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martes, 16 de febrero de 2021

_- Por qué el fracaso no es la clave del éxito como muchos defienden

_- El discurso motivacional sobre el fracaso oculta las condiciones que propician ese fracaso.

El fracaso cotiza al alza. El discurso exitoso sobre el fracaso nos dice que hay que fracasar primero para poder conseguir después nuestros objetivos.

Desde los espacios de producción simbólica más autorizados nos bombardean cotidianamente diciendo que fracasar es algo bueno y que constituye una oportunidad, ya que de ahí surgen lecciones de vida que no obtendríamos de otro modo. Escuchamos por todas partes que la clave del éxito es el fracaso y que tocar fondo es necesario para alcanzar el cielo del éxito. Pero como Aristóteles decía del ser, el fracaso se dice de muchas maneras.

David y Luis
Hagamos un ejercicio comparativo imaginario. Pensemos en David, que estudia Administración y Dirección de Empresas y ha creado unastart-up. Vive en un barrio repleto de colegios privados, con una tasa de abandono escolar del 4 % y la renta de su familia es 150.000 euros anuales (US$165.000).

Supongamos que la innovadora empresa de David no funciona y pierde todo el dinero invertido. Una ocasión propicia para decir, como la tan popular cita de Beckett: "Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor".

El autor cuestiona la idea de que el fracaso es un camino al éxito
Pensemos ahora en Luis, que vive en un barrio en el que sólo hay colegios públicos con recursos insuficientes, con una tasa de abandono escolar del 45 %. La renta de su familia es de 15.000 euros anuales (US$16.500). A Luis, que lleva encadenando trabajos precarios varios años, no le renuevan el contrato temporal en la empresa de reparto en la que lleva unos meses.

Es la tercera vez que le ocurre algo parecido y ha estado más tiempo en el paro que trabajando. ¿Sigue siendo propicia la ocasión para citar a Beckett?

Fracasamos solos
El discurso exitoso sobre el fracaso considera el fracaso desde una perspectiva individual. Se dice que quien fracasa al menos lo ha intentado, y que quien lo ha intentado ya ha logrado algo. El intento ya es de por sí meritorio, un éxito en algún sentido.

Pero siempre es un individuo quien lo intenta y quien fracasa. Basta con teclear "fracaso" en cualquier banco de imágenes para percatarse de que el fracaso es el del individuo. Quien fracasa es alguien en su soledad.

Ahora bien, esta retórica del fracaso olvida las circunstancias sociales y sociológicas desde donde se fracasa. Los "posibles" de David y de Luis son muy diferentes. Probablemente Luis jamás esté en condiciones de fundar una start-up.

Ante el temor a fracasar, ha surgido una forma de normalizarlo como un paso inevitable hacia el éxito, aunque eso no siempre sea cierto.

No tiene el capital económico, cultural y social de la familia de David. No tiene el dinero, ni los conocimientos sobre el funcionamiento de una empresa, ni la "familiaridad" y el "saber tratar" adecuado con el que seducir a eventuales inversores. Sus "posibles" son muy diferentes. Sus fracasos, también.

Cambiar la retórica del fracaso
Fracasar se dice de muchas maneras, pero quizá necesitemos mayúsculas más grandes para que quede grabado a fuego que el discurso del fracaso motivacional funciona… siempre que se pueda fracasar.

La influyente idea del economista y Premio Nobel que "repetidamente falló en lograr su objetivo" A la postre, todo es una cuestión de posibles. Tener la capacidad de fracasar una, dos o tres veces y seguir perteneciendo al mismo y exitoso grupo social de referencia, eso sí es un éxito, a pesar de que se camufle tras la máscara de la retórica del fracaso.

Pierre Bourdieu, en su descripción de las clases económicamente dominantes, dice que para ellos es el dinero heredado lo que les garantiza la libertad respecto al dinero. Del mismo modo podemos decir que en los partidarios del fracaso retórico es el éxito (heredado) lo que les garantiza la libertad respecto del fracaso real. Por eso pueden fracasar, e incluso fracasar mejor.

Lo más peligroso de este discurso es que con el happy failure (fracaso feliz) se invisibilizan las razones del fracaso de los verdaderos perdedores de la sociedad, de los colectivos estigmatizados que no pueden permitirse la retórica del #fracasamejor.

Tener la capacidad de fracasar una, dos o tres veces y seguir perteneciendo al mismo y exitoso grupo social de referencia, eso sí es un éxito.

Colectivos que por cuestiones de género, raza, clase o condición sexual viven de antemano en una situación marginal, "fracasada" en algún sentido y lejos de esos "posibles" o de esas formas del capital económico, cultural o social.

Colectivos a quienes la retórica del fracaso mantiene en el fracaso material en el que están y les condena a reproducirlo, pues se nos dice que quien no ha tenido éxito es porque no lo ha querido con las fuerzas necesarias, porque no ha fracasado lo suficiente.

Como se ve, la retórica del fracaso no solamente pretende explicar las desigualdades, sino que además las justifica en el orden simbólico: el verdadero fracasado sería quien no ha querido lo suficiente, no quien difícilmente podía.

Ante tal situación, hay dos posibles salidas: o bien universalizar las condiciones materiales que permitan disfrutar de la retórica del fracaso, o bien detectar las razones de la reproducción social del fracaso y denunciarlas. Y una de ellas es la propia retórica del fracaso. ¿#fracasamejor? No, gracias. 

*Eduardo Zazo Jiménez es profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. 

domingo, 11 de octubre de 2020

_- Entrevista al profesor de sociología César Rendueles «La meritocracia es un sistema de legitimación de los privilegios heredados»

_- El profesor de sociología de la Universidad Complutense de Madrid rompe en su libro con los mitos de la supuesta igualdad de oportunidades ya que la meritocracia «no sirve para incrementar la movilidad social, al contrario, bloquea esa posibilidad para la mayoría»

Si hay un discurso recurrente en la derecha es su apuesta encendida por la meritocracia. Como respuesta vehemente en la que define la meritocracia como una fórmula propuesta por las élites para perpetuar sus privilegios, y como defensor de la necesidad de la centralidad de las políticas igualitaristas en una sociedad democrática digna, César Rendueles (Girona, 1975), profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, ha escrito Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista (Editorial Seix Barral), un libro donde tumba el mito de la igualdad de oportunidades y reivindica que «los países donde hay más movilidad social, que más se aproximan a ese ideal de que cada uno logre dedicarse a lo que se le da mejor, son los países más igualitaristas».

Ante la abducción del ideal de libertad por parte de los sectores más reaccionarios, Rendueles aboga por que la izquierda «reaccione y reivindique la libertad como un valor, que además se retroalimenta positivamente con la igualdad» y por que las fuerzas progresistas hagan un defensa intensa de la institucionalidad frente a la posición de la derecha, que solo busca «vaciar las instituciones para después de destruirlas pedir que las sustituya la empresa privada o sus chiringuitos».

¿Cómo interpreta las medidas que se han tomado en las zonas sanitarias del sur de Madrid?, quizás no haya una situación más clara que ejemplifique que esa supuesta igualdad de oportunidades es una mentira dependiendo de donde vivas.

El desarrollo de la pandemia ha colocado una especie de lente de aumento sobre dinámicas sociales que ya estaban en marcha. En particular, ha intensificado las desigualdades sociales de ciudades ya muy estratificadas, como Madrid. La COVID-19 ha convertido procesos más o menos inerciales e invisibles, de los que normalmente no éramos conscientes, en una guerra abierta.

El barrio de Salamanca y, en general, las élites económicas y sociales madrileñas salieron a la calle en mayo para lanzar un mensaje muy claro a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Isabel Díaz Ayuso ha aceptado ese mandato y está actuando en consecuencia. Esto hace que las desigualdades que ya existían resulten más manifiestas, más visibles.

Durante la pandemia una serie de trabajos como cajero o reponedora en un supermercado fueron considerados como esenciales, pero las condiciones económicas de este tipo de empleos siguen siendo absolutamente precarias. Hay un reconocimiento, pero está claro que tratar de llegar a una igualdad material es un objetivo político a largo plazo como usted plantea en su libro.

La pandemia ha mostrado con mucha nitidez el valor social negativo o positivo de algunos trabajos. Enseguida vimos que algunos empleos muy mal remunerados y poco prestigiosos eran realmente imprescindibles para nuestra vida. Desde el trabajo de los reponedores al personal de limpieza de hospitales. En esos trabajos nos va la vida y, sin embargo, están mal pagados y son poco apreciados.

Al principio del confinamiento creo que sí vivimos una cierta revalorización colectiva de esos trabajos pero fue algo fugaz y sobre todo expresivo: se plasmó en aplausos y mensajes de agradecimiento. Que un cambio así penetre en nuestra estructura social es complicado, no basta con sonrisas. Implica que algunos grupos sociales bastante amplios, no sólo una pequeña minoría de superricos, asumamos –hablo en primera persona– cambios y sacrificios para permitir que los que peor están mejoren su situación. Es imprescindible que los millonarios empiecen a pagar impuestos dignos de tal nombre, pero también el 20% o 30% de la sociedad española que mejor vivimos tenemos que asumir costes. Esto es políticamente complicado y muy difícil de vender en un programa electoral.

Es su libro tumba el mito de la meritocracia como un ejemplo de igualdad y deja entrever que la igualdad de oportunidades no deja de ser una falacia. ¿Cómo se lo explicaría a alguien de derechas?

Me gusta esta pregunta porque escribí este libro pensando en un lector de derechas, no tanto en un lector de izquierdas. Creo que mucha gente conservadora o de derechas no es tanto que rechace el igualitarismo como que le preocupa que ese proyecto sea incompatible con los valores asociados a la responsabilidad y el esfuerzo. Me parece un punto importante. Los valores relacionados con las obligaciones son imprescindibles para un proyecto igualitarista y desde la izquierda no siempre hemos sabido integrarlos en nuestro discurso. Lo que respondería a esas personas es que la meritocracia les está dando gato por liebre. No es un sistema de recompensa del esfuerzo sino de legitimación de los privilegios heredados. En España se puede predecir con bastante exactitud los resultados académicos de un niño sencillamente conociendo su código postal. La meritocracia no sirve para incrementar la movilidad social, al contrario, bloquea esa posibilidad para la mayoría.

De hecho, sabemos que los países donde hay más movilidad social, que más se aproximan a ese ideal de que cada uno logre dedicarse a lo que se le da mejor, son los países más igualitaristas. La manera más sencilla de promover que la hija de un fontanero llegue a ser ingeniera es que los fontaneros y las ingenieras ganen lo mismo. De esa manera sí que se fomenta la movilidad social.

Ahora el discurso neoliberal está tratando de imponer que hay que elegir entre igualdad y libertad, que son conceptos incompatibles y que la igualdad es un freno a la libertad.

La derecha y, sobre todo, la ultraderecha se han vuelto actores políticos muy dinámicos. En la última década han reformulado sus posiciones para encontrar nuevos nichos discursivos. Uno de los giros más sorprendentes es que la gente más conservadora y reaccionaria está consiguiendo monopolizar el discurso de la defensa de la libertad, lo cual es manifiestamente absurdo y contradictorio, pero en términos de proyección pública están teniendo éxito. Tenemos que reaccionar y reivindicar la libertad como un valor progresista, como un valor netamente de izquierdas que además se retroalimenta positivamente con la igualdad.

La libertad que defiende la derecha es muy limitada, es la libertad del ‘déjame hacer lo que quiera’, del ‘no me diga cuánto vino puedo beber’ de Aznar. La igualdad nos ayuda a entender que la libertad es algo complejo que tenemos que ir descubriendo con la ayuda de los demás, nos ayuda a descubrir en qué consiste ser libres. La igualdad nos permite entender que ser libres no consiste sólo en esa cosa tan infantil de satisfacer nuestros deseos inmediatos lo antes posible sino también en descubrir dimensiones más ricas de nuestra subjetividad compartida.

Es sorprendente que la gente más conservadora y reaccionaria está consiguiendo monopolizar el discurso de la defensa de la libertad, lo cual es manifiestamente absurdo y contradictorio

¿Podría poner un ejemplo?
Creo que es evidente en el caso de la igualdad de género. Los hombres que intentan vivir vidas igualitarista con las mujeres no tienen menos libertad que los que quieren conservar sus privilegios. Creo que vivir en libertad con nuestros iguales nos permite acceder a una libertad enriquecida, más plena de la de quienes necesitan de subalternos.

Usted asegura en el libro que «las bases de nuestra servidumbre voluntaria al mercado es que parece extrapolítico, ajeno al control o la intervención de nadie y, por tanto, también insustituible». Pero la realidad es que todos conocemos los nombres y apellidos de los grandes empresarios, los nombres de las empresas, cómo funcionan los lobbys, qué partidos defienden determinadas políticas, etc.

Bueno, es verdad que el mito del mercado anónimo e invisible como una especie de engranaje social en el que ninguna instancia o ningún grupo de interés tiene ningún protagonismo, sino que es fruto de un equilibrio espontáneo, es una leyenda completamente lisérgica. La realidad es que todos los procesos de mercantilización han sido impulsados, a menudo violentamente, por el Estado y por grupos sociales muy concretos. Hay intereses con apellidos que contaminan permanentemente las relaciones mercantiles, muy especialmente en España, donde una importante parte de las élites económicas son estrictamente parasitarias, se dedican a vampirizar lo público y son incapaces de desarrollar un proyecto propio.
En España hay una importante parte de las élites económicas que son estrictamente parasitarias, se dedican a vampirizar lo público y son incapaces de desarrollar un proyecto propio

También señala en su libro que «solo para revertir los efectos de la revolución neoliberal y volver al punto de partida de los años 60 necesitaríamos medidas económicas igualitaristas que hoy nos parecen casi utópicas». ¿Cuáles serían esas medidas? Al definirlas como utópicas, ¿No las estamos convirtiendo en imposibles?

Son medidas que se manejan habitualmente en el debate político y sociológico de izquierdas como una reforma fiscal agresiva, cambios en el mercado de trabajo que restauren derechos perdidos, políticas de restauración y ampliación del Estado de Bienestar como la renta básica… Pero incluso con medidas de ese tipo, muy ambiciosas desde la perspectiva actual, se tardarían mucho años en volver al escenario anterior a la revolución neoliberal. Es un diagnóstico de Anthony B. Atkinson, y resulta bastante desazonador.

A pesar de todo, no soy pesimista. Hay una lección que deberíamos aprender de los neoliberales: plantando la semilla del cambio se generan procesos de retroalimentación positiva que hacen que los cambios se vayan acelerando progresivamente. De hecho, la propia velocidad del proceso mercantilización nos da idea de que a veces las transformaciones históricas son posibles y son muy rápidas.

Portada del último libro de César Rendueles. Seix Barral.

Qué cree que les ocurrió a los sindicatos durante la revolución neoliberal. No supieron hablar a las nuevas generaciones en un momento determinado, falló el discurso… Lo pregunto porque usted coloca como una pieza fundamental para alcanzar la igualdad el trabajo sindical y la negociación colectiva.

Por un lado, el modelo keynesiano afrontaba una crisis real, era un sistema que hacía aguas. Las derechas supieron encontrar un proyecto capaz de interpelar a un grupo social heterogéneo, que ilusionó a la gente y logró transformar las subjetividades y la cultura política vigente hasta entonces. En cambio, desde la izquierda compitieron distintos proyectos, no se logró construir una alternativa con un respaldo social amplio.

En España, como en otros países, la resistencia más importante al proyecto de mercantilización vino de los sindicatos. Los grupos políticos a la izquierda del PSOE no tenían capacidad de movilización para resistir el tsunami neoliberal. Y lo que ocurrió fue, sencillamente, que los sindicatos fueron derrotados. Fue un proceso global, ocurrió en casi todo el mundo a finales de los 80 y principios de los 90. Pero es de justicia reconocer que los sindicatos los intentaron, tal vez no con toda la firmeza que algunos pedíamos, pero fueron la única oposición real que hubo en esos años.

Con la revolución neoliberal que vino después hemos vivido en una especie de experimento de laboratorio diseñado para que el trabajo sindical sea prácticamente imposible, excepto para unos pocos trabajadores con contratos estables. Todo nuestro reglamento laboral está diseñado para que el sindicalismo no sea difícil, sino imposible.

Todo nuestro reglamento laboral está diseñado para que el sindicalismo no sea difícil, sino imposible

En el siglo XXI, ¿tiene sentido mantener un discurso como la lucha de clases o habría que conformarse con tratar de explicar por qué el impuesto de sucesiones es justo y abogar por medidas de este calado?

Tiene sentido hablar de lucha de clases porque es una manera de recoger conflictos esenciales de nuestro tiempo, conflictos que vertebran nuestras sociedades, que no son episódicos ni sectoriales. Por eso es una herramienta analítica irrenunciable. Dicho esto, a veces este tipo de terminología se convierte en una bandera identitaria. Hay conflicto de clases en nuestro país, pero también es cierto que las clases sociales en España son complejas. Hay un conflicto entre el 99% y el 1% más rico de la sociedad, pero también hay otros conflictos entre el 30% mejor situado económicamente y el 70% restante. Es decir, que hay toda una serie de conflictos adicionales a ese gran enfrentamiento entre los superpoderosos y todos los demás. Esa idea de la lucha de clases como un objeto muy simple, muy fácil de entender, oculta otros conflictos.

En su libro escribe que «lo que nos compromete con la emancipación son las responsabilidades compartidas que estamos dispuestos a asumir colectivamente» y, posteriormente apunta que «el igualitarismo es incompatible con la competición generalizada, incluso si es una competición de intereses virtuosos». ¿Cuál es su opinión sobre las luchas dentro de la izquierda con movimientos como el feminismo o la reivindicación LGTBI?

Las luchas faccionales son una enfermedad de la izquierda de hace dos siglos. La izquierda se ha dedicado siempre a darse de bofetadas en organizaciones que cabrían en un locutorio telefónico. Es nuestra enfermedad política porque somos incapaces de tratarnos con generosidad política y saber dirimir lo importante de lo accesorio. Otra cuestión diferente es la sospecha sobre aquellos movimientos que en las últimas décadas han hecho reivindicaciones que no formaban parte mejor del patrimonio político de la izquierda más tradicional. Echar la culpa a esos movimientos de la fragmentación de la izquierda es absurdo. Esos movimientos que han sido llamados identitarios han enriquecido a la izquierda porque ayudan a entender justamente que la igualdad es un proyecto complejo, que la igualdad es un proyecto no consiste en dar lo mismo a todo el mundo, sino en dar a cada uno lo que necesita, lo que requiere para su pleno desarrollo individual y colectivo.

La tesis de que hace 100 o 150 años los movimientos emancipatorios eran un gran bloque sociológico homogéneo es una leyenda urbana. Selina Todd, en su libro El Pueblo, da un dato divertido y muy revelador: en la Inglaterra de principios de siglo XX, el grupo laboral más numeroso era el servicio doméstico. Y era una fuente de conflictividad inmensa para las clases burguesas, porque era como tener al enemigo literalmente en casa. El sujeto de la lucha de clases no eran sólo los mineros y trabajadores siderúrgicos sino también, tal vez sobre todo, las criadas. Y lo mismo se podría decir de los migrantes u otros colectivos.

Me ha llamado la atención que señale en su libro que la sociedad de mercado «es esencialmente desinstuticionalizada» y que «el rasgo más característico del capitalismo contemporáneo, al menos en Occidente, no es su anticomunitarismo sino su rechazo al institucionalismo». Sin embargo, en España vemos como los principales poderes económicos, los grandes empresarios, son los principales defensores de determinadas instituciones como la monarquía.

Claro, porque hacen una defensa de las instituciones muy tramposa y nihilista. Para empezar, no todas las instituciones merecen ser conservadas. Hay algunas, como la esclavitud o la monarquía, que son irreformables y deberíamos deshacernos de ellas cuanto antes. Hay otras instituciones como las educativas, sanitarias o judiciales que merece la pena conservar y reformar.

A veces desde la izquierda nos centramos en esa tarea crítica, en lo que nos gustaría mejorar de esas instituciones. Me parece razonable. Pero también deberíamos hacer valer que somos sus auténticos defensores. En cambio, la supuesta defensa de la institucionalidad por parte de la derecha es básicamente retórica: lo que hacen es vaciar las instituciones para después de destruirlas pedir que las sustituya la empresa privada o sus chiringuitos.

@rodrigopdl

Fuente: https://www.eldiario.es/economia/cesar-rendueles-meritocracia-sistema-legitimacion-privilegios-heredados_128_6260346.html

domingo, 23 de agosto de 2020

GRANDES DISCURSOS DEL SIGLO XX. El alegato del líder indio en 1922 ante el tribunal que lo condenó por sedición. Cómo Gandhi encontró en la no violencia la mejor estrategia contra el Imperio Británico. Apaciguó los ánimos de una población dispuesta a una revuelta sangrienta

El Contexto

Perfecto conocedor de la ley y el derecho británicos tras haber estudiado en Londres y ejercer la abogacía durante más de dos décadas en la actual Sudáfrica, Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948) regresó a su país en 1915 reconocido ya como un destacado activista de los derechos sociales. No en vano, aquel humilde abogado de Porbandar, hijo de comerciantes, había logrado el reconocimiento de los miembros de la minoría india como ciudadanos de pleno derecho en los dominios británicos de la Unión Sudafricana mediante una estrategia que él mismo denominó satyagraha (apego a la verdad). Lo que no había conseguido la colaboración de la población india en el bando británico en las guerras bóer lo consiguió la apuesta por la desobediencia civil y pacífica a la ley que obligaba a todos los indios a registrarse en un censo específico.

En 1918 abanderó su primera gran causa en India: las masivas protestas pacíficas de los campesinos de las regiones de Champaran y Jeda, obligados a cultivar índigo para elaborar tinte y venderlo a bajo precio en lugar de cultivar alimentos.

El primer éxito del joven letrado indio fue el reconocimiento de los derechos civiles de la minoría india de la Unión Sudafricana

A esa primera causa pronto se sumaron otras. Como ya había pasado en Sudáfrica, pese a que más de un millón de soldados y trabajadores indios habían servido en Europa bajo la bandera de Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, sus reivindicaciones civiles sólo obtuvieron por respuesta la denominada ley Rowlatt, que en 1919 concedía a las autoridades británicas plenos poderes en casos considerados de emergencia y limitaba las libertades indias. La ley pronto desembocó en el primer episodio sangriento, la conocida masacre de Amritsar, en el Punyab. El 13 de abril de ese año, una muchedumbre de diverso credo –sijes, hinduistas y musulmanes– celebraban el Vaisakhi (Año Nuevo) y el comandante militar británico, Reginal Dyer, ordenó abrir fuego a discreción en lo que consideró una acción de disidencia. Murieron cerca de 400 personas y más de un millar resultaron heridas.

Gandhi llamó de nuevo a la desobediencia civil y al boicot a los productos y empresas de la metrópoli y viajó por todo el país para promulgar esa respuesta no violenta ante el poder colonial, por más que se dieron diversos episodios violentos. “Sin nuestro apoyo, ni 100.000 europeos podrán dominar a nuestros pueblos”, proclamó, invitando también a la población musulmana a sumarse a la protesta. En septiembre de 1920 propuso al Congreso Nacional Indio abogar por el autogobierno, preferiblemente dentro del Imperio Británico, pero fuera de él si fuese la voluntad popular. Asimismo rehusó la participación de la población india en el régimen de representación local que fijó la reforma Montagu-Chelmsford, con las que los británicos trataron de reconducir la situación. El partido de Gandhi no se presentó a los comicios y el secretario de Estado británico para India, Edwin Samuel Montagu, dimitió. La situación política volvió a enquistarse.

Tras la masacre de Amritsar, el activista llamó a la desobediencia civil generalizada y el boicot a las empresas de la metrópoli. En diciembre de 1921, el Congreso Nacional Indio designó a Gandhi autoridad suprema y el filósofo y poeta bengalí Rabindranath Tagore –premio Nobel de Literatura en 1913– lo bautizó como Mahatma (alma grande). El 10 de marzo de 1922 fue arrestado en Bombay y el 18 condenado por sedición a seis años de cárcel. Fue excarcelado dos años después y en 1928, cumplida su condena, lideró una nueva protesta de resistencia pacífica contra las autoridades británicas contra el impuesto de la sal, cuyo monopolio estaba en manos del Gobierno colonial. Un nuevo paso hacia la independencia india.

Con esta sucinta información de Reuters informó La Vanguardia de la condena a Gandhi (tercera columna)

Opinión del periodista Enrique Fajardo (Fabián Vidal) sobre la condena a Gandhi en La Vanguardia del 24 de marzo de 1922

EL DISCURSO
“La no violencia es el primer precepto de mi fe.Y es el último precepto de mi fe. Pese a ello, tenía que tomar una decisión; o bien me sometía a un sistema que en mi opinión había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara cuando entendiera la verdad que salía de mis labios. Sé que mi pueblo ha enloquecido en algunas ocasiones. Lo siento muchísimo; y por ello estoy aquí, para someterme no a un castigo menor, sino a un castigo en toda regla. No pido clemencia, no apelo a ninguna circunstancia atenuante.

”Así pues, estoy aquí para prestarme a cumplir la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que puede hacer, señoría, es, como diré a continuación en mi declaración, o bien dimitir de su cargo o infligirme la pena más dura si cree que el sistema y la ley que usted contribuye a aplicar es buena para el pueblo. No espero que se produzca esa clase de conversión. Sin embargo, puede que cuando haya acabado con mi declaración, usted se haya hecho una idea de lo que arde en mi pecho y que ha dado alas al más loco riesgo que un hombre en su sano juicio puede correr.

”Pocos son los habitantes de la ciudad conscientes de cómo las multitudes prácticamente desahuciadas por la hambruna de India se están consumiendo hasta la inexistencia. Pocos son conscientes de que su miserable bienestar es fruto de la comisión que reciben a cambio del trabajo realizado para el explotador extranjero, que los beneficios y la comisión se obtienen de las masas. Pocos se dan cuenta de que el Gobierno establecido por ley en la India británica sigue en vigencia gracias a esa explotación de las masas. No hay sofistería ni malabarismo con las cifras que sirva de explicación convincente para la obviedad, para los esqueletos que se ven a simple vista en muchas aldeas. No me cabe ninguna duda de que tanto Inglaterra como los habitantes de las ciudades indias tendrán que responder, si es que hay un Dios en las alturas, por este crimen contra la humanidad que tal vez no tenga precedentes en la historia.

La no violencia es el primer precepto de mi fe. Pese a ello, o bien me sometía a un sistema que había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara”

Mahatma Gandhi
”En este país, la misma ley se ha puesto al servicio del explotador extranjero. Mi experiencia en casos políticos en India me lleva a la conclusión de que en nueve de cada diez ocasiones los condenados eran totalmente inocentes. Su delito fue amar a su país. En los tribunales de India, en noventa y nueve casos de cada cien, a los indios se les ha negado la justicia en favor de los europeos.No se trata de una visión exagerada. Ésta ha sido la experiencia de casi todos los indios que han tenido algo que ver con esos casos. En mi opinión, la aplicación de la ley se ha prostituido por tanto de forma consciente o inconsciente en beneficio del explotador.

”La mayor desgracia es que los ingleses y sus socios indios de la Administración del país no saben que están involucrados en el delito que he intentado describir. Me siento satisfecho de que muchos funcionarios ingleses e indios crean sinceramente que aplican uno de los sistemas mejor ideados del mundo y que India avanza a un ritmo constante aunque lento. No saben que un sistema sutil aunque efectivo de terrorismo y un despliegue organizado de fuerza, por una parte, y la privación de todo poder de represalia o de autodefensa, por otra, han mutilado al pueblo y los ha hecho incurrir en el hábito de la simulación. Este horrible hábito se ha sumado a la ignorancia y al autoengaño de los administradores.

”El artículo 124-A en virtud del cual felizmente se me acusa sea tal vez el rey de los artículos políticos del Código Penal indio ideado para suprimir la libertad del ciudadano. El afecto no puede ser manipulado ni regulado por la ley. Si uno no siente afecto por una persona o cosa, debería ser libre para transmitir la total expresión de su desafecto siempre que no contemple ni fomente la violencia ni incite a ella. No obstante, el artículo en virtud del cual se nos acusa al señor Banker y a mí establece que el mero fomento del desafecto constituye un delito. He estudiado algunos casos juzgados por este artículo y sé que algunos de los más apreciados patriotas indios han sido condenados en virtud del mismo. Por lo tanto, considero un privilegio que se me acuse del mismo delito. He intentado por todos los medios comunicarles de la forma más breve posible la razón de mis desafectos.

Lo único que pueden hacer, señoría, es o bien dimitir de su cargo si siente que la justicia que debe administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa”

Mahatma Gandhi

”No siento animadversión personal por ningún administrador en concreto ni mucho menos puedo sentir desafecto por su majestad el rey. Sin embargo, considero una virtud sentir desafecto por un Gobierno que en su totalidad ha hecho más daño a India que cualquier sistema anterior. India es menos valerosa bajo el mandato británico de lo que había sido jamás. Con esta creencia, considero un pecado sentir afecto por el sistema. Y ha sido un precioso privilegio para mí poder escribir lo que he escrito en los diversos artículos presentados como pruebas en mi contra.

”En realidad creo que he prestado un servicio a India y a Inglaterra al demostrar que la desobediencia es la forma de abandonar el estado antinatural en el que ambas naciones viven. En mi modesta opinión, la desobediencia al mal es un deber tanto como lo es la obediencia al bien. No obstante, en el pasado, la desobediencia ha sido expresada, con deliberación, en forma de violencia contra el perpetrador del mal. Mi cometido es el de demostrar a mis compatriotas que la desobediencia violenta sólo multiplica el mal y, puesto que el mal sólo puede sobrevivir gracias a la violencia, negarse a apoyar al mal requiere el abandono incondicional de la violencia.

”La no violencia implica la sumisión voluntaria al castigo por la desobediencia al mal. Por tanto, estoy aquí para dar la bienvenida y someterme de buen grado al cumplimiento de la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que pueden hacer, señoría y señores asesores, es o bien dimitir de su cargo y así distanciarse del mal si sienten que la justicia que deben administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa si creen que el sistema y la ley que consienten en administrar es buena para las personas de este país y que mi actividad es, por tanto, perjudicial para el bien común.

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/20191206/472018308412/gandhi-india-independencia-discurso-no-violencia-desobediencia-civil.html

martes, 3 de diciembre de 2019

La economía ecológica frente al discurso de la extrema derecha. Entrevista a Unai Pascual, investigador del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3), a raíz de su artículo "Economía ecológica en la era del miedo".-

Eduardo Robaina
La Marea

El crecimiento, cada vez mayor, de movimientos populistas de extrema derecha está afectando “no sólo a la gobernanza de los regímenes democráticos, sino también a la relación entre ciencia y política, y a la agenda medioambiental mundial”. Así lo defiende un artículo publicado esta semana en la revista científica Ecological Economics titulado Economía ecológica en la era del miedo.

Con el fin de entender la relevancia de este movimiento, los autores ahondan en las raíces de lo que llaman “insurgencia de la extrema derecha”. Señalan que la economía ecológica, a través del desarrollo de una agenda de investigación relevante, puede ser una herramienta clave para defender una «política de esperanza” que haga frente a la «política del miedo de la que dependen los regímenes autoritarios emergentes”.

A pesar de que estos movimientos de extrema derecha “no tienen posiciones homogéneas”, sí que comparten “al menos diez características comunes”, recoge la investigación. Entre ellas, destaca el rechazo al «globalismo» y la preferencia por el nacionalismo económico; la oposición a la inmigración, así como a aquellas acciones que favorezcan a los grupos sociales más desfavorecidos; el nulo interés por las cuestiones medioambientales, entre las que se incluye el cambio climático; o la indiferencia por las evidencia científica, los hechos históricos y los datos empíricos que contradicen sus posturas ideológicas y sus valores fundamentales, entre otras características.

Unai Pascual (Vitoria-Gasteiz 1973) es, junto a Roldan Muradian, el autor de este artículo. Doctor en Economía y Política Ambiental, Pascual es Profesor Ikerbasque en el equipo científico del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3). Entre 2015 y 2018, fue miembro del Comité Multidisciplinar de Expertos del IPBES -el equivalente al IPCC en biodiversidad-, formado por 25 científicos de reconocido prestigio internacional. El año pasado, fue nominado a su vez copresidente de la Evaluación de los Valores de la Naturaleza de IPBES (2018-2021).

¿Cuáles son los aspectos más importantes en los que incidís en el artículo?

Hemos hecho un análisis interdisciplinario desde la economía, la sociología y la psicología social y política, porque parece que podríamos estar en un momento clave de rápidos cambios sociales, y donde se está dando lo que llamamos insurgencia de la extrema derecha. Es un movimiento coordinado que ya está ocupando bastantes puestos de poder directos en algunos países e influenciando el discurso y las políticas en muchos otros.

Tratamos de entender qué repercusión tiene esto en dos aspectos. Por un lado, para reflexionar sobre el diseño de la ciencia de la sostenibilidad, dado los retos socio-ecológicos que tenemos a nivel de civilización y planetario. Retos como, por ejemplo, el cambio climático o la pérdida de biodiversidad en un mundo cada vez más desigual. Es decir, qué repercusión puede tener la coyuntura actual, con el auge de los populismos de extrema derecha, en el diseño y alineamiento de políticas públicas para las sostenibilidad. Por otro lado, tratamos de sugerir unos anclajes en los que la economía ecológica debería profundizar y ayudar a identificar una agenda de investigación global para las siguientes dos o tres décadas.

Hacéis mucho hincapié en lo que denomináis la “política de la postverdad”.

Si bien a la ciencia y a los científicos se nos reconoce socialmente el rol de ofrecer información objetiva y neutral para la toma de decisiones, los políticos o los tomadores de decisiones siempre han tomado esos conocimientos de manera estratégica. Sobre todo cuando se alinean con sus intereses. Eso es algo que está ahí y nosotros lo vemos como un hecho.

El resurgimiento de los movimientos populistas de extrema derecha se está produciendo, a la vez que las redes sociales están adquiriendo mucho poder. El periodismo tradicional puede estar perdiendo ese rol que tenía antes muy dominante: la de ser la autoridad dominante en la que podía confiar la ciudadanía para recibir información.

Los populismos de extrema derecha se están aprovechando del uso desde las fake news hasta poner en cuestión la evidencia científica y el rol de los medios de comunicación tradicionales. Eso se está canalizando, sobre todo, a través de las redes sociales o medios de comunicación alternativos. Medios que hasta ahora no han sido dominantes, pero que están empezando a jugar un papel fundamental en la transmisión de ideas y valores. La emergencia de la extrema derecha se basa también en sus estrategias de comunicación.

Saben cómo trasladar diferentes ideas, ya sean fakes news o teorías conspiratorias, y cómo poner en duda la evidencia científica sin ningún argumento. Tenemos muchos ejemplos, como es el caso de las vacunas o el del cambio climático. Esto se ha experimentado bastante durante los últimos años, y creemos que se ha refinado mucho.

Por tanto, lo que decimos es que hay que prestar atención a lo que se denomina como ecología de la comunicación. Hay muchos tipos de comunicación y formatos, y vemos que la gente que se está alineando con este tipo de discursos más populistas se está aislando comunicativamente. En vez de abrirse a escuchar, ver o leer diferentes discursos, ideas, opiniones, y obtener diferentes perspectivas y datos, se quedan en esos ecosistemas aislados de la comunicación porque reciben una información que les conviene, pues se ajusta a su visión del mundo.

Esto hace que se aíslen aún más desde el punto de vista del conocimiento y lo que realmente está pasando a su alrededor. Eso genera una gran polarización de las perspectivas políticas que, a su vez, provocan un impacto directo en cómo la gente está dispuesta a actuar, o no, ante estos retos ambientales.

A raíz de esto que comentas. Se discute mucho sobre qué hacer con la extrema derecha que niega la ciencia del cambio climático. Dices que son personas en ‘ecosistemas de información’ aislados. ¿Cuál crees que es la mejor forma de enfrentarse a ellos?

Lo primero es darse cuenta que la insurgencia de la extrema derecha, como movimiento coordinado global, es un hecho. Luego, se trata de confrontar y entender por qué se está dando este fenómeno. Cuál es su origen. Porque si no entendemos el origen nunca le vamos a poder dar una solución real. Para nosotros está clarísimo que la insurgencia de la extrema derecha es muy peligrosa para la agenda multilateral sobre los retos medioambientales.

Por tanto, es necesario no ocultar el problema y hacer análisis correctos. A partir de esto, por un lado, las agendas de investigación tienen que tener muy claro que el mundo está cambiando en muchos aspectos. Tenemos que entender cómo la globalización neoliberal, que lleva ya décadas en marcha, está generando en capas sociales muy amplias una sensación de vulnerabilidad y una incertidumbre existencial de no saber qué puede pasar mañana.

Personalmente, a la extrema derecha, como se dice popularmente, ni agua. Entender por qué existe, sí, pero sin dejar de confrontar, en el debate científico y social, las mentiras y la política de la posverdad que emplean para seguir creciendo.

Tenemos que seguir ofreciendo información basada en la evidencia científica, pero de modo que la gente la pueda entender. Que entiendan, por ejemplo, por qué la crisis climática les puede afectar y que pueden hacer para hacerle frente. Necesitamos que los discursos que se nutren de la ciencia sean más pedagógicos y se enfrenten directamente con la política de la posverdad.

¿Merece la pena y el esfuerzo confrontarles con una evidencia científica que les da igual que esté ahí? Ellos ya tienen su propia verdad y es la única que les interesa.

Bueno, hay que saber quiénes son «ellos». ¿Son los líderes de los movimientos de la insurgencia de la extrema derecha? ¿o es la gente corriente que les apoya, los que se ven seducidos por sus discursos basados muchas veces en el engaño y la mentira? Creo que es mucho más importante concentrarse en entender la psicología de la gente para saber por qué apoya discursos populistas, y confrontar la información engañosa y las mentiras que reciben desde los líderes de esos movimientos. En esto hay que ser muy directos, y para eso son fundamentales los medios de comunicación serios. También es importante que ese debate no se quede solo en las élites de la comunicación y la política, sino que baje a la sociedad, a pie de calle. Ese es el esfuerzo que hay que hacer, también desde la comunidad científica.

En el artículo hacéis mención directa a países y sus respectivas figuras, como es el caso de Bolsonaro o Trump. No así con España o VOX.

Mencionamos una serie de países donde la extrema derecha populista ya ha llegado al poder, pero también decimos que en otros países están teniendo influencia en el discurso político general, lo cual implica también una influencia directa en las políticas públicas, marcos legislativos, etc.

En el artículo nos hemos centrado en dos ejemplos. Uno es el de Trump, y el otro el de Bolsonaro. Uno ha llegado al poder en uno de los países más influyentes y dominantes del mundo, que es Estados Unidos. El otro en Brasil, que es uno de los países más influyentes entre los países en desarrollo. Sobre todo, teniendo en cuenta la influencia que tiene el país en la agenda ambiental multilateral: es uno de los lugares de mayor biodiversidad del mundo, de mayor capacidad de absorción del CO2…

Usamos esos dos casos como ejemplos paradigmáticos, pero el análisis que realizamos se puede exportar fácilmente a diferentes países y contextos, tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo: en España con VOX, en Francia con el movimiento de Le Pen… La insurgencia de la extrema derecha es un fenómeno coordinado y global que comparte muchas similitudes a pesar de ocurrir en países diferentes.

Lo estamos viendo en Chile con las reivindicaciones sociales. También en Bolivia, con el litio de por medio. Lo mismo Brasil, con los pueblos indígenas y la destrucción de la Amazonia. Se está mandando un mensaje, y es que la justicia climática no será posible sin justicia social.

Estoy completamente de acuerdo. No es posible hablar de buscar una solución al problema ambiental global de manera separada de los retos sociales.

Y no solo está ocurriendo en América Latina. En muchos de los países donde hay revueltas sociales, éstas están asociadas a la desigualdad en el reparto de la riqueza. Y este hecho suele estar íntimamente ligado con el reparto de los derechos en el acceso a los recursos naturales, como el agua, la tierra, etc., y los beneficios que se consiguen de los sectores extractivistas, como la minería, la industria forestal, las pesquerías…

En un contexto de negación de la ciencia por parte de los regímenes autoritarios y con el antiambientalismo como bandera, ponéis en valor la figura de la economía ecológica. ¿Qué papel debe jugar la economía ecológica ante la insurgencia de la extrema derecha?

La economía ecológica ya lleva unas cuantas décadas funcionando como disciplina científica a nivel mundial. Es un campo de investigación consolidado que se basa en la idea de la transdisciplinariedad. Es decir, va más allá de la interdisciplinariedad científica, y aboga por la participación social a la hora de compartir y generar conocimiento útil para la gente. Los actores sociales también tienen que demandar conocimiento específico que les ayude, ya sea para vivir mejor, o para, como es el caso de la economía ecológica, diseñar instrumentos económicos que favorezcan la sostenibilidad del planeta. La economía ecológica trasciende las necesidades de las generaciones presentes y también pretende aportar conocimiento y análisis para el bienestar de las generaciones futuras.

Como cualquier campo científico, la economía ecológica evoluciona según el contexto histórico en el que se encuentra en cada momento. Ahora, lo que nosotros vemos es que con el peligro del resurgimiento de la extrema derecha a nivel mundial, la ciencia de la sostenibilidad y la economía ecológica en particular, tienen que redefinir sus prioridades de cara a las próximas décadas. Y cuanto antes lo hagamos mejor. Este es uno de los aportes que hacemos en el artículo.

Por ejemplo, vemos que, hasta ahora, en la economía ecológica se ha hecho mucho énfasis en entender cuáles son los valores económicos de los activos naturales para tratar de convencer a los políticos y tomadores de decisiones que los recursos naturales no son gratis y tienen un valor mucho más allá del valor que el mercado asigna vía precios. La economía ecológica ha hecho grandes aportaciones para demostrar que muchas veces, los beneficios en la conservación de los activos naturales, normalmente, suelen ser mayores que los beneficios de su explotación, sobre todo cuando ésta no es sostenible en el futuro.

Pensamos que la economía ecológica debe también estar preparada para atraer y utilizar el conocimiento de la psicología social y política para entender cómo se forman los valores, nuestras preferencias como individuos y como sociedad, lo que nos asusta, lo que nos atrae, lo que nos bloquea, etc. Necesitamos incluir este conocimiento para entender el comportamiento humano, sobre todo, en una era donde las cosas parecen estar cambiando de manera muy rápida.

La economía ecológica puede, y debe, hacer un aporte importante a la ciencia de la sostenibilidad ayudando a entender las bases del comportamiento humano en esta época de capitalismo global para, desde ahí, contribuir a diseñar transformaciones socio-ecológicas para conseguir un mundo más sostenible y más justo. No olvidemos que la economía ecológica se fundamenta en el reconocimiento de su carácter normativo.

En el artículo se afirma que la economía ecológica puede contribuir a una «política de esperanza» en respuesta a la «política de miedo» de la que viven regímenes autoritarios emergentes. ¿De qué manera?

El miedo es un instrumento muy poderoso que está utilizando el populismo, sobre todo el de extrema derecha, para conseguir apoyos de la sociedad y perseguir sus fines.

Eso hay que confrontarlo, y la economía ecológica tiene que ayudar a entender cómo funciona el discurso artificial sobre el miedo, porque al final es este sentimiento lo que hace que mucha gente se paralice o actué de forma que impida avanzar hacia la sostenibilidad. Desde la ciencia debemos aportar lo necesario para confrontar y erosionar esa política del miedo, porque si se afianza lo vamos a tener muy difícil para conseguir transformaciones sociales y económicas que sirvan para hace frente a los retos ambientales como la crisis climática y la pérdida acelerada de biodiversidad global.

Una de las peores consecuencias, ya visibles, de la crisis climática son las personas que se ven obligadas a desplazarse por motivos climáticos. Este es otro miedo con el que juega el populismo.

Movimientos migratorios siempre ha habido en la historia del planeta, es una cosa natural. Lo que hace el populismo de extrema derecha es utilizar el discurso de la inmigración para agrandar la sensación de inseguridad que puede estar sintiendo una capa social cada vez más amplia que ve cómo su situación socio-económica se está precarizando. El discurso contra la inmigración es un instrumento que ha utilizado siempre y que comparte el movimiento de la insurgencia de la extrema derecha en todo el mundo.

Es muy posible que los movimientos migratorios forzados se agraven por la crisis climática. Estoy seguro que los movimientos populistas de extrema derecha van a utilizar estas situaciones, muy graves a nivel humanitario, para su propio beneficio e infundiendo todavía más miedo en la población autóctona.

Hay que estar muy atentos para desmontar estos discursos del miedo ante el fenómeno universal de la inmigración, sobre todo para explicar que los movimientos migratorios debidos a la escasez de recursos naturales. Por ejemplo, debido a la escasez de agua, catástrofes alimentarias, pérdida de tierra fértil, enfermedades- también tienen que ver con la crisis climática. Hay que explicar con datos en la mano que el cambio climático es un multiplicador de la inestabilidad política en muchos rincones del planeta, y que la crisis climática tiene unos responsables. Y curiosamente, una gran parte de la responsabilidad recae en la elite económica con la cual la insurgencia de la extrema derecha tiene vínculos muy estrechos e intereses compartidos.

Muchas veces se cataloga al ecologismo (partidos o movimientos), como el mejor antídoto frente a la extrema derecha. ¿Cree que realmente es así o que es un papel que no le corresponde?

El ecologismo es un movimiento vivo que tiene diferentes maneras de articularse y expresarse en la sociedad. Puede ser un instrumento válido para confrontar esa política del miedo, pero siempre dándonos cuenta de que el ecologismo no es algo que solo tenga que ver con el medio ambiente; también tiene que ver con la sociedad en su conjunto. El ecologismo como movimiento se ha dado cuenta hace mucho que debe tener un enfoque integrado, tanto ambiental como social. Un enfoque socio-ecológico.

El ecologismo, si actúa de forma independiente, lo tendrá muy difícil para enfrentarse a un reto tan importante como es esta insurgencia de la extrema derecha populista. Sin embargo, se ve que está evolucionando hacia maneras de colaboración con otros movimientos sociales: el feminismo, los derechos sociales de los trabajadores, el antirracismo… Es algo que llevamos viendo desde hace tiempo, y es que todos estos movimientos se están dando cuenta de que tienen que trabajar juntos y que comparten muchas de sus demandas. Esa agenda compartida es la que se necesita para hacer frente a la insurgencia de la extrema derecha.

Fuente:
https://www.climatica.lamarea.com/la-economia-ecologica-frente-al-discurso-de-la-extrema-derecha/

sábado, 26 de enero de 2019

Los 14 síntomas del fascismo eterno

Discurso pronunciado por Umberto Eco el 24 de abril de 1995 en la Universidad de Columbia, Nueva York, recogido después en Cinco escritos morales (Penguin Random House, 2010) y en Contra el fascismo (Lumen, 2018).

El Ur-Fascismo puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca

Estatua en el foro itálico de Roma.
Discurso pronunciado por Umberto Eco el 24 de abril de 1995 en la Universidad de Columbia, Nueva York, recogido después en Cinco escritos morales (Penguin Random House, 2010) y en Contra el fascismo (Lumen, 2018).

El Ur-Fascismo puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca

<p>Estatua en el foro itálico de Roma.</p>
 Estatua en el foro itálico de Roma. FLICKR


El término «fascismo» se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista. Quítenle al fascismo el imperialismo y obtendrán a Franco o Salazar; quítenle el colonialismo y obtendrán el fascismo balcánico. Añádanle al fascismo italiano un anticapitalismo radical (que nunca fascinó a Mussolini) y obtendrán a Ezra Pound. Añádanle el culto la mitología celta y el misticismo del Grial (completamente ajeno al fascismo oficial) y obtendrán uno de los gurús fascistas más respetados, Julius Evola. A pesar de esta confusión, considero que es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar «Ur-Fascismo», o «fascismo eterno». Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema; muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista.

1. La primera característica de un Ur-Fascismo es el culto de la tradición. El tradicionalismo es más antiguo que el fascismo. No fue típico sólo del pensamiento contrarrevolucionario católico posterior a la Revolución Francesa, sino que nació en la edad helenística tardía como reacción al racionalismo griego clásico. En la cuenca del Mediterráneo, los pueblos de religiones diferentes (aceptadas todas con indulgencia por el Olimpo romano) empezaron a soñar con una revelación recibida en el alba de la historia humana. Esta revelación había permanecido durante mucho tiempo bajo el velo de lenguas ya olvidadas. Estaba encomendada a los jeroglíficos egipcios, a las runas de los celtas, a los textos sagrados, aún desconocidos, de algunas religiones asiáticas. Esta nueva cultura había de ser sincrética. «Sincretismo» no es sólo, como indican los diccionarios, la combinación de formas diferentes de creencias o prácticas. Una combinación de ese tipo debe tolerar las contradicciones. Todos los mensajes originales condenen un germen de sabiduría y, cuando parecen decir cosas diferentes o incompatibles, lo hacen sólo porque todos aluden, alegóricamente, a alguna verdad primitiva. Como consecuencia, ya no puede haber avance del saber. La verdad ya ha sido anunciada de una vez por todas, y lo único que podemos hacer nosotros es seguir interpretando su oscuro mensaje. Es suficiente mirar la cartilla de cualquier movimiento fascista para encontrar a los principales pensadores tradicionalistas. La gnosis nazi se alimentaba de elementos tradicionalistas, sincretistas, ocultos. La fuente teórica más importante de la nueva derecha italiana, Julius Evola, mezclaba el Grial con los Protocolos de los Ancianos de Sión, la alquimia con el Sacro Imperio Romano. El hecho mismo de que, para demostrar su apertura mental, una parte de la derecha italiana haya ampliado recientemente su cartilla juntando a De Maistre, Guénon y Gramsci es una prueba fehaciente de sincretismo. Si curiosean ustedes en los estantes que en las librerías americanas llevan la indicación New Age, encontrarán incluso a San Agustín, el cual, por lo que me parece, no era fascista. Pero el hecho mismo de juntar a San Agustín con Stonehenge, esto es un síntoma de Ur-Fascismo.

2. El tradicionalismo implica el rechazo del modernismo. Tanto los fascistas como los nazis adoraban la tecnología, mientras que los pensadores tradicionalistas suelen rechazar la tecnología como negación de los valores espirituales tradicionales. Sin embargo, a pesar de que el nazismo estuviera orgulloso de sus logros industriales, su aplauso a la modernidad era sólo el aspecto superficial de una ideología basada en la «sangre» y la «tierra» (Blut und Boden). El rechazo del mundo moderno se camuflaba como condena de la forma de vida capitalista, pero concernía principalmente a la repulsa del espíritu del 1789 (o del 1776, obviamente). La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna. En este sentido, el Ur-Fascismo puede definirse como «irracionalismo».

3. El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas. Desde la declaración atribuida a Goebbels («cuando oigo la palabra cultura, echo la mano a la pistola») hasta el uso frecuente expresiones como «cerdos intelectuales», «estudiante cabrón, trabaja de peón», «muera la inteligencia», «universidad, guarida de comunistas», la sospecha hacia el mundo intelectual ha sido siempre un síntoma de Ur-Fascismo. El mayor empeño de los intelectuales fascistas oficiales consistía en acusar a la cultura moderna y a la intelligentsia liberal de haber abandonado los valores tradicionales.

4. Ninguna forma de sincretismo puede aceptar el pensamiento crítico. El espíritu crítico opera distinciones, y distinguir es señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica entiende el desacuerdo como instrumento de progreso de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.

5. El desacuerdo es, además, un signo de diversidad. El Ur-Fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo de la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, pues, racista por definición.

6. El Ur-Fascismo surge de la frustración individual o social. Lo cual explica por qué una de las características típicas de los fascismos históricos ha sido el llamamiento a las clases medias frustradas, desazonadas, por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de los grupos sociales subalternos. En nuestra época, en la que los antiguos «proletarios» se están convirtiendo en pequeña burguesía (y los lumpen se autoexcluyen de la escena política), el fascismo encontrará su público en esta nueva mayoría.

7. A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país. Es éste el origen del «nacionalismo». Además, los únicos que pueden ofrecer una identidad a la nación son los enemigos. De esta forma, en la raíz de la psicología Ur-Fascista está la obsesión por el complot, posiblemente internacional. Los secuaces deben sentirse asediados. La manera más fácil para hacer que asome un complot es apelar a la xenofobia. Ahora bien, el complot debe surgir también del interior: los judíos suelen ser el objetivo mejor, puesto que presentan la ventaja de estar al mismo tiempo dentro y fuera. En América, el último ejemplo de la obsesión del complot está representado por el libro The New World Order de Pat Robertson.


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8. Los secuaces deben sentirse humillados por la riqueza ostentada y por la fuerza de los enemigos. Cuando era niño, me enseñaban que los ingleses eran el «pueblo de las cinco comidas»: comían más a menudo que los italianos, pobres pero sobrios. Los judíos son ricos y se ayudan mutuamente gracias a una red secreta de recíproca asistencia. Los secuaces, con todo, deben estar convencidos de que pueden derrotar a los enemigos. De este modo, gracias a un continuo salto de registro retórico, los enemigos son simultáneamente demasiado fuertes y demasiado débiles. Los fascismos están condenados a perder sus guerras, porque son incapaces constitucionalmente de valorar con objetividad la fuerza del enemigo.

9. Para el Ur-Fascismo no hay lucha por la vida, sino más bien, «vida para la lucha». El pacifismo es entonces colusión con el enemigo; el pacifismo es malo porque la vida es una guerra permanente. Esto, sin embargo, lleva consigo un complejo de Harmaguedón: puesto que los enemigos deben y pueden ser derrotados, tendrá que haber una batalla final, de resultas de la cual el movimiento obtendrá el control del mundo. Una solución final de ese tipo implica una sucesiva era de paz, una Edad de Oro que contradice el principio de la guerra permanente. Ningún líder fascista ha conseguido resolver jamás esta contradicción.

10. El elitismo es un aspecto típico de toda ideología reaccionaria, en cuanto fundamentalmente aristocrático. En el curso de la historia, todos los elitismos aristocráticos y militaristas han implicado el desprecio por los débiles. El Ur-Fascismo no puede evitar predicar un «elitismo popular». Cada ciudadano pertenece al mejor pueblo del mundo, los miembros del partido son los ciudadanos mejores, cada ciudadano puede (o debería) convertirse en miembro del partido pero no puede haber patricios sin plebeyos. El líder, que sabe perfectamente que su poder no lo ha obtenido por mandato, sino que lo ha conquistado con la fuerza, sabe también que su fuerza se basa en la debilidad de las masas, tan débiles que necesitan y se merecen un «dominador». Puesto que el grupo está organizado jerárquicamente (según un modelo militar), todo líder subordinado desprecia a sus subalternos, y cada uno de ellos desprecia a sus inferiores. Todo ello refuerza el sentido de un elitismo de masa.

11. En esta perspectiva, cada uno está educado para convertirse en un héroe. En todas las mitologías, el «héroe» es un ser excepcional, pero en la ideología Ur-Fascista el heroísmo es la norma. Este culto al heroísmo está vinculado estrechamente con el culto a la muerte: no es una coincidencia que el lema de los falangistas fuera «¡Viva la muerte!». A la gente normal se le dice que la muerte es enojosa, pero que hay que encararla con dignidad; a los creyentes se les dice que es una forma dolorosa de alcanzar una felicidad sobrenatural. El héroe Ur-Fascista, en cambio, aspira a la muerte, anunciada como la mejor recompensa de una vida heroica. El héroe Ur-Fascista está impaciente por morir, y en su impaciencia, todo hay que decirlo, más a menudo consigue hacer que mueran los demás.

12. Puesto que tanto la guerra permanente como el heroísmo son juegos difíciles de jugar, el Ur-Fascista transfiere su voluntad de poder a cuestiones sexuales. Éste es el origen del machismo (que implica desdén hacia las mujeres y una condena intolerante de costumbres sexuales no conformistas, desde la castidad hasta la homosexualidad). Y puesto que también el sexo es un juego difícil de jugar, el héroe Ur-Fascista juega con las armas, que son su Ersatz fálico: sus juegos de guerra se deben a una invidia penis permanente.

13. El Ur-Fascismo se basa en un «populismo cualitativo». En una democracia los ciudadanos gozan de derechos individuales, pero el conjunto de los ciudadanos sólo está dotado de un impacto político desde el punto de vista cuantitativo (se siguen las decisiones de la mayoría). Para el Ur-Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos, y el «pueblo» se concibe como una cualidad, una entidad monolítica que expresa la «voluntad común». Puesto que ninguna cantidad de seres humanos puede poseer una voluntad común, el líder pretende ser su intérprete. Habiendo perdido su poder de mandato, los ciudadanos no actúan, son llamados sólo pars pro totoa desempeñar el papel de pueblo. El pueblo, de esta manera, es sólo una ficción teatral. Para poner un buen ejemplo de populismo cualitativo, ya no necesitamos Piazza Venezia o el estadio de Núremberg. En nuestro futuro se perfila un populismo cualitativo Televisión o Internet, en el que la respuesta emotiva de un grupo seleccionado de ciudadanos puede ser presentada o aceptada como la «voz del pueblo». En razón de su populismo cualitativo, el Ur-Fascismo debe oponerse a los «podridos» gobiernos parlamentarios. Una de las primeras frases pronunciadas por Mussolini en el parlamento italiano fue: «Hubiera podido transformar esta aula sorda y gris en un xivac para mis manipulas». De hecho, encontró inmediatamente un alojamiento mejor para sus manípulos, pero poco después liquidó el parlamento. Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa ya la «voz del pueblo», podemos percibir olor de Ur-Fascismo.

14. El Ur-Fascismo habla la «neolengua». La «neolengua» fue inventada por Orwell en 1984, como lengua oficial del Ingsoc, el socialismo inglés, pero elementos de Ur-Fascismo son comunes a formas diversas de dictadura. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Pero debemos estar preparados para identificar otras formas de neolengua, incluso cuando adoptan la forma inocente de un popular reality-show.

Después de haber indicado los posibles arquetipos del Ur-Fascismo, concédanme que concluya. La mañana del 27 de julio de 1943 me dijeron que, según los partes leídos por radio, el fascismo había caído y Mussolini había sido arrestado. Mi madre me mandó a comprar el periódico. Fui al quiosco más cercano y vi que los periódicos estaban, pero los nombres eran diferentes. Además, después de una breve ojeada a los títulos, me di cuenta de que cada periódico decía cosas diferentes y compré uno al azar, y leí un mensaje impreso en la primera página firmado por cinco o seis partidos políticos, como Democracia Cristiana, Partido Comunista, Partido Socialista, Partido de Acción, Partido Liberal. Hasta aquel momento yo creía que había un solo partido por cada país, y que en Italia sólo existía el Partido Nacional Fascista. Estaba descubriendo que en mi país podía haber diferentes partidos al mismo tiempo. No sólo esto: puesto que era un chico listo, me di cuenta enseguida de que era imposible que tantos partidos hubieran surgido de un día para otro. Comprendí, así, que ya existían como organizaciones clandestinas. El mensaje celebraba el final de la dictadura y el regreso de la libertad: libertad de palabra, de prensa, de asociación política. Estas palabras, «libertad», «dictadura» —Dios mío— era la primera vez en mi vida que las leía. En virtud de estas nuevas palabras yo había renacido hombre libre occidental. Debemos prestar atención a que el sentido de estas palabras no se vuelva a olvidar. El Ur-Fascismo está aún a nuestro alrededor, a veces con trajes de civil. Sería muy cómodo, para nosotros, que alguien se asomara a la escena del mundo y dijera: «¡Quiero volver a abrir Auschwitz, quiero que las camisas negras vuelvan a desfilar solemnemente por las plazas italianas!». Por desgracia, la vida no es tan fácil. El Ur-Fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Vuelvo a darle la palabra a Roosevelt: «Me atrevo a afirmar que si la democracia americana deja de progresar como una fuerza viva, intentando mejorar día y noche con medios pacíficos las condiciones de nuestros ciudadanos, la fuerza del fascismo crecerá en nuestro país» (4 de noviembre de 1938).

Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca. Que éste sea nuestro lema: «No olvidemos». Y permítanme que acabe con una poesía de Franco Forfini:

En el pretil del puente
las cabezas de los ahorcados.
En el agua de la fuente
las babas de los ahorcados.
En el enlosado del mercado
las uñas de los fusilados.
En la hierba seca del prado
los dientes de los fusilados.
Morder el aire morder las piedras
nuestra carne no es ya de hombres.
Morder el aire morder las piedras
nuestro corazón no es ya de hombres.
Pero nosotros lo leímos en los ojos de los muertos
y en la tierra haremos libertad
pero apretaron los puños de los muertos
la justicia que se hará.
Traducción: Helena Lozano Miralles.

Fuente: 
Estatua en el foro itálico de Roma. FLICKR El término «fascismo» se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista.
Quítenle al fascismo el imperialismo y obtendrán a Franco o Salazar; quítenle el colonialismo y obtendrán el fascismo balcánico.

Añádanle al fascismo italiano un anticapitalismo radical (que nunca fascinó a Mussolini) y obtendrán a Ezra Pound.

Añádanle el culto la mitología celta y el misticismo del Grial (completamente ajeno al fascismo oficial) y obtendrán uno de los gurús fascistas más respetados, Julius Evola.

A pesar de esta confusión, considero que es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar «Ur-Fascismo», o «fascismo eterno».

Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema; muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista. 

Fuente:

https://ctxt.es/es/20190116/Politica/23898/Umberto-Eco-documento-CTXT-fascismo-nazismo-extrema-derecha.htm