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martes, 26 de noviembre de 2024

Breve catálogo de malos

Retrato de Nicolás Maquiavelo (1469-1527) grabado según Stefano Ussi (1822-1901)
Retrato de Nicolás Maquiavelo (1469-1527) grabado según Stefano Ussi (1822-1901)
Decía Elie Wiesel, superviviente del Holocausto, que lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia.

Toda la vida me ha fascinado el tema del Mal. Y lo escribo con mayúsculas porque me refiero a esa maldad tan colosal e inexplicable que te vuelve loco. Sin duda es uno de los grandes problemas del ser humano; las religiones se han inventado para darle un sentido al Mal, con el fin de que no nos destruya. De hecho, quizá no haya nada más importante a lo que tengamos que enfrentarnos que esos dos enigmas tenebrosos que son el Mal y la muerte. Por qué existe el Mal. Por qué tenemos que morirnos.

Ya se sabe que, según los expertos, hay un dos por ciento de psicópatas (no confundir con los psicóticos, que padecen una enfermedad mental) que son capaces de todo, porque carecen de empatía y utilizan fríamente al prójimo para su beneficio. Y a esos hay que añadir cerca de un diez por ciento de psicopatoides y narcisos, gente también muy tóxica, manipuladora y egocéntrica. En total, un buen pellizco de personas muy malas. Pero malísimas, vaya. Prácticamente todos los grandes monstruos de la Historia deben de proceder de esa cantera.

Pero no es de esos de los que quiero hablar hoy, sino de los malos menores, unos individuos que en realidad no tendrían por qué ser unos miserables, pero que lamentablemente se dejan llevar. Como, por ejemplo, los malos por pereza ética e intelectual. Son esa gente sin sustancia, carente de ambiciones e inquietudes, cuya máxima aspiración consiste en vivir lo mejor posible con el mínimo esfuerzo. Lo cual hace que, entre otras cosas, sean grandes consumidores de fake news y de cuanta trola social les pase cerca, porque verificar los datos o pararse a pensar les resulta cansino. A esta categoría debían de pertenecer muchos de los que se apresuraron a retuitear, el pasado agosto, que el autor de los apuñalamientos sucedidos en el Reino Unido era un inmigrante musulmán radical, una noticia falsa que provocó aquella espeluznante ola de violencia racista en todo el país. Resumiendo: ellos mismos no serían linchadores, son demasiado vagos, pero son quienes azuzan para linchar.

Luego están los malos con heridas pero sin reflexión (como en el caso anterior, la dejación del pensamiento tiene consecuencias peligrosas), que son aquellas personas que arrastran un sufrimiento, un rencor y una furia que no han sabido razonar ni asumir. Estos son los ejecutores del Mal y pueden llegar a ser atroces. Yo diría que una parte de los agresores en la violencia de género viene de ahí (otros son directamente psicópatas), así como muchos de los causantes de la violencia social. El gran neurólogo Robert Sapolsky cuenta en su libro Compórtate cómo el odio alivia, por desgracia, la angustia de quienes no saben manejar sus emociones.

Cerraré este somero e incompleto catálogo con los malos por miedo. Y ahí hay una división muy importante; por un lado, están aquellos que sienten un miedo insuperable. Imagina la época del nazismo, y que tu vecino judío viene a aporrear tu puerta para pedirte ayuda, y que no abres. Lo que estás haciendo es horrible, pero el pavor te tiene paralizado. Yo veo ahí una disculpa, aunque arrastres esa mancha toda la vida. Pero luego está el miedo social, o, por mejor decir, la conveniencia. No defiendes a tu amigo del instituto al que están acosando, y no porque pienses que también puedan pegarte a ti, sino porque no quieres pasar a formar parte de los pringados de clase. Este apartado puede envilecerse hasta lo infinito con aquellos malos que lo son para sacar tajada. Esto es, su temor no es a descender en la escala social, sino a no ascender lo suficiente. Son todos aquellos que se pliegan siempre al poder que mas conviene: los chaqueteros, los más papistas que el Papa, los que escupen al vecino judío si está delante un gerifalte de las SS, porque en realidad el vecino les da igual. Quiero decir que no hay ideología ni odio, sino cálculo. Y se las apañan para cegar su conciencia solo en el rinconcito justo que les permite medrar; en lo demás, hasta pueden parecer encantadores (¿qué tal Juan Goytisolo alardeando de pureza ética y luego permitiendo que su amante violara a su nieta?). Estos malos, en fin, son los que más me angustian, los que más aborrezco. Decía Elie Wiesel, superviviente del Holocausto, que lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. Y esa fría indiferencia de parásito es lo más aterrador del ser humano.

El Mal existe porque los tibios de corazón se lo permiten.

Rosa Montero

miércoles, 19 de enero de 2022

_- Bondad anónima

_- No conozco ningún otro signo de superioridad que la bondad. Beethoven (1770-1827) 

Decía Ernesto Sábato que “en la bondad se encierran todos los géneros de la sabiduría”. Es cierto. He abierto el artículo con esta cita porque hay mucha gente que identifica al bueno con el tonto, al generoso con el ingenuo, al altruista como estúpido. “Es tan bueno, que parece tonto”, se dice. El inteligente solo mira por sí mismo. Es necesario llegar a descubrir con Platón que “buscando el bien de nuestros semejantes encontramos el nuestro”.

Voy a contar algo que ha pasado hace unos días. Explicaré dónde y qué. Hay un supermercado de Mercadona en una barriada de Málaga que se llama El Palo. Yo fui paleño durante ocho años. Y todavía conservo el ático en el que viví. Muchas veces iba a comprar a ese supermercado que se encuentra a pocos metros de mi vivienda. Y hoy en día, aunque ahora vivo en La Cala del Moral, acudo algunas veces a él por comodidad o por nostalgia.

Pues bien, en estas navidades, me han enviado una noticia que me ha llamado la atención. Y que ha tenido lugar en ese Mercadona de El Palo. Una señora mayor (84 años contantes y sonantes) deposita su compra sobre la cinta y contempla cómo la cajera va pasando los diversos productos por el lector óptico. Cuando la cajera termina le dice el total (62 euros) que tiene que abonar y le pregunta si va a pagar con tarjeta. La respuesta de la anciana es afirmativa. Saca de su bolso una cartera, extrae la tarjeta bancaria y la introduce por la ranura del datáfono. Cuando marca el pin, comprueba que hay un error. Vuelve a introducir otro número y se repite el rechazo. La señora se pone muy nerviosa porque ve que la gente de la cola empieza a impacientarse.

Llama por teléfono a su hijo con el fin de que la ayude a recordar el pin de su tarjeta. Pero el hijo no responde a la llamada porque, como se ha sabido después, se encuentra visitando a su hermana, ingresada en un Hospital y, en ese momento, está hablando con los médicos. La señora, desbordada por la situación, se echa a llorar desconsoladamente.

Encuentra en su bolso 15 euros y cuando le va a decir a la cajera que deje solo productos que puede pagar con el dinero que lleva, esta le dice para su sorpresa:

Señora, puede llevárselo todo. Ha pagado su cuenta ese joven con jersey marrón que está atravesando la puerta de salida.
Lo que más me ha llamado la atención de esta historia es que el joven se fuese sin decirle a la señora que él se había hecho cargo de su cuenta. Lo cual significa que no se trata de un préstamo sino de una donación, ya que no espera recuperar ese dinero. Pero, sobre todo, su retirada silenciosa muestra claramente que no pretendía conseguir el reconocimiento de la desconsolada compradora. Esa persona hizo buenas las palabras de Séneca: “La mayor recompensa de una buena acción es haberla hecho”.

La noticia ha tenido más relevancia porque la señora ha resultado ser la madre del conocido chef Chicho Marín, que busca al joven benefactor con un tuit que se ha hecho viral. Dice así: “Almas buenas. Gracias a la persona que hoy, con tanta generosidad, le ha pagado la compra a mi madre al ver que no se acordaba del pin. Si lees esto me gustaría poder pagártelo. Gracias de corazón. Ha llorado mucho por su impotencia ante la falta de memoria”. Que yo sepa, el generoso y anónimo donante no se ha presentado, sea por no conocer el reclamo del hijo, sea porque desea mantener el anonimato. En una llamada al supermercado acabo de comprobar que no se ha sabido nada más del joven donante.

Creo que hechos de este tipo, deberían ocupar obligatoriamente la cabecera de los periódicos, de los telediarios y de los informativos de la radio. ¿Por qué suelen ser noticia los escándalos financieros, los robos de bancos, los timos más diversos en los que el interés de algunos conlleva el daño de los demás…?

Si fuese obligatorio abrir las noticias con hechos de este tipo podríamos tener otra imagen sobre la realidad, sentir más seguridad en las casas y en la calle, ideas que podríamos imitar, un mayor optimismo sobre el futuro de la especie… Pero no. Una noticia llamativa es una desgracia, un delito, un robo, un atentado, una violación, un secuestro, un atraco, un asesinato…

Hace ya algunos años leí el libro “El poder de la bondad”, de Piero Ferrucci. Lo he recuperado ahora de la biblioteca. Dice el autor en las primeras páginas: “Ningún periódico publicará mañana la noticia de una madre que leyó a su hijo un cuento para que se durmiera, o de un padre que le preparó el desayuno a su hija, o de alguien que nos ha escuchado con atención, de un amigo que nos ha ayudado, o de un extraño que nos ha llevado la maleta…”.

Estoy seguro de que son más numerosos los hechos marcados por la generosidad, por el amor, por el respeto, por la honestidad, por la confianza, por la empatía, por el perdón, por la gratitud, por la humildad, por la paciencia, por la comprensión, por la bondad, que aquellos que muestran la perversión o la maldad de los seres humanos.

Las personas bondadosas son más fuertes y están destinadas a vivir una vida más interesante, más larga y más satisfactoria que las personas que carecen de esta cualidad. Sharon Salzberg, en su maravilloso libro Loving Kindness, cita la forma en que Buda enumera los beneficios de la bondad. Si una persona es bondadosa dormirá con facilidad, se despertará con alegría, tendrá sueños agradables, la gente le querrá, los animales le amarán, los devas (seres celestiales) le protegerán, los peligros externos no le lastimarán, lucirá un rostro radiante, su mente será serena, no morirá en un estado de confusión, renacerá en un ámbito feliz.

La bondad beneficia a los destinatarios de esa actitud pero también a quienes son bondadosos. Hay un refrán español que siempre me ha parecido pesimista y mezquino: “por la caridad entró la peste”. A veces, por ser generosos, nos vemos perjudicados. Dice Piero Ferrucci en el libro citado: “El auténtico beneficio de la generosidad, para quien la ofrece, no es un beneficio material sino una revolución interior. Nos volvemos más fluidos, más dispuestos a arriesgarnos. Concedemos menos importancia a los bienes materiales y más a las personas. Y los límites entre nosotros y los demás son menos radicales, de forma que nos sentimos parte de un todo en el que es posible compartir recursos, emociones y nuestro propio ser”.

La bondad debe ejercerse con alegría. Cuando necesitamos ayuda nos gusta recibirla de alguien que se alegra de brindarla y no de quien se sacrifica al hacerlo. La alegría y el buen humor son componentes básicos de la bondad. Decía Ernest Heminguay: “La gente buena, si se piensa un poco, ha sido siempre gente alegre”.

Desde que Norman Cousins se curó a sí mismo de espondilitis anquilosante (artritis crónica, AS por sus siglas en inglés) viendo vídeos de los hermanos Marx han proliferado los estudios sobre los efectos sanadores del humor, que tiene otras virtualidades, por empleo, fomenta nuestra creatividad. Los sujetos que acababan de ver una película cómica resolvían un problema práctico mejor que quienes no la habían visto. También se ha comprobado que el sentido del humor pose la facultad de aliviar el dolor físico, de reducir el estrés, de reforzar el sistema inmunitario y de disminuir la presión sanguínea. Me gusta decir que el humor es un forma de bondad.

Fuente: El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra.

domingo, 23 de agosto de 2020

GRANDES DISCURSOS DEL SIGLO XX. El alegato del líder indio en 1922 ante el tribunal que lo condenó por sedición. Cómo Gandhi encontró en la no violencia la mejor estrategia contra el Imperio Británico. Apaciguó los ánimos de una población dispuesta a una revuelta sangrienta

El Contexto

Perfecto conocedor de la ley y el derecho británicos tras haber estudiado en Londres y ejercer la abogacía durante más de dos décadas en la actual Sudáfrica, Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948) regresó a su país en 1915 reconocido ya como un destacado activista de los derechos sociales. No en vano, aquel humilde abogado de Porbandar, hijo de comerciantes, había logrado el reconocimiento de los miembros de la minoría india como ciudadanos de pleno derecho en los dominios británicos de la Unión Sudafricana mediante una estrategia que él mismo denominó satyagraha (apego a la verdad). Lo que no había conseguido la colaboración de la población india en el bando británico en las guerras bóer lo consiguió la apuesta por la desobediencia civil y pacífica a la ley que obligaba a todos los indios a registrarse en un censo específico.

En 1918 abanderó su primera gran causa en India: las masivas protestas pacíficas de los campesinos de las regiones de Champaran y Jeda, obligados a cultivar índigo para elaborar tinte y venderlo a bajo precio en lugar de cultivar alimentos.

El primer éxito del joven letrado indio fue el reconocimiento de los derechos civiles de la minoría india de la Unión Sudafricana

A esa primera causa pronto se sumaron otras. Como ya había pasado en Sudáfrica, pese a que más de un millón de soldados y trabajadores indios habían servido en Europa bajo la bandera de Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, sus reivindicaciones civiles sólo obtuvieron por respuesta la denominada ley Rowlatt, que en 1919 concedía a las autoridades británicas plenos poderes en casos considerados de emergencia y limitaba las libertades indias. La ley pronto desembocó en el primer episodio sangriento, la conocida masacre de Amritsar, en el Punyab. El 13 de abril de ese año, una muchedumbre de diverso credo –sijes, hinduistas y musulmanes– celebraban el Vaisakhi (Año Nuevo) y el comandante militar británico, Reginal Dyer, ordenó abrir fuego a discreción en lo que consideró una acción de disidencia. Murieron cerca de 400 personas y más de un millar resultaron heridas.

Gandhi llamó de nuevo a la desobediencia civil y al boicot a los productos y empresas de la metrópoli y viajó por todo el país para promulgar esa respuesta no violenta ante el poder colonial, por más que se dieron diversos episodios violentos. “Sin nuestro apoyo, ni 100.000 europeos podrán dominar a nuestros pueblos”, proclamó, invitando también a la población musulmana a sumarse a la protesta. En septiembre de 1920 propuso al Congreso Nacional Indio abogar por el autogobierno, preferiblemente dentro del Imperio Británico, pero fuera de él si fuese la voluntad popular. Asimismo rehusó la participación de la población india en el régimen de representación local que fijó la reforma Montagu-Chelmsford, con las que los británicos trataron de reconducir la situación. El partido de Gandhi no se presentó a los comicios y el secretario de Estado británico para India, Edwin Samuel Montagu, dimitió. La situación política volvió a enquistarse.

Tras la masacre de Amritsar, el activista llamó a la desobediencia civil generalizada y el boicot a las empresas de la metrópoli. En diciembre de 1921, el Congreso Nacional Indio designó a Gandhi autoridad suprema y el filósofo y poeta bengalí Rabindranath Tagore –premio Nobel de Literatura en 1913– lo bautizó como Mahatma (alma grande). El 10 de marzo de 1922 fue arrestado en Bombay y el 18 condenado por sedición a seis años de cárcel. Fue excarcelado dos años después y en 1928, cumplida su condena, lideró una nueva protesta de resistencia pacífica contra las autoridades británicas contra el impuesto de la sal, cuyo monopolio estaba en manos del Gobierno colonial. Un nuevo paso hacia la independencia india.

Con esta sucinta información de Reuters informó La Vanguardia de la condena a Gandhi (tercera columna)

Opinión del periodista Enrique Fajardo (Fabián Vidal) sobre la condena a Gandhi en La Vanguardia del 24 de marzo de 1922

EL DISCURSO
“La no violencia es el primer precepto de mi fe.Y es el último precepto de mi fe. Pese a ello, tenía que tomar una decisión; o bien me sometía a un sistema que en mi opinión había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara cuando entendiera la verdad que salía de mis labios. Sé que mi pueblo ha enloquecido en algunas ocasiones. Lo siento muchísimo; y por ello estoy aquí, para someterme no a un castigo menor, sino a un castigo en toda regla. No pido clemencia, no apelo a ninguna circunstancia atenuante.

”Así pues, estoy aquí para prestarme a cumplir la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que puede hacer, señoría, es, como diré a continuación en mi declaración, o bien dimitir de su cargo o infligirme la pena más dura si cree que el sistema y la ley que usted contribuye a aplicar es buena para el pueblo. No espero que se produzca esa clase de conversión. Sin embargo, puede que cuando haya acabado con mi declaración, usted se haya hecho una idea de lo que arde en mi pecho y que ha dado alas al más loco riesgo que un hombre en su sano juicio puede correr.

”Pocos son los habitantes de la ciudad conscientes de cómo las multitudes prácticamente desahuciadas por la hambruna de India se están consumiendo hasta la inexistencia. Pocos son conscientes de que su miserable bienestar es fruto de la comisión que reciben a cambio del trabajo realizado para el explotador extranjero, que los beneficios y la comisión se obtienen de las masas. Pocos se dan cuenta de que el Gobierno establecido por ley en la India británica sigue en vigencia gracias a esa explotación de las masas. No hay sofistería ni malabarismo con las cifras que sirva de explicación convincente para la obviedad, para los esqueletos que se ven a simple vista en muchas aldeas. No me cabe ninguna duda de que tanto Inglaterra como los habitantes de las ciudades indias tendrán que responder, si es que hay un Dios en las alturas, por este crimen contra la humanidad que tal vez no tenga precedentes en la historia.

La no violencia es el primer precepto de mi fe. Pese a ello, o bien me sometía a un sistema que había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara”

Mahatma Gandhi
”En este país, la misma ley se ha puesto al servicio del explotador extranjero. Mi experiencia en casos políticos en India me lleva a la conclusión de que en nueve de cada diez ocasiones los condenados eran totalmente inocentes. Su delito fue amar a su país. En los tribunales de India, en noventa y nueve casos de cada cien, a los indios se les ha negado la justicia en favor de los europeos.No se trata de una visión exagerada. Ésta ha sido la experiencia de casi todos los indios que han tenido algo que ver con esos casos. En mi opinión, la aplicación de la ley se ha prostituido por tanto de forma consciente o inconsciente en beneficio del explotador.

”La mayor desgracia es que los ingleses y sus socios indios de la Administración del país no saben que están involucrados en el delito que he intentado describir. Me siento satisfecho de que muchos funcionarios ingleses e indios crean sinceramente que aplican uno de los sistemas mejor ideados del mundo y que India avanza a un ritmo constante aunque lento. No saben que un sistema sutil aunque efectivo de terrorismo y un despliegue organizado de fuerza, por una parte, y la privación de todo poder de represalia o de autodefensa, por otra, han mutilado al pueblo y los ha hecho incurrir en el hábito de la simulación. Este horrible hábito se ha sumado a la ignorancia y al autoengaño de los administradores.

”El artículo 124-A en virtud del cual felizmente se me acusa sea tal vez el rey de los artículos políticos del Código Penal indio ideado para suprimir la libertad del ciudadano. El afecto no puede ser manipulado ni regulado por la ley. Si uno no siente afecto por una persona o cosa, debería ser libre para transmitir la total expresión de su desafecto siempre que no contemple ni fomente la violencia ni incite a ella. No obstante, el artículo en virtud del cual se nos acusa al señor Banker y a mí establece que el mero fomento del desafecto constituye un delito. He estudiado algunos casos juzgados por este artículo y sé que algunos de los más apreciados patriotas indios han sido condenados en virtud del mismo. Por lo tanto, considero un privilegio que se me acuse del mismo delito. He intentado por todos los medios comunicarles de la forma más breve posible la razón de mis desafectos.

Lo único que pueden hacer, señoría, es o bien dimitir de su cargo si siente que la justicia que debe administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa”

Mahatma Gandhi

”No siento animadversión personal por ningún administrador en concreto ni mucho menos puedo sentir desafecto por su majestad el rey. Sin embargo, considero una virtud sentir desafecto por un Gobierno que en su totalidad ha hecho más daño a India que cualquier sistema anterior. India es menos valerosa bajo el mandato británico de lo que había sido jamás. Con esta creencia, considero un pecado sentir afecto por el sistema. Y ha sido un precioso privilegio para mí poder escribir lo que he escrito en los diversos artículos presentados como pruebas en mi contra.

”En realidad creo que he prestado un servicio a India y a Inglaterra al demostrar que la desobediencia es la forma de abandonar el estado antinatural en el que ambas naciones viven. En mi modesta opinión, la desobediencia al mal es un deber tanto como lo es la obediencia al bien. No obstante, en el pasado, la desobediencia ha sido expresada, con deliberación, en forma de violencia contra el perpetrador del mal. Mi cometido es el de demostrar a mis compatriotas que la desobediencia violenta sólo multiplica el mal y, puesto que el mal sólo puede sobrevivir gracias a la violencia, negarse a apoyar al mal requiere el abandono incondicional de la violencia.

”La no violencia implica la sumisión voluntaria al castigo por la desobediencia al mal. Por tanto, estoy aquí para dar la bienvenida y someterme de buen grado al cumplimiento de la pena más alta que pueda serme infligida por lo que según la ley es un delito deliberado y por lo que a mí me parece el deber civil supremo. Lo único que pueden hacer, señoría y señores asesores, es o bien dimitir de su cargo y así distanciarse del mal si sienten que la justicia que deben administrar es un mal y que en realidad soy inocente, o bien infligirme la pena más severa si creen que el sistema y la ley que consienten en administrar es buena para las personas de este país y que mi actividad es, por tanto, perjudicial para el bien común.

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/20191206/472018308412/gandhi-india-independencia-discurso-no-violencia-desobediencia-civil.html

viernes, 16 de enero de 2015

Gente mala y fea. Quizá la mayoría de los individuos prefieran ser buenos, pero lo primero que escogen es no meterse en líos

Yo suelo escribir bastante sobre la buena gente. Y no sólo escribo: pienso a menudo en ella. Cuando aprieta la zozobra, cuando abrir un periódico te araña el corazón, cuando te enteras de alguno de los horrores que suceden por el mundo, como la reciente matanza de niños cometida por los talibanes, consuela recordar que hay muchísimos individuos maravillosos que nunca salen en las noticias y a quienes no prestamos atención. Pero existen, de eso no tengo duda. Vivo en la certidumbre de que la mayoría de los humanos son razonablemente buenos.

Sin embargo, hoy me han entrado ganas de hablar de los malos. Y no de los completos monstruos, de los psicópatas, de los criminales, de los fanáticos; no hablo de la perversión monumental y sin paliativos de los talibanes, o de los que queman vivas a sus mujeres, o de los que ordenan torturar salvajemente a un preso, o de quienes, como Blasco, exconseller de Cooperación y Solidaridad de la Generalitat Valenciana, roban el dinero donado con generosa urgencia por los ciudadanos para socorrer a los damnificados del terremoto de Haití (esa también es una manera de matar). No. Me refiero a los malos insidiosos y mezquinos, a los malos mediocres pero feroces en su cobarde medianía. Y me temo que ese tipo de gente abunda más que el malvado monumental.

Un día llegué a casa de una amiga y encontré que su puerta había sido manchada con violentos brochazos de pintura verde chillón. Vive en una casa antigua del centro de Madrid, un edificio popular, con muchos vecinos, añosos y supuestamente afables en su mayoría. Pues bien: la presidenta de la comunidad, una mujer todavía joven, había mandado un escrito protestando por una nimiedad contra uno de los vecinos, con la intención de recoger firmas en su contra. Mi amiga, que no tenía nada que reprocharle a ese hombre, no firmó. Al día siguiente, todas las puertas de quienes se abstuvieron, que fueron unos cuantos, aparecieron marcadas con ese color verde vómito, como las puertas de los egipcios de la Biblia. En fin, hace falta ser muy vándalo, muy descerebrado y muy cobarde para actuar así. Y, además, hace falta ser malo.

Las comunidades de propietarios parecen fomentar estas furias locas, esta animosidad estúpida y dañina Las comunidades de propietarios parecen fomentar estas furias locas, esta animosidad estúpida y dañina: no es el único caso que conozco de batallas campales entre vecinos. Y suceden cosas aún peores; de hecho, este artículo se me ocurrió tras leer un acongojante comentario que dejó en mi Facebook Gema Martínez González, a raíz de un texto mío de EL PAÍS en el que hablaba de los muchos ancianos discapacitados que no pueden salir de sus casas porque viven en pisos altos sin ascensor. Gema escribió: “Yo soy enfermera y voy a sus casas, les llamamos ancianos confinados porque podrían salir a la calle si tuvieran ascensor, pero quedan encerrados en sus pisos; y en mi barrio se da otra circunstancia, hay portales en los que la comunidad pone el ascensor con llave y el que no paga (porque no tiene dinero para hacerlo) no tiene llave, yo he ido a hacer visitas a un anciano y el vecino, al saber al piso que iba, ¡no me ha dejado subir con su llave!”. No me digan que no es el más perfecto y desnudo ejemplo de la crueldad imbécil: una comunidad entera coaligada para impedir que un pobre viejo pueda pisar la calle. Es decir, condenándolo a una cadena perpetua hasta la muerte, sin juicio, sin defensa y sin apelación. En verdad repugnante.

Me pregunto si todos esos vecinos serán igual de malos, o si habrá uno o dos energúmenos en la escalera empeñados en prohibirle el ascensor al anciano y los demás se limitarán a seguir la corriente dominante; y no por miedo a represalias concretas, sino por pereza y cobardía moral. Porque, pensándolo bien, ahora se me ocurre que la mayor parte de la gente quizá no sea buena, sino amorfa, volátil cual pluma en tormenta. Y que, por egoísmo y debilidad, se adapta a lo que haya. Quizá incluso la mayoría de los individuos prefirieran ser buenos; pero lo primero que escogen es no meterse en líos, sin saber que ése es el mayor lío posible, el error fatal que arruinará sus vidas, como explicó tan bien Martin Niemöller en su celebérrimo poema: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista (ni socialdemócrata, ni sindicalista, ni judío…). Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”. Por eso es tan importante el clima ético de un país, por eso son tan importantes los líderes de opinión, los modelos sociales, el ejemplo de los dirigentes, la moral pública: para fomentar la rectitud en el corazón de los tibios y minimizar la aparición de la gente mala, tonta y fea.
4 ENE 2015 -El País.
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