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martes, 29 de enero de 2019

El analfabeto político. Bertolt Brech

Bertolt Brecht es uno de los personajes de la historia que más me fascina. Son muchas las facetas que se pueden mencionar de él, pero posiblemente su capacidad crítica con todos los gobiernos existentes fue lo que le hizo pasar a la historia como uno de los escritores y poetas más relevantes del siglo XX.

I: Bertolt Brecht
Un buen ejemplo de su forma de criticar es esta texto que se le atribuye, en el que no ataca directamente a los gobiernos, como hizo en Miedo y Miserias del Tercer Reich, si no a las razones por la que muchas veces nos encontramos en el poder con gente que nunca hubiéramos querido ahí:

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".

El pasado agosto hizo 54 años de la muerte de Bertolt Brecht, y este texto sigue teniendo tanto sentido como cuando él vivía. Cada vez son más a los que les encanta decir que no tienen el más mínimo interés por la política, que ni saben ni les interesa la política, que son apolíticos, olvidando el origen de la palabra polis ciudad, el que vive en la ciudad el ciudadano, el portador de derechos. Y esos derechos han costado sangre y luchas a muerte, para dejar de ser esclavos, librarse de la servidumbre y alcanzar la categoría de ciudadano de habitante con todos los derechos de la polis, la ciudad, no ser un meteco, alguien sin derechos.

Su planteamiento para las siguientes elecciones es simplemente votar por inercia al partido que siempre han votado, o directamente no ir a votar por considerar que no existe una opción política digna, pues él se desentiende o se considera por encima de todos, no le importa su sociedad por inferior o la desprecia por superior..

Pero la indiferencia del creciente número de analfabetos políticos no va a arreglar la situación, y simplemente permitirá que la misma gente se mantenga en el poder, ya sea por los votos por inercia o por abstención, haciendo y deshaciendo a su parecer.

Nota: Existen muchas dudas sobre esta atribución a Bertolt Brecht, pese a estar muy extendida.

https://recuerdosdepandora.com/citas/bertolt-brecht-el-analfabeto-politico/

lunes, 25 de junio de 2018

I G. M. En las trincheras del frente occidental. Reseña de Guerra de Ludwig Renn.

Hay decisiones que transforman la vida de una persona, al catalizar los cambios que se están produciendo en su interior. Eso fue lo que le sucedió al capitán de un destacamento de policía de Dresde cuando se negó a dar la orden de disparar contra los obreros que protestaban por el golpe de estado de Kapp en marzo de 1920. El nombre de este capitán era Arnold Friedrich Vieth von Golßenau, había nacido en 1889, y era un aristócrata sajón y militar de carrera que había llegado a comandar un batallón en el frente occidental durante la Gran Guerra. Poco después de los hechos de Dresde, von Golßenau abandona el ejército, emprende variados estudios, viaja por Europa y comienza una militancia izquierdista que lo lleva a ingresar en el Partido Comunista en 1928. Es éste el mismo año en que publica Guerra, donde narra las experiencias de un soldado alemán durante el conflicto. El libro, que no es abiertamente antimilitarista, alcanza un gran éxito y es seguido en 1930 por Postguerra, en el que el compromiso político es ya más evidente.

En los años 30, convertido en un autor conocido, von Golßenau adopta el nombre del protagonista de Guerra, Ludwig Renn, en un gesto de renuncia a su clase social, y en 1936 acude a España, integrándose en las Brigadas Internacionales. Así, lo encontramos al mando de un batallón y luego como jefe de estado mayor de la XI BI por los frentes de Madrid, Guadalajara y Aragón, donde interviene en las batallas de Belchite, Teruel y el Ebro. En su alocución en el II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, Ludwig Renn afirmó: “Nosotros, escritores que luchamos en el frente, hemos dejado la pluma porque no queríamos escribir historia, sino hacer historia.” Con la derrota de la república, tras exiliarse en México, regresa a su país en 1947, y participa en la vida política e intelectual de la RDA, donde fallece en 1979. Guerra apareció ya en 1929 en castellano, pero la primera edición completa en nuestra lengua es de Fórcola (2014), en una traducción de Natalia Pérez-Galdós y con prólogo de Fernando Castillo.

El libro narra en primera persona la experiencia del protagonista, con lo que aporta una visión subjetiva, fragmentaria y copiosa de sensaciones de la guerra. La primera parte, “El avance”, comienza con la partida hacia el frente de la tropa entre escenas de júbilo de la población, música y ramos de flores. Tras varios días en vagones de mercancías y atravesar el Rin, son instalados en un pueblo desde el que marchan hacia la frontera belga y luego hacia el Mosa. En la orilla de éste encuentran resistencia y Ludwig vive por primera vez la confusión de la batalla, un caos donde la gente muere a tu alrededor y has de sobreponerte y tomar decisiones rápidas, y equivocarte y no desmayar. Al día siguiente cruzan el río y prosiguen el avance, entre restos del ejército que huye y aldeas incendiadas. Pronto están en Francia. Son cañoneados, bombardeados con shrapnells y tiroteados, pero consiguen hacer retroceder al enemigo. Sólo cerca del Marne se ven obligados a retirarse con espantosas pérdidas.

La segunda parte del libro arranca en 1915, describiendo la guerra de trincheras que sigue al colapso de la acometida alemana. Frente a una pradera de cadáveres, tras las alambradas, entre ratas y piojos, la vida es una sucesión de ocios interminables e inútiles intentos de avance, saldados con masacres. El cabo Renn, celoso de deberes que incrementa por propia iniciativa, es condecorado y luego destinado casi un año a la retaguardia. En unos días de permiso, siente horror de contar a su familia lo que ha visto y se percibe a sí mismo como alguien que “ya no cree en nada”. En septiembre de 1916, su batallón es enviado al Somme, donde se combate ferozmente; entre barro y fuego acceden penosamente a las trincheras y actúan de reserva. Cuando se les ordena avanzar para contener un ataque francés, Renn es herido en un brazo con la muerte imperando en torno a él. Al hospital le llega la noticia de que ha sido ascendido a sargento.

Reincorporado a su vieja compañía, en la que ya casi no conoce a nadie, Renn participa en la primavera de 1917 en la batalla de Aisne-Champagne, donde se usan obuses con gas para rechazar una ofensiva francesa. Es esta otra fase de la guerra, marcada por tensiones entre el frente y la retaguardia y entre la tropa y los mandos, y por un aumento de las deserciones. La rutina de la matanza lleva al límite al protagonista, que tras la muerte de un amigo no puede evitar las lágrimas y sufre momentos de ofuscación que luego lo mortifican. Enfermo una temporada, regresa al frente en septiembre, y sus contradicciones se agudizan al hacerse cargo de la compañía un nuevo oficial maniático y odioso, en el que reconoce su viejo militarismo. La patria comienza a ser una cáscara vacía para él y la oposición a la guerra se abre paso en su pensamiento. Renn es herido en un pie en la ofensiva alemana de marzo de 1918, cuando cunde ya el desánimo en las tropas; convaleciente le llega la Cruz de Hierro de primera clase que le han concedido. La obra concluye con escenas del derrumbamiento en tierras de Flandes; el ejército se escinde entonces entre los que sólo desean ver el fin de la carnicería y unos pocos patriotas a ultranza, grupos entre los que el protagonista se debate hasta el último momento.

Estamos acostumbrados a considerar las batallas como lo hacen historiadores y estrategas, que describen armamentos y tácticas, y componen un relato de avances, movimientos envolventes, flanqueos, choques y retiradas, pero otra cosa bien distinta es la experiencia de los que sufren esas situaciones. Tras participar en combates decisivos de la Gran Guerra, como los del Marne o el Somme, lo que Ludwig Renn nos narra tiene poco que ver con todo aquello, y se ciñe a las vivencias cotidianas de uno de sus protagonistas, uno cualquiera, que nos sumerge en la dimensión subjetiva de la guerra. Visitamos así su tedio y su horror que supera toda medida, sus restos de cuerpos desmembrados por fuegos artificiales que matan, su estruendo y sus diálogos frenéticos de los nervios al límite. Las horas indecibles en las que el hombre se siente ya transportado al otro lado alternan con largos ocios en que la reflexión va alumbrando un intento de explicación.

Cuando se desata el conflicto, el protagonista es un soldado ejemplar que cumple escrupulosamente sus obligaciones y las aumenta en la medida de sus posibilidades, contemplando miedo, dolor y rabia como emociones pasajeras que no deben afectar a sus actos. Sin embargo, la experiencia acumulada año tras año acaba por provocar un nublamiento del entusiasmo patriótico, que se percibe de forma clara en la segunda parte del libro. Así, al final de éste es otro hombre el que regresa de las trincheras, y puede decirse que en el conocimiento que ha adquirido se vislumbra, como en embrión, lo que será su vida posterior.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

jueves, 4 de septiembre de 2014

Peter Scholl-Latour, el aventurero eterno

Cuando Peter Scholl-Latour, el gran señor del periodismo alemán, cumplió 90 años en marzo pasado, el mundo político y periodístico alemán le rindió homenaje y la canciller Angela Merkel se atrevió a enviarle un mensaje de felicitación donde admitía que apreciaba sus comentarios. Scholl-Latour, no se dejó impresionar por los halagos recibidos y confesó a un periódico de Berlin que había podido cumplir los 90 años, porque nunca se había jubilado. “De haberlo hecho estaría muerto hace ya mucho o me habría vuelto un idiota”, dijo y admitió que ya estaba preparando un nuevo viaje... Fuente: El País.

sábado, 15 de junio de 2013

El periodista, Juan Moreno, no será español, ni vendrá a las fiestas del pueblo de sus padres para leer el pregón como le habían ofrecido-

El escritor, reportero del Spiegel y antiguo columnista de éxito en el Süddeutsche Zeitung Juan Moreno escribió esta semana que no quiere seguir siendo español. Entregará su pasaporte. Una página entera le ha dedicado el semanario de Hamburgo a su decisión, que él refiere en primera persona.

Empezó la cosa cuando lo invitaron a leer el pregón en la feria de la localidad andaluza donde nació poco antes de emigrar a Alemania con su familia. El "maravilloso pueblo" que abandonaron hace tanto tiempo quiere honrarlo porque, cree, él es uno de los pocos vínculos entre el lugar y Alemania. "Alemania está muy de moda en España". De nuevo "hay química, como cuando mis padres probaron suerte teutona". A diferencia de hoy, aquél paraíso alemán "no buscaba mano de obra cualificada, sino manos fuertes para la obra". (1)

El padre de Juan Moreno emigró a Alemania con "cuatro años de escuela" por toda formación. Creció en una casa "sin agua ni electricidad" y nunca había usado un WC con agua corriente hasta los 18 años, pero cuando en la oficina de contratación alemana le preguntaron si le interesa la fontanería, él respondió que era "su pasión". Se malicia Moreno por eso que su padre "podría ser responsable de la mayor ola de averías de retretes en la historia de la ciudad de Offenbach". Pero, está seguro el hijo, "nunca estuvo en el paro; ni un solo día" de su vida. Algo que "no muchos andaluces pueden decir". Él le habría otorgado a su padre el honor de dar el pregón, "se lo merecería".

Relata Moreno que ahora sus padres "no están orgullosos" de que su vástago cuente entre los ‘hijos ilustres' de la localidad. Haciendo un chiste a su propia costa, dice que ellos reconocen "lo mucho que la elección revela sobre la desolación de la localidad".

Cree que en el pueblo cuentan con un discurso "encantador" sobre las bondades de la fiesta, que será en octubre. "Nadie espera nada relevante", pero en la parte política, presume, le agradecerían que mantenga que "España es una víctima [...] que no tiene la culpa de nada" relacionado con la crisis que padece. Contribuiría al éxito de su pregón echarle la culpa de todo a Alemania y asegurar que "Angela Merkel sólo quiere recuperar el dinero de los bancos alemanes". En España "adoran este tipo de historias".

Sus padres tienen ahora miedo de que diga "ante los barones de las naranjas, los oligarcas de las aceitunas y los criadores de cerdos lo que de un tiempo a esta parte" piensa sobre España. Porque él querría hablar de "los litorales arruinados por la especulación urbanística", de las "24.000 construcciones ilegales" pero salvadas con otra ley de costas y del "permiso de residencia prometido al que gaste más de 160.000 euros en una vivienda". También de "los 200 políticos que tienen que responder por corrupción" o de la destrucción de pruebas y de las irrisorias condenas en la Operación Puerto contra el dopaje.

La televisión española, prosigue dirigiéndose ya al lector alemán, "recomienda a los millones de parados que recen". También recuerda que "una secretaria de Estado aseguró que los jóvenes abandonan el país por afán de aventura". Se mofa de la "interesante" ocurrencia. (Quien de verdad se mofa de todos los españoles es la secretaria, al igual que Pons, dijo que los españoles que se van (no nos vamos, nos echan)a Europa están en su casa". Mientras en Italia les piden perdón a los que se van, o llora la ministra de asuntos sociales al comunicar los recortes, aquí les gritan en el Parlamento a los parados, ¡¡¡Que se jodan!!! Y se siguen mofando cuando la Cospedal afirmó rotunda "el PP es el verdadero partido de los trabajadores" y vemos como aumentan todos los impuestos y gastos, agua, luz, gas, etc., a ellos y desgravan e indultan y subvencionan a los ricos y poderosos que defraudan cantidades ingentes a Hacienda, así por cada 100€ que gasta el estado 90€los pagan los trabajadores. O se descubren cuentas en Suiza del tesorero del PP, Bárcena y el reparto de sobres desde el principal Aznar hasta el infinito,... y despúes de más de 70 años continuan tirados por las cunetas, campos y minas los asesinados por los fascistas sin que este gobierno haga nada por reparar el crimen, conocer la verdad e impartir justicia. Así como un ejemplo entre miles, la hija del asesinado Alcalde democrático de Valencia de Alcántara, Amado Viera Amores, fue a visitar a la dueña de las tierras donde en una antigua mina cuentan que arrojaron el cadáver de su padre, para rescatarlo y darle sepultura en el cementerio. Tuvo que oir las palabras de, "no hija, la tierra no se remueve, reza por él para que vaya al cielo". Su hija, ya de mucha edad, le contestó, -"si , yo rezo y quiero llevarlo al cementerio para poder ir a visitar su tumba y llevarle como todos flores",... Y sigue sin tener permiso para poder darle sepultura... )

Luego está la calle española y lo que considera victimismo: "No soporto más los lloriqueos en los cafés, los insultos a Merkel, a Europa, no lo aguanto. Porque España "tiene los políticos que se merece" (2), que "ganan comicios porque contratan grupos famosos para la verbena o porque construyen tranvías que la comunidad no puede mantener". Asegura que en el país del que emigró junto a sus padres, "hasta los conventos pagan en negro al jardinero".

Concluye Moreno que no leerá el pregón de las fiestas de su pueblo almeriense [no onubense] porque prefiere quedarse "en casa, en Alemania". Sin pasaporte español. El periodista Juan Moreno no será español.
Por: Juan Gómez | 14 de junio de 2013, Fuente: El País.

(1) He hecho lo que he podido con el juego de palabras entre gebildeten Kräfte y ungebildete Kräftige.
(2) Es un síndrome extendido entre los reporteros y corresponsales extranjeros que conocen mejor España: terminan escribiendo cosas tan españolas como que ‘en un país normal’ el suceso XXXX tendría consecuencias políticas / judiciales/ sociales. Las debidas, obviamente, ‘si esto fuera un país serio’. Con los políticos que se merecería, en ese quimérico caso.