedaban en campos construidos para los llamados “Indeseables” –españoles, gitanos, judíos...-, como el de Rivesaltes, Virgilio Peña se enroló en la Resistencia, convencido de que, si Alemania perdía la guerra, también en España caería la dictadura del general Franco.

Guardaba su pistola bajo las tejas de la pensión en la que vivía cerca de Pau y ayudaba a los patriotas franceses a vigilar a los alemanes, fijar objetivos o castigar a colaboracionistas. Un compatriota lo delató. “Creo que era de Jaén”, contaba en la que quizás haya sido su última entrevista publicada que la difundió EL PAÍS el pasado 10 de junio.

Bajo la supervisión del sanguinario comisario Pierre Poinsot, Peña fue torturado antes de ser entregado a los nazis. Su dramático traslado al campo de exterminio de Buchenwald, contado al detalle en esa entrevista, lo convirtió en el preso 40.843 en el barracón donde ya estaba Semprún, también entonces del Partido Comunista.

En Buchenwald, a Peña le llamaban El Campesino porque era el único agricultor. Cosido a su uniforme a rayas, el triángulo rojo de “terrorista” con la S de Spanien. “Siempre me ha tocado lo peor en la vida”. Allí vio trasladar a miles de personas a los hornos crematorios. Y a Semprún salvar a algunos al modificar nombres en las fichas de los presos.

Pesaba 42 kilos cuando el campo fue liberado por tropas estadounidenses en abril de 1945. Él se quedó dentro dos meses más porque no tenía a dónde ir. Regresó a Pau. Su pistola ya no estaba bajo las tejas. Empezó a trabajar en el campo y, después, como alpargatero y albañil.

En los últimos años, aquejado de una enfermedad renal pero en perfectas condiciones mentales, vivía acompañado temporalmente por alguna de sus tres hijas o su hijo. Evelyn fue la que le acompañó en los últimos días. Y el activista y cineasta Jean Ortiz, asiduo visitante. “Se apagó su corazón, pero no su cabeza”, cuenta Ortiz, autor, junto con Dominique Gautier, de la película “Espejo Rojo”, que en 2005 dio a conocer la figura de Peña. “Nunca había querido contar nada hasta entonces”, recuerda Ortiz.

Cuando hace dos semanas le impusieron la legión de honor en el ayuntamiento de Billère, el alcalde, el socialista Jean-Yves Lalanne, colocó en el balcón del consistorio la bandera republicana española y la mantuvo pese a las protestas del cónsul español, Fernando Riquelme. “Arriesgó su vida por salvar a la República española y luego se alistó en la Resistencia francesa. Milagrosamente sobrevivió al campo de exterminio de Buchenwald”, resumió el regidor. "No retiré la bandera porque no era un ceremonia franco-español, sino un homenaje a un combatiente que lo merecía", ha declarado este jueves.

En Espejo hay una calle con el nombre de Virgilio Peña. "Eso me emocionó más que nada", recordaba el luchador español. Murió en la clínica Marzet de Pau. El último adiós de su familia será este jueves en esa ciudad, en el crematorio de la calle dedicada a Pierre Brosolette, periodista y resistente socialista torturado hasta la muerte por la Gestapo en París el 22 de marzo de 1944.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/07/06/actualidad/1467836965_313897.html

viernes, 7 de agosto de 2015

José Manuel Rodríguez Gordillo, historiador del tabaco y de Sevilla. Era una autoridad eminente en la historia de las relaciones comerciales entre España y sus antiguas colonias

Jose Manuel Rodríguez Gordillo, fallecido el último día del mes pasado a los 73 años, fue uno de esos historiadores e intelectuales de carácter que rompen los moldes del academicismo al uso y que trascienden más allá de las aulas universitarias por sus dotes humanistas y por su enorme sociabilidad. Hermano del pintor Luis Gordillo y perteneciente a una familia muy arraigada en Sevilla, aunque de orígenes paternos vallisoletanos, su obra intelectual quedará ligada para siempre a la historia especializada del tabaco –curiosamente nunca fumó- del que fue uno de los grandes especialistas mundiales y al papel que jugó la Fábrica de Sevilla en la Carrera de Indias, el complejo entramado comercial entre España y sus antiguas colonias.

El tabaco no tardó mucho en ser una práctica habitual entre los europeos emigrados al Nuevo Mundo. Apenas transcurridas unas décadas desde su hallazgo en los primeros días del Descubrimiento, ya lo consumían muchos de los recién llegados – “el uso placentero del tabaco”- y, de forma desmedida, según todos los testimonios, los esclavos negros llevados desde África por los colonizadores. De ahí pasó a convertirse -como José Manuel escribió en muchos de sus textos- en uno de los principales ingresos del Estado en régimen de estanco o monopolio, circunstancia que se mantuvo desde 1636 hasta 1986, cuando el ingreso de nuestro país en la comunidad europea hizo inviable su mantenimiento. El tabaco, en resumidas cuentas, ha sido un producto que generó una importantísima actividad económica, fue fuente imprescindible de recursos para el Estado y de modo destacado fue un elemento principal en la vertebración del Imperio atlántico español con la metrópoli. Estas tres razones, escribió Rodríguez Gordillo, justifican el interés historiográfico de su estudio.

José Manuel Rodríguez Gordillo fue un pionero en el tratamiento y conservación de las fuentes documentales, en este caso las referidas a la Renta del tabaco, recuperando y conservando sus papeles con la creación del Archivo Histórico del Tabaco en Sevilla, desgraciadamente hoy desaparecido, aunque sus fondos bien catalogados puedan consultarse en el Archivo Histórico Provincial Hispalense. Pero, sobre todo, José Manuel fue un gran historiador, primero en solitario, durante los años setenta y ochenta; en una segunda etapa liderando el Grupo de Estudios del Tabaco (GRETA) que agrupó a un conjunto de investigadores de varias universidades españolas entre 1998-2012, con el apoyo de la Fundación Tabacalera y de la Fundación Altadis, pilotadas por Alberto Sanjuanbenito e Inés Cassín; y, finalmente, a partir de 2012, embarcándose junto a historiadores españoles y portugueses, en un proyecto más amplio de analizar el sistema atlántico del tabaco ibérico. En esta última etapa, le sobrevino una rápida enfermedad que ha privado a su familia, a sus amigos y a la comunidad científica de su gratificante presencia. De su obra publicada en solitario queremos destacar, sin ánimo de ser exhaustivos, el Diccionario histórico del tabaco (1993), La difusión del tabaco en España. Diez estudios (2002), La creación del estanco del tabaco en España (2002), Historia de la Real Fábrica de tabacos de Sevilla (2005). Junto a ellos su numerosísima participación en libros colectivos durante estos últimos veinte años.

Pero, José Manuel fue un hombre entregado a la ciudad de Sevilla y a sus mitos. Además de haber sido comisario e impulsor de numerosas exposiciones y actividades culturales, queremos cerrar esta breve nota recordando dos de sus grandes pasiones, muy unidas, por otro lado, a la ciudad en la que vivió y disfrutó toda su vida. Don Juan y Carmen la cigarrera. Del personaje creado por Tirso de Molina nos brindó la magnífica exposición Visiones de Don Juan (Sevilla 10 de diciembre de 2009-14 de febrero de 2010). En el también esplendido catálogo, que ha quedado de aquel acontecimiento, un joven galán sale al encuentro de la muerte, en el cuadro de Pedro Camprobín, como ahora se ha encontrado con ella nuestro querido historiador, con la cara descubierta. El otro gran hito de su quehacer intelectual fue Carmen. Biografía de un mito (2012), que mereció el premio Antonio Domínguez Ortiz de biografías 2010. Descanse en paz nuestro amigo José Manuel.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/08/03/actualidad/1438636524_492126.html

miércoles, 6 de mayo de 2015

Inês Etienne Romeu, única superviviente de la Casa de la Muerte

Compañera de guerrilla de Dilma Rousseff, sufrió prisión y prolongada tortura durante la dictadura brasileña

Inês Etienne Romeu murió el pasado lunes a los 72 años en su casa de Niterói, en la región metropolitana de Río de Janeiro. La exguerrillera fue la única superviviente de uno de los principales centros de tortura de la dictadura brasileña (1964-1985).

Nacida en 1942 en Pouso Alegre, Minas Gerais (sureste de Brasil), Romeu formó parte de la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares, organización de extrema izquierda que secuestró al embajador suizo en Río de Janeiro de la que también formó parte la presidenta Dilma Rousseff. La militante fue detenida en mayo de 1971 en São Paulo y trasladada a la conocida como Casa de la Muerte de Petrópolis, municipio cercano a Río de Janeiro, no sin resistencia de su parte: llegó a tirarse delante de un autobús cuando la trasladaban de una ciudad a otra.

Quien entraba en la casa de Petrópolis no salía vivo. “Claro que dábamos sustos, y el susto siempre era la muerte. La casa era para eso”, reconoció el teniente coronel Paulo Malhães ante la Comisión de la Verdad, que investigó los crímenes de la dictadura. Allí perdieron la vida una veintena de personas. Solo Romeu sobrevivió. Pero los 96 días de torturas, violaciones y vejaciones la marcaron para siempre. "Estaba destrozada, enferma, reducida a un gusano, obedecía como una autómata", contó después. Durante el secuestro intentó suicidarse otras dos veces. Consiguió salir al fingir que aceptaba convertirse en informante de sus captores.

En noviembre de 1971, la justicia hizo oficial su detención y la condenó a cadena perpetua. Fue la última presa política del régimen militar en ser liberada, con la ley de amnistía de 1979.

Las notas que tomó Romeu al salir de la Casa de la Muerte, todavía en plena dictadura, ayudaron a identificar a nueve militantes izquierdistas asesinados en el mismo centro. La exguerrillera hizo un registro detalladísimo y presentó las notas al Colegio de Abogados de Brasil en 1979. Sabía hasta el número de teléfono de la vivienda adonde la llevaron “con los ojos vendados” porque escuchó a uno de los torturadores responder al teléfono. Identificó a un médico que ayudaba a los torturadores, Amílcar Lobo, y al propietario de la casa: “Visitaba el lugar y tenía relaciones cordiales con sus ocupantes. Es extranjero, posiblemente alemán. Tiene un perro danés cuyo nombre es Kill. Aunque no participe personalmente de las actividades y atrocidades cometidas allí, tiene pleno conocimiento de ellas”.

En 2003, a los 61 años, Etienne Romeu sufrió un misterioso percance. Un carpintero acudió a su casa para hacer unos arreglos. Una limpiadora la descubrió al día siguiente en el suelo, herida en la cabeza. La policía lo calificó de accidente doméstico, pero otro informe médico aseguraba que había “señales de traumatismo craneal debido a múltiples golpes”. El sospechoso nunca ha sido identificado, y desde entonces ella tuvo dificultades para hablar y moverse.

En 2009 recibió el premio a los Derechos Humanos de Brasil en la categoría de Derecho a la Memoria y la Verdad. El entonces presidente del Gobierno, Lula da Silva, le dijo: “Mi querida Inés, solo quería decirle una cosa: valió la pena cada gesto que hicieron, cada descarga eléctrica que recibieron, cada golpe”.

En marzo del año pasado, Romeu declaró ante la Comisión de la Verdad, que en diciembre publicó un escalofriante documento según el cual 434 personas murieron o desaparecieron durante la dictadura. Después de la audiencia pública en la que Etienne Romeu habló de ahogamientos, descargas eléctricas y violaciones sistemáticas, el público le dio una ovación cerrada y su hermana Celina declaró : “Tu historia es de heroísmo, no tienes más qué temer. Has vencido”.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/29/actualidad/1430337262_432499.html

lunes, 13 de abril de 2015

Muere el escritor Eduardo Galeano a los 74 años

El escritor uruguayo Eduardo Galeano (3 de septiembre de 1940) ha muerto en Montevideo (Uruguay), su ciudad natal, a los 74 años. Galeano, escritor y periodista, es conocido por su obra esencial Las venas abiertas de América Latina, que escribió en 1971, pero también por su medio centenar de libros en los que trataba el documental, la ficción y el periodismo.

Galeano estaba ingresado en el Centro de Asistencia del Sindicato Médico del Uruguay, CASMO 2, de Montevideo desde el viernes a causa de complicaciones derivadas de un cáncer de pulmón, del que ya había sido tratado en 2007. La noticia de su fallecimiento fue confirmada por Radio Nacional de España , y más tarde por el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay confirmó también el fallecimiento del escritor en su página web.

El escritor (cuyo nombre completo era Eduardo Germán María Hughes Galeano) había dejado preparado para su publicación un texto inédito que quería se publicara tras su fallecimiento, según confirma la agencia EFE. La editorial Siglo XXI preparará la publicación de esta, probablemente en el mes de mayo, que aparecerá simultáneamente en España, México y Argentina.

Esta semana a la venta un nuevo libro del escritor llamado Mujeres, considerado un experimento editorial. La obra, también de la editorial Siglo XXI, es una antología de sus mejores textos sobre las mujeres, uno de los principales temas que recorrieron su obra. La selección, que ocupa más de 200 páginas, fue realizada por el propio autor. Por ella desfilan Marilyn Monroe, Juana de Arco, Teresa de Ávila o Rigoberta Menchú, así como las hazañas colectivas de mujeres anónimas

A los 14 años, Galeano ya vendía sus primeras caricaturas a los diarios montevideanos. En los sesenta comenzó su carrera periodística, trabajando como editor en el semanario Marcha y durante dos años en el diario Época. Tras el golpe de estado de 1973, Galeano tuvo que dejar Uruguay (entonces llevaba una década siendo director de publicaciones de la Universidad de Uruguay) y se marchó a vivir a la vecina Argentina, donde fundó un magacín cultural de nombre Crisis. En 1976 continuó su exilio en Barcelona. Cuando volvió a Uruguay, ya en 1985, fundó un semanario llamado Brecha. El fútbol (y su pasión por Nacional, uno de los principales clubes uruguayos), las mujeres, la cultura y, por supuesto, América Latina fueron algunos de los grandes temas en torno a los que giró su obra. Nacido en el seno de una familia de clase alta y católica de ascendencia italiana, española, galesa y alemana, siempre fue un activo, aunque independiente, militante de la izquierda. Apoyó la victoria de Tabaré Vázquez y el Frente Amplio en Uruguay en 2004.

Había sido proclamado doctor Honoris Causa por distintas universidades: La Habana, El Salvador, la Universidad Veracruzana de México, la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina; y la de Buenos Aires. Se casó tres veces: con Silvia Brando, Graciela Berro y Helena Villalba. Tuvo una hija, Verónica, con su primera mujer, y dos hijos, Florencia y Claudio, con la segunda.

Las venas abiertas de América Latina se convirtió con los años en una obra fundamental para entender la política del continente. Tanto es así que en 2009, durante la V Cumbre de las Américas celebrada en Trinidad y Tobago, Hugo Chávez le regaló una copia de la obra al presidente de EEUU, Barack Obama. Tal fue el alcance del gesto que el libro se situó en pocos días en el puesto número 10 de los más vendidos del portal Amazon, cuando ocupaba el lugar 60.280 del ránking de ventas.

"Las venas... fue un punto de partida, no de llegada. A partir de ahí fui desarrollando un lenguaje propio. Abarqué otros estados, otros perfiles, otros temas de la realidad", comentó en febrero de 2013 en una entrevista con el Colectivo de Escritores Aristóteles de España.

Fuente: http://www.huffingtonpost.es/2015/04/13/muere-eduardo-galeano_n_7053818.html

Frases se Eduardo Galeano
"Podéis prohibir el agua, no la sed".
"Este es un mundo violento y mentiroso pero no podemos perder la esperanza y el entusiasmo por cambiarlo"
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/04/13/actualidad/1428933394_654775.html

Más sobre Galeano, http://elpais.com/elpais/2015/04/16/opinion/1429187479_825713.html?rel=rosEP
Galeano en El País. http://elpais.com/tag/eduardo_galeano/a/

jueves, 5 de marzo de 2015

Philip Levine, bardo del corazón industrial de EE UU. La guerra civil y el movimiento anarquista españoles marcaron de forma decisiva la obra del poeta de Detroit

Philip Levine, uno de los poetas urbanos esenciales de su país, a quien su compatriota Edward Hirsch caracterizó como el Whitman irónico del corazón industrial de América, falleció en la localidad de Fresno, California, el pasado 14 de febrero a los 87 años, apenas un mes después de serle diagnosticado un cáncer de páncreas. Su lugar de trabajo, ubicado en el centro de un viejo caserón rodeado de alisos, naranjos y eucaliptos, estaba presidido por una fotografía de Robert Cappa en la que un grupo de anarquistas posan sonrientes delante de un puchero, durante la guerra civil española. En la entrada que le dedica el Diccionario biográfico de autores contemporáneos, tras señalar sus circunstancias familiares y profesionales, se apostilla escuetamente: Ocupación: “Poeta”; credo político: “Anarquista”; religión: “Anarquista”. El anarquismo era, efectivamente, el elemento que vertebraba y del que se nutrían sus dos obsesiones mayores: dar voz a los trabajadores de la industria automovilística de Detroit, junto a los cuales se forjó en la adolescencia, y la tragedia de la Guerra Civil, en la que varios conocidos de su familia tomaron parte activa.

En una conversación con la novelista Mona Simpson, Levine señaló que En torno al asesinato del teniente José del Castillo a manos del falangista Bravo Martínez, 12 de julio de 1936, uno de sus composiciones más emblemáticas, la muerte del oficial republicano condensa la esencia de la tragedia a punto de desencadenarse. “Lo escribí décadas después de la guerra, tras escuchar el alegato de un predicador negro mientras conducía por un Detroit devastado por los disturbios raciales. La voz del predicador me hizo sentir la universalidad del dolor anónimo de todos los conflictos”, manifestó Levine sobre su composición. A propósito de otro de sus poemas más conocidos, Coming Home Detroit 1968, en el que refiere de manera desgarrada la decrepitud física y moral de su ciudad, Levine señaló: “En Detroit, la ciudad más devastada de América, no hay el menor atisbo de grandeza heroica. Lo único que queda son hombres, animales, plantas y flores que insisten en afirmar su derecho a la existencia”.

Philip Levine nació en el Hospital Henry Ford de Detroit, en 1928. Sus padres, emigrantes judíos de origen ruso, vivieron la catástrofe de la Gran Depresión cuando el niño tenía un año. A los cinco perdió a su padre. Cuando tenía ocho, estalló la guerra civil española, cuyas vicisitudes siguieron angustiosamente los amigos de la familia, algunos de los cuales se alistaron en las Brigadas Internacionales. En sus memorias, el poeta cuenta que cuando iba a pie al colegio se imaginaba que llevaba un rifle y que la emprendía a tiros con los cadillacs, chevrolets y lincolns de lujo que había aparcados frente a las mansiones de los ricos. A los 14 empezó a trabajar en las plantas donde se fabricaban aquellos vehículos. Fue el primer miembro de su familia en acceder a la universidad, donde tuvo la fortuna de conocer a John Berryman, quien le ayudó a encontrar la voz que daría forma a sus experiencias en el cinturón industrial de Detroit. En No preguntes, libro de entrevistas publicado en 1981, afirmó: “A ningún poeta le importa lo que pasa en ese mundo, de modo que me impuse el reto de hacerlo yo. Cuando volví a ver a mis antiguos compañeros de trabajo y les expliqué que me dedicaba a escribir poesía, ninguno se rió de mí”. La pasión de Levine por España le llevó a pasar unos años en nuestro país en la década de los sesenta. Tradujo a Jaime Sabines y Gloria Fuertes. Visor publicó el año pasado La búsqueda de la sombra de Lorca, una antología a cargo de Andrés Catalán de sus poemas relacionados con España. Autor de más de 25 colecciones de versos, fue uno de los poetas más galardonados de su tiempo. Además de obtener el Pulitzer y el Premio Nacional del Libro (en dos ocasiones), entre 2011 y 2012 fue Poeta Laureado de su país. Al igual que Whitman, su maestro, Levine tenía el don de saber llegar a un amplio número de lectores con su poesía. Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/24/actualidad/1424818216_823335.html

martes, 3 de febrero de 2015

Dolores González Ruiz, un corazón superviviente. La abogada laboralista sobrevivió a la matanza de Atocha

Dolores González Ruiz, abogada laboralista y vecinal, sindicalista y presidenta de honor de la Fundación Abogados de Atocha de Comisiones Obreras, ha fallecido en Madrid a los 68 años a consecuencia de un cáncer de pulmón. Estaba casada. No tenía hijos. Sus restos mortales fueron trasladados al cementerio de Tres Cantos (Madrid), donde este domingo será incinerada a las siete de la tarde tras una corta ceremonia civil.

Fue la empleada de hogar que acudía a su domicilio, en la céntrica calle de Arapiles, los martes y los viernes, la que la encontró la mañana del 30 de enero muerta en su cama. También había fallecido su marido José María Zaera, que se encontraba caído en el pasillo. El portero de la finca subió tras ser alertado por la empleada. La policía acudió al domicilio y no encontró nada sospechoso. “Hacía ya bastante tiempo que no salía de su casa ni nada. Tras estar una temporada en Santander, regresó hacia septiembre y ya casi no salía”, reconoció el conserje.

La vida de Dolores González Ruiz, nacida en León en 1946 y asentada en Madrid, en una familia de comerciantes de textiles, ejemplifica las trágicas vicisitudes en las que se desenvolvieron numerosas mujeres como ella, víctima consecutiva de la dictadura franquista y de las secuelas dictatoriales durante la Transición a la democracia.

Cuando en enero de 1969, bajo el franquismo, estaba a punto de casarse con su compañero Enrique Ruano, estudiante de Derecho como ella y con ella también miembro del Frente Obrero del clandestino Frente de Liberación Popular, él murió asesinado, precipitado por una escalera, durante la inspección policial, a la que fue conducido por la fuerza, de un piso de la calle Príncipe de Vergara donde se alojaban unos amigos de ambos.

“Al conocer la muerte de su novio, Dolores perdió el conocimiento y cayó en una profunda depresión que le impidió asistir al entierro de su amado”, cuenta su amigo el abogado y ex alto cargo del Ministerio de Defensa Francisco Javier García Fernández. Años después, Dolores logró rehacer su vida sentimental y emprendió una relación con el abogado Javier Sauquillo, con el que se casaría en 1973. Juntos compartieron un despacho laboralista en la calle del General Oráa, hasta que la dirección del Partido Comunista de España, a la que se habían integrado los dos, decidió unificar en un gran despacho, en la calle del Españoleto, numerosos otros bufetes de letrados comunistas y sindicalistas dedicados a la defensa de los trabajadores y de las organizaciones vecinales y ciudadanas, especialidad ésta que tanto Dolores como Javier adoptaron tras su etapa inicial propiamente laboralista como letrados de Comisiones Obreras.

Precisamente en una reunión de la célula de abogados de barrios celebrada el 24 de enero de 1977 en el bufete de letrados de Comisiones Obreras ubicado en la calle de Atocha, 55, irrumpió violentamente un comando armado de ultraderechistas, entre los que se hallaba un guardaespaldas de Blas Piñar, líder del partido fascista Fuerza Nueva, que tras empujar a la pared de la sala que ocupaban a una decena de los reunidos, los ametralló a mansalva. Javier Sauquillo, así como los abogados Enrique Valdelvira, Serafín Holgado y Luis Javier Benavides, además del empleado represaliado de Telefónica Ángel Rodríguez Leal, murieron en unas horas y cuatro personas más resultaron heridas de diversa consideración: Lola González Ruiz, Alejandro Ruiz Huerta, Miguel Saravia y Luis Ramos Pardo. Aquel atentado implicó uno de los episodios más dramáticos y de mayor tensión, por su carácter provocador, en la Transición.

En aquel atentado Lola González Ruiz, como la conocían sus compañeros, recibió en el maxilar impactos de bala, con lesiones que le dejaron daños permanentes y por las que necesitó intervenciones quirúrgicas consecutivas.

Amante de la lectura, del cine y de los viajes, “volcada en la amistad”, como reconocen sus allegados, Dolores González Ruiz llevó con enorme entereza, signada por intermitentes fases de melancolía, los tres dramas que sufrió en carne propia y también en su corazón, doblemente asesinado, a consecuencia del carácter represivo del franquismo y de la larga sombra que su dictadura dejó en España también a lo largo de la Transición. Tras aquel segundo trance, ella trabajó en un gabinete de urbanismo del PCE en Madrid, luego en varios despachos laboralistas de Comisiones Obreras, en Santander, y se jubiló hace cuatro años.
Fuente: http://politica.elpais.com/politica/2015/02/01/actualidad/1422748247_495889.html.
Más aquí: El corazón helado en enero.
Y aquí: María Dolores, una víctima del fascismo.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Peter Scholl-Latour, el aventurero eterno

Cuando Peter Scholl-Latour, el gran señor del periodismo alemán, cumplió 90 años en marzo pasado, el mundo político y periodístico alemán le rindió homenaje y la canciller Angela Merkel se atrevió a enviarle un mensaje de felicitación donde admitía que apreciaba sus comentarios. Scholl-Latour, no se dejó impresionar por los halagos recibidos y confesó a un periódico de Berlin que había podido cumplir los 90 años, porque nunca se había jubilado. “De haberlo hecho estaría muerto hace ya mucho o me habría vuelto un idiota”, dijo y admitió que ya estaba preparando un nuevo viaje... Fuente: El País.

jueves, 27 de marzo de 2014

Armando López Salinas, escritor y penúltimo profesional de la revolución

Armando López Salinas, histórico dirigente comunista, ha fallecido este mediodía en Madrid a punto de cumplir 90 años. López Salinas nació en Madrid en 1925, en el seno de una familia de origen galaico. Su padre fue un anarquista amigo de Buenaventura Durruti que, en más de una ocasión, tuvo al pequeño varón Armando en su regazo. Armando despertó a la mocedad en Madrid, ya en la posguerra de los perdedores. “Crucé aquellos años”, explicaba “vinculado a las partidas de muchachos y muchachas que, provistos de botes de pintura y gruesas brochas, desafiábamos a los falangistas armados y a la entonces rabiosa policía franquista embadurnando muros de Madrid con lemas como "¡Abajo el fascismo!¡Viva la libertad! ¡Pan y derechos!“.

La entrada en la literatura española de López Salinas surgió desde el potente crédito narrativo del realismo social, al cabo de la década de 1950 y preludiaba, por la calidad de su escritura, una prometedora carrera literaria según los críticos que ponderaron -y ponderan aún hoy- el valor de su exigua obra: La Mina, que data de 1959; Caminando por Las Hurdes, escrita un año después con Antonio Ferres; la novela Año tras año, que obtuvo el Premio Machado en 1962; Por el río abajo, en colaboración con Alfonso Grosso, editada en 1966; Viaje al país gallego, junto con Javier Alfaya; y Crónica de un viaje y otros relatos, de 2007
Fuente: El País.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

José María de la Mata, vocación de arquitecto

Dar cuenta en una breve nota de lo que fue la vida de un hombre cabal es tarea triste y dolorosa. Pero hacerlo es obligado para que sepan aquellos que no lo conocieron quién fue José María de la Mata Gorostizaga —fallecido el 10 de octubre— y para que quienes fuimos sus colegas y amigos nos traslademos por unos momentos a un pasado que, a pesar de su proximidad, comienza a desvanecerse.

Miembro de una familia numerosa en la que el ejercicio de la abogacía y el servicio a las instituciones públicas prevalecían, José María de la Mata (Collado Villalba, Madrid, 1935) abrió una brecha en lo que era la tradición familiar al decantarse por la arquitectura, profesión a la que también se dedicaría más tarde su hermano Ramón. Fuimos compañeros tanto en la Facultad de Ciencias Exactas como en la Escuela de Arquitectura y en el Campamento de La Granja, titulándonos como arquitectos a comienzos de los sesenta. Eran años en los que la arquitectura española hacía esfuerzos por recuperar el tiempo perdido, buscando un encuentro con la modernidad olvidada. Y los jóvenes arquitectos teníamos como guía la labor de arquitectos como Oiza, de la Sota, Corrales, Molezún, García de Paredes... que luchaban por hacer que sus obras reflejasen unos afanes muy diversos de los de la generación inmediatamente anterior.

De la Mata se sintió atraído por la figura de Ramón Vázquez Molezún, con quien colaboraría en la Oficina Técnica del Instituto Nacional de Industria. Al acercarse a este arquitecto, José María hacía toda una declaración de intenciones. Los arquitectos no pueden olvidar los usos a que un edificio se ha destinado, sin perder de vista que ello ha de estar acompañado por una racional elección de los sistemas constructivos y de los materiales, cuyo hábil manejo, en último término, da como resultado una expresión plástica inteligible y clara. E incluso inesperada y nueva, contribuyendo así a reflejar lo mejor de los ideales de una época.

Pienso que su obra siempre ha permanecido fiel a estos principios. Unos principios que tendría ocasión de aplicar en lo que fue el terreno profesional en el que se especializó: los hospitales. Junto con Javier Feduchi creó la empresa Estudios de Arquitectura Hospitalaria, que llevó a cabo un ambicioso programa que abordó tanto la construcción de toda una serie de centros que hablan de su buen hacer profesional (la clínica Asepeyo en Coslada, el hospital de Cuenca) como la puesta en marcha de toda una serie de trabajos de investigación sobre el diseño de hospitales que hoy siguen vigentes.

Y pasando a hablar de José María de la Mata en términos más personales, diría que sin su valiosísima colaboración no hubiese podido llevar a término el hospital materno-infantil de O’Donnell en Madrid. Aunque amigos desde los años de escuela, fue entonces cuando tuve ocasión de conocer más íntimamente a José María, personal y profesionalmente. Se daban en él a un tiempo el rigor y la ternura, la seriedad y el sentido del humor, la exigencia y la generosidad. Su persona respiraba una hidalguía que nunca se traducía en distancia, haciendo que virtudes como la honradez y la lealtad conviviesen sin ostentación. Su clara inteligencia se manifestaba en la inevitable atracción que sentía por un mundo formal en el que el orden debía prevalecer.

Dueño de amplios conocimientos en arquitectura hospitalaria, se sumaban a los mismos un sentido constructivo poco común y una gran claridad para plantear la disposición de edificios complejos. Siempre dispuesto a transmitir sus conocimientos a los jóvenes colegas, puedo decir que en torno al proyecto de O’Donnell crecieron, como futuros arquitectos de hospitales, un puñado de jóvenes arquitectos que hoy sienten su falta tanto como yo, que no podré disfrutar de un nuevo proyecto con él porque desgraciadamente José María nos ha dejado.

Rafael Moneo es arquitecto.

domingo, 6 de octubre de 2013

Muere el general Giap, el estratega de la derrota de Francia y EE UU en Vietnam. El militar, fallecido a los 102 años, planificó la caída de Dien Bien Phu y encabezó la ofensiva del Tet

El 30 de abril de 1975, tras la caída de Saigón, Estados Unidos vivió una de las mayores crisis de identidad de su historia al preguntarse ¿quién perdió Vietnam?. Hay muchos candidatos para ese puesto, pero la pregunta opuesta, ¿quién ganó? no puede responderse sin hablar de Vo Nguyen Giap, comandante de las fuerzas del Vietnam comunista entre 1946 y 1976, es decir, durante toda la duración de las dos grandes guerras que asolaron el país asiático. Giap, el último de los dirigentes históricos del Partido Comunista de Vietnam, ha muerto este viernes a los 102 años en un hospital militar de Hanoi.

Giap nació en 1911 en la entonces Indochina francesa, hijo de una familia de campesinos acomodados. Tras estudiar derecho, ciencias políticas y economía en la Universidad de Hanoi, fue periodista y profesor. Parte del movimiento anticolonial desde los 14 años, a finales de los años 30 se adhirió al Partido Comunista, encabezado por Ho Chi Minh. En 1938, antes de la invasión japonesa de Vietnam, huyó a China, donde organizó un ejército guerrillero contra la ocupación de su país, primero por los ejércitos nipones y luego contra los franceses.

La falta de formación militar de Giap, autodidacta en asuntos bélicos, no le impidió convertirse en uno de los mayores estrategas del siglo XX, capaz de derrotar tanto a las fuerzas de Francia como a las de Estados Unidos con un ejército que, pese a la ayuda china y soviética, era nominalmente muy inferior en entrenamiento y equipamiento al de sus enemigos. "Tuvimos que usar lo pequeño contra lo grande, armas anticuadas contra armas modernas", diría Giap más tarde. "Al final, es el factor humano el que determina la victoria".

El gran triunfo de la estrategia de Giap fue la batalla de Dien Bien Phu, en 1954, en la que consiguió cercar a 14.000 soldados franceses en un valle al norte del país. El Ejército galo no esperaba que los guerrilleros vietnamitas fuesen capaces de cavar trincheras y posicionar cañones sobre las montañas que rodeaban el valle. Los 55 días de asedio, asalto y posterior rendición de Dien Bien Phu asestaron un golpe mortal a las aspiraciones coloniales francesas —no solo en Indochina— y serían uno de los acontecimientos que desencadenarían el fin de la Cuarta República.

Francia se retiró de Indochina tras acordar la división "provisional" del país por el paralelo 17 entre el norte comunista y el sur encabezado por un Gobierno cercano a las potencias occidentales. Estados Unidos, impulsado por el espíritu anticomunista de la época, suplió el papel de la expotencia colonial en apoyo al régimen del sur. Pero los acuerdos de Ginebra duraron menos de cuatro años. Al negarse el sur a convocar elecciones, ambos países entraron en guerra, Hanoi con el apoyo de China y de la Unión Soviética, Saigon con el respaldo de Estados Unidos.

Durante los 15 años siguientes, más de tres millones de vietnamitas perderían la vida, así como más de 58.000 estadounidenses. "No eramos lo suficientemente fuertes para expulsar a medio millón de soldados, pero ese no era el objetivo", diría Giap en 1990. "Nuestra intención era romper la voluntad del Gobierno estadounidense de continuar con la guerra".

Eso se logró en 1968 con la ofensiva del Tet, un ataque masivo por parte de tropas norvietnamitas y de la guerrilla comunista del Vietcong en las principales ciudades de Vietnam del Sur. El papel de Giap en la operación es dudoso: mientras que las fuentes oficiales le hacen responsable de la victoria, otras dicen que estaba en contra. A pesar de que los más de 44.000 muertos —diez veces más que los de EE UU— la convierten en una derrota táctica, la profundidad y amplitud de la ofensiva del Tet minó espectacularmente la moral de las tropas survietnamitas y puso definitivamente a la opinión pública estadounidense en contra de la guerra. Saigón tardaría siete años más en caer, pero la victoria empezó esa mañana de enero.

La muerte de Ho Chi Minh, en 1969, y su conflicto con su sucesor, Le Duan, le retiró lenta pero decisivamente de la primera línea de la política. En 1979 dejó de ser ministro de Defensa y, tres años más tarde, abandonó el Politburó.

Pero su caída en desgracia política no le hizo dejar de ser una de las figuras más queridas y admiradas de Vietnam, siempre presente en actos de conmemoración con su uniforme de general y recibiendo visitas de personalidades como Fidel Castro, Luiz Inácio Lula da Silva, y, en 1995, su antaño enemigo Robert McNamara, secretario de Defensa de EE UU durante la presidencia de John F. Kennedy. En 2008, a los 97 años, se opuso públicamente a la explotación de una mina de bauxita en el centro del país por parte de una empresa china. Al publicarse la noticia de su muerte, las redes sociales del país asiático se llenaron de homenajes al "más grande de los generales", un "héroe nacional". El Gobierno aún no ha anunciado si celebrará un funeral de Estado.
Fuente: El País.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Albert Jacquard, genetista y valedor de las minorías. El popular científico, apóstol del "decrecimiento alegre", era un icono de la izquierda francesa.

Albert Jacquard (Lyon, 1925), un científico y profesor tan prestigioso como popular en Francia, falleció ayer a los 87 años, según anunció su hijo a la agencia France Presse, a causa de una leucemia. Especialista en genética, tardíamente licenciado por la Universidad de Stanford en los años sesenta, Jacquard fue conocido sobre todo por su tenaz compromiso ciudadano, que le llevó a abrazar y abanderar numerosas causas. Fue sucesivamente jipi y pacifista, profesor y experto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), defensor de los derechos de las minorías raciales, apóstol del “decrecimiento alegre” y apasionado valedor de los olvidados, especialmente los sin techo, los sin papeles y los menores víctimas de abusos sexuales y violencia.

Nacido en una familia rica de Lyon, el pelirrojo Jacquard estudió en la Universidad Politécnica, la escuela napoleónica que combina la excelencia científica con la tradición humanista, y comenzó a trabajar en 1962 en el Instituto Nacional de Estudios Demográficos. Era casi cuarentón cuando, según contaba en ese momento, se dio cuenta de que “nadie es eterno” y decidió “no malgastar la vida en cosas ridículas”. Hizo las maletas y se marchó a Stanford (California), donde estudió Genética de las poblaciones. Allí forjó su conciencia política, durante los años de los disturbios raciales, el nacimiento del movimiento jipi y las manifestaciones contra la guerra de Vietnam.

De vuelta a Francia, Jacquard se doctoró dos veces (en Genética y en Biología Humana) y empezó a escribir libros. En 1978, publicó El elogio de la diferencia, un libro-manifiesto contra las desigualdades. Mientras impartía clases y trabajaba para la OMS, el investigador nunca dejó de desmontar los argumentos pretendidamente científicos de las teorías racistas que sustentaban la política colonial; en 1987, participó como testigo en el proceso judicial contra el jerarca de las SS y de la Gestapo Klaus Barbie, “El Carnicero de Lyon”, que acabaría siendo condenado a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad.

Miembro del Comité Nacional de Ética, Jacquard fue un divulgador muy mediático, aunque sus intervenciones públicas siempre estaban tocadas por la fibra de los verdaderos sabios, la humildad. Uno de sus lemas preferidos era “la verdad no se posee, solo se busca”.

En los años noventa, Albert Jacquard encontró una enorme causa perdida a la que dedicarse: los sin papeles, los sin techo, los gitanos y los niños maltratados y olvidados por el sistema. Cercano al Partido Comunista Francés, combatió con datos y acciones el ascenso de la ultraderecha xenófoba y el nacimiento de la derecha “sin complejos”, y se convirtió en presidente de honor de la asociación Derecho a la Vivienda.

“Es una gran pérdida para nosotros, Albert era una luz”, declaró ayer Jean-Baptiste Eyraud, portavoz de la asociación. “Fue nuestro compañero de viaje desde el principio, desde 1990. Aquel fue su primer combate sobre el terreno, pero siguió con nosotros hasta el final. Siempre estaba disponible, incluso a los 87 años. Sabía cómo dar esperanza a los niños, a los que no tenían techo. Comunicaba mensajes complicados con palabras sencillas”.

La desaparición de Jacquard causó honda emoción en el mundo científico, en el medio asociativo y entre los militantes de la izquierda. Su colega Axel Kahn expresó desde su cuenta en Twitter su reconocimiento a “un hombre valiente y profundamente bueno”. La ministra de Vivienda, la ecologista Cécile Duflot, que el jueves logró que la Asamblea Nacional aprobaba una ley para evitar los precios abusivos de los alquileres, afirmó que el científico “encarnaba la invitación, siempre actual, a reflexionar sobre los desequilibrios de la sociedad, la riqueza de nuestras culturas y la importancia de la educación”.

Harlem Désir, primer secretario del Partido Socialista, subrayó la lucha de Jacquard por los menores víctimas de la violencia sexual contra los menores, y el presidente de la República, François Hollande, emitió un comunicado en el que definió al genetista como un “humanista comprometido que militó incansablemente por los derechos de los más pobres, por su vivienda y su dignidad. Los franceses pierden un sabio, y los más desfavorecidos un ilustre portavoz”, concluyó Hollande.

Fuente: El País

Albert Jacquard (1925-2013), in memoriam

Salvador López Arnal

"El país perdió hoy [12 de septiembre] a un hombre que, viniendo de las ciencias, abrazó los combates por la igualdad y la justicia", ha señalado en un comunicado el PCF, el Partido Comunista Francés [1]. El genetista, el filósofo, el pensador que siempre apoyó y se declaró públicamente a favor de la elección del esperanto como segunda lengua universal, el consistente defensor de los “sin papeles”, el activo militante ciudadano en múltiples causas, el gran científico e incansable divulgador científico (autor de una treintena de libros) Albert Jacquard,, murió el pasado jueves en su domicilio de París a los 87 años a causa de una leucemia. El ex investigador genetista y presidente de la Universidad París Descartes, Axel Kahn, ha hablado de este hombre "valiente y profundamente bueno", cuyo combate era "la humanidad de los hombres".

Científico de alto nivel, AJ consagró sus estudios a demostrar la falsedad del racismo, a demostrar la infamia científica y poliética de la idea de una supuesta superioridad natural de algunos pueblos sobre otros, así como a la defensa del entorno natural para preservar la vida en el planeta. Activista de la organización antinuclear “Salir de lo Nuclear” hizo esta definición del humanismo crítico: “Tener conciencia de que el mañana existirá y yo puedo ejercer una influencia en él, es lo propio del hombre". En varias de sus obras, así como en sus crónicas regulares para “France Culture”, AJ criticó “los males del capitalismo, causantes de los problemas de la contaminación y el desperdicio y reclamó el acceso a los recursos naturales por igual para todos los pueblos”.

Nacido en Lyon en 1925, en el seno de una familia católica y conservadora acomodada (su padre fue director del Banco de Francia) del Franco Condado, AJ quedó desfigurado a los 9 años de edad en un accidente de coche en el que falleció su hermano. En 1943, obtuvo dos bachilleratos en matemática y filosofía. En 1948, se graduó en ingeniería de fábricas públicas en la Escuela politécnica francesa y se integró en el Instituto francés de estadística. Tres años más tarde, se incorporó a SEITA como ingeniero de organización y de método. Posteriormente trabajó como investigador en el tribunal de cuentas francés y como alto ejecutivo en el ministerio de salud.

En 1966, a los 40 años, se matriculó en Stanford (USA) para especializarse en genética de las poblaciones. Su estancia en la universidad norteamericana, que culminó con sendos doctorados en genética y biología humana, el crítico y rebelde ambiente político norteamericano de los años sesenta, le impulsó a dar un vuelco a su vida: “le llevó a luchar contra la explotación con fines comerciales del genoma humano y comprometerse entre otras causas con el abandono de la energía nuclear, la ecología, los sin papeles y el derecho a la vivienda”.

Su militancia fue fruto de una toma de consciencia tardía, hecho que nunca ocultó. Durante la ocupación nazi de Francia estuvo demasiado concentrado en sus estudios, viviendo, con sus propias palabras, como "un pasajero de la historia". El futuro aliado del Abad Pierre en su defensa de los derechos humanos de los más desfavorecidos, el futuro presidente de honor de la asociación Derecho al Alojamiento (DAL) y cofundador en 1994 de la asociación Droit Devant, se forjó como filósofo tras su regreso de EE.UU. Se convirtió en defensor de un "decrecimiento optimista" capaz de afrontar "la economía triunfante" y los perjuicios del capitalismo, como los derroches y la contaminación”.

En 1968, AJ dirigió el servicio genético de la INED, enseñó en las universidades de París VI, Ginebra (1973-1976) y Lovaina (Bélgica, 1979-1981), colaboró con la OMS de 1973 a 1985, dio cursos en la Accademia di Architettura di Mendrisio Suiza y recibió, entre otros galardones, el grado de oficial de la Legión de Honor. Formando parte del Comité consultivo francés de ética en los años noventa, se opuso rotundamente a la comercialización del genoma humano. En 1987 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Quebec, y, posteriormente, por las universidades de Brunswick y Lovaine-la-Neuve. Fue consejero científico en el Instituto Nacional de Estudios Demográficos entre 1990 a 1991. En 1992 fue galardonado con el premio literario de la Villa de Ginebra.

En una de sus últimas entrevistas, primavera de 2013, señalaba AJ: “Lo que es seguro es que, llegado a mi edad, uno se pregunta qué significó tal compromiso, tal frase escrita hace decenas de años, que solo ahora percibo tiene sentido o un sentido diferente". Empero, añadía, "no hace falta esperar a los 87 años para hacer este ejercicio".

“La verdad no se posee, solo se busca”. Así rezaba un popular aforismo suyo (Pequeña filosofía para los no filósofos, 1997). AJ no cesó de buscarla, como tampoco cesó en su empeño para ayudar a construir un mundo más justo, más fraternal, más humano, más libre, menos fáustico y más respetuoso con el entorno.

PS: En su libro póstumo sobre la tercera cultura, Francisco Fernández Buey dedica un paso al gran científico francés en los compases iniciales del primer capítulo de su ensayo [3]. Resumo: Por otra parte, señala, “y nos conviene no olvidar la otra parte”, si queremos tener una noción clara y precisa de hasta dónde llega y puede llegar razonablemente la ayuda de las ciencias naturales en la resolución de los problemas éticos-políticos contemporáneos “también es evidente que los científicos en activo necesitan formación humanística”. La ciencia sin más complementos no genera conciencia ético-política. Del saber científico no se deriva directamente, sin mediaciones, la conciencia ciudadana, y “las ciencias de la naturaleza y de la vida dicen poco acerca de las complicadas mediaciones por las que el ser humano pasa de la teoría en sentido propio a la decisión de actuar”, a favor, por ejemplo, de la conservación del medio ambiente, de un modo de producir y de vivir ecológicamente fundamentado, del respeto a la diversidad o de la sostenibilidad ecológica. Viene aquí a cuento, son palabras de FFB, “precisamente porque a partir de ella se puede empezar a generalizar sobre la complicada relación entre ciencia y conciencia, entre teoría y decisión”, una interesante declaración autocrítica del genetista francés Albert Jacquard: “Gracias a la biología, yo, el genetista, creía ayudar a la gente a que viese las cosas más claramente, diciéndoles: Vosotros habláis de raza, pero ¿qué es eso en realidad? Y acto seguido les demostraba que el concepto de raza no se puede definir sin caer en arbitrariedades y ambigüedades [...] En otras palabras: que el concepto de raza carece de fundamento y, consiguientemente, el racismo debe desaparecer. Hace unos años yo habría aceptado de buen grado que, una vez hecha esta afirmación, mi trabajo como científico y como ciudadano había concluido. Hoy no pienso así, pues aunque no haya razas la existencia del racismo es indudable”. En líneas generales, concluye FFB, se podía decir que hay conciencia de la necesidad “de un acercamiento o reconciliación entre ciencias y humanidades desde la década de los sesenta del siglo XX y que el debate provocado por Charles Percy Snow a propósito de lo que él llamó las dos culturas ha sido un elemento central en la difusión de esta conciencia”. Como la preocupación por la cada vez mayor separación de las letras y las ciencias, del humanista y del científico, tiene antecedentes, y particularmente uno importante en el último tercio del siglo XIX en Gran Bretaña, conviene, apunta el autor de La gran perturbación, “dedicar unas palabras a esta otra historia antes de entrar en la polémica suscitada por C.P. Snow ya en el siglo XX”. La historia que nos cuenta FFB a continuación está entre sus grandes momentos.

Notas:
[1] He tomado pie en Miguel Mora, “AJ, genetista y valedor de los más pobres”. El País, 14 de septiembre de 2013, p. 54;
http://www.agenciasinc.es/Multimedia/Fotografias/Muere-el-genetista-y-humanista-frances-Albert-Jacquard-a-los-87-anos y
http://www.elconfidencial.com/ultima-hora-en-vivo/2013-09-12/murio-el-genetista-ensayista-y-militante-frances-albert-jacquard_40575/
[2] En 2010 AJ hizo un llamamiento a la "resistencia global" ante la evolución del mundo, dadas las amenazas existentes sobre la humanidad
[3] Francisco Fernández Buey, Por la tercera cultura, Montesinos, Barcelona, en prensa (edición de Jordi Mir Garcia y SLA).
Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimi

viernes, 26 de julio de 2013

Nadia Popova, pesadilla aérea de los soldados alemanes

La soviética participó en la II Guerra Mundial como piloto de bombardero nocturno.

Los soldados alemanes las denominaban nachthexen, “brujas de la noche”, y a sus avioncitos, los biplanos de instrucción Polikarpov PO-2, cuyos motores producían un característico petardeo, “máquinas de coser”. No había ni pizca de condescendencia en ello: las tropas de Hitler habían aprendido a temer a las aviadoras rusas del 588º regimiento de bombardeo nocturno desde el verano de 1942, cuando hicieron su aparición en los cielos de la URSS invadida por los nazis. Era una pesadilla para los soldados el que los bombardearan en medio de la noche. Las jóvenes pilotos volaban casi a ojo, sin radio, carecían de ametralladoras y de paracaídas. Nadia Popova, Héroe de la Unión Soviética, que falleció el 8 de julio a los 91 años, fue una de aquellas chicas valientes y una de las más famosas y condecoradas.

Popova, hija de ferroviario, creció en Donetsk, en Ucrania, y decidió ser aviadora al ver un aeroplano aterrizar cerca de su casa. Aprendió a volar en los clubes paramilitares de planeadores, los Osoaviakhim, y corrió a alistarse al oír que pedían voluntarias para la fuerza aérea cuando estalló la guerra. La llamada a las chicas la hizo la legendaria Marina Raskova, que no les ocultó que no solo tenían muchas probabilidades de morir sino que lo harían —y lo hicieron— de una forma especialmente horrible. “Puede que os queméis de manera que ni vuestra madre os reconocerá”. Ni Popova, que se enroló con 19 años, ni sus compañeras dudaron. Eran la mayoría muy jovencitas. A Larissa Rasanova, una de las compañeras de Popova, su madre le tuvo que decir que no se llevara a la guerra su muñeca.

La peripecia de las pilotos rusas de la II Guerra Mundial es una de las páginas más emocionantes y conmovedoras de la historia de la aviación. Fueron las únicas mujeres que volaron en misiones de combate durante la contienda. La fuerza aérea soviética, diezmada durante los primeros compases de la Operación Barbarroja, reclutó tres regimientos enteros compuestos solo por mujeres, no solo las aviadoras sino todo el personal de tierra. Popova, una de las miles que se alistaron, fue seleccionada para el bombardeo nocturno, la misión menos glamurosa, pues todas querían ser pilotos de caza, como Lily Litvak, la Rosa de Stalingrado. Pero las “brujas de la noche” se ganaron el respeto de todos. Entre sus tácticas casi suicidas estaba el atacar en parejas: el primer aparato concentraba el fuego del enemigo y así el segundo podía penetrar las defensas, a menudo planeando en silencio con el motor parado. En 1943, las chicas del 588º alcanzaron como premio a su coraje el supremo honor militar de que su unidad fuera renombrada como Regimiento de Guardias, el 46º, una denominación que las integraba entre la élite del Ejército Rojo. Popova, cuyo hermano murió en el frente y cuyo hogar fue envilecido por los nazis al convertirlo en cuartel de la Gestapo, recordaba aquella ocasión de fiesta, orgullo y vodka con lágrimas en los ojos.

Desde el principio, las aviadoras se juramentaron para luchar —y morir— igual que los hombres, como se les exigía, pero sin dejar de ser mujeres. Trataron en lo posible de feminizar sus ropas de vuelo o mantener largos sus cabellos.

Popova, que nunca despegaba sin su talismán, un pequeño broche en forma de escarabajo, aunque tenían prohibido portar joyas, voló en 852 misiones durante la guerra y fue abatida u obligada a aterrizar varias veces. Una vez contó 42 agujeros de bala en su avión.

En agosto de 1942 la derribaron en el sur del Cáucaso y se unió a una columna de soldados y refugiados en retirada. En esa situación conoció al piloto Simon Harlamov, que viajaba herido con el grupo. Esa primera vez no le pudo ver la cara, que el aviador llevaba vendada, y sin embargo se enamoró de él. El día que acabó la guerra, Simon fue a buscarla a su aeródromo cerca de Berlín y juntos visitaron la ciudad, dejando sus nombres de enamorados en las humeantes ruinas del Reichstag. Harlamov y Popova se casaron y permanecieron juntos hasta la muerte del primero en 1990.
Fuente: Jacinto Antón. El País.